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Clunia

La ciudad hispanorromana de Clunia, cuyo nombre latino completo es Colonia Clunia


Sulpicia, se erige desafiante al viento sobre el Alto del Castro, un cerro amesetado en
forma de estrella situado entre los municipios burgaleses de Peñalba de Castro y Coruña
del Conde. Pero el origen de esta ciudad es celtibérico, como demuestran su propio
nombre y los diversos restos arqueológicos, cerámicas y estelas entre ellos, que se han
encontrado en diferentes excavaciones y que pueden ser adscritos a la cultura
prerromana del pueblo arévaco, en cuyo territorio la incluye Plinio denominándola finis
Celtiberiae.

Es con motivo de las guerras sertorianas desarrolladas en la mitad norte de la Península


Ibérica en los años 70 del siglo I a.C. cuando recibimos la primera noticia de la ciudad, al
señalarnos Tito Livio que Pompeyo asediaba a Sertorio y sus partidarios indígenas en
Clunia a fines del año 75 a.C. Algo más tarde, el año 56, Clunia es de nuevo asediada
por los romanos debido en esta ocasión a su alianza con los vacceos, siendo sometida
durante la campaña militar del año siguiente. Años después el propio emperador Augusto
se hará cargo de la última fase de la anexión de los territorios hispanos a Roma, que
concluirá con la derrota de cántabros y astures en 19 a.C. A partir de este momento
Augusto organiza administrativamente Hispania en tres provincias, realizando con
probabilidad también nuevas subdivisiones interprovinciales conocidas como conventus,
aunque sólo en época de Claudio alcanzarán una verdadera institucionalización. Un
convento es básicamente una delimitación de carácter jurídico para lograr una mayor
eficacia en las relaciones de Roma con los habitantes de las provincias, en especial
todas las cuestiones referidas a la administración de justicia. Clunia pasaría a ser, así, la
capital de una de estas nuevas unidades administrativas, el denominado conventus
Cluniensis, cuya jurisdicción territorial se extiende por los cursos medio y alto del Duero,
el valle alto del Ebro y las áreas del norte hasta llegar al mar, incluyendo por tanto a
diversos pueblos prerromanos: cántabros, várdulos, carisios, berones, autrigones,
turmódigos, vacceos, arévacos y pelendones. Esto sucede casi con toda seguridad en
época de Tiberio, es decir entre los años 14 y 37 de la Era, momento en que la ciudad
indígena adquiriría el estatuto de municipio romano.

En su nueva función de capital de un convento jurídico, la antigua ciudad indígena se


convertirá en un importantísimo foco romanizador de su entorno, a la vez centro
administrativo, de justicia y religioso de un extenso territorio que incluía a prácticamente
toda la antigua Celtiberia. Además, se encontraba ubicada en una importante vía romana
que comunicaba toda la zona norte peninsular desde Asturica Augusta (Astorga) hasta
Caesaraugusta (Zaragoza), con fácil acceso también hacia el norte.

La distribución urbanística de Clunia desde su designación como capital del convento


jurídico corresponde a la propia de una ciudad romana en todos los sentidos, es decir,
desde los primeros momentos del siglo I de la Era, bajo la dinastía Julio-Claudia, estaba
dotada de los edificios característicos para el normal funcionamiento de las instituciones
municipales, como las sucesivas campañas de excavaciones arqueológicas han
corroborado a pesar del alto grado de destrucción y horizontalidad que presentan las
ruinas. Así, junto a la ermita de Nuestra Señora de Castro se hallan los vestigios del
Foro, el centro neurálgico de toda ciudad romana, con los restos de las edificaciones
destinadas a albergar los organismos oficiales de la ciudad, tanto civiles como religiosos.
La basílica, edificio destinado a la administración de justicia, cierra el Foro por el lado
norte, y un templo seguramente dedicado a Júpiter, en el que se han hallado diversas
lápidas consagradas a esta divinidad, se localiza en la parte sur. En uno de los laterales
porticados, donde se ubican las tabernas destinadas a los comerciantes, podría
documentarse otro pequeño templo de tres salas destinado quizá al culto municipal al
emperador.

Una mención especial requiere el teatro de la ciudad, construido en la falda del cerro que
se orienta hacia Peñalba de Castro y cuyas gradas están labradas en la propia roca
aprovechando el desnivel. Su considerable tamaño indicaría la existencia de un
apreciable volumen de población en Clunia. Hasta no hace mucho solamente por
referencias de autores antiguos teníamos noticias de las murallas de la ciudad, pero
recientemente, aplicando la técnica de la detección vía satélite y la fotografía aérea, ha
sido posible comprobar la existencia de unas extrañas alineaciones en la zona suroeste
que una vez observadas de cerca resultan ser la cimentación de la muralla original
tallada en la propia roca del cerro, detectándose también la presencia de los restos de
una de las torres. La ausencia de la muralla en sí se explica, como en el caso de las
demás edificaciones, por la continua depredación de las piedras de la ciudad a lo largo
de los siglos, de modo que la práctica totalidad de los bloques originales de Clunia se
hallan repartidos entre las edificaciones de los municipios vecinos.

Otra serie de restos constructivos se dispersan por la ciudad dando cuenta de su


relevancia durante la época romana, como por ejemplo un gran edificio palaciego
cercano al Foro en el que se encontraron varios mosaicos del siglo II d.C., unas
pequeñas termas igualmente localizadas al lado del Foro y otro conjunto termal imperial
de mayor envergadura hacia el norte, las Termas de los Arcos. También han aparecido
varias esculturas, como una de la diosa Isis de bellísima factura y otra de Júpiter sentado
en su trono, así como un pequeño torso de Venus. Los hallazgos epigráficos de Clunia,
por su parte, son indicativos de la actividad pública de la ciudad al mencionar tanto a sus
magistrados como las dedicatorias realizadas a diversas divinidades romanas e
indígenas o las muestras existentes de culto imperial.

Ya en su periodo como reducto celtibérico Clunia destacaba por ser una ceca acuñadora
de monedas, en concreto denarios con leyendas ibéricas, lo que corroboraría su
importancia como una de las ciudades de los arévacos. Bajo el emperador Tiberio, a
principios del siglo I d.C., la ciudad acuña monedas romanas hasta que Claudio suprime
definitivamente las emisiones, encontrando en estas monedas nuevas evidencias de
diversos magistrados de la ciudad a través de sus nombres y cargos. El hecho de que no
aparezca numerario de la época de Augusto, tan corriente en el resto del país, avalaría la
idea de que fue bajo el reinado de Tiberio cuando Clunia adquiere su categoría de ciudad
romana.

Probablemente uno de los aspectos más significativos de Clunia durante su etapa


romana sea la relación que une a la ciudad con Servio Sulpicio Galba durante el periodo
de conspiraciones contra Nerón. Galba recibió el gobierno de la provincia Tarraconense,
en cuyo territorio se encuentra el conventus Cluniensis. Convencido por fin a sublevarse
contra los abusos de Nerón, los desfavorables acontecimientos políticos le hicieron
retirarse a Clunia a la espera del desarrollo de la guerra civil. Es entonces cuando le llega
de Roma la noticia de la muerte de Nerón y su elección como nuevo emperador por parte
del Senado. Es el año 68 d.C., y en reconocimiento a tal hecho otorgó a la ciudad su
propio gentilicio, de modo que Clunia será conocida desde entonces como Clunia
Sulpicia, recibiendo más adelante, en algún momento entre esta fecha y el reinado de
Adriano, el título y status de Colonia, pasando a ser entonces su denominación Colonia
Clunia Sulpicia.

Ante la ausencia de información literaria, son los restos arqueológicos los que nos
pueden informar acerca de los momentos finales de Clunia como ciudad romana, pues
se sabe que durante la Edad Media no estuvo ocupado su solar por ninguna población.
En este sentido es probable que la ciudad fuera destruida por un incendio a fines del siglo
III d.C., tras lo cual ya no se recuperaría nunca el anterior pulso ciudadano, debido entre
otros factores al proceso general de decadencia que sufren prácticamente todas las
ciudades romanas durante el Bajo Imperio. Los hallazgos monetarios indicarían la
destrucción y abandono de al menos la zona central de la ciudad hacia el año 284 d.C. A
pesar de estos sucesos la ciudad todavía da muestras de vida durante el siglo IV d.C.
como demuestra el hallazgo de más monedas, cerámicas tardías y diversos objetos.

El abandono definitivo se produciría en época visigoda o musulmana, y durante el


periodo de reconquista cristiana las noticias que conocemos de un núcleo habitado son
ya relativas al actual emplazamiento de Coruña del Conde.

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