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Una mención especial requiere el teatro de la ciudad, construido en la falda del cerro que
se orienta hacia Peñalba de Castro y cuyas gradas están labradas en la propia roca
aprovechando el desnivel. Su considerable tamaño indicaría la existencia de un
apreciable volumen de población en Clunia. Hasta no hace mucho solamente por
referencias de autores antiguos teníamos noticias de las murallas de la ciudad, pero
recientemente, aplicando la técnica de la detección vía satélite y la fotografía aérea, ha
sido posible comprobar la existencia de unas extrañas alineaciones en la zona suroeste
que una vez observadas de cerca resultan ser la cimentación de la muralla original
tallada en la propia roca del cerro, detectándose también la presencia de los restos de
una de las torres. La ausencia de la muralla en sí se explica, como en el caso de las
demás edificaciones, por la continua depredación de las piedras de la ciudad a lo largo
de los siglos, de modo que la práctica totalidad de los bloques originales de Clunia se
hallan repartidos entre las edificaciones de los municipios vecinos.
Ya en su periodo como reducto celtibérico Clunia destacaba por ser una ceca acuñadora
de monedas, en concreto denarios con leyendas ibéricas, lo que corroboraría su
importancia como una de las ciudades de los arévacos. Bajo el emperador Tiberio, a
principios del siglo I d.C., la ciudad acuña monedas romanas hasta que Claudio suprime
definitivamente las emisiones, encontrando en estas monedas nuevas evidencias de
diversos magistrados de la ciudad a través de sus nombres y cargos. El hecho de que no
aparezca numerario de la época de Augusto, tan corriente en el resto del país, avalaría la
idea de que fue bajo el reinado de Tiberio cuando Clunia adquiere su categoría de ciudad
romana.
Ante la ausencia de información literaria, son los restos arqueológicos los que nos
pueden informar acerca de los momentos finales de Clunia como ciudad romana, pues
se sabe que durante la Edad Media no estuvo ocupado su solar por ninguna población.
En este sentido es probable que la ciudad fuera destruida por un incendio a fines del siglo
III d.C., tras lo cual ya no se recuperaría nunca el anterior pulso ciudadano, debido entre
otros factores al proceso general de decadencia que sufren prácticamente todas las
ciudades romanas durante el Bajo Imperio. Los hallazgos monetarios indicarían la
destrucción y abandono de al menos la zona central de la ciudad hacia el año 284 d.C. A
pesar de estos sucesos la ciudad todavía da muestras de vida durante el siglo IV d.C.
como demuestra el hallazgo de más monedas, cerámicas tardías y diversos objetos.