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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACION CIVIL

Magistrado Ponente:
NICOLAS BECHARA SIMANCAS
 
 Santafé de Bogotá D.C., veinticinco (25) de agosto de dos mil (2000).
 
Referencia: Expediente 5215
 
Se decide el recurso de casación interpuesto por la parte
demandante frente a la sentencia de 8 de agosto de 1994, proferida por el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá D.C., Sala de
Familia, en este proceso ordinario iniciado por DELIA ROSALBA SANTIAGO
VELASQUEZ contra CARLOS JULIO GOMEZ MERCHAN, ANGELA MARIA Y
CARLOS BENIGNO GOMEZ SANTIAGO.

ANTECEDENTES
 
I.- Por demanda presentada ante el Juzgado Séptimo de
Familia de Santafé de Bogotá D. C. el 31 de julio de 1992, la mencionada actora
solicita que con audiencia de los referidos demandados se hagan las siguientes
declaraciones:
 
"1.- Que se declare la nulidad, por OBJETO ILICITO, de los
registros de nacimiento en los que la demandante aparece como madre
matrimonial, de ANGELA MARIA GOMEZ SANTIAGO Y CARLOS BENIGNO GOMEZ
SANTIAGO, cuyos verdaderos nombres son los mismos, pero, sin el segundo
apellido de la madre demandante, el cual debe ser reemplazado por el apellido
de la verdadera madre.
 
"LA NULIDAD se demanda únicamente respecto de la
anotación como madre de la demandante. Respecto de los demás datos no hay
objeción de ninguna naturaleza.
 
"El registro parcialmente ilegal de ANGELA MARIA GOMEZ
SANTIAGO se inscribió en el REGISTRO DE NACIMIENTO No. 2690145 de la
NOTARIA SEPTIMA DE BOGOTA, el cual debe anularse parcialmente como
consecuencia lógica de la declaración de nulidad impetrada.
 
"El registro parcialmente ilegal de CARLOS BENIGNO GOMEZ
SANTIAGO se inscribió en el REGISTRO DE NACIMIENTO No. 2690146 el cual
debe anularse parcialmente como consecuencia lógica de la declaración de
nulidad impetrada.
 
"2.-Que se ofície a la NOTARIA SEPTIMA DE BOGOTA para
que se tome nota de la declaración de nulidad parcial y se deje sin valor en los
registros de nacimiento relacionados en el numeral anterior la inscripción
correspondiente a los datos de la demandante como madre y que son objeto
materia de este proceso.
 
"3.- Que se ordene a la Notaria Séptima que anulados
parcialmente los registros objeto de este proceso se inscriban los nacimientos
de los menores en un serial que reemplace a los anulados, pero omitiendo en el
nombre de la madre el de la demandante...”
 
II.- Las pretensiones anteriores tienen por fundamento los
hechos seguidamente señalados:
 
a.-) ANGELA MARIA GOMEZ Y CARLOS BENIGNO GOMEZ
nacieron en esta ciudad el 7 de enero y el 7 de noviembre de 1975,
respectivamente, los que se inscribieron en la Notaria Séptima de este Círculo
bajo los seriales 2690145 y 2690146.
 
b.-) El padre de ANGELA MARIA Y CARLOS BENIGNO es el
demandado CARLOS JULIO GOMEZ MERCHAN pero la demandante DELIA
ROSALBA SANTIAGO VELASQUEZ, con quien aquel contrajo matrimonio católico
el 7 de abril de 1973, no es la madre de ellos, puesto que nunca ha dado a luz.
 
c.-) La inscripción de los nacimientos de ANGELA MARIA Y
CARLOS BENIGNO se hizo el 27 de mayo de 1977, sin el consentimiento de la
demandante.
 
d.-) Las inscripciones de los dos nacimientos, por ser
producto de un delito, son absolutamente nulas y nunca se pueden sanear.
 
III.- Enterado de la demanda, CARLOS JULIO GOMEZ
MERCHAN, satisfaciendo el derecho de postulación, procedió a contestarla,
aceptando unos hechos y negando otros, entre ellos que no es verdad que el
registro de los para entonces menores se hubiera hecho sin el consentimiento de
la demandante, que por el contrario lo aprobó, no obstante lo cual termina
allanándose a las pretensiones de la demandante "en razón a que la señora
DELIA ROSALBA SANTIAGO VELASQUEZ no es la madre biológica de los
menores ANGELA MARIA GOMEZ Y CARLOS BENIGNO GOMEZ".
 
IV.- Previamente a la admisión de la demanda, se designó
curador ad litem a los menores demandados, quien notificado del auto admisorio
de la misma y descorriendo el traslado que de ella se le dio, se opuso a las
peticiones de la actora manifestando que la acción de nulidad formulada no es la
que corresponde, sino la de "impugnación de la filiación legítima de la
maternidad", por lo que propone la excepción de fondo que denomina "petición
de modo indebido".
 
V.- El juzgado del conocimiento le puso fin a la primera
instancia mediante sentencia de 3 de agosto de 1993, en la que hizo los
pronunciamientos siguientes:
 
"PRIMERO: Declarar fundado la excepción perentoria
nominada por la parte demandada como "petición de modo indebido".
 
"SEGUNDO: Absolver a los demandados de las pretensiones
de la parte actora.
 
"TERCERO: Negar las súplicas de la demanda.”
 
VI.- Descontenta con lo así resuelto, la demandante
interpuso recurso de alzada, decidido por la Sala de Familia del Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá D. C. mediante sentencia de 8 de
agosto de 1994, en lo que confirmó lo resuelto por el a quo.
 
FUNDAMENTOS DE LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

Empieza por reiterar que es la propia parte demandante la


que con énfasis manifiesta que no está promoviendo ni la acción de
impugnación de la maternidad, ni la corrección del registro, ni la nulidad formal
de éste, razón por la cual no hay lugar a interpretar la demanda de modo
diferente al propuesto en el sentido de que se declare la nulidad absoluta de los
registros civiles de nacimiento de los dos menores demandados.
 
Al fundamentar la improsperidad de la pretensión de nulidad
absoluta razonó así:
 
"La accionante pretende destruir o aniquilar la maternidad
que se le atribuye respecto de Angela y Carlos Benigno Gómez S., en los
registros civiles de nacimiento que en copias obran a los folios 14 y 15 del C-
1, pues en su sentir contienen declaraciones mentirosas sobre tal punto,
hechas por la persona que hizo la denuncia de los nacimientos ante el Notario
Veintiocho. Si, como al unísono lo han entendido la doctrina y la jurisprudencia
patrias, es prueba del parto la inscripción del nacimiento, la demostración en
contrario que se persiga tiende a evidenciar o probar que dicho parto es falso;
por lo que es menester que las pretensiones se formulen en forma adecuada,
pues ellas deben buscar inequívocamente el pronunciamiento constitutivo al
que tiende, que sin duda generaría la modificación del estado de los
demandados en el supuesto de prosperar. Y tal propósito no es factible
lograrlo pidiendo simplemente la nulidad de la inscripción, ya que en razón de
las consecuencias que se buscan es menester que se pida la materialización
de otras reglas de derecho sustanciales en el caso correspondiente, a través
de otras pretensiones específicas, no contenidas en el libelo que se resuelve".
 
EL RECURSO DE CASACION
 
Con fundamento en la causal primera de casación, artículo
368-1 del Código de Procedimiento Civil, se acusa la sentencia, en un solo cargo,
de violar en forma directa, por aplicación errónea, el artículo 335, párrafo
primero del Código Civil y, por falta de aplicación, los artículos 214, 237 y 1523
del Código Civil, 38 de la Ley 153 de 1887, 231 y 233 del Código Penal vigente
en 1975, 49 del Decreto 1260 de 1970 y 2 de la Ley 50 de 1936.
 
En desarrollo del cargo sienta las reflexiones siguientes:
 
a.-) Empieza por exponer lo que llama el "fundamento lógico
jurídico" e insiste que lo pretendido es que se declare "la nulidad por objeto
ilícito de los registros de nacimiento de quienes fueron registrados, sin serlo,
como nacidos" dentro del matrimonio de la demandante, lo que es
perfectamente viable, sin que tenga que deprecarse obligatoriamente, como
erradamente lo exige el Tribunal, la acción de impugnación de la maternidad en
la que se establezca que hubo un falso parto, porque como secuela de tal
razonamiento se ignoró "que todo acto jurídico que nazca a la vida jurídica
violando una ley sustantiva es nulo, de nulidad absoluta no saneable, y como tal
debe ser declarado por el juez".
 
b.-) Leyendo la sentencia del Tribunal se arriba a la
conclusión de que el fundamento jurídico de ella es el artículo 335 del Código
Civil, que autoriza la impugnación de la maternidad por "falso parto o por
suplantación" del mismo y, además, la Corporación "parece entender que fuera
de la impugnación no es posible debatir, así sea indirectamente, la maternidad
de una persona". Pero debe tenerse en cuenta que la norma citada establece es
la acción de impugnación de la maternidad que es directa e inmediata "y no la
de nulidad del acto jurídico de registro de una persona, del cual puede derivarse
que el nombre de quien aparece como madre en el registro, sea modificado" que
es indirecta o mediata. Explica lo que, en su concepto, es el falso parto y la
suplantación de él, citando el siguiente caso ilustrativo:
 
"Un varón casado tiene un hijo y lo inscribe como hijo de su
matrimonio el cual está terminado de hecho desde hace tiempo. La cónyuge que
no vive con el marido queda como madre de ese hijo. Para obtener el registro, el
padre ha debido de obtener necesariamente un documento falso o un testimonio
falso. Es decir que el acto jurídico de inscripción del hijo fue fruto de un delito y
no de un parto supuesto respecto de la madre. Transcurre el tiempo y pasan
más de diez años. La cónyuge a los 15 años conoce que su marido le atribuyó un
hijo, sin que ella hubiese simulado parto o suplantado al hijo. Como el término
para impugnar ya caducó, deberá necesariamente pasar como madre de ese hijo
que no es suyo?. Si muere ese hijo, gratuitamente y como consecuencia de un
acto ilícito está llamado a heredar? No puede ser jurídicamente
posible...Pensemos que esa acción pasa, lato sensu, a sus herederos. Estos no
inician la acción de impugnación en los términos del artículo 337 del C. C.
simplemente porque no saben que esa mujer muerta aparece como madre de
quien nunca fue su hijo. No ignoran el fallecimiento, pero si el hecho de que ese
hijo aparezca como nacido de la fallecida. La acción de impugnación habrá
caducado y el 'hijo' tendrá derecho a disputar la herencia o a pedirla de quienes
no ejercieron la acción de impugnación no por no conocer el fallecimiento de
quien aparecía fraudulentamente como madre, sino por no conocer el hecho
ilícito de la maternidad".
 
Es enfático en manifestar que no sólo para la situación
planteada en el ejemplo, sino también para otras semejantes entre las que se
halla la que es discutida en este proceso, "debe existir la posibilidad de
desvirtuar la maternidad, no como pretensión principal, sino como pretensión
consecuencial derivada de ilicitud de la inscripción la cual debe declararse
necesariamente a través de proceso de nulidad de registro"
 
Igualmente advierte que, según su concepto, el artículo 335
del Código Civil "no dispone que el único medio para desvirtuar la maternidad
sea el de la impugnación", pero, por el contrario, "si parece disponer que las
únicas causas para impugnar la maternidad son el falso parto y la suplantación".
 
c.-) No puede discutirse que la inscripción de una persona en
el registro civil "es un acto jurídico", y que, por tener dicha característica, puede
ser declarada nula por objeto ilícito, ya que no hay norma legal que la excluya
expresamente. Además, insiste, las acciones de impugnación de la maternidad y
de nulidad de un registro que atribuye dicha filiación, son diferentes.

d.-) En el Código Penal vigente se consagra el delito de


"alteración del estado civil de las personas", y al respecto expone: "Hay
alteración del estado civil cuando se le da a una persona uno que es falso. Por
ejemplo: un hijo nace de, LUISA, mujer soltera. Ese hijo, aun sin registrar, tiene
el estado de hijo de LUISA. Al pasar el tiempo LUISA conoce a ERNESTO y este
decide celebrar matrimonio o unirse con LUISA o simplemente decide reconocer
como suyo a quien no lo es, a sabiendas de que no lo es. Eso quiere decir que el
estado civil de ese hijo, respecto del padre, que solo puede ser definido respecto
del padre biológico o quien erradamente crea tener esa calidad, se falsea al darle
la calidad de hijo de ERNESTO. Ese reconocimiento queda viciado de nulidad por
haber sido fruto de un delito y no se sanea ni aún por el paso del tiempo, ni la
prescripción de la acción penal, ya que los efectos civiles nocivos no tienen
prescripción. Ese reconocimiento no se podrá revocar, no se podrá impugnar, no
podrá ser declarado nulo por falta de consentimiento, pero siempre podrá ser
declaro nulo por objeto ilícito... Este caso visto desde el punto de vista de la
paternidad debe tener el mismo tratamiento en cuanto a la maternidad se
refiere. En verdad son muchos los casos que se presentan cuando una mujer
tiene un hijo y sus padres, o sean (sic) los abuelos del hijo, deciden registrarlo
como hijo legítimo quedando como hijo de sus verdaderos abuelos y como
hermano de su propia madre. Este acto jurídico queda viciado de nulidad por
objeto ilícito ya que se ha alterado el estado civil. Y para que se entienda que
hubo alteración no será necesario que se presente condena penal, porque el
vicio civil no tiene prescripción. Con el solo hecho de demostrarse el tipo penal,
sin importar si ya ha prescrito o no, la nulidad debe declarase".
 
e.-) Prosigue la censura haciendo la enumeración de algunas
de las acciones encaminadas a impugnar o reclamar o definir el verdadero
estado civil de una persona, citando entre ellas: la impugnación de la paternidad,
la maternidad, la legitimidad, el reconocimiento; la investigación penal por
alteración o supresión del estado civil; la anulación de los registros del estado
civil, bien por vicios formales, bien por vicios de fondo; de reclamación de la
paternidad o de la maternidad o de estado del artículo 3º de la Ley 75 de 1968 o
del artículo 406 del Código Civil; las de correcciones o rectificaciones de las actas
del registro civil.
 
f.-) Asegura el censor que no se aplicaron los artículos 214 y
237 del Código Civil que disponen que los hijos nacidos dentro del matrimonio
tienen por padre al marido y aplicando tal precepto "se llega a la conclusión de
que la ley no presume que los hijos de hombre casado tienen por madre a la
cónyuge", presunción que, al parecer, acogió el padre de los menores
demandados para inscribirlos en el registro de nacimiento como hijos de su
mujer sin serlo.
 
g.-) Tampoco se aplicó el artículo 2 de la Ley 140 de 1960 en
cuanto modificó los artículos 274 y 278 del Código Civil, normas que aunque
derogadas por la Ley 75 de 1975 sí son aplicables al caso en estudio por expreso
mandato del artículo 38 de la Ley 153 de 1887, que se refieren a que la
adopción es la admisión de un hijo como propio por quien no lo es por
naturaleza, previa licencia judicial y, en el caso de una persona casada, con el
consentimiento de su cónyuge. Explica cómo "lo que sucedió en verdad fue que
el marido admitió como suyos a quienes eran sus hijos legítimos por naturaleza
y además los tomó como hijos de su mujer, sin previa licencia judicial".
 
h.-) Reitera que, no obstante estar derogados los artículos
231 y 233 del Código Penal, "la falsedad que así se castigaba en ese entonces se
sanciona hoy como alteración del estado civil de las personas, al tenor del
artículo 262. La ilicitud penal permanece y debe tenerse en cuenta al tenor del
art. 38 de la Ley 153 de 1887".
 
i.-) Fueron inaplicados, agrega, el artículo 1523 del Código
Civil que regula la nulidad por objeto ilícito de todo contrato prohibido por las
leyes, pero que debe entenderse involucrado en dicho concepto el "acto jurídico"
y, por ende, "no hay la menor duda de que la ley prohibe que un hijo sea inscrito
como hijo de quien no lo es por naturaleza" y el 2 de la Ley 50 de 1936 que
"ordena la sanción de nulidad absoluta no saneable para los actos jurídicos que
estén viciados por objeto ilícito".
 
l.-) Finaliza el censor citando jurisprudencia de esta
Corporación (Sentencia de 9 de marzo de 1989, G. J. Nº 2435) en la que, según
él, en un caso semejante fue decretada la nulidad sustancial del acta de registro
civil y, reitera que "En últimas lo que el padre demandado hizo fue lograr una
adopción de hecho mediante la violación de todo el procedimiento que
consagraba la derogada Ley 140 de 1960, solemnidades que todavía subsisten a
través de la Ley 5 de 1975 también derogada por el Código del Menor. La
cadena de solemnidades no se ha roto (sic). Tampoco la nulidad nacida de la
falsedad ideológica en que se incurrió".
  
CONSIDERACIONES
 
1.- Es pretensión principal de la recurrente, plasmada en
la demanda introductoria del proceso, que se decrete judicialmente la nulidad
absoluta por objeto ilícito, de la inscripción de Delia Rosalba Santiago Velásquez
como "madre matrimonial" de los menores ANGELA MARIA y CARLOS BENIGNO
GOMEZ SANTIAGO, efectuada al momento de sentarse las correspondientes
partidas de nacimiento de los mismos, por cuanto dicha anotación fue hecha
unilateralmente y sin su consentimiento por su esposo legítimo CARLOS JULIO
GOMEZ MERCHAN, quien sí es el padre biológico de tales personas, porque
aquélla nunca ha dado a luz y ni siquiera ha estado embarazada.
 
Ha sido vehemente y categórica la impugnante en precisar
que la acción ejercida es única y exclusivamente la que denomina nulidad
absoluta por objeto ilícito (Artículos 1523 del Código Civil y 2 de la Ley 50 de
1936) de la inscripción que se hizo en el registro civil de nacimiento de su
nombre como progenitora de tales personas y no ninguna otra diferente, como
pudieran ser la "acción de nulidad formal de la inscripción (art. 104 del Dt. 1260-
70", ni la "acción de corrección del registro por haberse incurrido en error", ni
tampoco la "acción de impugnación de la maternidad por 'falso parto' o
suplantación de hijo" (Fl.2. C.2).
 
2.- Acreditado se encuentra que CARLOS JULIO GOMEZ
MERCHAN y DELIA ROSALBA SANTIAGO VELASQUEZ están casados
canónicamente desde el 7 de abril de 1973; que ANGELA MARIA y CARLOS
BENIGNO GOMEZ SANTIAGO nacieron el 7 de enero y el 7 de noviembre de
1975, respectivamente; que los nacimientos fueron inscritos en el registro
respectivo el 27 de mayo de 1977 por CARLOS JULIO GOMEZ MERCHAN para lo
cual presentó "partida eclesiástica"; que como padre se inscribió a éste, quien
personalmente autorizó con su firma la diligencia correspondiente, y como
madre a DELIA ROSALBA SANTIAGO VELASQUEZ, quien se afirma en la
demanda introductoria del proceso, no tuvo ninguna intervención directa en ese
momento (fls. 14, 15, C.1); que por sentencia de 2 de noviembre de 1979 del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, los esposos GOMEZ
SANTIAGO se separaron de cuerpos y en el citado fallo se dispuso (numeral
tercero) que "los menores hijos ANGELA MARIA y CARLOS BENIGNO GOMEZ
SANTIAGO, quedarán bajo el cuidado y responsabilidad del padre, pudiendo la
madre visitarlos cuando a bien lo tenga"; que desde la formulación de la
demanda de separación de cuerpos la esposa manifestó saber y conocer, según
antecedentes consignados en la providencia en cuestión, que "De dicho
matrimonio no existen hijos. Sinembargo, fueron reconocidos como tales los
menores ANGELA MARIA y CARLOS BENIGNO, hijos extramatrimoniales del
esposo"; que no hay duda, así lo confiesa CARLOS JULIO al allanarse a la
demanda (fl. 34, C.1) que DELIA ROSALBA no es la madre biológica de ANGELA
MARIA y CARLOS BENIGNO; que el padre biológico de tales personas es CARLOS
JULIO; y que la inscripción en el registro de esos menores se hizo, según lo
refiere el demandado al contestar la demanda, con el consentimieno de la
actora.
 
En síntesis, ANGELA MARIA y CARLOS BENIGNO fueron
inscritos en el registro de nacimiento por CARLOS JULIO GOMEZ MERCHAN como
hijos suyos habidos dentro del matrimonio celebrado entre él y DELIA ROSALBA
SANTIAGO VELASQUEZ, y por tanto, ante la ocurrencia de tal hecho, tienen
respecto de dicho matrimonio la calidad de hijos legítimos y, más
concretamente, DELIA ROSALBA tiene en relación con ellos la condición de
madre legítima, es decir, poseen tales personas el estado civil de hijos
matrimoniales.

3.- Al definir el estado civil de una persona dice el artículo


1º del Decreto 1260 de 1970 que "es su situación jurídica en la familia y la
sociedad, determina su capacidad para ejercer ciertos derechos y contraer
ciertas obligaciones, es indivisible, indisponible e imprescriptible, y su asignación
corresponde a la ley".
 
Como lo admite la doctrina, el estado civil se caracteriza principalmente por:
a) ser atributo de todas las personas, pues al tenor de la disposición recién
citada, determina la capacidad de las mismas “para ejercer ciertos derechos y
contraer ciertas obligaciones”; b) estar regulado por normas de orden público,
como quiera que interesa a la sociedad en general, y por ende los preceptos
legales que lo gobiernan no pueden derogarse por convenios particulares ni
ser objeto de renuncias; c) estar excluido del comercio, y por consiguiente no
puede comprarse ni venderse y menos transigirse, salvo en cuanto a los
derechos patrimoniales que de él se derivan; d) como regula situaciones
concernientes a la familia y a la sociedad, que en principio no puede
modificarse por la voluntad individual, tampoco es susceptible de confesión
(como si lo son los hechos que lo acreditan) a menos que se trate de casos de
excepción legal, como acontece con el reconocimiento voluntario de hijo
extramatrimonial, que evidentemente produce para quien lo realiza
consecuencias jurídicas; y e) ser imprescriptible, porque salvo excepción legal
ni se gana ni se pierde por el transcurso del tiempo.
 
La jurisprudencia de esta Corporación no ha sido ajena al criterio doctrinal
expuesto en el párrafo anterior, y de ahí que haya puntualizado, entre otros
pronunciamientos, que “Corolario obligado de la aludida incidencia del estado
civil de las personas en el orden público y social son: la imperatividad de las
leyes que establecen el régimen de aquel y la drástica restricción de la
autonomía de la voluntad privada en este campo. En efecto, por la razón
indicada, el legislador se ocupa en señalar pormenorizadamente los factores
determinantes de dicho estado y su régimen, y a los particulares solamente se
les permite la injerencia indispensable para la constitución del mismo, como
en la celebración del matrimonio, el reconocimiento o la legitimación de los
hijos extraconyugales; y la realización de otros contados actos jurídicos de
contenido patrimonial o predominante patrimonial…” (sentencia de 14 de
octubre de 1976).
 
Todo lo anterior significa, de ahí la importancia de traerlo al caso, que
cualquiera sea la fuente de la que provenga el estado civil, su incidencia sobre
el orden público y social ha determinado que sea la propia ley y nada más que
ella la que regule sus efectos jurídicos, al punto que, como también lo dejó
dicho la Corte en la sentencia recién citada “el principio que campea en el
ámbito del derecho patrimonial y, según el cual ‘a los particulares les está
permitido todo lo que no les está prohibido’, en punto del estado civil y de su
régimen legal, la injerencia de la voluntad privada se gobierna por el principio
contrario: a ella le está vedado todo lo que no le está expresamente
autorizado”.
 
4.- En ese orden de ideas, es preciso advertir que si la ley regula de manera
sistemática e integral los efectos jurídicos del estado civil, a sus disposiciones
tienen que sujetarse funcionarios y particulares, no sólo al momento de
sentarse las respectivas partidas sino cuando se proponen modificaciones
sustanciales a las existentes; lo que implica, por ende, que a su normatividad
también están sujetas las acciones judiciales orientadas a suprimir la filiación
aparente o irreal, pues dichas acciones tienen directa incidencia sobre éste, e
interesan desde luego al orden público y social.
 
5.- Así se deduce claramente de la jurisprudencia de esta Sala que a
continuación se reseña, en la que, de una parte, se evidencia que la Corte ha
tenido la oportunidad de estudiar y resolver de antaño situaciones fácticas
como la ventilada en este proceso, lo que explica precisamente la razón para
traer a colación, cual antecedente histórico, esos pronunciamientos, pues en
ellos, como aquí, la pretensión debatida en juicio estuvo orientada, en
resumidas cuentas, a obtener la declaración judicial de que una determinada
persona carecía del estado civil que ostentaba en la correspondiente partida,
por no corresponder ese hecho a la realidad; y emerge, por otra parte, de esa
misma jurisprudencia, que la Corte al resolver en todos esos casos en la forma
en que lo hizo, dejó sentado tácitamente pero además con la nitidez requerida,
que en todos los eventos en que se denuncie judicialmente la falsedad de la
declaración de maternidad contenida en las actas del estado civil de una
persona, sin duda se está en presencia de una auténtica y genuina acción de
impugnación de esa filiación, así se le llame por el actor acción de nulidad del
registro o de inoponibilidad o invalidez, pues lo que en el fondo prevalece e
importa en todas ellas es que se declare judicialmente que es irreal el hecho
afirmado en la partida; cuestión que, según se expresa en esos mismos
pronunciamientos, por interesar al orden público y social, suscita el debido
acatamiento de funcionarios y particulares.
 
Esos fallos son del siguiente contenido:
 
5.1.- En sentencia de 14 de febrero de 1942 la Corte admitió, dando
aplicación al artículo 22 de la Ley 57 de 1887 en concordancia con el artículo
394 del C.C., que las partidas eclesiásticas y las actas del estado civil podían
ser rechazadas o redargüidas o suplidas cuando eran falsas o no correspondía
a la realidad la declaración hecha y recogida en ellas “por los contrayentes de
matrimonio, por los padres u otras personas en los respectivos casos" y,
consecuentemente, aceptó en ese pronunciamiento que, acreditada en proceso
judicial la falsedad de la declaración en ellas contenida, había lugar a
desvirtuar la presunción de autenticidad y veracidad que las amparaba.
 
En efecto, en dicha sentencia la Corte examinó el caso de un proceso en que
los actores solicitaron, en su calidad de herederos, se declarara que el
demandado “no tiene el carácter de hijo legítimo de los esposos” allí
mencionados “por no haber nacido dentro del matrimonio de los mismos y por
lo tanto no es heredero de éstos”; que, consecuentemente, “se declare nula y
sin valor legal alguno la declaratoria de heredero que a favor del mismo
demandado…fue hecha en las sucesiones acumuladas de los esposos…como
hijo legítimo de estos…”; pretensiones todas esas apoyadas principalmente en
que los esposos contrajeron matrimonio católico el 28 de noviembre de 1896;
que el demandado fue bautizado el 19 de marzo de 1898 cuando tenía “cinco
años cinco meses y diez y nueve días de nacido, luego no pudo nacer dentro
del matrimonio de los esposos…”. Esta Corporación, reconociendo que al
interior de la actuación se comprobó efectivamente la circunstancia alegada en
la demanda, casó la sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Bogotá de 28 de febrero de 1941, que había revocado la estimatoria dictada
por el a quo por cuanto no se demostró cuándo se efectuó el matrimonio, y en
su lugar dispuso “CONFIRMA la de primer grado de fecha doce de abril de mil
novecientos treinta y nueve, dictada por el señor Juez Octavo Civil del Circuito
de Bogotá”.

  En esa sentencia puntualizó expresamente la Sala:


 
“Una partida o acta de bautismo o de matrimonio, ya sea de origen civil o
eclesiástico, no comprueba por sí, sino el hecho del bautismo o el acto del
matrimonio…
 
“Ahora bien: la veracidad de lo certificado, respecto del nacimiento o del
matrimonio, por el notario o por el cura párroco, se presume y por ese aspecto
mientras el acta no sea redargüida u objetada de falsa y demostrada la tacha,
el certificado hace plena prueba. Mas respecto de las demás circunstancias
expresadas en las actas la veracidad no la garantiza la ley por cuanto el
notario o el párroco se limitan, porque no podía ser de otra manera, a
expresar lo que digan los interesados. De ahí el artículo 394 del C.C., aplicable
a las actas civiles y eclesiásticas. Mas si no está garantizada la veracidad de
esas declaraciones, eso no quiere decir, no significa que deba hacerse caso
omiso de ellas, que deban pasarse por alto, pues se mantienen en pie
mientras no se demuestre su falsedad” (G.J. N° 53, pág. 50 y ss).
 
Con arreglo a lo precedente y tras hacer referencia a los elementos de prueba
obrantes en el proceso, terminó concluyendo la Corte en ese fallo (14 de
febrero de 1942) que teniendo el demandado cinco años en 1898, la fecha de
su nacimiento tuvo que ser en el año de 1892, es decir más de cuatro años
antes del matrimonio” referido, por lo que éste “no pudo haber nacido dentro
de ese matrimonio y la presunción de legitimidad, por lo tanto, no lo
acompaña” (G.J. 53, Pág. 50 y ss.).
 
5.2.- Mediante fallo de 18 de julio de 1944 la Corte se ocupó de estudiar la
demanda promovida para que se declarara, entre otros pronunciamientos, que
la demandada no era casada con el causante xx, que no tenía el carácter de
cónyuge sobreviviente de éste, y que carecía de valor legal el reconocimiento
judicial hecho al respecto dentro de su mortuoria; reiterando la Sala en ese
fallo su criterio anteriormente comentado de que la presunción de autenticidad
y veracidad de las partidas podía desvirtuarse probándose la falsedad de la
declaración afirmada en ellas, casó la sentencia del ad quem (que había
confirmado la desestimatoria del a quo) y declaró, principalmente, que “no
está comprobado el matrimonio…”, que “carece por lo tanto de valor y efecto
legales” el reconocimiento judicial que en la mortuoria se le hizo como
“cónyuge sobreviviente…”. En esa oportunidad (18 de julio de 1944) la Corte
consideró que “…el artículo 22 de la Ley 57 de 1887, después de establecer
que se tendrán como pruebas principales del estado civil, respecto de
nacimientos o matrimonios o defunciones, las certificaciones que con las
formalidades legales expidan los respectivos sacerdotes párrocos, estatuye
que tales pruebas quedan sujetas a ser rechazadas o redargüidas o suplidas
en los mismos casos y términos que aquellas a que se contrae el título XX
mencionado. De esto último (prosiguió) manan dos circunstancias: 1ª que el
artículo 22 de la ley 57 no es un texto legal que pueda interpretarse
aisladamente sino que su interpretación debe considerarse también a la luz de
los artículos 392, 393 y 394 del Código Civil; 2ª que tales pruebas pueden ser
redargüidas o rechazadas ante el poder civil y por los procedimientos
conducentes…” (Ver G.J. Tomo LVII, pág. 457 y ss).
 
5.3.- En sentencia de 8 de junio de 1948 la Corte, con fundamento en criterio
similar al de sus fallos de 14 de febrero de 1942 y 18 de julio de 1944 (con
apoyo en el art. 22 de la Ley 57 de 1887 y los artículos 393 y 394 del C.C.),
reiteró que las partidas de origen eclesiástico, como las de origen civil, podían
ser rechazadas o redargüidas por falsedad del hecho en ellas declarado. Fue
así como, al tener en cuenta que se había impugnado y probado ser falso el
matrimonio a que aludía la correspondiente partida eclesiástica redargüida allí
por el actor (celebrado el 12 de mayo de 1926), esta Corporación Casó la
sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pamplona de 17 de julio
de 1946 que había confirmado la desestimatoria del a quo de 11 de julio de
1945 en consideración a que eran las autoridades eclesiásticas las que debían
conocer de la “nulidad del matrimonio” (como el ad quem entendió la
pretensión), disponiendo la Corte, en consecuencia, que por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Pamplona “se dicte nuevo fallo en este
negocio” ya que por el contrario, agrega, lo que el actor “categóricamente
asevera como base de la acción propuesta es que es falso el hecho afirmado
en la partida de que dicho matrimonio se haya verificado en realidad”.
 
5.4.- Mediante sentencia de 9 de junio de 1970 la Corte conoció de una
demanda en la que la actora solicitó, en lo fundamental, se declarara que la
demandada no era hija suya, pues “nunca ha tenido hijos”; que tampoco era
hija matrimonial de la actora “no obstante la declaración que aparece en la
certificación del Notario 4° de Bogotá”; que, en consecuencia, el
reconocimiento judicial de la demandada como heredera única del cónyuge
premuerto de la actora, en su condición de hija legítima, hecha en la sucesión
de aquél, “le es inoponible a la demandante como cónyuge sobreviviente del
causante”; y que por haber sido (la actora) instituida por éste como heredera
universal, tiene mejor derecho que la demandada a recoger la herencia de
aquél. Los fundamentos fácticos de esas pretensiones fueron, que la
demandada fue llevada a una casa de pobres el 27 de septiembre de 1934, de
un día de nacida; que fue entregada a la actora y a su cónyuge el 13 de
septiembre de 1938; que el 21 de septiembre de 1942 el cónyuge de la actora
la denunció en la notaría 4ª de Bogotá como hija legítima suya y de aquella;
que con base en esa partida la demandada fue reconocida como única
heredera en la sucesión del cónyuge de la actora; y que lo anterior “no es
suficiente para darle a la demandada un estado civil que por naturaleza no
tenía ni podía tener”. Para confirmar la decisión estimatoria de primera
instancia, el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, siguiendo con
ello el criterio de la Corte anteriormente expresado, se apoyó en los artículos
392, 393 y 394 del C.C., señalando que la causa petendi radica en la falta de
veracidad en la declaración contenida en la citada acta de origen civil, lo que
encontró plenamente acreditado en el proceso. La Corte, al conocer del
recurso de casación interpuesto contra esa decisión, se apoyó en el artículo
335 del C.C. para sostener que es cabalmente procedente la acción de
impugnación encaminada a obtener la declaración de que una persona carece
del estado civil que ostenta cuando éste no corresponde a la realidad del
hecho declarado en la correspondiente acta del estado civil, pero
adicionalmente perfiló aún más ese criterio en cuanto señaló la oportunidad
para el ejercicio de esa acción, al precisar allí, particularmente en punto de
maternidad, que ésta debía promoverse con arreglo a lo dispuesto en los
artículos 336 y 337 del C.C., es decir, dentro del término previsto en esas
normas, temporaneidad sobre la que ningún pronunciamiento había hecho la
providencia del Tribunal, pero en relación con la cual la Corte, al considerar
extemporánea la petición de la actora, casó el fallo de aquel sentenciador, no
obstante que éste en lo demás estaba en consonancia, como ya se dijo, con
aquél criterio doctrinal que esta Corporación venía exponiendo en las
providencias reseñadas anteriormente. Por eso, aun cuando la Sala reiteró allí
que hay acciones encaminadas a “obtener la declaración de que una persona
carece del estado civil que ostenta, por no corresponder a la realidad”, precisó
a renglón seguido que éstas debían encauzarse por el artículo 335 del C.C., y
hacerse valer dentro de la oportunidad prevista en los artículos 336 y 337 del
C.C.; no sin antes haber notado cómo “por la especial gravedad que para el
ejercicio de los derechos emanados de las relaciones de familia y para la
estabilidad y seguridad que entraña el desconocimiento del estado civil que
una persona viene poseyendo, el legislador ha señalado plazos cortos para el
ejercicio de las acciones de impugnación”.
 
Así, tras advertir que “del contexto de las súplicas de la demanda y de los
hechos que le sirven de fundamento, aparece que la acción ejercitada como
principal en el libelo es la de impugnación de la maternidad de la actora…”
pues se pidió declarar que la señora… (la demandada, se agrega) no es hija
mía, porque yo no he tenido hijos”, lo que “no deja duda acerca de la
naturaleza de la acción ejercitada”, la Corte expuso:
 
“A efecto de que se pueda excluir de la familia a quien de conformidad con las
respectivas actas del estado civil figura como hijo de determinada mujer, sin
serlo en realidad, la ley faculta a las personas que señalan los artículos 335 y
337 del C.C. para impugnar ese estado civil, probándose falso parto o
suplantación del pretendido hijo al verdadero. Entre tales personas figuran en
primer término, ‘el marido de la supuesta madre y la misma madre supuesta,
para desconocer la legitimidad del hijo’.
 
“Mas como el estado civil, que según el artículo 346 ‘es la calidad de un
individuo, en cuanto lo habilita para ejercer ciertos derechos y contraer
ciertas obligaciones’, no puede quedar sujeto indefinidamente a la posibilidad
de ser modificado o desconocido, por la incertidumbre que tal hecho produciría
respecto de los derechos y obligaciones emanados de las relaciones de familia,
y por constituir, como ya se dijo, un atentado inadmisible contra la estabilidad
y unidad del núcleo familiar, el legislador estableció plazos perentorios dentro
de los cuales ha de ejercitarse la acción de impugnación, so pena de caducidad
del derecho respectivo.
 
“Las personas designadas en el artículo precedente –estatuye el 336- no
podrán impugnar la maternidad después de transcurridos diez años contados
desde la fecha del parto. Con todo, en el caso de salir inopinadamente a la luz
un hecho incompatible con la maternidad putativa, podrá subsistir o revivir la
acción anterior por un bienio contado desde la revelación justificada del hecho.
 
“Lo cual significa, obviamente, que transcurrido ese término queda
definitivamente consolidado el estado civil de hijo legítimo frente a quienes,
según las actas respectivas, tienen la calidad de padres, y, por consiguiente,
en la hipótesis de que no lo fueran, ya no podrían, ni el marido de la madre
supuesta, ni esta misma, impugnar ese estado civil alegando falso parto o
suplantación del pretendido hijo al verdadero” (se subraya) (confrontar G.J.
número 2392, Pág. 235 y ss).
 
En armonía con esa línea de pensamiento y una vez dio por establecido que la
acción ejercida estaba caducada, la Corte en el fallo que se viene comentando
(9 de junio de 1970) casó la sentencia del ad quem, revocó la del a quo y
negó las peticiones de la demanda.
 
5.5.- Posteriormente, en sentencia de 2 de octubre de 1975 (ya en vigencia el
Decreto 1260 de 1970), al conocer de proceso promovido para que se
declarase que la actora no es madre natural ni legítima de la demandada “toda
vez que se le ha atribuido una presunta maternidad”, y para que se declarase
“la nulidad de la partida” de origen civil correspondiente, y se corrigiera la
misma en lo pertinente; todo ello por no ser cierto que la actora tuviese esa
calidad respecto de la demandada, es decir que “ninguno de los dos cónyuges
antes nombrados son ni el padre ni la madre legítimos o naturales” de la
demandada, y por cuanto la actora sólo “desde la fecha de la partida del
registro civil de nacimiento tuvo conocimiento de que se le señalaba el ser la
madre legítima de una mujer que no es su hija naturalmente sino por
atribución y efecto de dicha partida”; la Corte, al negarse a casar la sentencia
de fecha 12 de diciembre de 1974 proferida por el ad quem (que confirmó la
desestimatoria del a quo apoyándose en que como lo dice don Fernando Vélez
“una vez transcurridos los diez años a que se refiere el artículo 336, no puede
impugnarse la maternidad, y por lo tanto, la falsa queda como legítima…”), la
Corte, repítese, insistiendo una vez más en su posición jurídica al respecto,
dejó sentado que como la actora y el marido de ésta trataron a la demandada
en público y privado como si fuera la hija legítima de ellos, “pasados los
primeros 10 años de este estado de cosas, la aparente filiación legítima de…(la
demandada, se agrega) relativamente a sus padres supuestos que
voluntariamente dieron lugar a ella, se hizo inexpugnable, pues la maternidad
no puede ser impugnada por ellos cuando ha transcurrido más de ese lapso,
contado a partir de la fecha del parto, según lo establece el artículo 336 del
Código Civil”. (G. J. N° 2392, pág. 233 y ss.).
 
Y como en aquél caso la actora planteó en el recurso de casación interpuesto
contra el fallo del Tribunal, que el término que ella tenía para impugnar la
aparente maternidad debía contarse a partir del 28 de agosto de 1973, fecha
en que, con base en una partida eclesiástica de nacimiento (6 de enero de
1948), se sentó el registro civil de la demandada (nacida el 20 de noviembre
de 1942), y que por tanto no habían transcurrido 10 años cuando se presentó
la demanda impugnaticia, la Corte agregó en su citada sentencia de 2 de
octubre de 1975, que “para los padres supuestos que impugnan la
maternidad, el término de caducidad que el precepto (artículo 336 C.C.), antes
mencionado, establece, debe contarse desde cuando se dijo ocurrido el falso
alumbramiento, como expresamente lo dice esa disposición y no desde cuando
se hizo el registro civil de nacimiento, porque desde aquel día, por actos
propios de los padres supuestos (‘presentada y tratada como si fuera hija
legítima de ellos’, se agrega), por maniobras ejecutadas por ellos libre y
conscientemente, se atribuyeron el ser los autores de la vida de quien
realmente no es su hijo. Cuando la disputa sobre la maternidad se origina en
un falso parto, cual sucede en la especie de este litigio (se refiere al caso
concreto de aquel proceso, se agrega), no es posible concebir que a la madre
supuesta se le atribuya la maternidad a espaldas suyas. Sería exótico que se
fingiera un parto sin el concurso de la mujer que lo finge. Por ello, el texto de
la ley no deja la menor duda de que el término de caducidad contemplado en
el artículo 336 citado, relativamente a la acción de impugnación de la
maternidad que se concede a los supuestos padres para desconocer la
legitimidad del hijo respecto de ellos, se cuenta desde la fecha del parto y no
desde cuando se haga el registro civil de nacimiento” (Ver G.J. número 2392,
pág. 233 y ss – subrayas fuera del texto).
 
5.6.- Más tarde, en sentencia de 28 de marzo de 1984, la Corte resolvió
recurso de casación en un proceso en el que los actores pidieron, en esencia,
se declarara que el demandado no es hijo de la señora xx, por no haber nacido
en parto de ella; que, por lo mismo, el demandado no es hijo “que hubiese
sido concebido y nacido dentro del matrimonio”; que dicha señora contrajo
matrimonio católico con zz, ya fallecido; que el demandado carece de derecho
hereditario en la sucesión de xx, fallecida el 4 de septiembre de 1976; y,
subsidiariamente, “se proceda a rectificar la correspondiente acta de
nacimiento…la cual adolece de falsedad ideológica en lo referente a la
declaración de ser el demandado hijo natural de una mujer casada...” Se
adujeron como supuestos fácticos, que xx abandonó el hogar matrimonial que
formó con zz; que una trabajadora del restaurante que aquella explotaba para
entonces "en forma oculta y sin el consentimiento de su patrona y de las
demás personas que laboraban con ella, abandonó su empleo en el mes de
abril de 1933 dejando de paso abandonada su criatura” de pocos días de
nacida, cuyo cuidado y atención confió xx a algunos parientes; que
posteriormente ésta se encariñó con el niño, haciéndolo bautizar el 24 de
mayo de 1939 como hijo suyo, habiendo intervenido Alberto Rojas como
“testigo de la farsa”, por lo cual la partida así sentada “contiene una falsedad
ideológica”. El a quo desestimó las pretensiones en sentencia de 20 de febrero
de 1981 por no estar probados los fundamentos fácticos de la demanda,
decisión que recurrida por los actores revocó el Tribunal en fallo de 27 de
noviembre de 1982 para declarar imprósperas las excepciones de caducidad y
prescripción propuestas con apoyo en el artículo 337 del C.C. y en que “ya
había vencido el plazo de 60 días para impugnar la maternidad”, y declarar,
así mismo, que el demandado no es hijo de xx “por no haber nacido en parto
de aquella, ni concebido ni nacido dentro del matrimonio de ésta con zz, y que
tampoco estaba llamado a heredarla. La Corte, después de precisar que en
materia de maternidad la acción de impugnación tiene por finalidad destruir
esa filiación cuando “de ella un individuo viene gozando aparente y
falsamente”, se expresó así, al conocer del recurso de casación interpuesto por
la parte demandada, en cuyo cargo segundo el recurrente le enrostró al
Tribunal haber considerado, equivocadamente, que el objetivo de la acción de
impugnación es determinar, como sea, la falsedad del parto, y no si el hijo
cuyo estado civil se halla en juego, es o no hijo de la mujer que pasa por
madre suya:
 
“La acción de impugnación de la maternidad se contrae a obtener
judicialmente, en cambio, la declaración de que un individuo cuyo estado se
discute no nació de la mujer que se señala como su madre. Y para establecerla
se necesita demostrar, como lo reclama el artículo 335 citado, que “hubo falso
parto, o suplantación del pretendido hijo al verdadero”.
 
“Si los elementos esenciales de la maternidad son el parto y la identidad del
producto de éste, es lógico pensar que ella pueda impugnarse probando uno
de estos dos extremos, o los dos a la vez: a) que hubo suposición de parto, es
decir, que muy a pesar de la declaración hecha ante el respectivo funcionario
del registro del estado civil, no existió el parto que se le atribuye a
determinada mujer; b) que el ser humano nacido en determinado parto es
diferente del que actualmente protege esa maternidad aparente. Basta pues
con que se destruya uno cualquiera de tales dos presupuestos constitutivos de
la maternidad para que el acta de registro del nacimiento, que por ser en tal
supuesto el resultado de una falacia y que por tanto contiene una declaración
mendaz, deje de servir de medio de prueba a quien pretende prevalerse de
ella.
 
“En verdad que si el acta de inscripción del nacimiento es, en principio, una
prueba del parto, no lo es menos que no puede considerarse como prueba
irrefutable, desde luego que ella puede contener la declaración mentirosa que
el denunciante del nacimiento hace al registrador del estado civil, o el mismo
redactor de la partida puede incurrir en yerro. El acta de nacimiento, que es el
modo normal y ordinario de demostrar el parto, hace fe provisionalmente;
quien discuta la autoridad de ella puede destruir o infirmar su valor aportando
pruebas contrarias y con las cuales logra arrasar la apariencia. El proceso de
impugnación de la maternidad es procedente, entonces, solamente cuando la
partida de nacimiento y la posesión de estado no atribuyen al hijo su
verdadera, su auténtica y real filiación materna” (G.J. CLXXVI, Pág. 120,
subrayas fuera del texto original).
 
Y reiterando que cuando se pide declarar judicialmente que una persona no
tiene por madre a quien aparece como tal en el registro civil de nacimiento lo
que se persigue en realidad es acreditar que hubo falso parto o suplantación
del pretendido hijo al verdadero, agregó la Corte en el fallo en comentario (28
de marzo de 1984) que “Cuando el Tribunal de Bogotá estimó, y así lo expresó
en el fallo combatido, que según el artículo 335 del Código Civil, el objetivo de
la acción de impugnación de la maternidad, concretamente el de la aquí
ejercitada, es el de aniquilar el estado de hijo que de xx ostentaba el
demandado, por ser, según la demanda ‘falso el parto de aquella’, dio a dicha
norma su exacta interpretación finalista, desde luego que conforme a los
términos de ese texto legal tal impugnación se alcanza ‘probándose falso
parto, o suplantación del pretendido hijo al verdadero’…”. (G.J. CLXXVI, Pág.
120; subrayas fuera del texto original).
 
Siguiendo la misma línea argumentativa, la citada providencia después de
destacar que si bien es verdad que el modo normal de probar la maternidad es
presentando la respectiva acta del registro de nacimiento, mas no el único
porque tal hecho puede acreditarse también con la posesión notoria de ese
estado, remató afirmando para de paso precisar el alcance de la acción
tendiente a obtener la declaración de que una persona carece del estado civil
que ostenta por no corresponder a la realidad, lo siguiente:
 
“Empero, la posesión de estado no significa necesariamente que corresponde
siempre y en todo caso a la situación de derecho; en eventos excepcionales
ésta y aquélla se hallan en pugna, como sucede, por ejemplo, en las hipótesis
de suplantación de parto, o de sustitución del fruto de ésta, en los cuales se
tiene el estado de hijo de determinada mujer por posesión notoria, situación
que no corresponde a la filiación real. Por eso es por lo que la posesión
notoria, lo mismo que el acta de nacimiento, como pruebas ordinarias que son
en materia de filiación, sólo hacen fe provisionalmente: hasta tanto la persona
que discute su autoridad las destruya o infirme con la aportación de pruebas
que demuestren lo contrario. De ahí que combatir el acta de nacimiento o la
posesión notoria del estado de hijo de determinada mujer constituye,
precisamente, el objetivo de la pretensión impugnativa de la maternidad.

“Y cuanto ésta se dirige concretamente a demostrar el falso parto de la mujer,


o sea desvirtuar el contenido del acta de nacimiento, no puede oponerse al
demandante la prueba de la posesión notoria del estado de hijo que indica que
la mujer que supuestamente pasa por madre de un individuo ha tratado a éste
como hijo suyo proveyendo a su educación y establecimiento, y presentándolo
en ese carácter a sus deudos y amigos, pues es obvio que en esa hipótesis la
posesión notoria, como la misma acta de nacimiento, demuestran la existencia
entre los supuestos madre e hijo un vínculo de parentesco que está en pugna
o contradice la filiación verdadera…” (sent. de 28 de marzo de 1984, G.J.
CLXXVI, Págs. 125 y 126).
 
6.- El antecedente jurisprudencial que viene de exponerse denota, muy a las
claras, que tradicionalmente para la Corte, así lo pone de presente ahora una
vez más esta Corporación, la acción judicial tendiente a que se declare falso el
hecho de la maternidad, lo que conlleva en el fondo es, en realidad, la acción
de impugnación de esa maternidad, como lo consagra el artículo 335 del C.C.,
porque si dicha acta está destinada a probar documentalmente el parto y la
identidad del producto de éste, la falsedad solicitada respecto del hecho allí
declarado ataca, sin lugar a dudas, los mencionados pilares de esa filiación, así
el actor solicite, en la práctica, la declaración de nulidad del registro u otra
petición específica cualquiera (invalidez, inoponibilidad, ineficacia, cancelación
del registro, etc.), pues, llámesele como se le llamare, lo cierto e indiscutible
es que la acción así propuesta tiene como soporte fundamental la falsedad de
la maternidad afirmada en la partida; falsedad que implica, desde luego, que
el parto es irreal, haya participado o no en el fraude, como luego se verá, la
supuesta madre.

Hoy, aun cuando sirven de fundamento a la apertura del correspondiente folio


(art. 50 Dto. 1260 de 1970), las partidas de origen eclesiástico no acreditan
por si mismas el estado civil de las personas, como lo previeron en su
momento los artículos 22 de la ley 57 y 79 de la ley 153, ambas de 1887,
porque esas disposiciones fueron modificadas por la Ley 92 de 1938 y por los
artículos 105 y 9° de los Decretos 1260 y 2158 de 1970, respectivamente. Por
su parte, los artículos 392, 393 y 394 del C.C. fueron derogados expresamente
por el artículo 123 del primero de esos decretos, que adicionalmente en su
artículo 103 reprodujo la presunción de autenticidad y pureza de las
“inscripciones hechas en debida forma en el registro del estado civil”, y agregó
que “No obstante, podrán rechazarse, probando la falta de identidad personal,
esto es, el hecho de no ser una misma la persona a que se refiere la
inscripción o los documentos en que ésta se fundó y la persona a quien se
pretende aplicar” (situación a la que hacía referencia el artículo 393 del C.C.).
La hipótesis de la falsedad del hecho declarado en la partida a que aludía el
derogado artículo 394 del C.C. no fue reproducida expresamente en el Decreto
1260 de 1970, pero aun cuando fuese pertinente entender que ella está
comprendida, de alguna manera, dentro de la prevención contemplada en el
artículo 103 de dicho decreto o en la concordancia que es preciso hacer entre
esa norma y los artículos 66 del C.C. y 251 del C. de P.C., aún así, como al
tenor de las consideraciones precedentes, la declaración judicial de falsedad de
la afirmación contenida en el registro conlleva, a no dudarlo, la impugnación
de la aludida filiación por falso parto o por suplantación del pretendido hijo al
verdadero, el término dentro del cual ella debe promoverse por la madre
supuesta permanece atado al mandato del artículo 336 del C.C., pues una y
otra (la acción de falsedad, o la de impugnación propiamente) persiguen por
igual dejar sin efecto la inscripción sentada en el registro como consecuencia
del hecho irreal que originó ese acto; todo lo cual traduce que inclusive en el
remoto evento de llegar a mirarse, no obstante, como acciones distintas, de
todos modos se impondría dar aplicación aquí, en cuanto a la oportunidad de
su ejercicio, al artículo últimamente citado (336 C.C.), por cuanto esta norma
regula de manera especial el caso en estudio, esto es, el evento del
esclarecimiento de la filiación materna irreal, cuestión que no sucedería con el
artículo 103 del Decreto 1260 de 1970 aplicable en principio y eventualmente
por igual a otros casos de falsedad contenida en la partida (paternidad,
defunción, adopción), todo con sujeción a la regla 1ª del artículo 5° de la Ley
57 de 1887.
 
Sentada entonces la partida que acredita la filiación materna respecto de un
hijo determinado, se insiste, la única manera de desvirtuar aquella, si el hecho
es irreal, es mediante la acción de IMPUGNACIÓN contemplada en el artículo
335 del C.C., que se contrae, según se vio, a obtener judicialmente la
declaración de que aquél no nació biológicamente de la madre a quien se
atribuye falsamente el parto. La ley, que según lo visto regula de manera
especial e íntegra el estado civil de las personas, no consagra la figura de la
NULIDAD SUSTANCIAL prevista en el Título XX del Libro 4° del Código Civil
como herramienta autónoma para remediar afirmaciones falsas que afecten
materialmente la inscripción de una filiación materna; por lo que
consecuentemente es del caso admitir que dicha solución es extraña al
ordenamiento, en tanto el legislador encontró en la acción de IMPUGNACION
(artículo 335 del C.C.) el instrumento apropiado y único para combatir dicha
irregularidad. De manera que si solamente es posible a este respecto la
acción de IMPUGNACIÓN (de la filiación materna irreal), al término de
oportunidad previsto para su ejercicio en el artículo 336 del C.C. tendrá que
someterse la madre supuesta, es decir, que no podrá “impugnar la maternidad
después de transcurridos diez años, contados desde la fecha del parto”,
vencido el cual caduca su derecho, consolidándose para el hijo la calidad de tal
que le atribuye la partida. Si, pues, con arreglo a lo dicho, la declaración
judicial promovida por la madre supuesta tiene fundamento fáctico en la
falsedad contenida en la partida, y si adicionalmente dicha declaración está
apoyada en el artículo 335 del C.C. y fue presentada en la oportunidad
indicada en el artículo 336 ibídem, ella resulta procesalmente procedente, así
la actora pida en concreto que se declare la nulidad del registro, o su invalidez
o ineficacia, o su falsedad o inoponibilidad, porque todas esas declaraciones
persiguen materializar la acción de impugnación contenida en esa norma. Por
el contrario, aun cuando medie igual base fáctica, si con apoyo ya no en el
artículo 335 sino en el 1740 del C.C. se pretende la declaración de nulidad de
la partida o del registro, aduciendo objeto ilícito deducido precisamente de la
falsedad allí sentada, la vía escogida se torna improcedente porque la acción
así ejercida es muy otra y no está contemplada, se reitera, en la ley como
solución posible a la alteración del estado civil, fuera de que su ejercicio no
encuentra otra explicación posible que no sea la de eludir el término de
oportunidad previsto en el artículo 336 del C.C.

7.- En resumidas cuentas, por cuanto falso parto se da no sólo cuando la


declaración mentirosa contenida en la partida se obtiene con el concurso de la
supuesta madre, que lo fingió, sino igualmente en todos los casos en que la
maternidad declarada no corresponde a la realidad, la acción judicial que para
esclarecer ese hecho irreal se proponga por la supuesta madre deberá
promoverse siempre dentro de la oportunidad contemplada en el inciso 1° del
artículo 336 del C.C. (“diez años, contados desde la fecha del parto”),
independientemente de que quien la proponga sea la supuesta madre cómplice
o la inocente, por la sencilla razón de que la subsistencia o prórroga del plazo
para proponerla por un bienio más, como lo indica el inciso 2° de esa norma,
está condicionada, cual allí mismo se expresa, a que surja “inopinadamente a
la luz algún hecho incompatible con la maternidad putativa”, y por lógica ello
está indicando que un hecho de esa naturaleza o connotación no puede surgir
sino en relación con la supuesta madre inocente, porque sólo ella estaría en
condiciones de tener con posterioridad al parto esa “revelación justificada”;
todo lo cual denota evidentemente que el falso parto se da no sólo cuando él
se finge por la supuesta madre, sino en todos los casos en que el
alumbramiento declarado en la correspondiente partida no corresponda a la
verdad.
 
8.- Así, entonces, es preciso concluir de todo lo anterior que la acción
tendiente a obtener la declaración de que una persona carece de la filiación
materna que ostenta, por no corresponder ella a la realidad, o lo que es lo
mismo a obtener la acción de impugnación sustancial del registro y, por ahí
mismo, de la maternidad en él afirmada para que se deje sin efecto la
correspondiente partida afectada de falsedad ideológica, sólo es viable
legalmente a la luz del artículo 335 del C.C., acción que está en manos no sólo
de la supuesta madre partícipe del engaño, sino igualmente de la inocente que
se enteró posteriormente de ese hecho, quienes en principio tienen el mismo
término para promover la acción de esclarecimiento judicial (así se persiga la
declaración de nulidad, invalidez e ineficacia, o la inoponibilidad del registro, y
que en todos los casos tiene indistintamente como punto de partida “el hecho
falso declarado en la correspondiente acta del estado civil”), con la única
diferencia de que para la supuesta madre inocente subsiste el bienio adicional
para promover la acción, cuando se dan las circunstancias señaladas en el
inciso 2° del artículo 336 del C.C.; bienio que como el mismo precepto lo
indica será “Contado desde la revelación justificada del hecho” inopinado que
para ella ha surgido.
 
9.- Descendiendo al caso de este proceso y de acuerdo con las pruebas que en
él militan, se sabe que por una manifestación inexacta del codemandado
Carlos Julio Gómez Merchán, sus hijos Angela María y Carlos Benigno fueron
inscritos en el registro civil de nacimiento como hijos de la actora Delia
Rosalba Santiago, con quien aquél había contraído matrimonio, sin que ella
fuera en realidad la madre biológica de éstos, situación que la llevó a
promover la acción de nulidad parcial de esos registros, para que se excluya
de ellos la maternidad en cabeza suya.
 
El ad quem, al confirmar el fallo apelado que declaró probada la excepción de
“petición de modo indebido” a consecuencia de que se demandó la nulidad de
los registros y no la impugnación de la maternidad que en su sentir era lo
precedente al tenor del art. 335 del C.C., expuso en su fallo recurrido en
casación que la razón fáctica fundamental para pedir consistió en que la actora
no era la madre de los supuestos hijos “pues éstos no salieron de su vientre”,
es decir, que los registros civiles de nacimiento “contienen declaración
mentirosa sobre tal punto”, por lo que concluyó que siendo la inscripción
prueba del parto, la demostración que se persiga en contrario debe formularse
en forma adecuada, propósito que “no es factible lograrlo pidiendo
simplemente la nulidad de la inscripción, ya que en razón de las consecuencias
que se buscan es menester que se pida la materialización de otras reglas de
derecho sustanciales en el caso correspondiente, a través de otras
pretensiones específicas, no contenidas en el libelo que se resuelve”.

Lo que viene de verse pone, pues, de presente que el Tribunal no incurrió en


el error jurídico que el cargo le atribuye cuando concluyó que no era viable la
acción de nulidad aquí incoada con fundamento en el artículo 1741 del C.C. en
concordancia con los artículos 1502 y 1519 de la misma obra. Por lo mismo,
no encuentra la Corte la violación directa efectuada por el Tribunal de las
normas sustanciales denunciadas por la recurrente ya que, antes por el
contrario, aplicó correctamente el artículo 335 del C.C. en cuanto exigió que la
parte recurrente estaba en la perentoria obligación de promover la acción de
impugnación de la maternidad porque, como secuela de la inscripción de los
nacimientos de ANGELA MARIA y CARLOS BENIGNO en el registro civil como
hijos suyos y de su esposo CARLOS JULIO GOMEZ MERCHAN, aquellos gozan
de filiación legítima respecto de ellos y más concretamente con relación a la
maternidad que se le atribuye a ella, no siendo lícito despojarlos de dicho
estado civil por vía diferente a la acción negativa de estado de impugnación de
la maternidad (artículo 335 del C.C.), ya que se encuentra de por medio el
orden público y la protección constitucional que tiene toda persona de fijar su
posición dentro de la familia.
 
Tampoco las restantes normas sustanciales denunciadas como inaplicadas
tenían que serlo por parte del sentenciador de segundo grado, por cuanto,
para solucionar la controversia no era necesario acudir a ellas, mucho menos
para darles los alcances y efectos que fija la recurrente. No puede permitirse
que, a través de la acción de nulidad por objeto ilícito que se hace consistir en
el hecho de atribuirse una filiación materna que no existe, se pretenda
pretermitir la acción de impugnación de la maternidad que legalmente sería la
correspondiente y que, como tal, está instituida y reglamentada por el
legislador en el art. 335 del C.C.; pero por sobre todo, como acá ocurre, que
se restablezca o se prorrogue indefinidamente un término de caducidad de la
misma, pues todo indica, así lo confiesa expresamente la demandante, que, en
últimas, lo pretendido con la formulación de las pretensiones por camino
diferente es el eludir los efectos fulminantes y definitivos de la caducidad,
ligados desde luego al ejercicio de la acción idónea.

10.- Finalmente, no tiene razón la censura cuando invoca, en respaldo de sus


argumentaciones sobre la violación directa de normas sustanciales, lo dicho por
esta Corporación en fallo de casación de 9 de marzo de 1989, porque lo allí
decidido corresponde a una acción de nulidad formal de un acta de registro civil
de nacimiento (art. 104-5 Dto. 1260/70) vinculada a una adopción, nulidad
formal que el actor descarta expresamente de su pretensión, por lo que
obviamente no se asemeja al asunto controvertido relativo a la atribución de
falso parto, que aquí se combate mediante el ejercicio de una acción de nulidad
sustancial de la correspondiente acta del estado civil.

11.- El cargo, entonces, no prospera.

DECISION
 
Por lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala de
Casación Civil, en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la
sentencia de 8 de agosto de 1994, proferida por el Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, Sala de Familia, en este proceso ordinario
iniciado por DELIA ROSALBA SANTIAGO VELASQUEZ contra CARLOS JULIO
GOMEZ MERCHAN, ANGELA MARIA Y CARLOS BENIGNO GOMEZ
SANTIAGO.
 
Costas del recurso a cargo de la parte recurrente.
Liquídense.
 
COPIESE, NOTIFÍQUESE Y DEVUÉLVASE.
 
SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO
MANUEL ARDILA VELASQUEZ
NICOLAS BECHARA SIMANCAS
JORGE ANTONIO CASTILLO RUGELES
CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO
JOSE FERNANDO RAMIREZ GOMEZ
JORGE SANTOS BALLESTEROS

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACIÓN CIVIL

Magistrado Ponente
FERNANDO GIRALDO GUTIÉRREZ

Bogotá, D. C., veinte (20) de agosto de dos mil trece (2013).

Aprobada en sala del veintisiete (27) de mayo de dos mil trece (2013).

Ref: Exp. 1100131100022003-00716-01

Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por Rafael Antonio y Miguel


Alfonso Pachón Arriero frente a la sentencia de 9 de febrero de 2012, proferida por la Sala de
Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, dentro del proceso ordinario de Luis
Enrique Castelblanco Fernández contra Ángel María Castelblanco, al que comparecieron los
impugnantes como terceros interesados.

I.- EL LITIGIO

1.- Luis Enrique Castelblanco Fernández solicita que se declare nulo el


registro civil de nacimiento realizado por su progenitora Dolores Fernández, en el cual asentó que
era hijo de Ángel María Castelblanco y, en consecuencia, se tenga como su verdadero nombre
Luis Enrique Pachón Fernández, en virtud al reconocimiento de paternidad que hizo Januario
Pachón Arriero, el 20 de septiembre de 1973, en acta de inscripción en la Registraduría Nacional
del Estado Civil en Quipile (Cundinamarca).

2.- Fundamenta sus pedimentos como se compendia (folios 43 a 48,


cuaderno 1):

a.-) Luis Enrique Pachón Fernández fue procreado en vigencia de la unión


libre de María Dolores Fernández Cárdenas y Januario Pachón Arriero, quien lo reconoció como
su hijo extramatrimonial.

b.-) Equivocadamente la madre lo registro con el nombre de Luis Enrique


Castelblanco Fernández, como si su padre fuera Ángel María Castelblanco, pues, también tuvo
vida marital con él.
c.-) Como en sus primeros años de vida usó el apellido Castelblanco, así
tramitó su cédula de ciudadanía, que se le expidió con el nombre de Luis Enrique Castelblanco
Fernández y número 19.351.426 de Bogotá, aún vigente.

d.-) Al enterarse de la existencia de su verdadero padre y que lo había inscrito


nuevamente en el registro civil, reconociéndolo como hijo extramatrimonial, solicitó un nuevo
documento de identificación, que obtuvo a nombre de Luis Enrique Pachón Fernández y número
393.602 de Granada (Cundinamarca).

e.-) Inició proceso de sucesión de Januario Pachón Arriero ante el Juzgado


Tercero Promiscuo Municipal de Chía, en el que se le tuvo como único heredero, pero otros
familiares del causante recurrieron el auto con el pretexto de que carecía de ese derecho por tener
doble cedulación.

f.-) La Registraduría Nacional de Estado Civil le canceló la segunda cédula


mientras se definía su situación por la justicia.

3.- En curso el trámite comparecieron Rafael Antonio y Miguel Alfonso Pachón


Arriero, en calidad de hermanos de Januario Pachón Arriero y por ende litisconsortes de la parte
demandada, quienes se opusieron y formularon como defensas las de “presunción de paternidad
legítima”, “inexistencia de la causal de nulidad impetrada” e “inoponibilidad del registro civil de
nacimiento del inscrito Luis Enrique Pachón Fernández” (folios 18 a 27, cuaderno 5).

El curador ad litem designado a Ángel María Castelblanco guardó silencio.

4.- El Juzgado Segundo de Familia de Bogotá profirió sentencia, en la que


acogió la excepción de “presunción de paternidad legítima” y negó las pretensiones, que apeló el
accionante (folios 183 a 196 y 202, cuaderno 5).

5.- El superior al desatar la segunda instancia revocó el fallo, desestimó las


defensas, declaró que Luis Enrique Castelblanco Fernández no es hijo matrimonial de Ángel María
Castelblanco, dejó sin efecto el acta civil de nacimiento de 26 de marzo de 1958 y señaló que
cobra plenos efectos el reconocimiento de Januario Pachón Arriero como padre de Luis Enrique
(folios 57 al 73, cuaderno 6).

II.- FUNDAMENTOS DEL FALLO IMPUGNADO

Se resumen de la siguiente manera:

1.- Cuando se debate la falsedad de las declaraciones contenidas en el


registro civil se está ante una auténtica acción de impugnación, a lo que se llega por interpretación
del libelo, como lo señaló la Corte Suprema en sentencia de 25 de agosto de 2000. Eso sucede en
este caso en que se denuncia, “en discordancia con su verdadero estado civil, la inscripción que a
su respecto hiciera su señora madre como hijo matrimonial de Ángel María Castelblanco, en el
año 1958”. Por ende, la pretensión de nulidad en realidad corresponde a la impugnación de la
paternidad matrimonial inscrita.

2.- A partir de la reforma del artículo 217 del Código Civil por el artículo 3° de
la Ley 75 de 1968, con el condicionamiento de la sentencia C-109 de 1995 de la Corte
Constitucional, “el hijo está legitimado para impugnar la paternidad matrimonial en cualquier
tiempo por idénticas razones o casuales autorizadas para el padre; hoy por virtud de los mandatos
del artículo 5° de la ley 1060 de 2006 mediante prueba científica que permita establecer la
verdadera filiación”, encontrándose conformado el contradictorio “en armonía con la pretendida
impugnación de paternidad”.

3.- La intervención de los terceros no guarda correspondencia con el trámite


impugnativo, sin embargo, “se justifica en la medida en que algunos efectos de la sentencia
pudieran alcanzar sus intereses en la sucesión del causante José Januario Pachón Arriero, quien
en vida reconoció como su hijo extramatrimonial al demandante”.
4.- El planteamiento del promotor de la reclamación, “quien alega un error en
el registro de su nacimiento al inscribir como su padre matrimonial a quien realmente no lo es, y en
favor de esa hipótesis aduce y pide efectos jurídicos para el reconocimiento que a su respecto
hiciera el difunto Januario Pachón Arriero, como padre extramatrimonial”, encaja en el numeral 2°
del artículo 248 del Código Civil, que habilita al hijo “para reclamar contra la paternidad
matrimonial, (…) cuando puede demostrar ‘que el legitimado no ha podido tener por padre al
legitimante’ ”.

5.- Ese principio de evidencia se refuerza con la práctica de análisis genético


de paternidad, que arrojó una probabilidad del 99.99719510% de que Januario Pachón sea el
padre de Luis Enrique, valor porcentual superior al exigido por el artículo 7° de la Ley 721 de 2001,
“con lo que se excluye biológicamente otro vínculo parental y de contera se desvirtúa la
presunción legal de paternidad que sobre el hijo matrimonial recae”.

6.- Como la inscripción en el acta civil de nacimiento de 26 de marzo de 1958


es errónea, “su verdadero estado civil corresponde al declarado en el acta de reconocimiento
visible en el folio 2, sentada el día 20 de septiembre de 1973”, debiendo prosperar la impugnación
pretendida “a fin de hacer efectivo el derecho fundamental del demandante Luis Enrique Pachón
Fernández a obtener el reconocimiento de su verdadero estado civil”, ya que superado este
obstáculo, “cobra vigencia el reconocimiento del padre extramatrimonial, con las consecuencias
jurídicas en todos los actos de la vida familiar”.

7.- Es infundada la objeción a la prueba de ADN propuesta por los


intervinientes, pues, “ningún argumento científico plausible exponen para soportar la afirmación
según la cual, no es posible cotejar los marcadores genéticos del padre con los del hijo sin la
presencia de la madre o de otros familiares”. Además, carece de respaldo “la supuesta falta de
garantías a la cadena de custodia de las muestras”. Tampoco hay equivocación en la descripción
de los resultados, cumpliéndose a cabalidad los fines previstos en el artículo 1° parágrafo 3° de la
Ley 721 de 2001.

8.- Respecto de los “obstáculos de orden jurídico” que impiden reconocer el


hijo de mujer casada, acto que sería nulo e inoponible, no se trata en este asunto de reconocer
efectos jurídicos coetáneos a “dos estados civiles excluyentes como serían los de hijo matrimonial
y extramatrimonial a la vez”, sino cuál de los dos estados civiles debe prevalecer “porque
corresponde con la realidad biológica y jurídica del demandante”. Así lo estudio la Corte Suprema
en sentencia de 1° de marzo de 1991 y ratificó en la de 13 de diciembre de 2000, confiriendo
“validez, mas no efectos inmediatos al reconocimiento del hijo de mujer casada, al supeditarlos a
la impugnación de la paternidad legítima”.

No se trata de “la existencia de dos registros contentivos de un mismo estado civil,


sino de la existencia de dos estados civiles diversos, uno eficaz y otro con potencialidad jurídica
para modificar el primero a lo que no puede oponerse la ley sin desconocer el derecho
fundamental de la persona a conocer su verdadera filiación (…) En este orden argumentativo, si
se otorga al reconocimiento del hijo de mujer casada ‘un estado de pendencia’ o de efecto
potencial supeditado a la destrucción de la presunción de paternidad matrimonial, habría
igualmente de reconocerse legitimidad a quien obra contra ese estado potencial para pedir su
destrucción por vía de impugnación, como se interpreta en este caso”.

9.- El argumento de la falta de causal de nulidad se desvanece “cuando se ha


interpretado la demanda como una típica pretensión de impugnación”. Igual defecto en el
reconocimiento queda superado con “el precedente aplicado sobre el estado de suspensión”;
además, en relación con las irregularidades en los aspectos formales del último registro, “ningún
elemento de prueba soporta esa aseveración”.

III.- LA DEMANDA DE CASACIÓN

Tres ataques se formularon contra el fallo, de los cuales se inadmitió el primero y


se dio paso a los dos restantes.
Se analiza en primer lugar el tercero por sus efectos totalizadores y, a
continuación, el segundo que se dirige contra algunos apartes de la resolución tomada.

TERCER CARGO

Aduce error in procedendo por no vincular a los causahabientes o herederos


conocidos e indeterminados de Januario Pachón Arriero al proceso, lo que es constitutivo de la
nulidad a que se refiere el artículo 140, numeral 9°, del Código de Procedimiento Civil “y de
contera constituye un defecto relacionado con los presupuestos sin los cuales no podía
desarrollarse en legal forma la relación jurídico-procesal”.

El yerro de procedimiento lo hace consistir en lo siguiente:

1.- El motivo de invalidación se estructura cuando “no se cita al proceso o


vinculan entre otras personas a los litisconsortes necesarios, cuando el proceso ‘verse sobre
relaciones o actos jurídicos, respecto de los cuales, por su naturaleza o por disposición legal, no
fuere posible resolver de mérito sin la ocurrencia al proceso de las personas que sean sujetos de
tales relaciones o intervengan en dichos actos… I) A las personas que normas especiales ordenan
citar en consideración a la naturaleza y fines del proceso’…”.

2.- A pesar de que tal irregularidad es susceptible de saneamiento “para los


determinados no ocurre lo propio ‘en relación con los demandados desconocidos cuando se les
llama al proceso defectuosamente, caso éste en que la nulidad debe decretarse de plano…’ (…) y
por ende torna inane toda la actuación surtida en contravención a la obligación de convocar a
todas las personas que debían estar presentes para dilucidar en este caso la verdadera
paternidad que implícitamente reclama el demandante”.

3.- Los acá recurrentes, sin haber sido convocados, comparecieron al


proceso, motu proprio, en calidad de hermanos de Januario Pachón Arriero, sin que sus herederos
indeterminados fueran “demandados ni convocados o citados, ni mucho menos se les emplazó
para que fueran legalmente representados por un auxiliar de la justicia (curador ad litem), falencia
procesal que como quedó advertido en líneas anteriores resulta en todo insaneable”.

CONSIDERACIONES

1.- El promotor pide que se anule el registro civil de nacimiento realizado por
su progenitora, en virtud del cual quedo como hijo de Ángel María Castelblanco, para que cobre
pleno valor el reconocimiento que de él hizo con posterioridad Januario Pachón Arriero.

2.- La decisión de segunda instancia encontró demostrada la imposibilidad de


que Ángel María Castelblanco engendrara a Luís Enrique, quedando así desvirtuada la presunción
de paternidad legítima, por ser el esposo de la madre, que era lo que en realidad se buscaba.
Como consecuencia de lo anterior, advirtió que el reconocimiento que en vida hizo Januario
Pachón Arriero al declarar que el demandante era su hijo, tenía valor desde la ejecutoria de la
providencia.

3.- Los litisconsortes intervinientes señalan que está viciado de nulidad el


trámite por no convocar a los herederos indeterminados de Januario Pachón, cuando debieron ser
citados.

4.- La causal quinta de ataque por esta vía extraordinaria corresponde a la


incursión en uno de los motivos de nulidad a que se refiere el artículo 140 del Código de
Procedimiento Civil, siempre y cuando no se haya saneado.

De tal manera que, como todos los de esta estirpe, obedece a condicionamientos
de taxatividad, convalidación y trascendencia, en la medida que no cualquier irregularidad es
susceptible de afectar lo actuado. Sólo aquella que por su relevancia, expresa consagración legal
y falta de regularización genera un grave traumatismo para el pleito, justifica que se reconsidere lo
que ya se encuentra finiquitado.
La Sala, en sentencia de 5 de diciembre de 2008, exp. 1999-02197-01, recordó
que “la procedencia de la causal 5ª de casación, por haberse incurrido en alguno de los vicios
invalidantes consagrados en el artículo 140 del C. de P. C., supone las siguientes condiciones: ‘a)
que las irregularidades aducidas como constitutivas de nulidad general existan realmente; b) que
además de corresponder a realidades procesales comprobables, esas irregularidades estén
contempladas taxativamente dentro de las causales de nulidad adjetiva que enumera el referido
artículo 140; y por último, c) que concurriendo los dos presupuestos anteriores y si son saneables,
respecto de las nulidades así en principio caracterizadas no aparezca que fueron convalidadas por
el asentimiento expreso o tácito de la persona legitimada para hacerlas valer’. (Sentencia del 22
de abril de 1993. n.p. que sintetizó lo dicho en las publicadas en G. J. Tomos XLI bis pág.132,
CXXXVI, pág. 143 y CLII, pág. 219)”.

5.- Tienen relevancia para la decisión que se está tomando, sin entrar a
cuestionar la validez de las pruebas aportadas y que no son materia de discusión, los siguientes
hechos:

a.-) Que Ángel María “Castiblanco” y Dolores “Cárdenas” contrajeron


matrimonio el 18 de abril de 1937 (folio 108, cuaderno 1).

b.-) Que como fruto del anterior vínculo Dolores “Fernández” declaró el 26 de
marzo de 1958, en la Notaría Única de Chía, el nacimiento el 13 de esos mismos mes y año de
Luis Enrique Castelblanco Fernández (folio 4, cuaderno 1).

c.-) Que el 20 de septiembre de 1973, Januario Pachón Arriero acudió a la


Oficina de la Registraduría Nacional del Estado Civil en Quipile e inscribió a Luís Enrique como
hijo suyo y de Dolores Fernández Cárdenas (folio 268, cuaderno 1).

d.-) Que Januario Pachón Arriero falleció el 6 de octubre de 1998 (folio 136,
cuaderno 1).

e.-) Que el 10 de agosto de 1999, en la Notaría 47 de Bogotá, se elevó a


escritura pública el trabajo de partición y adjudicación en la sucesión de Januario Pachón Arriero,
en la que participaron como únicos interesados Miguel Alfonso y Rafael Antonio Pachón Arrierro,
en su calidad de hermanos del causante (folios 120 al 140, cuaderno 1).

f.-) Que el demandante promovió acción de nulidad de su registro civil de


nacimiento contra Ángel María Castelblanco, para que únicamente rigiera la inscripción que realizó
Januario Pachón Arriero del mismo hecho (folio 43, cuaderno 1).

6.- No se vislumbra la nulidad por falta de notificación a los herederos


indeterminados de Januario Pachón Arriero, por las precisiones que se hacen a continuación:

a.-) El objeto de las actuaciones era, en esencia, la regularización del estado


civil de Luís Enrique, en vista de que antes de desvirtuar su calidad de hijo matrimonial, obtuvo el
reconocimiento de paternidad por parte de Januario Pachón Arriero.

Por tal razón, la demanda se dirigió exclusivamente contra Ángel María


Castelblanco, quien se reputaba padre legítimo del accionante, sin que acumulara pretensión de
filiación de paternidad, por no ser necesario provocar una declaración que de manera voluntaria
hizo en vida un tercero ajeno al vínculo.

Como lo tiene dicho la Corte “[e]n lo que concierne con el señalamiento de los
sujetos entre quienes debe trabarse el proceso de filiación paterna de carácter extramatrimonial, el
legislador patrio ha obrado con especial previsión: si bien es cierto que ha entendido la necesidad
de fijar precisas reglas conducentes a la verificación de tal estado civil, como derecho fundamental
de toda persona a establecerlo, ante la falta de un reconocimiento espontáneo del mismo
padre”, resaltado ajeno al texto (sentencia de 1° de agosto de 2003, exp. 7769).
Esto es así porque al existir la restricción del artículo 3° de la Ley 45 de 1936,
modificado por el 3° de la Ley 75 de 1968, para aceptar la paternidad extramatrimonial del hijo de
mujer casada salvo, entre otros casos, “cuando por sentencia ejecutoriada se declare que el hijo
no lo es del marido”, el que esto hubiera ocurrido únicamente dejó latente la manifestación de
quien libre de apremios afirmó ser padre del inscrito.

Encuentra respaldo tal aseveración en sentencia de esta Sala de 13 de diciembre


de 2002, exp. 6893, citada por el funcionario de segundo grado, según la cual “para la
jurisprudencia ‘…es criterio sólidamente decantado el de que el reconocimiento de paternidad
extramatrimonial que se haga de hijo de mujer casada preexistente a la ejecutoria de la sentencia
que declare que tal no lo es del marido no sufre desmedro en su validez ni puede, simplemente
por ello, ser anulado, sino que permanece en estado de pendencia, para producir todos sus
efectos, hasta cuando se ejecutoríe la sentencia que destruya la presunción de paternidad legítima
que ampara al hijo’ (cas. civ. 1 de marzo/91)”.

Por lo tanto, para que surtiera efectos el acto de reconocimiento llevado a cabo por
Pachón Arriero, era imprescindible impugnar la paternidad legítima de Luis Enrique, sin que fuera
necesaria la presencia de Januario Pachón Arriero, ni la de sus herederos determinados e
indeterminados.

Cosa muy distinta es que, como sucedió en este caso, se admitiera su intervención
como terceros que pudieran resultar perjudicados con las resultas del proceso, para que no saliera
avante, sin que ello conlleve la posibilidad de discutir el acto de reconocimiento.

b.-) Los reclamos de los litisconsortes se dirigen a restar valor al acto de


reconocimiento que hizo Januario Pachón Arrierro de Luís Enrique como hijo suyo y que acepta
enfáticamente éste, por el hecho de que adquirió plenos efectos con la declaratoria de que Ángel
María no era su padre matrimonial.

Aceptar la propuesta de los censores de que a las actuaciones se tenían que


convocar los herederos determinados e indeterminados de Pachón Arriero, sería tanto como
admitir que se puede tramitar simultáneamente la impugnación de la paternidad legítima y la del
reconocimiento, lo que es abiertamente improcedente. Como nadie puede detentar dos estados
civiles a la vez, si como consecuencia de la pérdida de eficacia de un registro civil cobra vigencia
otro, como ocurre en este caso, apenas allí surge el interés para atacar este último.

Ni siquiera serían de recibo las excepciones por vicios en la segunda inscripción


de nacimiento que, aunque sin tener peso, estaba latente, en la medida que cualquier ataque en
su contra sólo podía darse en el escenario propicio que no era otro que la impugnación del
reconocimiento extramatrimonial.

Así lo tiene decantado la Corporación, ya que si “la cuestión consiste entonces en


saber si la circunstancia de que el reconocimiento del hijo extramatrimonial no corresponda a la
realidad, o más concretamente, si el hecho de que el hijo no haya podido tener por padre a quien
lo reconoce, es situación que, a la par que permite la impugnación propiamente dicha de tal
reconocimiento, da lugar a su anulación dentro de las taxativas causas legales (…)Y la respuesta
a dicha cuestión es negativa, contundentemente negativa. No hay dos senderos que conduzcan a
ese destino: es tan solo el de la impugnación, propuesta desde luego en oportunidad, el camino
apropiado para aniquilar el reconocimiento realizado en condiciones tales (…) La ley,
efectivamente, atendidos altos intereses sociales, fijó unos precisos requisitos para que los
interesados ejerzan su derecho de impugnar el reconocimiento de hijo extramatrimonial; la causal
que les es dable invocar, conforme al artículo 248 del código civil, al cual remite el artículo 5º de la
ley 75 de 1968 para estos efectos, no es otra que la de que el reconocido no ha podido tener por
padre a quien le reconoció, la cual causal, además, han de alegar dentro de los perentorios
términos que se fijan; vencidos éstos, caduca el derecho allí consagrado, lo cual traduce que el
reconocimiento en cuestión se consolida, haciéndose impermeable a dicha acción (…) De donde,
si el legislador se tomó el trabajo de otorgar al evento de la falsedad en la declaración de
paternidad natural un especial y cauteloso tratamiento jurídico, determinando estrictamente
quiénes, cuándo y cómo pueden impugnar el reconocimiento del hijo, absurdo sería pensar que
admitió simultáneamente la existencia de una acción paralela (léase la de nulidad) cuyo objetivo
sería así mismo el de despojar al reconocido de su filiación con fundamento en idénticas
circunstancias fácticas, acción que, por si fuera poco, no solo coexistiría con la de impugnación
sino que subsistiría, y por largo tiempo, luego de fenecida ésta” (sentencia de 27 de octubre de
2000, exp. 5639; citada en la de 26 de septiembre de 2005, exp. 1999-0137).

c.-) Si en gracia de discusión se admitiera el argumento de que al pleito


debieron ser convocados los herederos determinados e indeterminados de Januario Pachón
Arriero, los recurrentes no estarían legitimados para alegar la nulidad propuesta.

En lo que respecta a la falta de emplazamiento de las personas indeterminadas


que deban ser citadas como partes, a que se refiere el numeral 9 del artículo 140 del estatuto
procesal civil, no es suficiente con que la omisión sea evidente, sino que su planteamiento queda
reservado a quien derive un perjuicio directo de la misma por estar ausente del debate, al tenor del
143 ibídem. Por lo tanto quien ha tenido la oportunidad de intervenir en el diligenciamiento con
facultades para contradecir y hacer valer sus ideas, queda imposibilitado para tratar de retrotraerlo.

Rafael Antonio y Miguel Alfonso Pachón Arriero comparecieron al proceso desde


el inicio, como litisconsortes del demandado, intervención que fue aceptada. En el curso de las
actuaciones contaron con todas las garantías procesales y posibilidades de contradecir, hasta el
grado que se corrió traslado de las excepciones propuestas, obtuvieron la declaratoria de nulidad
por indebida notificación del oponente y se les concedió la impugnación. Ningún perjuicio actual
pueden predicar, entonces, toda vez que, se repite, carecen de interés para invocar la nulidad a
nombre de tales personas indeterminadas.

Esta Corporación ha sido consistente en que “la nulidad amparada en el numeral


9º del artículo 140 ibídem –‘cuando no se practica en legal forma la notificación a personas
determinadas, o el emplazamiento de las demás personas aunque sean indeterminadas, que
deban ser citadas como partes…’–, sólo podrá ser reclamada por los sujetos de derecho
indebidamente notificados o emplazados, o sea, como lo dice el artículo 143 ejusdem, ‘sólo podrá
alegarse por la persona afectada’, ya que, cual lo tiene sentado la doctrina de la Sala, en lo
atañadero a la mencionada causal ‘si bien es cierto que no puede ser puesta en conocimiento
para que los indebidamente citados la convaliden, lo que la convierte virtualmente en
insubsanable, no lo es menos que ello no significa que cualquiera de las partes resulte habilitada
para alegarla, puesto que en el punto se mantiene inquebrantable la exigencia conforme a la cual
sólo puede proponerla quien se encuentre legitimado para ello, es decir, aquel que no hubiere sido
citado al proceso, sin perjuicio de que el juez de instancia la decrete dentro de las oportunidades
que para ello le otorga la ley’ (sentencia de 28 de abril de 1995, reiterada, entre otras, en la
sentencia de 22 de febrero de 2000) Lo expuesto en precedencia lleva a afirmar que la parte a
quien la anomalía no le irrogue perjuicio, carece, por tanto, de legitimación para plantearla, pues
las nulidades por indebida representación o falta de notificación o emplazamiento, ‘no pueden ser
invocadas eficazmente sino por la parte mal representada, notificada o emplazada, por ser ella en
quien exclusivamente radica el interés indispensable para alegar dichos vicios’ (G. J., t. CCXXXIV,
pag.180)”.

d.-) Inclusive, de contemplarse que dentro de la acción promovida se


incluyeran pretensiones de filiación, que se insiste no es el caso, tampoco existiría ninguna
anomalía en relación con la falta de emplazamiento de herederos indeterminados de Januario
Pachón Arriero, en lo que atañe a su relación parental con el demandante.

Por un lado, porque el quiebre de la paternidad legítima de Angel María


Castelblanco frente a Luis Enrique, únicamente requería de la comparecencia de ambos, como en
efecto ocurrió y en ese aspecto ningún interés les asiste a los terceros intervinientes, por cuanto
ese fallo generaría efectos erga omnes.

Ahora bien, si a ello se hubiera acumulado la filiación extramatrimonial respecto de


una persona ya fallecida, como era el caso de Januario Pachón Arriero, de no haber mediado el
reconocimiento que aquí fue evidente, es de advertir que el pronunciamiento obtenido únicamente
tendría alcances relativos, respecto de quienes hubieran sido convocados al trámite, razón por la
cual ningún perjuicio se puede predicar para quienes no intervienen en él por no haberlos citado.
Como lo tiene dicho la Corte “en punto de los procesos de filiación, ‘son parte
legitimada en la causa el padre o la madre y el hijo, o los herederos de aquéllos o de éste, con las
siguientes precisiones: a) que trabado el litigio entre el padre o la madre y el hijo, dichas partes
reciben el calificativo legal específico de `legítimos contradictores` el que apareja consecuencia
jurídica de señalada importancia, cual es la de que el fallo proferido en el juicio produzca efecto
absoluto o erga omnes, ofreciendo así excepción al postulado de la relatividad de la cosa juzgada;
b) que los herederos del legítimo contradictor fallecido inter mora litis, ocupan el lugar de este, con
el preindicado efecto concerniente a la cosa juzgada, siempre y cuando que dichos herederos
hayan sido citados al juicio, comparecieran o no a éste; c) que iniciada la litis con posterioridad al
fallecimiento de los presuntos padre o madre, los herederos del difunto, sin merecer el calificativo
de `legítimos contradictores`, dado el restringido alcance que la ley le atribuye a este, sí tienen la
personería necesaria para responder de la acción de estado y que en esta última hipótesis el
respectivo fallo, según la regla general, ya no tiene efectos erga omnes sino relativos a quienes
hayan participado en el juicio o hayan sido citados al mismo” (Sentencia de 19 de septiembre de
1969, G.J. T CXXXI, p. 208); conclusión la última que, valga decirlo, no tendría que variar por el
hecho de que se convoquen herederos indeterminados”, de ahí que “no se aplica a las causas de
paternidad el artículo 81 del C. P. Civil, pues contraría el régimen propio de las leyes especiales
de investigación de la paternidad – conducentes al establecimiento del estado civil
correspondiente -; es el mismo estatuto procesal civil que se remite a ellas y por contera a
distintas normas del código civil que, ni por asomo, admiten la posibilidad de disputar la paternidad
del hijo únicamente contra herederos indeterminados, ni consagran los efectos erga omnes de la
correspondiente sentencia” (fallo de 1° de agosto de 2003, exp. 7769).

7.- Se desestima, por ende, este ataque.

SEGUNDO CARGO

Con apoyo en la causal segunda del artículo 368 del Código de Procedimiento
Civil acusa “disconformidad e incongruencia en la sentencia de segundo grado, (…) en la medida
en que lo deprecado en la demanda tenía un objeto sustancialmente distinto a la declaración de
paternidad que finalmente dedujo el ad quem”.

Le sirven de fundamento las razones que se pasan a exponer:

1.- Toda sentencia “debe tener un marco o límite, que lo imponen las
pretensiones o súplicas deducidas en la demanda, y en su caso los medios de defensa formulados
por el extremo pasivo de la relación jurídico-procesal”, que de ser quebrantado implica que “queda
viciada, puesto que al decidir sobre cuestiones no pedidas o sobre más de lo pedido, lo hace con
exceso de poder y, por ende, sin tener competencia para ello; y también resulta viciado el fallo
cuando omite pronunciamiento sobre peticiones o excepciones, porque, en tal supuesto, por
defecto en el ejercicio de su poder legítimo quedan insolutos (sic), total o parcialmente, algunos
aspectos de la controversia”.

2.- Las súplicas de la demanda en este asunto “se limitaron a que se


declarara la nulidad de un acta de registro civil de nacimiento, y de una manera extrapetita o si se
quiere ultrapetita resolvió declarar que ‘Luís Enrique Castelblanco Fernández no es hijo
matrimonial de Ángel María Castelblanco’, para de contragolpe concluir que ‘cobra plenos efectos
el reconocimiento de paternidad extramatrimonial que del demandante hiciera el fallecido Januario
Pachón Arriero respecto del demandante…’, bajo el sofisma enunciado prácticamente en el
preámbulo del acápite de consideraciones del fallo de segundo grado respecto que la acción
deprecada lleva implícita la investigación de paternidad”.

3.- Los razonamientos del fallador son lógicamente inválidos, lo que torna
injusta la decisión, pues, parte de premisas falsas. “En este caso se vislumbra un margen de
injusticia de la sentencia aquí impugnada, que coincide teóricamente con la eventual desviación
entre la forma concreta en que los hechos se determinan y su verdad empírica”.

4.- Ni siquiera son compatibles “con la teoría según la cual el proceso sirva
únicamente para resolver conflictos: si no se acepta como válida cualquier solución del conflicto y
se piensa, en cambio que debe ser resuelto sobre la base de algún criterio de justicia, entonces se
presenta de nuevo la necesidad de reconocer que la determinación verdadera de los hechos es
condición necesaria para cualquier solución justa de un conflicto”.

5.- La hermenéutica del Tribunal no refleja la realidad del plenario, “pues


acude a una argumentación retórica sofística para finalmente dar artificialmente la razón al
promotor de la demanda, sin que tenga fundamento alguno, o peor aún, desconociendo la
existencia de prueba idónea que llevaba a una conclusión diferente, y peor aun tomando decisión
que no es congruente con lo solicitado en la demanda”.

6.- No se alega una errada interpretación del libelo, “sino que existe una
verdadera incongruencia entre lo pedido y lo resuelto en la sentencia acusada. Así mismo la
sentencia impugnada causa agravio a mis poderdantes en la medida que de permanecer incólume
afectaría los derechos patrimoniales adquiridos con arreglo a la ley”.

CONSIDERACIONES

1.- Solicitó el accionante que se declare la nulidad del registro de nacimiento


en el que figura como hijo de Ángel María Castelblanco, para que prevalezca la inscripción
posterior donde aparece como padre Januario Pachón Arriero, en la que éste reconoció dicha
calidad.

2.- El Tribunal revocó el fallo adverso del a quo y, acudiendo a la


interpretación de la demanda, declaró que Luis Enrique Castelblanco Fernández no es hijo
matrimonial de Ángel María Castelblanco, restó crédito al acta civil en que figuraba como tal y
dispuso que adquiría plenos efectos el reconocimiento de Januario Pachón Arriero como padre de
Luis Enrique

Para llegar a esa resolución se basó en precedente jurisprudencial relativo a que


cuando se alegan vicios que invalidan los registros de nacimiento, lo que en realidad se busca es
la impugnación de la paternidad.

También estimó que al existir dos actos públicos de registro del estado civil en los
que se reporta diferente padre respecto de la misma persona, estando plenamente establecido
que quien asentó el último es quien detenta tal condición, pierde eficacia el inicial.

3.- Los terceros que intervienen en el proceso llaman la atención de que la


nulidad que se demandó era sustancialmente diferente a una declaración de paternidad, que fue lo
que en últimas sucedió, aspecto concreto en el que apuntalan su crítica a lo resuelto por el fallador
de segundo grado.

4.- La incongruencia, como falencia capaz de producir el quiebre de la


sentencia objeto de censura, no es más que el desconocimiento de la prohibición contemplada en
el artículo 305 del Código de Procedimiento Civil, según el cual ésta debe estar acorde a “los
hechos y las pretensiones aducidos en la demanda y en las demás oportunidades que este código
contempla, y con las excepciones que aparezcan probadas y hubieren sido alegadas si así lo
exige la ley”. Además, “no podrá condenarse al demandado por cantidad superior o por objeto
distinto del pretendido en la demanda, ni por causa diferente a la invocada en esta”.

De ahí que el fallador no puede desconocer a su arbitrio los límites que trazan los
litigantes a medida que van compareciendo, para reconocer algo distinto o mucho más de lo que
se exige, ni pasando por alto algún reclamo. Un proceder así, que tomaría por sorpresa a los
intervinientes, sería lesivo del debido proceso y desconocería elementales garantías procesales
como la posibilidad de replicar.

Esto no impide que si lo pedido supera lo debidamente acreditado, únicamente


acceda a esto último, ni que pueda tener en cuenta “cualquier hecho modificativo o extintivo del
derecho sustancial sobre el cual verse el litigio, ocurrido después de haberse propuesto la
demanda, siempre que aparezca probado y que haya sido alegado por la parte interesada a más
tardar en su alegato de conclusión, y cuando éste no proceda, antes de que entre el expediente al
despacho para sentencia, o que la ley permita considerarlo de oficio”.

Sobre el particular la Corte, en sentencia de 7 de octubre de 2005, exp. 4358,


señaló que “[l]a demanda que inaugura el proceso civil es la pieza fundamental del debate, pues
no sólo marca el norte de la actividad judicial, sino que además limita el poder y la competencia
del juez, que como es sabido, no puede abandonar los confines que traza el demandante al
formular sus pretensiones y los supuestos fácticos que les sirven de apoyo. Por ello, se ha
definido en el artículo 305 del C. de P. C. que hay vicio de actividad si la sentencia no refleja
fielmente lo que se planteó en la demanda, en particular cuando el fallo desborda los lindes de las
pretensiones, incorpora antojadizamente otras, deja de resolver las propuestas o sustituye a su
capricho los hechos invocados por el demandante. El fundamento constitucional para proscribir el
yerro de incongruencia es el derecho de defensa, en tanto la novedad que intempestivamente
incorpora el juez al debate, justamente en el epílogo del proceso, inhibe la controversia, anula las
posibilidades de réplica y contradicción, y sin lugar a dudas menoscaba el derecho a probar (…)
Por todo ello, ha repetido la jurisprudencia de esta Corte que el principio de la consonancia está
encaminado a que la sentencia guarde armonía con el thema decidendum adscrito a los hechos y
a las pretensiones aducidas en la demanda, así como en las demás oportunidades que el Código
de Procedimiento Civil consagra, y a las excepciones que hubieren sido alegadas y probadas o
que debidamente acreditadas, puedan reconocerse de oficio. Por todas, en sentencia de 1º de
agosto de 2001 dijo la Corporación: ‘entre las múltiples y muy heterogéneas razones que podrían
argüirse para explicar la necesidad de que el juez no se desentienda de los límites plasmados por
el demandante en la demanda, habría que destacar una que, por estar entrañablemente ligada
con los derechos fundamentales del demandado, cobra sin igual importancia, cual es la de no
sacrificar su derecho de defensa y contradicción, el cual sufriría evidente mengua ante un vasto e
incalculable poder hermenéutico del juez, ya que difícilmente podría el demandado vislumbrar el
sentido que, a la postre, aquél le diese a dicho libelo, con el obvio estrago que ello le causa para
efectos de orientar su posición ante las reclamaciones que se le oponen (…) Quiérese significar,
entonces, que la interpretación de la demanda es una labor racional del juzgador, encaminada a
elucidar el genuino querer del demandante que está ahí, implícito en el libelo, y que no se muestra
claro o coherente, pero en modo alguno, so pretexto de interpretar lo que es obvio, puede el
fallador darle un alcance distinto a la misma, o hacerle decir lo que objetivamente no dice, o, en
resumidas cuentas, alterar ostensiblemente su contenido, aún por motivos que el intérprete
considere ‘justos’ o valederos; por supuesto que, insístese, la tarea de comprender la demanda no
significa prescindir de su contenido, de modo que el juzgador, sustituyendo al actor, vea en ella lo
que, a su guisa, debió éste pedir o invocar en sustento de su petición, sino, por el contrario, la de
realizar un detenido examen del texto y el contexto de la misma para revelar lo que en ella se
alegó, ambigua o confusamente, pero que, en todo caso, se adujo’ (Sent. Cas. Civ., Exp. No.
5875)”.

5.- Inciden en el presente estudio los aspectos fácticos que se pasan a


relacionar:

a.-) Que en vigencia del matrimonio entre Ángel María “Castiblanco” y Dolores
“Cárdenas”, nació Luís Enrique, siendo registrado por la madre como fruto del mismo (folio 4,
cuaderno 1).

b.-) Que Januario Pachón Arriero lo reconoció, mediante inscripción en la


Oficina de la Registraduría Nacional del Estado Civil en Quipile, el 20 de septiembre de 1973, al
denunciarlo como hijo suyo y de Dolores Fernández Cárdenas (folio 268, cuaderno 1).

c.-) Que Pachón Arriero murió el 6 de octubre de 1998 (folio 136, cuaderno 1).

d.-) Que Miguel Alfonso y Rafael Antonio Pachón Arrierro, son hermanos del
causante y le tramitaron sucesión como únicos interesados, el 10 de agosto de 1999, en la Notaría
47 de Bogotá (folios 120 al 140, cuaderno 1).

e.-) Que el demandante promovió acción contra Ángel María Castelblanco


pidiendo (folio 43, cuaderno 1):
(i) Declarar “nulo el registro civil de nacimiento de Luis Enrique Castelblanco
Fernández, efectuado por error por la madre del mismo, señora Dolores Fernández Cárdenas,
para el día 26 de marzo de 1958”.

(ii) Tener “como verdadero y auténtico nombre del demandante en este


proceso, el de Luís Enrique Pachón Fernández de conformidad con el acta de reconocimiento
obrante como hijo extramatrimonial, firmada por su finado padre Januario Pachón Arriero,
declarando que su estado civil es de hijo extramatrimonial legalmente reconocido”.

(iii) Ordenar a la Registraduría Nacional del Estado Civil la cancelación de la


cédula de ciudadanía 19.351.426 expedida a nombre de Luis Enrique Castelblanco Fernández,
para que quede vigente la adjudicada a Luis Enrique Pachón Fernández con número 393.602,
“que se encuentra actualmente cancelada, por doble cedulación, restableciendo a mi poderdante
en su derecho a llamarse Luís Enrique Pachón Fernández, nombres y apellidos que corresponden
a su plena identidad”.

(iv) Dejar “como documento público que acredita el estado civil como hijo
extramatrimonial de Luís Enrique Pachón Fernández, el acta de reconocimiento suscrita por su
finado padre el 20 de septiembre de 1973 en el municipio de Quipile Cundinamarca, oficiando en
tal sentido a las autoridades correspondientes”.

f.-) Que el a quo resolvió “[d]eclarar probada la excepción de mérito


denominada presunción de paternidad legítima” y “denegar las pretensiones de la demanda”.

g.-) Que la sentencia de segunda instancia decidió:

(i) Revocar el fallo adverso del a quo.

(ii) Desestimar las excepciones de los intervinientes, consistentes en


“presunción de paternidad legítima”, “inexistencia de la causal de nulidad impetrada” e
“inoponibilidad del registro civil de nacimiento del inscrito Luis Enrique Pachón Fernández”.

(iii) Declarar que Luís Enrique Castelblanco Fernández no es hijo matrimonial


de Ángel María Castelblanco, “en consecuencia dejar sin efecto jurídico alguno el acta civil de
nacimiento sentado el 26 de marzo de 1958 ante el Notario Municipal de Chía Cundinamarca y
que obra a folio 4 del cuad. 1”.

(iv) “Declarar que a partir de la ejecutoria de esta sentencia cobra plenos


efectos el reconocimiento de paternidad extramatrimonial que del demandante hiciera el fallecido
Januario Pachón Arriero respecto del demandante y que obra en el registro civil de nacimiento
obrante a folio 2 del cuaderno 1”.

(v) Informar lo dispuesto “a las autoridades del estado civil, y a la


Registraduría Nacional del Estado Civil, para lo de su competencia”.

6.- No se configura la incongruencia por las razones que se exponen:

a.-) Si bien existe discordancia, en apariencia, entre las súplicas de “nulidad


de un acta de registro civil de nacimiento” y lo fallado por el ad quem al “declarar que Luis Enrique
Castelblanco Fernández no es hijo matrimonial de Ángel María Castelblanco”, la misma no es
producto del arbitrio, el exceso o el abuso, sino de la hermenéutica del libelo, como deber propio
del funcionario.

Es así como el Tribunal inició su estudio precisando “los alcances e implicaciones


jurídicas de la demanda (…) como presupuesto necesario para establecer la legitimación por
activa y pasiva, además de las normas y precedentes jurisprudenciales aplicables en orden a
resolver el problema jurídico contextualizado en el recurso de apelación”, tomando en cuenta que
por “la trascendencia del derecho fundamental de las personas al reconocimiento de su
personalidad jurídica, y de un estado civil que corresponda con la realidad [la Corte] impuso como
precedente importante, la necesidad de interpretar la demanda entendiendo [que] cuando se
debate la falsedad de las declaraciones contenidas en el registro civil, se está ante una auténtica
acción de impugnación”, según sentencia del 25 de agosto de 2000, exp. 5215.

En este asunto, es evidente la existencia de dos registros civiles de nacimiento del


gestor en los que coincide el nombre de Dolores Fernández como madre, pero difiriendo en la
individualización del padre, ya que en el primero aparece el esposo de la declarante y en el último
quien compareció a denunciar tal acto, con lo que se produjo el reconocimiento como
extramatrimonial del hijo de mujer casada.

Así mismo, se cuestionó la validez del registro civil de nacimiento del accionante
hecho por su progenitora, con el fin de que el acto voluntario de reconocimiento se active, una vez
desvirtuada la presunción legal de que los hijos habidos en el matrimonio son del esposo.

De tal manera que como en realidad se buscaba era la impugnación de la


paternidad que surgió a nombre del demandado, por el mero hecho de haber ocurrido en vigencia
del matrimonio entre Ángel María Castiblanco o Castelblanco y Dolores Cárdenas o Fernández
Cárdenas, no merece ningún reproche la labor del fallador, pues, coincide con el criterio de la
Corte sobre el particular.

Al respecto esta Sala precisó que “la secuencia obvia que genera un
pronunciamiento en tal sentido, de declarar la nulidad, inoponibilidad, inexistencia o falsedad de un
registro civil de nacimiento, por considerarse que la persona que se dice hija de quien se hace
figurar como madre o padre, no es tal, es la de dejar establecido que la maternidad o la
paternidad, o ambas, no son ciertos, lo que jurídicamente tiene que ver, ineludiblemente, con la
impugnación de dichas calidades, motivo por el cual tiene decantado esta Corporación que la
referida acción contra la veracidad del registro civil en esos aspectos, debe sujetarse a los
términos previstos en los artículos 336 y 337 del C. C. (…) En ese orden de ideas, aunque el
Tribunal no hubiera efectuado el giro interpretativo de entender como nulidad la inexistencia que
se pidió del registro civil, la conclusión de comprender implícitamente invocada la de impugnación
era ineludible, porque en este caso lo que se reclamaba en contra de la presunción de
autenticidad del registro civil, finalmente recaía sobre la impugnación de las condiciones de padres
del referido (…), máxime que los hechos fundantes de la demanda aluden a la falsedad de la
paternidad y maternidad inscritos en el registro de nacimiento (…) Es más, tiene dicho también la
jurisprudencia de la Corte, que aún ante la hipótesis de que en efecto se consideraran como
acciones independientes tanto la de nulidad o inexistencia, como la de impugnación, de cualquier
modo el término de caducidad de la segunda tendría operancia para la primera” (sentencia de 14
de septiembre de 2004, exp. 01047).

Y en asunto similar reiteró que “cuando el fallador, tras desentrañar el verdadero


alcance de las pretensiones deducidas del acto introductorio del proceso, comprendió que la
promovida era la acción de impugnación de la filiación de la menor demandante, no hizo más que
aplicar la doctrina de la Corte, que en el punto tiene establecido como, acorde con el artículo 335
del Código Civil, tan sólo a través de la referida vía procesal se puede lograr la corrección de los
datos consignados en el registro civil de nacimiento, cuando ellos sean contrarios a la realidad”
(sentencia de 4 de mayo de 2005, exp. 2000-00301-01).

b.-) Ninguna inconformidad plantean los recurrentes frente a la anterior labor


exegética del Tribunal, recalcando que “no se está alegando en este cargo una errada
interpretación de la demanda, sino que existe una verdadera incongruencia entre lo pedido y lo
resuelto en la sentencia acusada”. Circunstancia que, dado el carácter dispositivo del recurso
extraordinario, neutraliza, inhibe e impide a la Corte para extender o ampliar el ámbito de la crítica
a aspectos diferentes a los expuestos por quienes formulan la impugnación.

Sin embargo, de manera genérica y sin precisar un punto concreto de


disconformidad, aducen que “el enfoque hermenéutico efectuado por el juzgador de conocimiento
resultó desafortunado en cuanto que no refleja la realidad del plenario, pues acude a una
argumentación retórica sofisticada para finalmente dar artificialmente la razón al promotor de la
demanda, sin que tenga fundamento alguno, o peor aún, desconociendo la existencia de prueba
idónea que llevaba a una conclusión diferente, y peor aun tomando decisión que no es congruente
con lo solicitado en la demanda”.
Los razonamientos de esa naturaleza, que se alejan de una confrontación de lo
exigido con lo efectivamente conseguido, para criticar la forma como se estudió el caso y las
hipótesis fácticas a que llega el Tribunal, así como el mérito que le merecen las pruebas, es
propio de la causal primera de casación por error de hecho al tratarse de un error de juicio.

Como lo tiene dicho la Corporación, “no debe confundirse el error in procedendo,


consagrado en la causal segunda, con el error de hecho en la apreciación de la demanda y de las
pruebas recogidas en el expediente. Ya lo ha dicho en múltiples ocasiones esta Corporación, y
recientemente en sentencia del 4 de septiembre de 2000 (exp. 5602), que ‘la diferencia entre el
error in procedendo, tipificador de la incongruencia, y el error de hecho en que se pueda caer al
apreciar la demanda, propio de la causal primera de casación, no se ha desdibujado a raíz de la
innovación introducida al citado numeral 2 del artículo 368, ya que en el primer evento el juzgador,
al considerar los hechos sustentantes de la pretensión, no hace cosa distinta a la de
despreocuparse de la demanda para tomar únicamente en cuenta aquéllos que, de acuerdo con
su personal criterio, resultan dignos de ser valorados. En la segunda hipótesis, por el contrario, el
juez parte de obedecer la regla que le habla de la sujeción a los hechos de la demanda, mas
cuando pretende fijar el sentido de la misma resulta alterándolos siendo éste el motivo por el cual
aquí ya no se ha atinado hablar de desatención o prescindencia de la demanda' (sentencia 097 de
8 de agosto de 1994 expediente 4231). Resulta claro, entonces, que para la procedencia de la
causal segunda de casación se hace indispensable que el fallador haya incurrido en yerro de
procedimiento (error in procedendo), al fundarse sobre unos hechos distintos o inexistentes en la
demanda, sin que para ello hubiese llegado a esa conclusión en desarrollo de una interpretación
de los supuestos fácticos de la petición generatriz, porque en este último evento se debe acudir a
la primera causal que gobierna este recurso extraordinario, como se precisó anteriormente”
(sentencia de 12 de junio de 2001, exp. 6050).

c.-) Ni siquiera se estructuraría la inconsonancia si se restringe el descontento


de los impugnantes a que “existe disconformidad e incongruencia en la sentencia de segundo
grado, aquí acusada, en la medida en que lo deprecado en la demanda tenía un objeto
sustancialmente distinto a la declaración de paternidad que finalmente dedujo el Ad quem”.

El petitum de tener “como documento público que acredita el estado civil como hijo
extramatrimonial de Luís Enrique Pachón Fernández, el acta de reconocimiento suscrita por su
finado padre [Januario Pachón Arriero] el 20 de septiembre de 1973 en el municipio de Quipile
Cundinamarca, oficiando en tal sentido a las autoridades correspondientes”, como consecuencia
de la anulación del registro de Luis Enrique como hijo de Ángel María, que como se resaltó
equivale a la impugnación que salió avante, tiene una directa correlación con lo que sobre el
particular decidió el sentenciador.

En la parte resolutiva se dispuso al respecto que “a partir de la ejecutoria de esta


sentencia cobra plenos efectos el reconocimiento de paternidad extramatrimonial que del
demandante hiciera el fallecido Januario Pachón Arriero”, coincidiendo nítidamente con las
expectativas del promotor.

d.-) Es preciso determinar que, dado el resultado adverso para el demandante


respecto de sus aspiraciones en el fallo de primer grado, el ad quem, en ejercicio legítimo de sus
prerrogativas y para resolver la alzada formulada, procedió a interpretar el contenido del libelo
introductor.

Esta facultad, la de buscar el verdadero sentido de lo pretendido, es propia del


juzgador con prescindencia de la instancia en que se halle el debate. Restringírsela a la primera
conllevaría el cercenamiento de la capacidad de decir el derecho al superior, en el caso concreto,
a través de la impugnación ordinaria de apelación.

Además queda claro que lo que hizo el Tribunal fue examinar los pedimentos y
deducir de ellos que, en lo atinente a la reclamación de nulidad del citado registro civil de
nacimiento, de lo que en realidad se trataba era de impugnar la paternidad legítima, pero sin que
se lesionara un derecho concreto de los recurrentes, pues, con tal proceder lo que se produjo fue
una ruptura filial del accionante con una persona que les era completamente ajena.
Esto quiere decir que si bien el a quo encontró que “no existe siquiera causal de
nulidad impetrada sobre el registro civil de nacimiento del señor Luís Enrique Castelblanco
Fernández, y más aún, probada en el plenario”, en los términos del artículo 140 del Decreto 1260
de 1970, nada le impedía concluir, como si lo hizo su superior, que más que de los vicios formales
en su realización, lo que en realidad se trataba con la litis era establecer el verdadero estado civil
del accionante, como protección a una garantía de orden constitucional.

En suma, con la indicada exégesis lo que se hizo fue otorgarle un efecto útil, tanto
a los hechos expuestos como a las pruebas recaudadas, para producir un resultado legítimo al
ponerle fin a la controversia, con una conclusión que está plenamente respaldada y apoyada por la
jurisprudencia reiterada de esta Corporación.

Por lo tanto, como el fallador de segundo grado obró de manera válida, no puede
predicarse, bajo ningún aspecto, que excedió su atribución, ni mucho menos que haya sorprendido
con la forma como desató el conflicto a los litisconsortes, con mayor razón si cualquier reclamo
sobre la adecuación que hizo el Tribunal a la petición de nulidad del registro civil en que figuraba
Ángel María Castelblanco como padre matrimonial de Luis Enrique, sólo les interesaba a estos
dos, pues, eran los legítimos contradictores.

e.-) Además, los impugnantes no cuestionan en sí la decisión tomada, sino lo


adverso que para ellos se deriva de “declarar que a partir de la ejecutoria de esta sentencia cobra
plenos efectos el reconocimiento de paternidad extramatrimonial que del demandante hiciera el
fallecido Januario Pachón Arriero respecto del demandante y que obra en el registro civil de
nacimiento obrante a folio 2 de cuaderno 1”.

Tal pronunciamiento fue consecuencial y no correspondió de ninguna manera, se


reitera, al establecimiento de una filiación, como lo hacen ver, sino a la materialización de una
situación concreta preexistente, esto es, la validez del reconocimiento que en vida hizo Januario
Pachón Arriero de ser el padre extramatrimonial de Luis Enrique.

Incluso, si dentro del diligenciamiento se practicaron pruebas científicas que


arrojaron un grado tal de certeza de paternidad del accionante respecto de Pachón Arriero, las
mismas no estuvieron direccionadas a establecer la filiación de Luís Enrique sino a verificar y
ratificar la certeza de la manifestación de voluntad del denunciante de ser su progenitor
extramatriomonial, para así excluir la posibilidad de que quien se reputaba como su padre legítimo,
Ángel María Castelblanco, en realidad lo fuera.

De otro lado, como la resolución de que “cobra plenos efectos el reconocimiento


de paternidad extramatrimonial que del demandante hiciera el fallecido Januario Pachón Arriero”
opera “a partir de la ejecutoria de esta sentencia”, ese proceder del ad quem en nada afecta la
posibilidad que tienen sus herederos de iniciar, si lo consideran procedente, los trámites de
impugnación contra ese acto, cuyo interés surge precisamente a partir de ese momento y no
antes.

Esto es así, porque como la presunción de paternidad legítima, antes de ser


desvirtuada, prevalece frente a cualquier acto de reconocimiento como extramatrimonial del hijo de
mujer casada, quiere decir que, de haberlo, sus alcances quedaban en suspenso, lo que
imposibilitaba a los litisconsortes accionar en su contra. Una vez superado el obstáculo de la
impugnación de paternidad legitima de Luís Enrique y comenzando a irradiar eficacia lo atestado
por Pachón Arriero, sus herederos quedan habilitados para atacar tal proceder haciendo uso de
los medios que con tal fin les confiere la ley.

7.- El cargo, en consecuencia, no prospera.

8.- Teniendo en cuenta que la decisión es adversa, de conformidad con el


último inciso del artículo 375 del Código de Procedimiento Civil, en armonía con el 19 de la Ley
1395 de 2010, se condenará en costas a los impugnantes. Se fijarán en esta misma providencia
las agencias en derecho. Para su cuantificación se tendrá en cuenta que el libelo fue replicado
(folios 51 al 53).
IV.- DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de


Justicia, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la
sentencia del 9 de febrero de 2012, proferida por la Sala de Familia del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Bogotá, dentro del proceso ordinario de Luis Enrique Castelblanco Fernández
contra Ángel María Castelblanco, al que comparecieron Rafael Antonio y Miguel Alfonso Pachón
Arriero como litisconsortes.

Costas a cargo de los impugnantes, las que serán liquidadas por la Secretaría, e
incluirá en estas la suma de seis millones de pesos ($6’000.000) por concepto de agencias en
derecho.

Notifíquese y devuélvase

MARGARITA CABELLO BLANCO


RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
FERNANDO GIRALDO GUTIÉRREZ
ARIEL SALAZAR RAMÍREZ
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
JESÚS VALL DE RUTÉN RUIZ

Sentencia T-381/13
 
 
Referencia: expediente T-3811565
 

Asunto: Acción de tutela interpuesta por


Yhon Eduar Sánchez Henao en contra del
Juzgado 7° de Familia de Manizales

 
Magistrado Ponente:
LUIS GUILLERMO GUERRERO PÉREZ
 
 
Bogotá DC, veintiocho (28) de junio de dos mil trece (2013)
 
La Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los
Magistrados Gabriel Eduardo Mendoza Martelo, Jorge Iván Palacio Palacio y
Luis Guillermo Guerrero Pérez, quien la preside, en ejercicio de sus
competencias constitucionales y legales, específicamente las previstas en los
artículos 86 y 241.9 de la Constitución Política y 33 y siguientes del Decreto
2591 de 1991, ha proferido la siguiente:
 
 
SENTENCIA
 
En el proceso de revisión del fallo de tutela proferido por la Sala de Decisión
Civil-Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Manizales, en el
trámite de la acción de amparo constitucional instaurada por Yhon Eduar
Sánchez Henao en contra del Juzgado 7° Adjunto de Familia de Manizales.
 
I. ANTECEDENTES
 
1.1. Hechos
 
1.1.1. El accionante señala que sostuvo una relación sentimental con la
señora Lida Mariana Ramírez Peña. Con ocasión de la misma, el 4 de
diciembre de 1995, nació el menor Juan Diego Sánchez Ramírez, quien fue
registrado como hijo de la pareja el día 21 de diciembre del año en cita.
 
1.1.2. El actor afirma que luego de que terminara la relación sentimental, él
continuó respondiendo por el menor hasta el 14 de enero de 2011, fecha en la
que decidió iniciar un proceso de impugnación de la paternidad. La demanda
fue repartida al Juzgado 7° Adjunto de Familia de Manizales.
 
1.1.3. En el curso del proceso, el accionante aportó como prueba un informe
de febrero de 2004, con el resultado del análisis de ADN realizado al menor
por parte del Laboratorio de Genética del Instituto de Biología de la Facultad
de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Antioquia. De acuerdo
con el citado informe, el señor Sánchez Henao no es el padre biológico del
menor.
 
1.1.4. Con posterioridad, se ordenó la práctica de una segunda prueba de
ADN, a cargo del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses,
Seccional Caldas. El 1° de junio de 2011, se confirmó lo establecido en la
primera prueba y se procedió a vincular el resultado al proceso cuyo trámite
final se llevó acabo el 27 de septiembre de 2011.

1.1.5. A pesar de lo anterior, según afirma el actor, el Juez 7° Adjunto de


Familia de Manizales, en sentencia del 31 de mayo de 2012, decidió declarar
la prosperidad de la excepción de caducidad de la acción y denegar las
pretensiones formuladas por el accionante. Al respecto, se sostuvo que: “(…)
fácil puede colegirse que la parte actora desde dicha época, tuvo conocimiento
que JUAN DIEGO no era su hijo, hecho que se dio el 11 de febrero de 2004y la
demanda fue presentada el 14 de enero de 2011, es decir, siete años
después, por lo que puede afirmarse que no la instauró dentro del término
contenido en el artículo 248 del Código Civil, modificado por la ley 1060 del
año 2006, artículo 6, motivo por el cual la caducidad propuesta por la parte
demandante debe prosperar y así se declarará en la parte resolutiva de esta
providencia. (…)”[1]
 
1.1.6. Frente a la citada decisión, el señor Sánchez Henao se abstuvo de
interponer recurso de apelación y, en su lugar, solicitó la aclaración de la
sentencia.
 
1.2. Solicitud de la acción de tutela
 
El accionante instauró el presente amparo constitucional en contra del
Juzgado 7° Adjunto de Familia de Manizales, con el propósito de obtener la
protección de los derechos fundamentales del menor Juan Diego Sánchez
Ramírez a la filiación, a la dignidad humana y al debido proceso.
 
En criterio del actor, se incurrió en una vulneración de los citados derechos
fundamentales, por cuanto la autoridad judicial demandada decidió darle
preponderancia a una norma procedimental que dio lugar a que se declarara
la caducidad de la acción, en lugar de valorar las pruebas de paternidad que
indican que el accionante no es el padre del menor, en perjuicio del principio
de primacía del derecho sustancial sobre las formas.
 
En este sentido, el demandante afirma que la fecha que se debió tomar en
cuenta para contabilizar el término de caducidad empezaba a correr desde
cuando se recibió en el despacho del juez la prueba de ADN ordenada en el
proceso, esto es, el 27 de septiembre de 2011, lo cual impedía la procedencia
de la excepción de caducidad de la acción.
 
En consecuencia, el actor solicita que el juez de tutela revoque la sentencia
cuestionada y, en reemplazo de dicha actuación, ordene que se surta
nuevamente el proceso con sujeción a lo señalado en las pruebas de ADN.
 

1.3. Contestación de la demanda

La señora Ramírez Peña informó que en el proceso de filiación, el accionante


dejó vencer los términos para recurrir la decisión proferida por el Juez 7° de
Familia de Manizales, por lo que el amparo se torna improcedente para revivir
las oportunidades procesales que no fueron debidamente utilizadas por el
interesado.

Por lo demás, la citada señora indicó que transcurrieron seis meses entre el
momento de expedición de la sentencia ordinaria y la interposición de la
acción de tutela, en contra de los mandatos del principio de inmediatez.
Finalmente, afirmó que en días recientes el señor Sánchez Henao se ha
reunido y comunicado en términos amigables con el menor Juan Diego,
ejerciendo su rol como padre.

1.4. Pruebas relevantes que obran en el expediente

A continuación se enumeran las pruebas relevantes recaudadas y allegadas al


proceso:

-Copia de la demanda del proceso ordinario de impugnación de la paternidad


del menor Juan Diego Sánchez Ramírez, instaurada el 12 de enero de 2011
por el apoderado del señor Yhon Eduar Sánchez Henao [2].
 
-Copia del Registro de Nacimiento de Yhon Eduar Sánchez Henao y del menor
Juan Diego Sánchez Ramírez, en donde se evidencia que este último nació el 4
de diciembre de 1995[3].
 
-Copia de la cédula de ciudadanía del señor Yhon Eduar Sánchez Henao [4].
 
-Copia de la contestación a la demanda de impugnación de la paternidad
presentada por la apoderada de la señora Lida Mariana Ramírez Peña. En
dicho escrito, se manifestó que el señor Sánchez Henao se negó a iniciar los
trámites de impugnación de la paternidad[5].
 
-Copia de la solicitud de medida de protección presentada por la señora Lida
Mariana Ramírez Peña ante la Comisaría de Familia de Manizales el día 17 de
febrero de 2011, en donde señaló que el señor Sánchez Henao ha tenido un
comportamiento intimidante y amenazante contra ella, entre otras, en el
sentido de informarle a su hijo que él no es su padre [6].
 
-Copia de la contestación a las excepciones de mérito presentadas en el
proceso de impugnación de la paternidad por parte de la señora Ramírez Peña.
En este documento, el accionante sostiene que la prueba de paternidad
presentada en el año 2004 no puede ser utilizada como punto de partida para
contabilizar la caducidad de la acción, al no haber sido practicada al interior
del citado proceso[7].
 
-Copia del resultado del análisis de ADN realizado al menor por parte del
Laboratorio de Genética del Instituto de Biología de la Facultad de Ciencias
Exactas y Naturales de la Universidad de Antioquia del 11 de febrero de 2004,
en donde se certifica que el señor Yhon Eduar Sánchez Henao no es el padre
biológico de Juan Diego Sánchez Ramírez[8].

-Copia del informe de estudios de paternidad del 27 de septiembre de 2011


realizado por el Instituto Colombiano de Medicina Legal, en donde: “se excluye
como (…) padre biológico del menor JUAN DIEGO SANCHEZ RAMIREZ, hijo de
LIDA MARIANA RAMIREZ PEÑA”[9], al señor “YHON EDUAR SANCHEZ HENAO”.
 
-Copia del informe de estudios de paternidad del 4 de mayo de 2012 realizado
por el Instituto Colombiano de Medicina Legal, en el que: “se excluye como
(...) padre biológico del menor JUAN DIEGO SANCHEZ RAMIREZ, hijo de LIDA
MARIANA RAMIREZ PEÑA”[10], al señor: “DIEGO FERNANDO BARRERA PELAEZ”
 
-Copia de la sentencia proferida el 31 de mayo de 2012 por el Juzgado 7° de
Familia Adjunto de Manizales, por medio de la cual se declaró la prosperidad
de la excepción de caducidad de la acción.
 
-Copia de la solicitud de aclaración de la citada sentencia, instaurada por el
representante del señor Sánchez Henao[11].
 

II. SENTENCIA OBJETO DE REVISIÓN

Por medio de sentencia del 22 de enero de 2013, la Sala de Decisión Civil-


Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Manizales negó el amparo
solicitado, al considerar que: “no se vislumbra por la Corporación, la violación
de los derechos fundamentales del accionante; con base en que el trámite
atacado no arroja tal conducta; simplemente el no acceder a las pretensiones
del demandante no configura que las diligencias estén erradas; se denota en
cambio, que el demandante debe soportar las cargas impuestas en la ley por
la desidia en la incoación del proceso; puesto que si bien se demostró, tal
como lo manifestó, que el resultado en la prueba de ADN aquilata no ser el
padre biológico del menor vinculado a la tutela, no es menos cierto, que la
legislación vigente preceptúa un tiempo límite para ejercitar el derecho de
impugnar una paternidad reconocida y que el no hacerlo, extingue el mismo
por proclamarse la caducidad de la acción pertinente; en el caso de marras el
actor conoció la realidad de la situación, desde el año 2004, por prueba de
ADN extrajudicial practicada y prosiguió con su obligación de padre, sin atacar
la paternidad, proceder que solo adoptó en el año 2011, es decir siete años
después, cuando se había superado de manera radical el término legal de 140
días preceptuado en el canon 248 del Código Civil.” [12]

III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE


 
1. Competencia
 
Esta Sala es competente para revisar la decisión proferida en la acción de
tutela de la referencia, con fundamento en lo previsto en los artículos 86 y
241.9 de la Constitución Política. El expediente fue seleccionado por medio de
Auto del doce de marzo de 2013, proferido por la Sala de Selección número
Tres.
 
2. Planteamiento del problema jurídico y esquema de resolución
 

2.1. A partir de las circunstancias fácticas que dieron lugar al ejercicio de la


acción de tutela y de las decisiones adoptadas en las respectivas instancias
judiciales, esta Corporación debe determinar, si es procedente la acción de
amparo constitucional para controvertir el fallo adoptado en desarrollo de un
proceso de impugnación de la paternidad, por una parte, cuando han
transcurrido cerca de 7 meses desde el momento en que se resolvió
desfavorablemente la pretensión invocada por el actor, y por la otra, cuando
se dejó de agotar el recurso de apelación como mecanismo ordinario de
defensa judicial.

En caso de que la respuesta al citado problema jurídico sea afirmativa, la Sala


deberá resolver ¿si en un proceso de impugnación de la paternidad, se incurre
en un defecto fáctico, procedimental y sustantivo, cuando existen dos pruebas
de ADN que indican que no existe compatibilidad de filiación, pero no son
tenidas en cuenta, básicamente, porque el juez demandado declaró la
prosperidad de la excepción de caducidad, al reconocer que el accionante
tiene conocimiento de que no es padre desde el 2004 y la acción tan sólo fue
promovida en el 2011?

 
2.2. Con el fin de resolver estos problemas jurídicos, inicialmente, la Sala (i)
reiterará la jurisprudencia constitucional en relación con la procedencia de la
acción de tutela contra providencias judiciales; a continuación (ii) hará una
breve referencia al marco normativo de los procesos de impugnación de la
paternidad; luego recordará la (iii) importancia de la figura de la caducidad y
del respeto de los términos judiciales, en aras de preservar la seguridad
jurídica y; por último, (iv) hará un recuento de la jurisprudencia de la Corte
sobre los procesos de filiación. Con fundamento en lo anterior, esta Sala de
Revisión (v) procederá a decidir el caso concreto.
 

3. Requisitos generales y específicos de procedencia de la acción de


tutela contra providencias judiciales. Reiteración de jurisprudencia

3.1. En su condición de guardián de la integridad y supremacía del Texto


Constitucional, esta Corporación ha establecido unas reglas sobre la
procedencia excepcional de la acción de tutela contra providencias judiciales.
Esta línea se fundamenta en la búsqueda de una ponderación adecuada entre
la primacía de los derechos fundamentales y el respeto por los principios de
autonomía e independencia judicial[13].

Precisamente, en desarrollo del principio de supremacía de la Constitución,


todos los servidores públicos que ejercen funciones jurisdiccionales, deben
garantizar y proteger los derechos fundamentales de los sujetos que
intervienen en los diferentes procesos. Por consiguiente, las normas de la
Carta Política y, en especial, aquellas que prevén tales derechos, constituyen
parámetros ineludibles para la decisión judicial.

De acuerdo con el estado actual de la jurisprudencia, la acción de tutela


contra providencias judiciales es un instrumento excepcional, dirigido a
enfrentar aquellas situaciones en que la decisión del juez incurre en graves
falencias, de relevancia constitucional, las cuales la tornan incompatible con
los mandatos previstos en el Texto Superior. En este sentido, la acción de
tutela contra providencias judiciales es concebida como un “juicio de
validez”[14], lo que se opone a que se use indebidamente como una nueva
instancia para la discusión de los asuntos de índole probatoria o de
interpretación del derecho legislado, que dieron origen a un litigio, más aún
cuando las partes cuentan con los recursos judiciales tanto ordinarios como
extraordinarios, para controvertir las decisiones que estimen arbitrarias o que
sean incompatibles con la Carta Política. No obstante, pueden subsistir casos
en que agotados dichos recursos, persiste la arbitrariedad judicial; en esa
hipótesis, por ejemplo, se habilita la procedencia del amparo constitucional.

3.2. En desarrollo de lo expuesto, la Sala Plena de la Corte Constitucional, en


Sentencia C-590 de 2005[15], estableció un conjunto sistematizado de
requisitos de naturaleza sustancial y procedimental, que deben ser
acreditados en cada caso concreto, como presupuestos ineludibles para la
protección de los derechos fundamentales afectados por una providencia
judicial.

Ellos se dividen en dos grupos: (i) los requisitos generales, que están
relacionados con condiciones fácticas y de procedimiento, las cuales buscan
hacer compatible dicha procedencia con la eficacia de valores de estirpe
constitucional y legal, relacionados con la seguridad jurídica, los efectos de la
cosa juzgada, la independencia y autonomía del juez, al igual que la
distribución jerárquica de competencias en la rama jurisdiccional; y, (ii) los
requisitos específicos, que se refieren a la descripción de los defectos en que
puede incurrir una decisión judicial y que la hacen incompatible con la
Constitución.

3.3. En este orden de ideas, los requisitos generales de procedencia de la


acción de tutela contra providencias judiciales son los siguientes:

-Que la cuestión que se discuta tenga relevancia constitucional. Para la Corte,


el juez de tutela no puede estudiar cuestiones que no tienen una clara y
marcada importancia constitucional, so pena de involucrarse en asuntos cuya
determinación corresponde a otras instancias judiciales [16].

 
-Que se hayan agotado todos los medios ordinarios y extraordinarios de
defensa judicial al alcance de la persona afectada, salvo que se trate de evitar
la consumación de un perjuicio irremediable de naturaleza iusfundamental[17],
caso en el cual se podrá conceder el amparo como mecanismo transitorio de
defensa judicial.

-Que se cumpla el requisito de la inmediatez, es decir, que la tutela se hubiere


interpuesto en un término razonable y proporcionado a partir del hecho que
originó la vulneración[18].

-Cuando se trate de una irregularidad procesal, es necesario que la misma


tenga un efecto decisivo o determinante en la sentencia que se impugna y
que afecta los derechos fundamentales de la parte actora [19].

-Que el accionante identifique de manera razonable tanto los hechos que


generaron la vulneración como los derechos vulnerados y que hubiere alegado
tal vulneración en el proceso judicial, siempre que ello hubiere sido posible [20].

-Que no se trate de sentencias de tutela[21], por cuanto la protección de los


derechos fundamentales no puede prolongarse de manera indefinida.

3.4. Ahora bien, en desarrollo de lo expuesto, los requisitos específicos que


habilitan la procedencia excepcional de la acción de tutela contra providencias
judiciales, aluden a la configuración de defectos que, por su gravedad, tornan
insostenible el fallo cuestionado al ser incompatible con los preceptos
constitucionales. Estos defectos son:

-Defecto orgánico, que se presenta cuando el funcionario judicial que profirió


la providencia impugnada, carece absolutamente de competencia para
hacerlo.

-Defecto procedimental absoluto, que se configura cuando el juez actuó al


margen del procedimiento establecido.

-Defecto fáctico, surge cuando el juez carece del apoyo probatorio que
permita la aplicación del supuesto legal en que se sustenta la decisión.

-Defecto sustantivo o material, se presenta cuando se decide con base en


normas inexistentes, inconstitucionales o que claramente son inaplicables al
caso concreto.
 

-Error inducido, tradicionalmente conocido como vía de hecho por


consecuencia, que se presenta cuando el juez o tribunal adopta una decisión
errónea que afecta derechos fundamentales, a partir de un artificio o engaño
de un tercero o de una circunstancias ajena a su actuar [22].

-Sentencia sin motivación, se presenta cuando los servidores judiciales


incumplen el deber de dar cuenta de los fundamentos fácticos y jurídicos de
sus decisiones, pues precisamente en esa motivación reposa la legitimación
del actuar judicial[23].

-Desconocimiento del precedente, se estructura cuando el juez desconoce la


ratio decidendi de un conjunto de sentencias previas al caso que ha de
resolver, que por su pertinencia y aplicación al problema jurídico
constitucional, es obligatorio tenerlas en cuenta al momento de dictar
sentencia[24].

-Violación directa de la Constitución, que se configura cuando el juez ordinario


adopta una decisión que desconoce, de forma específica, postulados de la
Carta Política[25].

3.5. En conclusión, la jurisprudencia constitucional ha sido minuciosa en el


examen de los citados requisitos, en aras de proteger y garantizar los
derechos fundamentales y de respetar los principios constitucionales de
autonomía e independencia judicial.

4. Normatividad aplicable en los casos de impugnación de la


paternidad

4.1. La impugnación de la paternidad corresponde a la oportunidad que tiene


una persona para refutar la relación filial que fue reconocida en virtud de la
ley. Dicha figura opera: i) para desvirtuar la presunción establecida en el
artículo 214 del Código Civil[26]; ii) para impugnar el reconocimiento que se dio
a través de una manifestación voluntaria de quien aceptó ser padre; o, iii)
cuando se repele la maternidad en el caso de un falso parto o de la
suplantación del menor.

En el primer escenario, esto es, frente a la presunción de paternidad prevista


en el artículo 214 del Código Civil, los artículos 217 y 221 del mismo régimen
legal -previa a la reforma introducida por la Ley 1060 de 2006– disponían
que la impugnación de la paternidad por parte del marido contra la legitimidad
del hijo concebido por su mujer durante el matrimonio, debía hacerse dentro
de los sesenta (60) días contados desde que tuvo conocimiento del parto. El
mismo plazo se otorgó para los herederos y demás personas interesadas en
provocar el juicio de ilegitimidad, contado desde el momento en que se
enteraron de la muerte del padre o del nacimiento del hijo, conforme al
régimen consagrado en los artículos 219 y 220 del Código Civil [27].

Ahora bien, en relación con el segundo caso enunciado, cuando se impugna el


reconocimiento que se dio a través de una manifestación de ser padre, el
artículo 5° de la Ley 75 de 1968[28], contemplaba que “El reconocimiento [de
la paternidad] solamente podrá ser [impugnada] por las personas, en los
términos y por las causas indicadas en los artículos 248 y 336 del Código
Civil.”

Con este propósito, el artículo 248 del citado Código disponía que:

“Artículo 248. En los demás casos podrá impugnarse la


legitimación probando alguna de las causas siguientes:

1a) Que el legitimado no ha podido tener por padre al legitimante.

2a) Que el legitimado no ha tenido por madre a la legitimante;


sujetándose esta alegación a lo dispuesto en el título 18, de la
maternidad disputada.

No serán oídos contra la legitimación sino los que prueben un


interés actual en ello, y los ascendientes legítimos del padre o
madre legitimantes; estos en sesenta días, contados desde que
tuvieron conocimiento de la legitimación; aquellos en los
trescientos días subsiguientes a la fecha en que tuvieron
interés actual y pudieron hacer valer su derecho.”[29] (Negrilla
y subrayas fuera de texto)

Los apartes subrayados fueron objeto de control de constitucionalidad en la


Sentencia C-310 de 2004, en los que esta Corporación se pronunció sobre
una posible violación del derecho a la igualdad, pues frente a los hijos
extramatrimoniales se consagraba un plazo de trescientos (300) días para
impugnar la paternidad y frente a los hijos matrimoniales de tan sólo sesenta
(60) días. Para la Corte, la expresión “trescientos días” es inexequible, ya que
la diferencia de términos implicaba un trato desigual para los hijos carente de
justificación, mientras que declaró exequible el resto de la disposición
demandada, “bajo el entendido según el cual los interesados en impugnar la
legitimación distintos de los ascendientes legítimos del padre o madre
legitimantes, para incoar la acción tendrán un plazo de sesenta días
subsiguientes a la fecha en que tuvieron interés actual y pudieron hacer valer
su derecho.”

Por lo tanto, luego de la sentencia C-310 de 2004, la legislación nacional


otorgaba un período de 60 días para impugnar la paternidad, desde el
momento en el que surgía el interés actual.
 

4.2. En lo referente a las pruebas que se deben presentar en el proceso para


declarar la paternidad, el artículo 7 de la Ley 75 de 1968 estableció que el
juez de oficio o a solicitud de las partes “decretará los exámenes personales
del hijo y sus ascendientes y de terceros, que aparezcan indispensables para
reconocer pericialmente las características heredo-biológicas, con análisis de
los grupos sanguíneos, los caracteres patológicos, morfológicos, fisiológicos e
intelectuales trasmisibles, que valorará según su fundamentación y
pertinencia”.

Con la evolución científica, el legislador expidió la Ley 721 de 2001, en la


que determinó que: “En todos los procesos para establecer paternidad o
maternidad, el juez, de oficio, ordenará la práctica de los exámenes que
científicamente determinen índice de probabilidad superior al 99.9%.” [30]. De
acuerdo con el parágrafo segundo de la citada norma, para tal fin, hasta que
los desarrollos no ofrezcan una mejor opción, se deberá usar la técnica de ADN
con el uso de marcadores genéticos.

Esta Corporación se pronunció sobre la exequibilidad de la citada norma en la


Sentencia C-476 de 2005, en los siguientes términos:

“No puede el perito sustituir al juez del Estado, pues el dictamen es


un medio de prueba que jamás puede confundirse con la sentencia.
Una es la labor del auxiliar de la administración de justicia y otra
muy distinta la que corresponde al juez que en ejercicio de la
competencia que se le asigna por la ley para el efecto al dictar
sentencia manifiesta la voluntad del Estado para el caso concreto y
conforme a la ley. Por ello el dictamen pericial a que se refiere la
Ley 721 de 2001 se encuentra sometido, como cualquier otro, a
las formalidades y a los requisitos de fondo exigidos por la ley y
rige respecto del mismo el derecho de contradicción y la necesidad
de la publicidad de la prueba, sin los cuales carece de validez. En
tal virtud podrán las partes discutir, desde el principio, la idoneidad
científica de quienes practiquen la prueba lo que incluye no solo a
los profesionales sino a los laboratorios que actúen en la toma de
las muestras que se requieran tanto respecto del padre presunto,
de la mujer que se dice ser la madre, como del hijo cuya filiación
se investigue y, cuando fuere el caso, de los parientes de éstos e
inclusive, podrá discutirse acerca de éstos y otros asuntos cuando
hubiere necesidad de la exhumación de un cadáver para la práctica
de tales exámenes.”

4.3. Con posterioridad, con la expedición de la Ley 1060 de 2006-la cual


entró en vigencia el 26 de julio de dicho año– se modificó nuevamente la
normatividad referente a la impugnación de la paternidad. En este nuevo
escenario normativo, se reiteró la necesidad de la práctica de las pruebas
científicas[31]. Sin embargo, en el artículo 4° de la citada ley, se modificó el
alcance del artículo 216 del Código Civil, en los términos que a continuación
se exponen:
 
"Artículo 216. Podrán impugnar la paternidad del hijo nacido
durante el matrimonio o en vigencia de la unión marital de hecho,
el cónyuge o compañero permanente y la madre, dentro de los
ciento cuarenta (140) días siguientes a aquel en que
tuvieron conocimiento de que no es el padre o madre
biológico".[32] (subrayas y negrilla fuera del texto original)

En los demás casos en los cuales se impugna la paternidad, el artículo


248 del Código Civil-ya citado– también fue modificado y quedó así:

“Artículo 248. En los demás casos podrá impugnarse la


paternidad probando alguna de las causas siguientes:
 
1. Que el hijo no ha podido tener por padre al que pasa por tal.
2. Que el hijo no ha tenido por madre a la que pasa por tal,
sujetándose esta alegación a lo dispuesto en el título 18 de la
maternidad disputada.
 
No serán oídos contra la paternidad sino los que prueben
un interés actual en ello, y los ascendientes de quienes se
creen con derechos, durante los 140 días desde que
tuvieron conocimiento de la paternidad.” (subrayas y negrilla
fuera del texto original)
 

Como se infiere de las normas transcritas, a partir de la entrada en vigencia


de la Ley 1060 de 2006, el término de impugnación de la paternidad se
amplió a ciento cuarenta (140) días. De ahí que, aun cuando se observa que el
legislador optó por extender dicho plazo comparado con el régimen anterior,
estableció-en todo caso– un régimen de caducidad breve y perentorio, en aras
de asegurar la prolongación en el estado civil como expresión del principio de
seguridad jurídica de aquellos sujetos involucrados en los procesos de
impugnación de la paternidad[33]. Precisamente, en relación con el proyecto
que concluyó con la expedición de la citada ley, en la ponencia para primer
debate en el Senado de la República, se manifestó que: “[su objeto] es
modificar el Código Civil, con la finalidad de iniciar una acción de impugnación
de la paternidad; igualmente busca consagrar un término de caducidad de la
acción, para efectos de generar la seguridad jurídica tan necesaria [en] la
definición de la paternidad de las personas.”[34]

Por lo anterior, la Corte encuentra que dicho término procesal tiene como
finalidad proteger los derechos fundamentales al estado civil y a la
personalidad jurídica[35]. Esto significa que aun cuando se consagra una
barrera para el acceso a la administración de justicia, se trata de una
limitación que no sólo busca evitar la desidia o negligencia del interesado en el
ejercicio del derecho de acción, sino también impedir la desestabilización
permanente de las relaciones sociales y familiares que surgen del vínculo filial.
Para la Corte, es claro que el término de caducidad impide que un individuo
sobre el cual existe una duda sobre su paternidad, se vea obligado a convivir
largos períodos de incertidumbre sobre su estado civil o que el mismo pueda
ser controvertido en cualquier momento.
 

5. Importancia de la figura de la caducidad y del respeto de los


términos judiciales, en aras de preservar la seguridad jurídica

Esta Corporación, en la sentencia C-622 de 2004, definió la caducidad como


“el plazo perentorio y de orden público fijado por la ley, para el ejercicio de
una acción o un derecho, que transcurre sin necesidad de alguna actividad por
parte del juez o de las partes en un proceso jurídico. La caducidad es entonces
un límite temporal de orden público, que no se puede renunciar y que debe
ser declarada por el juez oficiosamente”[36].

En idéntico sentido, en la Sentencia C-832 de 2001, se especificó que:

“La caducidad es una institución jurídico procesal a través del cual, el


legislador, en uso de su potestad de configuración normativa, limita en
el tiempo el derecho que tiene toda persona de acceder a la
jurisdicción con el fin de obtener pronta y cumplida justicia. Su
fundamento se haya en la necesidad por parte del conglomerado social
de obtener seguridad jurídica, para evitar la paralización del tráfico
jurídico. En esta medida, la caducidad no concede derechos subjetivos,
sino que por el contrario apunta a la protección de un interés general.
La caducidad impide el ejercicio de la acción, por lo cual, cuando se ha
configurado no puede iniciarse válidamente el proceso.
 
Esta es una figura de orden público lo que explica su carácter
irrenunciable, y la posibilidad de ser declarada de oficio por parte del
juez, cuando se verifique su ocurrencia.”
 

En conclusión, a juicio de esta Sala, el término de ciento cuarenta (140) días


previsto en la normatividad vigente para impugnar la paternidad, constituye
un límite temporal de orden público previsto por el legislador para acudir a la
administración de justicia, que tiene como propósito proteger la seguridad
jurídica y, a su vez, asegurar que las personas involucradas en este tipo de
juicios, no se vean sometidas a la carga desproporcionada de tener que vivir
con la incertidumbre permanente sobre la continuidad de su relación filial. En
este sentido, por ejemplo, la Corte se pronunció en la Sentencia C-800 de
2000, al declarar la exequibilidad del término de caducidad de la acción de
impugnación prevista en el anterior artículo 217 Código Civil, referente a la
posibilidad del marido de controvertir la paternidad del hijo nacido en el
matrimonio, dentro de los sesenta (60) días contados desde que aquél tuvo
conocimiento del parto.

En dicha ocasión, este Tribunal manifestó que:

“(…) Para la Corte la fijación de un término breve no es per se


inconstitucional. Debe ser estudiado el fin que se persigue y los otros
elementos normativos, a la luz del derecho sustancial, para definir si
resulta o no razonable, proporcional y adecuado para el propósito de
asegurar el efectivo acceso a la administración de justicia y las
garantías constitucionales. (…)
 
Ahora bien, no sólo en nuestro ordenamiento civil, sino en muchos
otros sistemas jurídicos foráneos, se ha establecido un corto término
de caducidad para que el marido pueda impugnar la paternidad, y la
razón de ser de los reducidos plazos, ha sido explicada por la doctrina
como una forma de garantizar que la incertidumbre de la filiación no se
prolongue demasiado tiempo. (…) Vale la pena citar lo que han dicho
algunos autores franceses al comentar el artículo 316 del Código Civil
Francés, que establece un término de caducidad de seis meses:
 
‘En materia de impugnación, es necesario que la incertidumbre no
permanezca demasiado tiempo sobre el niño; debe evitarse que el
marido pueda usar la amenaza de accionar como una espada de
Damocles suspendida sobre la cabeza de su esposa; esta última debe
ser protegida contra toda forma de chantaje del marido" (Cfr.
Mazeaud-Chabas. Leçons de Droit Civil. La famille. Séptima Edición.
Montchrestien. París 1995. p.299).
 
‘Y no solamente en razón del riesgo de desaparición de las pruebas.
Porque el niño va a crecer y su rechazo no puede razonablemente
presentarse sino a una edad en la que haya más probabilidad de no
sentir el choque’ (Cfr. Cornu, Gérard. Droit Civil. La famille. 4ª edición.
Montchrestien. París. 1994. p. 314).
 
Así pues, la norma busca proteger tanto al niño como a la madre,
finalidad que, según lo estima esta Corporación, se ajusta a los valores
y preceptos constitucionales (artículos 42 y 44 C.P.). (…)”
 

6. Reiteración de jurisprudencia constitucional sobre impugnación de


la paternidad

6.1. Jurisprudencia relacionada con el requisito de subsidiariedad

6.1.1. En númerosas oportunidades la Corte se ha pronunciado sobre la


violación del derecho fundamental al debido proceso, en los juicios de
impugnación de la paternidad. Así, en la Sentencia T-411 de 2004, se estudió
una acción de amparo interpuesta en contra del Juzgado Sexto de Familia de
Cali, con ocasión de un proceso de filiación extramatrimonial. En dicha
oportunidad, el accionante alegó que el juez vulneró su derecho al debido
proceso, entre otras, al proferir sentencia en la que negó la existencia de una
relación filial, sin haber obtenido los resultados de la prueba
antropoheredobiológica decretada. A pesar de que no se apeló la sentencia de
primera instancia, ni se acudió en casación, ni se agotó el recurso
extraordinario de revisión, esta Corporación consideró que la acción de tutela
era procedente, sin aplicar el principio de subsidiaridad, con fundamento en las
siguientes razones:

“De otro lado, la Sala considera que el hecho de que el actor


dentro de la presente acción de tutela dejara de interponer, en el
proceso de filiación extramatrimonial, el recurso de apelación al
que tenía derecho contra la sentencia proferida por el Juzgado
Sexto de Familia de Cali el 4 de diciembre de 2002, debe ceder
ante la contundencia de la verdad científica y ante la trascendencia
de los derechos que se ponen en juego. De lo contrario, el señor
Jairo Edmundo Pabón se vería abocado de por vida a una situación
de flagrante vulneración de sus derechos fundamentales a la
personalidad jurídica y a su estado civil. De igual manera,
conociendo ahora sin posibilidad de duda la identidad de su padre,
si se le negara el derecho que tiene a establecer su filiación y su
estado civil, el señor Pabón estaría recibiendo menoscabo también
en relación con su dignidad como persona humana.
 
La interposición del recurso de apelación contra una sentencia, y
en general de los recursos que la ley pone a disposición de las
partes en un proceso, son una carga procesal. La doctrina de esta
corporación ha expuesto que la carga procesal es una conducta de
realización facultativa establecida en beneficio del propio interés
del gravado con ella, pero cuya omisión lo expone al riesgo de
soportar consecuencias jurídicas desfavorables. Así, pues, la carga
procesal de interponer un recurso da la posibilidad al sujeto
interesado de interponerlo o no, y si su decisión es la de no
hacerlo, deberá aceptar las posibles consecuencias adversas a sus
intereses que de ello deriven.
 
No obstante, desde el punto de vista sustantivo las consecuencias
desfavorables de la falta de interposición de un recurso pueden no
ser aplicables, por tratarse de un derecho indisponible, como
ocurre con los derechos fundamentales y, en particular, con el
estado civil de las personas. En tal sentido, el Art. 1º del Decreto
Ley 1260 de 1970 preceptúa que el estado civil es indisponible y
el Código Civil establece que no se puede transigir sobre éste (Art.
2473). En el mismo orden de ideas, a manera de ejemplo, en la
hipótesis de que un sindicado de un delito fuera condenado en
Colombia a la pena de muerte y no apelara la decisión, de toda
evidencia no sería constitucionalmente válido que se cumpliera la
condena argumentando la existencia de una aceptación tácita por
parte de aquel.”[37]

Por otra parte, en las Sentencias T-1342 de 2001[38] y T-1226 de 2004[39], a


pesar de que se discutía la relación filial de una persona en el ámbito de
protección del derecho fundamental al debido proceso, la Corte ordenó un
amparo transitorio mientras se acudía al recurso extraordinario de revisión,
por cuanto entendió que la falta de práctica de las pruebas
antropoheredobiológicas constituía un nuevo elemento de juicio que hacía
procedente el citado recurso.

Sin embargo, en la jurisprudencia más reciente, siguiendo lo expuesto en la


Sentencia T-411 de 2004, esta Corporación no sólo ha declarado la
procedencia de la acción, sino que también le ha otorgado al amparo el
carácter de definitivo. A manera de ejemplo, se puede citar la Sentencia T-
888 de 2010, en la cual se declaró procedente el amparo constitucional
frente a un proceso de impugnación de la paternidad, en donde se negaron las
pretensiones por no haber probado el “interés actual”, a pesar de que el actor
no interpuso el recurso extraordinario de casación. Al respecto, atendiendo a
lo establecido en la ya citada providencia del 2004[40], se manifestó que:
 

“No obstante, debe la Sala decidir si la acción de tutela es


improcedente, en este caso, por una de las razones empleadas por
la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema obrando como juez
de tutela, y es que el demandante plantea una “inconformidad que
bien pudo plantearse a través del recurso extraordinario de
casación que fue desdeñado debido a la propia incuria del
accionante”. La respuesta debe ser negativa, y en eso la Sala es
respetuosa del precedente previamente fijado por esta Corte en la
sentencia T-411 de 2004. Como se dijo en esta providencia, en
esa ocasión la Corte consideró que era procedente una tutela
contra providencia judicial, a pesar de que el tutelante no hubiera
interpuesto un recurso (el de apelación) contra la providencia
ordinaria atacada, porque los (sic) sustancial debía prevalecer
sobre lo adjetivo, y en ese caso ni siquiera la incuria del
demandante podía privarlo del goce efectivo de su derecho a la
personalidad jurídica. Lo mismo puede decirse en este caso, en el
cual el tutelante presentó la tutela sin haber agotado previamente
la casación. De modo que la acción de tutela es procedente.”

Finalmente, siguiendo lo expuesto en la Sentencia T-411 de 2004, en la


Sentencia T-071 de 2012, la Sala Quinta de Revisión declaró procedente una
acción de tutela promovida con ocasión de un proceso de impugnación de
paternidad, pese a la falta de ejercicio del recurso de casación, al considerar
que el principio de subsidiariedad se cumplía, pues “desconocer que la niña no
es hija del accionante, como se ha demostrado científicamente con la prueba
de ADN, en aras de mantener la improcedencia de la acción con fundamento
en la formalidad procesal consistente en no haber presentado el recurso
extraordinario de casación, sería absolutamente desproporcionado y violatorio
del principio de la prevalencia del derecho sustancial (artículo 228 Superior).”

6.2. Jurisprudencia relacionada con la filiación y el derecho a la


personalidad jurídica

El artículo 14 de la Constitución Política señala que toda persona tiene derecho


a su personalidad jurídica. En términos generales, este Tribunal ha indicado
que dicho artículo no sólo se refiere a la posibilidad de actuar en el mundo
jurídico, sino de poseer ciertos atributos que constituyen la esencia de la
personalidad jurídica y aquellos que marcan la individualidad de la persona
como sujeto de derecho.[41] Estos últimos, son aquellos atributos de la
personalidad, dentro de los cuales claramente se encuentra el estado civil de
un individuo[42], el cual depende-entre otras– de la relación de filiación. En el
artículo 1 del Decreto 1260 de 1970 se dispone que: “el estado civil de una
persona es su situación jurídica en la familia y la sociedad, determinada su
capacidad para ejercer ciertos derechos y contraer ciertas obligaciones, es
indivisible, indisponible e imprescriptible, y su asignación corresponde a la
ley.”

Por otra parte, la jurisprudencia también ha señalado que la filiación es un


derecho innominado, de conformidad con lo previsto en el artículo 94 de la
Constitución Política[43]. De ahí que, es deber de los jueces actuar con
diligencia y proactividad en los procesos de investigación de paternidad o
maternidad, de manera que se cuente con las pruebas antroheredobiológicas
para proferir su decisión. En criterio de esta Corporación, este derecho se
encuentra estrechamente ligado con el principio de la dignidad humana, pues
todo ser humano tiene derecho a ser reconocido como parte de la sociedad y
de una familia[44].

Por lo anterior, la Corte ha insistido en que la protección de la filiación implica


una salvaguarda a los derechos a la personalidad jurídica (art 14 de CP), a
tener una familia (arts. 5, 42 y 44 CP), al libre desarrollo de la personalidad
(art 16 CP) y a la dignidad humana (art 1 de la CP)[45].

6.3. Jurisprudencia sobre la oportunidad en el ejercicio de la acción de


impugnación de la paternidad

6.3.1. Inicialmente, la Corte tuvo ocasión de pronunciarse sobre la


oportunidad en el ejercicio de la acción de impugnación de la paternidad, con
ocasión del término de sesenta (60) días previsto en el Código Civil y en la
legislación complementaria, cuyo cómputo se realizaba-por regla general–
desde el momento en el cual se demostraba el interés actual. Así, en la
Sentencia T-888 de 2010, se estudió el caso de un señor al cual le indicaron
que su acción no estaba llamada a prosperar por cuanto no tenía interés actual
para demandar, a pesar de haber instaurado la acción de impugnación dentro
de los 20 días siguientes al conocimiento del resultado de la prueba de ADN
que dictaminó como improbable que la niña por él reconocida en realidad fuera
suya. En dicha oportunidad, a partir de lo establecido en la Ley 75 de 1968,
la Corte indicó que la interpretación razonable del interés actual para
impugnar la paternidad, comenzaba a contabilizarse a partir de la primera
duda que surgiese sobre la existencia de dicho vínculo filial, luego de que se
hubiese reconocido a la persona como hijo.

En desarrollo de lo expuesto, este Tribunal consideró que en aquellos casos en


los que se exteriorizare duda sobre la paternidad, pero la persona dejare pasar
un tiempo prolongado para cuestionarla, era razonable que se declarara la
caducidad de la acción. Empero, de acuerdo con las consideraciones de la
Sala, en aquellas hipótesis en las que se presentare certeza de que no existía
vínculo filial, como resultado de la práctica de un examen de ADN, el interés
actual debía entenderse “actualizado gracias a la novedad de la prueba
científica.”[46]

Por otra parte, en la Sentencia T-071 de 2012, se estudió una acción de


tutela impetrada en contra de una providencia judicial proferida en un proceso
de impugnación de la paternidad, en el cual se adjuntó una prueba de ADN
que certificaba que el accionante no era padre de la menor que había
reconocido. En dicho proceso, en segunda instancia, el juez declaró la
caducidad de la acción, con el argumento de que el interés surgió en el
momento en el que tuvo dudas sobre su paternidad, o en la fecha en la que
reconoció a la menor. Al revisar el caso, este Tribunal indicó que:
 

“[Cuando] el cónyuge o compañero permanente impugna la


paternidad del presunto hijo y para ello allega una prueba de ADN
con la que demuestra la inexistencia de la filiación, la interpretación
del artículo 216 debería ser aquella que: (i) propenda por los
intereses legítimos de las partes, (ii) confiera una eficacia óptima a
los derechos fundamentales en juego y (iii) respete el principio de
prevalencia del derecho fundamental sobre las simples formalidades
(artículo 228 Superior). Es decir, la interpretación
constitucionalmente válida de la norma en mención, en estos casos,
es aquella en la que el término de caducidad de la impugnación de
la paternidad se empieza a contar a partir de la fecha en la cual se
tuvo conocimiento cierto a través de la prueba de ADN de que no se
era el padre biológico”.

Por consiguiente, en criterio de esta Corporación, era claro que en la


normatividad prexistente a la Ley 1060 de 2006, el “interés actual” en el
ejercicio de la acción de impugnación de la paternidad y, por ende, el término
de caducidad de dicha acción, empezaba a correr desde el momento en que el
interesado tenía certeza sobre la inexistencia de la relación filial, a partir de la
obtención de una prueba de ADN. Esta interpretación suponía, en el marco del
respeto a las reglas de caducidad previstas en la normatividad vigente, darle
supremacía al derecho sustancial sobre las formas y proteger los derechos
fundamentales a la personalidad jurídica, al estado civil y a la dignidad
humana.

6.3.2. Con la entrada en vigencia de la Ley 1060 de 2006, como ya se dijo,


el término de caducidad de la acción de impugnación se amplió ciento cuarenta
(140) días, cuyo cómputo-para el caso de los padres– comienza desde el día
siguiente a aquel “en que tuvieron conocimiento de que no es el padre o
madre biológico”.

Obsérvese como el legislador reemplazo el concepto de interés actual y, en su


lugar, estableció un parámetro más preciso vinculado con el conocimiento de
la inexistencia de la relación filial. Esto implica que el cómputo de la caducidad
no puede someterse a la simple duda sobre la prolongación de dicho vínculo, o
a las expresiones dichas al paso o al mero comportamiento de uno de los
padres o del propio hijo, el elemento definitivo previsto por el legislador es el
conocimiento, en donde desempeñan un papel trascendental las pruebas
científicas.

Desde esta perspectiva, a juicio de la Sala, aun cuando el término de


caducidad sigue siendo breve y perentorio, el hecho de vincular su cómputo al
conocimiento de la inexistencia de la relación filial, brinda mayores
oportunidades para controvertir la permanencia y continuidad de un vínculo
parental, dentro de la lógica de impedir que la incertidumbre de la filiación se
prolongue demasiado tiempo, por la especial gravedad que para el ejercicio de
los derechos y obligaciones emanados de las relaciones de familia y para la
estabilidad y seguridad del grupo familiar entraña el desconocimiento del
estado civil que una persona viene poseyendo, por ejemplo, en lo referente a
la autoridad paterna, a la patria potestad, a las obligaciones alimentarias y al
régimen sucesoral.

6.5. Conclusiones

Con fundamento en la normatividad vigente y teniendo en cuenta lo expuesto


en las Sentencias C-800 de 2000, T-1342 de 2001, T-411 de 2004, T-
1226 de 2004, T-584 de 2008, T-888 de 2010, T-071 de 2012 y T-352
de 2012, se concluye lo siguiente:

a.       A partir de la entrada en vigencia de la Ley 1060 de 2006, el


término de caducidad de la acción de impugnación de la paternidad
en todos los casos es de ciento cuarenta (140) días, “siguientes a
aquel en que tuvieron conocimiento de que no es el padre o madre
biológico”. Con anterioridad, el término previsto en el Código Civil
era de sesenta (60) días, contado desde el momento en que se
demostrará el interés actual.

b.      La ley exige que en los procesos de filiación es necesario decretar y


practicar una prueba de ADN o en caso dado una prueba científica
que de más certeza respecto de la filiación. La jurisprudencia
constitucional ha insistido en la importancia de esta prueba.

c.      El examen de los requisitos de procedibilidad de la acción de amparo


debe ser menos riguroso, cuando existe una prueba que exteriorice
la ausencia de dicha relación filial, en razón de los derechos
fundamentales que se encuentran comprometidos y dada la
prevalencia del derecho sustancial. Sin embargo, al momento de
conceder o negar un amparo, el juez constitucional debe tener en
cuenta las circunstancias específicas que rodean cada caso y la
necesidad de preservar las reglas de caducidad previstas en el
ordenamiento jurídico, no sólo con el propósito de proteger el valor
de la seguridad jurídica, sino también de asegurar que las personas
involucradas en este tipo de juicios, no se vean sometidas a la carga
desproporcionada de tener que vivir con la incertidumbre
permanente sobre la continuidad de su relación filial, de los derechos
y obligaciones que emanan de las relaciones de familia y de la
estabilidad y seguridad del grupo familiar.[47]

d.      Los derechos fundamentales que se encuentran comprometidos en


los procesos de la filiación son: el derecho a la personalidad jurídica
(art. 14 CP), el derecho a tener una familia (arts. 5, 42 y 44 CP), el
derecho a tener un estado civil[48], el derecho al libre desarrollo de la
personalidad (art. 16 CP), el derecho a la filiación y a la dignidad
humana (art. 1 CP)[49].
 

7. Caso concreto

7.1. El señor Yhon Eduar Sánchez Henao instauró acción de tutela en contra
del Juzgado 7º Adjunto de Familia de Manizales, con ocasión de un proceso de
impugnación de la paternidad. En su escrito solicita que se decrete la nulidad
del fallo que declaró la caducidad de la acción y, en su lugar, se continúe con
el trámite del proceso y se analicen las pruebas presentadas. En criterio del
actor, y atendiendo a lo establecido en su escrito de tutela, el juez incurrió en
un defecto fáctico al no examinar las pruebas de ADN que se presentaron en el
proceso, una realizada en el mes de febrero de 2004 y otra practicada en
septiembre de 2011, en contravía del principio de primacía del derecho
sustancial sobre las formas.

 
7.2. Con fundamento en la controversia planteada y teniendo en cuenta las
consideraciones expuestas en esta providencia, la Sala adelantará el examen
de la procedibilidad de la acción de tutela contra providencias judiciales,
especialmente en lo referente al requisito de subsidiariedad, pues el
accionante no apeló la decisión, ni agotó el recurso extraordinario de casación;
y al requisito de inmediatez, ya que el actor interpuso la acción 6 meses
después de que se profirió el fallo de primera (y única) instancia en el trámite
que se surtió ante los jueces de familia. Para tal fin, en primer lugar, se
examinarán los requisitos generales de procedibilidad:
 

7.2.1. Relevancia constitucional: En virtud de la información que reposa en el


expediente, es evidente que este proceso reviste de trascendencia
constitucional. Encuentra la Sala que lo que se debate, en primer término, son
los derechos al debido proceso, al acceso a la administración de justicia y a la
seguridad jurídica. No obstante, como se señaló en esta providencia, en los
procesos de filiación igualmente se encuentran comprometidos los derechos al
reconocimiento de la personalidad jurídica (art 14 CP), a tener una familia
(arts. 5, 42 y 44 CP), a tener un estado civil [50], al libre desarrollo de la
personalidad (art 16 CP) y a la dignidad humana (art 1 CP).

7.2.2. La tutela como mecanismo judicial principal: Respecto de este punto,


como ya se señaló, el señor Sánchez Henao contaba con la posibilidad de
apelar la sentencia cuestionada[51] y tenía a su disposición el recurso
extraordinario de casación contemplado para estos efectos en el ordenamiento
jurídico[52]. En este sentido, por regla general, frente al requisito de
subsidiariedad, la jurisprudencia constitucional ha restringido la procedencia
de la tutela contra providencias judiciales a la ocurrencia de alguna de las
siguientes hipótesis:

“a) Es necesario que la persona haya agotado todos los


mecanismos de defensa previstos en el proceso dentro del cual fue
proferida la decisión que se pretende controvertir mediante
tutela. Con ello se busca prevenir la intromisión indebida de una
autoridad distinta de la que adelanta el proceso ordinario, que no
se alteren o sustituyan de manera fraudulenta los mecanismos de
defensa diseñados por el legislador, y que los ciudadanos observen
un mínimo de diligencia en la gestión de sus asuntos, pues no es
ésta la forma de enmendar deficiencias, errores o descuidos, ni de
recuperar oportunidades vencidas al interior de un proceso judicial.
 
b) Sin embargo, puede ocurrir que bajo circunstancias
especialísimas, por causas extrañas y no imputables a la persona,
ésta se haya visto privada de la posibilidad de utilizar los
mecanismos ordinarios de defensa dentro del proceso judicial, en
cuyo caso la rigidez descrita se atempera para permitir la
procedencia de la acción.
 
c) Finalmente, existe la opción de acudir a la tutela contra
providencias judiciales como mecanismo transitorio a fin de evitar
un perjuicio irremediable. Dicha eventualidad se configura cuando
para la época de presentación del amparo aún está pendiente
alguna diligencia o no han sido surtidas las correspondientes
instancias, pero donde es urgente la adopción de alguna medida de
protección, en cuyo caso el juez constitucional solamente podrá
intervenir de manera provisional”[53].

No obstante, tal y como se mencionó en el acápite 6.1 de la presente


providencia, en relación con los procesos en los que se cuestiona la filiación, la
jurisprudencia de este Tribunal ha dicho que “las consecuencias desfavorables
de la falta de interposición de un recurso pueden no ser aplicables” en sede
constitucional, pues dicha controversia se relaciona con el estado civil de las
personas, el cual ha sido reconocido como un “derecho indisponible”[54]. Lo
anterior, en criterio de esta Corporación, sin perjuicio de que las reclamaciones
que surjan de dicha relación filial, especialmente en lo que tiene que ver con la
impugnación de la paternidad, por regla general, estén sometidas a un
término de caducidad, por razones de seguridad jurídica y de estabilidad de los
derechos y obligaciones que surgen de las relaciones de familia.

En este orden de ideas, en criterio de la Corte, en los casos en los cuales se


encuentra en discusión la filiación de una persona y se acompaña una prueba
que exteriorice la ausencia de dicha relación filial-como ocurre con una prueba
de ADN–, deberá declararse la procedencia de la acción de amparo
constitucional, aun cuando no se hayan agotado los mecanismos ordinarios de
defensa judicial, no sólo por la aplicación del principio de prevalencia del
derecho sustancial, sino también porque un actuar en sentido contrario,
resultaría totalmente desproporcionado frente a los derechos involucrados en
este tipo de controversias, entre ellos, los derechos al reconocimiento de la
personalidad jurídica (art 14 CP), a tener una familia (arts. 5, 42 y 44 CP), a
tener un estado civil[55], al libre desarrollo de la personalidad (art 16 CP), a la
dignidad humana (art 1 CP) y a decidir libremente el número de hijos que se
desea tener.

Al revisar el asunto bajo examen, encuentra la Sala que efectivamente se trata


de un caso de filiación, en el cual se impugna el reconocimiento de la
paternidad realizado por el señor Sánchez Henao al menor Juan Diego Sánchez
Ramírez. Por lo demás, dentro de los elementos de juicio que obran en el
expediente, existen dos pruebas antroheredobiológicas que indican que no hay
compatibilidad entre ellos, por lo que se presenta duda sobre la relación filial
entre las partes del proceso.
 

Con base en lo anterior y siguiendo el precedente expuesto por esta


Corporación, más allá de la discusión de fondo sobre el asunto objeto de
litigio, la Sala concluye que la presente acción de tutela cumple con el
requisito de subsidiariedad, aun cuando no se hayan agotado los mecanismos
ordinarios de defensa judicial.

7.2.3. Inmediatez

7.2.3.1. Sobre este punto, la señora Lida Mariana Ramírez Peña (madre del
menor Sánchez Ramírez) indica que el amparo no está llamado a prosperar,
por cuanto la acción de tutela fue interpuesta 6 meses después de que fuera
proferida la sentencia de primera (y única) instancia en el proceso de
impugnación de la paternidad.

7.2.3.2. En relación con el principio de inmediatez, en la Sentencia C-543 de


1992, se declaró la inexequibilidad del artículo 11 del Decreto 2591 de
1991, en el que se contemplaba el término de caducidad de la acción de
tutela. No obstante, como bien se enuncia en la misma providencia, lo anterior
no implica que la acción pueda interponerse en cualquier tiempo. Por el
contrario, para que ésta proceda es necesario que exista un término oportuno,
justo y razonable entre el momento de la solicitud y el hecho que da origen al
amparo. Esta regla se justifica en la naturaleza cautelar de la acción de tutela,
la cual responde a la necesidad de brindar una protección inmediata y efectiva
frente a los derechos fundamentales que presuntamente están siendo
amenazados o vulnerados.

De acuerdo con lo anterior, es obligación del juez constitucional valorar la


razonabilidad del tiempo transcurrido entre la interposición de la acción y el
momento en el que ocurrieron los hechos [56]. En el caso de tutela contra
providencia judicial, el requisito de inmediatez adquiere una especial
relevancia en virtud de la presunción de legalidad que reviste las providencias
y en aras de preservar el principio de seguridad jurídica. [57]

7.2.3.3. Frente al caso bajo estudio, encuentra la Sala que la presente acción,
cumple con el requisito de inmediatez, pues el término de 6 meses es
razonable para interponer la acción de tutela contra la providencia judicial que
declaró la caducidad de la acción. Adicionalmente, conforme a lo expuesto en
el acápite anterior, declarar la improcedencia de la acción por este requisito,
implicaría una carga desproporcionada frente a los derechos fundamentales
supuestamente comprometidos.

7.2.4. Las irregularidades tienen un efecto decisivo en la sentencia: Los


defectos alegados por parte del accionante, referentes a que se declaró la
caducidad de la acción y a que no se tuvieron en cuenta las pruebas de ADN
que demuestran que no existe vínculo filial, más allá de que estén o no
llamados a prosperar, tienen un efecto decisivo en la determinación adoptada,
ya que con fundamento en ellos se negaron las pretensiones invocadas por el
actor.

7.2.5. Finalmente, no se trata de una tutela contra sentencia de tutela.

7.2.6. En consecuencia, constata la Sala que se cumplen los presupuestos


generales de procedibilidad de la acción de tutela contra providencia judicial.

7.3. A continuación se analizará si la sentencia proferida en el proceso de


impugnación de la paternidad incurrió en algún defecto que conlleve a la
prosperidad de la acción de tutela y que requiera el amparo de los derechos
fundamentales invocados por el accionante. Para tal efecto, es preciso
recordar que el actor alegó la existencia de un defecto fáctico, por la omisión
de la autoridad judicial demandada en valorar las pruebas de ADN presentadas
en el proceso, pues-en su lugar– decretó la prosperidad de la excepción de
caducidad.

Si bien el actor sólo hizo mención de la posible existencia del citado defecto
fáctico, en realidad su queja se encuentra encaminada a que se contabilice la
caducidad desde el momento en que se realizó la segunda prueba de ADN,
esto es, el 27 de septiembre de 2011. De ahí que, a juicio de esta
Corporación, es claro que el actor también considera que en dicha providencia
se incurrió en un defecto sustantivo [58], pues el operador judicial dio aplicación
errónea a las reglas previstas en el ordenamiento jurídico, sobre la forma de
contabilizar el término de caducidad de la acción de impugnación.

Al respecto, como previamente se mencionó, es preciso señalar que la Ley


1060 de 2006 dispone que la caducidad de la acción de impugnación de la
paternidad es de ciento cuarenta (140) días, cuyo cómputo-para el caso de los
padres– se contabiliza desde el día siguiente a aquel “en que tuvieron
conocimiento de que no es el padre o madre biológico”. Por su parte, en la
normatividad preexistente, el término de impugnación del reconocimiento de
la paternidad era de sesenta (60) días subsiguientes a la fecha en que se tuvo
un interés actual, de acuerdo con lo previsto en el artículo 5° de la Ley 75 de
1968. De acuerdo con la jurisprudencia de la Corte, en los casos en los que
existe una prueba de ADN, dicho término-tanto en la legislación actual como
en las normas preexistentes-se debe calcular desde el momento en que se
tiene certeza de que no existe una relación filial, o lo que es lo mismo, a partir
del momento en el que se obtienen los resultados negativos de la prueba de
ADN.

En el caso sometido a decisión, el término de caducidad debe ser contabilizado


desde el mes de febrero de 2004, fecha en la cual se obtuvieron los primeros
resultados de la prueba de ADN. Como para esa fecha la Ley 1060 de 2006
no se encontraba vigente, el término de caducidad determinado por la
normatividad preexistentes era de sesenta (60) días. Lo anterior, a juicio de
esta Corporación, implica que la acción caducó en el mes de abril de 2004.

El respeto a las reglas de caducidad de la acción, especialmente en los casos


en los que se ve afectado el derecho fundamental al estado civil, es de
relevancia constitucional, pues como se expuso en la Sentencia C-800 de
2000, lo que se pretende con el establecimiento de plazos breves y
perentorios, es asegurar que las personas que están involucradas en este tipo
de controversias, no se vean obligadas a convivir largos períodos de
incertidumbre sobre su relación filial y, a su vez, proteger el valor de la
seguridad jurídica, sobre todo por el conjunto de derechos y obligaciones que
dependen de las relaciones de familia.

Desde esta perspectiva, encuentra la Sala que no existe justificación alguna


para que el actor interpusiera la acción de impugnación de la paternidad ocho
(8) años después de tener certeza sobre la inexistencia del vínculo filial. Para
la Sala, inaplicar dicho término, sería desconocer la importancia que tiene el
régimen de caducidad establecido por el legislador para proteger la seguridad
jurídica. Adicionalmente, ello implicaría una afectación de los derechos del
menor Juan Diego Sánchez Ramírez, especialmente a la personalidad jurídica.

La acción de tutela no puede ser vista como una herramienta para desconocer
las reglas de caducidad previstas en el ordenamiento jurídico, las cuales
constituyen un límite temporal de orden público previsto por el legislador para
acudir a la administración de justicia, especialmente cuando se acude al
amparo constitucional con el fin de cuestionar o desestabilizar los vínculos
familiares que se han construido con el paso de los años. Por esta razón, en el
caso concreto, si bien existe una prueba de que el actor no es el progenitor del
menor Juan Diego, la inactividad de éste durante ocho (8) años, implica que
aceptó su rol como padre del citado menor.

En este orden de ideas, frente a la posible configuración de un defecto


sustantivo por desconocer el mandato constitucional que señala que se le debe
dar prevalencia al derecho sustancial sobre las formas, encuentra la Sala que
en este caso efectivamente la declaratoria de la caducidad de la acción no es
desproporcionada, pues-como se mencionó anteriormente– el actor tenía el
deber de acudir a la administración de justicia para reclamar la protección de
sus derechos en el término estipulado. La aplicación de dicha norma tiene
como fin proteger la seguridad jurídica y preservar la estabilidad de las
relaciones filiales, por lo que su desconocimiento implicaría la afectación de los
derechos del menor Juan Diego Sánchez Ramírez y, a su vez, un amparo a la
desidia e inacción del actor[59].

Por otra parte, en cuanto a la posible configuración del defecto fáctico, es claro
que el juez no estaba habilitado para analizar el fondo del asunto, ya que se
acreditó la caducidad de la acción, siendo procedente el rechazo de plano de la
misma[60]. Así las cosas, la falta de análisis de las pruebas de ADN no puede
ser entendido como un error por parte del operador judicial, frente a un
trámite procesal que desde el inicio estaba llamado a ser rechazado.

7.4. En conclusión, la Sala confirmará la decisión del juez de segunda instancia


y denegará la solicitud de amparo, por cuanto, en el presente caso, no existe
vulneración de los derechos alegados por el demandante.

IV. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Sala Tercera de Revisión de la Corte


Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de
la Constitución,

RESUELVE

PRIMERO.-CONFIRMAR la sentencia del 22 de enero de 2013 proferida por


la Sala de Decisión Civil-Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Manizales que denegó el amparo solicitado por el señor Yhon Eduar Sánchez
Henao.

SEGUNDO.-Por Secretaría General, LÍBRESE la comunicación prevista en el


artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.

Notifíquese, comuníquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y


cúmplase.

LUIS GUILLERMO GUERRERO PÉREZ

Magistrado

GABRIEL EDUARDO MENDOZA MARTELO


Magistrado

JORGE IVÁN PALACIO PALACIO

Magistrado
 
 
 
MARTHA VICTORIA SÁCHICA DE MONCALEANO
Secretaría General

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