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Condenado: Luís Gonzalo Román Flórez

Delito: Homicidio agravado


Radicado: 05001 60 00206 2008 03661
(0055)


DISTRITO JUDICIAL DE MEDELLÍN
SALA PENAL DE DECISIÓN

Medellín, martes, veinticinco de mayo de dos mil diez


Acta número 0061

Magistrado Ponente
Ricardo De la Pava Marulanda

Por apelación interpuesta y sustentada en debida


forma por la defensa, conoce esta Corporación el fallo emitido por
el Juzgado Dieciocho Penal del Circuito con funciones de
Conocimiento de Medellín, el nueve de septiembre del año pasado,
mediante el cual declaró responsable penalmente al acusado LUIS
GONZALO ROMAN FLOREZ de la autoría del delito de HOMICIDIO
AGRAVADO en el grado de TENTATIVA, y lo condenó a la pena

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principal de prisión de doscientos (200) meses y la accesoria de


inhabilitación en el ejercicio de derechos y funciones públicas por
ese mismo lapso.

1. HECHOS

Fueron narrados así por el sentenciador de primera


instancia:

“En las primeras horas de la noche del domingo


10 de Febrero de 2008, LUIS GONZALO ROMAN FLOREZ y
su compañera MARY LUZ ANDRADES PALACIOS se
ocupaban en labores de trasteo de la segunda planta a la
tercera, en la edificación distinguida con el No. 3 A 15 d el
barrio Limonar 1 del Corregimiento San Antonio de Prado.
Por baladí motivo, como fue el quejarse la fémina por la
ubicación que el varón había dado a su televisor, se suscitó
una nueva discusión, como venía ocurriendo en los últimos
meses, al parecer, propiciadas por la mujer, por lo cual optó
aquél por retirarse del inmueble, habiéndose llevado
consigo a la menor de 14 meses MARCELA ROMAN
ANDRADES, hija de ambos, para retornar una media hora
después, y como MARY LUZ insistiese en sus reclamos, de
nuevo LUIS GONZALO salió de la casa con su pequeña.
Todo parece indicar que regresó luego de algún tiempo
prudencial y con su consentida niña se acostó sobre un
colchón en una de las habitaciones desocupadas; mas,
cuando su mujer se percató de su presencia, le recriminó
porque la infante ya dormía sin que le hubiese colocado la
pijama y en medio de este nuevo altercado, tomó el
auricular del teléfono e inquirió por el abonado de la
Estación de Policía de San Antonio.

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“Momento después, retornó a la habitación


donde había dejado a su concubino con la niña y percibió
un penetrante olor, lo que le llenó de preocupación porque
el procesado tenía en la casa varias sustancias químicas,
restante de sus actividades laborales, y mayor fue su
alarma cuando se percató que aquél le apuraba el tetero a
la infante. En el acto, presa del pánico en sus brazos tomó
la niña dirigiéndose hacia la puerta principal y como no la
pudo abrir se asomó a un balcón llamando a sus parientes,
a uno de los cuales lanzó a la menor. Cuando pudo por fin
salir en un taxi se dirigió a la Clínica Antioquia del vecino
municipio de Itagüí y allí de inmediato se le prestó la
atención urgente que el caso requería y se logró salvar la
vida de la infante.

“Una vez LUIS GONZALO ROMAN le dio a ingerir


el tóxico a la niña, también él apuró una porción, y por sus
efectos, exánime se le vio en el piso y de allí fue recogido
por algunos jóvenes vecinos con el ánimo de llevarlo ante
las autoridades policivas, empero como se percataron que
su estado de salud también era precario, a su vez, le
llevaron a otro centro asistencial en donde también se le
dio la atención que el caso requería…”.

2. ANTECEDENTES PROCESALES

El 11 de febrero de 2008, se celebraron las


audiencias preliminares concentradas de legalización de captura,
formulación de imputación por parte de la Fiscalía, y medida de
aseguramiento consistente en detención preventiva en centro
carcelario, ante el Juez 18º Penal Municipal con función de Control
de Garantías de Medellín. El 10 de marzo de ese mismo año la
Fiscalía 216 Seccional presentó el escrito de acusación por Homicidio
agravado en el grado de tentativa. La audiencia del ramo se celebró

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el 2 de abril. La preparatoria el 24 de abril y el juicio oral se llevó a


cabo el 2 de julio de esa anualidad, cuando el Juez de conocimiento
anunció el sentido del fallo condenatorio que materializó en la
sentencia del 22 de julio, el cual fue recurrido en apelación por l a
defensa.

Esta Corporación, en decisión del 26 de septiembre


de 2008, decretó la nulidad de la sentencia y del juicio oral, al
advertir la ausencia de una prueba pericial de capital importancia
para la solución del caso. El 20 de noviembre, el Juzgado reinició la
audiencia de juicio oral dándole paso a la evacuación de la pericia
estimativa psicológica deprecada por la defensa. Luego de la
presentación del informe pericial (fls. 268 a 275), se inició el
testimonio del perito en audiencia de marzo 26 de 2009, culminado
el cual, se dispuso la práctica de pericia psiquiátrica solicitada por el
Ministerio Público (audiencias del 2 y 3 de abril de 2009), decisión
que fue apelada por la defensa y confirmada por esta Corporación
el 21 de mayo del año anterior, pero finalmente no se llevó a cabo
la pericia porque el acusado se negó a la misma. El 19 de agosto de
2009 se clausuró el juicio oral y se emitió sentido del fallo de
culpabilidad, materializado en la sentencia del 9 de septiembre
último que es objeto de conocimiento de la Sala por vía de
apelación.

3. LOS MOTIVOS DEL DISENSO

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La defensa acude a la segunda instancia en procura


de la revocatoria del fallo de primer nivel, argumentando
principalmente que su representado cometió la conducta que se le
endilga en estado de inimputabilidad generado por un trastorno
mental transitorio sin base patológica, por lo que en su opinión,
debe ser liberado y reconocerle esta figura. Fundamenta su tesis
con los siguientes argumentos:

a). El Juez cuestiona la idoneidad del perito


psicólogo de la defensa porque no ejerce la especialidad clínica sino
que se graduó como sicólogo social y tiene preparación en psicología
criminal, lo que no es acertado porque el peritaje contiene una
acertada fundamentación técnica y se refiere al estado de trastorno
mental que padecía el agente al momento de la comisión de la
conducta, lo que dedujo de los 3 test practicados al paciente y si
bien los jueces no se encuentran necesariamente vinculados al
concepto pericial en esta materia, sí deben tener elementos
probatorios contundentes que le permitan separarse de los mismos,
lo que no sucede en el presente evento donde la Fiscalía no presentó
otro medio de conocimiento similar que lo contradijera.

b). El experticio del psicólogo JUAN DAVID


GIRALDO ROJAS tiene una alta fundamentación técnica en cuanto
examinó las características de la personalidad base (la usual) y la
dinámica de esa personalidad. Esa base consistía en una fobia por
la policía, dado un trauma infantil que afloró cuando la esposa del
acusado lo amenazó con la llamada a la Policía, lo que permitió una

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reacción de las denominadas “corto circuito” (amnesia disociativa)


y que no se concretó en episodio de amnesia o adormilamiento,
como lo censura el Juez para desestimarla, porque el paciente
también se envenenó.

c). Lo que el psicólogo dedujo del examen al


acusado fue el estado de trastorno mental que padecía al momento
de realizar el hecho, no en la fecha de la evaluación psicológica como
lo entendió erradamente el juzgador de primera instancia y que
permitió también la desestimación de este medio de conocimiento.

d). El fallo desconoce que el detonante para la


reacción sicótica del acusado en contra de su hija, fue la “cantaleta”
que permanentemente le dispensaba su esposa, pues esto fue
aceptado por la señora MARY LUZ ANDRADES, quien en su
declaración vertida al juicio oral, admitió que fue por el trato
humillante, egoísta y desaforado de su parte hacia su marido que
éste intentó segar la vida de su hija y la suya propia, pues la
intensidad de la confrontación familiar el día de los hechos aunado
al llamado a la Policía permitió la trastornada reacción del acusado.
Además, el psicólogo entrevistó a la mujer y pudo observar que por
ser la que trabajaba y proveía para el hogar, ejercía una actitud de
superioridad que la llevaba a dar “cantaleta” permanente, adicional
a que había perdido el amor y el afecto por su compañero marital.
De tal manera que no puede colegirse que el hecho se produjo por
intolerancia del acusado, como erradamente lo hace el juzgador de
primer nivel.

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La Fiscalía no recurrente se opone a los


planteamientos de la defensa y solicita la confirmación del fallo
impugnado. Fundamenta su posición indicando que no presentó un
perito porque ya obraba uno en el proceso. Además porque el
acusado se negó a colaborar con el psiquiatra de Medicina Legal que
lo iba a examinar. La Fiscalía no discute la idoneidad del psicólogo
que presentó la defensa pero estima que al no tener la especialidad
clínica, su labor puede no ser la mejor. En su opinión el perito idóneo
hubiera sido el psiquiatra forense.

Añade que el experto habla de “impresión


diagnóstica”, lo que vale para el momento de la entrevista, no para
su estado el día de los hechos. Así las cosas, no se pudo establecer
con certeza qué ocurrió ese día en la mente del acusado. Este fue el
parecer del Juez y ello no resulta incorrecto. De otro lado advierte
de menos la historia clínica que muestre las fobias o el trastorno que
pudiera padecer el procesado.

Finalmente pone de presente que los problemas


conyugales eran de vieja data y por tanto ya los conocía el acusado,
lo que descarta un factor detonante desconocido (la cantaleta o el
llamado a la Policía).

El señor representante de la víctima se muestra en


todo de acuerdo con el defensor y estima que el acusado obró en
estado de trastorno mental transitorio; que el experto presentado

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por la defensa aclaró este aspecto concluyendo contundentemente


en ello. Si la Fiscalía no presentó un perito de refutación, es su
problema. Añadió que el hecho de que no exista historia clínica del
procesado indicativa de las fobias o trastornos se explica en que no
había ocurrido antes un episodio como el que se investigó en este
proceso. Finalmente advierte que se demostró el agente es un padre
amoroso y dedicado a su hogar.

4. CONSIDERACIONES DE LA SALA

Dado el carácter rogado de la segunda instancia, la


Sala abordará el estudio del único tema de disenso que constituye
el problema jurídico puesto a nuestra consideración: La
inimputabilidad por trastorno mental transitorio sin base patológica
en la que pudo haber actuado el acusado al suministrar formol en
un tetero a su hija menor la noche del 10 de febrero de 2008.

Marco teórico de la discusión.

Como en el fallo de primera instancia, el Juez, y en


el debate de sustentación del disenso, la defensa, utilizaron de
manera indiscriminada términos técnicos propios de la psicología y
la psiquiatría para fundamentar su visión del asunto, debe la Sala,
en esta primera parte de la sentencia de segundo nivel ponerle
orden conceptual al discurso para ubicar en su real dimensión

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teórica las categorías psicológicas y psiquiátricas que se van a


emplear en solucionar el problema jurídico. Hecho lo anterior, en un
segundo segmento, se analizará el aspecto jurídico de la
controversia, es decir lo relacionado con la inimputabilidad que
depreca la defensa y que niega el juzgador primario.

El hombre, como objeto de conocimiento


psicológico es infinitamente complejo y como tal debe examinarse
en el plano de la personalidad. Esta la podemos definir como una
estructura anímica estable del hombre en particular, con todas sus
similitudes y diferencias con los demás individuos. La personalidad
así es la totalidad mental que distingue a cada individuo humano
concreto como ser único e irrepetible, expresada en el estilo con que
vive. Ese individuo manifiesta su personalidad a través de las
vivencias, entendida como tal la auto-percepción en una situación
determinada; la estructura anímica momentánea o temporal que
vincula al hombre con su circunstancia. Examinar una vivencia es
aprehender el conocimiento de los motivos que pueden haber
llevado al individuo a comportarse de tal o cual manera. Así las
cosas, lo que el psicólogo o el psiquiatra valora del hombre es su
personalidad frente a una vivencia determinada.

Existen personas cuyo funcionamiento mental es


equilibrado, otras que actúan desequilibradamente, y otras que
están en plano de lo que la psiquiatría denomina “idos”. En los dos
primeros casos la dinámica mental puede desarmonizarse y esos
desajustes son provocados por una causa, es decir tienen un origen

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en un agente que afecta el sector mental de la persona creando


disturbios en su funcionamiento. Según sea la naturaleza del agente
perturbador, así mismo se manifiesta el comportamiento
desequilibrado.

Los agentes perturbadores son de 3 clases:


materiales exógenos como el alcohol que enturbia la conciencia,
un trauma craneal que lesiona el cerebro que produce un déficit
cognitivo transitorio o permanente, algunas patologías virales o la
degeneración interna de las neuronas. Esos agentes materiales
exógenos dan lugar a comportamientos anormales que se
denominan psicosis de base orgánica que por lo general
desencadenan pérdida del discernimiento comportamental que,
cuando se agudiza, se manifiestan en obnubilación de la conciencia,
y, finalmente, en su fase crónica, se presentan como deterioro
global de la personalidad.

La segunda clase de agentes perturbadores son los


denominados agentes inmateriales exógenos que actúan sobre
la mente humana haciéndola variar y que puede generar
comportamientos anormales como un agravio, la pérdida de un ser
querido, entre otros. Cuando en este plano la manifestación
emocional desagradable, emerge como respuesta a una vivencia, es
de alta intensidad, puede conducir a conductas “extrañas” o
anormales que la psiquiatría denomina “desarrollo reactivo-
vivencial anormal” o mejor neurósis. (Recuérdese que esta fue
la conclusión del perito que llevó la defensa al juicio oral como el

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padecimiento del acusado en lo que él denominó impresión


diagnóstica). Dentro de este cuadro clínico podemos colegir,
entonces, que la neurosis es un estado emocional desagradable que
se traduce en una reacción motivada a una vivencia adversa
producida por la acción de un agente nocivo exógeno inmaterial.

Debe aclararse que los agentes inmateriales


exógenos nunca generan enajenación mental, que es una patología
permanente. Estos son causados por los denominados agentes
nocivos endógenos que constituyen la tercera clase de agentes
perturbadores del pensamiento, que generan las denominadas
psicosis primitivas de las cuales se distinguen dos clases: la psicosis
esquizofrénica y la maniaco-depresiva, hoy conocida como trastorno
bipolar, que se caracterizan por la presencia de disturbios psíquicos
cualitativos importantes.

Para evaluar la normalidad mental se utiliza por los


expertos un criterio estadístico que parte de la lógica
comportamental de la generalidad de los humanos en cuanto a su
equilibrio emocional (toman con serenidad las vivencias, toman
decisiones firmes y toleran vivencias adversas), de tal manera que
en estos términos comunes, existe “normalidad mental”. Si la
personalidad del individuo estudiado encaja en ese entendimiento
de normalidad, se califica como normal. En caso contrario, se ubica
en el difuminado concepto de “anormal”.

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La vida afectiva del hombre es dialéctica, sufre


permanentes variaciones que le permite reaccionar de una manera
determinada frente a la naturaleza e intensidad de los estímulos. La
reacción psíquica expresa la personalidad del sujeto y no siempre
es previsible; se entiende normal si la respuesta afectiva es
proporcional con respecto a la vivencia que la originó (en cuanto a
intensidad y duración) y anormal cuando es desproporcionada en su
intensidad y duración. El mejor ejemplo de una reacción vivencial
extremadamente intensa se encuentra en la emoción violenta,
que corresponde psiquiátricamente con lo ocurrido en el caso bajo
estudio.

Finalmente, debe decirse que la psiquiatría y la


psicología han estudiado detenidamente el poderoso motor de
comportamiento individual que enmarca las emociones violentas.
Todas las investigaciones al respecto han concluido que éstas no
sólo son una respuesta del comportamiento, sino también un rasgo
del carácter que se define como sub-factor de la personalidad. El
temperamento responde negativamente ante estímulos leves. La
clave radica en lo que la psicología llama atribuciones, es decir el
modo como se interpretan los hechos. La forma como las personas
perciben los estímulos exógenos depende de la personalidad, de las
experiencias, del control que se tenga sobre las emociones, de la
forma como se enfrenten y resuelvan los problemas y de la decisión,
voluntad y esfuerzo que se realiza para cambiar el recuerdo
inmediato de esas experiencias negativas. La hostilidad neurótica
como respuesta a estímulos negativos se asocia a los rasgos del
carácter como propensión al estrés, poca o reducida capacidad de

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afrontar la vida y frecuentes emociones negativas, incluso la ira no


expresada que se almacenan en la psique y que tarde o temprano
afloran con emociones violentas, que parece fue lo que ocurrió en el
caso examinado según se analizará subsiguientemente.

El caso concreto. La situación de trastorno


mental transitorio que se reclama y la inimputabilidad.

Dice JESUS ORLANDO GÓMEZ LÓPEZ en su obra “El


delito emocional” que “ el derecho penal fundamenta la responsabilidad por el
delito, en el hecho de que el hombre normal tiene capacidad para
determinarse (con relativa autodeterminación), para comprender y orientar
su conducta; el hombre, gracias a la capacidad de prever, puede anticiparse
los fenómenos en la mente y, por ello dirigir su comportamiento, es decir, que
el hombre es capaz de autodeterminación conforme a sentido…”. (El delito
emocional. Ediciones doctrina y ley 1995).

La imputabilidad significa capacidad de


culpabilidad, según tiene establecido la dogmática moderna y por
eso a quien tiene esa capacidad y comete un delito se le emite el
juicio de reproche pues, además de los elementos cognitivo y
volitivo, tiene la capacidad de comprensión de lo injusto y la
determinación de la voluntad. En términos mucho más estrictos, es
la voluntad que decide el delito lo que hace culpable al autor. Pero
cuando esa voluntad de decisión del injusto no existe o se encuentra
oscurecida por factores exógenos o internos del individuo (trastorno

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mental, inmadurez sicológica y eventos de similar catadura)


decimos que no existe culpabilidad, bien porque se presenta una
causal de remoción de la responsabilidad, ora porque el individuo
no es capaz de ser culpable (inimputable).

Dentro de este marco se puede afirmar que la


incapacidad para comprender la criminalidad o trascendencia
jurídica del acto, o para determinarse conforme a una sana
comprensión, hace a la persona inimputable. Estas situaci ones se
presentan dentro de lo que se denomina locura permanente o
transitoria (antiguamente se denominaba impropiamente como
sugestión patológica y hoy trastorno mental transitorio). Este último
elemento de la inimputabilidad excluye la dinámica normal de la
conciencia en forma transitoria, interfiriendo en la dirección del
hecho, para después recobrar el individuo su normalidad psíquica.
Es lo que alega la defensa y desatiende el juzgador.

Veamos en qué medida esta causal de


inimputabilidad encaja en el caso sometido a estudio de la Sala.

LUÍS GONZALO ROMÁN FLOREZ, el acusado, es una


persona de 32 años de edad, de bajo perfil académico y cultural,
humilde trabajador en una empresa de químicos, sin antecedentes
de violencia familiar ni social, con dos relaciones maritales, la
primera fracasada y la segunda, bastante disfuncional hasta que se
produjo el hecho materia del proceso. De los medios de

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conocimiento llevados al juicio oral se pudo establecer con certeza


que el acusado intentó efectivamente darle muerte a su hija de 14
meses en ese entonces, dándole a tomar un veneno, luego que él
mismo ingiriera dicha sustancia con el propósito de suicidarse. El
motivo impelente fue una fuerte discusión con su esposa ese día en
la que ésta lo maltrató de palabra y lo expulsó de la casa, en un
episodio más de esta repetida conducta violenta que la señora MARY
LUZ ANDRADES PALACIOS le prodigaba de tiempo atrás. Ella misma
reconoció en su intervención testimonial que fue la “culpable” de lo
sucedido, por su comportamiento humillante, violento y agresivo
para con el marido y que lo atormentó por un buen tiempo hasta
que el día de los hechos se produjo la desproporcionada reacción
del acusado.

En términos de normalidad psíquica tenemos que


aceptar que los conflictos conyugales de baja y media intensidad
(en estos últimos se presentan los primeros brotes de violencia
familiar como insultos) normalmente no desencadenan
desequilibrios mentales mayores aunque sí permiten acumular
sentimientos negativos en la conciencia del individuo que no
generan disturbios en los planos cognitivo y volitivo. Pero cuando
esos conflictos son de alta intensidad y además continuos, en los
cuales ya hay presencia de agresiones físicas y se hace inminente
la ruptura de la convivencia marital, surge la alta posibilidad de
desenlaces cruentos de cualquiera de los miembros de la pareja,
generalmente de quien ostenta condiciones psicológicas menos
estables, es decir, de quien tiene traumas desde la infancia por venir
de una familia disfuncional o por vivencias negativas como abusos

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sexuales, discriminación social, pobreza, inopia y marginalidad (esa


la razón para la diminuente del artículo 56 del Código Penal).

En efecto, en estos casos extremos, la iniciativa de


lo que se denomina “tierra arrasada“ para significar el acto de dar
muerte a la pareja y luego suicidarse, está en cabeza del miembro
de menor equilibrio emocional, generalmente el varón dadas las
condiciones socioculturales de las familias en nuestro medio, donde
éste no visualiza otra salida al conflicto que la muerte de su pareja
y la suya propia, como una forma de poner fin a la situación. Una
decisión de esta naturaleza generalmente está precedida de fuertes
confrontaciones verbales y físicas, y, amenazas de ruptura familiar,
que si recae sobre un individuo que ha hecho de su familia la razón
de su vida, fácil asume la decisión homicida, para remover el objeto
del problema, y luego se suicida como forma de escapar de la
realidad.

Dentro de este entorno fue que se presentó en el


caso examinado, la reacción violenta y homicida por parte del
acusado. Se demostró en el juicio oral que la señora MARY LUZ
ANDRADES PALACIOS decidió unirse maritalmente con el señor
ROMAN FLOREZ, una persona de menor condición social, cultural y
económica que la suya, por lo que asumió las riendas del hogar y
era quien tomaba todas las decisiones. Dentro de estas reglas de
juego que había aceptado el acusado, se desenvolvió la dinámica
familiar, pero, como suele suceder en estos eventos, el tono de la
superioridad fue acentuándose hasta el punto de las agresiones y

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en una ocasión la mujer atacó con arma cortopunzante a su marido


y lo expulsó de la casa, en otra ocasión le lanzó agua hirviendo a su
rostro y permanentemente lo insultaba llegando a la humillación.

De lo que se supo en el proceso, el hombre


soportaba estas agresiones sin respuestas similares distintas a la de
abandonar transitoriamente la casa llevándose a la hija de la pareja,
de escasos meses de vida, para luego retornar cuando creía la
situación se había calmado. Dos aspectos importantes desde el
punto de vista psicológico y psiquiátrico se pueden analizar en la
respuesta de huída del acusado: la acumulación de emociones en su
conciencia (plano afectivo) dado el silencio a las múltiples y
permanentes agresiones a que era sometido, constitutivas de
vivencias negativas, y el hecho de llevarse a la niña, que para ese
momento era la razón de su vida y que finalmente fue la víctima de
la reacción violenta, lo que en el plano de la perturbación psíquica
se explica como una forma de “castigo a la madre” generadora del
problema, que aunque atípica en el plano de las emociones violentas
responsivas, sí encajan en el cuadro clínico psiquiátrico de acto
reactivo en una mente perturbada, como explicaremos más
adelante.

La pregunta que constituye el eje de la discusión es


si esa reacción violenta que no atentaba contra la persona que causó
la respuesta, sino contra una indefensa menor, puede entenderse
como un acto cometido en estado de trastorno mental transitorio?
Para responderla partimos de la reflexión académica con la que

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finalizamos el acápite anterior, es decir, si el ataque a la niña fue


consciente, deliberado, doloso y producto de una voluntad libre,
según la psiquiatría o fue producido por el fenómeno “reacción en
corto circuito” que constituye el aspecto toral del disenso.

Como se indicó en los párrafos anteriores, el


trastorno mental transitorio es un estado negativo de la conciencia
por perturbación temporal del proceso volitivo y cognoscitivo de la
acción, producida por causas endógenas o exógenas, como una de
las explicadas en el entorno teórico con el que abrimos la parte
considerativa de esta providencia, que impulsa al sujeto agente a
realizar un comportamiento anormal potencialmente antijurídico.
Esta anomalía psíquica es aceptada por la mayoría de países del
mundo dentro del marco de la inimputabilidad por trastorno mental
transitorio, que la legislación penal colombiana ha asumido como
uno de los elementos de irresponsabilidad penal.

Mucho se ha discutido sobre las causas generadoras


de una perturbación mental transitoria pues sus disímiles orígenes
permiten arribar a conclusiones diferentes en el plano subjetivo de
la conducta. Nuestro país, de tiempo atrás aceptó el instituto y la
jurisprudencia finalmente resolvió la controversia doctrinaria que se
presentaba. Dijo así la Corte Suprema de Justicia en casación de
octubre 13 de 1982:

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“…Puede tratarse de una anomalía biosíquica ubicable


dentro de la sintomatología clínica propia de una verdadera psicosis,
de una grave forma de sicopatía o de una compleja modalidad
siconeurótica ( como la que tenemos en este proceso); pero también
es posible que una excepcional y honda aunque pasajera conmoción
emotiva que obnubila la conciencia o una también transitoria, pero
igualmente profunda alteración del intelecto y de la volición… Lo
que importa en estos casos, no es, entonces, el origen mismo de la
alteración biosíquica sino su coetaneidad con el hecho realizado, la
magnitud del desequilibrio que ocasionó en la conciencia del actor
y el nexo causal que permite vincular inequívocamente el trastorno
sufrido a la conducta ejecutada…”.

La jurisprudencia ha mantenido en este aspecto la


misma línea y en estas condiciones, para arribar a la conclusión,
debe el juzgador examinar el contexto probatorio, incluidas las
pericias estimativas sobre la materia, dejando de lado las
discusiones sobre la etiología del trastorno, pues perfectamente,
como en este caso, puede ser una conducta humana exógena
repetida humillante, violenta y profundamente agresiva para la
psíquis del agente, que le permita la obnubilación transitoria de las
esferas cognitiva y volitiva, y lo lleve a una reacción
desproporcionada, frenética y, obviamente sin la posibilidad de
aplicar los frenos inhibitorios que normalmente el derecho le exige
a las personas en su interacción social ordinaria. Es decir, al alegado
shock cortocircuito en el que fundamenta la defensa su discurso de
censura.

La reacción en corto circuito la describe así el


psiquiatra ruso SLUCHEVSKI citado por FLORENCIO VILLA LANDA
en su obra “Psiquiatría”. Editorial Grijalbo. México 1960. Página83:

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“Próximo al efecto patológico se encuentra la llamada


reacción de corto circuito, que aparece después de una vivencia
prolongada de fuerte tono afectivo negativo. Bajo la influencia de
constantes y prolongadas ofensas, insultos y denuestos, en algunas
personas se forma un punto patológico permanente. Cualquier
nueva excitación de este punto lleva consigo una explosión motora
rápida que se manifiesta en actos socialmente peligrosos, algunas
veces el homicidio; pero, sin embargo, en estos casos no hay
obnubilación de la conciencia, y el individuo recuerda después de lo
sucedido. Estas personas también se consideran irresponsables casi
siempre...”.

El profesor FEDERICO ESTRADA VELEZ, en su obra


“Manual de Derecho Penal”. Medellín. Editorial Saleciana.1972,
página 318 dijo sobre la reacción en corto circuito como causal de
inimputabilidad:

“Se caracterizan porque se producen fuera de todo


control de la voluntad, se asimilan a los estados de inimputabilidad ,
pues constituyen manifestaciones mórbidas de una personalidad…” .

El psiquiatra VALLEJO NAJERA explicó en su obra


“Tratado de Psiquiatría”. Madrid Editorial Salvat. 1949, página 195,
citado por el profesor GOMEZ LOPEZ, que “esta situación surge ante la
presencia de un repentino impacto emocional, que deja anulada la voluntad,
afecta en forma profunda la capacidad de entender y querer, invalida
momentáneamente la inteligencia y la voluntad. Se presenta en la práctica
una imposibilidad de resistir la reacción, y se produce el proceso fulminante
de autosugestión patológica…”.

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Claro resulta para la Sala que en este caso se


presentó en el acusado una reacción corto circuito con el perfil que
de ella ha aceptado la psiquiatría, pues como se demostró en el
proceso, las constantes agresiones verbales y físicas a que fu e
sometido por su compañera permanente, situación reconocida por
ella en el juicio oral, desencadenaron, el día de los hechos, en una
reacción violenta primaria que privó al agente de una cognición y
volición libres. Desafortunadamente la dirección de su acción
reactiva se orientó hacia su hija, sobre lo cual pueden existir
múltiples explicaciones psicológicas pero que en manera alguna
puede desnaturalizar el carácter de tal, es decir, que se concretó en
el especial estado de shock corto circuito.

Lo que sí debe aclararse es que por ser una especial


forma de trastorno mental transitorio, debe ser recibida por el
instituto jurídico penal de la inimputabilidad a través de la expresión
normativa que contiene el artículo 33 del Código Penal “o estados
similares”, pues en estricto sentido técnico, el trastorno mental
transitorio y el shock corto circuito guardan una diferencia: aquél se
caracteriza por la obnubilación total de la conciencia donde el agente
no sabe lo que hace o no mide la trascendencia del comportamiento
agresivo, y en éste el agente tiene una oscuridad parcial de la esfera
de la conciencia, donde sí sabe lo que está haciendo y puede medir
el alcance y los efectos de su acto, sólo que no puede evitarlo o
portarse de otra manera, dada la perturbación transitoria de su
intelecto y su voluntad. Por eso la doctrina recomienda su ubicación
en el plano de la inimputabilidad.

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Algunos países como Argentina han regulado este


trastorno con figuras de la teoría del delito como la “culpabilidad
disminuida” o la “imputabilidad disminuida o precaria”,
creando tipos penales especiales para los delitos más graves que el
sujeto agente comete en este específico estado de alteración de la
conciencia pero con penas muy cortas. El fundamento es la dificultad
de diferenciar una acción con sentido de una acción sin sentido. Se
puede reconocer la diferencia de una acción racional de otra
irracional al establecer que el sujeto pudo realizar algunos
movimientos con intención entendible para la lógica del observador,
lo que trasunta al menos la existencia de un resto de raciocinio e
intención de concretar un acto con significado y al no ser un estado
de alienación mental, sólo puede explicarse en el plano del trastorno
mental transitorio pero incompleto. Por eso el Código Penal
argentino en su artículo 81 señaló:

“1° Se impondrá reclusión de tres a seis años o prisión


de uno a tres años: a) Al que matare a otro, encontrándose en un
estado de emoción violenta y que las circunstancias hicieren
excusable”.

Independiente de las críticas que puedan


formularse a una disposición tal dentro de la dogmática de la teoría
del delito moderna, en Colombia el asunto se solucionó por el
legislador adicionando al artículo 33 del actual texto penal la
expresión “o estados similares” con lo cual, conductas cometidas
en ese especial estado de trastorno mental, quedan cobijadas bajo

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la figura de la inimputabilidad. No puede olvidarse que de


conformidad con este precepto es inimputable “quien en el momento
de ejecutar la conducta típica y antijurídica no tuviere la capacidad de
comprender su ilicitud o de determinarse de acuerdo con esa comprensión,
por inmadurez sicológica, trastorno mental, diversidad sociocultural
(expresión declarada exequible condicionada en la sentencia C-
370/02) o estados similares”

Con esta fórmula se permitió incorporar a las


causales de inimputabilidad tradicionales otras similares que no se
adecuaban técnicamente a la inmadurez psicológica ni al trastorno
mental transitorio como es el caso de la reacción corto circuito que
estamos analizando, que en estricto sentido científico es un
trastorno mental transitorio incompleto o una reacción por emoción
violenta que está constituida por un binomio jurídico-psiquiátrico. El
ingrediente jurídico de competencia de los jueces consiste en valorar
esas especiales circunstancias que hacen excusable el delito. No
cualquier motivo hace que una acción homicida sea excusable. Se
requiere lo que se conoce como motivo ético que ejemplifica el
psiquiatra JULIO R. ZAZZALI así: “ultrajes, agravios, humillaciones,
afrentas al honor o a la dignidad de la propia persona o de un ser querido,
integran la lista de esos motivos éticos, también llamado justo dolor moral. Es
eso lo que hace entendible el homicidio. Sólo la suma de interminables
agravios puede llegar a saturar a la víctima de los ultlrajes. Colmada su
paciencia, vence la inhibición de actuar, y acciona, concretando el homicidio.”
(Introducción a la psiquiatría forense. Ediciones La Rocca. 2009.
Página 93).

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Como se puede apreciar, el caso bajo estudio se


adecua a este instituto psiquiátrico y por eso resulta admisible su
reconocimiento, tal como lo depreca la defensa. El juicio de
inimputabilidad debe hacerse clínicamente, teniendo en cuenta las
particulares condiciones socioculturales del agente, su formación y
desarrollo moral, la influencia del medio ambiente y, como en este
evento específico, el motivo crimino-impelente, suficientemente
analizado.

El juzgador desestimó la pericia llevada al juicio por


la defensa tanto por la inidoneidad del perito, de quien dijo era
psicólogo social y no clínico con formación de investigador en
sistema acusatorio. En lo tocante con el contenido del informe
pericial que introdujo al juicio testimonialmente, observó el
operador judicial que el mismo refiere textualmente que la
impresión diagnóstica vale para el momento de la práctica del
estudio y no puede extrapolarse al día de los hechos, pero en su
intervención testimonial en el juicio lo hace, destacando que el
factor que motivó la reacción violenta del acusado fue la llamada
que su compañera permanente iba a hacer a la Policía, dado un
trauma subyacente en su conciencia con los uniformados.
Argumentó además el juzgador de primer nivel que
las teorías psicodinámicas no son de recibo por el derecho penal
porque se fundan en un diagnóstico interior que solo el psiquiatra
puede auscultar y, como no intervino en este proceso un psiquiatra,
no puede concluirse con certeza el padecimiento de la alteración
mental del acusado al momento de la comisión del delito que se le

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imputó. Aún admitiendo la existencia de la neurósis, dice el a-quo,


el estímulo no fue súbito sino diferido en el tiempo.

Este criterio del juzgador fue censurado por la


recurrente en los términos ya señalados. Para la Sala, tiene razón
el disenso por las siguientes razones: es verdad que las teorías
psicodinámicas profundizan en la interioridad del individuo para
conocer su estructura subjetiva, por eso indagan por las vivencias
pasadas del hombre, su formación familiar, social y cultural, su
cosmovisión y su microcosmos vivencial. Se pretende con esa labor
diagnosticar (lo que el perito en este caso denominó impresión
diagnóstica) un estatus psicológico presente con dos objetivos:
pronosticar su comportamiento futuro (de lo que se ocupa la
psicología clínica) o valorar su estado psicológico y/o psiquiátrico al
momento de cometer una conducta punible o de cualquier manera
reprochable (de lo que se ocupa la psicología criminal con apoyo en
la clínica, o el psiquiatra). En todos los casos tanto la psicología
como la psiquiatría ingresan en la subjetividad humana y por tanto
resulta un desatino afirmar que por este hecho un peritaje de tal
naturaleza es inviable para el derecho penal. El psicólogo encuentra
comportamientos anormales con un examen presente del paciente,
y diagnostica probables trastornos mentales, y el psiquiatra valora
el tipo de trastorno y procura un tratamiento, ya farmacológico, ora
de terapias, pero en todo caso con base en una impresión
diagnóstica que él mismo puede hacer o que hace el psicólogo. En
estas condiciones, el juzgador partió de una base equivocada para
desestimar el peritaje por este aspecto.

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En efecto, un argumento que constituyó parte de la


controversia fue que el perito que acudió al juicio oral emitió su
impresión diagnóstica de neurosis con base en un examen actual
que no aplica para el momento de los hechos. Pues obviamente
cualquiera impresión diagnóstica no puede ser emitida sino es con
un examen actual del paciente, sea psicológica o psiquiátrica, de tal
manera que un argumento tal constituye un verdadero dislate
técnico. Reiteramos que la conclusión del perito siempre parte de
un diagnóstico previo para cotejar esa estructura sicoafectiva que
encuentra con los hechos que se investigan en el proceso. Por eso
es el Juez y no el perito quien, con base no solo en el peritaje sino
en todos los medios de conocimiento que se aportan al juicio oral,
quien determina si el acusado es o no inimputable, lo que lo debe
llevar a examinar el contexto probatorio. El experto se limita a
conceptuar, con base en el examen presente y los hechos y
circunstancias que ofrece el proceso, si el individuo pudo o no haber
actuado al momento de cometer el comportamiento punible dentro
de un estado de trastorno mental o una situación similar, como la
que se evidenció en este caso, o si pudo comprender o no la
dimensión jurídica de su acto, así como si pudo o no
autodeterminarse (direccionar su voluntad hacia otro resultado)
conforme a esa comprensión. La decisión jurídica corresponde al
operador judicial.

De otro lado la crítica a la idoneidad del perito que


hace el juez es cierta desde la óptica formal pues su especialidad no
es efectivamente la clínica sino la social que afinca su conoci miento

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en el comportamiento de grupos, multitudes, familias, etnias, urbes


poblacionales y similares en su dinámica, es decir, en plena
interacción de las individualidades que conforman el colectivo
estudiado, lo que necesariamente le exige conocer el plano
psicológico de esas individualidades, para lo cual existen
especializaciones que no se observa haya cursado el perito que
actuó en el juicio oral, según su hoja de vida aportada al plenario.
Por lo demás, su experiencia tampoco es clínica sino en el campo de
la investigación criminal.

Con esta visión podemos decir que la idoneidad


científica del perito no es la mejor en tanto que en el asunto materia
de valoración debió intervenir mejor un psiquiatra y en su ausencia
un psicólogo clínico en cualquiera de las especialidades
conductuales. Sin embargo, no puede descartarse rotundamente
este medio de conocimiento por esa razón, como parece hicieron
tanto el Juzgador de primera instancia como la Fiscalía interviniente
pues el artículo 408 de la Ley 906 de 2004 dispone que podrán ser
peritos no sólo los titulados legalmente reconocidos en la respectiva
ciencia, técnica o arte, sino también personas de reconocido
entendimiento en esas materias, incluso sin título profesional,
exigencia que, como se aprecia de lo probado en el proceso,
satisface plenamente el señor JUAN DAVID GIRALDO ROJAS.

Ahora bien, cumplido este requisito legal de


idoneidad y satisfecha la exigencia del artículo 415 ibídem, es decir
establecida la base de la opinión pericial a través del informe

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previamente elaborado y trasladado a los sujetos procesales


intervinientes, rindió un detallado y extenso testimonio explicando
su opinión pericial sobre el asunto materia de su intervención, que
para la Sala es atendible en tanto que se apreció profundidad en sus
conocimientos y una fundamentación técnica importante, necesaria
para la solución del caso sometido a estudio.

Por eso la valoración de este medio de conocimiento


que hizo el juzgador no fue la mejor, ya que desconoció los criterios
que para la apreciación de la prueba pericial signó el artículo 420
del estatuto adjetivo acusatorio, es decir, olvidó que en el juicio de
idoneidad no sólo se debe considerar los títulos y especializaciones,
pues ya vimos que la preceptiva procesal permite la intervención en
este nivel de empíricos de reconocido entendimiento en la materia,
como ocurre en el caso examinado (referente a la materia clínica,
pues ya se dijo que es psicólogo social), sino también “la claridad y
exactitud de sus respuestas, su comportamiento al responder, el grado de
aceptación de los principios científicos, técnicos o artísticos en que se apoya
el perito, los instrumentos utilizados y la consistencia del conjunto de
respuestas.”.
Como se puede apreciar en los registros aportados
a la carpeta, contentivos del testimonio del perito, ningún
cuestionamiento puede surgir de la claridad y exactitud de sus
respuestas ya que resolvió con suficiencia técnica los interrogantes
de los distintos sujetos procesales, con destacada solvencia
científica sobre el tema de su intervención. Lo de la impresión
diagnóstica mencionada por la Fiscalía en el debate en esta sede, ya
fue aclarado en los acápites anteriores cuando se indicó que todo

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diagnóstico en psicología es presente pero sirve de base para


explicar conductas retrógradas, lo que permite al operador judicial,
frente a conductas criminales, hacer pronósticos jurídicos futuros,
ya para aplicar y regular las medidas de seguridad ora para definir
la terapéutica adecuada con los expertos psiquiatras o psicólogos.

Dentro de este marco valorativo y con las


acotaciones anteriores sobre la idoneidad formal del perito que
actuó en el proceso, debe considerarse, como lo indicó la censura
en esta instancia, los otros medios de conocimiento recogidos en la
encuesta, que indudablemente apuntan a la inimputabilidad del
sujeto agente, según lo explicado en esta providencia, como los
testimonios de la compañera permanente del acusado, MARY LUZ
ANDRADES, quien en un emotivo relato destacó las cualidades como
padre de su cónyuge, su comportamiento amoroso y dedicado con
la niña y lo que ella estima fue el origen del frenético
comportamiento de aquél: sus permanentes maltratos,
humillaciones y la amenaza latente de separación, lo que lo privaría
de la compañía de la niña.

Pero también la declaración de la suegra del señor


ROMAN FLOREZ, doña CELSA PALACIOS MOSQUERA, quien, con
mucho énfasis, destacó las cualidades del acusado como padre y
esposo, el profundo amor y cuidado por la niña y en general sus
virtudes que lo hacen un hombre bueno.

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Como se puede apreciar, la madre y la abuela de la


niña solo tuvieron palabras de elogio y de reconocimiento para el
acusado por su comportamiento anterior como padre y esposo,
admitiendo que fue la actitud de MARY LUZ la que llevó al desespero
y la locura a LUIS GONZALO, declaraciones que se aprecian
espontáneas, profundamente sinceras y claramente indicadoras del
motivo excusable que tuvo éste para su comportamiento irracional
que lo condujo a dar de tomar un tóxico a su pequeña hija, pero que
inmediatamente dio cuenta de su acción a su cónyuge para evitar la
muerte de la misma, actitudes que psiquiátricamente ubican la
acción en la ya explicada reacción corto circuito, que se erige en un
estado similar al trastorno mental transitorio, suficiente para la
declaración de inimputabilidad, en los términos del artículo 33 del
Código Penal.

Así las cosas, se modificará el fallo materia de


apelación y en su lugar se declarará que el acusado LUIS GONZALO
ROMAN FLOREZ es responsable de la autoría de delito de Homicidio
Agravado tentado cometido en estado de inimputabilidad sin base
patológica, por lo que no habrá lugar a la imposición de medida de
seguridad, según lo dispuesto por el artículo 75 del Código Penal.
Para dar por cumplido el requisito exigido por el inciso 3° del mismo
precepto en cuanto a la indemnización de la víctima, debe advertirse
que la representación de ésta manifestó por escrito su renuncia a
cualquier pretensión indemnizatoria, posición que asumió durante
todo el proceso. En consecuencia, se dispondrá la libertad inmediata
del señor ROMAN FLOREZ.

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Condenado: Luís Gonzalo Román Flórez
Delito: Homicidio agravado
Radicado: 05001 60 00206 2008 03661
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Por lo expuesto, el TRIBUNAL SUPERIOR DE

MEDELLÍN, Sala de Decisión Penal, administrando justicia en


nombre de la República y por autoridad de la Ley,

FALLA

PRIMERO: MODIFICAR la sentencia de origen y


naturaleza conocidos y en su lugar DECLARAR que el acusado LUIS
GONZALO ROMAN FLOREZ es responsable de la autoría del delito
de Homicidio agravado tentado cometido en estado de
inimputabilidad, por estado similar al trastorno mental transitorio
sin base patológica, por lo que no habrá lugar a la imposición de
medida de seguridad, según lo dispuesto por el artículo 75 del
Código Penal.

SEGUNDO: DISPONER la libertad inmediata del


señor LUIS GONZALO ROMAN FLOREZ.

TERCERO: Contra esta decisión procede el recurso


extraordinario de casación en los términos del artículo 183 de la Ley
906 de 2004.

NOTIFIQUESE Y CUMPLASE.

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Condenado: Luís Gonzalo Román Flórez
Delito: Homicidio agravado
Radicado: 05001 60 00206 2008 03661
(0055)

RICARDO DE LA PAVA MARULANDA


Magistrado

PIO NICOLAS JARAMILLO MARÍN


Magistrado

MARITZA DEL SOCORRO ORTÍZ CASTRO


Magistrada

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