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El

poder de nuestras palabras



El lenguaje de los profesores que ayudan a los niños a aprender

Paula Denton, EdD

CAPÍTULO 7:

Lenguaje que redirecciona


Dar instrucciones claras cuando los niños están fuera de la tarea


Un tercero básico está haciendo un proyecto de arte. Macy alza sus tijeras en el aire, la punta de las tijeras
pasa peligrosamente cerca de uno de sus compañeros, mientras enojada explica la razón de por qué no
prestará sus tijeras. “Macy, guarda las tijeras ahora”, su profesora dice firmemente.

Mientras tanto, en el pasillo, Robin corre hacia la entrada de la puerta y grita a la clase.

-“Robin, para” Mr. Rice dice clara y calmadamente. Cuando Robin para y mira al profesor, Mr. Rice dice a
Robin, “Ve a tu clase.”

Otro día, un quinto básico está por hacer un experimento de ciencia con globos. Ms. Addison los reúne en
un círculo para revisar los métodos científicos que están usando, luego los envía a sus puestos con
globos de colores, polvos y otros materiales interesantes.

Inmediatamente, algunos estudiantes empiezan a jugar con los materiales, juegos que
rápidamente comienzan a ser inseguros. Muchos estudiantes están ignorando la tarea, en vez de trabajar
están hablando sobre quién les gusta y quién no de su clase.

Ms. Addison mira alrededor, hace sonar la campanita y dice firmemente, “Paren. Todos vuelvan a su
círculo.” Luego en el círculo, ella claramente restablece las explicaciones de por qué los estudiantes
están haciendo el experimento de ciencias antes de enviarlos a los puestos e intentar por segunda vez.

Idealmente, los profesores pasan la mayoría del tiempo reforzando comportamientos positivos y dando
recordatorios, lo que permite a los estudiantes recordar cómo ellos deben comportarse. Hay ocasiones,
sin embargo, en las que nosotros simplemente debemos darles instrucciones claras e innegociables sobre
qué hacer, como en los ejemplos anteriores.

Cuando los estudiantes están haciendo algo peligroso para ellos o para los demás, cuando están
emocionalmente inhabilitados para recordar las expectativas o pensar razonablemente sobre lo que
ellos supuestamente deben estar haciendo, o cuando por el contrario están profundamente sumergidos
en su mal comportamiento para corregirse, los profesores deben redireccionarlos con palabras firmes que
les digan de manera clara y respetuosa lo que deben hacer ahora mismo. Las redirecciones literalmente
cambian las direcciones de los niños, mentales y psicológicas también. Ellas les dicen a los niños que se
sienten, muevan, cambien de tono o hagan otro cambio visible.
La habilidad de usar el lenguaje para redireccionar conductas permite proveer el control externo que les
muestra a los niños el camino cuando el autocontrol falla. A los alumnos, les da sentido de seguridad que
los adultos les hagan saber que se están haciendo cargo. Como el educador Chip Wood dice, “Cuando no
estés en control, yo lo estaré.”



UN LENGUAJE EFECTIVO QUE REDIRECCIONA

Los profesores dan instrucciones muchas veces al día. Entonces, ¿qué se debe aprender sobre este tipo
de comunicación común? “¿Tú solo le dices a los niños qué hacer y qué no, cierto?” un amigo me
preguntó cuando le conté que estaba escribiendo maneras para redireccionar a los niños. Sí, eso
haces, “solo les dices qué deben hacer”. Pero, todos sabemos que muchas cosas pueden salir mal cuando
le decimos a un niño qué hacer cuando sus emociones están fuera de su control o cuando está muy
concentrado en lo que está haciendo.

Se requiere de conocimiento y práctica para redireccionar a los niños para que actúen diferente, y que
mantenga su dignidad y sentido de pertenencia en el grupo. Aquí van algunos puntos a recordar al
usar el lenguaje que redirecciona:

1. Ser directo y específico.


2. Nombrar el comportamiento deseado.
3. Ser breve.
4. Decir la redirecciones como declaraciones, no como preguntas.
5. Seguir adelante con la redirección dada.

i. Ser directo y específico: “David, m anos en tu cintura”

Una profesora de segundo básico observa a su clase cuando ellos empiezan a exponer sus trabajos.
Ella nota a David muy emocionado y alzando sus manos bruscamente, casi pegándole a sus compañeros
de puesto de forma accidental mientras el tararea para sí mismo. La profesora camina hacia David y
silenciosa, pero firmemente dice, “David, manos en tu cintura”.

Hay dos elementos que destacar de las palabras que usó esta profesora: Ella se

dirige directamente hacia el niño.

Primero, la profesora se dirige directamente hacia David. Si las manos de David se están moviendo
bruscamente, él no está preparado para entender una comunicación indirecta como, “Alguien debe
mantener sus manos bajo control.”

Escuchando esto, David se puede preguntar, “¿Quién en su clase es ese alguien?” Si es que él entiende
que su profesora le está enviando un mensaje indirecto a él, se puede sentir avergonzando porque
toda la clase ha sido invitada a mirar su comportamiento. Este momento embarazoso puede determinar
el sentido de competencia del alumno o llevar a una desconfianza con el maestro.
Por el contrario, al decir “David, manos en la cintura” capta la atención de David rápida y
directamente. Él rápidamente ha sido redireccionado a un mejor comportamiento, y la profesora ha
mantenido una relación cercana y respetuosa con su alumno.

Le dice específicamente a su alumno qué debe hacer


La segunda cosa a notar sobre el lenguaje que usó la profesora, es que le dice a David exactamente
qué debe hacer. “Manos en la cintura” es mucho más específico que decir “Pon tus manos bajo control.”
Por lo distraído que está David, puede no saber cómo mantener sus manos bajo control. Incluso, puede
sentir que sus manos ya están bajo control porque ellas están haciendo exactamente lo que él
quiere que hagan.

Pero, ¿no queremos ayudar a los niños a hacer conexiones entre frases abstractas como “Autocontrólese” y
comportamientos específicos? Sí, pero no cuando su auto control está interferido. Ayudar a los niños
a conectar términos abstractos con comportamientos concretos es productivo cuando les damos
recordatorios o reforzamientos, ambos sirven cuando los niños están calmados
o no teniendo conductas negativas. Cuando esto pasa, están emocionalmente irritados y ponen en peligro
el sentimiento de seguridad de otros estudiantes, necesitamos decirles exacta y claramente qué
hacer.

Estas redirecciones necesitan ser deliberadas y calmadas, con un tono calmado, no enojado. Esto
transmite respeto hacia los estudiantes, incluso cuando no estamos de acuerdo con su
comportamiento.

Ejemplos de usar un lenguaje directo y específico que redirecciona.



En vez de: Trata con:
“Siéntate en un lugar donde puedes “Siéntate en otra mesa donde puedas poner
comportarte” atención a tu trabajo”
“Aquí no tenemos servicio de limpieza” “Limpia tu mesa de trabajo”
“No quiero tener que recordarte sobre la “Trae los libros de matemáticas”
rutina de matemáticas”
“Suena como si alguien tuviera que trabajar “Casey, es tiempo de hacer tu tarea ahora
más duro” mismo”
“¿Quieres que yo tome esos juguetes? “Guarda esos juguetes”

“Sé buen compañero” “Ayuda a Evan a limpiar los papeles”


2. Nombrar los comportamientos deseados: “Todos los ojos sobre Miranda”


Las redirecciones funcionan mejor cuando nombramos lo que queremos más que los
comportamientos no deseados. Miranda está exponiendo su trabajo. Cuando miro a mi alrededor, un
grupo de niños está murmurando con otros y mirando hacia el patio, me siento impaciente. Hemos
discutido, modelado y practicado cómo se debe escuchar de forma respetuosa. Mi primer impulso es
describir el problema.
“Estamos perdiendo su atención”, quiero reprochar el mal comportamiento o me siento tentado a hacer
una pregunta retórica y regañar: “¿Por qué todos ustedes están murmurando?” Ustedes saben la
respuesta mejor que yo. Pero, resisto ese impulso, porque sé que esas palabras solo sonarán como un
regaño y se enfocarán en el carácter de los niños más que en su comportamiento, lo que no será
efectivo. Mientras que la solicitud indirecta de prestar atención a Miranda puede ser clara solo para
algunos estudiantes, no lo será para otros.

Mejor que describir el problema, digo “Todos los ojos sobre Miranda.” Esta frase no desperdicia tiempo
quejándose sobre el mal comportamiento de los niños y no requiere de ninguna inferencia, dice
exactamente qué deben hacer.

La clave: para y piensa antes de dar la redirección


Adquirir el hábito de nombrar los comportamientos deseados puede tomarnos tiempo. Yo luché con
ello cuando empecé a tratar de cambiar mi lenguaje como profesor. Especialmente en los momentos
frustrantes tendía a nombrar los comportamientos no deseados.

La clave para romper con este hábito, era parar y pensar antes de dar la redirección. Sam no está siguiendo
las instrucciones. ¿Qué quiero que haga? Quiero que lea las instrucciones de la página 3. Entonces le digo a
él, “Ve para atrás y lee de nuevo las instrucciones de la página 3”.

Para ser sincero, este cambio no se produjo de un día para otro. Incluso cuando empecé a nombrar
solamente el comportamiento desado, algunas veces me encontraba a mí mismo retrocediendo
diciendo algo como “Hay mucha charla aquí. Dejen de hablar tanto”. Pero, si eso pasaba, yo paraba y
pensaba para agregar “Es tiempo de escribir en silencio ahora”. De esta forma, al menos nombré a los
estudiantes, los comportamientos deseados y no deseados.

Con el tiempo las direcciones positivas vienieron a mi mente con mayor espontaneidad. Invierto menos
tiempo diciéndole a los niños lo que no deben hacer y más tiempo en decirles lo que sí deben hacer.

Ejemplos de nombrar el comportamiento deseado:



En vez de: Trata con:
“Deja de correr” “Para. Camina”
“Muchos de ustedes están perdiendo el “Nosotros empezaremos cuando todos estén
tiempo” sentados con sus carpetas en su escritorio”
“Estas mesas son un desastre” “Limpien sus mesas antes de formarse”
“Por qué se están moviendo antes de recibir la “Paren. Esperen a recibir la instrucción”
instrucción”
“¿Cuántas veces tengo que decir “no hablen “Es tiempo de escuchar”
ahora”?
“¿Por qué no están formados ahora mismo?” “Todos fórmense ahora”
3. Ser breve: “Libros cerrados. Ojos y oídos sobre mí”

Recuerdo un incidente en uno de mis terceros básicos, una de mis muchas escenas en mis primeros
años de docencia. Los estudiantes estaban entusiasmados buscando libros sobre insectos en la biblioteca de
aula, hojeaban las hojas y dejaban los volúmenes descartados por todos los lugares para buscar más
libros. En su deleite, los niños olvidaron las instrucciones para cuidar los libros, que habíamos establecido
cuidadosamente y revisado al comienzo de la actividad. La sala era un caos.

“Okey, todos escúchenme. ¡Esto no está funcionando!” dije, o en realidad, grité. Continué, “Han
olvidado guardar los libros antes de sacar otros nuevos. De lo contrario se perderán y no vamos a tener más
para leer. Eso sería una vergüenza, y será difícil hacer los proyectos sobre los insectos sin los libros para
obtener información."

Algunos niños empezaron a guardar los libros, pero la mayoría continuó desordenando. Mi
ansiedad aumentó. ¿Por qué ellos no me estaban escuchando? ¿No estaban entendiendo? ¿No fui claro
para dar mis razones?

Bueno, sí, me di cuenta más tarde. Di mis razones de forma muy completa, y ese fue el problema. Quería
que los estudiantes no solo se comportaran en orden para aprender y a cuidar los libros, pero también a
entender por qué algunos comportamientos son más productivos que otros y el cómo no seguir las
reglas les afecta de manera personal. El problema fue que en el medio del entusiasmante caos, los niños
no estaban preparados para escuchar y seguir todas estas razones.

Hubiera sido más efectivo captar su atención con palabras directas: “Libros cerrados. Ojos y oídos en mí”.
Una vez que los libros estuvieran cerrados y los niños prestando atención, podría haber dado la
siguiente instrucción: “Guarden todos los libros cuidadosamente”. Solo después de haber dado todas
estas instrucciones, los niños estarían listos para pensar conmigo por qué dejar los libros por toda la
sala es un problema.

Cuando los niños necesitan redirecciones, usar la menor cantidad de palabras es mejor. Darles solo una,
o dos a lo máximo es mejor. Esto mantiene nuestro lenguaje de acción orientado y fácil de manejar.

Use “¡congelado!” o una señal no verbal para llamar la atención de los niños

Algunas veces cuando los niños están fuera de control, simplemente decir “¡Congelado!” o
“¡Paren!” es un buen lugar para empezar. Cuando los niños están callados y quietos, están listos para
nuestra siguiente instrucción. Otra forma de llamar la atención de los niños rápidamente, es usar una
señal no verbal establecida, como levantar las manos, tocar una campanilla o prender y apagar las luces
de la sala.

Cualquiera sea la palabra o señal, es mejor empezar tempranamente a enseñarlas como rutinas en la sala
de clase. Explica lo que la palabra o señal significa “Paren, mírenme, escuchen.” Luego practíquelo con la
clase para que los estudiantes estén familiarizados con ellas la siguiente vez que usted necesite llamar su
atención.
4. Diga las redirecciones como declaraciones, no como preguntas: “Fórmense ahora” más
que “¿se podrían formar ahora?”

Mr. Deckert, un profesor de quinto básico, tenía el hábito de decir redirecciones como preguntas. Como
muchos profesores, incluyéndome en mis primeros años de carrera docente, él decía a los estudiantes,
“¿Podrían todos enfocarse en matemáticas? o ¿Podrían guardar sus libros?” Algunas veces el decía las
redirecciones como anuncios sobre lo que él quería solicitar o como una sugerencia, “Voy a pedirles
que se sienten acá” o “Les sugiero que guarden esa conversación para después y se enfoquen en la
escritura por ahora.”

El formato de pregunta puede confudir a los estudiantes


Cuando le señalé a Mr. Deckert que estaba usando preguntas y sugerencias para dar redirecciones,
estaba sorprendido. Él no se estaba dando cuenta de que lo hacía de esa forma. Era un hábito inconsciente.
Luego de pensar sobre eso por un rato, Mr. Deckert defendió su práctica “Estoy modelando cortesía”,
me dijo. “Después de todo, no te diría a ti: “pásame la sal”. Yo diría
¿Me puedes pasar la sal? En vez de “siéntate” yo diría “¿Podrías tomar asiento?”

Es verdad que en nuestra sociedad comúnmente suavizamos las redirecciones para los adultos como
preguntas y sugerencias. Todos entendemos que es una forma de respetar el sentido de dignidad. Y
entendemos que cuando estamos pidiendo a alguien que se siente, esperamos que este lo haga. La
inteción de Mr. Deckert era buena, mostraba respeto hacía los niños y el deseo de enseñarles habilidades
sociales positivas.

Sin embargo, el propósito profesional del profesor al usar redirecciones es diferente cuando se usa en
conversaciones con adultos. El propósito es guiar a los niños que no están siendo capaces de tomar
buenas decisiones sobre sus comportamientos. En esos momentos, los niños necesitan límites firmes,
no palabras que den las ilusiones de tener opciones cuando nosotros no estamos realmente ofreciendo
ninguna opción. Es más respetuoso y efectivo en esas ocaciones decir exactamente lo que queremos.
En esas situaciones, las instrucciones directas no son señales de poca cortesía.

Algunos profesores se preguntarán si los niños, como ocurre con los adultos, podrían no entender el
contexto de nuestras preguntas o sugerencias, por lo tanto, no sabrían lo que dicen realmente las
direcciones. Algunos niños lo harán, pero la mayoría no. Muchos de ellos tomarán nuestras palabras
literalmente, lo que hace de este tipo de lenguaje un problema.

Para los entendedores literales, las preguntas pueden causar confusión. Un profesor dice,
“¿Puedes tomar asiento?” y un niño podría responder: “Bueno, de verdad no me quiero sentar”. Esto
sucede porque el niño puede pensar que parece que tomar asiento es una opción. El niño continúa
deambulando por la sala y luego es sorprendido por el enojo del profesor y el profesor se sorprende
porque el niño no se sienta.

Hay otros estudiantes que saben que las preguntas son una redirección, pero que tomarán el
lenguaje indirecto del profesor como una opción de decir “no” y participar en una lucha de
poderes.
¿Qué hay sobre el “Por favor” y el “Gracias”?

Otra forma de suavizar las redirecciones es usar “Por favor” y “Gracias”. “Por favor den la vuelta y
escuchen” o “Gracias por trabajar en su tarea”, podríamos decir.

Hay ciertos momentos en que es apropiado decir “Por favor” y “Gracias” con los estudiantes, pero no
cuando estamos redireccionando. Generalmente usamos “Por favor” cuando le preguntamos a alguien
que nos haga un favor y “Gracias” para indicar gratitud por un favor dado. Cuando
redireccionamos no le estamos pidiendo a los estudiantes que nos entreguen apoyo o que nos hagan
un favor. Usar “Por favor” y “Gracias”, por lo tanto, enviará el mensaje confuso de que los estudiantes
deben comportarse para complacernos.

“Por mí” puede mandar un mensaje incorrecto


Similarmente, la frase “Por mí”, como decir “Fórmense aquí por mí” y “Terminen el trabajo por mí”,
puede mandar un mensaje equivocado a los estudiantes. Esto implica complacer al profesor, lo que
debilita el esfuerzo de desarrollar autocontrol y su sentido de autonomía.

Es importante recordar que la calma y las declaraciones directas no son modelos de descortesía. Cuando
verdaderamente respetamos a los niños, ellos serán capaces de respetar nuestras redirecciones y
conservar su sentido de dignidad.

Ejemplos de remplazar preguntas y sugerencias con estamentos.



En vez: Trata con:
“¿Vendrías a sentarte conmigo?” “Ven y siéntate conmigo”
“Voy a decirle a la mesa n°1 que se calle” “Mesa n°1, guarde silencio”
“¿Podrían mirarme?” “Ojos en mí”
“¿Pueden guardar sus mochilas?” “Todas las mochilas en los percheros”
“¿Podrían por favor concentrarse?” “Es tiempo de leer sus libros”
“¿Podrían preparase para empezar a trabajar “Voy a comezar cuanto todos tengan sus libros
por mí?” afuera y estén listos para escucharme”
“Yo sugiero guardar esas cartas donde “Guarden el juego de cartas ahora”
pertenecen”

5. Seguir adelante con la redirección dada


Una vez que damos las instrucciones, tenemos que asegurarnos que los niños reaccionen a ellas. Esto
significa tomarse el tiempo de observar a los niños y dar instrucciones claras si son necesarias.
Cuando seguimos adelante, les decimos a nuestros estudiantes que pensamos lo que decimos y que
cuando definimos límites, estos son firmes.

Usar una consecuencia lógica si es necesario


Si los niños no siguen las redirecciones, incluso cuando sabemos que han sido dadas de forma clara,
tenemos que intervenir con una consecuencia lógica. Cuando la profesora de David le dijo que pusiera
sus manos en la cintura, ella esperó a verlo. Si él no lo hubiera hecho, ella hubiera dado una
consecuencia apropiada. Si pareciera que estar cerca de sus compañeros de clases lo estimulaba a mover
sus manos, ella le hubiera dicho a David que se sentara lejos de ellos y más
cerca de ella, y luego esperaría que se calmara para comprometerse nuevamente con la clase. Si pareciera
que David necesita tiempo y espacio para calmarse, ella podría haberle dicho que se tome un tiempo
fuera en un lugar lejos de la clase.

No nombrar consecuencias cuando se están dando redirecciones


Una práctica común en los profesores, es dar a los estudiantes una redirección y decirles, al mismo tiempo,
qué consecuencias habrá si ellos no las cumplen. “Terminen su trabajo o perderán tiempo de su recreo”
nosotros decimos, o “Para o perderán los privilegios de usar el computador.”

Quizás, lo que pasa cuando hablamos de esta manera es que pensamos que sin decirles a los
estudiantes las consecuencias de sus comportamientos, nuestra redirecciones no tienen peso. O nuestra
intención puede ser simplemente asegurarnos de que los estudiantes entenderán que si ellos no siguen
las redirecciones por su cuenta, los ayudaremos con una consecuencia lógica.

Para enseñar las consecuencias lógicas es mejor hacerlo en tiempos calmados, como a principio del año
escolar. De esta forma, y siempre y cuando esa enseñanza haya ocurrido y los estudiantes se encuentren
familiarizados con los límites y consecuencias, no tenemos que dar un “si no” o recordar el uso de las
consecuencias lógicas. El peso viene de nuestras acciones: el hecho de seguir adelante con nuestras
consecuencias lógicas si es que los estudiantes no cambian sus comportamientos luego de la
redirección.

En efecto, no solo el “si no” es innecesario, sino que puede hacer daño porque, más que
comunicar fe en la habilidad y deseo de los estudiantes en que harán las cosas bien, comunica lo opuesto:
una creencia de que los estudiantes no serán o no podrán hacer las cosas bien a no ser que se les presente
una consecuencia lógica. Las advertencias pueden también provocar daño, porque enfatizan el poder
de los profesores por sobre los niños.

LENGUAJE QUE REDIRECCIONA EN ACCIÓN


Redireccionar siempre es usado en respuesta a un comportamiento fuera de lugar. Idealmente, es usado


como una forma de apoyar a los niños cuando su auto control está ausente. Si te encuentras a ti
misma usando muchas redirecciones durante una clase, actividad o transición, puede ser tiempo de
parar la acción y dar a los niños la oportunidad de calmarse, de revisar y practicar las instrucciones
nuevamente. Entonces, debemos hacer varios reforzamientos y recordatorios como práctica.

Aquí hay algunos ejemplos de redirecciones que los profesores pueden usar en las sesiones grupales,
trabajos independientes y transiciones.

Sesiones grupales o actividades:

- “Manos abajo hasta que el profesor/compañero haya terminado de hablar”


- “Paren y piensen. Luego levanten sus manos si es que tienen una idea”
- “Es tiempo de escuchar ahora”
- “Usen voces silenciosas”
- “Díganles a sus pies que se mantengan quietos”
- “Miren al gráfico”
Sesiones de trabajo independiente

- “Guarden las tijeras”


- “Tomen turnos con el marcador”
- “Es tiempo de sentarse en la mesa y trabajar ahora”
- “Recojan el papel del suelo”
- “Encuentren un lugar de trabajo donde se puedan concentrar y terminar el trabajo”
- “Usen palabras amistosas” “
- “Compartan las reglas”

Transiciones:

- “Paren. Terminen de limpiar ahora”


- “Cuando hayan ordenados sus sillas en una fila, nos podremos ir”
- “Congelados” luego “Tomen sus zapatos para Educación Física”
- “Tomen sus tijeras con cuidado”
- “Cuando hayan guardado sus libros, empezaremos”
- “Caminen”
- “Ayuden a John a limpiar”

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