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WINNIE

THE POOH
y el emocionante salto
a través del umbral
El Musical
Basado en la obra original de A.A. Milne
Versión teatral musical de Greymar Hernández
Personajes:
Narrador
Coro
Winnie the Pooh
Puerquito
Ígor
Tigger
Conejo
Búho
Christopher Robin
PRIMER ACTO
OBERTURA
La acción escénica se desarrolla en un espacio impreciso. El escenario se
ilumina en tono ámbar y todo luce estático, como si cada elemento formara
parte de un cuadro pintado al óleo.
En reposo, aparecen Tigger, Conejo, Puerquito y Pooh, el osito. Todos están
recostados sobre distintos rincones, puestos al olvido, como si después de
una ronda de juegos, hubieran sido abandonados.
Inicia la obertura.
Suavemente, la iluminación comienza a atenuarse entre azules y lilas,
dejando en una especie de ensoñación el espacio escénico.
Después de la exposición de la obertura, pareciera haber caído sobre los
animales una chispa mágica. Primero, se despereza y se levanta Puerquito.
Al incorporarse, queda de espaldas al público, pero un ligero ruido le hace
reconocer que algo ha ocurrido. Comienza a temblar de pies a cabeza. Muy
lentamente, va girando en su propio eje, hasta descubrir que se encuentra
ante la imponente ciudad. Sus ojos observan edificios, autos, elementos
urbanos…y, finalmente, Puerquito se percata de que toda la audiencia le
mira. Corre a un extremo del escenario, intentando protegerse. Salta y grita
fuertemente:
Puerquito: (Mirando al frente y señalando) ¡E…e…edificios!
Corre hacia el otro extremo del escenario.
Puerquito: (Mirando al frente y señalando) ¡E…e…estaciones de trenes!
Corre hacia el centro del escenario.
Puerquito: (Absolutamente aterrado y señalando a la audiencia)
¡E…e…efelantes!
Continúa sonando la obertura.
Conejo y Tigger, al escuchar el grito de Puerquito, se incorporan de
inmediato. Se van girando lentamente hacia el frente y, cuando sus ojos se
topan con la agitación de la ciudad, cada uno se impresiona a su modo. Se
cruzan para mirar a un lado y a otro. Puerquito permanece petrificado,
mirando al público. Entonces, Tigger se acerca a Puerquito e intenta
descubrir qué es exactamente lo que sus ojos miran. Cuando nota al público,
sorprendido, salta un poco más adelante y se queda mirando fijamente, en
actitud de ataque, a una persona del público. Gruñe y muestra una pata,
como indicándole al espectador que está listo para la batalla.
Mientras tanto, Conejo se muestra nervioso. Desde el otro lado del escenario
intenta hacer cálculos. Mide la velocidad del viento. Camina con un pie
delante del otro en línea recta, intentando descubrir a cuántos kilómetros
podrían encontrarse del bosque y, aunque todo sea estéril, Conejo insiste,
perseverante.
En ese momento, justo en el centro del escenario, se incorpora y hace su
aparición Pooh. El oso observa todo y a todos, sonríe, se levanta y avanza
emocionado, con sus brazos abiertos. Entonces, se percata del
comportamiento de sus amigos e intenta organizar un poco las cosas.
Primero, se disculpa con la audiencia entre gestos y sin palabras. Luego, va
donde Puerquito y le saca del shock. Después, tranquiliza a Tigger y le hace
bajar la guardia y, por último, se acerca a Conejo y le hace notar la presencia
de los espectadores. Entonces, al cierre de la obertura, se escucha su voz.
Pooh: ¡Vaya! Tuve razón al pensar que, si lo deseaba verdaderamente, algún día
todo cambiaría y yo podría contemplar el mundo desde otro punto de vista.
Los demás animales, al escuchar la voz de Pooh, se impresionan y se
acercan.
Puerquito: (Sorprendido) Tu… tu… tu voz… es… diferente.
Conejo: (Reflexivo) Puede que haya influido el clima capitalino.
Tigger: O puede que te hayas atragantado con un poco de comino.
Pausa breve.
Pooh mira a sus amigos. Después, mira a su alrededor y, por último, se mira
a sí mismo.
Pooh: (Inmensamente feliz) ¡Sucedió! Al fin sucedió.
Puerquito: (Nervioso) ¿Qué cosa, Pooh?
Pooh: ¡Cruzamos el umbral de la fantasía y estamos en una ciudad verdadera!
Hablamos distinto, caminamos distinto y pensamos distinto… ¡Porque ahora
somos distintos!
Todos: (Al unísono) ¿Distintos?
Pooh: O…tal vez iguales, pero un poco más grandes.
Todos se muestran sorprendidos y se miran. Detallan sus brazos, sus
piernas, se palpan las mejillas, pero no sienten ningún cambio. Mientras
tanto, Pooh comienza a recorrer el espacio, empoderado, respirando el aire
de la ciudad. Entonces, decide comenzar a saludar cordialmente al público.
Los demás animales, al notar la tranquilidad de Pooh, se acercan también
despacio y, poco a poco, se dedican a contemplar a los presentes y a su
alrededor con curiosidad. Van adquiriendo cada vez un poco más de
confianza, hasta finalizar saludando efusivamente.
Finaliza la obertura.
Blackout. Se escucha, en off, la voz de Ígor.
Ígor: (Voz en off) Y, como siempre, nadie notó al pobre burro.
PRÓLOGO
Narrador: Durante mucho tiempo, en el viejo bosque de los cien acres,
Christopher Robin y sus amigos, los animales, vivieron innumerables aventuras.
En ocasiones, tuvieron que huir de monstruosos y agresivos efelantes. Otros días,
se dedicaron a hacer “nada”, que era lo que mejor sabían hacer. Durante el verano,
comieron calabazas, arándanos y bellotas. Y casi a diario, durante la niñez,
persiguieron al menos a tres mariposas, se llenaron los tobillos de barro y se
zambulleron, después, en la catarata que era, sin duda, el mejor lugar del mundo
para lavarse las orejas.
Pero, como ocurre en todos los cuentos de la vida real, al tiempo le dio por pasar y
el niño que tanto solía jugar, comenzó a crecer. Al principio, no fue tan notorio. Sin
embargo, al cabo de los días, la nariz de Christopher Robin ya no parecía una
cereza, sino una ramita de arbusto. Sus dientes ya no eran pequeñas perlitas
brillantes, sino grandes y afiladas piezas de porcelana. Incluso, en su pronunciada
barbilla habían comenzado a aflorar tres o cuatro pelusitas que le hacían sentirse
un poco más poderoso. Sin embargo, ninguno de sus amigos supo lo que le
estaba ocurriendo porque, para ese momento, él ya había atravesado el umbral de
la fantasía y había ido a parar a la realidad, sin asomos de retorno.
Christopher Robin ya no era el mismo, aunque en el fondo seguía siendo el mismo.
Después de su partida, todas las mañanas fueron estáticas en el bosque de los
cien acres. Brotaban de los árboles las mismas flores. Los pinos olían
exactamente igual cada mañana y el agua de la catarata corría siempre en la
misma dirección.
Sin embargo, todo cambió de manera inesperada el día en el que, al abrir los ojos,
los animales amanecieron en un escenario completamente distinto. Sin saber por
qué, ni cómo, ¡ellos también habían atravesado el umbral!
PRIMER ACTO
ESCENA ÚNICA
El coro se ubica en el medio de la ciudad, entre azul y lila tenues de luz.
Parece ser de noche. Suena Rhapsody In Blue, de George Gershwin.

Canción de la densa bruma


¿Qué querrá decir esta grisura
dibujada con soltura a grueso trazo?
¿Qué revelará al desvanecer
cuando se pueda ver la línea del ocaso?

¿Será un figurín?
¿Un arlequín?
¿O el perfil de algún fantoche con bombín?

¿Será un querubín?
¿Un paladín?
¿O no será más que el sonido de un violín?

¿Qué querrá decir esta espesura


dibujada con soltura a grueso trazo?

¿Qué revelará al desvanecer


cuando se pueda ver la línea del ocaso?

Aparece, saltando, Tigger.


Tigger: No sé ni dónde soy, ni quién estoy. Así que, ante tal confusión, lo mejor
que puedo hacer es saltar y saltar hasta llegar a cualquier lugar.
Una vez que percibe los colores grises de la noche en la ciudad, se
sorprende.
Tigger: ¡Oh! (Al público) ¡Qué noche tan nocturna se puede ver en la ciudad! No
se parece en nada a las noches del bosque. Puede que aquí los cíclopes desinflen
los globos más grandes del mundo. (Inspecciona) Uhm, estoy seguro de que todo
este aire no estaba aquí antes. No me resulta para nada conocido.
Aparece Conejo, desde el otro lado del escenario.
Conejo: (También inspeccionando) Vaya, pero qué tigre tan tonto. ¿Te refieres
a todo este montón de partículas curiosas jamás antes vistas por nuestros ojos?
Tigger: ¡Exactamente!
Conejo: Pero… ¿Cómo van a ser cíclopes, Tigger desatento?
Tigger: (Sorprendido) ¿Ah no?
Conejo: ¡Claro que no! (Pausa) Son más bien titanes sacudiendo alfombras.
Repentinamente aparece Búho, sobrevolando, y se posa en medio de ambos.
Conejo y Tigger se sorprenden.
Conejo: ¡Búho! ¿Cómo lograste llegar a la ciudad?
Búho: Me gustaría decir que fue siguiendo la ruta de un mapa. O que tal vez me
dejé llevar por el brujular. O que los vientos alisios me dieron el impulso requerido.
Pero, la verdad…es que no tengo ni la más remota idea.
Pausa. Todos piensan, pero nadie dice nada. Búho disimula.
Búho: Lo que yo sí sé perfectamente, es que ustedes dos son un par de osados.
No es correcto especular, inventar o hablar sin corroborar. (Inspecciona) ¿Cómo
es posible que se pongan a elucubrar acerca de los seres de la ciudad, sin tener ni
la más mínima idea de quiénes podrían ser?
Tigger: Yo solo sé que por… (inventando) aquella callecita estrecha, debieron
irse Pooh, Puerquito e Ígor. (Señala a un lado del escenario).
Conejo: (Impaciente) ¡Patrañas! Debió ser por… ¡allá! (Señala al lado opuesto).
Búho: (Molesto) Ni lo uno, ni lo otro, ni temblor, ni terremoto.
Tigger y Conejo permanecen atentos ante lo que pueda decir Búho a
continuación.
Búho: ¿No acabe de decir hace un minuto que no se puede asegurar lo que no se
sabe?
Tigger: (Pensativo) ¡Yo sé perseguir coleópteros con la punta de la nariz!
Conejo: (Soltando una carcajada) ¡Qué Tigger imprudente! ¿Y eso de qué
podría servir en este momento?
Conejo se queda un poco avergonzado.
Búho: (Cayendo en cuenta) Pues… de mucho, mis intrépidos amigos.
¡De…mucho! (Señala hacia una pata del escenario) Intentemos alcanzarles
por…allá.
Conejo, Tigger y Búho salen por el lado derecho del escenario y, al mismo
tiempo, por el lado izquierdo, entran Puerquito, Ígor y Pooh.
Puerquito: (Tiritando) Va…va…vaya, no recordaba que la ciudad fuera tan gris y
tan fría.
Ígor: (Irónico) Seguramente no lo recordabas porque nunca antes habías estado
aquí.
Puerquito: (Cayendo en cuenta) Oh cielos, es cierto. (Se ríe de sí mismo y se
tapa con sus manos, avergonzado). No sabemos nada acerca de este lugar.
Pooh: Yo creo saber lo necesario. Christopher Robin me contó muchas cosas
acerca de la ciudad cuando hablábamos durante los ponientes. Me dijo que aquí
suele haber cuatro estaciones. Una fría, otra caliente, otra donde florecen los
colores y otra en la que la grisura se posa.
Puerquito: (Sorprendido) Pooh, sí que has cambiado. Ahora dices todo lo que
sabes de un modo distinto. Pareces…un poco más sabio.
Puerquito se acerca un poco a Pooh para detallarlo y se percata de que, de
su barbilla, han brotado algunas pelusas curiosas.
Puerquito: (Muy cerca de Pooh) No…no…no… puede ser.
Puerquito se acerca al oído de Ígor y le dice, en secreto, lo que ocurre.
Ambos vuelven a acercarse para ver a Pooh.
Ígor: Vaya, si es cierto.
Pooh: (Alarmado) ¿Qué cosa? ¿Qué ocurre? (Se palpa el rostro, pero no
siente nada distinto) ¿Tengo algún insecto posado sobre la nariz?
Ígor: Más bien…tu nariz ahora parece la rama en la que suelen posarse los
insectos.
Puerquito: Si…si…si… es cierto, Pooh. Tu nariz creció (asustado)…un poco.
Pooh: (Tratando de verse su propia nariz) ¡Vaya! Es cierto. Ahora me la puedo
ver yo mismo.
Puerquito: Y…y…y…también….
Pooh: ¿Qué Puerquito, hay más?
Puerquito: (Aterrado) Si…si…si…no…no…no…quiero decir que si…pero no te lo
puedo decir.
Pooh: Entonces, dímelo tú, Ígor.
Ígor: Bien, tus dientes también se ven un poco más grandes. Y…en tu barbilla…
Pooh: (Sorprendido) ¡No! No es posible...me estoy…
Los tres, al unísono: ¡Convirtiendo en un efelante!
Salen los tres de nuevo por el extremo izquierdo y, en ese preciso instante,
entran por el extremo derecho Conejo, Tigger y Búho.
Conejo: (En actitud de líder, aunque nadie le preste atención) Y… uno...y dos...
y tres y cuatro... un perro, un gato, sin zapato ...adelante, atrás a un lado y
cruzado. Y... uno y dos y tres y cuatro, un perro, un gato, sin zapato...
Nadie sigue la marcha de Conejo, mientras entran al escenario.
Tigger: (Olfateando por todos los rincones) No hay rastros de Pooh, ni de
Puerquito, ni de Ígor, ni de coleópteros.
Búho: (Apenado) Una vez mi tío Jack se perdió también en la densa bruma de la
ciudad. Allí pasó tres días y tres noches. Por fortuna…
Búho es interrumpido por los gritos de Pooh, Ígor y Puerquito, que entran
intempestivamente al escenario, aterrados y corriendo de un lado a otro.
Puerquito, Ígor y Pooh: ¡Un efelante! ¡Un efelante! ¡Un efelante!
Conejo, Búho y Tigger corren también alarmados, sin saber exactamente a
dónde ir. El escenario se convierte en un completo caos. Entonces, Conejo
intenta poner orden.
Conejo: ¡Un momento! Con semejante disturbio no entenderemos nada. (Se
arremanga su propia piel y cierra sus puños, valiente) Bien, ¿dónde está ese
efelante espeluznante para darle su merecida trompada? (Se acerca a proscenio
y mira a los espectadores).
Tigger: (Con la mano en la frente, en actitud de explorador) Una vez que lo
distinga, acabaré con él, en un salto. (Se pone también en guardia en el
proscenio).
Búho se acerca a ambos.
Búho: (Disimulando una sabiduría inexistente) Dar trompadas en el aire hasta
alcanzar al efelante, me parece el plan más ineficaz jamás pensado. Yo creo que
deberíamos hacer como mi primo Eugene: primero deberíamos aprovechar la
espesura de la bruma para ocultarnos bien. Luego…
Pooh, avergonzado, les interrumpe.
Pooh: Amigos, siento mucho informarles que, al parecer, el efelante soy yo.
Conejo, Tigger y Búho: (Impresionados) ¿Tú?
Puerquito: Bue…bue…bue…no, es un poco…difícil de explicar.
Ígor: Yo diría más bien que es bastante fácil. Primero, cruzamos el umbral de la
fantasía y aterrizamos en esta ciudad completamente desconocida y en medio de
una helada y oscura noche. Seguramente tenemos alguna misión por cumplir aquí,
pero no sabemos cuál. Y, para colmo, en medio del cruce, Pooh comenzó a sufrir
algunos cambios físicos: su nariz se alargó, se afilaron sus dientes y en su barbilla
apareció lanosidad que antes no tenía. Todo parece indicar que al pasar el umbral
comenzó a transformarse en un efelante.
Conejo y Tigger se espantan y se acercan a Pooh para comprobar lo dicho
por Ígor. Lo inspeccionan detalladamente y Pooh se deja inspeccionar.
Mientras tanto, Búho se aparta un poco para pensar, e Ígor también se
distancia, en actitud de aburrimiento. Repentinamente, Puerquito se llena de
tristeza y comienza a llorar de manera muy efusiva.
Puerquito: (Llorando, casi a los gritos) ¡No…no… no…puede ser! ¡Esto no
puede ser cierto! Estoy seguro de que estoy teniendo una horrible pesadilla.
Quiero de…de…despertar ya. Por favor, (a Conejo) pellízcame.
Conejo se acerca y le da un fuerte pellizco. Puerquito llora mucho más fuerte.
Conejo: Tal parece que no se trata de una pesadilla.
Puerquito: (Sobándose el brazo) Y tal parece que…que…que, si te lo propones,
tú podrías acabar con los efelantes a pellizcos.
Búho: Entiendo la conmoción ante toda esta situación. Sin embargo, no creo que
llorar nos encamine hacia la solución.
Puerquito llora más fuerte aún.
Puerquito: Es que… Pooh… era mi amigo. El osito más meloso de todo el bosque.
Su…su…su dulzura era la lluvia fresca que nos empapaba la vida. No puedo creer
se esté convirtiendo en un enorme, áspero y temible efelante.
Pooh: (Preocupado) Es cierto…antes de llegar aquí, yo…no era más que un
simple oso. Aunque…no me siento tan distinto.
Suena la melodía de P.S. I love you, de The Beatles.

Canción de la melosa dulzura


Pooh:
Osito comelón,
amante de la miel,
a un tarro dulzarrón,
yo siempre fui muy fiel.

Solía caminar
pensando en qué comer
y luego devorar,
masticar y morder,
miel, miel, miel.

Una porción de pan,


un trozo de pastel,
algo que combinar
con un poco de miel.
Miel, miel, miel.

Osito comelón,
amante de la miel,
a un tarro dulzarrón,
yo siempre fui muy fiel.
Pooh (Triste): Y así era mi vida…sin apuros. Siempre que tuviera un poquito de
miel a la mano, cualquier problema podría ser solucionado. La verdad…yo no
quiero ser un efelante. No me siento malvado ni temible. Y lo que más me da
miedo es quedarme sin amigos. Recuerdo cuando Christopher Robin tuvo que
cruzar el umbral y todos nos sentimos tan tristes durante tanto tiempo. Pero, sobre
todo yo sentí que se me había extraviado un trocito de corazón. No quiero causar
tal sufrimiento a nadie y no quiero perderme en la profundidad de esta ciudad.
Búho, que había estado pensando y sacando cálculos, tiene una revelación.
Búho: ¡Eso es! La ciudad…
Tigger: (Tratando de aclarar, pero enredando más) ¡Claro! Y el frío, y la noche,
y los edificios y nosotros…
Búho: Creo saber por qué estamos aquí: tenemos que encontrar a Christopher
Robin. Podría ser que se encuentre en peligro y está claro que somos nosotros
quienes debemos rescatarle.
Conejo: ¡Claro! Seguramente habrá algo importante que…tengamos que
decirle…o… que él tenga que decirnos.
Tigger (Tratando de sumar, pero muy torpemente): O que yo tengo que decirle
a Pooh, o que Pooh tiene que decirle a Puerquito…o que Puerquito le dirá a Búho
y Búho le dirá a Ígor, Ígor a Conejo y Conejo a mi… y asunto resuelto.
Pooh: (Entusiasta) Tal vez Christopher Robin, después de vivir durante tanto
tiempo en la ciudad, haya descubierto el secreto de los efelantes. Y tal vez él
podría ayudarme a recobrar mi naturaleza de oso.
Puerquito: (Sorprendido) Va…va…vaya que hablas distinto ahora que casi eres
un efelante.
Búho: Bien, lo que debemos hacer ahora es exactamente lo que una vez hizo mi
tía Olivia: no apresurarse.
Ígor, que se encontraba apartado del grupo, se acerca en calma.
Ígor: (Mirando hacia un punto fijo a lo lejos) Creo que ya lo encontré.
Nadie le hace caso.
Búho: Una vez en calma, creo que lo mejor sería dividirnos y cubrir todos los
flancos.
Ígor: Si, es él. Está justo allá (señala un rincón lejano).
Siguen sin tomarlo en cuenta.
Búho: Sin embargo, para no perdernos, deberíamos ir dejando nuestras huellas.
Ígor: Después de todo, fue bastante sencillo: solo tuvimos que quedarnos en el
mismo sitio y la ciudad lo trajo hasta nosotros.
Búho: Pero, en medio de tanta bruma, habrá que pisar mucho más fuerte. He
notado que en la ciudad es difícil dejar huellas.
Todos se ensimisman intentando marcar sus huellas infructuosamente en el
asfalto, ignorando por completo a Ígor.
Ígor: Bien, cada uno verá, lo que cada uno decida ver.
Ígor sale por el extremo izquierdo, mientras que el resto de los animales,
torpemente, sigue intentando marcar sus huellas en dirección opuesta,
saliendo también del escenario.
Blackout.
SEGUNDO ACTO
ESCENA ÚNICA
El escenario se ilumina en tonos blancos y azules, y aparece Christopher
Robin, que ahora es un joven apuesto, robusto y distinto del niño que solía
jugar en el bosque de los cien acres, aunque, en esencia, es igual. Se
encuentra sentado en una banca de parque, mirando la luna, absorto.
Repentinamente, aparece Ígor desde la izquierda y se sienta a su lado.
Christopher Robin está tan distraído que no se percata de la aparición de su
amigo y lo toma por alguien más.
Ígor: Qué curiosa luce la luna desde la ciudad.
Christopher Robin: Es cierto…sigue siendo hermosa, pero tan distinta de como
se veía allá…
Ígor: Si, desde allá parecía tan…irreverente cuando estaba creciente.
Christopher Robin: ¡Y cuando estaba llena, parecía una colmena!
Ígor: Y a veces, en fase menguante, lucía tan elegante.
Ambos suspiran al unísono.
Ambos: …allá en el bosque de los cien acres…
Christopher Robin se gira bruscamente. Se sorprende al ver que se trata de
Ígor.
Christopher Robin: ¡Ígor! No puede ser. ¿De verdad eres tú?
Ígor: El aciago, aburrido y fatigado burro de siempre.
Christopher Robin lo abraza muy efusivamente.
Christopher Robin: ¡Amigo! No imaginas la alegría que me da verte de nuevo. Ha
pasado (triste) tanto tiempo. Y han pasado (más triste) tantas cosas.
Ígor: Muchas, en realidad. Primero, nosotros cruzamos el umbral y llegamos hasta
aquí sin saber cómo ni por qué. Luego, Pooh se convirtió en efelante…y después
entendimos que debíamos encontrarte…
Christopher Robin: (Interrumpiéndole) Un momento… ¿ustedes? ¿Todos
ustedes están aquí?
Ígor: Por supuesto, Christopher Robin. Sabes que siempre vamos juntos a donde
siempre vamos juntos.
Christopher Robin: (Confundido y mirando a todas partes) ¿Estás seguro de
que siguen yendo juntos a todas partes?
Ígor: (Mirando a su alrededor y cayendo en cuenta de que está solo) Tienes
razón, Christopher Robin, ya debería empezar a acostumbrarme a los
intempestivos cambios.
Christopher Robin: Entonces…quieres decir que, aunque no estén exactamente
aquí, junto a nosotros, ¿están aquí en la ciudad?
Ígor: Y buscándote.
Christopher Robin: ¿A mí? Qué curioso.
Ígor: Y…como todo por aquí cambia tan repentinamente, entonces…supongo que
ahora iremos nosotros a buscarles a ellos.
Christopher Robin: ¡Me parece una excelente idea! Comencemos por…allá
(señala un rincón lejano).
Ambos salen por el extremo izquierdo, desde donde vino Ígor, y en el mismo
instante y por el lado opuesto, entran todos los demás animales.
Tigger: (Olfateando) Qué curioso, intento rastrear algún olor parecido al de
Christopher Robin y solo percibo el olor de Ígor.
Conejo: (Impaciente) Vaya qué Tigger descuidado. Seguramente huele a Ígor
porque en esta ciudad viven otros Ígors.
Búho: Eso podría ser posible. Hace algún tiempo mi tía Mary y mi tío Milton se
mudaron a la ciudad, aquí tuvieron a sus retoños, Marco; Marlon y Martin.
Pooh: ¿Y tú qué dices, Ígor? ¿Conoces a tus parientes citadinos?
Todos se giran para escuchar la respuesta de Ígor y apenas en ese momento
se percatan de que no está.
Tigger: ¡Rayos! ¡Centellas! ¡Repámpanos! ¿A dónde se habrá ido Ígor?
Conejo: ¡Caramba! Ya no sé ni a quién estamos buscando. Pareciera que en la
ciudad todos se pierden al menos una vez.
Tigger: ¡Ahora vayamos por él!
Cuando todos se ponen en marcha, Pooh les detiene.
Pooh: Un momento. Hasta ahora solo nos hemos movido de un lado a otro sin
saber exactamente hacia dónde vamos. Es hora de que pensemos con más
claridad y nos organicemos.
Todos miran a Pooh, sorprendidos.
Pooh: Si…ya sé que estas cosas suenan muy extrañas viniendo de mí, pero…no
lo sé, tal vez los efelantes son bastante astutos y estoy comenzando a
contagiarme.
Búho: Mi sobrino Clayton una vez descubrió que tenía una astucia mayúscula. Lo
supo el día que…
Puerquito divisa a lo lejos a Christopher Robin, e interrumpe a Búho.
Puerquito: (Emocionado) ¡Christopher Robin!
Búho: (Torpe) No, no, no…mi sobrino se llama Clayton. Ya sé que son nombres
parecidos, pero mi sobrino…
Tigger, Conejo, Puerquito y Pooh ven venir a Christopher Robin junto a Ígor.
Todos, menos Búho: ¡Igor!
Búho da la espalda al lugar del que vienen Christopher Robin e Ígor y
continúa hablando, absorto en su historia, sin percatarse de nada.
Búho: (Molesto) Vaya que son distraídos. ¿Quién estaba hablando de Ígor? Yo
hablaba de Clayton y del día en el que…
Con emoción entran a escena Christopher Robin e Ígor y, cuando se
encuentran después de tanto tiempo, todos se funden en un abrazo colectivo.
Christopher Robin: ¡Pooh!
Pooh: ¡Christopher Robin!
Christopher Robin: ¡Amigos!
Tigger: (Emocionado) Si es cierto lo que están viendo mis ojos, entonces, esto
merece una celebración.
Comienzan a sonar los acordes de La Bamba, en versión de Los Lobos y
Gipsy King. Entra el coro a escena y, poco a poco, los animales y
Christopher Robin se van contagiando de la alegría que la canción transmite.
Tigger:
Para bailar la bamba,
para bailar la bamba
se necesita una poca de gracia,
una poca de gracia pa´ mí, pa´ ti,
allá arriba, allá arriba.
Allá arriba, allá arriba, por ti seré,
por ti seré,
por ti seré

Conejo:
Yo no soy marinero.
Yo no soy marinero, soy capitán,
soy capitán,
soy capitán.

Todos:
Bamba, bamba.
Bamba, bamba.
Bamba, bamba.

Puerquito:
Para bailar la bamba,
para bailar la bamba
se necesita una poca de gracia,
una poca de gracia pa´ mí, pa´ ti,
allá arriba, allá arriba.

En el solo, todos se despliegan en una coreografía.

Pooh:
Para bailar la bamba,
para bailar la bamba
se necesita una poca de gracia,
una poca de gracia pa´ mí, pa´ ti,
allá arriba, allá arriba.
Allá arriba, allá arriba,
por ti seré,
por ti seré,
por ti seré.

Todos:
Bamba, bamba.
Bamba, bamba.
Bamba, bamba.

Todos terminan agotados, pero felices. El coro sale de escena.

Pooh: ¡Vaya, no puedo creer que estemos de nuevo frente a frente! Cuánto has
cambiado, Christopher Robin.
Christopher Robin: (Sorprendido) ¡Tú también has cambiado, Pooh!
Ígor (Irreverente) Vaya que lo ha hecho.
Pooh: (Un poco avergonzado) En realidad… por eso decidimos buscarte,
Christopher Robin.
Christopher Robin: Espera, no entiendo nada.
Tigger: (Aliviado) Vaya, qué bueno que no soy el único.
Búho: (Interrumpiendo) Vayamos despacio, como bien solía decir mi tatarabuelo
Oliver…
Conejo: Todo comenzó cuando, de manera sorpresiva, abrimos los ojos y, sin
saber cómo, descubrimos que habíamos cruzado el umbral del que tanto nos
hablaste.
Christopher Robin: …de la fantasía a la realidad.
Puerquito: Entonces, cuando nos disponíamos a calmarnos y a
de…de…descubrir qué rayos hacíamos aquí…Pooh co…co…co… ¡No puedo
decirlo!
Ígor: Pooh comenzó a convertirse en un efelante.
Christopher Robin: ¿En un efelante?
Tigger: ¡Es cierto! Yo tampoco podía creerlo. Pero entonces me acerqué a él...
(se acerca a Christopher Robin) así…lo bastante cerca para poder mirarlo y
olfatearlo. En ese momento pude notar que su nariz ya no lucía redondita, sino
alargada como una ramita. (Toca la nariz de Christopher Robin) justo así, como
la tuya. Después, me puse a observar sus dientes, que ya no eran pequeñitos
como copitos de nieve, sino más bien cuadrados y enormes… (mira los dientes
de Christopher Robin).
En ese momento, los demás animales se percatan de las similitudes y
comienzan a asombrarse.
Tigger: Y luego vi que en su barbilla habían aparecido unos cuantos pelitos
que…(sorprendido) ¡No puede ser! Al fin logro entender algo claramente. (Frente
a la nariz de Christopher Robin) Tú… (Se acerca luego a la nariz de Pooh y lo
detalla) Y tú…
Salta hacia todas partes y varias veces.
Tigger: (Asustado) ¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡No puede ser!
Se detiene, mira a proscenio, se coloca las manos sobre las mejillas,
asombrado.
Tigger: ¡Estamos rodeados de efelantes!
Todos gritan y corren, menos Christopher Robin y Pooh.
Todos: ¡Son efelantes! ¡Son efelantes!
Christopher Robin: Amigos, por favor, tranquilícense. Yo no soy ningún efelante.
Tigger: (Muy asustado) Entonces te mordió un efelante y te puso así de…raro.
Christopher Robin: Chicos, en la ciudad no hay efelantes.
Conejo: (Sintiéndose sabio) ¿Ah no? (Señala al público) Y entonces… ¿qué
son todos ellos?
Christopher Robin: Personas…como yo.
Tigger se acerca a mirar.
Tigger: Uhm… podría ser cierto. Aquel de allá (señalando a alguien del público)
luce tan raro como tú.
Puerquito: (Temeroso) Entonces…quie…quie…quie…quiere decir que Pooh…
¿se está convirtiendo en una persona?
Christopher Robin: Eso sería imposible.
Conejo: ¡Entonces…no fue un efelante, sino una persona la que mordió a Pooh y
lo puso raro! (Al público) A ver…a ver… ¡Asoma, cobarde! Muestra tu rostro para
poder darte la trompada que te mereces.
Pooh: No creo que nadie me haya mordido sin que yo me diera cuenta. No siento
ningún dolor. Más bien, me siento… bien. Incluso me siento con más fuerza, con
más ánimo, con más…claridad.
Puerquito llora.
Búho: ¿Qué ocurre, Puerquito?
Puerquito: Es…es…está bastante claro. En realidad vinimos hasta aquí para traer
a Pooh. Ta…ta…tal parece que este es el lugar al que pertenece y que
co…co…como una vez ocurrió con Christopher Robin, debemos despedirnos de él.
Christopher Robin: (Confundido) No lo sé…
Todos se sorprenden.
Tigger: (Muy confundido, rascándose la cabeza) ¡Qué curioso! Antes solías
saberlo todo.
Christopher Robin: (Cabizbajo) Desde hace un buen tiempo me paso los días
confundido.
Todos vuelven a sorprenderse.
Pooh: ¡Qué curioso! Antes yo pasaba el día entero confundido, pero desde que
cruzamos el umbral, comencé a verlo todo un poco más claro.
Christopher Robin: A veces no sé para dónde voy.
Conejo: Bueno, no es fácil saberlo en esta ciudad tan…nocturna.
Christopher Robin: Me refiero más bien a lo que hay dentro de mí. Me cuesta
adaptarme al mundo. Aún no comprendo a los adultos, pero tampoco me siento
tan niño.
Búho: Mi tia Margareth siempre hablaba de eso…ah…la adolescencia, ese tiempo
en el que todo se transforma, todo duele, todo cala, todo causa gracia, pero nada
se comprende.
Christopher Robin: Así es…convertirme en adolescente, no ha sido nada fácil.
Suena Beale Street Blues, de Louis Armstrong, y Christopher Robin canta,
iluminado por un cenital, en medio de la densa noche.
Christopher Robin:
No quiero ofender
a tu corazón,
pero el tiempo que pasó
ya no da tregua.

Tú siempre tendrás,
un trozo de mí,
y a donde vaya,
dejaré
la puerta abierta
para ti.

Pero es posible que yo


haya olvidado
cómo saltar a la cuerda.

Es posible que yo
haya olvidado
cómo hacer una rayuela.

Seguramente olvidé,
porque de grande
uno se olvida
de lo que soñó una vez.

Y ahora temo olvidar,


cómo reír sin parar,
porque hace tiempo
que no río
como ayer
con nadie más.

No quiero ofender,
a tu corazón,
pero el tiempo que pasó
ya no da tregua.

Christopher Robin se distancia un poco del grupo para que nadie note su
tristeza.
Tigger: Entonces, ¿Pooh también se está poniendo…adolescente?
Christopher Robin: Me temo que sí.
Todos se sorprenden.
Todos, menos Christopher Robin: ¡Wow!
Repentinamente, Puerquito observa el rostro triste de Christopher Robin y
se espanta.
Puerquito: (Asustado y triste) Entonces… ¿se…se…ser adolescente significa
estar triste?
Pooh: Pero yo no me siento triste.
Conejo se acerca y lo inspecciona.
Conejo: Realmente es muy curioso. En el bosque de los cien acres, cuando algo
le ocurría a cualquiera de nosotros, te ponías tan triste que dejabas incluso de
comer tu miel.
Pooh: Pero ahora… no lo sé, siento que puedo resolver algunas cosas. Por
ejemplo, creo que, de alguna manera, puedo hacerle ver a Christopher Robin que
no todo es tan malo.
Christopher Robin: (Irónico) ¿En serio?
Pooh: ¿Sabes? Nuestra vida dentro del mundo de la fantasía nunca tuvo una
necesaria explicación lógica. Pero desde que estamos en el mundo real, comienzo
a darme cuenta de que todo tiene una razón de ser. Por ejemplo, en el bosque de
los cien acres jamás contemplamos una noche como esta, con una luna tan
plateada y con emociones tan efervescentes. Ahora entiendo para qué sirven las
noches: si el mundo no se oscureciera un poco de vez en cuando, ¿cómo
aprenderíamos a apreciar la luz?
Todos, sorprendidos, se sientan a escuchar a Pooh.
Pooh: Así debe ocurrir con todo lo que está vivo. Si no cambiara de lugar, de
sentimiento, de condición, ¿entonces de qué le serviría respirar?
Christopher Robin: Tienes razón, Pooh. Curiosamente, tienes razón. Sin
embargo, yo no…no he descubierto aún para qué soy bueno. Se supone que ya
debería saber a lo que me dedicaré o que no debería dudar tanto.
Pooh: Bueno…ahora que lo pienso, yo tampoco he descubierto nada de eso. Así
que, supongo que ser adolescente, significa ser imperfecto. Y eso… ¡realmente
podría ser muy emocionante!
Blackout.
TERCER ACTO
En off y blackout, se escucha la voz del narrador.
Narrador: En el viaje de todo héroe siempre hay una intersección. Durante este
recorrido, Pooh se ha topado con la suya propia. En este momento, solo hay para
él dos caminos posibles, uno que le conducirá hacia el encuentro consigo mismo y
otro, que podría hacerle perderse para siempre. Todo héroe debe aprender a salir
de sus cavernas, descubrir su tesoro y pelear su batalla final. Y todo héroe puede
perder o ganar. Sin embargo, Pooh no es un héroe cualquiera. Y no es su
gallardía o su astucia lo que lo hacen distinto, sino su indiscutible talento para ser
siempre el mejor amigo que alguien pueda tener.
El escenario se ilumina de tonos ámbar, rojo, lila y azul. Suena la melodía de
King Porter Stomp, de Benny Goodman. El coro entra a escena y se une a
los animales y a Christopher Robin. Todos, menos Christopher Robin,
cantan.

Canción de la imperfección
Pooh:
¿Por qué temer

a equivocarme?

Si nadie nace

sabiéndolo todo.

¡Qué emociónate

sería acostumbrarme!

a que estar vivo

es aprender de mil modos.

Estoy seguro, estoy convencido:

toda la belleza habita en la imperfección.

No quiero ser un genio presumido.

Solo quiero ser siempre de buen corazón.

Hoy no lo sé,

tal vez mañana.

Y si mañana

yo también lo ignoro.

Aprenderé,

poquito a poco,
pues nadie nace

sabiéndolo todo.

Estoy seguro, estoy convencido:

toda la belleza habita en la imperfección.

No quiero ser un genio presumido.

Solo quiero ser siempre de buen corazón.

Al término de la canción, Christopher Robin tiene una revelación.


Christopher Robin: Un momento ¡Creo que ya sé qué hacen aquí!
Conejo: ¿No vinimos a ayudarte?
Tigger: ¿No vinimos a ver cómo le salen bigotes a Pooh?
Ígor: ¿No vinimos a contemplar la helada noche capitalina?
Christopher Robin: ¡Están aquí porque los estoy soñando!
Todos se miran, sorprendidos.
Búho: ¿Quieres decir que estamos dentro de un sueño tuyo?
En ese instante, Pooh tiene una revelación.
Pooh: Un momento, ¡Creo que empiezo a recordar! Yo también me quedé
dormido.
Puerquito: ¿En…en…se cruzaron los sueños de ambos?
Tigger: (Haciendo sus cálculos) ¿Entonces quién de los dos es el adolescente
aquí? (Incisivo)
Pooh: Creo que…de algún modo, nos estamos reflejando en un espejo mágico.
En este momento, Christopher Robin duerme en la ciudad y yo duermo en el
bosque. Y como ambos estamos soñando cosas similares, el mundo de los
sueños decidió reunirnos.
Conejo: ¿Entonces…nada es real?
Christopher Robin: O tal vez nada ha sido fantasía.
Pooh: Ha sido hermoso madurar…aunque no sea cierto.
Christopher Robin: Ha sido hermoso volver a mi infancia…aunque no sea cierto.
Puerquito: Y…entonces… ¿qué hacemos ahora?
Pooh avanza a proscenio, sonriente.
Pooh: Sentarnos juntos a contemplar la luna hasta que llegue el albor. Y entonces,
al despertar, descubrir. Pero, hasta entonces, ¿por qué tener prisa? Si hoy es hoy
y ahora es ahora y nosotros somos diferentes, pero también somos los mismos.
Poco a poco, todos se van acercando a Pooh, elevan la mirada y contemplan
la luna, abrazándose. El escenario se ilumina de azul intenso y, luego,
comienza a oscurecerse en fade.
Blackout.

EPÍLOGO
Narrador: Y así como llegaron de un salto a la realidad, regresaron al bosque de
los cien acres en un abrir y cerrar de ojos. Esa mañana, en la ciudad, Christopher
Robin despertó renovado. ¡Tenía ganas de hacer tantas cosas que no sabía por
dónde empezar! No recordaba el sueño, pero se sentía distinto, aunque, en el
fondo, se sentía tan igual como cuando era niño. En el bosque, Pooh y los
animales despertaron curiosos, alegres, chispeantes. Tanto, que decidieron volver
cazar mariposas, llenarse los tobillos de barro y zambullirse en la catarata.
Después, se dedicaron a hacer “nada”, que era lo que mejor sabían hacer. No
recordaban el sueño, pero se sentían igual de niños que siempre, aunque, en el
fondo, también un poco distintos.
FIN

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