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JOSÉ LUIS MARTÍNEZ BOIX

HISTORIA DE AMÉRICA
SOCIEDAD IBEROAMERICANA TRAS LA CONQUISTA

ESTRUCTURA SOCIOECONÓMICA Y ÉTNICA

Hasta el descubrimiento de América los occidentales blancos sólo habían tenido contacto
con otras etnias de dos modos: esclavizando a los negros y comerciando con los
asiáticos/mongólicos. Con la conquista del nuevo continente surgen todas las combinaciones
posibles de la raza humana: blancos conquistadores, negros esclavos, indios de origen mongólico
nativos, zambos (mezcla de negro e indio), mulatos (hijo de blanco y negro) y criollo (blanco e
indio).
Este asunto que no debería trascender la curiosidad genética es relevante ya que tuvo
importancia en la sociedad americana. Ser blanco era ser de la clase dominante, ser negro
significaba ser esclavo, ser indio era estar abajo, pero siempre por encima del negro. El mestizaje
obligó a crear nuevas categorías que limitaron y condicionaron el acceso a los derechos, los bienes
y los usos de la mano de obra. No era una sociedad de castas, ya que no existía una diferenciación
de cuerpos legales, pero sí muy estamentalizada y en la que era muy difícil llegar a disfrutar de los
privilegios de los que disponían personajes de piel más clara.
El mestizaje fue extendiéndose desde los primeros momentos de la ocupación en
Iberoamérica. La progresiva aparición de mestizos ilegítimos y su deseo de ampararse en su
condición de blancos obligó a elaborar la primera legislación discriminatoria al respecto en 1549,
prohibiéndoles tener indios, disfrutar de encomiendas por herencia (sí por mérito), desempeñar
oficio público o real. Sólo pudieron ser pequeños propietarios o arrendatarios, capataces, peones, o
artesanos. Fueron un detonador social por varios motivos: vivían junto a negros e indios,
desposeídos de toda posibilidad de ascenso social, condenados a ser como mucho pequeños
propietarios, aunque su número no paró de crecer, llegando en el 1650 a superar los 400.000.

GRUPO BLANCO: PENINSULARES, PORTUGUESES Y CRIOLLOS


Grupo blanco al que se añadían algunas excepciones interétnicas fruto de cruzamientos
dentro de matrimonios religiosos o a través del reconocimiento del hijo ilegítimo. Gran crecimiento
del grupo por la emigración y el crecimiento vegetativo: 150.000 en el s. XVI, 500.000 en el s.XVII
y 659.000 a mitad de ese mismo siglo.
Asentaron su control los blancos sobre una serie de elementos que legarían después a sus
descendientes criollos: La vida urbana, el control administrativo, posesión de bienes (tierras, minas,
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comercio), usufructo de la mano de obra indígena y la familia extensa patriarcal. También el mismo
deseo de constituirse en una sociedad nobiliaria indiana, copia de aquélla que abandonaron.
El régimen de vida urbano, en contraposición al modo de vida rural de los indios, fue quizás
lo que más caracterizó a las oblaciones blancas. Fundaron más de 225 ciudades de nueva planta
antes de 1573 (cuando Felipe II da las Ordenanzas de Poblamiento, con el fin de legislar la norma).
Las ciudades indianas tenían unos pocos centenares de habitantes (aproximadamente 600 por
ciudad), con una estructura en damero, cuyo centro quedaba despejado para colocar la plaza mayor,
la cual albergaba los edificios más importantes para el poder: la casa del gobernador o virrey,
regimiento local o cabildo, Justicia y la del párroco, obispo o arzobispo. Los vecinos vivían más o
menos cerca de esta plaza mayor en función de su prestigio social. En las periferias vivían los más
humildes y los pocos indios urbanitas.
Se vestía, comía y actuaba al modo peninsular. La misa de 12 constituía un punto de
cohesión social y política tremendamente importante, en la que se reunían todos los estratos
sociales, unos para hacer ostentación y confabular y otros para mostrar su menesterosidad.
Posteriormente, el crecimiento de las ciudades provocó la aparición de parroquias de barrio y
conventos, lo cual fue en detrimento del carácter aglutinante de la misa en la plaza central, en pro de
una conciencia de barrio. Otros lugares de reunión muy frecuentados, aunque con un público
específico para cada uno de ellos fueron los garitos clandestinos de juego, las pulquerías (bares de
aguardiente) y prostíbulos.
La familia fue la institución social más representativa de los peninsulares. Su modelo fue la
gran familia extensa nobiliaria: patriarcal, en base al matrimonio y con gran número de miembros
por sangre y por servicio. El padre solía ser una figura ausente, dedicado a la administración y la
política, mientras que la madre se encargaba de la gestión de la hacienda y la educación de los hijos.
Los hijos vivían en el hogar hasta edades muy tardías por la imposibilidad de dividir el patrimonio
en virtud del mayorazgo. Las mujeres solían casarse muy jóvenes o ingresar en conventos, de dote
más baja que la matrimonial. Ante todo, las relaciones entre familias constituían verdaderas
endogamias locales, con vínculos extensos de parentesco. Se ejercía una tutela sobre las familias de
trabajadores y labradores de la hacienda, creando un compromiso tutelar y la dependencia del
trabajador.
Poco a poco, y gracias a las ventas de oficios y dignidades que paulatinamente la Corona
Española dispuso por su bancarrota económica (primero venta de oficios administrativos, luego
administraciones de justicia, responsabilidades eclesiásticas y finalmente cargos nobiliarios) los
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criollos descendientes de familias adineradas hispanas pudieron comprar una plaza en algún cargo
de la Corona, la cual obtuvo grandes sumas de dinero por estas ventas. De este modo, a medida que
pasó la edad moderna se fue sustituyendo esta élite peninsular por una criolla, que pasó a ocupar
todos los cargos antaño ocupados por los españoles.

INDIOS HISPANIZADOS:
Los indios de la sociedad iberoamericana poco se parecían ya a sus antepasados
precolombinos: sus formas de vivir, trabajar, comer, su concepto de autoridad, el concepto de
tributo y dinero, la nueva vida urbana, la figura de la metrópolis y el encomendador, en definitiva,
todo su estilo de vida se hubo de adaptar, en diferentes ritmos y profundidades a la aculturación
hispánica impuesta tras la conquista.
Pese a todos estos cambios la Corona Española operó de una forma paternalista respecto a
los indios. Respetó sus tierras (no por ser indias, sino por ser ahora tierras comunales de la Corona),
y sus jefes militares pasaron a distinguirse como Don, montar a caballo y portar armas. En los
núcleos indios se estableció la institución del Cabildo, cuyos miembros (alcalde, alguacil, etc) eran
indígenas, aunque siempre bajo la vigilancia de los curas y corregidores españoles. Se respetaron
sus tributos y costumbres, si bien gran parte de los indios en edad laboral para poder evadir el pago
de tributos y el servicio obligatorio a la Corona emigraban a comunidades cercanas, donde
registrados como “forasteros” trabajaban como jornaleros en haciendas, escondidos de buen grado
por los propietarios de las mismas para poder servirse de su trabajo. Muchos emigraban a las
ciudades, donde acogidos en la periferia se establecían como artesanos o obreros urbanos,
constituyendo un proletariado urbano. En general, desde el siglo XVII todos los indios estaban
plenamente hispanizados, viviendo una vida desarraigada y miserable, sin poder integrarse ni en la
nueva sociedad hispánica ni en aquella que habían abandonado.

NEGROS Y CASTAS:
El de mayor crecimiento a causa de la trata de esclavos realizada desde la conquista,
suponiendo un millón de negros para el siglo XVII. Se encargaban de los trabajos más duros como
la agricultura, construcciones, minería y bogas y aunque puedan parecer un grupo homogéneo cabe
diferenciar dentro de ellos los libres y los esclavos. Los libres lo eran gracias al esfuerzo de sus
antecesores o el propio, que les había llevado a acumular lo suficiente para poder comprar su
libertad. Los esclavos sólo tenían el derecho a poder vivir.
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Dentro de los esclavos encontramos en América bozales o criollos. Los primeros venían
directamente de África, por lo que no conocían ni la lengua ni los oficios a los que se les destinaría
en América; además, algunos bozales venían de imperios africanos (Songhay y Kanem), por lo que
eran creyentes (cristianos o islámicos) y ya conocían el comercio, frente a ellos, otros bozales
provenían de las zonas de selva, por lo que se encontraban torpes en un mundo que no terminaban
de entender.
Se destinaban a dos tareas principalmente: labores domésticas o trabajo al aire libre. Los
primeros eran privilegiados, ya que trabajaban en mejores condiciones y tenían mayores facilidades
para conseguir la ahorría necesaria para la libertad. Tanto en campos como en casas particulares, a
pesar de que se les bautizaba forzosamente antes de embarcarlos, se continuaron las religiones
africanas originarias, que tomaron pronto sincréticas formas bajo el cristianismo.
La compra de la libertad era casi utópica, siendo más frecuente la manumisión por parte del
amo cuando moría, como muestra de simpatía a los servicios prestados. La mísera condición de
vida que tenía el esclavo le impulsó frecuentemente al cimarronaje. Éste consistía en la huida de la
hacienda o la mina para internarse en el monte, donde vivían asociados en comunidades
independientes llamados Palenques (Quilombos en Brasil), que fueron fuertemente perseguidos por
las autoridades españolas. Desde los Palenques bajaban los antiguos esclavos a las haciendas con el
fin de saquearlas, o asaltaban a caminantes que transitaban caminos rurales.
De la mezcla genética con los blancos nacieron los mulatos, frecuentemente hijos de madres
negras, que por ser de reducido número eran muy apreciadas como amantes, aunque muy raramente
desposadas con blancos. Los mulatos fueron doblemente discriminados: por esclavos y por fruto del
adulterio. Su número fue grande, estableciéndose 269.000 en 1650. La gran mayoría de ellos eran
esclavos, heredando la condición de sus progenitoras. Los que conseguían la libertad tenían
prohibido, del mismo modo que el resto de libres, llevar armas, andar por la noche, montar a caballo
y tener indios como servicio. Las mulatas tenían prohibido portar alhajas o perlas, así como tener
vestidos de seda o mantos, la cual cosa satisfacía mucho a las criollas y españolas, que podían lucir
mejor que su competencia sexual negra.
Por último tenemos las castas, que eran fruto de cruzamientos interétnicos en los que el
negro participaba de algún modo. Surgieron zambos (negros e indios) producto de los esclavos y
libros que buscaban mujer y se veían rechazados por blancas y criollas. Las castas fueron
despreciadas por el resto de la sociedad, elevando incluso el estatus del negro y el mulato, sobretodo
si éstos eran libres.

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