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Violencia obstétrica: qué es, características

y ejemplos
Examinamos el concepto de violencia obstétrica, sufrida
por algunas mujeres embarazadas.

Nahum Montagud Rubio


9 septiembre, 2021 - 11:56
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El embarazo, el parto y el puerperio son procesos que, mal gestionados,


pueden provocar secuelas físicas y psicológicas a la mujer, siendo esto el
motivo por el que la atención ginecológica y obstétrica que reciba durante
ellos debe ser cuidadosa, respetuosa y enfocada en su salud y al de su hijo.

Si bien los profesionales del parto tienen conocimientos y práctica para poder
ejercer correctamente su profesión, a veces se cometen errores que pueden
perjudicar la salud de las mujeres y estos puede incurrir en lo que se ha
denominado como violencia obstétrica.

Este término tiene su historia, pero ha ido viralizándose estos últimos días a
raíz de la nueva reforma de la Ley del Aborto y las ampollas que ha levantado.
Abordemos en profundidad qué implica este tipo de violencia y por qué está
generando tanto debate.
 Artículo relacionado: "Los 11 tipos de violencia (y las distintas clases

de agresión)"

¿Qué es la violencia obstétrica?


La violencia obstétrica es el conjunto de prácticas y conductas realizadas
por profesionales en el ámbito de la salud que atienden a mujeres durante
el embarazo, el parto y el puerperio, tanto en el ámbito público como en el
privado, que por acción u omisión suponen algún grado de violencia hacia las
usuarias.

Esta violencia puede ser física, en forma de actos no apropiados o no


consensuados por la paciente, y psicológica, como por ejemplo tratar de
forma paternalista y humillante a la usuaria.

De acuerdo con las asociaciones defensoras del término, la violencia


obstétrica constituye una discriminación de género y supone la violación
de los derechos humanos desde el enfoque de los derechos de la salud,
sexuales y reproductivos de la mujer. Los comportamientos considerados
como pertenecientes a este tipo de violencia se engloban dentro del trato
deshumanizado, la medicalización injustificada y la patologización de los
procesos naturales asociados al alumbramiento que pueden sufrir las mujeres
en entornos hospitalarios.

El término “violencia obstétrica” ha ido convirtiéndose en un tema de mucha


actualidad. El debate social en torno a este concepto y si se deben regular o no
ciertos comportamientos en la atención clínica a las embarazadas como
violencia obstétrica ha levantado ampollas tanto entre médicos como en
asociaciones a favor de los derechos de la mujer y en contra de su
discriminación.
Quienes defienden la existencia de la violencia obstétrica la clasifican como
una violencia estructural e institucional que emana de una cultura patriarcal
que afecta a diferentes ámbitos de la sociedad, incluyendo las ciencias
médicas.

A pesar de que no se trata de una idea nueva, ha permanecido oculta e


invisibilizada durante mucho tiempo y, a día de hoy, sigue siendo bastante
desconocida, incluso por los propios profesionales de la salud, siendo todavía
menos conocida dentro de las propias usuarias de los servicios de ginecología
y obstetricia. Algunos estudios apuntan que más de la mitad de los y las
profesionales de la salud no disponen de información suficiente sobre
este tipo de comportamientos.

 Quizás te interese: "Las 12 ramas (o campos) de la Psicología"

Un problema que no es nuevo, dirigido hacia


embarazadas
A pesar de que el término se ha ido viralizando en los últimos días, este no es
nada nuevo. De hecho, la primera vez que se usa el término “violencia
obstétrica” apareció en el año 1827 en una publicación en inglés en “The
Lancet” como crítica a las prácticas ampliamente extendidas de los paritorios
de principios del siglo XIX. A medida que han ido pasando los años, cada vez
más personas han ido tomando conciencia de la existencia de este tipo de
violencia hasta el punto de realizarse investigaciones sobre el trato de las
mujeres embarazadas en los servicios de salud.

Aunque con otros términos, este fenómeno ya fue denunciado durante la


década de 1950 en los Estados Unidos y el Reino Unido y, en la de 1980, lo
sería en Brasil bajo una perspectiva feminista. Ya entrando en el siglo XX, con
la emergencia de nuevas asociaciones activistas como “El parto es nuestro” la
idea ha empezado a ver luz y tomarse mayor concienciación sobre el
problema. El activismo en contra de la violencia obstétrica está fuertemente
motivado por el hecho de que experimentar un parto traumático es una
experiencia que puede provocar secuelas físicas y psicológicas.

La Organización Mundial de la Salud emitió en el 2014 una declaración


alertando sobre la falta de respeto que recibían muchas mujeres embarazadas
en los centros de salud, siendo algo extendido a nivel mundial. Añadido a esto,
insistía en la necesidad de erradicar estos comportamientos, que en la
actualidad se considera una grave violación de los derechos de las mujeres,
aun incluso cuando se da de forma totalmente inconsciente o la lleva a cabo
una mujer ginecóloga. Todo esto motivó que, en el año 2019, la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) calificara a la violencia obstétrica como un
fenómeno generalizado.

En el año 2020, el Comité para la Eliminación de la Discriminación Contra la


Mujer de Naciones Unidas (CEDAW por sus siglas en inglés) condenó a España
a indemnizar a una mujer que denunció haber sufrido este tipo de violencia. El
comité consideró como procedimientos innecesarios la decena de tactos
vaginales, la inducción con oxitocina (hormona para acelerar las
contracciones del parto) y la episiotomía (incisión en el tejido entre el ano y la
vagina) a los que fue sometida la usuaria sin su consentimiento explícito,
propios de un caso de violencia obstétrica.

Las mujeres que aseguran haber sido víctimas de este tipo de violencia
sienten como algunos profesionales médicos hacen con ellas lo que quieren,
como si el cuerpo no les perteneciera. Denuncian que, desde que se quedan
embarazadas, las mujeres pierden el derecho sobre su propio cuerpo y que se
justifica el uso de cualquier práctica médica, por muy dolorosa y humillante
que pueda ser, usándose como argumento que todo se vale por el simple
hecho de salvar al “producto”, esto es, el feto. Además, critican que casi nadie
les informe adecuadamente de los procedimientos y que se convierten en
“úteros con patas”.

 Artículo relacionado: "La indefensión aprendida: ahondando en la

psicología de la víctima"

Ejemplos de violencia obstétrica


El activismo a favor de la eliminación de este tipo de violencia considera que
la violencia obstétrica se da en forma de comportamientos generalizados en
la atención de mujeres embarazadas, como los siguientes:

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 No atender eficazmente ni a tiempo las emergencias obstétricas.

 Obligar a la mujer a parir en una posición incómoda habiendo otras

alternativas.
 Impedir el apego precoz del bebé con su madre cuando no hay causa

justificada.
 Negar cargar y amamantar al bebé recién nacido sin tener urgencia

médica.
 Usar técnicas de aceleración del parto sin el consentimiento voluntario,

expreso e informado de la mujer.


 Alterar el proceso natural del parto de bajo riesgo.

 Practicar cesáreas sin consentimiento voluntario, expreso e informado

de la mujer.
 Insistir en practicar una cesárea aun pudiendo practicarse un parto

natural.
 Dar a la usuaria un trato infantil, autoritario, paternalista, humillante,

despectivo, con insultos verbales y vejaciones.

Algunos ejemplos usuales en la atención de las mujeres embarazadas que


se pueden considerar como violencia obstétrica son:

 Tactos vaginales realizados por más de una persona.

 Episiotomía, uso de fórceps y maniobra de Kristeller como prácticas

rutinarias.
 Raspaje del útero sin anestesia.

 Cesárea sin verdadera justificación médica.

 Suministro de medicación abusiva e innecesaria para el parto en

concreto.
 Quizás te interese: "Los 13 tipos de dolor: clasificación y

características"

¿Por qué se da y por qué no se conoce?


El activismo en contra de la violencia obstétrica insiste que su denuncia no
debe verse como una movilización en contra de la práctica profesional de los
sanitarios, sino como una acción para concienciar sobre una mala praxis muy
extendida, tanto de forma accidental como voluntaria.

Este fenómeno es un problema que parece ser bastante común, habiendo


voces que sostienen que entre el 30 y 50% de las mujeres del mundo han
sufrido violencia obstétrica de una u otra manera, sintiéndose humilladas y
vejadas en alguna ocasión cuando han visitado a su ginecólogo o durante el
parto.
Hay quienes consideran que el motivo por el que se haya empezado a tomar
conciencia hace tan poco es porque se trata de un tipo de violencia de
carácter simbólico y normalizada incluso entre las mujeres embarazadas.

Hay mujeres que no se atreven a denunciarlo por miedo a que sean tildadas
de exageradas o que se les diga que realmente quien habla son sus hormonas.
Añadido a esto, pocas son las mujeres debidamente informadas sobre sus
derechos reproductivos, creyendo muchas de ellas que es normal ser
sometida a procedimientos médicos desagradables sin dar su consentimiento
explícito.

En cuanto a la comunidad sanitaria, uno de los motivos que se ha usado para


explicar por qué los profesionales del parto incurren en comportamientos
propios de la violencia obstétrica tiene que ver con el síndrome de burnout o
desgaste profesional. Estos mismos profesionales pueden tener unos niveles
de estrés y cansancio muy altos, tanto que llegue un momento en el que se
frustran con su trabajo, trabajan de forma más mecánica y deshumanizan a
las pacientes, afectando a la relación médico-paciente.

Otra de las causas que explicaría por qué la comunidad sanitaria no parece ser
consciente de este problema es que no recibe la debida formación e
información sobre este tipo de comportamientos, además de no disponer
de las herramientas necesarias para detectar ni gestionar las prácticas
irrespetuosas para con las mujeres embarazadas, de parto y en el puerperio.

A pesar de no haber intención en cometer daño alguno hacia la mujer, el


cansancio motiva querer usar técnicas que agilicen el alumbramiento y,
aunque seguras, pueden suponer un gran malestar psicológico y físico a la
mujer de parto.

 Artículo relacionado: "Psicología del embarazo: así cambia la mente

de la mujer embarazada"
El debate en España
El debate está muy activo en España en estos momentos, debido a que el
Ministerio de Igualdad anunció su intención de incluir a la violencia
obstétrica como delito en la reforma de la Ley del Aborto (modificación de
la Ley Orgánica 2/2010), incluyéndola además como un subtipo de violencia
machista. A pesar de las buenas intenciones detrás de la medida, esta es
rechazada por ginecólogos, tanto hombres como mujeres, puesto que se teme
que con ella se criminalice su profesión, además de que podría romper la
relación médico-paciente y la confianza de las mujeres embarazadas en la
ginecología y la obstetricia.

Los ginecólogos consideran que la mala praxis en los partos son negligencias
más, que deben ser debidamente investigadas y penalizadas en caso de darse,
al igual que con cualquier mala acción de un sanitario de cualquiera otra rama
de las ciencias médicas. En este caso en concreto, la comunidad ginecológica
considera que no se deben confundir con la violencia sexista las
negligencias en el parto, tal y cómo lo expresó recientemente el Consejo
General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) o la Unión Profesional de
Médicos de Ejercicio Libre (Unipromel).

Cabe mencionar que, aunque crítica con la idea de violencia obstétrica, la


Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) considera
fundamental escuchar a las mujeres y sus parejas, facilitarles su
participación en las políticas de salud y reclamar los medios suficientes a
la administración sanitaria para mejorar su trato. Además, valoran también
la necesidad de denunciar las carencias del sistema que, una vez suplidas,
facilitará proporcionar una atención respetuosa con la maternidad, enfocada
en conseguir el nacimiento del bebé lo más sano posible y hacer que sea una
experiencia positiva para la madre

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