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Última revisión: 06/04/2023.


Tema49. España: a 2.ª República y la Guerra Civil.

INTRODUCCIÓN

A lo largo de este tema analizaremos la evolución de la II República española, desde su proclamación al


final de la dictadura de Primo de Rivera, hasta el estallido de la Guerra Civil. El conflicto armado enfrentó,
entre 1936 y 1939, a dos facciones ideológicas contrapuestas en España: la izquierda, integrada por los
defensores de la República; y la derecha, formada por los insurgentes liderados por el general Francisco
Franco. El resultado fue la victoria de este último grupo y el establecimiento de una dictadura que duró,
aproximadamente, cuarenta años. La importancia de este tema radica en que nos permite comprender el
contexto socioeconómico en el que surgió la II República, también su evolución política y la progresiva
separación de las “dos Españas” a las que aludía el poeta Antonio Machado, que terminaron enfrentadas
en una guerra donde hubo varias y diferentes contiendas, fruto de un conflicto de clases, político e
ideológico, pero resultado también de la defensa de otras lealtades primordiales como las religiosas,
lingüísticas, familiares, regionales o nacionales. Fue una guerra de clases, como veremos en los
comportamientos y en las manifestaciones de la violencia en las dos zonas, pero también una guerra de
religión, entre el catolicismo y el anticlericalismo, una guerra en torno a las ideas de la patria y de la
nación, y una guerra de ideas, de credos que estaban entonces en pugna en el escenario internacional. En
la guerra civil española cristalizaron, en suma, batallas universales entre propietarios y trabajadores,
Iglesia y Estado, entre oscurantismo y modernización, dirimidas en un marco internacional desequilibrado
por la crisis de las democracias y la irrupción del comunismo y del fascismo.

El desarrollo de este tema seguirá el siguiente esquema:

1. Contexto histórico del advenimiento de la II República


1.1. La sociedad española en torno a 1930
1.2. La crisis económica y su impacto
1.3. La movilización política
2. Etapas y desarrollo de la II República: realizaciones políticas, crisis y conflictividad. Propuestas de
modernización y resistencias al cambio
2.1. El bienio reformista (1931-1933)
2.2. El bienio radical-cedista (1933-1935)
2.3. El Frente Popular (1936)
3. La Guerra Civil. Causas. Configuración de los bandos enfrentados y operaciones militares
3.1. Causas de la Guerra Civil y configuración de los bandos
3.2. Evolución de las operaciones militares
4. Desarrollo interno de los bandos e intervención extranjera
4.1. En la zona republicana
4.2. En la zona sublevada
4.3. Intervención extranjera
5. Consecuencias del conflicto
6. Dos Españas, dos mujeres

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Tema49. España: a 2.ª República y la Guerra Civil.

1. CONTEXTO HISTÓRICO DEL ADVENIMIENTO DE LA II REPÚBLICA

La Restauración Borbónica había instaurado, en 1874, un sistema de gobierno basado en una monarquía
constitucional y en la alternancia pacífica de partidos, Conservador y Liberal, sancionando el proceso de
construcción del Estado liberal y los intentos fallidos democratizadores de la Primera República (1873-
1874). Desde comienzos del siglo XX, hasta el fin de la Restauración y la proclamación de la II República,
en abril de 1931 –con el paréntesis de la dictadura de Miguel Primo de Rivera [gobierno 1923-1930]–, los
sucesivos gobiernos de la monarquía borbónica intentaron desarrollar, sin éxito, un proceso de
reformismo social, político y económico, que sirviera para acercar a España al modelo europeo de
sociedad industrial. Estos esfuerzos resultaron fallidos porque en ningún momento se solucionaron las
verdaderas raíces del problema (Vázquez, 2016).

1.1. LA SOCIEDAD ESPAÑOLA EN TORNO A 1930

Hacia 1930, España se presentaba como un país semiindustrial; la esperanza de vida había aumentado
a 50 años –tasa semejante a la del resto de Europa–, y se había producido una reducción importante de
la emigración ultramarina, que había sido muy fuerte a finales del siglo XIX y principios del XX. El
crecimiento industrial permitió el desarrollo de la vida urbana; Madrid y Barcelona experimentaron, en
esos años, un crecimiento que los llevó a alcanzar cerca del millón de habitantes. Pese a estos rasgos de
modernidad, el campo permanecía en un estado bastante atrasado, limitado por el gran problema del
latifundismo que, aunque en menor medida que en Hispanoamérica y Europa del Este, creaba sensación
de hambre de tierras y una fuerte agitación social, especialmente en Andalucía (Cobo, 2021). En Cataluña,
la rabassa morta había sido sustituida por fórmulas menos beneficiosas para el campesinado tras la crisis
de la filoxera. Cuando se proclamó la II República, España tenía una tasa ligeramente superior al 60 % de
población alfabetizada –aproximadamente un 40 %, si no consideramos a la población semialfabetizada
dentro de esa categoría–. Todos estos datos permiten deducir que, en 1931, la sociedad española era lo
suficientemente moderna como para tener un sistema democrático, pero no tanto como para que su
democracia fuera estable.

La protesta social no se debió a que no existieran mejoras en las condiciones de vida obreras, que las
hubo, sino que la proclamación de la República produjo una revolución en las esperanzas de la clase
trabajadora. La conflictividad social que se desató en esos años obedeció a una larga etapa previa de
reivindicaciones insatisfechas y a la expectativa de que lo serían de modo inmediato. Los incidentes
anticlericales –con la quema de conventos– e incendios de cosechadoras en el campo andaluz fueron
algunas de las experiencias que pusieron en evidencia lo incontrolable de la situación a comienzos de los
años treinta.

1.2. LA CRISIS ECONÓMICA Y SU IMPACTO

En el tránsito de un régimen a otro, la situación económica –determinada por la desvalorización de la


peseta, una etapa de sequía y un fuerte desempleo– jugó un papel de considerable importancia. El
impacto de la crisis de 1929 fue menor que en otras latitudes, porque España no estaba lo suficientemente
industrializada; por eso, no fue factor decisivo del colapso del régimen de Primo de Rivera, aunque sí un
factor coadyuvante. La crisis afectó de manera distinta a los diferentes sectores; los más damnificados
fueron los relacionados con los mercados internacionales, como el comercio, la industria siderúrgica y el
mercado de valores. El caso más espectacular fue el comercio exportador español, que al estar constituido

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por productos prescindibles experimentó una drástica reducción; las exportaciones cayeron más de un
40 % entre 1929 y 1933. Los efectos los sufrieron regiones de productos agrícolas o industriales de
exportación como Valencia (naranja) y el País vasco (hierro). Las cosechas de trigo fueron buenas, aunque
se produjo un problema de superproducción, que se agravó con la importación de cereal mal calculada
en 1932. La caída del producto interior bruto (PIB) fue suave y las tendencias deflacionistas no fueron
muy marcadas; el menor impacto en términos de renta se debió, sobre todo, al aislamiento relativo de la
economía española; su carácter eminentemente agrario la protegió de una depresión claramente
industrial y financiera. A pesar de que la crisis no fue grave, la recuperación resultó muy lenta, al verse la
situación agravada con la conflictividad interna de naturaleza política (Canal, 2017).

1.3. LA MOVILIZACIÓN POLÍTICA

La movilización política, es decir, la formación y consolidación de los nuevos partidos políticos, se había
iniciado antes de la proclamación del régimen republicano, pero el proceso necesitó un tiempo para
completarse. Las elecciones constituyentes de 1931 fueron de transición; en ellas hubo una candidatura
oficial republicano-socialista que contó con ayuda oficial; hay testimonios de fraude por sumisión del
electorado al encasillado –sistema de negociación previa entre los partidos utilizado durante la
Restauración para elegir al candidato que ocuparía la casilla con más probabilidades–. El mapa electoral
señalaba las zonas de implantación de los socialistas, pero no la implantación de la derecha –todavía no
organizada– que estuvo poco representada en las Cortes Constituyentes para lo que era su fuerza social
real. La movilización política acabó entre 1932 y 1933, a lo que contribuyó el sistema electoral diseñado
para las Constituyentes, que contemplaba la división de España en distritos provinciales o de grandes
ciudades –que tenía como fin acabar con el caciquismo–; la ampliación del derecho electoral a los varones
mayores de 23 años, y la inclusión posterior en la Constitución del derecho a voto de las mujeres. Pese a
todo, las elecciones republicanas no fueron modélicas; el grado de abstención fue grande, y hubo partidos
caciquiles como los agrarios y muchos caciques se incorporaron a las opciones republicanas.

2. ETAPAS Y DESARROLLO DE LA II REPÚBLICA: REALIZACIONES POLÍTICAS,


CRISIS Y CONFLICTIVIDAD. PROPUESTAS DE MODERNIZACIÓN Y
RESISTENCIA AL CAMBIO

Al término de la dictadura del general Primo de Rivera, en enero de 1930, asumió la presidencia del
Consejo de Ministros –de la monarquía de Alfonso XIII [reinado 1886-1931]– el general Dámaso
Berenguer [gobierno 1930-1931], que intentó en vano salvar el trono al formar equipo gubernamental
con los representantes de la oligarquía. Sin embargo, sus tentativas para recomponer el Estado fueron
inútiles. Como la “dictablanda” –término con el que fue conocido su gobierno– de Berenguer no satisfizo
a nadie, el rey ofreció el gobierno a Santiago Alba (1872-1949), líder del Partido Liberal emigrado en
Francia, pero este se negó; por otra parte, el rey rechazó la propuesta de los constitucionalistas de
Melquíades Álvarez (1864-1936). Finalmente, Alfonso XIII entregó el gobierno al conservador José
Sánchez Guerra (1859-1935), que ofreció a los presos políticos –republicanos detenidos en la Cárcel
Modelo–participantes en la sublevación antimonárquica de Jaca (1930) las carteras ministeriales; oferta
que estos rechazaron. Este gesto supuso un golpe de muerte al régimen.

En febrero de 1931 se formó un nuevo gobierno bajo el mando del almirante Juan Bautista Aznar-
Cabañas [gobierno 1931], que duró hasta abril, quien fue elegido porque había mantenido una clara
oposición a Primo de Rivera y porque no suponía una amenaza para nadie. Aznar-Cabañas formó un

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gobierno de concentración monárquica que inmediatamente anunció elecciones; primero municipales,


porque se consideraban menos peligrosas que las parlamentarias. Las elecciones municipales –
celebradas el 12 de abril de 1931– otorgaron la victoria a los republicanos en la mayor parte de las
capitales de provincia. Ante el triunfo republicano, se produjo un gran desconcierto entre los
monárquicos, Álvaro Figueroa y Torres, Conde de Romanones (1863-1950) –personaje clave en el devenir
político de la época–, advirtió la muerte de la monarquía en su famosa frase: “El resultado de las
elecciones no puede ser más lamentable para los monárquicos. Esta es la realidad, y es preciso decirla,
porque ocultarla sería contraproducente e inútil” (Tuñón de Lara, 2000). En consecuencia, se convocaron
elecciones parlamentarias antes que las provinciales previstas. El general José Sanjurjo (1872-1936), jefe
de la Guardia Civil, se ofreció al nuevo gobierno. El rey no pensó en resistir con ayuda de la fuerza, tal
como le proponían sus consejeros, sino que mostró un gran sentido común y partió a Cartagena, dispuesto
a embarcarse hacia Roma; el 14 de abril se proclamó la República de forma pacífica.

2.1. EL BIENIO REFORMISTA (1931-1933)

Tras la proclamación de la II República se formó un gobierno provisional presidido por Niceto Alcalá
Zamora [gobierno provisional abril-octubre de 1931]. Las elecciones constituyentes del 28 de junio de
1931 dieron la mayoría a socialistas y republicanos, tras la dimisión de Alcalá Zamora, Manuel Azaña se
puso a la cabeza del gobierno provisional [gobierno provisional octubre-diciembre de 1931; presidencia
del gobierno 1931-1933; presidencia de la República 1936-1939].

En diciembre de 1931, la Cortes Constituyentes votaron una Constitución, que admitía tres autonomías
(Cataluña, Euskadi y Galicia), diseñadas para solucionar el problema político del nacionalismo, que hundía
sus raíces a finales del siglo XIX. Se proclamaba la República, la soberanía popular y se establecía el
sufragio universal (masculino y, por primera vez, femenino). En diciembre, Niceto Alcalá Zamora [gobierno
1931-1936] fue elegido presidente de la República, y Manuel Azaña fue nombrado presidente del
gobierno –cargo que ocupó hasta 1933 al frente de una coalición republicano-socialista–. Sus principales
frentes de actuación fueron la cuestión social, la reforma militar y la reforma agraria.

 La cuestión social. Uno de los aspectos más señeros de la Constitución de 1931 fue su carácter laico.
Después de los ataques del 10 al 13 de mayo –incendio de varios conventos en Madrid y Málaga– la
relación con la Iglesia se hostilizó. El cardenal Pedro Segura (1880-1957) –clérigo muy activo en la vida
política española del momento– había publicado un durísimo artículo alentando a los católicos a
actuar en contra del régimen, lo que le valió su exilio forzado de España. Las clases medias, de
arraigados sentimientos católicos e incómodas con el matiz socialista del gobierno, le retiraron poco
a poco su apoyo. En el plano laboral, las reformas legislativas fueron obra del socialista Francisco Largo
Caballero [futuro presidente del Consejo de ministros 1936-1937], que creó un sistema de jurados
mixtos con la finalidad de solucionar los conflictos laborales. Hay que mencionar también los intentos
por mejorar el sistema educativo, que se encontraron con la enorme barrera de la falta de medios
económicos. Se intentó acabar con la hegemonía de la enseñanza religiosa y se adoptó un modelo de
escuela mixta, laica, obligatoria y gratuita. De igual manera, se llevó a cabo la creación de las misiones
pedagógicas, encaminadas a difundir la cultura en las zonas rurales (bibliotecas, cines, coros, teatro,
conferencias, etc.). También se presentaron propuestas para crear una seguridad social de corte
moderno, pero esta idea no pudo llevarse a cabo.

 La reforma militar. Otra de las líneas de actuación del gobierno fue la reforma militar llevada a cabo
por Azaña, que conservó el cargo de ministro de Guerra. Esta reforma se realizó mediante la

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implantación de una serie de decretos que tuvieron los siguientes efectos: supresión de la Ley de
Jurisdicciones –una ley vigente desde 1906 que ponía bajo jurisdicción militar las ofensas a la patria–;
favorecimiento del retiro del servicio a aquellos que rehusaran hacer la promesa de fidelidad a la
República –que pasaron a la reserva con el mismo empleo y sueldo–; la estructuración de plantilla –
con la reducción del número de oficiales y la creación del cuerpo de suboficiales–; y la supresión de la
Academia General Militar de Zaragoza.

 La reforma agraria. Fueron muchos los proyectos presentados a tenor de la necesaria reforma del
obsoleto sistema agrario. Las izquierdas republicanas pretendían formar una clase media agraria
adicta al nuevo régimen; el PSOE buscaba la socialización de la tierra; y los anarcosindicalistas su
colectivización. Esta disparidad explica las vacilaciones del gobierno, que se plasmaron en los cuatro
proyectos previos a la promulgación de la Ley de Bases de Reforma Agraria, aprobada en septiembre
de 1932. Se creó el Instituto de Reforma Agraria, donde se hizo un inventario de tierras y beneficiarios,
con el objetivo de incautar las tierras a los grandes terratenientes con indemnización y su reparto
entre los campesinos pobres. Sobre esta cuestión, el estudio de referencia lo constituye la obra del
historiador norteamericano Edward Malefakis (1932-2016), publicada en 1970, Reforma agraria y
revolución campesina en España. Orígenes de la Guerra Civil. El fracaso de la reforma fue rotundo; las
razones de este descalabro han sido muy discutidas, pero la mayor parte de la historiografía coincide
a la hora de culpar a la falta de medios de la Hacienda, el rechazo de la oligarquía terrateniente y la
insuficiencia del recién creado Banco Nacional de Crédito Agrícola (Gil, 2005). Aun así, se consiguieron
expropiar unas 120 000 hectáreas y asentar en ellas a unos 12 000 campesinos. Asimismo, quedó
establecida la prohibición de poner fin a los contratos de arrendamiento, se fijó la jornada laboral de
8 horas en el campo, se determinó el establecimiento de salarios mínimos y la obligación de los
propietarios de poner en cultivo las tierras aptas para ello. El posterior gobierno radical-cedista aprobó
una Ley para la Reforma de la Reforma Agraria, en 1935, por lo que se puede afirmar que, finalmente,
no se llegó a producir una verdadera reforma agraria en España.

El 10 de agosto de 1932 se produjo un intento de golpe de Estado por parte del general José Sanjurjo –
la Sanjurjada– que, en principio, no parecía ir contra la República, sino más bien contra las políticas del
gobierno de Azaña; sin embargo, el intento de levantamiento fue rápidamente reprimido. Desde la
izquierda, los anarquistas de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la Federación Anarquista
Ibérica (FAI) plantearon una lucha basada en continuas insurrecciones en el ámbito rural; es el caso de los
sucesos de Castilblanco (1931), Arnedo (1932) y, sobre todo, el de la localidad gaditana de Casas Viejas
(enero de 1933), por el que fueron fusilados una veintena de anarquistas.

2.2. EL BIENIO RADICAL-CEDISTA (1933-1935)

El desprestigio del gobierno, ocasionado por todos los problemas anteriores, llevó a la caída del poder
de Azaña y a la convocatoria de nuevas elecciones, el 19 de noviembre de 1933, en las que votaron por
primera vez las mujeres. La victoria fue para a la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA),
de José María Gil Robles (1898-1980), seguido del Partido Republicano Radical, de Alejandro Lerroux
[gobiernos 1933; 1933-1934; 1934-1935]; este último se convirtió en presidente del gobierno, debido a
que Gil Robles parecía poco democrático ante la opinión pública. La República conocía así un viraje hacia
la derecha, al perder la mayoría parlamentaria los partidos que la habían implantado.

A lo largo del año 1934, el gobierno del Partido Radical modificó o suspendió algunas de las decisiones
más contestadas durante el gobierno de Azaña, pero no planteó un cambio sustancial. Estalló entonces la

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Revolución de octubre de 1934 –promovida por el PSOE y su sindicato, la Unión General de Trabajadores
(UGT)–, ante el temor al peligro fascista europeo en el que Gil Robles se perfilaba. En Barcelona, se
conjugó la revolución de la Generalitat con la socialista, producto del enfrentamiento entre el gobierno
de derechas de la CEDA y el de izquierdas, de Lluís Companys (1882-1940). En el País Vasco, se unieron el
Partido Nacionalista Vasco (PNV) con las Alianzas Obreras, y es que el temor al clericalismo había hecho
que las cortes reformistas fuesen tan mezquinas con el Estatuto vasco como generosas con el catalán (por
eso el PNV fue un partido de oposición con Azaña); pero ahora la derecha, hostil a la autonomía,
amenazaba igualmente a los nacionalistas vascos, y así comenzó una extraña alianza entre católicos
vascos y socialistas anticlericales, que los llevaría a luchar juntos al comienzo de la Guerra Civil. En Asturias
sí hubo una auténtica revolución, con huelga general e insurrección armada; la Alianza Obrera aliaba a la
CNT, a la UGT y al Partido Comunista de España (PCE). El ejército, al mando del general Francisco Franco
[gobierno de la dictadura 1939-1975), acudió para controlar la situación; hubo miles de muertos y
enormes destrozos y la CEDA consintió una terrible represión contra los sublevados.

El bienio radical-cedista no fue estable. En la presidencia del gobierno se sucedieron Alejandro Lerroux
–que ocupó el cargo en seis ocasiones–, Diego Martínez Barrio [gobierno 1933; presidente de la República
interino 1936; en el exilio 1945-1962], Ricardo Samper [gobierno 1934)] Joaquín Chapaprieta [gobierno
1935] y Manuel Portela [gobierno 1935-1936]. Los últimos gobiernos fueron cada vez más estériles. Alcalá
Zamora impedía continuamente que Gil Robles –líder del partido más votado en las Cortes– alcanzase la
presidencia. Las diferencias entre unos y otros eran cada vez mayores, por lo que se disolvieron las Cortes
y se convocaron nuevas elecciones.

2.3. EL FRENTE POPULAR (1936)

En las elecciones de febrero de 1936, la derecha se presentó dividida, mientras que la izquierda se unió
en una formación política denominada Frente Popular –que solo excluía a los anarquistas– y que obtuvo
el triunfo, con cerca del 40 % de los votos. En mayo, Azaña ocupó la presidencia de la República y Santiago
Casares Quiroga [gobierno 1936] la presidencia del gobierno. Sin embargo, el entendimiento entre las dos
Españas fue imposible. Los conflictos salpicaban a diario las calles; los asesinatos del teniente José Castillo
(1901-1936), de la Guardia de Asalto –militante socialista– y como represalia al día siguiente, de José Calvo
Sotelo (1893-1936) –político de derechas– precipitaron la situación, y el 17 de julio de 1936, en Melilla,
se inició un pronunciamiento militar. Este alzamiento no contaba con una base social que les respaldase
–a excepción de la oligarquía monárquica y católica, el partido de ideología fascista Falange Española y los
requetés (organización armada del partido carlista)–. Los altos cargos militares que se adscribieron a la
instrucción redactada por el general Emilio Mola (1887-1937) eran, en su mayoría, monárquicos como
Luis Orgaz (1881-1946), Joaquín Fanjul (1880-1936) y Sanjurjo–; aunque también hubo oportunistas como
Gonzalo Queipo de Llano (1875-1951) y Miguel Cabanellas (1872-1938).

3. LA GUERRA CIVIL. CAUSAS. CONFIGURACIÓN DE LOS BANDOS


ENFRENTADOS Y OPERACIONES MILITARES

3.1. CAUSAS DE LA GUERRA CIVIL Y CONFIGURACIÓN DE LOS BANDOS

La explicación de las razones que provocaron la Guerra Civil es forzosamente compleja. La victoria de
los militares sublevados y la instauración de la larga dictadura de Franco, con la consiguiente censura y
manipulación de las fuentes documentales, fueron la causa de que la historiografía académica española

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haya sido incapaz de abordar el tema como objeto de investigación hasta, por lo menos, la promulgación
de la Ley de Prensa e Imprenta, de 1966. En este sentido, la responsabilidad histórica del inicio del conflicto
ha sido objeto habitual de instrumentalización política. Aunque las causas que dieron origen al conflicto
y el análisis político de la contienda siguen siendo, hoy en día, objeto de debate, las aportaciones de
historiadores como Ángel Viñas (1941), Bartolomé Bennassar (1929-2018) o Julián Casanova (1956) han
abierto el camino hacia la búsqueda de la imparcialidad y el rigor histórico. Según este último autor, se
distinguen dos tipos de causas en el estallido de la guerra: las causas remotas, anteriores a la década de
1930, y las causas próximas, que surgieron durante el periodo republicano (Casanova, 2014).

 Entre las causas remotas que dieron origen al conflicto se incluyen: la manera particular en la que
tuvo lugar la Revolución liberal en España –que adoptó la forma de conflicto armado durante las tres
guerras carlistas del siglo XIX–; la actitud y la mentalidad del Ejército –que se manifestaron a través de
la práctica golpista recurrente a lo largo de los siglos XIX y XX–; la escasa modernización del país en
relación con otras naciones del occidente europeo –tanto en materia ideológica como económica–, lo
que dificultó un avance global de la sociedad; y la influencia de las dos ideologías dominantes en el
contexto europeo –el comunismo y el fascismo–.

 Entre las causas próximas hay que destacar la crisis económica y social internacional que se produjo
en la década de 1930, que coincidió con el periodo republicano en España. En estos años, las
principales potencias europeas se vieron obligadas a adoptar decisiones radicales para resolver los
conflictos sociales. Las posibles alternativas políticas se concretaban en tres: el reformismo
democrático, que defendía el sufragio universal (Francia y Reino Unido eran los modelos de esta
alternativa); la reacción fascista, caracterizada por el nacionalismo agresivo, el culto al líder y el partido
único (los modelos eran Alemania e Italia); y la revolución comunista (según el modelo de la URSS). En
España, la República se enfrentaba a la necesidad de canalizar los cambios sociales por la vía del
reformismo, pero fue incapaz de resolver los problemas más acuciantes: la reforma agraria; la
universalización del sistema educativo; la separación entre Iglesia y Estado; la mejora de las
condiciones de la clase obrera y de la mujer o la cuestión de las autonomías políticas, entre otros. La
derecha tendió a imitar el modelo de los fascistas italianos y a minar las reformas modernizadoras de
los gobiernos republicanos. La izquierda radical, los anarcosindicalistas y un sector del PSOE se
opusieron también a los gobiernos, a los que calificaban peyorativamente de “burgueses”. Al no
encontrarse una solución adecuada, el problema entró en una fase de resolución violenta. Para que
estalle la violencia directa es necesaria la voluntad de iniciarla por parte de quien la puede
desencadenar. En este sentido, la voluntad de los generales que la propiciaron –en particular, Mola y
Franco– fue el detonante del desastre en que derivó. Podemos resumir que la causa última de la
Guerra Civil fue que una España, la de derechas, se sintió amenazada por la otra, la de izquierdas, y se
alzó contra ella.

3.2. EVOLUCIÓN DE LAS OPERACIONES MILITARES

El 17 de julio de 1936 se inició la sublevación militar en el protectorado español de Marruecos, y en días


sucesivos la rebelión se extendió a varias guarniciones de la península. A finales del mismo mes, España
quedaba dividida en dos zonas. Los rebeldes dominaban Navarra, Galicia, Castilla y León, la mayor parte
de Aragón, Cádiz, el protectorado marroquí, Islas Baleares (excepto Menorca), islas Canarias y algunos
núcleos aislados en Oviedo, Sevilla, Granada y Córdoba; en total, cerca de 175 000 kilómetros cuadrados,
donde contaban con menos tropas que la República, pero de mayor calidad. El gobierno controlaba el
resto de España: unos 350 000 kilómetros cuadrados, el triple de población, la mayor parte del ejército,

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la armada y la aviación, y, lo más importante, las reservas de oro del Banco de España. El pronunciamiento
como tal había fracasado y degenerado en una Guerra Civil. Esta división dio lugar a las dos Españas, en
correlación con la fragmentación que el país ofrecía en las elecciones de febrero de 1936.

 La guerra de columnas

En agosto, el ejército de Marruecos –lo mejor del ejército español– cruzó el estrecho de Gibraltar, con
la colaboración de la aviación italiana y del acorazado alemán Deutschland, sin que interviniese en su
contra la Armada republicana. Franco, al mando de estas tropas, estableció contacto con Queipo de Llano
en Sevilla. Rápidamente se inició la marcha hacia Madrid a través de Extremadura; con la caída de
Talavera, el peligro sobre Madrid era total. A finales de septiembre, los sublevados tomaban Toledo,
donde el alcázar había resistido un asedio de 70 días por parte de los republicanos.

 La batalla de Madrid (noviembre de 1936-marzo de 1937)

Después de la conquista de Getafe, los sublevados llegaban a los arrabales de Madrid, y el 6 de


noviembre, el gobierno republicano abandonaba la capital: el gobierno se trasladó a Valencia y el
presidente, Azaña, a Barcelona. En su lugar se instaló una Junta de Defensa, presidida por el general
republicano José Miaja (1878-1958). El pueblo madrileño, con la consigna de “No pasarán”, se lanzó a la
defensa de su ciudad de forma sorprendente; el contraataque de las Brigadas Internacionales, con
tanques soviéticos, frenó la ofensiva franquista en Seseña, y, en diciembre, el ataque frontal a Madrid
fracasaba. Franco intentó hacerse con la ciudad en tres ocasiones más: la ofensiva de la Carretera de la
Coruña contó con importantes enfrentamientos en la Casa de Campo y Ciudad Universitaria; la batalla
del Jarama fue el segundo intento fallido por tomar la capital; y la última ocasión fue la batalla de
Guadalajara, en marzo de 1937 –cuidadosamente preparada por las tropas del Corpo Truppe Volontarie
(CTV), de Benito Mussolini (1883-1945)–, recientemente vencedoras de la campaña de Málaga, dirigida
por Queipo de Llano en febrero de 1937. Los italianos rompieron el frente republicano y avanzaron a lo
largo de la carretera Zaragoza-Madrid, pero la reacción republicana detuvo el ataque y contraatacó
recuperando casi todo el territorio perdido y recogiendo abundante material que los italianos dejaron en
su desbandada. En julio de 1937, se desarrolló la batalla de Brunete; iniciativa republicana con la que se
intentó cercar a las tropas nacionales en la Ciudad Universitaria y la Casa de Campo, pero, a pesar de
alguna ganancia territorial los objetivos republicanos fallaron en su totalidad.

 La guerra en el norte (abril de 1937-octubre de 1937)

Cada uno de los territorios que quedaron en manos del gobierno (Asturias, Santander, Vizcaya y
Guipúzcoa) organizó una administración militar y civil independiente; un auténtico gobierno con fuerzas
militares propias que fijaron sus objetivos particulares. Los primeros ataques al territorio norte
republicano provinieron de Navarra y fueron realizados en agosto de 1936; los nacionales tomaron Irún y
San Sebastián –para impedir a la República las comunicaciones con Francia–, pero no fue hasta después
de la batalla de Guadalajara cuando los sublevados iniciaron su verdadera ofensiva. El 20 de abril, el
ejército vasco se retiraba hasta Bilbao. El 26 del mismo mes se produjo el bombardeo de Guernica; algunos
republicanos propusieron hacer de Bilbao un segundo Madrid y resistir hasta el final, pero los seguidores
del PNV compartían puntos en común con los militares en su talante conservador y católico, por lo que,
finalmente, el País Vasco capituló. Después de la batalla de Brunete, la acción volvió a concentrarse en el
norte y, el 14 de agosto, comenzó el ataque a Santander. El 24 de agosto, la ciudad fue tomada por las
tropas sublevadas en lo que supuso el mayor éxito artillero del general Franco. El 1 de septiembre se inició

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Tema49. España: a 2.ª República y la Guerra Civil.

la conquista de Asturias; el avance fue lento –debido a la resistencia natural de los asturianos republicanos
y a que los nacionales tuvieron que distraer tropas para contener la ofensiva republicana en Belchite–,
pero, a partir de octubre, con la ruptura del frente, el avance sublevado se convirtió en un paseo militar y
el 21 de octubre caía Gijón.

 La guerra en el este

Desde los primeros días de la guerra hasta la batalla de Belchite, en septiembre de 1937, el frente
aragonés había estado en tranquilidad. Fueron las tropas republicanas las que tomaron la iniciativa en
Belchite, que tenía como fin la conquista de Zaragoza; sin embargo, esta ofensiva terminó en fracaso. En
diciembre de 1937, los republicanos decidieron nuevamente tomar la iniciativa; el objetivo, en este caso,
era Teruel –que fue tomada en enero de 1938, aunque de nuevo reconquistada por los nacionales en el
mes de febrero–. La batalla de Teruel significó un profundo desgaste para el ejército republicano. En abril
cayó Lérida y, en junio, Castellón, con lo que se cortaba la comunicación entre Valencia y Cataluña,
dejando el territorio republicano dividido en dos. La batalla del Ebro fue la última gran tentativa de la
República, cuya pretensión era poner en contacto las dos zonas republicanas; en el fondo, esta fue la
batalla más larga, cruel e innecesaria del conflicto, pues el ejército republicano estaba ya agotado. El 25
de julio de 1938 cruzaban el Ebro las unidades republicanas, logrando varios kilómetros de profundidad;
pero la rápida reacción de los sublevados detuvo el ataque republicano, cuyas tropas volvieron a atravesar
el río Ebro y se refugiaron en Cataluña. La Conferencia de Múnich –en la que se reunieron Reino Unido,
Francia, Italia y Alemania con motivo de la crisis de los Sudetes–, en septiembre de 1938, condenó la
República Española en un intento por satisfacer a Adolf Hitler (1889-1945) y evitar el conflicto en Europa.

 El fin de la guerra

En diciembre de 1938 se iniciaba la campaña de Cataluña, y a comienzos de 1939, Barcelona quedaba


en manos de los insurgentes; los dirigentes de la República, como Azaña, cruzaron la frontera a Francia.
La caída de Cataluña significó, para el Frente Popular, el final de la guerra y el reconocimiento de Franco
por parte de Francia y Reino Unido. Cuando Juan Negrín [presidente del gobierno de la República 1937-
1945, parte en el exilio] volvió a la zona centro, mantuvo una reunión con los principales mandos militares.
Negrín sostenía que la única solución era resistir hasta el final y el general Miaja lo aceptó así; aunque no
el almirante Miguel Buiza (1898-1963), jefe de la flota, ni el coronel Segismundo Casado (1893-1968),
responsable de la defensa de Madrid. Negrín decidió un cambio en los mandos militares y, el 5 de marzo
de 1939, Buiza y Casado iniciaron una sublevación anticomunista en Cartagena y Madrid, donde se
produjeron durísimos combates. Casado y el socialista Julián Besteiro [presidente del gobierno 1931-
1933], una vez eliminados los comunistas adeptos a Negrín de la escena política, se encontraron en
condiciones de negociar el final de la guerra con Franco; pero este no aceptaba más que la rendición
incondicional y ordenó la ofensiva final. En su famosa emisión radiofónica, Franco anunció la victoria
definitiva a sus tropas y el fin de la guerra: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han
alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado” (Burgos, 1.º de
abril de 1939, año de la victoria. El Generalísimo, Francisco Franco Bahamonde).

4. DESARROLLO INTERNO DE LOS BANDOS


E INTERVENCIÓN EXTRANJERA

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Tema49. España: a 2.ª República y la Guerra Civil.

4.1. EN LA ZONA REPUBLICANA

La sublevación militar produjo una atomización del poder, que fue recogido por las organizaciones
populares de la calle; de manera que de julio a septiembre de 1936 puede hablarse de una dualidad de
poderes: por un lado, el gobierno, presidido por José Giral [gobierno 1936] y constituido únicamente por
republicanos, cuya autoridad era mínima –aún menos cuando, en medio de la confusión, se entregaron
armas a la población–; y, por otro lado, las juntas y comités de partidos y sindicatos, que detentaron el
poder de hecho y que realizaron cambios profundos como la confiscación de industrias, ocupaciones de
latifundios, colectivizaciones, creación de milicias, etc. La CNT y el ala izquierda del Partido Socialista
afirmaban que la guerra y la revolución eran inseparables, y que tenían que llevarse a cabo al mismo
tiempo; sin embargo, los partidos republicanos, los nacionalistas vascos, la Esquerra catalana, el ala
derecha del Partido Socialista y el Partido Comunista afirmaban que, primero había que ganar la guerra y,
después, el país decidiría cómo debería emprenderse la revolución –de este modo contarían con el apoyo
de Reino Unido y de Francia–.

En septiembre de 1936, Largo Caballero formó gobierno con el apoyo de UGT y CNT; las
colectivizaciones fueron legalizadas y se empezó a organizar el Ejército Popular de la República (EPR);
también se organizaron tribunales populares, pero cualquier medida centralizadora contaba con la
oposición de la CNT. Tras el enfrentamiento entre comunistas y anarquistas, en mayo de 1937, en
Barcelona, por el intento de acabar con las milicias, la caída de Largo Caballero fue inminente.

Negrín gobernó desde mayo de 1937 hasta marzo de 1939. La autoridad del Estado fue robustecida y se
creó un verdadero gobierno de guerra. El EPR se hizo realidad con la colaboración del general Vicente
Rojo (1894-1966), aunque ya era demasiado tarde para ganar la guerra. En el ámbito de la economía, se
llevó a cabo una campaña de nacionalizaciones que superó el caos económico anterior. Tras la sublevación
del coronel Casado, se creó un Consejo Nacional de Defensa presidido por José Miaja; la presidencia del
gobierno en el exilio la siguió ejerciendo Juan Negrín tras la derrota.

4.2. EN LA ZONA SUBLEVADA

En julio de 1936 se formó, en Burgos, una Junta de Defensa Nacional, encargada del gobierno en la zona
sublevada, presidida por el general Miguel Cabanellas (1872-1938). El primero de octubre se confirmaba
la subida de Franco a la jefatura, al frente de la Junta Técnica de Estado; aunque no era el general más
antiguo, sí el de mayor prestigio, y su ascenso estuvo favorecido por la muerte de Sanjurjo y de Mola. Se
formó un partido único –llamado Movimiento Nacional–, que unía a todas las fuerzas políticas que
apoyaban a los jefes militares, pero existían importantes tensiones entre monárquicos, carlistas,
falangistas y los restos que quedaban de la CEDA. La Falange constituía el sector más inquieto –por la
reforma social que pretendía el ala izquierda de Manuel Hedilla (1902-1970)–. Tras un encuentro
sangriento entre los dos grupos antagónicos de Falange, Franco dio a luz el Decreto de Unificación, de
abril de 1937, que integraba a la Falange Española (FE) de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista
(JONS) con la Comunión Tradicionalista (carlistas), dando lugar a la Falange Española Tradicionalista (FET)
de las JONS. Hedilla, contrario a esta solución, fue desterrado. Entre las leyes publicadas en este periodo
figuran: el Fuero del Trabajo (1938), inspirado en la Carta del Lavoro italiana; la Ley de Prensa (1938), que
impuso la censura; la Ley de Responsabilidades Políticas (1939) –retroactiva hasta 1934–, para inculpar y
procesar a cualquier persona que hubiera colaborado con la causa republicana; se abolieron, además, los
gobiernos vasco y catalán, el castellano se convirtió en el único idioma legal, y la Compañía de Jesús fue
reconstituida.

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Tema49. España: a 2.ª República y la Guerra Civil.

4.3. INTERVENCIÓN EXTRANJERA

La guerra fue, básicamente, una lucha civil entre españoles con puntos de vista antagónicos de su país.
El conflicto bélico habría sido muy corto de no haberse internacionalizado desde sus primeros momentos.
Las primeras conversaciones destinadas a garantizar la no intervención de las principales potencias se
celebraron en Londres, en julio de 1936, entre Francia y Reino Unido, donde se planteó el peligro que
podría suponer para la precaria paz europea la posible cooperación del Frente Popular de Francia con la
República Española. El Pacto de No Intervención se firmó a comienzos de agosto de 1936, cuando la
participación de alemanes e italianos a favor del bando sublevado -autodenominado nacional- era
evidente; cada país firmante –veintisiete en total– se comprometía a prohibir el envío a España de
cualquier tipo de suministro bélico; sin embargo, el acuerdo no fue respetado.

 Ayudas al bando nacional

Alemania proporcionó suministros bélicos durante todo el conflicto al bando nacional, y creó la Legión
Cóndor, núcleo de la fuerza aérea franquista. La ayuda se calculó en cerca de doscientos millones de
dólares –que fueron devueltos por el gobierno español al III Reich en la II Guerra Mundial, mediante el
envío de materias primas y alimentos–. La ayuda italiana fue más amplia, pero de menor calidad. El CTV
desplegó 120 000 soldados en España. El gobierno italiano realizó un cálculo muy elevado de la ayuda y
hubo que renegociar la deuda, que no terminó de pagarse hasta 1960. La participación de Marruecos
consistió en la participación de tropas mercenarias del protectorado marroquí dentro del ejército
franquista en las acciones bélicas iniciales. El territorio portugués sirvió, durante las primeras semanas de
lucha, de camino de paso para los envíos de material de guerra desde el sur a la zona norte, que padecía
escasez de municiones. Portugal se convirtió en la vía natural de paso para la entrada de los suministros
alemanes e italianos a los ejércitos franquistas; además, el gobierno de Salazar [gobierno 1932-1968]
proporcionó tropas voluntarias.

 Ayudas al bando republicano

Las ayudas recibidas por la República fueron algo menores; se limitaron a las colaboraciones soviética,
de México y a la de carácter internacional mediante las Brigadas Internacionales. La URSS facilitó una
ayuda, no devuelta, por valor de ciento veinte millones de dólares; pero lo más importante fueron los
suministros bélicos y alimentos, valorados aproximadamente en quinientos setenta y ocho millones de
dólares en oro –que el Banco de España depositó en el Gosbank soviético para garantizar su seguridad–;
con cargo a esta cifra se hicieron toda clase de compras en la URSS y en otros países no beligerantes. Las
Brigadas Internacionales, integradas por voluntarios comunistas de diversas nacionalidades, se crearon
en octubre de 1936. A lo largo del conflicto hubo más de 50 000 brigadistas desplegados en España,
predominaban los franceses, ingleses, estadounidenses, alemanes, austriacos e italianos antifascistas, y
un pequeño contingente de canadienses y de europeos del este. Su cuartel general estaba en Albacete;
tras la instrucción se dirigían al frente integrados en el EPR.

5. CONSECUENCIAS DEL CONFLICTO

Existe total consenso en la historiografía a la hora de describir la Guerra Civil como el episodio más
traumático que vivió la sociedad española en el siglo XX. Durante tres años, conciudadanos e incluso

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Tema49. España: a 2.ª República y la Guerra Civil.

miembros de una misma familia lucharon entre sí; el odio y el miedo entre los españoles se acrecentó,
resultando inevitable el deseo de aniquilación del contrario. El dolor de la mayoría y el rencor de muchos
fueron el denominador común de la España de los años posteriores a la contienda.

Ya desde la fase final del conflicto, miles de combatientes republicanos y familias enteras que habían
defendido públicamente al gobierno legal republicano, se vieron forzados a abandonar España de forma
precipitada, dejando atrás todas sus pertenencias y propiedades. Millares de combatientes, intelectuales
y militantes de partidos y sindicatos concurrieron en el puerto de Alicante –última ciudad en ser tomada
por los franquistas–, esperando tener plaza en alguno de los muchos barcos que zarpaban hacia los
diferentes países de acogida. La frontera catalana con Francia era un río de personas, que tuvieron que
sufrir las penalidades del exilio; muchas de ellas no regresarían jamás. Decenas de miles de españoles
exiliados se concentraron en campos de internamiento en el sur de Francia; más tarde, se dispersaron
por los países europeos y el norte de África y, sobre todo, acudieron a Latinoamérica. México fue la nación
que acogió un mayor número de personas; su capital se convirtió en la sede política de la República en el
exilio. Acabada la guerra, más de 250 000 personas ingresaron en prisiones o en campos de trabajo
forzado (Preston, 2017).

El número de víctimas mortales resultante de la contienda ha sido un tema muy discutido, debido a la
carencia y parcialidad de las fuentes. En líneas generales, las cifras superan el medio millón de muertos,
de los que una buena parte corresponde a los asesinatos de las retaguardias. En el X Congreso de la
Asociación Española de Historia Económica (AEHE), celebrado en Galicia, en 2005, se publicaron una serie
de datos basados en análisis de impacto socioeconómico que cifran la sobremortalidad del periodo en
algo más de 540 000 personas (Ortega et al., 2005). Si bien el número de víctimas producido por los
vencedores fue superior, fundamentalmente, porque el franquismo ejerció una dura represión una vez
finalizada la contienda, no podemos obviar que durante la Guerra Civil hubo crueldad y damnificados por
parte de ambos bandos. De hecho, al principio de la guerra, en las dos facciones se practicó la persecución
indiscriminada e ilegal del contrario. Numerosos políticos –como Melquíades Álvarez, José Antonio Primo
de Rivera, Ledesma Ramos y Ruiz de Alda (1897-1936)– fueron asesinados. En los primeros meses de la
guerra se sucedieron los llamados "paseos" –secuestros y asesinatos en descampados y cunetas– y la
represión en las checas –instalaciones para juzgar a sospechosos– de Madrid y Barcelona. Algunos
acontecimientos de carácter muy grave, como el asesinato de presos políticos en la Cárcel Modelo de
Madrid, en agosto de 1936, o la matanza de Paracuellos, en noviembre de ese mismo año, aceleraron que
el Estado se hiciera con las riendas de la justicia, estableciendo los tribunales populares. Paul Preston
(1946) ha realizado uno de los estudios más interesantes al respecto en su obra El holocausto español.
Odio y exterminio en la Guerra Civil y después (2011).

Las consecuencias económicas fueron desastrosas para el país: la pérdida de las reservas de oro; la
disminución de la población activa; la destrucción campos de cultivo, del ganado, de infraestructuras
viarias y fabriles, así como de viviendas; la consecuente caída de la producción; o el descenso del nivel de
renta, entre otras. La mayoría de la población española hubo de sufrir, a lo largo de las décadas de 1940
y 1950, los efectos del racionamiento y la privación de bienes de consumo.

Las repercusiones de la contienda fueron devastadoras en el plano cultural. Todo el esfuerzo de


regeneración cultural y educativa de la Edad de Plata de la cultura española (1898-1936) quedó destruido.
El nuevo gobierno franquista destituyó a más del 60 % de los profesionales de la enseñanza. La práctica
totalidad de los intelectuales de la generación del 27 y los más notables científicos y artistas perdieron la

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Tema49. España: a 2.ª República y la Guerra Civil.

vida o se vieron abocados al exilio. Personalidades tan señaladas como Federico García Lorca (1898-1936),
Luis Buñuel (1900-1983), Antonio Machado (1875-1939), María Zambrano (1904-1991), Rafael Alberti
(1902-1999). Pablo Picasso (1881-1973) o Ernestina de Champourcín (1905-1999) constituyen un claro
ejemplo de esta desertificación cultural. En este ambiente, la cultura oficial retrocedió a los tiempos del
oscurantismo clerical, la represión y la censura.

La principal consecuencia política fue el final de la más importante experiencia democratizadora que
había tenido la España contemporánea y el inicio de una larguísima dictadura. En el ámbito internacional,
España inició veinte años de aislamiento político, con excepción del reconocimiento que obtuvo de
algunos estados como el Vaticano, Irlanda y Argentina. Quedó fuera del fuerte impulso de progreso que
se inició en Europa después de 1945.

6. DOS ESPAÑAS, DOS MUJERES

A principios del siglo XX la sociedad española se caracterizaba por su patriarcado. La figura dominante
era la del hombre; la mujer no participaba en las esferas culturales, políticas, sociales ni laborales. Su
cometido era ser ama de casa. Esta situación estaba relacionada con la escasa educación que recibían las
mujeres en esa época. De hecho, el índice de analfabetismo era mucho mayor en las mujeres que en los
hombres. Además, la enseñanza estaba monopolizada por la Iglesia. La prioridad era educar a la mujer
para que desempeñara el papel tradicional de cuidadora, no para que contribuyera activamente a la
sociedad. Los obstáculos para llegar a una educación superior eran muchos, por lo que muy pocas llegaban
a la universidad, lo que explica que no pudieran ocupar puestos de responsabilidad y tener, con ello, la
posibilidad de cambiar la sociedad (Nash, 2006).

Al mismo tiempo, Europa atravesaba una transformación a todos los niveles. El movimiento obrero
posibilitó la integración de la mujer al mundo del trabajo, lo que se tradujo en reivindicaciones laborales.
Las mujeres comenzaron a considerarse un colectivo social con entidad propia, un colectivo que pedía
derechos políticos e igualdad. Así, durante la Segunda República, se le concedería el derecho a voto. Entre
1931 y 1936, se hicieron muchos avances, se legalizó el aborto y el divorcio, se abordaron los problemas
de la prostitución y de las enfermedades venéreas. De manera general, se puede decir que la mujer
consiguió un grado de independencia económica, legal y sexual como nunca anteriormente.

La Guerra Civil afectó al papel y la concepción de la mujer en la sociedad. La mujer fue un reclamo
importante, tanto para el bando nacional como para el republicano y desempeñó un papel esencial en
ambos. En el bando republicano, el papel de la mujer estaba relacionado con la lucha por la igualdad de
los sexos y contra el fascismo, mientras que, en el bando nacional, se defendía un regreso a lo tradicional.

Para la mujer republicana la guerra supuso su entrada en el mundo laboral y militar. Las mujeres
republicanas luchaban para conseguir un nuevo orden social, contra el fascismo y la sociedad capitalista,
a favor de la liberación económica y social, por el futuro de sus hijos, el triunfo del proletariado y el
manteamiento de los derechos de la mujer adquiridos durante la Segunda República. El trabajo de mujer
republicana repercutió enormemente en la economía y en el funcionamiento de la sociedad civil.

En el bando nacional, la movilización femenina luchó tanto ideológicamente, contra las mujeres
republicanas y sus ideas de progresismo, como con su contribución en el proceso bélico. A la mujer del
bando nacional se le pedía que fuera una activa propagandista de los principios falangistas,

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Tema49. España: a 2.ª República y la Guerra Civil.

tradicionalistas y católicos, los cuales habían sido amenazados por los avances feministas y la legislación
laicista de la Segunda República. En ese contexto, los valores inculcados a la mujer del bando nacional
eran de sacrificio, de autodisciplina y de ser el “exacto complemento del hombre” en el ámbito familiar.
Tan pronto como acabó la guerra el protagonismo adquirido por la mujer nacionalista acabó girando en
torno al hogar y a la maternidad.

En definitiva, a pesar de notables diferencias, está demostrado que las mujeres de las dos Españas
jugaron un rol poco menos que básico durante la Guerra Civil española, en la asistencia social y la
infraestructura económica, bien bajo ideales de emancipación y progreso, o bajo ideales tradicionalistas
(Preston, 2001). La mujer roja fue alentada a tener un papel protagonista y participativo. De hecho, en el
bando republicano combatieron milicianas que se convirtieron en un mito bélico, actuaron tanto en el
frente como en la retaguardia (Martínez, 2018). Por su parte, la mujer azul, aunque no gozó del mismo
protagonismo, debido a los valores tradicionalistas del campo nacional, pudo participar desde un lugar
destacado en el hogar. En retrospectiva, aunque la Segunda República y la Guerra Civil tuvieron un efecto
modernizador en los derechos femeninos, sería un error afirmar que fue el hecho que provocó la
liberación de la mujer, pues en cuanto Franco anunció el final de la guerra, volvieron a adoptar el papel
de ama de casa y madre.

CONCLUSIÓN

La II República se proclamó en un momento de profunda crisis nacional, en medio de los efectos de la


crisis económica del 29 y de la crisis social que España arrastraba desde hacía décadas. Esta crisis
socioeconómica se tradujo en crisis política, como muestran los sucesivos gobiernos republicanos cada
vez más inestables. La victoria del Frente Popular, una coalición de izquierdas, en las elecciones de febrero
de 1936, provocó la organización de los jefes militares conservadores, que realizaron un pronunciamiento
que desembocó en la Guerra Civil. El conflicto bélico duró tres años; la victoria nacional en la guerra
inauguró un nuevo periodo de la historia de España: la dictadura del general Franco, que se prolongó
hasta 1975. España llegaba así al último cuarto del siglo XX, sin haber solucionado sus problemas de
convivencia política democráticamente. Esta guerra ha sido el acontecimiento más trágico y traumático
de la historia de nuestro país, marcó de forma indeleble, tanto la memoria de sus protagonistas directos
e indirectos, como la de sus descendientes y la de la generación siguiente. Todavía hoy se siente el horror
y el miedo del conflicto. No nos equivocaríamos al decir que toda la historia contemporánea española ha
sido marcada por la Guerra Civil.

USO DIDÁCTICO DEL TEMA

De acuerdo con la normativa vigente en el curso escolar 2022-2023:


. La aplicabilidad del Real Decreto 1105/2014 por el que se establece el currículo básico de ESO y
Bachillerato en 2.º y 4.º de ESO, y 2.º de Bachillerato, y del Decreto/Orden1 “…” que establece el currículo
en la comunidad autónoma de “…”.
. Y la aplicación del Real Decreto de enseñanzas mínimas 217/2022 en 1.º y 3.º de ESO, del Real Decreto
de enseñanzas mínimas 243/2022 en 1.º de Bachillerato, y del Decreto/Orden “…” que establece el
currículo en la comunidad autónoma de “…”.

1
Consultar documento Relación tema – currículo – comunidad autónoma para indicar el currículo correcto de la comunidad
autónoma por la que oposita la persona aspirante.

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Tema49. España: a 2.ª República y la Guerra Civil.

Este tema puede trabajarse en la materia de Geografía e Historia en la ESO y en la materia de Historia
de España en 2º Bachillerato. En la ESO, se dedican contenidos al estudio de la Segunda República y la
Guerra Civil española. La materia de Historia de España profundiza en estas mismas cuestiones en sus
contenidos. La comprensión de los acontecimientos que transformaron definitivamente la historia de
nuestro país en la primera mitad del siglo XX permite al alumnado acercarse al conocimiento de nuestra
sociedad actual desde el análisis de las fuentes y de los diferentes procesos sociopolíticos y bélicos, con
el objetivo de fomentar su capacidad crítica y formar ciudadanos responsables, conscientes de su
compromiso con las generaciones futuras en consonancia con el elementos transversales, como la
educación cívica y constitucional.

La enseñanza de este tema ofrece múltiples perspectivas, que abarcan, desde el uso práctico de mapas
temáticos e históricos, ejes cronológicos, comentarios de textos e imágenes y otras técnicas tradicionales
de carácter expositivo, con las que trabajar en el aula las causas y consecuencias de la Guerra Civil, hasta
la aplicación de metodologías más innovadoras y motivadoras, como puede ser el aprendizaje basado en
proyectos, o el uso de las TIC y sus infinitas posibilidades.

La comprensión de los hechos históricos, que se produjeron durante la Segunda República y la Guerra
Civil, es necesaria para favorecer la formación de una ciudadanía responsable, consciente de sus derechos
y obligaciones con el Estado del que forman parte, de la importancia de vivir en armonía y de su
compromiso con las generaciones futuras.

Con ese fin, en ESO, vamos a realizar un trabajo cooperativo en el cual dividimos al alumnado en grupos
de trabajo integrados por miembros de diferente ritmo de aprendizaje y que los grupos resultantes
presenten niveles homogéneos. Plantearemos los siguientes temas a desarrollar: el advenimiento de la
Segunda República; las etapas y desarrollo de la Segunda República; las causas de la Guerra Civil; las
consecuencias del conflicto; y el papel de la mujer. Cada grupo tendrá la libertad de elegir en qué formato
desarrollarán su proyecto: puede ser a través de infografías, un powerPoint, un mural, un podcast o un
blog. El alumnado dispondrá de la información fundamental y de ampliación para realizar los trabajos, por
ejemplo, en el aula virtual tendrán enlace al video Milicianas: Mujeres Republicanas en las Trincheras de
la Guerra Civil Española (Documentos RTVE, 2018) que les ayudará ampliar la visión de este conflicto
bélico acotado a la actuación de los hombres. Otra tarea propuesta al alumnado consistirá en el visionado
de varios videos breves sobre momento claves del conflicto con ayuda del documental La gran historia de
la guerra civil española (Delgado, 2012), y de la película El lenguaje de las mariposas (Cuerda, 1999) que
trata la guerra desde el punto de vista de un niño. Tras su visionado deberán de realizar un resumen sobre
el conflicto bélico, aportando su visión personal de la guerra. Estas actividades nos servirán de base para
realizar, como cierre del tema, un debate sobre este conflicto bélico que ha marcado la historia de nuestro
país.

En bachillerato proporcionaremos al alumnado los apuntes en formato digital a través del aula virtual,
acompañados de vídeo clases que les permitan comprender uno de los temas más trascendentales de la
materia de Historia de España. Trabajaremos los comentarios de texto y las preguntas clave objeto del
examen de acceso a la universidad, como tareas y como preguntas en las pruebas objetivas.

Con todas las actividades propuestas a lo largo de la unidad se trabaja la competencia lingüística. Es
importante que el alumnado aprenda a reflexionar, redactar, debatir y cuestionar críticamente, hechos e
ideas ajenas, tanto de su época como del pasado. También se trabaja la competencia digital, y la de
aprender a aprender, porque, con la realización de trabajos digitales, se integra la capacidad de aprender

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Tema49. España: a 2.ª República y la Guerra Civil.

de manera autónoma y permanente. Dentro del desarrollo de la competencia social y cívica, trabajaremos
el concepto de igualdad desde las diferencias, así como el respeto y empatía con diferentes grupos
ideológicos.

Durante la enseñanza en el aula es necesario atender a la diversidad. Por ello, se ayudará al alumnado
a alcanzar los objetivos y competencias, con una atención individualizada, en el proceso de enseñanza,
promoviendo la igualdad de oportunidades en el marco de la inclusividad. Se procurará una enseñanza
interdisciplinar con otras materias del currículo. Este tema es fácil de conectar, por ejemplo, con Religión,
Valores Éticos y Geografía.

El tema ofrece la posibilidad de trabajar elementos transversales dentro de la educación cívica y


constitucional, como la identidad ideológica, el respeto hacia otras ideologías, el rechazo de la violencia,
la defensa de los derechos humanos y de la igualdad entre hombres y mujeres. Estos elementos se
implementarán en toda la acción educativa, particularmente al hilo de la explicación de los contenidos
del tema y con la realización de actividades competenciales.

BIBLIOGRAFÍA

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https://memoriahistorica.org.es/tag/guerra-civil-espanola/
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