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“Si 

la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia:  la
verdadera historia, quien quiera oír que oiga…” Lito Nebbia

Siempre la historia la escriben los que manejan el libro de actas

La Orden Franciscana Seglar cuenta con “otras historias” …. Y aunque no se haya dado
propiamente una guerra, la historia oficial, la siguen escribiendo los que permanecen
formalmente dentro de la institución (aunque a veces no vivan como se espera de ellos la
propia espiritualidad)

Me animo a compartir la experiencia de veinte años de trayecto fraterno. Tal vez a otros les
haya pasado lo mismo.

San Leopoldo Mandic cuando se daba una situación penosa por la cual un fraile de su orden
se alejaba, suplicaba casi con lágrimas: “Que no pierda la fe” …

¿Por qué se alejan los que se alejan?

Primero habría que preguntarse cómo han participado de la vida fraterna y profesado la
Regla. Un enamoramiento de la figura de Francisco de Asís es inevitable…Un ideal tan
maravilloso y actual y una búsqueda que se concreta en las etapas de iniciación y formación
hasta la promesa de cumplir la regla “todo el resto de la vida”.  Esos pasos los hemos dado
todos. ¿Qué sucede después?

Los que permanecen suelen comentar que no hubo “verdadera” formación, que no reunían
los requisitos, etc. etc.…. Los que se fueron confeccionan una antología de razones todas
atendibles.

Sobreviene la desilusión, y el abandono al primer desencuentro. Cuando uno escucha sus


comentarios siempre se expresa más o menos la misma idea “yo soy franciscano toda la
vida”.

No ha quedado configurada una espiritualidad se vive en fraternidad, no en solitario.


Nuestra vocación –la de los frailes y las clarisas también- es a vivir en fraternidad. No
somos ermitaños.

Como sucede en muchos conflictos siempre la responsabilidad la tiene el otro. No voy a


referirme a aquellas circunstancias por las cuales ha habido un debido proceso de
discernimiento fraterno, con reuniones con el hermano en problemas según se lee en las
Constituciones (Artículo 56). En estas situaciones habría algo así como una “cosa juzgada”
que también puede revisarse (Articulo 59)

Me refiero a aquellos que simplemente se van y a quienes nadie les ha ido a preguntar,
desde los consejos, que es lo que ha sucedido y como remediarlo. Puede que quizás haya
habido gestiones individuales, pero poco más.
La madre de todos los conflictos

Si estamos llamados a vivir una espiritualidad en fraternidad debemos conocernos. La


Regla habla de “comunidad de amor” (artículo 22). No se ama lo que no se conoce.

Uno observa lo que pasa: los hermanos llegan a la reunión, se escucha una reflexión a
menudo sin participación, se comparte algún refrigerio, se reza alguna oración prescripta
por la regla y cada uno a su casa…. En el mejor de los casos se participa de la Eucaristía.
La reunión tiene que ser un espacio de encuentro con Dios y con los hermanos. (CCGG
Artículo 26,2)

¿Eso se da? Tienen esa convicción los consejeros, los formadores. O por formación se
entiende bajar unas cuantas directivas o contenidos intelectuales del franciscanismo.
Y ya está….

El pecado original es no considerar que cada bautizado que se acerca debe tener una
madurez humana y una fe que lleva a la piedad. Solamente interactuando con los
hermanos sabremos si tienen las condiciones, no solo para profesar sino, antes que nada,
para ser felices siguiendo y profundizando en el enamoramiento de Jesús. Ante las
dificultades que se han presentado recurrentemente en este tema se ha sugerido el
diagnostico psicológico previo que ayude al hermano simplemente a conocerse a si
mismo… Esto bien puede ser acompañado o reemplazado por retiros de formación que
ayuden a sanar las heridas de la vida que inevitablemente todos llevamos.   La profesión en
la OFS es un compromiso cuya identidad y seriedad es similar al de un fraile o a una
clarisa.

¿Formamos para la conversión permanente? Sin apresurar los tiempos, sin invadir la
privacidad del recién llegado, sin olvidarnos de que es el Espíritu Santo, a través de
herramientas frágiles, el que ilumina el itinerario fraterno.

Solo con ambientes de cariño, acogida, protección es que se puede generar la


confianza suficiente para conocer al hermano y respetarlo en toda su dignidad.

Y se encuentran dos extremos igualmente perniciosos. O no se conoce nada del que va a


profesar o se intenta por medios santos y non santos obtener un ADN espiritual que
garantice la fiabilidad del profeso. Ni tanto ni tan poco. Por mas que se tomen todo tipo de
cuidados, pueden llegar a la profesión bautizados con una doble vida…. Sucede en muchas
instituciones eclesiales.

Uno ve caras, pero no corazones….

Causas recurrentes del abandono de la vida fraterna

 Formación deficitaria: La lista incluye falta de estímulos a vivir la vida de la


gracia, la oración asidua, la experiencia sacramental. Poco contacto con la Palabra
de Dios. A veces uno se encuentra con hermanos que no participan de los
sacramentos, ni de la reconciliación, ni de la Eucaristía. Antiguamente se daba por
obvio que sobre este umbral mínimo se construía una vocación… Ahora todo es
gelatinoso y relativo. Los formadores dan por supuestas muchas de estas
vivencias. Por eso no las promueven. La Regla las recuerda en muchos de sus
artículos (Artículos 4,5,6,7). Si no se promueve esta forma de vida es como edificar
sobre la arena.
 Conducta “ansiosa” de los nuevos profesos: Y falta de respuesta de los consejos.
El neo profeso propone actividades todas muy loables y ajustadas a la Regla. Los
hermanos antiguos por distintas razones no acompañan estas iniciativas ejerciendo
un control que a la larga frustra a los recién llegados. El artículo 34 de las CCGG es
el que enmarca esta necesidad de canalizar el impulso misionero. Habría que tener
en cuenta el criterio de Gamaliel en el Capitulo 5 de los Hechos de los Apóstoles.
Si lo que se plantea es solo humano, no prosperará, pero si es inspiración de Dios,
entonces avanzara aun con dificultades. Acompañar las iniciativas, no dejar solo
al hermano que propone algo y esperar. Si surge algo bueno se lo conocerá por sus
frutos. Si no, no importa. La confianza que depositemos en el hermano por si sola lo
hará crecer, si todos actuamos con recta intención.
 Desgaste por el servicio: Muchas veces los hermanos con más talentos son
elegidos en capitulo para ocupar servicios. A veces tienen espaldas amplias para
soportar las múltiples exigencias de estos. Otras veces, por distintas circunstancias,
se quedan solos. Y después se van. Aquí suele fallar el espíritu fraterno de
acompañamiento de los distintos consejeros de todos los niveles, comenzando
por los hermanos del propio consejo. A menudo los actos electivos son meros
trámites burocráticos con los que se “saca de encima” el tema de la conducción
de las fraternidades locales, regionales o nacionales.

A veces se carece de la “cultura de consejo” que consiste en asumir todas las discusiones y
solución de los problemas.  El ministro tiene un papel de impulsor de las iniciativas, pero
todos deben participar en la toma de decisiones. Esto vale para todos los niveles. Un
consejo se parece a una mesa… Su estabilidad estará garantizada por el apoyo en las
patas… Una mesa con una sola pata se caerá inevitablemente.

 Conflictos inevitables surgidos por la convivencia: Este es la causal de la


mayoría de las deserciones. Las estrategias que propone la mediación y el coaching
a nivel secular son idénticas a las que propone san Francisco de Asís y toda la
escuela cristiana, pasando por san Francisco de Sales y san Juan XXIII. Aceptar al
otro, dialogar, conocernos, buscar lo que nos une y no profundizar lo que nos
separa, tener tareas en común que nos permitan caminar juntos y encontrarnos.
Acceder a una formación que acentúe las fortalezas personales, la autoestima.
Reconocer que somos seres emocionales que entendemos y experimentamos de
acuerdo con nuestras zarandeadas historias personales. En medio de las tentaciones
del poder, de la supremacía sobre los demás, son escasos los hermanos que van al
encuentro, que buscan cerrar heridas, que amortiguan a los violentos (que siempre
lo son por sus palabras y sus gestos)

La realidad
Esta tragedia de las deserciones crea una mala prensa sobre muchas fraternidades. Muchos
hermanos de la primer Orden no recomiendan a los simpatizantes de san Francisco el
pertenecer a la OFS. No les faltan razones. Porque no quieren exponer –conociendo la
historia – a hermanos bautizados a la posibilidad de experimentar frustraciones y
sufrimiento innecesario. (Ver ENTRE LOBOS Y OVEJAS, PERO SIN PASTORES)

Todos sabemos lo que es remontar una mala imagen. Los frailes y las clarisas proporcionan
un acompañamiento fraterno que excede los marcos jurídicos de la suprema moderación
(Altius moderamen) de la que habla las CCGG en el Articulo 85. Ellos, viviendo en
comunidad pueden dar testimonio de cómo se “intenta” practicar el perdón, la
reconciliación en una vida de aceptación de las diferencias.

Las estructuras de la OFS han acusado recibo del numero de deserciones, pero las
propuestas no han sido más que jurídicas. Profesiones simples en vez de perpetuas,
espacios especiales para neoprofesos, etc… En el fondo lo que hace falta es cambiar el
corazón de los que están. Para acoger, proteger, integrar, cuidar, establecer vínculos de
amor. Y eso no hay normas que lo puedan conseguir… mas allá de las buenas
intenciones…

Una apuesta por el REENCUENTRO

Acompañar la preparación para la profesión de un hermano significa una inversión de


energías espirituales y tiempo material. Los consejos desean, con luces y sombras, que el
hermano que   llega pueda vivir un proyecto de vida tan maravilloso para él y para la Iglesia
como el franciscano.

Cuando el hermano se va (sin discernimiento ni involucramiento de los consejos con


espíritu fraterno) se pierden ilusiones, sueños, se frustra un camino de felicidad.
Vayamos a buscar a la perla que se alejo. Pero para esto sería sustantivo que los consejos
regionales impulsaran el reencuentro con los que se fueron.

La imaginación de la caridad puede darnos muchas ideas… que superan este artículo y las
buenas intenciones de sus redactores. Podría invitarse a seguir perteneciendo a la OFS, pero
en otra fraternidad. Podrían hacerse unos retiros de sanación (¿Quién no lo necesita?)

Este proyecto no propone ni una amnistía, ni un perdón, ni nada que se le parezca… No es


una actitud “buenista” o voluntarista.  Es simplemente el reconocimiento de que todos,
absolutamente todos, somos frágiles, necesitados de la misericordia del Señor, que
cometemos errores que pueden dañar a los demás, que necesitamos que todas esas
esperanzas que depositamos en los hermanos vuelvan a tener vida con su presencia.

Necesitamos escuchar a los que se fueron para aprender, para evitar futuras deserciones,
para ser mejores franciscanos.

Uno sueña… nada más.


¿Qué habrían hecho Francisco y Clara en nuestro lugar?

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