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Romanos y Romanas "corrientes".

Federico Fellini - Satyricon

Vicent Sanchis Claramunt

Ficha técnica:

Titulo original: Fellini - Satyricon. Año: 1969. Pais:


Italia. Duración: 128 min. Dirección: Federico
Fellini. Guion: Bernardino Zapponi, Federico Fellini.
Adaptación libre: 'Satyricon': Petronius. Música:
Arnau Vilà. Fotografía: Giuseppe Rotunno. Reparto:
Martin Potter, Hiram Keller, Max Borna. Producción:
Alberto Grimaldi.

***

La versión fílmica del Satyricon de Petronius rodada por Federico Fellini no es una
película para pasar un rato entretenido. No, Federico Fellini, nos presenta una
adaptación libre del texto romano, que no está hecha especialmente para pasar el rato y
ver una "peli de romanos". De hecho, al igual que en el texto original de Petronio, del
cual solo se conservan varios fragmentos de lo que tuvo que ser una obra mucho más
extensa, no hay una narración lineal al uso, sino que el director pasa de una trama a
otra, de un episodio al siguiente, sin apenas más solución de continuidad que la
presencia de alguno de sus protagonistas principales.

Para apreciar mejor esta película, debemos dejarnos llevar por las imágenes, casi más
que por las palabras, es una película para sentir, vivir y hasta oler como eran y cómo
vivían los personas "corrientes" de la Roma clásica. El director consigue este efecto
porque a diferencia del resto de películas históricas rodadas hasta entonces, que
generalmente eran historias nuevas o basadas en libros recientes, se basa en una obra
original de la época que pretende retratar, aunque ocasionalmente toma prestadas
historias, como la del Minotauro, que no están presentes en la obra de Petronio.

El film nos permite entrar en un mundo lleno de referencias a la cultura romana clásica,
en el que prima sobre todo el punto de vista de las clases bajas, presentando todo un
desfile de personajes de baja estofa, hombres, mujeres y niños, prostitutas y rufianes,

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pobres y enfermos, que acompañan a los protagonistas, muy diferenciados de los
miembros de la alta sociedad con los que se relacionan.

La película narra las aventuras que viven Encolpio y Ascilto, acompañados


ocasionalmente por su esclavo Giton, cuya propiedad y amor se disputan. Son jóvenes
de clase baja de una sociedad romana muy estratificada, sin oficio ni beneficio que,
como señala F.Salvador (1999: 452), rehúyen de las convenciones y obligaciones
sociales, y vagan por el mundo en busca del sustento gratuito y algún extra de diversión.
Sobreviven y defienden sus intereses en común o de forma personal con la mejor arma
que tienen, su audacia y astucia. Son cultos, y junto a Eumolpo, son, por ejemplo, el ojo
crítico ante la vulgaridad que reina en la cena de Trimalción. Representan la cultura
frente a la incultura, se ríen de Trimalción y de las banalidades que comentan sus
invitados.

Eumolpo, es en cierto modo otro rufián, maestro en elocuencia, que, como señala
F.Salvador (1999: 452) cuando es necesario vende su saber a quien mejor le paga, pero
que cuando se trata de la poesía, revela entonces su dignidad, aun a costa de los
problemas que ello le acarrea. Defensor de los antiguos valores, de una enseñanza
basada en la disciplina severa, es crítico con una sociedad que considera decadente.

Trimalción, que al igual que sus amigos formarían parte de lo que podemos denominar
"la élite", representa al nuevo rico, un personaje característico de la época, es un liberto
enriquecido gracias a su facilidad y buena suerte en los negocios. Exagerado,
caprichoso y ostentoso, es un inculto que se cree un gran poeta, y que busca la
ostentación por encima de todo. Su esposa Fortunata es también una liberta enriquecida
sin ninguna formación, es orgullosa y vanidosa y, al igual que el resto de matronas
romanas, le gusta exhibir sus joyas y sus vestidos y le agrada sentirse admirada. Son un
matrimonio inmensamente rico, muy generosos con sus iguales y amigos, pero que al
mismo tiempo sienten un gran desprecio por sus inferiores.

La ciudad de Roma y sus edificios, es sobre todo al principio de la película, el otro


personaje principal. Así la primera imagen que nos presenta de ella, es la de una ciudad
oscura, sucia, en la que casi se percibe el olor de la basura y los excrementos humanos,
donde abundan personas sin techo y los burdeles se suceden uno tras otro, sin ningún
tipo de reparo. En realidad, la suciedad, junto con sus olores, y el ruido ensordecedor
eran el ambiente reinante en el que se movían los romanos de entonces, especialmente
lo que hemos denominado "romanos corrientes".

Y es que, como ya hemos señalado al principio, muchas circunstancias y aspectos de la


época no son como nos las habían contado e imaginado siempre. La realidad, bien
representada en la película, era palpable con cada uno de los cinco sentidos con los que
las personas captamos el mundo que nos rodea, y su percepción marcaba incluso la
pertenencia a un determinado grupo social y su forma de relacionarse entre sí.

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Como apunta J. Toner (2017: 11), el primer aspecto que nos llamaría la atención si
viviésemos en esa época serían los colores chillones con que se pintaban las estancias
e incluso las estatuas, ya fuesen públicas o de dominio privado. Otro aspecto a resaltar
sería la ostentación de la que hacían gala las élites para diferenciarse de la masa social.
Tal y como señala J. Toner (2020:180 y ss), los artículos de decoración ostentosos
formaban parte de un lenguaje compartido que tenía su traslado también a los adornos
personales y maquillajes que utilizaban, como bien pone de manifiesto la película. Los
artículos de lujo eran una seña de identidad que unía a los ricos, y el aprecio que
compartían por ellos demostraba que tenían "gusto". Precisamente, el hecho de que el
estatus estuviese tan ligado al aspecto de las personas hizo que incluso los miembros
de las clases bajas recurriesen al engaño para dar la impresión de riqueza, dando lugar
a una elevada demanda de símbolos externos que, en cierta medida, fingiesen ese
estatus, lo que creo un próspero mercado de falsificaciones y copias baratas.

También la alimentación llego a constituir un elemento diferenciador de las clases, y es


que, según pone de manifiesto J. Toner (2020: 191), mientras que la clase pudiente
disfrutaba de una cocina muy elaborada, muy condimentada y especiada, basta revisar
para ello el menú y las imágenes de la cena ofrecida por Trimalción, las clases bajas no
gozaban de una cocina tan elaborada, y la base de su alimentación se encontraba en los
cereales, destacando especialmente las gachas de trigo y cebada.

De igual forma, también el olfato servía a los romanos de clase alta para distinguirse del
resto. Los olores que se percibían servían para identificar la pertenencia a un estamento
social, así, según expresa J. Toner (2020: 184-187), los olores que desprendía una
persona indicaban su nivel de higiene, su calidad en la alimentación, incluso su nivel de
salud y, por ende, su estatus. Quienes trabajaban en ocupaciones asociadas con la
suciedad y el mal olor estaban estigmatizados, lo que era un punto más en el conjunto
de percepciones que permitían clasificar a la personas, en este caso por los olores
específicos a los que se asociaba su actividad. Precisamente, y para evitar este
encasillamiento, es por lo que a los romanos "corrientes" les encantaba ir a los baños
públicos, pues bañarse era una forma de conseguir esconder su baja condición.

En cuanto al sentido del tacto, significar que los romanos "corrientes" tenían una forma
de vida mucho más táctil, que no tocona, y tosca que la élite. Como pone de manifiesto
J. Toner (2020: 194), el hacinamiento en que vivían estas gentes en Roma y otras
grandes ciudades implicaba una seria limitación al espacio personal y el contacto con los
demás resultaba inevitable. Compartir lecho resultaba muy común y los zarandeos y
empujones al andar por las calles era moneda corriente. J. Toner (2020: 183) señala que
era precisamente para diferenciarse de esta situación por lo que las clases altas se
procuraban viviendas espaciosas y con numerosas habitaciones, que les evitaban por un
lado el contacto con la masas tumultuosas y por otro les proporcionaba silencio e
intimidad.

El habla y los sonidos que reinaban en un determinado ambiente también conformaban


el estatus social de las personas. Los romanos "corrientes" que componían la "no élite"

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podían distinguirse de la élite por el tipo de ruido que hacían tanto en sus actividades
cotidianas y de ocio como por la forma de hablar. Era fácil distinguir la pertenencia a un
estamento social más elevado o formar parte de la gente "corriente" a través del uso del
latín. Afirma J. Toner (2020: 202-204), que había una gran diferencia entre el uso del
latín más refinado, que era usado por las élites, y el habla cotidiana de la gente, algo que
en general apenas preocupaba a estos últimos, pues carecía de importancia en su
quehacer diario. Distinción en el habla que incluso se notaba en el tono, especialmente
entre las personas que conformaban lo que estamos llamando "no élites", que tendían a
ser muy cautos y utilizar un discurso más vacilante cuando se dirigían a las élites, y por
el contrario, con un tono más elevado y lleno de exabruptos cuando hablaban entre
ellos. También el uso de argots y palabras especificas permitían adivinar el estamento
social y oficio del hablante, así como el énfasis que se ponía en la expresión corporal al
hablar, y la utilización de juramentos, mucho más enfatizada la primera y abundantes
los segundos entre las clases bajas.

Pero esta abandono en el uso del latín más culto por parte de la gente "corriente" no les
impedía para nada disfrutar de la buenas poesía. Tal y como narra J. Toner (2017: 11),
era habitual que autores clásicos como Homero y Virgilio fuesen apreciados por la "no
élite" porque generalmente escribían textos para ser leídos en voz alta en teatros u otros
espacios habilitados para este uso.

En general, según defiende J. Toner (2020: 206-207), la cultura del pueblo llano se
regocijaba más con placeres tan físicos como la bebida y el sexo, mientras que la clase
alta apreciaba más el control de los sentidos, que modulaban fundamentalmente a
través de la educación y el cultivo del gusto, lo que no caracteriza precisamente a su
representante en la película de Fellini, Trimalción.

Pero si hubo un elemento se percibía con casi todos los sentidos todos los sentidos y
que aglutinaba a toda la ciudadanía romana y permitía separar claramente las distintas
clases sociales, esos fueron, como afirma J. Toner (2020: 222-224), los juegos. Los
juegos fueron una forma de elevar moralmente la cultura del pueblo, y acercarlos al lujo,
pero sin minar el estatus y el poder de las élites.

Para levantar el Coliseo construido por Vespasiano, la máxima expresión del escenario
donde se desarrollaban los juegos, se utilizaron bloques de travertinos y los vestíbulos
se adornaron profusa y ricamente con estatuas, estucos y yeso de colores brillantes. Eso
sí, luego el público se sentaba según su estatus, lo que se veía claramente en el reparto
de vestidos y colores por la gradas. La distribución de los asientos reflejaba claramente
la jerarquía social, los ciudadanos más pudientes ocupaban las gradas más bajas y
cerca de la arena, y vestían ropas de colores vivos e incluso las pesadas togas blancas
lo que incluso a larga distancia denotaba su estatus. A las clases más desfavorecidas,
los romanos "corrientes", se las situaba en los asientos más altos, en los que además
se les diferenciaba claramente por las túnicas más raídas y oscuras que utilizaban.

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Los juegos también representaban una escenificación de la jerarquía social, y su
ofrecimiento a las clases "corrientes", permitía a la élite, según sostiene J. Toner (2020:
222-225), tener bajo control la cultura popular. Invertir grandes sumas en el patrocinio de
los juegos permitía al poder adoctrinar a la "no élite" en aquellos aspectos y actitudes
que, como el honor y resistencia, se consideraban esenciales en la tradición clásica del
espíritu romano, así como escenificar las consecuencias y castigos que tenían los
delitos. Era un gasto necesario para evitar perder el control de las masas. Es por ello
que se afirma que la autoridad de la élite fue siempre una cuestión de mutuo acuerdo,
captación e intimidación en igual medida que el uso de la fuerza.

En resumen, toda una diferenciación social y de clase basada en la percepción que les
ofrecían los sentidos, que permitía a todo los romanos reconocerse dentro de un
estamento social, que generalmente se aceptaba sin demasiados inconvenientes.

Finalmente, y ya fuera de lo que son los sentidos estrictamente hablando, otro elemento
claramente diferenciador entre clases sociales sería el acceso a la educación y a la
alfabetización, y es que, según pone de manifiesto J. Toner (2017: 13-14), la tasa de
alfabetización apenas alcanzaba a un 5% de los romanos. Escaso porcentaje que se
explica por el elevado coste que para una familia representaba el acceso a la educación,
además de que las clases humildes necesitaban que sus hijos empezaran a trabajar
muy pronto para reforzar la economía de la familia. Las clases acomodadas podían
permitirse el "lujo" de "perder el tiempo" leyendo poesía o aprendiendo las reglas y
normas de la escritura, actividades que por considerarse en cierta medida como
"inútiles" eran más apreciadas por las clases acomodadas. Con el tiempo, leer y escribir
correctamente llevó a una visión del mundo particular, y el latín culto sirvió para
establecer las bases de una educación claramente elitista, lo que al final fue también un
acto de exclusión.

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Bibliografía:

- Bermúdez Ramiro, J. (2014). "Los personajes en el Satiricón de Petronio.


Características físicas y personalidad". En Fortvnate, 25, pp. 27-38
- Llorens, Vicent. (1977)). "Satirycon de Fellini". En: Cartera Turia, 681 Atenas de
Pericles. Madrid: Alianza Editorial, pp 175-216.
- Miccolis,Stefania. (2010). Recepción e influencias de la obra de Federico Fellina en la
crítica y el cina español. Madrid: Universidad Complutense.
- Salvador Ventura, Fco. José (1999) "El mundo clásico en El Satiricón de Fellini". En:
Contemporaneidad de los clásicos en el umbral del tercer milenio: actas del congreso
internacional de los clásicos. La tradición grecolatina ante el siglo XXI (La Habana, 1 a 5
de diciembre de 1998). Murcia: Universidad de Murcia, Servicio de Publicaciones, pp
447-453.
-Toner, Jerry. (2020). "Sentidos comunes". En: Sesenta millones de romanos. La cultura
del pueblo en la Antigua Roma. Barcelona: Crítica, pp 179-232.
- Toner, Jerry. (2017). "Un mundo antiguo distinto". En: Mundo antiguo. Madrid: Turner,
pp 9-31.

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