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ENCICLICA “SATIS COGNITUM” ()

(29-VI-1896)

SOBRE LA UNIDAD DE LA IGLESIA Y EL PRIMADO DE PEDRO

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

>8 1. Tem a de la E ncíclica: La U nidad El reto m o a la Iglesia. Si p ara vol-


de la Iglesia. Bien sabéis que una p a r- ver a esta m adre am antísim a, deben
te considerable de Nuestros pensam ien- aquellos que no la conocen, o los que
tos y de Nuestras preocupaciones tiene com etieron el erro r de abandonarla,
por objeto esforzarnos en volver a los com prar ese retorno desde luego, no al
extraviados al redil que rige el Sobera- precio de su sangre (aunque a ese p re -
no P astor de las almas, J e s u c r i s t o . cio lo pagó J e s u c r i s t o ) , pero sí al de
Aplicando Nuestro espíritu a ese obje- algunos esfuerzos y trabajos, bien leves
to, Nos hemos pensado que sería ú tilí- por otra parte, verán claram ente al
simo a tal designio y tan grande em pre- menos que esas condiciones no h an sido
sa de salvación, trazar la imagen de la im puestas a los hom bres por u n a vo-
Iglesia dibujando, por decirlo así, sus luntad hum ana, sino por orden y vo-
luntad de Dios, y por lo tanto, con la
contornos principales, y poner de relie-
ayuda de la gracia celestial, experim en-
ve, como su distintivo m ás característico
tarán por sí mismos la verdad de esta
y m ás digno de especial atención la divina palabra: “Mi yugo es dulce y mi
unidad, carácter insigne de la verdad y carga ligera” (2).
del invencible poder que el Autor divino
P or esto, poniendo N uestra principal
de la Iglesia ha im preso en su obra.
esperanza en el “ Padre de la luz de
quien desciende toda gracia y todo don
La finalidad que el P ap a persigue. perfecto” (3>, sólo en Aquel que “da el
Considerada en su form a y en su h e r- crecimiento”'4^, Nos le pedim os con
m osura genuinas, la Iglesia debe tener vivas instancias, se digne poner en Nos
una acción m uy poderosa sobre las a l- el don de persuadir.
mas, y no Nos apartam os de la verdad
al decir que ese espectáculo puede disi- 2. Dios tom a al hom bre como m i-
par la ignorancia, y desvanecer las nistro. Aunque Dios puede, sin duda,
ideas falsas y las preocupaciones, sobre operar por sí mismo y por su sola vir-
todo aquellas que no son hijas de la tud todo lo que realizan los seres crea-
milicia. Puede tam bién excitar en los dos, sin em bargo, por un designio m i-
hom bres el am or a la Iglesia; un am or sericordioso de su P rovidencia, ha pre- 709
sem ejante a la caridad, bajo cuyo im - ferido, p a ra ay u d ar a los hom bres, ser-
pulso Jesucristo ha escogido a la Iglesia virse de los hom bres. P o r m ediación y
por su Esposa, rescatándola con su m inisterio de los hom bres da o rd in a-
sangre divina. Pues Jesucristo amó a riam ente a cada uno, en el orden p u ra -
la Iglesia y se entregó El mismo por m ente natura!, la perfección que le es
e / / a (Ú .1 debida, y se vale de ellos, aún en el
(* ) A SS 28 (1894/95) 708-739. A l fin a l d e e sta E n c íc lic a va una d is p o s ic ió n d e ella co m o s u -
g ere n c ia d e su co n ten id o . — Los números marginales in d ica n la s p á g in a s d el te x to en A SS, v o l.
28. (P . H .)
(1) E fe s. 5, 2. (3) Jac. 1, 17.
(2) M at. 11, 30. u ; i Cor. 3, 6 y 7.

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542 E n c íc l ic a s de l PP. L e ó n XIII (1896) 72, 3-5

urden sobrenatural, p ara conferirles soberana verdad, por su naturaleza está


la santidad y la salud. encerrada en el espíritu, pero debe sa-
Pero es evidente que ninguna com u- lir al exterior por la evidente profesión
nicación entre los hom bres puede rea- que de ella se hace: pues se cree de
lizarse, sino por el medio de las cosas corazón para la justicia; pero se con-
exteriores y sensibles. P or esto el Hijo fiesa por la boca para la salvación
de Dios tomó la naturaleza humana, El, Así nada es m ás íntim o en el hom bre
que teniendo la forma de Dios... se que la gracia celestial que produce en
anonadó, tomando la forma de esclavo él la salvación, pero exteriores son los
y haciéndose semejante a los hom- instrum entos ordinarios y principales
bres(5).* y así, m ientras vivió en la por los que la gracia se nos com unica:
tierra, reveló a los hom bres, conversan- querem os hab lar de los Sacram entos
do con ellos, su doctrina y sus leyes. que son adm inistrados con ritos espe-
ciales por hom bres evidentem ente esco-
3. C onstitución de la Iglesia. Pero gidos p ara ese m inisterio. J e s u c r i s t o
como su obra divina debía ser p er- ordenó a los Apóstoles y a los suceso-
durable y perpetua, se rodeó de discí- res de los Apóstoles que instruyeron y
pulos, a los que dió parte de su poder, gobernaran a los pueblos; ordenó a los
y haciendo descender sobre ellos desde pueblos que recibiesen su doctrina y se
lo alto de los cielos el Espíritu de ver- som etieran dócilm ente a su autoridad.
dad(Q\ les m andó recorrer toda la tierra Pero esas relaciones m utuas de dere-
y predicar fielm ente a todas las nacio- chos y de deberes en la sociedad cris-
nes lo aue El mismo había enseñado y tiana no solamente no hab rían podido
prescrito, a fin de que, profesando su ser duraderas, pero ni aun h abrían po-
doctrina y obedeciendo a sus leyes, el dido establecerse, sin la m ediación de
género hum ano, pudiese adquirir la los sentidos, intérpretes y m ensajeros
santidad en la tierra, y en el cielo la de las cosas.
bienaventuranza eterna.
Tal es el plan a que obedece la cons- 5. L a Iglesia cuerpo visible. P o r to -
titución de la Iglesia, tales son los das estas razones la Iglesia es con fre-
principios que h an presidido a su n a - cuencia llam ada en las sagradas letras
cimiento. Si m iram os en ella el fin un cuerpo, y tam bién el cuerpo de
últim o que se propone y las causas in - Cristo. “Sois el cuerpo de Cristo” <9).
m ediatas por las que produce la santi- Porque la Iglesia es un cuerpo, es visi-
dad en las alm as, seguram ente la Iglesia ble a los ojos; porque es el cuerpo de
es espiritual; pero si consideram os los Cristo, es un cuerpo vivo, activo, lleno
m iem bros de que se compone, y los de savia, sostenido y anim ado como
medios por los que los dones espiritua- está por Jesucristo, que lo penetra con
les llegan hasta nosotros, la Iglesia es su virtud, como, aproxim adam ente, el
exterior y necesariam ente visible. P or tronco de la viña alim enta y hace fé r-
signos que penetran en los ojos y por tiles a las ram as que le están unidas.
los oídos, fue como los Apóstoles reci- En los seres anim ados, el principio vi-
bieron la m isión de enseñar; y esta tal es invisible y oculto en lo m ás p ro -
m isión no la cum plieron de otro modo fundo del ser, pero se denuncia y m a-
que por palabras y actos igualm ente nifiesta por el m ovim iento y la acción
sensibles. Así su voz, entrando por el de los m iem bros; así el principio de
oído exterior, engendraba la fe en las vida sobrenatural que anim a a la Igle-
alm as: la fe viene por la audición, y la sia, se m anifiesta a todos los ojos por
audición por la palabra de C risto^. los actos que produce.
De aquí se sigue que están en un
4. E xteriorización. Y la fe m ism a, pernicioso erro r los que haciéndose
esto es, el asentim iento a la prim era y 5
6 u na Iglesia a m edida de sus deseos, se
(5) FU . 2, 6-7. (7) R om . 10, 17.
(6) Juan 16, 13. (8) R om . 10, 10.
(9) I Cor. 12, 27.
72. 6-8 E n c íc l ic a “Sa t is Co g n it u m ” 543

la im aginan como oculta y en m anera leza y la constitución íntim a de la Igle-


alguna visible, y aquellos otros que la sia, debe durar, necesariam ente, tanto
m iran como una institución hum ana, como la m ism a Iglesia dure.
provista de u na organización, u na dis- No es otra la razón en que se funda
ciplina y ritos exteriores, pero sin n in - S a n J u a n C r i s ó s t o m o , cuando nos d i-
guna com unicación perm anente de los ce: “No te separes de la Iglesia. Nada
dones de la gracia divina, sin nada que es más fuerte que la Iglesia. Tu espe-
dem uestre por u na m anifestación dia- ranza es la Iglesia; tu salud es la Igle-
ria y evidente la vida sobrenatural que sia; tu refugio es la Iglesia. Es más alta
recibe de Dios. que el cielo y más ancha que la tierra.
No envejece jamás, su vigor es eterno.
6. Es u n cuerpo anim ado. Lo m ism o Por eso la Escritura para demostrarnos
una que otra concepción son igualm en- su solidez inquebrantable, le da el nom-
te incom patibles con la Iglesia de J e - bre de montaña”(10\ S a n A g u s t í n añ a-
s u c r i s t o , como el cuerpo o el alm a de :“Los infieles creen que la Religión
son por sí solos incapaces de constituir cristiana debe durar cierto tiempo en
el hom bre. El conjunto y la unión de el mundo para luego desaparecer. Du-
estos dos elementos es indispensable a rará tanto como el sol; y mientras el
la verdadera Iglesia, como la íntim a sol siga saliendo y poniéndose, es de-
unión del alm a y del cuerpo es indis- cir, mientras dure el curso de los tiem-
pensable a la naturaleza. La Iglesia no pos, la Iglesia de Dios, esto es, el cuer-
es una especie de cadáver; es el cuerpo po de Cristo, no desaparecerá del mun-
de Cristo anim ado con su vida sobre- do”(n >. Y el mismo P adre dice en otro
natural. Cristo mismo, Jefe y modelo lugar: “La Iglesia vacilará si su funda-
de la Iglesia, no está entero si se con- mento vacila; ¿pero cómo podrá vaci-
sidera en El exclusivam ente la n a tu ra - lar Cristo? Mientras Cristo no vacile,
leza hum ana y visible, como hacen los la Iglesia no flaqueará jamás hasta el
discípulos de F o t i n o o N e s t o r i o , o fin de los tiempos. ¿Dónde están los
únicam ente la naturaleza divina e in - que dicen: “La Iglesia ha desaparecido
visible, como hacen los Monofisitas; del mundo”, cuando ni siquiera puede
pero Cristo es uno por la unión de las flaquear?”(12>.
dos naturalezas, visible e invisible, y
es uno en los dos: del mismo modo su 8. U nidad dada p o r Jesucristo. Estos
cuerpo místico no es la verdadera Igle- son los fundam entos sobre que debe
sia, sino a condición de que sus partes apoyarse quien busca la verdad. La
visibles tom en su fuerza y su vida de Iglesia ha sido fundada y constituida
los dones sobrenaturales y otros ele- por J e s u c r i s t o Nuestro Señor; por lo
mentos invisibles; y de esta unión es tanto, cuando inquirim os la naturaleza
de la que resulta la naturaleza de sus de la Iglesia, lo esencial es saber lo que
mismas partes exteriores. Jesucristo ha querido hacer y lo que
ha hecho en realidad. H ay que seguir
7. P erennidad de la Iglesia. Mas esta regla cuando sea preciso tratar,
como la Iglesia es así por voluntad y sobre todo de la unidad de la Iglesia,
orden de Dios, así debe perm anecer sin asunto del que Nos ha parecido bien,
ninguna interrupción hasta el fin de los en interés de todo el m undo, hablar
siglos, pues de no ser así, no h abría algo en las presentes Letras.
sido fundada p ara siempre, y el fin Sí, ciertam ente la verdadera Iglesia
mismo a que tiende quedaría lim itado de J e s u c r i s t o es una; los testim onios
en el tiem po y en el espacio; doble con- evidentes y m ultiplicados de las Sagra-
clusión contraria a la verdad. Es por das Letras h an fijado tan bien este
consiguiente cierto que esta reunión de punto que ningún cristiano puede lle-
elementos visibles e invisibles, estando var su osadía a contradecirlo. Pero
por la voluntad de Dios en la n a tu ra - cuando se tra ta de determ inar y esta-
cío) S. J eró n . H om . d e c a p to E u tr o p io N p 6. (11) S. A ug. In P s a lm . 71, n? 8. P .L . 36, 609.
P .G . 52, 402. (12) S. A ug. E n a rra t. in P s . 103, s erm o II, nP 5.
P .L . 37, 1353.
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blecer la naturaleza de esta unidad, transm itir a la Iglesia la continuación


m uchos se dejan extraviar por varios de la m ism a misión, del m ismo m an-
errores. No solam ente el origen de la dato que El recibió de su Padre.
Iglesia, sino todos los caracteres de su Esto es lo que había decretado h a -
constitución pertenecen al orden de las cer, y esto es lo que realm ente hizo:
cosas que proceden de una voluntad Como mi Padre me envió, os envío a
libre; toda la cuestión consiste, pues, vosotros<1516). Como tú me enviaste al
en saber lo que en realidad ha suce- mundo, los he enviado también al
dido, y por eso es preciso averiguar mundo^1Q\ En la m isión de Cristo en-
no de qué modo la Iglesia podría ser traba rescatar de la m uerte y salvar lo
una, sino qué unidad ha querido darle que había p e r e c id o ^ ; esto es, no so-
su F undador. lam ente a algunas naciones o ciudades,
Si exam inam os los hechos, com pro- sino a la universalidad del género h u -
barem os que J e s u c r i s t o no concibió ni m ano, sin ninguna excepción en el es-
instituyó una Iglesia form ada de m u - pacio ni en el tiempo. “El Hijo del
chas com unidades que se asem ejan por Hombre ha venido...; para que el mun-
ciertos caracteres generales, pero dis- do sea salvado por El”(18\ “Pues nin-
tintas unas de otras y no unidas entre gún otro nombre ha sido dado a los
sí por aquellos vínculos que únicam en- hombres por el que podamos ser sal-
te pueden d ar a la Iglesia la individua- vados” (19). La misión, pues, de la Igle-
lidad y la unidad de que hacem os sia es rep artir entre los hom bres y
profesión en el símbolo de la fe: “Creo extender a todas las edades la salvación
en la Iglesia una”... operada por Jesucristo y todos los be-
neficios que de ella se siguen. P or esto
9. U na en su naturaleza. “La Iglesia según la voluntad de su F undador, es
está constituida en la unidad por sii necesario que sea única en toda la
misma naturaleza; es una, aunque las extensión del m undo y en toda la du-
herejías traten de desgarrarla en mu- ración de los tiempos. P ara que p u -
chas sectas. Decimos, pues, que la anti- diera existir una unidad m ás grande,
gua y católica Iglesia es una, porque sería preciso salir de los lím ites de la
tiene la unidad; de la naturaleza, de tierra e im aginar un género hum ano
sentimiento, de principio, de excelen- nuevo y desconocido.
cia... Además, la cima de perfección de
la Iglesia, como el fundamento de su 11. P alab ras de Isaías. E sta Iglesia
construcción, consiste en la unidad; única, que debía abrazar a todos los
por eso sobrepuja a todo el mundo, hom bres, en todos los tiem pos y en
pues nada hay igual ni semejante a todos los lugares, I s a í a s , la vislum bró
ella”(131
L P o r eso, cuando J e s u c r i s t o
4 y señaló por anticipado, cuando, pene-
habla de este edificio místico, no m en- trando con su m irada en lo porvenir,
ciona m ás que u na Iglesia, que llam a tuvo la visión de una m ontaña cuya
suya: “Yo edificaré mi Iglesia” cima, elevada sobre todas las demás,
Cualquiera_otra que se quiera im aginar era visible a todos los ojos y represen-
fuera de ella, no puede ser la verda- taba la Casa de Dios, es decir, la Igle-
dera Iglesia de J e s u c r i s t o . sia: “En los últimos tiempos la mon-
taña, que es la Casa del Señor, estará
10. C ontinuar la m isión recibida del preparada en la cima de las monta-
P adre. E sto resulta m ás evidente aún, ñas” <20>.
si se considera el designio del Divino Pero esta m ontaña colocada sobre la
autor de la Iglesia. ¿Qué ha buscado, cima de las m ontañas es única; única
qué h a querido J e s u c r i s t o Nuestro Se- es esta Casa del Señor, hacia la cual
ñor en el establecim iento y conserva- todas las naciones deben afluir u n día
ción de la Iglesia? U na sola cosa: en conjunto p ara hallar en ella la regla
(13) C lem en s A lex . S tro m a t. 7, 17. P.G . 9, 551. (17) M at. 18, 11.
(14) Mat. 16, 18. (18) Juan 3, 17.
(15) Ju an , 20, 21. (19) H e c h o s 4, 12.
(16) Juan 17, 18. (20) Is. 2, 2.
72, 12 E n c íc l ic a “Sa t is Co g n it u m ” 545

de su vida. “Y todas las naciones aflui- bros del cuerpo, aunque numerosos,
rán hacia ella y dirán: Venid, ascen- no son sino un solo cuerpo: así es
damos a la montaña del Señor, vamos Cristo(25). Y es por esto por lo que nos
a la Casa del Dios de Jacob y nos en- dice tam bién que este cuerpo está uni-
señará sus caminos y marcharemos por do y ligado. “Cristo es el jefe, en virtud
sus senderos” , del que todo el cuerpo unido y ligado
Opt a t o d e Mi l e v o dice a propósito por todas sus coyunturas que se pres-
de este pasaje: “Está escrito en la pro- tan mutuo auxilio por medio de opera-
fecía de I s a í a s : La ley saldrá de Sión y ciones proporcionadas a cada miembro,
la palabra de Dios de Jerusalén”. No recibe su acrecentamiento para ser edi-
es, pues, en la montaña de Sión donde ficado en la caridad”(26>. Así, pues, si
Is a í a s ve el valle, sino en la montaña algunos m iem bros está separados y ale-
santa, que es la Iglesia, y que llenando jados de los otros m iem bros, no po-
todo el mundo romano eleva su cima drán pertenecr a la m ism a cabeza como
hasta el cielo... La verdadera Sión es- el resto del cuerpo. t(Hay — dice S a n
piritual es, pues, la Iglesia, en la cual Ci pr i a n o — un solo Dios, un solo Cris-
Jesucristo ha sido constituido Rey por to, una sola Iglesia de Cristo, una sola
Dios Padre, y que está en todo el mun- fe, un solo pueblo que, por el vínculo
do, lo cual es exclusivo de la Iglesia de la concordia, está fundado en la
católica(2 22K Y he aquí lo que dice S a n
1 unidad sólida de un mismo cuerpo. La
Ag u s t í n : “¿Qué hay más visible que unidad no puede ser amputada; un
una montaña?”. Y sin embargo, hay cuerpo, para permanecer único, no
m ontañas desconocidas que están situa- puede dividirse por el fraccionamiento
das en un rincón apartado del globo... de su organismo” P ara m ejor de-
Pero no sucede así con esa montaña, clarar la unidad de su Iglesia, Dios nos
pues que ella llena toda la superficie la presenta bajo la im agen de u n cuer-
de la tierra y está escrita de ella que po anim ado, cuyos m iem bros no pue-
está establecida sobre las cimas de las den vivir sino a condición de estar u n h
montañasv(23>. dos con la cabeza y de tom ar sin cesar
de ésta su fuerza vital; separados han
12. El Cuerpo Místico de Cristo. Es de m orir necesariam ente. No puede (la
preciso añadir que el H ijo de Dios Iglesia) ser dividida en pedazos por el
decretó que la Iglesia fuese su propio desgarramiento de sus miembros y de
cuerpo místico al que se uniría p ara sus entrañas. Todo lo que se separe del
ser su cabeza, del mismo modo que en centro de la vida no podrá vivir por sí
el cuerpo hum ano que tom ó por la solo ni respirar(28L Ahora bien; ¿en
E ncarnación la cabeza m antiene a los qué se parece un cadáver a un ser
m iem bros en u na necesaria y n atu ral vivo? Nadie jamás ha odiado a su car-
unión. Y así como tom ó u n cuerpo ne, sino que la alimenta y la cuida co-
m ortal único que entregó a los torm en- mo Cristo a la Iglesia, porque somos
tos y a la m uerte, p ara pagar el rescate los miembros de su cuerpo formados
de los hom bres, así tam bién tiene un de su carne y de sus huesos^29).
cuerpo místico único en el que, y por Que se busque, pues, o tra cabeza p a -
medio del cual hizo p articipar a los recida a Cristo, que se busque otro
hom bres de la santidad y de la salva- Cristo si se quiere im aginar o tra Igle-
ción eterna. “Dios hizo (a Cristo) jefe sia fuera de la que es su cuerpo. “Mi-
de toda la Iglesia que es su cuerpo”(24h rad de lo que debéis guardaros, ved
Los m iem bros separados y dispersos por lo que debéis velar, ved lo que de-
no pueden unirse a u na sola y m ism a béis tener. A veces se corta un miem-
cabeza p ara form ar un solo cuerpo. bro en el cuerpo humano, o más bien,
Pues S a n P a b l o dice: Todos los miem - se le separa del cuerpo una mano, un
(21) Is. 2, 2-3. (25) I Cor. 12, 12.
(22) Optato de Milevo, De schism. Donat. lib. (26) Efes. 4, 15-16.
III. n<> 2. P.L. 11, 995-997. (27) S. Cipr. De cath. Eccl. Unit. 23. P.L. 4, 517.
(23) S. Aug. In Ep. Jn. tr. I, 13. P.L. 35, 1988. (28) S. Cipr. De cath. Eccl. Unit. 23. P.L. 4, 517.
(24) Efes. 1, 22-23. (29) Efes. 5, 29-30.
E n cíclicas P on tificias 18
546 E n c íc l ic a s d e l PP. Le ó n XIII (1896) 72, 13-15

dedo, un pie. ¿Sigue el alma al miem- pia unión con su Padre: os pido... que
bro cortado? Cuando el miembro está sean todos una misma cosa, como vos,
en el cuerpo, vive; cuando se le corta, mi Padre, estáis en mí y yo en p o s ( 3 4 ) .
pierde la vida. Así el hombre en tanto
que vive en el cuerpo de la Iglesia es 14. U nidad absoluta en la fe. Una
cristiano católico; separado se hará he- tan grande y absoluta concordia entre
rético. El alma no sigue al miembro los hom bres debe tener por fundam en-
amputado”(S0K to necesario la arm onía y la unión de
la que seguirá naturalm ente la arm o-
nía de las voluntades y el concierto en
13. U nidad de los m iem bros con la las acciones. P or esto, según su plan
cabeza y entre sí. La Iglesia de Cristo divino, J e s ú s quiso que la unidad de la
es, pues, única y además, perpetua: fe existiese en su Iglesia; pues la fe es
quien se separa de ella, se ap arta de la el prim ero de todos los vínculos que
voluntad y de la orden de J e s u c r i s t o unen al hom bre con Dios, y a ella es a
Nuestro Señor, deja el cam ino de sal- la que debemos el nom bre de fieles.
vación y corre a su pérdida. “Quien se “Un solo Señor, una sola fe, un solo
separa de la Iglesia para unirse a una bautismo” es decir, del mismo m o-
esposa adúltera, renuncia a las prome- do que no tienen m ás que un solo Se-
sas hechas a la Iglesia. Quien abando- ñor y un solo bautism o, así todos los
ne a la Iglesia de Cristo no logrará las cristianos del m undo no deben tener
recompensas de Cristo... Quien no guar- sino una sola fe. P or esto el Apóstol
da esta unidad, no guarda la ley de S a n P a b l o no pide solam ente a los
Dios, ni guarda la fe del Padre y del cristianos que tengan los mismos sen-
Hijo, ni guarda la vida ni la salud” (31\ tim ientos y huyan de las diferencias
de opinión, sino les conjura a ello por
715 Pero Aquel que ha instituido la Igle- los motivos m ás sagrados: “Os conjuro,
sia única, la ha instituido una; es de- hermanos míos, por el nombre de nues-
cir, de tal naturaleza, que todos los que tro Señor Jesucristo, que no tengáis
debían ser sus m iem bros habían de más que un mismo lenguaje, ni sufráis
estar unidos por los vínculos de una cisma entre vosotros; sino que estéis
sociedad estrechísim a, hasta el punto todos perfectamente unidos en el mis-
de form ar un solo pueblo, un solo rei- mo espíritu y en los mismos sentimien-
no, un solo cuerpo. “Sed un solo cuer-
tos”<36L Estas palabras no necesitan
explicación, son por sí m ism as bastante
po y un solo espíritu, como habéis sido elocuentes.
llamados a una sola esperanza en vues-
tra vocación”(32\ 15. P u n to en que m uchos yerran.
Además, aquellos que hacen profesión
E n vísperas de su m uerte, J e s u c r i s t o de cristianism o reconocen de ordinario
sancionó y consagró del modo m ás que la fe debe ser una. El punto m ás
augusto su voluntad acerca de este im portante y absolutam ente indispen-
punto en la oración que dirigió a su sable, aquel en que yerran m uchos,
Padre: No ruego por ellos solamente, consiste en discernir de qué es n a tu ra -
sino por aquellos que por su palabra leza, de qué especie es esta unidad.
creerán en mí... a fin de que ellos tam- Pues aquí, como Nos lo hemos dicho
bién sean una sola cosa en nosotros... m ás arriba, en sem ejante asunto no
a fin de que sean consumados en la hay que juzgar por opinión o conjetu-
unidad (33). Y quiso tam bién que el ra, sino según la ciencia de los hechos
vínculo de la unidad entre sus discí- hay que buscar y com probar cuál es
pulos fuese tan íntim o y tan perfecto la unidad de la fe que Jesucristo ha
que lim itase en algún modo a su pro- im puesto a su Iglesia.
(30) S. Aug. sermo 267, n9 4. P.L. 38, 1231. (33) Juan 17, 20. 22-23.
(31) S. Cipr. De Cath. Eccl. Unit. 6. P.L. 4, 503. (34) Juan 17, 21.
(32) Efes. 4, 4. (35) Efes. 4, 5.
(36) I Cor. 1, 10.
72, 16-17 E n c íc l ic a “Sa t is Co g n it u m ” 547

716 La doctrina celestial de Jesucristo, del cristianism o. Los hechos que vamos
aunque en gran parte esté consignada a recordar están confirm ados por las
en libros inspirados por Dios, si h u - Sagradas Letras, y son conocidos de
biese sido entregada a los pensam ientos todos.
de los hom bres no podría por sí m ism a
unir los espíritus. Con la m ayor faci- 17. Creer toda la doctrina de Cristo.
lidad llegaría a ser objeto de in terp re- prueba, por la virtud de sus
Je s u c r is t o
taciones diversas, y esto no sólo a cau- m ilagros, su divinidad y su m isión di-
sa de la profundidad y de los m isterios vina; habla al pueblo p ara instruirle
de esta doctrina, sino por la diversidad en las cosas del cielo y exige absoluta-
de los entendim ientos de los hom bres y m ente que se preste entera fe a sus
de la turbación que nacería del choque enseñanzas; lo exige bajo la sanción de
y de la lucha de contrarias pasiones. recom pensas o de penas eternas. “Si no
De las diferencias de interpretación hago las obras de mi Padre no me
nacería necesariam ente la diversidad de creáis” (39>. “Si no hubiese hecho entre
los sentimientos, y de ahí las contro- ellos obras que ningún otro ha hecho,
versias, disensiones y querellas como no tendrían pecado”(40>. “Pero si yo
las que estallaron en la Iglesia en hago esas obras y no queréis creer en
la época m ás próxim a a su origen: mí, creed en mis obras”(41). Todo lo que
He aquí por qué escribía S a n I r e n e o ordena, lo ordena con la m ism a auto-
hablando de los herejes: “Confiesan ridad; en el asentim iento de espíritu 717
las Escrituras, pero pervierten su inter- que exige, no exceptúa nada, nada dis-
pretación”(37\ Y S a n A g u s t í n : “El ori- tingue. Aquellos, pues, que escuchaban
gen de las herejías y de los dogmas a J e s ú s , si querían salvarse, tenían el
perversos que tienden lazos a las almas deber, no solam ente de aceptar en ge-
y las precipitan en el abismo, está úni- neral toda su doctrina, sino de asentir
camente en que las Escrituras que son plenam ente a cada u na de las cosas que
buenas se entienden de una manera enseñaba. Negarse a creer, aunque sólo
que no es buena”1 6 fuera en un punto, a Dios cuando h a -
bla, es contrario a la razón.
16. Principio de unidad en la fe. Al punto de volverse al cielo, envía
P ara u n ir los espíritus, p ara crear y a sus Apóstoles revistiéndolos del m is-
conservar la concordia de los senti- mo poder con el que el P adre le en-
mientos, era necesario adem ás de la viara, les ordenó que esparcieran y
existencia de las Sagradas E scrituras, sem braran por todo el m undo su doc-
otro principio. La sabiduría divina lo trina. “Todo poder me ha sido dado csi
exige, pues Dios no ha podido querer el cielo y sobre la tierra. Id y enseñad
la unidad de la fe sin proveer de un a todas las naciones... enseñadlas a
modo conveniente a la conservación de observar todo lo que os he manda-
esta unidad, y las m ism as Sagradas do”(42K Todos los que obedezcan a los
E scrituras indican claram ente que lo Apóstoles serán salvos, y los que no
ha hecho, como lo direm os m ás ade- obedezcan perecerán.
lante. Ciertam ente el poder infinito de “Quien crea y se bautice será salvo;
Dios no está ligado ni constreñido a quien no crea será condenado” (43>. Y
ningún medio determ inado, y toda cria- como conviene soberanam ente a la P ro -
tura le obedece como un dócil in stru - videncia divina no encargar a alguno
mento. Es pues, preciso buscar, entre de una misión, sobre todo, si es im por-
todos los medios de que disponía J e - tante y de gran valor, sin darle al m is-
s u c r i s t o , cuál es el principio de unidad mo tiem po los medios de cum plirla,
en la fe que quiso establecer. J e s u c r i s t o prom ete enviar a sus discí-
P ara esto hay que rem ontarse con pulos al E spíritu de verdad que perm a-
el pensam iento a los prim eros orígenes necerá con ellos eternam ente. “Si me
(37) S. Iren. Ad. Haer. III, 12, n ? 12. P.G. 7, 906. (40) Juan 15, 24.
(38) S. Aug. Evang. Joa. Iract. 18, c. 5, n? 1. (41) Juan 10, 38.
P.L. 35, 1536. (42) Mat. 28, 18-20.
(39) Juan 10, 37. (43) Me. 16, 16.
548 E n c íc l ic a s d e l PP. Le ó n XIII (1896) 72, 18-20

voy os lo enviaré (al Paracleto)... y que habían aprendido de su Maestro,


cuando este Espíritu de verdad venga pues ellos daban testim onio pública-
sobre vosotros os enseñará toda la ver- m ente y a la luz del sol dado que les
dad” (44). Y “yo rogaré a mi Padre y El era im posible callar nada de lo que
os enviará otro Paracleto para que viva habían visto y oído.
siempre con vosotros; este será el Espí-
ritu de verdad” “El os dará testi- 19. La m isión de los Apóstoles no
monio de mí y vosotros también daréis debía te rm in a r con su m uerte. Pero,
testimonio” ya lo hemos dicho, la m isión de los
Apóstoles no era de tal naturaleza que
18. A ceptar la doctrina de los Após- pudiese perecer con las personas de
toles. Además, ordenó acep tar religio- los Apóstoles o p ara desaparecer con
sam ente y observar santam ente la doc- el tiem po, pues era u na m isión pública
trin a de los Apóstoles como la suya o instituida p ara la salvación del gé-
propia. Quien os escucha me escucha, nero hum ano. J e s u c r i s t o , en efecto,
y quien os desprecia me desprecia^47). ordenó a los Apóstoles que predicasen
Los Apóstoles, pues, fueron enviados el Evangelio a todas las gentes^51\ y
por Jesucristo, de la m ism a m anera co- que llevasen su nombre delante de los
mo El fue enviado por su Padre: Como pueblos y de los reyes^52\ y que le sir-
mi Padre me ha enviado, así os envío viesen de testigos hasta en los últimos
yo a vosotros(48). P or consiguiente, así confines de la tierra^z\
como los Apóstoles y los discípulos es- Y en el cum plim iento de esta gran
taban obligados a someterse a la pala- m isión les prom etió estar con ellos, y
b ra de Cristo, la m ism a fe debía ser esto no por algunos años, o algunos
otorgada a la palabra de los Apóstoles períodos de años, sino por todos los
por todos aquellos a quienes instruían tiempos, hasta la consumación de los
los Apóstoles en virtud del m andato di- siglos<54>. Acerca de esto escribe S a n
vino. No era, pues, perm itido repudiar J e r ó n i m o : Quien promete estar con sus
un solo precepto de la doctrina de los discípulos hasta la consumación de los
Apóstoles, sin rechazar en aquel punto siglos, muestra con esto que sus discí-
la doctrina del mismo Jesucristo. pulos vivirán siempre, y que El mismo
E n efecto, la palabra de los Após- no cesará de estar con los creyentes (55>.
toles después de haber descendido a ¿Y cómo había de suceder esto úni-
ellos el E spíritu Santo, resonó hasta los cam ente con los Apóstoles, cuya con-
lugares m ás apartados. dición de hom bres les sujetaba a la ley
718 Donde ponían el pie se presentaban suprem a de la m uerte? La Providencia
como los enviados de Jesús. “Es por divina había, pues, determ inado que el
El (Jesucristo), por quien hemos reci- m agisterio instituido por Jesucristo no
bido la gracia y el apostolado para ha- quedaría restringido a los lím ites de
cer que obedezcan a la fe todas las na- la vida de los Apóstoles, sino que du-
ciones en honor de su nombre”(49\ Y ra ría siempre. Y, en realidad, vemos
en todas partes Dios hacía resplandecer que se ha trasm itido y ha pasado como
bajo sus pasos la divinidad de su m isión de m ano en m ano en la sucesión de los
por prodigios. “Y habiendo partido, tiempos.
predicaron por todas partes y el Señor
cooperaba con ellos y confirmaba su 20. Los Obispos sus sucesores. Los
palabra por los milagros que le acom- Apóstoles, en efecto, consagraron a los
pañaban”(50K Obispos y designaron nom inalm ente a
¿De qué palabra se trata? De aque- los que debían ser sus sucesores inm e-
lla evidentem ente que abraza todo lo diatos en el ministerio de la palabra ^56).
(44) Juan 16, 7-13. (51) Me. 16, 15.
(45) Juan 14, 16-17. (52) Act. 9, 15.
(46) Juan 19, 26-27. (53) Act. 1, 8.
(47) Luc. 10, 16. (54) Mat. 28, 20.
(48) Juan 20, 21. (55) S. Jerón. In Mat. I, 4, c. 28, 20. P.L. 26, 218
(49) Rom. 1, 5. (56) Act. 6, 4.
(50) Me. 16, 20.
72, 21-22 E n c íc l ic a “Sa t is Co g n it u m ” 549

Pero no fue esto solo: ordenaron a sus dispersan su rebaño: El que no está
sucesores que escogieran hom bres p ro - conmigo — dijo— está contra mí, y el
pios p ara esta función y que les revis- que no recoge conmigo, desparram a^.
tieran de la m ism a autoridad y les con- P enetrada plenam ente de estos p rin -
fiasen a su vez el cargo de enseñar. cipios, y cuidadosa de su deber, la
Tú, pues, hijo mío, fortifícate en la Iglesia nada ha deseado con tanto ard o r
gracia que está en Jesucristo, y lo que ni procurado con tanto esfuerzo, como
has escuchado de mí delante de gran conservar del modo m ás perfecto la
número de testigos, confíalo a los hom- integridad de la fe. P or esto ha m irado
bres fieles que sean capaces de ins- como a rebeldes declarados y ha deste-
truir en ello a los otros^D. Es, pues, rrado de su seno a todos los que no
verdad que, así como J e s u c r i s t o fue piensan como ella sobre cualquier p u n -
enviado por Dios y los Apóstoles por to de su doctrina.
J e s u c r i s t o , del mismo modo los Obis*
pos y todos los que sucedieron a los 22. No es lícito separarse en lo más
Apóstoles son enviados por los Após- mínimo del magisterio de la Iglesia.
toles. Los arríanos, los m ontañistas, los no-
19 Los Apóstoles nos han predicado el vacianos, los cuartodecim anos, los euti-
Evangelio enviados por Nuestro Señor quianos no abandonaron, seguram ente,
Jesucristo y Jesucristo fue enviado por toda la doctrina católica, sino solam en-
Dios. La misión de Cristo es la de Dios, te tal o cual parte, y, sin embargo,
la de los Apóstoles es la de Cristo, y ¿quién ignora que fueron declarados
ambas han sido instituidas según el herejes y arrojados del seno de la Igle-
orden y por la voluntad de Dios... Los sia? Un juicio sem ejante h a condenado
Apóstoles predicaban el Evangelio por a todos los favorecedores de doctrinas
naciones y ciudades; y después de ha- erróneas que fueron apareciendo en las
ber examinado según el espíritu de diferentes épocas de la historia. Nada
Dios, a los que eran las primicias de es más peligroso que esos heterodoxos
aquellas cristiandades, establecieron los que, conservando en lo demás la inte-
Obispos y los Diáconos para gobernar gridad de la doctrina, con una sola
a los que habían de creer en lo suce- palabra, como gota de veneno, corrom-
sivo... Instituyeron a los que acabamos pen la pureza y sencillez de la fe que
de citar y más tarde tomaron sus dis- hemos recibido de la tradición domini-
posiciones para que cuando aquéllos cal, después apostólica^60).
murieran, otros hombres probados les Tal ha sido constantem ente la cos-
sucedieran en su ministerio(58>. tum bre de la Iglesia, apoyada por el
21. Conservación de la doctrina. Es, juicio unánim e de los Santos Padres,
pues, necesario que de una m anera que siem pre han m irado como excluido
perm anente subsista, de u na parte, la de la com unión católica y fuera de la
misión constante e inm utable de ense- Iglesia a cualquiera que se separe en
ñ ar todo lo que J e s u c r i s t o h a enseña- lo m ás m ínim o de la doctrina enseñada
do, y de otra, la obligación constante e por el m agisterio auténtico. S a n E p i f a -
inm utable de aceptar y de profesar to - n io , Sa n A g u s t í n , T e o d o r e t o , han
da la doctrina así enseñada. S a n C i - m encionado u n gran núm ero de h ere-
pr ia n o lo expresa de un modo exce- jías de su tiempo. S a n A g u s t í n hace 720
lente en estos térm inos: n o tar que otras clases de herejías pue-
Cuando nuestro Señor Jesucristo, en den desarrollarse, y que, si alguno se
el Evangelio declara que aquellos que adhiere a u n a sola de ellas, por ese
no están con El son sus enemigos, no m ismo hecho se separa de la unidad
designa una herejía en particular, sino católica.
denuncia como adversarios suyos a to- De que alguno diga que no cree en
dos aquellos que no están enteramente esos errores (esto es, las herejías que
con El, y que no recogiendo con El5 8
7 acaba de enum erar), no se sigue que
(57) II Tim. 2, 1-2. (59) S. Cipr. Ep. 49 ad Magnum 1. P.L. 3, 1138.
(58) Clemente Rom. Epit. I Cor. cop. 42-44. (60) Auctor Tract. de Fide Ortliod. c. Arianos.
P.G. 1, 291-298. c. 1. P.L. 17, 552.
550 E n c íc l ic a s d e l PP. Le ó n XIII (1896) 72, 23-28

deba creerse y decirse católico. Pues cas, a las que todo cristiano da su asen-
puede haber y pueden surgir otras he- timiento y su fe, parecen decir: En nos-
rejías que no están mencionadas en otros está la palabra de la verdad. Pero
esta obra y cualquiera que abrazase no debemos creerles ni apartarnos de
una sola de ellas cesaría de ser cristia- la primitiva tradición eclesiástica, ni
no católico (61). creer otra cosa que lo que las Iglesias
23. San Pablo insiste en la integ ri-
de Dios nos han enseñado por la tradi-
dad de la fe. Este m edio, instituido
ción sucesiva(67\
por Dios p ara conservar la unidad de 25. San Ireneo. E scuchad a Sa n Ir e -
la fe, de que Nos hablam os, está ex- n e o La verdadera sabiduría es la doc-
:
puesto con insistencia por S a n P a b l o trina de los Apóstoles... que ha llegado
en su epístola a los de Efeso, al exhor- hasta nosotros por la sucesión de los
tarlos en prim er térm ino, a conservar Obispos... al trasmitirnos el conoci-
la arm onía de los corazones. Aplicaos miento muy completo de las Escrituras,
a conservar la unidad del espíritu por conservándolas sin alteración(68>.
el vínculo de la paz (62634>; y como los
corazones no pueden estar plenam ente 26. T ertuliano. He aquí lo que dice
unidos por la caridad, si los espíritus Te r tu l i a n o : E s evidente que toda doc-
no están conform es en la fe, quiere que trina, conforme con las de las Iglesias
no haya entre todos ellos m ás que una apostólicas, madres y fuentes primiti-
m ism a fe. Un solo Señor y una soleé vas de la fe, debe ser declarada verda-
dera; pues, ella guarda sin duda lo que
Y quiere una unidad tan perfecta, las Iglesias han recibido de los Após-
que excluya todo peligro de error a fin toles, los Apóstoles de Cristo, Cristo de
de que no seamos como niños vacilan- Dios... Nosotros estamos siempre en
tes llevados de un lado a otro a todo comunión con las Iglesias apostólicas;
viento de doctrina por la malignidad de ninguna tiene diferente doctrina; este
los hombres, por la astucia que arras- es el mayor testimonio de la verdad^Q9L
tra a los lazos del error(64>. Y enseña 27. San H ilario. Y S a n Hil a r io :
que esta regla debe ser observada, no
“Cristo, sentado en la barca para ense-
durante un período de tiem po deter- ñar, nos da a entender que los que
m inado, sino hasta que lleguemos todos
están fuera de la Iglesia no pueden
a la unidad de la fe, en la medida de tener ninguna unión con la palabra
los tiempos de la plenitud de Cristo(65). divina. Pues la barca representa a la
¿Pero dónde ha puesto J e s u c r i s t o el
Iglesia, en la que sólo el Verbo de ver-
principio que debe establecer esta u n i-
dad reside y se hace escuchar, y los
dad y el auxilio que debe conservarla?
que están fuera de ella y fuera perma-
Helo aquí: fía hecho a unos Apóstoles,
necen, estériles e inútiles como la are-
a otros pastores y doctores para la per- na de la ribera, no pueden compren-
fección de los Santos, para la obra del derle” (70).
ministerio, para la edificación del cuer-
po de Cristo^*9). 28. San Gregorio y San Basilio. R u -
24. O rígenes ensalza la tradición. f in o alaba a S a n Gr e g o r i o N a c i a n c e -
E sta es tam bién la regla que desde la no y a S a n B a s i l i o porque “se entre-
antigüedad m ás rem ota h an seguido gaban únicamente al estudio de los li-
siem pre y unánim em ente h an defendi- bros de la Escritura Santa, sin tener la
do los Padres y los doctores. E scuchad presunción de pedir su interpretación
a Or í g e n e s : Cuantas veces nos mues- a su propia inteligencia, sino que la
tran los herejes las Escrituras canóni- buscaban en los escritos y en la auto-
(61) S. Agust. De Hseres. n? 88. PL. 42, 50. (67) Orígenes, Vetus interpr. Comm. in Mt. n. 46.
(62) Efes. 4, 3. P.G. 13, 1667.
(63) Efes. 4, 5. (68) S. Ireneo, Contra haer., 1. IV, c. 33, n. 8.
(64) Efes. 4, 14. P.G. 7, 1077.
(65) Efes. 4, 13. (69) Tertul. De praescript., c. 21. P.L. 2, 33.
(66) Efes. 4, 11. (70) S. Hilar. Comment. in Mat. 23, n. 1. P.L.
9, 993.
72, 29-30 E n c íc l ic a “S a t is Co g n it u m ” 551

ridad de los antiguos, quienes a su vez, pecto de las faltas en el orden m oral,
según era evidente, recibieron de la hay que aplicarlo a los errores de en-
sucesión apostólica la regla de su inter- tendim iento en el orden de la fe. Quien
pretación”(71>. se hace culpable en un solo punto se
29. Cristo instituyó el m agisterio. Es, hace trasgresor de todos<74). Esto es
pues, incuestionable, después de lo que aun m ás verdadero en los errores del
acabam os de decir, que J e s u c r i s t o ins- entendim iento. No es, en efecto, en el
tituyó en la Iglesia u n m agisterio vivo, sentido m ás propio, como pueda lla-
auténtico y adem ás perpetuo, investido m arse trasgresor de toda la ley a quien
de su propia autoridad, revestido del haya cometido una sola falta m oral,
espíritu de verdad, confirm ado por m i- pues si puede aparecer despreciado a
lagros, y quiso, y m uy severam ente lo la m ajestad de Dios, autor de toda la
ley, ese desprecio no aparece sino por
ordenó, que las enseñanzas doctrinales
una especie de interpretación de la vo-
de ese m agisterio fuesen recibidas como
luntad del pecador. Al contrario, em -
las suyas propias. Cuantas veces, por
pero, quien en un solo punto rehúsa su
lo tanto, declarare ese m agisterio que
asentim iento a las verdades divinam en-
tal o cual verdad form a parte del con-
junto de la doctrina divinam ente reve- te reveladas, realm ente abdica de toda
la fe, pues rehúsa someterse a Dios en
lada, todos deben tener por cierto que
cuanto es la soberana verdad y el m o-
es verdad; pues si en cierto modo p u -
tivo propio de la fe. En muchos pun-
diera ser falso, se seguiría, lo cual es
evidentem ente absurdo, que Dios m is-
tos están conmigo, en otros no están
mo sería el autor del erro r de los hom -
conmigo; pero a causa de los puntos en
bres, Señor, si estamos en el error Vos
que no están conmigo, de nada les sirve
mismo nos habéis e n g a ñ a d o Ale- estar conmigo en todo lo demás (75).
jado, pues, todo motivo de duda, ¿pue- Nada es m ás justo; porque aquellos
de a nadie perm itirse rechazar alguna que no tom an de la doctrina cristiana
de esas verdades, sin que se precipiten sino lo que quieren, se apoyan en su
abiertam ente en la herejía, sin que se propio juicio y no en la fe, y al rehusar
separe de la Iglesia y sin que repudie reducir a servidumbre toda inteligencia
en conjunto toda la doctrina cristiana? bajo la obediencia de Cristo(76) obede-
30. S epararse en u n punto es sepa- cen en realidad a sí mismos antes que
rarse en todo. Pues tal es la n aturaleza a Dios. Vosotros que en el Evangelio
de la fe, que nada es m ás imposible que creéis lo que os agrada y os negáis a
creer esto y dejar de creer aquello. La creer lo que os desagrada, creéis en
Iglesia profesa efectivam ente que la fe vosotros mismos mucho más que en el
es ((una virtud sobrenatural por la que, Evangelio (77).
bajo la inspiración g con el auxilio de Los Padres del Concilio Vaticano n a-
la gracia de Dios, creemos que lo que da de nuevo dictam inaron al respecto
nos ha sido revelado por El es verda- pues sólo se conform aron con la insti-
dero; y lo creemos, no a causa de la tución divina y con la antigua doctrina
verdad intrínseca de las cosas, vista a de la Iglesia y con la naturaleza m ism a
la luz natural de nuestra razón, sino a de la fe, cuando form ularon este de-
causa de la autoridad de Dios mismo, creto: Se deben creer como de fe divina
que nos revela esas verdades, y que no y católica todas las verdades que están
puede engañarse ni engañarnos” (717273>. contenidas en la palabra de Dios escrita
Si hay, pues, un punto que ha sido o trasmitida por la tradición, y que la
revelado evidentemente por Dios y nos Iglesia, bien por un juicio solemne o
negamos a creerlo, entonces no se cree por su magisterio ordinario y univer-
absolutam ente en nada con fe divina. sal propone como divinamente reve-
Pues el juicio que emite S a n t i a g o res- la d a ^ .
(71) Ruf. Hist. Eccl., I. II, c. 9. P.L. 21, 518. (75) S. Agust. in Psalm. 54, n. 19. P.L. 36, 641.
(72) Ricardo de S. Víctor, De Trinit., 1. I, c. 2. (76) II Cor. 10, 5.
P.L 196. 891. (77) S. Agust. cont. Faust. 1. 17, 3. P.L. 42, 342.
(73) Conc. Vatic., sess. III, c. 3. Denz. nr. 1789. (78) Conc. Vatic., sess. III, c. 3. Denz. nr. 1792.
(74) Stgo. 2, 10.
552 E n c íc l ic a s d e l PP. L e ó n XIII (1896) 72, 31-3a

31. Acogerse al seno de la Iglesia. dado a Dios en espíritu de justicia y


Siendo evidente que Dios quiere de una de piedad, y que com prende, sobre to -
m anera absoluta que en su Iglesia reine do, el sacrificio divino y la participa-
la unidad de la fe, y estando dem ostra- ción de los sacram entos y, por añadi-
do de qué naturaleza h a querido que dura, la santidad de las leyes m orales
fuese esa unidad, y por qué principio y de la disciplina.
ha decretado asegurar su conservación, Todo esto debe hallarse en la Iglesia,
séanos perm itido dirigirnos a todos pues ella está encargada de continuar
aquellos que no h an resuelto cerrar hasta el fin de los siglos las funciones
los oídos a la verdad y decirles con S a n del Salvador; la religión que por la
Ag u s t í n : Pues que vemos en ellos un voluntad de Dios, en cierto modo toma
gran socorro de Dios y tanto provecho cuerpo en ella, es la Iglesia sola quien
y utilidad, ¿dudaremos en acogernos al la ofrece en toda su plenitud y perfec-
seno de esta Iglesia que, según la con- ción; e igualm ente todos los medios de
fesión del género humano tiene en la salvación que, en el plan ordinario de
Sede Apostólica y ha guardado por la la Providencia son necesarios a los
sucesión de sus Obispos la autoridad hom bres, sola ella es quien los procura.
suprema, a despecho de los clamores de
los herejes que la asedian y han sido 33. No cualquiera es m aestro. Pero
condenados ya por el juicio del pueblo, así como la doctrina celestial no ha
ya por las solemnes decisiones de los estado nunca abandonada al capricho
Concilios, o por la majestad de los o al juicio individual de los hom bres,
milagros? sino que ha sido prim eram ente enseña-
No querer darle el primer lugar es da por J e s ú s , después confiada exclu-
seguramente producto de una impiedad sivam ente al m agisterio de que hemos
soberbia o de una arrogancia desespe- hablado, tam poco al prim ero que llega
rada. Y si toda ciencia, aun la más hu- de entre el pueblo cristiano, sino a cier-
milde y fácil, exige, para lograrse, el tos hom bres escogidos ha dado Dios la
auxilio de un doctor o de un maestro facultad de cum plir y adm inistrar los
¿puede imaginarse un orgullo más te- divinos m isterios y el poder de m andar
merario, tratándose de libros de los di- y de gobernar.
vinos misterios, negarse a recibirlos de Sólo a los Apóstoles y a sus legítimos
boca de sus intérpretes y, sin conocer- sucesores se refieren estas palabras de
los, querer condenarlos?^1*). Je s u c r i s t o : Id por todo el mundo y
predicad el Evangelio... bautizad a los
32. O tros deberes de la Iglesia. Es, hombres..S8°) haced esto en memoria
pues, sin duda deber de la Iglesia con- mía (81\ A quien perdonareis los peca-
servar y propagar la doctrina cristiana dos les serán perdonados^82). Del m is-
en toda su integridad y pureza. Pero mo modo, sólo a los Apóstoles y a sus
su papel no se lim ita a eso, y el fin legítimos sucesores les ordenó apacen-
m ismo p ara el que la Iglesia fue insti- tar el rebaño, esto es, gobernar con
tuida no se agotó con esta prim era autoridad al pueblo cristiano, que por
obligación. E n efecto, por la salud del ese m andato éste quedó obligado a
género hum ano se sacrificó J e s u c r i s t o , prestarles obediencia y sumisión. El
y con este fin relacionó todas sus ense- conjunto de todas estas funciones del
ñanzas y todos sus preceptos, y lo que m inisterio apostólico, está com prendi-
ordenó a la Iglesia que buscase en la do en estas palabras de S a n P a b l o :
verdad de la doctrina, fue la santifica- Que los hombres nos miren como a
ción y la salvación de los hom bres. ministros de Cristo y dispensadores de
Pero este plan tan grande v tan exce- los misterios de Dios(83).
lente, no puede realizarse por la fe De este modo J e s u c r i s t o llam ó a
sola; es preciso añadir a ella el culto 7 0
8
9 todos los hom bres sin excepción, a los
(79) Aug. De útil, cred., c. 17, 35. PL. 42, 91. (81) Luc. 22, 19.
(80) Me. 16, 15; Mat. 28, 19. (82) Juan 20, 23.
(83) I Cor. 4, 1.
72, 34-37 E n c íc l ic a “Sa t is Co g n it u m ” 553

que existían en su tiem po y a los que sociedad humana. P or esto vemos que
debían de existir m ás tarde: p ara que le las Sagradas E scrituras la designan con
siguiesen como Jefe y Salvador, y no los nom bres que convienen a u na socie-
aislada e individualm ente, sino todos dad perfecta. Llám asela, no solamente
en conjunto, unidos en un solo haz de Casa de Dios, la Ciudad colocada sobre
personas y de corazones, p ara que de la montaña, donde todas las naciones
esta m ultitud resultase un solo pueblo, deben reunirse, sino tam bién Rebaño
legítim am ente constituido en sociedad; que debe ser gobernado por u n solo
un pueblo verdaderam ente uno por la pastor, y en el que deben refugiarse
com unidad de fe, de fin y de medios todas las ovejas de Cristo; tam bién es
apropiados a alcanzar a éste; u n pue- llam ada Reino suscitado por Dios y
blo sometido a u n solo y m ismo poder. que d u rará eternam ente; en fin, Cuer-
po de Cristo, cuerpo místico, sin duda,
34. L ib ertad de la Iglesia. De hecho, pero vivo siempre, perfectam ente fo r-
todos los principios naturales que entre m ado y com puesto de gran núm ero de
los hom bres crean espontáneam ente m iem bros, cuya función es diferente,
una sociedad destinada a proporcionar- pero ligados entre sí y unidos bajo el
les la perfección de que su naturaleza im perio de la cabeza que todo lo dirige.
es capaz, fueron establecidos por J e s u -
c r i s t o en la Iglesia, de modo que, en 36. U n solo Jefe. A hora bien, es
su seno todos los que quieran ser hijos im posible im aginarse u na sociedad h u -
adoptivos de Dios pueden llegar a la m ana verdadera y perfecta que no esté
perfección conveniente a su dignidad, gobernada por un poder soberano cual-
y conservarla y así lograr su salvación. quiera. J e s u c r i s t o debe haber puesto a
La Iglesia, pues, como ya hemos indi- la cabeza de la Iglesia u n jefe suprem o,
cado, debe servir a los hom bres de guía a quien toda la m ultitud de los cristia-
en el cam ino del cielo, y Dios le ha nos es som etida y obediente. P or esto
dado la m isión de juzgar y de decidir tam bién, del mismo modo que la Igle-
por sí misma, de todo lo que atañe a sia, p ara ser una en su calidad de reu-
la Religión, y de adm inistrar, según su nión de los fieles, requiere necesaria-
voluntad, librem ente y sin cortapisas m ente la unidad de la fe, tam bién para
de ningún género, los intereses cris- ser una en cuanto a su condición de
tianos. sociedad divinam ente constituida, ha de
Es, por lo tanto, no conocerla bien o tener, por derecho divino, la unidad de
calum niarla injustam ente, al acusarla gobierno, que produce y com prende la
de pretender invadir el dom inio de la unidad de comunión. La unidad de la
sociedad civil, o de poner trabas a los Iglesia debe ser considerada bajo dos
derechos de los soberanos. Todo lo con- aspectos: primero, el de la conexión
trario; Dios ha hecho de la Iglesia la mutua de los miembros de la Iglesia o
m ás excelente de todas las sociedades, la comunicación que entre ellos existe,
pues el fin a que se dirige, sobrepuja g en segundo lugar, el del orden que
en nobleza el fin de las dem ás socie- liga a todos los miembros de la Iglesia
dades, tanto como la gracia divina so- a un solo jefe^M\
brepuja a la naturaleza y los bienes
inm ortales superan las cosas perece- 37. G ravedad del cism a. De ahí se
deras. com prende que los hom bres no se se-
p aran menos de la unidad de la Iglesia
35. Sociedad divina y hum ana. P or por el cisma que por la herejía. Se
su origen, es pues, la Iglesia u na so- señala como diferencia entre la herejía
ciedad divina; por su fin y por los m e- y el cisma, que la herejía profesa un
dios inm ediatos que la conducen es dogma corrompido y el cisma, conser-
sobrenatural; por los m iem bros de que cuencia de una disensión entre el epis-
se compone, y que son hom bres, es una 81 copado, se separa de la Iglesia^85).
(81) S. Thom. 2, 2, q. 39 a. 1. (85) S. Jerón. Com. in Ep. ad Tit., c. 3, 10-11.
P.L. 26, 598.
554 E n c íc l ic a s d e l PP. L e ó n XIII (1896) 72, 38-40

Estas palabras concuerdan con las 39. P rim ado de P edro. J e s u c r i s t o ,


de S a n J u a n Cr i s ó s t o m o sobre el m is- pues, dio P e d r o a la Iglesia por Jefe
mo asunto: Digo y protesto que dividir soberano, y estableció que este poder
a la Iglesia no es menor mal que caer instituido hasta el fin de los siglos para
en la herejía^88). P or esto si ninguna la salvación de todos, pasase como he-
herejía puede ser legítima, tam poco rencia a los sucesores de P e d r o , en
hay cisma que pueda m irarse como quienes el mismo P e d r o sobreviviría
prom ovido por un buen derecho. Nada perpetuam ente m ediante su autoridad.
es más grave que el sacrilegio del cis- Cierto es que al bienaventurado P e d r o ,
ma: pues, no hay necesidad legítima al- y fuera de él a ningún otro se hizo esta
guna de romper la unidad <8687>. insigne prom esa: Tú eres Pedro, y so-
bre esta piedra edificaré mi Iglesia(89).
38. No basta reconocer a Cristo como Es a Pedro a quien el Señor habló; a
Jefe. ¿Y cuál es el poder soberano a uno solo a fin de fundar la unidad por
que todos los cristianos deben obedecer uno so/o(90).
y cuál es su naturaleza? Sólo puede En efecto, sin ningún otro preám-
determ inarse com probando y conocien- bulo, designa por su nombre al padre
do bien la voluntad de Cristo acerca de del Apóstol y al Apóstol mismo. (Tú
este punto. Seguram ente Cristo es el eres bienaventurado, Simón, hijo de
Rey eterno y eternam ente, desde lo Jonás), y no permitiendo ya que se le
alto del cielo, continúa dirigiendo y llame Simón, reivindica para él en ade-
protegiendo invisiblem ente su reino; lante como suyo en virtud de su poder,
pero como ha querido que este reino y quiere por una imagen muy apropia-
fuera visible, ha debido designar a al- da que se llame Pedro, porque es la
guien que ocupe su lugar en la tierra piedra sobre la que debía fundar su
después que El m ismo subió a los Iglesia<9D.
cielos.
Si alguno dice que el único jefe y el 40. P edro, cim iento de la Iglesia. Se-
único pastor es Jesucristo, que es el gún este oráculo, es evidente que por
único esposo de la Iglesia única, esta voluntad y orden de Dios, la Iglesia
respuesta no es suficiente. Es cierto, en está establecida sobre el bienaventura-
efecto, que el mismo Jesucristo obra do P e d r o ; como el edificio sobre los
los Sacramentos en la Iglesia. El es cim ientos. Y como la naturaleza y la
quien bautiza, quien remite los peca- virtud propia de los cimientos es d ar
dos; es el verdadero Sacerdote que se solidez y cohesión al edificio por la
ofrece sobre el altar de la cruz y por conexión íntim a de sus diferentes p a r-
su virtud se consagra todos los días su tes y servir de vínculo necesario para
cuerpo sobre el altar, y, no obstante, la seguridad de toda la obra, si el ci-
como no debía permanecer con todos m iento desaparece, todo el edificio se
los fieles por su presencia corpórea, derrum ba. El papel de P e d r o es, pues,
escogió ministros por cuyo medio pu- el de soportar a la Iglesia y m antener
diera dispensarse a los fieles los Sacra- en ella la conexión y la solidez de una
mentos de que acabamos de hablar, cohesión indisoluble. Pero, ¿cómo po-
como lo hemos dicho más arriba (cap. dría desem peñar ese papel si no tuvie-
74). Del mismo modo, porque debía ra el poder de m andar, defender y
sustraer a la Iglesia su presencia cor- juzgar; en u na palabra, un poder de
poral, fué preciso que designara a al- jurisdicción propio y verdadero? Es
guien para que en su lugar, cuidase de evidente crue los Estados y las socie-
la Iglesia universal. Por eso dijo a Pe- dades no pueden subsistir sin un poder
dro antes de su ascensión: Apacienta de jurisdicción. El prim ado de honor,
mis ovejas^88). o el poder tan modesto de aconsejar y
(86) S. Crisóst. Hom. 9 in Ep. Eph. n. 5. P.G. (89) Mat. 16, 13.
62, 87. (90) Paciano, ad Sempr. c. III, 11. P.L. 13, 1071.
(87) S. Agust. contr. Epist. Parm., 1. II, c. 9 n. 25. (91) S. Cirilo Alej. in Ev. Joh. 1. II in 1, 42.
P.L. 43, 69. P.G. 73, 219.
(8$) S. Thom. contra Gent. I, IV c. 76.
72, 41-43 E n c íc l ic a “Sa t is Go g n it u m ” 555

advertir, que se llam a poder de direc- ignora que las llaves son las insignias
ción, son incapaces de prestar a n in - ordinarias de la autoridad. Así cuando
guna sociedad hum ana un elemento J e s ú s prom ete dar a P e d r o las llaves
eficaz de unidad y de solidez. del reino de los cielos, prom ete darle
el poder y la autoridad de la Iglesia.
41. P edro y la Iglesia u n a m ism a El Hijo le ha dado (a Pedro) la misión
cosa. P o r el contrario, el verdadero de esparcir en el mundo entero el co-
poder de que hablam os está declarado nocimiento del Padre y del Hijo y ha
y afirm ado con estas palabras: Y las dado a un hombre mortal todo el po-
puertas del infierno no prevalecerán der de los cielos al confiar las llaves a
contra ella^2\ Pedro quien ha extendido la Iglesia
¿Qué es contra ella? ¿Es contra la hasta las extremidades del mundo y la
piedra sobre la que Jesucristo edificó ha mostrado más inquebrantable que el
su Iglesia? ¿Es contra la Iglesia? La d e /o (95L
frase resulta ambigua. ¿Será para sig- Lo que sigue tiene tam bién el m is-
nificar que la piedra y la Iglesia no son mo sentido:
sino una misma cosa? Sí; esa es, se- Todo lo que atares en la tierra será
gún creo, la verdad; pues las puertas también atado en el cielo, y lo que des-
del infierno no prevalecerán, ni contra atares en la tierra será desatado en el
la piedra sobre la que Jesucristo fundó cíe/o(96). E sta expresión figurada: atar
727 la Iglesia, ni contra la Iglesia mis- y desatar, designa el poder de estable-
mci(93). He aquí el alcance de esta di- cer leyes y el de juzgar y castigar. Y
vina palabra: La Iglesia apoyada en J e s u c r i s t o afirm a que ese poder ten -
P e d r o , cualquiera que sea la habilidad drá tanta extensión y tal eficacia, que
que desplieguen sus enemigos, no po- todos los decretos dados por P e d r o se-
drá sucum bir jam ás ni desfallecer en rán ratificados por Dios. Este poder es,
lo más mínim o. pues, soberano y de todo punto inde-
Siendo la Iglesia el edificio de Cristo, pendiente, porque no hay sobre la tie-
quien sabiamente ha edificado “su casa rra otro poder superior al suyo que
sobre piedra!', no puede estar sometida abrace a toda la Iglesia y a todo lo
a las puertas del infierno; éstas pueden que está confiado a la Iglesia.
prevalecer contra quien se encuentre
fuera de la piedra, fuera de la Iglesia, 43. P edro P asto r universal. La p ro -
pero son impotentes contra ésta^9éK Si m esa hecha a P e d r o , fue cum plida
Dios ha confiado su Iglesia a P e d r o , cuando J e s u c r i s t o nuestro Señor, des-
ha sido con el fin de que ese sostén pués de su resurrección, habiendo p re-
invisible la conserve siem pre en toda guntado por tres veces a P e d r o si le
su integridad. La h a investido de la am aba m ás que los otros, le dijo en
autoridad, porque p ara sostener real y tono im perativo: Apacienta mis corde-
ros... apacienta mis ovejas <97L 728
eficazmente una sociedad hum ana el
derecho de m andar es indispensable Es decir, que a todos los que deben
para quien la sostiene.4
2 estar un día en su aprisco, les envía a
P e d r o como a su verdadero pastor. Si
42. P oderes soberanos. J e s ú s añade el Señor pregunta lo que no le ofrece
aún: Y te daré las llaves del reino de duda, no quiere, indudablemente ins-
los cielos, y es claro que continúa h a - truirse, sino instruir a quien a punto
blando de la Iglesia, de esta Iglesia que de subir al cielo, nos dejaba por Vicario
acaba de llam ar suya y que h a decla- de su amor... Y porque solo entre todos
rado querer edificar sobre P e d r o , como Pedro profesaba este amor, es puesto
sobre su fundam ento. La Iglesia ofrece, a la cabeza de los más perfectos para
en efecto, la im agen no sólo de u n edi- gobernarlos, por ser él mismo más per-
ficio, sino de u n reino; además, nadie fecto (98). El deber y el oficio de pastor
(92) Mat. 16, 18. (96) Mat. 16, 19.
(93) Orig. Com. in Mat., t. 12, n. 11. P.G. 13,1003. (97) Juan 21, 16-17.
(94) Or. Com. in Mat., 1 .12, n. 11.P.G. 13,1003-06. (98) S. Ambros. Expos. in Ev. Luc. I, X, n.
(95) S. Crisóst. 54 in Matth. n. 2. P.G. 58, 534-35. 175-170. P.L. 1, 1818.
556 E n c íc l ic a s d e l PP. L e ó n XIII (1896) 72, 44-45

es guiar el rebaño, velar por su salud, un hermoso título de nobleza. Y sin


procurándole pastos saludables, librán- embargo, es la piedra, no como Cristo
dole de los peligros, descubriendo los es la piedra, sino como Pedro puede
lazos y rechazando los ataques violen- ser la piedra. Cristo es esencialmente
tos; en una palabra, ejerciendo la auto- la piedra inconmovible y por esto es
ridad del gobierno. Y como P e d r o ha que Pedro es la piedra. Porque Cristo
sido propuesto cual pastor al rebaño comunica sus dignidades sin empobre-
de fieles, h a recibido el poder de go- cerse... Es sacerdote y hace sacerdotes...
b ern ar a todos los hom bres, por cuya Es piedra, y hace de su Apóstol la
salvación Je s u c r i s t o dio su sangre. ¿Y piedra*105*.
por qué vertió su sangre? Para rescatar
a esas ovejas que ha confiado a Pedro 45. P edro jefe de la sociedad cris-
y a sus sucesores^ 9). tiana. Es, adem ás, el Rey de la Iglesia,
que posee la llave de David; cierra, y
44. P edro colum na de la fe. Y p o r- nadie puede abrir: abre, y nadie puede
que es necesario que todos los cristia- cerrar *106*, y por eso al dar las llaves
nos estén unidos entre sí por la com u- a Pedro le declara jefe de la sociedad
nidad de u na fe inm utable, nuestro Se- cristiana. Es tam bién el P astor supre-
ñor Je s u c r i s t o , por la virtud de sus mo, que a sí m ismo se llam a el Buen
oraciones, obtuvo p ara P e d r o que en Pastor*107* y por eso tam bién h a nom -
el ejercicio de su poder no desfalleciera brado a P e d r o pastor de sus corderos
jam ás su fe. He orado por ti a fin de y ovejas.
que tu fe no desfallezca (10°). P or esto dice S a n Cr i s ó s t o m o : Era
Y le ordenó adem ás que cuantas ve- el principal entre los Apóstoles; era
ces lo pidieran las circunstancias, co- como la boca de los otros discípulos y
m unicase a sus herm anos la luz y la la cabeza del cuerpo apostólico... Jesús,
energía de su alm a: Confirma a tus al decirle que debe tener en adelante
hermano s 910(101). Aquel, pues, a quien confianza, porque la mancha de su
designó como fundam ento de la Iglesia, negación está ya borrada, le confía el
quiere que sea colum na de la fe. A gobierno de sus hermanos. Si tú me
quien dio el reino por su propia auto- amas, sé jefe de tus hermanos*108*. F i-
ridad no podía afirmarle la fe dado que nalm ente, Aquel que confirm a en toda
cuando lo llamó “piedra”(102)1034. buena obra y en toda buena pala-
ya lo señaló como base de la Iglesia óra*109*, es quien m anda a P e d r o que
De aquí que ciertos nom bres que de- confirm e a sus herm anos.
signan m uy grandes cosas y que perte- S a n L e ó n Ma g n o dice con razón:
necen en propiedad a Jesucristo en vir- Del seno del mundo entero, Pedro sólo
tud de su poder, Jesús mismo ha que- ha sido elegido para ser puesto a la ca-
rido hacerlas comunes a El y a Pedro beza de todas las naciones llamadas,
por participación (103), a fin de que la de todos los Apóstoles, de todos los Pa-
comunidad de títulos manifestase la dres de la Iglesia; de tal suerte que,
comunidad del poder. Así, El, que es la aunque haya en el pueblo de Dios mu-
piedra principal del ángulo sobre la chos pastores, Pedro, sin embargo, rige
que todo el edificio construido se eleva propiamente a todos los que son prin-
como un templo sagrado en el Se- cipalmente regidos por Cristo*110*. So-
ñoH104), ha establecido a P e d r o como bre el mismo asunto escribe S a n Gr e -
la piedra sobre que debía estar apoya- g o r i o Ma g n o al em perador Ma u r i c i o
da su Iglesia. Cuando Jesús dice: Tú o : Para todos los que conocen
Au g u s t
eres la piedra, esta palabra le confiere el Evangelio, es evidente que por la
(99) S. Crisóst. De sacerd., 1. II. P.G. 48, 632. (105) Homil. de Poenitentia, n. 4 (in append.
(100) Luc. 22, 32. opp. S. Basil.). P.G. 31, 1483.
(101) Luc. 22, 32. (106) Apc. 3, 7.
(102) S. Ambr., De fide 1. IV, 56. P.L. 16, 628. (107) Juan 10, 11.
(103) S. León serm. IV, c. 2. P.L. 54, 150. (108) Crisóst. Hom. 88 in Joan. 1. P.G. 59, 478-79.
(104) Efes. 2, 21. (109) II Tes. 2, 16.
(110) S. León M. Sermo IV, c. 11. P.L. 54,149-50.
72, 46-49 E n c íc l ic a “Sa t is Co g n it u m ” 557

palabra del Señor, el cuidado de toda maestra de todos los fieles de Cris-
la Iglesia ha sido confiado al Santo fo<114*
>.
Apóstol Pedro, jefe de todos los Após-
toles... Ha recibido las llaves del reino 47. Así lo sintió la antigüedad. Tal
de los cielos, el poder de atar y desatar había sido antes el sentim iento u n án i-
le ha sido concedido, y el cuidado y el me de la antigüedad, que sin la m enor
gobierno de toda la Iglesia le ha sido duda ha m irado y venerado a los Obis-
confiado(m ). pos de Rom a como a los sucesores
legítimos del bienaventurado P e d r o .
46. El P apa, continuación de los po- ¿Quién podrá ignorar cuán num erosos
deres de P edro. Y dado que esta au to - y cuán claros son acerca de este punto
ridad, al form ar parte de la constitu- los testim onios de los Santos Padres?
ción y de la organización de la Iglesia, Bien elocuente es el de S a n I r e n e o que
como su elemento principal, es el p rin - habla así de la Iglesia rom ana: A esta
cipio de la unidad, el fundam ento de la Iglesia por su preeminencia superior,
seguridad y de la duración perpetua, debe necesariamente reunirse toda la
se sigue que de ninguna m anera podía Iglesia(115).
desaparecer con el bienaventurado P e -
d r o , sino que debía necesariam ente p a- 48. San Cipriano. Sa n Ci pr i a n o a fir-
sar a sus sucesores y ser transm itida m a tam bién que la Iglesia rom ana es
de uno a otro. La disposición de la ver- la raíz y madre de la Iglesia católi-
dad permanece; pues, el bienaventu- ca(U6>, la Cátedra de Pedro y la Iglesia
rado Pedro, perseverando en la firmeza principal aquélla de donde ha nacido
de la piedra, cuya virtud ha recibido, la unidad sacerdotal^117). La llam a
no puede dejar el timón de la Iglesia, «Cátedra de Pedro», porque está ocu-
puesto en su mano^1112K
1 pada por el sucesor de P e d r o ; «Iglesia
P or esto los Pontífices que suceden principal» a causa del principado con-
a P e d r o en el episcopado rom ano po- ferido a P e d r o y a sus legítimos suce-
seen de derecho divino el poder supre- sores; «aquélla de donde ha nacido la
mo de la Iglesia. Nos definimos que la unidad», porque en la sociedad cris-
Santa Sede Apostólica y el Pontífice tiana la causa eficiente de la unidad es
Romano poseen la primacía sobre el la Iglesia rom ana.
mundo entero, y que el Pontífice Ro-
mano es el sucesor del bienaventurado 49. San Jerónim o, San Agustín y San
Pedro Príncipe de los Apóstoles, y que Cipriano. P o r esto S a n J e r ó n i m o escri-
es el verdadero Vicario de Jesucristo, be lo que sigue a D á m a s o I: Hablo al
el Jefe de toda la Iglesia, el Padre y el sucesor del Pescador y al discípulo de
Doctor de todos los cristianos, y que a la Cruz... Estoy ligado por la comunión
él en la persona del bienaventurado Pe- a Vuestra Beatitud, es decir, a la Cá-
dro, ha sido dado por nuestro Señor tedra de Pedro. Sé que sobre esa piedra
Jesucristo, el pleno poder de apacentar, se ha edificado la Iglesia^118).
regir y gobernar la Iglesia universal; El método habitual de S a n Je r ó n i m o
así como está contenido, tanto en las p ara reconocer si un hom bre es cató-
actas de los Concilios ecuménicos, co- lico, es saber si está unido a la Cátedra
mo en los Sagrados Cánones<113>. El rom ana de P e d r o . Si alguno está unido
cuarto Concilio de L etrán dice tam - a la Cátedra romana de Pedro, ese es
bién: La Iglesia romana... por la dispo- mi hombre^119). P or un m étodo análogo
sición del Señor, posee el principado í n , que declara abiertam ente
S a n Ag u s t
del poder ordinario sobre las demás que en la Iglesia romana estaba siem-
Iglesias, en su cualidad de madre y pre en vigencia el Primado de la Cá-
(111) S. Greg. Epist. 1. V, ep. 20. P.L. 77, 745-46. (115) S. Iren. Adv. Haer. 1. III, 3 n. 2. P.G. 7, 849.
(112) S. León M. Serm. III, c. 3. P.L. 54, 146. (116) S. Cipr. Ep. 48 ad Corn. n. 3. P.L. 3, 710.
(113) Conc. Florent. Decr. pro Graec. Denz-Umb. (117) S. Cipr. Ep. 59 ad Corn. n. 14. P.L. 3, 732.
n. 694. (118) S. Jerón. Ep. 15 ad Dam. n. 2. P.L. 22, 355.
(114) Conc. Lat. IV (1215) cap. II De errore Abb (119) S. Jerón. Ep. 16 ad Dam. n. 2. P.L. 22, 359.
Joach. Denz-Umb. n. 433.
558 E n c íc l ic a s d e l PP. L e ó n XIII (1896) 72, 50-5 i

731 techa apostólica, afirm a que quien se Príncipe y Jefe de los Apóstoles, co-
separa de la fe rom ana no es católico. lumna de la fe y fundamento de la Igle-
No puede creerse que guardáis la fe sia católica, recibió de nuestro Señor
católica los que no enseñáis que se debe Jesucristo, Salvador y Redentor del gé-
guardar la fe romana(12°). nero humano, las llaves del reino, y
Y lo m ism o S a n Ci p r i a n o : Estar en que el poder de atar y desatar los peca-
comunión con Cornelio es estar en co- dos fue dado a ese mismo Apóstol,
munión con la Iglesia católica(121>. quien hasta el presente momento y
50. E l Abad Máximo. E l Ab a d Má x i - siempre, vive en sus sucesores y ejerce
mo enseña igualm ente que el sello de
por medio de ellos su autoridad^12*}.
la verdadera fe y de la verdadera co- Todo el m undo conoce la sentencia del
m unión consiste en estar sometido al Concilio de Calcedonia sobre el mismo
Pontífice Romano. Quien no quiera ser asunto: Pedro ha hablado... por boca
hereje ni sentar plaza de tal, no trate de León^124); sentencia a la que la voz
de satisfacer a éste ni al otro... Apresú- del tercer Concilio de Constantinopla
rese a satisfacer en todo a la Sede de respondió como un eco: El soberano
Roma. Satisfecha la Sede de Roma, en Príncipe de los Apóstoles combatía al
todas partes y a una sola voz le procla- lado nuestro, pues tenemos en nuestro
marán piadoso y ortodoxo. Será en va- favor su imitador y su sucesor en su
no que se contente con hablar el que Sede... No se veía al exterior (mientras
de ello quiera persuadir, si no satisface se leía la carta del Pontífice Romano)
y si no implora al bienaventurado Papa más que el papel y la tinta, y era Pe-
de la santísima Iglesia de los Romanos, dro quien hablaba por boca de Aga-
esto es, la Sede apostólica. Y he aquí, tón^125K E n la fórm ula de profesión de
según él, la causa y la explicación de fe católica propuesta en térm inos p re-
este hecho. La Iglesia romana ha reci- cisos por H o r m i s d a s en los comienzos
bido del Verbo de Dios Encarnado y del siglo VI, y suscrita por el em pera-
según los Santos Concilios, según los dor J u s t i n i a n o y los P atriarcas E pi f a -
n i o , J u a n y Me n n a s , se expresó el m is-
santos Cánones y las definiciones, po-
see, sobre la universalidad de las santas m o pensam iento con gran vigor: Como
Iglesias de Dios que existen sobre la la sentencia de nuestro Señor Jesucris-
superficie de la tierra, el imperio y la to, que dice: «Til eres Pedro, y sobre
autoridad, en todo y por todo, y el po- esta piedra edificaré mi I g l e s i a n o
der de atar y desatar. Pues, cuando ella puede ser desatendida, lo que ha dicho
ata y desata, el Verbo que manda a las está confirmado por la realidad de los
virtudes celestiales, ata y desata tam- hechos, pues en la sede Apostólica la
bién en el cielo^1
122\
1
0
2 religión católica se ha conservado sin
ninguna mancha (126).
51. Algunos Concilios. E ra este, pues, No querem os enum erar todos los tes-
un artículo de la fe cristiana; era un tim onios; pero no obstante, nos place
punto reconocido y observado constan- recordar la fórm ula con que Mi g u e l
tem ente, no por una nación o un siglo, P a l e ó l o g o hizo su profesión de fe en
sino por todos los siglos, y por el el segundo Concilio de Lyón: La Santa
Oriente no menos que por el Occidente, Iglesia romana posee también el sobe-
conform e recordaba al Sínodo de Efeso, rano y pleno primado y principal sobre
sin que se levantase la m enor objeción la Iglesia católica universal, y reconoce
el S a c e r d o t e F e l i pe , Legado del P o n tí- con verdad y humildad haber recibido
fice Rom ano: No es dudoso para nadie este primado y principado con la ple-
y es cosa conocida en todos los tiempos nitud del poder del Señor mismo, en
que el Santo y bienaventurado Pedro, la persona del bienaventurado Pedro,
(120) S. Agust. Ep. 43, 7; Serm. 120, 13. P.L. Pont, in act. III; Denz-Umb. n. 112. Mansi 4, 1295.
33, 163. (124) Conc. Cale. Actio II, Mansi 6, 971.
(121) S. Cipr. Epist. 55, n. 1. P.L. 3, 765. (125) III Conc. Const. Actio 18. Mansi 11, 666.
(122) Abad Max Defloratio ex Ep. ad Petr. i]l. (126) Post Epist. 26 ad omn. episc. Hispan, n. 4.
P.L. 129, 576. P.L. 63, 460; Mansi 8, 467. Denz-Umb. nr. 466.
(123) Conc. Ephes. (431) Oratio Phil. Seg. Rom.
72, ¿>2-53 E n c íc l ic a “Sa t is Co g n it u m ” 559

príncipe o jefe de los Apóstoles y de Sumo Sacerdote: si no se atribuye a


quien el Pontífice romano es el suce- éste un poder aparte y sobre todos los
sor. Y por lo mismo que está encargado demás poderes, habrá en la Iglesia tan-
de defender, antes que las demás, Id tos cismas como sacerdotes(12718129130).
verdad de la fe, también cuando se le-
vantan dificultades en puntos de fe, es, 53. Pedro independiente, los Apósto-
a su juicio, al que las demás deben les dependientes. P o r esto hay necesi-
atener se^121\ dad de hacer aquí u n a advertencia im -
portante. Nada ha sido conferido a los
52. Poder soberano pero no único. Apóstoles independientem ente de P e -
De que el poder de P e d r o y de sus d r o ; m uchas cosas h an sido conferi-
sucesores es pleno y soberano, no se ha das a P e d r o aislada e independiente-
de deducir, sin embargo, que no existen m ente de los Apóstoles, S a n J u a n Cr i -
otros en la Iglesia. Quien ha establecido s ó s t o m o , explicando las palabras de
a P e d r o como fundam ento de la Igle- J e s u c r i s t o que refiere San J u a n (130>,
sia, tam bién ha escogido doce de sus se pregunta por qué dejando a un lado
discípulos, a los que dio el nombre de a los otros se dirige Cristo a Pedro, y
Apóstoles(128). Así del mismo modo que responde form alm ente: Porque era el
la autoridad de P e d r o es necesaria- principal entre los Apóstoles, como la
m ente perm anente y perpetua en el boca de los demás discípulos y el jefe
Pontificado rom ano, tam bién los Obis- del cuerpo apostólicoí131). Sólo él, en
pos, en su calidad de sucesores de los efecto, fue designado por Cristo p ara
Apóstoles, son los herederos del poder fundam ento de la Iglesia. A él le fue
ordinario de los Apóstoles, de tal suerte dado todo el poder de a ta r y de des-
que el orden episcopal form a necesa- atar; a él sólo confió el poder de ap a -
riam ente parte de la constitución ín ti- centar el rebaño. Al contrario, todo lo
m a de la Iglesia. Y aunque la autoridad que los Apóstoles h an recibido en lo
de los Obispos no sea ni plena, ni u n i- que se refiere al ejercicio de funciones
versal, ni soberana, no debe m irárselos y autoridad, lo h an recibido conjunta-
como a simples Vicarios de los P o n tí- m ente con P e d r o . Si la divina Bondad
fices rom anos, pues poseen una auto- ha querido que los otros príncipes de
ridad que les es propia, y llevan con la Iglesia tengan alguna cosa en común
toda verdad el nom bre de Prelados con Pedro, lo que no ha rehusado a los
ordinarios de los pueblos que gobier- demás, no se les ha dado jamás sino
nan. por £ /( 132>. El sólo ha recibido muchas
Pero como el sucesor de P e d r o es cosas, pero nada se ha concedido a
único m ientras que los de los Apósto- ninguno sin su participación<133).
les son m uy num erosos, conviene estu- P or donde se ve claram ente que los
diar qué vínculos, según la constitución Obispos perderían el derecho y el po-
divina, unen a estos últim os al P o n tí-
der de gobernar si se separasen de P e -
fice Romano. Y desde luego la unión
d r o o de sus sucesores. P or esta sepa-
de los Obispos con el sucesor de P e d r o
es de una necesidad evidente y que no ración se arran can ellos mismos del fu n -
puede ofrecer la m enor duda; pues si dam ento sobre el que debe sustentarse
este vínculo se desata, el pueblo cristia- todo el edificio y se colocan fuera del
no mismo no es m ás que una m ultitud m ismo edificio; por la m ism a razón
que se disuelve y se disgrega, y no quedan excluidos del rebaño que go-
puede ya en modo alguno form ar un bierna el P astor suprem o y desterrados
solo cuerpo y un solo rebaño. La salud del reino cuyas llaves h a dado Dios a
de la Igelsia depende de la dignidad del P e d r o solamente.
(127) II Cune. Lión Actio IV Denz-Umb. nr. 466. (131) S. Crisóst. Hom. 88 in Joan. 1. P.G. 59, 478.
(128) Luc. 6, 13. (132) S. León M. Serm. IV, c. 2. P.L. 54, 150.
(129) S. Jerón. Dialog. c. Lucif. n. 9. P.L. 23,165.
(130) Juan 21, 15: “Cuando hubieron comido, (133) S. León M. Serm. IV, c. 2. P.L. 54, 150.
dijo Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan,
¿me amas más que éstos?”
560 E n c íc l ic a s d e l PP. L e ó n XIII (1896) 72, 54-56

54. U nidad de fe, gobierno y com u- P e d r o , pues sería absurdo pretender


nión. E stas consideraciones hacen que que un hom bre excluido de la Iglesia,
se com prenda el plan y el designio de tuviese autoridad en la Iglesia. F u n -
Dios en la constitución de la sociedad dándose en esto Opt a t o d e Mi l e v o , re-
cristiana. Este plan es el siguiente: el prendía así a los donatistas: Contra las
Autor divino de la Iglesia al decretar puertas del infierno, como lo leemos
d ar a ésta la unidad de la fe, de go- en el Evangelio, ha recibido las llaves
bierno y de com unión, ha escogido a de salud Pedro, es decir, nuestro jefe,
P e d r o y a sus sucesores p ara estable- a quien Jesucristo ha dicho: «Te daré
cer en ellos el principio y como el las llaves del reino de los cielos, y las
cetro de la unidad. P or esto escribe puertas del infierno triunfarán jamás
Sa n Ci p r i a n o : hay, para llegar a la fe, de ellas». ¿Cómo, pues, tratáis de atri-
una demostración fácil que resume la buiros las llaves del reino de los cielos,
verdad. El Señor se dirige a Pedro en vosotros que combatís la cátedra de
estos términos: «Te digo que eres Pe- Pedro?(137K
dro...» Es, pues, sobre uno sobre quien
edifica la Iglesia. Y aunque después de 56. No basta u n a prim acía de honor.
su Resurrección confiere a todos los Pero el orden de los Obispos no puede
Apóstoles un poder igual, y les dice: ser m irado como verdaderam ente uni-
«Como mi Padre me envió...» no obs- do a P e d r o , de la m anera que Cristo
tante, para poner a la unidad en plena lo ha querido, sino en cuanto está so-
luz, coloca en uno solo, por su autori- metido y obedece a P e d r o ; sin esto, se
dad, el origen y el punto de partida de dispersa necesariam ente en u n a m ulti-
esta misma unidad^18*). tud en la que reinan la confusión y el
734 Y S a n Opt a t o de Mi l evo escribe: desorden. P ara conservar la unidad de
Tú sabes muy bien, no puedes negarlo, fe y com unión, no bastan ni u na p ri-
que es a Pedro el primero a quien ha m acía de honor ni u n poder de orien-
sido conferida la Cátedra episcopal en tación; es necesaria u na autoridad ver-
la ciudad de Roma; es en la que está dadera y al mism o tiem po soberana, a
sentado el jefe de los Apóstoles, Pedro, la que debe obedecer toda la com uni-
que por esto ha sido llamado Cefas. dad. ¿Qué ha querido, en efecto, el
En esta Cátedra única en la que todos H ijo de Dios cuando ha prom etido las
debían guardar la unidad, a fin de que llaves del reino de los cielos sólo a
los demás Apóstoles no pudiesen atri- P e d r o ? Que las llaves signifiquen aquí
buírsela cada uno en su Sede, y que el poder suprem o; el uso bíblico y el
fuera en adelante cismático y prevari- consentim iento unánim e de los Padres
cador auien elevara otra Cátedra con- no perm iten dudarlo. Y no se pueden
tra esta Cátedra única^1Z5\ in terp retar de otro modo los poderes
De aquí tam bién esta sentencia del que h an sido conferidos sea a P e d r o
mismo S a n Ci p r i a n o , según la que la separadam ente o ya a los demás Após-
herejía y el cisma se producen y n a - toles conjuntam ente con P e d r o . Si la
cen, del hecho de negar al poder su- la facultad de atar y desatar, de apa-
prem o la obediencia que le es debida: centar el rebaño, da a los Obispos, su-
La única fuente de donde han surgido cesores de los Apóstoles, el derecho de
las herejías y de donde han nacido los gobernar con autoridad propia al pue-
cismas, es que no se obedece al Pontí- blo confiado a cada uno de ellos, segu-
fice de Dios, ni se quiere reconocer en ram ente esta m ism a facultad debe p ro -
la Iglesia un solo Pontífice y un solo ducir idéntico efecto en aquel a quien
juez que ocupa el lugar de Cristo(136).5 ha sido designado por Dios mismo el
papel de apacentar los corderos y las
55. T oda auto rid ad debe estar unida ovejas. Pedro no ha sido sólo instituido
a P edro. Nadie, pues, puede ten er p a r - Pastor por Cristo, sino Pastor de los
te en la autoridad, si no está unido a pastores. Pedro, pues, apacienta a los
(134) S. Cipr. De imítate Eecl. n. 4. P.L. 4, 498. (136) S. Cipr. Epist. 12 ad Corn. n. 5. P.L. 3, 802.
(135) S. Optato de Milevo, De Schism. Donat. (137) S. Optato de Mil. De Schism. Donat. íib.
iih. II, 2. P.L. 11, 947. II, n. 4-5. P.L. 11, 955-56.
72, 57-58 E n c íc l ic a “Sa t is Co g n it u m ” 561

corderos y apacienta a las ovejas; apa- na a una o algunas, sino que todas se
cienta a los pequeñuelos y a sus ma- confían a Pedro? Ninguna distinción,
dresgobierna a los súbditos y también ninguna excepciónO^),
a los Prelados, pues en la Iglesia fuera
de los corderos y de las ovejas no hay 58. Poder sobre el colegio de los
n « d a (138). Obispos. Sería ap artarse de la verdad
y contradecir abiertam ente a la consti-
57. Nombres expresivos de S. Ber- tución divina de la Iglesia, pretender
nardo. De aquí nacen entre los antiguos que cada uno de los Obispos, conside-
Padres estas expresiones que designan rados aisladamente, debe estar some-
en especial al bienaventurado P e d r o , y tido a la jurisdicción de los Pontífices
que le muestran evidentem ente colocado Rom anos; pero que todos los Obispos,
en un grado supremo de la dignidad y considerados en conjunto, no deben
del poder. Le llam an con frecuencia estarlo. ¿Cuál es, en efecto, toda la r a -
jefe de la Asamblea de los discípulos; zón de ser y la naturaleza del funda-
príncipe de los santos Apóstoles; corifeo m ento? Es la de salvaguardar la u n i-
del coro apostólico; boca de todos los dad y la solidez m ás bien de todo el
Apóstoles; jefe de esta familia; aquel edificio que la de cada una de sus
que manda al mundo entero, el primero partes.
entre los Apóstoles; columna de la Y esto es m ucho m ás cierto en el
Iglesia. punto que tratam os, pues J e s u c r i s t o
La conclusión de todo lo que precede nuestro Señor ha querido p ara la soli-
parece hallarse en estas palabras de dez del fundam eneo de su Iglesia obte-
S a n B e r n a r d o al P apa E u g e n i o : ner este resultado; que las puertas del
¿Quien sois Vos? Sois el gran Sacer- infierno no puedan prevalecer contra
dote, el Pontífice soberano. Sois el ella. Todo el m undo conviene en que
príncipe de los Obispos, el heredero de esta prom esa divina se refiere a la
los Apóstoles... Sois aquel a quien las Iglesia universal y no a sus partes to -
llaves han sido dadas, a quien las ove- m adas aisladam ente, pues éstas pueden,
jas han sido confiadas. Otros, además en realidad, ser vencidas por el esfuer-
de Vos, son también porteros del cielo zo de los infiernos, y h a ocurrido a
y pastores de rebaños; pero ese doble algunas de ellas que separadam ente
título es en Vos tanto más glorioso fueron, en efecto, vencidas.
cuanto que lo habéis recibido como he- Además, el que ha sido puesto a la 7
rencia en un sentido más particular que cabeza de todo el rebaño, debe tener
todos los demás. Estos tienen sus reba- necesariam ente la autoridad, no sola-
ños que les han sido asignados a cada m ente sobre las ovejas dispersas, sino
uno en particular; pero a Vos han sido sobre todo el conjunto de las ovejas
confiados todos los rebaños; Vos única- reunidas. ¿Es acaso el conjunto de las
mente tenéis un solo rebaño formado ovejas que gobierna y conduce al pas-
no solamente por las ovejas, sino tam- tor? Los sucesores de los Apóstoles,
bién por los pastores; sois el único pas- reunidos, ¿serán el fundam ento sobre
tor de todos. Me preguntáis cómo lo el que el sucesor de P e d r o debería
pruebo. Por la palabra del Señor. ¿A apoyarse p ara encontrar la solidez?
quién, en efecto, no digo entre los Obis- Quien posee las llaves del reino tie-
pos, sino entre los Apóstoles, han sido ne evidentem ente derecho y auto ri-
confiadas absoluta e indistintamente dad, no solamente sobre las provincias
todas las ovejas? Si tú me amas, Pedro, aisladas, sino sobre todas a la vez; y
apacienta mis ovejas. ¿Cuáles? ¿Los del mismo modo que los Obispos, cada
pueblos de tal o cual ciudad, de tal o uno en su territorio, m andan con au to -
cual comarca, de tal reino? Mis ove- ridad verdadera, no solamente a cada
jas, dice. ¿Quién no ve que no se desig- individuo, sino a toda la com unidad,
(138) S. Bruno, episc. Signiens. Comm. in Joan, (139) S. Bern. De consid. 1. II, c. 8. P.L. 182,
c 21, n. 55. 751.
562 E n c íc l ic a s d e l PP. L e ó n XIII (1896) 72, 59-60

así los Pontífices Romanos, cuya ju - Decreto: Consta de un modo manifies-


risdicción abraza a toda la sociedad to, no solamente por los testimonios de
cristiana, tienen todas las porciones de la Sagrada Escritura, por las palabras
esta sociedad, aún reunidas en conjun- de los Padres y de otros Pontífices ro-
to, sometidas y obedientes a su poder. manos y por los Decretos de los Sagra-
J e s u c r i s t o nuestro Señor, según hemos dos Cánones, sino por la confesión for-
dicho repetidas veces, ha dado a P e d r o mal de los mismos Concilios, que sólo
y a sus sucesores la m isión de ser sus el Pontífice romano, durante el ejerci-
Vicarios, p ara ejercer perpetuam ente cio de su cargo, tiene pleno derecho y
en la Iglesia el mismo poder que El poder, como tiene autoridad sobre los
ejerció durante su vida m ortal. Después Concilios, para convocar, transferir y
de esto, ¿se dirá que el colegio de los disolver los Concilios^1*3).
Apóstoles excedía en autoridad a su Las Sagradas E scrituras dan testi-
Maestro? m onio de que las llaves confiadas a
P e d r o solamente, y tam bién que el
59. D eclaraciones de este poder. Este poder de a tar y desatar fue conferido
poder de que hablam os sobre el colegio a los Apóstoles conjuntam ente con P e -
mismo de los Obispos, poder que las d r o ; ¿pero dónde consta que los Após-
Sagradas Letras enuncian tan abierta- toles hayan recibido el soberano poder
mente, no ha cesado la Iglesia de reco- sin Pedro y contra Pedro? Ningún tes-
nocerlo y atestiguarlo. He aquí lo que tim onio lo dice. Seguram ente no es de
acerca de este punto declaran los Con- Cristo de quien lo ha recibido.
cilios: Leemos que el Pontífice romano P or esto el decreto del Concilio del
ha juzgado a los Prelados de todas las Vaticano que definió la naturaleza y el
Iglesias; pero no leemos que él haya alcance de la prim acía del Pontífice
sido juzgado por ninguno de ellos(lá0K Romano, no introdujo ninguna opinión
Y la razón de este hecho está indicada nueva, pues sólo afirm ó la antigua y
con sólo decir que no hay autoridad constante fe de todos los siglos.
superior a la autoridad de la Sede
Apostólica(141>. 60. Je ra rq u ía de autoridades. No hay
P or esto, Ge l a s i o habla así de los que creer que la sum isión de los m is-
decretos de los Concilios: Del mismo mos súbditos a dos autoridades im pli-
modo que lo que la Sede primera no que confusión en la adm inistración.
ha aprobado, no puede estar en vigor, Tal sospecha nos está prohibida en
así, por el contrario, lo que ha confir- prim er térm ino por la sabiduría de Dios
mado por su juicio, ha sido recibido que ha concebido y establecido por sí
por toda la Iglesia<142). E n efecto, ra ti- mismo la organización de ese gobierno.
ficar o invalidar la sentencia y los de- Además, es preciso notar que lo que
cretos de los Concilios ha sido siem pre tu rb aría el orden y las relaciones m u-
propio de los Pontífices rom anos. L e ó n tuas, sería la coexistencia, en u n a so-
Ma g n o anuló los actos del conciliábulo ciedad, de dos autoridades del mismo
de Efeso; D á m a s o rechazó el de Rimi- grado y no se som etería la una a la
ni; Ad r i a n o I el de G onstantinopla; y otra. Pero la autoridad del Pontífice es
el vigésimo octavo canon del Concilio soberana, universal y del todo indepen-
de Calcedonia, desprovisto de la ap ro - diente; la de los Obispos está lim itada
bación y de la autoridad de la Sede de u na m anera precisa y no es plena-
Apostólica, ha quedado como todos sa- m ente independiente. Lo inconveniente
ben, sin vigor ni efecto. sería que dos Pastores estuviesen colo-
Con razón, pues, en el quinto Con- cados en un grado igual de autoridad
737 cilio de L etrán expidió L e ó n X este sobre el mismo rebaño. Pero que dos
(140) Hadriano II in Alloc. III ad Syn. Rom. (142) S. Gelasio I Epist. 26 ad cpiscopos Dar-
an. 869-870 cfr. Action. VII Conc. Constantinop. daniae n. 5. P.L. 59, 67.
IV; vea también Denz-Umb. n. 330 y n. 353.
(141) S. Nicolás I (858-867) Epist. 84 ad Michael. (143) Conc. de Letrán (1512-1517) sesión IV c. 3;
Imp.; cfr. Epist. “Proposucramus quidcm” ad Mi- vea también ses. XI (1516) Denz-Umb. n. 740.
chael. an. 865, Denz-Umb. n. 333. P.L. 119, 954.
72, 61-63 E n c íc l ic a “Sa t is Co g n it u m ” 563

superiores, uno de ellos sometido al 62. A los que están fuera de la


otro, estén colocados sobre los mismos Iglesia. Pero fijando nuestras miradas
súbditos, no es un inconveniente, y así en el autor y consumador de la fe, Je-
un mismo pueblo está gobernado de un sus1
(147), cuyo lugar ocupam os y por
*
5
1
4
modo inmediato por su Párroco, por quien Nos ejercemos el poder, aunque
el Obispo y por el P a p a (144>. sean débiles N uestras fuerzas p ara el
Los Pontífices rom anos, que saben peso de esta dignidad y de este cargo
cuál es su deber, quieren m ás que nadie Nos sentimos que su caridad inflam a
la conservación de todo lo que está N uestra alm a y em plearem os no sin
divinam ente instituido en la Iglesia, y razón, estas palabras que Je s u c r i s t o
por esto del mismo modo que defien- decía de sí mismo: Tengo otras ovejas
den los derechos de su propio poder que no están en este aprisco; es preciso
con el celo y vigilancia necesarios, así también que yo las conduzca y escu-
tam bién h an puesto y pondrán cons- charán mi voz(lé8K No rehúsen, pues,
tantem ente todo su cuidado en m an - escucharnos y m ostrarse dóciles a
tener incólum e la autoridad de los N uestro am or paternal, todos aquellos
Obispos. que detestan la im piedad, hoy tan ex-
Y m ás aún; todo lo que se trib u ta a tendida, que reconocen a J e s u c r i s t o ,
los Obispos en orden al honor y a la que le confiesan H ijo de Dios y Salva-
obediencia, lo m iran como si a ellos dor del género hum ano, pero que, sin
mismos le fuere tributado. Mi honor em bargo, viven errados y apartados de
es el honor de la Iglesia universal. Mi su Esposa. Los que tom an el nom bre
honor es el pleno vigor de la autoridad de Cristo es necesario que lo tomen
de mis hermanos. No me siento ver- todo entero. Cristo todo entero es una
daderamente honrado sino cuando se cabeza y un cuerpo, la cabeza es el Hi-
tributa a cada uno de ellos el honor jo único de Dios; el cuerpo es su Igle-
que le es debido^ 5). sia: es el esposo y la esposa, dos en una
738 E n todo lo que precede, Nos hemos sola carne. Todos los que tienen res-
trazado fielmente la imagen y figura pecto de la cabeza un sentimiento dife-
de la Iglesia según su divina constitu- rente del de las Escrituras, en vano se
ción. Nos hemos insistido acerca de su encuentran en todos los lugares donde
unidad, y hem os declarado cuál es su se halla establecida la Iglesia, porqm
naturaleza y por qué principio su divi- no están en la Iglesia.
no Autor ha querido asegurar su con- E igualmente todos los que pienscm
servación. como la Sagrada Escritura respecto de
61. A los hijos fieles. Todos los que la cabeza, pero que no viven en comu-
por un insigne beneficio de Dios tienen nión con la autoridad de la Iglesia, no
la dicha de haber nacido en el seno de están en la Iglesia^1*9).
la Iglesia católica y de vivir en ella 63. A los que vacilan. N uestro co ra-
escucharán N uestra voz Apostólica, Nos zón se dirige tam bién con sin igual
tenemos ninguna razón p ara dudar de ardor a aquellos a quienes el soplo con-
ello. Mis ovejas oyen mi voz^lá6K Todos tagioso de la im piedad no ha envene-
ellos hab rán hallado en esta Carta m e- nado del todo, y que, por lo menos
dios p ara instruirse m ás plenam ente experim entan el deseo de tener por P a -
y para adherirse, con un am or m ás dre al Dios verdadero, creador de la
ardiente, cada uno a sus propios P as- tierra y del cielo. Reflexionen y com -
tores, y por éstos al P astor suprem o, prendan bien que no pueden en m a-
a fin de poder continuar con m ayor nera alguna contarse en el núm ero de
seguridad en el aprisco único, y recoger los hijos de Dios, si no vienen a reco-
una m ayor abundancia de frutos salu- nocer por herm ano a Je s u c r i s t o y por
dables. m adre a la Iglesia.
(144) S. Thom. in IV Sent. clist. 17 a 4 ad q. 4 (147) Ilebr. 12, 2.
ad 13. (148) Juan 10, 16.
(145) S. Greg. Episl. L VIII, ep. 30 ad Eulog.
P.L. 77, 933. (149) S. Agust. Contra Donat. ep. si ve de Unitate
(140) Juan 10, 27. Eccl. c. IV, n. 7. P.L. 43, 395.
564 E n c íc l ic a s d e l PP. L e ó n XIII (1896) 72, 64

64. Dios p o r P a d re y la Iglesia p o r bido obsequio, y ultrajaseis a su esposa


M adre. A todos, pues, Nos dirigim os con una acusación grave, ¿os atreve-
con grande am or estas palabras que ríais ni aun a entrar en la casa de ese
tom am os a S a n A g u s t í n : Amemos al hombre? Tened, pues, mis muy ama-
Señor, nuestro Dios, amemos a su Igle- dos, unánimemente a Dios por vuestro
sia; a El cual padre, a ella cual madre. padre, y por vuestra madre a la Igle-
Que nadie diga: Sí, voy aun a los ído- sia^ 150>.
los; consulto a los poseídos y a los he- Confiando grandem ente en la m ise-
chiceros; pero, no obstante, no dejo la ricordia de Dios, que pueda tocar con
Iglesia de Dios; soy católico. Perma- sum a eficacia los corazones de los
necéis adheridos a la madre, pero ofen- hom bres y form ar las voluntades más
déis al padre. Otro dice poco más o rebeldes a venir a El, Nos encom en-
menos: Dios no lo permita; no consulto damos, con vivas instancias, a su bon-
a los hechiceros, no interrogo a los po- dad a todos aquellos a quienes se refie-
seídos, no practico adivinaciones sa- re N uestra palabra. Y como prenda de
crilegas, no voy a adorar a los demo- los dones celestiales, y en testimonio
nios, no sirvo a los dioses de piedra, de N uestra benevolencia os concede-
pero soy del partido de D o n a t o : ¿De mos, con grande am or en el Señor, a
qué os sirve no ofender al padre que vosotros, Venerables H erm anos, a vues-
vengará a la madre a quien ofendéis? tro Clero y a vuestro pueblo la Bendi-
¿De qué os sirve confesar al Señor, ción Apostólica.
honrar a Dios, alabarle, reconocer a Dado en Roma, en San Pedro, a 29
su Hijo, proclamar que está sentado a de Junio del año 1896, décimonoveno
la diestra del Padre, si blasfemáis de de N uestro Pontificado.
su Iglesia? Si tuvieseis un protector, a
quien tributaseis todos los días el de- LEON PAPA XIII.
(150) S. Agust. Enarr. in Psal. 88 serm. II n. 14. P.L. 33, 1140.

Disp osición
IN T R O D U C C IO N : D o s fin es: Amor a la Iglesia y retorno de los disidentes (1)
A ) L a p r o v i d e n c i a d e D io s c o n la Ig le sia
I. Dios se hace visible por la Encarnación (2)
II. Esencia y característica de la Iglesia (3)
— visible e invisible como obra salvífica (3-4) y como cuerpo místico (5)
— humana (5) y divina (6)
— temporal y perenne (7)
(8)
B ) L a v o l u n t a d d e C r is to p a r a c o n la I g le s ia
I. Fundó una sola y única Iglesia (8)
1. El verdadero concepto de unidad (8-9)
2. Las razones de esa unidad (10-12)
3. El reconocimiento de esa Iglesia única es necesario para la salva-
ción (12-13)
II. Cristo quiso una Iglesia unida (13)
1. La unidad en la Fe (14) a) Una regla de fe: el magisterio (15-21);
b) misión de la Iglesia: la predicación de la fe (21-28); c) deber de
los hombres: escuchar a la Iglesia (29); esencia de la fe: indivisi-
ble (30) - Llamado a todos los que buscan la verdad (31)
2. La Iglesia en la jerarquía apostólica (32-33) a) La Iglesia como
sociedad perfecta (33-35); b) la Iglesia está sujeta a una autoridad
(53-37): primero la de Jesús (38) luego: Pedro (39-45); tercero los Su-
mos Pontífices (46-51) y los Obispos como sucesores de los Após-
toles (52-60)
Llamado a los fieles (61) y los que están fuera de la Iglesia (62-63).
E P IL O G O :
Plegaria (64).

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