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(29-VI-1896)
L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
— 541 —
542 E n c íc l ic a s de l PP. L e ó n XIII (1896) 72, 3-5
de su vida. “Y todas las naciones aflui- bros del cuerpo, aunque numerosos,
rán hacia ella y dirán: Venid, ascen- no son sino un solo cuerpo: así es
damos a la montaña del Señor, vamos Cristo(25). Y es por esto por lo que nos
a la Casa del Dios de Jacob y nos en- dice tam bién que este cuerpo está uni-
señará sus caminos y marcharemos por do y ligado. “Cristo es el jefe, en virtud
sus senderos” , del que todo el cuerpo unido y ligado
Opt a t o d e Mi l e v o dice a propósito por todas sus coyunturas que se pres-
de este pasaje: “Está escrito en la pro- tan mutuo auxilio por medio de opera-
fecía de I s a í a s : La ley saldrá de Sión y ciones proporcionadas a cada miembro,
la palabra de Dios de Jerusalén”. No recibe su acrecentamiento para ser edi-
es, pues, en la montaña de Sión donde ficado en la caridad”(26>. Así, pues, si
Is a í a s ve el valle, sino en la montaña algunos m iem bros está separados y ale-
santa, que es la Iglesia, y que llenando jados de los otros m iem bros, no po-
todo el mundo romano eleva su cima drán pertenecr a la m ism a cabeza como
hasta el cielo... La verdadera Sión es- el resto del cuerpo. t(Hay — dice S a n
piritual es, pues, la Iglesia, en la cual Ci pr i a n o — un solo Dios, un solo Cris-
Jesucristo ha sido constituido Rey por to, una sola Iglesia de Cristo, una sola
Dios Padre, y que está en todo el mun- fe, un solo pueblo que, por el vínculo
do, lo cual es exclusivo de la Iglesia de la concordia, está fundado en la
católica(2 22K Y he aquí lo que dice S a n
1 unidad sólida de un mismo cuerpo. La
Ag u s t í n : “¿Qué hay más visible que unidad no puede ser amputada; un
una montaña?”. Y sin embargo, hay cuerpo, para permanecer único, no
m ontañas desconocidas que están situa- puede dividirse por el fraccionamiento
das en un rincón apartado del globo... de su organismo” P ara m ejor de-
Pero no sucede así con esa montaña, clarar la unidad de su Iglesia, Dios nos
pues que ella llena toda la superficie la presenta bajo la im agen de u n cuer-
de la tierra y está escrita de ella que po anim ado, cuyos m iem bros no pue-
está establecida sobre las cimas de las den vivir sino a condición de estar u n h
montañasv(23>. dos con la cabeza y de tom ar sin cesar
de ésta su fuerza vital; separados han
12. El Cuerpo Místico de Cristo. Es de m orir necesariam ente. No puede (la
preciso añadir que el H ijo de Dios Iglesia) ser dividida en pedazos por el
decretó que la Iglesia fuese su propio desgarramiento de sus miembros y de
cuerpo místico al que se uniría p ara sus entrañas. Todo lo que se separe del
ser su cabeza, del mismo modo que en centro de la vida no podrá vivir por sí
el cuerpo hum ano que tom ó por la solo ni respirar(28L Ahora bien; ¿en
E ncarnación la cabeza m antiene a los qué se parece un cadáver a un ser
m iem bros en u na necesaria y n atu ral vivo? Nadie jamás ha odiado a su car-
unión. Y así como tom ó u n cuerpo ne, sino que la alimenta y la cuida co-
m ortal único que entregó a los torm en- mo Cristo a la Iglesia, porque somos
tos y a la m uerte, p ara pagar el rescate los miembros de su cuerpo formados
de los hom bres, así tam bién tiene un de su carne y de sus huesos^29).
cuerpo místico único en el que, y por Que se busque, pues, o tra cabeza p a -
medio del cual hizo p articipar a los recida a Cristo, que se busque otro
hom bres de la santidad y de la salva- Cristo si se quiere im aginar o tra Igle-
ción eterna. “Dios hizo (a Cristo) jefe sia fuera de la que es su cuerpo. “Mi-
de toda la Iglesia que es su cuerpo”(24h rad de lo que debéis guardaros, ved
Los m iem bros separados y dispersos por lo que debéis velar, ved lo que de-
no pueden unirse a u na sola y m ism a béis tener. A veces se corta un miem-
cabeza p ara form ar un solo cuerpo. bro en el cuerpo humano, o más bien,
Pues S a n P a b l o dice: Todos los miem - se le separa del cuerpo una mano, un
(21) Is. 2, 2-3. (25) I Cor. 12, 12.
(22) Optato de Milevo, De schism. Donat. lib. (26) Efes. 4, 15-16.
III. n<> 2. P.L. 11, 995-997. (27) S. Cipr. De cath. Eccl. Unit. 23. P.L. 4, 517.
(23) S. Aug. In Ep. Jn. tr. I, 13. P.L. 35, 1988. (28) S. Cipr. De cath. Eccl. Unit. 23. P.L. 4, 517.
(24) Efes. 1, 22-23. (29) Efes. 5, 29-30.
E n cíclicas P on tificias 18
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dedo, un pie. ¿Sigue el alma al miem- pia unión con su Padre: os pido... que
bro cortado? Cuando el miembro está sean todos una misma cosa, como vos,
en el cuerpo, vive; cuando se le corta, mi Padre, estáis en mí y yo en p o s ( 3 4 ) .
pierde la vida. Así el hombre en tanto
que vive en el cuerpo de la Iglesia es 14. U nidad absoluta en la fe. Una
cristiano católico; separado se hará he- tan grande y absoluta concordia entre
rético. El alma no sigue al miembro los hom bres debe tener por fundam en-
amputado”(S0K to necesario la arm onía y la unión de
la que seguirá naturalm ente la arm o-
nía de las voluntades y el concierto en
13. U nidad de los m iem bros con la las acciones. P or esto, según su plan
cabeza y entre sí. La Iglesia de Cristo divino, J e s ú s quiso que la unidad de la
es, pues, única y además, perpetua: fe existiese en su Iglesia; pues la fe es
quien se separa de ella, se ap arta de la el prim ero de todos los vínculos que
voluntad y de la orden de J e s u c r i s t o unen al hom bre con Dios, y a ella es a
Nuestro Señor, deja el cam ino de sal- la que debemos el nom bre de fieles.
vación y corre a su pérdida. “Quien se “Un solo Señor, una sola fe, un solo
separa de la Iglesia para unirse a una bautismo” es decir, del mismo m o-
esposa adúltera, renuncia a las prome- do que no tienen m ás que un solo Se-
sas hechas a la Iglesia. Quien abando- ñor y un solo bautism o, así todos los
ne a la Iglesia de Cristo no logrará las cristianos del m undo no deben tener
recompensas de Cristo... Quien no guar- sino una sola fe. P or esto el Apóstol
da esta unidad, no guarda la ley de S a n P a b l o no pide solam ente a los
Dios, ni guarda la fe del Padre y del cristianos que tengan los mismos sen-
Hijo, ni guarda la vida ni la salud” (31\ tim ientos y huyan de las diferencias
de opinión, sino les conjura a ello por
715 Pero Aquel que ha instituido la Igle- los motivos m ás sagrados: “Os conjuro,
sia única, la ha instituido una; es de- hermanos míos, por el nombre de nues-
cir, de tal naturaleza, que todos los que tro Señor Jesucristo, que no tengáis
debían ser sus m iem bros habían de más que un mismo lenguaje, ni sufráis
estar unidos por los vínculos de una cisma entre vosotros; sino que estéis
sociedad estrechísim a, hasta el punto todos perfectamente unidos en el mis-
de form ar un solo pueblo, un solo rei- mo espíritu y en los mismos sentimien-
no, un solo cuerpo. “Sed un solo cuer-
tos”<36L Estas palabras no necesitan
explicación, son por sí m ism as bastante
po y un solo espíritu, como habéis sido elocuentes.
llamados a una sola esperanza en vues-
tra vocación”(32\ 15. P u n to en que m uchos yerran.
Además, aquellos que hacen profesión
E n vísperas de su m uerte, J e s u c r i s t o de cristianism o reconocen de ordinario
sancionó y consagró del modo m ás que la fe debe ser una. El punto m ás
augusto su voluntad acerca de este im portante y absolutam ente indispen-
punto en la oración que dirigió a su sable, aquel en que yerran m uchos,
Padre: No ruego por ellos solamente, consiste en discernir de qué es n a tu ra -
sino por aquellos que por su palabra leza, de qué especie es esta unidad.
creerán en mí... a fin de que ellos tam- Pues aquí, como Nos lo hemos dicho
bién sean una sola cosa en nosotros... m ás arriba, en sem ejante asunto no
a fin de que sean consumados en la hay que juzgar por opinión o conjetu-
unidad (33). Y quiso tam bién que el ra, sino según la ciencia de los hechos
vínculo de la unidad entre sus discí- hay que buscar y com probar cuál es
pulos fuese tan íntim o y tan perfecto la unidad de la fe que Jesucristo ha
que lim itase en algún modo a su pro- im puesto a su Iglesia.
(30) S. Aug. sermo 267, n9 4. P.L. 38, 1231. (33) Juan 17, 20. 22-23.
(31) S. Cipr. De Cath. Eccl. Unit. 6. P.L. 4, 503. (34) Juan 17, 21.
(32) Efes. 4, 4. (35) Efes. 4, 5.
(36) I Cor. 1, 10.
72, 16-17 E n c íc l ic a “Sa t is Co g n it u m ” 547
716 La doctrina celestial de Jesucristo, del cristianism o. Los hechos que vamos
aunque en gran parte esté consignada a recordar están confirm ados por las
en libros inspirados por Dios, si h u - Sagradas Letras, y son conocidos de
biese sido entregada a los pensam ientos todos.
de los hom bres no podría por sí m ism a
unir los espíritus. Con la m ayor faci- 17. Creer toda la doctrina de Cristo.
lidad llegaría a ser objeto de in terp re- prueba, por la virtud de sus
Je s u c r is t o
taciones diversas, y esto no sólo a cau- m ilagros, su divinidad y su m isión di-
sa de la profundidad y de los m isterios vina; habla al pueblo p ara instruirle
de esta doctrina, sino por la diversidad en las cosas del cielo y exige absoluta-
de los entendim ientos de los hom bres y m ente que se preste entera fe a sus
de la turbación que nacería del choque enseñanzas; lo exige bajo la sanción de
y de la lucha de contrarias pasiones. recom pensas o de penas eternas. “Si no
De las diferencias de interpretación hago las obras de mi Padre no me
nacería necesariam ente la diversidad de creáis” (39>. “Si no hubiese hecho entre
los sentimientos, y de ahí las contro- ellos obras que ningún otro ha hecho,
versias, disensiones y querellas como no tendrían pecado”(40>. “Pero si yo
las que estallaron en la Iglesia en hago esas obras y no queréis creer en
la época m ás próxim a a su origen: mí, creed en mis obras”(41). Todo lo que
He aquí por qué escribía S a n I r e n e o ordena, lo ordena con la m ism a auto-
hablando de los herejes: “Confiesan ridad; en el asentim iento de espíritu 717
las Escrituras, pero pervierten su inter- que exige, no exceptúa nada, nada dis-
pretación”(37\ Y S a n A g u s t í n : “El ori- tingue. Aquellos, pues, que escuchaban
gen de las herejías y de los dogmas a J e s ú s , si querían salvarse, tenían el
perversos que tienden lazos a las almas deber, no solam ente de aceptar en ge-
y las precipitan en el abismo, está úni- neral toda su doctrina, sino de asentir
camente en que las Escrituras que son plenam ente a cada u na de las cosas que
buenas se entienden de una manera enseñaba. Negarse a creer, aunque sólo
que no es buena”1 6 fuera en un punto, a Dios cuando h a -
bla, es contrario a la razón.
16. Principio de unidad en la fe. Al punto de volverse al cielo, envía
P ara u n ir los espíritus, p ara crear y a sus Apóstoles revistiéndolos del m is-
conservar la concordia de los senti- mo poder con el que el P adre le en-
mientos, era necesario adem ás de la viara, les ordenó que esparcieran y
existencia de las Sagradas E scrituras, sem braran por todo el m undo su doc-
otro principio. La sabiduría divina lo trina. “Todo poder me ha sido dado csi
exige, pues Dios no ha podido querer el cielo y sobre la tierra. Id y enseñad
la unidad de la fe sin proveer de un a todas las naciones... enseñadlas a
modo conveniente a la conservación de observar todo lo que os he manda-
esta unidad, y las m ism as Sagradas do”(42K Todos los que obedezcan a los
E scrituras indican claram ente que lo Apóstoles serán salvos, y los que no
ha hecho, como lo direm os m ás ade- obedezcan perecerán.
lante. Ciertam ente el poder infinito de “Quien crea y se bautice será salvo;
Dios no está ligado ni constreñido a quien no crea será condenado” (43>. Y
ningún medio determ inado, y toda cria- como conviene soberanam ente a la P ro -
tura le obedece como un dócil in stru - videncia divina no encargar a alguno
mento. Es pues, preciso buscar, entre de una misión, sobre todo, si es im por-
todos los medios de que disponía J e - tante y de gran valor, sin darle al m is-
s u c r i s t o , cuál es el principio de unidad mo tiem po los medios de cum plirla,
en la fe que quiso establecer. J e s u c r i s t o prom ete enviar a sus discí-
P ara esto hay que rem ontarse con pulos al E spíritu de verdad que perm a-
el pensam iento a los prim eros orígenes necerá con ellos eternam ente. “Si me
(37) S. Iren. Ad. Haer. III, 12, n ? 12. P.G. 7, 906. (40) Juan 15, 24.
(38) S. Aug. Evang. Joa. Iract. 18, c. 5, n? 1. (41) Juan 10, 38.
P.L. 35, 1536. (42) Mat. 28, 18-20.
(39) Juan 10, 37. (43) Me. 16, 16.
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Pero no fue esto solo: ordenaron a sus dispersan su rebaño: El que no está
sucesores que escogieran hom bres p ro - conmigo — dijo— está contra mí, y el
pios p ara esta función y que les revis- que no recoge conmigo, desparram a^.
tieran de la m ism a autoridad y les con- P enetrada plenam ente de estos p rin -
fiasen a su vez el cargo de enseñar. cipios, y cuidadosa de su deber, la
Tú, pues, hijo mío, fortifícate en la Iglesia nada ha deseado con tanto ard o r
gracia que está en Jesucristo, y lo que ni procurado con tanto esfuerzo, como
has escuchado de mí delante de gran conservar del modo m ás perfecto la
número de testigos, confíalo a los hom- integridad de la fe. P or esto ha m irado
bres fieles que sean capaces de ins- como a rebeldes declarados y ha deste-
truir en ello a los otros^D. Es, pues, rrado de su seno a todos los que no
verdad que, así como J e s u c r i s t o fue piensan como ella sobre cualquier p u n -
enviado por Dios y los Apóstoles por to de su doctrina.
J e s u c r i s t o , del mismo modo los Obis*
pos y todos los que sucedieron a los 22. No es lícito separarse en lo más
Apóstoles son enviados por los Após- mínimo del magisterio de la Iglesia.
toles. Los arríanos, los m ontañistas, los no-
19 Los Apóstoles nos han predicado el vacianos, los cuartodecim anos, los euti-
Evangelio enviados por Nuestro Señor quianos no abandonaron, seguram ente,
Jesucristo y Jesucristo fue enviado por toda la doctrina católica, sino solam en-
Dios. La misión de Cristo es la de Dios, te tal o cual parte, y, sin embargo,
la de los Apóstoles es la de Cristo, y ¿quién ignora que fueron declarados
ambas han sido instituidas según el herejes y arrojados del seno de la Igle-
orden y por la voluntad de Dios... Los sia? Un juicio sem ejante h a condenado
Apóstoles predicaban el Evangelio por a todos los favorecedores de doctrinas
naciones y ciudades; y después de ha- erróneas que fueron apareciendo en las
ber examinado según el espíritu de diferentes épocas de la historia. Nada
Dios, a los que eran las primicias de es más peligroso que esos heterodoxos
aquellas cristiandades, establecieron los que, conservando en lo demás la inte-
Obispos y los Diáconos para gobernar gridad de la doctrina, con una sola
a los que habían de creer en lo suce- palabra, como gota de veneno, corrom-
sivo... Instituyeron a los que acabamos pen la pureza y sencillez de la fe que
de citar y más tarde tomaron sus dis- hemos recibido de la tradición domini-
posiciones para que cuando aquéllos cal, después apostólica^60).
murieran, otros hombres probados les Tal ha sido constantem ente la cos-
sucedieran en su ministerio(58>. tum bre de la Iglesia, apoyada por el
21. Conservación de la doctrina. Es, juicio unánim e de los Santos Padres,
pues, necesario que de una m anera que siem pre han m irado como excluido
perm anente subsista, de u na parte, la de la com unión católica y fuera de la
misión constante e inm utable de ense- Iglesia a cualquiera que se separe en
ñ ar todo lo que J e s u c r i s t o h a enseña- lo m ás m ínim o de la doctrina enseñada
do, y de otra, la obligación constante e por el m agisterio auténtico. S a n E p i f a -
inm utable de aceptar y de profesar to - n io , Sa n A g u s t í n , T e o d o r e t o , han
da la doctrina así enseñada. S a n C i - m encionado u n gran núm ero de h ere-
pr ia n o lo expresa de un modo exce- jías de su tiempo. S a n A g u s t í n hace 720
lente en estos térm inos: n o tar que otras clases de herejías pue-
Cuando nuestro Señor Jesucristo, en den desarrollarse, y que, si alguno se
el Evangelio declara que aquellos que adhiere a u n a sola de ellas, por ese
no están con El son sus enemigos, no m ismo hecho se separa de la unidad
designa una herejía en particular, sino católica.
denuncia como adversarios suyos a to- De que alguno diga que no cree en
dos aquellos que no están enteramente esos errores (esto es, las herejías que
con El, y que no recogiendo con El5 8
7 acaba de enum erar), no se sigue que
(57) II Tim. 2, 1-2. (59) S. Cipr. Ep. 49 ad Magnum 1. P.L. 3, 1138.
(58) Clemente Rom. Epit. I Cor. cop. 42-44. (60) Auctor Tract. de Fide Ortliod. c. Arianos.
P.G. 1, 291-298. c. 1. P.L. 17, 552.
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deba creerse y decirse católico. Pues cas, a las que todo cristiano da su asen-
puede haber y pueden surgir otras he- timiento y su fe, parecen decir: En nos-
rejías que no están mencionadas en otros está la palabra de la verdad. Pero
esta obra y cualquiera que abrazase no debemos creerles ni apartarnos de
una sola de ellas cesaría de ser cristia- la primitiva tradición eclesiástica, ni
no católico (61). creer otra cosa que lo que las Iglesias
23. San Pablo insiste en la integ ri-
de Dios nos han enseñado por la tradi-
dad de la fe. Este m edio, instituido
ción sucesiva(67\
por Dios p ara conservar la unidad de 25. San Ireneo. E scuchad a Sa n Ir e -
la fe, de que Nos hablam os, está ex- n e o La verdadera sabiduría es la doc-
:
puesto con insistencia por S a n P a b l o trina de los Apóstoles... que ha llegado
en su epístola a los de Efeso, al exhor- hasta nosotros por la sucesión de los
tarlos en prim er térm ino, a conservar Obispos... al trasmitirnos el conoci-
la arm onía de los corazones. Aplicaos miento muy completo de las Escrituras,
a conservar la unidad del espíritu por conservándolas sin alteración(68>.
el vínculo de la paz (62634>; y como los
corazones no pueden estar plenam ente 26. T ertuliano. He aquí lo que dice
unidos por la caridad, si los espíritus Te r tu l i a n o : E s evidente que toda doc-
no están conform es en la fe, quiere que trina, conforme con las de las Iglesias
no haya entre todos ellos m ás que una apostólicas, madres y fuentes primiti-
m ism a fe. Un solo Señor y una soleé vas de la fe, debe ser declarada verda-
dera; pues, ella guarda sin duda lo que
Y quiere una unidad tan perfecta, las Iglesias han recibido de los Após-
que excluya todo peligro de error a fin toles, los Apóstoles de Cristo, Cristo de
de que no seamos como niños vacilan- Dios... Nosotros estamos siempre en
tes llevados de un lado a otro a todo comunión con las Iglesias apostólicas;
viento de doctrina por la malignidad de ninguna tiene diferente doctrina; este
los hombres, por la astucia que arras- es el mayor testimonio de la verdad^Q9L
tra a los lazos del error(64>. Y enseña 27. San H ilario. Y S a n Hil a r io :
que esta regla debe ser observada, no
“Cristo, sentado en la barca para ense-
durante un período de tiem po deter- ñar, nos da a entender que los que
m inado, sino hasta que lleguemos todos
están fuera de la Iglesia no pueden
a la unidad de la fe, en la medida de tener ninguna unión con la palabra
los tiempos de la plenitud de Cristo(65). divina. Pues la barca representa a la
¿Pero dónde ha puesto J e s u c r i s t o el
Iglesia, en la que sólo el Verbo de ver-
principio que debe establecer esta u n i-
dad reside y se hace escuchar, y los
dad y el auxilio que debe conservarla?
que están fuera de ella y fuera perma-
Helo aquí: fía hecho a unos Apóstoles,
necen, estériles e inútiles como la are-
a otros pastores y doctores para la per- na de la ribera, no pueden compren-
fección de los Santos, para la obra del derle” (70).
ministerio, para la edificación del cuer-
po de Cristo^*9). 28. San Gregorio y San Basilio. R u -
24. O rígenes ensalza la tradición. f in o alaba a S a n Gr e g o r i o N a c i a n c e -
E sta es tam bién la regla que desde la no y a S a n B a s i l i o porque “se entre-
antigüedad m ás rem ota h an seguido gaban únicamente al estudio de los li-
siem pre y unánim em ente h an defendi- bros de la Escritura Santa, sin tener la
do los Padres y los doctores. E scuchad presunción de pedir su interpretación
a Or í g e n e s : Cuantas veces nos mues- a su propia inteligencia, sino que la
tran los herejes las Escrituras canóni- buscaban en los escritos y en la auto-
(61) S. Agust. De Hseres. n? 88. PL. 42, 50. (67) Orígenes, Vetus interpr. Comm. in Mt. n. 46.
(62) Efes. 4, 3. P.G. 13, 1667.
(63) Efes. 4, 5. (68) S. Ireneo, Contra haer., 1. IV, c. 33, n. 8.
(64) Efes. 4, 14. P.G. 7, 1077.
(65) Efes. 4, 13. (69) Tertul. De praescript., c. 21. P.L. 2, 33.
(66) Efes. 4, 11. (70) S. Hilar. Comment. in Mat. 23, n. 1. P.L.
9, 993.
72, 29-30 E n c íc l ic a “S a t is Co g n it u m ” 551
ridad de los antiguos, quienes a su vez, pecto de las faltas en el orden m oral,
según era evidente, recibieron de la hay que aplicarlo a los errores de en-
sucesión apostólica la regla de su inter- tendim iento en el orden de la fe. Quien
pretación”(71>. se hace culpable en un solo punto se
29. Cristo instituyó el m agisterio. Es, hace trasgresor de todos<74). Esto es
pues, incuestionable, después de lo que aun m ás verdadero en los errores del
acabam os de decir, que J e s u c r i s t o ins- entendim iento. No es, en efecto, en el
tituyó en la Iglesia u n m agisterio vivo, sentido m ás propio, como pueda lla-
auténtico y adem ás perpetuo, investido m arse trasgresor de toda la ley a quien
de su propia autoridad, revestido del haya cometido una sola falta m oral,
espíritu de verdad, confirm ado por m i- pues si puede aparecer despreciado a
lagros, y quiso, y m uy severam ente lo la m ajestad de Dios, autor de toda la
ley, ese desprecio no aparece sino por
ordenó, que las enseñanzas doctrinales
una especie de interpretación de la vo-
de ese m agisterio fuesen recibidas como
luntad del pecador. Al contrario, em -
las suyas propias. Cuantas veces, por
pero, quien en un solo punto rehúsa su
lo tanto, declarare ese m agisterio que
asentim iento a las verdades divinam en-
tal o cual verdad form a parte del con-
junto de la doctrina divinam ente reve- te reveladas, realm ente abdica de toda
la fe, pues rehúsa someterse a Dios en
lada, todos deben tener por cierto que
cuanto es la soberana verdad y el m o-
es verdad; pues si en cierto modo p u -
tivo propio de la fe. En muchos pun-
diera ser falso, se seguiría, lo cual es
evidentem ente absurdo, que Dios m is-
tos están conmigo, en otros no están
mo sería el autor del erro r de los hom -
conmigo; pero a causa de los puntos en
bres, Señor, si estamos en el error Vos
que no están conmigo, de nada les sirve
mismo nos habéis e n g a ñ a d o Ale- estar conmigo en todo lo demás (75).
jado, pues, todo motivo de duda, ¿pue- Nada es m ás justo; porque aquellos
de a nadie perm itirse rechazar alguna que no tom an de la doctrina cristiana
de esas verdades, sin que se precipiten sino lo que quieren, se apoyan en su
abiertam ente en la herejía, sin que se propio juicio y no en la fe, y al rehusar
separe de la Iglesia y sin que repudie reducir a servidumbre toda inteligencia
en conjunto toda la doctrina cristiana? bajo la obediencia de Cristo(76) obede-
30. S epararse en u n punto es sepa- cen en realidad a sí mismos antes que
rarse en todo. Pues tal es la n aturaleza a Dios. Vosotros que en el Evangelio
de la fe, que nada es m ás imposible que creéis lo que os agrada y os negáis a
creer esto y dejar de creer aquello. La creer lo que os desagrada, creéis en
Iglesia profesa efectivam ente que la fe vosotros mismos mucho más que en el
es ((una virtud sobrenatural por la que, Evangelio (77).
bajo la inspiración g con el auxilio de Los Padres del Concilio Vaticano n a-
la gracia de Dios, creemos que lo que da de nuevo dictam inaron al respecto
nos ha sido revelado por El es verda- pues sólo se conform aron con la insti-
dero; y lo creemos, no a causa de la tución divina y con la antigua doctrina
verdad intrínseca de las cosas, vista a de la Iglesia y con la naturaleza m ism a
la luz natural de nuestra razón, sino a de la fe, cuando form ularon este de-
causa de la autoridad de Dios mismo, creto: Se deben creer como de fe divina
que nos revela esas verdades, y que no y católica todas las verdades que están
puede engañarse ni engañarnos” (717273>. contenidas en la palabra de Dios escrita
Si hay, pues, un punto que ha sido o trasmitida por la tradición, y que la
revelado evidentemente por Dios y nos Iglesia, bien por un juicio solemne o
negamos a creerlo, entonces no se cree por su magisterio ordinario y univer-
absolutam ente en nada con fe divina. sal propone como divinamente reve-
Pues el juicio que emite S a n t i a g o res- la d a ^ .
(71) Ruf. Hist. Eccl., I. II, c. 9. P.L. 21, 518. (75) S. Agust. in Psalm. 54, n. 19. P.L. 36, 641.
(72) Ricardo de S. Víctor, De Trinit., 1. I, c. 2. (76) II Cor. 10, 5.
P.L 196. 891. (77) S. Agust. cont. Faust. 1. 17, 3. P.L. 42, 342.
(73) Conc. Vatic., sess. III, c. 3. Denz. nr. 1789. (78) Conc. Vatic., sess. III, c. 3. Denz. nr. 1792.
(74) Stgo. 2, 10.
552 E n c íc l ic a s d e l PP. L e ó n XIII (1896) 72, 31-3a
que existían en su tiem po y a los que sociedad humana. P or esto vemos que
debían de existir m ás tarde: p ara que le las Sagradas E scrituras la designan con
siguiesen como Jefe y Salvador, y no los nom bres que convienen a u na socie-
aislada e individualm ente, sino todos dad perfecta. Llám asela, no solamente
en conjunto, unidos en un solo haz de Casa de Dios, la Ciudad colocada sobre
personas y de corazones, p ara que de la montaña, donde todas las naciones
esta m ultitud resultase un solo pueblo, deben reunirse, sino tam bién Rebaño
legítim am ente constituido en sociedad; que debe ser gobernado por u n solo
un pueblo verdaderam ente uno por la pastor, y en el que deben refugiarse
com unidad de fe, de fin y de medios todas las ovejas de Cristo; tam bién es
apropiados a alcanzar a éste; u n pue- llam ada Reino suscitado por Dios y
blo sometido a u n solo y m ismo poder. que d u rará eternam ente; en fin, Cuer-
po de Cristo, cuerpo místico, sin duda,
34. L ib ertad de la Iglesia. De hecho, pero vivo siempre, perfectam ente fo r-
todos los principios naturales que entre m ado y com puesto de gran núm ero de
los hom bres crean espontáneam ente m iem bros, cuya función es diferente,
una sociedad destinada a proporcionar- pero ligados entre sí y unidos bajo el
les la perfección de que su naturaleza im perio de la cabeza que todo lo dirige.
es capaz, fueron establecidos por J e s u -
c r i s t o en la Iglesia, de modo que, en 36. U n solo Jefe. A hora bien, es
su seno todos los que quieran ser hijos im posible im aginarse u na sociedad h u -
adoptivos de Dios pueden llegar a la m ana verdadera y perfecta que no esté
perfección conveniente a su dignidad, gobernada por un poder soberano cual-
y conservarla y así lograr su salvación. quiera. J e s u c r i s t o debe haber puesto a
La Iglesia, pues, como ya hemos indi- la cabeza de la Iglesia u n jefe suprem o,
cado, debe servir a los hom bres de guía a quien toda la m ultitud de los cristia-
en el cam ino del cielo, y Dios le ha nos es som etida y obediente. P or esto
dado la m isión de juzgar y de decidir tam bién, del mismo modo que la Igle-
por sí misma, de todo lo que atañe a sia, p ara ser una en su calidad de reu-
la Religión, y de adm inistrar, según su nión de los fieles, requiere necesaria-
voluntad, librem ente y sin cortapisas m ente la unidad de la fe, tam bién para
de ningún género, los intereses cris- ser una en cuanto a su condición de
tianos. sociedad divinam ente constituida, ha de
Es, por lo tanto, no conocerla bien o tener, por derecho divino, la unidad de
calum niarla injustam ente, al acusarla gobierno, que produce y com prende la
de pretender invadir el dom inio de la unidad de comunión. La unidad de la
sociedad civil, o de poner trabas a los Iglesia debe ser considerada bajo dos
derechos de los soberanos. Todo lo con- aspectos: primero, el de la conexión
trario; Dios ha hecho de la Iglesia la mutua de los miembros de la Iglesia o
m ás excelente de todas las sociedades, la comunicación que entre ellos existe,
pues el fin a que se dirige, sobrepuja g en segundo lugar, el del orden que
en nobleza el fin de las dem ás socie- liga a todos los miembros de la Iglesia
dades, tanto como la gracia divina so- a un solo jefe^M\
brepuja a la naturaleza y los bienes
inm ortales superan las cosas perece- 37. G ravedad del cism a. De ahí se
deras. com prende que los hom bres no se se-
p aran menos de la unidad de la Iglesia
35. Sociedad divina y hum ana. P or por el cisma que por la herejía. Se
su origen, es pues, la Iglesia u na so- señala como diferencia entre la herejía
ciedad divina; por su fin y por los m e- y el cisma, que la herejía profesa un
dios inm ediatos que la conducen es dogma corrompido y el cisma, conser-
sobrenatural; por los m iem bros de que cuencia de una disensión entre el epis-
se compone, y que son hom bres, es una 81 copado, se separa de la Iglesia^85).
(81) S. Thom. 2, 2, q. 39 a. 1. (85) S. Jerón. Com. in Ep. ad Tit., c. 3, 10-11.
P.L. 26, 598.
554 E n c íc l ic a s d e l PP. L e ó n XIII (1896) 72, 38-40
advertir, que se llam a poder de direc- ignora que las llaves son las insignias
ción, son incapaces de prestar a n in - ordinarias de la autoridad. Así cuando
guna sociedad hum ana un elemento J e s ú s prom ete dar a P e d r o las llaves
eficaz de unidad y de solidez. del reino de los cielos, prom ete darle
el poder y la autoridad de la Iglesia.
41. P edro y la Iglesia u n a m ism a El Hijo le ha dado (a Pedro) la misión
cosa. P o r el contrario, el verdadero de esparcir en el mundo entero el co-
poder de que hablam os está declarado nocimiento del Padre y del Hijo y ha
y afirm ado con estas palabras: Y las dado a un hombre mortal todo el po-
puertas del infierno no prevalecerán der de los cielos al confiar las llaves a
contra ella^2\ Pedro quien ha extendido la Iglesia
¿Qué es contra ella? ¿Es contra la hasta las extremidades del mundo y la
piedra sobre la que Jesucristo edificó ha mostrado más inquebrantable que el
su Iglesia? ¿Es contra la Iglesia? La d e /o (95L
frase resulta ambigua. ¿Será para sig- Lo que sigue tiene tam bién el m is-
nificar que la piedra y la Iglesia no son mo sentido:
sino una misma cosa? Sí; esa es, se- Todo lo que atares en la tierra será
gún creo, la verdad; pues las puertas también atado en el cielo, y lo que des-
del infierno no prevalecerán, ni contra atares en la tierra será desatado en el
la piedra sobre la que Jesucristo fundó cíe/o(96). E sta expresión figurada: atar
727 la Iglesia, ni contra la Iglesia mis- y desatar, designa el poder de estable-
mci(93). He aquí el alcance de esta di- cer leyes y el de juzgar y castigar. Y
vina palabra: La Iglesia apoyada en J e s u c r i s t o afirm a que ese poder ten -
P e d r o , cualquiera que sea la habilidad drá tanta extensión y tal eficacia, que
que desplieguen sus enemigos, no po- todos los decretos dados por P e d r o se-
drá sucum bir jam ás ni desfallecer en rán ratificados por Dios. Este poder es,
lo más mínim o. pues, soberano y de todo punto inde-
Siendo la Iglesia el edificio de Cristo, pendiente, porque no hay sobre la tie-
quien sabiamente ha edificado “su casa rra otro poder superior al suyo que
sobre piedra!', no puede estar sometida abrace a toda la Iglesia y a todo lo
a las puertas del infierno; éstas pueden que está confiado a la Iglesia.
prevalecer contra quien se encuentre
fuera de la piedra, fuera de la Iglesia, 43. P edro P asto r universal. La p ro -
pero son impotentes contra ésta^9éK Si m esa hecha a P e d r o , fue cum plida
Dios ha confiado su Iglesia a P e d r o , cuando J e s u c r i s t o nuestro Señor, des-
ha sido con el fin de que ese sostén pués de su resurrección, habiendo p re-
invisible la conserve siem pre en toda guntado por tres veces a P e d r o si le
su integridad. La h a investido de la am aba m ás que los otros, le dijo en
autoridad, porque p ara sostener real y tono im perativo: Apacienta mis corde-
ros... apacienta mis ovejas <97L 728
eficazmente una sociedad hum ana el
derecho de m andar es indispensable Es decir, que a todos los que deben
para quien la sostiene.4
2 estar un día en su aprisco, les envía a
P e d r o como a su verdadero pastor. Si
42. P oderes soberanos. J e s ú s añade el Señor pregunta lo que no le ofrece
aún: Y te daré las llaves del reino de duda, no quiere, indudablemente ins-
los cielos, y es claro que continúa h a - truirse, sino instruir a quien a punto
blando de la Iglesia, de esta Iglesia que de subir al cielo, nos dejaba por Vicario
acaba de llam ar suya y que h a decla- de su amor... Y porque solo entre todos
rado querer edificar sobre P e d r o , como Pedro profesaba este amor, es puesto
sobre su fundam ento. La Iglesia ofrece, a la cabeza de los más perfectos para
en efecto, la im agen no sólo de u n edi- gobernarlos, por ser él mismo más per-
ficio, sino de u n reino; además, nadie fecto (98). El deber y el oficio de pastor
(92) Mat. 16, 18. (96) Mat. 16, 19.
(93) Orig. Com. in Mat., t. 12, n. 11. P.G. 13,1003. (97) Juan 21, 16-17.
(94) Or. Com. in Mat., 1 .12, n. 11.P.G. 13,1003-06. (98) S. Ambros. Expos. in Ev. Luc. I, X, n.
(95) S. Crisóst. 54 in Matth. n. 2. P.G. 58, 534-35. 175-170. P.L. 1, 1818.
556 E n c íc l ic a s d e l PP. L e ó n XIII (1896) 72, 44-45
palabra del Señor, el cuidado de toda maestra de todos los fieles de Cris-
la Iglesia ha sido confiado al Santo fo<114*
>.
Apóstol Pedro, jefe de todos los Após-
toles... Ha recibido las llaves del reino 47. Así lo sintió la antigüedad. Tal
de los cielos, el poder de atar y desatar había sido antes el sentim iento u n án i-
le ha sido concedido, y el cuidado y el me de la antigüedad, que sin la m enor
gobierno de toda la Iglesia le ha sido duda ha m irado y venerado a los Obis-
confiado(m ). pos de Rom a como a los sucesores
legítimos del bienaventurado P e d r o .
46. El P apa, continuación de los po- ¿Quién podrá ignorar cuán num erosos
deres de P edro. Y dado que esta au to - y cuán claros son acerca de este punto
ridad, al form ar parte de la constitu- los testim onios de los Santos Padres?
ción y de la organización de la Iglesia, Bien elocuente es el de S a n I r e n e o que
como su elemento principal, es el p rin - habla así de la Iglesia rom ana: A esta
cipio de la unidad, el fundam ento de la Iglesia por su preeminencia superior,
seguridad y de la duración perpetua, debe necesariamente reunirse toda la
se sigue que de ninguna m anera podía Iglesia(115).
desaparecer con el bienaventurado P e -
d r o , sino que debía necesariam ente p a- 48. San Cipriano. Sa n Ci pr i a n o a fir-
sar a sus sucesores y ser transm itida m a tam bién que la Iglesia rom ana es
de uno a otro. La disposición de la ver- la raíz y madre de la Iglesia católi-
dad permanece; pues, el bienaventu- ca(U6>, la Cátedra de Pedro y la Iglesia
rado Pedro, perseverando en la firmeza principal aquélla de donde ha nacido
de la piedra, cuya virtud ha recibido, la unidad sacerdotal^117). La llam a
no puede dejar el timón de la Iglesia, «Cátedra de Pedro», porque está ocu-
puesto en su mano^1112K
1 pada por el sucesor de P e d r o ; «Iglesia
P or esto los Pontífices que suceden principal» a causa del principado con-
a P e d r o en el episcopado rom ano po- ferido a P e d r o y a sus legítimos suce-
seen de derecho divino el poder supre- sores; «aquélla de donde ha nacido la
mo de la Iglesia. Nos definimos que la unidad», porque en la sociedad cris-
Santa Sede Apostólica y el Pontífice tiana la causa eficiente de la unidad es
Romano poseen la primacía sobre el la Iglesia rom ana.
mundo entero, y que el Pontífice Ro-
mano es el sucesor del bienaventurado 49. San Jerónim o, San Agustín y San
Pedro Príncipe de los Apóstoles, y que Cipriano. P o r esto S a n J e r ó n i m o escri-
es el verdadero Vicario de Jesucristo, be lo que sigue a D á m a s o I: Hablo al
el Jefe de toda la Iglesia, el Padre y el sucesor del Pescador y al discípulo de
Doctor de todos los cristianos, y que a la Cruz... Estoy ligado por la comunión
él en la persona del bienaventurado Pe- a Vuestra Beatitud, es decir, a la Cá-
dro, ha sido dado por nuestro Señor tedra de Pedro. Sé que sobre esa piedra
Jesucristo, el pleno poder de apacentar, se ha edificado la Iglesia^118).
regir y gobernar la Iglesia universal; El método habitual de S a n Je r ó n i m o
así como está contenido, tanto en las p ara reconocer si un hom bre es cató-
actas de los Concilios ecuménicos, co- lico, es saber si está unido a la Cátedra
mo en los Sagrados Cánones<113>. El rom ana de P e d r o . Si alguno está unido
cuarto Concilio de L etrán dice tam - a la Cátedra romana de Pedro, ese es
bién: La Iglesia romana... por la dispo- mi hombre^119). P or un m étodo análogo
sición del Señor, posee el principado í n , que declara abiertam ente
S a n Ag u s t
del poder ordinario sobre las demás que en la Iglesia romana estaba siem-
Iglesias, en su cualidad de madre y pre en vigencia el Primado de la Cá-
(111) S. Greg. Epist. 1. V, ep. 20. P.L. 77, 745-46. (115) S. Iren. Adv. Haer. 1. III, 3 n. 2. P.G. 7, 849.
(112) S. León M. Serm. III, c. 3. P.L. 54, 146. (116) S. Cipr. Ep. 48 ad Corn. n. 3. P.L. 3, 710.
(113) Conc. Florent. Decr. pro Graec. Denz-Umb. (117) S. Cipr. Ep. 59 ad Corn. n. 14. P.L. 3, 732.
n. 694. (118) S. Jerón. Ep. 15 ad Dam. n. 2. P.L. 22, 355.
(114) Conc. Lat. IV (1215) cap. II De errore Abb (119) S. Jerón. Ep. 16 ad Dam. n. 2. P.L. 22, 359.
Joach. Denz-Umb. n. 433.
558 E n c íc l ic a s d e l PP. L e ó n XIII (1896) 72, 50-5 i
731 techa apostólica, afirm a que quien se Príncipe y Jefe de los Apóstoles, co-
separa de la fe rom ana no es católico. lumna de la fe y fundamento de la Igle-
No puede creerse que guardáis la fe sia católica, recibió de nuestro Señor
católica los que no enseñáis que se debe Jesucristo, Salvador y Redentor del gé-
guardar la fe romana(12°). nero humano, las llaves del reino, y
Y lo m ism o S a n Ci p r i a n o : Estar en que el poder de atar y desatar los peca-
comunión con Cornelio es estar en co- dos fue dado a ese mismo Apóstol,
munión con la Iglesia católica(121>. quien hasta el presente momento y
50. E l Abad Máximo. E l Ab a d Má x i - siempre, vive en sus sucesores y ejerce
mo enseña igualm ente que el sello de
por medio de ellos su autoridad^12*}.
la verdadera fe y de la verdadera co- Todo el m undo conoce la sentencia del
m unión consiste en estar sometido al Concilio de Calcedonia sobre el mismo
Pontífice Romano. Quien no quiera ser asunto: Pedro ha hablado... por boca
hereje ni sentar plaza de tal, no trate de León^124); sentencia a la que la voz
de satisfacer a éste ni al otro... Apresú- del tercer Concilio de Constantinopla
rese a satisfacer en todo a la Sede de respondió como un eco: El soberano
Roma. Satisfecha la Sede de Roma, en Príncipe de los Apóstoles combatía al
todas partes y a una sola voz le procla- lado nuestro, pues tenemos en nuestro
marán piadoso y ortodoxo. Será en va- favor su imitador y su sucesor en su
no que se contente con hablar el que Sede... No se veía al exterior (mientras
de ello quiera persuadir, si no satisface se leía la carta del Pontífice Romano)
y si no implora al bienaventurado Papa más que el papel y la tinta, y era Pe-
de la santísima Iglesia de los Romanos, dro quien hablaba por boca de Aga-
esto es, la Sede apostólica. Y he aquí, tón^125K E n la fórm ula de profesión de
según él, la causa y la explicación de fe católica propuesta en térm inos p re-
este hecho. La Iglesia romana ha reci- cisos por H o r m i s d a s en los comienzos
bido del Verbo de Dios Encarnado y del siglo VI, y suscrita por el em pera-
según los Santos Concilios, según los dor J u s t i n i a n o y los P atriarcas E pi f a -
n i o , J u a n y Me n n a s , se expresó el m is-
santos Cánones y las definiciones, po-
see, sobre la universalidad de las santas m o pensam iento con gran vigor: Como
Iglesias de Dios que existen sobre la la sentencia de nuestro Señor Jesucris-
superficie de la tierra, el imperio y la to, que dice: «Til eres Pedro, y sobre
autoridad, en todo y por todo, y el po- esta piedra edificaré mi I g l e s i a n o
der de atar y desatar. Pues, cuando ella puede ser desatendida, lo que ha dicho
ata y desata, el Verbo que manda a las está confirmado por la realidad de los
virtudes celestiales, ata y desata tam- hechos, pues en la sede Apostólica la
bién en el cielo^1
122\
1
0
2 religión católica se ha conservado sin
ninguna mancha (126).
51. Algunos Concilios. E ra este, pues, No querem os enum erar todos los tes-
un artículo de la fe cristiana; era un tim onios; pero no obstante, nos place
punto reconocido y observado constan- recordar la fórm ula con que Mi g u e l
tem ente, no por una nación o un siglo, P a l e ó l o g o hizo su profesión de fe en
sino por todos los siglos, y por el el segundo Concilio de Lyón: La Santa
Oriente no menos que por el Occidente, Iglesia romana posee también el sobe-
conform e recordaba al Sínodo de Efeso, rano y pleno primado y principal sobre
sin que se levantase la m enor objeción la Iglesia católica universal, y reconoce
el S a c e r d o t e F e l i pe , Legado del P o n tí- con verdad y humildad haber recibido
fice Rom ano: No es dudoso para nadie este primado y principado con la ple-
y es cosa conocida en todos los tiempos nitud del poder del Señor mismo, en
que el Santo y bienaventurado Pedro, la persona del bienaventurado Pedro,
(120) S. Agust. Ep. 43, 7; Serm. 120, 13. P.L. Pont, in act. III; Denz-Umb. n. 112. Mansi 4, 1295.
33, 163. (124) Conc. Cale. Actio II, Mansi 6, 971.
(121) S. Cipr. Epist. 55, n. 1. P.L. 3, 765. (125) III Conc. Const. Actio 18. Mansi 11, 666.
(122) Abad Max Defloratio ex Ep. ad Petr. i]l. (126) Post Epist. 26 ad omn. episc. Hispan, n. 4.
P.L. 129, 576. P.L. 63, 460; Mansi 8, 467. Denz-Umb. nr. 466.
(123) Conc. Ephes. (431) Oratio Phil. Seg. Rom.
72, ¿>2-53 E n c íc l ic a “Sa t is Co g n it u m ” 559
corderos y apacienta a las ovejas; apa- na a una o algunas, sino que todas se
cienta a los pequeñuelos y a sus ma- confían a Pedro? Ninguna distinción,
dresgobierna a los súbditos y también ninguna excepciónO^),
a los Prelados, pues en la Iglesia fuera
de los corderos y de las ovejas no hay 58. Poder sobre el colegio de los
n « d a (138). Obispos. Sería ap artarse de la verdad
y contradecir abiertam ente a la consti-
57. Nombres expresivos de S. Ber- tución divina de la Iglesia, pretender
nardo. De aquí nacen entre los antiguos que cada uno de los Obispos, conside-
Padres estas expresiones que designan rados aisladamente, debe estar some-
en especial al bienaventurado P e d r o , y tido a la jurisdicción de los Pontífices
que le muestran evidentem ente colocado Rom anos; pero que todos los Obispos,
en un grado supremo de la dignidad y considerados en conjunto, no deben
del poder. Le llam an con frecuencia estarlo. ¿Cuál es, en efecto, toda la r a -
jefe de la Asamblea de los discípulos; zón de ser y la naturaleza del funda-
príncipe de los santos Apóstoles; corifeo m ento? Es la de salvaguardar la u n i-
del coro apostólico; boca de todos los dad y la solidez m ás bien de todo el
Apóstoles; jefe de esta familia; aquel edificio que la de cada una de sus
que manda al mundo entero, el primero partes.
entre los Apóstoles; columna de la Y esto es m ucho m ás cierto en el
Iglesia. punto que tratam os, pues J e s u c r i s t o
La conclusión de todo lo que precede nuestro Señor ha querido p ara la soli-
parece hallarse en estas palabras de dez del fundam eneo de su Iglesia obte-
S a n B e r n a r d o al P apa E u g e n i o : ner este resultado; que las puertas del
¿Quien sois Vos? Sois el gran Sacer- infierno no puedan prevalecer contra
dote, el Pontífice soberano. Sois el ella. Todo el m undo conviene en que
príncipe de los Obispos, el heredero de esta prom esa divina se refiere a la
los Apóstoles... Sois aquel a quien las Iglesia universal y no a sus partes to -
llaves han sido dadas, a quien las ove- m adas aisladam ente, pues éstas pueden,
jas han sido confiadas. Otros, además en realidad, ser vencidas por el esfuer-
de Vos, son también porteros del cielo zo de los infiernos, y h a ocurrido a
y pastores de rebaños; pero ese doble algunas de ellas que separadam ente
título es en Vos tanto más glorioso fueron, en efecto, vencidas.
cuanto que lo habéis recibido como he- Además, el que ha sido puesto a la 7
rencia en un sentido más particular que cabeza de todo el rebaño, debe tener
todos los demás. Estos tienen sus reba- necesariam ente la autoridad, no sola-
ños que les han sido asignados a cada m ente sobre las ovejas dispersas, sino
uno en particular; pero a Vos han sido sobre todo el conjunto de las ovejas
confiados todos los rebaños; Vos única- reunidas. ¿Es acaso el conjunto de las
mente tenéis un solo rebaño formado ovejas que gobierna y conduce al pas-
no solamente por las ovejas, sino tam- tor? Los sucesores de los Apóstoles,
bién por los pastores; sois el único pas- reunidos, ¿serán el fundam ento sobre
tor de todos. Me preguntáis cómo lo el que el sucesor de P e d r o debería
pruebo. Por la palabra del Señor. ¿A apoyarse p ara encontrar la solidez?
quién, en efecto, no digo entre los Obis- Quien posee las llaves del reino tie-
pos, sino entre los Apóstoles, han sido ne evidentem ente derecho y auto ri-
confiadas absoluta e indistintamente dad, no solamente sobre las provincias
todas las ovejas? Si tú me amas, Pedro, aisladas, sino sobre todas a la vez; y
apacienta mis ovejas. ¿Cuáles? ¿Los del mismo modo que los Obispos, cada
pueblos de tal o cual ciudad, de tal o uno en su territorio, m andan con au to -
cual comarca, de tal reino? Mis ove- ridad verdadera, no solamente a cada
jas, dice. ¿Quién no ve que no se desig- individuo, sino a toda la com unidad,
(138) S. Bruno, episc. Signiens. Comm. in Joan, (139) S. Bern. De consid. 1. II, c. 8. P.L. 182,
c 21, n. 55. 751.
562 E n c íc l ic a s d e l PP. L e ó n XIII (1896) 72, 59-60
Disp osición
IN T R O D U C C IO N : D o s fin es: Amor a la Iglesia y retorno de los disidentes (1)
A ) L a p r o v i d e n c i a d e D io s c o n la Ig le sia
I. Dios se hace visible por la Encarnación (2)
II. Esencia y característica de la Iglesia (3)
— visible e invisible como obra salvífica (3-4) y como cuerpo místico (5)
— humana (5) y divina (6)
— temporal y perenne (7)
(8)
B ) L a v o l u n t a d d e C r is to p a r a c o n la I g le s ia
I. Fundó una sola y única Iglesia (8)
1. El verdadero concepto de unidad (8-9)
2. Las razones de esa unidad (10-12)
3. El reconocimiento de esa Iglesia única es necesario para la salva-
ción (12-13)
II. Cristo quiso una Iglesia unida (13)
1. La unidad en la Fe (14) a) Una regla de fe: el magisterio (15-21);
b) misión de la Iglesia: la predicación de la fe (21-28); c) deber de
los hombres: escuchar a la Iglesia (29); esencia de la fe: indivisi-
ble (30) - Llamado a todos los que buscan la verdad (31)
2. La Iglesia en la jerarquía apostólica (32-33) a) La Iglesia como
sociedad perfecta (33-35); b) la Iglesia está sujeta a una autoridad
(53-37): primero la de Jesús (38) luego: Pedro (39-45); tercero los Su-
mos Pontífices (46-51) y los Obispos como sucesores de los Após-
toles (52-60)
Llamado a los fieles (61) y los que están fuera de la Iglesia (62-63).
E P IL O G O :
Plegaria (64).