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Álvaro Pascual-Leone, neurocientífico:

"Manipular el cerebro será algo habitual en una década"

Catedrático de Neurología en la Facultad de Medicina de Harvard y pionero en una


disciplina en pleno apogeo y que determinará el marco médico y clínico del siglo XXI, Pascual-
Leone desvela las potencialidades del cerebro que ya se pueden alterar mediante avances
neurotecnológicos.

Álvaro Pascual-Leone es uno de los más renombrados neurocientíficos del mundo,


referente científico de la fisiología de la corteza cerebral y pionero en la ingeniería biomédica,
que ha llevado a la neurotecnología a una escala y precisión sin precedentes en esta segunda
década del siglo.

Catedrático de Neurología de la Escuela Médica de Harvard y director del Centro


Berenson-Allen para la Estimulación Magnética Transcraneal en el Beth Israel Deaconess
Medical Center en Boston, Massachusetts, sus estudios han sido decisivos para sentar las bases
de la neurociencia actual, basada en la neuroplasticidad cerebral.

Como neuropatólogo, es experto en enfermedades neurológicas y ha desarrollado una


importante línea de investigación en estimulación cerebral no invasiva; ha sido impulsor, en
concreto, de la estimulación magnética transcraneal (EMT), una técnica que no requiere cirugía
y que utiliza campos magnéticos e impulsos eléctricos que modulan la actividad cerebral para
tratar diversas enfermedades neurológicas y psiquiátricas, desde el autismo a las adicciones o la
depresión.

Sus decisivas aportaciones, además de su trayectoria como divulgador científico, le han


hecho merecedor de distintos premios, entre ellos la Medalla Ramón y Cajal. Además, será uno
de los científicos que pondrá en marcha el recién creado Centro Nacional de Neurotecnología en
España, Spain Neurotech, que ha definido como "una apuesta fuerte y decidida. España ha
apostado por ser puntera en todos estos temas, más allá de cuestiones políticas, y ha abierto el
camino para ser un motor científico y económico".

Hasta hace unos años, se creía que el cerebro era un órgano estático e inalterable
encargado de una misión concreta del organismo, como el hígado o el estómago, y que poco a
poco se iba "desgastando". La neurociencia cognitiva actual, sin embargo, propone todo lo
contrario.

Los expertos en fisiología cerebral han podido demostrar que el cerebro humano es
enormemente complejo, un órgano formado por múltiples capas interconectadas entre sí
mediante redes neuronales en continua actividad. Su excepcional estructura plástica le permite
adaptarse y modificar sus características constantemente durante toda la vida en función de cada
experiencia que tenemos o cada decisión que tomamos.

Todo lo que se nos pasa por la cabeza, hasta el más nimio de nuestros pensamientos, se
traduce constantemente en sinapsis neuronales que modifican al cerebro constantemente: un
aprendizaje continuo que, si se detiene, determina o debilita la bioquímica de las señales que lo
ponen en movimiento.

Pascual-Leone, que ha estado en Madrid para participar en el Future Trends Forum de la


Fundación Innovación Bankinter, ha concedido una entrevista a EXPANSIÓN en la que explica
cómo podemos traducir todo este conocimiento neurocientífico en aportes concretos
fundamentales para aumentar nuestras capacidades físicas y cognitivas y ralentizar el proceso
natural de envejecimiento, o incluso revertir el riesgo de padecer enfermedades
neurodegenerativas con cambios concretos de hábitos de vida. Asimismo, pone de relieve la
encrucijada social que se abre con los avances biomédicos y la interacción entre la tecnología, la
inteligencia artificial y el ser humano.

De la ciencia ficción a la encrucijada de una nueva era

El investigador destaca el punto de inflexión en el que está ahora la humanidad, a las


puertas de una nueva era que determinarán los avances neurocientíficos de la mano de la
inteligencia artificial.

"Los avances en la neurotecnología ya disponibles nos dan ya la oportunidad, por una


parte, de conocer nuestro cerebro hasta tal punto de poder cambiarlo y mejorarlo. Algo muy
estimulante, por una parte, pero que por otra abre la posibilidad de cambiar el concepto de
quiénes somos como especie humana y en qué nos convertiremos, lo que acelera la urgencia de
abordar los derechos neurológicos", recalca.

"Los avances en biotecnología, neurociencia, neurotecnología, ingeniería genética e


inteligencia artificial parecen seguir siendo ciencia ficción, pero ya están presentes, por lo que
hay que abordar cuestiones éticas y científicas urgentes a medida que las tecnologías permiten
cambiar los modos de vida individuales y la sociedad en su conjunto", señala.

El incesante y veloz desarrollo de los algoritmos y los datos que aceleran la innovación
-se espera que el mercado relacionado con esta tendencia se duplique con creces hasta 2026-
también va a cambiar el futuro más cercano de la sociedad, por lo que el científico aboga por
"desarrollar un marco legislativo adaptado a esta nueva circunstancia que se incorpore al marco
de los derechos humanos y que tenga que incorporar los ordenamientos jurídicos de todos los
países", apunta, "tal como ya ha hecho recientemente Chile".
"Tanto desde el punto de vista de conocimiento fundamental del cerebro como de
traslación a la clínica para reducir el impacto de enfermedades cerebrales, la posibilidad de usar
nuevas tecnologías para entender mejor el cerebro y poder modificarlo para eliminar el
sufrimiento de la gente es ilusionante, muy poderoso", continúa.

Algunas de las aplicaciones más recientes de la neurotecnología, como el biofeedback


neuronal, la neurofarmacología de última generación, las neuroprótesis, las interfaces
neuronales o los implantes optogenéticos, permiten tratar enfermedades neurológicas pero
también son capaces de aumentar las capacidades cerebrales.

"El boom de estas tecnologías es, diría, casi ciencia ficción hecha realidad: podemos
leer los pensamientos de la gente, controlar el cerebro y modificarlo, manejar con la mente
utensilios de la vida cotidiana... suena casi a irrealidad", apunta Pascual-Leone. "Son
tecnologías reales que pueden ayudar enormemente a minimizar las complicaciones de las
alteraciones neurológicas por estructura o función del cerebro, la primera causa de discapacidad
en el mundo, más que el cáncer y las discapacidades cardiovasculares juntas", recuerda.

"El impacto de las neurotecnologías es enorme, tanto en términos de salud como en


potencial económico, pero existe el riesgo ético del mal uso de las neurotecnologías", advierte
Pascual-Leone. "Más que hablar de mal uso intencionado, apostilla, "diría que ni siquiera
acabamos de ser conscientes de las implicaciones de su uso, por eso tenemos que desarrollar
una ética de neuroderechos más apropiada a la realidad de esas tecnologías".

Las tecnologías de estimulación magnética no invasiva (que no requieren cirugía) con


las que ha experimentado Pascual-Leone permiten, a grandes rasgos, "leer y escribir sobre el
cerebro, captar la actividad cerebral que se asocia a la capacidad cognitiva, el pensamiento y los
sentimientos y modificar esa capacidad y cambiarlo". Son una especie de marcapasos
cerebrales. "De igual forma que el corazón emplea electricidad para activar los músculos, el
cerebro también usa electricidad para conectar redes de neuronas y cada cosa que somos
capaces de hacer, sentir, pensar o imaginar está representada por un ensamble de neuronas
trabajando juntas a cierto ritmo con un cierto patrón de actividad: son las unidades funcionales
del cerebro, que se engarzan por electricidad, y si somos capaces de identificarlas, podemos
modificar el comportamiento, la percepción y el sentimiento de la persona".

"Múltiples ensayos han confirmado que la tecnología disponible ya es capaz de hacerlo,


y aunque todavía quedan muchos detalles por conocer y aunque no se puede todavía modificar
células concretas de forma selectiva, sí se puede inducir un cambio del patrón de actividad
susceptible de controlar el comportamiento o las emociones", ahonda.

"Sabemos qué patrón de actividad se asocia con dificultades de iniciar la marcha,


podemos controlar movimientos de la mano o mejorar una depresión, acelerar la recuperación
tras un ictus y mejorar la función motora y el habla, eliminar el dolor neuropático, reducir el
riesgo de caídas y bloquear descargas epilépticas, quitar temblores con ultrasonidos en
Párkinson o reducir el impacto del autismo o una demencia tipo Alzheimer o bien captar la
actividad cerebral en la paraplejia...", enumera.

De un Google Maps de la mente a una sociedad psicocivilizada

Según él, no queda mucho tiempo para que estos avances se generalicen y estén a
disposición del público. "Igual que hoy se ponen marcapasos o prótesis de rodilla o cadera",
puntualiza. El científico recuerda, por ejemplo, que los marcapasos ocupaban solo hace dos
décadas lo mismo que una nevera de grandes dimensiones que había que ir arrastrando detrás
del paciente por los pasillos de un hospital, mientras que los actuales tienen el tamaño de una
caja de cerillas o incluso un grano de arroz".

"Estamos en la punta del iceberg de la tecnología, no acabamos de darnos cuenta de la


gran masa que está todavía sumergida. Pero su desarrollo será exponencialmente rápido y la
neurotecnología cada vez más específica y selectiva. Me sorprendería si dentro de una década
no tenemos uso de las neurotecnologías de forma rutinaria en la clínica para ciertas
indicaciones", apunta. Se trataría de una medicina de precisión real que "permitirá reducir o
eliminar el uso de medicamentos".

La tecnología permite ya ver el cerebro cada vez más detenidamente sin necesidad de
abrirlo. "Tenemos técnicas de imagen y de captación de función cerebral que nos permiten ver
cómo está estructurado el cerebro y cómo está funcionando, de manera similar a cuando abres
Google Maps y puedes ir recorriendo con el cursor el mapa de las calles, pero todavía no puedes
entrar a un local o una casa y ver a alguien en concreto. Todavía no hay suficiente resolución
para ver las neuronas o ensambles neuronales, salvo en su efecto global", pero esto no es poco,
recalca.

"Este conocimiento nos permite entender cómo funciona el cerebro humano, cómo
cambia con el tiempo y cuál es el sustrato de las patologías: podemos definir patrones espacio
temporales e identificar una característica de actividad del cerebro con un cierto ritmo que da
lugar a cada función concreta: por ejemplo, cuando decido mover un dedo u otro de la mano,
casi todas las neuronas que participan son las mismas, pero hay una interacción ligeramente
distinta, y podemos identificarla y dirigirnos hacia ella", señala.

Pascual-Leone pone un ejemplo muy ilustrativo para explicar la gran promesa de la


neurotecnología. "Yo quiero beber agua; para ello necesito llenar este vaso. A lo largo de las
últimas décadas, sabíamos que el problema era poder llegar a ese vaso, y entonces abríamos un
gran boquete en el techo y podíamos llenarlo, pero mojaba el resto de cosas que había en la sala:
a eso lo llamamos efectos secundarios. Después, conseguimos proyectar un haz de agua, más
específico, desde el techo hacia el vaso, pero yo me sigo mojando... pronto conseguiremos
poner un gotero que vaya directo a ese vaso, con un sensor que detecte cuando está lleno y pare
automáticamente: eso es la neurotecnología. La idea es tener localizados tantos vasos para
tantas funciones cerebrales como puedas imaginarte, poder poner multitud de goteros para
modificar los síntomas. En una o dos décadas podremos empoderar a los pacientes para que
decidan cómo pueden vivir su vida".

Modificar la conciencia y los ladrillos del comportamiento

"Y eso abre un mundo muy esperanzador, pero peligroso a la vez. De hecho, no es una
idea nueva: el investigador José María Rodríguez Delgado llevó a cabo experimentos en los que
demostró que, implantando electrodos en ciertos puntos concretos del cerebro, se podía
modificar el comportamiento agresivo de los monos o parar el embiste de un toro, y desarrolló
un concepto teórico de una sociedad psicocivilizada en la que se puede modular la actividad
neuronal de las personas para hacer que sean más bondadosas. Esto nos pone en un mundo de
ética de la modulación cerebral: ¿quién decide y por qué cómo tiene que ser el comportamiento
humano? ¿Dónde está el punto medio en que la conciencia se pueda modificar para hacer una
sociedad mejor? Preguntas muy difíciles de contestar: a la misma vez que posibilitamos tratar
las demencias sin los efectos secundarios de los medicamentos psiquiátricos, surge una nueva
amenaza: cómo conjugar riesgos y beneficios es la tarea pendiente!.

Una vez que está claro el potencial efecto de la neurotecnología, parte del reto es
desarrollar no solo las tecnologías capaces de leer y modificar el cerebro, sino también nuevas
tecnologías para definir los comportamientos, la memoria, las emociones e incluso la conciencia
que nos define como especie.

"Podemos describir el proceso cerebral de algo tan sencillo como leer, pero existen
multitud de funciones cognitivas, y en la conciencia intervienen muchos órdenes de magnitud
mayor", explica. ¿Podemos encontrar el patrón actividad de la conciencia? ¿Qué es eso de la
conciencia? "El primer reto es poder desgajar el comportamiento de las funciones cerebrales,
encontrar los elementos químicos que las explican y, una vez que los conozcamos, podremos
plantearnos encontrar el sustrato cerebral de la conciencia.

"¿Podemos hacer que alguien sea consciente de que lo que está viendo está en
movimiento o no? Nosotros demotramos hace años que podemos no solo identificar el patrón de
la conciencia de movimiento, sino bloquearlo. Es decir, yo estoy moviendo un dedo delante de
ti, pero tú interpretas que está parado, o viceversa. Si somos capaces de identificar los ladrillos
del comportamiento, podremos modificar la conciencia y el comportamiento más global. Y
llegaremos a ello porque hay tecnologías disponibles para hacerlo. Es cuestión de tiempo".

Salud cerebral para construir y garantizar reserva cognitiva


"La biotecnología también nos brindará la posibilidad de poner en práctica
comportamientos que neuromodulan nuestro cerebro para ayudar a prevenir y revertir las
enfermedades cerebrovasculares y psiquiátricas. Todavía no hay respuestas claras, pero sabemos
que hay patrones cerebrales concretos implicados que, modificados con técnicas con ciertas
aplicaciones, podrán inducir más fácilmente cambios concretos de patrones de vida. Pero
también hay gran parte de la que depende la salud cerebral: la actitud que tenemos ante la vida y
lo que hacemos con ella.

Las pautas de estilo de vida que garantizan la salud cerebral se basan en una fórmula
similar a la que se aplica en la prevención de riesgo cardiovascular y que Pascual-Leone recoge
en el libro El cerebro que cura. Propone construir reserva cognitiva, es decir, aumentar la
capacidad cerebral para tolerar los daños que pueda sufrir y seguir funcionando, haciéndose más
resistente a neuropatologías o la demencia; en definitiva, darle más consistencia para que gane
capacidad de resistencia a los cambios cerebrales degenerativos asociados con la demencia u
otras enfermedades cerebrales, como puedan ser el Párkinson, la esclerosis múltiple o un
accidente cerebrovascular.

"La sociedad actual asume que con la edad nos vamos a poner enfermos, que estaremos
deprimidos o desarrollaremos demencias. "Pero es un concepto erróneo", recalca este científico,
y pone un ejemplo. "La mayoría creemos que perdemos la memoria o que la demencia
aparecerá cuando nos hagamos mayores, aunque no es cierto ni obligatorio. No es una
consecuencia obligatoria de hacerse anciano. Sabemos que las demencias tipo Alzheimer son
enfermedades tempranas, pero que se desarrollan conforme avanza la edad. Sin embargo,
aunque su origen en parte se debe a la genética, uno de cada cinco afectados no manifiesta
síntomas, aunque la padezca, y se puede entrenar y cuidar al cerebro para que así sea", apunta.

Pascual-Leone subraya que "el empeño para prevenir la demencia y otras


neuropatologías tiene que ser para toda la vida y no funcionará si no hay determinación de
cambio. Adoptar hábitos de vida saludables se traducirá en un impacto claro: un 40-80% del
riesgo de desarrollar demencia se puede evitar con hábitos de vida modificables", recalca, algo
que depende de la antes mencionada reserva cognitiva.

Comer sano y poco, movimiento y fuerza, aprender, descansar, socializar y propósito


vital

La primera pauta de los hábitos que garantizan la salud cerebral reside en la dieta -la
evidencia científica de la relación directa que guarda la microbiota intestinal con las funciones
cerebrales es cada vez más abundante, al igual que en otras enfermedades como el cáncer- y
concretamente, es fundamental mantener la dieta mediterránea.
En relación con la ingesta alimentaria, también se ha demostrado la efectividad de los
ayunos, "buscando comer lo mínimo para no perder demasiado peso", apunta. "Está por ver si
influyen, además, nutrientes específicos; parece que los niveles de vitamina D en la mayoría de
nosotros son bajos y tomar suplementos podría reducir el riesgo", apostilla.

"Pero, además de comer sano y poco, hay que hacer mucho, muchísimo más ejercicio
físico del que hacemos. Una hora diaria de ejercicio es algo fantástico para el corazón, pero para
el cerebro son más importantes intervalos intensivos de ejercicio físico o la combinación de
ejercicio aeróbico y anaeróbico".

En tercer lugar, hace falta entrenamiento cognitivo. Necesitamos primeras veces a lo


largo de toda nuestra vida y no perder la llamada mente del principiante. "El cerebro necesita
retos y estímulos constantes, y por eso debes estar abierto a aprender cosas que nunca te habían
enseñado; un idioma, una nueva disciplina o una nueva profesión, llevar a cabo distintas y
diversas tareas... en definitiva, seguir siendo niño", apunta.

"Perder esta capacidad de querer hacer siempre algo nuevo no es inevitable", asegura.
"Recuerda la primera vez que hiciste algo, ese esfuerzo que pusiste en ello es el impulsor
bioquímico que necesitan las conexiones neuronales. Hay que sacar al cerebro de eso que sabe
hacer con regularidad. No basta con practicar regularmente un hobby o ser aficionado a la
lectura, sino que hay que abrirse totalmente a la novedad y abandonar la situación de confort
para desarrollar la capacidad de responder a situaciones no esperadas".

Otro de los errores que tendemos a cometer en la sociedad de la opulencia y de las


prisas es el de "llenar el día" de actividades constantes. "Para ganar reserva cognitiva que te dé
fortaleza frente a las enfermedades cerebrales hay que mantenerse activo cognitivamente, pero
no es suficiente. Para la estabilidad de la sinapsis neuronal, el descanso es tan necesario como la
actividad: limpia los sistemas cerebrales de proteínas patógenas. "Duerme bien, reserva tiempo
para la soledad, el silencio y la meditación", añade.

En relación a este último aspecto, tampoco hay que olvidar estar conectado con la gente
que te rodea. "Somos seres sociales, evolutivamente diseñados para relacionarnos. Y, si alguien
se siente solo por un tiempo prolongado, es señal de que algo no está funcionando
correctamente a nivel cerebral. Este sentimiento mantenido produce una alteración que a la larga
causará una patología".

Por último, es necesario tener un propósito vital, mantener un sentido de razón de ser,
una existencia dotada de sentido que te empuje a realizar todos los puntos anteriores cada
mañana.

"Todo esto se traduce en reserva cognitiva, en proporcionar al cerebro herramientas para


poder reaccionar a situaciones adversas", recalca, recordando "el ejemplo reciente: el miedo y la
ansiedad que generó la pandemia ha producido una conmoción cerebral mundial. Y solo con el
entrenamiento cerebral podemos afrontar esas situaciones u otras similares. Si no haces las
cosas bien, a 40 años vista es posible que tengas una demencia, aunque por el sesgo optimista
tendemos a pensar que eso es algo que siempre les toca a otros, pero no a nosotros". Eso sí, "hay
que ser conscientes de que la salud requiere determinación, esfuerzo y constancia, no hay una
píldora mágica que te lo va a quitar todo".

"Y si somos capaces de identificar el circuito de reserva cognitiva, podemos estimular al


cerebro para que este camino sea más fácil, algo en lo que ayudarán enormemente las
neurotecnologías, que se normalizarán en la próxima generación", asegura Pascual-Leone. "Por
ejemplo, las personas con peor reserva cognitiva tienden a caminar más lentamente, lo que
constituye a su vez un factor de riesgo demostrado de demencia. Pero piensa que ya podemos
medir y registrar la frecuencia y ritmo de la marcha en nuestro teléfono móvil. Cuando el
terminal detecta alguna alteración de la marcha o de trayectoria, puede darnos una medida en
tiempo real de nuestra reserva cognitiva".

"No dentro de mucho, con estos datos podremos hacernos un chequeo cerebral que se
usará como diana de salud neurológica", igual que ahora se utiliza la báscula o la tensión arterial
para controlar el peso corporal o la hipertensión. "Nuestros hijos tendrán una medida en su
mano para poder chequear el estado de su cerebro y medir el nivel de riesgo, podrán llegar a ser
personas neurológicamente empoderadas".

Por eso, zanja, al mismo tiempo que se abren grandes oportunidades, habrá que regular
la privacidad de estos datos, que ayudarán a minimizar el sufrimiento y tendrán un impacto
enorme para el bienestar social, pero también se pueden manipular para conseguir fines ajenos a
la salud cerebral. Por eso estamos en la obligación de legislar un marco de derechos que
garantice seguridad jurídica pero que no bloquee la innovación".

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