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LOS SENTIDOS DE LA CIUDAD: SOBRE CÓMO MUJERES Y HOMBRES ORDENAN SUS ESPACIOS VITALES

1.2. LA MATERIALIDAD DE LAS REPRESENTACIONES SOBRE EL ESPACIO.

Si queremos preservar a toda costa la materialidad de los espacios, debemos de luchar


contra la tendencia ‘representacional’ que posee el sentido sobre el espacios. Es decir,

debemos de recuperar la materialidad de las representaciones y de los sentidos. No basta


con señalar que el espacio subsiste a su reducción significativa. Hay que saber ubicar, en

qué lugar del espacio y su ocupación por el cuerpo emerge el significado como una cosa
material. Sólo así, además, sabremos qué actitud tomar cuando nos enfrentemos ante los
significados y los discursos que los actores atribuyen a sus experiencias espaciales.

Ya asentamos la idea de que el cuerpo sólo se convertía en organismo humano en la

medida en que se dejaba también organizar por la íntima estructura del mundo. Sin
embargo, todavía estamos muy lejos de poder hablar de la mente, de representaciones o

de significados. La pregunta que se presenta entonces es, ¿cómo a partir de semejante


imbricación de los organismos con el mundo puede darse algo así como una conciencia y

unos significados humanos? ¿Cómo desde esa concreta ubicación e intersección aparece
algo así como una conciencia y la posibilidad de que existan representaciones para esa
conciencia?

La respuesta sólo puede tener el sentido con el que partimos el análisis, tiene que

proceder de la manera como los cuerpos y el mundo se relacionan íntimamente. Si


partimos de entender a los actores siempre incorporados a la estructura del entorno,

entonces la mente sólo podrá comprenderse emergiendo desde ese mismo mundo. La
conciencia misma se encuentra encarnada. Pero, como Lakoff y Johnson señalan, este

sentido de la incorporación de la mente no puede quedarse en señalar que la mente


necesita un organismo, un cuerpo para subsistir. Estas teorías implicarían, únicamente, la
apoyatura material de la conciencia. Sin embargo, Lakoff y Johnson van más allá en su

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propuesta para sostener que su estructura, propiedades y conceptos derivan en sí mismos

de las interrelaciones que el organismo humano sostiene con el entorno24.

La mediación que hace posible el paso del cuerpo y el espacio a los procesos mentales
viene situada en el sistema psicomotriz, según ambos autores. La manera como el aparato
psicomotor se orienta en el mundo sitúa las coordenadas básicas que dan orientación a la

red cognitiva y conceptual humana25. El proceso de demostración que utilizan ambos


autores es básico. Parten de las estructuras conceptuales y de las categorías del

pensamiento más básicas como los conceptos de causa, tiempo, acción, etc. Lo que hacen
en su proceso argumentativo es señalar cómo dichos conceptos no pueden ser entendidos

como definiciones lógicas y definitivas desvinculadas del mundo; antes al contrario, dichas
categorías sólo pueden entenderse metafóricamente, esto es, como extensiones de

orientaciones y direccionalidades más básicas de nuestra implicación en el mundo: arriba y


abajo, hacia afuera y hacia adentro, concentración y expansión, relaciones de continente y
contenido, de precedencia y consecuencia, etc. De esta manera sería nuestra propia

experiencia psicomotriz la que, por combinaciones de relaciones básicas y fundamentales,


estaría ocasionando la consolidación de unos conceptos primarios 26 . Por eso, la

imaginación y la capacidad de generar conceptos derivarían siempre de una práctica

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Como ambos autores subrayan: the claim that the mind is embodied is, therefore, far more that
the simple-minded claim that the body is needed if we are to think. Advocates of the disembodied
mind position agree with that. Our claim is, rather, that the very properties of concepts are created
as a result of the way the brain and body are structured and the way they function in interpersonal
relations and in the physical world (Lakoff y Johnson, 1999: 37).
25
Lakoff y Johnson, 1999: 43 y ss.
26
Pongo sólo un ejemplo que dan ambos autores respecto al concepto de acción. Para hablar de
acción indican que previamente debemos considerar el concepto de causación. Dada su propuesta
de derivar conceptos de orientaciones psicomotoras, entienden la causación como un movimiento
forzado que sucede de una región acotada a otra. Sería la aplicación de una fuerza que consigue
operar un movimiento de localización. La acción, por su parte, sería un auto-impulsado movimiento,
en contraposición al movimiento forzado de que sería objeto la causación. (Para más detalles,
Lakof y Johnson, 1999: 184-190)
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espacial, de una manera como el organismo del ser humano se estaría dirigiendo al

mundo27.

De esta manera la conciencia continuaría siendo la capacidad de orientación, pero por


otros medios. Ya no una orientación directa hacia un mundo físico y real de valencias y
direcciones, sino una orientación mediada por metáforas y significados. Ahora bien, salvo

las contadas circunstancias en que se da el pensamiento abstracto, el estado más básico


de las metáforas y significados sería siempre el de retornar a la orientación en el mundo.

La conciencia se caracterizaría por su operatividad y funcionalidad en un entorno de


direcciones e intencionalidades. ‘Sólo’ sería una pantalla a través de la cual orientarse

mejor en el mundo.

Esto hace que, de una manera general, los actores sepan como moverse en los mundos
que habitan28. Dado que los dependientes, los compradores, los transeúntes y demás
actores humanos han derivado sus esquemas cognitivos de los mundos físicos donde se

desenvuelven, de los mercados populares, de las plazas elegantes o del resto de espacios
visitados, posteriormente saben como devolver la orientación de sus acciones a estos

mismos lugares, consiguiendo crear la sensación de consonancia entre ellos y el resto de


entidades que allí se convocan.

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Sin embargo la orientación psicomotora y la orientación que prestan las metáforas no se
superponen por mera coincidencia. Como Lakoff y Johnson indican, existe un sustrato fisiológico
similar en ambas actividades, en ambos casos de orientación se moviliza un único tipo de
conexiones neuronales: When we imagine seeing a scene, our visual cortex is active. When we
imagine moving our bodies, the pre-motor cortex and motor cortex are active. In short, some of the
same parts of our brains are active in imagining as in perceiving and doing. We will use the term
enactment for dynamic brain functions shared both during perceiving and acting and during
imagining (Lakoff y Johnson, 2003: 258).
28
Aquí es conveniente recuperar la raíz latina de la palabra habitar, tal y como aconseja Casey. El
verbo habitar latino, según advierte Casey es reflexivo, de manera que al mismo tiempo que un
actor habita, también es tenido y habitado por el lugar de su vivencia (Casey, 2001: 687). Es de
esta manera como se conseguiría la coherencia entre las prácticas sociales y los lugares donde se
desarrollan. Porque los lugares están teniendo presencia en los actores y en sus acciones es por lo
que luego éstas pueden desarrollarse en consonancia con el sentido particular del lugar.
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Las señoras elegantes, por todas sus frecuentaciones previas de los mundos de la

elegancia, saben dónde se encuentran los artículos para sus consumos, saben cómo
interpretarlos, como compararlos con su estilo identitario creado, saben cómo dirigirse a

los empleados que las pueden atender, y saben ganarse el sentido de la distinción de que
ellas son unas clientes únicas, y que sólo pensando en ellas es como se ha dispuesto un
espacio como Plaza Andares. De igual forma, los consumidores de San Juan de Dios, por

haber frecuentado ese y otros espacios populares previamente, saben como orientarse
nuevamente en ellos, saben dónde se encuentran las gangas, cómo conseguirlas, como

sobrevivir dentro de la estrategia del regateo, reconocen una buena imitación, distinguen y
rechazan la grosera, saben dónde pueden conseguir algo mejor, son conscientes de los

riesgos de comprar falluca, y un largo etcétera. Así es como se produce la consonancia


entre los espacios y los conceptos. De esta manera es como van emergiendo los diferentes

estilos de todos los que se vienen a encontrar reiteradamente en uno de estos lugares
particulares; por eso son tan escasos los personajes fuera de lugar, porque todo su historial
anterior es un aprendizaje corporeizado sobre cómo moverse dentro de los lugares que se

consideran propios. La conciencia y las representaciones sobre el espacio ‘sólo’ estarían


dotando al ser humano de mayores potencialidades de hacer coincidir y armonizar su

propio organismo con la solicitaciones de los actores y espacios inmediatos. Serían la


herramienta humana por antonomasia de orientación sobre el mundo.

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1.3. LA EMERGENCIA DE LAS IDENTIDADES MATERIALIZADAS.

En consecuencia, la conciencia de un lugar no difiere sustancialmente de la involucración


práctica que ocupa y preocupa al actor que la sostiene. La conciencia y la acción, por estar

ambos apoyados en el cuerpo e interpenetrados por el resto de cuerpos que se concitan


en un lugar, están cumpliendo una misma labor de orientación en el mundo. Y ambas, la

conciencia y la acción desempeñan una labor similar en la aparición de las identidades.

Esta forma de considerar la interrelación entre el espacio y los actores nos plantea también

una forma distinta de entender nuestros desplazamientos por el espacio. De nuevo, aquí
estamos hablando ya no del desplazamiento de entidades hechas y cerradas, los sujetos,

por unas coordenadas espaciales insubstanciales que no registran más que el sentido de
su movimiento. Los sujetos y actores no ocupan espacios vacíos de los cuales no han de

extraer ninguna enseñanza o efectuación. Antes al contrario, nos encontramos ante


ocupaciones y viajes por el espacio que dejan huella29 en los sujetos que los realizan, nos

encontramos con vivencias que modifican y reformulan las identidades de aquellos sujetos
en tránsito. De esta manera, lo importante no es, como propuso cierta corriente de la
Geografía Humana 30 , registrar desplazamientos en ciertos ejes de coordenadas, sino

comprobar detalladamente cómo aquellas ocupaciones y desplazamientos están


generando identidades y formas particulares de enfrentarse al mundo. Y esto porque los

desplazamientos no se realizan por el vacío de un espacio, sino por muy particulares


texturas del mundo que hacen mella en la forma de comportarse de los actores

implicados.

29
Para una bella interpretación de la forma material como la huella queda impresa en el psiquismo,
puede consultarse el trabajo de Derrida sobre Freud: ‘Freud y la escena de la escritura’ (Derrida,
1989: 271-316)
30
Bajo la línea de análisis que inaugurara Hagerstrand sobre las trayectorias espaciales
(Hagerstrand, 1970).
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