El racismo y la discriminación están tan adheridos a nosotros que somos
parte de él sin notarlo. ¿Alguna vez se han reído porque el pantalón te quedaba un poco corto o porque tu peinado estaba desarreglado y que lejos de enojarte te reíste? Eso también es discriminación. Como mexicanos, desde un punto de vista totalmente personal, estamos acostumbrados a lidiar con situaciones así todos los días, pero hemos tomado el racismo y la discriminación como objeto de comedia, que sin darnos cuenta nos afecta tanto como individuos como sociedad y en lugar de combatirlos lo estamos aceptando y tomándolos parte de una cultura mundial. El concepto de racismo no sólo recae en la distinción que se hace entre personas, sino cuando esa distinción afecta de algún modo a las personas, ya sea que se llegue a una agresión física, mental, económica, entre otras. La presencia de este fenómeno social ha dado pie a la creación de etiquetas dentro de la sociedad, creyendo que unos son diferentes de otros solo por un color de piel distinto, o por tener un bajo poder adquisitivo. No debemos perder de vista que el racismo es un mal que jerarquiza y crea prejuicios basados en características físicas o rasgos personales, provocando que cierta parte de la sociedad se sienta superior a otros, la llamada supremacía blanca. Dentro de los aspectos que desatan el racismo destacan la apariencia física, el color de la piel, el lenguaje, la forma de vestir, la preferencia social y el nivel socioeconómico. Durante años se ha tratado de romper con esta forma de discriminación, por ejemplo, en 1909 cuando se creó en Estados Unidos la NAACP o National Association for the Advancement of Colored People por sus siglas en inglés, siendo de las primeras asociaciones en la lucha por la igualdad entre las personas ante derechos y obligaciones en el mundo. Algunos personajes que han destacado en esta lucha, sobre todo por parte de personas negras, han sido Martin Luther King quien durante años lucho para que las personas de color fuesen tratadas con el mismo nivel de dignidad como a las personas blancas. También se hizo presente Carmichael con el movimiento “Black Power” que buscaba un empoderamiento en la población afroamericana y sus descendientes. A ese movimiento se unieron grandes personalidades como Martin Luther King, Malcom X, Angela Davis y otros. Se buscaba detener la desigualdad entre personas de esa raza y detener la barbarie de la cual eran víctimas por parte del mismo gobierno y las fuerzas policiales. Actualmente nos ha tocado vivir el movimiento “Black Lives Matters” el cual surgió después del indignante crimen perpetrado por parte de oficiales ante George Floyd, el cual comenzó en Estados Unidos, pero ha resonado a nivel mundial. Incluso en México el racismo es el desayuno de cada día, dentro de medios masivos como la televisión se le enseña a la sociedad que, por medio de los programas en horas doradas, el criminal siempre va a ser aquel hombre moreno que no es considerado guapo, que el gay de la historia es el que no se ve musculoso o que el galán del cuento es blanco y tiene un acento diferente a los demás. Sin irnos muy lejos, aquí en Ciudad Juárez, hogar de innumerables inmigrantes, se hace esa división. No podemos olvidar el caso de la representante de la comunidad indígena, a quien, por su forma de vestir, se le negó la entrada a un restaurante bar, entre muchos otros casos que tristemente no trascienden. El único modo en cual será desterrado el racismo será cuando la lucha sea entre el Estado y el pueblo, no uno contra el otro. Se necesita erradicar o por lo menos reducir la pobreza y del modo contrario acrecentar la educación. Que las oportunidades laborales, de salud y personales sean iguales para todos, buscando que lo que haga destacar a unos de otros sean las aptitudes que cada uno ha decidió adquirir y trabajar. Jamás me había puesto a analizar que he sido parte de esta problemática toda mi vida, desde haberla sufrido, hasta haber sido perpetradora sin darme cuenta y creo que eso es lo más grave de la situación, porque estamos tan acostumbrados a ello que hemos dejado de actuar, aprendimos a quedarnos callados, a reírnos. La indiferencia ha crecido de una manera exuberante, cuando vemos que está sucediendo un acto de racismo a nuestro lado preferimos ignorarlo, mientras no nos afecte. Si somos nosotros quienes somos atacados sólo “aguantamos” y guardamos silencio. He quedado estupefacta ante el hecho de darme cuenta que incluso dentro de mi vocabulario cotidiano se encuentra este cáncer social, siempre digo que “trabajo como negro” o digo que tal cosa o tal puesto no le queda a cierta persona simplemente por la manera en la que luce. Debemos entender que lo único que nos hace diferente es nuestra personalidad.
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