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GRUPO LOS HIJOS DEL SOL

DOCENTE:
Michel Vargas

INTEGRANTES:
Fernanda Chichinca
Ezequiel Silva
Camila Merubia
Felipe Cesari
Franco Ramos

SANTA CRUZ-BOLIVIA
Rechazo al feminismo
Todos estos eventos han ayudado a atraer atención sobre el feminismo. Así que
puede ser sorprendente que la identidad "feminista" no haya ganado más
popularidad entre las mujeres jóvenes de occidente.

En Reino Unido solo ha habido un pequeño aumento en el número de mujeres que


se identifican como feministas.
Una encuesta de YouGov en 2018 reveló que el 34% de las mujere s en Reino
Unido respondieron "sí" cuando se les preguntó si eran feministas, en
comparación con el 27% de 2013.
Es más o menos lo que ocurre en el resto de Europa: menos de la mitad de los
hombres y mujeres encuestados en cinco países están de acuerdo en que son
feministas. Pero las diferencias entre los países fueron notorias.
Mientras el 8% de los encuestados en Alemania se reconocía feminista, en Suecia
esa cifra llegó hasta el 40%.

Sin embargo, las personas no parecen rechazar el término feminismo porque


estén en contra de la igualdad de género o porque crean que se ha logrado.
El mismo estudio reveló que ocho de cada 10 personas creía que los hombres y
las mujeres deben ser tratados de igual manera en todos los aspectos, y muchos
estaban de acuerdo en que el sexismo sigue siendo un problema.
5 precursoras del voto femenino en América Latina
Cuáles son los mejores países para ser mujer
Las mujeres asesinadas cada día en todo el mundo (y dónde son más
vulnerables)

Pero en conjunto, ocho de cada 10 personas de ambos grupos, creen que


hombres y mujeres deben ser iguales en todos los aspectos, según una
encuesta de 2015.
Esto puede sugerir que los grupos de personas con bajos ingresos respaldan la
igualdad que sustenta la idea del feminismo, pero no están interesados en la
palabra en sí.

Y no solo eso. El grupo étnico puede determinar la visión sobre el feminismo.


Un estudio sobre la opinión de los millennials estadounidenses encontró que el
12% de las mujeres hispanas, el 21% de las mujeres afroestadounidenses, el 23%
de las mujeres asiáticas y el 26% de las mujeres blancas se identifican como
feministas.
Tres cuartas partes de todas las mujeres encuestadas dijeron que el movimiento
feminista ha hecho "mucho" o "algo" para mejorar la vida de las mujeres blancas.
Sin embargo, solo el 60% dijo que había logrado mucho para las mujeres de otras
etnias, un sentimiento compartido por el 46% de las mujeres afroamericanas.
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Esto supone una transformación en la actitud.
Otro estudio, que involucró a 27.000 personas en EE.UU., reveló que dos tercios
creían en la igualdad de género en 2016, en comparación con un cuarto que lo
hacía en 1977.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES


Pie de foto,
La charla en Ted de la escritora Chimamanda Ngozi Adichie, "Todos debemos ser
feministas", acumula más de 6 millones de visitas.
Y en una encuesta de 2017 en Reino Unido, el 8% dijo que estaba de acuerdo con
los roles tradicionales de género: que un hombre debería ganar dinero y una mujer
debería quedarse en casa, en comparación con el 43% de los encuestados que
pensaba así en 1984.
Si muchos creen que la igualdad de género es importante y que aún no se ha
llegado a ese nivel, ¿por qué relativamente pocas personas, incluidas las mujeres
jóvenes, se identifican como feministas?
Es probable que crean que el término no le representa.
El sondeo sugiere que el término feminista no atrae a las mujeres de clase
trabajadora.
Sí a la igualdad
Casi una de cada tres personas calificadas como ABC1, es decir, aquellas con
trabajos gerenciales, administrativos o profesionales, se identifica con el término
feminista en una encuesta de 2018.
Sin embargo esto pasa solo en una de cada cinco personas C2DE, aquellas que
tienen un trabajo manual, están jubilados o son trabajadores ocasionales o
desempleados.

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https://www.bbc.com/mundo/noticias-47185833
ELEMENTOS NEGATIVOS
• Algunas de sus minorías más activistas y ultra ideologizadas. Buena parte de los elementos
negativos que se pueden destacar son más propios de ellas que del conjunto del
movimiento feminista.
• En apenas unos años ha pasado de ser un movimiento acotado a sectores activistas a
convertirse en un auténtico fenómeno de masas capaz de movilizar mayorías sociales. Pero
algunas de sus élites más militantes no han perdido su vocación minoritaria.

• Se ha construido una identidad feminista en sentido demasiado fuerte y restringido.


Muchas mujeres que se reclaman feministas no son capaces de reconocerse en ella y se han
sentido expulsadas del movimiento.

• A veces se formula el feminismo como algo mucho menos plural y diverso de lo que
efectivamente lo es. En algunos casos se silencian los debates no resueltos dentro del
propio movimiento feminista, precisamente aquellos que ponen en evidencia su pluralidad:
la prostitución, la gestación subrogada, la pornografía, el papel de las mujeres
transexuales… Sobre estos y otros asuntos suelen aparecer como posiciones
incuestionables del movimiento feminista aquellas que lo son solo de una parte del
mismo.

• El feminismo aparece como una ideología omnicomprensiva, que tiene opinión sobre casi
todo. El argumentario previo al 8M es un buen ejemplo. Resulta difícil conjugar esta
voluntad de abarcarlo todo con la pluralidad política de las mujeres en nuestra sociedad.
Existe una identificación casi completa entre el feminismo y el ideario de la izquierda
alternativa. Eso deja fuera a cientos de miles de mujeres feministas con otras sensibilidades
políticas.

• Tendencia a la hipérbole: a veces se exagera lo negativo (“nos matan a las mujeres”, “no
nos creen”, “en España existe una cultura de la violación”) y no se reconocen
suficientemente los avances, lo que dificulta poner en valor los logros del movimiento
feminista y su potencial transformador en los últimos cuarenta años. Falta sentido
histórico.

• Tendencia también a un discurso victimizador: las mujeres no solo son víctimas del
patriarcado sino que a veces se les empuja a construir su identidad de género en tanto que
víctimas. Se corre el riesgo de la revictimización. Se echa en falta mayor equilibrio entre los
discursos de denuncia y aquellos más autoafirmativos. El movimiento LGTBI ha logrado un
mejor equilibrio entre ambos aspectos: por un lado los discursos de denuncia de la
homofobia y por el otro lado aquellos de autoafirmación de la propia identidad en un
sentido positivo.
Sobreutilización del concepto de heteropatriarcado, cuyos contornos semánticos son
tremendamente imprecisos y cuya función es más bien construir identidad que designar
la realidad. El heteropatriarcado como expresión neta del mal en su sentido más
absoluto, del mismo modo que ocurre en una parte de la izquierda con el concepto de
capitalismo. Se trata de conceptos oscuros que sirven para explicar casi cualquier
fenómeno opresivo. A veces la idea abstracta de heteropatriarcado sirve para simplificar
aquello que es complejo y en otras ocasiones esconde responsabilidades concretas de
instituciones y personas con nombres y apellidos.
Abuso de los gestos meramente simbólicos o expresivos. Es el caso del “elle” o de la
utilización constante del femenino plural. En ocasiones esos gestos pueden resultar muy
útiles para visibilizar determinadas situaciones o para poner el foco en algunos debates.
Pero muchas veces sirven únicamente como recurso para poner en primer lugar la
identidad feminista de quien los utiliza. Su uso excesivo puede llegar a construir una
distancia artificial con aquella sociedad a la que se dirigen. Existe el peligro de acabar
convirtiendo el activismo feminista en una suma de gestos simbólicos que construyen
identidad, pero que pueden resultar más bien vacíos o incluso contraproducentes desde
el punto de vista de su utilidad para lograr conquistas reales en el terreno de la igualdad.
En algunos sectores se detecta cierto componente moralista y puritano, en el que
cualquier expresión de sensualidad del cuerpo femenino es vista exclusivamente desde el
prisma de la cosificación y no como una conquista de terrenos de libertad para las
mujeres en tanto que individuos autónomos para decidir cuál es la representación de su
propio cuerpo. Si una persona es libre para utilizar su cuerpo como le venga en gana, lo
es también para sexualizarlo. La necesaria crítica a la imagen impuesta de la mujer como
objeto sexual no nos puede llevar a negar, en nombre del feminismo, la condición de
sujeto sexual de las mujeres. Si bien es cierto que a la mujer se la ha hipersexualizado,
también lo es que se le ha negado sistemáticamente el derecho al placer, a ser
protagonista de su propia sexualidad y a utilizar su cuerpo sin que ningún hombre o
mujer le diga como debe hacerlo.
A veces se detecta en unos pocos colectivos feministas un cierto componente censor: se
condena sin matices la pornografía, indiferenciando la fantasía sexual de la sexualidad
real de los seres humanos. También se ha llegado a pedir la retirada de algunas obras de
arte, lo que demuestra una preocupante incapacidad para distinguir entre realidad y
ficción; entre ética y estética.
Se pone demasiado el acento en los peligros que sufren las mujeres. Aun siendo en
muchos casos reales, se exageran, lo que tiene un reverso nocivo: puede dificultar a las
mujeres el ejercicio de sus libertades por el miedo a un peligro abstracto que no se
corresponde con el riesgo real que indican las cifras. Paradójicamente algunos de esos
discursos pueden llegar a apuntalar la socialización de las mujeres en el miedo que es
propia del patriarcado.
Algunas contradicciones discursivas. No casan bien consignas como “solo yo decido sobre
mi propio cuerpo” con la condena absoluta y sin matices de la pornografía, de la
prostitución o de la gestación subrogada.

A veces se habla en nombre de determinados colectivos sin escuchar su voz. Es el caso de


las trabajadoras del sexo o de las gestantes por sustitución.

En el activismo feminista están sobrerrepresentadas las mujeres con estudios


universitarios y muy formadas en teoría de género. Eso resulta enormemente
enriquecedor desde el punto de vista intelectual. Pero en ocasiones los debates teóricos
se trasladan al ámbito del movimiento social sin ningún tipo de mediación, recurriendo a
un léxico académico que puede resultar ininteligible para muchas otras mujeres o para el
conjunto de la sociedad.
Corrección política asfixiante. Aquellas posiciones que no se corresponden con la
ortodoxia de un determinado tipo de feminismo son atacadas con virulencia. Existe poca
permeabilidad a las posturas críticas con el feminismo y a veces funciona más la
descalificación que el diálogo. En ocasiones hay más disposición al combate que sentido
pedagógico. Eso provoca cierto miedo a opinar sobre feminismo a algunos hombres e
incluso a algunas mujeres, bajo el temor a ser considerados machistas o malas feministas.
En esos términos resulta imposible el debate sano y argumentado entre distintas
posturas, tanto dentro del propio movimiento feminista como entre este y la sociedad en
su conjunto.

No está muy claro el papel de los hombres dentro del movimiento feminista.

El concepto de sororidad no siempre se corresponde con la actitud hacia aquellas


mujeres que no comparten algunas ideas feministas o que manifiestan críticas al
movimiento feminista.
Poca problematización de algunas posturas en torno a la violencia de género y la
violencia sexual: no está bien resuelto el asunto de la presunción de inocencia o la
reinserción como valores irrenunciables en las sociedades democráticas. A veces se
escuchan más las posturas punitivistas que aquellas otras que ponen en valor la
educación en igualdad. Se enfoca estos problemas desde una óptica un poco simplista,
como si fuesen exclusivamente expresiones de la maldad masculina, sin atender a otros
elementos estructurales que tienen un papel muy importante.
Se pone un acento excesivo en la disfuncionalidad del sistema policial, judicial y penal,
trasladando la idea de que nada funciona cuando se trata de proteger a las mujeres. Una
generalización tan gruesa puede llegar a desincentivar la denuncia.
Poco peso de los sectores feministas más críticos con los anteriores aspectos. i

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https://xabelvegas.wordpress.com/2019/03/10/elementos-positivos-y-negativos-de-la-cuarta-olafeminista/
En primera instancia, estoy en contra de la violencia en general. Por tanto, también contra
las mujeres. Pero las manifestaciones de las mujeres para protestar por la violencia que
sufren, no son las mejores.
Acaso tienen derecho a destruir el patrimonio de los mexicanos durante sus protestas? De
los mexicanos que no tenemos culpa de la violencia que han sufrido? De los mexicanos que
nada tenemos que ver con ella? Si sus protestas fueran 100 pacíficas no habría problemas.
Por otro lado, prevención no es represión. O sí?
EN CONTRA DEL FEMINISMO Y LA MANIPULACIÓN
El presente artículo abordará de forma breve los antecedentes de lo que se denomina
“feminismo institucional o establecido”, y dará cuenta de ciertas críticas que se le ha
formulado por parte de algunas académicas de renombre a la luz de su manipulación de
los hechos. Desde luego, esto no implica negar los casos de violencia que el feminismo
establecido pretende instrumentalizar y capitalizar para sí, cuyos fundamentos y fines nada
tienen que ver con una genuina lucha por la mujer, sino al contrario: capitalizar una fuerza
política funcional a las izquierdas. El acto de disidir implica según la RAE «la separación de
la común doctrina, creencia o conducta”, así como “un grave desacuerdo de opiniones».

En efecto, este artículo no solo se limitará al feminismo establecido, sino además intentará
persuadir y ofrecer una alternativa en favor de posiciones más realistas, como puede ser el
caso del “feminismo disidente”, que reivindica la lucha primigenia por la igualdad ante la
ley sin discriminaciones arbitrarias. Es lo que ha ocurrido desde 1990 en adelante y que ha
sacudido a la opinión pública estadounidense con las duras críticas que Camila Paglia y
Christina Hoff Sommers han descargado –no sin razón– en contra del feminismo
establecido.

Para las académicas, el feminismo establecido traicionó la causa de las mujeres en su


manipulación de la realidad. Denuncian que muchas de las investigaciones carecen de rigor
científico y que contienen un fuerte componente ideológico. Paglia y Hoff Sommers
apuntan a la generación más reciente de feministas, quienes hacen hincapié en otras
peculiaridades que se unen al hecho de ser mujer. A modo de ejemplo, estas nuevas
generaciones critican al feminismo de primera (lucha por derechos civiles) y segunda ola
(lucha por derechos políticos) por considerarlos un punto de vista de mujeres “blancas”,
“occidentales” y “liberales”. Es así como estos feminismos posteriores de raíz marxista,
estructuralista y postestructuralista, marcan distancia de sus predecesoras.

Según diversas investigaciones (entre ellas, las de Whelehan)(1), las feministas negras,
hispanas e islámicas, marcadas por la cultura popular o la era tecnológica, han hecho circular
las más diversas expresiones de feminismo. Así se comienza a hablar, por ejemplo, del
feminismo de las mujeres negras marcadas por la “dominación de raza”; de las
ecofeministas que ven en el “patriarcado” un agente destructivo del medioambiente;
feminismos posmodernos que recogen la teoría postestructuralista; hasta las más
inimaginables expresiones, como el ciberfeminismo, que ve en la tecnología una plataforma
de “liberación” que permitiría una “redefinición” de la identidad en el mundo virtual;
pasando por el feminismo post-colonial, el feminismo multiculturalista hasta llegar a la
teoría queer que rechaza la clasificación de individuos en categorías universales (ya sea
hombre o mujer, ya sea homosexual o heterosexual) por considerar que se trata de un mero
resultado de la cultura. Todos estos “micromovimientos”, que siguen planteamientos
micropolíticos(2), de los cuales hemos recogido solo algunos, han sido catalogados por otros
autores(3) como “postfeminismos”.

Algunas de sus máximas representantes de este feminismo serían Naomy Wolf, Susan
Faludi, Gloria Steinem, Andrea Dworking, Catherine McKinnon, Marilyn French, Judith
Butler, Beatriz Preciado, Shulamite Firestone, y una larga lista de mujeres que son de
obligada referencia y lectura en cualquier círculo feminista de adoctrinamiento en
universidades o de estudios de género. Contra ellas han arremetido sin temor, aunque
bajo la amenaza constante, Camila Paglia y Christine Sommers, arguyendo que el
movimiento feminista –establecido– se encuentra sumido en una grave crisis de
percepción por parte de la población femenina.

Según las académicas norteamericanas, las mujeres no se sentirían feministas aunque sí


tengan interiorizados determinados valores del feminismo y gocen de los logros
conseguidos por este movimiento, fundamentalmente porque el de primera y segunda ola
a la luz de un análisis minucioso se desmarcaría de los posteriores. El problema de fondo
sería que el feminismo establecido está promoviendo una nueva guerra de sexos que ya
parecía estar superada. Esta vez el odio sería unilateral: del hombre a la mujer, donde las
cargas morales sólo están reducidas a dos papeles: el del verdugo (hombre) y la víctima
(mujer). La consecuencia de esto sería el rencor que comienza a ser patente por parte de
algunas mujeres y a desarrollarse el desconcierto y la culpabilidad en los hombres.

Los sectores extremistas y fanáticos de izquierda han llegado a tal absurdo, que tildan a
Camila Paglia y Christine Sommers –y a cualquiera que disienta con sus opiniones– de ser
simpatizantes de la “extrema derecha conservadora”, lo que es definitivamente absurdo,
ya que Paglia es una lesbiana declarada, defiende a ultranza el aborto, la sodomía, la
pornografía y la legalización de la prostitución, aspectos que no denotan precisamente su
pensamiento “conservador”. Otra crítica del feminismo establecido, esta vez de origen
español, Empar Pineda, observa en una entrevista en el diario El País:

Hay un enfoque feminista que apoya determinados aspectos de la ley contra la violencia
de género de los que nos sentimos absolutamente ajenas, entre ellos la idea del impulso
masculino de dominio como único factor desencadenante de la violencia contra las
mujeres. En nuestra opinión, es preciso contemplar otros factores, como la estructura
familiar, núcleo de privacidad escasamente permeable que amortigua o genera todo tipo
de tensiones; el papel que juega la educación religiosa y su mensaje de
matrimoniosacramento; el concepto del amor por el que todo se sacrifica; las escasas
habilidades para la resolución de conflictos; el alcoholismo; las toxicomanías… Todas estas
cuestiones, para una verdadera prevención del maltrato, quedan difuminadas si se insiste
en ‘el género como única causa(4).

Por otro lado, Elizabth Badinter, en su libro Por Mal Camino (2004), afirma que «el eslogan
implícito o explícito de ‘cambiar al hombre’, más que el de ‘luchar contra los abusos de
ciertos hombres’, revela una utopía totalitaria […] Este concepto globalizador, que constriñe
a hombres y mujeres en dos campos opuestos, cierra la puerta a toda esperanza de
comprender su influencia recíproca y de medir su común pertenencia a la humanidad».

Además, Badinter considera peligroso el maniqueísmo que subyace a la visión feminista,


donde se presenta siempre a los hombres como malos y a las mujeres como buenas. Lo
anterior reposa en algo todavía más complejo y profundo, es decir, en la identificación de
la víctima con el bien y con la verdad: «la víctima no miente por el hecho de ser víctima (p.
63), donde se arremete con todo hacia los hombres y se torna una búsqueda hacia la
idealización de lo femenino» (p. 64-69).

Por tanto, ¿cuál es la alternativa y cómo es que surge esta disidencia dentro del propio
campo feminista? Lo cierto es que tanto Camila Paglia como Christina Sommers al ver
cómo el movimiento se fue desvirtuando, tomaron posiciones distantes, dando inicio a
trabajos como Sexual Personae (Paglia, 1990) y Who Stole Feminism? (Sommers, 1994),
donde critican con fuerza el determinismo social del feminismo en temas referidos a la
violencia y a la identidad sexual. Las autoras se desmarcan de la visión rousseauniana
donde el hombre sería “benigno por naturaleza”, aunque corrompido por las “fuerzas
sociales”. Así, por ejemplo, ambas autoras examinan (y critican) la supuesta violación
sistematizada de los hombres en detrimento de las mujeres con especial énfasis en lo que
respecta a los casos de violaciones y a la denominada “violencia de género”.

Sommers, aborda esto desde un punto de vista más bien empírico, analizando las
metodologías empleadas a la hora de evaluar esta problemática, en tanto que Paglia –
desde un enfoque más teórico– se adentra en conflictos de género relacionados al arte y a
la literatura. Cabe destacar que, para el feminismo establecido (o posfeminismos), las
determinantes sociales que configuran los roles de género serían las que a su vez
determinan que el hombre por su socialización en el “patriarcado”(5) ejerza violencia
sobre la mujer.

La influencia socialista en las distintas variantes del feminismo establecido o de tercera ola
se tornan así evidentes pues, para el socialismo, la estructura productiva determinaría la
superestructura ideológica, que a su vez permea –según sea la voluntad de la supuesta clase
dominante– las variables culturales y sociales. ¿O por qué cree usted que el mínimo
denominador común de estos micromovimientos feministas (establecidos) es el rechazo a
priori del capitalismo siendo que éste y no otro es el que más ha respetado los derechos
fundamentales de la mujer en toda la historia de la humanidad?

En síntesis, Paglia y Sommers con sus obras marcaron la pauta al interior del campo
feminista dando el puntapié inicial a muchas otras teóricas que vendrían después; es el
caso de Cathy Young, periodista de origen ruso radicada en Estados Unidos, columnista de
prestigiosos periódicos como el Wall Street Journal, The New York Times, The Washington
Post, Newsday, entre otros, quien además ha escrito una serie de libros y artículos
denunciando las calamidades del feminismo establecido. En Ceasefire!: Why Women and
Men Must Join Forces to Achieve True Equality hace referencia a la ideología antimasculina
a la que ha girado el feminismo. La autora defiende una línea que no es “pro-mujer”, sino
“pro-fairness”, es decir, equitativo y justo a los ojos de la legislación. No solo eso, además
es sumamente crítica con la politización de los problemas personales, todo en pos de un
nuevo paradigma de responsabilidad personal.

Asimismo, hay muchas otras estudiosas que se suman a la crítica, como Daphne Patai,
pedagoga de literatura brasileña y profesora adjunta de literatura comparada en la
Universidad de Massachusetts; Donna Laframboise, periodista canadiense; Wendy
Kaminer, quien crítica fuertemente el feminismo proteccionista para quien éste se centra
en aspectos que exigen protecciones especiales que entrarían en conflicto con los
derechos de los hombres (no habría la igualdad jurídica) y con la libertad de expresión. A la
lista se suman mucha más, como Roxana Kreimer, licenciada en filosofía y doctora en
ciencias sociales de la Universidad de Buenos Aires.

Es así como el feminismo establecido ha sido capturado por “micromovimientos”, los que
se dedican más a la petulancia intelectual y a performance delirantes, que a estudiar las
verdaderas causas que subyacen a la violencia doméstica al interior de los hogares, como
el alcoholismo, la baja capacidad de resolver conflictos derivados de una escasa educación
inicial, el consumo de drogas o la marginalidad. En definitiva, estas palabras de
Shakespeare en su Tragedia de Hamlet se ajustan muy bien a lo que ha ocurrido con la
historia del feminismo. «La conciencia nos vuelve más cobarde, el color natural de nuestro
ánimo se mustia con el pálido matiz del pensamie1
CONTRA EL FEMINISMO ARGUMENTOS Y 16 REFERENCIAS

El feminismo no es un movimiento por la igualdad, sino un identitarismo empeñado desde


hace casi siglo y medio en encuadrar a las mujeres trabajadoras en favor de las
expectativas de ascenso social de una parte de la pequeña burguesía femenina. Desde sus
orígenes ha estado ligado al encuadramiento bélico y a la moral mercantilizadora más
destructiva.

1
https://www.revistaindividuo.cl/ensayos/en-contra-del-feminismo-y-la-manipulacion
EL FEMINISMO NO ES UN MOVIMIENTO POR LA IGUALDAD SINO UN IDENTITARISMO

El feminismo defiende la existencia de un sujeto histórico y político interclasista, las mujeres,


que trasciende a las clases sociales con intereses propios, diferenciados y por encima de la
lucha de clases.

Como este sujeto interclasista es inviable por el carácter contradictorio de los intereses de
las mujeres trabajadoras y las mujeres de la pequeña burguesía y la burguesía, el feminismo
crea una y otra vez terrenos fangosos y ambiguos.

La realidad: hasta el llamado feminismo de clase, nacido nada paradójicamente en la


universidad, al final no es sino colaboracionismo de clase en el marco de la afirmación de
una comunidad interclasista, las mujeres, de la que todo lo más excluyen a las banqueras...
pero no a las burócratas y nunca a los cuadros de mando femeninos de la pequeña
burguesía corporativa.

Otro hecho significativo: desde su nacimiento el feminismo está ligado la guerra imperialista.
En las dos guerras mundiales fue un agente reclutador de mujeres para la matanza. Todavía
hoy, su símbolo más extendido sigue siendo un cartel de reclutamiento del ejército de EEUU.

EL FEMINISMO SE APLICA A CREAR REPRESENTACIONES IDENTITARIAS DEFORMADAS DE


LA REALIDAD CON LAS QUE DIFUMINAR LAS CONTRADICCIONES ENTRE CLASES

Por ejemplo, para presentar una inexistente igualdad de intereses entre los mandos y
directivos femeninos de las empresas y las trabajadores, utiliza el concepto de brecha de
género, definiéndolo en unos términos muy precisos que lo convierten en inútil y
engañoso para las trabajadoras

A pesar de lo que intentan darnos a entender, la brecha salarial de género no mide la


discriminación salarial de las mujeres, sino a día de hoy y sobre todo, el reparto de los
puestos de poder entre varones y mujeres de la clase dominante. Por eso el indicador ha
servido de consigna de encuadramiento de toda una parte de la pequeña burguesía
femenina para asaltar los consejos de administración -es decir, ascender a la burguesía-
vistiendo sus aspiraciones de necesidad del conjunto de mujeres.
Del mismo modo tiene que presentar la violencia contra mujeres por sus parejas y exparejas
como violencia machista, un crimen ideológico, una suerte de terrorismo de los hombres
contra las mujeres.

Lo único que muestra esto es que para visibilizar a la mujer como sujeto político, es decir,
la necesidad de que las mujeres en general cierren filas en torno a las mujeres de las
clases dirigentes, tienen que invisibilizar una y otra vez la gran trituradora de vidas en la
que se ha convertido el capitalismo.

Poner en la misma balanza que estos asesinatos los centenares de miles de muertes evitables
por el Covid, producto de una gestión que prioriza salvar vidas antes que inversiones; los
suicidios y los accidentes de trabajo es directamente denostado.

Es verdad que los números son muy diferentes: los suicidios superan a los asesinatos de
mujeres en 80 veces en un año normal y harían falta 1.400 años de violencia de género
para producir una matanza similar a la del Covid. Pero la raíz es la misma y no está tan
oculta. El sistema ha llegado a un punto en que es directamente anti-humano y
antihistórico y no deja de destruir y deshumanizar personas... lo que irremediablemente se
convierte en violencia de todo tipo y a todos los niveles. La sociedad se autodestruye
porque el sistema que la rige como un todo le es dañino.

Pero separar la parte del todo es la especial habilidad de los identitarismos. Y si el objetivo
es crear una categoría mujer esencialmente distinta que empuje a las mujeres trabajadoras
al campo de sus explotadoras, nada más fácil que apoyarse en los arquetipos de las clases
dirigentes del pasado sobre la masculinidad.

Pero el capitalismo vuelve una y otra vez a ojos vista. Y para negarlo o pasarlo a problema
secundario el feminismo del último tercio del siglo XX construye su discurso alrededor del
patriarcado.

El objetivo es redefinir la discriminación de la mujer como una forma de explotación


anterior y simultánea al capitalismo. De ese modo el patriarcado sería un sistema de
coexplotación. Solo así puede plantear una suerte de revolución permanente por fases en
la que se debería enfrentar primero el patriarcado, o en la que, simplemente, se debería
dejar de lado la lucha contra el capitalismo porque ninguna superación de éste produciría
otra cosa que exclusión si no se resuelve antes la división sexual del trabajo y la
explotación específica y sistémica de la mujer.

El único problema es que el capitalismo no necesita de ninguna forma específica de


explotación de la mujer. El discurso del patriarcado solo es tirar la pelota hacia delante
para asegurar que vamos a seguir, hoy, a las buenas y progresistas mujeres de la clase
dirigente y sus instituciones feministas.

LA MORAL CAPITALISTA BAJO EL FEMINISMO


En pocas cosas se ve más el compromiso del feminismo con el mantenimiento del sistema
como en las cuestiones morales más básicas. Para la corriente hoy dominante, la llamada
tercera ola del feminismo, la prostitución y la gestación subrogada por ejemplo son actos
morales, incluso empoderantes cuando se realizan libremente en el mercado.

Para el capitalismo toda necesidad que pueda expresarse como intercambio mercantil libre
es moral. El feminismo radicaliza esa idea, que ignora conscientemente la desposesión de
los medios de producción para la inmensa mayoría, para blanquear distintas formas de
violación mediadas mercantilmente como una necesidad que se hace legítima al
convertirse en intercambio de iguales.

Es cierto que hay otras feministas que no concuerdan con este discurso y proponen la
ilegalización de la prostitución y la gestación subrogada al estado. Son las de la llamada
segunda ola, nacida, cómo no, de una iniciativa gubernamental en EEUU. Pero su moral y
sus perspectivas no eran mucho mejores. Dvorkin, la principal teórica de esta tendencia,
acabó condenando como violación toda forma de sexo con varones y persiguiendo la
literatura obscena... es decir, en una regresión abierta a los orígenes puritanos del
feminismo.

EL FEMINISMO FALSIFICA SISTEMÁTICAMENTE SU PROPIA HISTORIA Y LA DEL


MOVIMIENTO SOCIALISTA
Porque ya desde su origen -al que el feminismo llama la primera ola, el sufragismo
británico- era abiertamente un movimiento de mujeres poseedoras, construido en los
últimos círculos del puritanismo abolicionista, cuyas aspiraciones de igualdad se limitaban al
seno de las clases burguesas. Un movimiento, además, ligado profundamente a la
preparación de la guerra imperialista.

Es el origen del movimiento feminista actual no por ser un movimiento de mujeres, sino
por haber afirmado a las mujeres como un sujeto histórico por encima de las clases. Lo que
en la práctica, entonces como ahora, significaba que las mujeres trabajadoras debían hacer
causa común con las mujeres pequeñoburguesas para que estas consiguieran consolidar su
ascenso en el poder. En la época, obteniendo el derecho a voto y representación política.

El planteamiento no podía sino chocar con el movimiento socialista y especialmente con la


izquierda de la IIª Internacional, que antes de que las feministas existieran luchaba ya por
el voto universal como un objetivo de la clase entera.

A pesar de las falsificaciones que nos cuenta hoy el feminismo, el ala izquierda de la IIª
Internacional, que fundaría luego la Internacional Comunista, dio una larga batalla contra
el feminismo. De hecho, el 8M nació como convocatoria precisamente en oposición a los
llamamientos a la sororidad, es decir a la unión sagrada con la burguesía femenina, que
hacían las feministas alemanas.
A la cabeza de esta batalla de la izquierda de la IIª Internacional primero y los primeros
partidos comunistas después contra el feminismo, estuvieron militantes como August
Bebel, Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin o Alexandra Kollontai.

Y un detalle final. Aunque casi todos ellos -con la excepción quizá de Rosa Luxemburgo-
fueron partidarios de la creación de organizaciones específicas de las mujeres obreras, su
concepción de estas estaba muy limitada a lo instrumental, a lo propagandístico. El lugar
de la militante de clase estaba... entre la clase y dentro de la organización, en la asamblea.
No había la más mínima concesión a la identidad de sexo o género como no lo había
tampoco -especialmente en Rosa Luxemburgo- a las identidades lingüísticas y menos aún
nacionales.2

2
https://es.communia.blog/contra-el-feminismo/

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