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Clasificación del lenguaje jurídico:

El estilo jurídico debe ser claro y transparente como un cristal, a través de cuya
estructura han de irradiar nítidas las ideas y los pensamientos. Los profesionales del
Derecho tienen en la palabra y su adecuada utilización una valiosa e insustituible
herramienta. El buen uso del lenguaje nos conduce a facilitar la comunicación entre los
humanos y el lenguaje técnico contribuye al buen entendimiento entre los profesionales
de una ciencia o arte. Las normas de Derecho escrito requieren de ser leídas e
interpretadas en los textos que se plasman, para desentrañar el significado que el
Derecho tiene.

De la misma manera que una materia, especialidad o ciencia manifiesta su


peculiar identidad lingüística, el Derecho también presenta su propia técnica de
comunicación oral y escrita entre los profesionales que la conforman. Para ello, el
Derecho se sirve de un lenguaje especial que se subdivide en tres campos, cada uno de
ellos con características propias e independientes pero que en su conjunto logran que
esta clase de lenguaje sea comprensible a raíz de la conjunción de los elementos que la
integran.

Esos tres campos del lenguaje jurídico son los siguientes:

1) Lenguajes Jurisprudenciales.

El lenguaje jurisprudencial, al cumplir funciones de interpretación y aplicación de las


normas generales del sistema normativo; de identificación y narración de conflictos, de
valoración de material probatorio y, en definitiva, de dar solución a un determinado
conflicto dentro de la vida de los ciudadanos, debe estar caracterizado por las
condiciones que garanticen su óptima comprensibilidad. En este sentido, las decisiones
de redacción y de ordenación del texto, deben justificarse, primordialmente, desde los
propósitos que le son esenciales y está constituido por autos y sentencias, sirve de
complemento al Derecho Positivo, estableciendo el marco teórico aplicable a los casos
concretos y las consecuencias legales derivadas en los actos encausados, adicional a
ello podemos argumentar que la jurisprudencia, consiste en un cuerpo de sentencias e
interpretaciones provenientes de organismos jurídicos oficiales, como por ejemplo, los
Tribunales Distritales de la Corte Provincial de Justicia del Guayas, Corte Nacional de
Justicia, etc. Los organismos encargados de dictar la jurisprudencia están
contemplados en el ordenamiento jurídico de cada nación, o sea, en su Carta Magna.

Se forma a partir de todos los fallos y decisiones de los tribunales, de modo tal que
una decisión de un juez no sólo cumple un cometido inmediato, sino futuro. Por eso
“sentar jurisprudencia” significa que un juez sienta un precedente para futuras
interpretaciones judiciales, se comporta conforme a lo establecido a la Constitución y a
los ordenamientos jurídicos nacionales.

La jurisprudencia es un concepto clave del ejercicio jurídico, ya que permite la


formación de criterios jurídicos necesarios para los jueces. Así, no actúan
mecánicamente, siguiendo la ley al pie de la letra, sino que pueden interpretarla,
considerarla a la luz de su propia historia y de la historia del derecho local.

La jurisprudencia unifica e integra el sistema jurídico, en la medida en que tiene


valor como fuente del derecho positivo. Esto quiere decir que, se trata de una fuente
formal del derecho continental, pero su valor práctico puede ser mayor o menor según
el caso, impidiendo así que una misma situación jurídica reciba diferentes
interpretaciones de distintos tribunales o por el mismo en distintos momentos
históricos.

La jurisprudencia es en el lenguaje de los jueces a resolver los litigios, aplicando las


normas del ordenamiento jurídico, que a su vez son el lenguaje del legislador.
(Ordoñez, 2002, pág. 180)

El actor mencionado hace alusión a que el lenguaje jurisprudencial se refiere al


conjunto de pronunciamientos que dictan las personas que se tienen la capacidad y
están debidamente facultadas para emitir opiniones, resoluciones sobre el derecho,
sobre la interpretación de las normas jurídicas, dicha decisiones deben ser
fundamentadas legalmente para cada caso en concreto.

Ya sabemos que el lenguaje no es forma, sino sustancia, porque no es imaginable un


pensamiento sin su expresión a través de un código lingüístico. Además, que también
que todo lenguaje es causa y efecto de una cultura. El lenguaje jurídico, pues, no sería
otra cosa distinta que el ordenamiento jurídico. Y viceversa. Es verdad que, como
alguno ya estará pensando, existen principios latentes que no aparecen verbalizados, y
que tienen carácter de fuente del Derecho: pero también es cierto que mientras no se
identifiquen y se definan con palabras precisas y certeras, esos principios no son nada.
Nada más que “recurso de charlatanes”, como diría Díez-Picazo de un principio de
enriquecimiento injusto no contorneado por palabras precisas. De manera que
también respecto de ellos es importante advertir que han de pasar por el ojo de aguja
del lenguaje. De lo contrario, se convierten en un arma inmanejable (es decir,
incontrolable) en manos del juez: su concepción personal de lo justo.

En definitiva, el lenguaje jurisprudencial conlleva a la claridad y precisión que debe


tener la resolución del juez, constituyen, por una parte, una exigencia de principios
fundamentales del ordenamiento como la seguridad jurídica, la responsabilidad
democrática o la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos. El juez debe
conocer lo que la ley establece; no sólo para interpretar la ley en un sentido literal,
sino para aplicar la misma de manera justa, legal y expresarlo jurídicamente sin dejar
de lado el lenguaje jurídico. La brevedad y la sencillez no deben quitar el carácter
jurídico sino convertirse en instrumentos para escribir mejor un documento, el cual
interesa a muchos porque un punto, una coma mal ubicada en un texto conlleva a
muchas responsabilidades y afecta a la integridad de las demás personas, es por ellos
que se deduce que el lenguaje jurisprudencial esta encadenada para aquellas personas
que están legítimamente facultadas para interpretar el derecho no solo a través de un
sistema sino a través de su formación profesional en derecho.

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