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XVII
La filosofía del pensador francés René Descartes. Filósofo que nación en 1596 y murió en 1650,
es decir SXVII.
La importancia para pensar el conocimiento y la subjetividad es sin igual. Si uno tuviera que
elegir 5 de los pensadores occidentales más destacados, trascendentes, estaría indudablemente
Descartes.
Comienzos del siglo XVII. Comienzos de un período revolucionario, inicio de un período que
llamamos Modernidad. Se inicia en los siglos XVI/SXVII. Ese momento tan importante, la Modernidad, se
inicia con una serie de procesos revolucionarios que nos indican que efectivamente hay un cambio de
época. Esta periodización está realizada desde un eurocentrismo. La Edad Media finaliza en el siglo XV
con la caída del imperio Romano de oriente (empieza en el siglo V con la caída del imperio Romano de
occidente). Esos 10 siglos son los siglos medievales. Los rasgos sobresalientes de ese período medieval
se refieren a una cierta oscuridad en el campo de los conocimientos (científicos y filosóficos
específicamente) por la predominancia de una institución que ejerce el poder hegemónico en los países
centrales europeos: la iglesia católica. Institución que promueve la censura, el oscurantismo, persigue a
quienes pretendan pensar de una forma libre o no atada por los preceptos de la autoridad de la iglesia
católica. Es un largo período que podríamos caracterizar, en cuanto al pensamiento, lo que predomina
es el pensamiento teológico, el que gira alrededor de una figura que es Dios. Pocas posibilidades tiene el
pensamiento de refugiarse en otros lugares, de adoptar otros temas y dirigirse a otros problemas que no
sean los de Dios, su existencia, su relación con el mundo y los humanos. La hegemonía de la iglesia
católica y su visión del mundo es la que predomina en este largo período. La condición primordial del ser
humano es la de ser una creatura, un ser creado por otro ser superior y puesto aquí para cumplir o no
cumplir, con los fines de este ser superior. Y destinados a obedecer a las autoridades aquí que
representan a ese Dios. Período de profundas certezas sobre la autoridad de la iglesia, la presencia
omnisciente de Dios en nuestras vidas, estas certezas constituyen verdaderas garantías del orden del
mundo, un orden sostenido por esa figura que capitanea todo lo que existe que es Dios y sus
representantes en la tierra.
La Modernidad. Todo esto empieza a tambalear hacia el final de la Edad Media, sXIII, XIV, XV. En
los que aparecen nuevas ideas, movimientos que poco tiempo atrás resultaban imposibles de
producirse. Sobre todo hechos producidos en Italia, lo que conocemos como el Humanismo y el
Renacimiento. Humanismo, movimiento artístico y sobre todo literario, que se desarrolla en ciudades
italianas, que implican la apertura de una nueva temática, la temática específicamente humana, los
temas vinculados a lo que ocurre con las personas en una ciudad italiana, las cuestiones domésticas,
comerciales, familiares, culturales, cotidianas, por fuera de toda relación con la liturgia católica, con los
santos, las sagradas escrituras, temas que estaban siempre presentes en cualquier obra artística. Este
humanismo, y el posterior movimiento, el Renacimiento, más amplio, más fuerte y abarcativo, que
excede lo literario o artístico, y que se despliega en un interés renovado por las artes, los oficios, la
anatomía y fisiología del cuerpo humano, la mecánica, la capacidad de crear nuevos aparatos.
Renacimiento, nombre que se le da recién en el siglo XIX a este movimiento, pero que es un
renacimiento de las ideas, los valores, ideales estéticos, culturales, artísticos, filosóficos, de la
antigüedad clásica griega. Un renacer de esas ideas que habían sido obscurecidas, ocultadas, censuradas
durante el período medieval. Leonardo Da Vinci es el emblema de este período.
La modernidad, preparada por estos hechos y muchos otros, se abre con dos cambios
revolucionarios sustanciales. Uno es la revolución científica de los siglos XVI y XVII. El segundo proceso
revolucionario (ambos van juntos con otros elementos también), la revolución filosófica producida por
Descartes. Dos procesos revolucionarios que están profundamente vinculados, como lo señala Koyré.
Ciencia y filosofía vinculadas en las transformaciones mutuas que se producen.
El primero de estos procesos es encabezado por Copérnico, continuado por Galileo Galilei y más
tardíamente por Isaac Newton. Este proceso revolucionario es el paradigma (modelo) de toda
revolución. La revolución copernicana. La palabra revolución tiene un significado especial.
Tradicionalmente se asocia a cambio brusco, violencia, sangre, conmoción, algo repentino. Nada de esto
es exacto. La palabra revolución significa en física una vuelta entera (tierra). Pero el sentido que tiene la
revolución en el campo de las ideas es otro, una revolución es un cambio cualitativo en el orden de los
fenómenos. No se trata de un cambio cuantitativo (más o menos de lo mismo). Las cosas no son más
como eran antes, son de otra forma, cualitativamente diversas. La palabra revolución se opone a otra
muy semejante: evolución. La revolución rompe con una evolución, proceso gradual acumulativo y
progresivo que va sumando elementos del mismo tipo a los que ya había antes. La revolución fractura,
rompe con la evolución, no es más de lo mismo, es algo diferente.
Como dice Koyré, estos cambios sustanciales en la ciencia, cambios revolucionarios en las ideas
científicas no pueden producirse sin cambios sustanciales en el pensamiento, en la filosofía. Estos
cambios sustanciales que acompañan el proceso revolucionario iniciado por Copérnico, son cambios que
se producen en la filosofía y en el pensamiento, y aquí está el nombre de Descartes.
Diálogo de Descartes refiere a tres personajes: Poliandro, Eudoxio y Epistemón. Poliandro refleja
a la multitud de los hombres. Epistemón encarna a la tradición. Eudoxio (de la recta opinión).
Proceso cartesiano tiene que ver con el conocimiento y la legitimación del conocimiento.