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Pisa y corre

Beisbol por escrito


Selección y prólogo:
Vicente Leñero y
Gerardo de la Torre

. 1 .
Índice

Lanzamientospara
un prólogo/ Vicente Leñero ........................... 13

Primer inning
CharlieBrown
en la loma / Eduardo Lizalde ......................... 21

Segundo inning
Cualquieraltibajo/ Daniel Sada ......................... 25

Tercer inning
La vida en el diamante/ -Alberto Blanco .............. 3 3 -

Cuarto inning
Elfllder del destinoI Vicente Leñero ................... 43
Aut en tercera/Vicente Leñero ........................... 55

Quinto inning
Textos/ Raúl Renán ............................................ 69

Sexto inning
El centerfielder/ Sergio Ramírez .......................... 75
Apariciónen lafabrica
de ladrillosI Sergio Ramírez ........................... 85
Séptimo inning
La soledady el beisbol/
Francisco Hernández ................................... 107
El beisboltambién es un juego de palabras /
Francisco Hernández ................................... 109

Octavo inning
Un escritoren el montículo/
Gerardo de la Torre ..................................... 11 7
El día que le lanzó a HéctorEspino/
Gerardo de la Torre ............................. ~ ....... 121

Noveno inning
Los duelistas/Jomi. García Ascot ....................... 131

•Primir extra inning


• Éjelé:queni me dolió/ José Agustín ................... 13 5

Segundo extra inning


Ese hombreestdloco/ Eliseo Alberto .. ~ ............... 14 7

Tercer extra inning


El beisbolen ·México/
Gerardo de la Torre ..................................... 157

Line up .. .. . . . . . . . . . .. . . .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
Tras la huelga de peloteros que en el año 1994
impidió la celebración de la Serie Mundial,
Tito Monterroso, gran aficionado ar beisbol,
comentó que era la única vez en su vida
que había estado contra una huelga.

• Los compiladores dedicamos


este libro a la memoria de Tito.
Bulpén
Lanzan1ientos para un pr6logo

Dicen que el ajedrez es al dominó lo que el reyde


losdeportes-según lo definía el Mago Septién-
es al juego del hombre-como llamó Ángel Fer-
nández al popularísimo futbol-. La inteligen-
cia y la magia de la estrategia (ajedrez y beisbol)
por delante de la habilidad técnica y el virtuosis-
mo corporal o mental (dominó y futbol). No es
cosa de ponerse-a discµtirlo, a fin de cuentas. Cada
quien su gusto, su aficion, su_celo,yse acabó.
Lo que s_íresulta índiscutible es la_presencia
dominante del futhol .. ·• '
-en'la lit~ratura universal .
De no ser el box, qµe •ha sido drama socorrido
en el cu~nto, en la nóvela, en el teatro, ningún
otro deporte le di~p,iita al fut su carácter prota-
gónico en la literatu;a de. nuestro tiempo, no se
diga en la literatura mexicana._
Ni en las grandes rachas del auge beisbole-
ro nacional, cuando los hermanitos Pasquel se
pirateaban figuras de las Ligas Mayores, o cuan-
do el Toro Valenzuela y seguidores invadían los
estadios monumentales, el beisbol ha logrado
inspirar con energía a nuestros conspicuos lite-
ratos. ¡Vaya!:ni fanáticos tan apasionados y tan
expertos como Tito Monterroso, por poner un
ejemplo, escriben sobre temas de beisbol.
14
Recuerdo que allá por los setenta, cuando
andaba yo sediento de literatura beisbolera,
Juan Rulfo n1e recomendó a un notable cuen-
tista de nombre Ring Lardner. También Fede-
rico Campbell lo conocía: recordaba de él, me
dijo, un cuento de dos hermanos que rivaliza-
ban en la vida y en el beisbol: un poco como la
historia secreta de los hermanos Valenzuela que
alguna vez esbozó·Ramón Márquez en una cró.-
nica periodística inolvidable. Ring Lardner ha-
bía nacido en Michigan en 1885 y muerto en
1933. Fue cronistadep~rtivo en el Chicago Daily
Tribune y autor de un-par de novelas ( You know
Me, Al y The Big. Town), además de una auto-
biografía y·sus ciien~osbeisbo'leros. Algo averi-
güé de Lardner, ¡1eró110cons,eguí encontrar sus
cuentos beisboleros tr~ducidos al español. En-
contré finalmente uno, aunque no de beisbol,
en una Antología de·escrztorescontempordneos de
Estados Unidos, publicada por la editorial
Nascimiento de Santiago deChile, en 1944. El
título del cuento estaba traducido como "Cor-
tando el pelo" y mostraba a un Lardner irónico,
agudo observador de tipos pueblerinos, un poco
a la manera de Erskine Caldwell.
Suspendí mi búsqueda de literatura norte-
americana beisbolera cuando leí, con asombro
y con ira, en 1984, la traducción de la maravi-
llosa novela de Bernard Malamud: The natural.
También debía a Rulfo y al fervor de Gus-
tavo Sainz mi lectura de Malamud, aunque des-
,:t·,
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pués de El dependiente, publicado por Seix Ba-
'
rral en 1965, sólo conocía sus cuentos de El ba-
rril mdgico.
The natural era una novela de 1952, la pri-
mera novela de Malamud, que sólo hasta 1984
apareció traducida al español por Plaza y Janés
como El mejor. La edición parecía motivada por
la reciente versión cinematográfica de la novela,
interpretada por Robert Redford. Aunque el
ambiente beisbolístico estaba muy bien logrado
en la pantalla, la película "de" Redford resultó
ser una descarada traición a la novela de Ber-
nard Malamud: convertía en final feliz el desba-
rrancamien to moral que significó el célebre
episodio de corrupción en las Ligas Mayores
durante la Serie Mundial de 1919.
Ciertamente eso era grave, pero lo-que a mí
me pareció espantoso, inadmisible, verdadera-
mente traicionero contra Malamud, fue la tra-
ducción infame que había hecho del libro un
tal J. Ferrer Alev, según acusaba el créáito co-
rrespondiente.
Nadie es capaz de negar que uno de los gran-
des males que han padecido desde tiempos in-
memoriales las editoriales madrileñas y catalanas
son sus insoportables traductores. Cuando no
se exhiben como torpes letrados que malusan
los gerundios, desconocen la caligrafía de los
guiones, malentienden los regímenes del pro-
nombre y etcétera etcétera, padecen pública-
mente un complejo de arrogancia geográfica.
16
Consideran que por ser ellos 1nadrileños o cata-
lanes, los autores y personajes alemanes, húnga-
ros, chinos o ingleses que traducen deben usar a
la fuerza 1nodismos catalanes o madrileños de la
n1.áselemental conformación. Por culpa de es-
tos señores· incapaces de encontrar equivalen-
cias de más amplio espectro al habla coloquial
de un ruso o inglés o japonés -¡por culpa más
bien de las editoriales que los contratan, segura-
mente a precio de hambre!-. las traducciones
de los grandes autores están embarradas de gili-
polleces y ¡hostias! y ¡me cago en la madre! que
deben hacer reír a los mismos lectores españo-
les, que no poi estc}.rfamiliarizados con el argot
hispano encuentran verosímil enchufarlo por la
• fuerza en la bbca de _un negro sudafricano, por
aludir directamente a los. traductores de Coet-
zee, o de·Bé_nJeÜoun,o de Henning Mankell o
del que nos toque eri turno, éa:rajo.
Si eso ocurr~ en ·el·argot o con_el habl~ co-
loquial, imagínense lo·que se puede esperar cuan-
do un catalancillo de quinta, como parece ser el
tal Ferrer Alev, intenta traducir los términos del
beisbol -un deporte q:ue los españoles ignoran
y desprecian-. - indispensables para entender la
dramá~ica novelística de Bernard Malamud.
En lugar de enterarse y de estudiar las re-
glas del juego para saber qué es un hit y un
catcher y un shortstop y un centerfielder, se con-
forman con buscar en su diccionario de bolsillo
equivalencias literales que dan origen a contra-
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sentidos y absurdos y arruinan, desde luego, la
lógica del episodio.
Oigan esto que traduce Ferrer Alev:
Foivler se puso tenso y acabó fuera de juego
con un pop fly y strike-out. En la mitad del sépti-
mo de los Knights, Carl Baker consiguió un esti-
muÚlnte triple, superando a Stubbs, y fue a su vez
driven in por un simple de Flores. Esto igualó el
tanteo, pero seprodujo el desempate cuando, en su
parte del inning, los Cachorros colocaron dos do-
bles back to back, para·conseguir otra carrera.
También me he encontrado con estropicios-
como los de Ferrer Alev en libros de Anagrama
que de repente: ¡oh desgracia!, tocan el tema del
beisbol. Segur~ent,e .Paul Auster no se ha to-
mado la molestia de revisar la impía traducción
que Marjbel.deJuan hace de su novelaMr. Vér-
tigo, sobre todo en:.lo relacionado con los episo-
dios de beis, allá por el capítulo III~ ¡Qué horror!
Mejor olvidarse del tema y mejor buscar li-
teratura beisbolera escrita originalmente en es-
pañol por quienes aman el idioma y. entienden
el beisbot A esa conclusión llegamos quienes
quisiéramos ver y sentir nuestro deporte predi- _
lecto enriqueciendo la literatura.
Gerardo de la Torre lo pensó con seriedad
y, asistido por mí como asiste un simple coach a
un cuarto bat plantado ya en la caja de bateo, se
dio a la tarea de elaborar esta antología de tex-
tos beisboleros que tiene de todo: narrativa,
poesía, dramaturgia, crónica ...
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Una colección de escritos que se valoran por
sí mis111os,como se valora una línea de hit.
Un pufiado de páginas para los fanáticos de
este deporte rey que nos ayuda a vivir.

Vicente Leñero
Primer i11ning
Charlie Brown en la loina
(Tango de otro viudo)
Eduardo Lizalde

En la noche asesina, y solo en el montículo,


¡qué soledad a veces, Charlie, pavorosa!,
con casa llena,
y ya en la parte baja de la octava,
y tirando wild pitch -uno tras otro,
salvaje, eterna soledad, de veras.
Cósmica soledad del lanzador al centro del
diamante.
Una mirada al fondo, de ratón acorralado:
tolet~ros veloces, atentos y enemigos
y tristes járdiner6s fraternales
a los que ciega elsol bajo tas bardas.
Solar, nocturna jornada interminable.
Lluevan, cielos,
derrúmbense las nieblas sobre el parque.
Viudo en la loma,·
como bajo la ducha en esa infancia
que dejábamos ya, soñando en altas diosas .
o primas· ruborosas e imposibles,'
y haciéndose una horrible, deprimente
puñera
en la mañana,
¡qué soledad, de veras, Charlie!
-y falla el doble play, para acabarla.
Segundo in11ing
Cualquier altibajo
Daniel Sada

Antes que nada, debería estar prohibido hacer


juegos de ocho, diez, o más horas en época de
verano, pues son demasiado largos para los es-
pectadores y !os mismos· peloteros se fastidian a
causa del calorón. El beis bol divierte· o cansa,
según sea el punto de vista. Sin embargo, esta
vez no fue como .otra~, :¡ni-Dios mande! Empe-
zaron a jugar luego de ·1a:madrugada aprove-
chando el rel_ente_paJa .así· terminar pronto,
digamos, antes -:del ano~hecer. Se enfrentab-an
los acérrimos.rivales: Cachorros deSacramento
contra Forajid~s.:de ·B-~q;il(as;los segundos, vi-
sitantes. Eljüegq¡s~ll.eyo a ~abo en el llano que
está hacia la orilla- s.ur;,-por el rumbo del pan-
teón. Siempre,-se utiliza-ha \1na bol~ porque era
la costumbre, o más bien; para evitar despHfa-
rros. Poca gente se dio cita:·unos ocho sombreru-
dos que llevaban lanche y'soda. Éstos sentáronse
en unas piedras. Ni siquiera vendedores ambu-
lantes por ahí.
Los Forajidos traían un total de doce hom-
bres, con dos píchers abridores en la banca y
listos para el relevo, también un jugador de re-
fresco por si acaso se ofrecía; en tanto que los
Cachorros justo eran los nueve batos. De falla~-
26
les el picheo alguno de los del cuadro tenía que
cubrir la ruta. ¡Claro!, podía presentarse el caso
de que uno se lesionara, pues ni 1nodo, a ver
cón10 se arreglaban para re1nover gorrudos a
distintas posiciones encontrando las ideales de
acuerdo al bateo enemigo. Para colmo, ningu-
no de los conjuntos traía a su manejador.
Fue por ello que desde antes de que empe-
zaran los del cuadro visitante se sintieran yaga-
nadores, burlándose con descaro de los pobres
contrincantes queni siqui~ra contaban con una
mínima porra ·quelos pudiera animar. Después
del calentamiento los capitanes de equipo y el
ampayer se llevaronln.-:ísde una hora discutien-
do varias reglas de t~rteno. Los Cachorros, por
su parte, ~oniehtaban· entre ellos que ojalá vi-
niera el resto -de SUS' demás compañeros, pero
que el inconveniente e~ que en la noche de ayer
hubo fiesta en· Sacramentó: mucha bala y bo-
rrachera, además del consabido desvelo. Acá en
las averigua.taslo que les llevó más tiempo fue
discutir quién recogería·la. bola, ya que era una
impertinencia nombrar eri forma oficial a uno
de los asistentes para labor tan molesta. Se acor-
dó que los propios peloteros fueran·los recoge-
dores tanto en terreno de faul como si la bola se
iba hasta el mismito panteón, el cual estaba bien
lejos_,aunque pudiera ocurrir.
Esto era precisamente lo que retardaba el
juego. El cácher, el responsable, si el batazo iba
hacia atrás. Lo mismo el primera base o el jardi-
·-------__.. . - -

27
nero derecho -depende--, calculando la dis-
tancia donde n1uriera la línea, o quien quedara
n1ás cerca. Igual por el otro lado y hacia el fon-
do en los supuestos jardines. ¡Pleeey bol! Co-
rrespondía abrir la tanda de bateo al equipo
visitante, que pues no tenía uniforme y en lugar
de espais calzaban unas botas viboreras para ba-
rrerse meJor.
Pero portaban cachuchas de un amarillo chi-
llón que con los rayos de sol se hacían más fos-
forescentes: treta para distraer al pícher. Un
bateador pelos· largos de estropajo, verdolagón
y chupado era el primero en el orden, nada más
de ver la estampa parecía peligtosísimo.
ll El pícher se· la rifó tirándole todo lo recio
que pudo y se salió .con la suya: un ponche es-
pectacular con sólo tres lanzamientos q~e deja-
ron al pelao con la ,carabina al hombro. El pícher
despué s de esto' hizo varios movimientos de con-
1

tento como calmando. sus nervios y para darse


confianza; además, los efectos de la cruda, pro-
ducto del despiporre de anoche, estaban bajo
control. A partir del segundo bateador sobrevi-
no lo fatal, le siguieron una serie de chaparritos
rechonchos y: batazos por todas partes, excepto
por la pradera central, líneas de jit y jomrones,
texas líguer a granel, flais contra el sol engaño-
sos, carreras y más carreras solamente con un
aut. Ni modo de relevar al pícher descontrola-
do, pues nadie de los que estaba sabía lanzar
curva o recta por el centro, etcétera.
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Desde luego, ninguno de los ocho so1n-
brerudos que presenciaban el juego iba a ir has-
ta la casa del 1naldito relevista a despertarlo y
traerlo. De modo que seguía la garrotiza y nada
más con un aut. Entre que recoger bolas los des-
velados Cachorros y aconsejar a su pícher pasa-
ron como dos horas. Ya para eso de las dos,
habían entrado como dieciocho carreras del
equipo de Boquillas sin que todavía batearan
los del-equipo de casa, quienes de una u otra
forma habíap. tenido. trabaj·o. •Excepto el j ardi-
nero central, que hasta seestaba durmiendo por
tanta inmovilidad. De pronto, salió un jomrón
rajanubes·que de seguro ca~ría por la pradera a
su cargo. Lbs otros dos jardineros le gritaron que
corriera tras la bola que había caído atrás de él,
pero lejos,·y no tuvo riiás remedio; éste no oyó
el golpe contra el ·llano, ·entonces se dirigió ha-
cia el panteón, no sin antesrevisar por entre las
nopaleras que fue encontrando a su paso. La
pelota: ¡ni sus luces!;y sin mirar hacia atrás tomó
las cosas con cal-ma,:examinando-enrededor, con
un miedo muy extraño que le entró, ·a ver si veía
•algo blanco. _•
Y que mira hacia las nubes ... Pero no.
Decidido a no voltear hacia atrás siguió bus-
que y busque aquello que tal vez ... En eso, que
observa hacia su derecha y ve que viene a lo le-
jos un pastor con su rebafio. Sí, figura reconoci-
ble: porque le era familiar tan sólo con distinguir
el sombrero desgarrado: ¡su compadre!, quien,

1
29
cuando estuvo tnás cerca y dándole un leve sa-
1udo con la mano 1nuy en alto, preguntó:
1

-¿Qué haces tú?


-Es que pegaron jomrón y ando buscan-
do la bola. ·
-Yo lo único que te digo es que en casa
tengo un frasco de sotol y te invito a saborear-
lo ...
Esa voz lo estremecía, lo empujaba hacia el
placer. Pero ... El jardinero central poco a poco
volteó toda su cabeza, contemplando con azoro _
la indolente lejanía: tenaz juego solitario y qui-
zá hasta tenebroso.' Sus compañeros de equipo
ni siquiera le gritabap porque teníañ la esperan-
_za de que éncontrara··la bola' y volviera alguna
vez. El silencio fue~tirante, largo.y turbio, im-
posif?le de romperse. Los minutos palp_it-abanen
el aire tal~i Un puls~ ~ovedoso anduviera entre
las cosas. Allá: ün símulacro estático y espectral
bajo el lente de la-luz. Temeraria incandescencia
que se to.tisuine desp-acio. Aiver a los peloteros
como estatuas encantadas -I~parecía ver un cal~
d,o con urtos cuantos fideos cociéndose a fuego
lento. ¿Regresar?, ¿con la pelota?,· ¿para qué? ...
Ah, resoplido y recompensa ... El jardinero cen-
tral de plano decidió irse co-9-su compadre el
_ pastor dejando ese juego así.
Tercer inning
La vida en el diamante
Alberto Blanco

A Abel Quezada y el Mago Septién

Pasan las generacionesy caen los ídolos.*

Aquel domingo en el parque de pelota


era un día especial. •
Los Diablos Rojos regalaban banderines.
Aquella mañana los héroes de mi infancia
tiraron pelotas al público.

Cuando se acercaron a la primera base


le pedí a mi jefe
que se pusiera listo -par_acachada~

Fue entonces qu~ la vi venir: •


La:pelota voló voló
hacia donde estábamos.· ..
¡todos los cuerpos se alzaron!
La bola dio eri varias manos
y cayó por fin en las manos de mi padre.

Pero no pudo quedarse con ella.


Pobre ...
yo sé que de veras me la quería dar.
Como que las cosas no volvieron a ser
iguales desde entonces ...
mi vida comenzó a cambiar.
34
Y a decir verdad
desde aquella 1nafiana de domingo
la ando fildeando.

II

jugador sin audacia


es un anzuelo sin carnada.

Se hacía de .n~che en la calle


y despu~s de jugar por horas
con un~ bola verdadera de beisbol
y de tirad~ con,un bat pesado
• llegó aquel much~cho mayor que nosotros
al que le.apod~b~n el .Diablo.
Nos .mir~ con displicencia.

Todos· sabí~~os que venía de ver a las


gemelas • . •
y -oscuratnente-- ·-.. adivinábamos lo que
hacían
a escondidas ~n la penumbra de su cuarto.

Ellas lo llamaban con malicia


apagando y prendiendo las luces de su
recamara.
I

El Diablo sacó las manos .de los bolsillos,


se las frotó enérgicamente y nos exigió la
bola.
Luego me dijo que me pusiera al bat
\
35
para que supiera lo que es candela.
¡Y vaya que lo que salió del brazo era
candela pura!

La pelota zumbó con una velocidad terrible


y describió una curva inverosímil,
hermosa, sobrenatural ...

No sé por qué
aquella primera curva.
me hizo ver con otros ojos.
la luz parpadeante en la ventana.

III ·

Las grandestragedias
se escriben.con dos outs.

Las· tribunas están casi desiertas.,


Unos cuantos fanáticos de hueso colorado
entran y salen del_parque de pelota
sin haber,llegado a ninguna conclusión.

La soledad del montículo crec;:epor momen-


tos
mientras cambian los números en la pizarra
y giran sin cesar las manecillas del reloj.

Las porristas se dejan ver de vez en cuando ...


corre la enésima tanda de cervezas.
36
En las alturas del palco principal
alguien se pasea 1neditabundo ...
preocupado ...
Son ya cinco días seguidos de juego
y el partido no se puede dese1npatar.

En la sexta jornada surge el acuerdo:


habrá un día completo de descanso.

Al finalizar el séptimo día


se supo la decisión· que definiría el partido: JI
viene el Diabfo;,a~batear de· emergente.

.. .. . ·. ·_ La jugada genial:
,·.. · ,. :••'.•.•url reldmpagoque se desvanece.

El pitch~r estrella. . .·.·


escarba la :loma deJas~s~rpentinas
y maldice entre dientes.\ ...
Allá va la bola: se va, se va'... •.
se va como cualquier día de nuestra vida,.
como se van los recuerdos' •

en el río de la naturaleza de las cosas.

Mientras da la vuelta al diamante


en son de triunfo el temible cuarto bat,
quedan unidos para siempre
la barda y el tablazo,
el ídolo y su público,
la imagen y la visión.
\

37

Lospromedios son comoprofetas


que miran hacia atrds.

¡Qué difícil sostener un duelo de pitcheo


hasta el final del partido!
Un descuido y la pelota
va a dar al otro lado. de la barda.
. .

Lo que era una blanqueada


se puede convertir de pronto
en un racimo de carreras.

iQué difícil es abri~ el corazón


al tumulto lumiQoso de la vida!
Pero en el momento me_nospensado
sucede -_ ·o puede .suceder-·--
y el mundo entero se convierte
en un mistério:renovado.
Todo depende de ~ste instante milagroso.

VI

El beisboles un deporteexacto.

1O,100 posibilidades contra una


de tirar un juego sin hit ni carrera.
20,000 posibilidades contra una
de lanzar un juego perfecto.
38
¿Cuántas posibilidades contra una
para que un ser hu1nano deje de sufrir?

VII

No existenlosquizds en el beisbol.

Quizá si se hubiera lanzado sobre el batazo


fildeándolo de oído •
le habría llegado-a ·la pelota ...

Quizá 'si la hola .• ': ..••


no hubierapicadü·en la raya de foul
otro gallo nos cantara.:.

Quizá si-enlugar- del toque de sacrificio


que mandó.el manager'a·•
le hubieran dado bateo libre ...

Quizá no aprenderemos nunca la lección.

- VIII

Sin los números el beisbol


. no tendría pasado ni futuro.

Thousand and one: el número infinito


que se dice en un segundo.

El número que dicen los ampayers


para calificar un balk.
39

Lo tnás grande y lo más pequeño:


la historia de un instante.

Y este santiamén es suficiente·


para acabar por siempre con la ilusión.

IX

Si supiéramostratar a Lavictoria
y a Laderrota
como dos impostores,
todosseríamoscampeones.

Más impredecible que una bola de nudillos;


más generosa que un jonrón con casa llena;
más triste que una carrera de caballito;
más abnegada que un catcher;
más azarosa que un break;
más contundente que un ponche;
más discutible que un balk;
más delicada que un toque de bola;
más peligrosa que un.robo de home;
más dulce que una victoria eri casa;
más preciosa que un triple play sin asisten-
.
c1a;
más perfecta que un juego perfecto
la luz en las 1O 000 facetas
de la vida en el diamante.

* Todoslos epígrafesde "La vida en el diamante" son de


Pedro,el Mago, Septién.
Cuarto inning
El filder del destino
Vicente Leñero

A Abel Quezada, in memoriam.

Personajes

El fílder
Voz hombre··
Voz mujer·

.. •.•y tristes jardineros fraternales


a los que ciega el sol bájo las bardas.
ENRIQUE LIZALDE

Lugar·

El jardín derecho, en el campo de· beisbol de u_na


liga obrera. S6lo s~ advierte.·un troz_odel inmenso
sector de juego que se an.tojd de pronto un páramo
campestre, lejos de todo. Pasto crecido y sectores
pelones. Hoyancos. Piedras. Al fondo: una barda
rematada con tela de alambre semidestruida que
limita el campo. •
Por sí mismo, el ambiente debe tener, de al-
gún modo, un aire fantasmal. Las vocesalternati-
v1isdel Hombre y la Mujer llegan al campo no por
el sistema de sonido del teatro sino ''de viva voz'~
Son voces directas, pero vienen de muy lejos, de la
-
44
conciencia misma del personaje, quizd. (VOZ
HOMBRE habla con textos del autor. VOZ MU-
JER, confragmentos de poemas de Eftén Herndn-
dez: "Desde este alrededor de soledades': "Una
espina de muerte ... ': ''Hondo, incomunicado ... "
y "Tal vez no miro bien . .. ")

Acto único

Cuando se hace Laluz, el-FÍLDERestd avanzando


hacia el centro de su sector,de espaldas al público.
Viste unlf{)rme de beisbolista~·un- uniforme viejo,
sucio, en cuya camisetd se lee; al frente, con letras
de_frarzelq,r~sidas, el-nq.mbr_e-deJ equipo: Toros.
En 1,a· i
espaldá~;ta_mbt4.~o/i _ciff4-! de .franela, su
número:-14._#~va·desd/luego-:unagorra y medias
y zapatos de -b;is_bolista~ El_FÍLDE~elige un sitio y
hasta entonces sr da -la puelta_-pataquedar frente
al público que-ocupa el-lugar imaginario donde se
encurntra ti cuadro_del ci:lmpo:C.Ofl sus almohadi-
llas, el mo_ntícu(ó, __
del pléher, e/)om. . . Nada de
esto se ve: sólo elpdramo ·i,nmensodel jardín dere-
cho. Él extrae de ltl:bo-4a/rasera de su p4ntalón su
"guante de beisbolistáy se lo-calza en la mano iz-
quierda. Lo amolda_go/peando su hueco con el
puño cerrado, varias veces. Luego se ajusta la go-
rra, escupe hacia el pasto, se pellizca con la dere-
cha loshombros de su camiseta, se toca losgenitales.
Vuelve a golpear el hueco del guante con el puño
cerradoy se inclina hacia delante, como alistdn-
dose para el inicio de la entrada. Apoya ambas
45
manos, /,a derecha y la del guante, sobre las rodi-
L/,as;así, inclinado, alerta, Listo.Cuando se oyepor
primera vez la VOZ HOMBRE, han transcurrido
por lo menos dos minutos desde que se vio apare-
cer al FILDER rumbo a su posición. Se siente el
tiempo, la espera, /,a soledad.

VOZ HOMBRE
Ya estás aquí otra vez, en el jardín derecho.

Silencio. Luego: murmullos, ruidos lejanos, vo-


ces·ininteligibles. Viento,: Sobre todo el sonido
de un viento fantasmal. •

VOZ MUJER , ~, ,.
De esta región no,-pueden.º<-·:
recibirse mensaje~ .. '.. ,

Silencio. :Él -.seendereza.~,Si ~lleve n·ervioso•en


su sitio. Descubre una· piedr~ que· podría estor-
barle y la arroja lejos: haci~ atras·-yasu izquierda·;

VOZ MUJER
De esta región no pueden
recibirse mensajes~ ..
de ella no cogemos •
sino hálitos más vagos
aun que presentimientos.

Silencio. Él está inmóvil, pensativo, con la vista


siempre al frente.
46
VOZ HOMBRE
Ya estás aquí otra vez, en el jardín derecho,
hurgando solitario en un futuro que sofiabas 1ne-
jor y no se te hizo.

Silencio.

VOZ HOMBRE
Parecía que ibas bien. En un principio, em-
pezabas los juegos de primero en el orden por-
que siempre lograbas embasarte y llegar a
primera con el toque de bola o con el jit. Nadie
mejor que tú para correr-las:bases.

VOZMUJER
A esta región rio',~ige el movi_miento ...

·voz HOMBRE
Nadie mejor que tú jugando-al -shorestop.

VOZ MUJER.
No la oye el oído, pues µo _vibra,
el tacto no la tienta, pues no oprime, •
no la halla el pensamiento. _
Porque jamás se torna,. ni las ondas
de la pasión lo álcanzan, porque es simple,
inaccesible y pura.

VOZ HOMBRE
El mejor parador en corto de tu equipo y
de toda la liga de las fábricas.
47

VOZ MUJER
Sólo de tiempo en tiempo,
semejante a esos lentos intervalos
de luz, con que se abre
y adara un poco el gris de un largo invier-
no,
suelen abrirse un poco mis nublados.
De tiempo en tiempo largo un breve espa-
.
ClO,
el alma, levemente,
surge a una escasa luz, y está arropada
como una sábana.· •

Silencio. En ·seguida:-ruidos de público emo-


cionado.

VOZ HOMBRE
Con cuánta rapidez asistías en segunda, pi-
voteabas, tirabas a primera y completabas, ¡qué
a tiempo!, el doblepley. Un veintitrés de marzo
(¿lo recuerdas?) aquel atrapadón impresionante
a una línea de fuego que se iba (con.dos auts en
el cierre de la octava y un hombre en la antesa-
la) ganó para tu equipo el gallardete y tú sentis-
te el vértigo del triunfo, el ruido de la gloria y la
• I
consagrac1on.

Aumentan los murmullos. Se escuchan, siem-


pre lejanos e ininteligibles, ruidos de público,
gritería, aplausos. Él parece animarse. Cambia
48
de posición. Se apresta para salir en busca de
un batazo, pero la bola no llega hasta su cam-
po, seguran1ente atrapada por el primera base.
Se vuelve de espaldas, avanza un poco más ha-
cia la barda, patea una piedrecilla. Gira de nue-
vo para mirar hacia el frente. Ahora está recto,
inmóvil como una estatua. Silencio. Transcu-
rren segundos.

VOZMUJER . .
Desde este alre.dedor·-desoledades
que-a.mi espíritu envuelve, - - '
desde Ja cruenta fecha en que partiste, .
•desde q~e est,ásausente;· .. _
-.-á;-·1:ravéf
de los aAos·sllspengtdos, •
como. cortinas_tenues, •
sobre la sertdaJe,veqµetu'paso -_
_:~arcó, hunµHá11doel césped',·. ; - •
le p~do a.tu recuerdoün~ c~ici:a
que nu:nca:rne concede(
le pido a -tu.re(:uerdu \ina caricia,
ya de manos de nieve, •
cada vez que la tarq.e, como ·un sueño,·
tras de dormirse; muere .. ·•

Silencio.

VOZ HOMBRE
Al año de todo eso, apenas empezó la tem-
porada, caíste en un slom de bateo incompren-
sible.Te ponchabas tirándole a pichadas altísimas
49
o a una recta inocente por la zona de estráik. Te
fuiste para abajo de doscientos_.No llegabas ja-
1nás a la primera y en el short empezaron tus
errores, tus pifias, tus tiros alocados ... Se te es-
currían las rolas por debajo del guante. Malaba-
reabas la pelota y no ppdías doblar. Te volviste
pasmado, lento, torpe, un lastre para el cuadro,
una calamidad.

VOZMUJER
Más solo que el cipré§ tras la ventana,
más hon_do que-la-muerte, -
más baldío.que-el gds cielo vacío,
. , ; .
m1 esp1ntu se siente,_
y mi voz, como brasa entre cenizas,
parvamente se enciende,-
pidiendo a tu recuerdo una-caricia,.
que nunc.a me co~cede, • ••
cada vez que la tarde,·cómo un sueño,
tras de dormirs·e, muere.

Silencio. ÉL sigue inmóvil. Mira de cuando en


cuando hacia arriba, hacia el firmamento. Pare-
ce aburrido, sin nada que hacer.

VOZ HOMBRE
Entonces decidiéron mandarte para el raight.

Silencio largo.
50
VOZ MUJER
Hondo, incomunicado ...

VOZ HOMBRE
Ya estás aquí otra vez, en el jardín derecho.

VOZ MUJER
Hondo, incomunicado,
entre apagados muros,
hay un recintohermético, cerrado; fidelísimo,
de libertad y paz, .
en realidad y luz, siempre encendido.

VOZ HOMBRE
Ya .estásaquí otra vez,.enel jardín derecho,
expulsad_o del cuadro, en el exilio; donde menos
daño hacen _tuserror~ po!que sólo batazos atrasa-
dos de bateador derecho, que son la mayoría (aquí
todos batean com'oderechos), se van a tu jardín.

Silencio largo. Ruido lejano motivado, tal v~z,


por alguna jugada. Silencio. Él se lleva-la mano
derecha a la bolsa trasera de su pantal6n y ex-
trae una colilla de cigarro. Se la lleva a la boca.
De la misma bolsa extrae un pequeño encende-
dor. Se vuelve de espaldas para prender la coli-
lla, se diría que clandestinamente. Da dos o tres
fumadas, la última de cara al cuadro nuevamen-
te, y arroja el cigarrillo lejos, de un papirotazo.
Mantiene su posición erecta, inmóvil, con los
brazos caídos. La VOZ MUJER empieza a escu-
charse mientras él fuma .
51

VOZ MUJER
En vano el cavilar con oscilante
desvelo vence el sueño,
en vano vela y vaga, abre los ojos,
hace girar en torno sus fanales,
lanza a palpar sus manos inseguras,
baja por sus raíces,
penetra hecha gusano de la tierra
y entre las manos mismas
se pierde del subsuelo que socava.

VOZ-HOMBRE
Ya estás aquí otra vez,
con miedo a' no poder cachar un elevado.

VOZ MUJER
Eres como una.esfera
vertiginosamente conturbada .. --.

l't VOZ HOMBRE


... con miedo a perder una línea que ruede
~ hasta la barda.

VOZ MUJER
Giras todo, te cambias ...

VOZ HOMBRE
... con miedo a no poder cortar un pisa y
corre.
52
VOZ MUJER
Vives en la torn1enta, entre zozobras
y continuos naufragios ...

VOZ HOMBRE
... con miedo a no tener ya el brazo sufi-
ciente para llegar un tiro a jom.

VOZ MUJER
Centrífugas corrientes
te apartan lentamente-de tu centro;
pero en tu ceritro.duras,-
tien~s un _ejefijo en que no cambias .
• -. -. -..-: .
..• . \:

Silenci·o;:El :pe_nhan~c~,
1

.- . inmóvil.·
; ~._. ~ .__.-~ ' .•

. ... .,._. . ~~ r :- • ); ~ .

•vo·z,HOM·BRE-''?- ·c. ' ...

: : . ',T¿duefori.'EisHil¡iítulas~el·hombro, la cin-
tura~:: -Qué.-no.:~~--Jµ~leya.-.- :.. -- ..- -

VOZ 'MUJER, ' · .••.


··Redonda e.rlde_tredor,incalculable
cavidad. infinita; vaciada
de luz, en·donde·inútiles
del todo; en· elvacío,
subsisten si~ objeto los sentidos.

VOZ HOMBRE
Suplicas el milagro de atrapar un batazo pe-
53
gadito a la barda. O llevarte una línea de cor-
dón de zapato. Suplicas que tu vida a nueve en-
tradas no se cuelgue de ceros ...

VOZ MUJER
Tal vez no me miro bien, tal vez ha sido
con yerba alguna amarga enhechizado
mi seso, y lo he perdido;
tal vez este vagar nttnca entendido •
y divagar sin fin, me han atontado;
tal vez tonto he nacido.

VOZ HOMBRE
Pero ya tejodiste. Te jodiste. Te jodiste, com-
padre. Te jodiste. '..__
- .

Se oye· el ruido de un batazo. Él se apresta. La


pelota parece volar tumbo a su terreno. Empie-
za a correrla mirando hacia arriba, midien.do lo
que parece un profundísimo elevado. Él se mue-
ve, se mueve ... Siguiendo el batazo desaparece
de la escena. •

Oscuro final.

1,,.__
Aut en tercera
Vicente Leñero

Personajes

CHATO MENDEZ
MANAGER
CARMEN
TERCERA BASE,
AMPAYER
CORREDOR: El doble del Chato

Lugar

Se distinguen tres zonas: .


La zona de la tercera base, en un· campo
de beisbol de un estadio profesional. La iuz'
sólo ubica, como aisldndola del resto del cam-
po, esa zona precisa que comprende la almo-
hadilla de la tercera base, la banda de cal que
divide el campo de juego del drea de faul, y el
sector de tierra apisonada donde se mueve el
jugador que cubre la tercera base. El jom in-
visible se localiza en el sector de los espectado-
res.
Un dngulo de los vestidoresdel estadio.Ban-
ca sin respaldoy locker.
56
Un dngulo del departamento donde vive el
invisible. El AMPAYER de tercera base, en la zona
de faul, también estdpendiente de la jugada por
venir. Se escucha el ruido de un batazo. Por la
actitud del TERCERABASE y del AMPAYER se en-
tiende que la bola ha ido, de jit, a la zona entre el
jardín izquierdoy eljardf n central que no alcan-
zan a distinguirse. Transcurrensegundos. El juga-
dor de la tercerabaseva hacia la almÓhadilla para
cubrirla. Un corredordel equipo contrario (que se
hallaba en la primera) aparece corriendo por el
cuat/,rorumko a la tercera.El jugador de la tercera
aguarda el tiro. El corredorse barre tratando de
llegar a tiempo. Del jardín central llega el tiro,
fuerte y :velo~.ctJrp,q~ un. rayo, hasta el guante del
jugador de 1átercéfµ.Éste baja el guante para to-
car al_'c;orreqor
barriéndose.La jugada es apretada
pero ~l AMP4YE~, --accionandocon espectaculari-
·dad, Ytb du.da _en/marcar el aut. El ~corredor, el
- CH¡íTQMÉ/JD/?.sr./evantt1:iracundo por la apre-
ciación
. ·,..
• ..
del ÁMPAYER.
•,.•.
;,- .
'
•. '
. . .

/. ...'-,i .
(:HATO,- , . ,-~- < -;

No m~·_rpc6.:(.Paúsq)YoUegué antes, carajo, ¡no


me tocó! (ElAMJ?AYER se mantiene estdtico mien-
tras C111t'tólo. e.ncara,furios_o.) ¡Llegué seif1...
¿Estás_ciego?¡1'roIlle tocóL .. ¡Ampayer vendi-
do! (El-AMPAYEi'mira al CHATO, retador.)
¡Vendidos!, hijos de/ (Se aparta. Sigue farioso.)
Fue más claro que nada. (Murmura.) Hijos de
su pinche madre. (Pausa.) ¡Aut!. .. Eso no fue
aut nunca. Está ciego.
\
57
.El All1PAY.é7< evitti al CllATV y desoyesus maja-
derüis. onvencido de que no conseguirduna rec-
tifi, ·ación pero aún farfullando protestas) el
HATO empieza a alejarse de la almohadilla con
el uniforme manchado de tierra por la barrida.
La luz decrece hasta borrar el drea. CHATO se di-
rige hasta /,a banca sin respaldo de los vestidores.
Con un gesto de rabia arroja lejos su gorra y se
sienta en /,a banca. Aparece MANAGER: un hom-
bre maduro vestido. ·con el mismo uniforme del
CHATO. Estd muy enojado. Durante los siguien-
tes parÚlmentos de MANAGER) CHATO se quita
su uniforme y sus _espaics.

MANAGER•.
No puede· ser. ¡De~yeras que no puede ser!...
Quién te mandó a tercera, carajo:.. ~ ¡Con dos
auts!. .. Eras la,-carrerá,del empate. Tenías que
quedarte en segu.nd.a;,y mira ,con 1o que sales.

CHATO-
Llegué seif. -

MANAGER
Qué seifni qué tus güevos. Te agarraron como
chino ... ¿No viste al couch de tercera? ¿Te man-
dó el couch? ... Por qué fregados no quieren
hacerme caso nunca. ¡Para eso está el couch! Si
él te manda, tú te lanzas; si no, nada, quieto
ahí ... Y él levant6 los brazos clarísimo, yo lo vi;
para que te quedaras en segunda ... Pero no,
¡cómo!, ustedes quieren jugarle siempre al héroe.
--

58
HA1
Llegué seif.

MANAGER
¡Sí, cón10 no! ... Lo de siempre. Ya me lo sé.
Ahí van. Se lanzan a lo estúpido como si estu-
vieran jugando solos, y luego la culpa es del
ampayer. (Remedando.)Llegué seif. .. ¡Puta, qué
decepción! ·De nada sirve. que me parta la ma-
dre explicándoles· cómo se.juega esta chingade-
ra. De nada··sirv~.. -.Sobre-todo tú, Chato. Necio
en correr 'las bases por tu cuenta como si el
couch estuviera· pintado y yo fuera un pende-
jo ... No sé qué voy.a.hacer con ustedes, de pla-
no. (Mientras.habla, se •ilumina nuevamente ·el
área de la tercerabasJ,pero con una luz difusa,
mortecina,fanta{mal En el campo de juego se re-
pite la acción.Se .vuelvea escucharel batazo, en-
tre el murmullo del público, y el TERCERABASE
va a cubrir/,aalmohadil/,a.Un CORREDOR--como
sifaera el dobledel CHATO- aparecea toda,velo-
cidad rumbo a la almohadilla. Se barrey espues-
to aut. El AMPAYER lo marca. Luego se vuelve a
oscurecerel área.Sin interrumpirse,-elMANAGER
continúa.) ¡Hay que jugar con el escor, cuántas
veces se los tengo que decir ... ! Si tenemos dos
auts y estamos en la novena, a una carrera del
empate, ¡a quién carajos se le ocurre aventarse a
lo pendejo para ganar· una base! De nada sirve
una pinche base ... El batazo del Ratón era cor-
tito, tú lo viste, apenas a medio jardín, casi un
\
59
te..~as... Uno se queda en segunda, ni siquiera
necesitas a1 couch para entenderlo. Quietecito
ahí en la segunda, y a esperar a Martínez ...
Martínez es zurdo, ¿se te olvidó? Iba a jalar su
batazo para el derecho. Seguro. Estaba batean-
do de tres dos y ese pícher ya había perdido el
jom. Era obvio, carajo. Ya no le quebraba su es-
láider. (Pausa.) Lo que pasa es que no piensas,
Chato, y este juego es más de cabeza que de
güevos. Eso es lo que no has entendido. Sigues
pensando como en el llano ... Un batazo ¡y a
correr como mula espantada! Qué bonito .. ~ Y
para qué. ¿Para lucirte? Pues ya ves cómo aca-
ban tus pinches lucideras. :.

CHATO
Llegué seif.

MANAGER
Pero de dónde,. Chato, por_Dios. Ese seif no te
lo hubiera creído ni tu madre ... Desde que cru-
·zaste la segunda yo dije: · al matadero este ·ca-
brón. Como chino. . . Lo peor es que tú sabías
lo que significaba este juego para .nosotros. Lo
que importaba llegar a extrainings. La teníamos
cincho si llegáramos a extrainings ... -Ellos ne-
cesitaban a otro pícher y ya no podían mandar
más que a ese pendejo de Maldonado que ya
no· saca tres auts seguidos ni con el Puebla.· ..
Estábamos· en pleno raly, Chato. A una carrera
del empate. Tu carrera. La tenías tú. Tú eras el
60
responsable de todo lo que iba a pasar. 'fc>do
dependía de ti ... Y eso no se vale. No se val .
Me cai que no se vale jugar por la libre. orrcr
las bases a tu pura corazonada ... A santos de
qué ... Eso no se le hace a tu equipo. Ni a tu
manager.

CHATO
Yo me arriesgué porque pensé que llegaba ... Y
llegué. Llegué seif.

MANAGER
¡Lo vuelves a decir y te parto la madre, chin-
gaos! ¡Yaestuvo bien! ( Un silencio largo. CHATO
ha terminado de quitarse la ropa y estd en calzon-
cillos, sentado en la banca. Pensativo. MANAGER
permanece inmóvil -meneando la cabeza antes de
retomar su discurso. Vuelve -a iluminarse con luz
difusa, fantasmal el drea de la tercera base. -Se re-
pite la acción con el <;ORREDORque dobla al
CHATO. El .AMPAYERmarca el aut. A la mitad
de Ja acción retrospectiva en la tercera base, MA.-
NAGER retoma la palabra.) Ahora ya estamos a
un tris de quedar fuera. Jodidos ... Necesitaría-
mos ganar la serie limpia- a los Tecolotes y que
el Puebla le gane uno a los Tigres. Pero está ca-
brón. Sobre todo porque los Tecolotes andan
enrachados. Llevan seis al hilo y tres por blan-
queada. Dos series limpiecitas. Y ese zurdo Es-
parza está de temerse. Tú lo sabes mejor que
nadie, ¿no? Te metió dos ponches en el üldn10
\

61
juego, ¿no? ... ¿O fueron tres? ¡Puta, qué jue-
guito aquel, nos traía pendejos! Y con pura rec-
ta. Pura recta de ciento veinte millas ... O se la
encontramos en el primer juego, porque de se-
guro Carmona 1~ va mandar a abrir el primer
juego, o ya estamos haciendo nuestras maletas
para la chingada ... (Pausa.) Yo no digo que no
podamos con ellos, claro que podemos, tene-
mos el mejor orden al bat de la liga, ahí están
los porcentajes, pero para eso necesitamos echar-
le de veras muchas-ganas. No sólo muchas ga-
nas. Que cada quien cumpla con -lo que cada
quien tiene que cumplir de obligación. _yya. Nada
de correr las bases como hoy. Echarle inteligen-
cia, más_que ganas. Inteligencia junto con las ga-
nas. Eso ... Si no, a la goma. Quedamos fuera para
los pley-ofs y quién. sabe cómo nos vaya. en la
próxima temporada. En contratos y. en sueldos.
Nos van a traer. cortitos, yo lo sé... Y con razón·.
Si ni siquiera sabemos correr las bases, qué se-pue-
de esperar de un equipo que tenía que ser, con
mucho~ el mejor de la liga. Esa es la verdad.

Con sus últimas .frases,MANAGER sale de los ves-


tidores. Desaparece. Durante el discurso de MA-
NAGER, CHATO termina de vestirse con la ropa
que ha extraído de un -locker:pantalones de mez-
clilla, za,patos ligeros, camiseta, chamarra. Pensa-
tivo siempre, deprimido, CHATO se dirige al lugar
donde unos cuantos muebles sintetizan el depar-
tamento donde vive. Llega hasta él. "vtlhacia el
•' - ---

62
.
refrigerador.Extrae una cerveza de lata y se sienta
a una mesa. Transcurretiernpo. Se ilumina el drea
de la tercera base. El jugador de tercera, expectan-
te, mirando hacia eljom invisible en espera de la
jugada por venir. También expectante estd elAM-
PAYER. Se escuchael batazo, junto con el murmu-
llo del público, pero el área se oscurece de golpe, de
repente, como si la borrara la presencia de CAR-
MEN al entrar en el sitio donde se encuentra CHA-
TO, sentado .frente a la mesa y bebiendo de su
cerveza de lata. CARMEN es una joven mujer, es-
posa de CHATO. Está:arreglada, como para salir a
la calle. •

CARMEN
¿Ya llegaste? No te:·oí. ( CHATO levanta la vista,
apenas, pero no se mueve de su. lugar. CARMEN lo
besa en la mejilla, muy;'al paso~.)-¿Cómo-te fue?,
¿bien? (No espera respu~sta-.)_Penséque ya no te
encontraba porque me llamaron de Sicón, el li-
cenciado Martínez Reza,. ¿te_acuerdas? Parece
que ahora sí se decidiei;on y están=interesados
en el plan. No sólo los seguros de vida sino tam-
bién con los carros. ¡Qué maravilla!, ¿verdad?
Porque si pesco· los seguros de los carros y los
seguros de vida, van a ser·.~ . ya_estuve haciendo
cuentas. Me van a salir cómo treinta mil o cua-
renta mil de un jalón, y fijos. Para siempre. Cada
año nada más la renovación, que es la ventaja
de esto, como me _dijoJosefina, qué bueno que
le hice caso, ella sabía muy bien ... Además, el

- ...
63
licenciado M..artínez Reza promeáó recomendar-
me con otra compañía que es filial de ellos; un
despacho de contadores, creo. Y si no, con la
sucursal que tienen en Guadalajara, que está en
plena expansión ... Si sale lo celebramos, ¿no?
Como habíamos quedado. ( Consulta su reloj. Se
( exalta.) ¡Uy, ya es tardísimo! (Cambia de rum-
,,, bo.) Ay, se me olvidaba. Qué bruta soy. La car-
peta ... Mira nada más lo que se me estaba
¡l
olvidando. Y es que con la emoción ya no sé
dónde tengo la cabeza. ( CARMENdesapareceen.
el interior de !a casa. Luz difusa, fantasmal en el
drea de la tercera base. Se reproduceuna vez más
la jugada, en la almoh_adílla.:con el tiro que recibe
TERCERABASE, el corredorque se barrey el aut
que marca e!AMPAYER CARMEN regresacon una
carpeta antes de que concluya la,acción en la, ter-
cera base.) Nos vemos, mi amor. (Lo besa rápi-
damente.) Regreso en la nochecita. No creo que
me tarde mucho el licenciado Martínez Reza,
pero de cualquier modo yo te hablo si me dila-
to más. Que estés muy bien. Ahoritita nos ve-
mos. (Se detiene a unospasos de la salida. Se vuelve
hacía CHATO.) Ah, oye. Si me llama Josefina le
dices que me perdone, que ya no le hablé por-
que tuve una cita urgente en Sicón. Cuéntale.
Que luego, la llamo yo ... Y si llama mi papá,
que no tardo. Que vamos a ir a verlo el domingo,
como habíamos quedado, que no se preocupe ...
Gracias, mi amor. Nos vemos. Y ruégale a Dios
que se me haga el negocio. Cruza los dedos. Chao.
)

R HH I, rlr/initit rnn "nte. 'f-l/1'/ O perma-


11 s nt.1d 1111 • /11 111esrt, en imisrnado, termi-
n ndc d /,lb ,. s11 e n za. uando acaba, después
d u11 la, 7 to oprirne LaLata con su mano has-
ta arrugarla deforrnarla. Se pone en pie y de pie
p 17nanececon /,a vista apuntada hacia el campo
de beisbol. EL campo se ilumina, pero ahora con
Laluz c/,aray bril/,antede la primera escena. CHA-
TO observa desde su sitio al TERCERA BASE ex-
pectante, aguardando un posible batazo y oye el
murmullo del público. El TERCERA BASE y el
AMPAYER siguen el vuelo de una pelota invisible.
El TERCERA BASE corre a proteger su almohadi-
lla,.En eseinstante, CHATO arroja lejos su lata de
cerveza y echa a correr hacia la-almohadilla, a
toda velocidad Se produce el tiro del jardín. El
TERCERA BASE atrapa la pelota y se inclina ha-
cia el CHATO, que se barre confuerza. La jugada
es apretada. El AMPAYER tarda segundos en reac-
cionar. Aún en el suelo, CJ-IATO levanta la vista
para observar al AMPAYER. El AMPAYER se deci-
de, y con gestosespect-acularesmarca el aut. HA-
TO ya no protest-a.Se levanta y echa a camiruir.
triste, cabizbajo, en dirección a los espe t idor, .

scur Bnal.
Qt1into inning
To..rtos
Raúl Renán

Mickey Mantle (retráto)

La destreza tallada en sus músculos revienta la


piel de lo: posibl~~:Yelcdmpás curvado del tor-
so mide la perfec~ión· d~l:punto fijo proyect_an-
do el movimiento perpetuo. En un sol de gajos
con costuras,-viaja y transborda en la barda que
separa el _cielodel iilfierno. Sobre la tierra· con
los brazos abiertos ~p·.-irbol del jardín central,
atrapa las· aves·e.ti desbandada al cielo de :nadie.
El campo corto: a un, me~ro del ·suelo riega su
aroma horízóntal i'nap"terisible~El punto blan-
co que hace vol~ sobre ·verde rasga el ·azul infi-
nito. Se va, se va,·se·fue efángel que frota el aire
y excita la agonía-de· mi!es de mortales.

En la caja de bateo

Batea. Primera base ..Entra la pelota sin mirar a


quién. Segunda base. Tira la careta. Out en la
vida. Tercera base. La almohadita de la brea qui-
ta el miedo. Tira la máscara. Cae trasero el se-
gundo out. La curva de la seducción entra en
I
70 y
hon1e. Suda, maldice, las chispas dejan el cés-
ped n1oribundo. Magnificat para el Señor. El
bate se engaña. Después es el engañador: toque.
Escupitina de colmillo. La carrera muere súbi-
tamente. La manopla corta en tierra las alas a
los pies, pone out. Vuela la señal al desapercibi-
do. No hay quien alcance la almohadilla que se
aleja. Tira la bachicha. Muerde la goma de mas-
car. El robo es en segunda. Tira el amante. El
de casa encumbra la bola. Quiebra el relámpa-
go. Cae la tormenta. El perdedor la enjuga con
el pañuelo ensangrentado.

En el montículo

Mira a diestra y siniestra. Tira. Porque el amor


se atiene a la certeza. No a la duda. No al azar.
Out. El que sigue. Orden de bateo. Ella, la que-
rida, pone y quita el arma. Quien lo ve todo
desde el montículo, tira. La flecha no da en el
corazón. Alguien que grita lleva el mando. El
amor es entre dos. Se embasa. Tira. El mensaje
cae en el jardín. Lo recoge quien debe devol-
verlo y cerrar el home. Se arroja al agitado, el
que lleva el pasaporte. Muerte. Desde el fondo,
ya roto el horizonte, el sol emerge. ¿Quién fue
el ganador? El alumbrado sólo ve perdedores por-
que el amor voló la cerca por el lado del catcher.
Foul. Tira. El bat ataca al ave de las alas plega-
das. La multitud aplaude y borra con su alari-
71
do la historia de amor y muerte que se juega en
cada partido. Safe por Dios en las tinieblas.
Sexto inning
El centerfielder
Sergio Ramírez

El foco pasó sobre las caras de los presos una y


otra vez, hasta que se detuvo en un camastro
donde dormía de espaldas un hombre con el
torso desnudo,, reluciente de sudor.
-Ése es, abrí ----dijo el guardia asomándo-
se por entre los barrotes.
Se oyó el ruido, de la cerradura herrumbra-
da resistiéndose a la llave que el carcelero usaba
amarrada a la punta de un cable eléctrico, con
el que rodeaba su cintura para sostener los pan-
-talones. Después dieron con la culata del garand
sobre las tablas del camastro y el hombre se in-
corporó, una mano sobr~ los ojos porque le he-
ría la luz del foco. ,
-Arriba, te están esperando.
A tientas comenzó a buscar la éamisa; se
sentía tiritar de frío aunque toda la noche había
hecho un calor insoportable, y los reos estaban
durmiendo en calzoncillos, o desnudos. La úni-
ca hendija en la pared estaba muy alta y el aire
se quedaba circulando en el techo. Encontró la
camisa y en los pies desnudos se metió los zapa-
tos sin cordones.
-Ligerito -dijo el guardia.
76
-Ya voy, qué no ve.
-Y no 1ne bostiqués palabra, ya sabés.
-Ya sé qué.
-Bueno, vos sabrás.
El guardia lo dejó pasar de primero.
-Caminá -le dijo, y le tocó las costillas
con el cafión del rifle. El frío del metal le dio
repelos.
Salieron al patio y al fondo, junto a la tapia,
las hojas de los almendros brillaban con la luz
de la luna. A las doce de la noche estarían dego-
llando las reses en el rastro al otro lado del muro,
y el aire traía el olor a sangre y estiércol.
Qué patio más hermoso, para jugar beis-
bol. Aquí deben armarse partidos entre los pre-
sos, o los presos con los guardias francos. La
barda será-la tapia, unos trescientos cincuenta
pies desde el home hasta el centerfield. Un ba-
tazo a esas profundidades· habría que fildearlo
corriendo hacia los almendros, y después de re-
coger la bola junto al muro el cuadro se vería
lejano y la gritería pidiendo el tiro se oiría como
apagada, y vería al corredor doblando por se-
gunda cuando de un salto me cogería de una
rama y con una flexión me montaría sobre ella
y de pie llegaría hasta la otra al mismo nivel del
muro erizado de culos de botellas y poniendo
con cuidado las manos primero, pasaría el cuer-
po asentando los pies y aunque me hiriera al
descolgarme al otro lado caería en el montaras-
cal donde botan la basura, huesos y cachos, la-
\
77
tas, pedazos de silletas, trapos, periódicos, ani-
tnales muertos y después tne levantaría, sonando
atrás duras y secas, como sordas, las estampidas
de los garands.
-Páreseme allí. ¿Adónde crees vos que vas?
-Ideay, a mear.
-Te estás meando de miedo, cabrón.
Era casi igual la plaza, con los guarumos
junto al atrio de la·iglesia y yo con mi manopla
patrullando el centerfield, el único de los fiel.:.
ders que tenía una manopla de lona era yo y los
demás tenían que cóger·_amano pelada, y a las
seis de la tarde seguía fildeando au~que casi no
se veía pero no se·me iba ningún batazo, y sólo.
por su rumor'presentía la bola que venía como
a
una paloma caer en mi mano. •
-·-AquJes_ta,·capit~p.:-_-dijo el guardia aso-
mando la: cabeza, por la ·puerta entreabierta.
Desde dentro venía.el zumbido del aparato de
aire acondicion·ado.:'·
,_
-
-- Métalo y váyase.:-, -
Oyó que .la puerta era asegu~ada·detrás de
él y se sintió como·_enjaulado en la habitación
desnuda, las paredes encaladas, sólo un retrato
en un marco dorado y un calendario de grandes
números rojos y azules, una silleta en el centro y
al fondo la mesa del capitán. El aparato estaba
recién metido en la pared porque aún se veía el
repello fresco.
-¿A qué horas lo agarraron?· -dijo el ca-
pitán sin levantar la cabeza.
78
Se quedó en silencio, confundido, y quiso
con toda el alma que la pregunta fuera para otro,
alguien escondido debajo de la mesa.
-Hablo con usted, o es sordo: ¿A qué ho-
ras lo capturaron?
-Despuesito de las seis, creo -dijo, tan
suave que pensó que el otro no lo había escu-
chado.
-¿Por qué cree que despuesito de las seis?
¿No me puede dar una hora fija?
-No tengo reloj, señor, pero ya había ce-
nado y yo como a las seis.
Vení cená me gritaba mi mamá desde la
acera. Falta un inning, mamá, le contestaba, ya
voy. Pero hijo, no ves que ya está oscuro, qué
vas a seguir jugando. Si ya voy, sólo falta una
tanda, y en la iglesia comenzaban los violines y
el armonio a tocar el rosario, cuando venía la
bola a mis manos para sacar el último out y ha-
bíamos ganado otra vez el juego.
-¿A qué te dedicás?
-Soy zapatero.
-¿ Trabajás en taller?
-No, hago remiendos en mi casa.
-Pero vos fuiste beisbolero, ¿o no?
-Sí fui.
-Te decían "Matraca" Parrales, ¿verdad?
-Sí, así me decían, era por mi modo de
tirar a home, retorciendo el brazo.
-¿ Y estuviste en la selección que fue a
Cuba?
\
79
-Sí, hace veinte afios, fui el centerfielder.
-Pero te botaron.
-A la vuelta.
-Eras n1edio famoso con ese tu tiro a home
que tenías.
~ba a sonreírse pero el otro lo quedó miran-
do con ira.
La mejor jugada fue una vez que cogí un fly
en las gradas del atrio, de espaldas al cuadro metí
la manopla y caí de ·bruces en las gradas con la
bola atrapada y me sangró la lengua pero gana-
mos la partida y me llevaron en peso a mi casa y
mi mamá echando-las tortillas, dejó la masa y se
fue a curarme llena de orgullo' y de lástima, vas
a quedarte -burro pero atleta, hijo.
-¿ Y por qué te botaron del equipo?
-Porque se me cayó un fly y perdimos.
---¿En Cuba?
-Jugando contra.la selección de Aruba; era
una palomita que se.me zafó de las manos y en-
traron dos carreras, perdimos.
-Fueron varios los que botaron.
-La verdad; tomábamos mucho, y en ·el
juego no se puede.
-Ah.
"Permiso" quería decir, para sentarse, por-
que sentía que las canillas se le aflojaban, pero se
quedó quieto en el mismo lugar, como si le hu-
bieran untado pega en las suelas de los zapatos.
El capitán comenzó a escribir y duró siglos.
Después levantó la cabeza y sobre la frente le
vio la roja señal del kepis.
80
-¿Por qué te trajeron?
Sólo levantó los hoinbros y lo 1niró descon-
certado.
-Aja, ¿por qué?
-No -respondió.
-No, qué.
-No, no sé.
-·-Ah, no sabés.
-No.
-Aquí tengo tu historia -y le mostró un
fólder-, puedo leerte algunos pasajes para que
sepas de tu vida-dijo poniéndose de pie.
Desde el fondo del campo el golpe de la
bola contra el guante del catcher se escucha muy
lejanamente, casi sin sentirse. Pero cuando al-
guien conecta, el golpe seco-del bate estalla en el
oído y todos los sentidos se aguzan para esperar
la bola. Y si el batazo es de aire y ·viene a mis
manos, voy esperándola ':ºn amor, con pacien-
cia, bailando debajo de ell~ hasta que llega a mí
y poniendo las manos a la altura de mi pecho la
aguardo como para hacerle un nido.
-El viernes 28 de julio a las cinco de la
tarde, un jeep willys capota de lona, color-verde
se paró frente a tu casa y de él bajaron dos hom-
bres: uno moreno, pantalón kaki, de anteojos
oscuros; el otro chele, pantalón bluyín, sombre-
ro de pita; el de anteojos llevaba un valijín de la
panamerican y el otro un salbeque de guardia.
Entraron a tu casa y salieron hasta las diez de la
noche, ya sin el valijín ni el salbeque.
\

81
-El de anteojos -dijo, e iba a seguir pero
sinti6 necesidad de tragar una cantidad infinita
de saliva-, sucede que era mi hijo, el de ante-
OJOS.
-Eso ya lo sé.
Hubo un silencio y sintió que los pies se le
humedecían dentro de los zapatos, como si aca-:-
bara de cruzar una corriente.
-En el valijín que te dejaron había parque
para ametralladora de sitio y el salbeque estaba
lleno de _fulminantes. Ahora, ¿cuánto. tiempo
hacía que no veías a tu hijo? ·
-Meses ·-susurró.
-Levántame la voz, qu~ no oigo nada.
-Me~es, no sé cuánto, ·pero meses. Des-
apareció un día de su trabajo en la mecatera y
no lo volvimos· a ver. -•
-·-¿Ni te afligiste por él?_· - .
-Claro, un hijo es un hijo. Preguntamos,
indagamos, pero nada.
Se ajustó la dentadura postiza, ·porque sin-
tió que se le estaba zafando.
-¿Pero vos sabías que andaba enmontaña-
do?
-Nos llegaban los rumores.
-Y cuando se apareció en el jeep, ¿qué pen-
saste?
-Que volvía. Pero sólo saludó y se fue, cosa
de horas.
-Y que le guardara-!-1las cosas.
-Sí, que iba a mandar por ellas.
82
-Ah.
Del fólder sacó 1nás papeles escritos a má--
quina en una letra morada. Revisó y al fin com6
uno que puso sobre la mesa.
-Aquí dice que durante tres meses estu-
viste pasando parque, armas cortas, fulminan-
tes, panfletos, y que en tu casa dormían los
enemigos del gobierno.
No dijo nada. Sólo sacó un pañuelo para
sonarse las narices. Debajo. de la lámpara se veía
flaco y consumido, como reducido a su esque-
leto.
-Y no te dabas cuenta de nada, ¿verdad?
-Ya ve, los hijos -dijo.
-Los hijos de puta, como vos.
Bajó la cabeza a sus zapatos sucios, la len-
güeta suelta, las ·suelas llenas de lodo.
-¿Cuánto hace?
-¿Qué?
-¿Qué no ves a tu hijo?
Lo miró al rostro y sacó de nuevo su pañ ue-
lo.
-Usted sabe que ya lo mataron. ¿Por qué
me pregunta?
El último inning del juego con Aruba, O a
O, dos outs y la bola blanca venía como flotan-
.do a mis manos, fui a su encuentro, la esperé,
extendí los brazos e íbamos a encontrarnos para
siempre cuando pegó en el dorso de mi mano,
quise asirla en la caída pero rebotó y de lejos vi
al hombre barriéndose en home y todo estaba
83
perdido, 111an1á,necesitaba agua tibia en mis
heridas porque sie1npre vos lo supiste, siempre
tuve coraje para fildear aunque dejara la vida.
-Uno quiere ser bueno a veces, pero no se
puede -dijo el capitán rodeando la mesa. Me-
tió el fólder en la gaveta y se volvió para apagar
el aparato de aire acondicionado. El repentino
silencio inundó el cuarto. De un clavo descolgó
una toalla y se la arrolló al pescuezo.
-Sargento -llamó. ,
El sargento se cuadró en la puerta y cuando
sacaron al preso volvió ante el capitán.
-¿Qué pongo en el parte? -preguntó.
-Era beisbolista, así que invente cualquier
babosada: que estaba j~gando con los otros pre-
sos, que estaba de cénterfielder, que le llegó un
batazo contra el muro, que-aprovechó para su-
birse al almendro, que se saltó la tapia, que co-
rriendo en el solar del. r~stro 16tiramos.
Aparición en la fábrica de ladrillos
Sergio Rainírez

Para Danilo Aguirre

Siempre estará regresando a mi mente la noche


aquella de la aparición que cambió mi destino,
ahora que no tengo ni silla. de ruedas para ir
por lo menos de un lado a otro dentro del tem-
plo como yo quisiera, a doña Carmen se la pro-
meten de la Cruz Roja y:nlinc~ cumple:11.Doña
Carmen, la más· valedera, entre mis feligreses
aunque le s_obra¡;Íos añó~, eHa.me.trae el boca-
do cuando puede,-y.rrie-asea,,sent;ido como que-
dé para el resto_·de· mi vida: e.q ~ste -taburete de
palo no por,riingúg accisfeuriªque me hubiera
dejado paralíticb ni nada por el-~estilo,sino por-
que de pura gordura me fui inrnovilizando has~·
ta no poder levantarme m~, c9n ~ólo el esfuerzq
de incorporar~e ya 'se_:1i?:ani6es~a el aho-go-dél
corazón, gordo del cuerpo·-y macilento' de la
cara, un enfermo con exceso de peso así como
le ocurrió a Babe Ruth que igual padeci"ó de
males cardiacos, muy propio d~ cuartos bates
engordarse demasiado pues es sabido que lapo-
tencia de un slugger para enviar una noche la
bola de cuatrocientos pies más allá de la cerca,
donde comienza la oscurana, depende de la ali-
mentación apropiada, y por esa razón en tiem-
pos de mi fama me sobraba qué comer, los
86
propios directivos del seleccionado nacional me
llevaban las cajas de alitnentos a 1ni casa, acle~
n1ás de suplementos dietéticos como Ovamal-
tina y Sustagén.
Pero eso ya todo acabó, todo se fue en un
remolino de viento revuelto con la basura, y lo
que me queda es la grasa de los viejos tiempos
después que se me aflojaron y se consumieron
los músculos, una reserva inútil que se me va
agotando lentamente. Una vez, cuando todavía
podía caminar, aunque ya con paso lerdo, me
fui al Mercado Oriental con mi alforja de bra-
mante a regatear mis compritas, y una carnicera
que vendía cabezas de cerdo en la acera, al ver-
me pasar se asoma entre las cabezas colgadas de
los ganchos, se pone las manos en el cuadril,
muy festiva, y comenta a grandes gritos: "¡Ese
gordinflón que va allí rinqe por lo menos una
lata de manteca!" Y viene otra de edad superior,
que está cuchillo en mano pelando yucas, tapa-
das con un sombrerón de vivos colores, y le dice:
"¿Qué no te fijás que ese gordo mantecudo fue
nada menos que un gran bateador?"; a lo cual la •
de las cabezas de cerdo le contesta: "Verga me
valen a mí los bateadores", y las dos se quedaron
dobladas de la risa.
Tenía catorce años de edad en 1956, cuan-
do ocurrió la aparición. Ya para entonces el beis-
bol era,.motivo único de mis desvelos, bateando
hasta piedras en los patios y en las calles, o na-
ranjas verdes robadas de las huertas que se re-
\
87
ventaban al pri1ner estacazo, dueño ade1nás de
una 1nanopla de lona cosida por 1ní mis1no, y
nunpoco 111ealejaba del radio de don Nicolás,
el finquero cafetalero que vivía en la esquina fren-
te a la fábrica de ladrillos "Santiago" de Jinotepe
donde yo trabajaba, jugara quien jugara·oyendo
los partidos de la liga profesional que narraba
Sucre Frech, ya no se diga los de la Serie Mun-
dial entre los Yankees de Nueva York y los Dod-
gers de Brooklyn qÚe narraba Buck Canel en la
Cabalgata Deportiva Gillete, una voz llena de
calma hasta en los momentos de mayor drama-
tismo, que se acercaba y se alejaba como un pén-
dulo debido a que las estaciones locales tomaban
de la onda corta esas trasmisiones y entonces,
cuando el péndulo se alejaba, sólo don Nicolás
podía oír lo que la voz decía porque pegaba la
oreja al radio -instalado en su sala, y nos lo repe-
tía a .todo el muchachero descamisado que se
juntaba a escuchar el partido en la acera.
Pero confi'eso-que mi peor pasión eran las
figuras de jugaq.ores de las Grandes Ligas que
venían en sobrecitos de chicles sabor de peper-
mín y canela, y algunas de esas figuras, como las
de Mickey Mande o Yogi Berr~ alcanzaban un
valor estratosférico en los intercambios, mien-
tras otras eran despreciadas y uno podía hallár-
selas tiradas en la cuneta, como las de Carl Furillo
o Salvatore Maglie, por ejemplo, una injusticia,
no sé por qué, tal vez porque jugaban en los
Dodgers y nosotros los qel barrio de la ladrille-
88
-
ría íbainos con los Yankees, pero entre esas in..
justicias estaba ta1nbién despreciar la figura de
Casey Stengel, el propio manager de los Yan kces,
y en este caso quizás porque se le veía agriado y
a veces chistoso que sólo se pasaba sentado en la
madriguera vigilando el juego, dando 6rdenes y
apuntando en su libreta, y no había manera de
hacer que nadie cambiara su opinión aunque
mil veces yo explicara que se trataba de un ver-
dadero sabio que ya había llevado a los Yankees
a ganar varios campeonatos mundiales seguidos,
prueba más que clara semejante testarudez de
que en el beisbol la sabiduría no siempre des-
pierta admiración, sino por el contrario encum-
bra más tumbar cercas, robar bases y engarzar
atrapadas espectaculares.
Todavía tengo bien presente lo que el viejo
Casey Stengel había declarado a los reporteros
antes de comenzar el quinto juego de la Serie
Mundial de ese año de 1956 de que estoy ha-
blando: «Abro con Don Larsen y no voy a cam-
biar de pitcher, ni mierda que voy a ensuciarme
los zapatos caminando hasta el montículo para
pedirle la pelota, porque él va a lanzar los nueve
innings completos, y óiganme bien, cabrones,
Don los tiene de este tamaño, así, como huevos
de avestruz, y yo me corto los míos si no gana
este juego." Y tenía toda la razón. Después que
en el segundo partido de esa Serie MtJ.ndial Don
Larsen no había podido siquiera completar dos
innings en el montículo, expulsado por la arti-
89
Hería inclen1.ente de los Dodgers, salió de las
on1bras de la nada para lanzar aquella vez su
histórico juego perfecto; y apenas colgó el últi-
n10 out, don Nicolás, entendido co1no pocos
en beisbol al grado que llevaba su propio cua-
·x: derno de anotaciones y conservaba muchos ré-
cords en su cabeza, se salió a la acera y muy
emocionado nos dijo: "Vean qué cosa, el más
imperfecto de los lanzadores viene y lanza un
juego perfecto."
La aparición ocurrió una noche de noviem-
bre, recién terminada esa Serie Mundial que otra
vez ganaron los Yankees-.·Había salido a orinar
al patio de la ladrillería como lo hacía siempre,
dejando que el chorro se regara sobre el cercado
de piñuelas, desnudo en :pelotas y calzado nada
más con unos· zapatones ·sin cordones porque
en el encierro de la bod~ga,donde dormía el so-
foco era grande y prefería acostarme sin ningún
trapo en el cuerpo, respirando a fuerza 1a nube
de polvo gris suspendida día y noche en el aire
ya que aquélla era .la bodega donde almacena-
ban las bolas de cemento Canal para la mezcla
de los ladrillos. Y así desnudo estaba orinando
sin acabar nunca, con-ese mismo ruido grueso y
sordo con que orinan los caballos, cuando sentí
una presencia detrás de mí, y sin dejar de orinar
volteé la cabeza, y entonces lo reconocí. Era
Casey Stengel. Bajo la luna llena parecía baña-
do por los focos de las torres del Yankee Sta-
dium.
90
u unifonne de franela a rayas luc(a nítido,
y los zapatos de gancho los llevaba bien lustra ...
dos, pues ya ven que no le gustaba ensuciárse ...
los. Y allí en el patio donde se apilaban los
ladrillos ya cocidos, 1ne volví hacia él, afligido
de que me viera desnudo y fuera a regañarme
por indecente, pero pensándolo bien, mi son-
rojo no tenía por qué ser tanto, la indecencia
está más que todo en la fealdad; yo no era ni
gordo ni flojo como ahora, una bolsa de pellejo
repleta de grasa que se va vaciando, sino un mu-
chacho de músculos fibrosos, desarrollados en
el trabajo de acarrear las bolsas de cemento a la
batidora, vaciar la mezcla en los moldes y mo-
ver el torniquete de la prensa de ladrillos.
Sus ojos celestes me miraban bajo el pelam-
bre de la cejas, y encorvado ya por los años diri-
gía hacia mí la nariz de gancho y la barbilla
afilada, cabeceando como un pájaro nocturno
que buscara semillas en la oscuridad. Mantenía
las manos metidas en la chaqueta de nylon azul,
y la gorra con el emblema de los Yankees embu-
tida hasta las orejas, unas orejas sonrosadas que
se doblaban por demasiado grandes. "Tu desti-
no es el beisbol, muchacho, un destino gran-
de", me dijo a manera de saludo, con una sonrisa
amable que yo no me esperaba, y _luego se acer-
có unos pasos,. y así desnudo como estaba, me
echó el brazo al hombro. Sentí su mano fría y
huesuda en mi piel que sudaba, cubierta d 1
polvo del cemento que también tenía metido
\
91
en el pelo. "¿Por qué?, no me lo preguntes; es
I así. Pero si insistes te diré que tienes brazos lar-
\
gos para un buen swing, una vista de lince, y
una potencia todavía oculta para tumbar cercas
que ya te vendrá comiendo bien, huevos, leche,
avena, carne roja. ¿Quieres saber más? Cuando
Yogi Berra quiso que le dijera por qué estaba yo
seguro de que sería un gran catcher, le respondí
que no me preguntara estupideces, a las .claras
se veía que su cuerpo estaba hecho para "recibir
lanzamientos, lo mismo que el de un ídolo en
cuclillas."
Desde que se. me apareció Casey Stengel
supe que mi destino era darle gloria a Nicara-
gua con el tolete al hombro, porque se acorda-
rán que cada vez que me paré en la caja de bateo
hice que las ilusiones levantaran vuelo en las
graderías como palomas saliendo del sombrero
de un ilusionista, miles de fanáticos de pie, ron-
cos de tanto ovacionarme mientras completaba
la vuelta al cuadro después. de cada cuadrangu-
lar. Mi nombre, escribió el cronista Edgard Ti-
jerino Mantilla:, pertenece a la historia, y mis
hazañas están contadas en todos esos fólderes
llenos de recortes, fotos y diplomas que se api-
lan allí, al lado del altar, porque cuando perdí
mi casa del barrio de Altagracia lo único que
pude rescatar fueron mis papeles y dos de mis
trofeos, esos que están colocados al lado de las
cajas de fólderes; aquel trofeo dorado, que pare-
ce un templo g~iego sostenido por cuatro co-
.. ._....

92
lu111nas,111elo otorgaron cuando me coroné
can1peón bate en la Serie Mundial de diciembre
de 1972 que se celebró en Managua, la seríc en
que pegué el jonrón que dejó tendido al equipo
de Cuba, hasta entonces invencible.
A los jugadores de la selección de Nicara-
gua nos tenían alojados esa vez en el Gran Ho-
tel, y cuál es mi susto que la noche del triunfo
contra Cuba tocan con mucho imperio la puer-
ta de mi cuarto, yo ya acostado porque tempra-
no teníamos entrenamiento, y voy a abrir y es
Somoza en persona acompañado de todo su sé-
quito, detrás de él se ven caras de gente de saco
y caras de militares con quepis, y yo corro en
envolverme en una sábana porque igual que la
vez que se me apareció Casey Stengel me en-
contraron desnudo tal como fui parido, y entra
Somoza y detrás de él las luces de la televisión,
se sienta en mi cama, me pide que me acomode
a su lado y los camarógrafos nos enfocan j un-
tos, yo envuelto en la sábana como la estatua de
Rubén Darío que está en el Parque Central; él,
de guayabera de lino y fumando un inmenso
puro, y delante de las cámaras me dice: "¿Qué
querés? Pedime lo que querrás." Y yo, después
de mucho cavilar y tragar gordo, mientras él n1.
aguarda con paciencia sin dejar de sonreírse l
digo: "General S01noza, quiero una casa."
Esa casa prefabricada, de dos cuartos un
living y un porche ya la tenían listad sól in -
calarlela luz en uno d los ~-parto nu vo qu
\
93
no se cayó con el terremoto que desbarató Ma-
nagua ese mismo diciembre, fui a verla varias
veces con mucha ilusión y me prometieron que
me la iban a entregar de inmediato, pero todo
se disolvió en vanas promesas con el pretexto de
que el terremoto había dejado sin casa a mucha
gente más necesitada que yo. Entonces, tras
mucho reclamar y suplicar se fue un año ente-
ro, y la propia fanaticada agradecida, aun pal-
mada como había quedado con la ruina del
terremoto, prestó oído a.una colecta pública que
inició La Pren!a para. regalarme mi casa, y unos
llevaban dinero~ otros: una ·teja de .zinc, otros
1

bloques de cemento,=y allí en mis fólderes tengo


la foto del périódico donde el doctor Pedro Joa-
quín (:hamorro ·me .está..entreg~ndo las llaves.
Pero esa es la-casa que perdí porque una herma-
na por patte_.de p~dre; _d_eoficio prestamista, a
quien se la e,onfié· cuando tuve· que-·emigrar a
Honduras, ya que nadie estaba con cabeza sufi-
ciente tras el terremoto _parapensar en beisbol,
la vendió sin ·mi consentimiento alegando que
me había dado dinero en préstamo, es decir que
me estafó, y otra vez quedé en la calle.
Hará dos años que-me presenté al Instituto
de Deportes y tras mucho acosarlos escucharon
mi súplica de que me permitieran entrenar equi-
pos infantiles, pues aunque fuera sentado en mi
taburete podía aconsejar a los muchachitos de
cómo agarrar correctamente el bate, cómo afir-
marse sobre las piernas para esperar el lanzamien-
94-
to, la 1nanera de hacer el swing largo; pero me
pagaban una nada, además de que los chcq ucq
salían siempre atrasados, exigían que fuera yo
personalmente a retirarlos, y hastiado de tantas
humillaciones mejor renuncié. ¿Qué podía ha-
cer de todos modos con esa miseria de sueldo si
ni siquiera me alcanzaba para las medicinas?
Hagan de cuenta que soy una farmacia ambu-
lante, y doña Carmen, el Señor Jesús la bendi-
ga, se las ve negras para conseguirme en los
dispensarios de caridad las que más necesito, pas-
tor como soy de una iglesia demasiado pobre en
este barrio donde las casitas enclenques se alzan
en el solazo entre los montarascales y las corrien-
tes de agua sucia, la mayor parte hechas de ri-
pios, unas que tienen las tejas de zinc viejas
sostenidas con piedras a falta de clavos, y otras
que a falta· de pared las cubre en un costado un
plástico negro y en otro cartones de embalar re-
frigeradoras, de dónde van a sacar mis feligreses
para facilitarme el dinero de las medicinas si a
duras penas consiguen ellos para el bocado, y
no sólo pasan hambre, aqüí donde estoy ence-
·rrado tengo que vérmelas con las quejas que en
mi condición de pastor me vienen todos los días
de casos de drogadictos que golpean sin piedad
a sus madres, niñas que a los trece años andan
·ya en la prostitución, estancos de licor abiertos
desde que amanece, y yo les ofrezco el consuelo
divino, aunque sé que no basta con predicar la
palabra para aplacar la maldad entre tanto deli-
\

95
t tantas necesidades, y todavía dicen que aquí
hubo una revolución.
Esa n1i casa del barrio Altagracia tenía para
111{un valor incalculable porque 1ne la regaló 1ni
pueblo de aficionados. Allí guardaba en una vi-
trina especial los uniformes que usé en los dis-
tintos equipos que me tocó jugar, mi uniforme
de la selección nacional con el nombre Nicara-
gua en letras azules y el número 3 7 en la espal-
da, un número que si tuviéramos respeto por
las glorias nacionales ya debería haber sido reti-
rado para que nadie más lo usara; mis bates, in-
cluyendo el bate con el que pegué el jonrón
contra Cuba, mi guante, mis medallas, reliquias
que un día debieron ir a dar a un Salón de la
Fama; pero mi hermana la usurera no se con-
formó con vender la casa al dueño de un billar,
sino que se hizo gato bravo de mis preseas, o las
destruyó, nunca llegué a saberlo; y si hoy puedo
conservar estas cajas de fólderes y est<_?S pocos
• trofeos, es sólo gracias a que otr_ohermano mío,
uno que después perdió las piernas en un acci-
dente de carretera, se metió a escondidas de ella
en la casa antes de que la muy lépera la vendie-
ra, y los rescató.
Cuando se desató la guerra contra· Somoza
en 1979 yo era camionero. Con ·mil dificulta-
des había conseguido fiado un camión y no me
iba mal transportando sandías y tomates a Cos-
ta Rica, pero al arreciar los combates guardé mi
camión por varias semanas esperando que se ali-
I

96
viara la situación, que se presentaba compro-
n1etida precisamente del lado de la frontera sur;
y llega el día del triunfo, contagiado de la ale-
gría pongo el camión a la orden de los mucha-
chos guerrilleros que van entrando a Managua
a fin de acarrearlos a la plaza donde se va a dar la
celebración, no menos de cinco viajes hago apor-
tando el combustible de mi bolsa, y vayan a ver
lo que ocurre entonces, que gente malintencio-
nada de mi mismo barrio que está en la plaza
me acusa de paraniili tar y allí mismo me confis-
can el camión, y va de gestionar para que me lo
devuelvan y todo en vano, no_me pudieron pro-
bar lo de paramilitar, algo ridículo, y entonces
me salen con el cuento de que me había toma-
do una foto con el propio Somoza, véase a ver,
la foto élquellade la noche en que llegó por sor-
presa a mi cuarto del Gran Hotel para ofrecer-
.me como regalo lo que yo le pidiera, una
promesa vana, ya dije, pero nada, caso cerrado,
sentencian, y me voy entonces a la agencia dis-
tribuidora de los camiones a explicarles y no
ceden, deuda es deuda alegan, me echan a los
abogados en jauría, si no pagás vas por estafa a
la cárcel, con lo que de pronto me veo prófugo,
el robo público que me hacen del camión y des-
pués el escarnio de tener que huir de los jueces, •
ese es el premio que me da la revolución por
haber bateado consecutivamente de hit en los
quince juegos de la Serie Mundial de 1972, un
récord que nadie me ha podido quitar todavía
\
97
el pre1nio de los co1nandantes a las cuatro tri-
ples coronas de mi impecable historial. La fama
que me ofreció Casey Stengel aquella noche de
·, luna, como bien pueden ver, no fue ninguna
garantía frente a la injusticia.
De no haber sido beisbolista me hubiera
gustado ser médico y cirujano, pero la pobreza
me estranguló, y desde pequeño tuve que am-
bular en muchos oficios, ayudante de panade-
ro, oficial de mecánica, operario en la ladrillería
"Santiago". "No te importe", me dijo aquella
vez Casey Stengel, "yo quise ser dentista allá en
Kansas City, pero mi familia era tan pobre como
la tuya, y jamás pude lograrlo, encima de que
para sacat muelas cariadas ·yo no servía." Con
esfuerzo estudié por las noches y aprobé la pri-
maria, mientras de día me afanaba en la ladri-
llería donde ·m.e-daban de dormir; y después que
llil ocurrió la aparición, aun siendo poco. lo que
ganaba, me hice cargo de mi destino y fui apar-
tando de mi sueldo para comprar mis útiles, los
spikes, el bate, la manopla, a costas de quedar-
me sin una sola camisa de domingo, para no
hablar de otros muchos sacrificios. "El beisbol
es como una santidad, y nada se parece más alá
vida de un erm·itaño", me había dicho Casey
Stengel; "ya ves, tiene razón tu vecino don Ni-
~olás: mi muchacho Don Larsen lanzó un jue-
go perfecto siendo él imperfecto, porque
creyéndose carita linda siempre le ha interesado
más una noche de juerga que un trabajo a con-
98
ciencia en el n1ontículo. De ,nodo que a ti pue-
do decírtelo en confidencia, hijo: ese juego per-
fecto de Don fue una chiripa, y te vaticino que
en pocos afios lo habrán olvidado. La gloría ver-
dadera, por el contrario, es asunto de perseve-
rancia, y cuando llega, hay que apartarse de los
vicios, licor, cigarrillo, juegos de azar, y sobre
todo de las mujeres, porque todo eso junto es
. una mezcolanza que sólo lleva al despeñadero
de la pobreza. La fama trae el dinero, pero no
hay cosa más horrible que llegar a ser famoso y
después quedar en la perra calle." Y vean qué
vaticinio, todo lo que gané, se me fue en muje-
res.
No sé si ya he dicho que tengo diez hijos
desperdigados, todos de distintas madres, por-
que en aquel tiempo de mi gloria y fama no me
hacían falta las mujeres, que tras una fiesta de
batazos en el estadio se aceircaban a mí donde
me vieran, y me decía una en el oído, por ejem-
plo, mientras bailábamos: 'Mdo sin calzón ni
nada, restregame la mano aquí sobre la minifal-
da para que veás que no es mentira'', asuntos
que recuerdo con bastante recato por mi papel
que· ahora tengo de pastor, y con bastante re-
mordimiento porque a ese respecto nunca logré
hacerle caso a Casey Stengel. Y por n1.uy halaga-
dores que todavía puedan ser esos recuerdos, que
discurren ociosos en mi cerebro sin que yo lo
quiera, ahora de qué me sirve, si a los casi sesen-
ta años de edad que tengo padezco de inflan1.a-
99
ción del corazón, de artritis y de hipertensión, y
sobre todo de este mal de la gordura, y entonces
esas visiones de mujeres se vuelven un tormen-
to n1ortal que debe ser mi castigo, mujeres de
toda condición y calaña que se me entregaron,
dueña una de un Mercedes Benz de asientos que
olían a puro cuero, otra que me invitaba a su
mansión a la orilla del mar en Casares, también
aquella de ojos zarcos.que vendía productos de
belleza de puerta en puerta llevando las mues-
tras en un valijín, lo mismo.una casada con un
doctor eri leyes que se tomó un veneno por mí y
por poco muere, y por fin la doncella colegiala
alumna de la escuela de mecanografía que fue la
que me pidió que le· restregara la mano mien-
tras bailábamos, y era cierto que andaba sin cal-
zón ni nada.
Después que me expropiaron el camión
quedé en el más completo desamparo, y enton-
ces comenzaron a visitarme todos los días unos
hermanos pentecostale~ que me llevaban folle-
tos ilustrados donde aparecían a todo color en
la portada escenas de familias felices, por ejem-
plo el esposo en overoles subido a una escalera
cortando manzanas de los árboles repletos, la
esposa y los niños cubiertos con sombreros de
paja acarreando canastas con toda clase de fru-
tas y verduras cosechadas en su propio huerto y
unos corderos blancos con cintas en el cuello
pastando en el prado verde, todo aquello bajo
un sol brillante que parece que nunca se pone,
/

100
un cuadro de dicha que sólo se logra por la bon-
dad infinita de la fe, según la prédica locuaz de
los hermanos que eran dos, uno de Puerto Rico
y el otro de Venezuela, al Señor le importa un
comino la gloria mundana, o los ardides de la
fama, sentados a conversar conmigo por horas
como si nada más tuvieran que hacer en el mun-
do que predicarme la palabra, y como si yo fue-
ra el único en el mundo entre tan ta alma
atribulada que tuvieran que convencer, y ya des-
pués me dejaron u na Biblia, y cuando se dieron
cuenta de que la fruta estaba madura decidie-
ro~ mi baudzo, que fue señalado para un día
domi~go. -
Me obsequiaron para esa ocasión una ca-
I

misa blanca-de mangas largas que por encon-


trarme tan g9rdo fue imposible cerrarle el botón
del cuello, y una corbata negra, para que luciera
con la misma catadura que siempre se presenta-
ban ellos; alquilaron una camioneta de tina en
la que me..subieron con todo y taburete, y con-
migo en la tina iban. los hermanos predicadores
y unos muchachos con guitarras que· cantaron
por todo el camino himnos de júbilo, y cuando
llegamos a un recodo sereno del río Tipitapa
junto a una hilera de sauces, más adentro de la
fábrica de plywood, allí me bajaron y con todo
y taburete me metieron en el río, me sumergie-
ron de cabeza en el agua los hermanos como si
se tratara del mismo Jordán, y aunque esa no-
che me dio una afección del pecho y me desveló
\

101
la tos, la paz interior que sentía era muy honda
~ )' 1nuy grata porque el Señor Jesús estaba dentro
de 1ní. Confieso que nunca me imaginé que yo
fuera de la palabra, si lo que sabía era batear
jonrones, para lo cual no se necesita ninguna
elocuencia; pero el Espíritu Santo dispuso de
mi lengua, y aprendí a predicar, por lo que los
hermanos me dejaron al servicio de esta iglesia
antes de partir hacia otras tierras.
Si algún fanático beisbolero de aquellos
tiempos me viera metido aquí, entre estas cua-
tro paredes sin repellar, bajo este techo de zinc
pasconeado por el .que se· cuelan el polvo y la
lluvia, en este templo que sólo tiene.cuatro filas
de bancas de palo y un_ altar con una cortina
roja que fue una vez bandera de propaganda del
Partido Liberal, mis cajas de fólderes y mis tro- .
feos en una esquina, y el catre de tij~ra que doña
Carmen me abre cada no.che para que me acues-
te, porque el templo' es flli _hogar, ese fanático
que digo no creería que soy el_mismo que fui, y
sobre todo si llegara a déJ,rsecuenta del estado de
invalidez en que he caído; al extremo de haber-
me defecado una noche mientras dormía, en sue-
ños sentí cómo se vaciaba sin yo quererlo mi
intestino, y nunca he padecido un dolor más
grande en mi vida, amanecer embarrado de mi
propio excremento; y ese fanático que antes me
adoró sufriría una tremenda decepción, ya no
se diga las mujeres aquellas que se quitaban sus
prendas íntimas antes de acercarse a mí, el rey
102
de los cuadrangulares, para que yo les palpara la
pura piel desnuda debajo de la minifalda.
¿De qué me sirvió la fama, conocer el mun-
do, salir fotografiado en los periódicos que aho-
ra se ponen amarillos de vejez metidos dentro
de mis fólderes en las cajas de cartón? Me acuer-
do de aquella noche de enero de 1970 en el es-
tadio Quisqueya de Santo Domingo, era mi
turno al bate y sonaba un merengue que tocaba
una orquesta en las graderías porque íbamos
perdiendo ya en el séptimo inning y la gente
bailaba, gritaba como endemoniada, mi cuenta
era de dos strikes con corredor en segunda y en
toda la noche no le había descifrado un solo lan-
zamiento al pitcher, un negrazo como de seis
pies que tiraba bólidos· de fuego, me quiere sor-
prender· con una curva hacia adentro, y le tiro
con toda el alma y entonces ve la bola que va
elevándose hasta las profundidades del center-
field, más allá de los focos, más allá de la noche
estrellada, disolviéndose en la nada como una
mota de algodón, como una pluma lejana, y yo
viéndola nada más, sin empezar a correr toda-
vía, y hasta que ya no se divisa del todo dejo
caer el bate como en cámara lenta y mientras
inicio el trote alzo la gorra hacia las graderías en
penumbra que ahora son un pozo de silencio al
grado que hasta mis oídos llega el rumor del
mar, voy corriendo las bases lleno de jt'.'1bilo.,paso
encima del costal de tercera, erizo ya de e.mo-
ción, y tengo unas ganas inmensas de llorar uan-
103
do piso el home plate aturdido por el resplan-
dor de los flashes de los fotógrafos porque con
ese batazo le he dado vuelta al marcador, un jue-
go que ganamos, y entonces no es ya esa noche
en Santo Domingo sino la tarde de diciembre
del año de 1972 en que derrotamos a Cuba gra-
cias al palo de cuatro esquinas que otra vez pe-
gué y por el que me prometieron la casa que
nunca me dieron, y ahora el rumor del mar son
las voces de los fanáticos que se alzan incesantes
desde las gra4erías, bulliciosas y encrespadas.
El Señor Jesús me ha puesto q.elante la vida
y el bien, la muerte y el' mal, porque muy cerca
de mí está la _palabra, en mi boca y en mi cora-
zón, para que la cumpla; acepto entonces que
no me debo quejar, ni darle lugar a los remordi-
mientos. Y en la soledad de· este templo sobre el
que se desgrana el viento sacudiendo las tejas de
zinc, sentado en mi.-taburete de palo, ya sé que
cuando la puerta se abra sola con un chirrido de
bisagras erisarradas, y en -la contraluz del me-
diodía aparezca la -figura de Casey Stengel con
su cara de pájaro que busca semillas, y me diga:
"¿Estás listó, muchacho?", será la hora de se-
guirlo.
Séptimo inning
La soledady el beisbol
Francisco Hernánd.ez

La soledad es terrible
como un corazón de roca.
Si me trepo a un dirigible
me acompañará una choca.
Así ha de ser imp0.sible.
la tristeza de mi boca. •

Yo quise ser pelotero


en las ligas de los llanos.
Resulté muy mitotero
aunque tenía buenas manos.
Mejor me hice jaranero
de los bailes provincianos.

"Un palo de vuelta entera''


es algo de gran valor.
La atmósfera se agujera,
se aplaude a todo vapor.
Bulle en lo alto la bandera
del equipo ganador. :

La soledad es quebranto
como un .viernes sin alcohol.
Sin embargo, yo 1ne aguanto,
108
lleno de leche un perol.
Ya vienen los días de llanto,
tú te fuiste y no hay beisbol.

1
1
\

El beisbol también es un juego


de palabras
Francisco Hernández

Si llegasa una bifurcación


en el camino. . . tómala.
YOGIBE:RRA

Primera entrada

Play-hall, canta el atnpayer. Su voz marca el ini-


cio de las hostilidades·.-Se animan las tribunas,
brilla el diamante y··una bola de humo se des-
prende~- a ·más· de 90 m_illas;,de la loma de las
serpentinas. _ _ _ _
Ya con los músculos del b_razocalientitos, el
lanzador convierte' en tirabuzón a la pelota de
más de cien· costuras y el tole~ero abanica la b~i-
sa, quedando sembrado ct?rrtoun pino en la caja_
de bateo, ·anté la mirada burlona del receptor.
Ha caído el tercer out. Unos salen del campo y
otros entran. En ambas cuevas resplandecen las
señas y se mojan las franelas.

Segunda entrada

El rey de los deportes, ligado para siempre a mi


infancia y a mis sueños de ser pelotero· profe-
sional, es mucho más que un juego. Es un len-
guaje y un refugio para la creación de lenguajes.
110
Lo que en Cuba se conoce co1no chocolate,
¿cón10 se l.la1naráen Italia o en Corea? 'Tam.bíén
el beisbol es la escenificación de una aventura
donde nada está escrito y cuyo fin está comple-
tado pero en realidad se ignora. El tiempo prác-
i
ticamente no lo rige, aunque el mal tiempo
puede evitarlo o interrumpirlo. Por eso no me
gusta la lluvia: impide que la magia del encuen-
tro se produzca.
Pedro Mago Septién lo definió de esta ma-
nera: "El beisbol es un drama sin palabras, un
1
ballet sin m~sica y un carnaval sin colombinas."

Tercera entrada

Una base por bolas. Un roletazo a las paradas


cortas. Gracias al pivoteo del camarero, una
doble matanza. Despl!-ésuna línea de tendede-
ro y una atrapada de cordón de zapatos llevada
a cabo por.el jardinero central. Así de rápido.
Así de fácil. Estallala ovación de los fanáticos.
Amenaza de lluvia. Todavía no es juego le-
gal. Después de un cepillazo entre la esquina
caliente y las paradas cortas, el corredor se es-
tafa la segunda colchoneta. La tanda de inco-
gi bles, que transforma a la esférica en una
verdadera perra rabiosa, hace que los guarda-
bosques se vuelvan locos al estrellarse contra la
barda, a pesar de la franja de advertencia. El
ampayer principal, por estar muy atento a que
\
111
los corredores toquen el pentágono, recibe un
pelotazo en la careta.
Otra frase del Mago Septién: "¿Qué sería
del beisbol sin los ampayers? Una forma insen-
sata de correr las bases."

Cuarta entrada

La gente, "en la casa que Ruth construyó", se


emociona, se alimenta, apuesta,se embriaga, sil-
ba, aplaude, se infarta; Entre •los innings hay
música y las mujeres se dedican a observar a quien
está en el círculo _deespera. Admiran los brazos,
los cuellos y las nalgas d~ los ligamayoristas. La
pizarra no importa. La pez rubia, tampoco. Los
managers no existen. Los bat-boys,tampoco.
Los Indios pelean contra los Sultanes. Los
Diablos son devorados- por los Tigres. El Águila
pinta de blanco a los Piratas. Los Bravos tritu-
ran a los Diamantes. Los Esquivadores ven pa-
sar a los Astros. Las ·Esporas del Ántrax retan a
las Bombas Inteligentes.

Quinta entrada

Cuadrangular con el cuarto lleno de agua. El


tumbabardas le dio en la nariz a Doña Blanca y
ésta salió del parque. Un tremendo bambinazo
de más de 500 pies.
1.12
Traen al apagafaegos y su pelota submarina.
Todos se quedan con la carabina al hombro. Im-
posible descifrar tantos jeroglíficos.

Sexta entrada

Ya es juego legal. Abundan los pasaportes. De


•pronto se aparece la cuenta que presagia pon-
che. ¡Un palomón! Lo fildean con manos de
mantequilla y todo el mundo quieto. Después
entra una carrera de caballito.
-Yo ya pisé el home de esa chava. Y me
confesó que tú sólo llegas hasta la segunda.
-· Te engañó. Llegué con la majagua hasta
su ponche y ·1ereceté una lechada.

Séptima entrada

¿Elinning de la suerte o la fatídica?Tiempo de es-


tirar laspiernas y de cantar "God bless America".
En el calentadero hay dos relevistas. El ti-
monel está a punto de aplicar la grúa. También
pasa por su cabeza un doble robo. ¿Qué hacer?

Octava entrada

Ser Don Larsen y lanzar un juego perfecto en


1956. Ser Bill Maze_roskiy dejar en el terreno a
113
los Yanquis con aquel inolvidable batazo de cua-
tro esquinas en 1960. Ser Mr. Octubre. O, ya
de perdida, ser Joe DiMaggio acariciando los
senos de Marilyn Monroe. (Las grandes trage-
dias del beisbol se escriben con dos outs.)
Ya no salen los jugadores para la parte baja.
Una tormenta inunda el diamante y los ampa-
yers deciden suspender el juego, que va empata-
do. El cuadro es cubierto con uQa lona. Los
vendedores de cerveza hacen su ag9sto. Ante la
inundación, el único que pretende· reanudar el
partido es el pitcher tapón de la pelota submari-
na. ¿Volverá a cantarse el play ball? Un par de
aviones se aproximan al estad10.

L
Octavo i11ning
Un escritor en el 1nontículo
Gerardo de la Torre

Cada vez que trepaba a la !omita, al escritor le


venía a la cabeza una idea expresada por Char-
lie Brown, el pequeño personaje de la historieta
famosa por el perro pelotero:; "Era el lugar más
solitario del mundo."
Allí, toda la responsabilidad recaía sobre el
lanzador, dependían.los aisparos de su volun-
tad y la fuerza de su brazo, del dominio que ejer-
cía sobre cada -mú~culo-~be -nada servían· los
gritos de estímulo
---
-de lós
. -
: -.
compañeros, ylas sé-
- . \

ñales del receptor-_ --_la_ mano derecha aprisio-


nando los testículos', un dedoº o dos apuntando
al piso- no eran sino· sugerencias· desechables.
Enfrente el cuarto bat del equipo éontrario enar-
bolaba la amenazadora qiajagU:amientras se pre-
guntaba si le mandarían curva; recta ó un cambio
de velocidad para sacarlo de balance.
Pero quizá no tenía razón Charlie Brown,
porque el lugar más solitario del mundo era la
habitación donde el lanzador se enfrentaba a la
hoja colocada en la máquina de escribir y pau-
latinamente, como si arrojara pelotas contra
bateadores invisibles, iba cubriéndola de pala-
bras.
............ ____.

118
Se trataba de concluir un relato beisbolero
y en la página final la situación era la siguiente:
cierre de la novena entrada, hombres en prime-
ra y en segunda, dos outs y el equipo del lanza-
dor ganaba por una carrera. ,
Y en circunstancia idéntica se hallaba ahora
el escritor en lo alto del montículo, lejos de la
máquina y la hoja de papel infinita. Tienes que
sacar el último out, le había dicho el manejador
al entregarle la pelota. El escritor frotó la piel de
la esférica entre sus manos sudorosas, colocó el
pie derecho sobre la placa y se dispuso a lanzar.
Qué carajos le tiro. El bateador se había co-
locado muy adentro en la caja, ~vido de hacer
contacto con la pelota. El receptor estaba pi-
diendo una curva que pareciera dirigirse al cuer-
po y en el último momento quebrara hacia la
goma. El lanzador meneó la cabeza rechazando
la señal. Quería tirar una recta rápida apuntan-
do a los codos del bateador, pata obligarlo a ale-
jarse. del pentágono. Disparó.
¡Bola!, dijo el ampayer. El bateador tomó
de nuevo su sitio, unos centímetros atrás de su
posición inicial. El siguiente disparo fue una recta
_bajaque mordió la esquina de afuera. ¡Estraic!,
dictaminó el ampayer ycon ademán violento de-
vó el brazo derecho. El tercer lanzamiento fue
también una recta, adentro, a la altura del pe-
cho, que el bateador abanicó. Después el escri-
tor lanzó una curva muy alta que puso la cuenta
en dos y dos.
119
Dos estraics, dos bolas y dos outs, la cuenta
del ponche. Tengo que engañarlo. Lo que me-
nos espera es otra curva y eso voy a tirarle, aden-
tro, sobre el cuerpo, de manera que quiebre y
cruce el plato. El escritor asía con firmeza la
pelota entre el índice, el cordial y, en el lado
opuesto, oprimiendo las costuras, el pulgar. Echó
atrás el brazo de lanzar, desplazó el peso del cuer-
po de la pierna derecha a la izquierda y despidió
la pelota con un giro de· la muñeca.
El bateador vio venir la bola hacia su cuer-
po, echó ligeramente atrás la pierna izquierda e
impulsó el bat hacia adelante. Había adivinado
el punto exacto de quiebre de la cu~a. La esfé-
rica voló hacia las praderas y el jardinero izquier-
do y el central partieron a perseguirla. En el
último instante el jardinero izquierdo pegó un
salto y la pelota se anidó en su guante. Pero al
volver a tierra chocó con el guardián del prado
central, que no había logrado detenerse, y la
pelota abandonó el guante, rodó con manse-
dumbre sobre la yerba. Una carrera, dos. El jue-
go perdido.
El lanzador, en el lugar más solitario del
mundo, puso el punto final.
El día que le lanzó a Héctor Espino
Gerardo de la Torre

A juan José Reyes

Niño Asesino, Supermán de Chihuahua. Refiere


Cesáreo que así llamaban a Héctor Espino des-
de que comenzó a desforrar pelotas eh la Liga
Central. Luego los Sultanes se lo llevaron a la •
Liga Mexicana, donde hizo historia. Cuarenta
y seis palos de vuelta entera una temporada.
Antes de cumplir los 25 años-ya había despe-
dazado las marcas de todos los bateadores que
pisaron diamantes mexicanos. Y eso que en los
años cuarenta jugaron acá las estrellas de las
ligas negras. Y eso que en 1946 un millonario
se trajo a peloteros tÍtulares de las Grandes Li-
gas. . .
Le temblaban la~ piernas,· refiere Cesáreo,
se le encogía el estómago y un sudor helado,
con olor a miedo, comenzaba a brotarle nomás
de imaginar que un día tuviera que lanzarle al
señor Espino. Qué va, ni soñarlo. Era Cesáreo
un lanzador segundón en cierta liga del sureste,
circuito en que maduraban los novatos y al que
iban a dar viejos peloteros en declive que más se
defendían con experiencia que con facultades.
Pero su ilusión era jugar en la Liga Mexicana y
en ese territorio de la fantasía se insertaba la pre-
122
sencia de Espino en la caja de bateo, u.na pe a-
dilla que lo acosaba aun despierto.
Aquellos tempranos pavores más tarde ha-
llaron sustento en las marcas del bateador. Cómo
no temerle al pelotero que en la Liga Mexicana
llegó a conectar 453 cuadrangulares y en la Cos-
ta, con los Naranjeros, otros 31 O. Refiere Cesá-
reo la antigua pesadilla y, como hace treinta años,
como si fuera el joven lanzador que se probaba,
aparecen el sudor y los temblores.
Cesáreo lanzaba con velocidad. Pelotas sub-
marinas que, dependiendo de cómo sujetara la
esférica, chicoteaban hacia arriba o a los lados al
llegar al plato, muy engañosas para los bateado-
res. Con eso puedes mantenerte en esta liga, le
dijo desde el principio el instructor, pero si quie-
res volar más alto tienes que aprender a tirar
curvas y cambios de velocidad.
Sabía lanzar la curva y el cambio, cómo
no, pero el secreto estaba en dominar esos lan-
zamientos, en ponerlos donde se le antojara.
Trabajó fuerte, refiere, y durante su segunda tem-
• porada en aquella liga del sureste ganó trece par-
tidos y perdió cuatro. En la Mexicana, ese mismo
año de 1964, Espino conectó 46 cuadrangula-
res, impulsó 117 carreras y su promedio fue de
1.371.
Héctor Espino no jugó en las ligas mayores
porque no quiso, dice Cesáreo. Sostenían los
malquerientes que le faltaron agallas. De la otra
parte argumentaban que no lo atrajo el dinero
123
que le ofrecían, que no hallaba contento en aque-
llas tierras. Por eso prefirió quedarse en la Liga
Mexicana y a lo largo de 24 temporadas mantu-
vo un promedio de .335, lo que es decir .335
iinparables por cada mil turnos al bat. Cinco
veces fue campeón bateador y cuatro máximo
jonronero. En invierno, con los Naranjeros, en
igual número de temporadas, bateó para .330,
trece veces encabezó a los bateadores y siete fue
líder en cuadrangulares.
El año de 1965 los Diablos de la Liga Mexi-
cana trajeron del sureste a Cesáreo. Se le cum-
plía el sueño, refiere, pero estaba seguro de que
también la pesadilla se materializaría. Durante
la serie de tres juegos contra Tigres salió nomás
~ a soltar el brazo. El lunes descansaron. Al día
siguiente iniciarían serie contra lós Sultanes y el
mejor toletero de la liga, el número 21, el temi-
ble Espino.
¿Está fuerte ese brazo?, preguntó el maneja-
dor a Cesáreo en ei entrenamiento matutino. El
lanzador dijo que sí. Pues vamos a ver cómo se
porta con los Sultanes.
La noche del lunes Cesáreo no durmió bien.-
Esa tarde había bebido unas cervezas. con los
compañeros y todo el tiempo estuvo interrogan-
'ª do a los lanzadores. Qué le tiraban a Espino,
cómo lo dominaban .. Las respuestas, en vez de
darle ánimo, lograron amedrentarlo'. En la cama,
recuerda, sudoroso, asustado, daba vueltas y
vueltas y en ese insomnio con visiones catastró-
124
ficas intentaba tramar un buen plan de lanza-
mientos por si llegaba a enfrentar a Espino. Pero
qué plan, si las revelaciones de sus compañero
desembocaban siempre en el desastre.
No hay manera de dominarlo, no tiene punto
flaco.·Le pega a todo lo que le acerques y nunca
se va con bolas malas. Lo mejor es mantener
bajitos los lanzamientos y si tienes suerte no re
sacará la pelota del parque. No hay salvación,
puedes tirarle píldoras o canicas y a cualquier
cosa le conecta.
Esa noche logró dormir unas cuantas horas
de sueño tenso y despertó tan cansado como si
hubiera tirado un juego completo. Todo el día
anduvo desganado, refiere, nervioso, de mal
•humor, con un sabor a moneda de cobre en la
boca. Era, no se engañaba, el sabor del miedo.
El primer juego lo dominaron los Diablos
con facilidad y de nada sirvieron a los Sultanes
un jit sencillo y un cuadrangular de Espino.
Cesáreq no salió ni a soltar el brazo y recuerda
que esa noche observó con mucha atención al
Supermán. Su apariencia en la caja de bateo no
inspiraba terror. No era µn hombre de muscu-
latura abultada ni esgrimía la macana en acti-
tud amenazante. El sencillo lo había dado sobre
curva hacia afuera; el jonrón lo conectó apro e-
chando una recta alta y pegada al cuerpo.
La siguiente jornada los Sultanes ton'laron
ventaja desde la primera entrada y en la quin-
ta, con la pizarra nueve por dos, el man j· dor
125
envió a Cesáreo a calentar el brazo allá en la
franja de terreno que separaba los jardines de
la tribuna.
En la séptima los Sultanes anotaron una ca-
rrera n1.ás. Tenían dos hombres en base y uno
fuera cuando el manejador salió de la caseta para
cambiar al lanzador. Por los altavoces anuncia-
ron el turno al bat del prim.era base Héctor Es-
pino. El manejador. se volvió hac;:ia,el lejano
calentadero y pidió al hombre. de brazo dere'.""
cho. Bueno, muchacho, le dijo. el _instructor a
Cesáreo, te llegó la hora ..
Era una noche calurosa, pero cuando se en-
caminaba a la loma Cesáreo sintió frío: Unfrío
intenso y verd~dero en el cuerpo y-~l.alma. Sen-
tía erizado el vello de.la piel, le dolían los hue-
sos, y muy adentró, bajo el uniforme empapado
por la transpiración,- un gran ·desasosiego._Pri-
mera vez que subía al montículo en la Liga Mexi-
cana y tenía que se~_para enfrentarse a.Espino.
Cesáreo hizo och<?tiros prepar_atoriosmien-
tras Espino, a un lado, magnífico.y sereno como
una estatua, apoyada la cadera en el mango del
bat, cuya parte gruesa descansaba en el terreno,
contemplaba el ir y venir de la pelota. Al fin el
toletero tomó su sitio en la caja de bateo.
Mantén tus lanzamientos bajitos, recuerda
Cesáreo que se acordó. Y su primer disparo fue
una recta baja, bola mala rozando las rodillas
del bateador. Tenía las manos húmedas y tomó
el saquito de brea que estaba al pie de la loma.
------ - •
--

126

En su 1nano el sudor y la brea formaron una


1nezcla pegajosa, refiere. El receptor pedía una
recta baja a la esquina de afuera. El lanzam íen o
de Cesáreo pasó a buena altura, pero muy af u€-
ra, lejos del alcance del bateador. Insistió el re-
ceptor, bola baja y afuera, y el tercer disparo se
clavó en la tierra antes de llegar a la goma.
El ampayer levantó tres dedos de la mano
izquierda para indicar las tres pelotas malas. El
receptor se acercó a Cesáreo. Este lanzamiento
lo va a aguantar, le dijo, pásalo por el centro 7

valiente. Cesáreo se quitó la cachucha, recuer-


/ da, y con la manga de la camiseta secó el sudor
abundante que nacía en su cabellera y se derra-
maba por la frente para acumularse en las cejas
y los párpados.
Puso el pie en la placa. El receptor se había
colocado exactamente tras el centro d_el pentá-
gono. Cesáreo se impulsó y envió un disparo
rápido, alto, que se fue cerrando sobre el-batea-
dor. Espino dio un salto hacia atrás pero no pudo
evitar que la pelota le golpeara el brazo izquier-
do. Golpeado, dijo el ampayer, toma la base.
Espino avanzó al trote hacia la primera colcho-
neta.
El manejador salió de la caseta y se dirigió
al montículo. Extendió la mano exigiendo 1
pelota. Te falta mucho, chamaco, dijo. Y pi.di~
otro lanzador.
No sirvo para esto, refiere Cesáreo qu l
dijo con toda honestidad al n1anejador al t rn1i-

- ...........
_,
127
nar el juego, me falta corazón. El 1nanejador
asintió con breves 1novin1ientos de cabeza y esa
n1isn1a noche Cesáreo pidió su baja, esa 1nisma
noche ton1ó el autobús de vuelta a su pueblo en
el sur de Veracruz y juró, refiere, abandonar para
siempre el beisbol.
Si otro hubiera sido su primer bateador,
cualquier otro, hubiese podido. quedarse unos
años en la Liga Mexicana, refiere Cesáreo. Quién
sabe, dice. Y con ojos apagados se mira la mano
de lanzar que jamás volvió a oprimir las costu-
ras de una pelota.
Noveno inning
Los duelistas
Jon1i García Ascot

La gente está en silencio, .


ellos están de pie, frente a frente, mirándo-
se a los ojos
y cada uno piensa en espejo del otro.
Tienen sus diferentes armas en la mano, por
su cuerpo
corre el estremecimiento de lo que van a
hacer
en el instante en que empiece la acció.p.
-el decisivo y yeloz movimiento que todo
lo define.
Ya se conocen de duelos anteriores
o minuciosos recuentos o leyendas.
Saben de su fuerza, de su habilidad, de su
fulgurante rapidez
en el instante en que algo se decide.
Respiran hondo. Ha llegado el momento.
Miran la seña, quizás eq uivócada.
No oyen nada.
En el ignorado decreto de este tiempo que
ahora se desata
hay un destino sellado, tal vez ineludible,
hecho de números y espacios
como un vasto ajedrez suspenso de futuro.
132
Unas palabras lo abarcan y definen
y le dan su peso a los duelistas:
dos outs con bases llenas, tres bolas, dos
strikes.
El lanzador inicia el movimiento ...

Primer extra inning


Éjele que ni me dolió
José Agustín

A juan Vi/loro

Desde muy niño el beisbol fue mi deporte favo-


rito. Me gustaba verlo jugar y lo hacía a cada
rato porque vivía a unas cuadras del Parque del
Seguro Social, el viejo Parque Delta de Obrero
Mundial y avenida Cuauhtémoc .. Por lo gene-
ral, solo o con cua~es, ·me ·saltaba la barda por el
lado del Viaducto, e1 lado- izquierdo (claro) del
diamante, para entrar de cachucha, pero aveces
tenía lana, pagaba nii holf:to _ym~ atascaha de
tacos de cochinita entre entrada y entrada, por-
que en esa época estaba tan chico que no me
interesaban ni las che.las'ni las apuestas._
Me gustaba ver ·el ·be~s, pero más jugarlo.
En la calle era con pelota de esponja y a m;ino,
con los chavos de mi edad y otros más chirris.
En la escuela, aunque predominaba el fut, tam-
bién se jugaba a mano, en los recreos, porque
los (ojetes)· maestros lasallistas nos prohibían
guantes, bat y bola dura. No nos fu_éramos a
lastimar. Por tanto, mejor me iba todos los sá-
bados con mi reverenciado maestro de quinto y
sexto, el señor Cúpich, a unos llanos que esta-
ban en Barranca del Muerto, del otro lado del
Río Mixcoac, a jugar con bola dura. Ahí me
136
enteré de la Maya Pony Leaguc, cuyo campo se
hallaba en la avenida Revolución, junto a Jo~
Laboratorios Squibb.
Fui corriendo a inscribinne, pero me rebo-
taron porque sólo admitían chamacos de trece
y catorce años en la liga menor. Me frustré ho-
rriblemente, porque el campo de la Maya me
fascinó. Tenía todo:montículo, diamante, líneas
caleadas, jardines de pasto bien regado y autén-
ticas bardas de madera al fondo, junto a las de
concreto, más altas, que daban a la calle. No
faltaban las casetas, que ahí no eran "dug out".,
pues estaban en la superficie. Había gradas para
el público con red protectora tras el diamante.
Y a los chavos les daban uniforme, cachucha y
todano. Estaba sensacional, por lo que me re-
gresé bien triste al beis llanero y de la calle en lo
que pasaba un eterno año. ·
En primero de secundaria me hice amiguísi-
mo de Charles Augustus Polit III, un gringo que
vivía en México temporalmente y al que le fasci-
naba el beisbol. Los dos éramos buenos, aunque
no tan chingoncísimos como nos creíamos, y a
todas horas competíamos para ver quién bateaba
y pichaba más duro. Éramos carnales del aln1a,
pero siempre en pique. En la primavera Polit y
yo fuimos admitidos en la Maya Pony League.
Aunque queríamos estar juntos, a mí me
asignaron a los Broncos y a Polit a los Potros o
los Pintos o los Percherones o los Cuacos Hue---
vones, porque en la Pony los equipos tenían
137
non1bres de caballos. Nos pusimos felices al re-
cibir los uniformes; yo el número 6, lo cual me
pareció bien, aunque hubiera querido el 5. A
Polit le tocó el 1 y el pendejo no cabía de gusto,
creía que ya por eso deveras era el nómber guan.
La verdad es que en los entrenamientos él y yo
destacamos tanto como duros bateadores y lan-
zadores, aunque teníamos justificada fama de
rápidos pero descontrolados.
El parque estaba sensacional el día en que
se abrió la temporada. Muchas mamás de los
chavos jugadores llevaron tacos, tortas, hotdogs,
hamburguesas, sándwiches y otras tragaderas ..
También fueron mi papá y, milagro, mi mamá.
Las graderías siempre estuvieron llenas 'Yhubo
partidos desde muy temprano, primero los de
la Mayor y luego nosotros, los de la Liga Enana.
Pero además del sorpresón deque mis papás me
fueran a ver, yo estaba muy excitado porque a
mi equipo, los Broncos, le tocó jugar contra los
Cuacos Tales de mi gran amigo Polit, quien re-
verberaba de envidia porque él iba a jugar en el
jardín central. El rriánayer de los Caballos Co-
nuncallo era un viejito gordo, gelatinoso y menso
de tiempo completo, y no quiso que el carloau-
gusto Polit pichara, aunque era el mejor lanza-
dor que tenía (así estaban los demás, je je),
mientras que a mí, ahí nomás pal gasto, me tocó
abrir el juego inaugural.
Como a las cuatro de la tarde entramos al
campo. Los Broncos éramos el equipo ·"de casa''
------
y yo cn1pccé a pi har ¡Hendid (simo, nmo ~n
viaje, hasta los o(dos me zumbaban, y de , ihff
que venía controlado, ¡milagro!, a.t;( e~ que m
despaché a los tres primeros Yallos Mamilon
Fue un escón de ponchados. Por nucscra parrcT
el primer bronco pegó un doblete, pero los de-
más no la hicieron, así es que me quedé en el
círculo de espera, porque yo era el quinto bat.
Volví al montículo en la segunda entrada y
enfrenté a mi cuais Polir, cuarto bat de los Bu-
rros Manaderos. Estaba de lo más serio. Le lancé
tres rectas y casi me muero de placer cuando lo vi
retorcerse al abanicarlas con todas sus fuerzas.
Andaba buscando el jonrón, y a mis costillas, el
maldito. Nadie había bateado un cuadrangular,
el sumo palo del beisbol, en la historia de la Liga
Menor. Pero me lo ponché. También me despa-
ché con tres rectas rapidísimas al siguiente y hasta
entonces me di cuenta de que se había creado
una tensión porque todos esperaban otro pon-
che (o chocolate, como quién sabe por qué le
dirán) y el consiguiente segundo escón de pon-
chados. Me esmeré por fumarme al sexto batea-
1
dor, pero hasta ahí llegó mi inspiración. Le di f

base por bolas. Y aunque saqué el últin1.o auc


con una rolita al short (del 5 al 3, como se anota
t
en el beis), se esfumó la magia.
Pero ése era mi día. Me tocó abrir nuestro
turno en la segunda entrada con un doble .mu
largo que hubiera sido triple, pero el fogon o
que lanzó Polit desde el fondo del 'nt r a la
139
tercera base 1ne hizo regresar respetuosa1nente a
la segw1da. Estaba picadísitno el pinche gringo.
Después anoté la prin1era carrera del juego con
un se.ncillo al jardín derecho que pegó el sexto
bat. Y a partir de ese momento al abridor de los
Man1ilones Donks se le fue la escasa onda que
traía y sólo le logró sacar un aut a ocho broncu-
dos, que le recetaron cuatro carreras con seis jits.
Qué putiza. Y empezando.
Finalmente el orden.al bar.dio la vuelta y de
nuevo rp_etocó batear en la misma segunda en-
trada. Y con la casa llena. Yo estaba tan prendi-
do que no sabía ni cómo me llamaba. Conecté
la primera pichada con uri garrotazo:seco que se
tendió por el lado bueno de la tercera base. Salí
corriendo hecho la madre, pero Un. alárido del
público me enchinó la piel. ·Mi batazo había re-
basado la barda de madera, que· era como de
metro y medio, y golpeó duro ert la de concre-
to, más alta, que daba ·a -la avenida Revolución.
Hasta entonces me di cuenta de que·acababa de
conectar un jonrón, el primero de lahistoria de
la Liga Menor, ¡y con la.casa llena!, ~sí es que
bajé el paso, gozando los gritos y los aplausos.
Al pasar por segunda vi a Chuck Polit lívido de
rabia y le hice mocos al trotar hacia el diaman-
te. Era la gloria total. Mis compas salieron a re-
cibirme y a echarme porras. Ya íbamos chorromil
a cero en la segunda entrada. Hasta mi mamá,
que no sabía nada de beisbol, estaba feliz y me
envió varios besos aéreos.
140
Después fue un relajo. El juego se hizo
111uylento por el cambiad.ero de pícheres pero
todavía hicitnos tres carreras 1nás en esa en-
trada. Los pobres Burros Mamadores eran bíeo
maletas. A mí me dio tiempo de ir a ver a mi
mamis, de echarme una cacacola y de recibir
felicitaciones, así es que cuando volví a pichar
en la tercera entrada mi estado de ánimo ha-
bía cambiado; ya no sostuve el cáliz de los sa-
crificios y di cinco bases por bolas, con una
carrera de caballito. Me mandaron al jardín
izquierdo, una posición que me gustaba casi
tanto como pichar porque podía poner a prue-
ba mi brazo en los pisa-y-corre. Pero como
llevábamos tan tremenda ventaja y yo había
pegado el Jonrón Histórico nadie me la hizo
de tos y a mí hasta risa me daba: cinco bases
por bolas seguidas, qué vaciado.
Siguió la paliza a los Cuacoburros y en cada
entrada les metimos mínimo dos carreras. Yo
todavía pegué un sencillo, que impulsó otra ano-
tación, y me dieron base por bolas intencional
en la. cuarta. Pero nuestros lanzadores también !
eran chafísimas y los Caburros pudieron batear,
en especial mi cuate Polit, quien primero co- 1
nectó un palo largo, largo, por el jardín izquier-
do. ¡Mi jardín! Corrí como loco pero pronto vi
que nunca iba a cachar esa pelota. Se va, se va ...
Se fue, señoras y señores, pero de faul. Un gran
suspiro de frustración se oyó en el parque. Y,
claro, después del gran faul el gran ponche. El
141
Polito le tiró con tantas ganas a la bola que casi
ayó, y un rato anduvo co1no pájaro herido
buscando el equilibrio.
Pero en el cierre de la cuarta el Tercer Car-
l_osAugusto Polir le volvió a alzar los pelos a la
concurrencia con un duro triple que se fue por
el lado bueno de la raya del jardín derecho; el
cretino jardinero tardó siglos en recoger la bola
y después en mandarla al cuadro. De churro el
Polit no hizo el jonrón de campo, pero impul-
só dos carreras. Todos se dieron cuenta de que
el gringo estaba grueso y de la que la podía
hacer, y en grande, pero que le había tocado en
un equipo de losers, como el de su tocayo Char-
les Brown. De cualquier manera, fuera de esas
emociones, la paliza relajó el juego al punto de
hacerlo aburrido. Todos nos la pasábamos pla-
ticando en el dug-out y nos valía lo que pasaba.
en el campo. Jamás nos iban a alcanzar.
El juego era a seis entradas, y no a nueve-
cual-debe, porque éramos de la liga chirris. En
el cierre de la quinta íbamos 17 a 8, favor nues-
tro. Primero hubo un sencillo al central que re-
cogió limpiamente mi amigo CharlieAugustus
Polit III. El siguiente bronco dio otro sencillo,
cortito, y luego vino una base por bolas, así es
que se llenó la casa. No había aut y yo estaba al
bat. El público emitió una exclamación sorda
cuando llegué a la caja de bateo, ¿qué tal si yo
hacía el milagro de empujar r,Jospalosgrandes,
grand slams, los primeros de la liga, con casa lle-
142
na y en juego inaugural además? Era po.síbl ,
porque estaba enrachado y el pícher era facaL
Pero en ese momento el mánayer de los Pen---
cos Mayatones sacudió sus lonjas, se arrastró al
montículo, envió a la banca al lanzador y como
enésimo relevista llamó nada menos que al jar-
dinero central, mi bróder Charlie Brown. En-
tonces se me fueron los nervios y de nuevo me
puse muy alerta y excitado, otra vez como en
e~tado de trance, porque nomás no podía ser
que Chucky Polit me eliminara gachamente. Él
por supuesto iba a hacer lo imposible por lo-
grarlo. Venía herido, porque yo lo había pon-
chado en la segunda entrada, y la envidia lo
inflamaba.porque yo, y no él, metí El Gran Palo.
Me hice a un lado cuando el pecoso calen-
taba el brazo de lo más metido, sin ver a nadie,
mientras el público chiflaba el clásico fiu-fiuuuu
de las pichadas de calentamiento. Finalmente
Polit estuvo listo y me miró oscuramente cuan-
do me instalé en la caja de bateo. Nos queda-
mos viendo a los ojos un rato hasta que hizo su
wind-up y me lánzó una llamarada ..Nunca la vi
pasar; por suerte fue una bola afuera que apenas
logró parar el cácher, con lo que evitó la picha-
da loca y la carrera correspondiente. El segundo
lanzamiento también fue rapidísimo, pero aden-
tro, y me tuve que echar hacia atrás para que no
me pegara. Este cabrón viene echando lun1bre,
pero descontroladísimo, pensé. La tercera picha.-
da también fue bola, afuera. Casa llena, tr s
-- -------

qt 143
bolas, cero estraics, cero auts. Estaba jodido mi
querido Politejo.
)'. El n1ánayer volvió a salir con su paso lasti-
n1oso, exasperante, y quién sabe qué le dijo al
Polir Ikon y al resto del cuadro que llegó de
metiche para que mi cuate no fuera a meter la
carrera de cuaquiu:x. Todos regresaron a sus po-
siciones. A mí ya hasta me daba risa. Para en-
tonces estaba seguro de que, por más que le
hubieran dicho, mi cuais me iba a dar la base
por bolas. Ese día nomás no le atinaba al cen-
tro. Si por él fuera, me ponchaba en tr~s flama-
zos, como yo me lo despaché a él en la segunda.
Sin embargo, me miró de una manera rnuy ex-
traña, con una leve sonrisita, y yo entendí: este
cabrón me está diciendo. q_ue puede poner la
pelota donde quiera: _ • •
¡Ahí viene la buena!, pensé al instante, lle-
no de excitación, y me preparé para pescarla. Él
le dio cuerda a su lanzamiento con lentitud· y
soltó un bazukazo tan rápido que no pude ha-
cerme a un lado. ¡Puta madre!_La pelota me pegó
durísimo en el brazo izquierdo y el estallido de
dolor, insoportable; me'derr~mbó. Eso sí, como
en un relámpago alcancé a pensar que mi gran
amigo, el gringo ·hijo de sú rechingada madre,
en verdad podía poner la bola donde quería~
---

Segundo extra inning


Ese hotnbre está loco
(Fragn1.ento del capítulo VIII de Informe
contra mi mismo)
Eliseo Alberto

Olas de sueño golpean a_mi puerta.


No te conozco, araña. •No te conozco.
FAYAD ]AMIS
1 .,

Sal mi q~erido amanecer


~sta vieja molesta es la me~oria.
RAMÓN FERNÁNDEZ-LARREA

Pocas semanas aÍites de· ahorcárs.e conun aLirri-


1 bre de perchero eh._elbañó· de su c_a~a,' el nota-
t
rio Ártgel M:ontoya·me com_~ntó que ·el béisbol
1 era el pasatiempo riacional de los cubanos p'or~
1
que cada situación del deporte ac'ahaba· te:..
niendo una clar'a semejanza con algurfas
circunstancias de la vida, en especial con esas
encrucijadas que nos tie~de el destin'o y que a
la larga terminan por colocarnos en tres y dos;;
es decir, al filo tajante del <:1bismo.Y conste:
cosa rara, estábamos hablando de políti~a. "Ve-
cino, la Revolución es Una ser.iede Grand~s Li-
gas entre los Yanquis y los Industriales, y el duelo
a
decisivo se ha ido extra-innings", me dijo mi-
rándome a los ojos con aquella, tan suya, expre-
sión de vaca triste: ''Un simple error, una mala
decisión, una maniobra maestra y te aseguro que
l48
cualquiera de los dos equipos puede quedar al
cainpo, ante el estadio vado.,, Angel era un án,..
gel sabio. ¿A quién no lo han sorprendido mo ...
vido en una base? ¡Para qué contarte! ¿Te has
ponchado con las almohadillas llenas ... ? ¡Con-
fiésalo, no fastidies! ¿El lanzador no te ha es-
condido la bola con el fin de partirte la madre? j
¿Estás seguro? Dime, ¿nunca has dado un to-
que de bola para sorprender a tu rival y salir así
de un apuro? ¿Tu mejor amigo no te ha dado
una base intencional para evitar que triunfes en
buena lid? ¿Cuántas veces no te han sacado in-
justamente del terreno en el mejor momento
del partido para colocar en tu lugar a un corre-
dor emergente, acaso menos capacitado que tú
pero, a juicio del jefe,.más rápido o tramposo a
la hora de tomar decisiones? A ver, compay, ¿te
han cogido robando una base, a mitad de ca-
mino entre tu mujer y tu amante? ¿No te han
propinado un pelotazo, adrede, por los santos
cojones de tu rival? Piensa, haz memoria, que
t

no te dé pena, ¿jamás has bateado para doble


11 •
play?¿ Unfoul a las mallas? ¡Que tire la primera l

piedra aquel cuarto bate que no se haya queda-


do con la carabina al hombro, bajo una lluvia
de chiflidos! Para demostrarme con su ejemplo
las poéticas y beisboleras contradicciones de este
mundo, el difunto Ángel Montoya me hizo una
confesión: "Yo acabé siendo gusano, como bien
sabes. . . Desde hace más de treinta años estoy
en el banco, vestido con el uniforme reglan1en-
\
149
tario y mi número trece a la espalda, en el jue-
go pero sin jugar, y no porque haya dejado de
asistir a los entrenamientos. Soy un hombre que
cae pesado, así de trágica es mi maricona suer-
te. Sé bien lo que te digo: el futuro es redondo
y viene en caja cuadrada, como la pelota de
polín." Pronto tuve la oportunidad de compro-
bar que el notario .estaba e,n lo cierto al decir
que, en la Revolución como. en el béisbol, de
poco valía hacer pronósticos,· pues los azares de
la dialéctica eran como jugad9resinvisibles que
pueden alterar los resultados. Por esos días~ sin
duda, comenzaron a cambiar,las·brdenanzas del
juego. Las reglas del "Partido" L-Re,cuerdoque
una roquera de La fiabanc1.había puesto en boca
de la juventud un tema q4ede~ía en alguna es-
trofa: Ese hombre está-loco. Durante un tíem-
po se permitió .el hit, sin pr9blemas, hast~ ·que
una noche, precisam_eriteen-el estadio de béisbol .
del Cerro, el árbitro de háme decretó out en dis-
cutida apreciaci6n y cuar~nta,_mil fanáticos· se
pusieron a tararear Ese hombre está loco .... Ese
hombre está loco. El ·notario Ángel Montoya nie
contó el episodio. El juego había terminado, y
tres horas después muchos seguían cantando por
las calles y parques cercanos: Ese hombre está
loco. "El juego era el duro y sin guantes. Yo me
fui corriendo para mi casa, Lichi, para. que no
me sorprendieran fuera de base." Hasta ajií lle-
gó la guarachita electrónica. El aún poderoso
Carlos Aldana recomendó por esa fecha pruderi-
------ ---.-

150
cia, finneza y cautela, porque estaba convenci-
do de que otro out m.al cantado en un estadio
de béisbol podía desatar la tragedia nacional.
Ese out dra1nático estuvo apunto de ser de-
cretado en uno de los campos de pelota del Cír-
culo Social Obrero José Antonio Echevarría,,
antiguo Vedado Tenis Club, cuando el domin-
go 24 de septiembre de 1989 se enfrentaron cara
a cara dos insólitos equipos de béisbol, Los Plás-
ticos y Los Roqueros, ante una fanaticada de
cinco mil espectadores que venían a apoyar el
derecho a la libre expresión y a divertirse un rato,
después del encuentro deportivo, con el anun-
ciado concierto de música alternativa. ''Asiste al
Desafío", rezaba en los citatorios que propagan-
. distas voluntarios pegaron en las paradas de los
autobuses y a las entradas de los colegios capita-
linos. Los-jóvenes pintores, alumnos y maestros
de las escuelas de arte, y los inclaudicables aman-
tes del rock representaban por esos años de peres-
troika los movimientos más críticos de la realidad
nacional. Aquellos muchachos desobedientes
provocaban, entre otros males menores, fuertes
dolores de cabeza a los dirigentes de cultura,
porque no pedían villas ni castillas para explicar
públicamente sus ideas, conflictivas o apasiona-
das. En las aceras, pintaban con cal o carbones
imágenes contestatarias (un Ernesto Che Gue-
vara con unas maracas en las manos, por ejem-
plo); por puro placer, y sin pedir permiso a nadie
tocaban rock en cualquier lugar de la ciudad
151
para disgusto de algunos ideólogos ortodoxos
que antes les habían prohibido un espacio en
galerías o teatros de conciertos. Un joven diri-
gente propuso organizar una tarde de "sano es-
parcimiento", para despejar dudas sobre la
·integridad revolucionaria de los artistas, y los
líderes de ambos movimientos estuvieron de
acuerdo en celebrar el Desafío (juego y concier-
to) en uno de los campos-.de pelota del Vedado
Tenis Club, sin· saber· que ese mismo día, y a la
misma hora, dos eq~ipos del Ministerio del In-
terior habían previsto realizar prácticas de bateo
en el diamante veci'no. •
Yo estuve en las gradas, apoyando a la porra
de los discípulos de Amelía Peláez. Todavía re-
cuerdo el batazo ·que el dibujante Alejandro
López,-niiembro activo d~J\rte Calle, le pegó a
la recta de algodón que· le lanzó el tecladista
Mario Dali, director musical de Monte y Espu-
ma: la pelota.voló en:claro al.trompeta.José Fran-
cisco Carbonell, alias Papaíto, y fue a dar al fondo
del territorio del jardín central. Hubiera sido
triple, fácil. Lástima que Alejandro López se puso .
tan feliz con el trancazo que inició el corrido de
bases por la almohadilla de tercera, en sentido
contrario a las manecillas del reloj, y el crítico
de arte Gerardo Mosquera, árbitro en home, se
vio obligado a declarar de inmediato el out por
regla. El Desafío fue suspendido a .la altura del
quinto episodio, con cerrada pizarra de veinti-
siete carreras a veinticuatro en favor de la nove-
-----· • -- -.....r- - -- ---------·

l52
na de los músicos, y ya nos disponíamos a es u-
char el recital de rock cubano cuando de bo
en boca se supo que, curiosamente, se había. ido
la electricidad en el estadio. Los más jóvenes
comenzaron a corear a capela, Ese hombre está
loco. Ese hombre está loco. Los más viejos can-
tábamos: Muchas veces te dije que antes de ha-
cerlo había que pensarlo muy bien. Los ánimos
se caldeaban en la sopa de aquel tenso atardecer,
justo cuando la bola de sol se hundía en el hori-
zonte. Los peloteros del Ministerio del Interior
se fueron agrupados en las fronteras de los jar-
dines. La noche pintaba color de mierda. Una
chispa y se desataba la furia. La multitud se di-
vidió entre los que pedíamos cautela y los que
exigían "fuego a la lata, mulata" .. Es decir, rock
o guerra. Si no se llegó a un conflicto de mayor
envergadura fue porque los organizadores del
Desafío pactaron una nueva "actividad" para el
próximo fin de semana:_unMaratón Masivo que
debía recorrer a paso doble los mil doscientos
metros que separan el Castillo de la Fuerza del
Museo de Arte Moderno, en el corazón de la
ciudad. "Nos vemos, amiguitos, en la próxima
caricatura", dijo a voz en cuello el pintor Arturo
Cuenca, estratega del estado mayor de Los Plás-
ticos. Nos fuimos del Círculo Social. El Mara-
tón nunca se celebró, por supuesto. La excusa
que se dio a conocer de manera oficial vale lo
que pesa en oro una rinoceronte nigeriana con
quintillizos en la panza: ese fin de semana, los
153
1nien1bros y suplentes del equipo nacional de
karate habían convocado a un Plan de la Calle
para ensefiar a los nifios del municipio Centro
Habana los primeros auxilios de la defensa per-
sonal, y se temía que esta coincidencia pudiera
afectar la paz de la carrera. Una recta de humo
en la esquinita de·afuera: no la vimos pasar. ¡Ár-
bitro: manigüero! .Nos quedamos con el bate al
hombro. El juego se suspendió por lluvia. Án-
gel tenía razón: ¡adiós, Lolita de mi vida!

¡,:
Ú,

,!..
, --

Tercer extra inning


El beisbol en México
Gerardo de la Torre

A Ramón Hernández, el Abulón

La leyenda atribuye a Abner Doubleday la in-


vención del beisbol en 1839, en Cooperstown,
Nueva York, población que~hoy alberga al Sa-
lón de la Fama. Más cercano a la verdad resulta
afirmar que el b_eisbolevolucionó a partir de los
juegos de pelota y palo que se practicaban ·en
Inglaterra,_ de donde pasai;oti a Estados Unidos.
El más elaborado y difundido ·de esos juegos ~ra
el llamado rounders, qúe se_practicaba en un t_e-·
rreno en forma de diamante con cuatro bases~
había un lanzador y el bat tenía_una pa~e pla-
na. Cuando las pelotas eran· atrapadas de aire,
el bateador era puesto (!Ut, pero si bateaba un
rodado, era necesario golpearlo con la pelota an-
_tesde que alcanzara una base. ,
En 1834 la desc~ipción y las reglas de róun~
ders fueron expuestas en The Bo_okof Sports por
Robin Carter, quien rebautizó el juego como
baseball o goalball. Once años después, Alex<:1n-
der Cartwright, que había organizado el equipo
Knickerbockers en la ciudad de Nueva York,
modernizó tales reglas y el beisbol comenzó a
jugarse de manera muy semejante a como se
juega en la actualidad. Por ejemplo, ya no tenía
158
que golpearse al corredor con la bola sino tocar-
lo con ella o bien tocar la base; a la vez, el bat
adquirió su forma redondeada. Canwright, ade-
más, fijó la distancia entre las bases en 90 pies
(27.45 metros), distancia que se conserva en
el beis bol moderno. Se tiene noticia de que el
primer juego bajo tales reglas se efectuó en
Hoboken, N.J., en 1846, entre los equipos Knic-
kerbockers y New York Nine.
El primer equipo profesional, Cincinnati
Red Stockings, surgió en 1869. Dos años des-
pués los incipientes peloteros fundaron la Aso-
ciación Nacional de Jugadores Profesionales de
Baseball, a la que siguió en 1876 la Liga Nacio-
nal de Clubes Profesionales de Baseball, hoy
conocida sencillamente como Liga Nacional. La
Liga Americana nació en 1901 y la primera Se-
rie Mundial (a ganar cinco de nueve partidos
posibles) se jugó en 1903. Boston, de la Liga
Americana, derrotó en cinco de ocho a Pitts-
qurgh, de la Nacional. Como la discriminación
racial impedía la presencia de jugadores de co-
lor en esas ligas, en 1920 comenzó a funcionar
la Liga Nacional Negra, en la que tomaban par-
te magníficos peloteros que, en los escasos jue-
gos ~e exhibición que sostenían contra equipos
blancos, generalmente salían triunfadores.
En México el beisbol comenzó a practicar-
se a finales del siglo XIX y en 1899 se organizó
en la ciudad de México la primera liga, de corta
vida. A finales del porfiriato surgieron ligas de
159
aficionados en diversos estados del país. Por esos
afios, los electricistas comenzaron a jugar beis-
bol en los llanos de La Piedad, al sur del río del
niisn10 no1nbre. Aprovechaban el lugar nove-
nas de ferrocarrileros y otros gremios y el pasti-
zal se convirtió en el más importante centro
beisbolero de la ciudad. La Compañía Mexica-
na de Luz y Fuerza Motriz, propietaria de los
terrenos, hizo levantar una tribuna de madera y
una cerca y nació el parque Delta (denominado
así quizá porque al principio perteneció al De-
partamento de Líneas Terrestres y Aéreas). Allí,
en 1919, se presentó el primer equipo de Gran-
des Ligas que vino a México, Medias Blancas de
Chicago, que ofreció algunos juegos de exhibi-
.,
ClOn.
Una primera Liga Mexicana profesional fue
creada en 1917, con la participación de los equi-
pos cubanos Piratas y Naviera. Esta y otras or-
ganizaciones fracasaron y al fin, en· 1925, se
estableció la Liga Mexicana que aún subsiste. El
primer equipo campeón fue el Regimiento_74
de Puebla -patrocinado po:r el general Andrés
Zarzosa-, que alineaba un buen número de
peloteros cubanos. La liga funcionaba con equi-
pos semiprofesionales (entre otros, Ocampo de
Jalapa, Gendarmería, Chiclets Adams, Comin-
tra, Tráfico, Obras Públicas), con sede casi to-
dos en la ciudad de México, pero hacia 1936 los
clubes comenzaron a asentarse en diversas ciu-
dades de la República. En la década de los años
160
cuarenta la liga se hallaba totalmente profesio-
nalizada y en 1946 abrieron la temporada ocho
equipos: Alijadores de Tampico, Tecolotes de
Nuevo Laredo, Pericos de Puebla, Uni6n Lagu-
na de Torreón, Industriales de Monterrey, Tu-
neros de San Luis, Rojos de México y Azules de
Veracruz.
El empresario veraéruzano Jorge Pasquel
había adquirido en 1940 el parque Delta y uno
de los clubes, al que rebautizó como Azules de
Veracruz y estableció en esta sede. Para la tem-
porada de 1946 adquirió el"club Rojos de Méxi-
co y fue designado presidente de la liga. Sin
exageraciónpuede afirmarse que, gracias a la au-
dacia y a la chequera de Pasquel, de 1946 a 1948
en México se jugó el mejor beisbol del mundo.

Los años dorados de la Liga Mexicana


'
Gracias a sus·conexionespolíticas; Jorge Pasquel
y sus hermanos lograron crear un imperio co-
me~cialque incluía exportaciones e importacio-
nes, banca, publicidad, ranchos y la operación
de la Lotería Nacional. Al mediar la década de
los cuarenta el imperio familiar había amasado
una fortuna calculada en sesenta millones de dó-
lares. Pasquel fortaleció su posición gracias a su
amistad con Miguel Alemán, quien en ocho
años pasó de gobernador de Veracruz a presi-
dente de la República.
161
Para elevar la calidad del beisbol mexicano,
Pasquel con1enz6 por reclutar a decenas de es-
trellas de las ligas negras, entre ellos los lanzado-
res Chet Brewer, Leon Day y Theolic Smith; los
receptores Joshua Gibson y Roy Campanella;
los jugadores de cuadro William Diablo Wells,
Raymond Mamerto Dandridge y Buck Leonard;
los jardineros Monte Irvin y CoolPapa Bell. Para •
más, los mejores peloteros de América -Latina y
el Caribe, como Martín Dihigo, Lázaro Salazar,
Ramón Bragaña y lo·s·hermanos Carrasquel, ju-
gaban en la Liga Mexicana.
Dur~te la Segunda Guerra, Pasquel había
reclutado peloteros latinos blancos que jugaban
en las mayon~s, entre otros Roberto Ortiz;. de
los Senadores, y Tomás de la Cruz, d~ los Rojos
de Cincinnati. Pero en. 1946 declaró la guerra a .
las Grandes Ligas al emprender una reda,da-nia-
siva de peloteros. No ..faltó quien señalara que
Pasquel pretendía rri~tener viva la lla~a del
nacionalismo prob~do que la Liga 'Mexicana •
tenía un nivel comparable al de las _GrandesLi-
gas y, por analogía., ·México y Estados Unido~
ocupaban posiciones ·semejantes en el concierto
de las naciones. •
El primer pelotero importante que vino a
México fue el jardinero de los Dodgers Luis
Rodríguez Olmo. Muchos de los primeros· en
desertar, como los lanzadores Adrián Zabala y
René Monteagudo, el primera base Napoleón
Reyes y el jardinero Roberto Estalella, eran de
162
origen hispano. El primer estadounidense q uc
se dirigió al sur fue el jardinero de los Gigantes
de Nueva York Danny Gardella, y el primer pe-
lotero de renombre en partir fue el receptor
Mickey Owen, que firmó con Pasquel por
15,000 dólares al año durante cinco años, más
un bono de 12,500 dólares. Los Gigantes, ade-
más de Gardella, perdieron al segunda base
George Haussman, al inicialista Roy Zimmer-
man y a los serpentineros Harry Feldman y Sal-
vatore Maglie. Los Cardenales perdieron a sus
lanzadores estelaresMax Lanier y Fred Martin y
al segunda base Lou Klein.
Pasquel perseguía peces aún más gordos.
Pete Reiser, jardinero estrella de los Dodgers,
recibió una oferta de 100,000 dólares por cinco
años; Bob Fellet~lanzador de los Indios, de Cle-
veland, rechazó una oferta de 300,000 dólares
por tres años; y Stan Musial, el súper estrella de
los Cardenales, rechazó 65,000 dólares en efec-
, tivo. Vernon Stephens, párado·r en corto de los
Cafés de San Luis, campeón jonronero en 1945,
firmó un contrato por 250,000 dólares por cin-
co años y a los tres días defeccionó. Vale señalar
que Beto Ávila, el mejo.r pelotero mexicano,
ganaba cinco o' seis mil dólares al año.
Al sur de la frontera, Roberto Ortiz, anti-
guo jardinero de los Senadores, encabezó en
1946 la liga en dobles, jonrones y carreras im-
pulsadas con los Rojos de México. Ma..'<: Lanier
fue campeón en carreras limpias con los Azules
163
de Veracruz y Maglie ganó 20 juegos para los
Pericos de Puebla. Tainpico ganó la corona y los
Azules de Pasquel acabaron en penúltimo lugar.
En 1947 el ca.tnpeonato fue para los Industriales
de Monterrey, igual que el año siguiente, cuando
la n1ayoría de los ligamayoristas había retornado
a Estados Unidos y las estrellas negras comenza-
ban a integrarse a las ligas mayores después de
que el primer pelotero· de ·color, Jackie. Robin-
son, firmó en 1947 con los Dodgers de Brooklyn.
El efímero·sacudimiento provocado por Pas-
q uel resultó benéfico para· las Grandes Ligas. _Por
una parte propició la admisión de peloteros de
color y por otra forzó· á los propietarios a acep-
tar modificaciones en los contratos por vez pri-
mera desde 1887. Las concesio.I?-esincluyeron
un incremento en .el salario mínimo de dos mil
a cinc¿ mil dólares, el establecimien~o de ut;i_plan
de pensiones con base en lo reéa~dado en los
juegos de estrellas y la Serie Mundial, y dinero
para alimentos y gastos durante el entrenamiento
de primavera. .
El año 1955 señaló un giro definitivo en el
beisbol mexicano. Jorge Pasquel murió el 7 de
marzo, al estrellarse su avión privado. Un mes
después, la nueva Liga Mexicana ingresó al lla-
mado beisbol organizado con la clasificación AA.
El viejo parque Delta fue derribado y en el mis-
mo sitio se inauguró el parque ~el Seguro So-
cial. En los diamantes, el equipo Tigres de Alejo
Peralta sustituyó a los Azules de Jorge Pasquel.
-------~· ---·

164

El año negro del beisbol mexicano

Primero de julio de 1980. Ese día comenzafxt


la serie entre los equipos capitalinos Tigres y
· Diablos Rojos. Se acercaba la hora mágica del
beisbol (así bautizada al parecer por el Mago
Septién), las siete y media de la noche, y los pe-
loteros del equipo Diablos no salían a calentar.
Corrían rumores -el más aproximado a la ver-
dad afirmaba que los jugadores discutían en
colectivo con el manejador Cananea Reyes- y
sé conjeturaba que algo inusitado estaba por
• acontecer. Llegada la hora, los peloteros Dia-
blos no saltaron al terreno y se decretó la sus-
pensión'delpartido. Había comenzado un paro
laboral, provocado por el injustificado despido
del receptor felino Vicente Peralta, que culmi-
nó con el despido de más de dos centenares de
peloteros y la creación de la Liga Nacional.
Cosa de dos meses antes había ocurrido un
incidente similar en el equipo Ángeles de Pue-
bla. Los jugadores se pusieron en huelga en soli-
daridad con el manejador Jorge Fitch, cesado
arbitrariamente. Luego de tres días de paro, los
patrones retiraron la suspensión vitalicia a Fitch
e impusieron a cada huelguista una multa de
tres mil pesos. A raíz de este movimiento, pelo-
teros de los veinte clubes del circuito comenza-
ron a reunirse con la idea de formar una
organización sindical. Así, el 12 de mayo de
16
l 80 na i la A ociación Nacional de Beisbo-
li tas AN.ABE), presidida por elAbulón Hernán-
d z, gunda base de los Diablos.
Tras la rebelión luciferina del 1 de julio, la
ma.. ría de los beisbolistas se su1naron al paro.
Exibían no sólo la reinstalación de Vicente Pe-
ra.lt"a ino tan1bién el reconocimiento de la ANA-
BE • , en consecuencia, la discusión de ciertas
reivindicaciones económicas y sociales, así como
el respeto a la dignidad de los peloteros, que se
negaban a que se les traficara como ganado. La
patronal se negó a negociar y decidió continuar
la temporada con una liga reducida de veinte a
solam.ente seis clubes: Tigres de México, Sara-
peros de Salcillo, Diablos Blancos_de La Lagu-
na, Indios de Ciudad Juárez, Broncos de Reynos~
y Azules de Coatzacoalcos.
Al cabo de meses de infructuosas gestiones,
los anabistas decidieron formar su propio. cir-
cuito, para lo cual recurrieron a.patrocinios di-
versos y no siempre bienintencionados. En 1981
lograron echar a andar la Liga Nacional con los
equipos Azules de Veracruz, Pericos de Puebla,·
Industriales de Gómez Palacio, Celestes de Que-
rétaro, T uzos de Zacatecas, Alacranes de Duran-
go y Metropolitanos Rojos, a los cuales más tarde
se sumaron los Petroleros de Minatidán. Sin
embargo, faltos de apoyo verdadero (sobre todo
en la capital de la República), víctimas de enga-
ños, traiciones, fraudes y cierto oportunismo
empresarial, los clubes tuvieron que rodar de una
·----

166
parte a otra. Y al cabo de seis afies de batallar
co1nenzó la declinación y la liga anabista acabó
por desaparecer.
Pero, al menos en la capital de la Repúbl.í-
ca, el beisbol de la Liga Mexicana jamás se repu-
so de aquel golpe de dignidad. El grueso de los
aficionados volvió la espalda al autoritarismo pa-
tronal y se alejó de las taquillas. Durante años se
jugó en un estadio casi vacío y al fin, en junio
de 2000, el parque del Seguro Social cerró sus
puertas y la pelota se desplazó al Foro Sol en la
Ciudad Deportiva. La respuesta del público no
mejoró y los Tigres capitalinos, campeones en
2000 y 2001, jugaron la temporada 2002 en la
ciudad de Puebla. Ese mismo año ganaron el
campeonato los Diablos Rojos. En septiembre,
durante los dos últimos juegos de la serie de cam-
peonato, el Foro Sol registró llenos hasta las lám-
paras. ¿Renacimiento, efímera fortuna? Ya lo dirá
-lo está diciendo- el año 2003.
Line up

José Mj.guel Oomi) García Ascot nació en Tú-


nez en 1927, año en que Babe Ruth implantó
el récord de 60 jonrones en ·una temporada,
marca superada por Roger Maris 34 años des-
pués. Escritor y cineasta, García Ascot publicó
una decena de libros de ensayos y poemas (en-
tre ellos Un modo de decir y Poemasde amor per;..
dido y encontrado y otrospoemas); su filme más
conocido es En el balcón vacío (1961). Póstu-
rnamente fue ·publica4a su novela La muerte
empieza, en Polanco (1987). En 1984 lefue otor-
gado el Premio Xav.ier Villaurrutia. Murió en
México, Distrito Federal,· en 1986.

Raúl Renán nació en Mérida, Y{icatán,en 1928,


precisamente el año en que se retiró Ty Cobb, el
Durazno de Georgia._Cobb jugó 24 temporadas
en las ligas mayores: 22 con los Tigres qe De-
troi t (a partir de 1905) y las dos últimas con los
Atléticos de Filadelfia. Renán ha publicado una
veintena de libros de poesía {Ldmparas oscuras,
Catulinarias y sdficas,Los silenciosde Homero, •vól-
ver a las cosasy más), _narrativa ( Gramdticafan-
tdstica, Comparsa y Ambulario entre ellos) y
168
ensayo (La sagradafamilia Sabines).Recibió en
1992 el Premio Antonio Mediz Bolio.

Eduardo Lizalde nació en el Distrito Federal en


1929. Ese año, después de tres temporadas con-
secutivas en que los Yanquis dominaron la Liga
Americana,. los Atlético~ de Filadelfia lograron
coronarse y en la Serie Mundial vencieron a los
Cachorros de Chicago cuatro juegos a uno. Li-
zalde ha publicado la novela Siglo de un día, di-
versos libros de ensayos y una docena de
volúmenes de poesía, entre los cuales destacan
Cadacosa.esBahel,El tigreen casa,La zorra en-
ferma, Caza,mayor,TerceraTenochtitlány Taber-
nariosy eróticos.E~ 1988 se le otorgó el Premio
Nacional de Ciencias y Artes.

Vicente Leñero nació en Guadalajara, Jalisco,


en 1933, año ~n que por v~z primera se celebró
un ·juego de estrellas en las ligas mayores; ven-
ció la Liga Americana cuatro carreras a dos.
Narrador, dramaturgo y guionista de cine, Le-
ñero es autor de una vasta obra en la que desta-
can las novelas Los albañiles,Redil de ovejas,El
. garabato,Estudio Q, Losperiodistas,La gota de
agua,El evangeliode Lucas Gavildn, La vida que
se va; el reportaje Asesinato;las obras teatrales
Pueblo rechazado,Martirio de More/os, Nadie
sabenada, Losperdedoresy TodossomosMarcos.
Obtuvo en 2001 el Premio Nacional de Cien-
cias y Artes.
169

Genudo de la Torre nació en la ciudad de Oaxa-


,l. en 1938, afio en que, en la Liga Mexicana, el
ubai10 Martín Dihigo fue lanzador campeón
en carreras limpias admitidas (0.90), juegos ga-
nados y perdidos (18-2) y ponches (184). Di-
higo, además, conquistó el campeonato de bateo
con .387 de porcentaje. De la Torre ha publica-
do las novelas Ensayo general, La línea dura,
Muertes de Aurora, Los muchachos locosde aquel
verano, Morderdn el polvo, y varios volúmenes
de cuentos. En 1992 obtuvo el Premio de No-
vela José Rubén Romero.

Ser~o Ramírez n~ció en Masatepe, Nicaragua,


en 1942. En _las Grandes Ligas, ese año Ted
W'"tlliams conquistó la triple corona de bateo,
con .356 de porcentaje, 36 cuadrangulares y 137
carreras impulsadas. Ramírez --que formó parte
del directorio sandinista a la caída de Somoza-.
es autor del libro de ensayos Mentiras verdade-
ras, de los volúmenes de cuentos CharlesAtlas
también muere, Cla.ve de Sol, Catalinay Catali-
na, y de las novelas Castigo divino, Un baile de
máscaras, Sombras nada mds y Margarita, estd
linda la mar, que en 1998 obtuvo el Premio In-
ternacional Alfaguara de Novela.

José Agustín nació en Acapulco, Guerrero, en


1944. Ese año, en la Liga Mexicana el lanzador
cubano Ramón Bragaña ganó 30 d~ los 52 jue-
170
gos con que se coronaron los Azules del Vera....
cruz; los Diablos Rojos, con sólo 28 victorias1
acabaron en último lugar. José Agustín ha pu-
blicado numerosos libros de narrativa, entre ellos
las novelas La tumba, De pe,fil, Se estd haciendo
tarde (final en laguna) y Ciudades desiertas. Es
autor de Tragicomediamexicana, crónica en tres
tomos, y del ensayo Los grandes discos de rock:,
1951-1975. En 2002 publicó sus Cuentos com-
pletos (1968-2002).

Francisco Hernández nació en San Andrés T ux-


tla, Veracruz, en 1946. Ese año, otro ilustre ve-
racruzano, Jorge Pasquel, declaró la guerra a las
ligas mayores y, sin más arma que los dólares,
sedujo a una constelación de peloteros y los trajo
a jugar en la Liga Mexicana. Poeta, Hernández
ha publicado, entre otros, los títulos Gritar es
cosa de mudos, Portarretrato, Textos criminales,
Mar de fondo, De cómo Robert Schumann foe
vencidopor los demonios, Habla Scardanelli, An-
tojo de trampa. En 1993 se hizo acreedor al Pre-
mio, de Poesía Carlos Pellicer.

Alberto Blanco nació en la ciudad de México


en 1951, año en que Willie Mays se unió a los
Gigantes de Nueva York y ganó la designación
. de Novato del año. Mays, quizás el mejor jardi-
nero central de todos los tiempos, tern1inó la
temporada con .27 4 de porcentaje de bateo, 20
jonrones y 68 carreras producidas. Blanco poe-
171
r-a, nsayista, n1ttsico y dibujante, ha publicado
lot poe1n~,rios Pequeñas historias de misterio ilus-
nw.rl~t.sGiros de faros, El largo camino hacia ti,
1YJ111os, Canto a la sombra de los animales, El
ro,ruón del instante y otros. En 1989 fue galar-
donado con el Premio José Fuentes Mares.

Eliseo Alberto nació en La Habana, Cuba, en


1951. Ese año, Dodgers y Gigantes jugaron tres
partidos extra para dirimir el campeonato de la
Liga Nacional. Los Gigantes ganaron el bande-
rín y en la Serie Mundial cayeron ante los Yan-
quis por cuatro juegos a dos. Eliseo Alberto ha
escrito guiones cinematográficos y publicado li-
bros de poesía (Las cosas que yo amo, Un instan-
te en cada cosa) y de narrativa (La fogata roja,
La eternidad por fin comienza un lunes, Informe
contra mí mismo, La fabula de fose;. Con Cara-
col Beach obtuvo en 1998 el Premio Interna-
cional Alfaguara de Novela.

Daniel Sada nació en Mexicali, Baja Califor-


nia, en 1953,.el año en que los Bravos de Bos-
ton abandonaron esta sede para jugar en
Milwaukee, donde permanecieron hasta 1965;
desde 1966 los Bravos juegan en Atlanta. Na-
rrador y poeta, Sada ha publicado -los libros de
relatos Juguete de nadie, Un rato, Registrode cau-
santes y Tres historias; el poemario Los lugares;el
libro de varia invención Los límites; y las nove-
las Lampa vida, Albedrío, Una de dos, Porque
172
parece mentira Laverdad nunca se sabe y Luces
artificiales.En 1992 le fue otorgado el Premío
Xavier Villaurrutia.

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