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EL Suicida

Enrique Anderson Imbert

CATAFORA:
“al pie de la biblia abierta” anticipa que ocurrirá algo significativo para el personaje
“alineó las cartas: a su mujer, al juez, a los amigos” el personaje se prepara para despedirse
“Se derramó nafta en la ropa” se prevé que se prendera en llamas por el líquido inflamable
“Corrió hacia el balcón” se intuye que se tirara a la calle

ANAFORA:
“Alguien - ¿pero ¿quién, cuándo? - alguien le había cambiado el veneno por agua”
“La hoja se hundía en las carnes blandas y luego salía limpia como del agua. Las carnes
recordaban su licitud como el agua después que el pez”

ELIPSIS:
“alguien le había cambiado el veneno por agua, las balas por cartuchos de fogueo” (coma
elíptica)
“y con sus cinco hijos en el suelo, cada uno con un balazo en la sien” (coma elíptica)

SUSTITUCION:
“A la hora se levantó y miró el frasco. Sí, era el veneno”
“Tomó el cuchillo de la cocina, se desnudó el vientre y se fue dando cuchilladas. La hoja se
hundía en las carnes blandas”

MACROESTRUCTURA:
El cuento va a un fondo donde el protagonista realiza actos contra su vida (tomando
veneno, disparo a la cien, fuego y cuchilladas) de manera continua su familia y la ciudad
sufren de manera sistemáticas todos sus intentos de suicidio.

MICROESTRUCTURA:
Inicio: Párr. 1 Y 2
Se anuncia que se cometerá un suicidio con todo lo que esto implica, pero no sale como se
esperaba

Nudo: Párr. 3, 4 y 5
El personaje al ver que no funciono lo volverá a intentar, pero se da cuenta que cada vez
que lo intenta no resulta, al contrario, pues parece que su intento de suicido fue efectuado
en su mujer e hijos

Final: Párr. 6 7
Sus intentos habían fallado y a punto de cometer otro intento vio una ciudad entre llamas
como si lo que él se tratara de hacer afectara a todo aquel que lo rodea.

SUPRA ESTRUCTURA: El cuento de El Suicida está compuesto por inicio, nudo y un


desenlace los cuales se dividen en 7 párrafos

INTEGRANTES
 Karlos Guillermo Luque Mamani
 Willinton Espinoza Poblete
 Raid Omar Flores Catacora
 Yamil Antony Flores Cabrera
EL SUICIDA

Al pie de la Biblia abierta –donde estaba señalado en rojo el versículo que


lo explicaría todo– alineó las cartas: a su mujer, al juez, a los amigos.
Después bebió el veneno y se acostó.
Nada. A la hora se levantó y miró el frasco. Sí, era el veneno.
¡Estaba tan seguro! Recargó la dosis y bebió otro vaso. Se acostó de
nuevo. Otra hora. No moría. Entonces disparó su revólver contra la sien.
¿Qué broma era ésa? Alguien -¿pero quién, cuándo?- alguien le había
cambiado el veneno por agua, las balas por cartuchos de fogueo. Disparó
contra la sien las otras cuatro balas. Inútil. Cerró la Biblia, recogió las
cartas y salió del cuarto en momentos en que el dueño del hotel, mucamos
y curiosos acudían alarmados por el estruendo de los cinco estampidos.
Al llegar a su casa se encontró con su mujer envenenada y con sus cinco
hijos en el suelo, cada uno con un balazo en la sien.
Tomó el cuchillo de la cocina, se desnudó el vientre y se fue dando
cuchilladas. La hoja se hundía en las carnes blandas y luego salía limpia
como del agua. Las carnes recobraban su licitud como el agua después
que le pescan el pez.
Se derramó nafta en la ropa y los fósforos se apagaban chirriando.
Corrió hacia el balcón y antes de tirarse pudo ver en la calle el tendal de
hombres y mujeres desangrándose por los vientres acuchillados, entre las
llamas de la ciudad incendiada.

Catafora
Anáfora
Elipsis
Sustitución

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