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DELINCUENCIA JUVENIL
Por Eduardo Castillo Páez
En muchos de los hechos delictivos que se han cometido en este último tiempo han
participado jóvenes menores de edad, provocando una vez más todo tipo de
comentarios, prejuicios y generalizaciones por parte de la sociedad que se siente
atemorizada por el accionar de la delincuencia juvenil y la poca o nula respuesta de
las instituciones al respecto.
Resulta frecuente escuchar a los vecinos afirmar que en las esquinas de sus barrios
“se juntan patoteros a tomar y drogarse”, “que en tal o cual lugar se vende droga y
la policía no hace nada” o que “aquellos no estudian ni trabajan y tienen zapatillas
de 200 pesos”. Y aunque muchas de estas afirmaciones puedan ser ciertas, es bien
sabido que no se puede conducir ninguna investigación seria ni adoptar las medidas
correctas basándose solamente en las aseveraciones que dicen fundamentarse en el
tan mentado “sentido común”.
Son muchas las causas de este mal de la violencia juvenil, pero no cabe duda que la
primera y más importante radica en el abandono de los jóvenes y la dimisión moral
de los adultos. Han dicho los sociólogos que la agresividad es una tendencia natural
en los seres vivos, y que en el hombre puede conducir al comportamiento antisocial
si no encuentra carriles normales de expresión.
En este sentido, otro estudio del Instituto para el Desarrollo Social Argentino
concluye que uno de cada tres jóvenes no finaliza la escuela secundaria,
desprendiéndose del análisis que mientras el 27 por ciento de los jóvenes con
mejores posibilidades económicas no completó el nivel medio, el 64 por ciento de los
jóvenes de familias con menores ingresos no terminó la secundaria.