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NOTA DE OPINIÓN

DELINCUENCIA JUVENIL
Por Eduardo Castillo Páez

En muchos de los hechos delictivos que se han cometido en este último tiempo han
participado jóvenes menores de edad, provocando una vez más todo tipo de
comentarios, prejuicios y generalizaciones por parte de la sociedad que se siente
atemorizada por el accionar de la delincuencia juvenil y la poca o nula respuesta de
las instituciones al respecto.

Resulta frecuente escuchar a los vecinos afirmar que en las esquinas de sus barrios
“se juntan patoteros a tomar y drogarse”, “que en tal o cual lugar se vende droga y
la policía no hace nada” o que “aquellos no estudian ni trabajan y tienen zapatillas
de 200 pesos”. Y aunque muchas de estas afirmaciones puedan ser ciertas, es bien
sabido que no se puede conducir ninguna investigación seria ni adoptar las medidas
correctas basándose solamente en las aseveraciones que dicen fundamentarse en el
tan mentado “sentido común”.

Son muchas las causas de este mal de la violencia juvenil, pero no cabe duda que la
primera y más importante radica en el abandono de los jóvenes y la dimisión moral
de los adultos. Han dicho los sociólogos que la agresividad es una tendencia natural
en los seres vivos, y que en el hombre puede conducir al comportamiento antisocial
si no encuentra carriles normales de expresión.

Un equipo de investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional


de Córdoba realizó un estudio sobre 108 menores de 10 a 19 años que ingresaron a
los juzgados correccionales de la ciudad de Córdoba. El mismo arrojó que el 70 por
ciento proviene de familias numerosas con más de cuatro hijos, el 65 por ciento
declara delinquir por influencia del hermano mayor, el 31 por ciento sufrió maltrato
dentro de la familia y un 30 por ciento admite que se droga para cometer delitos. Lo
más sobresaliente de la investigación fue que el 84 por ciento abandonó la escuela,
justamente la institución que tiene más influencia en la formación de la persona
después del hogar.

En este sentido, otro estudio del Instituto para el Desarrollo Social Argentino
concluye que uno de cada tres jóvenes no finaliza la escuela secundaria,
desprendiéndose del análisis que mientras el 27 por ciento de los jóvenes con
mejores posibilidades económicas no completó el nivel medio, el 64 por ciento de los
jóvenes de familias con menores ingresos no terminó la secundaria.

El delito está motivado por múltiples factores situacionales y de conflictos internos, y


no cabe duda que la educación juega un papel preponderante, de ahí la importancia
de trabajar más y mejor promoviendo la equidad y el desarrollo a través de un
aumento de la cobertura y la calidad de la educación básica. Pero hay algo más, no
es tan simple la cuestión. No todos los jóvenes que abandonan la escuela delinquen,
ni sólo delinquen los que no estudian o estudiaron. Tampoco todos los pobres son
delincuentes o drogadictos, ni todos los ricos son chicos buenos.

No pueden presentarse los datos que hemos referido mediante un análisis de


trayectoria simplificado ni obtener conclusiones apresuradas, es hora de abordar
valientemente y sin tapujos las verdaderas causas de la delincuencia y la violencia
juvenil. Basta de sentir el falso rubor tan generalizado hoy de tocar los temas más
escabrosos y comprometidos, basta de jueces de menores convertidos en auténticos
demagogos, basta de teóricos y analistas sin respuestas, basta de ineficaces
legisladores, basta de esconder la cabeza bajo el ala, enfrentemos el hoy, nuestra
realidad que así lo exige. El accionar de la delincuencia juvenil, en algunos casos con
inusitada violencia, demanda respuestas, claras, efectivas, contundentes, hoy
mismo.-

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