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Objetivo de aprendizaje
Por las consecuencias que acarrean las múltiples violencias, Ecuador es un país donde
se constata un significativo proceso de deterioro de la vida en comunidad dentro del
espacio educativo. Esto obedece a múltiples factores relacionados con las violencias
mencionadas, también asociadas a un sistema fundamentado en el individualismo y la
competitividad, lo que resulta en la ruptura de los vínculos necesarios para una vida
armónica y una cultura de paz. La sobrecarga de trabajo docente y el desprestigio social
del mismo también son factores que contribuyen a ese deterioro de la vida en la
comunidad educativa (Mineduc, 2018).
Lo anterior solo es posible en la medida en que entendemos (como se vio en los módulos
anteriores), que el aprendizaje, está estrechamente vinculado con el acompañamiento
socioemocional. Las y los estudiantes, así como las y los docentes llegamos al aula con
ideas, creencias, saberes, maneras de dar significado al pasado, y proyecciones de futuro
diversas, según el contexto del cual venimos. Poner en común todo esto es complejo y
en ocasiones implica atravesar por zonas de conflicto, mediadas por emociones intensas
que, de no darles cabida, pueden entorpecer y hasta desmoronar la planificación para
el día de clase. En palabras de Santos Guerra (2020) “En la escuela se producen
experiencias de increíble dimensión en las que alumnos y docentes protagonizan hechos
de gran calidad humana.” (Santos Guerra, 2020, pg. 113)
En este sentido, somos las y los docentes quienes debemos garantizar un clima sano en
las aulas que favorezca al proceso de enseñanza aprendizaje, y manejar adecuadamente
las dificultades para atender y concentrarse, a la vez que para relacionarse, sentirse en
confianza y con la seguridad para expresarse. Se trata de espacios seguros, entornos de
confianza y libres de toda violencia. Al subestimar la construcción del aula como un
entorno cálido, de relajación y seguridad, el rol como educadores y educadoras se
debilita, por lo tanto la garantía del derecho a la educación claudica. El aprendizaje solo
se da en contextos de sana convivencia, donde es posible potenciar lazos de respeto,
cuidado, cercanía y motivación.
Ahora, como docentes nos encontramos con la paradoja de que, como señala Santos
Guerra (2020), y más allá de varios documentos oficiales que digan otra cosa, la escuela
como institución, y el rol docente en particular, no suele pensarse para enseñar, por
ejemplo, ¿Cómo enfrentar un duelo? ¿Cómo abordar un conflicto? ¿Cómo cultivar la
autoestima? Se subvaloran estos aprendizajes frente al de las matemáticas, la geografía,
la gramática, etc. Sin embargo, para aprender todas estas últimas, se requiere tener una
disposición emocional y relaciones de confianza entre compañeras y compañeros.
El aprendizaje no se puede obligar, y para garantizar que este se logre, como docentes
debemos acompañar a las y los estudiantes para que alcancen esa disposición al
aprendizaje. Es decir, acompañarles para alcanzar el bienestar que les coloca disponibles
para aprender. Y es que “la disposición emocional de las y los estudiantes determina su
habilidad para aprender” (Begoña Ibarrola, 2020). Y como sus emociones son reacciones
provocadas por vivencias en sus contextos comunitarios, familiares y escolares
especialmente, el acompañamiento socioemocional se torna indispensable en el marco
de las estrategias pedagógicas orientadas a una educación integral que educa para la
vida.
Estas son la alegría, la sorpresa, la confianza, la calma, y el amor. Y, por otro lado, hay
otras emociones que generan bloqueo, distracción, apatía, lo que juega en contra en el
proceso de aprender, como sucede con el miedo, la ansiedad, la ira o enojo, la tristeza,
el aburrimiento y la envidia.
Las y los docentes tienen el rol de despertar o mantener despierto en las y los
estudiantes la curiosidad, las ganas de saber. Y esto se logra por medio del
acompañamiento socioemocional, donde los afectos y los vínculos ocupan un lugar
protagónico. Conocer a las y los estudiantes a través de indagar sobre sus contextos, sus
dinámicas familiares, sus creencias, sus ideas, sus emociones, implica un compromiso
de afecto, de reconocerles como sujetos plenos. Este acompañamiento socioemocional
se traduce en ese clima de aula armónico, donde hay confianza y, por lo tanto, un
espacio seguro donde las y los estudiantes pueden expresarse, contar cómo se sienten,
decir lo que piensan, preguntar, cuestionar y resolver conjuntamente desde un
problema matemático, un conflicto entre compañeros o compañeras o una exigencia a
partir de un sentimiento de injusticia. En este sentido, desde el acompañamiento
socioemocional, el aula se convierte en un espacio de resiliencia, donde la disposición
emocional apertura las posibilidades de aprendizaje significativo ligado a sus
experiencias de vida (sociales) y sus proyecciones a futuro.
Como docentes cabe siempre la pregunta ¿cómo generamos un clima de aula en que las
y los estudiantes tengan la confianza de acudir a nosotras y nosotros para ser
protegidos? (Santos Guerra, 2021). Mientras más fuerza cobre la intención de lograr un
acompañamiento socioemocional desde nuestro rol docente, tendremos más
herramientas para manejar los tantos conflictos que surgen cada día, así como para
manejar las dificultades que enfrentan las y los estudiantes por sus contextos de
violencia; tendremos más herramientas para acompañarles en ese manejo de
emociones, ayudarles a conectar con sus fortalezas, sus anhelos, y la confianza en sus
capacidades para alcanzarlos. Aprender para el desarrollo de la convivencia se logra en
un clima donde las personas se sienten queridas, respetadas y valoradas.
4.2.- ¿Cómo habilitar el espacio del aula para que las y los estudiantes estén
emocionalmente predispuestos al aprendizaje?
Para fortalecer el trabajo en el aula orientado a generar entornos sanos que favorecen
una convivencia armónica y así el aprendizaje, a continuación cuentan con diversas
herramientas que pueden utilizar según los diferentes subniveles educativos. Estas
actividades están orientadas al reconocimiento de las emociones, así como a la gestión
de las mismas, la resolución de conflictos, el respeto a la diversidad, el fortalecimiento
de la empatía, el trabajo colaborativo, entre otros aspectos ligados a las habilidades
socioemocionales.
Las actividades planteadas están en sintonía con el vínculo entre las emociones y el
aprendizaje revisado en el acápite anterior, recordando los valores que definen el perfil
de salida de las y los bachilleres en Ecuador: justicia, innovación y solidaridad. A la vez
que fortaleciendo las habilidades para la vida según las tres categorías básicas que
plantea la OMS, como se vio en el módulo 3 de este curso, y que el Mineduc las subraya
en su Guía de Desarrollo Humano Integral (2018):
2. Dimensión social o de Ciudadanía Activa (aprender a vivir juntos): que incluye las
habilidades para una ciudadanía activa como respeto por la diversidad, empatía y
participación.
Bibliografía
Boal, Augusto (ed.2002) Teatro del oprimido. Juegos para actores y no actores.
Alba Editorial, Barcelona. Acceso en:
http://programadecapacitacion.sociales.uba.ar/wp-
content/uploads/sites/95/2019/02/Juegos-Para-Actores-y-No-Actores-AUGUSTO-
BOAL.pdf
Fichero PNCE 2021, México consultado en:
(https://www.educacionbc.edu.mx/departamentos/partsocial/archivos2020/co
nvivencia%20escolar/Fichero_PNCE.pdf)