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históricos han existido determinadas figuras claves, resolutivas, sin las cuales
sería poco menos que imposible entender, enjuiciar y/o explicar la historia de
los pueblos. Este fue, sin duda, el caso de Murcia a lo largo del siglo XVIII o, al
Moncada como una de sus más queridas Pías Fundaciones (1733), proyectada e
iniciada su fábrica arquitectónica por el obispo don Juan Matheo López y Sáenz
(1748) y finalizadas sus obras durante el episcopado del prelado don Diego de
Rojas y Contreras (1767), por cuanto en 1767, al darse por concluido el edificio
de Murcia 1.
1
Óleos sobre lienzo, aproximadamente, de 2,18 x 1,33 m. Mientras que los retratos del cardenal
Belluga y del obispo Matheo ostentan la data de 1767 escrita en el texto votivo, el del prelado
Rojas muestra la de 1773. Esto no debe hacernos pensar en una cronología posterior y diversa
respecto de su ejecución, que sin duda fue paulatina y correlativa en el tiempo. Es verosímil que
la datación, en apariencia seis años después, del texto inscrito en el tercer retrato más que a una
interrupción en la ejecución por parte del pintor se debiera a una obligada pausa protocolaria, a
la espera de que le sobreviniese la muerte –ocurrida en noviembre de 1772– al tercero de los
obispos efigiados, durante cuyo pontificado se mandaron pintar, con el fin de poder subscribir
una data post mortem en el texto laudatorio, acorde con su evidente naturaleza funeraria y estilo
honorífico-conmemorativo.
duda, le fue encargada la serie episcopal 2, compuso los cuadros según un
tipo parietal usado por Pietro Bracci en el Sepulcro del cardenal Giuseppe
libros impresos, como la lámina grabada por Juan Bernabé Palomino, según
don Juan de Palafox y Mendoza (Madrid, Gabriel Ramírez, 1762). En él, como
ocupa el campo de un gran medallón oval, con marco rococó sobre montado
por las insignias de la dignidad episcopal (báculo y/o mitra), que en la serie de
2
Según J. ALBACETE, Apuntaciones Históricas sobre las reliquias de S. n Fulgencio y S.ta
Florentina traídas a Murcia y de la imagen de N. S. de la Fuensanta de la misma ciudad y de
otros objetos curiosos q. existen hoy en ella recopilados por... Año 1876. Ms. en A.P. San
Bartolomé, Murcia, fol. 36, “algún retrato de reyes de la casa de Borbón y de obispos en óvalos sobre
pedestales [fueron] pintados por Muñoz y otros”. Por su parte, A. SOBEJANO, El Cardenal Belluga.
Murcia, 1962, p. 78, atribuye el retrato de Belluga, y por ende los de sus compañeros, a Vicente
Inglés. Sin convencimiento alguno por entonces, los dos primeros retratos de la serie los
reprodujimos como obra de “Vicente Inglés (?)”, vid. A. MARTÍNEZ RIPOLL, “Poder y forma
urbana en la Murcia barroca: la actuación de los obispos Luis Belluga y Juan Mateo”, en Luisa
COSI y M. SPEDICATO (eds.), Vescovi e Città nell’Epoca Barocca. Volume Primo: Murcia,
Santiago de Compostela, Praga, Napoli, Catania, L’Aquila, Lecce. Atti del Convegno
Internazionale di Studi (Lecce, 26-28 settembre 1991), Galatina, 1995, pp. 8 y 10. Aunque
sigamos sin poseer ninguna prueba documental o testimonio coetáneo directo, hoy por hoy no
parece que puedan asignarse a la producción de José Muñoz y Frías, de cuya obra conocida se
alejan, y mucho, ni a la escasísima y casi ignorada que se conserva de Vicente Inglés.
Por lo demás, reforzando la asignación que con tanta seguridad proponemos, al margen de
que por su regular dibujo y agradable paleta, terrosa y clara, así como por la tipología femenina
e infantil seleccionada, están muy próximos al único lienzo que nos ha llegado de Pablo
Pedemonte, o más allá de que el repertorio decorativo de los marcos de rocalla pintados en ellos
se ligue estrechamente a lo que milagrosamente se ha mal conservado de la decoración mural
por él ejecutada en el Palacio Episcopal, recordemos que al milanés Pablo Sistori, su
colaborador en la decoración palatina, le fue encargada la perdida pintura parietal, con retablos
fingidos, de la capilla del Colegio-Seminario de San Isidoro, en cuyo altar mayor pintado en
perspectiva figuraba una tarja con el año 1767, lo que hace sospechar que también a P.
Pedemonte, por esas fechas su perenne compañero de equipo, se le encargarían los tres retratos
que formaban parte de la decoración de caballete de dicha capilla colegial. Vid., más adelante,
los epígrafes dedicados a este pintor y a su obra decorativa en el Palacio.
Murcia se exceptúa en el primero de los retratos en que se figura un capelo
títulos y calidades personales, así como una alusión al honroso hecho por ellos
un fiel reflejo con alguna variante del excelente lienzo pintado en 1742 y
atribuido al pintor murciano Juan Navarro Muñoz (Murcia, Sede del Gobierno
3
La primera edición ilustrada, y tercera de la obra, fue la de Roma, Lepido Facii, 1603, de la que
se hizo una edición facsímil, con introducción de Erna MANDOWSKY, Hildesheim-Nueva
York, 1970. Aunque es de todo punto imposible determinarlo, el pintor y sus mentores
iconográficos debieron de manejar probablemente algún ejemplar de esa edición o bien de la
quinta, Siena, herederos de Matteo Fiorimi, 1613, que ha servido de texto base a la traducción
española de J. e Y. BARJA, prologada por Adita ALLO MANERO (2 vols.), Madrid, 1987. Para
mayor comodidad de quién nos lea, citaremos a partir de esta última edición.
4
Vid. Elena PÁEZ RÍOS, Iconografía Hispana (4 vols.). Madrid, 1966-1970, vol. I, p. 304, nº
1027.1. La dependencia de varios retratos pintados de Belluga respecto de esta estampa, abierta
por encargo de su sobrino don José Alcaraz y Belluga, fue señalada por SOBEJANO, op. cit., pp.
75-76. Añadamos que dicho grabado, a su vez, se inspiró en los rasgos fisionómicos y en lo
fundamental de la postura y el gesto fijados en la estampa abierta para ilustrar los volúmenes
añadidos a la nueva edición de la obra del español A. CHACÓN, latinizado CIACONII, Vitae et
res gestae Pontificum Romanorum et Cardinalium ab initio nascentis Ecclesiae usque ad
Clementem IX (4 vols.), Roma, 1667 (1ª ed., 1630), ampliada por M. GUARNACCI, Eaedem
vitae... a Clemente X usque ad Clementem XII (2 vols.), Roma, 1751, in-fol. fig., editada por la
tipo-calcografía de Giovanni Giacomo de Rossi, o de Rubeis, heredero de la de Domenico, casa
editorial afamada por sus bellas ediciones ilustradas. De esta otra lámina guarda también un
ejemplar la Biblioteca Nacional, de Madrid, vid. PÁEZ RÍOS, ibídem, nº 1027.2.
de la Comunidad Autónoma) 5; y el de Rojas es cerrado y puntual eco del
retrato del pintor real Antonio González Ruiz, a partir de la lámina grabada por
una mesa, dispuesta ante una gran cortina que, en su retórico despliegue, deja
5
Procedente de la Casa de Misericordia y Maternidad, de Murcia –donde adornó la sacristía de
la iglesia de San Esteban y luego la dirección del orfelinato–, perteneció a la Diputación
Provincial de Murcia, que lo depositó para su exposición pública en el Museo de Bellas Artes de
Murcia (Vid. Museo Provincial de Bellas Artes de Murcia. Catálogo de sus Fondos y
Secciones. Murcia, 1927 (3ª ed.), p. 38, nº 116), hasta que no ha mucho ha pasado a ser
propiedad usufructuada por el Gobierno de la Comunidad Autónoma de Murcia, que lo ha
depositado en su sede.
Este retrato (óleo sobre lienzo, 1,36 x 1,02 m.) representa al obispo Matheo vestido con el
hábito de su Orden (sotana negra con ceñidor de cuero, del que pende, al lado izquierdo, un
rosario), en actitud de escribir unos Comentarios... de pie ante un sillón frailuno y delante de
una mesa, sobre la que se amontonan los volúmenes de una edición de la Biblia Sacra, una
birreta doctoral y una mitra obispal, de espaldas a un fondo de estanterías y a una lámina de la
Virgen de la Fuensanta pendiente en la pared. En el frente del lateral de la mesa se inscribe el
siguiente texto: “Ill. et R. P. D. D. Joas Mattheo. Salm.s D.r et Sac.ae / Scrip.ae Cath.s Jub.s Sup.ae Ynq.s
Hisp.ae ex Munere / cens.r Philipi V. Reg.s Conc.o et post alia Mun. a / tandem tot.s Relig.s CC. RR. MM.
Prep.s Gener.s semel / etitervm comm.ni plausv Reel.o Ex.o Episc.um a / SS. D. N. Bened. Papa XIV,
Denique Episc.us Carth.s / ab ipso Rege Ph. o Elec.s et a dicto D. N. Ben. to / Consc.vs et nom.s Episc.us assis.s
Sacro / Pont.o solio. año Dom.ni 1742. aet.s svae 55”. Su traducción, dice: “Al Ilustrísimo y
Reverendísimo Padre el Señor Don Juan Matheo, doctor y catedrático jubilado de Sagrada Escritura de
Salamanca, censor de oficio de la Suprema Inquisición de España, del Consejo Real de Felipe V y, después
de otros cargos, últimamente prepósito general de toda la Religión de los Clérigos Regulares Menores,
una y otra vez reelegido con aplauso general, exaltado al episcopado por Su Santidad Nuestro Señor
Benedicto papa XIV, y finalmente elegido obispo de Cartagena por el mismo rey Felipe, y consagrado y
designado obispo asistente al Sacro Solio Pontificio por el ya dicho Nuestro Señor Benedicto. Año del
Señor de 1742, y 55 de su edad”. Nos deja perplejos la obsoleta ficha que de este cuadro redactaron
algunos profesores del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Murcia (Vid.
[C. BELDA NAVARRO et al.], Catálogo de Arte. Patronato de Cultura de la Excma.
Diputación Provincial. Murcia. Murcia, 1981, p. 34 y lám. 44), sobre todo por el craso error
cometido de identificar al obispo don Juan Matheo con un inexistente “prebendado”, llamado
“D. Juan Mateo de Salamanca”, que, según su opinión, “es representado con los atributos que le
caracterizan, bien referidos a episodios de piedad local como a símbolos que denotan su
cualificación eclesiástica”.
Existe otra representación, pues de retrato no podemos calificarlo, del obispo Matheo. Se
trata de un dibujo al lápiz y a la tinta negra, sobre papel amarillento de 186 x 290 mm., firmado
por un ignoto, al menos para nosotros ”Gascón dib.”, que más parece caricatura infantil y que se
nos antoja expresión de un sincero sentimiento más que caracterización artística. Al dibujo, que
podría tratarse del decalco preparatorio para grabar la plancha de una estampa, le acompaña
una inscripción: “Ill. y R. Señor P. D. Juan Matheo de los C. R. M. Obispo de Cartagena y Murcia”.
Vid. PÁEZ RÍOS, op. cit., vol. III, p. 252, nº 5679.
6
La estampa con el retrato del obispo Rojas en un medallón ovalado, con la leyenda en
derredor: “Ill.s D. D. Didacus a Roxas et Contreras Episcopus Cartaginensis Olim Calagurrit. s Supr.i
entrever una estantería repleta de libros –directa referencia a su extensa y
Cast.ae Senat. s integrr. s Gubernat.r”, y sobre un zócalo con su escudo de armas, ilustra los
Opúsculos y doctrinas prácticas... para el gobierno interior y la dirección de almas... del P.
Pedro de CALATAYUD, S. J. (Logroño, Francisco Delgado, 1754). Vid. E. PÁEZ RÍOS, op. cit.,
vol. III, p. 752, nº 8081. Dibujada y abierta por Juan F. Palomino, la lámina replica el retrato
pintado en 1753 por Antonio González Ruiz, en la actualidad conservado en Madrid por los
herederos del obispo. Cfr. A.E. PÉREZ SÁNCHEZ, “Algunos retratos desconocidos de Antonio
González Ruiz”, en Tiempo y espacio en el arte. Homenaje al profesor Antonio Bonet Correa
(2 vols.). Madrid, 1994, t. II, pp. 912-913 y figs. 2-4.
7
Vid. RIPA, op. cit., t. II, pp. 260-261. Por confusión, SOBEJANO, op. cit., p. 78, identifica esta
alegoría con la de la Pobreza.
8
Bástenos recordar que con su obra pastoral, absolutamente conectada con Trento, pretendió
llevar a cabo una doble reforma religiosa y moral, tanto eclesiástica como secular, destacándose
como hitos la defensa del curato rural y de la redistribución equilibrada del diezmo con su
decisivo influjo para que el papa Inocencio XIII publicara la bula Apostolici ministerii (1723),
conocida por bulla bellugana, y sus escritos contra el lujo desmedido que conduce a la quiebra
económica y contra la inmoralidad en trajes, usos y costumbres que, iniciados en 1711,
culminaron en su Memorial de 1722: Pragmática Sanción que Su Majestad Phelipe V manda
observar sobre trages y otras cosas (1723). Por otro lado, téngase en cuenta su firme y
carismática oposición al absolutismo monárquico, cuyo poder estimaba derivado del poder de
Dios y obligadamente sujeto a la potestad pontificia, así como por la defensa integrista y a
ultranza que hizo de los tradicionales postulados anti regalistas, que tomaron cuerpo en obras
como el Memorial... sobre materias pendientes con la Corte de Roma y expulsión del Nuncio
de Su Santidad de los Reynos de España (1709), la Carta... a Felipe V (1715) y Carta al Rey
sobre el estado económico del Reyno (1721), en las que, de conformidad con las ideas
agustinianas, afirma la presencia activa de la Divina Providencia en la historia.
9
Vid. RIPA, op. cit., t. I, pp. 162-163.
sin duda veía reflejada su propia experiencia infantil y juvenil, y considerados
10
por él imágenes de Cristo en este mundo , y entre ambas alegorías,
prelado que, aunque revestido –al igual que los otros dos– en correspondencia a
proyectista que, compás en mano, traza curvas en unos planos y mide las cotas
tiempo que su decidida apostura nos habla de una persona segura de sí misma
esta trilogía que es sobre montado, además de por el capelo o la mitra, los
10
Con respecto a su acción social, vid. más adelante.
11
La inscripción latina, como ya señaló SOBEJANO, op. cit., p. 78, reproduce “literalmente
algunos elogios y frases del epitafio” compuesto personalmente por Benedicto XIV para la
tumba romana de Belluga. Traducida, dice: “A Luis Belluga, obispo de Cartagena, cardenal de la
Santa Romana Iglesia, varón ardentísimo en el celo de la propagación de la fe, solícito en la alimentación
de los pobres, la instrucción de los clérigos y la educación de la juventud, que fundó a sus expensas
colegios, escuelas, casas piadosas y seminarios, el Seminario de Operarios y Teólogos de San Isidoro, su
heredero universal, cuidó colocar este monumento de perenne gratitud en el año del Señor de 1767”.
obispo en tanto que pastor y guía espiritual) se acompaña con las figuraciones
figuraciones alegóricas:
exterior, incapaz por ello mismo de soportar las contrariedades reales y las
ofensas imaginadas 17. A uno y otro lado del medallón, la Justicia recta 18, a la
legislador, en verdad más pretendida que real, más teórica y abstracta que práctica y
príncipe sagrado, porque echó los cimientos de la construcción de estas habitaciones, mostró el beneficio
munificente de sí mismo y exhibió la suma solicitud del oficio de pastor, los sacerdotes operarios y
teólogos de San Isidoro, un tan gran número de varones, admiradores de sus virtudes, lo pusieron en el
año del Señor de 1767”.
17
No deja de ser significativo a este respecto que la causa de su muerte se atribuya, según el
deán y los capitulares eclesiásticos, no sólo a los nocivos efectos fisiológicos provocados en su
anciano organismo por el mal de orina, sino también a las perniciosas secuelas psíquicas que la
“pesadumbre” obró en él. Vid. A.C., Murcia, AA.CC. de 1772, sesión del 10 de noviembre.
18
Vid. RIPA, op. cit., t. II, p. 10.
19
Durante su etapa de colegial en el Mayor de Cuenca ejerció de juez metropolitano del
Arzobispado de Santiago en la Universidad de Salamanca. Su carrera judicial la continuó en la
Administración del Estado como fiscal de la Sala de lo Criminal (1735-1738) y, más tarde, de la
de lo Civil (1738-1740), y luego como oidor de la plaza cuarta de la Sala Primera de lo Civil de la
Real Chancillería de Valladolid (1740-1748). En 1746 fue nombrado consejero real y entre 1751 y
1766 desempeñó el alto cargo de gobernador del Real y Supremo Consejo de Castilla. Vid. P.
MOLAS RIBALTA, ”La Chancillería de Valladolid en el siglo XVIII. Apunte sociológico”, en
IDEM et al., Historia social de la Administración Española. Estudios sobre los siglos XVII y
XVIII. Barcelona, 1980, pp. 87-116.
20
Vid. RIPA, op. cit., t. II, pp. 18-19.
y generosa munificencia como prelado y prodigalidad como estadista 21, y entre
21
Con un botón de muestra bastará para deshacer entuertos historiográficos sobre la pretendida
filantropía social y cultural desplegada por don Diego de Rojas o, al menos, para aquilatar lo
harto engañoso de la desmesurada fama póstuma de que ha gozado este obispo, sobremanera
en cuanto a su anhelada liberalidad de patronazgo, que suele confundirse con la inerte
limosnería que, en verdad, dispensó a la puerta de su palacio. Al relatar su “suntuoso” entierro,
J. RAMOS ROCAMORA, en sus Noticias de varias cosas que han acontecido en diversos
pueblos y en particular en esta muy noble ciudad de Murcia (2 vols.), Ms. s. XVIII, A.M., Murcia,
t. I, efemérides del 10 de noviembre de 1772, nos asegura que “con la muerte de este Señor
Ilustrísimo [quedaron] muy afligidos los pobres de esta ciudad porque, es cierto, que fue muy limosnero
y que sentía en el alma cuando no podía remediar la necesidad que le manifestaban, tal y como lo
acreditan diversos pasajes que experimentaron los hijos de Murcia”. Sin embargo esto, si comparamos
las cargas fijas y precisas, exentas, de la mitra de Cartagena, partiendo de los años medios en los
quinquenios de 1747-1751, durante el episcopado del obispo Matheo, y de 1765-1769, en el
pontificado del prelado Rojas, apreciaremos que no sólo existen unas significativas variables en
determinados asientos –aquéllos que podríamos calificar de libre disposición–, sino también
que de merecer alguno de estos obispos el apelativo de munificente por su esplendidez con la
Capilla de Música de la Catedral, de desprendido por su dadivosidad en la ceremonia del
Lavatorio de los Pobres –concepto que incluía tanto el pago del Sermón del Mandato como la
donación de vestidos para los más necesitados–, o de generoso por la ayuda prestada en la
erección del Altar del Corpus, ése debería ser don Juan Matheo y nunca don Diego de Rojas:
1747-1751 Quinquenios 1765-1769
Rs. y Mrs. vn. % Conceptos % Rs. y Mrs. vn.
48.065,27 52,77 Gastos de Recolección 72,88 52.444,7
19.333 21,23 Subsidio y Excusado 15,14 10.892
21.426 23,52 Capilla de la Música 11,12 8.000
1.662 1,82 Lavatorio de Pobres 0,18 132
112 0,12 Altar del Corpus 0 0
362 0,40 Misas de Reyes 0,50 366
132 0,14 Antífona de la Virgen 0,18 132
91.092,27 100,00 Totales 100,00 71.966,7
Fuentes: A.H.N., Madrid, Consejos Suprimidos, Legº 16.997, Ajustamiento y liquidación del
valor del Obispado de Cartagena. Quinquenio de 1747 a 1751. Testimonio del secretario y
contador del Cabildo, don Jaime Costa Cevallos, presentado en sesión del 27 de febrero de 1753;
y Ajustamiento y liquidación... Quinquenio de 1765 a 1769. Murcia, a 14 de julio de 1774.
Ysidori, / Prototipon / alte cordibus insculptum retinens, / effigiem
desde las salas del Colegio-Seminario de San Isidoro al interior del Palacio
quizá, decisión consciente, lo cierto es que con su traslado esta trilogía mandada
por los muros de aquella otra fábrica arquitectónica, sin duda la de mayor
22
El texto latino copia con levísimos cambios en su redacción la ampulosa y aduladora
dedicatoria inscrita en el retrato del personaje ejecutado en 1756 por A. González Ruiz para el
Colegio de la Compañía de Jesús de Vitoria (hoy, Hospicio de San Prudencio). Vid. Catálogo
Monumental de la Diócesis de Vitoria (7 vols.). Vitoria, 1968, vol. III, p. 257; J.L. MORALES Y
MARÍN, en J. CAMÓN AZNAR et al., Arte Español del Siglo XVIII (“Summa Artis”, vol
XXVII). Madrid, 1984, p. 99, fig. 76; y PÉREZ SÁNCHEZ, art. cit., pp. 913 y 916. Traducida, dice:
“A Diego de Rojas y Contreras, antiguo colegial del Mayor de Cuenca, magistrado de Valladolid, obispo
de Calahorra y de Cartagena, y además gobernador del Supremo Consejo de Castilla, a quien por deberle
esplendor, rectitud, alivio, socorro, premio, protección, aclaman las iglesias, los tribunales, los pueblos, los
necesitados, los dignos, los inocentes, el Seminario de Operarios y Teólogos de San Isidoro, reteniendo su
prototipo esculpido profundamente en su corazón, puso esta efigie llena de vida en el año del Señor de
1773”.
23
Sobre el nuevo destino de este edificio, aunque nada se recoge sobre las obras que atesoraba,
cfr. Mª Fuensanta HERNÁNDEZ PINA, “Creación del Instituto “Alfonso X el Sabio” de Murcia”,
en Murcia, VI, 17 (1980), s. p.; e IDEM, “El Instituto “Alfonso X el Sabio”, primer centro murciano
de Enseñanza Media”, en A. VIÑAO FRAGO (edit.), Historia y educación en Murcia. Murcia,
1983, pp. 189-223. Cfr., además, R. JIMÉNEZ MADRID (coord.), El Instituto Alfonso X el
Sabio: 150 años de historia. Murcia, 1987.
24
Es de desear que se lleve a cabo tanto su limpieza y revitalización del soporte como su
restauración.
idénticos patronos y, no debemos obviarlo, trazado el proyecto e iniciada su
Pero, todavía más. No sólo el azar histórico nos ha deparado una serie
pictórica atractiva, formada por los retratos de los mismos prelados cuyas ideas,
con sus figuraciones honoríficas e inscripciones votivas una clave maestra para
comprender muchos otros aspectos en gran parte velados por los testimonios
escritos y hasta un nuevo perfil de los hechos que nunca hubiésemos podido
aclarar, pero ni tan siquiera intuir, con la ayuda de la exégesis heurística de los
coyuntura depresiva general vivida por casi todos los territorios peninsulares
plantearía, así las cosas, en parámetros de guerra civil y económica entre los
reinos y ciudades que veían en el pretendiente Borbón, Felipe de Anjou, la
la cabeza, inclusive de sus ejércitos, frente a los territorios que optaron por el
en las cancillerías estatales, si sólo hubiese sido una lucha por el trono español
por parte de las grandes potencias o de las dinastías reales, pronto se convirtió –
por cuanto significaba perpetuar o abolir una situación– en una abierta guerra
ciudad de Orihuela y a las tierras de la Vega Baja del río Segura, cuyo territorio
modo decisivo y potente emerge la figura magna y capital de don Luis Antonio
26
de Belluga y Moncada (Motril, Granada, 1662-Roma, 1743) que, aunque
25
Cfr. H. KAMEN, La guerra de Sucesión en España (1700-1715). Barcelona, 1974.
26
Aunque en el bautismo sólo recibió el nombre de Luis, en los primeros documentos y
testimonios a él referidos se le menciona como Luis Antonio, nombre compuesto dado quizá en
recuerdo de su padre y de su abuelo, llamados Luis, y también –a pesar de lo afirmado por
SOBEJANO, op. cit., p. 14– de su bisabuelo don Antonio de Belluga, casado con doña María de
Aranda, su verdadera benefactora. Con esos nombres consta en el expediente incoado en
Córdoba, a 22 de noviembre de 1688, con ocasión de su oposición a la canonjía lectoral del
nacido fuera de los límites del reino de Murcia, se ahogó bien pronto y
convicción 27 .
Cabildo eclesiástico, vid. A.C., Córdoba, Secretaría, Expedientes de limpieza de sangre, Año
1688, Lego 16: Expediente de don Luis Antonio de Belluga y Moncada (Mi agradecimiento al
prof. Vázquez Lesmes por su colaboración en este punto). Como tal será recordado por el
magistral cordobés don Juan GÓMEZ BRAVO en su Catálogo de los Obispos de Córdoba y
breve noticia histórica de su Iglesia Catedral y Obispado (2 vols.). Córdoba, Juan Rodríguez,
1778, t. II, pp. 737-738, si bien en otros lugares al referirse a él sólo emplea el nombre de Luis,
vid. pp. 765 y 782. De nuevo, como don Luis Antonio fue honrado, hacia 1745, por los
seminaristas del murciano Colegio-Seminario de San Fulgencio en el retrato anónimo que
ordenaron pintar como testimonio de gratitud por la protección dispensada al Seminario
(Murcia, Museo Catedralicio).
Por lo demás, en la rama andaluza de la familia Belluga se debió vivir cierto fervor a San
Antonio de Padua, como se desprende de la obra hagiográfico-devocional Excelencias, virtudes
y milagros del glorioso San Antonio de Padua (Cádiz, J. Borjas, 1627), escrita por un Esteban
BELLUGA DE MONCADA, sin duda que uno de sus miembros, el mismo que residente en
Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) fue contador de la casa y estados del duque de Medina Sidonia,
cfr. la Respuesta a una carta que el Contador mayor de la Santa Iglesia de Sevilla, Ioan
Baptista de Herrera, escrivió a... En razón de pedille aviso de la maravillosa estancia de la
Cueva de los Santos Hermitaños del monte, que su Eccell. tiene en su Ciudad de San Lúcar
de Barrameda. S.l., s.i., s.a. [22 de febrero de 1629], Bibl.N., Madrid, sig. V/Cª 224, núm. 104.
27
Dado que los conocimientos que poseemos sobre la vida, la personalidad y la obra del
Cardenal son, si bien todavía incompletos, lo suficientemente amplios, además de estar
relativamente divulgados, nos eximimos de afrontar su biografía con detalle. Para datos
biográficos y testimonios coetáneos, desde una óptica oficial y panegírica, cfr. J. MOLERO
ALBACETE, Oración fúnebre, en las exequias, y honras... Al Emmo. y Rmo. Señor Don Luis
Belluga y Moncada. Murcia, F. Díaz Cayuelas, 1743; N. GALEOTTI, Laudatio funebris
eminentissimi ac reverendissimi principis Ludovici, S.R.E. cardinalis Belluga et Moncada.
Roma, A. de Rubeis, 1743; M. de BARCIA, Vida del Eminentísimo Señor Cardenal Belluga
(Archivo Catedral, Córdoba, mss. 114 y 115), edit. por A. LINAGE CONDE, “Una biografía
inédita del Cardenal Belluga, por el obispo de Ceuta Martín Barcia, 1746”, en Murgetana, 52
(1978), pp. 114-134, con una carta de presentación dirigida a un sobrino innominado del
Cardenal que, ciertamente, por el tratamiento que recibe de “Vuestra Señoría Ilustrísima”, no
puede ser otro que don José Alcaraz y Belluga, desde 1742 obispo de Tarazona; y J. ZELADA,
Ristretto della Vita del Card. Belluga (Archivio Vaticano, Fondo Albani, ms. 96), edit. por I.
MARTÍN MARTÍNEZ, Figura y pensamiento del Cardenal Belluga a través de su Memorial
antirregalista a Felipe V. Murcia, 1960. Además de estas obras y los trabajos citados de
SOBEJANO y MARTÍNEZ RIPOLL, así como los que iremos recogiendo en las notas, entre la
extensa bibliografía sobre el Cardenal, cfr. A. del ARCO Y MOLINA, Estudio biográfico del
El futuro obispo y cardenal nació en el seno de una familia perteneciente
Cardenal Belluga. Murcia, 1891; J. BÁGUENA, El Cardenal Belluga. Su vida y su obra. Murcia,
1935; I. MARTÍN MARTÍNEZ, Algunas notas biográficas del Cardenal Belluga. Murcia, 1961;
J. TORRES FONTES y R. BOSQUE CARCELLER (edits.), Epistolario del Cardenal Belluga.
Murcia, 1962; A. PÉREZ GÓMEZ (edit.), El Cardenal Belluga. Pastorales y documentos de su
época... Murcia, 1962; y Carmen M.a CREMADES GRIÑÁN (edit.), Estudios sobre el Cardenal
Belluga. Murcia, 1985. Siguen manteniendo cierta utilidad, pero deben ser consultados con
cuidado, P. DÍAZ CASSOU, Serie de los obispos de Cartagena. Sus hechos y su tiempo.
Murcia, 1895, edic. facsímil, Murcia, 1977, pp. 158-179; y J.P. TEJERA Y R. DE MONCADA,
Biblioteca del Murciano o Ensayo de un diccionario biográfico y bibliográfico de la Literatura
en Murcia (3 vols.), Madrid, 1924, t. II, pp. 32-45. Sobre sus años romanos carecemos de
monografías y estudios críticos, debiéndose recurrir a noticias dispersas en obras generales,
como las de P.B. GAMS, Die Kirchengeschichte von Spanien (3 ts. en 5 vols.). Ratisbona, 1879,
edic. facsímil, Graz, 1956, vid. t. III, vol. 2, pp. 329-340; o L. von PASTOR, Historia de los Papas
(16 ts. en 38 vols.) (1886-1932), vid., principalmente, t. XV, vol. 34 de la edic. española,
Barcelona, 1959, pp. 92-93, 109, 265, 268-269 y 322-323. Inestimable síntesis, por bien
documentada y por su depurado sentido crítico, aunque no haya sido muy tenida en cuenta por
la historiografía local, es la de A. LAMBERT sobre Belluga en el Dictionnaire d’Histoire et de
Géographie Ecclésiastiques, de A. BAUDRILLART (dir.), continuado por A. de MEYER y E.
Van CAUWENBERGH, t. VII (Paris, 1934), cols. 934-938. Igualmente útil, R. RITZLER y P.
SEFRIN, O.F.M. Conv., Hierarchia Catholica Medii et Recentioris Aevi (8 vols.), t. V (Padua
1952), pp. 31 y 145.
28
Por ejemplo, subir a los estrados en la Real Chancillería de Granada. Vid. el ya citado
Expediente de limpieza de sangre del Cardenal.
29
Sin poderlo asegurar, la titularidad de los señoríos de Vélez Benaudalla y de Lagos, que en
algún momento de los siglos XVI y XVII ostentan ciertos miembros de la familia, la poseía el
linaje de la Torre y la rama toledana de los Belluga y Moncada con él emparentado.
El único título de nobleza de la familia, el marquesado de Torre del Barco, es tardío y fue
otorgado en las Dos Sicilias, en 23 de mayo de 1736, a don Antonio Belluga y Blasco, un sobrino
del Cardenal.
30
Genéricamente suele afirmarse la notoria antigüedad y la principal nobleza de las familias de
sus progenitores, a cuyos linajes se pretende entroncar con otros de mayor alcurnia, con
ascendientes ducales y marquesales, y hacerlos arrancar de poderosos señores jurisdiccionales.
Pero, a pesar del notorio afán panegírico, aún no se ha aclarado ni el origen de sus linajes ni se
ha fijado su genealogía, al menos la más próxima, con el fin de conocer las alianzas superiores,
inferiores y colaterales de su casa –asuntos en absoluto baladíes, pues informan de la estructura
del núcleo doméstico inmediato en el que nació el Cardenal, el medio familiar en el que se
desarrollaron su infancia y su juventud, las aspiraciones sociales del grupo, el nivel cultural de
sus deudos y allegados, etc.–, y mucho menos se ha arrojado luz sobre el étimo (y su significado
semántico) del que deriva su extraño primer apellido, cognomen con el que él mismo se nominó
Bautizado el 30 de noviembre de 1662 en la parroquia motrilense de la
materna de un patronato laico, del que él era el único beneficiario, pudo realizar
y fue identificado en vida, y aún hoy le conocemos. Todo son vaguedades al respecto, por
cierto, muy poco convincentes.
A su padre se le hace descender de un linaje aragonés iniciado en un “micer Pedro Belluga,
señor de Benavides”, personaje al que nadie ha intentado identificar. Mejor que de la leonesa
Benavides, lo que sin duda debe tratarse de un antiguo error de lectura y transcripción, es que
fuera señor del pueblo de Benavites, en el Camp de Morvedre, o de Sagunto, situado al norte de
Valencia, lindero con la villa castellonense de Almenara, lo que en cualquier caso es más creíble
y convincente. Por otro lado, todo apunta a que el apellido Belluga, más que un antropónimo y/o
un topónimo post antroponímico, que procedería de un antiguo sobrenombre o apodo puesto a
una persona movediza, vivaz e inquieta, que no para de trajinar, incluso bullanguera (como
parece razonable pensar respecto del nombre del Camp d’en Belluga, lugar de Conat, en el
antiguo condado de Conflent, hoy en Francia, tal como defiende J. COROMINES, et al.,
Onomasticon Cataloniae. Els noms de lloc i noms de persona de totes les terres de llengua
catalana (8 vols.). Barcelona, 1989-1998, t. II (1994), p. 411), al menos en el caso que nos ocupa, y
sin ánimo de contradecir a tan reconocido lingüista, y menos aún de enmendarle la plana,
pensamos que tiene más fundamento proponer que se trata de un fito-topónimo, derivado del
nombre de la planta herbácea del género de las vivaces, o anuales, perteneciente a la familia de
las gramíneas, cuyas especies: máxima, media y menor, presentan cañas cilíndricas, de hasta 30
a 50 cm. de altura, hojas lampiñas y estrechas y panoja terminal, de las que cuelgan unas
espigas aovadas, matizadas de verde y blanco, que sirven de forraje para los ganados lanar y
cabrío, conocida en castellano por briza (briza sp.), y popularmente, por tembladera, pendiente o
zarcillito, cedacillo y caracolillo, pero que en catalán, valenciano y balear se denomina bellugadís,
belluguet o bellugó (del lat. med. bullicare, derivado del lat. bullire; de ahí bullegar o bulligar, que
alterado por metátesis da bellugar o billugar) (cfr. A.M. ALCOVER, et al., Diccionari Català-
Valencià-Balear (10 vols.). Palma de Mallorca, 1926-1968, t. II (1935), pp. 379-380; y J.
COROMINES, et al., Diccionari Etimològic i Complementari de la Llengua Catalana (9 vols.).
Barcelona, 1991-1995, t. I, pp. 757-758), y que, por lo que hemos comprobado, en tierras
valencianas también recibe el nombre de belluga. Por su abundancia y espontáneo crecimiento
en lugares secos y pedregosos, como son los del Maestrazgo, dicha planta debió dar nombre a la
Rambla de la Belluga, de curso intermitente y tributaria por la izquierda de la Rambla Carbonera,
situada entre los límites municipales de Ares con Morella y Catí, y en cuya cabecera se levanta
la Masía de la Belluga, con sus correspondientes molino y camino homónimos, propio todo ello
del término castellonense de Ares del Maestre, o del Maestrat, en la región del Alto Maestrazgo
(Vid. la hoja 570, Albocácer, del Mapa Topográfico Nacional. Instituto Geográfico y Catastral.
Madrid, 1952). Así pues, parece muy razonable sugerir como hipótesis la más verosímil que el
linaje Belluga, integrado en la pequeña nobleza rural valenciana –cuyas armas heráldicas puras
son, precisamente, en campo de sinople, un haz de cuatro panochas de briza, o belluga, de oro,
dispuestas en abanico y enlazadas por una cinta del mismo metal–, procedería de las huestes
catalano-aragonesas que en 1232 tomaron Morella y Ares y en 1233 Albocácer, y con las que el
rey de Aragón Jaime I el Conquistador terminó la reconquista del reino de Valencia entre 1238 y
1245. Sin duda, los primeros prohombres del linaje, pertenecientes a las capas sociales medias y
sus primeros estudios de Artes y Filosofía y completar su bachillerato en
que llegaría a ser su prepósito. Durante los dieciséis largos años que
fray Francisco Posadas, su confesor, para quien él, una vez en Roma,
lo presentó para la mitra de Cartagena con sede en Murcia, que se vio obligado
de Sucesión como un conflicto con evidentes tintes religiosos para él, apoyó con
vida religiosa. Todo lo opuesto a lo que parece que sucedió en la rama de Toledo, en la que
puede rastrearse la existencia de algún deudo o un afín con inquietudes literarias (como Pedro
Vázquez Belluga, traductor al castellano de la obra italiana de G. CACCIAGUERRA el
Consuelo de atribulados. Toledo, T. de Guzmán, 1598) y con formación universitaria (así, Luis
Belluga, beneficiado de Orgaz, fue doctor en Teología y profesor de Sagradas Escrituras y de
Teología escolástica en la Universidad de Toledo, y autor de unas Vitae duorum, qui primas
obtinent sedes in regno Dei, Christi scilicet atque Deiparae, variis illustrium virorum ac
foeminarum revelationibus concinnatae... Cuenca, 1631) (Cfr. N. ANTONIO, Bibliotheca
Hispana Nova (2 vols.). Madrid, Vda. y herederos de J. de Ibarra, 1788, t. II, pp. 246 y 23,
respectivamente).
A este respecto, además de los datos de archivo ya aportados por la bibliografía mencionada
en la nota anterior, en especial, del ARCO Y MOLINA (1891), DÍAZ CASSOU (1895, edic. 1977),
TEJERA Y R. DE MONCADA (1924), BÁGUENA (1935), MARTÍN MARTÍNEZ (1961) y
SOBEJANO (1962), así como por el citado expediente de limpieza de sangre del Cardenal,
deben tenerse en cuenta los que se contienen en A.H.N., Madrid, Inquisición, Córdoba,
Informaciones genealógicas, Lego 5.171, Caja 2a, núm. 8: Expediente de don Juan Fernández de
Córdoba, Ponce de León y Cárcamo para oficial del Santo Oficio, Años 1663-1667; e Ibídem,
Granada, Informaciones genealógicas, Lego 1.502, Caja 2a, núm. 5: Expediente de don José
Francisco Belluga y Vargas para oficial del Santo Oficio, Año 1731.
Murcia, venciendo a los austracistas en la batalla del Huerto de las Bombas
cargos en los que se mantuvo por muy poco tiempo, hasta la decisiva victoria
de Almansa (1707).
31
Cfr. SOBEJANO, op. cit., pp. 93-94, que reúne algunas máximas entresacadas de la edic. cit. de
su Epistolario.
salientes y las sombrías fallas de su actuación global, siempre a mitad de
ruptura reformista.
espiritual y la profunda piedad de San Felipe Neri, así como por la firme
En este sentido, está claro que Belluga fundamentó toda su dialéctica religiosa y
vecina Orihuela, y así hasta una treintena de poblaciones más; las Escuelas de
Murcia; las casas del Oratorio Filipense en Córdoba, Motril (Granada) y Murcia,
interminable etcétera 32 .
32
Cfr. J. LATOUR BROTONS, “El Cardenal BeIluga y sus Pías Fundaciones”, en Primera
Semana de Estudios Murcianos. Murcia, 1961, vol. I, pp. 55-71; R. SERRA RUIZ, El
pensamiento social-político del Cardenal Belluga (1662-1743). Murcia, 1963.
Aunque lejos de nuestra intención y el alcance y los límites de este
clave histórico-artística nos ayudará a darnos una idea del soberbio y amplio
patronazgo del cardenal Belluga, y eso que él siempre careció de esa pizca de
desarrollo de todo mecenazgo artístico, del que él sin duda, en estricto sentido,
careció.
social, con un punto de marcada inflexión en torno a 1715, así como la puesta a
aceptada de buen grado y como propia por don Juan Matheo López y Sáenz, al
dilatada cronológicamente –aquélla que con sus ecos llegará casi hasta la
segunda etapa–, no es menos cierto que toda esa actividad (por él programada
tácitamente) dio como resultado más relevante y por primera vez, sin duda, en
y para Murcia, su Reino y su Diócesis (en sus límites tanto coetáneos como
mediación entre el antiguo y el nuevo orden social –y tal es el caso de las dos
etapas finales antes indicadas–. Sin duda, a este fenómeno de visión de futuro y
Felipe V al afirmar –en contra de sus detractores y enemigos– que "si el obispo de
Quizá sea el momento de advertir que la mitra murciana, en parte por las
como fueron las primeras décadas del siglo XVIII, pero también por toda la
logró duplicar en mucho sus rentas, que seguirían aumentado con sus
demostrado por el hecho de que, gracias a este despegue económico, fue sede
33
Para la justa valoración de esta supuesta afirmación, de naturaleza casi paremiológica, no
debe olvidarse la firme e intransigente postura anti regalista de Belluga, que le abocó a tener
muy duros enfrentamientos con Felipe V, de quien fue consejero, y ello a pesar de haber sido
uno de sus más fieles y ardientes partidarios durante la guerra de Sucesión. Cfr. MARTÍN
MARTÍNEZ, op. cit., y sus “Fundamentos doctrinales e históricos de la posición antirregalista
del Cardenal Belluga”, en Murgetana, 14 (1960), pp. 22-55.
deseada y pretendida, hasta el punto de convertirse en mitra de final de carrera
34
.
el nivel de vida romano, sino también tras haberse reservado para sí el control
por la Santa Sede, que el futuro obispo titular no tuvo más remedio que acatar y
poner mientras viviese la Persona, o Personas, que tubiese por bien para Administrar
defunción, en 1741 –dos años antes de que ocurriera la muerte del cardenal
aceptadas por éste a pesar de la reiterada opinión en contra de la Cámara de Castilla y
sancionadas en 11 de septiembre de 1724 por el Papa, otros estudiosos por vía independiente
han dado a conocer estas cláusulas, subrayándolas, a nuestro entender, con diferente amplitud
y muy distinto acierto crítico. Así, E. HERNÁNDEZ ALBALADEJO, La Fachada de la Catedral
de Murcia. Murcia, 1991, pp. 142-143, 145 y 148, quién, creemos, no llega a comprender el
verdadero alcance de la situación planteada, pues disfraza su singularidad canónica al
explicarla como una especie de obispado compartido por dos prelados y desvirtúa sus
consecuencias políticas y administrativas al hablar de una fórmula de asociación en la
percepción, gestión y administración de las rentas episcopales, y A. CÁNOVAS BOTÍA, Auge y
decadencia de una institución eclesial: el Cabildo Catedral de Murcia en el siglo XVIII.
Iglesia y sociedad. Murcia, 1994, p. 109, que resume las cuatro condiciones, pero cometiendo, a
nuestro entender, algún pequeño fallo de lectura y errando, por ello, en la comprensión de sus
extremos conceptuales y en el alcance de sus consecuencias, el más importante que la vigencia
de esas cláusulas, según él, era “mientras se elige nuevo pastor”. El que don Iñigo de Torres y
Oliberio, secretario capitular, en la “Cuenta de los Valores del Obispado de Cartagena, según el
último quinquenio hasta fin de 1739, presentada a 25 de septiembre de 1742”, siga recordando
la plena vigencia de las cláusulas exigidas por el Cardenal cuando renunció y dimitió de la
Sede, bien confirma todo lo contrario. Como una excepción, BARRIO GONZALO, art. cit., pp.
137-138, recoge in extenso las cuatro condiciones y declara certero, pero muy escuetamente, que
con su puesta en marcha y vigencia al cardenal Belluga, “al menos de hecho, le permiten seguir
controlando las rentas de la mitra”.
En efecto, de las cuatro condiciones impuestas por Belluga, en la primera, planteaba
conservar el indulto de providendo durante los ocho meses apostólicos siguientes, según la
antigua concesión de Urbano VIII. En la segunda, sin duda la más importante por cuanto se
autoproclamaba administrador y gestor único de la Mitra, una vez especificado que él recibiría
todos los frutos y rentas episcopales y que él nombraría y pondría en sus cargos a todos los
administradores del Obispado, reservándose en exclusiva y para sí el nombramiento del
tesorero episcopal, que tan sólo a él daría cuentas, aclaraba que, restadas todas las cargas
anuales y las pensiones que gravaban la Mitra, se pagaría la congrua de 132.000 rs. vn.
correspondiente al obispo Montes, libre de carga y gravamen, lo que se haría en dos pagos, uno
en junio y otro en diciembre. En la tercera, dejaba claro que su congrua personal, idéntica a la
del prelado titular, se le transferiría a Roma, igualmente libre de cargas y gastos. Y en fin, en la
cuarta, se reservaba, mientras viviese, un montante anual de 75.000 rs. vn. para administrar las
Pías Fundaciones, y el remanente serviría para afrontar los gastos de recolección,
administración y conservación de los frutos.
Concedido todo ello en los términos expuestos por el Cardenal, así se mantuvo hasta 1743,
año de su muerte. Con razón, cuando se repasa la documentación, aparecen expresiones tales
como la del mismo obispo Montes que, refiriéndose a la obligación que tenía la dignidad
episcopal de contribuir a los gastos de financiación de la obra del Imafronte de la Catedral, ante
la solicitud de su Cabildo, manifestaba “que escribiría con la mayor eficacia al eminentísimo Señor
Cardenal Belluga a cuyo cargo están las rentas del obispado” (A.C., Murcia, AA.CC. de 1736, sesión
Belluga–, en una especie de polichinela político y de pelele administrativo en
lejos, sin roces ni enfrentamientos directos con las personas y los grupos,
manejando los resortes del poder local y regional, presionando a placer y según
en busca de soluciones ante las crisis, de ayuda ante las catástrofes, las
comunicarle que, "sabiendo lo que Sus Magestades estiman las antigüedades de esta
doña Isabel de Farnesio, junto a cuatro efigies con los ”Misterios marianos” y un
don Luis, presentes artísticos que conducía a Madrid el agente real don Pablo
38
Laurenti . Pero, si tal envío, con ser importante, y otros más nada influyeron
plástica murciana del Setecientos fue el envío para la capilla del Oratorio
principios del siglo XVIII, tallada en mármol rojo alabastrino (Murcia, Capilla
de San José), cuyo arte debió sugestionar a Francisco Salzillo, que, a partir de
y suave modelado anatómico y ceñido, pero dinámico, paño de pureza. Por otro
apertura y público servicio, aquel sueño (por entonces realidad) que elevó al
39
A tales envíos deben añadirse otros muchos, hechos personalmente por él o ejecutados a su
socaire. Por su calidad formal, recordemos el arribo al puerto de Cartagena, en l725, procedente
de Nápoles de la Virgen de las Maravillas, talla policromada de Nicola Fumo, ejecutada para el
convento franciscano de San Esteban de Cehegín (Murcia). Vid. J. SÁNCHEZ MORENO, Vida y
obra de Francisco Salzillo (Una escuela de escultura en Murcia). Murcia, 1945, 2ª edic.
corregida y ampliada por Mª Concepción SÁNCHEZ MESEGUER y P. OLIVARES GALVAÑ,
Murcia, 1983, pp. 78 y 119.
40
Hijo de los señores don Diego Rubín de Celis y doña Dominga de Primo y Terán, don Manuel
Rubín de Celis y Primo de Terán fue natural de Barcenilla, lugar de Valle de Cabuérniga, en el
obispado de Santander, en cuya parroquial de Santa Olaya fue bautizado el 2 de octubre de
1712. Mayor de edad, a los veintisiete años, pasó a Alcalá de Henares a cursar estudios en su
Universidad, en donde entre 1739 y 1742 lo encontramos matriculado, primero, en el Colegio
menor de San Ambrosio –fusión de los antiguos Colegios de “gramáticos” de San Eugenio y de
San Isidoro–, y luego, en la Academia Real de Jurisprudencia de San José (vid. J. de RÚJULA Y
OCHOTORENA, marqués de CIADONCHA, Índice de los colegiales del Mayor de San
Ildefonso y Menores de Alcalá. Madrid, 1946. p. 729), pero no en el Colegio Mayor de San
Ildefonso como afirma, por un manifiesto error en la lectura y traducción del documento escrito
en latín, CÁNOVAS BOTÍA, op. cit., p. 116, quién, por cierto, no cita a su evidente fuente de
información. De allí, se trasladó a la Universidad de Osma, doctorándose en Derecho. Una vez
la segunda mitad del siglo XVIII y a ser un activo germen del liberalismo
par de datos que, por su estrecha vinculación con el mundo del arte, merecen
dispensó en torno a 1728 al editor romano Pietro Leone, activo en la plaza del
Pasquino, que le dedicaría por “los muchos beneficios que reconoze mi gratitud alla
Roma, puesta al día con las postas de Roma a Madrid por Giovanni Battista
43
Vaccondio, impresa en 1729 , y que no es sino una compilación anónima
presbítero, fue párroco en la iglesia en la que había recibido el bautismo. En fecha desconocida,
se trasladó a Murcia, requerido por el obispo Matheo como visitador episcopal y juez de causas
pías y testamentarias de la Diócesis de Cartagena, ejerciendo además de protonotario apostólico
por varios años, desde donde pasó a Palencia como provisor episcopal y vicario general.
Canónigo del Cabildo palentino, fue nombrado fiscal del Tribunal de Valladolid. Presentado
por Carlos III
41
Cfr. F. JIMÉNEZ DE GREGORIO, El Colegio Seminario Conciliar de San Fulgencio
(Aportación documental inédita al estudio de los precedentes de la Universidad murciana).
Murcia, 1950; y C. MÁS GALVAÑ, “Jansenismo y regalismo en el Seminario de San Fulgencio
de Murcia”, en Anales de la Universidad de Alicante (Historia Moderna), 2 (1982), pp. 259-
290; e IDEM, “De la Ilustración al liberalismo: el Seminario de San Fulgencio de Murcia (1774-
1823)”, en Trienio. Revista de Historia, 12 (1988), pp. 102-135. Un atisbo de esperanza parece
desprenderse del hecho de haberse iniciado la publicación del catálogo de sus fondos, vid.
Cristina HERRERO PASCUAL, La Biblioteca de los Obispos (Murcia). Historia y catálogo.
Murcia, 1998.
42
Creado cardenal el 29 de noviembre de 1719, a pesar de su expresa renuncia de 8 de
diciembre, fue sucesivamente cardenal presbítero titular de Santa Maria in Traspontina (16 de
junio de 1721), luego de Santa Prisca (20 de febrero de 1726), más tarde de Santa Maria in
Trastevere (16 de diciembre de 1737) y finalmente de Santa Prassede (3 de septiembre de 1738).
Además de cardenal Protector de España (1726), ejerció interinamente el cargo de Camarlengo
del Sacro Colegio (26 de enero de 1728). Vid. RITZLER y SEFRIN, op. cit., t. V, p. 31.
43
Cosas maravillosas de la Santa Ciudad de Roma, En donde se trata de las Yglesias,
Estaciones, Reliquias, y Cuerpos Santos, que ay en ella, Y de diversos Dotes de pobres
Donzellas, que se hazen. Con la Guia Romana, que enseña facilmente a los Estrangeros el
modo de hallar las cosas mas raras de Roma. Los Nombres de los Sumos Pontifices,
Emperadores, y Reyes Christianos, y otras cosas notables... Roma, Zenobii, 1729, in-8o fig. En la
contraportada, lámina grabada con la figuración de Roma, armada, con la Loba Capitolina a sus
pies y ante las vistas del Castel Sant’Angelo y San Pedro, y puesta bajo la protección de las
armas propias de devoción del cardenal Belluga desde que accedió al episcopado: de plata, cruz
arzobispal de oro, cargada de un corazón de gules, traspasado por siete cuchillos de plata con
guarnición de oro (por su gran devoción a la Virgen de los Dolores), timbrado de capelo
episcopal de tres órdenes de borlas, sostenidas por dos angelotes. En la dedicatoria se lee: “Al
ilustrada de todos los monumentos antiguos y modernos de la ciudad,
emprendió en la Vega Baja del río Segura, más allá de las, por entonces,
ex novo de los pueblos de Nuestra Señora de los Dolores, de San Felipe Neri –
Emô. y Rmô. Señor, el Señor Don Luis Del Título de S. Prisca, Presbytero Cardenal Belluga y Moncada,
Obispo antes de Murcia y Cartagena, y aora Protector de España”. Esta versión modernizada de los
Mirabilia urbis Romae ya había sido tirada por otro editor en 1720, vid. El libro de Arte en
España. Cato Exp. XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte, Granada, 3-8 de
septiembre de 1973, p. 73, nº 115. Con anterioridad a estas dos ediciones, aún pueden
contabilizarse seis más, dos en 1589, 1648, 1651, 1661 y 1678.
Debemos el conocimiento y la consulta de esta edición al P. Ángel Alba, director de la
Biblioteca del Oratorio de San Felipe Neri, de Alcalá de Henares, a quién quedamos
agradecidos.
44
R. VENUTI, CORTONESE, Accurata e succinta Descrizione topografica ed istorica di Roma
moderna. Roma, 1766, edic. facsímil, Roma, 1977, p. 121. La lauda sepulcral se halla en el muro
izquierdo del umbral de ingreso al claustro. Aun cuando Venuti es fiable para las noticias
referentes al siglo XVIII, sería necesario corroborar documentalmente este dato, pues en el texto
de la lápida no se alude a la persona de Belluga ni a su liberalidad y patronazgo (la inscripción
se transcribe en F. A. SALVAGNINI, La Basilica di S. Andrea dalle Fratte in Roma. Santuario
della Madonna del Miracolo. Edic. de A. BELLANTONIO, o. m., Roma, 1967 (2ª ed.), pp. 88-
89); con todo, dada la entrega de Belluga a las misiones de Oriente y del Norte de África, y a
que se erigió en protector del citado príncipe marroquí, no debe extrañarnos que comisionara su
lápida funeraria.
territorios de Alicante pertenecientes a la ciudad de Orihuela y a la villa de
Guardamar, más otros confiscados al austracista marqués del Rafal, pero cuya
inicio experimental, y en verdad muy duro– de toda una obra de mayor alcance
general por una planta regular ortogonal y calles de trazado rectilíneo, donde el
45
Trinidad LEÓN CLOSA, "Aportación al estudio de la colonización de la Vega Baja del
Segura”, en Anales de la Universidad de Murcia. Filosofía y Letras, XXI (1962-63), pp. 95-139.
46
En 1715, los maestros alarifes murcianos Bartolomé Espinosa y Juan Real se obligaron con el
obispo Belluga para fabricar casas de sus Pías Fundaciones en tierras de la alicantina Orihuela.
Por la edificación de cada casa recibirían 1.500 reales (A.H.P., Murcia, Leg o 3.675, folo 203). En
1729, la villa de San Felipe Neri, fundada personalmente por Belluga en 1720, se encontraba casi
terminada, ordenando entonces el Cardenal el inicio de los otros dos núcleos de población,
bastante adelantados hacia 1741.
47
En estas obras de ingeniería trabajaron, en 1759, los "arquitectos bien conocidos por su especial
habilidad" Marcos Evangelio y José de los Corrales, vecinos de Murcia, redactando el proyecto
y agropecuaria fue acompañada, a su vez, de medidas político-sociales y
enfiteusis, con la exención del servicio militar durante cuarenta años, la facultad
obras y fundaciones 48 .
trece cortijos con sus casas respectivas– fue el germen inicial en materia de la
de nivelación del terreno para el desagüe de la villa de San Felipe Neri y su término. En 1764, se
ordenó que Evangelio, vecino entonces de Elche, hiciera una nueva nivelación, que terminaría
ratificando la ya diseñada y ejecutada, y que sería puesta en obra por Miguel Francia, alarife de
Crevillente, entre 1764-1765. Este artífice se ocupó, en 1764, de tasar los puentes y canales ya
fabricados, mientras que el vecino de la recién fundada villa de Nuestra Señora de los Dolores,
Javier Saura, ”uno de los más inteligentes y prácticos en materia de cauces y azarbes”, hizo el estudio
de lo que aún se necesitaba construir. Cfr. el Manifiesto, que hace la Real Junta de Govierno de
las Pías Fundaciones, erigidas por el... Cardenal Belluga... de las diligencias, y maniobras
practicadas para el perfecto desagüe de las aguas muertas y estancadas en las tierras incultas
de el término de la Villa... de San Phelipe Neri, propia de dichas Fundaciones. Murcia, 1766
(15 de febrero), pp. 3-4. Vid. BÁGUENA, op. cit., pp. 251-252, aunque no lo cita, basa todo su
epígrafe en el folleto anterior.
48
La administración de la obra benéfico-social bellugana fue gestionada, tras la marcha a Roma
del Cardenal, por la Junta de las Pías Fundaciones, presidida honoríficamente por el Rey e
integrada por el obispo de Cartagena y dos comisarios, uno miembro del Cabildo eclesiástico y
otro del Concejo municipal de Murcia. A esta Junta, con posterioridad, se le agregó una Junta de
Coadministración encargada del gobierno y dirección ordinarios de las Pías Fundaciones.
Muerto Belluga, estas dos asambleas se refundieron en la llamada Junta de Administración y
Gobierno de las Pías Fundaciones del Cardenal Belluga.
iluminista de la segunda mitad del siglo, adelantándose en algunas décadas a
los monarcas ilustrados, como las empresas de Sierra Morena refrendadas por
el rey Carlos III (1767). Si no fuera osadía –que, al menos por el momento, no
diocesana. Una vez nombrado ”Maestro Mayor de las Obras del 0bispado de
49
Cartagena para las iglesias de la Diócesis" , Belluga se hizo acompañar por él en
todas sus visitas pastorales que realizó por la Diócesis. Como tal arquitecto
los episcopados de sus sucesores, sobre todo a lo largo del pontificado de don
Juan Matheo López y Sáenz, con la proyección y erección, entre otras más, de
obra costeada en buena medida gracias a los ingresos devengados por sus Pías
por completo del control del obispo ordinario, pero que con acciones como ésta
50
El primer historiador en llamar la atención crítica sobre la labor e influencia en Murcia de este
arquitecto cordobés, discípulo de F. Hurtado Izquierdo, fue el Prof. R. TAYLOR ("Francisco
Hurtado and his school", en The Art Bulletin, XXXII (marzo, 1950), pp. 26-51), aunque no nos
consta que publicara el resultado de sus investigaciones y conclusiones. Sobre las obras de
ampliación y reforma de esta fábrica, ejecutadas entre 1741-1758 por el alarife Martín Solera,
analizando los principios de funcionalidad que inspiraron la construcción de esta fundación
bellugana, cfr. A. MARTÍNEZ RIPOLL, "La Casa de Niñas y Niños Huérfanos y Expósitos, de
Murcia", en Cuadernos de Historia de la Medicina Española, XI (1972), pp. 389-396.
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Cfr. el estudio más reciente y completo en HERNÁNDEZ ALBALADEJO, op. cit.
arquitectónica en importancia estilística, envergadura estructural y
parte ejecutada por el murciano Pedro Pagán y patrocinada por obra y gracia de
quien, más por devoción que por empleo, había ejercido de su secretario
promotor, pues no en vano las construcciones citadas y otras más, como los
alarife Antonio Roldán y la segunda por Francisco Bolarín (?), o la fábrica del
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Colegio de San Leandro, levantada por el maestro Martín Solera (?) ,
Murcia como las actuales plazas de Belluga y los Apóstoles, la remodelación del
Arenal, y tantas otras que dieron como fruto el que Murcia rozara abiertamente
por entonces la categoría edilicia de ciudad capital en tanto que cabeza política
Juan Matheo López y Sáenz (Ágreda, Soria, 1687-Murcia, 1752), por cuanto
supo hacer realidad artística aquello que en su mentor, Belluga, había sido casi
Iglesia de Roma.