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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN …………………………………………………………………. 2
El presente artículo tiene como objetivo analizar la importancia que tiene el ejercicio de
gobierno propio (descentralización) y justicia ancestral (endodesarrollo y etnodesarrollo)
para la defensa de las culturas, la protección de los territorios colectivos y la
consolidación de la paz territorial en las comunidades negras.
Las organizaciones sociales de comunidades negras del Norte del Cauca se proponen
en el área de seguridad, el apoyo y fortalecimiento de la Guardia Cimarrona,
mecanismo de Justicia ancestral comunitaria para el control social del territorio, similar a
la Guardia Cimarrona del Palenque de San Basilio (Bolívar) y la Guardia Indígena del
Norte del Cauca perteneciente al pueblo Nasa.
Una pregunta subyace en los procesos de acercamiento a las comunidades y tiene que
ver con saber cómo son los procesos de gobernanza y de gestión interna de los
conflictos y su estrecha relación con la conservación de sus tradiciones y su memoria,
donde lo cultural está estrechamente unido a la cotidianidad.
Dentro de este panorama, este ejercicio académico permite ampliar el limitado marco
conceptual en el que han venido operando muchos conceptos bajo la normatividad
nacional, que, aunque reconocen la existencia e intentan integrar a las comunidades, la
mayoría de las veces desconocen los procesos, rompen los tejidos construidos o, de
manera sencilla y categórica, excluyen aspectos cruciales de la vida de las
comunidades.
Un piso legal de gran importancia, que ha servido como ejemplo de avanzada para la
Colombia Afro pero también para las naciones afrodescendientes, afrocaribeñas y
afrolatinas, es la expedición de la Ley 70 de 1993 o Ley de Comunidades Negras. Esta
revolucionaria ley posee dos aspectos centrales para nuestro estudio: lo que se refiere
al reconocimiento de territorios colectivos (propiedad, demarcación y titulación), la
adjudicación de tierras baldías y el reconocimiento a sus formas de organización, como
son los consejos comunitarios que lideran el ejercicio de la justicia propia ancestral en
las comunidades negras del Pacifico.
El Articulo 3 - Decreto 1745 de 2005 explica claramente que los consejos comunitarios
“son personas jurídicas que ejercen la máxima autoridad de administración interna
dentro de las tierras de las comunidades negras, de acuerdo con los mandatos
constitucionales y legales que lo rigen y los demás que le asigne el sistema de derecho
propio de cada comunidad”.
El texto de Baquero revisa y analiza entre otros temas, las diferentes ópticas
institucionales, académicas y vivenciales de la voz de diversos actores, sobre el
proceso de conformación de los consejos comunitarios, como formas de organización
para el reconocimiento, la lucha y la defensa de las comunidades negras y sus
territorios ancestrales en el Medio Atrato y el Pacifico colombiano.
El minucioso estudio de Baquero (2014) sobre los consejos comunitarios del Pacifico
(concretamente en el Medio Atrato), nos invita a revisar este fenómeno de organización
social de las comunidades negras desde diversas perspectivas. El autor lo detalla en su
capítulo 1: La titulación colectiva en el Medio Atrato: un Estado del Arte de los Consejos
Comunitarios.
Con la aprobación de la Ley 70 de 1993 los territorios ocupados por las comunidades
negras y ribereñas del Pacifico colombiano dejan de ser baldíos. Con ello, la
delimitación de la propiedad se convierte en un problema complejo para la convivencia
de negros, indígenas y campesinos mestizos. La superposición de los espacios
geográficos, por ejemplo, los resguardos indígenas y los territorios de los consejos
comunitarios (ambos con igual derecho sobre el territorio) es un detonante para la
conflictividad étnica en la zona (Baquero, p. 18).
La lucha étnica por el territorio en el Pacifico colombiano, ha sido una lucha que se
inició con las comunidades originarias, indígenas, y fue alentada hacia las comunidades
negras y mestizas, igualmente afectadas por el conflicto. Frente a la Ley 70 de 1993 de
las comunidades negras, hay posiciones radicales que rechazan el cobijo hacia los
mestizos, quienes, sin ser negros, se pueden considerar como comunidades étnicas
que gozan de la misma ancestralidad y derechos que los negros e indígenas en la
ocupación de los territorios del Pacifico. La otra posición es la inclusión de los mestizos
como beneficiarios de dicha política de estado, situación que puede presentar
escenarios de oportunismo o de injusticia social.
Aquí Baquero hace una clarificación fundamental en la importancia del análisis de los
conceptos de raza y etnia, donde el concepto de raza alude a las características
fenotípicas (generalmente basadas en el color de la piel) y el concepto de etnia se
define a partir de la convivencia de aspectos biológicos y culturales. Estos conceptos a
la luz del derecho territorial y el conflicto interétnico, se expande a otros conflictos
internos por el liderazgo, donde todos los actores participan de la movilización que es
étnica y territorial.
Es así como la figura de los consejos comunitarios, desde el análisis que ilustra
Baquero, presenta efectos encontrados entre sus partidarios y detractores, con un
rasgo que se puede tomar como excluyente de la etnicidad, circunscrito a los intereses
económicos, a los intereses de las corporaciones en la región o al carácter racial de las
comunidades negras, quienes ganaron el derecho a la titularidad de las tierras con los
consejos comunitarios emanados de la Ley 70 de 1993.
Si bien hasta los años 90 el Pacifico colombiano no se encontraba dentro del horizonte
de la guerra en Colombia, como dice Carlos Agudelo (Baquero, p. 22) el Pacifico era
considerado un territorio de paz, a partir de esa década la situación se tornó
dramáticamente opuesta.
Como lo explica Arturo Escobar (2005a), los grupos armados suscitaron graves
procedimientos de ruptura de la integridad en el territorio Pacifico, ejerciendo una
violación sistemática de los derechos humanos de sus poblaciones a punta de matanza
de líderes sociales y familias en general, usando el hostigamiento y generando el
desplazamiento forzado de poblaciones enteras. Esto unido al ataque a las fuerzas
armadas del estado; sin ley en la zona, los ilegales se apoderaron de los recursos
naturales causando profundas afectaciones al ambiente e intentaron destruir las
prácticas culturales tradicionales, así como las formas de organización de las
comunidades negras, indígenas y étnicas.
Ya a mediados de los años noventa las guerrillas de las FARC, ELN y EPL se habían
expandido por toda Colombia mientras que el paramilitarismo se afianzaba en la figura
de las Autodefensas Unidas de Colombia –AUC. Su epicentro fue el interior del país
desde donde se extendieron hacia la costa, principalmente por el departamento del
Chocó para ampliar su acceso a la zona fronteriza del Pacifico.
La Ley 70 de 1993 no pudo impedir el señorío de estos grupos armados que en los
últimos años de la década de los noventa dominaba ya el Medio Atrato, impidiendo el
ejercicio del proceso de titulación de los territorios, a punta de fuego y sangre,
generando por un lado el masivo desplazamiento de sus habitantes hacia las cabeceras
municipales o hacia el interior del país, y por otro lado, haciendo emerger fenómenos de
resistencia civil apoyada por líderes, organizaciones sociales y miembros de la iglesia
en estas poblaciones.
Flórez & Millán (2007) hablan de cuatro momentos del conflicto en el Pacifico: Primero,
la incursión de los armados en el territorio; segundo, la implantación del terror; en tercer
lugar la aplicación de estrategias de negociación con las poblaciones como el llamado
“trabajo comunitario” en el Chocó el cual consistía en el suministro de maquinaria para
el trabajo de extracción maderera, mejoramiento en temas de salud para la población y
otorgamiento de créditos para la creación de nuevas y mejores tiendas dedicadas a
hacer la competencia a los comercios que habían sido creados previamente por las
organizaciones sociales. El cuarto momento refieren Flórez & Millán, es el “dominio real
del territorio”.
Baquero (p. 26) resalta la alarma de lo que supuso el Plan de Alternatividad Social –
PASO, una iniciativa del bloque Elmer Cárdenas de las autodefensas dirigida a los
consejos comunitarios para consolidar el proyecto paramiliar en el Pacifico. PASO no
era más que la creación y legalización de nuevas formas de organización con fines
comerciales; estas acciones se ejercían por medio de la represión o por medio de las
dádivas a los pobladores. Un reto frontal al proceso de organización comunitaria de las
comunidades negras, indígenas y étnicas en los territorios.
Pero ¿qué significa el territorio para las comunidades negras del Pacifico y qué los
impulsa a fortalecer la lucha mediante los consejos comunitarios?
La organización Proceso de Comunidades Negras -PCN lo define muy claramente en
su documento del 2008:
Para las Comunidades Negras de la Cuenca del Pacífico el territorio tiene una
relación inherente con la cultura y la tradición de su pueblo, pues como lo sostiene
el “El desarrollo y la re-creación de nuestra visión cultural requieren como espacio
vital el territorio. No podremos SER, si no tenemos el espacio para vivir de
acuerdo a lo que pensamos y queremos como forma de vida. De ahí que nuestra
visión de territorio sea la visión de hábitat, es decir, el espacio donde el hombre
negro y la mujer negra desarrollan colectivamente su SER, en armonía con la
naturaleza (p. 4).
En esta etapa cobra una importancia determinante la presión que empezaron a ejercer
las organizaciones sociales del Pacifico para participar en la toma de decisiones sobre
el desarrollo del territorio.
En ese sentido, el proyecto Agenda Pacifico XXI da un giro radical a la posición de las
comunidades negras, los indígenas y los grupos étnicos organizados, reconociendo a
los consejos comunitarios como organizaciones clave en la conservación y defensa
autosostenible y autosustentable del territorio, en contra de las intervenciones
modernistas, hacia un “modelo de posdesarrollo” (Baquero, 2014).
Desde el punto de vista del rol que cumplieron las ONG en el desarrollo del Pacifico
colombiano, Carlos Agudelo (2005) menciona entre las más destacadas al Plan
Padrinos desarrollado sobre todo en Buenaventura, el cual dotaba a las comunidades
de los servicios que el estado no les garantizaba. La ONG Habla Scribe, el cual prestó
servicios de formación comunicacional y educación popular. Y la Fundación para la
Educación Superior (FES) el cual apoyó proyectos ambientales, de salud, desarrollo
económico y social.
Respecto a los problemas enfrentados por los consejos comunitarios con respecto a los
intereses privados en el desarrollo del Pacifico colombiano, los autores Rúa, (2004) y
Agier y Hoffmann (1999), analizan el dominio del Pacifico colombiano por parte de la
empresa privada en el transcurso de más de un siglo, con fines extractivistas de
recursos naturales, sustitución de cultivos para la subsistencia por cultivos de extracción
de palma a africana e imposición de precios en mercados locales.
Al respecto entre el año 1992 y el año 2010 el Consejo Nacional de Política Económica
y Social -CONPES aprobó diversos documentos que se convirtieron en políticas de
reconocimiento de los derechos étnicos de las comunidades negras en el Pacifico
colombiano, tal como se expresa en el CONPES 3660 de 2010 que define al consejo
comunitario como una “entidad étnica con personería jurídica conformada por una
comunidad negra para administrar el territorio que el Estado les ha reconocido como
propiedad colectiva por medio de un título” (CONPES, 2010, p. 11).
Otra óptica de análisis sobre las comunidades negras, tiene que ver con lo que
Barquero denomina la “etnización” (p.38). La producción literaria sobre las comunidades
negras y su condición como grupos étnicos en una nación reconocida como multiétnica
y pluricultural dentro de la Constitución de 1991, es extensa.
Baquero (2014) destaca los aportes del antropólogo Eduardo Restrepo en su obra
Políticas de la teoría y dilemas en los estudios de las Colombias negras (2005) donde
explica el complejo proceso que llevó al reconocimiento de las comunidades étnicas
como grupo étnico a partir de la década de los setenta y hasta el 2000.
En segundo lugar, Restrepo destaca el salto de esta lucha del ámbito local desde el
Acuerdo de Buchadó que reconoce el derecho que asiste a las comunidades negras
sobre sus territorios ancestrales, al ámbito nacional con el reconocimiento étnico y la
defensa territorial en la Constitución de 1991, en la Asamblea Nacional Constituyente -
ANC y con la aprobación del artículo 55.
Las otras dos fases corroboran nuevamente el logro de la ley 70 de 1993 y el decreto
1745 de 1995 y su oposición o lógica consecuencia con la exacerbación del conflicto
armado, la presión creciente de las empresas explotadoras y el aumento de los cultivos
ilícitos.
Odile Hoffmann (2003) por su parte explica la movilización negra resaltando el rol del
Proceso de Comunidades Negras -PNC al acompañar la conformación de los consejos
comunitarios y la promoción de la titularidad de sus territorios.
Al estudiar la etnización y lo que implica (o a quienes incluye) Peter Wade (2000) llama
la atención nuevamente sobre los conceptos de raza y etnia, en donde la raza alude a
características fenotípicas transmitidas por herencia sanguínea; mientras que la
etnicidad alude a asumir y absorber la cultura de una geografía, cultura que se hereda.
En cuanto al logro de la titulación colectiva de tierras para las comunidades negras del
Pacifico en Colombia, éste no solo cobijó a las ubicadas en esos territorios sino a otros
territorios de comunidades afrodescendientes en toda la nación. Sin embargo, resalta
Carlos Agudelo (2005, p. 44) que no se tuvo en cuenta a las comunidades negras
desplazadas por el conflicto armado y que ahora forman parte de los cinturones
urbanos de miseria. No obstante, este logro solo fue posible desde la formación de los
consejos comunitarios.
El beneficio de la titularidad colectiva de tierras a las comunidades negras del Pacifico,
es un logro étnico, un avance perfectible, al ser reconocidas casi al nivel del
reconocimiento étnico del que ya gozaban las comunidades indígenas. El articulo 55
precisa lo siguiente:
Artículo transitorio 55. Dentro de los dos años siguientes a la entrada en vigencia de
la presente Constitución, el Congreso expedirá, previo estudio por parte de una
comisión especial que el Gobierno creará para tal efecto, una ley que les reconozca
a las comunidades negras que han venido ocupando tierras baldías en las zonas
rurales ribereñas de los ríos de la Cuenca del Pacífico, de acuerdo con sus
prácticas tradicionales de producción, el derecho a la propiedad colectiva sobre las
áreas que habrá de demarcar la misma ley. En la comisión especial de que trata el
inciso anterior tendrán participación en cada caso representantes elegidos por las
comunidades involucradas. La propiedad así reconocida sólo será enajenable en
los términos que señale la ley. La misma ley establecerá mecanismos para la
protección de la identidad cultural y los derechos de estas comunidades, y para el
fomento de su desarrollo económico y social.
Baquero deja claro que la Ley 70 de 1993 presenta falencias que llevan a choques,
como el hecho de no reglamentar la relación de los consejos comunitarios con las
entidades del estado en los municipios. Por otra parte, la Ley que apoya la titularidad de
los territorios colectivos en el Pacifico, aminora la importancia de la propiedad privada,
lo cual es otro motivo de choque entre los actores en la región.
Cabe resaltar el papel de los consejos comunitarios en función de ser una estrategia
administrativa crucial para el logro de la titulación de los territorios colectivos. Una vez
obtenida la titulación, Baquero cita los trabajos de los autores Ulrich Oslender (2008) o
el de Odile Hoffmann (2002) donde se muestran diferentes vías para la conformación
de los consejos comunitarios, algunos formados a través de la cooptación de las
comunidades, otras con grandes fallas en el proceso organizativo y de accionar
cooperativo.
De esta manera los territorios titulados de manera colectiva a las comunidades negras,
son factibles de ser usados con fines contrarios a la conservación del territorio y la
defensa de los usos tradicionales de la cultura.
Baquero (p. 48) refiere otro problema investigado por Sandra Patricia Martínez (2010),
respecto a la interpretación local de la ley, que deja ver los conflictos entre propiedad
colectiva y privada, el tema de arriendo y venta. Urge aquí una pedagogía o andragogía
para explicar la legislación y que esta sea suficientemente asimilada por la población,
pues se corre el peligro de que los consejos comunitarios sean usados para que cada
persona resuelva su situación individual, cediendo a las exigencias de la empresa
privada o de los grupos armados en la región.
Como nos dice Baquero, se espera que el gobierno termine de reglamentar la Ley 70
de 1993, para llenar los vacíos legales, financieros y contradicciones desde la
perspectiva del desarrollo económico y social de las comunidades negras.
Como información complementaria, cerramos este capítulo con tres cuadros que
detallan las Funciones de los Consejos Comunitarios para acercarnos más a su
comprensión en relación al territorio, a la toma de decisiones y a su representatividad
en nuestra sociedad: Funciones Ambientales, Funciones Políticas y Funciones Civiles:
Siendo Colombia una nación pluriétnica y multicultural regida por una Constitución
Política que le otorga el carácter de ser un Estado Social de Derecho, el derecho mismo
incorpora nuestra diversidad étnica y cultural.
En realidad, existen diferentes órdenes legales, uno de ellos es impartido por el Estado
pero también concurren otros sistemas regulatorios construidos por algunos grupos
poblacionales. Lo mencionado es entendido como pluralismo legal el cual se define
como un fenómeno en el cual coexisten reglas alternativas distintas a las ordinarias que
deben ser acatadas por los miembros de la comunidad dentro del territorio.
Las comunidades negras del Pacífico como grupo étnico afrodescendiente con culturas
propias, gozan de plena legitimidad en cuanto al establecimiento de reglas propias de
convivencia, normas internas, creación de instituciones para el ejercicio de la justicia
propia o el sistema de derecho propio. Los pueblos indígenas y tribales son asimismo
un ejemplo de lo expuesto, debido a que estos han construido un conjunto de
normatividades propias que permiten su convivencia y desarrollo en el territorio.
Estos últimos, a diferencia del Estado, cuyo marco normativo es constitucional, cuentan
con el derecho mayor como norma de normas, además por la trascendencia para la
pervivencia de estos grupos poblacionales en riesgo de exterminio físico y cultural.
Todo esto forma parte del denominado sistema de derecho propio que se entiende
como el “conjunto de elementos de la costumbre (o consuetudinarios) y de la cultura
que se han practicado a través del tiempo, como las formas adecuadas para la
convivencia dentro de la comunidad” (Acción Social, 2009, p. 118), y que es preciso
agregar, en el marco de convivencia en y con el territorio.
Entre las características que reconocen los juristas sobre el derecho consuetudinario
tenemos:
Para ser consuetudinarias las normas deben tener una práctica comunitaria que les
brinde permanencia en el tiempo, que las legitime desde lo social, lo político y lo
territorial y que, desde la pertenencia cultural, les aporte un carácter diferencial,
convirtiéndose en una institución.
Por otra parte, las normas que forman parte del derecho consuetudinario se aplican
tanto al ámbito público como al ámbito privado y pueden manifestarse incluso por la
fuerza.
Es importante sumar en este apartado teórico el aporte del investigador Julián Salazar
Gallego en su artículo El papel de la justicia comunitaria en el escenario de
construcción de paz en Colombia, con el cual describiremos la Teoría del Pluralismo
Jurídico en el contexto del gobierno propio y la justicia comunitaria.
El autor expone que, desde que la Constitución Política de 1991 incluyó y valoró el
ejercicio de la justicia comunitaria en las poblaciones relegadas y excluidas del sistema
de administración de justicia formal o estatal en la sociedad colombiana, para el logro
de la paz hacia una época de posconflicto, los vacíos de poder (de las fuerzas estatales
y las desmovilizadas) en las zonas de conflicto del Pacifico, han dejado desatendidas a
las comunidades negras y demás comunidades étnicas desde la administración de
justicia en la región.
Salazar sostiene, ante la ausencia del Estado en las comunidades víctimas del conflicto
armado en Colombia, la necesidad de transición de una justicia a fuego y sangre
instaurada por los grupos ilegales armados, hacia la justicia comunitaria. El autor inicia
su análisis definiendo el concepto de pluralismo jurídico y su relevancia en el
reconocimiento de la justicia comunitaria como regulación social que parte del gobierno
propio, a diferencia de la justicia estatal o la justicia no formal por vías violentas.
El autor indaga en el análisis teórico del pluralismo jurídico a la luz de la justicia propia
comunitaria, con el aporte de Wolkmer, autor del trabajo Pluralismo jurídico: nuevo
marco emancipatorio en América Latina, quien define al pluralismo jurídico como “la
multiplicidad de prácticas existentes en un mismo espacio sociopolítico, que interactúan
por conflictos o consenso, que pueden ser o no oficiales y que tienen su razón de ser
en las necesidades existenciales, materiales y culturales” (p. 329).
Por su parte las investigaciones de Iannello y Engle Marry sobre el pluralismo jurídico
arrojan la conclusión de que éste surge a partir de las décadas de 1950 y 1960 con la
descolonización de África y Asia, cuando se presenta una correlación entre las
prácticas normativas nacidas del seno de las sociedades y las practicas normativas
impuestas el aparato estatal para la administración formal de justicia.
Debemos entender lo jurídico como la regulación social impartida de una parte por el
Estado a través de normas establecidas o de otra, la normatividad paralela emanada
desde el gobierno propio a lo interno de las comunidades. La persuasión pacifica para
el cumplimiento de estas normas es la clave, lo cual no excluye la posibilidad de una
sanción en caso de ser incumplidas.
Tal como explica Salazar (p. 330) la dimensión oficial de administración de justicia se
basa en el derecho estatal mientras que la dimensión no oficial de administración de
justicia incluye diversidad de derechos y formas de justicia locales, surgidas en contexto
urbanos como las barriadas y sectores populares de estratos vulnerables, y en
contextos rurales, en los cuales la justicia se expresa con sus normas particulares en
los diferentes sectores de la sociedad, generando a la vez múltiples formas de justicia:
de las comunidades indígenas, de las comunidades negras, de las comunidades
étnicas, de los grupos ilegales armados, de los grupos legales armados, del estado.
Es así como, más allá de la vigencia de la justicia formal que se desarrolla en el centro
del poder judicial, podemos distinguir una justicia informal real que se ejecuta en las
zonas vulnerables. Y en el caso de Colombia, el conflicto armado pone en el tapete otra
forma de justicia basada en el poder que otorgan las armas, usadas para someter por la
violencia a las comunidades en los territorios. Es así como la paz es el único camino
que tiene las comunidades para el ejercicio de su justicia en los territorios ante la
ausencia del estado y la dominación por parte de los grupos armados ilegales.
En las comunidades negras, indígenas y étnicas de Colombia que han vivido el flagelo
del conflicto armado, la justicia se ha impartido por ejemplo con las figuras de la
Guardia Indígena o la Guardia Cimarrona, como parte de las estrategias para ejercer
justicia y defender el territorio. La Constitución reconociendo a la nación como
multicultural y pluriétnica, reafirma el derecho de las comunidades a crear y fortalecer
sus formas propias de justicia comunitaria que son ancestrales.
Salazar (p. 332) dibuja de esta manera la interlegalidad como múltiples redes de
legalidad, existiendo al menos tres tipos de justicia que se entrecruzan en Colombia:
La justicia formal ejecutada por los organismos de estado (policía, fuerzas armadas, los
jueces penales y civiles, la Corte Suprema y las Cortes Superiores, así como los
conciliadores y los jueces de paz.
La justicia comunitaria que se gesta y es manejada por las comunidades a través de las
figuras de los resguardos indígenas, los consejos comunitarios de las comunidades
negras y las juntas de acción comunal en sectores campesinos. La justicia dirigida por
los grupos armados ilegales que actúan de manera directa en las comunidades y que
muchas veces lo hacen desde las juntas de acción comunal.
En suma, la administración de justicia se presenta de maneras diversas, sin necesidad
de subordinación al sistema de administración de justicia del Estado. Y en el caso de la
justicia comunitaria, esta surge y seguirá surgiendo como alternativa al Estado,
gozando de reconocimiento jurídico para actuar con autonomía.
Ardila citado por Salazar, define la Justicia Comunitaria como “una forma de administrar
justicia en tanto se desenvuelve en el ámbito de la regulación social: actúa sobre
referentes normativos que la preceden y produce mandatos en los conflictos
específicos. Es comunitaria en tanto su capacidad regulatoria deriva de dinámicas de
identidad y pertenencia a lo mismo” (p. 333).
Salazar argumenta las razones por las cuales el derecho positivo debería abrirse a la
informalización de la justicia, permitiendo la aplicación del sentido común que la
caracteriza, en equidad, teniendo en cuenta las costumbres y usos culturales y las
formas menos traumáticas y más adecuadas para la resolución de conflictos. De esta
manera se enriquece aún más el pluralismo jurídico necesario en un país de conflicto
como el nuestro.
Bordieu en su obra El sentido práctico (p.29), habla de los valores comunitarios a partir
de la existencia de la comunidad e insertados en un habitus el cual define como:
Esta postura desde el punto de vista de algunos autores como Peter Fitzpatrik, es
utópica y romántica ya que tiende a deslindarse del sistema de justicia formal e
instalarse en el poder con un sistema no formal, a la larga termina reproduciendo al
formal, sin cambios significativos o empeorando los procesos en las comunidades.
Dahrendorf y Auerbach tampoco dan mucha esperanza a la Justicia Comunitaria ya que
consideran que solo puede prosperar en una sociedad civil vigorosa, de la cual estamos
muy alejados aun en Colombia.
Colombia pide paz y entre sus mayores retos está lograr un sistema de justicia estatal
que acepte las alternativas que el pluralismo jurídico le ofrece desde las comunidades
organizadas. En caso contrario se teme el dominio de los grupos armados ilegales que
no solo acaban con los movimientos sociales y las formas de justicia y gobierno propio
comunitario, sino que al legitimarse pueden desplazar por completo al Estado.
Para Martín von Hildebrand en su libro Guardianes de la selva, “en menos de tres
décadas, las comunidades indígenas amazónicas han pasado de ser despreciadas e
ignoradas como actores políticos a manejar instituciones de Gobierno Propio
respetadas en Colombia y en el mundo”.
Para Manuel Correa, Líder Comunitario De Riosucio (Chocó), “el proceso de gobierno
propio en su consejo comunitario, está dirigido por la asamblea general como máximo
órgano de decisión, la junta directiva como órgano de administración interna del
territorio y el representante legal como persona de representatividad”. En cuanto al
protocolo, está estipulado a través del reglamento interno, y hoy se pretende anexar a
la Guardia Cimarrona como el órgano operativo del consejo comunitario.
Desde el decreto 1088 de 1993, el Gobierno Nacional reconoce los “gobiernos propios”
en los territorios indígenas y define los procedimientos para la creación y
funcionamiento de las AATI (Asociaciones de Autoridades Tradicionales Indígenas),
Asociaciones que son reconocidas como el Gobierno Propio de los indígenas y son
entidades públicas de carácter especial que hacen parte del Estado.
Para los pueblos indígenas, conocer, apropiarse y ejercer estos derechos reconocidos
en la Constitución, ha implicado aprender un lenguaje jurídico, político, económico y
administrativo, que es esencial para entablar relaciones con las entidades del Estado.
El ejercicio implica que todos los actores involucrados aprendan y construyan
gobernabilidad intercultural dentro del Estado.
Aunque la lucha de los pueblos afrocolombianos por sus derechos civiles, étnicos,
culturales y territoriales comenzó mucho tiempo atrás, actualmente estas comunidades
enfrentan otra lucha ante el sistema estatal de justicia: que sea reconocido su propio
sistema de justicia.
Para Eliana Fernanda Antonio Rosero, en su tesis doctoral titulada “Justicia étnica
afrocolombiana: Cuando la justicia ancestral es algo más que un mito”, afirma que: “en
comunidades con una alta población afrodescendiente existe una marcada resistencia a
acudir a la justicia ordinaria, pues se considera que no garantiza los derechos de la
población étnica y se siente algún grado de discriminación o racismo a la hora de
presentar o tramitar alguna solicitud.
Manuel Correa, Líder Comunitario de Riosucio (Chocó), manifiesta que: “el gobierno
propio y la justicia ancestral son todas esas prácticas tradicionales que aplicaban los
ancestros para mantener el orden y el respeto en las comunidades”. Y aclara, se debe
aplicar bajo estos principios: Objetividad, Imparcialidad, Celeridad, Generalidad, Debido
proceso, Independencia, Autonomía, Economía, Retroactividad, Presunción de
inocencia y Favorabilidad.
También aporta los elementos que se deben tener en cuenta para la aplicabilidad del
gobierno propio y la justicia ancestral en un territorio étnico. Estos elementos son:
“Conocimiento sobre el territorio; investigar sobre el asunto y/o conseguir pruebas;
conocimientos de la situación conflictiva; conocimiento sobre las pretensiones de las
partes; defender el derecho colectivo por encima del derecho individual; aplicar de
manera clara y concisa el reglamento interno de la comunidad y normas concordantes
que lo complementen; aplicar el principio de justicia restaurativa, ser justo, imparcial y
equitativo; ser autónomo en las decisiones, documentar los casos desde inicio hasta el
final y dar espacio a los ejercicios de saberes”.
La justicia que allí se aplica está diseñada para garantizar la existencia de lo colectivo.
Por esto, la noción de justicia está compuesta de palabras como buen vivir, educar,
corregir, confianza, reflexión, el bien, el mal, amor y respeto, las cuales están más
relacionadas con categorías morales que con categorías legales. Los fines de esta
justicia corresponden al ideal de comportamiento que garantiza la pervivencia del grupo
y potencia la formación de un individuo capaz de convivir dentro del mismo. (Palenque
Regional el Congal-PCN, 2011 - Reglamento C.C de la Comunidad Negra Raposo.,
2011).
Así lo definen los miembros del concejo comunitario de la comunidad negra de Raposo:
Las normas de convivencia “fortalecen la participación y la organización, entendidas
como la conciencia movilizada, como la identidad en movimiento, construyendo,
conquistando y ejerciendo los derechos para concretar los sueños y aspiraciones de
vida, alegría, esperanza y libertad, desde el Ser negra, Ser negro, con el fin de ganar
autonomía” (Raposo., 2011; Buenaventura, 2015).
La noción de gobierno propio y justicia tradicional suele transmitirse de manera oral por
parte de los mayores al resto de la comunidad. Esta manera de concebir la justicia es
entendida como el conjunto de valores y principios que garantizan una convivencia
armónica entre los seres humanos y su entorno animal y vegetal (fauna y flora), y cuyo
fin principal es garantizar la existencia del pueblo negro.
¿Cuáles son esos elementos que se deben tener en cuenta a la hora de aplicar la
justicia ancestral del territorio étnico territorial?
“En el caso de las comunidades negras, en el pueblo negro hay unas particularidades.
Con orgullo de lo que somos, comunidades negras, entendemos que hay algunas
diferencias: por ejemplo, no es lo mismo implementar la justicia ancestral y tradicional
en Buenaventura que aplicarla en el norte del Cauca, porque culturalmente el enfoque
nos hace plantear ópticas distintas. Por eso este modelo de justicia propia que nosotros
queremos que se implemente en nuestro territorio, debe ser consultado, debe ser
trabajado en cada uno de los sectores. Que se nos permita que todos y todas nos
juntemos. Un gran ejemplo que hemos planteado es que hoy existe la Guardia
Cimarrona que recibe mandato de la máxima autoridad. En la asamblea territorial
algunos decidieron que no se llame Guardia Cimarrona, sino que se llame Consejo de
Mayores. De acuerdo a la zona se llama distinto, aunque para nosotros es lo mismo
consejo de mayores y guardia cimarrona”.
Los informantes ante la pregunta ¿Cuáles son los conflictos más recurrentes que se
presentan al interior de la comunidad? respondieron:
Los tratados y los convenios que ya se han venido firmando, son también violentados.
Los tratados sobre derechos humanos que Colombia tiene que cumplir, son obviados.
Por ejemplo, la movilización: cuando un negro sale a la calle, no es porque sea un
vagabundo, no es porque no tenga nada que hacer, no es porque sea un vándalo,
como lo están diciendo sobre esos muchachos que están en las primeras líneas de
protesta en las ciudades, tirando piedras. Miremos el origen.
La guerra se generó en estos territorios que algún día hicieron parte de una vereda, de
un consejo comunitario. Entonces les lanzan las bombas, les dan bala o los pasan por
falsos positivos; eso hizo que muchas personas se desplazaran y al desplazarse, no
están en su hábitat, en su territorio como debe ser y el gobierno los sigue batallando.
Como las comunidades no se pueden dejar morir, quieren y buscan resultados y eso es
lo que está pasando hoy por no implementar la justicia como debe ser, implementar las
prácticas ancestrales culturales como es el trabajo de las comunidades que lo han
venido haciendo desde hace muchos siglos en sus territorios”.
Un ejemplo lo pone Armando Caracas (2021), en caso dado que se llegue a presentar
un conflicto entre los integrantes de dos familias de este consejo comunitario, así
resuelven el conflicto: “Bueno nosotros hemos creado dentro de los consejos
comunitarios unos tribunales, así les llamamos nosotros, aunque no es el nombre que
debería llevar, pero son unos tribunales que han venido cumpliendo con una función
muy importante. Ejemplo de este caso, se hace un llamado de alerta, la Guardia acude,
llega a la vivienda o territorio donde estén pasando los hechos y escucha a las partes.
Si hay que hacer una detención de algunos miembros, se hace cuando han cometido
algún delito que está perjudicando nuestro territorio. Cuando son delitos, se detiene a
los causantes, se hace un proceso de notificación a los entes gubernamentales,
mediante una llamada y un escrito; se notifica también a los entes judiciales y de
inmediato también se notifica al tribunal y a la junta de mayores o de gobiernos.
Una vez hecha esa notificación allá en el territorio donde ocurrieron los hechos, se
procede a hacer entrega de la persona infractora o los infractores, al tribunal. El tribunal
llama a las partes después de 2 ó 3 días, en los cuales se les han informado y
garantizado todos sus derechos. Las partes revisan el caso; si es un caso que amerita
seguirlo, se continúa con la toma de decisiones en la máxima autoridad que es la
asamblea. La decisión no la toman dos o tres personas; por eso se convoca con
carácter de urgencia a una asamblea que cumpla con el respectivo quorum. Llegan los
mayores, los sabedores, las parteras, los médicos, todos ellos llegan porque puede ser
que lo que hizo el infractor sea producto de una enfermedad. Para nosotros estar
enfermo y delinquir puede deberse al hábito del abuso de drogas estupefacientes o por
influencia del mismo terrorismo que azota a nuestro país, por lo cual las personas caen
en situaciones de infracción a la ley. De acuerdo a lo que puedan detectar nuestros
mayores, nuestros sabores e incluso nuestros espiritistas, ya se determina qué hacer.
En tal sentido, sin desconocer estos logros, considero estos avances como tibios, a
menudo vulnerados por el propio Estado colombiano (el cual se define como un Estado
Social, de Derecho y pluralista) y por los grupos armados ilegales.
En cuanto a las prácticas alternativas de justicia y criterios estatales, el IPC plantea que
dentro de los criterios estatales se destacan los criterios presidenciales que engloban
todas aquellas figuras creadas para que las comunidades co - gestionen la justicia, con
cierto nivel de autonomía, a la vez que se descongestionan los despachos judiciales y
se descentraliza la solución de ciertos conflictos.
Este estudio recomienda que los temas de justicia y justicia comunitaria sean
repensados para superar sus contradicciones y vacíos. La construcción de las políticas
de justicia y justicia comunitaria debe partir del estudio académico, el trabajo
organizativo y la investigación (p. 120).
Para evitar confundir la Justicia Comunitaria, sus prácticas y la Justicia Estatal se debe
aclarar que los sistemas de justicia comunitaria y las prácticas de justicia comunitaria no
gozan de la estabilidad que promueve el imaginario, con valores y normas compactas y
explicitas, con el don de adaptar oportunamente la norma formal general a la
especificidad de cada caso, sin salirse del convencionalismo de la cultura propia (p.
322).
Como lo explica el IPC (p.123), la justicia comunitaria y sus prácticas para ser tales,
deben contar unos mínimos rasgos que los identifiquen:
Una lógica comunitaria, que le permite imponer la norma a cualquiera de los
integrantes de la comunidad, de ser es necesario.
Un cumulo de usos tradicionales y costumbres con eficacia simbólica, evidentes
para todos y que permiten predecir reacciones o consecuencias.
Reglas en las relaciones de poder, aunque estas no sean democráticas.
Autonomía para la creación de nuevas formas de justicia comunitaria en caso de
ser necesario o ante nuevas conflictividades.
Construcción de formas expeditas para comunicar y explicar a través del lenguaje y
del diálogo social, los procesos de justicia comunitaria.
Otro aspecto a considerar es el papel que pueden llegar a jugar la justicia comunitaria y
las prácticas de justicia comunitaria en el marco estatal, en el marco del conflicto
armado, en el ámbito urbano y el rural.
Es importante señalar que el debate en torno a la justicia comunitaria y sus prácticas, es
susceptible de afrontar algunos riesgos (p.124):
El texto plantea asimismo unos retos políticos que se presentan en la práctica del
pluralismo jurídico, el cual es definido en una serie de “tensiones valorativas” (p. 125):
Fuentes bibliográficas
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colombiano: interpretaciones de la ley, estrategias de los actores. Territorios, Revista de
estudios Regionales y Urbanos, 2, 53-76.
Baquero, S. (2014). Los consejos comunitarios del Medio Atrato en la vía del
posdesarrollo: Hacia un modelo deliberativo de organización de las comunidades
negras. Bogotá: Fondo de Publicaciones Universidad Sergio Arboleda.
Escobar, A. (2005a). Más Allá del Tercer Mundo Globalización y Diferencia. Bogotá:
Instituto Colombiano de Antropología e Historia – [ICANH]; Universidad del
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Palenque de San Basilio. Cartagena.
Rojas (Eds.), Conflicto e (in) visibilidad, retos en los estudios de la gente negra en
Colombia. Popayán: Universidad del Cauca.
Rúa, C. (2004). La situación territorial de los afrocolombianos: problemas y conflictos.
En M. Pardo, C. Mosquera & M. Ramírez, Panorámica afrocolombiana. Estudios
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Fuentes legislativas