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POLÍTICA E HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLÍTICO

UNIDAD 1
NOCIONES Y CONCEPTOS BÁSICOS

TEMA 1
CONCEPTOS DE ESTADO Y PODER
1. DEFINICIÓN DE ESTADO
En el lenguaje cotidiano, al igual que en la física y en la química, el concepto de estado se
emplea para describir una situación en la cual se halla un objeto o ser vivo. En estos casos, la
palabra está relacionada a una forma de ser o de permanecer. Por otra parte, hay que decir
que Estado es una noción con valor a nivel político que sirve para presentar una modalidad
de organización de tipo soberana y coercitiva con alcance social. De esta forma, el Estado
aglutina a todas las instituciones que poseen la autoridad y la potestad para regular y
controlar el funcionamiento de la comunidad dentro una superficie concreta a través de leyes
que dictan dichas instituciones y responden a una determinada ideología política.
Es importante aclarar que los conceptos de Estado y gobierno no se consideran sinónimos.
Los gobernantes son aquellos que, por un tiempo determinado, desempeñan funciones en
las instituciones que forman parte del Estado. Además, hay que diferenciar el término Estado
de la idea de nación, ya que existen naciones sin Estado y Estados que aglutinan a distintas
naciones.
Antes, cuando el Estado todavía no había sido constituido como concepto, el ser humano
intentaba marcar sus límites por la fuerza, así se realizaron las grandes conquistas a fin de
ampliar los límites del territorio. Actualmente, existen medios más pacíficos y democráticos
para establecer los límites, aunque a decir verdad, todavía continúa utilizándose la fuerza para
delimitarlos.
Es importante señalar que ninguna persona puede vivir sin Estado ya que deberá cumplir con
lo reglado en el territorio que habita, aunque éste no sea necesariamente su  nación. Esto no
significa que todos los individuos que comparten un mismo estado se sientan culturalmente
identificados con él, pero esa no es razón para violar las leyes del espacio que habitan.
Para que un Estado pueda ser considerado como tal debe contar con ciertos elementos, estos
son: territorio delimitado, población, leyes, organismos de gobierno, soberanía
interna (poder para aplicar las propias leyes dentro del territorio sin necesidad de que
interfieran otros estados) y soberanía externa (convocar a sus pobladores cuando existiera
un ataque exterior a fin de defender su territorio).
Algunas definiciones sobre el Estado
Muchos intelectuales han intentado definir este concepto, aquí presentamos algunas teorías:
En palabras del alemán Max Weber, el Estado puede ser definido como una organización
respaldada por el denominado monopolio de la violencia legítima. Por eso está integrada por
organismos poderosos como lo son las fuerzas armadas, la policía y los tribunales, ya que él
se encarga, entre otras cosas, de garantizar las funciones y obligaciones de gobierno,
defensa, seguridad y justicia en un espacio específico. Hablar de Estado de derecho,
asimismo, es describir a un sistema en el cual su organización gira en torno a la división de
los poderes (es decir, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial).
Méndez y Molinero expresaron que para que exista un Estado deben cumplirse dos
componentes fundamentales, el territorio o el control de un espacio determinado y la
sociedad, una comunidad políticamente organizada.
Por su parte, Ignacio Molina expresó que el concepto de Estado es central en la ciencia
política y designa la manera de organización jurídico-política por antonomasia. Surge al
mismo tiempo que la idea de soberanía y es la plasmación estática de esta. En definitiva se
trata de la formalización de una determinada autoridad pública permanente con poder sobre el
territorio que gobierna y los individuos que en él residen.
Hoy en día el concepto que más se acepta para esta acepción de la palabra es el de Estado-
Nación planteado por Weber. Dice que se trata de un tipo de organización donde el estado
posee el monopolio absoluta de la fuerza dentro del territorio siempre y cuando sus objetivos
sean de integración y homogeneización de la población. Este Estado exige elementos
como una organización política, un ordenamiento jurídico, el territorio delimitado, un aparato
de gobierno y una población que resida en los límites establecidos.
De todos modos, es necesario también aclarar que varias corrientes filosóficas se oponen a la
existencia del Estado tal como lo conocemos. El anarquismo, por ejemplo, promueve la
desaparición absoluta de los Estados y su sustitución por entidades libres y organizaciones de
espíritu participativo. El marxismo, en cambio, considera que el Estado es un recurso
controlado por una clase dominante que sirve para ejercer dominio. Por lo tanto, aboga por su
aniquilación para lograr su reemplazo por un Estado obrero como parte de la transición hasta
llegar al socialismo y el comunismo, donde al haberse logrado erradicar la lucha de clases, ya
no se necesitará un Estado.
2. DEFINICIÓN DE PODER
Aunque es muy importante conocer el significado de la palabra poder, también lo es el hecho
de saber a ciencia cierta donde se encuentra el origen etimológico de la misma. Y tenemos
que decir que este se halla en el latín vulgar y más concretamente en el concepto posere.
 
Un verbo el citado que vendría a traducirse como “ser posible” o “ser capaz de”, y que emana
de la una expresión, pote est, que tiene el mismo significado que la mencionada forma verbal.
El término poder tiene múltiples definiciones y usos. Esta palabra, como sabrán muchos de
ustedes, se utiliza para describir la facultad, habilidad, capacidad o autorización para
llevar a cabo una determinada acción. El poder implica también poseer mayor fortaleza
corporal e intelectual en relación a otro individuo y superarlo en una lucha física o en una
discusión.
Por otra parte, tal como se puede leer en el diccionario de la Real Academia
Española (RAE), el concepto de poder señala la posibilidad de que algo ocurra: “Puede que
nieve esta noche”.
De todas formas, el uso más habitual del término refiere al control, imperio, dominio y
jurisdicción que un hombre dispone para concretar algo o imponer un mandato. Así, el
poder se relaciona con el gobierno de un país o con la herramienta en el que consta la
facultad que un ser humano le otorga a otro para que, en representación suya, pueda llevar a
cabo un cierto plan. El poder es, además, una posesión o la tenencia de algo (por
ejemplo: “Ya tengo los documentos en mi poder”).
De esta forma, una oración que podría reflejar a la perfección lo señalado podría ser la
siguiente: En el ayuntamiento de aquella gran ciudad, los candidatos a las elecciones dieron
todo de sí para lograr salir vencedores pues quedó claro que todos querían hacerse con el
poder.
Este concepto, al ser utilizado en combinación con otras palabras, permite nombrar diferentes
situaciones. Así, el poder absoluto describe al despotismo; el poder adquisitivo, a la
disponibilidad económica para comprar bienes y contratar servicios de diversa índole;
el poder constituyente, a aquel que hace foco en la soberanía popular para lograr una
organización mediante sus Constituciones; el poder ejecutivo, al que tiene a su cargo el
gobierno del Estado y la observación de las leyes; el poder legislativo, al que supone la
potestad para hacer y reformar las leyes; y el poder judicial, al que ejerce la administración
de la justicia, entre otros.
Además de todo lo subrayado también hay que añadir que es muy frecuente que se hable de
lo que se conoce como el cuarto poder. Esta es una expresión con la que intenta plasmarse la
gran importancia que tiene la prensa hoy en la sociedad de todo el mundo. Y es que se
considera que a través de los distintos medios que la integran se puede conseguir influir en la
ciudadanía así como ofrecer una fuerte presión sobre los distintos dirigentes políticos.
De la misma forma, hay que hablar de lo que es el quinto poder. En este caso, bajo dicha
denominación se engloba la Iglesia y la religión. Una institución o una doctrina que también
tiene la capacidad para influir sobremanera sobre el ser humano.
3. PODER POLÍTICO
Desde un punto de vista filosófico político, se concibe al poder como la capacidad que tiene
un individuo o un grupo de modificar la conducta de otros individuos o grupos. En Ciencia
Política, aunque ya no se acepta que sea el concepto central único, hay acuerdo en que tiene
fundamental importancia. Burdeau lo define como "una energía social, emanación de una
representación mental, colectiva y dominante, del orden social deseable", en nombre de la
cual se presta acatamiento al mando político. Siempre se manifiesta en la relación humana y
en su génesis está la obediencia: se tiene poder en la medida en que se es obedecido. Hay
muchas clasificaciones del poder. Damos aquí brevemente las más usuales en el análisis
político: poder actual (relación entre comportamientos efectivos); poder potencial (relación
entre aptitudes para actuar); poder estabilizado (muy alta probabilidad de ser obedecido);
poder anónimo (propio de comunidades primitivas, reside más en la costumbre, el tabú, la
tradición, que en las personas); poder personalizado (que reside en la voluntad personal del
jefe); poder institucionaliza do (estabilizado y articulado en roles coordinados; culmina cuando
el Estado se convierte en titular único y abstracto del poder); poder abierto (sensible a las
variaciones de la conciencia colectiva sobre el orden social deseable); poder cerrado (al
servicio de una representación del orden social deseable que se considera permanente);
poder de jure (reconocido por la normativa jurídica vigente); de facto (existente pero carente
de respaldo legal). 
4. RELACIONES DE PODER
Las relaciones sociales de poder son una multitud de interacciones, reguladas por normas
sociales, entre dos o más personas o grupos sociales, donde se corresponde
ejercer poder (habitualmente disciplinario o involuntario) en forma coercitiva. Este concepto es
muy utilizado en antropología política para estudiar el poder coercitivo social (policía, ejército,
etc.).
TEMA 2
NOCIONES DE CIENCIA POLÍTICA
1. DEFINICIÓN DE CIENCIA POLÍTICA
Definición de Ciencia Política
La ciencia política es una disciplina de tipo social que se centra en el estudio teórico y
práctico de la política, de los sistemas políticos, tales como monarquía, oligarquía,
democracia, entre otros y de las conductas políticas.
Cabe destacarse que se trata de una ciencia que se encuentra en constante interrelación con
otras ciencias como ser: la economía, la historia, la sociología, entre otras.
Básicamente lo que realiza la ciencia política es observar diversos hechos de la realidad
política para luego emitir principios generales de actividad en este sentido.
Si tuviéramos que remontarnos a sus orígenes, entonces, deberíamos situarnos a la
mismísima aparición del hombre, dado que el hombre en sí es un animal político, por lo tanto
desde la más remota antigüedad nos podremos encontrar con referencias al tema, a pesar de
claro no existir en aquel entonces y como lo es hoy, como una ciencia formal.
Si bien no hay una única posición que nos permita indicar de manera convenida
unánimemente el inicio de la ciencia, muchos estudiosos del tema señalan el trabajo del
filósofo y político italiano Nicolás Maquiavelo, en el siglo XV, en pleno Renacimiento,
como su comienzo formal.
Aún más, su tratado sobre política, El Príncipe, ampliamente difundido desde el siglo XV y
de notable influencia hasta el día de hoy, nos describe diferentes modelos de estado de
acuerdo al origen de la autoridad. Asimismo, se ocupa de definir las cualidades que sí o sí
debe reunir un príncipe para poder gobernar con autoridad.
Entonces, Maquiavelo, sentaría la piedra fundamental de la formalidad de la ciencia y luego
con el correr de las décadas y de los siglos, la ciencia política fue evolucionando conforme y
gracias al aporte de diversos pensadores que analizaron los cambios fundamentales en esos
tiempos.
Y en la actualidad la actividad de esta ciencia está más que nada focalizada al análisis del
ejercicio del poder, la administración y gestión de los gobiernos, el régimen de partidos
políticos y el proceso eleccionario.
2. DEFINICIÓN DE POLÍTICA
La política es la actividad humana concerniente a la toma de decisiones que conducirán
el accionar de la sociedad toda. El término guarda relación con “polis” que aludía a las
ciudades griegas que constituían estados. En el contexto de una sociedad democrática, la
política guarda una importancia significativa, en la medida en que es la disciplina que
garantiza el funcionamiento del sistema. No obstante, es correcto decir que la interacción
entre personas con vistas al liderar al grupo a la consecución de una serie de objetivos es
intrínseca a la humanidad desde sus inicios.
El modelo político de un estado también se complementa con un modelo económico
predominante. Sin la economía no puede pensarse el accionar político. En la actualidad,
dentro siempre del sistema capitalista, dos modelos pueden diferenciarse claramente: el
neoliberal donde la acción del estado es acotada, y no regular el mercado, porque éste se
autoregula y es capaz de enmendar sus propias falencias, y el modelo populista, que plantea
un estado interventor, que regular la actividad financiera/económica, y busca equilibrar las
brechas entre ricos y pobres.
Muchos autores célebres se han dedicado al análisis del accionar político : Confucio,
relacionó el buen desempeño como gobernante con la aptitud ética, considerando que solo un
hombre virtuoso debe tener autoridad; Platón argumentó que todos los sistemas políticos son
corruptos por naturaleza y que el gobierno debía recaer en una clase educada para esa
actividad; Aristóteles aseguró que la política es intrínseca a la naturaleza del hombre, que es
necesaria para vivir en plenitud moral y que toda forma de gobierno puede tener una vertiente
correcta y otra incorrecta; Nicolás Maquiavelo aseveró que el fin justifica los medios,
resumiendo una postura consistente en acceder a posiciones de poder mediante la utilización
de subterfugios; Thomas Hobbes se refirió a un hipotético estado de naturaleza en que los
hombres tendrían libertad absoluta, aspecto que desencadenaría confrontaciones constantes,
por lo que sería necesario un contrato social; John Locke se opuso a que el estado de
naturaleza implicase una constante lucha; Jean-Jacques Rousseau asignó otros matices a la
idea de pacto social desarrollada por Hobbes y Locke; John Stuart Mill ensalzó a la
democracia como un gran avance; y por último, Karl Marx aseguró que toda forma de
gobierno hasta la época representaba a una clase dominante.
Según este último, la sociedad está regida por una lucha de clases por ser “la clases
dominante”. En este sentido, Marx plantea que la sociedad es una lucha de clases constante,
y el conflicto es inminente y permanente.
Dentro de la democracia, la forma representativa supone que los individuos eligen mediante el
voto a sus representantes, pero la participación de éstos no se extiende más allá de esta
acción de voto. En cambio, la democracia participativa supone una actividad mucho más
amplia de los ciudadanos en el área política, como pueden ser las consultas populares o las
audiencias públicas.
Más allá de la postura en lo que respecta al ejercicio de esta actividad, lo cierto  es que es
necesaria para vivir en sociedad. La opinión extendida que la asocia con situaciones de
corrupción puede ser cierta, más no invalida su relevancia. Solo con educación en esta
materia se asegura una mejor integración ciudadana, y por ende, una mayor y mejor
participación.
En un contexto global de crisis y cuestionamiento de la actividad de los representantes de los
gobiernos, la efervescencia de la actividad política de la sociedad en general se ha fomentado
en los últimos años. Protestas, movilizaciones, manifestaciones en diferentes puntos del
planeta permiten reflejar la acción social en cuanto a luchar por los derechos de los
ciudadanos y a protestar por mejoras en los sistemas económicos/políticos actuales.
3. MILITANCIA POLÍTICA
El concepto que nos ocupará a continuación dispone de un uso especial en el  ámbito de la
política dado que a través del mismo se denomina a la filiación y el compromiso de un
individuo con una determinada ideología o agrupación política y que entonces lo
motiva a participar en cualquier evento en el cual se promueve y defiende a la
misma. También, esa fuerte pertenencia puede derivar en la participación activa de algún
armado electoral o en la ejecución de algún cargo.
La militancia normalmente tiene la intención de promover un cambio a nivel político a favor de
una determinada postura política que es la que se promueve y defiende.
En tanto, la militancia política se lleva a cabo desde el interior de un partido político, y puede
manifestarse de las más diversas formas: realizando reuniones partidarias, publicación de
documentos en los que se expresa el punto de vista sobre temas de interés, realizando
declaraciones a la prensa defendiendo la ideología con la cual se está comprometido,
promoviendo determinadas acciones que fortalezcan la postura ideológica del grupo político al
que se pertenece, encabezar marchas o actos a favor de alguna figura política de
preeminencia que pertenece al partido para colaborar en su conocimiento y crecimiento
político con vistas a una elección, entre otras.
De lo expuesto se desprende que la militancia política resulta ser una pieza clave del armado
partidario a instancias de una agrupación política, y sin temor a exagerar, de esta depende en
muchos casos que el partido crezca y consiga imponer tanto a sus cuadros políticos como sus
propuestas.
Mientras tanto, al individuo que lleva a cabo una militancia, es decir, que apoya un
proyecto o que está afiliado a un partido político se lo denomina como militante.
Cabe destacarse que también se utiliza el concepto de militancia política para designar
al conjunto de los militantes de un determinado espacio político.
4. IDEOLOGÍA POLÍTICA PARTE 1
Es un sistema de ideas, creencias y valores filosófico-políticos sobre el fenómeno humano y el
fenómeno social.
La palabra ideología fue acuñada por el filósofo francés Antoine-Louis Destutt de Tracy en
1795 como ciencia general de las ideas y divulgada por los pensadores y protagonistas de la
Revolución Francesa. Tuvo en sus orígenes una connotación iconoclasta porque significó el
sometimiento a revisión de las supuestas verdades y de los sistemas metodológicos de las
ciencias y de las religiones. Antoine-Louis Destutt de Tracy (1754-1836), que tan
definidamente encarnó el espíritu de la Ilustración, sostuvo que el progreso de las ciencias
sólo podía asegurarse si se las liberaba de la influencia de las ideas falsas. Y para eso era
la ideología, a la que le encargó la misión primordial de denunciar de modo irreverente toda
metafísica y rechazar todo prejuicio y toda idea que no se fundaran en la razón. De ahí que
la ideología recibió el durísimo embate de los pensadores de la >restauración e incluso y
sorprendentemente del propio Napoleón, quien dijo de los ideólogos que eran unos ingenuos
adoradores de la razón, carentes de contacto con la realidad.
Las ideologías entrañan una peculiar concepción del mundo, una cosmovisión:
unweltanschauung, para utilizar la intraducible palabra de los alemanes. Idealistas unas,
materialistas otras, ellas son desde el punto de vista filosófico distintas maneras de entender
la libertad, la justicia social, el equilibrio entre la libertad y la autoridad, las tensiones entre la
libertad y la igualdad, la organización y fines del Estado, la función de éste en el proceso
económico de la sociedad, los linderos del concepto democrático, la organización y
participación popular, la distribución del ingreso, los límites y responsabilidad social del
derecho de propiedad y otros temas cardinales de la convivencia humana.
La ideología es la forma como cada sujeto o grupo de sujetos ve el mundo, de acuerdo con
sus conocimientos, experiencias, sensibilidades, condicionamientos y lugar que ocupa en la
estructura social —particularmente, en el proceso de producción económica—, factores, todos
éstos, que le imprimen una manera de ver las cosas.
Tienen toda la razón los pensadores marxistas cuando afirman que la posición económico-
social de cada persona condiciona su ideología. Esto es lo que ocurre normalmente, salvo
casos excepcionales. Quienes están ubicados en las alturas del escalafón social —
banqueros, grandes empresarios, terratenientes, personas adineradas— piensan que el
sistema bajo el cual viven y medran es el mejor posible y que hay que defenderlo. Creen
sinceramente que es el más libre, justo y eficiente. Asumen esta ideología consciente o
inconscientemente. Con frecuencia no se dan cuenta siquiera de que sus percepciones, su
pensamiento, sus gustos, sus preferencias, sus valoraciones han sido condicionados por su
posición económica. Tienden a adoptar, por tanto, una actitud profundamente conservadora.
Aborrecen los cambios que puedan trastocar el orden social y afectar su posición de privilegio.
Las normas de Derecho que rigen la sociedad —obra humana al fin— responden a esta
ideología y protegen los intereses de quienes tienen el poder suficiente para formularlas.
Carlos Marx y Federico Engels decían en el >Manifiesto Comunista que el modo de
producción de los bienes económicos determina la manera de ser de la sociedad —con sus
leyes, gobierno, tribunales y demás entidades tutelares— y condiciona la forma de pensar de
las personas.
El proceso de integración política y económica, que supone la formación de órganos
parlamentarios y administrativos supranacionales, ha llevado a pensar en términos ideológicos
de escala transnacional y, por ende, a concertar acciones partidistas que rebasan las
fronteras nacionales. Europa va a la cabeza de este proceso. Allí están en trance de
formación partidos multinacionales para integrar el Parlamento Europeo bajo la inspiración de
dos tendencias ideológicas predominantes: la socialista y socialdemócrata, por un lado, y por
otro la democristiana-conservadora, que incluye a los llamados “giscardianos” franceses y a
otros grupos de la Derecha europea. Ambas pugnan por el control del parlamento. La primera
tendencia inspira al Partido del Socialismo Europeo, cuyos miembros están alineados en la
>Internacional Socialista, y la segunda al Partido Popular Europeo, cuyo eje son los
conservadores ingleses, los integrantes de Fuerza Italia, los demócratas cristianos italianos
(cambiados de nombre a raíz del escándalo financiero de 1993) y los “giscardianos” de
Francia, seguidores del expresidente Valery Giscard D’Estaing. Los diputados elegidos en
cada país de acuerdo con sus normas electorales nacionales se alinean, en el seno del
Parlamento Europeo, en función de sus principios ideológicos. Y con ello se produce un
fenómeno de superposición de lo ideológico sobre lo geográfico. Lo cual, de paso, es un
mentís a la extendida afirmación de que “han muerto las ideologías políticas”. Ellas están tan
vigentes en Europa que, en el seno de la Unión Europea, los miembros de los órganos
colegiados se organizan y votan en función ideológica antes que en función nacional.
Una de las grandes falacias de nuestro tiempo es que han muerto las ideologías. Esto se
repite con isócrona y sospechosa frecuencia. Es, sin embargo, una tesis falsa y peligrosa
promovida por quienes hacen política hablando mal de la política y toman una posición
ideológica postulando la muerte de las ideologías. Falsa, porque sencillamente no es verdad
que ellas hayan muerto: están indisolublemente ligadas a la teoría y práctica del gobierno de
los pueblos. Sin ellas, la tarea de gobernar no pasaría de ser una tosca faena artesanal, sin
trascendencia ni significación histórica. Y peligrosa, porque alienta, entre otras anomalías
políticas, el <golpismo ideológicamente amorfo, surgido de cualquier aventura cuartelera de
media noche, o el >populismo que es el arrebañamiento de las multitudes, sin brújula ni
bandera, en torno de ese hechicero del siglo XXI que es el caudillo populista, en trance
siempre de ofrecer el paraíso terrenal a la vuelta de la esquina.
El populismo es, en cierto modo, la antidemocracia porque la <democracia es la participación
consciente y reflexiva del pueblo en la toma de decisiones políticas dentro del Estado mientras
que el populismo es su movilización emocional y arrebañada que le conduce con frecuencia a
defender tesis objetivamente contrarias a los intereses populares.
Que algunas de las >ideologías han entrado en crisis o están en trance de desaparición, no
cabe la menor duda. La crisis es parte de la existencia de los seres vivos. Las ideologías son
seres vivos y perecibles como todos los demás. Están sometidas a las inexorables leyes de la
>dialéctica. Pero eso no significa que todas las ideologías hayan muerto. Han muerto —o
deben morir— los dogmas y los <fundamentalismos, la charlatanería seudoideológica y las
verdades inmutables. Han muerto —o deben morir— los planteamientos paradigmáticos con
pretensiones de eternidad. Pero las ideologías viven: son las diversas formas de entender la
organización de la sociedad y la conducción del Estado.
5. IDEOLOGÍA POLÍTICA PARTE 2
Hay también una relación directamente proporcional entre el nivel de educación de ellas y la
fuerza y convicción con que piensan y sienten una ideología. Las elites y las capas mejor
educadas en el escalafón social tienden a adherirse más a los planteamientos ideológicos.
En este campo las personas se mueven entre dos extremos: la convicción ideológica
profunda, que determina para ellas una constante manera de ser y de ver las cosas, y el
pragmatismo, que es el inmediatismo utilitario, desde el cual se juzga la verdad —o, mejor, la
conveniencia— de las doctrinas políticas. Son ellas dos posiciones antagónicas frente a la
vida social: fundada en ideas, la una, y empírica, la otra, ligada no a las ideas sino a los
intereses. Por eso con la palabra pragmatismo, en el ámbito político, se quiere decir
antiideología.
Las ideologías dicen lo que hay que hacer desde el poder y para quién, mientras que los
esquemas programáticos, que son un desprendimiento de ellas, señalan el cómo y el
cuánto de tales acciones. En consecuencia, en todos los actos gubernativos está inscrita la
ideología. Por ejemplo, la elaboración del presupuesto estatal y, dentro de él, la fijación de
prioridades en el gasto público son cuestiones esencialmente ideológicas. El por qué se
privilegia una inversión o se hace una obra y se posterga otra encuentra en la ideología su
respuesta.
Y puesto que inevitablemente sus propuestas tienen destinatarios, es decir, favorecen o
perjudican a alguien concreto, todas las ideologías políticas llevan en sus entrañas una ética,
o sea una justificación axiológica de sus planteamientos. Hay una ética del poder y una ética
de la distribución del ingreso. El fascismo, por ejemplo, benefició a determinadas
<elites políticas y económicas. El liberalismo y el neoliberalismo privilegian los intereses de
pequeños grupos identificados o identificables dentro de la sociedad. Los >socialismos tienen
también sus beneficiarios, que son los trabajadores intelectuales y manuales. Las ideologías,
al definir el papel del Estado en la sociedad, las relaciones de producción y de propiedad, los
límites de la autoridad pública y los linderos de la libertad personal, no pueden dejar de
”favorecer” o de “perjudicar” a determinados sectores sociales. A esto se refiere la ética de las
ideologías.
Toda ideología política tiene tres partes: a) el análisis crítico del presente, con referencias
necesarias al pasado histórico del que nace; b) el señalamiento de objetivos de futuro, con
todas las implicaciones internas e internacionales que éstos tienen; y c) la metodología para
alcanzarlos, es decir, el repertorio de medidas a tomarse para el tránsito del presente, con
todas sus carencias, al futuro deseado, con todas sus expectativas.
Las ideologías tienen siempre un dejo de amargura por las frustraciones actuales y de
esperanza por los logros del porvenir. Esto ha hecho que con frecuencia a los ideólogos
políticos del cambio se les imputara “amargura” o “resentimiento social”. La interpretación y
crítica del pasado usualmente contiene reproches. Esto es lógico en las ideologías que
propugnan el cambio social. Es cuestión de posiciones de filosofía de la historia. Los utopistas
ponían mucho énfasis en los valores éticos y concluían que las fallas del pasado se debían a
transgresiones morales. Los pensadores católicos analizaban las cosas en función de
categorías religiosas. Los marxistas y los representantes de otras tendencias socialistas, en
cambio, asignaban gran importancia a las cuestiones económicas.
Mezcla de descontento con lo que se tiene y esperanza con lo que se quiere tener, la
ideología diseña el mundo deseable. A veces confunde la realidad con la utopía. Encierra una
serie de medios para solucionar los problemas sociales. Esos medios se organizan en
políticas, planes, programas y medidas a ejecutarse para alcanzar el tránsito de la realidad
actual a la realidad futura.
Ellas son siempre perfectibles, están en permanente integración. La quietud ideológica no
existe, no hay sagradas escrituras políticas establecidas de una vez para siempre. Ninguna
ideología es eterna. Lo pudimos ver recientemente con el marxismo. A pesar de autodefinirse
como “socialismo real” no sintonizó la realidad y no obstante proclamarse “socialismo
científico“ pasó de la ciencia a la utopía y de la utopía al dogma. Olvidó que es inherente a
toda proposición científica el ser revisada, perfeccionada, completada y eventualmente
sustituida. Este es el destino de lo científico. El marxismo no pudo escapar a las leyes
dialécticas que él mismo contribuyó a desarrollar y sucumbió bajo la contradicción de
contemplar un entorno permanentemente móvil desde un punto de vista implacablemente
inmóvil.
Todo esto causó la implosión de los regímenes marxistas. Porque eso fue lo que ocurrió: se
rompieron internamente los andamiajes y columnas y toda su estructura se vino al suelo. Fue
una acción endógena. No fueron el cerco de la CIA, ni los cañones de la OTAN ni el
<bloqueo económico internacional los que echaron abajo el sistema, sino sus propias fuerzas
interiores.
La lección que aquellos hechos nos dejan es que la ideología debe someterse a dos pruebas
para garantizar su viabilidad: el libre debate de sus postulados y el contacto con la realidad.
Los principios ideológicos están llamados a enriquecerse con el debate de las ideas. Las
ideologías se hacen todos los días: son una tarea permanente y siempre inconclusa. La
realidad las modifica y les impone límites y condiciones de factibilidad. Se ha dicho que la
política es el arte de lo posible pero también es el arte de hacer posible lo deseable. En todo
caso, la realidad pone su sello a los anhelos ideológicos. Si una ideología resiste ambas
pruebas es buena. Pero ésta no es una bondad universal. Es una bondad referida
necesariamente a condiciones espacio-temporales determinadas.
Lo que sí ha ocurrido es que la >revolución digital —que avasalla todo, modifica el rostro del
mundo, impone la velocidad como el signo de los tiempos, suplanta la dimensión espacial por
la dimensión temporal en todas las actividades humanas, “desterritorializa” la vida de las
sociedades— ha afectado también a las ideologías políticas o, para ser más preciso, a la
explicación y comunicación de ellas, que tradicionalmente se hicieron por medio de la palabra
escrita o hablada. En la política contemporánea, que se hace a través de los modernos
medios audiovisuales creados por la informática, la imagen se ha sobrepuesto a la palabra. Y
esto ha tenido obvias consecuencias limitantes sobre la explicación, análisis y difusión de las
ideologías.
En las difíciles y a veces escabrosas relaciones entre los políticos y los intelectuales, con
frecuencia aquéllos reprochan a éstos su “ideologismo”, o sea su concepción abstracta y
contestataria de las cuestiones políticas, sin contacto alguno con la realidad. Los políticos y
los intelectuales se mueven en dos bandas diferentes. Los unos en el más puro y descarnado
pragmatismo y los otros en la teorización abstracta y despreocupada. De ahí que el
“ideologismo” inconforme de los intelectuales cobró una connotación despectiva.
Me temo que la propia afirmación de que las “ideologías han muerto” es, en sí misma, un acto
ideológico muy claro, detrás del cual están parapetados intereses políticos y económicos
concretos. Es una aseveración que viene de la derecha. Nunca he escuchado esta frase a
una persona de izquierda. Me parece que ocurre con ella lo mismo que con esa otra
afirmación de que no hay izquierda ni derecha, como ubicaciones ideológicas del hombre
frente a la vida social: su sola aseveración es un síntoma de la posición conservadora de su
autor, interesado en descalificar la clasificación misma de las personas en función de su
actitud frente al progreso social.
Uno de los inspiradores de esta tesis es el filósofo norteamericano de origen japonés Francis
Fukuyama, quien en un libro muy leído que salió a luz a comienzos de los 90, cuyo título
original fue “The End of History and the Last Man”, sostiene que después de la confrontación
Este-Oeste la lucha ideológica y la historia han llegado a su final con el triunfo de la
democracia liberal, fundada en los “principios gemelos” de libertad e igualdad. Ella terminó por
vencer a las ideologías rivales que se le opusieron a lo largo del tiempo: la monarquía
hereditaria, el fascismo y, más recientemente, el comunismo. Por consiguiente —dice
Fukuyama— la democracia liberal con su “mercado libre “constituye “el punto final de la
evolución ideológica de la humanidad” y “la forma final de gobierno”. Afirma,
consecuentemente, que la historia direccional, orientada y coherente de las postrimerías del
siglo XX ha conducido a la mayor parte de la humanidad hacia la ideología liberal y hacia su
sistema de gobierno y de regimentación social. Y que allí termina todo. No hay ni habrá más
búsquedas. Ha llegado “el fin de la historia”.
6. IDEOLOGÍA POLÍTICA PARTE 3
La tesis de Fukuyama levantó con mucha razón una ola de controversias por parte de quienes
consideran que la historia no concluye con el triunfo de una forma de gobierno, por legítima
que sea, sino que sigue adelante por la sucesiva contraposición de tesis. Y que, por tanto, ella
no tiene fin: se hace todos los días, las cosas son siempre perfectibles, nada hay acabado.
Todo fluye incesantemente en un ser y dejar de ser interminables.
Las más encendidas críticas provinieron de los seguidores de Marx, no obstante que éste,
como lo sabemos, llegó a una conclusión parecida a la del filósofo oriental: la historia
terminará cuando la humanidad alcance la sociedad socialista sin clases. Este será “el fin de
la historia” según el marxismo. Los planteamientos son muy parecidos aunque formulados
desde ángulos diametralmente opuestos. Para Fukuyama el desenlace final de la historia es la
democracia liberal y para Marx fue la democracia socialista. Ambos coinciden en que, desde
ese punto en adelante, no hay más opciones. Descartan la posibilidad de avances y
retrocesos. No admiten que puedan descubrirse formas diferentes de organización social que
representen grados superiores de evolución ideológica o que, por el contrario, puedan darse
retrocesos, como en el drama de Penélope, que obliguen a los hombres a comenzar de
nuevo. Fukuyama funda su tesis en que la democracia liberal no tiene las contradicciones
interiores ni los defectos e irracionalidades que condujeron a su colapso a las otras formas de
gobierno mientras que Marx sustenta sus asertos en que, eliminadas las clases gracias a la
supresión de la propiedad privada de los instrumentos de producción, la sociedad se
desembarazará de sus contradicciones internas. En este punto, paradójicamente, la dialéctica
marxista encuentra su final: la lucha de los contrarios termina allí.
Lejos de cometer el desacato de equiparar a los dos filósofos, ni mucho menos, simplemente
anoto que ambos tienen su propio “fin de la historia”.
Como vimos antes, la vigencia de las ideologías tiene una expresión muy clara en el proceso
de integración política y económica de la Unión Europea, que se construye bajo la influencia
de dos grandes tendencias ideológicas: la socialista y socialdemócrata, por un lado; y, por
otro, la demócrata-cristiana y conservadora. Estas son las dos fuerzas que han predominado
en el Parlamento Europeo. Sus diputados, elegidos en cada Estado de acuerdo con sus
propias normas jurídicas, se alinean y votan allí en razón de los principios ideológicos que
profesan y no de su origen nacional. Son muy pequeños los grupos de eurodiputados que se
mueven al margen de esta bipolaridad política: los escasos eurodiputados verdes y los
comunistas. En general, bajo el imperio de las ideologías, los titulares de los órganos
colegiados de la Unión Europea se organizan y deciden en función ideológica antes que en
función nacional. Con lo cual se produce el fenómeno de la superposición de lo ideológico
sobre lo geográfico.
En el curso de los tiempos han surgido muchas ideologías políticas, algunas de las cuales
alcanzaron preeminencia en un tramo de la historia universal: el conservadorismo, el
liberalismo, el anarquismo, las versiones del fascismo, el marxismo, las varias opciones
socialistas y el neoliberalismo. Hubo, además, numerosos subsistemas ideológicos,
enclavados en diversas realidades espacio-temporales. Podría citar, entre muchos otros,
el >lassallismo o conjunto de las ideas y planteamientos del escritor, filósofo, político y líder
obrero marxista alemán Ferdinand Lassalle (1825-1864), cuya influencia fue decisiva en el
desenvolvimiento de la socialdemocracia alemana y en el desarrollo del movimiento obrero,
puesto que fue el fundador de la Liga General Alemana de Trabajadores en 1863, el primer
partido político obrero que se constituyó en Alemania, precursor del Partido Socialdemócrata
alemán; el >luddismo, que fue el violento movimiento de protesta de los obreros ingleses
contra sus empresarios por los bajos salarios que percibían, que estalló en Nottinghamshire a
fines del año 1811 y que culminó con la destrucción de las instalaciones industriales de
William Cartwright en abril de 1812; el >sionismo, que fue el nombre de la ideología y el
movimiento político de los judíos, fundado en Basilea por Teodoro Herzl en 1897, para luchar
por el establecimiento del Estado de Israel en las tierras de Palestina; el  <batllismo, que fue el
conjunto de principios políticos sustentados por el líder político y periodista uruguayo José
Batlle y Ordóñez, presidente de la República durante los períodos 1903-1907 y 1911-1915 y
uno de los líderes políticos latinoamericanos más visionarios y progresistas de su tiempo;
el<gandhismo o sea el conjunto de ideas y planteamientos propuestos por el líder y pensador
hindú Mahatma Gandhi —cuyo verdadero nombre fue Mohandas Karamchand Gandhi—,
quien enseñó en la primera mitad del siglo XX que las verdades humanas son provisionales,
abiertas y experimentales y predicó la teoría y la práctica de la no violencia;
el >kemalismo, consistente en las teorías nacionalistas y modernizantes de Mustafá Kemal
Atatürk (1880-1938), líder de la revolución turca, que suprimió el sultanato y fundó la moderna
república de Turquía; el <justicialismo o peronismo, que es el movimiento político de corte
populista fundado en Argentina por el general Juan Domingo Perón a finales de los años 40
del siglo pasado y el conjunto de sus ideas políticas; el <aprismo, que es como se denomina a
la gama de principios doctrinales y programáticos sustentados por el Partido Aprista
Peruano, de larga gravitación en la vida pública de Perú, fundado por Víctor Raúl Haya de la
Torre (1895-1979), líder y pensador político de extraordinario valor, cuya vastísima producción
intelectual alcanzó gran resonancia en América Latina; el >nasserismo o las ideas
socializantes del nacionalismo árabe postuladas por el oficial egipcio Gamal Abdel Nasser
(1918-1970), quien al mando de las jóvenes promociones militares de Egipto encabezó un
golpe de Estado el 23 de julio de 1952 contra el rey Farouk y asumió el poder;
el <browderismo, que fue el término acuñado en el seno de los grupos marxistas de la Tercera
Internacional para designar el acercamiento oportunista de los dirigentes de izquierda a los
gobiernos burgueses, término que derivó del nombre del jefe del Partido Comunista de los
Estados Unidos, Earl Browder, acusado de “colaboracionista” y “oportunista” por Moscú y
expulsado del partido en 1946 por haber sostenido durante la Segunda Guerra Mundial que
los comunistas deben aproximarse a los gobiernos burgueses para alcanzar el común objetivo
de vencer al fascismo; el <estalinismo, que fue la interpretación más autoritaria, dogmática e
inflexible del marxismo hecha por Joseph Stalin y sus seguidores desde el poder en la Unión
Soviética; el <gaitanismo, que es el conjunto de las ideas políticas, de corte socialista
democrático, del más grande los los caudillos populares de Colombia en el siglo XX, Jorge
Eliécer Gaitán, empeñado en el propósito de “socializar” el>liberalismo, quien cayó asesinado
en 1948; el >titoísmo que fue el conjunto de ideas y realizaciones socialistas de Josip Broz —
mejor conocido como el mariscal Tito—, quien gobernó la República Federal Socialista de
Yugoeslavia desde 1945 hasta 1980; el>tradeunionismo, tomado del inglés trade
unionism, que fue la versión anglosajona y escandinava del sindicalismo, moderado y
reformista, que se afincó especialmente en los Estados Unidos y en los países europeos,
cuyos principales teóricos fueron Selig Perlman y los esposos Webb; el <gaulismo, que es
como se denominaba a las ideas bonapartistas y autoritarias del conservador gobernante de
Francia Charles De Gaulle; el>macartismo, que fue la actitud anticomunista demencial
iniciada en los Estados Unidos en febrero de 1950 por el senador republicano Joseph
McCarthy, quien acusó al presidente Harry S. Truman y a varios oficiales de las fuerzas
armadas norteamericanas de servir los intereses soviéticos y denunció que en el
Departamento de Estado había 57 funcionarios comunistas y 205 empleados filocomunistas;
el <fidelismo, entendido como la interpretación del >marxismo-leninismo formulada por el líder
de la revolución cubana Fidel Castro, para aplicarlo a las condiciones de subdesarrollo
económico y social de la isla caribeña; el >thatcherismo, que fue la serie de tesis políticas de
la primera ministra de Inglaterra Margaret Thatcher, que lideraba el a la derecha del Partido
Conservador, quien sostenía el >monetarismo en lo económico, es decir, la tendencia a
exagerar la influencia de la moneda y, por ende, de la política monetaria en el comportamiento
de la economía, y su adhesión a lo que denominaba “rolling back the stae” (rodar hacia atrás
el Estado), o sea abolir todo vestigio del Estado de bienestar inglés de larga tradición bajo los
gobiernos del Partido Laborista; la >reaganomics, que fue el conjunto de ideas y
planteamientos del presidente Ronald Reagan de los Estados Unidos —en realidad, de su
equipo de gobierno—, durante su permanencia en la Casa Blanca desde 1980 hasta 1988,
que descansó sobre dos bases: el monetarismo, o sea la convicción absoluta de que la
política monetaria y la oferta de medios de pago en el mercado por la banca de emisión
determinan el rumbo de la economía de un país (tesis fundada en la denominada teoría
cuantitativa del dinero) y el sometimiento de la economía a las fuerzas del mercado; el nuevo
pensamiento, que fue la expresión tomada del libro “Perestroika” de Mijail Gorbachov a
mediados de la década de los años 80 para significar la naturaleza y los alcances de su
propuesta de restructuración de la Unión Soviética sobre dos ejes: la>perestroika, es decir, su
reordenación política y económica, y la glasnost, o sea la transparencia y publicidad de los
actos de gobierno; el >sandinismo, que fue el nombre que, en homenaje al jefe guerrillero
liberal Augusto César Sandino, que opuso una tenaz resistencia a las fuerzas de ocupación
norteamericanas a comienzos del siglo XX, se dio al movimiento insurgente formado en 1962
—y a sus planteamientos— para combatir contra la dictadura de la familia Somoza en
Nicaragua; el senderismo, que fue esa extraña mezcla de >maoísmo con las antiguas
mitologías andinas que animó la acción del movimiento terrorista Sendero Luminoso en Perú
a comienzos en los años 80 bajo el liderazgo de Abimael Guzmán; el >tercermundismo, que
tiene dos significaciones: el compromiso con la defensa de los intereses de los países pobres
en su lucha por un trato justo en el orden internacional, y el comportamiento político inmaduro,
tropicalista y visceral que a veces adoptan los políticos del tercer
mundo; el >trilateralismo, que son las ideas y estrategias sustentadas por la Comisión
Trilateral constituida en Tokio el 23 de octubre de 1973 por empresarios, políticos,
economistas y diplomáticos influyentes de los Estados Unidos, Europa y el Japón con el
propósito de buscar una mayor cohesión entre las grandes corporaciones transnacionales,
fortalecer el capitalismo y resistir la presión de los países comunistas en los tiempos de
la <guerra fría; el>tropicalismo, que designa despectivamente una peculiar ideación y
conducta políticas caracterizada por la superficialidad de juicio, la exaltación de ánimo, la
incontinencia verbal, la locuacidad y el menguado rigor científico de las ideas;
el <globalismo, que es la teoría surgida a comienzos del siglo XXI para defender la nueva
estrategia de los Estados industriales, que es la <globalización, y enaltecer el
fundamentalismo del mercado, exaltar la libertad de comercio, bregar por el abatimiento de las
barreras arancelarias, impulsar el flujo internacional libre de los factores de la producción,
propugnar el desmantelamiento del Estado, implantar la monarquía del capital, fomentar la
internacionalización de la economía, promover el uso de las nuevas tecnologías, defender la
“desregulación” de las actividades económicas, favorecer la homologación de las costumbres,
imitar las pautas de consumo y extender la sociedad consumista.

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