La soberanía científica se ha convertido en un concepto de gran relevancia en la actualidad.
Se trata de la capacidad que tiene un país para llevar a cabo su propia investigación científica y tecnológica sin depender de naciones o corporaciones extranjeras. Este aspecto es fundamental para el desarrollo sostenible y la autonomía de las naciones, y en la actualidad es una necesidad perentoria para México. En efecto, la noción de soberanía científica surge en México a partir de la crisis económica que se presentó en los años 80 y 90, la cual implicó la eliminación de instituciones públicas dedicadas a la investigación y a la innovación tecnológica. En ese contexto, se hace imprescindible crear un sistema que permita al Estado ejercer un mayor control sobre la ciencia y la tecnología, con el propósito de garantizar su desarrollo y aplicación en favor de la sociedad. En esa dirección, una de las primeras iniciativas que se adoptaron para fomentar la soberanía científica en México fue la creación, en 1970, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Esta entidad se convirtió en el principal organismo encargado de coordinar las políticas públicas en materia de ciencia y tecnología en México, y desde entonces ha jugado un papel esencial en el fortalecimiento de la investigación científica y la innovación tecnológica en el país. La soberanía científica implica que el Estado tenga un papel activo en la definición de las políticas científicas y tecnológicas del país, y que se garantice el control y la dirección de la ciencia y la tecnología por parte de la sociedad en su conjunto. Esto implica la necesidad de fortalecer el sistema científico y tecnológico nacional, promover la investigación y la innovación tecnológica, y fomentar la transferencia de tecnología hacia el sector productivo. Asimismo, la soberanía científica exige una mayor inversión en ciencia y tecnología por parte del Estado, con el fin de desarrollar las capacidades científicas y tecnológicas del país. Esto requiere un esfuerzo sostenido y coordinado de las diferentes instituciones públicas y privadas, así como de los investigadores, los académicos y el sector productivo. En el ámbito internacional, existen varios ejemplos de países que han implementado políticas de soberanía científica con resultados positivos. China, por ejemplo, ha logrado en los últimos años un importante desarrollo en ciencia y tecnología gracias a una política de inversión sostenida en investigación e innovación, así como una mayor coordinación entre el sector público y privado, lo que le ha permitido convertirse en líder mundial en áreas como la inteligencia artificial y la biotecnología. Corea del Sur también ha invertido en el desarrollo de su propia tecnología, lo que le ha permitido convertirse en uno de los países con más innovaciones en los últimos años. La soberanía científica se consolida como un factor crucial para el desarrollo de un país. No solo por su contribución en el ámbito de la salud, medio ambiente y seguridad, sino por su capacidad para acelerar y mejorar la producción de medicamentos y vacunas, así como la investigación y desarrollo de tecnologías limpias, contribuyendo al abordaje del cambio climático y a la mejora de la calidad de vida de las personas. Además, se debe destacar que la soberanía científica ha sido establecida como una prioridad en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. En este contexto, México tiene la responsabilidad de federalizar sus capacidades científicas y tecnológicas, y de establecer una política pública que fomente la soberanía científica como un elemento fundamental para el desarrollo sostenible del país. En última instancia, la soberanía científica se convierte en un tema de la mayor trascendencia que exige una atención prioritaria. Por ello, debemos fomentar y priorizar la investigación y el desarrollo de la ciencia y la tecnología, no solo para ampliar nuestro conocimiento, sino para mejorar la calidad de vida de todos y asegurar la supervivencia de la humanidad. Es imprescindible adoptar medidas urgentes para garantizar nuestro futuro y el de las próximas generaciones, y trabajar conjuntamente para promover la investigación y el desarrollo científico y tecnológico. En conclusión, es importante recordar que el concepto de soberanía, incluyendo la soberanía científica, debe servir para que el Estado coordine los esfuerzos y produzca condiciones más justas, teniendo como objetivo el bienestar de toda su población. Pero esto ultimo conlleva repensar la labor del Estado y la articulación entre lo público y lo privado, siempre privilegiando a quienes menos tienen, y es en ese ámbito bajo el cual le debemos dar rumbo al desarrollo científico y tecnológico del país.