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4. Consideraciones psicológicas.
Los individuos que soportan una disminución o desaparición de sus funciones genitales no por eso son
asexuados y deberán realizar su sexualidad a pesar de sus limitaciones. Justamente éste es el problema del
viejo. Por esta razón y a pesar de que los estudios citados anteriormente parecen centrados en la función
genital, prefiero mantener la expresión sexualidad porque nos permitirá descubrir y describir la dimensión
psicológica que subyace a las diversas formas de su funcionalidad.
Así definida, la sexualidad puede aumentar, disminuir, desplazarse, dando contenido a infinidad de
conductas que, para un observador no advertido, podrían pasar desapercibidas o llevarlo a pensar que
nada tienen que ver con ella. “las actividades sexuales tienen una pluralidad de fines. Apuntan a resolver la
tensión creada por el impulso sexual y que, sobre todo la juventud, tiene la violencia de una necesidad. Mas
tarde, salvo en el caso de que padezca en ese plano de una grave frustración, el individuo busca mas que
una liberación, un placer positivo: lo alcanza en el orgasmo; éste va precedido y acompañado de un cortejo
de sensaciones, imágenes, mitos que procuran al sujeto “placeres preliminares” resultantes de la descarga
de “impulsos parciales” arraigados en la infancia, y que pueden tener para el sujeto tanto o mas valor que
el orgasmo mismo”.
5. Consideraciones clínicas.
a. No hay ninguna causa para que un sujeto, en un razonable buen estado de salud general, no pueda
continuar experimentando deseos sexuales y ejercitando su función genital hasta estadios de edad
muy avanzados.
b. La posibilidad de que esto ocurra efectivamente está en razón directa de la actitud que el sujeto
haya tenido para con su sexualidad a lo largo de toda su vida.
c. En ningún caso debe tomarse comparativamente como medida de normalidad la actividad de la
juventud o la adultez joven. Cada momento de la vida tiene sus propias posibilidades funcionales.
Kinsey (1953) señala que las mujeres que tuvieron un matrimonio feliz, bien ajustado y estimulante,
continúan en los años de menopausia y aun posteriormente su actividad sexual con poca o ninguna
interrupción.
Los informes señalados muestran que en la medida que los contactos sexuales se reducen por viudez o
divorcio, las mujeres suelen retomar hábitos masturbatorios anteriores, como un intento de salida de
la penosa situación de frustración de sus deseos activos.
¿Cuáles son los factores psicológicos, fisiológicos y sociales que determinan la pérdida progresiva de la
función sexual en los seres humanos? Casi todos los autores consultados enumeran razones bastante
similares, que pueden agruparse en las siguientes categorías comunes.
5.1. temor por el desempeño.
Muchos de ellos toleran mal o malinterpretan el proceso de lentificación que se produce por el
envejecimiento y reaccionan con lo que se conoce con el nombre de pars pro toto, es decir, toman el
hecho de necesitar mas tiempo para llegar a la erección como una señal de impotencia.
5.2 problemas derivados de la inserción socioeconómica.
A medida que se asciende en la escala social, el manejo de la sexualidad se torna más problemático. Es
que este ascenso social determina el sometimiento a una estructura competitiva, consumista, que
exige del sujeto un enorme esfuerzo desgastante en su afán de conseguir seguridad económica o la
preservación de su estatus. La búsqueda de prestigio y honores consume su actividad diaria,
transformada en una actuación narcisista de la cual no hace participe al cónyuge. Este interés del
hombre fuera del hogar, al mismo tiempo que va desgastando sus capacidades mentales al
sobrecargarlas de tensiones conflictivas, va reduciendo el tiempo necesario para su pareja. Cuando el
hombre “tiene un mal día”, cuando sus asuntos “no le funcionan bien”, en general el interés sexual
disminuye sepultado por la presión de la tensión narcisista.
5.3 enfermedades.
Cualquier deterioro, agudo o crónico, que se manifieste en el ámbito de la mente o el cuerpo, que
actúe reduciendo las condiciones generales del sujeto o la eficiencia de su economía orgánica, puede
estar en relación con su descenso o ausencia de las pulsiones sexuales.
5.4 excesos en la comida y en la bebida.
La excesiva ingesta de alimentos y el sobrepeso consecuente que se observa con relativa frecuencia en
los sujetos viejos tiende a reducir el deseo tanto como la capacidad de goce sexual.
5.5 moratoria en la relación sexual.
La pérdida de interés en el coito debida al aburrimiento en la relación sexual es el factor mas constante
en la disminución de la frecuencia de los contactos sexuales con su pareja que se produce en el
individuo de edad avanzada.
Conclusiones:
Es posible afirmar sin ninguna duda que en los viejos la sexualidad no solo es posible, sino que es
necesaria. Posible porque, si bien la fisiología nos muestra diferencias con los sujetos más jóvenes, la
satisfacción psicológica que proviene del ejercicio de la función no se altera; y es necesaria porque el
ejercicio regular de la misma es el factor de mayor importancia en su mantenimiento, según el
consenso generalizado de todos los investigadores.
Planteadas así las cosas, solo nos queda por delante la tremenda tarea de vencer la resistencia que
proviene de la sociedad con toda su cohorte de prejuicios, prohibiciones y sanciones que se abaten
sobre los viejos privándolos del ejercicio de una parte de su vida.
El problema radica en como hacemos para modificar este estado de cosas, que involucra tanto a los
viejos como a los responsables de su atención y cuidado.
Se necesita fundamentalmente es una campaña de educación sexual específica destinada a los viejos.
La acción debe emprenderse desde la temprana infancia tratando de que el ser humano pueda sentir
sus deseos sexuales cotidianos como algo no solo natural sino saludable y necesario. En este sentido los
mayores, responsables de su orientación y formación, no deben ejercer sobre los niños una acción
represiva – siempre negativa- y deben ofrecerse como un modelo de identificación positiva para el
placer compartido.
Mientras trabajamos tratando de llegar a esta meta, difícil de alcanzar por el momento, solo nos queda
comprender y hacerle entender a los viejos que la sexualidad va mas allá del simple ejercicio de la
función genital; en la autoafirmación de la feminidad y de la masculinidad la sensación cotidiana de
sentirse buscado, necesitado y querido dará una perspectiva distinta a esta etapa de la vida tan
compleja y tan difícil de vivir.
Ese cuerpo no puede pensarse autónomamente, sino que está basado en un contexto cultural
que lo estima, lo valora, lo comercializa y lo consume de distintas maneras. Más precisamente, como
señala el filósofo francés Michel Foucault (1976-1983), le impone regímenes disciplinarios o de control.
El denominado bio-poder construye, selecciona y determina ciertos cuerpos, en detrimento de
otros, generando mecanismos que determinan que algunos sean los destacados y otros queden relegados,
es decir, organizados en una lógica de jerarquías de poder. Sin embargo, el sujeto nunca es
meramente padeciente, sino que es un sujeto que resiste, que transforma, que conforma espacios
particulares donde puede seguir teniendo ciertos manejos de poder y control sobre si y su contexto.
La filósofa estadounidense Judith Butler (2003) considera que las identidades son ficciones, no
porque no sean reales, sino porque son relatos posibles que generan escenarios, prácticas y proyectos
sociales que constituyen referentes o ideales regulatorios del sí mismo. ¿Qué significa esto? Cuando
quiero saber qué significa ser varón o tener cierta edad, necesito basarme en relatos, en proyectos o
prácticas sociales que me dicen y convalidan identidades ya constituidas. Es decir, si yo no doy con la
figura esperada de varón, hasta qué punto puedo creer que lo soy: “hasta que punto soy varón si no
juego a la pelota, o si me gusta más la muñeca que el revólver”.
Este tipo de cuestiones inciden y constituyen identidades y es allí donde la coherencia entre el
dato indicativo, que incluye a un sujeto en un grupo determinado, y el cuerpo y la identidad efectiva
tienen que tener ciertos niveles de correspondencia. Cuando se la pierde, el sujeto deja de saber
quién es, y aún más, carece de legitimidad ya que dejará de ser reconocido por los otros (Dos Santos
y Coelho, 2013) y por la propia expectativa que el sujeto supone de los otros. Es decir que el otro
puede no reconocer en ese señor mayor a un hombre, con las insignias de una masculinidad adulta,
y este factor tiene un alto nivel de incidencia, ya que parte de la legitimidad de la masculinidad se
juega en el ámbito del reconocimiento público.
Cotidianamente utilizamos términos referenciales a partir de los cuales la cultura nos promete
poder llegar a ser varón, mujer o la referencia que fuera y es allí donde nos contrastamos, nos miramos
en ese espejo y buscamos ciertos niveles de adhesión o coherencia. Cuando no alcanzamos esos niveles,
aparece la sensación de “estar fuera de”, en un lugar no legítimo y esto suele resultar perturbador
a nivel del bienestar psicológico. Trato de resaltar esta cuestión, antes de sumergirnos en la
cuestión de vejez y masculinidad, porque lo difícil, a veces lo insoportable para el sujeto, es quedar
afuera de cierto lugar de reconocimiento de la legitimidad del sí mismo.
Por esto tomar como marco teórico la masculinidad hegemónica permite describir el nivel estructural de
este género y sus complejos accesos (Connell y Messerschmidt, 2005).
En lo cotidiano, hay mucha más fluidez y podemos encontrar múltiples masculinidades ligadas a contextos
variados. Así como también hallamos estrategias que disminuyen la presión social. Una de las actitudes
más habituales de los adultos mayores es cuando empiezan a tener dificultades físicas buscar disminuir la
exposición. El nivel de control que requieren sobre sí y sobre su masculinidad pareciera volverse más
exigente en los ámbitos externos, y no tanto en los internos, donde no aparece tan vergonzante el pedir
ayuda a la esposa, pero sí parece vergonzante ir al médico.
La potencia absoluta:
La masculinidad hegemónica estimula la sed de éxito, agresividad y dominio que se reflejan a nivel sexual
en una búsqueda de competencia, energía y disposición permanente (Marsiglio, 1988); no tanto porque el
hombre necesite estar todo el día teniendo relaciones, si no que el hombre necesita contar todo el tiempo
que sigue siendo hombre.
Si los escenarios culturales prevalecientes estimulan a los hombres jóvenes a ver su sexualidad como un
medio para reafirmar su identidad de rol masculino y su maduración hacia la adultez (Gross, 1978), en los
hombres mayores evitar cualquier fallo también puede representar un proceso auto-afirmante que le
permita retener el sentido masculino del yo, así como el declive sexual relacionado con la edad puede ser
considerado un proceso de desmasculinización (Hirshbein, 2000).
Esta tensión aparece por ello especialmente en dos momentos de la vida, la adolescencia porque es donde
resulta fundamental demostrar la potencia masculina, y luego en la vejez, ya que las condiciones de la
sexualidad cambian y pueden resultar menos predecibles. lo que lleva a que nuevamente la masculinidad
tenga que ser repensada.
Todo declive sexual aparece como una amenaza permanente, frente a lo cual uno puede entender por qué
se recurre tanto al Viagra. En principio, pienso que este medicamente ha solucionado un trastorno físico
que se manifiesta en la discapacidad eréctil, pero también a su manera permite que el varón se asegure y
afirme ante el temor a la desmasculinización antes señalada. Hay investigaciones que indican que cuando
la mujer deja de tener relaciones sexuales, en términos generales, no conduce a la depresión. Mientras
que para los varones el retiro de las relaciones sexuales se asocia con la depresión.
El uso del término: “impotencia”, refleja un momento significativo en la construcción social de la
sexualidad masculina que da cuenta del demandante guión sexual masculino (Tiefer, 1986). De hecho,
vemos como los jóvenes usan Viagra para demostrar su potencia masculina, sin que exista un límite físico
acusado. La disfunción eréctil episódica lleva a menudo a la auto-recriminación y a un ciclo de
“espectador”, por el cual los hombres se miran a sí mismos en su desempeño y consecuentemente resulta
más difícil obtener y mantener una erección (Williams, 1987).
Creo que tratar las masculinidades nos permite reflexionar sobre este texto que está en la cultura y el tema
es ver cómo nosotros podemos generar modos de transición para que este paso por la vejez no sea un
paso penoso. Así como analizar hasta qué punto tomamos modelos tradicionales y vamos con más de lo
mismo, al modo de Rambo, o si podemos pensar una reconstrucción del personaje donde pueda modificar
y suavizar sus roles masculinos, así como incorporar nuevas formas a su relato, pero que condensen un
valor propio.
Creo que tenemos que ir construyéndolo y que la gerontología tiene un gran desafío. El enfoque sobre el
poder y el género permiten ver los desequilibrios y las nuevas formas de equilibrio. Me interesa que
veamos, no tanto el relato en sí, sino el desequilibrio del relato, porque es lo que nos expresa el malestar.
Cada una de nuestras prácticas gerontológicas, se ve afectada por esto. Entonces cuando nos preguntamos
“¿por qué los varones no vienen a los múltiples espacios de la gerontología?” o ¿por qué llegan tarde a los
ámbitos de salud? Tenemos que pensar que entre nuestro discurso y el del otro media un relato, la
masculinidad, a la que tenemos que interpelar y comprender.
En un principio aclaré que actualmente se ha tendido ha reducir esta patología a los términos de Depresión
Mayor. Considero que reducir un término como Pseudodemencia al de depresión mayor supone inferir una
base etiológica común no demostrada.
Otro de los términos con el que el DSM (IV lo denomina es Trastorno Facticio, el cual implica suponer una
especie «de farsa o teatralización diseñada de un modo consciente, sin tener en cuenta los propósitos
inconscientes que la determinan.
3. Perfiles de deterioro
Un perfil de deterioro de tipo cortical: (ALZHEIMER)
Caracterizado fundamentalmente por alteraciones que comprometen a la corteza cerebral como: afasia
(con anomia y dificultades en la comprensión), trastornos mnésicos, 'agnosia, apraxia, alteraciones
visoespaciales y visuoconstructivas, a alteraciones en la abstracción y empobrecimiento del juicio,
El prototipo de este perfil cortical es la Demencia tipo Alzheimer.
Alteraciones en la memoria inmediata (memoria episódica verbal y no verbal)
Reducción del nivel general del funcionamiento intelectual (juicio y razonamiento abstracto).
Cociente intelectual de ejecución menor que el verbal
Fluencia verbal disminuida.
Alteraciones en la visuoconstrucción.
Alteraciones en el lenguaje (anomia).
Un perfil de deterioro de tipo subcortical: (HUNTINGTOM)
Caracterizado por un enlentecimiento cognitivo general y dificultad en emplear las estrategias cognitivas
necesarias para abordar problemas, olvidos frecuentes, alteraciones mnésicas principalmente relacionadas
con los procesos de evocación y de la puesta en marcha de los procesos de búsqueda de la información
(con mejora en el rendimiento en las pruebas de reconocimiento y la alteración del estado de ánimo
(presentando con frecuencia depresión)
Alteraciones en la Atención.
Disfunción moderada de: la memoria Déficits visuoperceptuales y constructivos.
Déficit en la resolución de problemas.
Déficits aritméticos.
Perfiles “mixtos”
Si bien el perfil neuropsicológico de la Demencia Vascular se relaciona con sus diferentes subtipos y las
regiones cerebrales comprometidas, a fines orientativos y de este trabajo podría decirse que puede reunir
una combinación de rasgos corticales y subcorticales
3.1 Patologías en conflicto
Trastorno Cognitivo Leve TCL (Mild cognitive impairment)
Este Trastorno podría ser descrito toma un estadio transitorio entre los cambios benignos del
envejecimiento normal y los problemas más serios ocasionados por patologías francamente demenciales
como el Alzheimer.
Mientras que el TCL puede afectar áreas de la cognición muchos investigadores han focalizado sobre sus
efectos sobre la memoria. Este desorden puede ser dividido en dos grandes, subtipos:
Memoria
Lenguaje y atención
Signos y síntomas.
Los olvidos propios de la vejez normal son menores. Pero cuando «se empiezan a ' olvidar cosas que
típicamente se recordaban, o citas importantes donde las motivaciones psicológicas tampoco puedan dar
cuenta, resulta importante deslindar un síntoma relacionado al TCL.
Los criterios que se utilizan habitualmente son:
Memorias deficientes, preferentemente corroborada por otra persona.
Esencialmente muestra un juicio normal, o y capacidad de razonamiento.
En gran medida pueden llevar a cabo las actividades de la vida cotidiana.
Performance reducida en los test de memoria, comparada con otras personas de edad similar y
bagaje educacional.
Ausencia de demencia
No existe otra explicación evidente (médica, neurológica o psiquiátrica) para el trastorno.
Causas:
Neurodegenerativa: Un desorden que gradualmente destruye células Cerebrales. Ej, Alzheimer
Vascular: Un desorden que afecta los vasos sanguíneos del cerebro y el suministro de oxígeno y los
nutrientes vitales de las células cerebrales, causando daños celulares y muerte (trastornos cognitivos
vasculares)
Psicológica: Ciertas condiciones psiquiátricas pueden afectar la memoria, la concentración y el humor (por
ejemplo, la depresión).
Ansiedad
Como señalan Mintzer y otros autores, en las primeras etapas de la enfermedad la ansiedad puede ser
comprendida como la "reacción del paciente al advertir su declinación cognitiva.
Ánimo depresivo
El diagnóstico de depresión en esta población puede resultar complicado debido a las limitaciones que
tienen estos pacientes para expresarse, sobre todo en estadios más avanzados de la enfermedad, y por la
superposición de síntomas con aquellos propios de la demencia, tales como los trastornos del sueño, la
pérdida de peso y la agitación.
Por otra parte, plantean que deberían considerarse otros síntomas psiquiátricos además de los “clásicos”
para definir la depresión en la demencia, tales como los cambios en la personalidad, los pensamientos
obsesivos, las fobias, la ansiedad y las conductas de evitación.
El análisis demostró que la edad, la severidad de la alteración cognitiva y la severidad de la depresión
fueron predictores de demencia.
Apatía
Se manifiesta por la disminución de les interacciones, sociales, de la reactividad emocional y de la
expresión facial, la pérdida “de la iniciativa y del interés por las actividades de la vida diaria y por el cuidado
personal”
6.2 Sintomatología específica del comportamiento
Vagabundeo “Wandering”: El término vagabundeo comprende diferentes conductas:
a) Actividades de control, constante, de dónde o qué está haciendo el cuidador, incluso persiguiéndolo.
b) Deambulación constante.
c) Actividad excesiva.
d) Fugas.
e) Deambulación nocturna.
Agitación:
La agitación es, junto con el vagabundeo, el síntoma más persistente en el transcurso de la evolución de las
demencias. Se la define como aquellas actividades motoras, verbales o vocales inapropiadas no resultantes
de un cuadro confusional o de necesidades del paciente.
Marx y col. demostraron que el aumento de conductas agresivas de los pacientes institucionalizados se
asocia con la aproximación y con el contacto físico del personal.
Reacciones catastróficas:
Las reacciones catastróficas se caracterizan por ser reacciones emocionales o físicas excesivas y repentinas,
bajo la forma de agresión física, verbal o explosiones de ira.
Quejas y acusaciones:
Son frecuentes las quejas repetidas y las acusaciones por parte de los pacientes, en general dirigidas a los
cuidadores
Desinhibición:
La e comprende un síndrome caracterizado por impulsividad, inestabilidad. emocional, incapacidad para
mantener los niveles previos en los comportamientos sociales, llanto, agresión verbal y/o física,
desinhibición sexual, conductas autodestructivas, agitación motriz y vagabundeo.
Negativismo:
El negativismo se expresa como el rechazo a hacer cosas; esto ocurre, a veces, cuando el paciente no
comprende qué se le está pidiendo. La resistencia a los cuidados es un problema bastante común en estos
pacientes, que puede mejorar estableciendo una rutina diaria que resulte organizadora.
7. Lenguaje y demencias
7.1 Descripción del tipo de lenguaje demencial
Las perturbaciones semánticas se evidencian en todas las situaciones de lenguaje oral particularmente en
la selección y organización de la información.
Pérdida de la representación de palabra: Las pérdidas de representaciones verbales del demente no se
darán sobre todas las palabras sino sobre las más raras y netamente las abstracciones o los términos más
recientemente adquiridos. Asimismo tendrán menos resistencia las nuevas adquisiciones y las de
significación más precisa, es decir aquellas que no pueden ser descubiertas más que por asociaciones poco
numerosas y específicas.
Dislogias: Aparece como un problema de pensamiento en el cual surge una imposibilidad de poner en
relación los restos de pensamiento, o sea de establecer ligaduras
Automatismo: Freud consideraba que los automatismos aparecían como un modo de resistencia al
desmantelamiento del lenguaje.
Reproducción del Discurso o Ecolalia: Estas expresiones verbales tienen que ver con la tendencia a repetir
fragmentos de discurso del interlocutor.
Palabras Passe- Partout: El demente, dice Critchley, a diferencia del afásico utiliza palabras vagas tales
como cosa o eso- a para diversos usos, que generan un discurso impreciso.
Sustitución de palabras: Critchley encuentra otra diferencia con la afasia, ya que el demente da fácilmente
al objeto presentado un nombre que no le corresponde. Primando la homofonía
Neologismos: A éstas sustituciones antes referidas hay que agregarles el uso de palabras desprovistas de
sentido, puestas sin duda en el lugar de la palabra faltante que generan en el sujeto la ilusión de una
continuidad.
Disgresiones y Perseveraciones: Entre otras características de este tipo de lenguaje se encuentran las
descripciones prolijas e inútiles, los comentarios inadecuados o las disgresiones tanto como las
perseveraciones discursivas.
Persistencia de palabras altamente significativas: Los recuerdos que perduran más tiempo son aquellos
que fueron más fuertemente investidos.
Eclipses de conciencia: Dentro de esta descripción del lenguaje es importante rescatar los siderales
eclipses de conciencia que agujerean aquí y allá el lenguaje de la demencia.
Acercamientos homofónicos: Si el elemento lingüístico va perdiendo significación, este puede ser
reconducido por la percepción del ruido (Peruchon, 1994).
Supervivencia de las palabras de ligazón: Las palabras que ligan o tas palabras de relación son más
resistentes que las otras
Uso intempestivo de locuciones:
3. Las Demencias desde el Psicoanálisis
Ferenzci remarca dos elementos que aluden a características propias del sujeto en la dementización y por
otra parte a localizaciones, aunque no del daño orgánico, sino del “daño en lo psíquico que determinarían
las formas que tomarán las demencias.
“Ni siquiera en la etapa final de la parálisis general, la de la completa “imbecilidad”, es simplemente una
consecuencia directa de la destrucción de tejido nervioso; en su esfuerzo por mantener el contenido del yo
y, en cierta medida, su integración, la mente del parético resiste hasta el fin, y al realizar una regresión
infantil, acaso fatal, persiste en el extrañamiento de todo loque le es penoso, hasta llegar al límite de la
inconsciencia” (Ferenczi, 1921)
La depresión frente a la afrenta narcisista que supone la pérdida de sus facultades psíquicas.
La regresión en la que el sujeto se ubica como más incapaz de lo que realmente es, intentando hallar con
esto un modo de reconquistar un placer ya perdido o una coherencia subjetiva;
El deterioro que será pensado en relación a la imagen positiva o negativa que - la familia posea del
paciente, la cual determinará en gran medida las posibilidades de mejoría del mismo.
Por el contrario, aquellas actitudes del cuidador que mejoran o alivian los SCPD son:
Esfuerzos del cuidador por comprender el origen y el significado detrás de una conducía.
Flexibilidad, capacidad para aceptar cambios.
Actitud empática, cuidadosa y cálida hacia el paciente.
Tolerancia con los problemas del comportamiento, tales como actividades repetitivas.
Ausencia de la necesidad de ocultar la enfermedad a otros o de vergúenza por íener un ser querido
enfermo.
Respeto por el paciente como persona.
Capacidad para ser creativo en el manejo de SCPD, para resolver problemas y para expresar los
sentimientos propios.
1- En primer lugar, lo ya señalado acerca del avance del paradigma de la complejidad en ciencias: el
requerimiento de trabajo en equipos interdisciplinarios que puedan dar cuenta de esta complejidad.
2- La especialización por parte de profesionales de disciplinas relativamente más nuevas (terapia
ocupacional, psicología, psicopedagogía, musicoterapia, psicomotricidad) que vienen aportando otros
enfoques, nuevas miradas y herramientas diagnósticas y de intervención. Vaya como ejemplo del aporte
de cada una, las técnicas de multiestimulación y el trabajo con la memoria por parte de la terapia
ocupacional, que muestra el efecto preventivo y de enlentecimiento en procesos de deterioro cognitivo,
las intervenciones pedagógicas de las ciencias de la educación, demostrando las posibilidades del
aprendizaje en el envejecimiento, las intervenciones preventivas y psicoterapéuticas de los psicólogos con
el viejo y su familia
3- El avance teórico en la distinción conceptual entre el envejecimiento normal y el patológico, lo cual
permite evitar intervenciones en los casos que no lo requieren, respetando su curso normal y la detección,
orientación e intervención en los casos en los que se justificaría hacerlo
4- Paralelamente, el lento pasaje que vamos comprobando, en el campo de la salud pública, desde el
enfoque de riesgo y abordaje centrado en las patologías, a un mayor énfasis en el enfoque de factores
protectores y abordaje centrado en la prevención y la resiliencia
5- Este cambio de enfoque y de la perspectiva preventiva en la salud mental en el envejecimiento,
innumerables experiencias comunitarias e institucionales y talleres de todo tipo además de demostrar su
eficacia en la mejora de la calidad del envejecimiento, constituyen ámbitos propicios para la detección
temprana y la derivación oportuna, así como para el armado de redes de apoyo y el trabajo con las familias
6- Como efecto de lo anterior, el cambio ya no sólo en la salud mental, sino en el campo global de la
gerontología, que deja de considerar exclusivamente a los adultos mayores para pasar a investigar e
intervenir en todo el proceso, especialmente desde la considerada mediana edad de la vida, tarea esta aún
pendiente en la psicogerontología actual.
7- Finalmente, el desarrollo de nuevas teorías psicogerontológicas (Yuste Rossell et all, 2004) como la
del Curso de la Vida o del Ciclo Vital Dinámico, la Teoría de la Continuidad o la de Selección, Optimización y
Compensación (SOC), que destacan la importancia de estudiar el envejecimiento en todo su proceso a fin
de entender las distintas vejeces alcanzadas.
Los procesos de envejecimiento se construyen singular y colectivamente. Cada sociedad, cada cultura, cada
época, construye un determinado modo de envejecer… De esta forma, la vejez se constituye en una etapa
del desarrollo en la cual, con ganancias y pérdidas, existe una mayor multiplicidad de factores
determinantes y gran variedad interpersonal en sus dimensiones y manifestaciones, siendo necesario para
su análisis y configuración una perspectiva compleja, que incluya el proceso de envejecimiento en sus
diferentes dimensiones. (REDIP, 2005, p.1).
Como área diferenciada, representa hoy un nudo de convergencia de diversos desarrollos actuales en la
salud mental: desde el psicoanálisis a la teoría cognitiva, pasando por el enfoque de las neurociencias, con
los avances psiconeuroinmunoendócrinos, constituyendo, el logro de las interrelaciones, un desafío
cotidiano en nuestros afanes investigativos. Debemos preguntarnos y bregar por la posibilidad de
articulación entre disciplinas, entre prevención y asistencia, entre teorías diversas.
Sin embargo, éste no es el panorama que prevalece hoy en día en el estudio de la salud mental en el
envejecer. De igual modo, los pocos programas de formación que encontramos en este campo en otras
latitudes, descartan al Psicoanálisis como teoría válida o desde ella, descartan a otras
La concepción psicogerontológica desde la complejidad se propone no fragmentar y entender el proceso
del envejecer en el tiempo, en su historicidad. Nos vemos confrontados a una doble temporalidad,
siguiendo a E. Morin (2004): el envejecimiento como historizante y diversificante, como proceso de
corrupción y dispersión. Eros y Tánatos operando en el tiempo de autoproducción de sí, en un proceso de
complejización creciente y de desorganización creciente en el que aparecen ligadas la repetición, el
progreso, la decadencia.
Para poder entender cómo se va armando una demencia, un envejecimiento patológico o normal,
situaciones de maltrato, lo deberemos hacer desde este entramado, no lo entenderemos nunca
estudiando por separado las neuronas o el contexto cultural y familiar o la herencia genética o la
personalidad previa o los esquemas cognitivos.
Éste es el contexto psico-bio-socio-cultural que el equipo psicogerontológico se propone favorecer y
estimular, en síntesis: un yo complejo que esté en condiciones de desarrollar resiliencia frente a los
avatares del envejecer. Deberemos entender, entonces, el desencadenamiento de las patologías mentales
por el paso del tiempo, como el fracaso en la construcción de este modelo de subjetividad y de
intercambio vincular.
Arribamos así a definir que la Psicogerontología, tal como la concebimos, estudia la salud mental del sujeto
envejeciente y envejecido en sus aspectos psicodinámicos, cerebral – orgánicos, cognitivos y vinculares,
abarcando las tareas de promoción de la salud y prevención (incluyendo los factores de riesgo psíquico),
interrelacionadas con la tarea asistencial y de rehabilitación.
Proponer esta clasificación como una verdad del acontecer humano, no hay una mejor evidencia que la
literatura: “el amor en los tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez. Esta brillante novela, es un
tratado acerca de la vejez y de los distintos modos de envejecer. Se analizará cada uno de los personajes
que nos permite ver los distintos modos de llegar a viejos. Porque los factores de deterioro biológico y de
maltrato social no alcanzan a explicar las distintas maneras de enfrentarlos y atravesarlos.
Jeremiah de Saint- Amour: “no caer en la vejez”
La novela transcurre a finales del siglo pasado en un país caribeño y comienza con un suicidio. Un doctor
del pueblo es convocado a fin de certificar un deceso. En uno de sus encuentros con su amada, Jeremiah le
dice de pronto, “nunca seré viejo”. Ella lo interpreto como un propósito heroico de luchar contra los
estragos del tiempo, pero él había sostenido esta afirmación con otro sentido: su deseo era suicidarse a
una edad que para él significaba el comienzo de una caída.
La problemática en relación al envejecimiento tiene que ver con un problema de identidad. Cuando se vive
toda la vida tapando algo que no debe aparecer, que no se debe dar a conocer, la vejez se vive como
siniestra. ¿Por qué? Porque si toda la vida se trabaja para sostener una imagen engañosa en cuanto a tapar
las propias fallas y debilidades, la vejez, con la declinación de las fuerzas que acarrea, se supone que llegara
el momento en que esta imagen ya no se podrá sostener, que arrasara con todas las máscaras, revelara
todo lo malo, lo inútil, lo despreciable, que no se pudo integrar ni asumir como propio. Esta es la definición
de lo siniestro: revelando algo que debería haber permanecido oculto.
Poder aceptar el propio envejecimiento requeriría entonces un doble desengaño: de que por ser jóvenes
poseemos todo: la vida, el poder, la belleza, la completud; de que por ser viejo se carece de todo: nada de
vida, nada de poder, nada de belleza, nada de completud. Para lograr un buen envejecer deberemos
superar las dicotomías absolutas del todo o nada entre la juventud y la vejez, y deberemos cuestionar
nuestra idea de adultez, de plenitud, de que es ser un adulto acabado. Si creemos que todo lo débil, lo
deficitario debe ser totalmente tapado, la fuerza que realicemos para no dejarlo hablar, nos hará vivir en
una tensión permanente. Cuando se nos aparezca algo que nos lo evoque, en un instante nos hará caer de
ese lugar idealizado en que pretendidamente estamos. La imagen de un viejo cuestiona, nuestra imagen,
nuestra identidad. Nos enfrenta a una imagen en que no nos reconocemos.
¿Por qué para algunos el envejecer adquiere estas características siniestras? ¿Por qué lo que debería ser la
aceptación de un proceso gradual de deterioro orgánico, una metamorfosis gradual de nuestra imagen, se
anticipa como un caer repentino en una zona ambigua e inquietante entre la vida y la muerte?
Si nos podemos reconocer en ese viejo que seremos es porque aceptamos que algo tenemos que ver con
él, porque aceptamos que nuestra imagen actual no esta tan intacta, que en algo ya se nota el deterioro.
Es reconocer que a la par que fuimos creciendo y adquiriendo, algo fuimos perdiendo. Que llegar a viejo es,
simplemente, continuar ese camino que ya recorrieron nuestros padres, con la esperanza y posibilidad de
llegar un poco más allá de lo que ellos llegaron.
El suicido es, en este caso, no poder aceptar nuestra condición de mortales, que es a lo que nos enfrenta el
envejecer. Porque morir envejeciendo es ir reconociendo la evidencia de que se es mortal. Es aceptarse
mortal, ocupándose simplemente de vivir. En cambio, quien comete suicidio, priva el dolor de existir y de
ser mortal.
DUELO
El proceso de duelo nos acompaña a lo largo de la vida, aunque con el envejecimiento, ciertas pérdidas
pueden resultar más frecuentes. Entre las pérdidas consideradas hallamos la de los seres queridos, roles,
espacios, ideales, capacidades, recursos que nos daban una cierta imagen, afecto, valor, apoyo, es decir
aquellos vínculos que constituían parte de la identidad. Por esto, el duelo implica que la persona deba
rever una serie de supuestos que ordenaban su mundo, la representación de sí mismo y del modo de
interactuar con la realidad.
Bases teóricas acerca del duelo
Existen diversas conceptualizaciones con respecto a los significados del duelo. Una de las más reconocidas
es la que señala Freud en su texto “Duelo y Melancolía”.
Es “la reacción a la pérdida de un ser querido o de una abstracción equivalente: la patria, la libertad, el
ideal, etc. Bajo estas mismas influencias surge en algunas personas, a las que por lo mismo atribuimos una
predisposición morbosa, la melancolía en lugar del duelo” (Freud, 1988).
La primera hipótesis freudiana es: si no nos parece patológico es porque lo explicamos perfectamente. Esta
perspectiva suscitó la interesante crítica de J. Allouch (1996) ya que éste considera que su visión es
demasiado positivista y por ello simplificada. Resulta poco pensable, desde el propio psicoanálisis,
“comprender perfectamente” que es lo que un sujeto pierde con el objeto que está duelando, disociando
de tal modo lo consciente de lo inconsciente. . Su explicación metapsicológica es que el duelo es un
examen de la realidad en donde el objeto amado no existe más y la libido deberá abandonar sus antiguas
posiciones, teniendo en cuenta la adhesividad de la libido a sus objetos, es decir la dificultad de retirarse
de los objetos de amor. Si el conflicto fuese muy intenso, podría dar lugar a situaciones patológicas. Sin
embargo lo normal es el progresivo retiro del objeto. Habrá por lo tanto un desasimiento paulatino de las
piezas libidinales, y solo al final de la labor de duelo, el yo quedaría libre y exento de presiones. Esta última
posición frente al duelo, sin ser habitual, nos permite pensar las dificultades propias de este proceso para
lograr su elaboración, donde los mecanismos de defensa, tales como la negación y la desmentida,
funcionan coexistiendo con la aceptación. La sensación más habitual que escuchamos es “sé que no está
más, pero al mismo tiempo me parece que todo esto es un sueño y ya va a volver”.
Desde una perspectiva constructivista y narrativista el proceso del duelo implica un cambio en la identidad
ya que modifica las creencias, los modos de vinculación y las representaciones de sí y los otros. Parkes
(1988) sostiene que se altera el modelo interno que ayuda al sujeto a orientarse, reconocer lo que le está
pasando y a planificar su comportamiento.
Cuanto más vinculada se encuentra la pérdida a la propia identidad, mayores van a ser los efectos de en el
sujeto. Rando (1984) considera que se produce una modificación de un “mundo de supuestos”, tanto a
nivel global, en tanto modifican las creencias sobre el sí mismo, los otros y el mundo; como específicos, ya
que cambian los aspectos concretos asociados a la relación. También sitúa las pérdidas secundarias,
entendidas como la suma de actividades, roles, apoyos que se deben abandonar.
Desde esta perspectiva el duelo es la reacción a la pérdida de un vínculo que brindaba sostén y continuidad
a la identidad, con todas las implicaciones emocionales, cognitivas e instrumentales que contiene.
Una serie de variables indicen en las formas de tramitar el proceso de duelo, entre las que se encuentran
las siguientes:
- La capacidad psíquica previa: resulta central el nivel de tolerancia que pueda tener un sujeto a lo largo
de su vida para afrontar determinados tipos de pérdidas.
- La significación del objeto perdido: no resulta fácil para los otros ni para el propio sujeto entender lo que
se ha perdido con un objeto en particular. La falta que puede producir no suele ser explicable
conscientemente ni tampoco previsible. Los duelos por ciertos objetos significativos pueden promover una
pérdida de roles de mayor o menor importancia para un sujeto; pueden provocar la sensación de ya no ser
deseables o importantes para el otro.
- Las expectativas de luto: cada sociedad establece ritos y modalidades acerca de cómo se debe elaborar
el luto. Desde la demanda de ropas oscuras y un cierto encierro, hasta las formas más actuales y urbanas
de poco reconocimiento hacia aquel que realiza un duelo; así como la demanda de renovar una pareja a la
de cerrar toda posibilidad de hacerlo.
- La integración psicosocial del sujeto: las redes sociales, el nivel de actividad y las diversas interacciones
sociales pueden incidir positiva o negativamente en la resolución del duelo. Así como también dicha
integración alude a la posibilidad de volver a recuperar objetos de deseo y recuperarse como objeto para
el otro.
- La forma en que se produjo el suceso: las pérdidas inesperadas, tales como los accidentes; aquellos que
tuvieron un largo proceso por enfermedades con desarrollo largo e infructuoso, que pudieron haber
producido sentimientos altamente contradictorios hacia el fallecido; o las vivencias traumáticas, como los
crímenes o desapariciones, pueden generar modalidades particulares de resolución promoviendo más
angustia, culpa, horror, incomprensión, etc. Factores que podrán determinar que el duelo se complejice.
Momentos del duelo
1. Se manifiesta por la sensación de shock y de fuerte angustia. Aparecen conductas defensivas
maniacas, con preponderancia a la negación. lo disociativo y proyectivo prevalece, echándole la
culpa a los medios, familia, etc. este momento es donde más se manifiesta la agitación, llanto,
protesta, desasosiego y negación de la perdida.
2. La pérdida del objeto externo lleva a que se incremente la relación con los objetos ligados a quien o
a lo que se ha perdido, produciendo adquirir un carácter identificatoria. Dicha identificación se
produce con ciertos rasgos del objeto, aunque esta pueda ser breve. Según la importancia del
objeto perdido podría haber identificaciones más fuertes y de mayor duración o incluso que
queden de un modo permanente en el sujeto.
La relación con os objetos externos se hace as laxa e incluso puede llegar a interrumpirse. La sensación es
de desolación, falta de incentivo externos por fuera de aquellos que pudiesen brindar la propia relación al
objeto, por ello Freud lo describió como “el mundo se encuentra desierto”. El estado es de aceptación,
tristeza y resignación.
La relación con los objetos internos se va debilitando y el sujeto es capaz de establecer los vínculos con los
objetos externos. El sujeto volvería a conseguir la serenidad, la aceptación de lo sucedido y se encontraría
libre de inhibiciones.
El duelo desde Lacan
Este psicoanalista modifica en gran medida el punto de vista desde donde se concibe el duelo ya que
modifica la dimensión del sujeto y del objeto y para ello parte de dos dimensiones distintas: el Sujeto y el
Otro.
Lacan considera que porque hay un Otro que desea al sujeto aparece la posibilidad de desear, y esta
dimensión de ser objeto del deseo del otro quedará como estructura básica en la organización subjetiva
del ser humano. Solo si convocamos el deseo del otro podemos sostenernos como sujetos y desde allí
aparece la idea del deseo como deseo del otro.
En este sentido, ser sujeto no es una condición de existencia sino de contingencia (variable en el tiempo),
es decir: se es sujeto en tanto cause un deseo al Otro, sino deja de serlo. Lo cual implicaría una posición de
no deseo similar a la tristeza y al desinterés vital, no de desindividualización. Habría que tener en cuenta
que la dimensión del duelo en Lacan es fundante ya que es sobre la noción de falta de esos objetos
primarios, llamémosle madre o padre, sobre el que se estructura el deseo humano. Deseo que conduce a
una pérdida imposible y a su vez es vehículo de suplencias. Porque perdimos ciertos objetos primarios en
nuestra constitución psíquica es que deseamos a otras personas. Entonces si pensamos la lógica del duelo
tendremos una perspectiva distinta a la freudiana ¿Por qué? Desde Freud el sujeto desde su yo abandona
progresivamente a su objeto, en donde habrá un acto racional de abandono solo limitado por una
tendencia a la adhesividad de la libido, poco desarrollada en su obra. Sin embargo desde Lacan la óptica es
distinta y lo plantea del siguiente modo: “Solo se puede hacer duelo de aquel cuya falta fuimos,
entiéndase, de aquel cuyo deseo causamos”. Razón por la cual pueden aparecer dos modos de
identificación:
1. La primera es ser objeto causa del deseo del Otro, en tanto alude a las representaciones, ideales o
metáforas del sujeto que fueron deseables por el otro. Entendamos ser queridos por nuestras
obras, nuestras características valoradas, etc. Esto permite que al perder un ser querido podamos
duelar el objeto deseable que constituimos para el otro, lo cual habilita a otros espacios de deseo
(llamémosle otras personas que nos quieran u otros ámbitos donde seamos reconocidos o
valorados) que nos ayuden a recuperar un espacio distinto, más allá del deseo que provocamos en
ese otro.
2. La segunda es ser el objeto irremediablemente perdido en donde el valor del sujeto no tiene más
representación que ser objeto para el otro, sin poder hallar una suplencia metafórica del deseo que
produjimos en el otro. La figura del niño bastón de su madre representa este tipo de enlace. Estos
modos de identificación pueden funcionar tanto en la constitución subjetiva que se conforma en la
relación con los padres, o quienes ejerzan dicha función, como en las diversas relaciones que
construye un sujeto a lo largo de su vida. La importancia de estas modalidades identificatorias es
que permiten explicar las formas de resolución de los duelos. Sin embargo es importante aclarar
que estas formas de pensar el duelo no implican un total determinismo. El sujeto no se encuentra
totalmente prisionero de un deseo o un no deseo, sino que puede redimensionarlo y a partir de allí
encontrar una nueva forma de relación con el otro perdido.
Esta concepción del duelo nos permite comprender una nueva perspectiva, desde la cual podemos
visualizar de qué manera este proceso de pérdida reactualiza, y a su manera desnuda, la intimidad de una
relación. Así como también nos permite entender porque el perder un lugar de objeto causante del deseo
del otro puede afectar nuestro propio deseo e interés vital.
Continuidades entre duelo y reminiscencia
Tanto el duelo como la reminiscencia resultan temas centrales para la psicología de la vejez ya que ambas
ponen en juego una serie de pérdidas de lo que el sujeto ha amado, desde los seres queridos (conyugues,
amigos, mascotas), los ámbitos de residencia y trabajo, hasta las habilidades físicas y los atractivos
eróticos-estéricos. El penar por estas pérdidas suelen ser un tema habitual en los últimos años de vida.
Butler lo concebía como un proceso de revisión de la vida que surgía de un modo natural por lo cual lo
piensa como un proceso universal, que se caracteriza por un retiro progresivo y consiente a experiencias
del pasado donde resurgen conflictos no resueltos, dando la posibilidad de que estas experiencias se
reviden para que los conflictos puedan evaluarse e integrarse.
La reminiscencia obtiene un sentido fundamental en tanto permite recuperar importantes experiencias de
tiempo vividas que serán reordenadas con el fin de preservar una continuidad de sentido y consolidar su
identidad ante las experiencias del envejecimiento.
El duelo y las reminiscencias son modos de pensar, al tiempo que de elaborar aquellas personas, funciones
o cosas que les dieron calor y sentido, buscando de esta manera reforzar la identidad y recuperar un
sentido de pertenencia que se siente haber perdido.
Alternativas de resolución
Existe una amplia literatura psicopatológica que consideró que había resoluciones normales y patológicas
del duelo, estableciendo tiempos, características particulares o teorizaciones. Aun cuando hoy se ponga en
duda lo normal de lo patológico, sabemos que hay niveles de padecimiento que pueden prolongarse o
resurgir en diversos momentos y frente a los que ciertas distinciones teóricas pueden ayudar a conocer
mejor las alternativas de resolución y brindar herramientas a profesionales y a la comunidad en general,
frente a estos casos.
Los denominados duelos patológicos pueden aparecer en cualquier estructura psíquica y comparte
características comunes con una depresión. Freud señalaba que a diferencia del duelo normal, en el
patológico existe una relación muy ambivalente (de amor y odio) muy fuerte hacia el objeto. También
podríamos considerar que el modo de relación con el objeto era dependiente, narcisista, según Rank, y la
posición del sujeto aparece objetalizada en un rol o posición específica que le resta capacidad de
reinstalarse subjetivamente como objeto de deseo para otros.
Esta posición lleva a que el nivel de autonomía psíquica se empobrezca y que los reproches que el sujeto se
realiza sean transformaciones de críticas por el abandono que el duelante percibe y por la falta que el otro
le produce. El amor y el odio son efecto de la falta de discriminación (entiéndase separación psíquica) con
el objeto, donde no se lo puede ni dejar ni perder.
Freud describe sobre la base de la melancolía un fenómeno similar al del duelo patológico. Sin embargo
desde otras corrientes psicoanalíticas, como la lacaniana, se prefiere reservar la primera asociándola con la
psicosis mientras que esta última no implicaría una estructura clínica precisa.
Para Bowlby (1983) las formas patológicas serían el resultado de la persistencia activa del impulso de
búsqueda del objeto, es decir la imposibilidad de abandonarlo, que tiende a expresarse en una variedad de
formas encubiertas y deformadas.
Las características más importantes del duelo patológico son:
sensación de ansiedad y angustia.
malestar en el dormir, pesadillas y sensación de que el objeto perdido viene a buscar al sujeto.
necesidad de reencontrar al objeto perdido.
debilitamiento físico pronunciado, peligro de somatizaciones: que se reflejan especialmente en
disfagia, dispepsia y constipación, malestares cardíacos, deseo sexual disminuidos con anorgasmia e
impotencia.
sensación de vacuidad y de un mundo desierto.
reproches sobre los últimos cuidados.
posibilidades de suicidio.
posibilidades de delirios hasta en un 23% de los casos.
Es importante notar que es usual en la clínica con la vejez hallar variantes del duelo patológico que se
caracterizan por ser duelos inconclusos o patologizados en los que se torna particularmente difícil salir del
segundo paso del duelo ya sea por falta de objetos reemplazantes, por la cantidad de duelos que se
producen o por formas defensivas de apoyo constituidas en la pareja.
Estas variantes pueden ser pensadas como respuestas depresivas frente a la pérdida de objetos de deseo
actuales, que impiden aceptar la nueva situación, y que pueden ser vivenciadas como abandono, falta de
recursos y apoyo, entre otras.
En el primer caso hallamos sujetos para quienes terminar un duelo implica encontrarse con un
vacío de objetos que puede resultar más atemorizante que el seguir llorando por alguien para quien
fuimos amados o deseados. Resulta habitual que al recuperar relaciones afectivas rápidamente
puedan salir de la posición de duelo.
En el segundo caso hallamos personas mayores que hablan de una suma de duelos en los cuales es
difícil precisar cuál fue la pérdida que motiva su penar. Lo que hallamos es un horizonte de soledad
y de abandono que dificulta el lazo social necesario para encontrar estímulos vitales, la desconexión
con los nuevos tiempos y un recogimiento en un mundo perdido en el cual parecían encontrarse a
salvo.
Por último existen parejas que cuando muere uno de los cónyuges en poco tiempo fallece el otro.
La especulación que realiza el psicoanalista francés Le Gouès (1991) es que éstos han armado un
sistema defensivo de a dos, en donde fuertes identificaciones y proyecciones pueden dificultar la
individualidad. La falta del otro es sentida como una alta vulnerabilidad personal que incide en el
deterioro físico.
Las posibilidades de enfermar físicamente en el momento del duelo son muy altas, particularmente en los
momentos de aparente resolución, así como las posibilidades de suicidio. Es altamente recomendable en
estos casos el apoyo psicológico y socio terapéutico para poder acompañar y atender la resolución de un
duelo que puede tener consecuencias altamente negativas.
En los casos que aparezcan síntomas psicóticos y/o melancólicos es muy recomendable el uso de
psicofármacos antidepresivos.
¿Tratamiento del duelo?
A partir de la sentencia de Freud acerca de que al duelo no se lo trata, porque lo consideraba un proceso
normal, se promovieron una serie de respuestas diversas y críticas, incluso dentro de las propias líneas
psicoanalíticas, como las de Melanie Klein. Por ello quisiera hacer una breve reflexión acerca de la variedad
de miradas que puede suscitar este tema. Por un lado resulta importante tener en cuenta el contexto
desde el cual Freud señala su negación a este tipo de tratamiento. La cura psicoanalítica se basa en una
serie de presupuestos, uno de ellos es el hacer consciente lo inconsciente, lo que llevaría a una lectura
profunda acerca de la relación del sujeto con el otro, que movilizará relaciones ambivalentes, críticas e
inestabilizantes para el sujeto. En este sentido, para aquel que realiza el duelo, este tipo de indagación
podría producirle un aumento de la ambivalencia afectiva hacia el objeto, lo que lo llevaría a desestabilizar
una construcción en ciernes en pos de su duelo (con todo lo que ya se mencionó acerca del enfoque
psicoanalítico del mismo). Razón que nos llevaría a considerar que en el duelo normal esta forma de
intervenir no sería la adecuada.
¿Cómo entender el tratamiento psicoterapéutico?
En principio la actitud debería ser de cautela frente a la posición del sujeto ante la falta de otro a quien
amaba y por quien era amado. La situación de inestabilidad emocional por la que atraviesa el paciente
puede provocar que una interpretación poco oportuna, al tiempo y a los significados del duelo que se van
produciendo, pueda desestabilizar al sujeto de un modo poco conveniente. Sin embargo el apoyo
psicoterapéutico para promover diversas elaboraciones, puede ayudar a elaborar procesos que no son
sencillos, que no siempre tienen el sostén necesario y que pueden tomar el curso menos deseado. En
relación a este último punto es posible ver ciertos duelos que tienden a la cronificación y ante los cuales la
opción psicoterapéutica puede resultar esencial para poder prevenir una situación que devenga en un
duelo de alto padecimiento.
Por ello, lo que deberíamos proponer es un trabajo psicológico, que no resulta necesario en todos los
duelos, pero que si pueden ser oportunos en múltiples situaciones. Este sostén del que realiza un duelo se
basa en el apoyo de las redes sociales, en el trabajo psicoterapéutico y en algunos casos farmacológico.
También es importante considerar que en una época donde todo ritual que aluda a la muerte aparece
como negativo, lo que Ph. Ariès (1987) denominó la Muerte Invertida, produce que el duelante se
encuentre muy solo frente a esta situación, a diferencia de otros momentos históricos donde este proceso
estaba más acompañado socialmente.
DEPRESIÓN
La depresión Una de las formas más claras en las que se expresa el dolor psíquico es la depresión.
Depresión: Enfermedad o trastorno mental que se caracteriza por una profunda tristeza, decaimiento
anímico, baja autoestima, pérdida de interés por todo y disminución de las funciones psíquicas.
Los síntomas de la depresión (tomados del DSM IV):
1. Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, el sujeto se siente triste y vacío. Muchas veces
aparece el llanto y en otras ocasiones aparece el deseo de llorar pero no hay lágrimas. La depresión puede
expresarse a través de un estado de ánimo irritable.
2. Disminución acusada del interés o de la capacidad para el placer en todas o casi todas las actividades,
la mayor parte del día, según las referencias realizadas por el propio sujeto o desde la observación de los
demás
3. Los trastornos en el apetito son constantes, pueden manifestarse por perder el apetito o incrementarlo
(especialmente ingiriendo azúcares o hidratos de carbono).
4. El insomnio o la hipersomnia son frecuentes.
5. La agitación o enlentecimiento psicomotores, sin ser meras sensaciones de inquietud o de estar
enlentecido.
6. La fatiga o pérdida de energía casi cada día. Es habitual el cansancio y la fatiga, incluso sin hacer ningún
esfuerzo.
7. Sentimientos de inutilidad y culpa excesivos, con auto reproches, que pueden llegar a ser inapropiados
y delirantes.
8. Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión, casi cotidiana, la cual puede
ser atribuida subjetivamente o ser observable, y de falta de voluntad.
9. Pensamientos recurrentes de muerte, ideación suicida recurrente sin un plan específico o una
tentativa de suicidio o un plan específico para suicidarse
Estos síntomas provocan un malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas
importantes de la actividad del individuo.
Es importante tener en cuenta que:
los síntomas no se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej. una droga o un
medicamento) o una enfermedad médica (p. ej. hipotiroidismo o cáncer).
los síntomas no se explican mejor por la presencia de un duelo (p. ej., después de la pérdida de un
ser querido);
los síntomas persisten durante más de 2 meses y se caracterizan por una acusada incapacidad
funcional, preocupaciones mórbidas de inutilidad, ideación suicida, síntomas psicóticos o
enlentecimiento psicomotor.
El curso y la duración de las depresiones son variables y dependerán, tanto de las características de la
personalidad de cada sujeto, como del contexto sociocultural donde se desarrolle.
El punto de vista psicoanalítico de la depresión
Una de las primeras consideraciones de Freud al respecto, y a la que llama melancolía, es que la pérdida
que se produce es de naturaleza más ideal, es decir la pérdida no es fácilmente comprensible, aunque la
persona sienta que algo ha perdido o no sabe bien que es lo que ha perdido con ese objeto. De esta
manera la depresión o melancolía aparece como una pérdida de objeto sustraída a la conciencia,
diferenciándose así del duelo. La pérdida actual, aparentemente carente de valor como para generar tal
nivel de tristeza, cobra sentido en la medida en que resignifica una pérdida anterior que el sujeto no
elaboro adecuadamente.
Otra de las hipótesis de Freud es que el melancólico sufre un notorio empobrecimiento de su yo que se
refleja en una extraordinaria disminución de su autoestima. Freud dice “Se dirige amargos reproches, se
insulta y espera la repulsa y el castigo”. Esto nos lleva a considerar que su yo se identificó con el del otro y
lo castiga, razón por la cual se infiere que la pérdida se produce en su yo a nivel inconsciente y esto le dará
una particular connotación morbosa.
“Los reproches con los que el enfermo se abruma corresponden en realidad, a otra persona, a un objeto
erótico perdido, y han sido vueltas contra el propio yo. Sus lamentos son acusaciones” (Freud,1981).
La relación morbosa establecida con su objeto al estar situadas en su yo produce múltiples auto reproches,
que en realidad son reproches al objeto e incluso Freud sugiere, siguiendo esta sutil lógica, un suicidio es
un homicidio.
La depresión en la vejez
Es el diagnóstico más frecuente en las personas de edad y constituye un problema serio que entraña el
sufrimiento y el aislamiento social, una tasa elevada de suicidio y un aumento de la morbilidad y la
mortalidad.
Esta patología está subdiagnosticada, se la trata poco, y muchas veces de maneras no adecuadas. Las
formas atípicas, enmascaradas, caracterizadas por quejas somáticas o por su coexistencia con síndromes
orgánicos complican su diagnóstico.
Resulta importante señalar que uno de los prejuicios más habituales consiste en calificar a todo viejo de
depresivo, probablemente por las representaciones sociales actuales de la vejez, ya que se considera
depresógena la idea misma de envejecer.
Debido a las creencias viejistas ciertos síntomas depresivos son confundidos con “cambios debidos a la
edad” o con síntomas físicos. Incluso la depresión puede ser tomada como una consecuencia normal del
envejecimiento.
Clínicos e investigadores creen con frecuencia que existen mayores tasas de depresión con la edad, pero la
evidencia empírica no apoya esta hipótesis. Existe suficiente evidencia que nos indica que hay más
síntomas depresivos en la vejez, pero estos se encuentran más relacionados con enfermedades terminales
que con el envejecimiento en si, como por ejemplo las depresiones de personas con cáncer.
Cumming y Henry (1961), quienes forjaron la teoría de la desvinculación, suponían que el bienestar
emocional se enfriaba y no se regulaba bien con la edad. Sin embargo los procesos emocionales funcionan
de modo comparable en los adultos (jóvenes o mayores) y algunos sugieren que funcionan mejor en las
personas mayores. Estos describen sus experiencias de maneras más complejas y revelan mayor control
sobre sus emociones.
Los adultos mayores parecen tener tasas más bajas de todo tipo de psicopatología que los demás grupos
de edad. Un estudio reciente muestra que los mayores parecen vivenciar una mezcla de emociones más
compleja que los más jóvenes por lo cual es probable que indiquen sensaciones positivas y negativas. Esto
fue denominado "patetismo" que indica reacciones emocionales más diferenciadas, así como una mejor
regulación de las emociones que lleva a que los episodios de tristeza duren menos tiempo y que tengan
menor tendencia a que se desarrolle una depresión.
Los efectos que tienen las depresiones en las personas mayores también pueden resultar diferenciales.
Existe evidencia acerca de los efectos adversos de los síntomas depresivos sobre el sistema autoinmune.
La depresión en la vejez puede producir deterioros sobre las capacidades cognitivas, que remitirán una vez
que la patología de base se cure. Uno de los cuadros que representa esta situación es la Pseudodemencia u
otros trastornos funcionales. Dicho proceso genera que el primer diagnóstico diferencial de la demencia se
realice con la depresión.
Diferencias de género y edad
Las características de la depresión en la vejez, se diferencian por edad y género. Los viejos-viejos tienen
más posibilidades de padecer depresión que los más jóvenes, y las mujeres viejas-viejas más que los
hombres del mismo grupo etario. Los factores más relevantes fueron el estado de salud y capacidad física,
la presencia de redes sociales de apoyo (parejas, número de amigos) y la moral (sentido de la vida).
En el caso de los hombres es más habitual que mantengan su pareja hasta su muerte (por una cuestión de
menor longevidad que las mujeres y porque se casaron siendo más grandes que ellas), lo que implica un
mayor apoyo y sostén que en las mujeres.
Es importante remarcar que los síntomas depresivos en el hombre suelen estar más influenciados por la
pérdida de roles laborales, de capacidad física y de vigor, mientras que en la mujer aparecen más asociados
con la ida de los hijos, el no sentirse deseadas, etc.
Diversas teorías acerca de las depresiones en la vejez
Son múltiples las causas que explican el origen de las depresiones en los adultos mayores, desde las
explicaciones biológicas o asociadas a patologías específicas, hasta las causas psicológicas y sociales.
Señalaremos solo algunas de ellas, las cuales fueron verificadas por múltiples investigaciones. Muchas de
estas teorías podrían ser pensadas en conjunto ya que cuentan con interpretaciones similares de esta
problemática. Dividirlas implica darles un orden relativo a los fundamentos teóricos sobre los que se
fundamentan las investigaciones.
Los factores a considerar son la predisposición genética, la desregulación del eje hipotálamo -
hipofisiosubrenal, la disminución de la tasa de neurotransmisores, los déficits sensoriales, la presencia de
enfermedades físicas y la ingesta de medicamentos.
Las denominadas depresiones secundarias hacen mención a aquellas derivadas de una patología de base.
Las que más frecuentemente pueden producir un estado depresivo son el hipotiroidismo, el mal de
Parkinson, las demencias, los síndromes infecciosos y las afecciones cardíacas.
La gran ingesta de medicamentos que consumen los adultos mayores es otro factor que incide en la
depresión. Entre los que pueden producirlo se encuentran los antinflamatorios y los analgésicos; los
antiparkinsonianos, los cardiovasculares, los sedativos e hipnóticos, los esteroides y hormonas, y los
estimulantes.
Teorías de base psicológica y social
La incidencia de los Eventos y Estresores Vitales Negativos:
Una teoría que cuenta con una fuerte evidencia es la de los eventos vitales negativos. En un meta análisis
(Kraaij y col., 2002) sugieren que entre las personas mayores no se deben subestimar los diversos tipos de
acontecimientos negativos ocurridos en su vida y particularmente tener en cuenta dicha situación como
dato que nos permita entender una mayor probabilidad de síntomas depresivos. Así también dentro de
esta teoría ubicaremos las investigaciones sobre los estresores y su relación con la depresión.
Hay una serie de investigaciones donde se presenta la mayor probabilidad de deprimirse en la vejez de
aquellos padecieron situaciones traumáticas (haber vivido en campos de concentración, ser sometidos a
torturas, haber estado en guerras, etc.). Una de las suposiciones es que las pérdidas que se suelen transitar
en el envejecimiento, tales como la jubilación, inactividad y reducción de ingresos, enfermedades y duelos
pueden conducir a que se desencadene una aparición o exacerbación tardía de aquellas vivencias penosas
de su vida, las cuales fueron interpretadas como Síndrome de Estrés Post Traumático.
Otra línea de investigación muestra la correlación mutua entre los estresores actuales, los síntomas
depresivos y el modo en que se alternan mutuamente. Los estresores de la vida cotidiana han sido
ubicados como la primera causa de los síntomas depresivos y del sentimiento de vulnerabilidad. Siguiendo
estos estudios se ha tratado de verificar la relación entre los estresores de la vida y su incidencia en el
desarrollo de los posteriores síntomas depresivos. Entre los factores que surgieron se encuentran los
estresores crónicos, conectados con factores sociales, y los eventos negativos.
Los factores sociales más relevantes que inciden en el estrés de los adultos mayores, se encuentran en las
críticas y los conflictos interpersonales, producidos por las malas relaciones familiares, como por ejemplo
con esposos, compañeros, y con la familia (Cicarelli 1989) los cuales se vinculan con procesos depresivos
(Finch, Okun, Pool, Ruehlman 1999).
Otros estudios realizados en adultos mayores remarcan el hecho de la influencia que tiene sobre ellos el
propio proceso de envejecimiento, el cual puede ser visto como un factor de estrés.
Los adultos mayores que demostraron percibir negativamente el proceso de envejecimiento y ser
altamente influenciables a estos estresores de la vida cotidiana, se encuentran más propensos a desarrollar
síntomas depresivos. Investigaciones actuales (Levy, 2002 y otros) demostraron que no solo puede
producir depresión sino que acorta el promedio de vida por el impacto psicosomático que produce.
La teoría de la Selectividad Socioemocional y su lectura de la depresión:
Esta teoría aborda nuestra temática de una manera indirecta, aunque dándole un sentido en relación a los
criterios básicos que fundan sus presupuestos.
Carstensen (2003) considera que la importancia de los afectos en la vejez y las relaciones con pocas
personas pero significativas, deviene de la búsqueda de gratificación emocional más próxima que tienen
los adultos mayores.
La teoría de la Selectividad Socioemocional considera que cuando un sujeto considera que tiene menos
tiempo de vida, busca afectos más seguros que proporciones gratificaciones más cercanas. Razón por la
cual los adultos mayores prefieren relaciones afectivas intensas que constituyen el motivo central del
intercambio social.
Este tipo de relación puede iluminar ciertas áreas de vulnerabilidad para los adultos mayores a nivel de su
bienestar, ya que podrían volverse más dependientes de ciertos otros. El hecho de querer entablar pocas
pero valiosas relaciones y que de estas dependa en gran medida su bienestar los hace más vulnerables a
las críticas. Las cuales, como en la teoría anterior, suelen estar asociadas a los síntomas depresivos.
La Teoría de la Integración Social y los intercambios equitativos
Ramos y Wilmoth utilizaron la Teoría de la Integración Social para ser aplicada a los adultos mayores y el
riesgo de padecer una depresión. Por Integración Social se comprende los lazos interpersonales con que
cuente un sujeto, tales como el número de miembros de la red de relaciones personales o el número de
papeles sociales que un individuo posee o desempeñe. También este concepto puede ser referido a la
pertenencia o sentimiento de inclusión social. Esos lazos facilitan la integración ofreciendo oportunidades
de participar en la vida comunitaria e intercambiar un soporte social.
Estas formas de integración social son importantes y deben ser consideradas porque:
(a) la falta de integración social le quita sentido a la vida, generando depresión o estrés;
(b) la integración social fortalece el acceso a las fuentes de ayuda y
(c) la integración social fortalece un contexto dentro del cual las relaciones de soporte y ayuda pueden
desenvolverse fuera de la familia (George, 1996).
Por esta razón la integración social está relacionada negativamente con los síntomas depresivos, y cuanto
mayor sea la integración social, menor el número de síntomas depresivos.
Una de las perspectivas que toma Ramos y Wilmouth es agregar la teoría de la Equidad, derivada de la
teoría de los intercambios sociales, ya que los que sus autoras investigaron fue la importancia de que los
intercambios promuevan el beneficio mutuo.
Desde la Teoría de la Equidad el aspecto más importante de una relación social es el balance de los
intercambios entre los actores, y donde los desbalances serían problemáticos.
Las evidencias resultan consistentes con las previsiones de la Teoría de la Equidad y refuerzan la idea de
que la salud mental, específicamente a nivel depresivo, resulta afectada negativamente por la falta de
interdependencia (desbalance en los intercambios) entre los miembros de una familia.
Los intercambios sociales negativos y positivos
Cuando los intercambios negativos y positivos son iguales, los negativos toman mayor preponderancia y se
asocian con más angustia y predicen mejor la depresión que los positivos. Aun los menores eventos
negativos de la vida tienen efectos adversos sobre la salud mental de los mayores.
Los intercambios sociales que evocan aspectos negativos para los sujetos poseen respuestas menos
ambivalentes que los aspectos positivos, por ello impactan de manera más firme sobre la salud mental.
Por otro lado, y siguiendo la teoría de la equidad, ciertos intercambios positivos pueden relacionarse de
manera negativa con la salud mental ya que crean relaciones de dependencia, a la inversa de lo que sucede
con la posibilidad de ofrecer ayuda a otros.
Los intercambios de ayuda aunque sean necesarios dejan al sujeto en relación de dependencia.
El acompañamiento en la vida cotidiana, por ejemplo a través de cuidadores, es de suma importancia en
los adultos mayores ya que se asocia con el proceso de bienestar y la disminución del estrés. Se ha tenido
en cuenta este dominio ya que para los adultos mayores este es el tipo de intercambio positivo de mayor
valor. Por otra parte el rechazo, las críticas frecuentes o la negligencia son los aspectos negativos que
tienen mayor incidencia en el deterioro de la salud mental.
La desintegración social y sus efectos
Según Arias y otros la “exclusión llega en algunos casos a situaciones extremas que propician la aparición
de diversas patologías que permiten ver las graves consecuencias psicológicas que puede ocasionar el
aislamiento social en las personas de edad.
El desarraigo social y los sentimientos de soledad pueden desencadenar en el denominado “Síndrome de
Diógenes” o “hundimiento senil en los hábitos mínimos de cuidados, higiene, protección y adaptación
ambiental, necesarios para la salud y la supervivencia de los ancianos”. Por su parte, Ring (1994) desarrolló
el “Síndrome de Invisibilidad” que sufren las personas de edad en la sociedad actual cuando se ignoran sus
problemas y necesidades físicas, psicológicas, sociales y económicas. Esta situación genera en los adultos
mayores sentimientos de pérdida de poder y de recursos para enfrentar la falta de respeto, la exclusión y
la indiferencia que padecen diariamente. Las consecuencias que la invisibilidad produce a nivel psicológico
afectan el estado de ánimo y la autoestima e incluyen además ira, vergüenza, aislamiento, indefensión
aprendida, depresión y suicidio. Estos cuadros inciden negativamente sobre el bienestar de las personas
incrementando las posibilidades de enfermedad y muerte.
Teoría de la pérdida de control
Una de las formas más acusadas por las cuales los sujetos expresan haber comenzado con síntomas
depresivos es ante la falta de control que sienten por haber perdido fuerza física, belleza, capacidad, etc. y
creer que no pueden manejar su vida tal como lo hacían previamente.
Las limitaciones psicofísicas, económicas y sociales, parecen dejarlos expuestos a un sentimiento de
desprotección que los lleva a temores generalizados, una fuerte evitación ante diversas actividades y un
sentimiento de inadecuación frente a cualquier tipo de proyecto personal que suele presentarse como
síntomas depresivos difusos.
Esta pérdida de control se encuentra íntimamente relacionada con la sensación de pérdida de
reconocimiento y de validación externa. Razón por la cual el fortalecimiento externo puede permitir que el
sujeto recupere una sensación de capacidad que le permite reorganizar proyectos personales.
Conclusión
Todas estas teorías o formulaciones desde donde se realizan investigaciones o prácticas clínico
terapéuticas, permiten interpretar y conocer mejor las diversas lecturas que se pueden realizar sobre la
vejez, lo cual redunda en mejores y más atinadas propuestas de abordajes psicológicos y sociales. Vale
volver a recordar que las teorías psicoanalíticas utilizadas para explicar el duelo pueden ser utilizadas para
explicar ciertos aspectos de la depresión.
Tratamientos
El tratamiento de la depresión implica el apoyo en tres grandes ejes: la psicoterapia, las redes de apoyo
social y el farmacológico. Cada uno de estos debe ser evaluado a la hora de pensar su terapéutica,
tomando en cuenta la prevención, el tratamiento y la rehabilitación. Cada paciente supone una suma de
circunstancias que deberemos atender y donde la edad va a ser uno de los datos implicados pero no el
único.
Claudia Arias nos indica que “La evaluación y mapeo de la red de apoyo social constituye una herramienta
primordial en el trabajo con adultos mayores. Brinda información detallada de los sostenes de que
disponen los adultos mayores, permitiendo conocer de antemano si es factible que la red pueda responder
adecuadamente y brindar los apoyos suficientes frente a situaciones críticas o a problemáticas ya sean
puntuales o que se extiendan en el tiempo. En este sentido la evaluación de la red puede aportar
información valiosa en la elaboración de un diagnóstico prospectivo”.
La depresión requiere dicha evaluación y mapeo por parte del rol profesional. Esta patología plantea
riesgos a la hora de pensar un tratamiento, razón por la cual la evaluación y el mapeo deben ser muy bien
hechos ya que de lo contrario deberíamos pensar en una internación transitoria o diurna si el cuadro así lo
requiriese.
Más allá de las situaciones de mayor peligrosidad los profesionales debemos promover, cuando existan
situaciones de carencias afectivas o de encuentros sociales, nuevas redes sociales, ya sea de amigos o
grupos.
Las opciones psicoterapéuticas disponibles en la actualidad son múltiples. Desde las psicoanalíticas hasta
las de orden cognitivo-conductual, aun ofreciendo lecturas diferentes acerca de la cura, permiten la
elaboración y superación de la problemática. Los enfoques individuales o grupales son importantes de
determinar en relación a una serie de factores tales como la mayor gravedad, donde los primeros pueden
ser más útiles y aplicables, así como las demandas específicas y conocimientos sobre el tema de las
personas atendidas. Los grupos terapéuticos tienen una función muy importante en depresiones menores
y en personas que carecen de intercambios sociales positivos.
A nivel farmacológico resulta necesario tener en cuenta las seis reglas de la farmacocinética que regulan la
elección de un antidepresivo. En el cuerpo humano los cambios estructurales y funcionales que
acompañan al envejecimiento tienen por consecuencia modificar la farmacocinética de los psicotrópicos,
entre los que aparecen los antidepresivos.
De este hecho, los efectos secundarios, las interacciones medicamentosas y los riesgos de toxicidad
resultan aumentados. Estos cambios sobrevienen en 5 niveles:
1. Farmacocinética:
La absorción: se encuentra poco influenciada por la edad, pero si por la toma de otros
medicamentos.
La distribución: los antidepresivos son liposolubles a la masa grasosa, proporcionalmente más
grande según la edad, de lo que resulta un aumento del volumen de la distribución, lo que favorece
la acumulación del medicamento.
La unión a las proteínas es fuerte por los antidepresivos. La disminución de la albumina y la
competencia con los otros medicamentos en los sitios de unión modifican la fracción libre de los
antidepresivos.
El metabolismo: el cambio del metabolismo hepático disminuye la rapidez de eliminación y
prolonga el tiempo de acción de los antidepresivos, favoreciendo de esta forma una mayor
incidencia de los efectos secundarios.
La función renal disminuye con la edad lo que genera una acumulación de metabolitos activos que
aumentan los efectos secundarios.
2. Reacción anterior: Una reacción anterior, personal o familiar, positiva o negativa, es una buena
guía. De todas maneras hace falta juzgar la dosis recibida y la duración del tratamiento.
3. Coexistencia de condiciones médicas: La presencia de ciertas enfermedades físicas puede orientar
la elección del antidepresivo.
4. Medicación global: en las personas mayores que toman muchos medicamentos, es preferible
disminuir el número, racionalizando el uso y reemplazando aquellos que pueden causar depresión y
tener en cuenta las interacciones medicamentosas.
5. Síntomas indicadores: la presencia de un enlentecimiento psicomotor importante o, a la inversa, de
una ansiedad muy marcada, podrá orientar la elección en función de las propiedades sedativas de
los diferentes antidepresivos; toda vez que se trate de un criterio más teórico que práctico.
Características y efectos secundarios
Los antidepresivos se dividen en 5 grandes clases: los tricíclicos y los heterocíclicos; las triazolopirimidinas;
los inhibidores de monoamina oxidasa (reversibles y no reversibles), y los inhibidores selectivos de la
recaptura de serotonina.
Son las ventajas y desventajas de cada uno lo que determinará la elección más apropiada en función de la
condición de cada paciente.
Factores culturales que inciden en la elección del tratamiento
En una investigación publicada por Gum y otros (2006), se exploran las preferencias de las personas
mayores frente a los tratamientos para la depresión, indagando las representaciones sociales acerca de la
enfermedad y la eficacia de los tratamientos en este grupo etario. Esta investigación realizada en EEUU
indica que la mayoría de los pacientes prefieren el tratamiento psicológico frente al medicamentoso,
siendo la experiencia previa el principal indicador de esa elección. La medicación fue elegida
principalmente por los hombres, y en aquellos con depresión mayor, frente a los que tienen una depresión
menor.
En otra investigación dirigida por Lawrence y col. (2006) se exploró el modo en que las personas mayores
de diversas regiones del mundo (Reino Unido, Antillas, e India) comprendían la depresión. Los diversos
significados atribuidos reflejaron concepciones sobre las que los sujetos construían una idea de
enfermedad, preocupación, causación y desde allí inferían tratamientos posibles.
Ambas investigaciones nos indican la eficacia simbólica, entendida como las creencias con las cuales las
personas construyen, individual y socialmente, sus padecimientos, lo que determina que nuestros
tratamientos (incluyendo los farmacológicos) no deben dejar de tener en cuenta estos conocimientos para
contribuir a la mejor terapéutica.
Todo esto nos lleva a pensar en un profesional con una comprensión más amplia sobre su sujeto que
pueda articular diversas formas de conocimientos, valores culturales, estilos de vida y saber contar con
recursos teóricos e interdisciplinarios que puedan alcanzar la efectividad requerida por cada sujeto.
LA ANSIEDAD
El psiquiatra suizo Jean Wertheimer (1997) lo define como un afecto caracterizado por tres órdenes de
fenómenos:
1. el sentimiento de un peligro inminente, el temor de algo indefinido o desconocido.
2. una actitud de espera frente al peligro.
3. el desconcierto por la incertidumbre en la experiencia vivida o anticipada de algo que se encuentra
oculto.
La ansiedad se acompaña de fenómenos somáticos, en parte de naturaleza neurovegetativa. La sensación
física se define como angustia (opresión en el pecho), mientras que la ansiedad es fundamentalmente
psíquica.
La ansiedad puede ser flotante, es decir desprovista de un factor detonante, o puede estar asociada a
fobias definidas, como el temor persistente e irracional de un objeto, de una actividad o de una situación
que detona un deseo compulsivo.
Este problema es caracterizado por un sentimiento continuo de tensión y de aprehensión, una tendencia a
subestimar y a denigrar, un miedo a ser criticado o rechazado, un evitamiento de los contactos sociales y
profesionales por miedo a ser desaprobado.
La ansiedad en la vejez
Cuando el envejecimiento promueve altos niveles de incertidumbre, existe un riesgo potencial aumentar la
ansiedad. Ciertos factores contribuyen a dicha emergencia:
1. La personalidad: la personalidad ansiosa es un factor favorable a las descompensaciones,
especialmente en las situaciones de estrés. Así también aquellas dominadas por trazos obsesivos,
histéricos o fóbicos. La historia individual, la experiencia acumulada, los modos de reacción anterior
juegan un rol considerable.
2. La afectividad: el estado del humor determina el grado de resistencia a la fragilidad psicológica. Por
ejemplo la depresión, por los fuertes sentimientos de culpa que produce, genera altos niveles de
ansiedad.
3. El funcionamiento intelectual: las limitaciones intelectuales son factores que predisponen a la
ansiedad, por la vulnerabilidad que produce la restricción de recursos para comprender situaciones
nuevas. Lo cual aparece de un modo muy claro cuando existen déficits cognitivos debido a
importantes restricciones a nivel de la memoria.
4. La vida de relación: la vejez puede acarrear un aislamiento progresivo por la pérdida de la pareja y
de amigos. Estas carencias afectivas pueden resultar ansiógenas debido a la falta de recursos
seguros con los que se encuentra un sujeto.
5. La percepción del cuerpo: las pérdidas de eficacia y de control del propio cuerpo pueden producir
una pérdida de seguridad y una serie de limitaciones en las actividades que pueden llevar a
incrementar los montos de ansiedad frente a la carencia de recursos.
6. La enfermedad física: encontrarse enfermo, discapacitado o accidentado produce un sentimiento
de vulnerabilidad y angustia. También es importante destacar que la ansiedad puede ser un
síntoma de numerosas enfermedades físicas (cardiovasculares, respiratorias, endocrinas,
neurológicas y por medicamentos).
7. La vida social: el corte con la vida social, la perspectiva de discapacitarse, las miradas prejuiciosas
sobre la vejez llevan a que la imagen de si se ponga en duda y se vea de un modo negativo.
Particularmente la entrada en una institución geriátrica u otros hechos que arrebatan el sentido del
control personal pueden ser altamente ansiógenos.
Manifestaciones clínicas:
La ansiedad es frecuente en la vejez, aunque sus modos de expresión y duración sean variables. Su clínica
de base no tiene diferencias por edad aunque cuenta con algunos rasgos particulares.
Preocupaciones subjetivas: resultan de un sentimiento de vulnerabilidad y conciernen a temas que
tocan la integridad en los dominios de la salud, del cuidado de los bienes, de la propia persona y de
los seres queridos. La ansiedad suele ser frecuente detrás de una queja de memoria.
Síntomas somáticos: Además de los que se producen en todas las edades, de naturaleza
neurovegetativa, como la taquicardia, el temblor, la inestabilidad motriz, se escucha a menudo
quejas por nauseas, disfagia, constipación, la sensación de tener la garganta cerrada, la opresión
toráxica o la impresión de la cabeza vacía. El sueño puede estar perturbado, manifestándose en la
dificultad para dormir y las pesadillas.
Consecuencia comportamentales: Los comportamientos de evitamiento predominan. El repliegue
en los hábitos y en la rutina, forman parte de los mecanismos y evitan las confrontación con
situaciones nuevas. Las fobias específicas son más raras en la vejez, aunque es más habitual la
agorafobia. Uno de los comportamientos típicos son las iniciativas abortadas, es decir se proyectan
cosas que difícilmente vayan a realizarse.
Los viejos suelen referir su preocupación por cuestiones concretas y en gran medida la ansiedad se vuelve
muy clara en la lucha por el control de las situaciones que el sujeto enfrenta.
Tablas clínicas con ansiedad predominante (ansiedad primaria)
1. los problemas ansiosos fóbicos son más frecuentes entre las mujeres y su prevalencia disminuye
después de los 75 años. En la mayoría de los casos las fobias específicas aparecen en la adultez
temprana, pero un tercio aparecen por primera vez después de los 60 años. Este es el caso de la
agorafobia, el cual a menudo es consecuencia de acontecimientos o experiencias vitales tales como
una enfermedad, un accidente o un hecho de violencia. Ella también se explica por una situación
crónica de discapacidad o deficiencia. El miedo al mundo exterior y al alejamiento del domicilio van
a la par, por lo que se busca conservar la seguridad protectora que experimentan en su hogar.
2. En el cuadro de otros problemas ansiosos, el pánico es raro después de los 60 años y le afecta a
personas que ya lo han sufrido de jóvenes. La ansiedad generalizada es probablemente con la
agorafobia, la más frecuente de las tablas clínicas de este grupo.
El trastorno obsesivo compulsivo comienza raramente después de los 50 años, lo cual no significa que esté
ausente en este grupo etario. Generalmente encuentran un equilibrio con el tiempo, aunque frente a un
cambio importante puede detonar un fuerte acceso de ansiedad.
La ansiedad puede interferir con el funcionamiento de la memoria. La inquietud frente al olvido de una
palabra puede generar que la persona deje de buscarla. Así también puede estar en el origen de un
funcionamiento mnésico perturbado, por la falta de atención y disminución de la concentración.
Ansiedad secundaria
La ansiedad puede ser el resultado de múltiples cuadros entre los que se destacan los comienzos de las
demencias, frente a la toma de conciencia de la aparición de problemas. En el delirium, por ejemplo, la
ansiedad es uno de sus síntomas y está ligada a una percepción caótica de la realidad.
Acercamiento clínico:
En la clínica resulta importante tener en cuenta:
si la ansiedad es primaria o secundaria.
si no es consecuencia de una eventual causa física.
analizar el contexto de vida del enfermo, tratando de contar con los múltiples factores etiológicos
que pueden estar presentes.
Abordaje terapéutico
Es necesario considerar tres dimensiones básicas: La psicoterapia, el apoyo social, teniendo en cuenta el
apoyo familiar y comunitario así como los programas socio-recreativos y por último el tratamiento
medicamentoso.
LA HIPOCONDRÍA
El problema hipocondríaco que se observa tanto en el hombre como en la mujer sobreviene generalmente
después de los 50 años. El enfermo está convencido que está afectado, o tiene posibilidades de estarlo, de
una o varias enfermedades. Expresa quejas múltiples, repetidas, a menudo alimentadas por sensaciones o
signos físicos normales o anodinos. La ansiedad y la depresión pueden acompañar este cuadro.
En los reportes del entorno el paciente se muestra dependiente y tiránico, sus innumerables quejas son
acompañadas de actitudes defensivas hacia los próximos como la indiferencia, la agresividad o el
abandono.
La queja hipocondríaca no excluye que haya enfermedades reales, particularmente en personas mayores
donde puede haber una pluripatología.
Muchos estiman a la hipocondría como un síntoma de la depresión por la atención exagerada al cuerpo y
su funcionamiento, así como la detección de trastornos en la esfera somática. Sin embargo como veremos
existen otras posibles causas, lo que nos lleva a presentarlo separado hasta que haya evidencias más
ciertas de su origen.
También es válido considerar que socialmente pareciera haber un aliento a la queja por la vía somática de
las personas mayores. Por un lado por la fuerte biomedicalización de la vejez y por el otro porque el trato
afectivo con los mayores suele estar referido a sus enfermedades, convirtiéndose estas en un código por el
cual se establecen intercambios con los otros.
Según Krassoievitch (1993) la hipocondría tiene una alta función adaptativa: ya que le permite desplazar a
la ansiedad hacia una enfermedad imaginaria que pareciera darle un papel más aceptable socialmente; por
otro lado permitiría una expiación de sentimientos de culpa por el malestar que siente con su entorno, y
por último implicaría un goce autoerótico por los cuidados corporales que se brinda.
Los contenidos delirantes referidos a la hipocondría
Según Olivera Pueyo y Pérez Tausía (2005) las ideas delirantes relativas a cuestiones somáticas son
frecuentes en los adultos mayores. Las ideas hipocondríacas pueden cristalizarse en ideas estructuradas
que permanecen en el tiempo y que precipitan en trastornos delirantes persistentes.
Una serie de factores favorecen su desarrollo en la vejez:
los cambios físicos asociados al envejecimiento,
la pluripatología,
la pérdida de familiares y seres queridos,
la carencia de actividades importantes,
la vivencia de un descontrol psíquico acerca del propio cuerpo e incluso de la muerte.
También es importante considerar factores subjetivos asociados a características hipocondríacas. Toda
esta serie de factores puede resultar en detonante de ideas hipocondríacas, en las cuales el cuerpo se
convierte en un factor atemorizante que puede provocar ideas obsesivas o en una ideación delirante
hipocondríaca.
El Síndrome de Cotard aparece como una forma extrema de manifestación de la hipocondría en tanto se
manifiesta por la negación de órganos o de funciones vitales. Este síndrome suele comenzar con un alto
monto de sufrimiento, que puede derivar en un cuadro de negativismo y pasividad absoluta, con alta
desconexión del medio.
Otro de los delirios con mayor prevalencia en los adultos mayores es el denominado Síndrome de Ekbom o
Delirio de Parasitación en el cual la persona piensa y cree que se encuentra infectada por pequeños
animalitos que recorren su piel: insectos, gusanos, larvas, etc. En ocasiones aparecen heridas por el
rascado y es un tema no infrecuente desde la interconsulta con dermatología. Este es un delirio que suele
perdurar en el tiempo y cronificarse.
TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD
La palabra personalidad viene de la palabra persona que significa máscara; se define como la organización
dinámica del individuo, de aquellos sistemas psicofísicos que determinan su conducta y su pensamiento
característico. Es una organización relativamente estable y perdurable del carácter, temperamento,
intelecto y físico de una persona, lo cual determina su adaptación única al ambiente.
El DSM IV define un trastorno de personalidad como: “un patrón permanente e inflexible de experiencia
interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto,
tiene su inicio en la adolescencia o principio de la edad adulta, es estable a lo largo del tiempo y comporta
malestar o perjuicios para el sujeto".
Los rasgos de personalidad son "patrones persistentes” que inciden en “las formas de percibir, relacionarse
y pensar sobre el entorno y sobre uno mismo” y “que se ponen de manifiesto en una amplia gama de
contextos sociales y personales" (DSM IV).
Es importante resaltar que el trastorno de la personalidad se da cuando estos rasgos resultan
egosintónicos, es decir la persona no los distingue como ajenos o modificables, la persona o se siente bien
o percibe su sufrimiento emocional como algo inevitable. Se hacen inflexibles y desadaptativos y causan un
deterioro funcional significativo, un malestar subjetivo y en los contextos de relación. Se manifiestan hacia
el final de la adolescencia y se consolidan de forma permanente y estable.
Modificación adaptativa
La personalidad normal puede modificar algunos trazos sin que se vuelva patológica. Uno de estos es el
cuidado obsesivo de la vida cotidiana, que privilegia el hábito, el orden, la prudencia, una cierta rigidez en
los horarios y en el estilo de vida, tratando de contener con ello los potenciales peligros.
Problemas antiguos de la personalidad
Aquellos sujetos que tenían problemas con las actividades desarrolladas hacia el exterior tenderán a
disminuir sus actividades. Los sujetos introvertidos tendrán más tendencia a profundizarla así como a
desarrollar más dependencia psicológica especialmente cuando existen enfermedades invalidantes.
Problemas nuevos de la personalidad
El modo de adaptación patológica se manifiesta por problemas que parecían inaparentes o que aparecían
como trazos de carácter anteriores muy marcados. Los problemas se manifiestan de un modo mayor en
relación a las circunstancias del entorno y tienen una fuerte perdurabilidad en el tiempo.
Alteración senil del carácter: dominada por el egocentrismo, la rigidez, la avaricia, la hostilidad y la
agresividad. Los pacientes tienen tendencia a no cuidar su higiene, su alimentación y sus
actividades. Son pseudos dependientes ya que no son conscientes de sus problemas y se oponen a
toda sugestión, solo una crisis permite la intervención.
Síndrome de Diógenes: el enfermo es anosognósico, lo que extrema una situación de negligencia y
abandono de su propia persona. Son sujetos con historia de aislamiento, suspicacia y labilidad
emocional.
Síndrome frontal: donde las alteraciones de los comportamientos están detrás de la escena:
pasividad, falta de iniciativa, desinterés e indiferencia.
Suele llamarse también trastorno facticio y esto se debe a que se supone cierta farsa o teatralización
diseñada de un modo consciente, sin tener en cuenta los propósitos inconscientes que la determinan.
Es importante considerar que esta patología es particularmente frecuente en la vejez aunque no se
reduzca a esta porción etaria.
Perfiles de deterioro: en las demencias, según las regiones neuroanatómicas afectadas se determinará
cuáles son los rasgos cognitivos-conductuales afectados. Un perfil de deterioro de tipo cortical está
caracterizado fundamentalmente por alteraciones que comprometen a la corteza cerebral y que afecta
con: afasia, agnosia, apraxia, alteraciones visuoespaciales y visuoconstructivas, acalculia, alteraciones en la
abstracción y empobrecimiento del juicio. El prototipo de este perfil cortical es la demencia tipo Alzheimer:
alteraciones en la memoria inmediata, reducción del nivel general del funcionamiento intelectual, cociente
intelectual de ejecución menor que el verbal, fluencia verbal disminuida, alteraciones en la
visuoconstruccion y en el lenguaje.
Un perfil de deterioro de tipo subcortical es caracterizado por un enlentecimiento cognitivo general y
dificultad de emplear estrategias cognitivas necesarias para abordar problemas, olvidos frecuentes,
alteraciones mnesicas principalmente con los procesos de evocación y de la puesta en marcha de los
procesos de búsqueda de la información y alteración en el estado de ánimo. En este perfil de deterioro se
encuentra afectada las áreas subcorticales, fundamentalmente los ganglios de la base. El prototipo de este
perfil es la enfermedad de Hungtington que presenta: alteraciones en la atención, disfunción moderada de
la memoria (principalmente en evocación en memoria episódica como semántica), déficits
visuoperceptuales y constructivos, déficit en la resolución de problemas.
También encontramos los perfiles mixtos que son aquellos que reúnen rasgos corticales y subcorticales
pero que generalmente presentan un predominio de rasgos subcorticales: con lentitud psicomotora,
déficits en funciones ejecutivas y alteración en el estado de ánimo.
Las demencias se entienden bajo la denominación de “deterioro global, progresivo e irreductible de las
funciones cognitivas, debiendo evidenciar un trastorno tal que impida al sujeto cumplir con sus actividades
cotidianas. Entre las funciones intelectuales más dañadas se evidencian:
Deterioro de la memoria: en los comienzos pueden presentarse olvidos benignos: olvido de
nombres propios, por ejemplo. Estas pérdidas son comunes tanto en el envejecimiento normal
como en las demencias, pero sin embargo, lo que resulta propio de las demencias son los olvidos
malignos, donde la falla es semántica, por ejemplo, la comprensión del uso de un objeto.
Deterioro del pensamiento abstracto: dificultad en encontrar similitudes y diferencias entre las
palabras y también para definir los conceptos.
Deterioro del juicio: se pueden encontrar pequeños delirios, actos irracionales y juntos lo que se
llama problemas de autocrítica, el sujeto es incapaz de juzgar sus propios actos, pudiendo mostrar
comportamientos groseros o asociales especialmente en el dominio sexual.
Disturbios de las funciones corticales superiores: apraxia (incapacidad para realizar actividades
motoras como escribir, vestirse, etc); agnosia (fallos en el reconocimiento o identificación de
objetos); afasia (alteración sobre el lenguaje).
Cambios en la personalidad.
Síndrome confusional agudo: no es una demencia aunque comparte ciertas similitudes. Es un trastorno
cognitivo de comienzo brusco que se debe a patologías clínicas, neurológicas o toxicas agudas tratables,
por lo que el cuadro es reversible. Predominan de forma típica trastornos en la atención, la percepción y la
psicomotricidad. Dentro de los síntomas:
Reducción en la capacidad para mantener la atención a los estímulos externos y dirigirla a otros.
Pensamiento desorganizado, lenguaje vago, irrelevante e incoherente.
Reducción del nivel de conciencia.
Alteraciones en el ciclo de sueño y vigilia.
Desorientación en el tiempo, en el espacio y en el reconocimiento de personas.
Deterioro de la memoria
Alucinaciones y falsas interpretaciones sensoriales
Suele haber una convicción delirante de las alucinaciones y una respuesta emocional congruente
con esto.
Frecuencia de pesadillas y sueños de apariencia real
Actividad psicomotora alterada
Trastornos emocionales muy frecuentes.
La duración suele ser breve y la evolución a la curación es sin secuelas, aunque la evolución hacia la muerte
o la demencia no es infrecuente. Dentro de sus causas podemos encontrar afecciones sistémicas
(respiratorias y urinarias), trastornos hidroelectrolíticos (deshidratación, acidosis) y otras causas sistémicas
(insuficiencia respiratoria, hipoglucemia, traumatismos severos con fracturas, hipotiroidismo, etc.).
Dentro de los síntomas psicológicos encontramos:
Delirios. Los más comunes son los persecutorios favoreciendo la agresión física, muchas veces
dirigidas hacia el cuidador. El Alzheimer da cuenta de 5 temas delirantes: personas que roban cosas,
mi casa no es mi casa, el cónyuge o cuidador es un impostor, abandono e infidelidad.
Alucinaciones. Las más frecuentes son las visuales, en segundo lugar las auditivas.
Falsos reconocimientos. Son trastornos en la percepción. La creencia de que hay otras personas en
el hogar, la incapacidad de reconocerse a si mismo o a otros, y la convicción de que los eventos que
suceden en la televisión ocurren en la realidad.
Ansiedad. Puede aparecer formando parte de algunos síntomas o aisladamente. Una de las
expresiones más habituales en personas con demencias es aquella llamada “síndrome de godot”
que se refiere a aquella ansiedad vinculada con eventos que vendrán y que manifiesta por
preguntas de esta persona sobre qué es lo que está por suceder y que tiene que hacer. Otro
síntoma característico es el temor a quedarse solo, derivando en un seguimiento continuo al
cuidador.
Animo depresivo.
Apatía. Disminución de las interacciones sociales, de la reactividad emocional y de la expresión
facial, la pérdida de la iniciativa y del interés por las actividades de la vida diaria y por el cuidado
personal.
Guía de lectura
A la vejez y a la pulsión de muerte como la relacionan las autoras.
En relación a este texto se toma la noción de pulsión, la de pulsión de muerte planteada en más allá del
principio del placer.
Define la pulsión: La pulsión es un concepto fronterizo entre lo somático y lo psíquico, porque la pulsión se
desprende de lo biológico, del interior del organismo y adquiere carácter sexual. La pulsión se da a conocer
por sus representantes psíquicos.
En los procesos significativos de la vejez va a ver una omnipotencia de la pulsión de muerte, la pulsión de
muerte va a estar en su máximo exponente, en ninguna otra etapa de la vida el sujeto se ve tan interesado
por la muerte que en la vejez, debido a la ruptura ultima de los vínculos, la extinción de toda excitación, al
no sentirse productivo, independiente, a no sentirse capaz, por la confusión sobre su identidad, etc.
Muerte biológica que conduce a la nada pero también muerte psíquica que a veces la precede y siempre la
precipita.
En la vejez tiene que salir la fuerza de Eros, para seguir luchando por la vida, ahí se da la lucha entre Eros y
Thanatos.
Caracterizar a la pulsión de muerte y a la pulsión de vida.
Freud va a definir la pulsión de muerte como un esfuerzo inherente a lo orgánico vivo, que busca
reproducir un estado anterior de lo inorgánico, va a decir que la meta de toda vida es la muerte, y que todo
lo vivo busca morir. La pulsión de muerte está vinculada a la repetición porque busca repetir un estado
anterior de lo inorgánico, y la pulsión de vida se dirigen a conservar a unir, la pulsión de vida tiende a ligar.
La pulsión se da a conocer por sus representantes psíquicos.
La pulsión de muerte es difícil de localizar porque una de sus características es la de actuar en silencio.
Durante todo el tiempo en que esta pulsión actúa interiormente como pulsión de muerte, permanece
muda, solo se nos manifiesta en el momento que, como pulsión de destrucción, se vuelve hacia el exterior.
La pulsión de muerte puede ser aprehendida a través de su interacción on Eros.
Las dos pulsiones son antagónicas o pueden hallarse combinadas. Este acuerdo y este antagonismo de las
pulsiones fundamentales confieren a los fenómenos de la vida toda su diversidad característica.
Este inicio se efectúa en proporciones variables y la proporción de cada uno de los componentes de la
aleación decide sobre las variaciones del funcionamiento psíquico. Un excedente de agresividad sexual
convierte a un enamorado en un asesino sádico.
La consecuencia sustancial de la interacción de las dos pulsiones es la de neutralizar los efectos nocivos de
la pulsión de muerte.
La meta de Eros es establecer unidades cada vez más grandes, y por lo tanto. Conservar: se trata de la
ligazón.
La vida puede subsistir mientras Eros consiga someter el principio de Nirvana y modificarlo en principio de
placer, el cual es trasformado en principio de realidad por obra de las exigencias de esta.
Como es el trabajo psíquico en la vejez.
Desde la visión psicoanalítica que, si bien una persona se construye psíquicamente, en la vejez sufre un
proceso de dessubjetivación, debido a que el derrumbe psíquico de los ancianos enfermos se debe a que,
en su relación con el otro, la persona adulto mayor ya no es tratada como sujeto, sino como un mero
objeto de cuidados, su deseo ya no encuentra lugar en el deseo del otro. La muerte aparece a latir antes de
lo biológico, se la fantasea, se la imagina antes de lo biológico de la muerte.
Los medios que dispone el ser humano para seguir apasionados en la ancianidad, evitando la invasión de la
angustia causada por el estancamiento libidinal o la caída en la depresión por anemia o hemorragia
energética.
Más que la adquisición de la serenidad, es de buena ley en el anciano preservar cierta pasión, pasión de
justa medida en investiduras bien elegidas y que puede ayudarlo a luchar contra la enfermedad, a angustia
el dolor y la muerte.
En ocasiones, la salvaguarda del capital libidinal necesario para una pasión semejante debió pasar a
nuestro juicio por un desplazamiento parcial de la libido de polo sexual al de autoconservacion, pero
también, entendimos que esa salvaguarda es realizable cuando se puede sostener un movimiento
progresivo hacia un objeto bueno interiorizado, investido bi-pulsionalmente y que imprima la libido un
movimiento constructivo e integrador.
Mientras la pulsión de muerte este ligada por Eros en la pasión, no se disimila en la sobre y el silencio,
solapadamente, para efectuar su obra destructora.
d) Sobre la figura de S. Freud como nos explican, el trabajo de fortalecimiento del yo, las
identificaciones, sus lazos afectivos y su legado.
En la vejez tiene que salir la fuerza de Eros, para seguir luchando por la vida, ahí se da la lucha entre Eros y
Thanatos, y Freud es un ejemplo de vencimiento de Eros sobre Thanatos, porque Freud a pesar de tener 33
operaciones siempre quiso seguir luchando, tenía un impulso hacia la trascendencia, y cuando no vence
eros es cuando la persona “se dejó morir” porque se da predominio de la pulsión de muerte por sobre la
pulsión de vida.
Freud parece haberse esforzado en alcanzar el ideal de Da Vinci, una de las principales figuras de
identificación, ideal que aspira a contener los afectos para someterlos al trabajo del pensamiento, a ligarlos
psíquicamente evitando así la descarga brutal de los actos o el soma.
La identificación de Freud con Da Vinci puede reconocerse en la insistencia con que enfatiza la pasión de
ambos por las ciencias naturales, se muestra también en su descripción de la fuerza pulsional del genio.
Otra de las identificaciones fue Moisés. La identificación introyectiva con el héroe que creo a los judíos,
permitió a Freud ensanchar su yo incluso en la vejez, agregándole cualidades tomadas del ilustre líder cuya
estatua fue realizada por Miguel Ángel. En esta escultura se ve a un Moisés capaz de dominar sus pulsiones
destructivas.
La misión de Moisés era guiar al pueblo hebreo hacia la tierra prometida y luego retirarse aceptando
quedar privado de ella a fin de que la vida continuara, aun sin él. Freud puede reconocer su propia
andadura en este destino heroico de guía capaz de aceptar serenamente su desaparición pues ha logrado
consolidar la posteridad de sus descubrimientos. “Me sería más grata la vida y más fácil la muerte si
supiera de que existe una sociedad encargada de velar por mi obra”.
La perennidad de la obra simboliza la supervivencia de su creador y le hace más fácil aceptar su propia
desaparición. La investidura de su obra es tan fuerte que reacciona frete a ella con una madre respecto de
un hijo del amor.
También se identifica con Fausto, quien tras consumir todas las riquezas de la vid a no se siente preparado
aun para la muerte.
La visión profética de su grandioso éxito le depara por fin la felicidad. En el trabajo incesante, camino a la
felicidad y la libertad opera simbólicamente la ligazón de la pulsión de muerte y la neutralización de sus
efectos destructores.
La meta de Fausto encierra cierta similitud con la de los esfuerzos terapéuticos del psicoanálisis. Su
intención es fortalecer el yo, hacerlo más independiente del superyó, ensanchar su campo de percepción y
consolidar su organización de suerte que pueda apropiarse de nuevos segmentos del ello.
Una clase de lazo afectivo se crea por medio de la identificación. Todo lo que mueve a los hombres a
compartir intereses produce esta comunidad de sentimientos, estas identificaciones.
Freud recurre a las identificaciones para establecer y mantener la primacía de Eros sobre la destructividad.
También se apoyara en las relaciones con los objetos amados.
Relaciones amigables frecuentemente muy cálidas, a veces hasta apasionadas, o relaciones familiares
plenas de ternura y generosidad.
Freud no ceso nunca de mar. Anudo nuevos vínculos y reforzó los antiguos. Sin ellos no habría podido
sobrevivir. Permaneció profundamente ligado a sus nietos.
El propio Freud reconoce en estos lazos afectivos la capacidad de contener a Thanatos y de inclinar la
balanza del lado de la vida. Pero Freud vuelca lo esencial de su energía en su obra, a la que invistió
apasionadamente.
Cuando Freud se entusiasmaba con su trabajo, los más inquietantes problemas de salud casi no lo
afectaban. Prefería pensar en medio del dolor antes que no estar en condiciones de pensar con claridad.