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Editorial octubre 2023

Amigo (a) Lector (a) del Pan Diario de la Palabra. ¡Gracia y Paz en Jesucristo El Señor!

Si en el pasado mes de septiembre recordábamos la figura de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael,
en este mes de octubre que comienza, centramos nuestra mirada en ese don precioso que Dios nos ha hecho, al
concedernos a cada uno ―y también a las naciones― un ángel encargado de custodiarnos personalmente y
«guardar nuestros caminos», como nos lo dice el Salmo 90 (91).

Yo los invito a que en este mes se sumerjan en la contemplación de este misterio de amor tan grande que son los
santos ángeles: poderosos e inteligentes seres espirituales que han sido creados para la gloria de Dios y para
nuestro bien. Cada cristiano tiene un ángel de la guarda, como nos lo enseñan la Tradición y la liturgia. El
mismo Señor Jesús alude sobre su existencia (cf. Mateo 18, 20) y san Pablo la confirma (cf. Hebreos 1, 14).
Dice la palabra de Dios: «He aquí que voy a enviar un Ángel delante ti, para que te guarde en el camino y te
conduzca al lugar que te tengo preparado. Pórtate bien en su presencia y escucha su voz. No le seas rebelde,
pues en él está mi Nombre» (Éxodo 23, 20-23).
Mi invitación es pues a meditar en el inmenso amor que Dios nos tiene, al proveernos de un celestial protector
que actúa durante la vida como nuestro amigo, como nuestro ‘guardaespaldas’ y compañero de camino.
Jesucristo experimentó el horror de su pasión en el en el Huerto de los Olivos el jueves santo, atormentado por
los pensamientos de sufrimiento, suplicio y muerte sangrienta que habría de sufrir. Fue en ese momento cuando
su ángel de la guarda, su ángel consolador, apareció allí para fortalecerlo (cf. Lucas 22, 43) y animarlo con
palabras de honda fortaleza. Los ángeles portan al cielo nuestras plegarias, presentan nuestras buenas obras ante
el trono del Altísimo y avivan las decaídas potencias de nuestras almas en los momentos de peligro físico o
espiritual.
Desde muy antiguo, nuestra fe católica destinaba cada día de la semana al ejercicio de una devoción particular,
incluida también la del ángel custodio: los lunes se dedicaban al Espíritu Santo, implorando su asistencia en
las tareas de la semana, y también, para ofrecer oraciones y ayunos por las benditas almas del Purgatorio; los
días martes estaban consagrados al culto de los Santos Ángeles y en especial a honrar a nuestro Santo
Ángel de la guarda; los miércoles se honraba a San José, pidiendo a Dios obtener por sus méritos la gracia de
una buena muerte; los jueves se dedicaban a la adoración de la eucaristía; los viernes, a la pasión del Señor y
el primero de mes, a su sagrado corazón, y los sábados, al recuerdo de la santísima Virgen María.
¡Amemos nuestras devociones! Las verdaderas devociones son camino seguro y práctico para el ejercicio
concreto de nuestra fe. Si en el la Iglesia tenemos la riqueza y la garantía de la Escritura, la Tradición y el
Magisterio, ¿Por qué tenemos que adherirnos a las creencias del sincretismo religioso, o a la ‘nueva era’ que
cree en otros arcángeles no revelados en el canon de la biblia?
Te reitero pues esta invitación a cultivar la amistad y el amor hacia tu ángel de la guarda. Eso sí, teniendo
siempre presente que para hacerlo, debes seguir la enseñanza de la Iglesia. Por favor: no te pierdas en otras
prácticas que nada tienen que ver con nuestra fe cristiana. Muchos dicen rendirle una veneración al santo ángel
custodio que no es tal. Por ejemplo: los que ‘bautizan’ al ángel de la guarda, o los que ‘descubren’ cuál es el
nombre de su ángel de la guarda, a través de técnicas y procedimientos de adivinación, oráculos o
cartomancia… Están otros que creen que el ángel de la guarda es un ancestro difunto, y así, cualquier cantidad
de errores de desfiguran la verdadera devoción hacia estas creaturas de Dios, que Él ha puesto a servicio nuestro
para demostrarnos su amor y su poder protector. ¡Vamos a la biblia! ¡Vamos al Catecismo! ¡Vamos a las
fuentes!
Por eso, encomienda tu mes, rezando conmigo esta oración de la más pura tradición eclesial: «Ángel de Dios,
que eres mi custodio, ya que el Señor me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y
gobiérname». Amén.
R.P. José Torres, SSP
Director Editorial de San Pablo Ediciones Venezuela

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