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CONCLUSIONES

Como conclusión general de la determinación de la responsabilidad

patrimonial de la sociedad anónima, se puede señalar lo siguiente:

El reconocimiento de la personalidad jurídica de las sociedades implica

que las obligaciones contraídas por la sociedades no afecten, en principio, el

patrimonio de los socios; situación que debe ser distinguida claramente del

problema que consiste en determinar si en un caso en concreto el acreedor

social puede ejecutar su acreencia, bajo determinadas circunsta ncias, contra

los bienes que integran el patrimonio de los socios individualmente

considerados.

De hecho, el principio de la responsabilidad patrimonial limitada de las

sociedades anónimas, viene a ser el beneficio que se convierte en la

excepción de la regla que deroga el principio general del derecho civil en

virtud del cual, una persona debe responder frente a sus acreedores con toda

la universalidad de su patrimonio; es por este motivo que muchos tratadistas


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sugieren su aplicación e interpretación de forma restrictiva.

En lo que se refiere a las conclusiones de la responsabilidad patrimonial

de la unidad económica, concernientes al segundo objetivo de la

investigación, es necesario mencionar las sucesivas consideraciones:

Existe un principio general, expresado en varios artículos del código civil y

de comercio, según el cual las diferentes personas jurídicas, aunque

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pertenezcan a un mismo grupo, son sujetos de derecho diferentes cada uno

con su propio patrimonio para responder de sus propias obligaciones.

También existen ciertas normas legales o sublegales, de carácter

excepcional que contrarían dicho principio; lo cual no violenta el

ordenamiento jurídico, puesto que lo especial priva sobre lo general.

Adicionalmente la doctrina ha destacado, con razó n, que cuando existe

un abuso de derecho concreto, un daño injusto en específico, una simulación

en ilícita determinada o un fraude a la ley en concreto, es posible hacer que

un componente del grupo distinto del miembro que contrajo una obligación

responda por el incumplimiento de ésta, lo cual es compatible con la

normativa aplicable en materia de responsabilidad civil.

Algunos tratadistas son partícipes de que en los casos que dichas normas

legales o sublegales de carácter especial y excepcional reciben aplicación,

como en los casos antes referidos, es posible recurrir a lo que la doctrina y la

jurisprudencia han llamado el levantamiento del velo corporativo. Empero, la

aplicación de ésta teoría en el marco jurídico constitucional vigente desde la

carta magna de 1999, no es posible.

Por demás, en una situación que la sala no logró caracterizar como uno

de los supuestos anteriores, esta expresó que las obligaciones de una de las

sociedades integrantes del grupo son ejecutables contra otra de las

compañías del mismo grupo, con cargo al supuesto patrimonio único que

pertenece a este grupo.


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Para hacer tal declaración, la Sala contrarió, por un lado, los principios

más básicos de aplicación e integración de la norma jurídica, y por otro lado,

los conceptos mismos de personalidad jurídica, patrimonio y vínculo

obligatorio.

Mención especial merece la manera como los sentenciadores

desconocieron las nociones de indivisibilidad y solidaridad, que son

conceptos fundamentales del derecho de obligaciones.

Aunque la referida sentencia no lo dice con claridad, los criterios que ella

expresa tienen un alcance limitado, puesto que ella señala que la doctrina allí

establecida se aplica especialmente cuando los acreedores son “débiles

jurídicos” y respecto de las compañías involucradas, advirtió que “se está

ante un grupo, que debe responder como tal a los trabajadores del mismo”.

Es más, si bien dicha sentencia aplicó normas especiales y excepcionales

fuera de los ámbitos que le son propios, no negó su especialidad y

excepcionalidad, sino que, las reconoció sin respetarlas, pretendiendo

extraer un principio general de estas normas, aunque con dicho alcance

limitado, violándose a todas luces derechos societarios y lo que es peor

derechos constitucionales.

El principio general así inventado por la Sala Constitucional contradice el

principio general antes aludido, expresado en varios artículos de nuestro

código civil y de comercio, según el cual las diferentes personas jurídicas,

aunque pertenezcan a un mismo grupo, son sujetos de derecho diferentes,


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cada uno con su propio patrimonio, para responder de sus propias

obligaciones.

Si bien dicha sentencia no dejó establecido ningún abuso de derecho

concreto, ni daño injusto específico, ni simulación ilícita determinada, ni

tampoco ningún fraude concreto a la ley, la misma incurrió en la

contradicción de postular, la necesidad de que estuviera presente una ilicitud

de este tipo para levantar el velo corporativo (discernimiento distinto al de la

doctrina y el derecho comparado de donde pro viene, el levantamiento del

velo). Aunque haciendo la salvedad, de que en opinión de este investigador,

ya anteriormente expresada, es la de que en el marco de los derechos

constitucionales consagrados en la carta magna no es posible la aplicación

de la mencionada teoría.

Finalmente, dicho fallo no es vinculante, pues no desarrolla ningún

precepto constitucional y está redactado en términos tan confusos y

contradictorios que es inejecutable en casos distintos del discutido, siendo la

parte motiva calificable como meras divagaciones que no guardan total

relación con la parte dispositiva, (viciada por falta de motivación e

incongruencia).

La existencia de sociedades sometidas al control de una o varias

personas jurídicas naturales es una tendencia, además de imperante en

tiempos modernos de globalización, una tendencia permitida y reconocida

(soslayadamente) por el ordenamiento jurídico venezolano. La existencia de

un grupo pasa por los hechos de que la dirección y el gobierno de la


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sociedad no residen en su propia estructura organizativa. El control, por una

parte, y la dirección unitaria por otra, definen a los grupos de sociedades, a

los que, ésta esta es la regla que nos atrevemos a tomar prestada del

reconocido tratadista Morles Hernández, pertenecen las empresas de

grandes dimensiones.

En ese mismo orden de ideas, existe un principio general según el cual

las sociedades mercantiles, aunque sean miembros de un mismo grupo

económico o unidad económica, son personas jurídicas distintas; teniendo

cada una sus propias obligaciones y su propio patrimonio para afrontar

dichas obligaciones. Entendiéndose esto (y se aclara), como la regla general;

regla ésta que como toda regla, tiene sus excepciones, entre otras, que en

definitiva tal obligación se le imponga por mandato de la ley.

Si bien las sociedades que forman parte de un grupo económico pueden

estar organizadas formal o informalmente, aún en los casos en que puedan

estar organizadas a través de un contrato (de manera formal) no surge una

personalidad jurídica común única para todos los miembros, sustitutiva de las

personalidades individuales. Aún en ese caso, cada uno de los integrantes

del grupo conserva su propia personalidad jurídica y su propio patrimonio.

Ahora bien, distinta es la concepción de unidad económica que tiene la

visión laboral. Este concepto tal y como aclara el tratadista especialista en la

materia Alfonso Guzmán, debe interpretarse en el sentido de unidad de fines

o propósitos económicos perseguidos por la unidad de empresas o

empresarios y no en el de empresarios únicos con empresas de diverso


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objeto social. E allí la diferencia conceptual existente en ambas ramas del

derecho, la unidad económica es la noción inequívoca de unidad de riesgos,

patente igualmente en las sociedades perfectas dedicadas a una sola

actividad comercial o industrial, organizadas en departamentos, secciones, y

filiales, como en los grupos empresariales constituidos para realizar actividad

específica en forma mancomunada.

De allí nace la conclusión de que, muy a pesar de que muchos

doctrinarios hablen indistintamente de grupos de sociedades o grupos de

empresas y de unidad económica, como si estos fueran sinónimos todos de

un misma figura jurídica, estas por lo esbozado anteriormente son

definiciones disímiles, que están enmarcadas en normas de carácter legal de

distinta índole y función, con espíritus y razones distintas también.

Esta confusión ocurre no sólo a nivel doctrinario, sino que, tal y como se

demostró en el análisis jurisprudencial del Máximo Tribunal, también se

presenta en las decisiones de los últimos años que han pretendido impartir

justicia en los casos de concentraciones económicas o de grupos de

empresas (sobre todo en la Sala Constitucional y en la Sala Social).

Corolario al último comentario aquí señalado, la doctrina establecida por

el Tribunal Supremo de Justicia en relación a los grupos de sociedades,

especialmente en materia laboral (Casos Transporte Saet y Distribuidora

Alaska), es difícilmente sostenible. Es improcedente responsabilizar a sujetos

a los cuales no se les puede reprochar conductas antijurídicas o dañosas,

además de proceder a establecer una responsabilidad objetiva no


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sancionada legalmente. Además en ambos casos se está frente a

trasgresiones de reglas elementales de interpretación jurídica.

Parece razonable concluir que sería aconsejable dictar un conjunto

mínimo de reglas generales sobre el derecho de grupos de sociedades

(unificar criterios para así evitar la fragmentación normativa existente).

Reglas estas que reconozcan la legitimidad del ejercicio de la influencia

dominante y la primacía del interés del grupo por sobre los intereses

individuales de los miembros de éste y que, en contrapartida, se

establecieran normas de protección para los acreedores y para los

accionistas que no forman parte del grupo de control.

La doctrina del levantamiento del velo ha sido aplicada por los tribunales

sin mucho discernimiento en varios casos, relacionados en su mayoría con el

funcionamiento de grupos de sociedades. Resalta en las decisiones la

carencia de fundamentación legal expresa para contrariar la regla de la

responsabilidad diferenciada que corresponde a cada sujeto de derecho

según la legislación venezolana.

La falta de definición de los presupuestos que dan origen a la

configuración de los grupos; la admitida ausencia de pruebas para darlos por

existentes, hasta el punto de haberse afirmado que la existencia de los

grupos puede derivarse de hechos notorios; declaraciones de la Sala según

la cual el grupo económico es un concepto que deja en suspenso la

personalidad jurídica individual de cada sociedad en cuanto forma al grupo,

no son más que ineludibles pruebas del desconocimiento obsceno de los


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sentenciadores del derecho mercantil, civil, constitucional, y de los principios

rectores de la ciencia del derecho en general.

Desconocimiento proverbial de la Sala, que se extiende incluso a las

materias del derecho comparado, puesto que se invoca una teoría ajena a

nuestro ordenamiento jurídico (common law) sin tener aclarado que aún en

los países donde se regula legislativamente los grupos se declara

expresamente que la personalidad jurídica de cada sociedad integrante del

grupo se mantiene.

Siendo imprescindible el comprender, manejar y aplicar la teoría jurídica

que subyace, de modo idóneo.

En definitiva, siendo lo precedente, las conclusiones concernientes al

objetivo No. 4, que versa sobre la Descripción de la tendencia imperante en

la jurisprudencia del Máximo Tribunal sobre la responsabilidad patrimonial en

la unidad económica.

No es posible culminar las conclusiones del presente trabajo de

investigación sin hacer la necesaria alusión al objetivo general planteado al

inicio del presente capítulo, que no es más que: Analizar cuál es el

tratamiento legal aplicable con respecto a la responsabilidad patrimonial de

las Sociedades Anónimas que conforman una Unidad Económica.

Si bien, el principio de la libertad económica proclamado por la

Constitución no sólo se refiere a la libertad de escogencia del sector

productivo en el cual se decide desarrollar una actividad sino la libertad de

escoger la forma organizativa para ejercer dicha actividad empresarial. Sin


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embargo, la libertad de iniciativa económica no puede conducir al

reconocimiento de la legitimidad de un comportamiento lesivo a los intereses

de los terceros. Para esos comportamientos lesivos se ha hallar un remedio.

La doctrina coincide en la observación común de que el derecho

societario reflejado en nuestra actual legislación mercantil, es un derecho

destinado a regular una sociedad individua l y autónoma; y de ninguna

manera un derecho que puede aplicarse con idoneidad a las relaciones tanto

internas como externas de los grupos de sociedades; fenómeno híbrido que

se caracteriza por la contradicción esencial entre unidad económica y

diversidad jurídica.

Relaciones para la solución de cuyos problemas debe acudirse a los

remedios alternativos que la propia doctrina y jurisprudencia mercantil han

arbitrado (interés social, autonomía patrimonial, etc.) o a los que se han sido

extraídos del derecho común (el abuso del derecho, la teoría de la

simulación, el desconocimiento de la personalidad, etc.); haciendo la

acotación necesaria, que siempre y cuando estos últimos se adecuen al

contexto político, social, económico y jurídico del país. De no hacerlo ,

incurriríamos en el graso error de legislar a espaldas de la realidad.

El remedio nunca puede ser peor que la enfermedad, o por lo menos no

es la idea; y la doctrina reciente del Tribunal Supremo de Justicia lejos de

solventar la situación, sólo la ha empeorado con decisiones carentes de toda

fundamentación legal.
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A pesar de que se sabe que con el análisis legal y jurisprudencial

realizado en la presente investigación, se concertó que la responsabilidad

patrimonial de las sociedades anónimas que conforman una unidad

económica, en estos momentos es “solidariamente dudosa”, se concluye que

esta no es menos que inconstitucional, por todo lo anteriormente expuesto,

bajo el marco de la norma suprema promulgada por la constituyente en

diciembre de 1999.
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RECOMENDACIONES

En razón y fundamento al desarrollo y conclusión de la presente

investigación, se hacen a continuación las siguientes recomendaciones:

- Acabar con la normativa fragmentaria y atomizada presente en el

ordenamiento positivo venezolano respecto a los grupos de sociedades, en

aras de unificar tantos criterios dispersos, que fluctúan según la

especialización. Se recomienda legislar sobre la materia, si bien bajo una

reforma sustancial del Código de Comercio de 1956 y reforma laboral

(contemplada en las disposiciones transitorias de la actual carta magna), o

bajo la creación de un cuerpo normativo especial que regule la materia,

entiéndase por ejemplo, la Ley de Grupos de Sociedades (aunque hace años

existe un anteproyecto de Ley General de Sociedades Mercantiles que

incluye normativa al respecto y se encuentra engavetada en espera de

voluntad política que la impulse en la asamblea).

- Se recomienda se evite tratar de sistematizar criterios por vía de

decisiones judiciales, esto en conc ordancia a los comentarios aquí

enunciados respecto a las sentencias proferidas por el Tribunal Supremo de

Justicia. Se cree que el Tribunal no debe incurrir en el error de tratar de

legislar. Para eso está el órgano legislativo por excelencia, la Asamblea

Nacional.

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- Debe atacarse por inconstitucionalidad y declararse la nulidad y

desaplicación del artículo 21 del Reglamento de la Ley Orgánica del Trabajo.

Reformarse el carácter sublegal que ha ostentado hasta ahora e incluirlo

(adecuándolo previamente al marco de derechos constitucionales que están

vigentes) en la reforma de la Ley Orgánica del Trabajo.

- Y por último, esta investigación es muy sucinta para el amplio espectro

de posibilidades de estudio que se pueden plantear respecto al basto campo

del derecho de grupo de sociedades, por ello se recomienda como

complemento del presente trabajo a posteriori, realizar estudios sobre, por

ejemplo: el grupo de sociedades en la doctrina administrativa venezolana, el

grupo de sociedades en el derecho comparado, el régimen impositivo de los

grupos de sociedades, entre otros temas interesantes.


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