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UNIVERSIDAD CRISTIANA EVANGÉLICA NUEVO MILENIO

Carrera de Derecho

Nombre del trabajo:

Informe

Catedrática:

Abog. Marta Irene Hernández López

Asignatura:

Derecho Tributario

Presentado por:

Dora Elisabeth Martínez Granados

Juticalpa, Olancho

12/03/2023
La Cosa Juzgada.

En el contexto del derecho, se denomina cosa al objeto de una relación jurídica.


Una conducta que fue juzgada, por su parte, ya cuenta con una sentencia sobre
su legalidad dictada por un tribunal o por un juez.

La cosa juzgada es un concepto de aplicación universal en diversos ámbitos


jurídicos y, como han subrayado muchos, su trascendencia radica en que a
menudo se subraya que, si no existiera, el estado de derecho estaría
completamente ausente.

Tiene un efecto pacificador y de orden social que se le atribuye, pues sin la


garantía expresa de la estabilidad de las decisiones de los jueces, las disputas
serían interminables e irresolubles. Así, la existencia de cosa juzgada implica
que no es posible promover un nuevo procedimiento cuando el tribunal tiene la
oportunidad de pronunciarse sobre las mismas peticiones con sentencia válida y
ejecutoriada, circunstancia que enerva una futura decisión sobre el mismo tema.

Para que exista la cosa juzgada, tiene que haber una sentencia firme. A esta
instancia se llega cuando ya no resulta posible presentar apelaciones o
impugnaciones para establecer una modificación. Así, cuando la sentencia
judicial está firme, se considera que el objeto sometido al proceso no puede
volver a juzgarse dada la existencia de la resolución en cuestión. Se trata, por lo
tanto, de cosa juzgada.

La cosa juzgada guarda similitud con la litispendencia, que supone


una excepción procesal, por la que se intenta poner de manifiesto que un hecho
que se está juzgando ya lo ha sido en forma definitiva en otro proceso previo,
por eso debe estar el contenido de esa resolución definitiva, también es una
una consecuencia lógica de la sentencia, es la resolución definitiva del proceso
y una exigencia de principios constitucionales de seguridad jurídica y tutela
jurídica efectiva.

La noción de cosa juzgada se vincula a la fuerza atribuida al resultado de un


proceso judicial y a la subordinación que le se debe a lo decidido anteriormente
por la autoridad. Esto hace que un mismo hecho no pueda ser juzgado en más
de una ocasión.
El concepto proviene de la sentencia latina res iudicata. Si una persona es
demandada por una acción que fue juzgada con anterioridad y sobre la cual
recae una sentencia firme, el demandado puede alegar la
denominada “excepción de cosa juzgada” e interrumpir el nuevo proceso,
eliminando la chance de volver a ser juzgado por lo mismo.

Es posible decir que la cosa juzgada es un principio procesal, un concepto que


también se conoce con el nombre de principio del derecho procesal y que se
define como el conjunto de reglas que representan puntos de partida para
construir los instrumentos fundamentales de la función jurisdiccional, es decir, de
darles origen, además de forma. Dicho en otras palabras, los principios
procesales son los criterios que inspiran la capacidad de tomar decisiones y de
influir que posee un órgano jurisdiccional a lo largo de todo el proceso, desde su
nacimiento hasta su terminación, pasando por su desenvolvimiento. Dentro de
este contexto, es posible hablar de cosa juzgada formal o material, según
el sentido.

La cosa juzgada formal: se advierte en el interior del proceso mismo, como el


efecto de la resolución judicial. En pocas palabras, podemos decir que se trata
de la situación en la cual el tribunal y las partes deben ceñirse a la decisión que
haya tomado el primero. Gracias a este concepto, los jueces no pueden cambiar
de opinión una vez dictadas las resoluciones, sino que cada una debe ajustarse
a las anteriores, así como las partes no pueden optar por pasar por alto lo
establecido en ellas.

Como el efecto de este tipo de cosa juzgada se produce dentro del proceso,
ocurrirá con todas las resoluciones dictadas durante su desarrollo a excepción
de las que lo den por terminado, se llegue o no a una sentencia.

Por otro lado, se encuentra la cosa juzgada material, que surge a partir de la
última resolución del proceso judicial. Por esta razón, no influye directamente en
el proceso, sino que su carácter se considera exterior, porque afecta a los que le
siguen. Los efectos que genera son los siguientes:

positivo o prejudicial, a causa el cual se ven vinculados


los tribunales posteriores al de la sentencia si tienen el mismo antecedente
lógico y los mismos litigantes;
negativo o excluyente, que se vincula al principio que impide dar comienzo a
un proceso posterior con el mismo objeto.

La cosa juzgada encuentra su fundamento y razón en la necesidad de preservar


y mantener la paz y la tranquilidad en la sociedad, con medidas que conserven
la estabilidad y la seguridad de los gobernados en el goce de sus libertades y
derechos, y tiene por objeto primordial proporcionar certeza respecto a las
relaciones en que se han suscitado litigios, mediante la inmutabilidad de lo
resuelto en una sentencia ejecutoriada.

Los elementos uniformemente admitidos por la doctrina y la jurisprudencia, para


la determinación sobre la eficacia de la cosa juzgada, son los sujetos que
intervienen en el proceso, la cosa u objeto sobre el que recaen las pretensiones
de las partes de la controversia y la causa invocada para sustentar dichas
pretensiones. Empero, la cosa juzgada puede surtir efectos en otros procesos,
de dos maneras distintas: La primera, que es la más conocida, se denomina
eficacia directa, y opera cuando los citados elementos: sujetos, objeto y causa,
resultan idénticos en las dos controversias de que se trate. La segunda es la
eficacia refleja, con la cual se robustece la seguridad jurídica al proporcionar
mayor fuerza y credibilidad a las resoluciones judiciales, evitando que criterios
diferentes o hasta contradictorios sobre un mismo hecho o cuestión, puedan
servir de sustento para emitir sentencias distintas en asuntos estrechamente
unidos en lo sustancial o dependientes de la misma causa; esto es, la tendencia
es hacia la inexistencia de fallos contradictorios en temas que, sin constituir el
objeto de la contienda, son determinantes para resolver litigios. En esta
modalidad no es indispensable la concurrencia de las tres clásicas identidades,
sino sólo se requiere que las partes del segundo proceso hayan quedado
vinculadas con la sentencia ejecutoriada del primero; que en ésta se haya hecho
un pronunciamiento o tomado una decisión precisa, clara e indubitable, sobre
algún hecho o una situación determinada, que constituya un elemento o
presupuesto lógico, necesario para sustentar jurídicamente la decisión de fondo
del objeto del conflicto, de manera tal, que sólo en el caso de que se asumiera
criterio distinto respecto a ese hecho o presupuesto lógico relevante, pudiera
variar el sentido en que se decidió la contienda habida entre las partes; y que en
un segundo proceso que se encuentre en estrecha relación o sea
interdependiente con el primero, se requiera nuevo pronunciamiento sobre aquel
hecho o presupuesto lógico, como elemento igualmente determinante para el
sentido de la resolución del litigio. Esto ocurre especialmente con relación a la
causa de pedir, es decir, a los hechos o actos invocados por las partes como
constitutivos de sus acciones o excepciones. Los elementos que deben concurrir
para que se produzca la eficacia refleja de la cosa juzgada, son los siguientes:
a) La existencia de un proceso resuelto ejecutoriamente;

b) La existencia de otro proceso en trámite;

c) Que los objetos de los dos pleitos sean conexos, por estar estrechamente
vinculados o tener relación sustancial de interdependencia, a grado tal que se
produzca la posibilidad de fallos contradictorios; d) Que las partes del segundo
hayan quedado obligadas con la ejecutoria del primero;

e) Que en ambos se presente un hecho o situación que sea un elemento o


presupuesto lógico necesario para sustentar el sentido de la decisión del litigio;
f) Que en la sentencia ejecutoriada se sustente un criterio preciso, claro e
indubitable sobre ese elemento o presupuesto lógico, y

g) Que para la solución del segundo juicio requiera asumir también un criterio
sobre el elemento o presupuesto lógico-común, por ser indispensable para
apoyar lo fallado.

Este principio se deduce del carácter absoluto de la administración de justicia.


Significa que una vez decidido, con las formalidades legales, un litigio o un
asunto penal entre determinadas partes, éstas deben acatar la resolución que le
pone término, sin que les sea permitido plantearlo de nuevo, y los jueces deben

respetarla. De lo contrario, la incertidumbre reinaría en la vida jurídica y la función


del juez se limitaría a la de buen componedor con la consecuencia de que el
proceso estaría siempre sujeto a revisión o modificación, lo que haría imposible
la certeza jurídica. La existencia de la cosa juzgada exige como factores que la

determinan y que, por consiguiente, funcionan como requisitos de la misma: que


haya una sentencia; que se pronuncie en procesos cuyas sentencias no estén
excluidas expresamente de esta clase de efectos, y que esa decisión no sea
susceptible de impugnación por vía de recurso, sino que esté cerrada a este tipo
de discusiones en razón de su firmeza, es decir que no sea recurrible por
disposición legal o que los recursos posibles en principio no hayan sido
interpuestos o hayan quedado a su vez resueltos. La sentencia sólo obliga como
cosa juzgada a las partes respecto de las cuales se dictó, con excepciones en
algunos casos de efectos erga omnes, expresamente consagrados en la ley;
únicamente se aplica para el mismo objeto o relación jurídico-sustancial que fue
controvertida y respecto a la cual se surtió el proceso y no impide que se debata
sobre el mismo objeto y entre las mismas partes, pero con base en una causa
distinta, o sea, en un título o motivo jurídico diferente o por un nuevo ilícito. Se
deduce también de este principio que las resoluciones judiciales sólo pueden
impugnarse por los medios que la ley consagra para el efecto. En su oportunidad
volveremos, con la extensión que el tema requiere.

Con lo hasta aquí analizado, podemos llegar a la conclusión que las sentencias
constitutivas y declarativas de derechos y que tienen la calidad de cosa juzgada;
se diferencian de las sentencias, en que las primeras son de naturaleza definitiva
y las últimas son de naturaleza preventiva y temporal, por cuanto su finalidad es
asegurar el resultado del juicio en prevención de un perjuicio irreparable.
Observamos que las resoluciones emitidas en un proceso cautelar sirven no
inmediatas, sino mediatamente a la composición de una Litis, porque su fin
inmediato está en la garantía del desarrollo o del resultado de un proceso
distinto. Todo lo contrario, a una resolución (sentencias o autos) definitiva que
ponen fin en este caso al proceso principal. Por último, el fundamento para
regular la extinción de las medidas cautelares estriba no solo en la presunción
de desinterés que cabe extraer de la inactividad procesal del beneficiario de la
medida, sino también en la necesidad de evitar los perjuicios que esta puede
irrogar a su destinatario. Lo cual no ocurre con las sentencias y autos que
declaran y constituyen derechos, en este caso no podríamos hablar de
desinterés o inactividad de alguna de las partes, porque no existen actos
posteriores que deban promover los beneficiarios de estas resoluciones, por el
contrario, se trata de resoluciones que ponen fin al procedimiento y definen el
derecho, las sentencias y autos que declaran o constituyen derechos que tengan
la calidad de cosa juzgada, por los motivos antes expuestos.

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