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líneas de fuga
NÚMERO 33

5
Editorial
PHILIPPE OLLÉ-LAPRUNE

7
Presentación
MOHSEN EMADI

15
Poemas
MAHMOUD DARWISH

33
NAT HA L I E HA N DA L

55
N A J WA N D A R W I S H

69
NAOMI SHIHAB NYE

77
TA HA M U HA M M A D A L I

89
ZACARIA MOHAMMED

105
M U H A M M A D A L - A S ’A D

114
Los autores

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EDITORIAL

desde su creación, nuestra revista se ha mantenido fiel a dar


la palabra a aquellos que no pueden hacerse escuchar, que permanecen
confinados en una marginalidad que les condena al silencio. Nuestro
tiempo ha sido testigo de la multiplicación de estos confinamientos, así
como de nuevas formas de censura y de represión. Somos testigos de
la manera en que se percibe al escritor y al intelectual como un enemi-
go íntimo, de la represión que las actuales estructuras de poder saben
aplicar. Esos pensadores, que detentan la palabra escrita, muchas veces
han asumido su papel con grandeza y dignidad: al producir textos que
reafirman el poder de la palabra y fortalecen su potencia de acción.
La Feria del Libro de Guadalajara, un acontecimiento de enorme
relevancia en el mundo editorial y cultural de la lengua española, aco-
ge este año a Israel como país invitado de honor. Y en ese sentido, será
con enorme placer que se festejará una literatura que cuenta con un
gran número de escritores talentosos. En ese contexto, la Casa Refu-
gio Citlaltépetl asume su responsabilidad de dar la palabra a aquellos
a los que nunca se les invita ni se les festeja, a aquellos cuya palabra
difícilmente circula y que sólo tienen acceso a un limitado número de
lectores. Demos pues la palabra a los escritores palestinos: que ellos
encuentren su lugar aquí, en nuestra lengua, dentro de una revista en
la que se concibe la fiesta como un don de la literatura a las voces en el
olvido y a esas obras que se rebelan en contra de lo real.
No sin antes agradecer al escritor iraní, Mohsen Emadi, por toda
su ayuda y su implicación en la elaboración de este número de nuestra
revista.

PHILIPPE OLLÉ-LAPRUNE

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P R E S E N TA C I Ó N

nichita stănescu, el poeta rumano, dibujó su autorretrato a


través de estas líneas: «no soy nada más / que una mancha de sangre /
que habla». Antes de escribir sobre Palestina, me paro frente a ese retra-
to y me pregunto: ¿de dónde proviene esta mancha de sangre? ¿A quién
habla una mancha de sangre? ¿Quién puede escuchar sus palabras?
En el folklore de mi tierra la sangre tiene memoria. Siempre regre-
sa. Incluso la sangre derramada sobre el suelo del desierto. Se dice:
«en las tierras en las que alguien inocente ha sido asesinado, en el ani-
versario de la muerte, el suelo se convierte en sangre.» En los cuen-
tos populares, un talismán mantiene presa a una hermosa muchacha
dentro de una naranja. Un príncipe emprende un viaje en busca de un
árbol custodiado por unos demonios. Finalmente, engaña a los de-
monios y llega hasta la naranja, que es la cárcel de la joven. La libera.
Está desnuda. El príncipe encuentra algo de ropa para ella y la lleva
a la casa. Una mujer, celosa de su belleza, la asesina. Su sangre se de-
rrama en el río, y cada gota se convierte en una perla que flota en el
agua. También cae una gota de sangre a los pies de una planta de caña.
Las perlas alcanzan a un viejo, y éste busca la fuente de donde ellas
provienen. Las perlas le llevan al cuerpo de la chica, y entonces la caña
empieza a cantar: «¡me corta! ¡Y por mi savia, únase la cabeza cortada
al cuerpo!» En otra versión de la misma historia, un naranjo brota de
la sangre. En estas historias, la sangre narra, pasa de una forma a otra.
Rumi, comienza una de sus obras maestras con la voz de Ney, un ins-
trumento musical hecho de cañas: «escucha el Ney cuando narra las
historias, cuando llora las separaciones.» Ney, canta siempre la misma
canción: la canción de la ausencia.
En otra historia, una chica, sola en medio de la opresión de los de-
más, cuenta sus sufrimientos a una piedra. Le dice a la piedra: «tú eres

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paciente, yo también. Rómpete o me rompo». La historia cuenta que
si en ese momento nadie abraza a la chica por amor, la niña estallará.
Pero si alguien la abraza por amor, será la piedra quien estalle y una
gota de sangre brotará de ella. El sufrimiento de la piedra es el dolor
de la Historia. La piedra es el testigo de todos los pasos: huellas de tor-
mentas, guerras y masacres. Me pregunto: ¿de dónde proviene la gota
de sangre en las entrañas de la piedra? El amor protege a la joven de
la muerte. Pero la piedra, en su sabiduría histórica, entiende el dolor y
estalla en la compasión.
Tal vez, por esa sabiduría histórica, Mahmoud Darwish, recuerda
a Troya cuando habla de Palestina y dice: «en el nombre de Troya».

Aunque la interpretación védica de la historia es verdadera, cuando


dice: «las mariposas se posan sobre el cadáver del victorioso del mis-
mo modo que lo hacen sobre el cadáver del derrotado», siempre hay
una sabiduría en la derrota que no existe en la victoria. Victoriosa es
la gente con más poder; pero en ambos lados de la batalla, los de-
rrotados, no son los comandantes vivos o muertos, sino las personas
comunes y desamparadas de cualquier bando.
Bajo la administración civil británica en Palestina, o «Período de
mandato británico» instaurado desde 1920 hasta 1948, los judíos co-
menzaron a emigrar a esa tierra. Los ojos de un colonialista siempre
interfieren y permanecen ciegos: ojos que miran el mundo a través de
la intención, el deseo y el miedo, cortándole al mundo sus horizon-
tes. Históricamente judíos y árabes vivieron codo con codo sin pro-
blemas. Ese mismo hecho, fue la puerta de los colonialistas al caos y
a la tragedia. A partir de 1930 la resistencia palestina cobra forma, y
en 1936 la rebelión árabe comienza y continúa hasta 1948. La poesía
palestina en ese período narra los días de la revolución y la esperanza
por medio de apasionadas odas revolucionarias. La derrota sobrevino
en 1948, cuando comenzó el gran exilio y se declaró el Estado de Is-
rael. Aquí, la poesía palestina se encuentra a la luz de palabras como:
derrota, amor, tierra, resistencia, exilio y ausencia. Palabras que na-
rran la historia de la humanidad. Tal vez, esta sea la razón por la que
Palestina se ha transformado en una metáfora de la historia de la hu-
manidad. Digo metáfora de la historia de la humanidad y recuerdo la

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historia de Isis y Osiris. El Dios de la fertilidad yace muerto, su cuerpo
está desgarrado, y una mujer, la diosa de la naturaleza y de la magia,
viaja para reunir las partes del cuerpo y traer de vuelta a la vida al ser
amado. La poesía siempre es femenina. Esta antigua historia egipcia
nos sugiere que Isis es el poeta palestino. La misma historia, al igual
que los poetas palestinos, ha viajado por el mundo, reformada, trans-
mitida en varias culturas. Siempre vivió en la antigua Grecia, en el
imperio romano e incluso en Inglaterra.
En los cuentos de mi pueblo, un día, un viejo llegó a la aldea. Pidió
trabajo a un propietario. El propietario le ordenó trabajar en su enor-
me granja, esparcir las semillas y cuidar de ella hasta el fin de la cose-
cha. El primer día el viejo trabajó la granja, el segundo esparció semi-
llas y el tercero recogió la cosecha. El propietario tuvo miedo de ese
milagro. Mató al viejo con un hacha y enterró el cadáver y el hacha en
el campo. A partir de entonces, cada noche, el propietario se despierta
de una pesadilla y el hacha siempre está ahí: debajo de su almohada.
Pongo el nombre de «la poesía» al milagro del viejo. El asesino tiene
miedo de ese milagro y cada noche encuentra el hacha, el hacha que
la poesía regresa y pone debajo de su almohada. Cuando Darwish le
dice al periodista israelí: «estoy buscando a los poetas de Troya, por-
que Troya nunca nos contó su historia». Tal vez, con una sonrisa, está
pensando en Fobetor (Iquelo), el dios de las pesadillas. Con la poesía
de Darwish, Fobetor entra por las ventanas a las habitaciones del vic-
torioso. Fobetor es la raíz griega de fobia (Φόϐος). La fobia del victo-
rioso resulta ser el mismo hacha que asesina a los poetas.

¿Qué es el exilio? Ryokan escribe: «el ladrón ha dejado la luna en mi


ventana». El poeta viene a casa y ve que el ladrón se ha robado todo.
Mira la ventana y ve la luna. Me pregunto: ¿cómo escribiríamos el
Haiku mismo si el ladrón roba la casa? ¿Si llegamos a nuestra calle,
en donde todo está en su lugar menos la casa? Tal vez, para Ryokan, la
ventana del poema, no era mi ventana. Podría ser una ventana mul-
tiplicada. Quiero decir que él lo escribiría así: «el ladrón ha dejado la
luna en las ventanas». Con este cambio, el ladrón se podría generalizar
a un ladron que roba en todas las ventanas. El exiliado toca una espe-
cie de universalidad que los demás habitantes no pueden tocar. La ex-

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periencia del exilio, al principio, es la experiencia del desplazamiento.
Desplazamiento de naves, ahogamientos cerca de las costas de Italia o
de Australia. Desplazamiento no significa estar sin lugar. Cuando no
puedes hablar en tu lengua materna, cuando pierdes el ritmo del ser,
entras en la esfera de la intemporalidad. Los exiliados están fuera de
la Geografía y de la Historia. Y desde esa distancia las ven. El lugar y
el tiempo, en principio, son nostálgicos; entonces, esa nostalgia, esa
experiencia de ausencia, sustituye a la experiencia del abismo. Pero
la poesía siempre se levanta del abismo. Los objetos se medirán por
los idiomas: ¡no tengo una palabra para ese objeto! Y entonces, la his-
toria de los objetos será la historia del vértigo. La metáfora del judío
errante, que un día fue la metáfora del desplazamiento, frente a las
cámaras ocupa y roba una geografía. Los poderes que han utilizado
esta metáfora no han sido conscientes de los peligros que éstas entra-
ñan. Actualmente, Palestina es una metáfora personificada de todos
los exiliados y los desplazamientos de la historia. Un palestino vive en
el exilio, incluso en su patria. Vive la forma más primigenia del exilio.
Los marineros negros del sur de mi tierra, dicen: «cuando alguien
se pierde en el mar, cuando todas las búsquedas han sido inútiles,
todo el mundo debe venir a la orilla y tocar el tambor». Tocar el tam-
bor para los perdidos hasta que ellos puedan encontrar el camino a la
costa. La poesía, en todas las orillas del mundo, está tocando el tam-
bor. Tal vez allí nos encuentre nuestra costa.

La resistencia es creación. Es decir, recreación de la naturaleza. En el


pensamiento de Aristóteles, el arte imita a la naturaleza. Pero la poesía
no acepta el marco aristotélico porque la destrucción comienza cuan-
do la naturaleza no sigue al arte. Darwish, en su poesía, habla de esta
naturaleza creativa de la resistencia: «la tierra es demasiado oscura,
¿por qué es tu poema tan blanco? Porque mi corazón está lleno de
treinta mares»: Lleno, embarazado, proviene de treinta mares, desde
el exilio. Y en otro poema dice: «cuando escribo veinte líneas sobre
el amor, imagino este asedio, ¡ha vuelto a veinte metros!» Una mezcla
de amor y escritura, significado y acción, en la lucha contra el asedio.
En los cuentos populares de mi tierra, cuando la vida del ser hu-
mano y del pueblo están asediadas por un invierno frío, la cigüeña

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permanece atrapada en algún lugar de las montañas y no puede llegar
a la aldea. La cigüeña es el pájaro de la fertilidad. Es un ave migrato-
ria. Su corazón está lleno de treinta mares. En esos cuentos, un niño
debe viajar a las montañas altas y encontrarla. Debe entregarle el ca-
lor de su cuerpo y traerla de vuelta a la aldea. En esos cuentos, si los
humanos no eran capaces de viajar en la profundidad de la frialdad y
no ofrecían el calor de su cuerpo, es decir, la experiencia corporal del
amor a la cigüeña, el frío mataba a la tierra. Ese cuerpo humano, en
todas esas historias, se refiere a la poesía. En cada resistencia el cuerpo
está presente, porque la resistencia pertenece al cuerpo creativo.

¿Cómo podemos conocer el cuerpo de la poesía palestina? Partes de


ese cuerpo viven en la misma geografía. Pero esa geografía está rota:
algunos viven en la ocupación, otros en el Estado israelí. Algunos más
permanecen en el exilio y escriben en árabe. Algunos viven en otros
idiomas. Pero mientras la poesía de Palestina viva, Troya tendrá su
voz. La sangre hablará. Esta colección de poemas no sería posible sin
la ayuda, trabajo y amistad de Nathalie Handal. A ella le estoy agrade-
cido, así como a todos los poetas que nos dieron permiso para publi-
car sus textos aquí. También, quiero agradecer a Luz Gómez García
por permitirnos disponer de sus traducciones de las obras de Mah-
moud Darwish. Ojalá que este pequeño rincón pueda ser la casa de
una verdad, que es la poesía, que es Palestina.

MOHSEN EMADI

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Mahmoud Darwish
in memoriam
1941-2008

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Poemas

MAHMOUD DARWISH

carnet de identidad

Escribe
que soy árabe,
y el número de mi carnet es el cincuenta mil:
que tengo ya ocho hijos,
y llegará el noveno al final del verano.
¿Te enfadarás por ello?

***

Escribe
que soy árabe,
y con mis camaradas de infortunio
trabajo en la cantera.
Para mis ocho hijos
arranco, de las rocas,
el mendrugo de pan,
el vestido y los libros.
No mendigo limosnas a tu puerta,

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ni me rebajo
ante tus escalones.
¿Te enfadarás por ello?

***

Escribe
que soy árabe.
Soy nombre sin apodo.
Espero, paciente, en un país
en el que todo lo que hay
existe airadamente.
Mis raíces,
se hundieron antes del nacimiento
de los tiempos,
antes de la apertura de las eras,
del ciprés y el olivo,
antes de la primicia de la yerba.
Mi padre…
de la familia del arado,
no de nobles señores.
Mi abuelo era un labriego,
sin títulos ni nombres.
Mi casa es una choza campesina
de cañas y maderos,
¿te complace?...
Soy nombre sin apodo.

***

Escribe
que soy árabe,
que tengo el pelo negro
y los ojos castaños;
que, para más detalles,
me cubro la cabeza con un velo;
que son mis palmas duras como la roca
y pinchan al tocarlas.
Y me gusta el aceite y el tomillo.

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Que vivo
en una aldea perdida, abandonada,
sin nombres en las calles.
Y cuyos hombres todos
están en la cantera o en el campo…
¿Te enfadarás por ello?

***

Escribe
que soy árabe;
que robaste las viñas de mi abuelo
y una tierra que araba,
yo, con todos mis hijos.
Que sólo nos dejaste
estas rocas…
¿No va a quitármelas tu gobierno también,
como se dice?...

Escribe, pues…
Escribe
en el comienzo de la primera página
que no aborrezco a nadie,
ni a nadie robo nada,
Mas, que si tengo hambre,
devoraré la carne de quien a mí me robe.
¡Cuidado, pues!...
¡Cuidado con mi hambre,
y con mi ira!

TRADUCCIÓN DE CLARA JANÉS

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la niña / el grito

En la orilla del mar hay una niña. La niña tiene una familia.
La familia una casa. La casa, dos ventanas y una puerta...
En el mar hay un acorazado que se entretiene
cazando a los paseantes de la orilla:
cuatro, cinco, siete
caen en la arena. La niña se salva por poco.
Una mano de niebla,
cierta mano divina, acude en su auxilio. Ella llama: ¡Papá,
papá! ¡Levanta, vamos, que el mar no es para nosotros!
No responde su padre, caído sobre su sombra
a merced de la ausencia.

Sangre en las palmeras, sangre en las nubes.


La lleva su voz en volandas, la alza y aleja
de la orilla. Ella grita en la noche desierta.
El eco no tiene eco. Ella
se convierte en el grito eterno
de una noticia urgente, que deja de ser urgente
cuando
vuelven los aviones y bombardean una casa
¡con dos ventanas y una puerta!

La huella de la mariposa (Ázar al-faracha)


Beirut, Riad El-Rayyes, 2008

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lo que queda de vida

Si me dijeran: Esta tarde será tu última tarde,


¿qué vas a hacer el tiempo que te queda?
Miraré el reloj,
me beberé un zumo,
morderé una manzana
y me eternizaré mirando a una hormiga
que ha encontrado sustento...
Miraré de nuevo el reloj:
Me da tiempo a afeitarme
y a meterme en la bañera / Murmuraré:
«Para escribir, hay que estar presentable,
algo azul, por ejemplo...»
Me sentaré hasta mediodía, aún vivo:
las palabras carecen de color,
blanco, blanco, blanco...

Me haré la comida por última vez,


llenaré dos copas de vino,
no sea que venga alguien.
Echaré un sueño entre dos sueños
y me despertarán mis ronquidos...
Miraré de nuevo el reloj:
Me da tiempo a leer algo.

Leeré un poco de Dante y la mitad de una vieja casida,


y veré cómo la vida se va
con los demás, y no me preguntaré quién
va a llenar su vacío.
-¿Eso es?
-Eso es.
-¿Y luego?
-Me peinaré,
tiraré el poema, este poema,
a la papelera,
me pondré la camisa italiana más nueva
y me despediré de mí mismo

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con violines de España.
Luego,
me iré andando
al cementerio.

La huella de la mariposa (Ázar al-faracha)


Beirut, Riad El-Rayyes, 2008

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con su ausencia formé su imagen

Con su ausencia formé su imagen: en lo terrenal nace


lo celestial oculto. Aquí estoy, midiendo
con las muallaqas de los yahilíes la distancia... y la ausencia es
la medida, la medida. Para cada rima he levantado
una jaima. Para cada cosa expuesta al viento
una rima. La ausencia me enseña su lección: «De no haber sido
por el espejismo, no habrías resistido...» En el vacío,
extraje una letra de antiguos alfabetos
y me apoyé en la ausencia. ¿Quién soy después
de la visita? ¿Un pájaro o un transeúnte entre símbolos
y vendedores de recuerdos? Como un resto arqueológico,
como un espectro infiltrado de Jebús, me dije:
Vayamos a las siete colinas. Dejé
mi máscara sobre una piedra y eché a andar como caminan
los soñadores, guiado por mi sueño. Salté de una luna
a otra. Aquí hay inconsciente de sobra
para que los objetos se liberen de su historia. Hay
historia de sobra para que el inconsciente se libere
de su mirach. «Llévame a nuestros años
primeros» —me dijo mi primera novia—. «Deja
la ventana abierta para que el gorrión entre
en tu sueño...» Me despierto y no hay ciudad
en la ciudad. No hay «aquí» sino «allí». No hay
allí salvo aquí. De no haber sido por el espejismo
no habría ido a las siete colinas...
¡De no haber sido por el espejismo!

No te excuses (La ta’tadiru ‘an ma fa’alta)


Beirut, Riad El-Rayyes, 2004

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no ha venido

No ha venido, me digo, ni vendrá... Así que


recompongo la noche a tenor de mi decepción
y su ausencia:
apago las velas,
enciendo la luz,
me bebo su copa de vino, la rompo,
cambio los vibrantes violines
por melodías persas.
Me digo: No vendrá. Me quito la corbata
elegida para la ocasión (así estoy más a gusto)
y me pongo un pijama azul. Ando descalzo
si quiero. Me siento tranquilamente a la turca
en su butaca y la olvido
y olvido cuanto guarda relación con la ausencia /
Han vuelto a los cajones los objetos de nuestra fiesta,
abro cortinas y ventanas.
En mi cuerpo no hay más secreto ante la noche que
lo esperado y lo perdido...
Me río de mi tontería de purificar el aire por ella
(lo había perfumado con agua de rosas y azahar).
No vendrá... Coloco la orquídea
a la izquierda en venganza
por haberse olvidado de mí...
Tapo con un abrigo el espejo de la pared para no ver
reflejada su foto... pero me arrepiento /
Me digo: Olvídate de los préstamos
de la poesía clásica, ella no se merece
un poema, ni siquiera robado...
Y me olvido de ella. Ceno de pie,
leo algo sobre planetas lejanos
en un libro de texto,
y escribo, para olvidar el daño, un poema,
¡este poema!

Como la flor del almendro o allende (Ka-zahr al-lauz au abd)


Beirut, Riad El-Rayyes, 2005

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no espera a nadie

No espera a nadie,
ni siente que a la existencia le falte nada:
ante él, un río gris como su abrigo,
la luz del sol llenando de placidez su corazón,
y altos los árboles

Ni siente que al lugar le falte nada:


la silla de madera, su café, el vaso de agua,
gente desconocida, las cosas propias
de un café,
hasta los periódicos: las noticias de la víspera, y un mundo
que flota sobre los cadáveres, como de costumbre

Ni siente que necesite una esperanza que le acompañe:


que lo desconocido verdee en el desierto
o a cierto lobo le pierda una guitarra.
No espera nada, ni siquiera por sorpresa,
y nunca se repetiría... Conozco
el final desde el primer paso

-se dice-, no me he distanciado de un mundo,


ni aproximado a un mundo.

No espera a nadie... ni siente que a sus sensaciones


les falte nada: el otoño sigue siendo su fonda regia,
le seduce con una música que le devuelve la edad de oro de la Nahda...
y la poesía que rima con el firmamento y el horizonte.

No espera a nadie ante el río

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En la no espera empariento con el gorrión,
en la no espera soy un río –dice–
No soy duro conmigo mismo,
ni soy duro con nadie
porque me zafe de una pregunta embarazosa:
¿Qué quieres?
¿Qué quieres?

Como la flor del almendro o allende (Ka-zahr al-lauz au abd)


Beirut, Riad El-Rayyes, 2005

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hoy... en el exilio

Hoy, en el exilio... sí, en casa,


a los sesenta de una vida veloz,
te encienden las velas.

Alégrate, tampoco mucho,


porque una muerte estúpida está atrapada en pleno atasco
de camino hacia ti... y te ha dado una prórroga.

Una luna que curiosea entre los escombros


se ríe como un bobo,
mas no creas que viene a tu encuentro.
Ella, viejo es su oficio, igual que este nuevo
marzo... ha devuelto a los árboles los nombres de la nostalgia,
y se ha olvidado de ti.

Celebra pues con tus amigos que se rompa la copa.


A los sesenta ya no has de hallar ningún mañana
que cargar a hombros de los himnos... ni que cargue contigo.

Dile a la vida, como le cuadra a un poeta con experiencia:


Ve despacio, como las mujeres seguras de su magia
y sus encantos. Cada una tiene su secreta llamada:

¡Acércate! ¡Qué bello eres!

Ve despacio, oh vida, que yo te vea


con todos tus defectos. ¡Me he olvidado tanto de ti
en tu océano buscándome y buscándote! Y cada vez que descubría
uno de tus secretos, me decías, cruel: ¡Qué necio eres!

Dile a la ausencia: Me has menoscabado,


mas yo me he hecho presente... ¡para cumplirte!

Como la flor del almendro o allende (Ka-zahr al-lauz au abd)


Beirut, Riad El-Rayyes, 2005

N Ú M ERO 33 25

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pasaporte

No me han reconocido
en las sombras que difuminan
mi color en el pasaporte.
Mi desgarrón estaba expuesto
al turista amante de postales.
No me han reconocido…
Ah, no prives de sol
a la palma de mi mano,
pues el árbol me conoce…
Me conocen las canciones de la lluvia,
no dejes que empalidezca
como la luna.

Todos los pájaros que ha perseguido


la palma de mi mano
a la entrada del lejano aeropuerto,
todos los campos de trigo
todas las cárceles
todas las tumbas blancas
todas las fronteras
todos los pañuelos agitados
todos los ojos
estaban conmigo,
pero ellos los borraron
de mi pasaporte.

¿Despojado de nombre, de pertenencia,


en una tierra que ha crecido
con mis propias manos?
Hoy Job ha llenado el cielo con su grito:
¡No me volváis a tomar por ejemplo!

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Señores, señores profetas,
no preguntéis su nombre a los árboles,
no preguntéis por su madre a los valles:
en mi frente despunta la espada de la luz,
y de mi mano brota el agua del río.
Todos los corazones del hombre…
son mi nacionalidad:
¡retiradme
el pasaporte!

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a mi madre

Añoro el pan de mi madre,


el café de mi madre,
las caricias de mi madre…
Día tras día
en mí crece la infancia
y amo mi vida, pues
de morir
me avergonzarían las lágrimas
de mi madre.

Haz de mí, si vuelvo un día,


chal para tus pestañas,
cubre mis huesos con hierba
bautizada por tus puros talones,
átame
con un mechón de tus cabellos…
con una hebra del bordado de tu vestido…
Puede que me convierta en un dios,
que en un dios me convierta
si toco el fondo de tu corazón.

Ponme, si es que regreso,


como leña en la lumbre de tu fuego,
como cuerda de tender en la azotea de casa,
porque no puedo levantarme
sin tu oración de cada día.
He envejecido, devuélveme las estrellas de la infancia
para que comparta
con los pájaros más pequeños
la senda de regreso
al nido en que aguardas.

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rita y el fusil

Entre Rita y mis ojos... un fusil.


Quien a Rita conoce, se postra
y reza
al Dios de sus ojos de miel.

... Besé a Rita


cuando niña,
aún recuerdo cómo... se pegó
a mí: una trenza preciosa cubrió mi brazo.
Recuerdo a Rita
como el pájaro a la charca.
Rita, Rita...
Teníamos un millón de pájaros y de fotos,
y mil citas,
y contra todo abrió fuego... un fusil.

El nombre de Rita le sabía a fiesta a mi boca,


el cuerpo de Rita se desposaba en mi sangre.
En Rita me perdí... dos años,
durmió en mi regazo dos años,
nos prometimos ante el cáliz más bello,
ardimos en el vino de dos labios,
nacimos dos veces.
Rita, Rita...
Nada privaba a mis ojos
de los tuyos, si acaso nuestras cabezadas
o alguna nube de miel,
hasta que irrumpió... aquel fusil.

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Érase que se era,
oh silencio del atardecer,
una mañana en que mi luna partió
con los ojos de miel.
La ciudad
barrió a los rapsodas, y a Rita.
Entre Rita y mis ojos... un fusil.

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muhammad 1

Muhammad,
acurrucado en brazos de su padre, es un pájaro temeroso
del infierno del cielo: papá, protégeme,
que salgo volando, y mis alas son
demasiado pequeñas para el viento… y está oscuro.

Muhammad,
quiere volver a casa, no tiene
bicicleta, tampoco una camisa nueva.
Quiere irse a hacer los deberes
del cuaderno de conjugación y gramática: llévame
a casa, papá, que quiero preparar la lección
y cumplir años uno a uno…
en la playa, bajo la palmera…
Que no se aleje todo, que no se aleje…

Muhammad,
se enfrenta a un ejército, sin piedras ni
metralla, no escribe en el muro: “Mi libertad
no morirá” —aún no tiene libertad
que defender, ni un horizonte para la paloma
de Picasso. Nace eternamente el niño
con su nombre maldito.
¿Cuántas veces renacerá, criatura
sin país… sin tiempo para ser niño?
¿Dónde soñará si se queda dormido…
si la tierra es llaga… y templo?

1  De entre los poemas últimos de intervención de Mahmoud Darwish, cada veces menos
frecuentes, hay uno que su autor no ha recogido en libro. Se titula “Muhammad” y trata del niño
Muhammad ad-Durra, asesinado por las balas del ejército israelí el 30 de septiembre de 2000 en
Gaza, mientras su padre trataba de cobijarle. Las imágenes de televisión dieron la vuelta al mundo,
aunque en buena medida hoy se habrán olvidado. En su día, la traducción de este poema apareció
en la revista española Nación Árabe (nº 43, invierno de 2001), y posteriormente en 21 poemas
(Madrid, Residencia de Estudiantes, 2006), un cuaderno con algunos de los textos que Darwish
leyó en su visita a la institución madrileña. La edición original árabe es del 21/22 de octubre de
2000, en el diario al-Quds.

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Muhammad,
ve su muerte viniendo ineluctable, pero
se acuerda de una pantera que vio en la tele,

una gran pantera con una cría de gacela acorralada; mas al


oler de cerca la leche
no se abalanza,
como si la leche domara a la fiera de la estepa.
“Entonces —dice el chico— me voy a salvar”.
Y se echa a llorar: “Mi vida es un escondite
en la alacena de mi madre, me voy a salvar… yo daré fe”.

Muhammad,
ángel pobre a escasa distancia del
fusil de un cazador de sangre fría. Uno
a uno la cámara acecha los movimientos del niño,
que se funde con su imagen:
su rostro, como la mañana, está claro,
claro su corazón como una manzana,
claros sus diez dedos como cirios,
claro el rocío en sus pantalones.
Su cazador debería habérselo pensado
dos veces: le voy a dejar hasta que sepa deletrear
esa Palestina suya sin equivocarse…
me lo guardo en prenda
y ya le mataré mañana, ¡cuando se revuelva!
Muhammad,
un jesusito duerme y sueña en
el corazón de un icono
fabricado de cobre,
de madera de olivo,
y del espíritu de un pueblo renovado.

Muhammad,
hay más sangre de la que precisan los noticiarios
y a ellos les gusta: súbete ya
al séptimo cielo,
Muhammad.
TRADUCCIONES DE LUZ GÓMEZ GARCÍA

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NAT HA L I E HA N DA L

mientras espero la muerte

Cuando muera
un mapa del mundo
colgará sobre mi cama,
la pequeña biblioteca de Mijas
donde leí a Lorca
por vez primera
se transformará en un café,
los olivos
sin los que no puedo vivir
habrán florecido,
veré la muerte desde lejos
esperándome
mas no me moveré—
moriré en un tren
y el paisaje será
de árboles blancos, suspendidos
sobre nubes grises,
moriré en el cielo
donde los pájaros
portarán un arroyo de luz
en sus alas,
moriré en un coche
donde las ventanas
serán un manto de nieve,

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moriré en movimiento.
Mientras espero,
mi amante me dirá eres bella.
Y querrá decir, extraño el mar.

Yo diré,
no sé qué nombre darle a la vida,
pero sé que debemos jugar
para que todo no sea muerte.

Él preguntará,
¿por qué hacemos crecer la quietud—
es un ruido del que estamos cerca,
donde las piedras moscas árboles pájaros
el eco y la tierra y lo que ellos ocultan
insisten en la música?

Un canto nos rozará.

Yo lo miraré, él también espera—


pero no sé exactamente qué.

Luego pensaré, la soledad sabe


que es sólo un lugar en el vacío
y la muerte, que no debe contar
mientras espera.

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el libro de toledo

Una noche, en la costa,


la brisa se detuvo contra su voluntad
por la mañana el mar se tornó agua negra
(Palabras inscritas en un banco
de madera en el Río Tajo)

El fuego antiguo
requiere cualquier excusa para comenzar
a encender los barcos
(Palabras de un marinero, testigo
de la guerra entre el mar y un dictador)
No te das cuenta de que yo soy el océano—
cada vez que me disparas
tu bala se transforma en una pequeña isla
donde yo me tiendo
(Palabras de una víctima,
dedicadas a su enemigo)

Un soldado le pregunta a otro,


¿cómo puedes dormir,
si has matado a tantos hombres?
Porque cuando cierro los ojos
mis sueños se desvanecen
(Conversación sobre el Puente de Alcántara
entre dos desertores de una guerra religiosa)

Cuando el viento se hospede en tu casa


asegúrate de que las ventanas estén abiertas
para que no se lleve a todos
(Esto fue lo que un exiliado le dijo a otro
en la Sinagoga del Tránsito)

Entre las horcas,


mi reflejo —sólo lo podía ver
si estaba muy lejos—
cuando abandonamos el hogar

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nunca dejamos de buscar
imágenes de la tierra en nuestros rostros
(Palabras escritas en el muro
de la Mezquita del Cristo de la Luz)

¿Es ésa la bufanda de mi madre


o un gorrión que pasó volando?
(Palabras del hijo de un pacificador, de ocho años,
pocos segundos antes de volverse ciego y mudo)

Cuando un poeta enloquece


regresa a sus palabras
cuando las palabras no soportan
su significado
van a la plegaria
cuando la plegaria
no vislumbra la montaña negra
se vuelve hacia Dios
(Palabras de un hombre
sin patria)

Nos dieron mantas


un cielo de mil caras
un mar para nadar
y en vez de apartarnos,
nos perdimos en ellos
(Palabras de un inmigrante
cuya vida fue demasiado breve)

¿Cuándo regresarás a La Mancha?


(Esta es la oración diaria de mi padre)

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tanger bleu

Él le dio un bakhshish
y se marchó–
era tan pronto para confundirse.
Él recogió extraños indicios
en la Medina,
ella recogió risa;
él quería más de la infancia,
ella quería más del mar;
necesitaban más que sus cuerpos
para confrontarse–
una llama en una hoja
una brisa fresa
un fez volando.

Ella sabía que un viaje


era como una caminata en el océano,
como un profeta que oculta la gloria,
pero estaba en Tánger
y era importante permanecer perdido,
y así la ciudad lo llevó
de un muro en blanco a otro
para que pidiera más.

Aún venía todos los días


al Café Central,
aún esperaba que ella dijera Monsieur,
aún requería la confusión de imágenes,
las vías mal adoquinadas.
Le gustaba que hubiese
horas de espera
a orillas del mar,
que hubiese un sol,
un estruendo
en el suelo;
que el aire hubiese roto
la ventana,

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rotos los pequeños zumbidos
y esa versión
de sus corazones.

Él no sabía
cómo imaginarlo–
sabía que no
le debía nada a la muerte,
aunque sí al amor;
sabía que aquí
la magia acepta algo
extraño,
pero no sabía
dónde estaba el espíritu;
sabía que aquí
obtienes lo que quieres
aún si no sabes
cuál es tu querer.

Él miraba
la djellaba junto a la silla,
el kif sobre la mesita de madera,
el libro de Mohamed Choukri–
¿qué música grabamos
cuando grabamos?
(¿Qué diría ella?)
como el tambor el tambor el tambor,
las ruinas y los acantilados,
como la primera vez que escuchó
Allah Akhbar
y durmió en el desierto–
no hay retorno
de la soledad.

Luego él volvió.
C’est chaud, dijo ella,
colocando un pequeño vaso azul
frente a él
y susurró:

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aquí, la nostalgia es sólo otra cosa más que hacer;
también están las caminatas en el lodo,
beber té,
y leer a Tennessee Williams–
dime,
cuánta
compasión se requiere
antes de que la libertad
convierta el ruido en un álbum.

Él la miró–
¿no sabía
que el mar tenía páginas faltantes,
que habíamos renunciado a la memoria
y al cielo
para entregar la fe a un salvador.
Dicen que un hombre que mira
el mar
sabe
algo sobre su propia alma,
aunque no se sabe si la sal
pesa sobre la lengua,
si los héroes usan máscaras
y, cuando un hombre por fin
entiende el dolor–
lo que significa que finalmente
ha entendido la historia–
es cuando
él sabe cómo se pudre un rostro.
Quel bled, finalmente respondió.

Ellos se miraron
mientras los pájaros cerraban sus alas,
como un deseo
cediendo ante algo
que sentían
y que nunca podrían describir.

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Sí, las ciudades no se aquietan
y tampoco los imperios:
siguen creciendo diferentes,
la televisión siempre encendida,
las banderas izadas–
¿quién ama más a un país?
Trataron de jugar a la qsbah,
de recordar el día
en que prometieron
nunca lastimarse,
pero eso fue cuando
aún tenían colmillos afilados.

Ahora se desgarran
y miran la fotografía de
una ciudad y un hombre que espera
a la misma mujer.

Lo que pasa con las plumas


Guardamos sólo las llaves,
cartas, y fotos–
todo lo demás quedó atrás
cuando abandonamos la casa.
Eso ocurre cuando
una nación cambia súbitamente,
cuando aquéllos que conocemos
se transforman en
una verja de plumas–
y lo que ocurre con las plumas es que
ellas saben lo que dejamos atrás.
Por años vigilo
la casa de mi vecino
desde ventanas ajenas–
diferentes países,
distintas casas,
unas de ladrillo, otras de piedra.
Hay quien no imagina siquiera
lo que significa un hogar
cuando una melodía inconclusa

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atrapa el techo.
Yo finjo
no haber visto jamás
flotar un cuerpo en medio del aire
o las manos de un padre
plantadas en el suelo–
al fin y al cabo
lo que nunca admitimos
nunca sucedió.
Pero no pude
cambiar ese día en Murcia,
cuando el agua trajo la luz
a la puerta:
tengo siete años
es la víspera de nuestra partida,
el día en que mi padre
me da un cuaderno,
y yo le digo,
aquí guardaré mi país.

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une fois paris

A ti, Mahmoud, 1941-2008


Me recibes en la puerta.
Un verre de vin rouge–Château Margaux.
Busco las sombras
que pudieron habernos seguido,
busco el muro a nuestras espaldas, al frente.
Nos sentamos. Entre nosotros, Aranjuez.
Es medianoche o es tarde.
Es mañana o es día.

El silencio ha desgarrado nuestras voces.


Hace frío en París. La oscuridad comienza pronto.
Place des États-Unis.
Los árboles pierden sus hojas, un pájaro cuyas alas
crecen en tus manos.
Un deseo. El eco de un disparo.
Un río. La bala que hirió
a Cervantes, dices.
Lo recuerdo, respondo.
Dejamos su libro en el sueño de antaño.
¿Podríamos regresar,
o la prisión ha venido con nosotros?

¿Quiénes somos si la tierra está atrapada


en una pintura sin firma?
¿Dónde están tus ojos?
Pasión. Palma. Aliento.
Solo París nos permite
creer en nuestras metáforas.

Envidiamos a aquellos
que pasan ante nosotros tan fácilmente.
Ellos duermen en sus camas
mientras nosotros buscamos las nuestras.
El hogar está más lejos que nosotros–
flores de naranjo, aceitunas y café.
Caigo para atraparte,

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me ayudas en mi caída,
un cigarrillo a la vez.
Dices, ellos siempre nos encuentran,
un pueblo a la vez.
Ellos dicen esta es ahora nuestra casa
pero hay una habitación disponible
aunque no la merezcas.
Dices, escucha a Beethoven.
Y yo sigo tus ojos
para entender tus sombras en la multitud,
una patria, una madre ausente.
¿Olvidaron que podemos amar?

Escuchamos el Ave María.


Me das un poema
sobre una joven que amaste.
Las ventanas se llenan de noche,
de herida, herida henchida de eco,
eco henchido de lamento.
Me acerco a ti.
Añoro dormir en el lugar
que duerme profundo en tu alma,
desearía sostener la mano de tu madre,
la mano de mi padre.
Desearía ver Carmel desde tus ojos.
La joven que besaste.
Seis, sesenta inviernos, veranos.
Gotas de lluvia apilándose en nuestras oraciones,
en los pasos que nos prohíben.

Hoy vendrán los pájaros, me dices.


La tierra es más pequeña que la tierra,
pequeña más pequeña que nuestros movimientos.

Digo tu nombre y respondes.


Muerte, has vencido a la muerte.
La libertad que te tomó te lleva,
y yo encuentro los colores de nuestro mapa desteñido.
No te despides, nunca cruzas, solo cruzas.

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Salimos al encuentro de la muerte, para que la muerte no nos encuentre.
Cerramos las puertas, recordamos las arboledas,
los versos que escribiremos, la carta que jamás enviaremos.
Inshallah, dices, a bientôt.
Inshallah, digo, sí, la tierra habla árabe.

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en busca de la medianoche

Él besó mis labios a medianoche


Lo dejé
Él me quitó la blusa
Lo dejé
Él me quitó el sostén
y tocó mis pechos
Lo dejé
Él me quitó los pantalones
Lo dejé
Me quitó la ropa interior
y me miró, de pie
en este cuarto extraño, oscuro
blanco y negro
Lo dejé
Una pequeña luz se desvaneció
por la ventana
vi brevemente
la ciudad en la que vivimos,
pero no conocemos.

Luego él pronuncia
mi nombre mal
y lo detengo
Le pregunto si alguna vez
ha sido exiliado o encarcelado
si alguna vez ha enviado
cartas a una mujer que amó
pero que jamás
volverá a ver,
si piensa que se puede regresar
a un amante
aun si el amor no fuera ya posible
por segunda vez,
le pregunto si acaso
ha robado en una tienda
o le ha quitado el pan a un campesino,

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o si acaso ha cruzado
mares, costas y montañas
y todavía
no ha llegado

Él responde:
en mi país, no pronuncié
mi nombre correctamente
y fui torturado,
en las líneas enemigas no pronuncié
mi nombre correctamente
y fui exiliado,
al llegar, no pronuncié
mi nombre correctamente
y me dieron nuevos documentos.
Ya ves. Un corazón en busca de la medianoche
es solo un corazón, todo lo demás da igual,
salvo lo que el otro espera.

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horas azules

En la hora azul,
llora la negrita, me escondo
no para engañar a la oscuridad
o a mí misma.

La negrita no está lejos


de donde estoy
sus cejas
su única mano.
Ahora también soy visible, detrás del árbol
tras la noche, tras el llanto
y lo único que quiero saber
es su nombre
y preguntarle:
¿alguna vez has escuchado
tu corazón desvestirse,
has visto un perro perdido a medianoche,
dándote cuenta de que él entiende esta hora
mejor de lo que entenderemos cualquier hora?
¿te has visto a ti misma en cada mujer
con tus ojos o en mujeres con ojos
más difíciles que los tuyos?
¿realmente has escuchado el eco de tu voz
en tus pezones?

Ella me ofrece té,


pero terminamos bebiendo café,
intentando sin miedo alcanzar el fondo
de la taza.

Ahora, mis dientes están manchados, mi inglés


me falla, mi árabe se disipa
mi español empieza a tener sentido.
Ahora estamos en una finca–
tal vez estemos seguras,
tal vez no deseemos nada más,

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pero no puedo dejar de arrodillarme en oración
cinco veces al día,
mi país viene a mí, me dice:

Compatriota–siempre te encontraré
sin importar el idioma que hables.

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ahmad

Cuando llegues te preguntaré,


¿Qué espera detrás de tu puerta?
llegará lejos en mis ojos.
¿Qué divide los latidos de tu corazón?
Tomarás mis manos.

Cuando llegues,
la sombra de tus ojos
se inclinará ante el alba,
orará siete veces,
siete veces la oración volverá
en pequeños ecos.

Cuando llegues
contaremos las cometas
en vuelo sobre el campo,
pondrás tu rostro sobre mis manos,
me mirarás, como si estuvia lejos por mucho tempo.

Cuando llegues
un torrente recorrerá nuestros temblores,
Dios vendrá siete veces,
y siete veces
no veremos su rostro.

Ardes en mis pensamientos


como nada que haya conocido.
¿Cuándo vendrás?
Je suis déjà venu.
¿De veras?
Bien sûr.
Tócame.
Mais je te touche.
Bésame.
Regarde tes lèvres, elles son miennes.
Escúchame.

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Habibi.
Pronuncio tu nombre muy bajo,
Ahmad Ahmad
para perturbar la soledad.

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corriendo

Digamos que
tomaste sal marina
y la colocaste en mis labios

Digamos que
hacia el mediodía me dijiste
que tus célebres canciones no las escribiste tú

Digamos que
tu corazón sangra en mis manos
y pronuncias el nombre de otra
mientras estás adentro

Digamos que me muestras tus ojos peligrosos


tu dura sonrisa
tu otro lado, ancho y excesivo

Digamos que me traes el aroma de la lujuria


y dejas que el sol caiga entre nuestras piernas
eso sería suficiente
o causa no es más extraño el amor.

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javier

Javier me dió una rosa. Al día siguiente Juanita tenía la misma rosa. El
día después, la rosa estaba sobre el escritorio del teniente. Al atardecer
la rosa estaba sobre la mesa de noche de Mathilda. Cuando volví a mi
habitación la rosa ya no estaba. Vi a Javier. No dije nada. Pero por la
forma en que él me miró, supe que algo habríamos de extrañar.

Abrí las ventanas al Zócalo y le pedí a Javier que se quedara detrás de


mí, como en una película que odiábamos pero siguimos viendo porque
necesitábamos las escenas de amor, las voces cuando nos tocábamos,
oír discusiones ajenas para no escuchar las nuestras. Le pregunté: ¿Tu-
viste una infancia solitaria? ¿Mataste un caballo? ¿Desposaste una som-
bra? Le pregunté: ¿Puedo chupar tu pezón o deberías chupar los míos?
Él dijo, mujer –porque nunca me llamaba por mi nombre– vuélvete;
sólo uno de nosotros podrán contener las páginas del silencio.

Amor, ¿dónde está la ventana? ¿Y por qué tus labios están hinchados,
y tatuado el reverso de tus rodillas? Déjame ocuparme de desabro-
charte los pantalones, déjame preocuparme por dónde habrás de dor-
mir, tú en el sofá, yo en tus sueños; tú en mis sueños, yo en el sofá.
Verás: hablamos mejor cuando uno estuvo donde antes estuvo el otro.
Amor, verás, ya que elegimos rezar al Dios equivocado, aquí estamos
en la Avenida Juárez, deslumbrados ante una foto de la Magdalena y
aún rogando que podamos dejar de lamer el deseo, uno del otro.

Fue un día en que las cucarachas y la cerveza competían por su espa-


cio con los fantasmas de la habitación. El día en que Javier y yo des-
cansábamos, un papel sin firma entre los dos, cuando “La Malagueña”
sonaba pero no podíamos tararearla. Habíamos perdido el oído para
la voz, el canto, la melodía. Nos habíamos vuelto indiferentes ante los
íconos en nuestros libros, los discursos de los presidentes y los amantes.

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Necesitábamos regresar a la noche en que él me invitó a salir y dijo: Ca-
ballero, dos palomas y un vino rojo—Jubileo de Guadalupe, Baja, Méxi-
co—por favor. Cuándo el me despojó de mi cercanía, olfateó mi cuerpo
como si pidiera clemencia, y fuimos juntos a algún lugar, intactos.

Desabrochó mi corsé, pidió dos besos; ambas cosas quería de mí –lo


que muestro y lo que escondo. Quizá no lo entendí así que me acer-
qué, sus labios plenos. Quería ver algo más pero no lo pedí. Entonces
otra mujer entró en la habitación. Él abrió sus labios y su blusa, cerró
sus ojos y mi camisa. Allí estábamos los tres, al descubierto– sin saber
si su llegada suponía nuestra partida, o si la ida era no saber cuándo
estábamos vestidos o desnudos.

Javier compró un tamarindo y yo una manzana. Nos culpamos mu-


tuamente, y contamos los limones para el tequila. Era un ritual, o una
oración que rezábamos en vez de cantar “Ave María”. Dios está con
nosotros, excepto cuando estamos sobrios. Verás: descubrimos, Javier
y yo, que ya que es difícil deshacerse del hambre ¿por qué no aprender
a recitar versos cuando todo alrededor está despejado: una habitación
desnuda, un colchón, una ventana, dos tequilas? Entendimos.

Dormimos descubiertos. Era mediodía. Era un año distinto. Pensa-


mos en nuestros años de casados. En el niño que tuvimos en agosto.
Él comía melocotones y fingía que nada cambiaría. Entonces nos mi-
ramos y habían pasado varios años. Desde una ventana ajena, oímos
la música que solíamos escuchar. Consideramos si debíamos conser-
var nuestra única silla, ya que éramos dos y había una sola silla. Mi-
ramos la vida, hora tras hora cual si creciera. Entonces me volví, puse
mi mano sobre el corazón de Javier –y de pronto un grito. Habíamos
esperado demasiado para comenzar.

T R A D U C C I Ó N D E B E V E R LY P É R E Z R E G O

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N A J WA N D A R W I S H

documento de identidad

Por más que, como dicen en broma mis amigos, los kurdos son famosos
por severos,
yo fui más delicado que una brisa veraniega, al abrazar a mis
hermanos en los cuatro confines de la tierra.
Y fui el armenio que no creyó en las lágrimas debajo de los párpados
de la nieve de la historia
que cubre tanto a los asesinados como a los asesinos.
¿Es tan grave, después de todo lo ocurrido, que arroje mi poesía al lodo?
En todos estos casos, fui un sirio de Belén que entonó las palabras de su
hermano
armenio, y fui un turco de Konya que atravesó la puerta de Damasco.
Hace poco, al llegar a Bayadir Wadi al-Sir, me recibió la brisa, la única
que sabe qué
significa ser de las montañas del Cáucaso, tener por compañía única
tu dignidad y los huesos de tus antepasados. Y tan pronto pisó mi
corazón tierra argelina, no dudé ni un segundo de que estaba en
Amazigh.
Y, fuera donde fuera, me creían iraquí, y no se equivocaban. Y algunas
veces creo ser
egipcio, que vive y muere una y otra vez a la orilla del Nilo con mis
ancestros africanos.
Y antes de todo eso fui arameo. Por eso no me extraña que mis tíos
hayan sido
bizantinos, ni que yo fuera un hijo de Hejaz mimado por Omar y por
Sofronio cuando se abrió Jerusalén.
No existe lugar que haya resistido a quienes lo invadieron si yo no me
contaba entre

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su pueblo, no hay hombre libre con quien no me liguen lazos de
parentesco, y no hay un solo árbol ni una nube con los que no esté
en deuda.
Y mi odio a los sionistas no impedirá que diga que también fui un judío
al que
expulsaron de Andalucía, y que hasta el día de hoy le hallo sentido a
la luz de ese ocaso.
Tengo en mi casa una ventana que da a Grecia, un ícono que apunta a
Rusia,
un dulce aroma que llega todo el tiempo de Hejaz,
y un espejo: no bien me paro frente a él me veo sumergido en primavera
en los
jardines de Shiraz, de Isfaján, de Bujará.

Y por menos de esto, uno no es árabe.


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jerusalén

Cuando me voy de ti me petrifico


y al regresar me petrifico

Te bautizo Medusa
Te bautizo la hermana mayor de Sodoma y Gomorra,
a ti, la pila bautismal que incendió Roma

En las colinas, los asesinados canturrean sus poemas,


y los rebeldes les hacen reproches a los que cuentan sus historias
mientras yo dejo el mar y vuelvo
a ti, vuelvo a este riacho que desemboca en tu desesperanza

Oigo a los que recitan el Corán, oigo a los que amortajan los cadáves,
oigo el polvo de quienes se conduelen
Aún no cumplí los treinta, pero me has sepultado, una y otra vez,
y siempre, por ti,
emerjo de la tierra
De modo que quienes te cantan loas, que se vayan al infierno,
los que venden recuerdos de tus penas,
todos los que ahora están aquí conmigo, posando para la foto.

Te bautizo Medusa
Te bautizo la hermana mayor de Sodoma y Gomorra,
a ti, la pila bautismal que sigue ardiendo

Cuando me voy de ti me petrifico


y al regresar me petrifico.

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dormir en gaza

Fados, voy a dormir como duerme la gente durante el bombardeo


y el aire se desgarra
como en carne viva
Voy a soñar, entonces, con traiciones,
como sueña la gente cuando duerme durante el bombardeo

Me voy a despertar al mediodía para ver en el radio, como hace la


gente:
¿Ya pararon las bombas?
¿Y cuántos muertos hubo?

Y sin embargo, mi tragedia, Fados,


es que la gente se divide
en dos categorías:
los que arrojan sus tormentos y pecados en la vía pública para poder
dormir
y aquellos que acumulan sus tormentos y pecados y con ellos fabrican
una cruz con la que cargan por las calles de Babel, de Gaza y de Beirut
y claman:

¿Aún hay más?


¿Aún hay más?1

Hace dos años, me encontraba en Dahieh, al sur de Beirut, arrastrando


una cruz tan grande como los edificios en ruina
¿Pero hoy, quién levantará una cruz de una espalda agotada en
Jerusalén?

1  El día que digamos a la gehena: “¿Estás ya llena?”, ella dirá: “¿Aún hay más?”. Corán, 50:30.

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La tierra son tres clavos
y la piedad es un martillo
Golpea, Señor
Golpea con tus aviones

¿Aún hay más?

Diciembre de 2009
 
 

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nuestras plumas

Jaulas de pollos…
Nadie sabe cómo han llegado a convertirse en un hotel
ni cómo llegué yo a estar ahí, luchando con las jaulas
en búsqueda de aquellos a quien el aeropuerto había tragado con su
enorme garganta,
o tal vez me haya tragado a mí
para que así luchara con las jaulas de pollos
disfrazadas de techos, camas y habitaciones.

Jaulas abandonadas…
En algunas hallamos plumas de hombres
y jirones de ropa.

Jaulas de pollos…
Nadie sabe cómo han llegado a convertirse en campos de trabajos
forzados y trenes implacables.
Nadie sabe cómo han llegado a ser asentamientos.

No encontramos ningún rastro de pollos, tan sólo nuestras propias


plumas.

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como estos árboles

Los árboles se empeñan en mecerse sin caer,


puesto que aquí a los árboles caídos no los recibe nada
ni nadie, ni la propia tierra;
y sin embargo, aunque no puedan soportar cómo se van pudriendo
sus raíces
y porque han elegido echar sus brotes en el viento
deben pagar el precio, y caer para siempre.

Así que cuando tú te tambaleas en la acera,


te ruego que no caigas
puesto que también tú caerás para siempre.

Anda, imagínate unos árboles que se mecen contigo


y un aire que recibe tu caída,
tú que has vivido como estos árboles, sin tierra, sin raíces.

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un poquito de jazz

Estimado cónsul negro de una civilización blanca como una mortaja


estimado cónsul negro de una civilización de carbón
¿habrá un tercer color con el que pueda hablar?
¿O tendré que rogarle cual sirvienta sumisa para que nos permita que
viajemos?
¿Qué tenemos que hacer para que a usted le gusten las caras que Dios
nos repartió?
¿Tendremos que bailar toda la noche frente a las embajadas
y encender un fuego zulú
o debemos dormir con sus ancianas mujeres, a fin de demostrarles
nuestras buenas intenciones?
¿Deberemos firmar nuestra cesión de la inocencia histórica,
enjuagar la memoria con un desinfectante,
quemar con gasolina los libros de Edward Said y a nuestras madres
anticuadas
mientras rompemos a reír
o tocar un poquito de jazz para su esposa?

Estimado cónsul
nuestros rostros se han derretido mientras nosotros nos paseamos
una y otra vez
ante sus ojos perspicaces y sus secretarias más entrenadas
que los perros policía

Aquellos mismos rostros cuyos rasgos han borrado con sus


tendencias experimentales
habrán de perseguirlos en sus pesadillas siete generaciones como
mínimo
estimado cónsul
este poema lo perseguirá en particular.

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declaración ante la historia

A pesar de lo fútil de la empresa, esos ancianos abogados dejan la vida


defendiendo nuestro caso, que es un caso perdido.
A pesar de que en los tribunales sus palabras sean incomprendidas,
palabras que no alegran a las damas ni complacen a los cónsules,

a pesar de su ausencia prolongada de la realidad, que se obstina en


darles la espalda a sus sueños,
a pesar de nuestra insatisfacción permanente, de nuestra fatiga de sus
breves y esporádicos discursos que parecen los jadeos de un mar que
se ahoga en tierra seca…
A pesar de todo esto,
yo tengo que decir unas palabras, envenenadas de esperanza, aquí
en el tribunal de los desesperados (que ahora arquean las cejas,
sorprendidos):
los ancianos se han lavado las manos de la realidad
(la realidad de que, según parece, a nuestro caso –nuestra “cuestión”–
no le quedan esperanzas).
En lo que hace a la historia, la desesperanza es su espacio vital, como
lo descubrieron los ancianos.

Y sin embargo están haciendo su declaración ante ella…

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jornalero

En la mañana iré hasta la glorieta, me sentaré entre ustedes a esperar


¿acaso he sido algo más que un jornalero toda mi vida?
Yo también soy egipcio,
y levanto los ojos de esta fosa, y veo cómo mi abuela Cleopatra le
regala África a su amante Marco Antonio,
devuelvo luego mi mirada al barro,
yo también soy egipcio,
y pensé un largo rato sobre la construcción de las pirámides
antes de ir a la glorieta y sentarme entre ustedes,
me queda menos aire que al cigarro que arde entre los dedos de
ustedes,
pero sigo esperando,
mi corazón está más apagado que el sol del mediodía,
pero sigo esperando,
y sorberé esperanza de las ubres de esa oveja negra que ustedes llaman
desesperanza
sé esperar
yo también soy egipcio.

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despegue

Despegas de la tierra,
pero no puedes evitar caer de nuevo
y vas a aterrizar
de pie o de cabeza, vas a aterrizar
incluso si el avión explota
tus pedazos, tus átomos,
de todos modos aterrizarán.
Estás clavado a ella:
la tierra, tu pequeña cruz.

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no sirve para nada

No sirve para nada escapar y encerrarnos.


E irnos a vivir a un edificio en el que nadie no conozca
tampoco sirve para nada:
incluso si uno salta a un precipicio
y se hunde en el vacío
la historia
se aferrará a su nombre.

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sulamita

Ya me habría gustado esperar acostado a Sulamita


Con los lirios del valle y los narcisos de los montes
y todas esas flores cuyos nombres desconozco…

sin preocuparme por las reprimendas de


los hijos de mi madre o por las acusaciones de las hijas de Sión.
Pero de las Sagradas Escrituras salieron los aviones
a fracturar una familia que estaba en la playa…

¿Dónde estás, acostado al mediodía? ¿En qué


asentamiento duermes, asesino de Sulamita?

T R A D U C C I Ó N I N D I R E C TA D E L I N G L É S

DE EZEQUIEL ZAIDENWERG

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NAOMI SHIHAB NYE

crepúsculo

dónde se encuentra el nombre al que no respondieron


se fue para vivir por cuenta propia
debajo de los pinos que separan las casas
sin amigos ni cama
sin padre que le cuente historias
qué duro fue el sendero por el que transitó
y todos esos años que no fue de ninguna
de nuestras luchas que vagaba tras
la hoja del calendario escurridizo
como un residuo cuando dijo alguien
cómo has estado fue
curiosamente el nombre quien trató
de contestar.

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¿dónde estamos?

Me podría ir ahora a cualquier lado


(tú no estás al final de ningún viaje)

Esta tarde parece abierta al diálogo


(el último estirón del día)

¿Para quién estaremos al pendiente?

Ni escaleras ni mapas ni rodeos


sino, más bien, una necesidad de llegar escalando

Y he aquí los elementos que reconocimos


y no hacen nada útil: las ventanas,
los árboles sin hojas, las mesas y los cables de teléfono.

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en el ferry de block island

Afables ciudadanos inundaron por la rampa,


residentes ansiosos de volver a su hogar
tras una gran tormenta que los había mantenido lejos
del lugar que adoraban,
noches aullantes y más días de olas
hasta que el ferry pudo andar de nuevo.
Y qué bendito ferry,
un ferry grande y blanco, de dos pisos,
al que le echaban porras de ambos lados,
los que también estaban varados en la isla,
que casi todo el tiempo habían pensado,
aceptémoslo ya, solo en nosotros.
En chorros de familias
y parejas llegaron,
sucios, agradecidos, rubicundos,
en sombreros y abrigos invernales
los papás le decían a sus hijas:
¿Qué tienes que llevar para la escuela?
¿Pasamos por la casa?,
llevaban abarrotes,
cañas de pesca, ropa de vestir,
algunos asistieron a una boda
y no se imaginaron las noches triplicadas
que pasarían lejos de su hogar.
Chistes sobre calzones, ¡que yo ya no tenía!,
de gente que arrastraba hieleras y maletas
con ruedas desgastadas, residentes listísimos
para sus tazas de café y almohadas,
sus sofás y sus libros.
Estos perros también habían viajado, y ahora
se paseaban por la isla
oliendo bruscamente a personas y postes,
esa manera alegre en la que un perro dice Casa.
Del interior de aquella descarga de alegría
salió mi padre de una forma extraña, una súbita furia
de extrañarlo, y tan intensa fue que me agarró

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por la garganta.
Él, que negó su tierra tan querida
y que fuera acosado por el exilio más que por las olas,
sabía la tristeza de esperar,
por temporadas y años y trabajos,
la brillante sirena que anunciase la llegada de un ferry
y una rampa tirada.
¿Quién lo hubiera pensado?
¡Una sencilla rampa! ¡Personas que la cruzan!
Lloré en el ferry de Block Island por
mi padre y Palestina, por Irak, por millones
doliéndose de su último destino,
apenas respetados en su pena,
y de sus muertes antes de que llegara el ferry,
mientras la gente alrededor gritaba
¡Bienvenidos!
¡Ya era hora!
¿Qué tanto hicieron todos estos días?

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pepinillos

El dolor es una emboscada. Un día caminas solo y te sientes bien;


bajas la mirada, ves una hoja y empiezas a llorar.

JACK RIDL

Delgados especímenes
del tamaño de un simple pepinillo.
Tu entusiasmo
ilumina el corredor.

Felices con tan sólo una ensalada


y una taza de té de hojas de menta.
Durante años vivimos de esa forma,
días menores que se metían uno dentro de otro.
Pero cuánta inquietud había debajo,
en el hueso de la ciruela. Nada funcionaba
en el país natal, nada rendía frutos
o cambiaba. La gente deprimida seguía deprimida.
Jamás habrías usado bastón aunque lo hubieras
tenido durante años.
“Me veré como un viejo.”
“Uno se ve más viejo si está muerto.”
Mentira. En tu cama final
te volviste un muchacho acicalado,
la piel tersa después de aquella última y terrible hora.

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Quisiéramos recuerdos
que fuesen tan compactos como pilas de pepinillos
con sus manchas verdes.
Pero no son así. Son pasillos oscuros,
extraños dolores voluptuosos. Los años en que haríamos cualquier
cosa por repetirlos.

Aquí hay una hoja en forma de una “A” y


ya no puedo seguir.

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sobrevivir

Para Mahmoud Darwish (1941-2008)

Mahmoud, tan libre en tu elegante traje,


atravesabas campos pedregosos, te agachabas para poder peinar
pétalos de una flor sin arrancarla.
Tú cerraste los ojos, sin embargo, tomándote
las manos y llevando las flores a la página.
A aquellos que jamás caminarían por el campo ni habrían de inclinarse,
les llevabas lamentos de una cabra perdida
y hasta una persona sin tropezar siquiera.
Rayos de lágrimas trazando mapas en las mejillas suaves,
lentes grandes y lúgubres,
el inquieto remate de los hombros delgados.
Te mantuviste un poco al margen, la mano puesta sobre el corazón,
levantaste una copa, brindaste por el viento
errante y su tristeza. Ahí vivimos,
hermano, en tus poemas, con nuestros padres
y madres afligidos, nuestros puños de salvia.
Sin importar qué muros o celdas se erigieran,
tu brillo se escapó a través de la jaula,
se coló por debajo de la puerta, inundó
cada lengua, aunque fueras de la árabe,
te hiciste nuestra patria conflictiva
y te moviste alrededor del mundo
como su gobernante, su maestro y profeta,
con infinitos obreros polvorientos que hacían una pausa con las palas
para ver fijamente, más allá de las ruinas,
aquello en lo que habrán de creer por siempre.

V E R S I Ó N D I R E C TA D E L I N G L É S

D E H E R N Á N B R A V O VA R E L A

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TA HA M U HA M M A D A L I

abd el-hadi combate a una superpotencia

En su vida
no escribió ni leyó.
En su vida
no cortó un solo árbol,
no degolló
a ningún ternero.
En su vida no habló mal
del New York Times,
y no le levantó
la voz a nadie,
salvo para decir
“Por favor, entren,
no se pueden negar,
por el amor de Dios”.

De todos modos,
es un caso perdido,
su situación
desesperada.
Los derechos que Dios le confirió
son un grano de sal tirado al mar.
tossed into the sea.
Damas y caballeros del jurado:
no sabe nada mi cliente
sobre sus enemigos.

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Y puedo asegurarles,
si se topara a la tripulación
del portaaviones Enterprise,
les serviría huevos
estrellados,
y labneh
recién hecho.

vii 1973

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advertencia

Amantes de la caza y principiantes


que persiguen su presa:
No le apunten sus rifles
a mi felicidad,
que no amerita el gasto
de la bala
(sería un desperdicio).
Eso que les parece
tan ágil y elegante
como un ciervo
y que escapa
en todas direcciones,
igual que una perdiz,
no es la felicidad.
Créanme
que mi felicidad no tiene relación
con la felicidad.

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engañar a los asesinos

Qasim, ahora me pregunto


dónde estarás…
No me olvidé de ti
después tantos años,
tan largos como es largo
el paredón del cementerio.
Yo siempre le pregunto
al pasto de los campos
sobre ti, y a las calles de tierra.

¿Estarás vivo,
con tu aplomo,
tu bastón, tus recuerdos?
¿Te habrás casado?
¿Tendrás tu propia casa,
tendrás hijos?
¿Habrás llegado hasta la Meca?
¿O te habrán dado muerte
a los pies del Cerro de Estaño?

O a lo mejor, Qasim, jamás creciste


y lograste ocultarte
tras tus meros diez años,
y todavía eres ese Qasim de siempre,
el niño que anda por ahí
y se ríe
y se trepa a las cercas,
al que le gustan las almendras verdes,
y que busca los nidos de los pájaros.

Pero aun si lo hicieron,


Qasim, si impunemente
te han matado,
estoy seguro
de que engañaste a tus asesinos
como fuiste capaz

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de engañar a los años.
Puesto que nunca descubrieron
tu cadáver al borde del camino,
tampoco lo encontraron
donde los ríos se desbordan,
o en los estantes
de la morgue,
ni camino a la Meca,
ni bajo los escombros.

Como nadie te vio


esconder tu cadáver,
nadie pondrá sus ojos sobre ti,
ni brisa alguna de la tierra
hallará un hueso de tu cuerpo,
un dedo de tu mano,
o un zapato siquiera
que te calce.
Qasim, los engañaste.

Qasim, yo siempre te envidié


tu habilidad para esconderte
cuando jugábamos al escondite,
descalzos al atardecer, hace cuarenta años,
cuando éramos niños.

28 viii 1988

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la soga de sabha

¿Recuerdas, Abu Muhammad,


recuerdas cuando Sabha,
la vaca de nuestro vecino Abu Hashem
se tragó aquella soga?
¿Recuerdas cómo,
moribunda, la sacrificaron
y, a la luz de la lámpara,
la desollaron
y después, poco a poco,
con hachas la cortaron en pedazos?

Emm Hashem
parodió sus gemidos,
mientras las hojas se clavaban
en la carne de Sabha,
y sus hijas lloraron.
Todos se condolieron,
y todos dieron una mano.
Insistían:
“Repartamos la carga.
Ya nos arreglaremos”.
Y todos los vecinos
se apresuraron juntos,
hombro a hombro
para comprar la carne
de Sabha. ¿Lo recuerdas
o estás dormido?

No me he dormido, no,
claro que lo recuerdo
y recuerdo también
que ninguna persona
probó jamás bocado de esa carne.

La asaron,
la frieron, la cocieron,

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la picaron,
pero nadie la probó.
Para la gente,
era como cortar la carne
fresca de un cadáver
como si fuera el cuerpo del propio Abu Hashem
o su familia.
Los hombres y mujeres,
asqueados, la tiraron.

Durante el tiempo,
la aldea estuvo ahogada
por una pena ronca,
como la voz cascada de Abuhashem, y verde
como los ojos de la propia Sabha.
¿No ves, Abu Muhammad,
que era agradable aldea?
Es cierto, hubo momentos duros,
pero aquella amargura era agradable,
como la achicoria,
o aun mejor!
¿Comprendes lo que digo?
¿No era agradable?

–¿Agradable?
¡Ja…!
Agradable, me dice. ¡Agradable!
Déjame que te explique,
por el libro del Todopoderoso,
te lo juro,
que yo estaba dispuesto,
de hecho hubiera preferido,
de todo corazón habría
aceptado tragarme una soga más larga que la de Sabha,
si tan sólo
hubiésemos podido quedarnos en la aldea.

15 iii 1988

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ramitas

La música,
la fama, la riqueza,
ni siquiera la propia poesía
podrían consolarnos
de la brevedad
de la vida, o del hecho
de que el Rey Lear tenga
tan sólo ochenta páginas y después se termine,
y de la idea de que uno pueda sufrir enormemente
a causa de la rebeldía de un hijo.

*

Mi amor por ti
es magnífico,
pero yo, igual que tú y probablemente
también que los demás
somos gente común.

*

Mi poema
trasciende la poesía
porque tú
existes
más allá de las mujeres.

Y así,
sesenta años han pasado
para que comprendiera
que el agua es la mejor bebida,
que el pan es el mejor de los manjares,
y que el arte no sirve para nada

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si no logra plantar una semilla
de esplendor en el alma de la gente.

Luego de nuestra muerte,


cuando el cansado corazón
le cierre finalmente el párpado
a todo lo que hicimos,
todo lo que anhelamos,
todo lo que soñamos,
todo lo que deseamos
o sentimos,
el odio va a ser lo primero
en pudrirse
en nosotros.

1989-1991

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té y sueño

Si hay alguien que gobierna sobre el mundo,


capaz de conceder y de negar,
a cuya orden se siembran las semillas
y a cuya voluntad madura la cosecha,
a él va dirigida mi plegaria,
para solicitarle que decrete
que al llegarme la hora,
me sorprenda sentado, tomándome un sorbito
de té flojo con un poco de azúcar
de mi vaso preferido,
a la sombra más dulce del final de la tarde
de verano.
Y si no es por la tarde y con el té,
que suceda en la hora
de mi sueño apacible poco después del alba.

Y como recompensa,
si acaso hay recompensa,
para mí, que en mi vida
no lastimé a una hormiga
ni le quité el dinero a ningún húerfano,
no hice trampa con la medida del aceite
ni jamás le quité a una mujer su velo;
que, sin falta, los viernes por la tarde
encendía una lámpara
en el altar de nuestro señor Shihab a-Din,
y nunca quise derrotar a mis amigos
a ningún juego,
ni a otra gente que apenas conocía;
para mí, que jamás hurté cereal ni trigo
y no robé herramientas,
pediría
que quedara dispuesto desde ahora,
que una vez al mes,

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o mes por medio,
me fuera permitido ver
a aquella que me ha sido esquiva
desde el día en que me separé de ella
cuando éramos jóvenes.

Pero en cuanto a los goces venideros del mundo


lo único que voy
a pedirles será
la alegría del sueño, y también té.

27 ix 2004

T R A D U C C I Ó N I N D I R E C TA D E L I N G L É S

DE EZEQUIEL ZAIDENWERG

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ZAKARIA MOHAMMED

mis cosas

El lugar que habité


El caballo que alguna vez conduje
El amigo a través de cuyos dos pulmones pude respirar
¿Cómo vine a perderlos?

todo

¿Qué viento, entonces, no rompió mis manos?


¿Qué ráfaga voló junto con mi playera?
¿Debajo de qué muela de molino fui yo no más que un grano?

una taberna

Aquí vienen los muertos a echar juerga


Aquí es donde sacuden sus cabezas
Al toque de difuntos.

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migración

Todas se han ido ya


a ese lugar al norte
donde los pastos crecen
a la altura de sus senos
Dejaron tras de sí
jirones de las ropas de sus hijos
y estacas de sus tiendas de campaña
Se han ido
Sus hijos en el lomo de las mulas
Sus muchachos que cargan las canastas
y los cencerros para sus ovejas
Eran como una nube
que escalaba hasta el cielo
Mientras más penetraban en la tierra
más se expandían sus sombras
para luego volver hacia los campamentos
Sus perros se quedaban en silencio
Superaban la multitud migrante y luego se sentaban
observaban sus ojos
las sombras movedizas
mientras ellas corrían hacia atrás
como un oscuro río.

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la dama del café

Ella hace café con las hojas del sol


y en él hunde el aroma a vino y arrepentimiento
No se pone sombrero la señora
las flores blancas en su pelo cubren tímidamente sus oídos
La señora no es dueña de una granja
donde pueda oler flores de fragancia nocturna
y frutas de las temporadas
¿Qué puede hacer la dama del café?
Hace café por la mañana
y a mediodía
y por las noches lava vasos
tatuada por las ramas de los árboles
¿Qué intenta hacer la dama?
¿Juntar agua de río para su café
y enumerar los rostros y tazas
de los clientes?
¿Qué puede hacer una mujer que vive bajo los bombardeos?
Una que vive en una época de juntar cosas
como una película de polvo en los estantes
¿Cómo puede ahuyentar el abanico
de la memoria a las abejas del arrepentimiento?

Tras beber un vaso de leche


dos vasos de una rememoración
el asco hizo temblar sus manos y la toalla
y la vajilla
Al sostenerla se rompió la taza
Flotó en el techo un pájaro de humo
Despertaron los picos de palabras durmientes

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La dama del café es agradable,
la dama del café es habilidosa
¡y no tiene rival en elegancia!
Pero al caer la noche
mira con atención su soledad
y rompe el largo silencio
con sus lágrimas.

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una mujer

La mujer circasiana con ligera ceniza en ambas cejas


lloraba, y su cara redonda
parecía ser algo buscándose a sí mismo
y se multiplicaba en los espejos alineados en el estrecho cuarto
y se alargó cuando su fantasía echó a volar
detrás de los espejos.
Lloraba
Cada lágrima formaba una pequeña gota que caía con cuidado
como una inspiración divina
Al ver esto cayeron mis defensas
mis apariencias todas
Yo me incliné hacia su debilidad
y lloramos los dos
desde la noche, el miedo, la pobreza.

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el pájaro perdido

Un pájaro pequeño
más pequeño que un puño
en el cerezo;
su nombre es una mancha
de lodo que la lluvia le borró del ala.

Cuando abrí la ventana


batió las alas
y se echó a volar,
pero tomaron su color mis ojos.

Labrará el cielo ahora


sin nombre ni color,
sin ojos para asirla nuevamente,
masacrado
por mí
y por la lluvia.

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el cuervo y la palmera

Una vez prendí fuego a una palmera.


Formaba parte de un grupo de marinos estadounidenses.
Estábamos furiosos,
alzamos nuestros M16
y disparamos varios proyectiles
a la copa del árbol,
el fuego despedazó las frondas,
cayeron en racimos los dátiles al suelo.

Era un Goliath
y estábamos cortando su garganta.
Era un Cristo ficticio
y clavábamos clavos rojos en sus manos,
reíamos y reíamos.

Como perros heridos, parecían ladrar


los pobres cuervos.
Tal vez sepas que la palmera misma
es la creación de un cuervo estúpido;
sembró en el lodo la primera planta y dijo así:
Ésta es mi hija,
que sus frondas lleguen a ser más altas
que las frondas del sol.

Esto pasó hace mucho,


ahora se han calmado las cosas por completo,
ya no hay cuervos en Basra, ni palmeras.

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aves del silencio

No toda ave tiene su canción,


hay aves que no cantan,
se paran en los cables
y ven a su derecha y a su izquierda;
la piedra a la derecha y a la izquierda la roca,
no pueden ya cantar entre piedras y rocas.

No cantan
pues cantar es suplicar
y a ellas no les gusta suplicar.

Cantar es la misión de las aves estúpidas,


las aves del silencio únicamente oscilan sus cabezas
entre piedras y rocas.

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cactus

Plantamos nuestras manos en el lodo


como puntas de cactus y aguardamos

Vendrá mayo muy pronto


para poner una dorada flor
en la punta de cada uno de los dedos

Cuenta conmigo: 1, 2 y 3

¿Tres flores solamente?


Sí, sólo tres,
el índice y pulgar
son del dios compasivo

Él los dejó sin nada


para que así escribiéramos su majestuoso nombre

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plato

Por la mañana pelo chícharos de sus vainas


y los pongo en un plato,
cada gente que pasa toma su ración
cada uno recibe un puñado y se va.

Por la noche me arrastro entre las sillas


buscando un solo chícharo
que bien pudiera haberse caído de sus manos,
que me diera una prueba del sabor de mi vida.

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la cigüeña

No poseen un nombre las cigüeñas,


durante un arduo viaje
no pueden llevar carga adicional,
sólo vuelan y vuelan
planean y planean

No reciben un nombre las cigüeñas,


ellas le dan al mar su nombre azul
y sus apodos blancos a las nubes,
los dan como si fueran a despedazarse

No les gusta nombrarse a las cigüeñas,


tampoco aceptan nombres de los otros,
el único que puede soportar la cigüeña es el nombre de flecha

La cigüeña crotora a mediodía:


soy la flecha emplumada,
mis alas son tijeras de este espacio
y mi pico, el serrucho del ataúd del cielo

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estrellita

Todo mundo posee su estrellita en el cielo


que nosotros debemos ubicar y ponerla
en la ceja derecha,
montar nuestro camello para encontrar su luz

Es como una moneda de oro pequeñita,


perdemos nuestro ser si la perdemos.

Yo encontré mi moneda
pero se me perdió en la ceja izquierda
antes que en la derecha,
morí de sed junto con mi camello
bajo la Vía Láctea

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la voz de la lluvia

Pareciera que llueve,


oigo caer dentro de mí la lluvia
como si fuese yo la lluvia y dios mirara

Está lloviendo,
la lluvia golpetea debajo del diafragma y por encima de él

Está lloviendo,
una lluvia tranquila, tímida en su sonido

Y no, no está lloviendo,


tan sólo alzo mi cara de la almohada
y ésta se llena de aire,
imitando el sonido de la lluvia

Pareciera que el hombre no es capaz de llover

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las alas de la mariposa

La mariposa tiene cuatro alas,


una para escalar en los hombros del viento,
otra para escapar al rostro de la muerte,
las dos restantes son misterios no resueltos,
¿serán tal vez molinos que trituran la luz?

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las alas del dolor

Yo quisiera viajar descalzo al norte,


al país de la nieve, con campanas
que fueran repicando en mis patillas
y con un viento áspero que pegara en mi cinto
y mordiera mi mano

Yo quisiera viajar desnudo al sur,


donde llameara el fuego,
donde la fiebre ardiera en mi cabeza,
tambores me rompieran el corazón, y brasas
consumieran mi mano que se quema.(con punto o sin punto???)

No es así, en realidad
yo quisiera morir durante el equinoccio
cuando caigan las Pléyades,
cuando el otoño dé la bienvenida a su primera lluvia
y el dolor, al final, cierre sus alas

V E R S I Ó N I N D I R E C TA D E L I N G L É S

D E H E R N Á N B R A V O VA R E L A

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M U H A M M A D A L - A S ’A D

haikús

Donde nos encontrábamos


no había más que cactus
y piedras
y la brisa que pasa
entre los olivares

Sobre la arena del desierto


los solitarios oyen
el canto de la lluvia
relatar sus historias

Los niños muertos no regresan


por los mismos caminos arenosos
lo hacen por el aire
a través de las ramas de los olivos

A este silenciador
con su garganta blanca
lo cubren mariposas
el viento lo atraviesa

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*
Oh tamarindo
cuántas veces
has florecido en nuestra ausencia

El verano de las tumbas abandonadas


transforma a nuestros viejos
en flores
día tras día

¡El castillo de la Alhambra !


La música de un músico ciego
tantea en la oscuridad
los cuerpos de las Hetairas

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una canción

Cuando nos acordamos de las cosas


una cuerda resuena.
Tan sólo la mujer
toca todas las cuerdas
con un rasguido único
porque es la patria entera.

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profetas

Alguien
se topará con nuestras profecías.
Somos los profetas insensatos
en los callejones de esta noche.
¿Dónde estarán esas palabras?
¿En qué museo?
¿Qué partes quedarán indescifrables para siempre?
Somos los poetas
exterminados
en el lenguaje
en la historia
y en el amor…

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cantantes

Zambullirse en el fondo de lo oscuro


amerita unos pájaros dorados
rosas rojas
y una banda de músicos lista para tocar.
Pero nosotros los cantantes en la noche árabe
noche de estrellas bajas
desdeñamos la recompensa
y no podemos aceptarla.
Cuando las caras de los jueces nos escrutan
lloramos un dolor botánico
recogido en praderas, lloramos
el azul de las aguas
y la belleza de los ciervos.
Cuando pronuncien su sentencia en nuestra
total ausencia, nos contentaremos con una sonrisa
o tal vez una mueca de desdén.
No
somos de
este
reino.
¿Quién comprende
el desconcierto del último pájaro
en un bosque en llamas?

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la tierra también muere

¿Con qué fe
las estrellas
pueden resplandecer?
¿Los árboles desnudos
brindar sombra?
¿Con qué fe
nuestros ecos
resonar
en callejones cuando ya nos hemos ido
a casa
y cerrado la puerta, y exigido
que quienes presten testimonio de nosotros
hablen por nuestra época?
¿Con qué fe
nos podemos
depositar en el lenguaje
en la conversación
como si no estuviéramos
solos, como si otros,
periódicos
televisión
horarios de aerolíneas,
tomasen con nosotros el café?
La tierra también muere
como las carreteras del desierto
las casas solitarias
en campiñas remotas
enigmáticas luces de ciudades
en la noche cerrada.
La tierra también muere
así como los títulos de la universidad
las bebidas que a diario consumimos
y la débil penumbra de la tarde.

La angustia no está sólo


en los nervios

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también en esta suave, lisa calma
que se junta sobre los escritorios
los muebles
las cucharas de café
y la callada cuna del pequeño
en un rincón del cuarto.

¿Por qué súbitamente nos quedamos


sin estaciones
sin cielos
sin madres?
Todo merma
y se cae
por la ventana
por el papel
los bordes de las conversaciones
Todo nos deja
que volvamos solos
pasando por la puerta de un museo
un centro comercial
un puerto clausurado
por aceras desiertas
y pasto marchitándose
al final del verano.

La tierra también muere


y no puede tomarnos
como mártires
o profetas
a nosotros, borrados
sin ninguna señal que nos identifique
y marque nuestra ausencia,
y que estamos tendidos
igual que una ternura intraducible,
nosotros, peregrinos
como noches perdidas
sobre desiertos sobrenaturales.

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cuando conversen los habitantes
de los planetas

Vastos
innumerables
como la miel silvestre
manzanas en el bosque
higos maduros
en jardines abandonados
como casas
destruidas e impugnadas
bajo estrellas sin fin
de seres que nadie menciona
como un mar cuya historia
intentamos buscar
como un desierto siempre
anterior a la vida
a la que le intentamos encontrar
algunas estaciones.

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quién

¿Quién escribe la historia de esta nebulosa


que no vive en ningún lado
y nada vive en ella?

T R A D U C C I Ó N I N D I R E C TA D E L F R A N C É S Y

DEL INGLÉS DE EZEQUIEL ZAIDENWERG

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L O S AU T O R E S

MAHMOUD DARWISH Palestina (1966) y Nupcias (1977). A partir


(Al-Birwa 13 de marzo de 1941 - Houston 9 de 1995 Darwish se afianza en la escritura
de agosto de 2008), está considerado el poeta de una poesía de introspección metafísica.
nacional palestino y uno de los escritores Se trata de una poesía caracterizada por la
contemporáneos más importantes en reescritura de la mitología de las tierras de
lengua árabe. Oriente Próximo. En ella se entremezclan
Muy joven ingresó en el Partido lírica y épica, rasgo que se ha convertido en
Comunista de Israel, en donde coeditó la uno de los más definitorios de su poesía.
revista Al-Fayr (La Aurora) y comenzó a Son representativos de esos años ¿Por qué
publicar poesía en el diario Al-Yadid (El has dejado al caballo solo?, en la edición
Nuevo), del que llegó a ser también editor. española traducido como El fénix mortal
Entre 1961 y 1970 fue arrestado en (Edición y traducción de Luz Gómez
numerosas ocasiones por las autoridades García, Cátedra, Madrid, 2000) y Mural
israelíes a causa de sus escritos y de su (2000). En su último libro de versos Como
actividad política en contra de la ocupación la flor del almendro o allende (Edición y
de Palestina. Finalmente, salió del país hacia traducción de Luz Gómez García, Pre-
Moscú, desde donde primero se dirigió Textos, Valencia, 2005), Darwish se entrega
a El Cairo y luego a Beirut. Allí ingresó a una introspección de carácter fantasmal,
en la Organización para la Liberación de propensa al juego y a la ironía, en la que
Palestina (olp), trabajó en sus secciones los límites del sujeto están cada vez menos
de investigación y publicaciones. Darwish claros.
fue miembro del comité ejecutivo de la olp En su trabajo, Palestina se convirte en
(era considerado internacionalmente el una metáfora de la pérdida del Edén, el
«ministro de Cultura» de un futuro Estado nacimiento y la resurrección, así como la
palestino) hasta su dimisión a raíz de su angustia por el despojo y el exilio. El poeta
discrepancia con los Acuerdos de Oslo Naomi Shihab Nye ha comentado sobre el
(1993). Un texto suyo se convirtió en la trabajo de Darwish: “Darwish es el respiro
declaración de independencia del Estado esencial del pueblo palestino, el testigo
de Palestina proclamada por Yasser Arafat elocuente del exilio y la pertenencia...”
en 1988.
A raíz de la invasión israelí del Líbano MUHAMMAD AL-ASSAD
(1982) vivió entre París y Túnez, y empezó Nació en el pueblo Um al-Zeinat cerca
a dirigir la revista literaria Al-Karmel (El de Haifa. A partir de 1948 su familia se
Carmelo) y presidió la Liga de Escritores convirtió en refugiada y se instaló en Basra,
y Periodistas Palestinos. En 1996 regresó Irak. En 1968 al-Assad se trasladó a Kuwait
a su Galilea natal, con el fin de visitar a en donde trabajó como periodista, más tarde
su madre. A partir de ese año vivió entre se fue a Chipre y sigue desplazándose de un
Ammán y Ramala. lugar a otro. Ha publicado varios libros de
En 2002, durante el asedio del Ejército poesía, una autobiografía titulada Children of
israelí a la ciudad de Ramala, Darwish the Dew y varios libros de crítica literaria.
recibió la visita de una delegación del
Parlamento Internacional de Escritores, N A J WA N D A R W I S H
presidida por el novelista norteamericano Es uno de los poetas más importantes en
Russell Banks y compuesta, entre otros, por lengua árabe de su generación. A partir
los premios Nobel José Saramago y Wole de la publicación de su primer libro en el
Soyinka. año 2000, la poesía de Darwish ha sido
En una primera etapa, que abarca de 1966 traducida a diez idiomas, la más reciente es
a 1986, su obra responde a la necesidad la traducción francesa de Antoine Jocket,
de denunciar la tragedia palestina, si bien Je me lèverai un jour, que se publicó en
la búsqueda formal y la renovación de 2012. Es el asesor literario del Festival de
los modos poéticos árabes están siempre Literatura Palestina (Palfest), y ha fundado,
presentes en su obra; son representativos dirigido y asesorado numerosos proyectos
de este periodo los títulos Enamorado de en materia de literatura, artes visuales,

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teatro, programas de escritura creativa, ZAKARIA MOHAMMED
periodismo cultural y edición en el mundo Nació en Palestina, en 1950. Se graduó en
árabe y Europa. la Universidad de Bagdad y ha vivido en
Jordania, Líbano, Siria, Chipre y Túnez. Ha
NAT HA L I E HA N DA L publicado cinco libros de poemas, entre
Es oriunda de Belén, Palestina, y ha vivido ellos el más reciente, Piedras deslumbrantes
en Europa, Estados Unidos, el Caribe, (Stunning Stones), así como dos novelas,
América Latina y el mundo árabe. Se trata un libro de viajes y numerosos volúmenes
de “una figura renacentista”, como la ha de ensayos sobre cultura, artes, literatura
descrito el ganador del premio Pulitzer y mitología. Salma Khadra Jayyusi ha
Yusef Kumunyakaa, para quien Handal escrito que “la poesía de Zakaria es uno
es ya “una de las más importantes poetas de los grandes ejemplos de la poesía árabe
de su generación”. Poeta en Andalucía es moderna, en la que el espíritu heredado
un libro lleno de poemas profundos e del heroísmo y la autoafirmación, tan
importantes, un triste canto de añoranza rampantes en la poesía antigua y en mucha
y determinación”, ha escrito Alice Walker, de la escrita por la generación anterior

 
también ganadora del Pulitzer. Además, The de poetas árabes, ha desaparecido en su

 
New York Times ha señalado que la totalidad; donde el lenguaje está actualizado
obra de Handal “tiembla con sentido de y hace eco del pulso verdadero y de los
pertenencia y añoranza”. De sus últimos ritmos de la vida árabe contemporánea”.
libros de poemas destacan The Lives of Zakaria ha sido editor de numerosas y
Rain, ganador del Premio Literario Menada afamadas revistas en el mundo árabe.
y finalista del Premio Agnes Lynch Starret,
y Strange Love and Horses, ganador del Gold NAOMI SHIHAB NYE
Medal Independent Publisher Book Award. Visitó México por primera vez a los siete
Su obra ha sido traducida a más de quince años cuando, junto con sus padres, fue
idiomas. en busca de parientes palestinos perdidos
que nunca encontraron. Sin embargo,
TA HA M U HA M M A D A L I conocieron a otros mexicanos de origen
Lectores de todo el mundo se han visto árabe que, generosamente, los acogieron
poderosamente conmovidos por la fuerza y alimentaron con deliciosos platillos en
de los poemas de Taha Muhammad Ali, de una terraza por varios días. Su padre, Aziz
gran complejidad política y humanidad. Shihab, nació en Jerusalén, Palestina, en
Nacido en 1931 en Saffuriyya, una aldea 1927. Su madre, una pintora, creció en St.
de la Galilea, se vio obligado a huir al Louis, Missouri, Estados Unidos. Naomi
Líbano durante la guerra de 1948 junto con comenzó a escribir y publicar poemas
muchos de sus vecinos del pueblo. Un año desde niña, y editó The Tree is Older Than
después, cruzó la frontera y se afincó en You Are, Poems & Paintings from Mexico
Nazareth, donde vivió hasta su muerte en [El árbol es más viejo que tú. Poemas y
2011. Autodidacta, se ganó la vida durante pinturas de México] (Simon & Schuster),
muchos años vendiendo souvenirs en su entre otros muchos libros. Sus conjuntos
tienda cerca de la Iglesia de la Anunciación. más recientes de poemas son: Transfer [que
Muhammad Ali escribió cinco libros de puede traducirse como Traslado, Conexión
poesía y uno de relatos. Sus obras completas o Transferencia] Honeybee [Abeja] y You &
se publicaron en árabe en 2011. En 2000, Yours [Tú y los tuyos]. Ella y su esposo, el
Ibis Editions publicó la primera edición en fotógrafo Michael Nye, han sido artistas en
inglés de su obra, Never Mind: Twenty Poems residencia en Na Bolom, Chiapas. El último
and a Story, traducido por Peter Cole, Yahya libro de su padre fue ¿Acaso me recuerda
Hijazi y Gabriel Levin, y en 2006 Copper la tierra? Memorias de Palestina (2007).
Canyon Press publicó, en edición bilingüe, Los poemas antologados de Shihab Nye
So What: New & Selected Poems, en versión provienen de su ya citado Transfer.
de los mismos traductores. Otras antologías
de sus poemas aparecerán próxímamente
en alemán y francés. Muhammad Ali es
objeto de la primera biografía de un escritor
palestino en cualquier idioma, My Happiness
Bears No Relation to Happiness: A Poet’s Life
in the Palestinian Century (2009), de Adina
Hoffman.

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