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LECCIÓN IV

TEMA: LA ORACION.
TEXTO: (Jeremías 33:3)

Introducción: Hay ciertos ejercicios espirituales que todo creyente debe practicarlos, uno de
ellos es orar todos los días. Así como el cuerpo necesita ejercicio físico y alimento para vivir,
crecer, desarrollarse y mantenerse saludable, de la misma manera, el nuevo creyente
necesitas hacer de la oración un ejercicio espiritual que lo mantendrá creciendo saludable y
fuerte. La oración tubo su inicio en el edén, allí vemos que lo primero que Dios le dio al
hombre fue su presencia (ESPIRITU) Para desarrollar una vida de comunión e intimidad con él.
En el edén, el hombre podía pasear y hablar con el señor en la frescura de la mañana, él podía
oír la voz de Dios. Este era un lugar donde la comunicación, comunión y unidad con Dios
siempre estaba intacta. (Génesis 1:28-30).

¿Qué es la oración? Es uno de los medios que Dios a establecidos para que nosotros sus hijos
tengamos comunicación con él a través de Jesucristo. La oración es un dialogo, una
conversación, es hablar con Dios de la misma manera como un hijo le habla a su padre, con
toda la libertad y le expresa lo que siente en su corazón.
La oración es el medio a través del cual le permitimos a Dios intervenir en los asuntos de la
tierra. (Juan 11:41-44).??????

Elementos de la comunicación espiritual.


Emisor: Dios.
Receptor: Hombre. Es al revés
Canal: La oración.(Espíritu Santo)
Mensaje: la rema, logo, lo deseado.
Código: (sistema de signos que se utiliza en la comunicación.) la inviolabilidad de la
palabra de Dios.

Modelo de una oración integral. (Mateo 6:9-13)


Padre Nuestro que estás en los cielos. Expresa la cercanía de Dios a través de su paternidad
con nosotros, por eso elevamos nuestras almas aquel cielo donde Él mora.
Esto refleja el sentido de intimidad entre el orante y Dios al llamarle «Padre». Además el
que ora debe entender que el Dios al cual se dirige es Dios de él y de los demás, por eso dice:
«Padre nuestro», es decir, que Dios es padre del que ora y de los otros.
Las palabras “Padre nuestro” indican la relación que debe existir entre el que ora y el
que escucha la oración. El Señor estaba hablando a aquellos que son hijos de Dios por fe en su
nombre. Ellos podían llamar Padre a Dios (Gá. 4:6), por esta razón podemos llegar a Él como
Padre nuestro, con la seguridad de que hemos de ser escuchados y comprendidos.
Al decir: “Que estás en los cielos”, se reconoce que ese Dios que es nuestro Padre está
en la cúspide y más allá de todo lo creado. Son palabras que reconocen la majestad de Dios y
el debido respeto a su altísima dignidad. Esto indica el grado de humildad en la actitud del que
hace la oración, lo cual trae como consecuencia que le diga: santificado sea tu nombre,
tratando así de expresar su respeto y temor hacia Dios.

Santificado sea Tú Nombre. Es una expresión de alabanza y adoración donde se mira, trata,
honra y revencia Su nombre como santo.
El nombre de nuestro Padre tiene que ser santificado en nuestra vida personal. Esto es
el mismo principio que implica nuestra relación con el Padre que está en los cielos, que nos
lleva a honrarlo y dar realce a su gran nombre.

Venga Tú Reino. Como ciudadano del reino otorgar permiso legal al cielo para que intervenga
en la tierra. Dios es Soberano de todos y en todo, nosotros no tenemos la autoridad para
otorgarle ni al Cielo, ni a Dios «permiso legal para que intervenga en la tierra». No hay
basamento bíblico para ese argumento.
El orante debe mostrar su interés preferencial por el desarrollo del Reino de Dios. Por
eso dice que: “Venga tu Reino”. Esta es una invitación a establecer Su Reino en el corazón y la
vida del que hace la oración. Y más aún cuando se pronuncian estas palabras con sinceridad,
ellas incluyen el pedido de que la Soberanía Divina, el Gobierno de Dios se haga cargo de su
vida. Es decir, que Su Soberanía se haga suprema en nuestra vida privada y personal presente,
como también en los tiempos venideros. Estas consideraciones son muy prracticas, pero a la
vez muy importantes para el cristiano sincero. De nada vale que oremos diciendo venga tu
reino, a menos que nos propongamos decididamente a cooperar con el establecimiento del
Gobierno de Dios en nuestras vidas. Hacer nuestra parte para asegurar que el Reino se
mantenga intacto e inmaculado.

Hágase Tú voluntad en la tierra como en el cielo. Es la manifestación visual del deseo de Dios
en la tierra.
Esta frase es un gran misterio, puesto que Dios es Soberano y su voluntad siempre se
hace.
No se trata entonces de “torcer el brazo de Dios” para que haga lo que quiere el orante,
pues eso no es posible. Por ello resulta útil comprender primeramente que es la voluntad de
Dios. “La voluntad de Dios” equivale sencillamente a sus intenciones; representa sus
propósitos; es lo que Dios planifica y lo que quiere que se haga. Por tanto, es evidente que, si
depositamos nuestra confianza en la persona y el carácter de Dios, tenemos hacer lo propio
con su voluntad. Sin embargo, por medio de la oración el creyente le expresa a Dios su deseo
de estar siempre de acuerdo con esa voluntad, que es agradable y perfecta, mientras que, al
mismo tiempo, le comunica sus propios deseos. Pero las Escrituras nos exhortan: “Deléitate
asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu
camino, Y confía en él; y él hará” Sal. 37:4-5.
La medida para el cumplimiento de la voluntad de Dios se toma del cielo “como en el
Cielo”.

El pan nuestro de cada día dánoslo hoy. Es la provisión diaria de Dios.


Entre los deseos del orante están, por supuesto, las necesidades materiales. “El pan
nuestro de cada día”. La provisión que se pide es la necesaria para la subsistencia. El “cada
día” no implica la prohibición de pedir por las necesidades del futuro, pero si elimina todas las
excusas de ansiedad (Lc. 12:29). La idea es «danos lo necesario para vivir», que incluye comida,
ropa, techo, etc. Pero el creyente no pide riquezas, ni siquiera abundancias (1Ti. 6:8).
Además de lo antes dicho, tenemos que tener presente, que la preocupación principal
del Señor no estaba limitada únicamente al pan que utilizamos para alimentar la estructura
física, pues, sentía que había casi tanta necesidad de alimentar diariamente el espíritu del
hombre como la había de mantener las condiciones físicas adecuadas del cuerpo. (Mt. 4:4;
Lc.4:4).

Perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. El


perdón de Dios como doctrina fundamental y la necesidad de otorgarle el perdón a quienes
nos ofenden.

Segunda petición que se refiere al dilema humano “y perdona nuestras deudas”.


Así como la medida para el cumplimiento de la voluntad de Dios se toma del cielo «como en el
Cielo», también hay una medida para el perdón del orante que pide por sus faltas «como
nosotros perdonamos a nuestros deudores». La solicitud de perdón es, en sí, un
reconocimiento de los pecados cometidos, los cuales deben ser confesados delante del
Señor. El hecho de reconocer y admitir que somos “deudores” produce en el corazón del
hombre una genuina humildad que abre el alma ante la presencia de Dios. Pero el perdón de
Dios está condicionado a que nosotros, a la vez, perdonemos a aquellos que hayan hecho algo
malo contra nosotros. El grado en el que orante puede y está dispuesto a perdonar a otros es
una clara indicación de la medida en que ha experimentado personalmente el perdón de Dios
Padre. El que no está dispuesto a perdonar no ha conocido el perdón que Dios en su amor nos
ofrece.

No nos metas en tentación, mas líbranos del mal. La protección absoluta de Dios para con sus
hijos.
Esta es la expresión natural del ser humano que no desea verse en problemas. La
palabra «tentación» tiene el significado de prueba. Luego, Dios no espera que nosotros
mismos nos metamos en problemas, ni que nos gusten las pruebas, ni que amemos el peligro.
Él entiende que nuestro ser prefiere la calma, la tranquilidad y la vida suave. (Pr. 30:8-9). Nadie
debe buscar el sufrimiento sino ser librado de él. El padecimiento se acepta “si la voluntad de
Dios así lo quiere” (1P. 3:17), pero nunca debe buscarse.

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