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RETÓRICA Y PERSUASIÓN

Nombre del estudiante: _____________________________


Tarea N° 4 – 2T2223.
1) Estudie a conciencia el capítulo 3 del libro de texto

2) Haga dos veces los siete ejercicios de respiración tal como se detallan en el capítulo 2
del libro de texto. Luego de los ejercicios, responda por favor, ¿cuál es su mayor dificultad
para respirar abdominalmente? Recuerde que estos ejercicios deberá hacerlos diariamente
durante 30 días, lo cual es muy importante para usted. Ahora responda: ¿cuál es su mayor
dificultad para respirar abdominalmente?

3) ¿Qué decía Aristóteles sobre la virtud y cómo se puede aplicar a la argumentación?

4) Detalle las 5 razones del cura del pueblo para no haber hecho sonar las campanas
cuando el obispo los visitó. El cura expuso primero la razón más importante, ¿Qué hubiese
pasado si hubiera cambiado el orden de exposición de las razones?:

5) Prepare un discurso, de un minuto (60 segundos) de duración, sobre cada uno de


estos 3 temas (Uno de ellos será el tema de su evaluación del lunes 30 de enero):
a) “Yo estudio ___________”, ante un auditorio de jóvenes liceístas a quienes usted quiere
motivar para que estudien lo que usted.
b) “Los jóvenes queremos que nos entiendan”, ante un auditorio de padres y madres.
c) “Tenemos que asumir el reto más grande de nuestra generación”, Usted dicta una
conferencia en la Sala Polar de la UNIMET su público son estudiantes de diferentes
universidades de Caracas. Proponga soluciones.
OJO: Su discurso debe estar dirigido a la audiencia que se detalló y DEBE
EMOCIONARLA
RECUERDE: NO ESCRIBA NI LEA NI SE APRENDA DE MEMORIA sus
discursos: use el esquema.

6) Anexe los 3 esquemas o “chuletas” correspondientes a cada uno de los 3 discursos


que preparó según el punto anterior (siga estrictamente las pautas detalladas en el
capítulo 3 del libro de texto).
7) El material anexo tiene 5 discursos famosos:
Pronunciado por: Conocido como:
Marco Antonio “Discurso ante el cadáver de Cesar”
Abraham Lincoln “Discurso de Gettysburg”
Martin Luther King “Tengo un sueño”
John F. Kennedy “Ich bin ein berliner”
Winston Churchill “Discurso ante la Cámara de los Comunes” del 13/05/1940
Investigue, entienda y familiarícese con las dramáticas situaciones históricas en que
fueron pronunciados. Tendrá que exponerlas ante el curso narrándolas con el dramatismo
y la emoción que corresponde.
8) Lea varias veces cada uno de esos discursos famosos. Para poder leerlos con la emoción
que corresponde, familiarícese con ellos y con las circunstancias en que fueron
pronunciados. Léalos al menos una vez en voz alta, poniéndole emoción y vida, a por lo
menos 2 personas y pregúnteles la opinión que tienen de su lectura. Autocalifique su
lectura, ¿cuántos puntos (de 1 a 20) otorga usted mismo a su lectura? ______ . ¿Qué hay de
positivo y qué de negativo en su lectura actualmente?

Atención: La segunda evaluación (miércoles 8 de febrero) consistirá en la lectura en


voz alta de uno de esos discursos que le asignaré en esa oportunidad.

ATENCIÓN: Las tareas que no se entreguen a tiempo rebajarán 2 puntos de su nota


de la próxima evaluación.
5 Discursos
Memorables
Seleccionados por Arlán A. Narváez-Vaz R.

I. Marco Antonio ante el cadáver de César: El poder de las palabras.


II. Abraham Lincoln en Gettysburg: Bueno y breve, dos veces bueno.
III. Martin Luther King en Washington: El poder de la No Violencia
IV John F. Kennedy en Berlín: El poder de los hechos no necesita muchas
palabras
V. Winston Curchill ante la Cámara de los Comunes: El poder de no mentirle al
pueblo.
Los discursos que se presentan a continuación fueron seleccionados por ser algunos
de los más conocidos y de mayor impacto social y político, entre muchos otros menos
conocidos. Todos ellos fueron pronunciados en idioma inglés y aquí se presentan
traducidos al castellano.

I. Primeramente se presenta el supuesto discurso que habría pronunciado Marco


Antonio ante el cadáver de Julio César , como lo concibió y presenta William
Shakespeare en su obra “Julio César”.
Para entender lo extraordinario de este discurso hay que situarse en la Antigua Roma
cuando una conspiración de senadores, encabezada por Bruto, ha asesinado a Julio César
y exponen su cadáver ante el pueblo de Roma presentándose como héroes que han hecho
justicia frente a las ambiciones desmedidas y perversidades de César, imagen que
lograron sembrar ante las masas que, por ello, aplauden exaltadas el cruento magnicidio.
Marco Antonio, amigo y defensor de César logra que los asesinos le permitan dirigir su
palabra al pueblo, porque están confiados en que no se atreverá a defenderlo frente a las
masas enardecidas contra el asesinado.
Marco Antonio sorprende a los asesinos porque sus primeras palabras son de respeto y no
de reproche a ellos pero, sutil e inteligentemente en su discurso, va contrastando las
acusaciones contra César con sus obras y proceder, hasta que el pueblo, persuadido por la
elocuencia de Marco Antonio en cuanto a las virtudes de César, se vuelca en contra de los
asesinos…

¡Amigos, romanos, compatriotas, prestadme atención! ¡Vengo a inhumar a César, no a


ensalzarle! El mal que hacen los hombres queda vivo después de ellos… lo bueno que hacen
frecuentemente se entierra con sus huesos. ¡Que sea así con César!
El noble Bruto os ha dicho que César era ambicioso. Si fue así, era una falta grave, y
gravemente ha pagado César por ella.
Aquí, con la venia de Bruto y los demás, pues Bruto es un hombre honorable, como son
todos ellos, todos hombres honorables, vengo a hablar en el funeral de César.
Él era mi amigo, fiel y justo conmigo; pero Bruto dice que era ambicioso. Y Bruto es un
hombre honorable.
César trajo muchos cautivos a Roma, cuyos rescates llenaron el tesoro público. ¿Parecía
eso ambición en César?
Siempre que los pobres expresaban sus penurias, César lloraba. ¡La ambición debería ser
de una sustancia más dura! No obstante, Bruto dice que era ambicioso, y Bruto es un hombre
honorable.
Todos visteis que en las Lupercales le presenté tres veces una corona real, y la rechazó
tres veces. ¿Era esto ambición? Sin embargo, Bruto dice que era ambicioso, y, ciertamente, él es un
hombre honorable.
No hablo para refutar lo que Bruto ha dicho. Pero estoy aquí para decir lo que sé. Todos le
amasteis alguna vez, y no sin causa. ¿Qué razón, entonces, os detiene ahora para no llorarle? ¡Oh
raciocinio! Has ido a buscar asilo en los irracionales, pues los hombres han perdido la razón…
¡Perdonadme un momento! Mi corazón está ahí, en ese féretro, con César, y he de detenerme hasta
que vuelva a mí. (Los ciudadanos hablan entre sí dando la razón a Marco Antonio)
Ayer todavía, la palabra de César hubiera podido prevalecer contra el universo. Ahora
yace ahí, y nadie hay tan humilde que le reverencie. ¡Oh señores! Si estuviera dispuesto a excitar al
motín y a la cólera a vuestras mentes y corazones, sería injusto con Bruto y con Casio, quienes,
como todos sabéis, son hombres honorables. ¡No quiero ser injusto con ellos! Prefiero serlo con el
muerto, conmigo y con vosotros, antes que con esos hombres tan honorables. Pero he aquí un
pergamino con el sello de César. Lo hallé en su gabinete, y en su testamento ¡Oiga el pueblo ésta
su [última] voluntad (aunque con vuestro permiso, no me propongo leerlo), e irá a besar las heridas
de César muerto y a empapar sus pañuelos en su sagrada sangre! ¡Sí! ¡Reclamará un cabello suyo
como reliquia y, al morir, lo transmitirá por testamento como un rico legado a su posteridad! (Los
ciudadanos exigen conocer el testamento de César)
Sed pacientes, amables amigos! ¡No debo leerlo! No es conveniente que sepáis hasta qué
extremo os amó César. Pues siendo hombres, al oír el testamento de César os enfureceríais llenos
de desesperación. Así, no es bueno haceros saber que os instituye sus herederos, pues, si lo
supierais, ¡Oh! ¿Qué no habría de acontecer? (Más voces exigiendo la lectura del testamento)
¿Tendréis paciencia? ¿Permaneceréis un momento en calma? He ido demasiado lejos en deciros
esto. Temo agraviar a los honrados hombres cuyos puñales traspasaron a César. ¡Lo temo! (Siguen
las exigencias de los ciudadanos)
¿Queréis obligarme, entonces, a leer el testamento? Pues bien, formad círculo en torno al
cadáver de César y dejadme mostraros al que hizo el testamento. ¿Descenderé? ¿Me dais vuestro
permiso? (Baja de la tribuna y se sitúa junto al catafalco con los despojos de César)
Si tenéis lágrimas, disponeos ahora a verterlas. ¡Todos conocéis este manto! Recuerdo
cuando César lo estrenó. Era una tarde de verano, en su tienda, el mismo día en que venció a las
hordas de los nervios.
¡Mirad: por aquí penetró el puñal de Casio! ¡Ved qué brecha abrió el envidioso Casca!
¡Por esta otra le hirió su muy amado Bruto! ¡Y al retirar su maldecido acero, observad cómo la
sangre de César parece haberse lanzado en pos de él, como para asegurarse de si era o no Bruto el
que tan inhumanamente abría la puerta! Porque Bruto, como sabéis, era el ángel de César. ¡Juzgad,
oh dioses, con qué ternura le amaba César! Ese fue el golpe más cruel de todos, pues cuando el
noble César vio que él también le hería, la ingratitud, más potente que los brazos de los traidores,
lo anonadó completamente. Entonces estalló su poderoso corazón y, cubriéndose el rostro con el
manto, el gran César cayó a los pies de la estatua de Pompeyo que se inundó chorreando sangre…
¡Oh, qué caída, compatriotas! En aquel momento, yo y vosotros y todos, caímos, y la
traición sangrienta triunfó sobre nosotros. Oh, ahora lloráis, y percibo sentir en vosotros la
impresión de la piedad. Esas lágrimas son generosas ¡Almas compasivas! ¿Por qué lloráis, cuando
aún no sabéis visto más que la desgarrada vestidura de César? ¡Mirad aquí! ¡Aquí está él mismo,
desfigurado, como veis, por los traidores! (Los ciudadanos claman venganza)
Buenos amigos, apreciables amigos, que no sea yo quien los estimula a esa repentina
explosión de amotinamiento. Los que han consumado esta acción son honorables. ¿Qué agravios
tenían privadamente, en secreto para hacerlo? ¡Ay, no lo sé! Ellos son sabios y honorables, y no
dudo que os darán razones.
¡Yo no vengo, amigos, a instigar vuestras pasiones! Yo no soy buen orador como Bruto,
sino como todos sabéis, un hombre franco y sencillo, que amaba a su amigo, y esto lo saben bien
los que públicamente me dieron permiso para hablar de él. Porque no tengo ni talento, ni
elocuencia, ni mérito, ni estilo, ni ademanes, ni el poder de la oratoria, que enardece la sangre de
los hombres. Hablo llanamente y no os digo sino lo que todos conocéis. Os muestro las heridas del
bondadoso César, pobres, pobres bocas mudas, y les pido que ellas hablen por mí. Pues si yo fuera
Bruto y Bruto Antonio, ese Antonio exasperaría vuestras almas y pondría una lengua en cada
herida de César capaz de conmover y levantar en motín las piedras de Roma. (El público quiere oír
el testamento)
Aquí está, y con el sello de César. A cada ciudadano de Roma, a cada hombre,
individualmente, lega setenta y cinco dracmas. (Voces de satisfacción)
Os lega, además, todos sus paseos, sus quintas particulares y sus jardines recién plantados
a este lado del Tíber. Los deja a perpetuidad a vosotros y a vuestros herederos como parques
públicos para que os paseéis y recreéis ¡Este era un César! ¿Cuándo tendréis otro semejante? (Los
ciudadanos deciden incinerar allí mismo el cadáver de César y, con esas llamas, prender antorchas
para incendiar las casas de los traidores)
¡Ahora prosiga la obra! ¡Maldad, ya estás en pie! ¡Toma el curso que quieras!"
II. ABRAHAM LINCOLN - Discurso de Gettysburg. Pronunciado el 19 de noviembre de
1863, en la inauguración del cementerio para los caídos en la Batalla de Gettysburg, la más
sangrienta y de mayor mortandad en la Guerra Civil. Este discurso se considera como una pieza
extraordinaria porque, a pesar de lo breve logró sintetizar muchos de los valores esenciales para
los Estados Unidos y sus ciudadanos.

Hace ochenta y siete años nuestros padres crearon en este continente una nueva
nación, concebida bajo el signo de la libertad y consagrada a la premisa de que todos los
hombres nacen iguales.
Hoy nos hallamos embarcados en una vasta guerra civil que pone a prueba la capacidad
de esta nación, o de cualquier otra así concebida y así dedicada, para subsistir por largo tiempo.
Nos hemos reunido en el escenario donde se libró una de las grandes batallas de esta guerra.
Vinimos a consagrar parte de este campo de batalla al reposo final de quienes han entregado su
vida por la nación. Es plenamente adecuado y justo que así lo hagamos.
Sin embargo, en un sentido más amplio, no podemos dedicar, no podemos consagrar, no
podemos glorificar este suelo. Los valientes hombres que aquí combatieron, vivos y muertos, lo
han consagrado muy por encima de nuestro escaso poder de sumar o restar méritos. El mundo
apenas advertirá, y no recordará por mucho tiempo lo que aquí se diga, más no olvidará jamás lo
que ellos han hecho.
Nos corresponde a los que estamos vivos, en cambio, completar la obra inconclusa que
tan noblemente han adelantado aquellos que aquí combatieron.
Nos corresponde ocuparnos de la gran tarea que nos aguarda: inspirarnos en estos
venerados muertos para aumentar nuestra devoción por la causa a la cual ellos ofrendaron
todo su fervor; declarar aquí solemnemente que quienes han perecido no lo han hecho en
vano; que esta nación, bajo la guía de Dios, vea renacer la libertad, y que el gobierno del
pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la tierra.
III. Martin Luther King - Discurso en Washington, DC “Tengo un Sueño”. Pronunciado el
28 de agosto de 1963, delante del monumento a Abraham Lincoln en Washington, DC, durante
una histórica manifestación de más de 200 mil personas en pro de los derechos civiles en los
EE.UU. Probablemente sea el discurso más conocido del siglo XX.
Uno de los aspectos más resaltantes de este discurso es su claro llamado a la
conciliación, sin renunciar a la lucha firme, pero pacífica, por los derechos y principios
que consagran el Acta de Independencia y la Constitución de los Estados Unidos.
Martin Luther King expresa claramente en este discurso por qué es considerado como
uno de los representantes mundiales más importantes del Movimiento de Resistencia Pacífica y
la No Violencia.

(1) Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la
mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.
Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó
la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz
y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita
injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero,
cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún
tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien
años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad
material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad
estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.
Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto
sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos
de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración
de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este
documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los
inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
(2) Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que
concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos
ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de
"fondos insuficientes". Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado.
Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de
este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas
de la libertad y de la seguridad de justicia.
También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de
América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o
de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas
de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación
hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento de hacer de la justicia una
realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las
arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.
(3) Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la
importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los
negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.
1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros
necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a
lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los
negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán
sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia.
Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al
palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar
que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de
la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino
elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa
degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde
se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha
envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca,
porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han
llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente
ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de
marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.
(4) Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, "¿Cuándo
quedarán satisfechos?"
Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto
viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No
podremos quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto
pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de
Misisipí no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no;
no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que "la justicia ruede como el agua y
la rectitud como una poderosa corriente".
Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y
tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han
llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de
la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos
del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no
es merecido, es emancipador.
(5) Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana,
regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de
alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la
desesperanza.
Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo
aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".
Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su
credo: "Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados
iguales".
Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y
los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.
Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la
injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.
Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por
el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.
(6) ¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de
interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños
y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos,
como hermanos y hermanas.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos,
los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios
será revelada, y se unirá todo el género humano.
Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe
podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe
podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de
fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel
juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.
(7) Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo
significado, "Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde mis
antecesores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que
repique la libertad". Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.
Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva
Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que
repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad
desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas
pendientes de California! Pero no sólo eso: ! ¡Que repique la libertad desde la Montaña de
Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que
repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí! "De cada costado de la
montaña, que repique la libertad".
Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en
cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de
Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y
cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios
omnipotente, ¡somos libres al fin!"
IV. John F. Kennedy - Discurso en Berlín “Soy un berlinés”. Pronunciado el 11 de junio de 1963,
con motivo de su visita a Berlín para conmemorar el decimoquinto año del bloqueo y aislamiento a Berlín y en
solidaridad contra el oprobioso Muro de Berlín.

Recuérdese que al final de la II Guerra Mundial Alemania fue dividida en 4 bloques territoriales, que
fueron asignados a los 4 principales países triunfantes en la conflagración: Estados Unidos, Reino Unido,
Francia (“los aliados”) y la Unión Soviética (URSS), país que recibió a su cargo el bloque más extenso, al Este
de Alemania. La ciudad de Berlín, enclavada en medio del territorio a cargo de la URSS, fue objeto de una
división similar en 4 zonas a cargo de los países triunfantes, las 3 “aliadas” se conocieron como Berlín
occidental y la otra, como Berlín oriental.

En mayo de 1948, cuando ya empezaba a verse la diferencia entre la recuperación de las zonas bajo
administración de los aliados y el retraso en las de la URSS, estos deciden imponer un severo bloqueo que
impedía la llegada de alimentos y suministros al Berlín occidental. Los aliados respondieron con una masiva
operación aérea de abastecimiento, valiéndose del corredor aéreo permitido por la URSS y el entonces pequeño
aeropuerto de Tempelhof; así y gracias a la heroica resistencia de los berlineses lograron sobrevivir hasta que,
en mayo de 1949, cesó el bloqueo y, poco después, el 23 de mayo de 1949 nacieron la República Democrática
Alemana (RDA o Alemania oriental) y la República Federal Alemana (RFA o Alemania Occidental).

En 1961 la RDA decidió dividir Berlín físicamente con la construcción de un ignominioso muro de
45 kilómetros para separar las dos áreas de Berlín, con las excusas de evitar la extracción hacia el oeste de los
recursos del socialismo y también proteger a su población de los elementos conspiradores que saboteaban los
esfuerzos del socialismo. A la par, construyeron otros 115 kilómetros para aislar al Berlín occidental de la RDA.
Todo aquel que trataba de superar el muro para huir al Berlín occidental era abaleado por los guardias armados
dispuestos en atalayas alrededor del muro.

Kennedy denunció magistralmente el fracaso del comunismo, sin describir el detalle de tal fracaso,
con simplemente repetir varias veces una invitación a visitar Berlín a quienes creyeran en ese sistema,
“¡Decidles que vengan a Berlín!”, con la que quería destacar que ante la realidad constatable no hacen falta
palabras. Adicionalmente, se ganó el corazón de los habitantes del Berlín occidental al repetir su orgullo y
admiración por la resistencia de los berlineses, proclamando ¡Soy un berlinés!
(1) Hace dos mil años el mayor alarde de orgullo personal era poder afirmar: “Civis
Romanus sum”. Hoy, en el mundo libre, el mayor alarde de orgullo personal es poder afirmar:
“Ich bin ein Berliner”.
Hay mucha gente en el mundo que realmente no comprende o dice que no comprende
cuál es la gran diferencia entre el mundo libre y el mundo comunista: ¡Decidles que vengan a
Berlín!
Hay algunos que dicen que el comunismo es la esperanza del futuro. ¡Decidles que vengan a
Berlín!
Hay algunos que dicen, en Europa y en otras partes, “podemos trabajar con los
comunistas”: ¡Decidles que vengan a Berlín!
Y hay algunos pocos que dicen que es verdad que el comunismo es un sistema
malvado y diabólico pero que permite un progreso económico: ¡Decidles que vengan a Berlín!
(2) La libertad tiene muchas dificultades y la democracia no es perfecta. Pero nosotros
no tenernos que poner un muro para mantener a nuestro pueblo con nosotros, para evitar que
nuestro pueblo huya de nosotros. Quiero decir en nombre de mis conciudadanos que viven a
muchas millas de distancia, en el otro lado del Atlántico, que sentimos un enorme orgullo de
haber compartido con vosotros, más allá de la distancia, la historia en los últimos 18 años.
No conozco una ciudad, ningún pueblo que haya sido sitiada y asediada durante 18 años y que
aún así viva con la vitalidad, la fuerza la esperanza y la determinación de la ciudad de Berlín
Occidental.
Mientras el muro es la más obvia y viva demostración del fracaso del sistema
comunista, como todo el mundo puede verlo, no podemos tener ninguna satisfacción en ello,
para nosotros, como ha dicho el Alcalde, es una ofensa no solo contra la historia y también una
ofensa contra la humanidad, separando familias, dividiendo maridos y esposas y hermanos y
hermanas y dividiendo a la gente que quiere vivir unida.
¿Cuál es la verdad de esta ciudad de Alemania? La paz real en Europa nunca puede
estar asegurada mientras a un alemán de cada cuatro se le niega el elemental derecho de ser un
hombre libre, que pueda elegir un camino libre.
En dieciocho años de paz y verdadera fe esta generación de alemanes se ha el derecho
a ser libres, incluyendo el derecho a la unión de sus familias, a la unión de su nación en
prolongada paz y buena voluntad con todos los pueblos.
(3) Vosotros vivís en una defendida isla de libertad, pero vuestra vida es parte de lo
más importante. Permitidme pediros a vosotros que elevéis vuestros ojos por encima de los
peligros de hoy hacia las esperanzas de mañana, más allá de la libertad de esta ciudad de Berlín
y todos los pueblos de Alemania, hacia la libertad en todas partes, más allá del muro, hacia días
de la paz con justicia, más allá de vosotros o nosotros, ¡para toda la humanidad!
La libertad es indivisible y cuando un hombre es esclavizado todos los hombres dejan
de ser libres. Cuando todos son libres, entonces podemos mirar hacia adelante, a ese día cuando
esta ciudad está reunificada y este país y este gran continente de Europa en paz y esperanza
global.
Cuando ese día finalmente llegue, como ocurrirá, la gente del Berlín Occidental pueda
tener una real satisfacción en el hecho de que ellos han estado en el frente principal durante casi
dos décadas.
Todos los hombres libres, dondequiera que ellos vivan, son ciudadanos de Berlín. Y
por lo tanto, como hombres libres, yo con orgullo digo estas palabras “Ich bin ein Berliner”.
V. Winston Churchill - Discurso ante la Cámara de los Comunes. Pronunciado el 13 de
mayo de 1940.
En un momento terrible de la historia, cuando las tropas del Reino Unido fueron casi
aplastadas por el avance indetenible del poderío bélico de Adolfo Hitler y precariamente
lograron retirarse hasta Gran Bretaña; cuando Londres y las principales ciudades
británicas eran destruidas y sufrían un continuo e inclemente bombardeo por parte de la
Lufthafe, Churchill asume el cargo de Primer Ministro y Primer Lord del Almirantazgo.
Lo notable de su discurso es que renuncia a mentirle a la población ofreciéndoles el ceso
de sus sufrimientos y angustias para, por el contrario, con gran crudeza ofrecerles “…
sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor.”, muy pocos políticos tienen el valor y la honestidad de
ofrecer algo semejante, pero a la par supo insuflarles el aliento y aguerrido espíritu de
determinación para resistir, enfrentar y al final vencer a “… una tiranía monstruosa,
nunca superada en el oscuro y lamentable catálogo de crímenes humanos.”

Debemos recordar que estamos en las fases preliminares de una de las grandes batallas de
la historia, que nosotros estamos actuando en muchos puntos de Noruega y Holanda, que estamos
preparados en el Mediterráneo, que la batalla aérea es continua y que muchos preparativos tienen
que hacerse aquí y en el exterior.

En esta crisis, espero que pueda perdonárseme si no me extiendo mucho al dirigirme a la


Cámara hoy. Espero que cualquiera de mis amigos y colegas, o antiguos colegas, que están
preocupados por la reconstrucción política, se harán plenamente cargo de la falta total de
ceremonial con la que ha sido necesario actuar. Yo diría a la Cámara, como dije a todos los que se
han incorporado a este Gobierno: «No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo,
lágrimas y sudor».
Tenemos ante nosotros una prueba de la más penosa naturaleza. Tenemos ante nosotros
muchos, muchos, largos meses de combate y sufrimiento. Me preguntáis:

¿Cuál es nuestra política? Os lo diré: Hacer la guerra por mar, por tierra y por aire, con
toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios nos pueda dar; hacer la guerra contra una
tiranía monstruosa, nunca superada en el oscuro y lamentable catálogo de crímenes humanos. Esta
es nuestra política.

Me preguntáis; ¿Cuál es nuestra aspiración? Puedo responder con una palabra: Victoria,
victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y duro que pueda ser su
camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia. Tened esto por cierto; no habrá supervivencia
para todo aquello que el Imperio Británico ha defendido, no habrá supervivencia para el estímulo y
el impulso de todas las generaciones, para que la humanidad avance hacia su objetivo. Pero yo
asumo mi tarea con ánimo y esperanza.

Estoy seguro de que no se tolerará que nuestra causa se malogre en medio de los
hombres. En este tiempo me siento autorizado para reclamar la ayuda de todas las personas y decir:
¡Venid, pues, y vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas!

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