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1. Alarma de reacción
Cualquier alteración física, emocional o mental consecuencia de haber
detectado una amenaza o haberse cruzado con un estresor causa una
reacción instantánea orientada a combatir esta situación. Esta respuesta
recibe el nombre de reacción de "lucha o huida", y consiste en la liberación
de adrenalina hacia distintas las partes del cuerpo: los vasos sanguíneos,
el corazón, el estómago, los pulmones, los ojos, los músculos…
Ante un estímulo estresante, esta hormona proporciona un impulso rápido
para que nuestra energía aumente y así podamos escapar del peligro.
Notamos los efectos porque la respiración, el pulso y la frecuencia cardíaca
se aceleran para que los músculos respondan más rápidamente. Las
pupilas se dilatan, la sangre circula a mayor velocidad y ésta se aleja del
aparato digestivo para evitar vómitos.
2. Resistencia
En la etapa de resistencia, el cuerpo trata de adaptarse gracias un proceso
llamado homeostasis, que da lugar a una fase de recuperación y
reparación. El cortisol y la adrenalina vuelven a sus niveles normales, pero
los recursos se van agotando y las defensas y la energía necesarias para la
fase anterior de estrés disminuyen. El cuerpo ha realizado un
sobreesfuerzo y ahora debe descansar.
3. Agotamiento
Cuando el estrés dura mucho, el organismo acaba por agotar recursos y
pierde gradualmente la capacidad adaptativa de las fases anteriores. El
cuerpo se debilita y, después de cierto tiempo en esta situación
perjudicial, el organismo puede sucumbir a la enfermedad, ya sea una
infección viral o bacteriana, porque sus defensas se han agotado. Todos los
efectos negativos del estrés crónico mencionados con anterioridad se
manifiestan en esta etapa.