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Trabajo practico n°5. Fecha de entrega 13/9.

Profesor: Leonardo Martínez

Conformación de los estados y luchas internas.


Liberales y conservadores.
Luego de la Independencia, se produjo un enfrentamiento entre las elites para decidir quien reemplazaría a
los españoles en las principales funciones de gobierno Una de las consecuencias de las revoluciones fue
el surgimiento de dos identidades políticas con distintos proyectos de organización nacional Por un lado los
liberales eran partidarios de un gobierno constitucional que asegurara las libertades civiles y comerciales,
seguían las ideas de la ilustración francesa, y se oponen a los privilegios de la Iglesia y el ejército, Por el
otro, los conservadores querían un gobierno fuerte que fuera capaz de restaurar las tradiciones religiosas,
y se inclinaban por el proteccionismo económico Al mismo tiempo, ambas posiciones representaban a
diferentes grupos de poder, ya que mientras que los conservadores tienen su base de poder en las
haciendas y las comarcas rurales, los liberales solían ser abogados, políticos y comerciantes de la ciudad.

Centralistas y federalistas.
El enfrentamiento entre liberales y conservadores también implica una disputa por la organización del
territorio entre las provincias y las ciudades capitales. Según las circunstancias, liberales y conservadores
podían ser centralistas, si consideran que una capital debía gobernar por encima de las provincias o
federalistas, si defendían la autonomía de cada provincia o región. En Uruguay, Paraguay, Bolivia.
Colombia, Venezuela y Ecuador, se constituyeron repúblicas independientes sobre la base territorial de los
virreinatos del Río de la Plata, Perú y Nueva Granada, frente a las tendencias centralistas de ciudades
como Buenos Aires Lima y Bogotá.
Liberalismo, conservadurismo, centralismo y federalismo no eran ideologías muy rígidas Durante las
guerras civiles, los cambios de postura ideológica dentro de los sectores sociales eran muy comunes.

La era de los caudillos.


La movilización de los ejércitos independentistas modificó el orden colonial y dio visibilidad a las tensiones
sociales, étnicas y regionales que permanecen latentes antes de las revoluciones. La guerra creó una
nueva elite militar, que utilizó a sus tropas como un instrumento político para conquistar una posición de
poder entre las tradicionales élites de terratenientes, funcionarios y comerciantes. La violencia empleada
durante los enfrentamientos contra los realistas se convirtió en una práctica cotidiana, que perduró luego
de las declaraciones de Independencia. La principal consecuencia del permanente uso de la fuerza para
resolver los conflictos dentro de las repúblicas criollas, fue la militarización de la vida política. En ese
contexto caracterizado por la inestabilidad aparecieron los caudillos, que eran aquellos jefes del ejército
regular o de las milicias populares que no se desmovilizaron al finalizar las guerras de Independencia. Eran
dueños de sus propias tropas y se asociaron a grupos de poder local, que aceptaron su protección para
preservar sus negocios frente a la violencia de la guerra civil.

Las practicas caudillistas.


Los caudillos eran grandes propietarios terratenientes, lo cual les asegura un trato privilegiado con las
clases populares. Los campesinos, los gauchos y los esclavos liberados fueron la base de poder de los
caudillos, que distribuían tierras, dinero y armas para asegurar la lealtad de sus soldados. El caudillo
ejercía un liderazgo basado en el carisma, la motivación y las relaciones personales con sus seguidores,
quienes le atribuyen capacidades especiales. Por ejemplo, cuando el caudillo mexicano Antonio López de
Santa Anna perdió una pierna en la guerra contra Francia. Celebró un funeral en honor a su miembro
mutilado y ordenó pasearlo en un cofre de cristal por todo el país. Gracias a esos gestos, se convirtió en un
héroe popular y, en 1839, accedió a la presidencia de la República Sin embargo, la relación entre el
caudillo y las clases populares no puede explicarse solamente a partir de las características del líder. El
caudillo dependía de sus tropas y, para conservar su apoyo, debía responder a sus demandas. Por otra
parte, en sus inicios, la militarización significó una democratización de las repúblicas criollas. El ejército y
las milicias eran formas de participación política y medios de protesta de las clases populares contra las
élites urbanas.

La formación de los Estados provinciales.


El proyecto de Artigas en la Banda Oriental llegó a su fin con su derrota a manos de los portugueses. Sin
embargo, el Directorio no pudo sacar provecho de la desgracia de su principal adversario, en cambio,
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comenzó a desintegrarse cuando Buenos Aires utilizó las tropas del Ejército del Norte, destinadas a la
guerra de Independencia, contra las provincias rebeldes. El Ejercito del Norte, que se había establecido en
Tucumán y Córdoba, empezó a tomar parte en las disputas entre las elites locales, De esa manera, las
milicias provinciales y el ejército de línea se convirtieron en instrumentos políticos de sus jefes, pero
también en un medio de intervención para las clases populares.
En octubre de 1819, el Ejército del Norte se negó a apoyar al Directorio en un nuevo intento de invadir las
provincias del Litoral. Tres meses después, un grupo de oficiales del ejército, encabezado por Juan
Bautista Bustos, José María Paz y Alejandro Heredia, se rebeló en la localidad de Arequito. Sin el apoyo
de su propia fuerza militar, el Directorio pidió ayuda a los portugueses, lo que provocó la reacción
inmediata de las provincias de Santa Fe y Entre Ríos. En febrero de 1820, las milicias del Litoral derrotaron
a las tropas del Directorio en la batalla de Cepeda, ocuparon Buenos Aires y desplazaron de su cargo al
Director Supremo Rondeau. Con la disolución del Congreso Constituyente y la caída de la capital porteña,
finalizó la breve experiencia de las Provincias Unidas de Sudamérica. De sus ruinas emergieron los
Estados provinciales, que nombraron a sus propias autoridades y se rigieron como repúblicas
independientes.

Las economías del Interior después de 1820.


Durante la guerra de Independencia, el enfrentamiento con los realistas golpeó duramente a la antigua
economía virreinal. La tradicional ruta comercial que unía a Potosí con Buenos Aires, a través de la cual
circulaba la plata con destino a España, se vio ininterrumpida debido a la concentración de tropas en el
Alto Perú. El derrumbe económico de la región andina perjudicó a provincias como Córdoba, donde se
criaban mulas para el transporte de mercancías, y como San Luis y Santiago del Estero, donde existía una
activa industria de fabricación de indumentaria para los mineros andinos.
A partir de 1820, las provincias buscaron financiarse a través del cobro de impuestos a la importación y
exportación de mercaderías, pero la mayor parte de sus escasos ingresos eran destinados al
mantenimiento de las milicias provinciales. Por esa razón, las economías provinciales tuvieron que
adaptarse al contexto de guerra civil y destrucción de los circuitos mercantiles coloniales. El panorama
general fue de escasez y pobreza, aunque la región de Cuyo pudo mantenerse gracias a la producción
vitivinícola y a su vinculación con la economía chilena, mientras que el Litoral se apoyó en la ganadería.

La economía bonaerense.
Después de 1820, a diferencia del resto de las provincias, la economía de la provincia de Buenos Aires
comenzó a crecer gracias al aumento del comercio con Gran Bretaña y la exportación de cueros. Inglaterra
le arrebató el control del comercio atlántico a España y estableció una delegación de comerciantes y
banqueros en el puerto de Buenos Aires. El negocio del cuero impulso la expansión de la frontera al sur del
rio Salado, donde se establecieron estancias ganaderas y colonias agrícolas. Las demás provincias
también privilegiaron las actividades agropecuarias, por lo que el poder económico dejó de estar centrado
en la ciudad y se desplazó hacia el campo. La prosperidad de Buenos Aires se basaba tanto en la
producción agropecuaria como en la articulación de una importante red mercantil, y también en el cobro de
aranceles comerciales a las demás provincias. Como Buenos Aires contaba con el puerto más accesible
de la región, los comerciantes del Interior se veían obligados a viajar hasta la ciudad portuaria para vender
materias primas y comprar productos fabricados en Inglaterra.
Las autoridades bonaerenses cobran elevados impuestos a la importación o exportación de mercaderías, y
prestan dinero a las provincias, pero se negaban a compartir con ellas los ingresos de la Aduana. El
conflicto entre los intereses económicos de Buenos Aires y las necesidades de las provincias prolongó la
guerra civil durante medio siglo.

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