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Milton Glaser:
“Diseño y arte son asuntos
distantes”
Es quizá el diseñador gráfico más famoso del mundo. Un referente para varias generaciones y
autor del legendario eslogan ‘I Love New York’. Su obra abarca desde logotipos inmortales hasta
cabeceras de destacados medios de comunicación. A sus 87 años, defiende que la estética no está
reñida con la ética y la verdad. Ambas han sido una constante en su vida.
El edificio en el que el diseñador gráfico Milton Glaser (Nueva York, 1929) tiene su estudio es un
superviviente en Manhattan. Con escala doméstica de cuatro plantas y sin ascensor, el despacho
del autor del logotipo I Love NY (1977) ocupa el piso principal. A un lado, el bullicio de los niños
típico de los pocos y densos parques de Manhattan. Al otro, un rascacielos de viviendas anodino.
Todo salpicado de los restaurantes y tiendas con letreros en chino y coreano de Murray Hill, al
sureste de la ciudad. “Aquí apenas se ha corrompido el espíritu del barrio, que ha crecido de
forma honesta. No se ha gentrificado de forma radical porque no tiene un carácter peculiar.
Nunca se ha identificado como un lugar cool para vivir”. Glaser, que ha liderado proyectos para
clientes tan variopintos como el Estado de Nueva York, la revista Esquire o la serie de televisión
Mad Men, y cuya obra ha sido objeto de exposiciones en el MOMA de Nueva York o el Pompidou de
París, compró esta casa centenaria en 1965. Pagó por ella 18.000 dólares. Sobre un paño de vidrio
en el umbral, una frase advierte al visitante: “Art is work” (el arte cuesta trabajo).
“Lo bueno es enemigo de lo mejor” es otra de sus frases. ¿Es I Love NY su mejor
trabajo?
Es uno de los más simples. Lo simple funciona. Es mi trabajo más famoso, el que
han visto más personas del mundo. Pero, en ese caso, lo mejor no sé lo que es. He
hecho trabajos más ambiciosos y complejos.
¿Cómo se le ocurrió?
A finales de los setenta, la ciudad atravesaba un momento difícil. Siempre
dábamos un paseo después de cenar y recuerdo que mi mujer comenzó a sentir
miedo de salir al anochecer. Había muchos robos, delincuencia, y pensé que
teníamos que hacer algo.
El croquis que dibujó en un taxi está ahora en el MOMA. Sí, siempre trabajo así. No
me siento a trabajar. Dejó las cosas en la cabeza y vivo con ellas hasta que
afloran.
¿Es cierto que nunca ha cobrado ese trabajo que genera millones de dólares
impreso en camisetas y tazas?
Me dieron 2.000 dólares para las pruebas mecánicas. Pero no, no cobré un
centavo. Me hace muy feliz haberlo hecho porque, como les sucede a veces a los
periodistas y a los artistas, he podido ver que mi trabajo tenía sentido, que
afectaba a la vida de algunas personas y de mis amigos, y que está hecho por el
bien general. No insta a nadie a comprar algo que no es bueno para él. No me
gusta la persuasión, me gusta la información. Sienta muy bien poder expresar
una idea poderosa con medios muy simples.
Mad Men - Milton Glaser
No mucha gente sabe que usted estudió y trabajó con el pintor Giorgio Morandi
en Bolonia.
Sí, me dieron una beca Fulbright para estudiar en Milán y en Florencia, y terminé
en Bolonia. Y allí Morandi daba clase en la universidad a mujeres sin educación
artística. Yo era el único chico y el único con formación.
A finales de los cincuenta, ¿cómo era la vida en Italia comparada con Nueva
York?
Nueva York encarna las aspiraciones de mucha gente, pero a mí Italia me
transformó. La primera vez me quedé un año y trabajé con Morandi. Luego
regresé cuatro años después con mi mujer, recién casados, y vivimos dos años
en Roma.
¿Qué buscaban?
Quería compartir lo que había vivido con ella. Si a uno le interesa la comida o el
arte, tiene que ir a Italia. Cuando llegué no sabía nada de arte, ni de arquitectura,
ni de comida, pero estaba convencido de que lo sabía todo de casi todo. Viene en el
paquete de ser estadounidense. Por eso vivir allí me puso en mi sitio. Tuve que
aprender todo de nuevo, y cuando digo todo quiero decir todo. Italia cambió mi
escala de valores.
Se ha convertido en un descreído.
No creo lo que dicen los periódicos, a veces dudo hasta de lo que veo. Pero uno ha
de buscar una manera de ir por el mundo.
Uno de los diseños más icónicos de Milton Glaser es el póster de Bob Dylan que
se incluyó en el disco Bob Dylan’s Greatest Hits (1967).
¿Un diseñador tiene que ser un intelectual?
No necesariamente. Muchos artistas no son elocuentes porque su medio de
expresión no es la palabra. No es que les falte inteligencia, les faltan las palabras.
¿Falsa?
Sí, no tiene respuesta.
“Los diseñadores no necesitan expresarse, sino saber vender una idea clara al
cliente”.
Sus frases se han hecho célebres. Inundan la Red y pueden entenderse como
mantras. Una de ellas habla de las respuestas que puede ofrecer el diseño: sí, no
y ¡guau! ¿No es la sorpresa un arma peligrosa?
A veces. Transformar la opinión de la gente siempre lo es. El ¡guau! para mí se
produce cuando alguien advierte algo en lo que antes no había reparado, cuando
la conciencia se amplía o el placer aumenta. Una de las cosas más difíciles de la
vida es ver las cosas cuando las tienes delante. Nos cegamos con los prejuicios
que permean todo lo que observamos. Generamos constantemente expectativas a
partir de prejuicios que, en la mayoría de los casos, son falsos.
¿Por qué?
Es un idiota rematado.