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Profesor. Pastor
C.I: 14.446.050
Período: 2023-1
Nuestras sociedades actuales llevan décadas incluso siglos, derivando hacia un peligroso y
exclusivo antropocentrismo, donde la vida gira en torno al humano, ya que las
implicaciones patriarcales también influyen sobremanera en esta forma de entender el
mundo y la vida, y por lo tanto, la mujer queda marginada en esta visión. El hombre (y más
concretamente, un cierto tipo de hombre, occidental, blanco y heterosexual) es el epicentro
de la vida, y el resto de las manifestaciones de la misma, así como el resto de actores que
forman parte de ella, quedan relegados a un segundo plano. Y así, modos de producción y
consumo, pero también modos y formas de vida, e imaginarios económicos, sociales y
culturales, vienen definiendo los moldes del funcionamiento de nuestras sociedades. Los
dogmas del capitalismo y del neoliberalismo, con sus peligrosos valores, no solo han
imbuido las relaciones humanas y sociales en el fundamentalismo de marcado, que provoca
los procesos de explotación del ser humano y de la naturaleza, sino que además han
conducido a un absoluto desprecio hacia todo el resto de formas de vida no humanas, es
decir, animales, plantas y el resto de organismos vivos que alberga la Madre Tierra.
Todo ello nos ha conducido a la ampliación del concepto originario sobre el conflicto
capital-trabajo, que ya nos dejara planeado Carl Marx, que ahora se nos manifiesta también
en el orden capital-vida, o así preferimos, en el conflicto capital-planeta. Dicho conflicto
viene generado por la degradación del medio ambiente y los recursos naturales, vinculada
cada vez más a la acción del hombre. El planteamiento antropocéntrico (al que se le pueden
rastrear incluso motivaciones y orígenes religiosos) nos conduce inexorable a un abismo
civilizatorio, planteado en sus manifestaciones más evidentes como un agotamiento de
materias primas y de fuentes de energía fósiles, así como los terribles efectos de un caos
climático que amenaza con arrasar todo vestigio de vida en menos de un par de décadas, si
no somos capaces de adaptarnos a dicho colapso. Y dicha adaptación requiere, por tanto, de
un cambio de paradigma civilizatorio. Del antropocentrismo característico de la civilización
industrial capitalista, de carácter mono cultural, patriarcal y depredador, hemos de
conseguir migrar hacia un paradigma eco centrista, o si se prefiere biocentrista, que reside
fundamentalmente, como su nombre indica, en poner la vida en el centro.
Una vida 8humana y no humana) que deberá volver a ser valorada y respetada, para que
pueda merecer la pena el hecho de ser vivida. ¿Dónde descansan los fundamentos del
biocentrismo? Básicamente, en re conceptualizar los significados de diversos términos que
han sido apropiados por el actual paradigma, tales como “progreso”, “desarrollo”,
“bienestar” o “riqueza”.
Bajo la visión antropocéntrica estos conceptos están absolutamente ligados a los postulados
capitalistas, de tal modo que son entendidos únicamente en función del crecimiento
económico, medido por su propios indicadores, y que se manifiestan en un continuo
crecimiento en el nivel de producción de bienes y servicios, ligado a un uso creciente de las
fuentes de materiales y energía que son necesarias para dichos procesos. El crecimiento sin
fin de la producción, así como el consumo irracional y compulsivo son los dioses de este
tipo de civilización, donde la propia vida es relegada a un segundo plano, sacrificada en
aras del crecimiento perpetuo. Las necesidades humanas se han re significado en el altar de
estos valores, y la “riqueza” y el “bienestar” son medidos únicamente de forma material, en
la dimensión del “tener”, en vez de en las dimensiones del “ser”, “estar” o “hacer”. La
visión del “progreso”, muy ligada igualmente a la concepción utilitarista de la ciencia, mide
el avance de forma lineal de manera que se entiende que nuestras sociedades progresan si
son capaces de producir cada vez más elementos para el consumo humano, sin preocuparse
de otros indicadores que puedan darnos pistas sobre nuestro grado de felicidad, de cohesión
social, de igualdad o de redistribución de la riqueza generada.
Las sociedades humanas han atravesado momentos de profundos cambios, Uno de estos
momentos fue la Revolución Industrial, que dio lugar a transformaciones económicas que
afectaron a lo más esencial de la vida de las personas: el trabajo, los estilos de vida, las
relaciones familiares, la educación, los valores y las creencias. Al hilo de estos
acontecimientos, un elenco de pensadores con espíritu científico y sensibilizado por las
consecuencias sociales de estos cambios pusieron los cimientos para la construcción de una
nueva disciplina dedicada al estudio científico de la sociedad. En ese grupo de pensadores
estaban los padres fundadores de la sociología: Saint Simon, Augusto Comte, Emile
Durkheim, Carlos Marx y Max Weber.
El conde de Saint Simon nació en París en 1760, vivió intensamente los acontecimientos
más importantes de su época, participó en las luchas de emancipación de la América del
Norte y en la Revolución Francesa. En 1792, la asamblea electoral de la comuna de París le
nombró su presidente, entonces renunció a su título nobiliario y se hizo llamar Claude
Henri Bonhomme. Saint Simon vive así de forma excepcional una época de ruptura radical
del orden tradicional. Son años de innovación y cambio y de confianza en la ciencia para
construir la sociedad del futuro. Saint Simon dio respuesta a la preocupación de los
enciclopedistas de completar el edificio de las ciencias con una física social o teoría
positiva de la sociedad atribuyéndole a esta ciencia la misión de solucionar las terribles
consecuencias de la crisis social.
Augusto Comte fue el verdadero fundador de esta ciencia. Con él se desarrolló la teoría
positivista. Desde 1830 a 1842 publicó los seis volúmenes de su Curso de filosofía positiva.
Su método consistía en ocuparse solo de los hechos y de sus relaciones. Los hechos son los
fenómenos que pueden comprobarse por la experiencia y la única experiencia es la de los
sentidos. Comte nació en el año 1798 en el seno de una familia eminentemente católica y
monárquica. A la edad de 13 años ya había roto con las creencias religiosas y las
condiciones políticas de su casa. Dos años más tarde empezó sus estudios en el colegio
Montpellier, del que pasó a la Escuela Politécnica. Durante este tiempo se consagró al
estudio de las matemáticas, cuya enseñanza constituyó su principal medio de vida, y a las
ciencias naturales. En 1818, a la edad de 20 años, tuvo un fecundo encuentro con Saint
Simon, que influyó poderosamente en su pensamiento. La preocupación fundamental de
Comte, como la de Saint Simon, era cómo cambiar el desorden en orden. Percibió la
Revolución Francesa como un cambio sustantivo en la historia de la humanidad. El Antiguo
Régimen había desaparecido, no habiendo nacido todavía las instituciones adecuadas para
reconducir la situación emergente. Se necesitaba una nueva política en el sentido más
amplio de la palabra para hacer frente a la nueva sociedad industrial. Ya no era posible
hallar consuelo en Dios, en la metafísica o en los modos tradicionales de sentir y creer. El
hombre era, a partir de entonces, responsable de sí mismo y de sus actos; debía, por ello,
construir su propia sociedad.
Además del pensamiento sansimoniano, Comte estaba familiarizado, entre otros, con el
pensamiento de Hume, de Kant, de Aristóteles, de Montesquieu, de Turgot y de Hegel,
quienes contribuyeron a conformar su método de análisis de la realidad.
El trabajo de Comte fue, así, un intento de síntesis de la historia del pensamiento humano.
Formuló la Ley de los tres Estados para explicar la evolución de las sociedades
occidentales: teológico, metafísico y positivo.
“Entiendo por física social”, decía Comte, “la ciencia que tiene por objeto propio el estudio
de los fenómenos sociales considerados con el mismo espíritu que los fenómenos
astronómicos, físicos, químicos y fisiológicos, es decir, como sujetos a leyes naturales
invariables, cuyo descubrimiento es el fin especial de sus investigaciones”.
Auténticos profetas de la nueva disciplina, con ellos la sociología pone las bases para la
organización científica de la sociedad. Esta misma pretensión influyó de forma importante
en las elaboraciones teóricas de Emile Durkheim, Karl Marx y Max Weber. Los trabajos de
Durkheim, Marx y Weber representan una contribución definitiva a la construcción de una
ciencia para el estudio de la sociedad. Su actividad intelectual se concentró en el estudio
riguroso de las asociaciones entre los hechos sociales, considerando dicha asociación como
un hecho en sí mismo. Emile Durkheim dedicó sus esfuerzos a la constitución de la
sociología como una disciplina científica.
Con Durkheim, la sociología empezó a adquirir un cierto estatus como ciencia y un grado
de difusión significativo. Durkheim coincidió con Comte en que la sociología se justifica
porque existen asociaciones entre los diferentes hechos sociales, por lo tanto, los hechos
sociales deben ser considerados independientemente del sujeto. En palabras de Durkheim,
“la sociología solo podía nacer el día en que se presintió que los fenómenos sociales, aún
sin ser materiales, no dejan por eso de ser cosas reales que permiten su estudio; es preciso
pues considerar los fenómenos sociales en sí mismos, desligados de los sujetos conscientes
que los representan”.
Con Durkheim, la sociología puso las bases para un desarrollo efectivo de los métodos
objetivos de investigación de la sociedad.
Karl Marx influyó de forma esencial en el desarrollo de la sociología. Karl Marx intentó
sintetizar en un cuerpo teórico homogéneo la herencia del conocimiento social. Su
propósito era descubrir el proceso de desarrollo de la humanidad con la finalidad de
acelerarlo y orientarlo en la medida de lo posible. Deseaba, por lo tanto, transformar la
sociedad, pero en un sentido que, en buena medida, ya estaba predeterminado. El ideal
comtiano de diseñar un modelo de sociedad con criterios científicos y racionales tendría así
una cierta continuación en el propósito de Marx de contribuir al alumbramiento de una
nueva sociedad comunista como superación histórica del capitalismo y sus contradicciones
y conflictos sociales.
También Max Weber, durante los primeros años de este siglo, contribuyó decisivamente a
la construcción de la sociología. Weber situó el análisis de la realidad social en el ámbito
del individuo. Sus críticas al pensamiento de Marx se basaban, fundamentalmente, en el
rechazo a las teorías holistas, que no daban la suficiente importancia a la acción del
individuo en el análisis sociológico.
Weber consideró como prioritario conocer el sentido que los individuos dan a sus acciones.
El subjetivismo en el que podía caer con la defensa de esta postura fue soslayado gracias al
énfasis que siempre puso en la investigación concreta. Sus estudios demostraron que la
conducta de los individuos no tiene, en última instancia, un interés particular sino que, por
el contrario, se explica por unos valores que hacen referencia al contexto normativo social.
Saint Simon como precursor, Comte como inventor del término sociología y como primer
impulsor de la misma y Durkheim, Marx y Weber como los tres primeros grandes teóricos
del estudio sociológico de la sociedad tuvieron la virtud de definir una nueva disciplina
orientada a la investigación de la sociedad con un método científico y contribuyeron a
conocer con más rigor los procesos de cambio que han experimentado las sociedades
humanas. A ellos, y a otros que se apoyaron en ellos, se debe que hoy en día contemos con
una ciencia de la sociedad.
Enfoque Positivista.
Metafísica: Todo lo que ocurre se debe a las fuerzas naturales o esencias y se realizan ritos
para que pase tal o cual cosa (danza de la lluvia, sacrificio de un animal, etc.). Busca
respuesta en cómo suceden las cosas.
Positiva: El nombre positivo deriva de lo que el ser humano hace y crea, no es Dios. Es
cuando llega a una estructura científica de la mente buscando las causas de los fenómenos
con la razón a través de la experimentación, la observación y la experiencia para descubrir
las leyes científicas que regulan sus relaciones. Busca respuestas al por qué suceden las
cosas. La razón es considerada como la única fuente de conocimiento científico. Con la
razón y las ciencias es posible el progreso indefinido de la sociedad pero, para que se
produzca, debe existir el orden social. Para ello es necesario evitar todo tipo de conflictos
sociales.
El positivismo afirma que en la realidad existe un orden único que tiende al progreso
indefinido de la sociedad. Todo lo que ocurre responde a ese ser natural que hay que
descubrir, conocer y aceptar. Así, el ser humano no es el constructor de la realidad social,
propone una suerte de inmovilismo social, de orden social descartando la problematización.
Perspectiva estructural-funcionalista.
Surge después de la Segunda Guerra Mundial, en Francia en 1919. Los orígenes de esta
corriente se remontan a los trabajos de Emile Durkheim.
El estructural- funcionalismo retomó gran parte de los trabajos de Durkeim, quien señalaba
que en la sociedad existe prioridad de lo social sobre lo individual, y que todo fenómeno
social tiene que ver con creencias y prácticas y no con actos individuales.
En el plano social, las personas tienen un estatus o posición social y deben desempeñar su
rol de acuerdo con el lugar que ocupan en la sociedad. Asimismo, hay diferencias notables
una existencia propia y constituyen una realidad diferente a los hechos individuales o
manifestaciones particulares de los individuos.
Liberalismo y Neoliberalismo
Las ideas liberales se remontan al siglo XVII, con las obras de pensadores como Thomas
Hobbes y John Locke, aunque el término no fue utilizado sino hasta el siglo XIX. El
significado original se refiere a la preponderancia de la libertad individual, en tanto no entre
en conflicto con los derechos de otros y el rechazo a todo aquello que trata de
menoscabarla. Entre estos derechos está la propiedad privada y los derechos políticos como
la libertad de expresión. La base del liberalismo está también en el pensamiento de Lord
Acton (1834-1902), quien decía que “La libertad no es el poder de hacer lo que nos gusta,
sino el derecho a hacer lo que deberíamos.”
El liberalismo como filosofía moral establece la igualdad de las personas, por lo que se
opone a todo tipo de desigualdad o trato diferente en las leyes. Pero como al mismo tiempo
defiende la libertad económica, las personas, aunque iguales ante la ley, son libres de
producir según sus capacidades, y de gozar del fruto del trabajo individual, produciendo
diferentes resultados económicos en un sistema de mercado libre. De ello resulta la
desigualdad de ingresos y riqueza. Es lo que se conoce como desigualdad de resultados. Sin
embargo, el liberalismo no se opone a la transferencia de ingresos desde los que más
generan a los que menos, Por tanto, no se opone a la función del Estado para llevar a cabo
esa transferencia.
LA TEORÍA CRÍTICA
"La teoría esbozada por el pensar crítico no obra al servicio de una realidad ya existente:
sólo expresa su secreto." M. Horkheimer, "Teoría tradicional y teoría crítica" (1973: 248).
Al mismo tiempo Marcuse se cuida de aclarar que no se trata de una postura teológica:
"La teoría crítica no ha lucubrado con la idea de este objetivo final, un ideal social que
ocupara el lugar de un más allá teológico, y que el nuevo orden debido a su oposición al
punto de partida y su distanciamiento permanente, pudiera parecer también un más allá..."
Lo que sí hace la teoría crítica es señalar tanto las carencias de la sociedad como los errores
de las categorías filosóficas tradicionales:
"Cuando la teoría crítica, en medio de la desorientación actual, señala que lo que interesa en
la organización de la realidad que ella pretende es la libertad y la felicidad de los
individuos, lo único que hace es ser consecuente con sus conceptos económicos. Estos son
conceptos constructivos que conciben no sólo la realidad dada, sino que también su
superación y la nueva realidad. En la reconstrucción teórica del proceso social aquellos
elementos que se refieren al futuro son partes necesarias de la crítica de las relaciones
actuales y del análisis de sus tendencias" {ibidem: 87)
La designación Escuela de Frankfurt reúne la producción de una serie de pensadores que
iniciaron sus estudios entorno a la teoría marxista para, después, hacer una reflexión crítica
sobre las sociedades industriales.
La escuela, de carácter interdisciplinaria, abarca estudios que van desde aspectos sociales y
económicos hasta los culturales. Con ella, se pone en crisis el concepto de razón y la teoría
tradicional, para dar paso a denominada como teoría crítica. Pero, ¿Qué es la teoría crítica?
¿Cuál es el objeto de estudio de la escuela? ¿Quiénes son los principales representantes?
Se centra en dos interese principales. Por un lado, pretende realizar una crítica a las
sociedades industriales desarrolladas. Este análisis va a ser interdisciplinario pues, abarca
no solo en el aspecto político, sino también económico y el de las industrias culturales.
En una primera etapa, se realiza una reformulación del marxismo bajo un nuevo paradigma
y con una reflexión de la sociedad y los procesos que lo conforman. Más tarde, tras la
Segunda Guerra Mundial, entre los temas de interés de la escuela aparece el de la influencia
de los medios de comunicación en la sociedad. Al mismo tiempo, que se pone en
evidencias “la libertad individual” en las sociedades democráticas. Así, los integrantes de la
escuela pretenden desarrollar una sociedad de individuos conscientes y de espíritu crítico.
Para ello, se comprometen en la denuncia de toda forma de opresión vigente en las
sociedades modernas, ya sean socialistas o capitalistas.
Por otro lado, critican la concepción del conocimiento anterior y pretenden romper con la
teoría tradicional. Para ello, denominan a esta nueva forma como teoría crítica
Teoría crítica
Según la perspectiva del conflicto, la sociedad está constantemente en conflicto por los
recursos, y ese conflicto impulsa el cambio social. Por ejemplo, los teóricos del conflicto
podrían explicar los movimientos de derechos civiles de la década de 1960 estudiando
cómo los activistas desafiaron la distribución racialmente desigual del poder político y los
recursos económicos. Como en este ejemplo, los teóricos del conflicto generalmente ven el
cambio social como abrupto, incluso revolucionario, más que incremental.
En la perspectiva del conflicto, el cambio se produce a través del conflicto entre intereses
en competencia, no del consenso o de la adaptación. La teoría del conflicto, por lo tanto, da
a los sociólogos un marco para explicar el cambio social, abordando así uno de los
problemas con la perspectiva funcionalista.