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LA PAZ.
- Cuando el sistema político se pervierte dando como resultado una “República mafiosa y
corrupta”.
En lo jurisdiccional con un “legalismo perverso” que se aparta de la justicia… En lo patrimonial
con los grandes monopolios… En el desarrollo economicista etc. En lo banal de la administración
pública. Todo esto da como resultado la violencia del crimen organizado.
¿Qué es la violencia?
Esta descripción de la violencia nos ayuda a darnos cuenta que no todo uso de la
fuerza es violenta, ni toda manifestación de coraje o agresividad conlleva una carga
violenta, tomando en cuenta la proporcionalidad de la fuerza que se utilice, la
intencionalidad de la acción y, sobre todo, el cuidado de preservar la integridad física,
sicológica y moral sobre quienes se ejerce determinada fuerza.
La cultura de la violencia.
Nos hemos permitido exponer algunas de las muchas formas que existen para
justificar la violencia. De ahí surge una verdadera cultura de la violencia que se va
introyectando en cada uno de nosotros y que se vuelve el ambiente social, justificado
incluso por planteamientos éticos, en el que se desenvuelve nuestra vida.
Ante todo, nos ha parecido muy pertinente y, por ello, asumimos la distinción que
hacen algunos autores entre lo que es el colonialismo y la colonialidad.
Sistema Patriarcal.
El patriarcalismo o machismo.
Lo propio de la mujer, en todo caso, serán las labores domésticas. Incluso con una
mentalidad antifeminista se exalta “la hermosa, maravillosa y nobilísima tarea de la
maternidad” como sinónimo de reclusión en el hogar. Este solo hecho deberá quitarle
“la tentación” de querer competir con el varón en áreas de la vida pública, de quitarle
el “ansia” de ser como el varón debido a su “deficiente naturaleza”. Entonces, ¿la
mujer es un estorbo para el hombre? ¡Claro que no! En una actitud antifeminista se
dice que la mujer enriquece y complementa al hombre. Es su “media naranja”. Por
tanto, solamente vale en referencia al varón, tanto cuanto le ayude en su realización y
misión de dominio. De esta manera se exalta la tarea de la mujer, pero sin dejar de ser
una esclava.
Descalificación de la mujer.
A todo esto, tenemos que añadir que la exacerbación de la violencia contra la mujer
lleva al extremo de los feminicidios, es decir, al asesinato de las mujeres por el sólo
hecho de ser mujeres. Incluso se da el hecho de revictimizar a las mujeres asesinadas
diciendo que llevaban una doble vida, que frecuentaban lugares peligrosos o que se
vestían provocativamente.
Feminización de la naturaleza.
La economía neoliberal.
Al poner en práctica este modelo económico, hay una fuerte tendencia privatizadora
de las empresas públicas y paraestatales, se busca una disminución significativa de
impuestos a mercancías y capitales extranjeros, una flexibilización laboral
(desaparición de sindicatos, menos compromisos en prestaciones, pagos por hora-
trabajo), recortes al gasto público en bienestar social (eliminación de subsidios),
apertura comercial, libre tránsito de productos, atención a la macroeconomía más que
a la micro, etc.
Economicismo.
Economía narcotizada.
Si bien es cierto que los capitales no tienen patria, este modelo propició los llamados
“capitales peregrinos” que de la noche a la mañana pueden estar en una nación o en
otra causando perjuicios económicos en su movilidad. También ha propiciado la
especulación en la bolsa de valores (ganancias de capitales improductivos), así como el
“monetarismo” (dolarismo) sustentado no en la producción de bienes y servicios, sino
en el poder político y militar. Hay que recordar que desde 1972 el dólar no se sustenta
en las reservas de oro que se tengan.
Por otro lado, aunque la intención del modelo neoliberal no haya sido la de propiciar
el lavado de dinero por parte de la delincuencia organizada, sí ha facilitado dicha
operación. De acuerdo con un informe de la oficina de las Naciones Unidas contra el
narcotráfico y la delincuencia (UNOCD) la criminalidad organizada mueve de 800 a
900 mil millones de dólares al año en el mundo. Esto es indicativo del poderío que han
alcanzado los grupos criminales en el mundo regido por el neoliberalismo y sus
imperativos como lo es la desregulación generalizada y la apertura comercial. De ahí
que podemos afirmar que las estrategias oficiales contra el trasiego de drogas son
actos de simulación, pues seguramente en lo económico habría un enorme desajuste
financiero global si dejara de circular el dinero ilícito y manchado de sangre.
Damos como un hecho fácilmente constatable que vivimos inmersos en una cultura de
violencia que se nos ha transmitido desde pequeños hasta “por ósmosis”. Nuestro
lenguaje, nuestra visión del mundo, nuestras actitudes y acciones llevan consigo -las
más de las veces inconscientemente- una carga de violencia. De ahí que lo aprendido
como información y como conductas incontrovertibles “porque así tiene que ser”,
ahora las deberemos revisar de una manera crítica y vivencial con la finalidad de
adquirir una toma de conciencia que sea resignificadora desde la perspectiva de una
cultura de paz, no-violenta. Tenemos que pasar de una cultura mimética, “bancaria”
solamente aprendida a un “aprehendizaje”, es decir, a una internalización generadora
de conceptos de paz y transformadora de una sociedad violenta. Necesitamos pasar
de un aprendizaje “domesticador” a un “aprehendizaje” crítico, liberador, creador,
afectivo y promotor de nuevas actitudes ante la vida, ante la realidad y ante nosotros
mismos.
Uno de los grandes retos es la tarea histórica y cotidiana de la aceptación del otro
como alteridad, es decir, de alguien con el cual no solamente coexisto sino me
relaciono y, junto con él, me construyo y nos construimos como seres humanos. El
centro de todo mi quehacer no eres “tú” ni soy “yo”, sino que somos “nosotros”. Es
más, “yo” no seré plenamente “yo” sin ti, ni “tú” sin mí. En otras palabras la plenitud
del ser humano es esencialmente relacional.
Esto que parece un juego de palabras y un asunto de sicología, tiene una repercusión
social muy fuerte, pues exige el rompimiento de estructuras excluyentes e incluyentes
para abrirse al pluralismo y a la diversidad. El exclusivismo se da cuando una cultura,
una religión, una raza, una nación, un grupo social… se erigen como valores
absolutos, auténticos y verdaderos de tal manera que anulan y llegan a tener como
falso todo lo diferente a ellos (Por ejemplo, la cultura indígena se toma como un
simple folklore). El inclusivismo se da cuando se acepta que en los diferentes hay
elementos legítimos y verdaderos dignos de tomarse en cuenta pero el parámetro (el
modelo) viene siendo lo propio. Esto es dominar con mano suave. Es un
criptocolonialismo, un colonialismo a escondidas. (Por ejemplo, considerar a
Mahatma Ghandi como un “cristiano anónimo”). El pluralismo se da cuando se acepta
que los diferentes gozan de su propia verdad y son consistentes por sí mismos. El
centro no es lo propio sino la realización plenamente humana y la búsqueda de la
armonía que hace posible la paz. Se reconoce que las culturas, religiones, razas,
naciones, grupos sociales son iguales en sus derechos. La diversidad se vuelve
profundamente enriquecedora.
Para concluir este apartado deberemos mencionar que hay esfuerzos muy interesantes
que se están llevando a cabo desde hace algunas décadas por diversas entidades de la
sociedad civil a favor de una economía social, solidaria, humana y por un comercio
justo. Existe una diversidad de cooperativas de consumo, de producción y de
financiamiento que ordinariamente son la economía de las familias pobres. Muchas de
estas economías se mueven al estilo de la economía familiar: “Se distribuye de acuerdo
a las necesidades de cada uno… Se recorta el presupuesto cuando alguien está
pasando por una urgencia… Todos trabajan, todos aportan, de acuerdo a sus
capacidades… Aquí no hay improductivos…”
Podríamos decir que la “No-violencia activa” es, en primer lugar, un estilo de vida,
una manera de ser y de vivir que, ante todo, brota del respeto a todo ser viviente de tal
manera que busca no dañar a nadie, tiene conciencia de la dignidad de la persona
humana y cree en la fuerza del amor para convivir en paz.
Por otra parte, la “No-violencia activa es también un recurso moral que se utiliza en el
campo social y político, basado en la superioridad de la fuerza de la verdad y del amor
para salir en la defensa de la justicia y de la paz, buscando que “el adversario” (a
quien se le reconoce su dignidad y no se le considera enemigo) se convierta del error
o, por lo menos, deje de ejercer la violencia. Es una opción alternativa a la violencia
que pretende “humanizar” a la humanidad.
Toda acción violenta espera por inercia una respuesta violenta, la cual, a su vez,
suscita una nueva violencia. Esta dinámica da como resultado, a fin de cuentas, una
interminable espiral de violencia, como la llamaba el gran Arzobispo brasileño Dom.
Helder Cámara de feliz memoria.
En un esfuerzo por romper esta espiral de violencia y hacer prevalecer una resolución
pacífica de los conflictos, hay que pugnar por una toma de conciencia de que no sólo
existe la relación de víctima y victimario, de agresor y agredido, de opresor y
oprimido, de dominador y dominado, vencedor y vencido… sino que es posible una
tercera relación (addo tertium): la relación de hermanos, de cooperadores, de
conciudadanos, de amigos… Jesucristo invita a romper esa relación de violencia
cuando dice: “A quien te abofetea en la mejilla derecha, preséntale también la otra…
Incluso invita a amar al enemigo (Cfr. Mt. 5,38-48).
Para decirlo de una manera muy sencilla “La reserva moral” de un pueblo la
conforman sus usos y costumbres, sus leyes, sus fiestas, sus tradiciones, su música, sus
obras de arte, sus comidas, sus creencias, su estilo de vida, sus “sobreentendidos” en
su convivencia, etc. Así, por ejemplo, forman parte de la “reserva moral” la
solidaridad ante una desgracia, el acompañamiento en el funeral, el arraigo a la
tierra, la religiosidad popular, el amor y aprecio a la familia. el respeto a los mayores,
etc.
Partimos del hecho que actualmente hay un gran deterioro o rompimiento del tejido
social por diversas causas: La violencia en las calles, la inseguridad, la desconfianza,
los toques de queda, la corrupción, la impotencia…
De ahí que para cultivar la flor de la paz se necesita potenciar en el ámbito público esa
gran fuerza social a la que le hemos llamado “reserva moral”. Las calles, las plazas
públicas, los templos, los lugares de diversión y deporte son y le pertenecen al pueblo.
Importante será la multiplicación de eventos sociales y familiares a favor de las
comunidades para la recuperación de sus propios espacios. Hay que potenciar
también la confianza entre los vecinos del barrio o de la colonia para ayudarse y
protegerse unos a otros, de tal manera que las jovencitas, los niños puedan salir de sus
casas sin temor a ser agredidos, sabiendo de antemano que serán cuidados por la
comunidad.
Otro aspecto importante de la “reserva moral” del pueblo es la protesta ante las
diversas violencias que actualmente se viven. Las marchas, los plantones, las
procesiones, peregrinaciones, oraciones públicas, declaraciones de personajes
importantes (el obispo, sacerdotes, artistas, intelectuales, profesionistas, etc.) todo ello
puesto en actividad es de suma importancia para contener e inhibir la violencia que
padecemos. Tiene mayor relevancia e impacto social un acto de culto y de oración
hecho en el lugar donde se dio la violencia que en el templo mismo. Todo esto más la
creatividad en acciones que plantee la comunidad es poner en juego la “reserva
moral”.
Actualmente se puede decir que por parte del sistema de partidos y por parte del
aparato del Estado se da una real expropiación a los ciudadanos de hacer política.
Simplemente no hay posibilidades, pues las puertas están cerradas para la ciudadanía.
Para decirlo de otra manera: La política y el mismo sistema político mexicano están
secuestrados por una partidocracia y ésta, a su vez, por una serie de “poderes
fácticos” (los grandes emporios económicos y comerciales, los medios de
comunicación, la Banca, los sindicatos, los caciques, las iglesias, las mafias, el Fondo
Monetario Internacional, etc.). A esto le añadimos una ancestral y galopante
corrupción en la clase política y una escandalosa impunidad de la que goza la
delincuencia. Por todo ello, es muy poco lo que pueden influir los grupos de
ciudadanos en las políticas públicas, en las decisiones que toma el Gobierno.
¿Qué hacer ante todo esto? Es indudable que lo anteriormente expuesto es una
manifestación clara de la muy poca e irrelevante participación ciudadana, debido a
muy diversos factores que no es el momento de analizar. Lo único que podemos
sugerir como tarea es la de formar y capacitar a grupos de ciudadanos en lo social y
político para que incidan en aquellos aspectos de su interés en la propia localidad y de
acuerdo a su propia creatividad. Una especie de junta de ciudadanos. De ahí surgirá
la posibilidad de unirse a otros grupos con afinidad de pensamiento y de actividades.
La paz solamente será posible en la búsqueda y construcción del bien común. Ésta es
la finalidad y no otra de hacer política. Dice el Documento de Aparecida de los
Obispos Latinamericanos: “La construcción de ciudadanía, en el sentido más amplio,
y la construcción de eclesialidad en los laicos, es uno solo y único movimiento” (No.
215).
Sólo enunciamos esta importante tarea, pues hay todo un capítulo en este libro
dedicado a tratar el tema de las víctimas de la violencia. Solamente señalaremos que el
reto más importante en la atención a víctimas es lograr que pasen de su status de
víctimas a ser sujetos de su propio destino y a empoderarse como ciudadanos con la
finalidad de ayudar a otras víctimas a realizar el mismo proceso que ellas han vivido.
REFERENCIAS: