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HACIA UN DESARME CULTURAL DE LA VIOLEN CIA PARA LA RECON CILIACIÓN Y

LA PAZ.

1.- LA CULTURA DE LA VIOLEN CIA. UN A TOMA DE CON CIEN CIA.

1.1.- La “naturalización” de la violencia.

Se da carta de ciudadanía a la violencia:

- Cuando se le justifica e incluso se le enaltece.

- Cuando se invisibiliza la violencia invisibilizando a las víctimas.

- Cuando la violencia se vuelve estructural e institucional:


Intereses privados y de alcance internacional… El crimen corporativo… Somos una sociedad
adicta… La violencia estructural mata más gente que la violencia callejera… El mayor daño lo
hacen los dirigentes del mundo y las corporaciones multinacionales.

- Cuando el sistema político se pervierte dando como resultado una “República mafiosa y
corrupta”.
En lo jurisdiccional con un “legalismo perverso” que se aparta de la justicia… En lo patrimonial
con los grandes monopolios… En el desarrollo economicista etc. En lo banal de la administración
pública. Todo esto da como resultado la violencia del crimen organizado.

- Cuando el sistema social de convivencia se pervierte. (Changos)

1.2.- Históricamente hablando podemos señalar tres elementos generadores de violencia:

-El Colonialismo, basado en el poder político, militar y económico pensado mesiánicamente, en la


discriminación y la anulación del otro./ (La aceptación del otro como otro en tolerancia)

- El Patriarcalismo, basado en la fascinación por la fuerza destructora y en la inhibición de los


sentimientos./ (Liberación de la ternura de la vida) (La solidaridad como la ternura de los pueblos,
Tomás Borges)

- El economicismo, basado en la competencia, el acaparamiento de bienes, la expoliación de la


naturaleza, la especulación y el monetarismo (dolarismo) sustentado no en la producción de
bienes sino en el poder político y militar./ (Sociedad apasionada, cooperativa y solidaria)

2. HACIA EL DESARME CULTURAL DE LA VIOLEN CIA.

2.1.- LAS BASES PARA EL CAMIN O DE LA N O-VIOLEN CIA.

- Emprender el camino de la no-violencia es más cuestión de coraje que de comprensión.


La no-violencia es disidencia en una sociedad violenta. Es desaprender “aprehendiendo”.

- La reflexión de los conceptos, “reconceptualizar” desde una cultura no-violenta es ya abatir la


violencia. Reconceptualizar el concepto de paz, de seguridad, de democracia, de legalidad, etc.
HACIA UN DESARME CULTURAL DE LA VIOLENCIA.

¿Qué es la violencia?

Es el acto mediante el cual una persona, un grupo social, un Estado o un conjunto de


Estados ejercen medios de coerción (presión) física, sicológica o espiritual para
obligar a otro u otros que dejen de hacer, contra su voluntad, lo que los primeros
desean, o para despojarlos de sus bienes o lesionarlos en su integridad. La violencia se
genera cuando hay una situación de desigualdad, de asimetría entre las personas o
colectividades y quien o quienes están en situación favorable buscan reforzar,
profundizar o ampliar dicha situación para sacar provecho de ella.

Esta descripción de la violencia nos ayuda a darnos cuenta que no todo uso de la
fuerza es violenta, ni toda manifestación de coraje o agresividad conlleva una carga
violenta, tomando en cuenta la proporcionalidad de la fuerza que se utilice, la
intencionalidad de la acción y, sobre todo, el cuidado de preservar la integridad física,
sicológica y moral sobre quienes se ejerce determinada fuerza.

La cultura de la violencia.

Entendemos por cultura de la violencia la justificación que, consciente o


inconscientemente, se hace de ella en cualquiera de sus manifestaciones. Tan
perniciosa es la carta de ciudadanía que se le da a la violencia como la violencia
misma. Esto hace que se vea cualquier acto violento como algo “natural”, algo
“normal” e, incluso, que así debe ser.

Podemos decir que a la violencia se le da carta de ciudadanía:

- Cuando se le justifica e incluso se le enaltece: Si nosotros revisamos la historia de los


pueblos y naciones ésta se compone principalmente de sus guerras, las cuales siempre
se les da una justificación y se enaltecen como gestas heróicas. En lo personal cuando
golpeamos o castigamos a una persona decimos que lo hemos hecho “porque se lo
merecía”.
- Cuando se invisibiliza la violencia invisibilizando a las víctimas: Esto sucede con
mucha frecuencia en la violencia intrafamiliar. Se dice que “la ropa se lava en casa” y,
por tanto, las acciones violentas en casa (violaciones, acosos sexuales golpes,
amenazas, castigos, etc.) no tienen por qué dirimirse en público, ni denunciarse ante
las autoridades. La violencia contra la mujer por el hecho de ser mujer se le minimiza
e incluso se exalta, con ello, la masculinidad.
- Cuando el sistema social de convivencia se pervierte dando por hecho que las
relaciones en la comunidad “tienen que ser así y no de otro modo”. Por ejemplo, los
contratos matrimoniales hechos por los padres de los contrayentes sin su
consentimiento.
- Cuando la violencia es estructural e institucional, de tal manera que ésta se justifica
por el bien de la nación cuando en realidad se privilegian intereses particulares e
incluso se ejerce la violencia contra la oposición para “resguardar el orden
establecido”.
- Cuando el sistema político mismo se ha corrompido y los funcionarios públicos
buscan el respaldo a sus actos de poder por medio de prebendas y favores para
determinados sectores de la sociedad.
- Cuando nos acostumbramos a la violencia del crimen organizado y “revictimizamos
a las víctimas” pensando que tal vez “se lo merecían por andar en malos pasos” o
porque “se encontraban en el lugar equivocado”.
- Cuando se da culto a las armas, se les admira y hasta se les bendice y, entre más
sofisticadas y letales sean, se piensa que será mayor la seguridad de una nación.
- Cuando a la violencia misma se le disfraza para no mostrarla en toda su crudeza
como los hornos crematorios donde se incineraban a los presos judíos o como la trata
de personas que se realiza con halagos, engaños e incentivos para las víctimas.
- Cuando se asesina en nombre de Dios y se utiliza el sentido religioso del ser humano
para amenazar, cargar la conciencia, secuestrar y manipular moralmente a las
personas para beneficiarse de ellas. La violencia ocasionada por el fundamentalismo
religioso se justifica porque, según sus perpetradores, están defendiendo la verdad
absoluta de Dios.

Nos hemos permitido exponer algunas de las muchas formas que existen para
justificar la violencia. De ahí surge una verdadera cultura de la violencia que se va
introyectando en cada uno de nosotros y que se vuelve el ambiente social, justificado
incluso por planteamientos éticos, en el que se desenvuelve nuestra vida.

Tres elementos generadores de violencia.

1.- El colonialismo y la colonialidad.

Ante todo, nos ha parecido muy pertinente y, por ello, asumimos la distinción que
hacen algunos autores entre lo que es el colonialismo y la colonialidad.

El colonialismo lo podemos describir como la conquista o la expansión u ocupación


territorial, militar y administrativa en lo político, en lo económico, en lo cultural, etc.
en base al poder de dominación que un pueblo o una nación ejerce sobre otra.

Algunos modelos de colonización son precisamente las colonias territoriales, los


protectorados, los dominios preponderantes, las concesiones, etc. que, como todas las
violencias, tienen sus propias “justificaciones”. Por ejemplo, los europeos se
escudaban en la sagrada misión de civilizar a los indígenas bárbaros y llevarlos al
progreso. Las iglesias cristianas se sentían con el deber de cristianizar, incluso a la
fuerza, a los indígenas paganos para salvar sus almas…

Ahora bien, la colonialidad la describimos como una mentalidad, como el espíritu de


dominación que persiste hasta nuestros días basado precisamente en la creencia de la
superioridad de unos pueblos y naciones sobre otras, de tal manera que aquellas van
al rescate (con sentido mesiánico) o a la supresión (para la limpieza social y humana)
de éstas. La colonialidad es un espíritu capaz de invadir las culturas, el conocimiento
y hasta las actitudes más profundas del ser humano, llegando a introyectar y a
justificar las acciones colonizadoras.

El punto clave de la colonialidad está en la supresión del “otro”, “distinto, diferente de


mí y totalmente ajeno a mi manera de ser y de actuar .” No acepto “la alteridad” y,
por tanto, se construyen dicotomías (división en dos) prácticamente excluyentes,
como lo señalan algunos autores: División entre lo masculino y lo femenino, entre el
alma y el cuerpo, entre el mundo cristiano y el mundo pagano, entre la razón y la
afectividad, entre la raza blanca y la raza negra, entre una cosmovisión y otra, una
cultura y otra, entre la naturaleza y el progreso, etc. Lógicamente en estas dicotomías
se privilegia a la que social e históricamente ha tenido y tiene el poder de dominación.
“El poder imperial”, por llamarlo de alguna manera, es la matriz del colonialismo y la
colonialidad.

La colonialidad se da en diversos campos: en las culturas, en el lenguaje,…

2.- El patriarcalismo y el sistema patriarcal.

Sistema Patriarcal.

Sistema Patriarcal: Es un conjunto de creencias, “verdades rectoras” de la conducta


individual y colectiva que están basadas en “la fascinación de la masculinidad”, de tal
manera que se considera a los hombres superiores en todo con respecto a las mujeres
y a todos los demás seres de la naturaleza. Es todo un imaginario social y simbólico
donde prevalece el dominio del hombre por ser hombre (macho) y la subordinación de
la mujer por ser mujer (hembra). Es una contraposición entre lo que el sistema
considera masculino y lo que considera propio de lo femenino.

Me parece pertinente en estos momentos distinguir entre lo que entendemos por


“sexo” y lo que entendemos por “género”. El sexo son todas aquellas características
universales e inmodificables con las que nace el ser humano. Son diferencias
biológicas que no cambian. Por ejemplo, sólo los hombres tienen la capacidad de
producir espermatozoides. Únicamente las mujeres tienen ovarios y matriz. Sólo ellas
amamantan a los bebés, etc.

En cambio, género son todas aquellas construcciones socioculturales que se atribuyen


exclusiva o preponderantemente al hombre o a la mujer. Son, pues, todas aquellas
formas de relación entre el hombre y la mujer que pueden cambiar. Por ejemplo,
antes las mujeres no usaban pantalón. Los hombres no se dedicaban a las labores
domésticas consideradas propias de la mujer, etc.

El patriarcalismo o machismo.

El patriarcalismo o machismo son todas aquellas actitudes, conductas, acciones,


discursos y valoraciones que tienen su sustento en el sistema patriarcal llegando a ser
injustas, discriminatorias, prepotentes y agresivas a todo lo que se considera
femenino. Desgraciadamente el patriarcalismo o machismo no tiene fronteras y puede
ser ejercido por hombres y mujeres sin importar raza o condición social.

En el fondo de estas posturas está anidado el menosprecio de lo femenino que se


manifiesta en la idea de que el varón llega a concebirse como lo más auténtico y
perfectamente humano. Por consiguiente lo femenino es una degradación del ser
humano, es inconsistente y accidental al ser humano. Por diferentes explicaciones o
deficiencias nace la mujer que no viene a ser sino un varón frustrado, un varón que,
por diversas causas, no llega a su plenitud. Al varón se le considera como el único
transmisor de la vida. La mujer es un simple receptáculo de la vida.

Con esta mentalidad de fondo ya nos podemos explicar toda la serie de


comportamientos y actitudes que lesionan profundamente la dignidad femenina. Así,
por ejemplo, la mujer es el “sexo débil”, no puede asumir tareas de responsabilidad
pública, no es apta para el estudio, tampoco es hábil para cargos directivos. Los
afectos, ya sean emociones o sentimientos, son preponderantemente femeninos y, por
tanto, son signos de debilidad. El varón debe reprimirlos (“Los hombres no lloran”)
porque su grandeza radica en su fuerza y en ser el vencedor de todas las batallas.

Lo propio de la mujer, en todo caso, serán las labores domésticas. Incluso con una
mentalidad antifeminista se exalta “la hermosa, maravillosa y nobilísima tarea de la
maternidad” como sinónimo de reclusión en el hogar. Este solo hecho deberá quitarle
“la tentación” de querer competir con el varón en áreas de la vida pública, de quitarle
el “ansia” de ser como el varón debido a su “deficiente naturaleza”. Entonces, ¿la
mujer es un estorbo para el hombre? ¡Claro que no! En una actitud antifeminista se
dice que la mujer enriquece y complementa al hombre. Es su “media naranja”. Por
tanto, solamente vale en referencia al varón, tanto cuanto le ayude en su realización y
misión de dominio. De esta manera se exalta la tarea de la mujer, pero sin dejar de ser
una esclava.

Descalificación de la mujer.

Todavía más. La actitud misógina, de aversión contra la mujer, lleva a la sociedad


misma a descalificarla moralmente hablando como “peligrosa” por seductora,
coqueta y débil por sus inclinaciones sexuales, dotada de una gran disposición para el
erotismo y el placer. Se le considera “impura” por sus menstruaciones; sin embargo,
se da una doble moral para el varón y para la mujer. Se exhibe la sexualidad y el
cuerpo femenino, pero con referencia al varón para que se complazca en ella, admire
su belleza y la disfrute. También se da una cosificación de la mujer mediante la
prostitución, consecuencia de una estructura social moralizante que denigra a la
mujer como “sexoservidora”.

A todo esto, tenemos que añadir que la exacerbación de la violencia contra la mujer
lleva al extremo de los feminicidios, es decir, al asesinato de las mujeres por el sólo
hecho de ser mujeres. Incluso se da el hecho de revictimizar a las mujeres asesinadas
diciendo que llevaban una doble vida, que frecuentaban lugares peligrosos o que se
vestían provocativamente.
Feminización de la naturaleza.

El hombre, en su afán de dominio, hasta cierto punto ha “feminizado la naturaleza”,


concibiendo a la tierra como nuestra madre, nodriza, doncella, fecunda, etc. que
necesita de la intervención y del poder del hombre para que fructifique y,
lógicamente, éste puede disponer de ella a su antojo. Se da, pues, una relación
distorsionada, injusta y depradadora de la naturaleza. Los movimientos
“ecofeministas” se esfuerzan en ayudarnos a tomar conciencia de este problema.

Es indudable que la mujer actualmente ha ganado espacios muy importantes en la


sociedad tanto en la política, en la cultura, en lo social, en el mundo del trabajo, en lo
religioso, en la investigación, etc. todo lo cual ha derribado atavismos, tabúes,
discriminaciones y van despejando poco a poco el panorama para una recta
comprensión del ser humano como persona con su especificidad tanto masculina como
femenina. Creo que se está en el camino correcto para lograr la igualdad de derechos
y responsabilidades, aunque deberemos reconocer que existe un buen trecho por
recorrer y el camino es escabroso. Es importante reconocer que una auténtica
liberación del ser humano, hombre y mujer, deberá pasar por la liberación femenina.

3.- El economicismo y la economía neoliberal.

La economía neoliberal.

Por economía neoliberal se entiende el modelo económico que considera el libre


mercado como el mejor instrumento para potenciar eficientemente los recursos de la
sociedad, dejando el Estado la rectoría de la economía para fungir más bien como un
vigilante de la misma y con una cierta intervención como benefactor de la sociedad.

Al poner en práctica este modelo económico, hay una fuerte tendencia privatizadora
de las empresas públicas y paraestatales, se busca una disminución significativa de
impuestos a mercancías y capitales extranjeros, una flexibilización laboral
(desaparición de sindicatos, menos compromisos en prestaciones, pagos por hora-
trabajo), recortes al gasto público en bienestar social (eliminación de subsidios),
apertura comercial, libre tránsito de productos, atención a la macroeconomía más que
a la micro, etc.

Economicismo.

Este modelo económico absolutiza la relación mercantilista con una visión


exclusivamente economicista que se basa en la competencia despiadada sin atender al
bienestar social, privilegia al capital sin tomar en cuenta los derechos humanos
(capitalismo salvaje), su afán es el acaparamiento de bienes sin importar el impacto
ambiental, concentra la riqueza en grandes emporios de producción y de consumo que
obliga a la migración de grandes masas de mano de obra. A todo este fenómeno le
llamamos “economicismo”. El Papa Juan Pablo II se expresaba así de este fenómeno:
“Cada vez más, en muchos países americanos impera un sistema conocido como
neoliberalismo; sistema que haciendo referencia a una concepción economicista del
hombre, considera las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos
en detrimento de la dignidad del respeto de las personas y los pueblos. Dicho sistema
se ha convertido, a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes y modos
de obrar en el campo social y político que causan la marginación de los más débiles”.
(EA 56).

Economía narcotizada.

Si bien es cierto que los capitales no tienen patria, este modelo propició los llamados
“capitales peregrinos” que de la noche a la mañana pueden estar en una nación o en
otra causando perjuicios económicos en su movilidad. También ha propiciado la
especulación en la bolsa de valores (ganancias de capitales improductivos), así como el
“monetarismo” (dolarismo) sustentado no en la producción de bienes y servicios, sino
en el poder político y militar. Hay que recordar que desde 1972 el dólar no se sustenta
en las reservas de oro que se tengan.

Por otro lado, aunque la intención del modelo neoliberal no haya sido la de propiciar
el lavado de dinero por parte de la delincuencia organizada, sí ha facilitado dicha
operación. De acuerdo con un informe de la oficina de las Naciones Unidas contra el
narcotráfico y la delincuencia (UNOCD) la criminalidad organizada mueve de 800 a
900 mil millones de dólares al año en el mundo. Esto es indicativo del poderío que han
alcanzado los grupos criminales en el mundo regido por el neoliberalismo y sus
imperativos como lo es la desregulación generalizada y la apertura comercial. De ahí
que podemos afirmar que las estrategias oficiales contra el trasiego de drogas son
actos de simulación, pues seguramente en lo económico habría un enorme desajuste
financiero global si dejara de circular el dinero ilícito y manchado de sangre.

Hay economistas que afirman que con un crecimiento económico prolongado se


conseguiría reducir la pobreza y la desigualdad con el fenómeno del “derrame”
(trickle down) a capas sociales bajas. Esto se da en la naturaleza automáticamente por
la ley de la gravedad, pero socialmente hablando nunca se ha dado. Por ello es falso
afirmar que “la abundancia de los ricos es el salario de los pobres”. Además, en esta
economía de mercado en la que se privilegia el capital, la “abundancia” se consigue en
base de la precariedad y hambre de los trabajadores. De ahí que los mismos creadores
del modelo neoliberal inspirado en lo que se ha llamado “el consenso de Washington”
han buscado maneras de corregirlo, pues la realidad ha traído persistentemente altas
tasas de desempleo, estancamiento de ingresos, aumento de pobreza y creciente
desigualdad.

El Papa Francisco ha escrito lo siguiente refiriéndose a este modelo económico:


“Algunos todavía defienden las teorías del derrame… Esta opinión, que jamás ha sido
confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de
quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema
económico imperante” (EG 54). “Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la
mano invisible del mercado” (EG 204).

¿Qué hacer para el desarme cultural de la violencia?

1.- Desaprender “aprehendiendo”

Damos como un hecho fácilmente constatable que vivimos inmersos en una cultura de
violencia que se nos ha transmitido desde pequeños hasta “por ósmosis”. Nuestro
lenguaje, nuestra visión del mundo, nuestras actitudes y acciones llevan consigo -las
más de las veces inconscientemente- una carga de violencia. De ahí que lo aprendido
como información y como conductas incontrovertibles “porque así tiene que ser”,
ahora las deberemos revisar de una manera crítica y vivencial con la finalidad de
adquirir una toma de conciencia que sea resignificadora desde la perspectiva de una
cultura de paz, no-violenta. Tenemos que pasar de una cultura mimética, “bancaria”
solamente aprendida a un “aprehendizaje”, es decir, a una internalización generadora
de conceptos de paz y transformadora de una sociedad violenta. Necesitamos pasar
de un aprendizaje “domesticador” a un “aprehendizaje” crítico, liberador, creador,
afectivo y promotor de nuevas actitudes ante la vida, ante la realidad y ante nosotros
mismos.

Hacia la aceptación del otro como “alteridad”.

Anteriormente hemos señalado que uno de los elementos generador de violencia es el


colonialismo y la mentalidad colonial (colonialidad) que consiste básicamente en la
negación/dominación del “otro”, del “diferente”.

Uno de los grandes retos es la tarea histórica y cotidiana de la aceptación del otro
como alteridad, es decir, de alguien con el cual no solamente coexisto sino me
relaciono y, junto con él, me construyo y nos construimos como seres humanos. El
centro de todo mi quehacer no eres “tú” ni soy “yo”, sino que somos “nosotros”. Es
más, “yo” no seré plenamente “yo” sin ti, ni “tú” sin mí. En otras palabras la plenitud
del ser humano es esencialmente relacional.

Esto que parece un juego de palabras y un asunto de sicología, tiene una repercusión
social muy fuerte, pues exige el rompimiento de estructuras excluyentes e incluyentes
para abrirse al pluralismo y a la diversidad. El exclusivismo se da cuando una cultura,
una religión, una raza, una nación, un grupo social… se erigen como valores
absolutos, auténticos y verdaderos de tal manera que anulan y llegan a tener como
falso todo lo diferente a ellos (Por ejemplo, la cultura indígena se toma como un
simple folklore). El inclusivismo se da cuando se acepta que en los diferentes hay
elementos legítimos y verdaderos dignos de tomarse en cuenta pero el parámetro (el
modelo) viene siendo lo propio. Esto es dominar con mano suave. Es un
criptocolonialismo, un colonialismo a escondidas. (Por ejemplo, considerar a
Mahatma Ghandi como un “cristiano anónimo”). El pluralismo se da cuando se acepta
que los diferentes gozan de su propia verdad y son consistentes por sí mismos. El
centro no es lo propio sino la realización plenamente humana y la búsqueda de la
armonía que hace posible la paz. Se reconoce que las culturas, religiones, razas,
naciones, grupos sociales son iguales en sus derechos. La diversidad se vuelve
profundamente enriquecedora.

Del “razonar” al “corazonar”

Ya hemos expuesto algunas ideas sobre lo que el Papa Francisco atinadamente ha


llamado “la revolución de la ternura” en el capítulo sobre la espiritualidad de la paz.
El título a este apartado lo tomo de la asociación civil “Corazonar, abriendo senderos
hacia la reconciliación” que realiza una importante labor sin fines lucrativos en la
promoción de la Equidad de Género, los Derechos Humanos y la Transformación
Noviolenta de Conflictos. Su misión es “abrir senderos hacia la reconciliación y el
buentrato”. (www.corazonar.org)

De acuerdo a nuestro tema del desarme cultural de la violencia me parece que es


importante desaprender el simple hecho del “razonar” para aprehender a
“corazonar”, es decir, a tomar conciencia de que el ser humano no es únicamente
racional, sino que lleva consigo toda una carga de afectos (emociones y sentimientos)
que van ligados al corazón (al amor). En buena parte se ha privilegiado la razón, es
decir, el pensamiento por la idea errónea que las emociones y sentimientos son
muestras de debilidad y, en un sistema patriarcal como lo hemos descrito, se pierde
masculinidad. Es de suma importancia tomar conciencia de que las emociones y
sentimientos son los que hacen posible el diálogo y la comunicación. A través de ellos
(miedo, tristeza, alegría, coraje, desaliento, etc.) se da a conocer la persona en lo que
piensa y en lo que ama. “Los sentimientos son como mis huellas digitales: únicas e
irrepetibles en los demás”. Podríamos decir que el ser humano es un animal racional
(piensa), volitivo (elige) y afectivo (sentimental y emotivo). Esto nos lleva incluso a
pensar que deberíamos pasar del concepto de uni-versidad (donde se estudia y genera
pensamiento) al concepto de di-versidad (donde se estudia y genera humanidad), paso
indispensable para la paz.

Por una economía de la gratuidad.

En la dinámica de “desaprender aprehendiendo” necesitamos trastocar de contenido


algunos conceptos de la economía neoliberal. A ella le interesa, por ejemplo, la
productividad como acumulación de capital, el consumo como adicción (consumismo),
la competencia como el descarte de los menos idóneos, las personas por su capacidad
de producción y/o de consumo. Todos los bienes y servicios son mercancías, pues todo
se vende y todo se compra en esta concepción mercantilista de la economía.

Comenzaremos desnudando a este modelo económico en la falsedad de su principio de


que todo se compra y todo se vende. Hay valores que no se venden ni se compran: el
amor, la amistad, la solidaridad, la verdad, la honestidad… Precisamente estos
valores son los que construyen al ser humano y a la comunidad. Todos ellos hacen ver
que la economía neoliberal está fincada en pies de barro, pues existe otra economía, la
economía de lo gratuito (La economía de la gracia en términos cristianos). Esta
economía la viven especialmente las comunidades indígenas. No hay competencia sino
compartir. Hay una gran productividad social no de acumulación sino de apoyos
mutuos, de arraigo a la tierra y de un profundo sentido comunitario. Las personas
valen por sí solas y por formar parte de la comunidad. Ninguna de ellas sobra y se
procura que nadie pase necesidad. Se valora el trabajo artesanal y se respeta la
naturaleza.

El Papa Benedicto XVI en su Encíclica Caritas in Veritate (La caridad en la verdad)


resalta de muchas maneras lo anteriormente expresado: “La ciudad del hombre no se
promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con
relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión” (No. 6). “No basta progresar
sólo desde el punto de vista económico y tecnológico” (No. 23). “La doctrina social de
la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad
y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad
económica y no solamente fuera o después de ella” (No. 36).

Para concluir este apartado deberemos mencionar que hay esfuerzos muy interesantes
que se están llevando a cabo desde hace algunas décadas por diversas entidades de la
sociedad civil a favor de una economía social, solidaria, humana y por un comercio
justo. Existe una diversidad de cooperativas de consumo, de producción y de
financiamiento que ordinariamente son la economía de las familias pobres. Muchas de
estas economías se mueven al estilo de la economía familiar: “Se distribuye de acuerdo
a las necesidades de cada uno… Se recorta el presupuesto cuando alguien está
pasando por una urgencia… Todos trabajan, todos aportan, de acuerdo a sus
capacidades… Aquí no hay improductivos…”

2.- La vacuna de “la No-violencia activa” contra el virus de la violencia.

Una descripción de la “No-violencia activa”

La expresión “No-violencia activa” es un término consagrado para señalar, ante todo,


la oposición a todo acto de violencia con acciones no-violentas de tal manera que no se
trata de una mera actitud de no- intervención o de un pacifismo pasivo. Por lo mismo,
aclaramos que aunque la expresión parece negativa (no-violencia) se trata de una
postura, de una filosofía, de una acción altamente positiva.

Podríamos decir que la “No-violencia activa” es, en primer lugar, un estilo de vida,
una manera de ser y de vivir que, ante todo, brota del respeto a todo ser viviente de tal
manera que busca no dañar a nadie, tiene conciencia de la dignidad de la persona
humana y cree en la fuerza del amor para convivir en paz.

Por otra parte, la “No-violencia activa es también un recurso moral que se utiliza en el
campo social y político, basado en la superioridad de la fuerza de la verdad y del amor
para salir en la defensa de la justicia y de la paz, buscando que “el adversario” (a
quien se le reconoce su dignidad y no se le considera enemigo) se convierta del error
o, por lo menos, deje de ejercer la violencia. Es una opción alternativa a la violencia
que pretende “humanizar” a la humanidad.

La gran vacuna contra la violencia: La “No-violencia activa”.

La cultura de violencia la podemos considerar como una verdadera epidemia o


pandemia que ha invadido todos los ambientes de nuestra sociedad. En medicina
cuando hay epidemia la vacunas ya no surten efecto. En un ambiente y en una
dinámica de violencia difícilmente la “No-violencia”, que es nadar contra corriente,
hubiera, por ejemplo, logrado detener las dos guerras mundiales, la sangrienta
revolución mexicana, las guerras contra Irak o Afganistán, etc.

Sin embargo, la “No-violencia activa” ha demostrado su eficacia cuando es aplicada a


fondo y en algunas circunstancias favorables. Ha evitado guerras y revoluciones
sangrientas. Ejemplo de ello tenemos en Gandhi quien logró con este método la
independencia de la India. Martín Luther King quien logró detener en buena parte la
discriminación. Gorbachov logró el fin de la guerra fría. Mandela alcanzó el fin del
apartheid en Sudáfrica y unificó al país evitando una guerra civil…

Con esto, lo que quiero señalar es que no debemos preguntarnos si la “No-violencia


activa” puede detener otra guerra mundial o si puede detener, por ejemplo, la guerra
de Siria. Creo que las preguntas más importantes y que valen la pena hacernos es
cómo hacer posible que una guerra mundial o cualquiera otra no vuelva a ser posible
y ni siquiera vuelva a ser pensada como una solución a los conflictos. Cómo hacer
para que no vuelva a ser posible que la delincuencia organizada se posesione social y
políticamente. Cómo hacer posible que un Chapo Guzmán, un Caro Quintero, un
Zeta40 no vuelvan a ser posibles.

En otras palabras el virus de la violencia (la cultura de la violencia) ha sido caldo de


cultivo para las guerras, para la delincuencia y muchas otras violencias. El antídoto es
la “No-violencia activa”, la siembra de una cultura no violenta, de una cultura de paz.
¿Será posible? ¡Claro que sí! Porque la tarea y el gran reto de fondo no es sino
“humanizar” a la humanidad, “humanizar” lo que la violencia simplemente ha
“deshumanizado”.

Romper “la espiral de violencia”.

Toda acción violenta espera por inercia una respuesta violenta, la cual, a su vez,
suscita una nueva violencia. Esta dinámica da como resultado, a fin de cuentas, una
interminable espiral de violencia, como la llamaba el gran Arzobispo brasileño Dom.
Helder Cámara de feliz memoria.

En un esfuerzo por romper esta espiral de violencia y hacer prevalecer una resolución
pacífica de los conflictos, hay que pugnar por una toma de conciencia de que no sólo
existe la relación de víctima y victimario, de agresor y agredido, de opresor y
oprimido, de dominador y dominado, vencedor y vencido… sino que es posible una
tercera relación (addo tertium): la relación de hermanos, de cooperadores, de
conciudadanos, de amigos… Jesucristo invita a romper esa relación de violencia
cuando dice: “A quien te abofetea en la mejilla derecha, preséntale también la otra…
Incluso invita a amar al enemigo (Cfr. Mt. 5,38-48).

La “No-violencia activa” asume también como estrategia para romper la espíral de


violencia el poner en ridículo la violencia misma, haciéndola caer en contradicción.
Por ejemplo, cuando se recibe con flores a la policía armada hasta los dientes o
cuando se pretende hacer un desalojo de un lugar público y la manifestación se
transforma en una verbena popular. Jesús mismos invita a ridiculizar la violencia
cuando dice: “(Al soldado romano) que te pida que lo acompañes mil pasos, ve con él
dos mil” (Mt. 5,41)
3.- Empoderamiento de la “reserva moral” del pueblo.

¿Qué es “la reserva moral”?

Para decirlo de una manera muy sencilla “La reserva moral” de un pueblo la
conforman sus usos y costumbres, sus leyes, sus fiestas, sus tradiciones, su música, sus
obras de arte, sus comidas, sus creencias, su estilo de vida, sus “sobreentendidos” en
su convivencia, etc. Así, por ejemplo, forman parte de la “reserva moral” la
solidaridad ante una desgracia, el acompañamiento en el funeral, el arraigo a la
tierra, la religiosidad popular, el amor y aprecio a la familia. el respeto a los mayores,
etc.

Promoción de “la reserva moral” en situaciones de violencia.

Partimos del hecho que actualmente hay un gran deterioro o rompimiento del tejido
social por diversas causas: La violencia en las calles, la inseguridad, la desconfianza,
los toques de queda, la corrupción, la impotencia…

De ahí que para cultivar la flor de la paz se necesita potenciar en el ámbito público esa
gran fuerza social a la que le hemos llamado “reserva moral”. Las calles, las plazas
públicas, los templos, los lugares de diversión y deporte son y le pertenecen al pueblo.
Importante será la multiplicación de eventos sociales y familiares a favor de las
comunidades para la recuperación de sus propios espacios. Hay que potenciar
también la confianza entre los vecinos del barrio o de la colonia para ayudarse y
protegerse unos a otros, de tal manera que las jovencitas, los niños puedan salir de sus
casas sin temor a ser agredidos, sabiendo de antemano que serán cuidados por la
comunidad.

Otro aspecto importante de la “reserva moral” del pueblo es la protesta ante las
diversas violencias que actualmente se viven. Las marchas, los plantones, las
procesiones, peregrinaciones, oraciones públicas, declaraciones de personajes
importantes (el obispo, sacerdotes, artistas, intelectuales, profesionistas, etc.) todo ello
puesto en actividad es de suma importancia para contener e inhibir la violencia que
padecemos. Tiene mayor relevancia e impacto social un acto de culto y de oración
hecho en el lugar donde se dio la violencia que en el templo mismo. Todo esto más la
creatividad en acciones que plantee la comunidad es poner en juego la “reserva
moral”.

4.- Participación ciudadana e incidencia en políticas públicas.

Actualmente se puede decir que por parte del sistema de partidos y por parte del
aparato del Estado se da una real expropiación a los ciudadanos de hacer política.
Simplemente no hay posibilidades, pues las puertas están cerradas para la ciudadanía.
Para decirlo de otra manera: La política y el mismo sistema político mexicano están
secuestrados por una partidocracia y ésta, a su vez, por una serie de “poderes
fácticos” (los grandes emporios económicos y comerciales, los medios de
comunicación, la Banca, los sindicatos, los caciques, las iglesias, las mafias, el Fondo
Monetario Internacional, etc.). A esto le añadimos una ancestral y galopante
corrupción en la clase política y una escandalosa impunidad de la que goza la
delincuencia. Por todo ello, es muy poco lo que pueden influir los grupos de
ciudadanos en las políticas públicas, en las decisiones que toma el Gobierno.

¿Qué hacer ante todo esto? Es indudable que lo anteriormente expuesto es una
manifestación clara de la muy poca e irrelevante participación ciudadana, debido a
muy diversos factores que no es el momento de analizar. Lo único que podemos
sugerir como tarea es la de formar y capacitar a grupos de ciudadanos en lo social y
político para que incidan en aquellos aspectos de su interés en la propia localidad y de
acuerdo a su propia creatividad. Una especie de junta de ciudadanos. De ahí surgirá
la posibilidad de unirse a otros grupos con afinidad de pensamiento y de actividades.
La paz solamente será posible en la búsqueda y construcción del bien común. Ésta es
la finalidad y no otra de hacer política. Dice el Documento de Aparecida de los
Obispos Latinamericanos: “La construcción de ciudadanía, en el sentido más amplio,
y la construcción de eclesialidad en los laicos, es uno solo y único movimiento” (No.
215).

5.- Atención a víctimas de la violencia.

Sólo enunciamos esta importante tarea, pues hay todo un capítulo en este libro
dedicado a tratar el tema de las víctimas de la violencia. Solamente señalaremos que el
reto más importante en la atención a víctimas es lograr que pasen de su status de
víctimas a ser sujetos de su propio destino y a empoderarse como ciudadanos con la
finalidad de ayudar a otras víctimas a realizar el mismo proceso que ellas han vivido.

REFERENCIAS:

- Francisco E. Cervantes: “Corazonamientos iniciales”, artículo digitalizado en


www.corazonar.org.
- Jean-Marie Muller: El coraje de la no violencia, Editorial Sal Terrae, Colección
Presencia Social No. 32, 2001.
- Paulo Freire: Pedagogía del oprimido, Editorial Siglo XXI, 1975. Acción cultural
para la libertad, Tierra Nueva S.R.L. Buenos Aires, Argentina.
- Benjamín Forcano: Nueva ética sexual, Editorial Trotta, S.A. Madrid, 1996
- Colaboración: Reflexiones sobre la violencia, Siglo XXI Editores, S.A. de C.V.,
México 2010.

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