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«Las experiencias religiosas pueden darse solamente en personas que han aprendido el
lenguaje para interpretar religiosamente la realidad. Quien no ha oído jamás hablar de Dios no
A la luz de este análisis, podemos representar gráficamente la experiencia como una especie de
sonda que se sumerge en la realidad de la existencia y, tras el esfuerzo de reflexión e
interpretación, reaparece en superficie en forma de objetivaciones o mediaciones:
2. La experiencia religiosa
etc.69
Hay que advertir, en esta perspectiva, que las típicas manifestaciones del hecho religioso
(fórmulas, narraciones, ritos, etc.) pueden ser comprendidas en profundidad solamente si se llega
a captar su relación con las experiencias religiosas de las que son expresión. O dicho de otra
manera: la comunicación religiosa no es del orden de la transmisión de lo factual, sino más bien de
la lectura en profundidad de lo factual, por medio de la comunicación de experiencias. Por otra
parte, la experiencia religiosa, dado que posee la estructura del lenguaje, puede ser comunicada y
evocada, no obstante su originalidad y relativa inefabilidad. Estas consideraciones son de gran
importancia en su aplicación a la catequesis, como veremos a continuación.
3. La experiencia de fe
también la tradición cristiana puede ser esbozada con el esquema de toda experiencia religiosa 70:
«La experiencia humana entra en el proceso catequético por derecho propio, Si hoy la Iglesia
insiste en el papel de la experiencia en la educación de la fe, no es por concesión a una corriente
de la pedagogía general en los tiempos actuales. La misma naturaleza de la fe cristiana y de su
trayectoria de maduración postula que se atienda debidamente a la experiencia en el acto
catequético. Diciéndolo de otro modo, se puede afirmar que una «catequesis de la experiencia» es
algo más que una mera modalidad transitoria de la pedagogía catequética, es algo más que una
metodología: es algo inherente a la transmisión del Evangelio para que éste pueda ser recibido
Es lo que sucede cuando la catequesis, en su afán por salvar la distancia entre la fe y la vida,
adopta como contenido situaciones y problemas existenciales, pero sin el esfuerzo de
profundización que permite llegar al nivel de la problemática religiosa y a la referencia vital con las
experiencias fundamentales cristianas. Puede ser que se trate en este caso de reflexiones
interesantes y útiles, incluso de indudable valor cultural y educativo, pero insuficientes para
constituir una comunicación propiamente religiosa que merezca el nombre de catequesis.
concebidas como clave de interpretación de la existencia y como proyecto de vida 73. Se trata, por
tanto, de un esfuerzo de reflexión, de confrontación, de compenetración vital, de lectura religiosa
de la vida a la luz del Evangelio:
«La auténtica catequesis es siempre una iniciación ordenada y sistemática a la revelación que
Dios mismo ha hecho al hombre, en Jesucristo, revelación conservada en la memoria profunda
de la Iglesia y en las Sagradas Escrituras y comunicada constantemente, mediante una
«traditio» viva y activa, de generación en generación. Pero esta revelación no está aislada de la
vida ni yuxtapuesta artificialmente a ella. Se refiere al sentido último de la existencia y la
ilumina, ya para inspirarla, ya para juzgarla, a la luz del Evangelio»
CT 22.
La catequesis, desde este punto de vista, puede ser definida como comunicación experiencial
- Expresar experiencias: la expresión, el lenguaje, las objetivaciones no son sólo medios para
comunicar experiencias ya hechas: son también y sobre todo instrumentos indispensables para la
elaboración y profundización de las experiencias. Incumbe, por lo tanto, a la catequesis el
cometido de proporcionar medios de expresión, permitir su libre curso, favorecer, a través del
lenguaje, la identificación de la propia vivencia con las experiencias cristianas fundamentales.
Emilio Alberich
68 J. M. VAN DER LANS, Cit. por J. BULCKENS, Opvoed¡ng van jongeren tot religieuze ervaring.
De bijdrage van J. M. van der Lans, «Korrel» 6 (1984) 3, p. 192.
69 Cf. LL. DUCH, Historia y estructuras religiosas, Madrid-Barcelona, Bruño-Edebé 1978, pp.
113120, «Los lenguajes olvidados».
70 Aunque no hay que olvidar que por mucho tiempo -y en cierto sentido también hoy-, el
concepto de «experiencia» ha suscitado sospecha y desconfianza, como término interpretativo
cristiano. F. Coudreau (¿Es posible enseñar la fe? Madrid, Marova 1976, pp. 70-71) recuerda a este
propósito el mérito de la obra de J. MOUROUX L’ expérience chrétienne, París, Aubier 19521 para
legitimar el uso del término.
71 España CC 223. «En el fondo, ¿hay otra forma de comunicar el Evangelio que no sea la de
transmitir a otro la propia experiencia de fe?»:, EN 46. Cf. J. GEVAERT, «Experiencia», en: DIC. CAT.
366-368.