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Cualquiera al leer estas palabras de Código de Derecho Canónico, se dará cuenta que para
nosotros cristianos la separación de la vida consagrada de la propia existencia de Cristo es
una mera ilusión y una consagración a él fuera de la Iglesia es una mera falacia.
No por esto se perderá de vista nuestro principal y verdadero objetivo, que es seguir a
Cristo pobre y crucificado.
PRIMERA PARTE: EVOCLUCIÓN HISTÓRICA.
Según algunas corrientes pareciera que existe en nosotros algunos fundamentos a priori
que de alguna manera nos condicionan en nuestro comportamiento y nuestra forma de
actuar. Muestra de ello es lo que Lévi- Strauss nos muestra en su obra: “El conjunto de las
costumbres de un pueblo está siempre marcado por un estilo; forma sistemas. Estoy
persuadido de que estos sistemas existen en un número limitado y que las sociedades
humanas, igual que los individuos en sus juegos, sueños o delirios, no se crean de una
manera absolutamente nueva, sino que se limitan a escoger unas determinadas
combinaciones de un repertorio ideal que se podría reconstruir.” 1
¿Qué nos quiere decir todo esto? Desde este punto de vista anti evolucionista y por
consiguiente un tanto determinista, pareciera que los seres humanos están condicionados
a repetir esquemas y comportamientos, independientemente de la cultura.
1
DUCH, L. Antropología de la religión¸ Herder, Barcelona, 2001, 50
De alguna manera el fundamento antropológico de la consagración, va de la mano con el
fundamento litúrgico-sacramental, ya que aunque no exclusivamente, la consagración se
da dentro de esto.
Y esto es así porque esta se da en el ámbito puro de los hombres, y ellos necesitan el estos
signos y símbolos para una mejor comprensión de los eventos. En el caso que la
consagración se de ya no solo en el ámbito intra-hominus y de el salto al divino, pareciera
que en general la idea de la divinidad respeta el lenguaje usado en el tiempo de los
hombres.
En el ideario colectivo, la divinidad aparece como algo que a sobremanera va más allá de
nosotros y de nuestros límites, para poder entablar entonces una comunicación entre
ambas partes, Dios escoge utilizar nuestro lenguaje.
Pero sabemos por experiencia propia que nuestro lenguaje es limitado, y que muchas
veces ante un fenómeno y una experiencia no somos capaces de expresarlo con las
palabras adecuadas. Pareciera que tenemos algunas limitantes en el momento de
expresar la intensidad con la que vivimos o vemos las cosas. Ante esto nos encontramos
con la necesidad de expresarnos mediante símbolos y signos.
Rastreando este concepto nos remontamos al libro del Génesis, a la historia de los
primeros padres, encontramos en ella si bien no propiamente la palabra consagración, si
la encontramos de manera implícita: