Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
Este proyecto fue realizado sin fines de lucro por Book Hunters con el único
propósito de compartir la obra del autor, queda totalmente
prohibida la venta de este documento.
¡Disfruta la lectura!
2
¡Importante!
Si te gusta leer, lee esto, te conviene
Si estás leyendo este libro, es posible que seas una persona que lee
traducciones hechas por fans, foros, blogs, etc. ¿Te gusta leer libros que
posiblemente no saldrían en español si no fuera por estos sitios?
Si tu respuesta es sí, ¡te invitamos a que cuides estos sitios para que no los
cierren!
Simple:
Si no pagaste por este libro u otros que tengas en tu biblioteca virtual, lo más
seguro es que lo hayas bajado de manera ilegal. Si te gusta leer y conseguir
libros fácilmente, ¡cuida los sitios de traducción y descarga gratuita en
español!
Atte: Staff BH
3
Staff
Moderadora
Paop
Traductora
Fabiana
Correctoras
Sea
Paop
Lectura final
PaoL
Diseño
M.Arte
4
Sinopsis
Una historia sobre la pérdida, el amor y aprender a comenzar de nuevo…
Así es cómo me sentí durante dos años después de que mi esposa murió,
dejándome completamente solo con nuestro bebé.
Entonces conocí a Larkin, mi hermosa vecina rubia. Tiene curvas que hacen
que mis manos duelan ante la idea de tocarlas, y ojos de color caramelo que me
suplican que haga cosas indescriptibles.
Quiero evitarla.
Excepto que… no puedo. Donde quiera que vaya, cualquier cosa que haga,
me trae de regreso a Larkin.
Si quiero un futuro con Larkin, tengo que encontrar la manera de dejar atrás
el pasado.
5
CONTENIDO
Portada
Nota para los fans
Staff
Sinopsis
Contenido
Capítulos
Sobre la autora
Nosotros
6
1
—Adiós, John —le digo al anciano que guarda las sillas plegables grises
rápidamente. Estamos en un sótano sucio de la iglesia, pero al menos aquí nos
permiten reunirnos sin costo alguno.
—Charlie —dice John. Sus mejillas son de color rosa brillante, sus ojos
azul intenso. Su ropa es de varias tallas más grande y ligeramente beige.
Asiente hacia mí, y se vuelve para continuar apilando las sillas.
—Cuidado —dice alguien, justo a tiempo para evitar que choque con un
cartel que cuelga del techo. Los techos aquí son tan bajos que solo hay unos
centímetros entre ellos y la parte superior de mi cabeza. Supongo que no hay
muchos tipos con la apariencia de vikingos caminando por aquí.
7
Entre que estaba embarazada de nueve meses en ese momento y que yo
ni siquiera entraba en el sofá... sabía que necesitaba ayuda. Así que hice
algunas llamadas. Tres tipos de terapia de grupo después, y aquí estoy.
Saco mi teléfono.
Bueno, debo dar crédito a quien se lo merece: Britta y nuestra hija recién
nacida también son parte integral de mi recuperación. Ver crecer la
protuberancia del bebé en Britta, y luego sostener a Sarah por primera vez...
cambió algo en mí, a nivel molecular.
Ahora no sé qué haría sin ellas. Son la luz de mi vida, sin ser Debbie
Boone1 por eso.
1
N. de T. Cantante y actriz de teatro estadounidense, conocida por su one hit You light up my life
(Iluminas mi vida).
8
Abro la puerta y entrecierro los ojos a la luz del día. Está empezando a
llover, pero eso es una constante aquí en Seattle. Además, la lluvia es un buen
descanso del calor abrasador del sótano de la iglesia. Las gotas me golpean en
los brazos y en la cara, con un alivio helado. Me pongo mi chaqueta azul
marino y me dirijo hacia mi coche.
Yo, estoy listo para ir a la biblioteca, a encontrarme con Britta y Sarah. Las
imagino en mi cabeza: Britta con su largo cabello oscuro y cálida sonrisa. Sarah
en su body, igual que su madre pero con mis ojos verdes. En la imagen de mi
cabeza, Britta lleva a la bebé en su pequeño arnés a rayas mientras Sarah
duerme.
Sarah solo tiene tres meses, pero Britta dice que nunca es demasiado
pronto para llevarla a la biblioteca. Hemos estado discutiendo alegremente
sobre qué tipo de cosas deberíamos leerle a Sarah. Britta dice que no importa,
pero estoy abogando por empezar a leerle las noticias a la bebé en varios
idiomas.
9
irritado con la Casa Blanca por tratar de meter la nariz en lo que está pasando
con Siria, y por hacerlo mal.
Casi doblo a la derecha, para evitar que el tráfico se acumule, pero por
alguna razón no lo hago. Tal vez es el hecho de que a todo el mundo le
encanta ver un accidente. A todos secretamente nos gusta ver el auto que se
volcó, para tratar de averiguar cómo sucedió. Enjugar nuestro ceño y suspirar
con alivio de que no fuimos nosotros, mientras nos alejamos.
Intento entender qué tipo de vehículo es, pero todo lo que puedo
imaginar es que el coche B es un todoterreno oscuro. Un hormigueo de
presentimientos corre por mi espina dorsal. Britta conduce un todoterreno
oscuro, un Nissan Pathfinder negro.
10
10
Casi he superado el accidente por completo, a punto de acelerar, cuando
algo me llama la atención. Una de las oficiales de policía está catalogando
algunos efectos personales que probablemente provenían del auto B, y está
poniendo una manta en una gran bolsa de pruebas.
No.
Salgo del auto, consciente de que los bordes de mi visión están nadando
alrededor, cada vez más confusos. Es la primera señal de un ataque de pánico,
pero eso es lo último que tengo en mente.
11
11
—El accidente —digo, ni siquiera mirando a la oficial. Estoy demasiado
concentrado en mirar las cosas que todavía están en el suelo, tratando de ver si
reconozco algo—. ¿Dónde está la gente que fue herida?
—Señor, necesita...
Camino decididamente hacia el auto B, hasta que veo una rosa de seda
descolorida en el suelo, rodeada de un millón de pequeños trozos de vidrio... y
sangre.
No.
No.
12
12
No Britta.
Eso no es posible.
13
13
2
En la actualidad
Estoy muy arriba en una escalera que está sostenida afuera de la casa de
mi madre. Olvídalo, mi madre murió hace tres años, y antes de eso nunca se
ocupó realmente de la enorme casa victoriana.
Es por eso que estoy en esta escalera ahora mismo, sacar furiosamente las
telarañas y otra mugre negra que se han acumulado a lo largo de las cornisas.
Llevo puesta una camisa vieja de manga larga, mis vaqueros más viejos, y
tengo el pelo largo y rubio atado con un pañuelo. Puede que sea verano, pero
no hace mucho calor aquí en la costa de Oregón. En el mejor de los casos,
llegará a los dieciséis grados.
Así que realmente limpiar las cornisas de la casa es una tarea necesaria,
pero también me permite tomar el sol un poco. Absorber la vitamina D,
esperando que de alguna manera me haga más feliz. Lástima que no pueda
hacer nada con esta mugre negra en el costado de la casa.
Mientras trabajo, tengo que preguntarme cómo mamá dejó que esto se
pusiera tan mal. La casa está justo en medio de lo que yo considero como el
centro de la ciudad de Pacific Pines, una enorme área abierta de césped
rodeada de casas y tiendas. La casa de mi mamá —mi casa ahora— es de dos
pisos, gris-verdosa y de dos aguas.
14
14
En algún momento en el pasado, mi mamá pagó para convertir la casa en
un dúplex. Ambos lados están decorados con diseños llamativos y vistosos que
datan de principios de los años 70. Pero esa era mi madre para todos, la gente
la llamaba Big Ruth. Directora de la escuela primaria, una filántropa en serie, y
una narcisista de libros de texto si alguna vez hubo una. No hizo nada a
medias, especialmente no la decoración del hogar.
Desafortunadamente, como todas las cosas que tenían que ver con mi
madre, no es una simple cuestión de poner la casa a la venta. Voy a tener que
arreglar el lugar primero. Desde las persianas que cuelgan sueltas, a la pintura
que se descascara, por dentro y por fuera, hasta la enorme pila de basura
oxidada en el patio trasero...
15
15
cama y la cambié por otras nuevas, directamente del paquete. Limpié todas las
alfombras, aspiré todas las cortinas, básicamente limpié todas las superficies
posibles.
Giro la cabeza y sombreo mis ojos contra el sol. Es Sam Rees, un niño de
diez años que va habitualmente a la biblioteca. Lleva un uniforme de la liga
infantil.
Se rasca la cabeza.
—¡Sí! —canturreo—. Bien temprano, para tener todo listo para ustedes.
Sam sonríe.
Muffin me mira fijamente con sus ojos de bueno, con su pequeña cola de
felino sacudiéndose. Zack y Morris son mezcla de labrador con seis patas entre
los dos; ambos ladran y jadean excitados cuando golpeo el vidrio. Sadie es mi
perra súper especial, es una Malamute ciega y algo sorda, y actualmente tiene
la cabeza ladeada, tratando de entender por qué Zack y Morris están
entusiasmados.
16
16
Sonrío mientras bajo la escalera. Todos son considerados rotos de alguna
manera, pero eso los hace aún más valiosos para mí. Cuando llego al suelo, veo
que un hombre alto y moreno de mi edad viene hacia mí. Lleva una niña que, a
mi juicio, tiene unos dos años. Tiene el pelo más oscuro, pero hay algo en su
estructura ósea que los hace parecidos.
Guau.
—Holaaaaaaaaa.
17
17
Me rio.
—¡Hola, Sarah!
—Bueno, sí.
—Claro
—Enseguida vuelvo —le digo a Charlie, que solo hace rebotar a Sarah
sobre su cadera—. Tengo que tomar las llaves de mi casa.
18
18
Corro por las escaleras y subo a mi puerta. Las llaves están en un gancho,
colgadas encima de mis filas de abrigos y botas de lluvia en el suelo.
Las tomo y vuelvo con Charlie y Sarah. Sostengo las llaves como evidencia
de que tuve éxito, pero él ni siquiera parpadea.
—Entonces... ¿te mudas aquí con tu... pareja? —pregunto mientras abro
la puerta de par en par.
19
19
Mis cejas se levantan.
—¿Oh?
—Eso es un armario.
—Armario —repito.
—Arm-rio.
—¿Qué?
20
20
Cierro el cajón y lo vuelvo a abrir. Ella se acerca y coloca su pequeña
mano sobre la mía, empujándola hasta que el cajón se cierra. Entonces me
mira.
—Sí, así es. —Vuelvo a abrir el cajón y me mira con ojos solemnes.
—Bueno, no planeaba alquilar este lugar tan pronto... así que aún no
tengo un contrato de arrendamiento —digo encogiéndome de hombros—.
¿Qué tal... ochocientos al mes?
Mis ojos se abren de par en par. Eso es mucho dinero. Pero por otra
parte, dijo que no era un problema.
—Claro.
21
21
—De verdad —dice, buscando su billetera. Hábilmente se las arregla para
sacar un fajo de dinero de su cartera mientras Sarah encuentra el cordón de su
sudadera y lo tira. Lo cuenta, y me da un poco—. Aquí tienes. Deben ser unos
mil seiscientos.
—Genial. Aquí están las llaves. ¿Quieres que cuide a Sarah mientras metes
tus maletas dentro?
Sarah dice una serie de palabras sin sentido, pero lo tomo como un adiós.
Camino hasta mi entrada, arrugando la cara.
De alguna manera, parece mucho menos interesante que hace una hora.
Muevo la escalera y trepo nuevamente. Si subo a la cima y me pongo de
puntillas, puedo ver a Charlie y Sarah, yendo y viniendo a través del césped,
probablemente hasta el vehículo que tenga.
22
22
3
—¿Ueño? —pregunta.
—¡Duermi! —murmura.
—¿Necesitas ir al baño?
—No.
23
23
—De acuerdo. Vamos a escoger algo de ropa —le digo, ofreciéndole mi
mano.
—Hay una razón por la que me divorcié de ella —me gruñó—. La perra
está loca.
Pero no demasiado loca como para dejarle a tu pequeño hijo, supongo, pensé.
Una hora y media después de que me desperté, los dos estamos vestidos
y listos. Llevo a Sarah, mi bolso de la computadora portátil y su pañalera
afuera.
Instintivamente miro hacia otro lado, pero una mirada fue suficiente para
que Larkin se quemara en mi cerebro.
24
24
El último pensamiento me hace sentir descontento. Está vestida de forma
muy conservadora, con una falda roja que va por debajo de la rodilla, una blusa
azul marino que le cubre todo hasta el cuello y un cárdigan amarillo.
—¡Hamburguesa!
Larkin se ríe.
—Hoy está muy habladora, supongo —le digo, girando hacia el auto.
—Es normal para los niños de su edad, creo —dice Larkin, siguiéndonos.
El letrero en la puerta dice que está cerrado, así que le doy la vuelta al
local y me estaciono enfrente del desgastado revestimiento verde y el hierro
forjado oxidado de la casa de dos niveles de papá. Respiro mientras miro el
25
25
césped demasiado largo y los números de vinilo que se están pelando en el
buzón.
—¡Sarah, oye! —digo en el tono más alegre que puedo conseguir—. Aquí
está tu juguete...
—Pelota.
—Hola, Rosa.
Abro la puerta y salgo, elevándome sobre Rosa. Pone las manos sobre las
caderas por un segundo y frunce los labios. Entonces sonríe y me abraza.
26
26
—¿Quién es ella? ¿Es tu hija?
—Esta es Sarah —digo, casi un poco avergonzado de que así sea como
Sarah conoce a sus abuelos. Sarah de repente se siente frustrada por la
inmovilización en su cuerpo, queriendo salir del asiento del auto.
27
27
todos agrupados alrededor de un antiguo televisor. Las mismas fotos
familiares, dispuestas en la pared en grupo, como un santuario para mi
hermano.
Y es un clon, nuestro clon, aunque con una tez un poco más oscura.
28
28
—Bájala. Déjala explorar —dice Rosa.
—Eso es un árbol.
Se retira y me mira.
—Sí... eso es... eso es culpa mía —digo, frotándome la nuca—. Las cosas
se pusieron bastante feas por un tiempo.
Eso es todo lo que puedo decir de los últimos dos años, al menos sin que
se me caigan las lágrimas. Sarah es la única razón por la que elegí seguir
viviendo; aun así, vivir es un término relativo.
29
29
—En realidad, acabo de alquilar una casa en la ciudad.
—Como.... ¿para vivir? Pensé que solo estabas de visita. —Mi padre
parece perplejo.
La cena del domingo suena como una gran excusa para que mi papá se
emborrache y le grite a cualquiera que tenga la desafortunada suerte de estar
cerca.
—He estado sobrio durante casi una década. No bebemos en la cena del
domingo. Es el día del Señor, después de todo.
Por el rabillo del ojo, veo a Rosa abrazando a Sarah. Sarah parece insegura
al principio, pero luego apoya la cabeza en el hombro de Rosa.
30
30
Levanto las cejas.
—¿Sí?
Tengo que decir que lo que sea que papá y Rosa hicieron, salió bien.
Camina por la sala de estar con confianza. Asiento sin compromiso a su
espalda.
—Adiós, reinita.
—¡Ey! —dice Rosa—. No traigas nada más que tu pequeña pobrecita —me
dice.
31
31
Sarah murmura un montón de palabras, saludando a Rosa. Veo a Rosa
agarrando su pecho cuando abro la puerta.
Me las arreglo para llegar a mitad de camino al coche antes de que la cara
de Sarah se arrugue.
Una vez que cierro la puerta trasera, me tomo un segundo para respirar.
Miro la casa y veo a mi papá y a Rosa mirándome fijamente. Rosa levanta la
mano en una señal a medias.
32
32
4
Zack y Morris se vuelven locos, lo que hace que Sadie se vuelva loca.
Sonrío mientras voy a través de la sala de estar y hacia la cocina, dirigiéndome
directamente al tarro de golosinas en el mostrador de la cocina.
El mero sonido de abrirla hace que Muffin roce mis piernas, ronroneando.
Le doy una golosina, luego la froto detrás de las orejas mientras mastica.
33
33
Me dirijo de nuevo a la sala de estar, colapsando en el sofá bajo. Tomo un
hilo de mi vestido rosa chicle, suspirando. Es agradable estar en casa.
Si fuera una buen vecina, iría a la casa de al lado con este té, me digo a mí
misma.
—¿Sí? —dice.
34
34
Sarah grita a todo pulmón y Charlie abre la puerta para que vea lo que
está pasando.
—¡Laken!
—Vamos, Sarah —dice—. Ven a la cocina para que Larkin te sirva un poco
de té.
—Ten cuidado —advierte a Sarah, quien toma un gran trago y luego deja
la taza en el suelo. Entonces el silencio se extiende.
35
35
—Rico jugo —dice Sarah, señalando su taza.
—Supongo que sí. Sarah nunca ha pasado tiempo con este lado de la
familia.
¿Eso significaba que había pasado tiempo con el otro lado? Mi cerebro
hace gimnasia, tratando de averiguar cuál es su historia.
—¡Jugo mío! —gime Sarah, agarra la taza y se las arregla para esparcir el
té.
Sarah deja caer su taza y corre los pocos pasos hacia mí, abrazando mis
piernas.
—¡Acias!
—De nada.
36
36
Veo que solo quiere que lo dejen en paz. Si Sarah no existiera, tal vez lo
dejaría en paz. Pero tengo la sensación de que mientras Charlie quiere
esconderse y estar solo, Sarah quiere conocer gente nueva y hacer cosas
nuevas.
—¿Tu lavaplatos?
—De acuerdo.
37
37
Mientras recojo a Sarah, no puedo evitar sentir que he pasado sin saberlo
algún tipo de prueba. Charlie no parece confiar o no le gusta mucha gente,
pero me permite llevar a Sarah a la puerta de al lado sin problema.
Charlie mira el lavaplatos, que probablemente sea tan viejo como yo. Se
agacha con el ceño fruncido, abriendo la puerta y sacando el estante de abajo.
No puedo evitar notar lo enorme que es cuando está al lado del mostrador; es
fácilmente una cabeza por encima de la encimera, incluso agachado.
38
38
Charlie nos mira mientras introduce su brazo dentro del lavaplatos,
sacando varias piezas de plástico. Veo los engranajes dentro de su cabeza
girando mientras sienta allí.
—Ah —dice, asintiendo—. Sí, tu lavaplatos está roto. Tiene una solución
súper barata y sencilla. Tendrás que pedir la parte a Amazon o a donde sea.
—Tus perros son buenos con los niños —dice Charlie—. No esperaba
eso.
—¡Y gatos! Tengo una gata por aquí, pero es muy tímida.
—Al principio, sí. Adopté a Sadie cuando era una perrita, de un criador
que no sabía qué hacer con ella. Pero una vez que Sadie entendió los
comandos... —Hago una pausa, doy un doble golpe con el pie en el suelo.
39
39
Sadie se sienta inmediatamente—. ¿La quieres acariciar? —Mientras miro,
Charlie la frota afectuosamente detrás de las orejas. Sonrío—. De todos
modos, ahora que conoce las señales, vivimos una vida bastante fácil. ¿No es
así?
Sarah acaricia a los perros, feliz. Veo que Charlie está casi sonriendo de
nuevo, con su cara suave y libre de las arrugas que vienen de la preocupación.
Me pregunto si se da cuenta de que es mil veces más guapo cuando está casi
feliz.
Sí, no quiero tener nada que ver con eso. Pero no puedo evitarlo, al
menos tengo que saber por qué él y Sarah están aquí solos.
—Debemos irnos.
40
40
Arrastra a Sarah de sus pies, pareciendo un asesino. La reacción a mi
pregunta es muy mala. Charlie empieza a irse, se dirige a la sala de estar.
41
41
5
42
42
Estamos en una carretera de un solo carril que conduce directamente al
norte de la ciudad. Por aquí y por allá pasamos por delante de los pequeños
desvíos, y de vez en cuando vemos solo figuras con túnicas polvorientas,
llevando algo en la espalda.
Por los demás, son solo dunas sin fin. Damasco está justo ahora visible.
Hace tanto frío aquí gracias al aire acondicionado como parece estar
afuera. Se me pone la piel de gallina en los brazos bajo la camisa de lino blanco
de manga larga.
Todo dentro del Humvee es negro o camuflado verde y marrón. Miro las
caras de los tres hombres que me escoltan a Damasco desde la base aérea de
Rayak, en el Líbano. Son todos iguales, escudriñando el desierto fuera del
Humvee en busca de cualquier actualización de la situación que pudiera afectar
a la misión.
Entrecierro los ojos a la luz del sol a través de mis gafas de sol, ansioso
por llegar a Damasco. Soy parte de un equipo de operativos de la CIA que han
sido llevados a la capital de Siria para una especie de operación encubierta, una
misión extraoficial. Estoy muy nervioso, y los hombres que me acompañan
parecen sentir lo mismo.
Veo a varios hombres, vestidos con sucias túnicas thoub, con sus cabezas y
rostros ocultos por su keffieyeh. En otro lugar, en otro momento, estos
hombres serían bandidos o merodeadores; hoy, son exactamente lo que no
necesito.
43
43
El hecho de que fuésemos en un Humvee debiera haberles indicado de
que estamos respaldados por extranjeros; nadie en Siria conduce esto, excepto
la realeza.... y los que vienen en comitivas.
Tal vez los hombres están desesperados, o sean estúpidos, tendrías que
estarlo para pensar que robar un vehículo es una buena idea.
Ella sonríe y extiende su mano para ahuecar mi cara. Cierro los ojos ante
su toque. Mis ojos se abren.
44
44
Me doy la vuelta en la cama, luchando por salir, hasta que mi cabeza está
fuera de la cama. Vomito todo lo que tengo en el estómago, una y otra vez
hasta que solo queda bilis y ácido estomacal. Mi garganta quema cuando
finalmente logro controlarme, hundiéndome en el colchón.
Las baldosas en mis pies descalzos están frías como el hielo. Tiemblo
cuando me desnudo y me cambio rápidamente con una camiseta oscura y
pantalones de pijama grises. Me tomo un momento para lavarme los dientes,
luego salgo a mirar el lugar en el suelo donde vomité.
Hago una mueca, tomo una de las toallas del baño y cubro el vómito. No
puedo enfrentarlo, aún no.
45
45
Me siento en los escalones traseros, mirando en silencio a la luna. Me doy
cuenta de que todos los que conozco están dormidos; no sé si alguna vez me
he sentido tan melancólico como ahora.
Estoy haciendo esto por Sarah, me recuerdo a mí mismo. Solo hay una
cosa peor que perder a tu madre de niña... y es perder a ambos padres.
Sin Sarah, creo que me habría enfrentado a las olas y habría dejado que
me ahogaran por completo. En vez de eso, estoy en este atolladero cuesta
arriba, porque me niego a dejarla sola.
Pero Britta ya no tiene voz ni voto, ¿verdad? Me dejó aquí, para cuidar a
nuestra hija, pienso amargamente.
46
46
—Sí. Todo está bien —digo. No es exactamente la verdad, pero es lo
suficientemente cerca.
—Está bien.
47
47
regresa, abre la puerta de par en par brevemente, y veo que el gato solo tiene
un ojo azul brillante.
Larkin me da un manojo de franela, que resulta ser una manta. Doy las
gracias, y lo pongo sobre mis hombros. Es muy cálido e increíblemente suave al
tacto; inmediatamente pienso que a Sarah le gustaría.
Larkin se sienta mientras miro hacia las ventanas de arriba. Estoy bastante
seguro de que, si Sarah hiciera algún ruido, lo oiría. Después de todo, estamos
en el campo. Aparte del sonido de los grillos de vez en cuando, el mundo está
en silencio.
—Oh —dice ella, su voz tan baja que casi no puedo oírla—. Oh, Charlie.
Lo siento mucho.
Britta. ¿Qué carajo? Soy un maldito desastre. De alguna manera estoy acercando
a una mujer a mí mientras estoy de luto por la otra.
48
48
Voy más adentro antes de permitir que las lágrimas me superen, solo por
un minuto.
49
49
6
—¡Larkin! —me grita una señora mayor de aspecto severo con un chándal
blanco y una visera a juego—. Ven aquí.
La Sra. Peet era una de las buenas amigas de mi madre, y a veces pienso
que tendré doce años para ella de forma permanente. Mis pies quieren seguir
adelante, fingiendo que no la oí. Pero no lo hago.
En vez de eso, me giro con una sonrisa brillante, la que pongo en las
reuniones del consejo escolar y en la sala de espera del dentista.
—Hola, Sra. Peet —le digo, sombreando mis ojos mientras me acerco a
ella.
—Escuché que tienes a alguien viviendo al otro lado de tu casa —dice, sin
perder tiempo en llegar a su punto—. Y muy guapo, también. ¿Cuál es su plan?
Finjo sorpresa.
50
50
—Oh, ¿el Sr. Lawson? No sé mucho sobre él, la verdad.
Era furia, mezclada con una profunda tristeza. Hizo que me doliera el
corazón por él, más que nada. Creo que en ese momento me di cuenta de que
Charlie todavía se está curando, y entra en pánico cuando su punto débil se
expone.
51
51
plaza del pueblo. Habrá una banda local tocando, y un montón de comida
provista por la gente del pueblo, al estilo potluck3.
Parece ofendido.
—Está viendo dibujos animados con los auriculares puestos. ¿Por qué?
—Hay una gran fiesta en la plaza del pueblo en unos veinte minutos, y
creo que deberían venir —digo con toda la firmeza que puedo.
Pero soy más rápida que él, y me las arreglo para poner mi pie en la
puerta antes de que pueda cerrarla. Le doy una sonrisa dura.
3
N. de T. Los potluck o fiestas estadounidenses son una costumbre culinaria de Estados Unidos que
consiste en comida que suelen compartir los asistentes a una reunión.
52
52
—No lo sé —admite encogiéndose de hombros—. Han pasado un par de
días. He estado... ocupado.
—Sí, de acuerdo. También iré, para vigilarla —dice—. Solo por unos
minutos, sin embargo.
Sus ojos entrecerrados y su mandíbula tensa dicen que estoy muy cerca
de sobrepasar los límites.
53
53
Trago. Está de negro, desde sus jeans hasta su sudadera. Sus brazos están
bien definidos por la forma en que hacen que su sudadera con capucha esté
bien ajustada en los lugares correctos.
—Uhh... déjame tomar mis tartas antes de que nos vayamos —murmuro.
Necesito una excusa para salir de allí, pero también tengo tres tartas de moras
Marion recién hechas para aportar al potluck.
Corro a la cocina, casi tropezando con Muffin porque estoy hablando sola
todo el tiempo.
54
54
Charlie me mira y luego a los pasteles que tengo en la mano.
—¿Para el potluck?
Sonrío.
—Ah —dice, saliendo del porche—. Pensé haber olido algo un delicioso
aroma anoche, pero no presté atención.
Ya hay gente que llega de a dos y de a tres, poniendo sus platos sobre las
mesas que están desplegadas desde el escenario. La mayoría son parejas y sus
hijos, y pequeños grupos de adolescentes. Los adolescentes se escabullirán e
irán de fiesta a otra parte pronto, pero el atractivo de la comida gratis es
demasiado grande para que se lo pierdan.
—¡Sí! —declara.
Puedo sentir los ojos curiosos de muchas personas que nos observan
mientras nos acercamos a las mesas de comida. Dejo las tartas en la mesa,
descubriéndolas. Antes de que termine, las mujeres mayores están encima de
Charlie.
—Hola —dice Martha Stocksbury, con su lápiz labial rosa fluorescente del
mismo color que su chándal—. ¿Y quién es esta de aquí?
55
55
Le hace cosquillas a Sarah, que rápidamente esconde su cabeza contra el
hombro de Charlie. Veo una lucha en la cara de Charlie, su necesidad de huir
con su deseo de que Sarah conozca a algunas personas.
—¡Papá, quiero!
Charlie los mira con incertidumbre, pero estoy segura de que este es
exactamente el tipo de socialización que Sarah necesita.
Sarah se agacha e imita lo que él está haciendo, y los dos fingen comer
hierba.
56
56
Me quedo con Charlie un buen rato, viendo a Sarah jugar con cuatro
niños diferentes. Cuando el sol comienza a descender, Sarah se cansa, yendo
directamente donde su padre en busca de consuelo. Sugiero que tomemos uno
de los bancos para sentarnos, y disfrutemos de los últimos restos de la tarde
que se desvanece.
Así que nos sentamos, casi siempre en silencio, mirando a la gente del
pueblo mientras las luces de la calle parpadean. Ya he charlado bastante por
hoy. Sarah se duerme apoyada en mi brazo. Extiendo mi mano, vacilante al
principio, y luego le acaricio el cabello.
Es más suave de lo que creo que debería ser. Me hace sonreír. Charlie no
se opone, así que me relajo y la sigo acariciando.
Oh.... creo. Está afectado por los fuegos artificiales, de alguna manera.
57
57
—¿Puedes dejar que me la lleve? —murmuro en voz baja.
—Todo está bien —les digo a los dos, tocando suavemente a cada uno de
ellos—. Todo está bien. Nada está pasando.
58
58
Una cosa es segura: cuando veo a Charlie, veo un animal exótico herido,
el león con una espina en la pata. Y yo siendo yo, quiero ayudar.
59
59
7
—Si ibas a mudarte aquí a la costa, ¿por qué te mudarías a Pacific Pines?
—pregunta Helen, su voz se vuelve más nasal de lo normal—. Tenemos un
montón de propiedades aquí en Seaside que podríamos haberte alquilado.
¡Estarías lo suficientemente cerca como para pasar! Y conozco a la gente de las
juntas escolares de aquí, para cuando Sarah lo necesite...
60
60
—Adiós, Helen —gruño, y luego aprieto el botón del volante.
Dejo a Sarah con papá y Rosa con muchas dudas, aunque sé que solo
estará a veinte minutos de distancia. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Es un
juego para gente que no ha pasado por lo que Sarah y yo hemos pasado.
Mientras miro, Larkin salta del porche. Entra en la hierba hasta los
tobillos y mira todos los trozos de metal oxidado que solían ser lavadoras y
cortadoras de césped, y Dios sabe qué más.
61
61
muecas ante el peso y el tamaño de la pieza. Inmediatamente queda claro que
encuentra que moverlo es una lucha.
—¿Qué, voy a sentarme a ver cómo intentas levantar estas cosas sola?
—digo, con una mueca—. Odio ser el que te lo diga, pero eres demasiado
pequeña para mover la mayoría de estas cosas por ti misma.
—No lo soy.
Juntos, movemos algunas piezas de chatarra al patio lateral, que está bien
mantenido.
—Las otras partes del patio parecen estar cortadas regularmente. ¿Cómo
llegó a este estado el patio trasero? —pregunto mientras trabajamos.
62
62
lavadora—. No soportaba tirar nada que pudiera ser de utilidad. Así que no era
una acaparadora exactamente, pero... no compraba nada solo por diversión.
Especialmente si ella podía repararlo.
—Así que... supongo que como tu madre no está por aquí, ella...
Siento sus ojos sobre mí durante un largo minuto antes de que responda.
La limonada es tan dulce y a la vez tan ácida. Me hace la boca agua con
cada sorbo que tomo. La miro mientras se toma un trago largo, observo su
garganta trabajando para tragar.
63
63
Hace un pequeño sonido de ahhhh cuando termina, su lengua rosa sale
para atrapar una gota de limonada que está rodando por su labio inferior.
Por alguna razón, eso me pone muy nervioso. Necesito decir algo, para
poner mi mente en otro lado.
—¿De verdad?
64
64
Me mira, con esos ojos color caramelo que me clavan donde estoy
parado. El fantasma de una sonrisa juega con sus labios.
—Ah. Puedo ver por qué estabas lista para salir de esta ciudad, entonces
—digo, drenando lo que queda de mi limonada—. ¿Cuándo volviste?
Sonríe.
—Solo hace unos seis meses. No pienso estar aquí para siempre; ni
siquiera habría vuelto si mi madre no me hubiera dejado esta casa para
ocuparme de ello.
Se encoge de hombros.
—Está bien. Tuvo una gran vida. Diablos, todo el pueblo la llamaba Big
Ruth, y había una razón para eso.
—¡Sip! —dice. Sale por la puerta y se dirige hacia la hierba alta. Mira
alrededor del patio, y señala lo que podría haber sido un pedazo de un
coche—. ¿Qué tal ese?
—Está bien. Esta vez caminaré hacia atrás —digo asintiendo. Tomo una
esquina, ignorando el hecho de que hay una lluvia de hojuelas de óxido donde
la toco—. Uno, dos, tres...
65
65
este, para estar más cerca de mi trabajo. Este parece ser el lugar correcto, por
ahora.
—Muy bien, tenemos la mayoría de las cosas importantes... así que ahora
el asunto…
Pisa algo que es invisible para mí, lo suficientemente duro como para caer
sobre su trasero. La mirada de dolor en su cara más el sonido de angustia que
hace es lo suficiente para que deje caer la mesa del patio cubierta de óxido que
estoy cargando y corra a su lado.
Sus ojos color caramelo se encuentran con los míos, y hay una pequeña
sacudida de conexión, la sensación de electricidad que salta de ella hacia mí. La
agarro con más fuerza por un segundo.
66
66
Larkin me mira, sonrojada e inconscientemente sacando la lengua para
mojar su labio inferior. El gesto es tan sensual, una sensualidad tan
involuntaria, que me sorprende.
No solo eso, sino que empiezo a ponerme duro. Gracias a Dios que elige
ese momento para hablar.
67
67
8
Los perros están tratando de ser útiles, moviendo sus colas y parándose
demasiado cerca. No dejo de espantarlos cada pocos minutos, porque no me
siento del todo segura usando un martillo.
—Sí, está bien —le digo, alejándolo después de un segundo—. Eres muy
lindo, pero no ayudas.
68
68
Voy a abrir, y encuentro a Charlie parado al otro lado, sosteniendo una
caja grande y polvorienta. Se ve malhumorado, alto y guapo, algo habitual en
él.
Cada vez que algo, aunque sea vagamente coqueto, sucede entre
nosotros, va a enterrar su cabeza en la arena por un tiempo. Ni siquiera puedo
enfadarme por ello; es solo una parte de lo que es Charlie.
—Hola —digo, sombreando mis ojos de la luz del sol que entra. Asiento a
la caja—. ¿Qué tienes ahí?
Tomo la tapa de la caja, la saco con cuidado para que no se llene de polvo
por todas partes. Cuando la quito, veo varias cosas que hacen taparme la boca
con la mano.
69
69
Hay un hombre y una mujer mayores allí también, con expresiones
estoicas a juego. La mujer me sostiene en su regazo, aunque obviamente estoy
a punto de empezar a retorcerme.
—Creo que son los padres de mi madre —digo, mirando a Charlie. Doy la
vuelta a la foto, tomando nota del hecho de que tiene inscrito Mamá, Papá y
Larkin—. Primavera de 1989.
Mis ojos se nublan mientras estiro la mano y meto el dedo en una pulsera
de oro finamente forjada. Recuerdo que la recibí en mi sexto cumpleaños.
Estaba en una elegante caja de terciopelo negro. Abrí la caja y cuando vi la que
había dentro, estaba tan emocionada que grité.
—Eres demasiado joven para tener algo tan bonito. Solo lo perderás. Lo
mantendré a salvo para ti.
—Solo quería decirte que siento lo del otro día, en el patio trasero.
Hago un gesto con las cejas. Eso no era lo que esperaba que dijera.
70
70
—¿Oh? —digo, con la boca cerrada. Tenía muchos sentimientos sobre lo
que pasó, pero ninguno de ellos culpaba a Charlie de nada.
—Está olvidado —digo. Necesito algo que lo distraiga de este tema, así
que tomo el trofeo que está más cerca. Es ligero, hecho de plástico, pero
pintado para que parezca dorado—. Mira, primer lugar en el concurso de
deletreo de cuarto grado.
—Primer lugar, ¿eh? —se maravilla, girándolo para ver los lados.
71
71
—Definitivamente era influencia de mi madre. Aquí, estoy segura de que
hay una de ella en esta pila... —digo, hojeando las fotos. El polvo me llega de
repente, y estornudo tres veces seguidas.
—Gracias. Oh, aquí hay una foto de mi madre —digo, sacando una foto
de la pila y entregándosela.
—No puedo creer que sea tu madre. Supongo que esperaba que se
pareciera a ti.
Arrugo la nariz.
—Sí. Big Ruth medía un metro setenta y pesaba mucho más que yo. No
teníamos mucho en común, genéticamente o no.
—Hmmm. —Es todo lo que dice—. Debí haber tomado más fotos de
Sarah cuando era una bebé. No creo que haya más que un puñado de los
últimos dos años.
Por alguna razón, eso me hace ganar otra media sonrisa de él.
—Escucha, tengo que irme. Tengo que ir al lado, antes de que Sarah se
despierte sola de su siesta.
—De acuerdo —digo bajando las fotos de la pila—. Gracias por traer
esto.
72
72
—¿Tienes, uh… algún interés en ir a comer pastel conmigo y con Sarah
mañana? Vi que están haciendo un especial de pastel moras Marion en Dot's
Diner, y pensé que te podría interesar.
Mis cejas se elevan tan rápido que siento que pueden golpear el techo.
—En realidad, tengo que trabajar hasta las cuatro —le digo
disculpándome.
—Muy bien, a las cuatro y media, entonces. —Se da la vuelta para irse y
luego se detiene—. ¿Nos vemos allí?
Me rio.
73
73
9
74
74
—¡Papá! —dice Sarah—. Papi, ¿azúcar?
Miro a Sarah.
—Una taza de café para mí. Y.... un zumo de manzana para ella.
—¡Hey! —le dice a Sarah cuando se desliza por el lado vacío—. ¿Qué, no
hay booster?
—¿Dijiste gracias?
75
75
—¡Gracias!
—Aquí tienes.
—Sí, pájaro —dice Larkin. Me mira—. Hoy hubo una celebración cultural
de Japón en la biblioteca.
Larkin sonríe.
—Imagino que pasarán unos años antes de que Sarah esté lista para viajar
contigo.
Asiento.
—¿Así que este es tu gran plan? —dice Larkin, moviendo la mano hacia la
ventana para indicar el pueblo—. Mudarte a Pacific Pines, quiero decir.
76
76
—Sí, supongo. Yo… —Me detengo, tomando aire—. Tenía muchos
planes, antes de que Britta muriera. Entonces mis planes eran todo... parecía
tan inútil tratar de planear las cosas.
—¿Qué, el pasado?
77
77
—Sí. Es importante recordar que tengo un montón de cosas que amo en
mi vida. Trabajo con libros, por lo que me siento muy afortunada. Me encanta
oler el aroma de los libros nuevos, recién sacados de la caja. Tengo que hacer
el crucigrama del New York Times cada semana. Amo a mis animales...
Larkin me mira.
—Ugh. Esto es tan dulce. Sarah, ¿por qué te gusta tanto esto?
—Mío —admito.
Golpea la mesa.
Sonríe.
—Muy bien, me has atrapado. Pero al menos tienes que dejarme pagar.
Le hago señas.
78
78
Me doy la vuelta para mirar a Darlene, que está muy tranquila en una
cabina al otro lado de la cafetería.
Larkin sonríe.
—¿Qué?
—Trato hecho.
79
79
—Mira, Sarah —digo, señalando—. Mira las flores.
—¿Sí? —pregunto.
Todas las piezas que tengo son una telaraña de algún tipo, que se teje
lentamente para atraparme. Y eso me atrae, lenta e inexorablemente, sin
importar lo que haga.
Ahora está tan cerca, tan cerca que puedo sentir el calor de su cuerpo
contra el mío. Puedo oler un ápice de su perfume, vainilla y una nota de
sándalo.
80
80
El contacto es eléctrico, extendiéndose hacia afuera hasta que lo siento
en mis brazos, mis manos, mi pecho.
Sarah comienza a llorar mientras corro a lo largo del sendero, llorando las
lágrimas que agobian mi alma.
81
81
10
Hace una semana que no veo a Charlie, y estoy muy nerviosa por eso.
Verdaderamente angustiada, diría yo. Saco una caja de archivo grande de mi
auto, dando un portazo.
Llevo la caja por las escaleras hasta mi lado, frunciendo el ceño mientras
busco mis llaves en el bolso. Las saco y empiezo a abrir la puerta cuando oigo
un grito.
Así que aparentemente sabe que desaparecer la mayor parte de la semana no fue
lo mejor, pienso.
Los perros lloriquean al otro lado de la puerta, así que les abro la puerta.
Salen en una manada de entusiastas, con Morris a la cabeza.
82
82
Miro a Charlie mientras acaricio a Sadie, que mueve la cola con aprecio.
Sube hasta el porche, pero se detiene ahí. Su cabello oscuro se despeina
ligeramente con el viento, y tiene unos círculos oscuros bastante malos bajo
sus ojos.
Se encoge de hombros.
—Bastante cerca.
—Oye —digo para llamar su atención—. Tengo algo para ti. ¿Lo quieres
ahora?
Me rio.
83
83
Me dirijo de nuevo al porche principal, donde Sarah está esperando
impaciente en la entrada. Me arrodillo a su lado, mostrándole la cubierta
amarillenta.
Sigo a Charlie, que sube sus escalones y abre la puerta. Me lleva a la sala
de estar, haciendo un gesto al sofá.
84
84
—Siéntala ahí —instruye—. Tomaré su manta del coche.
—Tu padre está trayendo tu manta. ¿Qué tal si eliges una almohada?
¿Ésta está bien?
—¿Leer?
—Gato.
—Podría ser un gato —digo—. O algún tipo de... no sé, mangosta o algo
así.
—Aquí tienes.
—Ellos respondieron...
Mientras leo, puedo ver que los ojos de Sarah se están poniendo pesados.
Ahogo mi sonrisa, leyendo sobre las aventuras del Principito.
85
85
mantener los ojos en las páginas del libro, pero lo consigo. Sarah extiende un
brazo y me lo pasa por el antebrazo.
Ella cierra los ojos, pero yo leo un rato más de todos modos. Solo quiero
asegurarme de que esté dormida. Siento que los ojos de Charlie me miran de
nuevo, y freno mis palabras. Cuando lo miro, sus ojos me enloquecen, verdes
como un par de esmeraldas.
Trago y asiento.
—Sí.
—Cielos —digo—. Puede que sea un poco temprano para beber whisky
para mí.
Charlie se ríe.
86
86
—Está bien. Solo.... ha sido una larga semana para mí.
—¿Sí?
—El jueves pasado fue nuestro aniversario. Britta y yo, quiero decir. Así
que llevé a Sarah a visitar a Helen. Helen no dejó de insistir en cada pequeña
cosa. Fue muy crítica conmigo, con mi mudanza a Pacific Pines. Y fue crítica
con Sarah, siempre corrigiéndola. Realmente me afectó.
Asiente.
—Sí. Hizo todo este alboroto visitando la tumba de Britta, y luego pasó el
resto del tiempo ensalzando las virtudes de Seaside. Lo está vendiendo con
mucha fuerza.
—¿Y a ti te gusta?
—Seaside. —Se ríe—. Claro que no. Está a solo una hora de aquí.
Además, sigue diciendo que, si viviéramos en Seaside, podríamos vivir en una
de sus propiedades de alquiler y ella podría venir a visitarnos. Lo dijo no menos
de una docena de veces. Es una persona controladora, y podría verla tratando
de hacerlo con a Sarah. No, gracias, mierda.
Parece divertirse.
87
87
El silencio reina durante unos segundos, tiempo suficiente para que
empiece a inquietarme. Charlie solo bebe su whisky, mirando la puesta de sol.
—Sí. Lo fue.
Y por mi vida, quiero ser yo quien lo rehabilite. Llevarlo a casa en una caja
de zapatos, alimentarlo, dejarlo descansar su ala.
Es una tontería, lo sé. No soy una adolescente enferma de amor. Soy una
bibliotecaria solitaria con sus propios problemas.
88
88
11
Salgo del auto a mi apartamento, después de dejar a Sarah con Rosa por
este día. Saliendo al aire de la noche, entrecierro los ojos.
No es que quiera buscar a Larkin. Juro que no lo hago. Pero mis ojos
buscan automáticamente su coche, un pequeño Honda rojo. Cuando lo veo, sé
que está en casa.
89
89
—Oooh, eso es muy bueno. ¿Estás buscando algo que hacer? Porque un
gran grupo de gente de nuestra edad va a ir a Stella.
—¿Qué es Stella?
—Es el único bar al que vale la pena ir antes de llegar a Tillamook. Está de
moda ir los sábados por la noche. —Sonríe—. ¡Deberías venir!
—Deberías venir —dice con firmeza—. Estoy por ir para allá ahora
mismo.
Stella resulta estar a unas pocas cuadras del otro lado de la ciudad. Es un
edificio de aspecto sencillo pintado de negro. Puedo oír a los Black Keys
tocando desde fuera.
90
90
—Oh, ahí están algunos de mis amigos —dice Larkin, señalando hacia la
esquina—. Vamos.
Entrecierro los ojos. Aparte de Lisa, la de piel oscura que abrazó Larkin, y
Seelah, que parece de la etnia de Oriente Medio, todos me parecen iguales.
—Y por favor, toma algo —insiste una de las chicas—. Aquí hay unos
vasos de plástico.
Acepto unos vasos rojos mientras Larkin acerca un par de sillas. Agarro la
jarra y lleno nuestros vasos un tercio, pasándole uno a Larkin.
Me siento y dejo que Larkin parlotee, contando alguna historia con sus
manos. Verla actuar socialmente es un poco como ver un cohete lanzarse. Dejo
que el ruido de la multitud se apoderé de mí; por un segundo empiezo a
sentirme claustrofóbico.
91
91
—Hola —dice Lisa, sonriéndome—. ¿Eres nuevo en la ciudad, supongo?
—Eso es genial —dice, girando su cuerpo hacia mí—. ¿Vives al otro lado
de la casa de Larkin?
Me dirijo al bar, con Lisa a cuestas. Hago cola para pedir una copa,
mirando hacia abajo a cada uno de los presentes. Sí, soy fácilmente el más alto.
—¿Lo estoy?
—Sí —dice, poniendo los ojos en blanco—. ¿Vas a darme los detalles?
Me burlo.
92
92
—¡Quisquilloso, quisquilloso! —se burla—. No puedes enfadarte. Splo
estoy tratando de tantear el terreno.
—Uh huh. —Es todo lo que digo. Llamo la atención del camarero y pido
un bourbon Bulleit y un tequila sunrise.
Miro hacia la esquina más lejana mientras espero por mis bebidas. Larkin
se ha movido de la silla a la cabina, para sentarse al lado de Jack. Le está
hablando animadamente. Él desliza su brazo alrededor de ella, fingiendo que
se está estirando.
Mierda. Ese debería ser yo. Yo debería ser a quien le habla, a quien le
sonríe así.
Me vuelvo a la barra.
Cuando el camarero nos trae las bebidas, Lisa choca su vaso de plástico
contra el mío.
Sonrío.
—Eso asumiendo que quiero estar aquí más de una hora, lo cual no es
cierto.
93
93
Levanta las cejas.
—¿Oh?
Me siento en la misma silla. Lisa hace que sus amigas se corran para
poder sentarse en la cabina con ellas. Larkin se vuelve hacia mí.
—¿Divirtiéndote?
Larkin se ruboriza.
Tiene que deslizarse a mi lado, todo su cuerpo casi tocando el mío. Por
primera vez, no me importa. De hecho, si estuviéramos solos, la pondría contra
mi cuerpo.
Exploraría su pequeña boca, pasaría mis manos por sus perfectas trenzas
rubias.
94
94
Miro detrás de mí, hacia el pasillo donde Larkin está desapareciendo. En
una fracción de segundo, me levanto y pongo mi vaso sobre la mesa. No sé
exactamente qué me hace hacerlo, pero de repente, la estoy siguiendo.
Tengo que esperar un segundo, porque una chica se agacha justo delante
de mí para quejarse por su zapato. Para cuando llego al oscuro pasillo trasero,
no hay nadie a la vista. Camino por el baño de hombres, luego veo la segunda
puerta delgada marcada “Mujeres”. De repente me doy cuenta de que mi
corazón se acelera.
—¿Todavía quieres insistir con esa cosa de Jack? Porque creo que…
Me inclino, aplastando sus labios bajo los míos. Sí, una voz dice en mi
cabeza. Joder, sí. Tú quieres esto. Necesitas esto.
95
95
Me muerde el labio inferior con los dientes. Gruño y tomo el control del
beso, mi lengua invadiendo su boca, barriendo en golpes rítmicos. Me
adelanto, presionando mi cuerpo grande contra el pequeño de ella.
Siento sus pechos aplastados contra mi torso, sus caderas tocando mis
muslos. Me endurece su calor, su gusto, su olor. Solo por un segundo, empujo
mi pene cubierto por mis jeans contra su estómago.
Rompo nuestro beso, moviendo mis labios hacia su cuello. Mi mente solo
piensa en algo, y puedo excluir a la gente que nos rodea, al fuerte ruido del
bar. Larkin, sin embargo, no puede.
Siento sus manos en mi pecho, empujándome hacia atrás. Su voz está sin
aliento.
La ignoro, cerrando los ojos e inclinando la cabeza para tener más acceso
a su cuello. La muerdo, suavemente.
Frunzo el ceño.
96
96
Girando, me dirijo por el pasillo, con la intención de salir de este bar. La
escucho justo detrás de mí.
—¡Charlie, espera!
Voy moviéndome, evitando a la gente. Llego a la puerta del bar por fin, y
entonces soy libre. Camino en la oscuridad de la noche, metiendo las manos en
los bolsillos, y me dirijo a casa.
97
97
12
Sabía que tenía que darle a Charlie unos días para que se escondiera
después de lo que pasó entre nosotros en el bar. Era un torbellino de
emociones esa noche, y además estaba ebrio.
Pero ahora que he pasado tres días escuchando los débiles sonidos de
vida a través de la pared, tuve que venir aquí. Sé que debería dejarlo en paz. Lo
sé.
—Hola.
98
98
—Claro —dice, suspirando. Intento medir su estado de ánimo, pero su
expresión es totalmente apagada.
Sacude la cabeza.
Por mucho que lo intente, no puedo evitar sentirme un poco dolida por
sus palabras. Es cierto, vine aquí para convencerlo exactamente de lo que
acaba de decir... pero traten de decírselo a mi corazón.
—¿Sí?
99
99
—¡Genial! —digo, llena de falso entusiasmo—. Déjame traer a los perros.
Te veré aquí en unos minutos.
—¡Perros! —dice.
Lo miro.
100
100
—Quiero decir, no creo que nadie lo tome en serio nunca más.
—Sí. Estuve en el ejército durante años, y luego fui reclutado por la CIA.
—Síp. —Asiente.
Sacude la cabeza.
Me sonrío.
101
101
Miro mientras la guía suavemente de regreso a un lugar seguro. Después
de que ella vuelve, exhala.
Sonrío.
—Sí, estoy demasiado preocupada por los demás como para enfadarme.
—Lo pienso por un segundo—. Odio cuando estoy en un grupo grande de
4
N. de T. Pasta a base de puré de berenjena típica de la cocina árabe, mediterránea e israelí.
5
N. de T. Plato consistente en berenjenas maceradas en aceite. Originario de Siria y el Líbano y
Turquía, se elabora con berenjenas pequeñas que se rellena con nueces, cayena, ajo, aceite de oliva y
sal. A veces se añade pimentón
102
102
gente, y la conversación se vuelve política. Aprendí que nunca, nunca hables de
política o dinero fuera de tu familia.
—¿Eso es todo?
—¿Qué? —pregunto.
Estoy subiendo los escalones, cuando escucho unas palabras con las
cuales tendré que tratar de no obsesionarme.
103
103
Me doy la vuelta. Mi corazón está galopando de nuevo. Sonrío.
Bueno... mierda.
104
104
13
—Hola, Sarah —le digo a mi hija, que está cruzando la plaza conmigo. En
sus brazos está su copia de segunda mano de El Principito, su primer libro
preciado—. ¿A dónde vamos? ¿Vamos a ver a Larkin al trabajo?
—¡Mmm... sí!
—No sé. —Se distrae con unos niños caminando por el espacio verde—.
¿Ugar?
—Sí, esos chicos van a jugar —le digo—. Vamos a la biblioteca. Es el Día
Internacional.
105
105
Sarah y yo caminamos hasta la biblioteca de Pacific Pines, mirando sus
ladrillos dorados y sus grandes ventanales. Señalo los dibujos de otros niños,
pegados con cinta alrededor de los bordes de las ventanas, y Sarah sonríe.
—¡Lake! —dice Sarah, corriendo hasta donde Larkin está en una mesa,
mirando hacia otro lado. Larkin está en una mesa con otros seis niños, cada
uno haciendo sus propias manualidades. Larkin se da la vuelta un segundo
antes de que Sarah choque con sus piernas, abrazándola.
Larkin siempre es bonita, pero hay algo en ella hoy.... lleva un vestido azul
marino y una chaqueta esmeralda, que hace juego con la biblioteca. Su largo
cabello rubio esta trenzado, y descansa en su hombro.
Mis ojos examinan la única piel que muestra, sus piernas. Por alguna
razón, no puedo evitar imaginarme qué tipo de bragas lleva puestas. Me decido
por algo de encaje y blanco, a juego con su sostén. Esa parece ser Larkin.
—¡Oh, hola! —dice Larkin. Baja las tijeras que sostiene y se arrodilla para
abrazar a Sarah. Entonces me mira—. Viniste.
Asiento.
Sonrío, feliz de dar un paso atrás y dejar que Larkin dirija el espectáculo.
106
106
Me tomo unos minutos para pasear por la biblioteca. Camino por los
pasillos de los altos estantes, recogiendo un libro de vez en cuando y
examinándolo antes de volver a ponerlo en su sitio. Para cuando termino mi
inspección casual, Larkin está de nuevo a la cabeza de la mesa.
Larkin se ríe.
—Ya he hecho algunos proyectos de arte. Creo que mientras esté callada
y respetuosa en la biblioteca, los niños también lo estarán. También les
prometí que si se comportaban bien, tendrían un buen bocadillo más tarde.
—Bueno, Barb.
107
107
Le da las riendas a Barb, mirándome con una disculpa.
—Lo siento, tengo que ir a pasar el rato al otro lado de la biblioteca por
un rato.
Larkin se pone roja como una remolacha ante mis palabras, agachando la
cabeza.
108
108
—Mi empleador me llamó esta semana. Me han ofrecido un ascenso —es
todo lo que se me ocurre.
—¿De verdad?
—Sí. No lo sé, aunque... quiero decir, me acabo de mudar aquí para que
Sarah pueda estar cerca de sus abuelos. —Me encojo de hombros—. Se ha
encariñado mucho con Rosa, la esposa de mi padre.
—¿Eres escritora?
Se sonroja de nuevo.
—¿Sobre...?
109
109
—No tengo ni idea de quién es esa autora, pero estoy seguro de que es
genial. —Sonrío.
—¡Oh, es genial! Escribe este tipo de dramas épicos. Tiene buen ojo para
los detalles, y realmente sabe cómo entretejerlos en la trama de una historia.
Es solo... —Se estremece y se ríe—. Sí, definitivamente es mi ídola.
—Sí. Una vez que arregle la casa, me voy de aquí. —Mueve las cejas—.
Asumiendo que termine mi libro para entonces, por supuesto.
—Es bueno tener metas directas y palpables fijadas para uno mismo
—dice, recogiendo el siguiente libro y leyendo el título—. Algo con lo que
soñar, algo por lo que trabajar.
—Hmm. —Es todo lo que digo. Pero por dentro, me pregunto si tengo
metas o sueños. Parece que, durante los últimos dos años, todo se descarriló
por la inesperada muerte de Britta.
Miro a Larkin, trago. Puede que haya una razón por la que me sienta
esperanzado de nuevo. Ella podría serla, la luz al final de mi túnel.
110
110
Ah. Un objetivo. Porque Larkin tiene razón. Si estoy vivo y al mando de
mis sentidos, necesito un plan y un resultado deseado.
Y andar por ahí pensando en cómo son las bragas de Larkin no cuenta, a
pesar de que satisface a una parte muy masculina de mí.
111
111
14
Me cuesta mucho no ver sus pectorales cincelados, contar cada uno de los
abdominales de su paquete de seis, tocar sus bíceps. Sabía que era digno de
desmayarse, pero esto...
Esto tiene mi lengua trabada. Parpadea a la luz del sol, sombreando sus
ojos.
—Un picnic —le digo, dándole una mirada divertida—. Por eso la canasta
de picnic. Hace tanto calor afuera que pensé que a Sarah y a ti les gustaría ir al
parque. Incluso podemos extender una manta...
Levanto la manta azul que traje. Capto mis ojos deambulando hacia abajo
otra vez, y miro hacia arriba.
Arruga la nariz.
112
112
—Oh. —Pongo mi cesta en el suelo y pongo una cara de decepción—.
Eso es una súper desgracia. En realidad, ya preparé sándwiches y una botella
de vino y todo.
Me mira durante un largo segundo. Puedo ver algún tipo de cálculo detrás
de su mirada vacía. Es más tentador de lo que puedo decir, debería hablar e
invitarlo a la cama.
—¿Quieres hacerlo?
—¿Lista?
113
113
—En realidad estaba pensando que como no tenemos a Sarah con
nosotros, deberíamos ir más allá del patio trasero —digo, moviendo un pulgar
en esa dirección—. No es una excursión ni nada, pero creo que Sarah es
demasiado joven para ir allí.
—Ni siquiera vamos a tardar cinco minutos —le aseguro. Miro hacia
atrás, y encuentro su mirada fija en mi trasero. Me pongo rosa.
Subimos una pequeña colina, con árboles que brotan a nuestro alrededor.
El sonido del agua corriente invade mis sentidos; el aire se llena con el olor del
ozono, como justo después de que deja de llover. Entonces, de repente, el
suelo se nivela y salimos a la orilla de un río salpicado de sol.
114
114
Charlie mira a su alrededor por un segundo.
—Esto es agradable. Debe haber sido genial crecer con este tipo de lugar
en tu patio trasero. —Viene y deja la cesta de picnic, y luego se sienta a mi
lado. Estamos lo suficientemente cerca como para que nuestras rodillas se
toquen.
—Dijo que no me iba a tener relaciones bajo su techo. —Pongo los ojos
en blanco—. No entendí lo que quería decir durante años.
115
115
—Pero hoy es el día perfecto para ello, ¿no crees? —pregunto, recostada
sobre mis codos—. Tenemos la luz del sol, tenemos el verde y los árboles,
tenemos el arroyo...
Charlie me muerde el labio inferior con los dientes, y gimo. Cada nervio
está de repente más vivo que antes. Es como si mis sentidos estuvieran en
sintonía con él. Me ahueca la barbilla, me voltea la cabeza y baja los labios mi
garganta. Sus besos arden como marcas.
116
116
Quiero verlo sin camisa otra vez. La idea de ver sus brazos y abdominales
otra vez me hace salivar un poco. Demonios, quiero verlo desnudo.
Puedo sentir su pene, largo y duro. Su tamaño me hace gemir en voz alta,
imaginando cómo se sentiría tenerlo dentro de mí. Se inclina y captura mi boca
con la suya, agachándose un poco. Esa acción envía una sacudida de placer
directamente a mi núcleo.
Me muero por más que eso. Se tira hacia atrás, mirándome a los ojos
mientras me baja lentamente los tirantes del sostén. Alcanzo detrás de mí y lo
desengancho, ansiosa por sentir su lengua en cada centímetro de piel
disponible.
—Joder —dice de nuevo, con el ceño fruncido—. Dios, eres tan hermosa,
Larkin.
117
117
Empiezo a mecerme de nuevo, y él pone una mano en la parte baja de mi
espalda, animándome. Mi coño está lleno de necesidad, listo para él.
—Tenemos que salir de aquí —dice otro chico, golpeando a los otros en
los brazos.
118
118
—Oh, Dios mío —susurro, poniéndome la camisa. Me separo de Charlie y
tomo mi ropa—. Dios mío, ¿en qué estaba pensando?
Me mira, con sus ojos verdes clavándome en el lugar. Los pelos finos de
mi cuello comienzan a levantarse. No puedo decirle nada en este momento,
sabiendo que piensa que tocarme, besarme, fue un error.
119
119
15
Tengo que disculparme con Larkin por ser tan duro, pienso.
Suspiro.
Tengo que disculparme con ella por empezar algo que sabía que no podía
terminar. No importa lo mucho que lo deseara.
Pero una parte de mí lo pensaba mejor. Una parte de mí sabía que soy un
desastre emocional, un huracán y un tornado envuelto en mi propia mierda y
tristeza.
No puedo infligirle eso. No lo haré. Se merece algo mucho mejor que yo,
una cáscara de ser humano.
120
120
—¿Papi? —Oigo débilmente.
Sarah solo asiente, súper cansada. La llevo abajo, sin saber qué tenemos
en la nevera. Voy a la cocina y la siento en el mostrador, abriendo el
refrigerador.
—Muy bien. Tenemos que ir a Dot's Diner, entonces —le digo—. Primero
nos llenamos de combustible y luego vamos al supermercado.
Quiero creer que soy mejor que eso, que no hay manera de que use a mi
hija así... pero sé que no lo soy. Mis pies se mueven hacia su puerta principal
antes de que me decida.
121
121
Abre la puerta, y su expresión se endurece. Puedo sentir que, si Sarah no
estuviera aquí, tendría algunas palabras para mí.
—Lake —dice Sarah, abriendo los brazos. Estoy aturdido por un segundo.
Sarah nunca ha elegido ser sostenida por otra persona mientras yo estoy cerca.
—Aquí tienes.
122
122
Empezamos a caminar, aunque yo estoy marcando el ritmo, y elijo
moverme despacio. Meto las manos en los bolsillos de la sudadera.
—Me sentí mal por el hecho de que sigo dejando que ocurra. El...
enrollarse, quiero decir. Debería haberlo pensado mejor. Debería haber sabido
que no estoy en el estado mental adecuado para besar a nadie.
Me detengo, sorprendido.
—¿Para la intimidad?
123
123
—¿Honestamente? No lo sé. Creo que... pensé que estaba listo. Y de
repente, no lo estaba. Soy un desastre —digo sacudiendo la cabeza.
Empezamos a caminar de nuevo—. Si me conocieras en un mejor momento de
mi vida, las cosas serían diferentes. Espero que lo sepas.
—Claro —murmura.
—No me toques.
—No.
—Tienes que hacer que tu padre te lo lea. Tal vez te lo lea antes de
acostarte esta noche.
—Sí.
Larkin se ríe.
124
124
Nos estamos acercando al restaurante de Dot’s Diner, cerca de la fachada
verde menta. Veo que se acerca una mujer alta y delgada, con sus gafas oscuras
que esconden buena parte de su rostro y su cabello recogido en una pañoleta
roja. Tengo una extraña sensación de déjà vu, pero no puedo ubicarla. Mis
sentidos me hormiguean, los mismos en los que solía confiar tanto durante mi
tiempo en el ejército.
No puedo evitarlo; no puedo ver los ojos de la mujer desde esta distancia,
pero puedo sentir su animosidad. Extiendo la mano y pongo mi brazo de forma
protectora delante de Larkin y Sarah.
Lo juro, puedo verla empezar a explotar. Helen arroja sus gafas de sol al
suelo y saca su teléfono. Empieza a filmarnos, a mí, a Larkin y a Sarah.
125
125
—Helen, apaga el teléfono —advierto—. Larkin, ¿por qué no van tú y
Sarah a sentarse dentro?
—¡Dame a mi nieta!
Hace tres meses, hubiera dicho que no. Miro a Larkin, que está hablando
con Sarah, manteniendo una conversación mayormente sola.
126
126
Frunzo el ceño. Hoy, no estoy tan seguro.
127
127
16
—¿Puedo ayudarle?
128
128
Larkin entra por la puerta principal de la tienda de comestibles, sin
prestarnos atención. Sarah debe haberla visto afuera, de alguna manera. Trago
al verla. Larkin esta jodidamente impresionante con un vestido verde menta y
un cardigan de punto gris claro.
Larkin mira y nos ve. Nos da esa amplia sonrisa, sus ojos arrugándose. Mi
estómago da vueltas al verla acercarse.
—Lo intento.
Se pone rosa.
Le sonrío.
129
129
Larkin se ríe.
—Qué tranquilizador.
—Lo intento —disparo—. Ahora solo tengo que elegir un postre para
llevar. ¿Qué te parece, vainilla y fresa, o selva negra?
—¿Puedo tenerte cerca para que tomes todas mis decisiones por mí?
—bromeo.
—Hola.
—Hola —dice Rosa con una sonrisa—. Y qué hay de mi chica Sarah, ¿eh?
130
130
—Vamos —dice.
—Huele bien.
—Ah —digo.
—Tu padre nos contó todo sobre ti —dice la otra, ladeando la cabeza—.
Nos estamos preparando para nuestro próximo maratón.
131
131
Estrecho las manos de Juan y Carlos, asintiendo. Todos murmuramos
hola.
—Hola, hombre.
—¡Hola a todos! Ahora que estamos todos aquí, recemos para poder
comer.
Mi papá deja su Coca Cola Light y toma las manos de Mary y Margaret.
—Amén. —Todos los demás hacen eco. Jax baja la mano, pero Larkin me
toma la mano un segundo más, me mira y me aprieta.
132
132
Me ofrezco a llevarme a Sarah de Rosa, pero ella me despide.
—Gracias —le digo—. Y gracias por aceptar venir aquí. Te debo una
grande.
—Tonterías. —Me golpea con el hombro—. ¿Para qué están los amigos?
Amigos. ¿Es eso lo que somos? Definitivamente somos más que vecinos,
en este momento.
Pero no digo nada de eso en voz alta. En vez de eso, le sonrío. Cuando
llega nuestro turno, lleno mi plato de todo, excepto de la ensalada de pasta.
Nunca me han gustado esas cosas.
Levanta las cejas, pero tengo razón. Limpio mi plato y me como sus
sobras de pechuga de pollo.
—Creo que tendrás que esperar por eso —dice, girando un poco los ojos.
Veo que Larkin se ha apartado para hablar con Rosa. No tengo ni idea de
lo que dicen, pero Larkin sigue sonrojándose y mirando a sus pies.
133
133
—¿Qué tal un poco de ese pastel? —dice mi padre, llamando a Rosa.
Los hombres se ponen en fila para una gran rebanada, y la mayoría de las
mujeres lo pasan por alto. Rosa me corta una rebanada perfecta, y yo me
pongo a comer. Tiene trozos de chocolate, con un rico pastel y delicioso
glaseado.
Mi boca está llena de pastel, así que solo asiento con la cabeza.
—Mmmhmm.
Asiente.
—¿Estás lista?
134
134
—¡Sí! —dice. Sin dejar de lado su alegre tacto, se inclina a susurrar—: No
puedo escuchar más detalles sobre la degeneración macular.
Sonrío.
Después de entregar una bolsa de pañales que llevo en el coche, con dos
mudas de ropa, me despido de todos. Larkin y yo salimos a la oscura noche. El
sol definitivamente ha empezado a ponerse.
Unas gotas de lluvia golpean mi parabrisas, una promesa del tiempo que
vendrá. Enciendo mi auto y me quito la sudadera.
Sonrío.
—Ha pasado un tiempo desde que realmente irrumpió una tormenta aquí
—dice Larkin, mirando por la ventana.
—Tal vez en algunas de las zonas bajas de las afueras de la ciudad. No hay
nada de qué preocuparse.
135
135
Ahora está temblando visiblemente, a pesar del hecho de que el calor está
encendido.
—Voy a tener que salir corriendo —dice, mirando la casa con tristeza.
—Llévala adentro.
136
136
17
Después de todo, Charlie está aquí. Y está mojado. Y me está mirando con
una expresión muy intencionada...
Abro la puerta y todos los perros vienen. Los dejo correr y olfatear las
manos de Charlie, buscando golosinas y otras mascotas.
137
137
goteando agua sobre el piso de la sala de estar. Me aproximo a él,
disminuyendo la velocidad a medida que estoy más cerca. Me observa con su
mirada de ojos verdes, pareciendo melancólico y sexy y solo... ugh.
Me desea.
Casi pidiendo limosna. Su mirada parpadea hacia mis labios. Puedo sentir
su aliento contra mi boca, su aliento cálido que se extiende por toda mi piel.
138
138
Desliza una mano a mi alrededor, tirando de mí el último paso hacia él,
mi suave cuerpo golpeando el suyo endurecido. Mis manos se acercan a su
pecho, agarrando su camiseta.
139
139
Me vuelvo rosa brillante, pero sé que tengo que hacerlo. Lentamente me
quito el sostén, exponiendo mis pechos a él, mis pezones rosados
estremeciéndose en el aire vaporoso. Lo veo tomar aliento y luego morderse el
labio. Es tan sexy cuando hace eso, que no creo que sea justo.
—Siéntate —ordena, sus ojos vagan sobre mi piel desnuda. Puede que
esté arrodillado, pero su orden no deja ninguna duda de quién está a cargo
aquí.
Siento sus manos en mis rodillas y las abro de par en par. Me resisto al
principio, hasta que se detiene un segundo y murmura—: Relájate, Larkin. —Le
dejo que me separe las rodillas, mostrando mi vagina.
140
140
Empujo la voz a un lado mientras Charlie sube y baja la punta de su
lengua por mi rendija, burlándose de mí.
Podría estar babeando un poco. Charlie se mueve hacia mí, tan sinuoso y
poderoso como un gato salvaje. Me muevo hacia atrás en la cama, pero me
agarra por el tobillo.
—Quieta —ordena.
141
141
Me sonrojo, asintiendo un poco. El arrastra su mano desde mi clavícula
hasta mi pecho, y hasta mi cadera, dándole un apretón.
—Eres tan jodidamente bella, Larkin —me dice, mirándome a los ojos—.
Me vuelves loco, casi todos los días, solo por ser tú misma. Apenas puedo
soportarlo.
—¡Oh dios! —digo, exaltada. Se siente tan bien, tan húmedo y tan
caliente, no sé si pueda aguantar mucho sus juegos. Cuando besa mi clítoris
otra vez, girando su lengua a su alrededor esta vez, haciendo ruidos fuertes de
succión, entierro mis dedos en su cabello.
142
142
Hace ochos con su lengua diabólica por un minuto, mientras gimoteo y
trato de no mover mis caderas contra su cara. Después de que cierra sus labios
alrededor de mi clítoris y chupa, no puedo evitarlo.
—Oh Dios, oh Dios —lo repito una y otra vez—. Estoy… estoy cerca,
Charlie.
Pero disminuye la velocidad y retira los dedos. Abro los ojos de par en
par, mirándolo fijamente.
Sacudo la cabeza.
143
143
—Tengo un DIU y estoy limpia.
Se ve apenado.
Sacudo la cabeza.
Le envuelvo con mis piernas a medida que aumenta el ritmo. Hay un tipo
de fricción suave que está sucediendo; se siente increíble, como si hubiera algo
dentro de mí que está ardiendo, y solo él puede apagarlo.
144
144
Con cada empuje me estoy acercando un poco más al éxtasis. Siento que
mi resorte interior se contrae un poco más y más fuerte. Solo necesito algo un
poco... más... que se ponga en marcha.
—Charlie —digo, sin aliento—. Voy a necesitar que me folles más fuerte.
No te contengas.
—Sí —insto, mis caderas chocando con las suyas una y otra vez—. ¡Sí! No
te detengas. No te atrevas...
Sale del baño con una toallita. Levanto una ceja, pero comienza a
limpiarme con suaves golpecitos de la tela. Desaparece de nuevo, luego regresa
y se hunde en la cama a mi lado.
145
145
Honestamente, estoy conmocionada. Esperaba que se pusiera la ropa,
dijera que fue un error y se fuera.
—Siento que fue tan corto. La próxima vez no seré tan bueno.
—Sí. Dame... no sé, ¿veinte minutos para reiniciar? Por supuesto, si estás
lista, siempre puedo comerme tu coño otra vez...
—Yo... —Comienzo, luego cierro la boca. ¿Quién soy yo para decirle que
realmente no espero estas cosas?
146
146
18
Sonrío.
—Pero sin esa cuarta vez, no sabríamos que puedes lanzar chorros.
147
147
Me gustan muchas cosas de Larkin, a decir verdad.
Salgo de la cabaña, usando solo mis boxers, y miro las olas azules del
mar. Sombreo mis ojos contra el brillo de la luz del sol, tratando de asimilarlo
todo.
Huelo la sal en el aire, siento la brisa cálida en mi piel. Juro que el sonido
de las olas es una especie de mensaje, pero se me ha perdido. Tengo una
sensación en el fondo de mi mente, algo que debería recordar.
¿Es raro que no se haya movido desde que salí? Creo que me estoy
volviendo loco, pero cuando toco su brazo, está fría como el hielo.
Britta cae, sus ojos azules muy abiertos, su cara pálida. Parece... parece...
muerta.
148
148
Y luego abro los ojos. Estoy desorientado por un minuto, tratando de
recordar dónde estoy. Larkin se cierne sobre mí, con el ceño fruncido. Está
desnuda, y su mano está en mi pecho.
—Joder —murmuro.
Pero está Larkin, en una camiseta blanca de gran tamaño, parece muy
seria. Regreso a la cama, sin saber cómo manejarlo. Tomo mis calzoncillos, me
los pongo y me siento.
No solo eso, sino que estoy en la cama con otra mujer, una mujer que me
ha demostrado su valía una y otra vez.
149
149
¿Cuándo dejaré de estar molesto por la muerte de Britta? ¿Cuándo será
suficiente?
—Gracias —digo.
—La llamabas por su nombre mientras dormías —dice, con voz triste.
Sacudo la cabeza.
150
150
Lo último que quiero es que Larkin salga herida por mi culpa. Es todo lo
bueno. Es el sol, y yo soy la oscura y melancólica luna.
—No —digo, inclinándole la cabeza hacia arriba con dos dedos. Hay
lágrimas en sus ojos, lo que me rompe el corazón otra vez—. Por favor, no
pienses eso.
Una sola lágrima se rompe y rueda por su cara. Cuando habla, está ronca,
con la voz llena de lágrimas.
¿Qué pasa si estoy tan lejos de estar bien que ni siquiera sé cómo
empezar a resolverlo?
Así que, en vez de eso, me quedo con la verdad. Es todo lo que tengo
para ofrecerle ahora mismo. Respiro profundamente.
—Cada vez que coqueteo contigo, cada beso que hemos compartido...
me da miedo. Porque una vez amé sin reservas, y eso me dejó como una
cáscara de hombre. Y tú... no eres el tipo de chica a la que alguien puede
pedirle que espere. Tengo miedo de preguntar, porque ni siquiera estoy seguro
de si el tiempo y la paciencia me arreglarán.
151
151
Larkin me sorprende entonces, abrazándome, poniendo sus brazos
alrededor de mi cuello. Ahora está llorando, puedo oírlo, puedo sentir sus
lágrimas cuando me golpean los hombros. También lloro, lágrimas saladas
recorren mi cara.
Me toma de la mano, atando sus delicados dedos con los míos más
grandes. Sonríe un poco. Se encoge de hombros.
—No quiero que nadie tenga que esperarme —digo, moviendo la cabeza.
Pero definitivamente hay una nube oscura que cuelga sobre mí, incluso
cuando caemos juntos en la cama.
Está esperando que fracase, para arremeter contra mí, que extrañe tanto a
Britta y no pueda decirle a Larkin sobre eso.
A la espera.
152
152
19
Hace tres meses, no hubiera soñado que sería esta persona. Nunca
hubiera pensado ni en un millón de años que tendría un pequeño y sucio
secreto como este. Pero entonces conocí a Charlie, y todas las cosas que pensé
se fueron por la ventana.
153
153
—Sí —dice, tirando del botón superior de mi vestido—. La veo con el
monitor del bebé, en mi bolsillo trasero. He estado esperando durante horas,
pensando en ti sentada aquí. Eres mi recompensa por mi paciencia, creo.
Ha pasado casi un mes desde la primera vez que tuvimos sexo, y hemos
usado casi todas las excusas para tener sexo en secreto. Cuando Sarah no está
mirando, o está siendo cuidada por Rosa y Dale, seguro estamos
enrollándonos.
Así que hemos sido tan discretos como podemos, escabulléndonos tarde
en la noche y temprano en la mañana.
—¡Charlie! —grito.
154
154
Mientras tanto, mis manos vagan sobre su cuerpo, sintiendo que los
diferentes grupos musculares se flexionan. Envuelvo mis piernas a su
alrededor, presionando mi coño contra la silueta de su pene a través de sus
jeans.
Se retira.
Me pongo roja.
—Si. Vamos, inténtalo. Creo que te gustará —dice. Miro en sus ojos,
verde como un jardín verde, y ardiendo de lujuria.
—No lo estés —dice—. Estoy cien por cien seguro de que te verás
increíble sentada en mi cara. Piensa en ello: tu pelo echado hacia atrás, tus
pechos en movimiento, un libro de placer en tu cara.
—Extremadamente listo.
155
155
Abro mis muslos un poco más, mordiéndome el labio. Siento el calor de
su aliento justo antes de que bese el interior de mis muslos. Estoy súper
consciente de mí misma pero también muy, muy excitada.
Puedo sentir que mi coño se moja mientras besa hacia arriba, hacia mi
montículo. Me incomoda, pero al mismo tiempo, me muerdo el labio y pienso
en lo bien que se verá, ¿limpiar mis jugos de su cara después de que me corra
en él?
Presiona la parte superior de mis muslos hacia abajo hasta que me apoyo
completamente en su cara. Al mismo tiempo que besa mi dolorido clítoris, con
mucha ligereza. Me quejo.
Me muerdo el labio, no sé qué hacer con las manos. Paso las manos por
encima de mi cuerpo y termino disfrutando de la sensación de tener que
ponerlas en mis propios pechos. Inclino la cabeza hacia un lado, gimiendo ante
la estimulación de Charlie lamiendo lentamente mi clítoris.
Cierra los labios sobre mi clítoris y chupa, lo que me hace gritar. Al mismo
tiempo, se desliza con la punta de un dedo hasta el pliegue de mi trasero.
—¿Estás bien?
156
156
Me pongo roja como la remolacha.
Qué... sucio.
157
157
De repente hago erupción, yendo por el precipicio hacia un mundo de
placer. Comienza a venirse justo después de mí, vaciando latigazo tras latigazo
de su semen salado en mi boca, en mi garganta.
—Eso —digo, asintiendo hacia su cara húmeda. Todavía estoy casi sin
aliento—. Eso es muy sexy.
Su sonrisa es malvada.
—¿Eso crees?
Le pongo los ojos en blanco un poco, pero por dentro sé que es muy
serio. Me las arreglo para darme la vuelta y poder estar tumbada junto a él, con
la cabeza sobre su hombro.
Pero me lo guardo para mí. Tumbada sobre su hombro, hay tantas cosas
que no puedo decir en voz alta... y eso es solo una de ellas.
158
158
20
Larkin sonríe un poco por lo nervioso que estoy cuando conduce. Está
yendo por la autopista hacia un destino desconocido, conduciendo mi auto.
Afuera no es nada menos que hermoso. El terreno a medida que conducimos se
inclina suave pero notablemente hacia abajo, aunque la densidad de los
bosques no disminuye en absoluto.
El cartel dice que vamos a Arch Cape, pero eso es todo. Bajo la ventanilla
y puedo oler el sabor de la sal en el aire fresco. Puedo oír el rugido de las olas
cuando giramos a la derecha.
159
159
Todo mi cuerpo se aprieta y tensa al escuchar las palabras de Britta
resonando en mi cabeza. Un día, te llevaré al Océano Pacífico.
Sarah sonríe con el apodo. Sonríe cada vez que Larkin lo usa.
—¿Listo?
No.
Parece que ha estado haciendo eso desde siempre, no solo tres meses.
Sarah es tan pequeña que ni siquiera recordará a Britta. Sus primeros
recuerdos serán los míos y los de Larkin, tomados de la mano.
160
160
Ese hecho me pesa mucho ahora mismo.
—¡Otra vez! —exige Sarah, sin estar segura de cómo funciona la arena.
161
161
Construyo una pequeña pared de arena, dándole forma con mis manos.
Pero Sarah no está interesada. Gira la cabeza, mirando el mar ominoso.
—Tal vez intentemos mostrarle de nuevo cuando estemos más cerca del
agua —dice Larkin, tratando de ayudar—. No creo que la arena esté lo
suficientemente pegajosa por aquí.
Y aquí estoy, dejándola. Sin decir nada. Porque quiero que la primera
experiencia de Sarah sea pura, sí. Pero también, porque soy un maldito
cobarde.
162
162
Sarah parece tan confundida por el agua que tengo que reírme. Se escapa
un par de pasos, luego tropieza y cae en la arena irregular. Aterriza de rodillas
y parece sorprendida de que no le haya dolido.
—Siento haber sido un imbécil —le susurro al oído. Me doy la vuelta para
poder ver a Sarah, que está descubriendo que la arena húmeda es una criatura
totalmente diferente a la arena seca.
Nos quedamos así un rato y luego nos acercamos para sentarnos junto a
Sarah. Empiezo a construir un castillo de arena a medias. Larkin mantiene a
Sarah entretenida con su constante flujo de observaciones, la mayoría de ellas
sobre las gaviotas y la arena.
Nos quedamos junto al agua durante una hora, hasta que Sarah se cansa.
Luego tomo un par de mantas del coche y hacemos un pequeño lecho entre
nosotros, más arriba en la playa, donde está agradable y seco.
Una vez que Sarah se duerme, aliviada por los masajes en la espalda de
Larkin, siento que puedo hablar. Miro a Larkin, tiene su mano en la espalda de
Sarah mientras duerme.
—Se suponía que iba a venir al Océano Pacífico con Britta —le digo—. Lo
planeamos, pero nunca tuvimos la oportunidad de venir aquí.
163
163
Larkin mira hacia arriba, un poco sorprendida.
—Sí —digo, arrugando mi nariz—. Se siente raro estar aquí sin ella.
Quiero decir, supongo que tengo que acostumbrarme a la idea de hacer todo
tipo de cosas sin ella ahora. No puedo seguir fingiendo que el Océano Pacífico
no existe, ¿sabes?
—Es solo que... ya sabes, hay miles de actividades y lugares como éste.
Mil pequeñas trampas de arena, esperando a que olvide y que luego me chupen
en el lodo cuando lo haga.
—Eso es fuerte.
164
164
que naciera Sarah. La semana antes de morir, me dijo que no quería tener un
cachorro o un gatito porque aún estaba muy triste por la maldita ardilla. Tres
años lloró esa cosa y dijo que no era suficiente. Así que... —Me encojo de
hombros—. ¿Cómo puedo estar pensando en dejarla ir tan pronto?
Asiento.
—Era increíble.
Estiro la mano para tomarla, doblando sus dedos con los míos. Larkin me
mira con una sonrisa sombría.
La miro, su precioso pelo está iluminado por el sol y erizado por la brisa.
Es de huesos pequeños, pero fuerte. Sus hombros son pequeños pero rectos.
Su vestido verde oliva resalta sus ojos.
Pero una gran parte de mí lo sabe mejor que nadie. Sabe que una vez que
diga esas dos pequeñas palabras, el juego cambia. Todo se intensificara, los
riesgos serán mucho más altos.
Así que solo digo—: La vista desde aquí es impresionante. —Me mira, se
ruboriza y se ríe.
165
165
—Pero te gusto. —Le guiño un ojo.
166
166
21
—¿No suele dormir la siesta al menos una hora? —dice, mirándome con
curiosidad. Doy un paso atrás, notando su vestido magenta de aspecto suave.
Estoy vestido con mi negro habitual, pero Larkin se ve espectacular.
—Sí, pero no veo cómo vamos a encajar dos sesiones en una hora, mucho
menos las tres que he planeado en mi cabeza —explico. Sonríe.
—Ya veremos.
167
167
Mientras ahueco su rostro, dando forma a sus labios con los míos, esas
tres palabras saltan a mis labios.
Yo te amo.
Lo sé. Lo sé. Lo siento con una certeza tan intensa que es difícil no
soltarlo sin más. No soy un hombre paciente. Pero no lo digo; creo que eso
arruinaría el mes de preparación y anticipación que ha llevado a este momento.
Lo que no sabe es que se las voy a decir en algún momento esta noche.
Voy a decirlo, y voy a confiar en que los dos podamos averiguar cuál es el
siguiente paso que debemos dar juntos.
Porque eso es lo que hacen las parejas. Resolver las cosas, juntos.
—Mierda.
168
168
—¿Leer? —le pregunta Sarah a Larkin.
—Adelante.
Larkin me fija con una mirada, vamos a tener una pelea sobre esto más tarde,
pero no voy a decir nada ahora delante de la mirada de la niña. Suspiro mientras
suben las escaleras y me tumbo en la silla estampada.
Sí.
Pum pum pum pum pum. Alguien golpea en la puerta principal, lo que me
asusta. Miro mi reloj mientras me levanto. Son las tres y media de la tarde.
Tampoco recuerdo haber ordenado la entrega de algo.
169
169
—Helen —digo, entrecerrando los ojos ante ella. Uno de los dos hombres
se ajusta los pantalones, y puedo ver una pistola y una funda en su cinturón—.
Veo que no sentiste la necesidad de llamar antes de venir. ¿Por qué trajiste a
tipos armados aquí, exactamente?
Por un segundo, creo que está bromeando. Despliego los papeles, los
escaneo rápidamente para captar la esencia de lo que dicen.
—Le conté a mis abogados todo sobre tu decisión de tener a Sarah cerca
de una persona peligrosa —dice Helen.
—También les conté que Sarah me dijo que le habías hecho daño —
continúa diciendo, como si yo nunca hubiera hablado—. Mi abogado cree que
tengo un caso realmente bueno.
—Sigue con lo que estás haciendo. Cada palabra hiriente, cada moretón
que me des, solo me ayudará a ganar.
—Vete a la mierda —digo a través del hueco—. Dile al juez que dije eso.
—Lo haré.
170
170
de mi porche. Igual que sería satisfactorio intimidarla físicamente, a pesar de
los dos tipos grandes que están a la espera.
Lo que sería más seguro para todos es que esos dos tipos no sacaran sus
armas. Ese seguramente no sería el caso si mostrara la mía primero.
Pero no pasó mucho tiempo antes de que Britta empezara a pelear con
ella. ¿Su madre le dijo a Britta lo mismo, que no era lo suficientemente bueno
para ella?
—¡Ahí está! La ramera de Charlie. ¿Por qué no la sacas y nos dejas echar
un buen vistazo? —dice Helen, abriendo más la puerta principal.
—Vuelve arriba —le grito a Larkin—. Helen está aquí, siendo una maldita
loca.
171
171
oficiales inmediatamente. Estamos en el 1427 de North Creek Road. —La mano
de Helen desaparece—. Gracias.
Miro hacia abajo a los papeles que aún tengo en la mano, resistiendo el
impulso de arrugarlos en mi puño.
Qué día. Primero Sarah nos atrapa a mí y a Larkin... bueno, haciendo algo
más que besarnos. Así que tendré que lidiar con las consecuencias de eso, sea
lo que sea.
Me dirijo arriba para decirles a Larkin y Sarah que todo va a salir bien,
pero definitivamente no estoy seguro de eso.
172
172
22
—Tal vez debería dormir en mi casa esta noche —dice Charlie, desnudo y
tumbado de espaldas en mi cama. Se levanta con un gemido, buscando su ropa.
—¿Otra vez? Ha pasado una semana desde que Helen estuvo aquí. Y
dejamos a Sarah en la casa de Dale y Rosa para el fin de semana. Tenemos dos
días enteros para nosotros. ¿Por qué no lo estamos disfrutando?
Su frente se arruga.
173
173
Hago una mueca, me alejo. Voy a mi lado de la cama, encuentro mis
bragas en el suelo y me las pongo. Me siento extremadamente celosa de Britta
ahora mismo, una mujer que es intocable porque está muerta. Sé que es
mezquino. Sé que soy un poco de mente cerrada.
—Es solo hasta que esté seguro de que todo está arreglado.
—¿Qué cosa?
—No.
—Solo quiero decir... hasta que esté seguro de que Helen no es una
amenaza, mantener las cosas en secreto entre nosotros. Ya sabes, privado.
174
174
Charlie se toma un momento para ponerse la camiseta.
Ladeo mi cadera.
—Y, sin embargo, así es. Significa que no puedo estar cerca de Sarah.
Significa que no puedo estar cerca de ti, aparentemente, excepto por un par de
horas de sexo.
Se pone de pie.
Él suspira.
—No es así.
—¿No? Porque parece que lo estás haciendo así. Has estado distante toda
la semana, sin querer quedarte aquí. No estás dispuesto a invitarme. Y pensé
que con Sarah fuera el fin de semana, estarías bien. Pero supongo que se trata
de mí.
—¡No! No soy tu amiga sexual, Charlie. No voy a ser tratada como una
cosa vergonzosa que sacas de tu escondite cuando estás triste, solo o caliente.
—Lo sé.
—¿Y?
175
175
—¿Y? —pregunta—. ¿Y qué?
Levanto su sudadera con capucha, que está en el piso cerca de mis pies, y
se la lanzo.
—¡Quiero que actúes como si te preocuparas por mí! Quiero que digas:
“Oye, Larkin, sé que Helen está loca, pero me importas. Los tres superaremos
esto juntos”. Algo así estaría bien.
Se ralentiza.
—Eso no es verdad.
—Ah, ¿no? ¿Estás diciendo que ante el Huracán Helen, no levantaste las
estacas del jardín y te dirigiste a un terreno más alto? ¿O estás diciendo que el
que te mudes a un terreno más alto no es por culpa de Helen?
—Eso es injusto.
176
176
—Tal vez. Tal vez soy la perra aquí. ¡Pero no he hecho nada más que
caminar sobre cáscaras de huevo a tu alrededor desde que nos conocimos!
Tengo tanto miedo de hacer o decir algo malo. No puedo dormir por la noche,
preocupada por las cosas que he dicho. ¿He causado demasiado daño?
¿Empujé demasiado? Es que... estoy tan cansada de eso —digo.
Sigo tan enojada como siempre, pero puedo sentir lágrimas calientes en
las esquinas de mis ojos. Siento que mi garganta se llena de emoción.
—¿Qué es lo que quieres que haga ahora mismo, Larkin? —pregunta con
una sonrisa —. Se supone que eres la cosa más fácil de mi vida, no otra cosa
complicada en una larga lista.
—¿Eso es todo lo que soy para ti, entonces? ¿No sientes nada más por
mí? ¿Has estado marcando cosas de tu lista de control?
—¡Bueno, eso es lo que querías decir! —le grito—. ¿Voy a ser lo primero?
—Me refiero a antes de tus sentimientos por Britta. ¿Podré yo, Larkin
Lake, llegar a estar antes que el amor que sientes por tu esposa muerta?
—No lo sé —dice.
—No lo sé —repite.
177
177
—Ves que hay un problema aquí, ¿verdad? —pregunto, cada vez más
frustrada.
—¡Sí! Te lo dije antes, no quería que me esperaras. Y aun así, aquí estás,
un mes más tarde, enojada porque aún no me he decidido.
—¿Quieres irte? Por mí está bien. Para que quede claro, me abandonas.
178
178
23
En mi corazón.
Porque cada vez que miro a Larkin con amor en mis ojos, traiciono a
Britta. Con cada recuerdo que hago con Larkin y Sarah, uno más viejo con
Britta se desvanece un poco.
179
179
Tenía razón en una cosa: la he tratado mal durante la última semana.
Llegó tarde, tuvimos sexo, y me fui tan pronto como terminamos.
La pregunta es, ¿estoy realmente listo para despedirme del hombre que
prometió amar, honrar y apreciar a Britta? ¿Cómo puedes dar tu corazón a
alguien sin reservas cuando se supone que tu corazón ya ha hablado?
Por otro lado, Sarah está claramente vinculada a Larkin. Lleva esa copia
hecha jirones del El Principito a todas partes que la dejo. No solo eso, sino que
hace esa mirada cada vez que Larkin entra en una habitación... sus ojos se
iluminan de alegría. Tal vez hasta de amor.
180
180
Me encojo de hombros al entrar en la casa. Miro a mi alrededor los
muebles no están perfectos y la alfombra está limpia pero desgastada.
Sacudo la cabeza.
Papá busca en uno de los gabinetes dos tazas viejas y astilladas. Las pone
sobre el mostrador, haciendo una pausa.
181
181
—¿Quieres decirme por qué fue la pelea que tuviste con Larkin?
—pregunta, evitando cuidadosamente mirarme.
Miro a mi padre y veo una versión más vieja de mí mismo. Con suerte, un
poco más sabio también. Aspiro un poco de aire. Realmente no sé lo que voy a
decir, pero decido confiar en mi papá.
Además, no hay nada que diga que tenga que seguir su consejo.
—Bueno, se puso peor. —Me paso una mano por el pelo—. Pude haber
sugerido que calmáramos las cosas hasta que la demanda haya terminado...
Silba.
182
182
—Luego me acusó de usar la demanda de Helen como excusa porque no
quiero salir con nadie. —Hago una mueca—. Y lo peor es que ni siquiera estoy
seguro de que esté equivocada.
Papá toma una de las tazas humeantes y me la da. Tiene una caricatura
descolorida en un lado, pero no puedo distinguirla. Miro hacia abajo, y
encuentro zarcillos marrones de té que vienen de la bolsita de té.
—Suena como si tuvieras que hacer una búsqueda espiritual —dice. Sopla
su té por un segundo, pero aún no lo bebe—. Tienes que decidir de qué lado
de la valla estás, creo.
—¿Quieres que elija entre dos mujeres? Me preocupa que sea imposible.
Papá se ve pensativo.
Papá asiente.
183
183
—Sí. Tu madre era una gran artista, pero también era bipolar. Tenía esta
gran energía, realmente podía atraer a la gente... pero luego se ponía
demasiado maníaca, y hacía cosas locas. Un día llegué a casa y tu mamá había
pintado todas las paredes de rojo. Dijo que era para proteger a la familia, o
algo así. De todos modos, tus recuerdos probablemente vienen de después de
que Diane me echara.
—Cuando Rosa se enteró de que seguía casado, se negó a tener nada que
ver conmigo. Así que volví con Diane y le conté sobre la aventura, que me
había ido porque me sentía muy mal. Le pregunte si podríamos por favor
trabajar en las cosas entre nosotros, para que todo fuera mejor
184
184
Sorbe su té y luego me mira.
—El objetivo de la historia no era que sintieras pena por mí. El punto es
que cada cambio o conmoción en tu vida causa dolor. Es como dolores de
crecimiento, más o menos. Es por eso que tienes que decidir si vas a crecer y
cambiar y ser herido... o simplemente te vas a estancar y eventualmente morir.
Solo hay dos opciones.
Exhalo.
—Lo sé. Sé que tengo que elegir. De hecho, sé a quién debo elegir. Es
solo que...
—Es una mierda. Apesta para Larkin probablemente más de lo que apesta
para ti, porque ella tiene que sentarse y ver cómo te lastimas. No me parece
que sea del tipo que se sienta de brazos cruzados.
—No lo es.
Mientras entra, miro hacia su patio trasero. No es nada del otro mundo,
solo unos pocos árboles escuálidos. Pero es un buen espacio para mirar
fijamente mientras trato de procesar lo que mi padre acaba de decir.
Paso una media hora ahí fuera, con los mismos pensamientos dando
vueltas y vueltas en mi cabeza.
¿Britta o Larkin? ¿Los votos que hice o los que quiero hacer? ¿El pasado o
el futuro?
185
185
Ahora solo tengo que rezar para que no sea demasiado tarde.
186
186
24
Estoy acostada en mi cama, aún furiosa. Lloré durante casi una hora, pero
ahora estoy solo enojada en silencio. No puedo quedarme dormida, no importa
cuánto tiempo esté aquí, mirando al techo. Me pongo de costado, suspirando.
El enojo que hierve a fuego lento en sus ojos cuando dice eso, la feroz
convicción de sus palabras... me dan escalofríos, horas y horas después.
Si Charlie realmente se siente así, tendré que dejarlo ir. No hay otra
opción, no realmente. Pero la idea de dejarlo ir a él y a Sarah... de no volver a
ver a ninguno de ellos, o peor aún, de verlos de lejos, me aplasta.
Pensé que había llorado suficiente, pero las lágrimas florecen de nuevo en
las esquinas de mis ojos. Una vida sin Charlie casi no vale la pena.
Me siento y me limpio las lágrimas de los ojos, y luego tiro mis mantas.
Me apresuro a bajar la escalera descalza, molesta con mi yo anterior, que
aparentemente pensó que era una buena idea dejar la ventana abierta.
Bang bang bang. El sonido es casi demasiado rítmico para una persiana.
Frunzo el ceño, con la frente arrugada sobre los ojos.
Cuando llego abajo, sin embargo, veo una figura de color negro
golpeando la puerta principal. No puedo ver la cara de la figura a través del
vitral. ¿Quién está golpeando mi puerta a estas horas?
187
187
—¡Larkin! —grita Charlie, golpeando de nuevo—. ¡Vamos, abre!
Corro hacia la puerta principal y la abro de par en par. Miro a Charlie con
expresión recelosa. Me mira, respirando con dificultad, como si estuviera
corriendo una maratón.
No digo nada, me abrazo a mí misma. Todo lo que había que decir ya está
dicho. Solo le muevo la cabeza, desafiándolo a decir algo nuevo.
Pierdo el aliento en ese instante. ¿Está a punto de decir lo que creo que
está a punto de decir?
En vez de eso, me sorprende aún más al dar dos pasos más hacia mí,
hasta que solo nos separan unos centímetros, y se arrodilla. Mis manos vuelan
hasta mi boca y jadeo.
Sacude la cabeza.
188
188
—Larkin, eres la persona con la que quiero envejecer. Quiero ir a donde
tú vayas. Y Sarah, carajo, ya te ama...
Mis ojos se empañan y tengo que limpiar las lágrimas con mi mano libre.
Se muerde el labio inferior y luego dice—: Siento haberte hecho esperar. Has
sido tan fuerte, en todo esto. No tengo un anillo, pero... te amo. Te amo tanto.
—Se toma un segundo, su garganta traga—. Larkin Lake, ¿me harías el honor
de ser mi esposa?
—Sí... —Me las arreglo. Empiezo a llorar, lágrimas caen por mi cara. Las
emociones son muy fuertes, pero digo—: Sí, Charlie. Yo también te amo. Me
casaré contigo.
Mi corazón está tan lleno que apenas puedo soportarlo. Entierro mi cara
contra su pecho, feliz más allá de las palabras.
Cuando retrocedo para dar voz a mis pensamientos, su boca cae sobre la
mía como una marca ardiente. Gimo, meto una mano en su cabello.
Aunque solo han pasado horas desde que lo tuve, mi cuerpo extraña el
suyo. Tiro de su chaqueta, queriendo ver un poco más de su piel.
Charlie agarra mis pantalones de yoga, los empuja hacia abajo con fuerza.
Me salgo de ellos, sonrojándome.
189
189
—Esto es mío —gruñe, besando ligeramente mi otro pecho—. Y esto...
—¡Sí! ¡Sí! —Lo animo. Le beso y chupo el cuello, sabiendo muy bien que
voy a dejarle marcas.
Trabaja con los dedos hacia adentro y hacia afuera, flexionándolos como
si fueran un anzuelo. Normalmente la digitación no me funcionaria, pero creo
que me correría solo por la mirada sucia en su cara, la forma en que se muerde
el labio y por cómo ve mis tetas rebotar.
—Ahora —le ruego. Le tiro los jeans, suplicando—. Ahora mismo, carajo.
190
190
Se los quita y los bóxer, y luego se sube al sofá, flotando sobre mí. Lo
alcanzo y lo jalo, lo necesito desesperadamente. Mis piernas se envuelven
alrededor de su cintura, acercándolo.
—Maldita sea.
—¿Ya te arrepientes?
Me sonrío.
191
191
Me muerdo el labio.
—En cada paso del camino. Bromeas, pero lo digo en serio. Creo que
deberíamos hablar de mudarnos a Nueva York juntos.
Mi frente se arruga.
—Hay aviones por una razón. Podemos venir a visitarlos, mi papá y Rosa
pueden visitar...
Frunzo el ceño.
—¿Qué hay de Helen? ¿Qué hay de que... cree que soy una mala
influencia o algo así?
—Odio que tengamos que hablar de esto. Eres una gran influencia. Sarah
te ama, maldición. —Suspira y sacude la cabeza—. Creo que podemos hacer
nuestros planes. Solo… estoy muy enfadado con Helen, pero también me
siento mal por ella.
Se ríe, mirándome.
—Me alegro.
192
192
—Tenemos un par de días más hasta que tengas que ir a recoger a
Sarah... —le digo—. ¿Tal vez quieres pasarlos en un lugar más cómodo que el
piso de la sala de estar?
—Entonces acepto. Puedo prometerte ahora, siempre diré que sí. A esto,
y lo que quieras.
—Siempre —dice.
193
193
25
—¡Lo hiciste! Buen trabajo. ¿Qué hacemos ahora hasta que papá llegue a
casa?
Parece pensativa.
—¿Peppa Pig?
194
194
poco loco. Con perros, un gato y tres personas... a veces se puede uno volver
medio loco.
195
195
—Ganamos —anuncia con su profundo timbre. Cuelga la chaqueta de su
traje y acaricia a los perros, mostrando a Sadie un cariño especial. Parece que
él es el que más se ha unido a ella, lo que me hace lo suficientemente feliz
como para llorar.
—Hola, tú.
—Y hola a ti.
Le sonrío.
—Más o menos. Helen también tuvo que pagar mis gastos judiciales.
—Sacude la cabeza—. Helen se enfureció y le gritó al juez que era corrupto.
Sus abogados la sacaron de allí antes de que lo insultara más. Fue muy
satisfactorio.
196
196
—Sí, para ti —dice—. Hablé con mi jefe y le dije que quería mudarme a
Nueva York. Está completamente de acuerdo. Creo que deberíamos pensar en
mudarnos pronto, considerando... —Asiente a mi estómago todavía plano—.
Probablemente no estarás en condiciones de hacerlo en seis meses.
Lo abrazo lo mejor que puedo con un brazo y mis lágrimas caen sobre su
camisa de vestir. Cuando me retiro, me besa, sellando sus labios sobre los
míos. El beso es lento y dulce, lleno de calor.
—¿Bocadillo? —pregunta.
Me parto de risa, porque está tan ajena a todo el alboroto que hay a su
alrededor.
197
Sobre la autora
198
198
Decubre más
libros en
199
199