Está en la página 1de 199

Book Hunters

1
Este proyecto fue realizado sin fines de lucro por Book Hunters con el único
propósito de compartir la obra del autor, queda totalmente
prohibida la venta de este documento.

Puedes apoyar al autor comprando, reseñando o recomendando sus libros, y


siguiéndole en sus redes sociales.

¡Disfruta la lectura!

2
¡Importante!
Si te gusta leer, lee esto, te conviene
Si estás leyendo este libro, es posible que seas una persona que lee
traducciones hechas por fans, foros, blogs, etc. ¿Te gusta leer libros que
posiblemente no saldrían en español si no fuera por estos sitios?
Si tu respuesta es sí, ¡te invitamos a que cuides estos sitios para que no los
cierren!

¿Cómo los puedes cuidar?

Simple:

 No vayan a las páginas oficiales y redes sociales de los


autores/editoriales y escriban que leyeron una traducción no oficial, no
pregunten cuando sale X libro en español, o cualquier cosa que dé a
entender que leyeron alguno de sus libros en español si no se ha
publicado en español de manera oficial.
 No publiquen en redes sociales u otros sitios capturas de pantalla
de los libros en español, autores y editoriales pueden descubrirlos.
 Si un autor/editorial o alguien sospechoso les pregunta de dónde
sacaron el libro en español, ¡NO LE RESPONDAN! ¡NO LES DIGAN QUE
UN GRUPO DE PERSONAS LO TRADUJO PARA QUE SU LIBRO LLEGUÉ A
MÁS PAÍSES!

Si no pagaste por este libro u otros que tengas en tu biblioteca virtual, lo más
seguro es que lo hayas bajado de manera ilegal. Si te gusta leer y conseguir
libros fácilmente, ¡cuida los sitios de traducción y descarga gratuita en
español!

Por culpa de gente inconsciente han cerrado muchos de estos sitios y se ha


dificultado obtener los libros para muchos lectores. ¡Se inteligente y ayuda a
que estos sitios te traigan más libros en tu idioma!

Atte: Staff BH

3
Staff
Moderadora
Paop

Traductora
Fabiana

Correctoras
Sea
Paop

Lectura final
PaoL

Diseño
M.Arte

4
Sinopsis
Una historia sobre la pérdida, el amor y aprender a comenzar de nuevo…

Un corazón roto, destruido y al borde de la desesperación.

Así es cómo me sentí durante dos años después de que mi esposa murió,
dejándome completamente solo con nuestro bebé.

Me mantuve en pie y seguí adelante solo por mi pequeñita… pero no estaba


viviendo. Solo estaba existiendo.

Entonces conocí a Larkin, mi hermosa vecina rubia. Tiene curvas que hacen
que mis manos duelan ante la idea de tocarlas, y ojos de color caramelo que me
suplican que haga cosas indescriptibles.

No quiero quererla. No quiero mirarla, y definitivamente no quiero desearla.

Quiero evitarla.

Excepto que… no puedo. Donde quiera que vaya, cualquier cosa que haga,
me trae de regreso a Larkin.

Y cuando finalmente cedemos, cayendo en la cama... es malditamente


explosivo, apasionado y profundo. Se siente tan esencial como respirar.

Estoy empezando a enamorame de Larkin... pero no se suponía que


sucediera.

Si quiero un futuro con Larkin, tengo que encontrar la manera de dejar atrás
el pasado.

Y nada nunca se ha sentido tan bien y tan mal a la vez.

5
CONTENIDO
Portada
Nota para los fans
Staff
Sinopsis
Contenido
Capítulos

1. Charlie 14. Larkin


2. Larkin 15. Charlie
3. Charlie 16. Charlie
4. Larkin 17. Larkin
5. Charlie 18. Charlie
6. Larkin 19. Larkin
7. Charlie 20. Charlie
8. Larkin 21. Charlie
9. Charlie 22. Larkin
10. Larkin 23. Charlie
11. Charlie 24. Larkin
12. Larkin 25. Larkin
13. Charlie

Sobre la autora
Nosotros

6
1

Hace Dos Años

Es en medio de una tarde lluviosa de primavera cuando la pierdo.

—Adiós, John —le digo al anciano que guarda las sillas plegables grises
rápidamente. Estamos en un sótano sucio de la iglesia, pero al menos aquí nos
permiten reunirnos sin costo alguno.

—Charlie —dice John. Sus mejillas son de color rosa brillante, sus ojos
azul intenso. Su ropa es de varias tallas más grande y ligeramente beige.
Asiente hacia mí, y se vuelve para continuar apilando las sillas.

Tomo un último sorbo de mi café, haciendo una mueca de asco por su


dulzura. Le puse demasiada azúcar, pero no se puede remediar ahora. Desecho
las sobras en mi vaso de papel, y la servilleta que he metido en un puño,
sosteniendo las migajas de una recién horneada galleta comprada en una
tienda.

—Cuidado —dice alguien, justo a tiempo para evitar que choque con un
cartel que cuelga del techo. Los techos aquí son tan bajos que solo hay unos
centímetros entre ellos y la parte superior de mi cabeza. Supongo que no hay
muchos tipos con la apariencia de vikingos caminando por aquí.

Aun así, agradezco la advertencia.

—Gracias —respondo, pero la persona que me advirtió ya está a mitad de


camino de las puertas metálicas que conducen al estacionamiento.

Miro a mi alrededor, un poco desanimado. Soy un tipo grande, ex


miembro del ejército y de la CIA. Terminé aquí debido a mis ataques de pánico
y pesadillas. Mi esposa Britta me dijo que era esto o dormir en el sofá todas las
noches, porque no había manera de que me dejara seguir despertándola.

7
Entre que estaba embarazada de nueve meses en ese momento y que yo
ni siquiera entraba en el sofá... sabía que necesitaba ayuda. Así que hice
algunas llamadas. Tres tipos de terapia de grupo después, y aquí estoy.

Suspiro, repasando algunas de las ideas presentadas durante la sesión,


dándoles vueltas en mi cabeza. Se habló mucho de la idea de vulnerabilidad, de
permitirse ser vulnerable ante otra persona.

Escuchando a algunas personas hablar, me alegro de tener a Britta a mi


lado. Me sacó del borde del abismo cuando regresé de Siria, y es la que me
retiene aquí ahora.

Saco mi teléfono.

Estoy pensando cosas lindas sobre ti, le mando el mensaje a Britta.

No hay respuesta inmediata, pero está bien. Vuelvo a meter el teléfono en


el bolsillo de mis jeans. Debería irme.

Hay algunas personas que todavía hablan junto a la mesa de refrescos,


pero el resto de mi nuevo grupo de apoyo —Combat Vets Talk— ya se ha ido.
Mientras me dirijo hacia las puertas dobles de metal, mis ojos barren el sótano
por última vez, revisando automáticamente las paredes enmohecidas y la
alfombra azul barata para...

¿Qué? Me pregunto. ¿Combatientes enemigos? ¿Amenazas?

Dejé todo eso atrás en el paisaje arenoso de la ciudad de Alepo, donde


estuve destinado como agente de la CIA. Eso fue hace un año, pero ahora estoy
empezando a recuperarme. Por eso, las sesiones de terapia de grupo.

Bueno, debo dar crédito a quien se lo merece: Britta y nuestra hija recién
nacida también son parte integral de mi recuperación. Ver crecer la
protuberancia del bebé en Britta, y luego sostener a Sarah por primera vez...
cambió algo en mí, a nivel molecular.

Ahora no sé qué haría sin ellas. Son la luz de mi vida, sin ser Debbie
Boone1 por eso.

1
N. de T. Cantante y actriz de teatro estadounidense, conocida por su one hit You light up my life
(Iluminas mi vida).

8
Abro la puerta y entrecierro los ojos a la luz del día. Está empezando a
llover, pero eso es una constante aquí en Seattle. Además, la lluvia es un buen
descanso del calor abrasador del sótano de la iglesia. Las gotas me golpean en
los brazos y en la cara, con un alivio helado. Me pongo mi chaqueta azul
marino y me dirijo hacia mi coche.

No quedan muchos autos en el estacionamiento de la iglesia; es sábado


por la tarde, y está bastante agradable afuera, a pesar de la llovizna. La mayoría
de la gente en Seattle probablemente está tomando un desayuno tardío o
haciendo senderismo o compras en este momento.

Yo, estoy listo para ir a la biblioteca, a encontrarme con Britta y Sarah. Las
imagino en mi cabeza: Britta con su largo cabello oscuro y cálida sonrisa. Sarah
en su body, igual que su madre pero con mis ojos verdes. En la imagen de mi
cabeza, Britta lleva a la bebé en su pequeño arnés a rayas mientras Sarah
duerme.

Sarah solo tiene tres meses, pero Britta dice que nunca es demasiado
pronto para llevarla a la biblioteca. Hemos estado discutiendo alegremente
sobre qué tipo de cosas deberíamos leerle a Sarah. Britta dice que no importa,
pero estoy abogando por empezar a leerle las noticias a la bebé en varios
idiomas.

Después de todo, nunca es demasiado pronto para fomentar las


habilidades de pensamiento crítico, ¿verdad? Mi mente se centra en eso
cuando me deslizo en mi coche y arranco el motor.

Salgo del estacionamiento y me dirijo a la izquierda, con mis manos


girando el volante y la memoria muscular tomando el control. Cometo el error
de encender la NPR2 en el coche. No puedo escucharla sin envolverme en las
historias, tener muchos sentimientos personales al respecto y archivar cada
una en mi bóveda mental con precisión.

Llego a un par de kilómetros de casa cuando me doy cuenta de que he ido


en piloto automático. La biblioteca está al otro lado. Miro el reloj de mi coche.
Probablemente voy a llegar tarde a ver a Britta.

Doy la vuelta y me dirijo hacia el noroeste, de la misma manera que lo


haría si estuviera saliendo de mi casa. Algo en la radio me distrae; estoy
2
N. de T. NATIONAL PUBLIC RADIO (Radio Pública Nacional).

9
irritado con la Casa Blanca por tratar de meter la nariz en lo que está pasando
con Siria, y por hacerlo mal.

Veo un choque de autos adelante cuando doblo una esquina, trozos


retorcidos de metal rodeados de varios autos de policía con luces
intermitentes. Un policía está quitando a la gente de su alrededor; otro
poniendo cinta de advertencia en la escena.

Casi doblo a la derecha, para evitar que el tráfico se acumule, pero por
alguna razón no lo hago. Tal vez es el hecho de que a todo el mundo le
encanta ver un accidente. A todos secretamente nos gusta ver el auto que se
volcó, para tratar de averiguar cómo sucedió. Enjugar nuestro ceño y suspirar
con alivio de que no fuimos nosotros, mientras nos alejamos.

De todos modos, estoy escuchando NPR, y toco el volante mientras


espero a que el policía me guie. Subo la cabeza para ver el accidente mientras
espero, juzgando la distancia entre los dos autos.

No es posible que vuelvan a conducir ninguno de los dos vehículos.


Demonios, si la gente no muere en un accidente tan horrible, deben agradecer
a sus malditas estrellas de la suerte.

El auto A es un Dodge Charger negro nuevo y brillante, y está bastante


destrozado. El auto B yace de lado, con el chasis mirando hacia mí, y
claramente ha rodado un par de veces. Parece como si el auto A hubiera
chocado con el auto B, y el B hubiera rodado hasta detenerse, detenido de ese
modo sobre su costado.

Intento entender qué tipo de vehículo es, pero todo lo que puedo
imaginar es que el coche B es un todoterreno oscuro. Un hormigueo de
presentimientos corre por mi espina dorsal. Britta conduce un todoterreno
oscuro, un Nissan Pathfinder negro.

Tranquilo, me digo a mí mismo. Está en la biblioteca, probablemente


preguntándose dónde estás.

Me muevo, avanzando lentamente a través de la fila. Finalmente, es mi


turno de que me guíen, y sigo adelante con cuidado. No puedo evitar mirar el
auto A y el auto B, y a los numerosos policías caminando, tomando notas y
fotografías.

10

10
Casi he superado el accidente por completo, a punto de acelerar, cuando
algo me llama la atención. Una de las oficiales de policía está catalogando
algunos efectos personales que probablemente provenían del auto B, y está
poniendo una manta en una gran bolsa de pruebas.

La manta me resulta familiar. Es de un bebé, con la escena de dos osos


pescando en un río. La cosa es que solo he visto ese diseño en un lugar: en la
manta hecha a mano, para Sarah por la madre de Britta.

Piso los frenos mientras mi cerebro empieza a quemarse, trabajando a un


ritmo acelerado. Tal vez la madre de Britta compró la manta, y hay múltiples
ahí fuera, en el mundo. O tal vez…

El auto detrás de mí toca la bocina, sacudiéndome. Avanzo de nuevo,


deteniéndome tan pronto como me alejo del accidente. Mi corazón está
latiendo con fuerza, toda la sangre corriendo por mi cabeza, haciendo difícil
pensar.

Me doy la vuelta y miro el accidente. La manta ya no es visible. Trato de


ver qué modelo es el todoterreno, pero desde este ángulo, es imposible.

Empiezo a temblar cuando me desabrocho el cinturón de seguridad y


saco el teléfono del bolsillo. Britta me mira mientras sostiene a Sarah; esa es la
imagen en mi pantalla mientras marco su número con dedos torpes.

Suena cuatro veces. Miro por el espejo retrovisor en el quinto timbre y


veo que la mujer que está empacando cosas coge una de las bolsas.

Mi corazón cae en picada cuando veo que sostiene un teléfono celular.

No.

No, no puede ser.

Salgo del auto, consciente de que los bordes de mi visión están nadando
alrededor, cada vez más confusos. Es la primera señal de un ataque de pánico,
pero eso es lo último que tengo en mente.

—¿Señor? —Una joven se me acerca cuando empiezo a correr.

11

11
—El accidente —digo, ni siquiera mirando a la oficial. Estoy demasiado
concentrado en mirar las cosas que todavía están en el suelo, tratando de ver si
reconozco algo—. ¿Dónde está la gente que fue herida?

Se acerca para detenerme cuando trato de acercarme.

—Señor, necesita...

La tomo de la muñeca, mi mirada se cierra con la de ella, desesperada. Mi


corazón comienza a latir más rápido, tan rápido que creo que podría
desmayarme. Mi respiración es corta, mi visión es borrosa, mis manos
tiemblan.

Estoy totalmente fuera de control.

—Podría ser mi esposa —le digo. Suelto su muñeca, y desabrocho el


cuello de mi camisa—. Mi hija. Solo necesito saber...

Me adelanto, ignorando el hecho de que dice—: ¿Señor? ¡Señor!

Camino decididamente hacia el auto B, hasta que veo una rosa de seda
descolorida en el suelo, rodeada de un millón de pequeños trozos de vidrio... y
sangre.

El equivalente de la sangre de todo un cuerpo.

Me aferro a mi corazón, mis piernas se bloquean. Miro a mi derecha, y


hay un oficial de policía masculino mayor en el auto B. Está hablando por
teléfono, haciendo observaciones. Ni siquiera me ve, está muy ocupado
examinando los daños del todoterreno.

—Es una pena —dice, moviendo la cabeza—. Llega un conductor


borracho, mata a una mujer, casi mata a su bebé, y sin embargo se va ileso. Una
maldita vergüenza.

No.

No puede ser verdad.

La primer oficial me alcanza, toma mi codo, grita pidiendo ayuda. Caigo


de rodillas, sintiendo mis rodillas al mirar la rosa de seda de nuevo.

No.

12

12
No Britta.

Eso no es posible.

Debe haber algún error.

—¿Estás bien? —pregunta la oficial que me tiene del codo.

La miro, y la oscuridad amenaza con alcanzar mi conciencia. Mis dos


manos luchan sobre mi pecho. Trato de hablar, pero no tengo aliento para
hacer mucho más que susurrar.

—Mi corazón —le digo.

Todo se vuelve negro.

13

13
2

En la actualidad

¿Por qué no se quita esto? Casi hago humo de tanto frotar.

Estoy muy arriba en una escalera que está sostenida afuera de la casa de
mi madre. Olvídalo, mi madre murió hace tres años, y antes de eso nunca se
ocupó realmente de la enorme casa victoriana.

Es por eso que estoy en esta escalera ahora mismo, sacar furiosamente las
telarañas y otra mugre negra que se han acumulado a lo largo de las cornisas.

Supongo que ahora es mi casa.

Llevo puesta una camisa vieja de manga larga, mis vaqueros más viejos, y
tengo el pelo largo y rubio atado con un pañuelo. Puede que sea verano, pero
no hace mucho calor aquí en la costa de Oregón. En el mejor de los casos,
llegará a los dieciséis grados.

Así que realmente limpiar las cornisas de la casa es una tarea necesaria,
pero también me permite tomar el sol un poco. Absorber la vitamina D,
esperando que de alguna manera me haga más feliz. Lástima que no pueda
hacer nada con esta mugre negra en el costado de la casa.

Por fin consigo romper un trozo y se sale.

Ah. Solo tengo que astillarla y despegarla, creo.

Mientras trabajo, tengo que preguntarme cómo mamá dejó que esto se
pusiera tan mal. La casa está justo en medio de lo que yo considero como el
centro de la ciudad de Pacific Pines, una enorme área abierta de césped
rodeada de casas y tiendas. La casa de mi mamá —mi casa ahora— es de dos
pisos, gris-verdosa y de dos aguas.

14

14
En algún momento en el pasado, mi mamá pagó para convertir la casa en
un dúplex. Ambos lados están decorados con diseños llamativos y vistosos que
datan de principios de los años 70. Pero esa era mi madre para todos, la gente
la llamaba Big Ruth. Directora de la escuela primaria, una filántropa en serie, y
una narcisista de libros de texto si alguna vez hubo una. No hizo nada a
medias, especialmente no la decoración del hogar.

Intensifico mis esfuerzos, y soy recompensada cuando sale una tira


grande. El punto de volver a Pacific Pines es vender esta casa y usar lo
recaudado para mudarme a Nueva York. He estado aquí por seis meses,
trabajando en la biblioteca y pasando el rato con mi tía Mabel, la hermana
mayor de mi madre.

Desafortunadamente, como todas las cosas que tenían que ver con mi
madre, no es una simple cuestión de poner la casa a la venta. Voy a tener que
arreglar el lugar primero. Desde las persianas que cuelgan sueltas, a la pintura
que se descascara, por dentro y por fuera, hasta la enorme pila de basura
oxidada en el patio trasero...

Este va a ser un proyecto monumental. Y como no tengo el dinero para


pagar, estoy haciendo todas las cosas razonables que alguien que mide un
metro y medio de alto puede hacer. Hoy es la primera vez que pongo un gran
esfuerzo en la casa, y lo estoy encontrando...

Bueno, frustrante, para ser honesta.

En realidad, eso no es verdad. Pasé un día entero la semana pasada


abriendo el otro lado de la casa, la que básicamente estuvo vacía durante años.
Tenía curiosidad por saber qué iba a encontrar allí, así que había abierto todas
las puertas y ventanas, y removí toda suciedad y motas de polvo.

Para mi sorpresa, el otro lado de la casa estaba decorado como un espejo


del mío. Armarios y papel pintado de paisley verdes en la cocina. Una gran sala
de estar con suelos de adoquines, que contrasta salvajemente con el sofá y las
sillas de color amarillo mantequilla. Todos los baños con tonos desagradables
de verde, rosa y amarillo.

Incluso subí y encontré los mismos muebles de dormitorio, todos de


cedro y teca, las colchas de la cama con los mismos patrones geométricos en
marrones y amarillos. Hice lo mismo que hice de mi lado; saqué toda la ropa de

15

15
cama y la cambié por otras nuevas, directamente del paquete. Limpié todas las
alfombras, aspiré todas las cortinas, básicamente limpié todas las superficies
posibles.

Sí, tendría que reemplazar todo o deshacerme de ello tarde o temprano,


pero por ahora estaba bastante limpio.

—¡Hola, Srta. Lake! —dijo un joven.

Giro la cabeza y sombreo mis ojos contra el sol. Es Sam Rees, un niño de
diez años que va habitualmente a la biblioteca. Lleva un uniforme de la liga
infantil.

—Hola Sam. ¿Cómo va todo? —pregunto.

—Bien —dice—. Voy a ir a jugar béisbol.

—¡Bueno, eso es increíble! —digo.

Se rasca la cabeza.

—Sí... Preferiría estar en la biblioteca. ¿Estará allí mañana?

—¡Sí! —canturreo—. Bien temprano, para tener todo listo para ustedes.

Sam sonríe.

—Vale, bien. ¡Nos vemos entonces, Srta. Lake!

—Adiós, Sam —respondo, pero ya se ha ido en dirección al campo de


béisbol de la ciudad.

Quito el último trozo de suciedad negra que puedo alcanzar, y luego


empiezo a bajar por la escalera. Al pasar por la ventana de arriba, me
sorprende un poco ver mi zoológico personal montado allí, observando y
esperando.

Muffin me mira fijamente con sus ojos de bueno, con su pequeña cola de
felino sacudiéndose. Zack y Morris son mezcla de labrador con seis patas entre
los dos; ambos ladran y jadean excitados cuando golpeo el vidrio. Sadie es mi
perra súper especial, es una Malamute ciega y algo sorda, y actualmente tiene
la cabeza ladeada, tratando de entender por qué Zack y Morris están
entusiasmados.

16

16
Sonrío mientras bajo la escalera. Todos son considerados rotos de alguna
manera, pero eso los hace aún más valiosos para mí. Cuando llego al suelo, veo
que un hombre alto y moreno de mi edad viene hacia mí. Lleva una niña que, a
mi juicio, tiene unos dos años. Tiene el pelo más oscuro, pero hay algo en su
estructura ósea que los hace parecidos.

Miro de izquierda a derecha, asegurándome de que el hombre tiene la


intención de hablar conmigo. No hay nadie a la vista, así que cuadro mis
hombros. A medida que se acerca, veo que es mucho más alto que yo. Hay al
menos 45 cm entre la parte superior de nuestras cabezas.

No solo eso, sino que es un bombón de primera, lo admito. Cejas oscuras


inclinadas sobre ojos verdes brillantes, pómulos altos, labios anchos, barba de
un día. Está vestido casualmente, con vaqueros y una sudadera negra, además
de botas negras de estilo militar. Y su cuerpo es digno de ruborizarse. Es
musculoso y grande por todas partes.

Guau.

—Hola —digo, manteniendo un tono ligero y amigable.

Engancha a la niña en su cadera y se detiene delante de mí. La examino


brevemente; lleva una sudadera con capucha gris claro y leggings azul marino,
además de un par de zapatos negros.

—Oye —dice—. Soy Charlie Lawson.

El timbre de su voz es inesperadamente profundo y áspero. Me da un


escalofrío de excitación en la columna vertebral. Me siento mal de repente por
el marido de quién sea que estoy claramente deseando.

Bueno, no tan mal. Se acuesta con él por la noche.

—Larkin Lake —digo, extendiendo mi mano. Rebota a la niña y luego la


toma. Cuando sus dedos agarran los míos, siento una pequeña sacudida de
electricidad. Suelta mi mano rápidamente.

—Esta es mi hija, Sarah —dice—. Di hola, Sarah.

La niña se ríe, mostrando una sonrisa deslumbrante.

—Holaaaaaaaaa.

17

17
Me rio.

—¡Hola, Sarah!

—Estábamos almorzando en el Dot's Diner de allá —dice, moviendo la


cabeza hacia donde el restaurante es visible al otro lado del césped—.
Pregunté dónde podía alquilar un lugar por aquí. La señora que me atendió me
dijo que hablara contigo, que tenías un lugar.

Me doy la vuelta, entrecerrando los ojos hacia mi casa. Tengo un lugar,


pero no es exactamente de dominio público. Eso me enseñará a pensar en
cómo limpiar la otra parte de mi caso sin que todos lo sepan de inmediato.

—Sí —digo lentamente—. Es como de otra época. Todo fue instalado en


los años setenta.

—¿Está limpio? —pregunta, con las cejas arqueadas.

—Bueno, sí.

—Sí —imita Sarah, pareciendo orgullosa de sí misma.

No reacciona, solo la hace rebotar en su cadera otra vez.

—¿Tiene dos dormitorios? —pregunta.

Me muerdo el labio antes de responder.

—Tiene tres. ¿Quieres... quieres verla?

Estrecha su mirada por un segundo, tal vez tratando de decidir sobre mi


fiabilidad.

—Claro

Me doy la vuelta y los conduzco por los escalones hasta la segunda


entrada, construida exactamente igual que la primera. No es tan grande como
la original, la puerta es de madera maciza lisa mientras que la mía es de cristal
emplomado. Las dos entradas están separadas por una pared, de modo que
cada una tiene su propia mitad privada del porche.

—Enseguida vuelvo —le digo a Charlie, que solo hace rebotar a Sarah
sobre su cadera—. Tengo que tomar las llaves de mi casa.

18

18
Corro por las escaleras y subo a mi puerta. Las llaves están en un gancho,
colgadas encima de mis filas de abrigos y botas de lluvia en el suelo.

Las tomo y vuelvo con Charlie y Sarah. Sostengo las llaves como evidencia
de que tuve éxito, pero él ni siquiera parpadea.

—Entonces... ¿te mudas aquí con tu... pareja? —pregunto mientras abro
la puerta de par en par.

—Par-ja —repite Sarah. Le sonrío.

—Así es, dije pareja —le digo.

Estoy bastante segura de que es heterosexual, pero ya sabes lo que dicen


sobre las suposiciones. Vamos hacia el interior, contemplando la distribución
abierta de la sala de estar.

—No —dice Charlie, en un tono que impide algina pregunta de réplica—.


Solo Sarah y yo.

—Ah —asiento, encogiéndome internamente.

Estoy notando que Charlie no siente la necesidad de llenar las largas


pausas entre sus palabras con charlas ociosas. No como yo; me siento más
ansiosa cada segundo que pasa cuando solo hay silencio.

Con eso y el aspecto de sus botas, supongo que es un ex militar. Mi padre


estaba en el ejército cuando era pequeña. Se comportaba de manera similar,
sus ojos siempre en movimiento.

—Así que, si no te importa que te pregunte, ¿por qué te mudas a Pacific


Pines? —digo.

—Quiero estar más cerca de la familia —responde. Empuja a Sarah sobre


su cadera y su atención se dirige hacia la cocina.

Lo sigo mientras atraviesa el primer piso.

—¿Y a qué te dedicas?

Abre uno de los armarios verdes y lo encuentra vacío.

—Trabajo por mi cuenta —dice—. El dinero no es un problema.

19

19
Mis cejas se levantan.

—¿Oh?

—Abajo —dice Sarah, tirando de la camisa de Charlie—. Abajo.

Mira a su alrededor y luego la deja en el suelo.

—¿Te importaría cuidarla un segundo para que pueda ver los


dormitorios?

Miro a Sarah, que se acerca a los gabinetes de la cocina y comienza a abrir


y cerrar uno de los inferiores.

—Claro, no hay problema.

Desaparece hacia el resto de la casa. Creo que es capaz de encontrar las


escaleras por sí mismo. Sin embargo, Sarah no está convencida.

—¡Papá se ha ido! —me dice, su expresión es de perfecta sorpresa.

Es hora de distraerla. Me acerco a ella y me inclino, señalando el armario.

—Eso es un armario.

—Arm-rio —dice ella.

—Armario —repito.

Oigo las botas de Charlie en las escaleras, y luego lo oigo caminar.

Me mira, con expresión solemne.

—Arm-rio.

—Mmmhm —murmuro. Sarah se da la vuelta y mira a su alrededor.

—¿Dónde? —grita—. ¿Papá se fue?

—Oye, ¿viste esto? —Redirijo su atención abriendo un cajón—. Mira.

Su cara se vuelve curiosa.

—¿Qué?

20

20
Cierro el cajón y lo vuelvo a abrir. Ella se acerca y coloca su pequeña
mano sobre la mía, empujándola hasta que el cajón se cierra. Entonces me
mira.

—Funciona —dice ella, tan seria como la muerte.

—Sí, así es. —Vuelvo a abrir el cajón y me mira con ojos solemnes.

Oigo a Charlie bajando las escaleras, y unos segundos después reaparece


en la cocina.

—¡Pa! —grita Sarah, levantando los brazos—. ¡Espera!

Charlie la recoge. Parece totalmente encantada. Hay algo en la forma en


que su pequeño puño se agarra a su capucha que hace que mi garganta se llene
de una emoción que no puedo nombrar.

—Me gusta —me dice—. Preferiría no tener un contrato de


arrendamiento. Pagaré más si es necesario. Asumiendo que nos aceptes.

—Bueno, no planeaba alquilar este lugar tan pronto... así que aún no
tengo un contrato de arrendamiento —digo encogiéndome de hombros—.
¿Qué tal... ochocientos al mes?

No reacciona, solo se encoge de hombros.

—Muy bien. ¿Primer y último mes de alquiler como depósito?

Mis ojos se abren de par en par. Eso es mucho dinero. Pero por otra
parte, dijo que no era un problema.

—Claro.

—¿Puedo mudarme ahora mismo? —pregunta.

—Ahora —repite Sarah, y luego se ríe a carcajadas. Es difícil no sonreír.

—Sí, claro. ¿Tienes muchas cosas? —pregunto.

—No —dice—. Probablemente tenemos menos de seis bolsas cada uno, y


eso es todo.

—¿En serio? —pregunto, sorprendida.

21

21
—De verdad —dice, buscando su billetera. Hábilmente se las arregla para
sacar un fajo de dinero de su cartera mientras Sarah encuentra el cordón de su
sudadera y lo tira. Lo cuenta, y me da un poco—. Aquí tienes. Deben ser unos
mil seiscientos.

Pone el dinero en mis manos.

—Genial. Aquí están las llaves. ¿Quieres que cuide a Sarah mientras metes
tus maletas dentro?

—No —dice—. Estaremos bien.

—De acuerdo —digo encogiéndome de hombros—. Los veré por ahí.


Adiós, Sarah.

Sarah dice una serie de palabras sin sentido, pero lo tomo como un adiós.
Camino hasta mi entrada, arrugando la cara.

De alguna manera, parece mucho menos interesante que hace una hora.
Muevo la escalera y trepo nuevamente. Si subo a la cima y me pongo de
puntillas, puedo ver a Charlie y Sarah, yendo y viniendo a través del césped,
probablemente hasta el vehículo que tenga.

Charlie es básicamente un signo de interrogación gigante para mí, aunque


uno guapo. Aun así, no puedo decir que no estoy contenta de tener un
caramelo para mis ojos...

Y Sarah es jodidamente preciosa, además.

Suspiro y vuelvo a quitar la suciedad negra de las cornisas.

22

22
3

Me despierto a la mañana siguiente con Sarah, de dos años, mirándome


con el ceño fruncido. La puse a dormir en su practicuna, pero obviamente ha
superado su tamaño, ya que está subiendo a mi pecho ahora mismo.

Me quedo ahí un segundo, sintiendo el sudor por mi pesadilla haciendo


que mi camiseta de algodón y los pantalones de pijama se peguen a mi cuerpo.
La habitación en la que estamos se siente rara, y me toma un segundo recordar
que nunca hemos dormido aquí antes.

Sarah me mira, su cabello oscuro es un desastre. Tiene el aspecto de su


madre, lo que hace que me duela el corazón cada vez que la miro.

—¿Ueño? —pregunta.

—Sueño, sí —suspiro, moviéndola a un lado y sentándome—. ¿Dormiste


bien?

—¡Duermi! —murmura.

—¿Necesitas ir al baño?

Sarah piensa en eso, luego sacude la cabeza.

—No.

La miro con escepticismo. Empecé a entrenarla a ir al baño hace un mes.


Siempre me siento un poco raro al descubrir que fue sola.

—Estoy bien —dice. Lo interpreto como que fue sola.

—Muy bien. ¿Tienes hambre? —pregunto, poniéndome de pie.

—¡Sí! —dice, instantáneamente alegre al mencionar una comida. Qué


puedo decir, a la chica le encanta la comida.

23

23
—De acuerdo. Vamos a escoger algo de ropa —le digo, ofreciéndole mi
mano.

Pasamos por las pequeñeces de la rutina matutina. Me las arreglo para


distraerla con cereales secos y dibujos animados en mi iPad durante el tiempo
suficiente para tomar una ducha ultra rápida.

En cierto modo, es bueno que esté ocupado tratando de bañar a Sarah, o


tratando de ayudarla a escoger ropa. Porque no puedo preocuparme por lo que
planeo hacer ahora, que es aparecer sin avisar en la casa de mi papá con Sarah
a cuestas.

Mi padre ha estado alejado de mí desde que decidí alistarme en el


ejército, hace casi diez años. Nos peleamos porque le pedí que viniera a ver a
mamá de vez en cuando mientras estaba en el campamento de entrenamiento.

—Hay una razón por la que me divorcié de ella —me gruñó—. La perra
está loca.

Pero no demasiado loca como para dejarle a tu pequeño hijo, supongo, pensé.

Sí, mejor preocuparse por empacar suficientes bocadillos y pares de ropa


interior de repuesto para Sarah. Me he convertido en el maestro de tragar mis
miedos, preocupándome por lo que tengo enfrente y no por lo del futuro.

Una hora y media después de que me desperté, los dos estamos vestidos
y listos. Llevo a Sarah, mi bolso de la computadora portátil y su pañalera
afuera.

Entrecierro los ojos contra la luz matinal mientras me dirijo a mi sedán.


Veo a la casera, Larkin, cerrando la puerta.

Instintivamente miro hacia otro lado, pero una mirada fue suficiente para
que Larkin se quemara en mi cerebro.

Es una cosita pequeña, de tal vez un metro y medio de estatura y


cincuenta y dos kilos y medio. Tiene largos cabellos rubios que se doblan un
poco hacia las puntas, y su rostro tiene forma de corazón, con grandes ojos de
color ámbar, una nariz respingona y una boca que me hace tener pensamientos
sucios.

24

24
El último pensamiento me hace sentir descontento. Está vestida de forma
muy conservadora, con una falda roja que va por debajo de la rodilla, una blusa
azul marino que le cubre todo hasta el cuello y un cárdigan amarillo.

—¡Hey! —saluda Larkin, agarrando una caja de archivo grande y de


aspecto pesado y llevándosela a la cadera—. Hola, Sarah.

Sarah hace un sonido excitado, rebotando arriba y abajo en mis brazos.


Saluda a Larkin.

—¡Hamburguesa!

Larkin se ríe.

—Parece estar de buen humor, Srta. Sarah.

Sarah responde con una serie de palabras sin sentido.

—Hoy está muy habladora, supongo —le digo, girando hacia el auto.

—Es normal para los niños de su edad, creo —dice Larkin, siguiéndonos.

—Entonces, ¿eres maestra? —pregunto, mirando su ropa otra vez.

—Bibliotecaria —responde—. Pero tenemos muchos niños de tu edad,


¿no es así, Sarah?

Sarah sonríe y aplaude. Le encanta el hecho de que alguien diga su


nombre todo el tiempo, supongo.

—Hasta luego —digo, acelerando—. Tengo que irme.

Dejo atrás a Larkin y me obligo a pensar en la próxima visita sorpresa a mi


padre. Prefiero pensar en papá que lidiar con cualquier atracción que pueda
sentir hacia mi ardiente casera.

La casa de papá y su ferretería están a una cuadra de distancia. Conduzco


hasta la tienda, y se ve igual que siempre. Es un pequeño edificio en
decadencia con un techo gris muy pequeño. Siempre se ha parecido un poco a
un viejo perro Yorkie con flequillo demasiado grande, al menos para mí.

El letrero en la puerta dice que está cerrado, así que le doy la vuelta al
local y me estaciono enfrente del desgastado revestimiento verde y el hierro
forjado oxidado de la casa de dos niveles de papá. Respiro mientras miro el

25

25
césped demasiado largo y los números de vinilo que se están pelando en el
buzón.

Sip. Este lugar tampoco ha cambiado nada. La puerta principal se abre, y


mi madrastra sale con una escoba, barriendo el porche principal. El césped
puede ser responsabilidad de mi padre, pero aparentemente el porche es de
ella. Rosa ha envejecido un poco en diez años, pero todavía se mueve bien, con
mucha de la belleza guatemalteca que hechizó a mi papá.

Sarah emite un grito repentino y agudo, retorciéndose para ser liberada


de su asiento de seguridad. Veo a Rosa mirando mi coche, desconcertada. Miro
hacia atrás a Sarah, tratando de tranquilizarla.

—¡Sarah, oye! —digo en el tono más alegre que puedo conseguir—. Aquí
está tu juguete...

Se queda quieta, apretando la pelota que le acabo de dar.

—Pelota.

Me vuelvo hacia mi ventana y encuentro a Rosa a punto de golpear el


vidrio. Suspirando, bajo la ventanilla.

—Hola, Rosa.

—Charlie, bájate del auto ahora mismo —dice en un inglés muy


acentuado—. Déjame verte.

—Uhhhh...—Miro a Sarah, que está felizmente chillándole a su juguete—.


Bien.

Abro la puerta y salgo, elevándome sobre Rosa. Pone las manos sobre las
caderas por un segundo y frunce los labios. Entonces sonríe y me abraza.

Por un segundo, no sé cómo reaccionar. Me pongo tenso. Ha pasado


mucho tiempo desde que alguien que no fuera mi hija sea físicamente cariñoso
conmigo. Me obligo a relajarme, abrazándola sin entusiasmo.

—Te ves delgado —dice—. ¿Estás comiendo?

—Comemos bien. —Me libero de su abrazo.

Rosa mira alrededor de mi hacia Sarah.

26

26
—¿Quién es ella? ¿Es tu hija?

Sarah sonríe descaradamente a Rosa, agitando su pelota.

—Esta es Sarah —digo, casi un poco avergonzado de que así sea como
Sarah conoce a sus abuelos. Sarah de repente se siente frustrada por la
inmovilización en su cuerpo, queriendo salir del asiento del auto.

Rosa chasquea la lengua.

—Bueno, no te quedes ahí parado, ¡sácala del asiento!

Abro la puerta y libero a Sarah, la sostengo y cierro la puerta. Rosa la


mira, con los ojos nublados.

—Es mi primer nieta, ¿sabes? —dice—. Deberías haberla traído antes.

Ella le extiende sus brazos a Sarah, pero Sarah no está interesada en ir


con ella. Voltea la cabeza y la pone sobre mi hombro, cerrando los puños en mi
sudadera con capucha.

—Lo siento. —Me encojo de hombros—. Le lleva un minuto


acostumbrarse a la mayoría de la gente.

Excepto a la casera, pienso.

—No hay problema —dice Rosa, dando palmaditas en la espalda a


Sarah—. Vamos, entra, Dale se alegrará de verte. —Comienza a cruzar el patio,
esperando a que la siga—. Es veinticuatro, ya sabes. Es grande y fuerte, igual
que su padre y su hermano.

Medio hermano, pienso. Me gustas, Rosa, pero le robaste mi papá a mi mamá.


No lo he olvidado. Igual que no he olvidado que mamá murió mientras yo estaba en el
extranjero, sin nadie que la vigilara.

Pero me guardo mis pensamientos para mí mismo. Además, la situación


con mi madre es demasiado complicada para empezar a descifrarla. Esos son
hilos que preferiría barrer bajo la alfombra antes que tirar de ellos, ahora
mismo.

Rosa abre la puerta principal y se hace a un lado, dándome paso. El salón


no ha cambiado nada desde la última vez que estuve aquí. Están los mismos
sillones reclinables grises hundidos y el mismo sofá de ante marrón apagado,

27

27
todos agrupados alrededor de un antiguo televisor. Las mismas fotos
familiares, dispuestas en la pared en grupo, como un santuario para mi
hermano.

La gran sorpresa es que mi padre no está sentado en su sillón reclinable,


con todas sus latas vacías de Budweiser apiladas. Por otra parte, es de mañana.
Tal vez solo necesito darle tiempo.

— ¡Dale!! —dice Rosa—. ¡Vengan a ver a quién encontré afuera!

Pasamos a lo que solía ser el comedor.... excepto que ya no es un


comedor. Es...

Un pequeño estudio de yoga.

Me quedo boquiabierto al ver a mi padre y a mi hermano sentados con las


piernas cruzadas sobre esteras de yoga verdes a juego. Toda la habitación solía
estar cubierta con la alfombra orgánica más espantosa que he visto, pero ha
sido sustituida por suelos nuevos de Pergo.

—¡Charlie! —dice mi padre, sorprendido. Se pone de pie—. ¿Qué estás


haciendo aquí?

Es fácil ver exactamente de dónde obtuvimos la altura y apariencia; mirar


a mi papá es como mirarse en un espejo de la casa de la diversión. Tiene
cabello oscuro y ojos verdes, aunque su pelo está cubierto de canas. Ahora que
lo miro, en realidad es más delgado que yo.

Y es un clon, nuestro clon, aunque con una tez un poco más oscura.

—Solo vine de visita —digo. No es estrictamente cierto. Pero ya no soy el


centro de atención, porque mi padre ha puesto los ojos en Sarah.

—Ohhhhh... —dice, su mandíbula cayendo más que la mía cuando vi la


sala de yoga. Me mira a mí—. ¿Ella es...?

Hago malabarismos con Sarah, que se retuerce y quiere que la baje.

—Sí. Sarah. No quiero bajarla, temo que te destroce toda la casa.

—¡Baja! —grita Sarah. Está empezando a ponerse roja, lo que no es una


buena señal. Por lo general, significa que una rabieta está a punto de llegar—.
¡Baja!

28

28
—Bájala. Déjala explorar —dice Rosa.

Miro a mi padre y asiente con la cabeza. Me agacho y pongo los pies de


Sarah en el suelo. Inmediatamente corre hacia la ventana y se pone de puntillas
para mirar hacia afuera.

—¿Qué es eso? —dice, mirando a Rosa.

Rosa, contenta de estar incluida, se arrodilla ante Sarah.

—Eso es un árbol.

—Árbol —dice Sarah, con su frente arrugándose.

—Bueno —dice poniéndose de pie—. Hola.

Se acerca y me abraza. De nuevo, se siente un poco raro ser abrazado.

—Hola, hombre —le digo—. Encantado de verte.

Se retira y me mira.

—Siento mucho lo de Britta. Intenté llamar un par de veces...

Es verdad. Lo intentó, mi padre y Rosa lo intentaron.... probablemente


otras cien personas intentaron llamar. Simplemente apagué mi teléfono, y
eventualmente cambié mi número.

—Sí... eso es... eso es culpa mía —digo, frotándome la nuca—. Las cosas
se pusieron bastante feas por un tiempo.

Eso es todo lo que puedo decir de los últimos dos años, al menos sin que
se me caigan las lágrimas. Sarah es la única razón por la que elegí seguir
viviendo; aun así, vivir es un término relativo.

No sé cómo llamar al ciclo de despertar, trabajar, arropar a mi hija y luego


llorar desesperadamente en mi almohada tan pronto como estaba seguro de
que Sarah no me oiría.

Mi padre se acerca y me da palmadas en la espalda.

—Nos alegra que estés aquí ahora, Charlie.

Sonrío con tristeza.

29

29
—En realidad, acabo de alquilar una casa en la ciudad.

Papá y los demás me miran fijamente. Es el primero en hablar.

—Como.... ¿para vivir? Pensé que solo estabas de visita. —Mi padre
parece perplejo.

—No —digo encogiéndome de hombros. Es difícil no ponerse a la


defensiva, pero hago lo que puedo—. Estaremos aquí por unos meses, al
menos.

—Eso es genial, Charlie —dice mi papá—. Deberían venir a la cena del


domingo.

La cena del domingo suena como una gran excusa para que mi papá se
emborrache y le grite a cualquiera que tenga la desafortunada suerte de estar
cerca.

Miro a Sarah, que ahora ha abandonado la ventana en favor de explorar


las esterillas de yoga. Levanta una de las esquinas de las alfombras, mirando
por debajo como si hubiera una sorpresa. Cuando solo hay suelo, frunce el
ceño.

—Sí... no lo creo —digo, moviendo la cabeza—. Realmente no me


gustaría que Sarah esté por ahí cuando estén bebiendo.

El rostro de mi padre se ruboriza.

—He estado sobrio durante casi una década. No bebemos en la cena del
domingo. Es el día del Señor, después de todo.

Estoy tan aturdido que podrían derribarme con una pluma.


Honestamente, no recuerdo que alguna vez mi padre dejara de beber.

—Sí, normalmente tenemos gente de la iglesia —dice—. Deberías venir.

Por el rabillo del ojo, veo a Rosa abrazando a Sarah. Sarah parece insegura
al principio, pero luego apoya la cabeza en el hombro de Rosa.

—Lo pensaremos —le digo.

—Demonios, tengo que irme —dice—. Tengo que ducharme antes de ir


al trabajo.

30

30
Levanto las cejas.

—¿Sí?

—Sí. Tengo que irme. Escucha, te llamaré, iremos a comer algo.

Tengo que decir que lo que sea que papá y Rosa hicieron, salió bien.
Camina por la sala de estar con confianza. Asiento sin compromiso a su
espalda.

—Nosotros también deberíamos irnos —digo.

—¿Tan pronto? —protesta Rosa, con cara de abatida.

—Sí, ya sabes. Trabajo —miento. Soy un analista de negocios a distancia,


lo cual es una forma nerd de decir “pongo mi propio horario”.

Responde algo, pero no hace un escándalo. Solo le da a Sarah un último


abrazo.

—Adiós, reinita.

—¿Adiós? —Sarah dice y se ve un poco triste cuando Rosa se pone de


pie.

Mi corazón se retuerce en mi pecho cuando me doy cuenta de que Sarah


no ha tenido mucha atención femenina en su corta vida.

—Piensa en el domingo —dice mi padre—. Es a la canasta, así que trae


un postre de la tienda.

Me guiña el ojo y tengo que trabajar para mantener mi expresión neutral.


¿Quién es este hippie delgado, amante del yoga, que no bebe y qué hizo con
mi padre?

—¡Ey! —dice Rosa—. No traigas nada más que tu pequeña pobrecita —me
dice.

—Muy bien. Lo pensaremos —repito, inclinándome y recogiendo a Sarah.

—Ahora, debería acompañarte a la puerta —dice Rosa, cacareando sobre


mí como una gallina.

—Adiós —digo, dando la vuelta y saliendo de allí.

31

31
Sarah murmura un montón de palabras, saludando a Rosa. Veo a Rosa
agarrando su pecho cuando abro la puerta.

Me las arreglo para llegar a mitad de camino al coche antes de que la cara
de Sarah se arrugue.

—¡Señora! —se lamenta, señalando la casa—. ¡Regresa!

No sé por qué Sarah se relaciona con la gente últimamente; primero con


la casera, ahora con Rosa. Es muy difícil meter a Sarah en el coche y sujetarla.

Una vez que cierro la puerta trasera, me tomo un segundo para respirar.
Miro la casa y veo a mi papá y a Rosa mirándome fijamente. Rosa levanta la
mano en una señal a medias.

Le devuelvo el saludo y me subo al auto. Sarah está gritando a todo


volumen mientras me alejo, como un tipo de temor que no puedo nombrar.

32

32
4

Es la tarde del lunes cuando llevo mi antiguo Toyota Camry detrás de mi


casa. Es el comienzo de mi fin de semana, ya que tengo los martes y miércoles
libres.

Ha sido una semana muy larga en la biblioteca, con el jefe insistiendo en


que seamos más eficientes en lugar de contratar a alguien para los dos puestos
vacíos que tenemos. Me pasé toda la semana conteniendo la respiración e
intentando que no me notaran.

Así que cuando llego a casa y abro la puerta principal, estoy


particularmente contenta de estar aquí. Doblemente cuando me saluda mi
zoológico.

—¡Hola! —le digo a Morris, que es el primero en meterme la nariz bajo la


mano—. ¡Hola, chicos!

Zack empuja a Morris fuera del camino, y Sadie también se aglomera.


Cierro la puerta y pongo mi bolso en su gancho, luego me saco los zapatos y
los deslizo hacia la esquina.

—¿Quién quiere una golosina?

Zack y Morris se vuelven locos, lo que hace que Sadie se vuelva loca.
Sonrío mientras voy a través de la sala de estar y hacia la cocina, dirigiéndome
directamente al tarro de golosinas en el mostrador de la cocina.

Hago que todos se sienten, asegurándome de tocar el suelo con mis


órdenes para que Sadie también pueda participar. Mientras los perros se
comen sus golosinas, saco la de Muffin.

El mero sonido de abrirla hace que Muffin roce mis piernas, ronroneando.
Le doy una golosina, luego la froto detrás de las orejas mientras mastica.

33

33
Me dirijo de nuevo a la sala de estar, colapsando en el sofá bajo. Tomo un
hilo de mi vestido rosa chicle, suspirando. Es agradable estar en casa.

Oigo que la puerta de al lado se cierra con un golpe amortiguado y me


muerdo el labio. Tengo tanta curiosidad sobre lo que Charlie y Sarah han
estado haciendo en los últimos días; apenas he visto u oído nada de ellos
desde que se mudaron.

Pienso en Charlie, con su gran estructura y sus penetrantes ojos verdes, y


me da escalofríos. No sé exactamente qué es lo que me intriga de él. Tal vez es
su estoicismo, o tal vez es algo sobre la forma en que mira a Sarah. Protector,
pero también un poco desconectado emocionalmente.

Luego está el hecho de que algunas de las máquinas oxidadas en el patio


trasero siguen apareciendo en el porche, limpias y funcionando de nuevo. Solo
puedo adivinar que él está detrás de esto, pero no estoy segura de por qué.

No lo sé. Pero, de cualquier manera, lo convierte en un gran


rompecabezas que no puedo esperar a armar. Tengo que captar su esencia,
para poder encontrar algo más de qué preocuparme.

Me levanto y voy a la cocina. Tengo una gran jarra de té que he estado


asoleando en la ventana desde el amanecer.

Si fuera una buen vecina, iría a la casa de al lado con este té, me digo a mí
misma.

Despojándome de mi chaqueta blanca, tomo la jarra y tres tazas de


plástico, y luego me dirijo a la puerta de al lado. Respiro hondo mientras estoy
frente a su puerta.

Puedo hacer esto.

Llamo a la puerta. Oigo a Sarah corriendo hacia la puerta principal antes


de que Charlie la abra a medias, así Sarah no puede salir. Me entrecierra los
ojos, un poco confundido.

—¿Sí? —dice.

—Hola —digo, mostrando mi jarra de té—. Solo... hice un poco de té.


Quería asegurarme de que te estabas adaptando bien. Ya sabes, ser buena
vecina.

34

34
Sarah grita a todo pulmón y Charlie abre la puerta para que vea lo que
está pasando.

—Laken —grita—. ¿Jugo?

—Sí, parece que trajo jugo —dice Charlie, retrocediendo—. Adelante,


Larkin.

—Bien —digo, entrando—. Uff.

Sarah me arroja todo su cuerpo a las piernas, abrazándome.

—¡Laken!

Le sonrío, pero Charlie trata de desacoplarla cuidadosamente.

—Vamos, Sarah —dice—. Ven a la cocina para que Larkin te sirva un poco
de té.

Recoge a Sarah, la lleva hacia la cocina. Cierro la puerta y lo sigo, y pongo


la jarra sobre el mostrador. Mientras sirvo el té, miro a mi alrededor.

—Es un poco espeluznante lo similar que es a mi lado de la casa —digo.

Charlie me mira, con el ceño fruncido. Acepta una taza de plástico de mi


parte, tomando un sorbo antes de dársela a Sarah.

—Ten cuidado —advierte a Sarah, quien toma un gran trago y luego deja
la taza en el suelo. Entonces el silencio se extiende.

El silencio me pone más nerviosa.

—Así que, um... —digo, arremolinando el té en el fondo de mi taza—.


¿Por qué se mudaron aquí, otra vez?

Me entrecierra los ojos, y por un segundo creo que está a punto de


echarme de su lado de la casa. Luego se encoge de hombros.

—Tenemos familia aquí —dice.

Tengo tanta curiosidad por saber de dónde vienen... a quién NO están


trayendo... especialmente a la madre de Sarah. Me muerdo el labio inferior,
esperando que me cuente un poco más.

35

35
—Rico jugo —dice Sarah, señalando su taza.

Charlie la mira, sonriendo débilmente. Es la primera vez que veo algún


tipo de emoción positiva en él, eso es seguro.

—Entonces, ¿estás intentando.... de, reconectarte con tu familia?


—pregunto.

Ahí está esa pausa de nuevo, ese surco en la frente de Charlie.

—Supongo que sí. Sarah nunca ha pasado tiempo con este lado de la
familia.

¿Eso significaba que había pasado tiempo con el otro lado? Mi cerebro
hace gimnasia, tratando de averiguar cuál es su historia.

Sarah voltea la taza en el suelo y pone una cara cómicamente triste.


Charlie ya se está moviendo para coger un montón de toallas de papel para
limpiar el té.

—¡Jugo mío! —gime Sarah, agarra la taza y se las arregla para esparcir el
té.

—Espera —dice Charlie, en cuclillas a su lado y tratando de arreglar el


desorden.

—Ven aquí, Sarah —le digo, llamándola—. Puedes tomar un poco de la


mía, ¿de acuerdo?

Sarah deja caer su taza y corre los pocos pasos hacia mí, abrazando mis
piernas.

—¡Acias!

Supongo que eso es “gracias” para un niño de dos años.

—De nada.

Me arrodillo para estar más cerca de su altura, permitiendo que Sarah


tome unos sorbos de mi té. Me doy cuenta de que Charlie nos echa una ojeada
mientras limpia y luego se levanta para tirar las toallas de papel empapadas. No
puedo decidir si es bueno o malo que no quiera que lo atrapen mirando
abiertamente.

36

36
Veo que solo quiere que lo dejen en paz. Si Sarah no existiera, tal vez lo
dejaría en paz. Pero tengo la sensación de que mientras Charlie quiere
esconderse y estar solo, Sarah quiere conocer gente nueva y hacer cosas
nuevas.

Quiero ayudarla a hacer esas cosas. ¿Y el hecho de que su padre sea un


hombre misterioso y sexy? Solo es un extra, la cereza encima del helado.

No hay nada que me guste más que un rompecabezas.

Con el fin de establecer un mayor vínculo con Sarah y poco a poco


descubrir más acerca de Charlie, voy a tener que prolongar esta interacción.
Necesito pedirle un favor, que haga algo.

Mi mente se centra en las máquinas limpias y reparadas del patio trasero.


Las palabras salen de mi boca antes de que las haya pensado bien.

—Oye, ¿quieres ver mi lavaplatos? —Se me escapa.

Me lanza una mirada casi de disgusto.

—¿Tu lavaplatos?

—Sí —digo, poniéndome nerviosa. Puedo sentir que mis palmas


empiezan a sudar y mi cara a calentarse—. Noté que limpiaste y arreglaste las
máquinas en el patio trasero....

Me sacudo el pulgar por encima del hombro, como si hiciera que mi


explicación fuera más clara.

Su boca se cierra, pero no dice que no.

— Sí, está bien.

—¿Te importa si llevo a la Señorita Sarah? —digo, volviéndome hacia


ella. Empezó a parlotear conmigo, sus palabras son más que nada balbuceos de
bebé.

Charlie duda, luego asiente.

—De acuerdo.

37

37
Mientras recojo a Sarah, no puedo evitar sentir que he pasado sin saberlo
algún tipo de prueba. Charlie no parece confiar o no le gusta mucha gente,
pero me permite llevar a Sarah a la puerta de al lado sin problema.

Al entrar por la puerta principal de la casa, Sarah está inmediatamente


encantada con mi colección de animales. Morris y Zack están a mis pies,
olfateando a Sarah y Charlie cuidadosamente. Los perros parecen bastante
entusiastas, porque mueven sus colas después de un segundo.

—¡¡Perrito!! —grita, acercándose a las curiosas narices de Zack y Morris.


Mira a Charlie—. Papi, ¿perrito?

Charlie me mira, inseguro.

—¿Están bien con una niña de dos años?

—Definitivamente. Pero solo para estar segura, voy a sostener a Sarah


todo el tiempo, te lo prometo. —Sadie presiona su nariz bajo mi mano, y la
acaricio—. Esta es Sadie. No puede ver ni oír. Y ese es Morris, y ese es Zack.
Todos tienen necesidades especiales.

Sarah le tiende la mano a Sadie, que la huele. Sarah emite un tintineo de


risa y quita la mano.

—Así que.... ¿sobre el lavaplatos? —Charlie me lo recuerda.

—¡Oh! Claro. Ven a la cocina.

Llevo a Sarah a través de la sala de estar y alrededor del mostrador de la


cocina en forma de U. Apunto al lavaplatos.

—Justo ahí —digo con un suspiro—. Lo he estado usando como


escurridor de platos desde que me mudé aquí.

Charlie mira el lavaplatos, que probablemente sea tan viejo como yo. Se
agacha con el ceño fruncido, abriendo la puerta y sacando el estante de abajo.
No puedo evitar notar lo enorme que es cuando está al lado del mostrador; es
fácilmente una cabeza por encima de la encimera, incluso agachado.

Reboto a Sarah en mi cadera, tratando de sostenerla con cuidado, pero


ella no quiere que la abracen. Se ha dado cuenta de que Sadie dejará que la
acaricie indefinidamente, así que quiere que la baje.

38

38
Charlie nos mira mientras introduce su brazo dentro del lavaplatos,
sacando varias piezas de plástico. Veo los engranajes dentro de su cabeza
girando mientras sienta allí.

—Ah —dice, asintiendo—. Sí, tu lavaplatos está roto. Tiene una solución
súper barata y sencilla. Tendrás que pedir la parte a Amazon o a donde sea.

—¡Quiero bajar! —insiste Sarah, pateando sus piernas y golpeando sus


pequeños puños en mi pecho y brazo—. ¡Perrito!

Se está poniendo roja con la fuerza de su repentina ira.

—Puedes bajarla —dice Charlie, usando su mano para indicarlo. Se pone


de pie, quitándose el polvo de las manos—. Estará a punto de tener un colapso
de lo contrario.

La dejo en el suelo, y va corriendo detrás de Morris, que está bebiendo de


su tazón de agua en el otro lado de la cocina. Estoy justo detrás de ella, lista
para defenderla de los perros. Afortunadamente, aunque Sarah agarra el pelo
lateral de Morris, Morris solo jadea y trata de lamerla.

—Tus perros son buenos con los niños —dice Charlie—. No esperaba
eso.

—Bueno, Sarah no es la primera niña que conocen. —Me inclino y


acaricio a Morris mientras hablo—. Zack y Morris son en realidad perros de
terapia certificados. A veces los llevo a la biblioteca a escuchar a los niños leer.
Es por Sadie por la que estaba preocupada, a pesar de que ha conocido a niños
un poco mayores que Sarah y ha estado bien.

Asiente, mirando a Sarah con atención.

—¿Así que adoptas perros que necesitan ayuda? —dice, apoyándose en el


mostrador de la cocina.

—¡Y gatos! Tengo una gata por aquí, pero es muy tímida.

—Imagino que Sadie necesita mucho de tu tiempo —dice, asintiendo.

—Al principio, sí. Adopté a Sadie cuando era una perrita, de un criador
que no sabía qué hacer con ella. Pero una vez que Sadie entendió los
comandos... —Hago una pausa, doy un doble golpe con el pie en el suelo.

39

39
Sadie se sienta inmediatamente—. ¿La quieres acariciar? —Mientras miro,
Charlie la frota afectuosamente detrás de las orejas. Sonrío—. De todos
modos, ahora que conoce las señales, vivimos una vida bastante fácil. ¿No es
así?

Zack se acerca, celoso de la atención que Morris está recibiendo de Sarah.


Sarah es tan feliz como cualquier niño de dos años, acariciando a un perro con
cada mano y sonriendo.

Veo a Charlie mientras la observa, tomando nota de sus características


físicas que son similares. Sus pómulos son parecidos, y sus ojos verdes
brillantes. No puedo evitar preguntarme sobre la pieza que falta, la madre de la
que Sarah ha heredado ese color tan claro.

Sarah acaricia a los perros, feliz. Veo que Charlie está casi sonriendo de
nuevo, con su cara suave y libre de las arrugas que vienen de la preocupación.
Me pregunto si se da cuenta de que es mil veces más guapo cuando está casi
feliz.

No debería encontrar a Charlie tan atractivo. Realmente no debería. Se


supone que estoy de paso por Pacific Pines, debo arreglar la casa de mi madre
y luego salir de aquí.

Y Charlie... cualquiera que sea el extraño problema que tiene, le sacó su


pareja y le dejó en un lío oscuro y retraído…

Sí, no quiero tener nada que ver con eso. Pero no puedo evitarlo, al
menos tengo que saber por qué él y Sarah están aquí solos.

—¿Te importa si te hago una pregunta personal? —digo. La atención de


Charlie se fija en mí y su ceño fruncido regresa.

—Depende —dice, lo suficientemente bajo como para que sea casi un


gruñido.

—¿Dónde está la... M—A—M—Á de Sarah? —digo, deletreándolo para


beneficio de Sarah.

Al instante su expresión se vuelve negra.

—Debemos irnos.

40

40
Arrastra a Sarah de sus pies, pareciendo un asesino. La reacción a mi
pregunta es muy mala. Charlie empieza a irse, se dirige a la sala de estar.

—¿Nos vemos luego? —pregunto, siguiéndolos.

—Sí —dice, acercándose a la puerta de mi casa.

La abre, y luego se van, la puerta se cierra de golpe detrás de ellos.

Me apoyo contra la pared de la sala de estar, sin saber qué he hecho


exactamente.

41

41
5

Maldita Larkin, pienso dando vueltas en mi cama. Estoy en algún lugar


entre despierto y dormido, flotando fuera del alcance de la conciencia.

Pienso en lo de ayer por la tarde. Estaba en la cocina, acomodado contra


el mostrador de una cocina que era casi la mía, pero no del todo, con los brazos
cruzados. Observando a Sarah, con su pelo oscuro contra su remera blanca de
mangas largas, sus manos regordetas hundidas en el pelaje de ambos perros.

No es que no me haya fijado en Larkin. ¿Cómo podría no hacerlo? Es


obviamente hermosa, con su largo cabello rubio y sus encantadores ojos color
caramelo. Sigo siendo un hombre de sangre caliente, y tiene una figura de reloj
de arena perfecta.

No soy inmune a sus encantos, es lo que estoy diciendo. No me he


olvidado de Britta. ¿Quién podría? Pero no estaba pensando en ella en ese
momento. Estaba pensando que era bueno que Sarah hubiera decidido
acercarse a la vecina, y también estaba pensando que no hacía daño que la
vecina fuera bonita.

Esa fue mi perdición.

Entonces Larkin pregunta: ¿Dónde está la... M—A—M—A de Sarah?

Y mi mundo entero, cae al fondo.

Me muevo en la cama, profundizando un poco más en el sueño.

Sueño que estoy en el asiento del pasajero de un Humvee negro, andando


a lo largo de la carretera destrozada por la guerra en las afueras de Damasco.
Dondequiera que mire fuera del Humvee, el paisaje es del mismo color de
arena brillante, dunas interminables hasta donde alcanza la vista.

42

42
Estamos en una carretera de un solo carril que conduce directamente al
norte de la ciudad. Por aquí y por allá pasamos por delante de los pequeños
desvíos, y de vez en cuando vemos solo figuras con túnicas polvorientas,
llevando algo en la espalda.

Por los demás, son solo dunas sin fin. Damasco está justo ahora visible.

Hace tanto frío aquí gracias al aire acondicionado como parece estar
afuera. Se me pone la piel de gallina en los brazos bajo la camisa de lino blanco
de manga larga.

Todo dentro del Humvee es negro o camuflado verde y marrón. Miro las
caras de los tres hombres que me escoltan a Damasco desde la base aérea de
Rayak, en el Líbano. Son todos iguales, escudriñando el desierto fuera del
Humvee en busca de cualquier actualización de la situación que pudiera afectar
a la misión.

Le presto especial atención al conductor, el sargento Ellis Jordan. Sus


rasgos planos y compactos son suaves y oscuros, interrumpidos solo por su
amplia y fácil sonrisa y sus ojos brillantes. Ha estado sonriendo desde que me
recogió. En este punto, en una carrera tan peligrosa a Damasco, estoy bastante
seguro de que la sonrisa del sargento Ellis es un elemento permanente.

Miro hacia abajo a mi bolso marrón, frotando nerviosamente la áspera


tela entre dos dedos. El bolso contiene algunos misteriosos papeles
importantes; se me ha ordenado que los queme si me capturan, en lugar de
dejar que caigan en manos del enemigo.

Entrecierro los ojos a la luz del sol a través de mis gafas de sol, ansioso
por llegar a Damasco. Soy parte de un equipo de operativos de la CIA que han
sido llevados a la capital de Siria para una especie de operación encubierta, una
misión extraoficial. Estoy muy nervioso, y los hombres que me acompañan
parecen sentir lo mismo.

Veo a varios hombres, vestidos con sucias túnicas thoub, con sus cabezas y
rostros ocultos por su keffieyeh. En otro lugar, en otro momento, estos
hombres serían bandidos o merodeadores; hoy, son exactamente lo que no
necesito.

43

43
El hecho de que fuésemos en un Humvee debiera haberles indicado de
que estamos respaldados por extranjeros; nadie en Siria conduce esto, excepto
la realeza.... y los que vienen en comitivas.

Tal vez los hombres están desesperados, o sean estúpidos, tendrías que
estarlo para pensar que robar un vehículo es una buena idea.

—Mierda —dice el sargento Ellis, mirando por el espejo retrovisor.

Me doy la vuelta y veo a unos cuantos hombres más emergiendo de las


dunas de arena detrás de nosotros. Luego vuelvo hacia el frente, y mis ojos se
abren de par en par. Uno de los hombres levanta un arma larga y pesada sobre
su hombro.

—¡Maldición! —murmuro. Al segundo siguiente, dispara el arma, y un


cohete se dirige directamente hacia nosotros.

Es inevitable. El proyectil va a golpear, de frente. El tiempo se ralentiza.

Me dirijo al conductor, pero el sargento Ellis ha sido reemplazado. En mi


sueño, es Britta conduciendo, su brillante cabello castaño rebotando mientras
sonríe maníacamente. Me mira a los ojos, frunciendo los labios como solía
hacer cuando se burlaba de mí.

—¿Qué pasa contigo? —dice.

—¡Cuidado! —grito, lanzándome al lado del conductor, intentando


desesperadamente sacar el Humvee de la trayectoria del proyectil

Ella sonríe y extiende su mano para ahuecar mi cara. Cierro los ojos ante
su toque. Mis ojos se abren.

—Awwww, Charlie. Todo va a estar bien. Sabes que...

Y luego el proyectil golpea.

Me despierto, empapado en sudor, jadeando por aire. ¿Dónde estoy?


¿Dónde está Britta?

La muerte de Britta tarda un segundo en volver a flotar en la confusión de


mi cerebro. Pero cuando me acuerdo, es mucho peor. Se me hace agua la boca,
con esa extraña sensación que tienes antes de saber que estás a punto de
vomitar.

44

44
Me doy la vuelta en la cama, luchando por salir, hasta que mi cabeza está
fuera de la cama. Vomito todo lo que tengo en el estómago, una y otra vez
hasta que solo queda bilis y ácido estomacal. Mi garganta quema cuando
finalmente logro controlarme, hundiéndome en el colchón.

Respiro con dificultad, luchando contra intensas náuseas. No solo con


eso, sino que mi sudoración ha empapado mi camisa y pantalones cortos,
incluso ha empapado el colchón. Me acuesto en mi propia piscina de sudor,
sabiendo que en cualquier momento se volverá más frío que el hielo.

Giro la cabeza hacia la pequeña cama de Sarah, a solo unos metros de


distancia. Duerme como si nada hubiera pasado, pero lo dudo. Si estuve
callado durante mi pesadilla, sería la primera vez.

Ver a Sarah dormir tan tranquilamente me ayuda a calmarme, y a medida


que mi respiración se hace más lenta, las náuseas se desvanecen. Me levanto de
la cama y tomo algo de ropa limpia de una bolsa sin desempacar, luego me
dirijo al baño privado.

Las baldosas en mis pies descalzos están frías como el hielo. Tiemblo
cuando me desnudo y me cambio rápidamente con una camiseta oscura y
pantalones de pijama grises. Me tomo un momento para lavarme los dientes,
luego salgo a mirar el lugar en el suelo donde vomité.

Hago una mueca, tomo una de las toallas del baño y cubro el vómito. No
puedo enfrentarlo, aún no.

Salgo de puntillas del dormitorio y me escabullo por las escaleras. Miro


los muebles de la sala y sacudo la cabeza. Necesito estar afuera, para tomar un
poco de aire fresco.

Tan sigilosamente como puedo, salgo al pequeño porche trasero. Hace


mucho frío aquí afuera, tal vez 5 grados. Me estremezco de nuevo, deseando
tener una sudadera con capucha, pero está dentro.

Demasiado lejos, en mi opinión.

Es agradable y tranquilo aquí afuera, el porche es chico mide más de


cuatro metros por cuatro.. Ambos lados de la casa comparten el mismo porche
trasero y el mismo patio grande. Aprecio estar frente al césped crecido en vez
de frente a la plaza del pueblo.

45

45
Me siento en los escalones traseros, mirando en silencio a la luna. Me doy
cuenta de que todos los que conozco están dormidos; no sé si alguna vez me
he sentido tan melancólico como ahora.

Me obligo a revivir el final de mi sueño. Puedo recordar su mano en mi


mejilla incluso ahora. Si cierro los ojos, casi puedo sentirla a lo largo de mi
mandíbula barbuda.

Si tan sólo se me permitiera sentir el toque de Britta, una vez más.

Me arden los ojos. Inclino la cabeza y trato de respirar. No te dicen esto


sobre la pena, que viene en oleadas. Y al igual que las olas en el océano, a
veces te golpea con una gran cantidad de agua, y te preguntas si vas a
soportarlo.

Me siento y me permito pensarlo por un minuto. Mis lágrimas no caen,


pero están ahí, rebosantes. Las arrojo lejos.

Estoy haciendo esto por Sarah, me recuerdo a mí mismo. Solo hay una
cosa peor que perder a tu madre de niña... y es perder a ambos padres.

Sin Sarah, creo que me habría enfrentado a las olas y habría dejado que
me ahogaran por completo. En vez de eso, estoy en este atolladero cuesta
arriba, porque me niego a dejarla sola.

Además, Britta odiaría que sucumbiera en la depresión.

Pero Britta ya no tiene voz ni voto, ¿verdad? Me dejó aquí, para cuidar a
nuestra hija, pienso amargamente.

Cierro los ojos y me concentro en mi respiración, como mi terapeuta de


trastorno de estrés postraumático me enseñó a hacer hace dos años y medio.
Tan tonto como suena, inspirar por la nariz y espirar lentamente por la boca
me ha salvado varias veces.

La luz del porche se enciende, sobresaltándome. Un segundo después,


oigo la puerta trasera abrirse.

—¿Está todo bien? —pregunta Larkin, con voz vacilante.

Me doy la vuelta y la encuentro mirándome con pantalones de yoga


negros y una sudadera con capucha amarilla. Asiento lentamente hacia ella.

46

46
—Sí. Todo está bien —digo. No es exactamente la verdad, pero es lo
suficientemente cerca.

Apaga la luz y me sorprende cerrando la puerta y saliendo al porche.


Larkin se me acerca, sentándose.

La miro, pero ella mira las estrellas.

Larkin está jodidamente hermosa ahora mismo. Su largo cabello está


suelto, recostado sobre sus hombros como un manto rubio. La luz de la luna
golpea su cara, cayendo sobre su pequeña nariz inclinada hacia arriba,
brillando sobre el moteado de pecas que tiene en cada mejilla. Sus ojos son
luminosos y grandes, sus pestañas gruesas y marrones. Sus cejas se arquean un
poco mientras mira fijamente. Trazo la curva de sus labios con mis ojos, con su
pequeño arco de cupido tan perfecto como Dios lo creó.

Después de un segundo nota mi mirada y me mira, sus dientes atrapando


su labio inferior.

—¿Quieres estar solo? —pregunta. Luego se sonroja un poco—. Aquí


afuera, ahora mismo, quiero decir.

Puedo ver que está nerviosa. Levanto un hombro, ambivalente. Estaba


ocupado meditando, pero ella me distrajo de eso.

—Está bien.

Me mira, y luego se aleja de nuevo. El silencio se extiende entre nosotros,


siendo casi palpable.

Una parte de mí realmente quiere saber qué está pasando dentro de la


cabeza de Larkin, pero el resto de mí lo cierra. No tengo por qué alentar a que
suceda nada entre nosotros, ni siquiera amistad. Lo hice con un par de madres
de mi grupo de duelo, respondí a sus preguntas y escuché sus historias. Solo
para terminar siendo etiquetado como “lleno de angustia y amargura” cuando
no les devolví sus inevitables afectos.

¿Y la cosa es? No se equivocan. No, completamente.

Larkin se levanta y entra un minuto, pero deja la puerta entreabierta. Miro


a la puerta y veo a un gato siamés olfateando cuidadosamente; cuando Larkin

47

47
regresa, abre la puerta de par en par brevemente, y veo que el gato solo tiene
un ojo azul brillante.

Larkin me da un manojo de franela, que resulta ser una manta. Doy las
gracias, y lo pongo sobre mis hombros. Es muy cálido e increíblemente suave al
tacto; inmediatamente pienso que a Sarah le gustaría.

Larkin se sienta mientras miro hacia las ventanas de arriba. Estoy bastante
seguro de que, si Sarah hiciera algún ruido, lo oiría. Después de todo, estamos
en el campo. Aparte del sonido de los grillos de vez en cuando, el mundo está
en silencio.

—Siento lo de antes —dice Larkin en voz baja—. No es asunto mío.

La miro y luego sacudo la cabeza.

—Reaccioné exageradamente. No es exactamente un secreto ni nada.


—Miro mis manos, doblándolas en mi regazo—. La madre de Sarah, mi esposa
Britta, murió justo después de que Sarah naciera. Fue un accidente de auto.

Puedo sentir el horror que viene de Larkin en oleadas.

—Oh —dice ella, su voz tan baja que casi no puedo oírla—. Oh, Charlie.
Lo siento mucho.

Mis tripas se retuercen mientras extiende la mano para poner sus


delgados dedos en mi muñeca. Su toque es mágico; juro que siento una chispa
revolotear entre nosotros, la energía fluyendo como lo hacía con Britta.

Britta. ¿Qué carajo? Soy un maldito desastre. De alguna manera estoy acercando
a una mujer a mí mientras estoy de luto por la otra.

De repente, estoy desdichado de nuevo, tan mal y miserable como nunca


lo he estado. Definitivamente no quiero que Larkin vea lo molesto que estoy.
No quiero tener que explicar nada de lo que siento a nadie.

—Sí, bueno. Tengo que dormir —exclamo, levantándome bruscamente y


quitándome la manta de los hombros.

Evito la mirada de Larkin mientras se la entrego. Tengo que forzarme a no


correr para entrar. Siento que las lágrimas rebosan al cerrar la puerta.

48

48
Voy más adentro antes de permitir que las lágrimas me superen, solo por
un minuto.

49

49
6

Estoy caminando a casa después de un turno completo en la biblioteca


unos días después, disfrutando de que tengo bolsillos en mi vestido amarillo
limón. Camino por el césped, sintiéndome casi un poco achispada por la
amabilidad del verano.

Ya es tarde, el sol ya está lo suficientemente caliente como para que me


haya quitado el cárdigan y lo haya metido en mi gran bolso. Incluso la brisa
fresca no puede quitarle la ventaja a lo maravilloso que es estar afuera en un
día como hoy.

Para completar, algunos voluntarios han estado preparando un área para


el escenario y algunas mesas para la fiesta de Solsticio de Verano. La fiesta de
Solsticio de Verano es una tradición que se remonta a los años 70, y ésta tarde
es el día perfecto para ello.

—¡Larkin! —me grita una señora mayor de aspecto severo con un chándal
blanco y una visera a juego—. Ven aquí.

La Sra. Peet era una de las buenas amigas de mi madre, y a veces pienso
que tendré doce años para ella de forma permanente. Mis pies quieren seguir
adelante, fingiendo que no la oí. Pero no lo hago.

En vez de eso, me giro con una sonrisa brillante, la que pongo en las
reuniones del consejo escolar y en la sala de espera del dentista.

—Hola, Sra. Peet —le digo, sombreando mis ojos mientras me acerco a
ella.

—Escuché que tienes a alguien viviendo al otro lado de tu casa —dice, sin
perder tiempo en llegar a su punto—. Y muy guapo, también. ¿Cuál es su plan?

Finjo sorpresa.

50

50
—Oh, ¿el Sr. Lawson? No sé mucho sobre él, la verdad.

La Sra. Peet me examina con calma.

—Hmf. ¿Por qué no hemos oído nada?

Mi sonrisa se ensancha, lo contrario de lo que siento por dentro.

—No lo sé, señora —digo.

—¿Le has pedido que venga hoy a la fiesta de Solsticio de Verano?

Mi corazón late un poco. La Sra. Peet no es la primera dama de la ciudad


que me lo ha pedido. Ni siquiera es la cuarta.

—No lo he hecho —respondo lentamente—. Ni siquiera estoy segura de


que esté por aquí.

—Decepcionante. —Arruga la nariz—. Hasta luego, querida.

Cuando me da la espalda, hago una cara.

—No puedo esperar.

Me doy la vuelta y sigo mi camino a casa, pensando en Charlie. La mirada


en su rostro la otra noche cuando hizo una bola con la manta y me la empujó,
antes de dirigirse hacia dentro...

Era furia, mezclada con una profunda tristeza. Hizo que me doliera el
corazón por él, más que nada. Creo que en ese momento me di cuenta de que
Charlie todavía se está curando, y entra en pánico cuando su punto débil se
expone.

Lo único que lo mantiene atado a la gente y a la sociedad parece ser


Sarah; sin ella, me imagino que sería un ermitaño loco viviendo en el bosque en
alguna parte.

Charlie necesita integrarse más plenamente en la sociedad, pero tiene


que ser lento y progresivo. Hoy sería la forma perfecta de conocer a sus
vecinos, con la fiesta de Solsticio de Verano que se celebra en la espaciosa

51

51
plaza del pueblo. Habrá una banda local tocando, y un montón de comida
provista por la gente del pueblo, al estilo potluck3.

Todo el mundo estará dando vueltas y hablando. Estaré allí para


presentarle a la gente y podrá escapar fácilmente si lo necesita.

Me acerco a la gran casa gris de mi madre, entrando en las sombras del


lado de Charlie del porche delantero. Llamo a la puerta varias veces, y
finalmente lo oigo dentro, moviéndose hacia la puerta.

La puerta se abre un poco y Charlie se asoma, alto y con aspecto de...


bueno, con resaca. Tiene ojeras debajo de los ojos, su habitual día de trabajo
se ha convertido en tres, está despeinado y con su pelo un poco desordenado.
Además, huele a whisky.

Sarah no está en ninguna parte.

—¿Sí? —pregunta, haciendo un gesto de dolor cuando la luz del día


entra por la puerta.

—¿Dónde está Sarah? —pregunto enérgicamente.

Parece ofendido.

—Está viendo dibujos animados con los auriculares puestos. ¿Por qué?

Intento mantenerme erguida, porque ya puedo sentir la resistencia que se


desprende de él. Cuadro mi mandíbula.

—Hay una gran fiesta en la plaza del pueblo en unos veinte minutos, y
creo que deberían venir —digo con toda la firmeza que puedo.

—Sí, no —dice, y empieza a cerrarme la puerta.

Pero soy más rápida que él, y me las arreglo para poner mi pie en la
puerta antes de que pueda cerrarla. Le doy una sonrisa dura.

—¿Cuándo fue la última vez que Sarah estuvo afuera? —pregunto.

Los ojos de Charlie se dirigen a Sarah, aunque está fuera de mi vista. Se


toma un momento, calcula.

3
N. de T. Los potluck o fiestas estadounidenses son una costumbre culinaria de Estados Unidos que
consiste en comida que suelen compartir los asistentes a una reunión.

52

52
—No lo sé —admite encogiéndose de hombros—. Han pasado un par de
días. He estado... ocupado.

—Por favor, no te lo tomes a mal, pero esa no es forma de vida para un


niño. Deja que salga conmigo, al menos. Afuera está precioso, y habrá comida
para comer y niños para jugar.

Arruga un lado de la cara mientras lo piensa.

—Sí, de acuerdo. También iré, para vigilarla —dice—. Solo por unos
minutos, sin embargo.

—¿Quieres que la cuide mientras te duchas? —pregunto, fingiendo


inocencia. Su vello facial podría no ahuyentar a nadie, pero su olor
definitivamente lo hará.

Charlie parece un poco ofendido, pero abre la puerta más y da un paso


atrás.

—Muy bien. Entra.

—¿Está bien si la vigilo en mi lado de la casa? Tengo que alimentar y


pasear a los animales antes de irnos —digo mientras entro—. Le encantará,
créeme.

Sus ojos entrecerrados y su mandíbula tensa dicen que estoy muy cerca
de sobrepasar los límites.

—Bien. Me voy a duchar.

Encuentro a Sarah, que está vestida adorablemente con un vestido azul y


leggings de lunares rosas y azules. De hecho, está más que emocionada por
ayudarme a alimentar y pasear a mis amigos de cuatro patas. Es la niña más
feliz cuando acaricia a Zack y Morris al mismo tiempo mientras comen.

Cuando llama a mi puerta, oigo a la banda tocar desde la plaza. Levanto a


Sarah y la llevo mientas respondo. Lástima que no estoy del todo preparada
para Charlie, quien espera que le abra con un brazo apoyado en el marco de la
puerta.

53

53
Trago. Está de negro, desde sus jeans hasta su sudadera. Sus brazos están
bien definidos por la forma en que hacen que su sudadera con capucha esté
bien ajustada en los lugares correctos.

Si esto fuera en otra vida, me abalanzaría sobre él, porque parece


totalmente lamible.

—Traje una sudadera con capucha para Sarah —dice, y me saca de mi


pensamiento. Hace un gesto para que la entregue.

—¿Qué? Oh... esa es una buena idea —digo, sonrojándome.

La entrego a su padre. Estoy un poco aturdida. Quiero decir, sabía que


Charlie era guapo, pero... realmente me atrapó por un minuto.

—Uhh... déjame tomar mis tartas antes de que nos vayamos —murmuro.
Necesito una excusa para salir de allí, pero también tengo tres tartas de moras
Marion recién hechas para aportar al potluck.

Corro a la cocina, casi tropezando con Muffin porque estoy hablando sola
todo el tiempo.

Necesitas calmarte, me digo a mí misma severamente. Acabas de sacar a


Charlie de la casa por un rato, no hay necesidad de estropearlo siendo tan... lujuriosa.
Además, sabes que es una mala idea.

Y tengo razón. Si no estuviera dañado por la muerte de su ex, tal vez


podría desearlo. Pero está muy malherido, perseguido por demasiados
fantasmas, haciendo eco a su alrededor.

Eso no significa que no pueda mirar.... mientras él no me vea anhelándolo.


Está bien admirar desde lejos.

Amontono los pasteles en sus platos de cristal, sintiendo la frescura del


cristal contra mis palmas. Las tartas huelen divinamente, las moras Marion
oscuras son un tipo de mora del noroeste del Pacífico. Las llevo al frente de la
casa y tomo mis llaves al salir.

Charlie está en el porche sosteniendo a Sarah, que le está hablando de


alimentar a los perros.

—Yo acaricio —dice, encantada—. Comen.

54

54
Charlie me mira y luego a los pasteles que tengo en la mano.

—¿Para el potluck?

Sonrío.

—Sí. Las hice anoche.

—Ah —dice, saliendo del porche—. Pensé haber olido algo un delicioso
aroma anoche, pero no presté atención.

Me ruborizo, al pesar de que no me ha hecho ningún cumplido.


Empezamos a caminar por la plaza abierta, hacia el escenario. Sobre el
escenario, dos voluntarios izan una colorida pancarta que dice, “Fiesta del
Solsticio de Verano”.

Ya hay gente que llega de a dos y de a tres, poniendo sus platos sobre las
mesas que están desplegadas desde el escenario. La mayoría son parejas y sus
hijos, y pequeños grupos de adolescentes. Los adolescentes se escabullirán e
irán de fiesta a otra parte pronto, pero el atractivo de la comida gratis es
demasiado grande para que se lo pierdan.

—¡Pájaro! —dice Sarah al azar, rebotando arriba y abajo


excitadamente—. ¡Gran Pájaro!

—¿Te gusta Plaza Sésamo? —le pregunto a ella.

Piensa por un minuto, su mirada de concentración es adorable.

—¡Sí! —declara.

—Lo ve todas las mañanas —dice Charlie—. ¿No es así?

—¡Sí! — dice ella, asintiendo de acuerdo.

Puedo sentir los ojos curiosos de muchas personas que nos observan
mientras nos acercamos a las mesas de comida. Dejo las tartas en la mesa,
descubriéndolas. Antes de que termine, las mujeres mayores están encima de
Charlie.

—Hola —dice Martha Stocksbury, con su lápiz labial rosa fluorescente del
mismo color que su chándal—. ¿Y quién es esta de aquí?

55

55
Le hace cosquillas a Sarah, que rápidamente esconde su cabeza contra el
hombro de Charlie. Veo una lucha en la cara de Charlie, su necesidad de huir
con su deseo de que Sarah conozca a algunas personas.

—¡Hola, Martha! —digo, poniéndome entre Charlie y ella—. Este es


Charlie, tiene las manos ocupadas. Y esta pequeña mona tímida es su hija
Sarah.

Antes de que Charlie pueda decir algo, un montón de mujeres están


saludando y haciendo preguntas. Sonrío y respondo la mayoría lo mejor que
puedo, sintiéndome como un portero durante un partido de muerte súbita.

Eventualmente Sarah ve a varios niños de su edad jugando, y tira de la


sudadera de Charlie.

—¡Papá, quiero!

Charlie los mira con incertidumbre, pero estoy segura de que este es
exactamente el tipo de socialización que Sarah necesita.

—¿Nos disculpan? —le pregunto a la Sra. Bond, que es lo más vieja y


agradable que hay—. Sarah quiere jugar.

—¡Por supuesto, querida! —dice la Sra. Bond, apoyándose en su andador.

Agarro a Charlie por el codo y le hago un guiño mientras lo guío


suavemente hacia donde están los padres en un semicírculo. Charlie se
arrodilla y Sarah salta de sus brazos, corriendo hacia un niño que está a cuatro
patas en el césped.

—¿Jugar? —pregunta con curiosidad.

—¡Caballo! —dice, haciendo una especie de relinchido.

Sarah se agacha e imita lo que él está haciendo, y los dos fingen comer
hierba.

—¿Eh? —le digo a Charlie, dándole un codazo en las costillas.

Hace un sonido sin compromiso, mirando a Sarah como un halcón. Se me


ocurre que esta puede ser la primera vez que ella escogió a un nuevo amigo
antes que a él. Ahogo una sonrisa.

56

56
Me quedo con Charlie un buen rato, viendo a Sarah jugar con cuatro
niños diferentes. Cuando el sol comienza a descender, Sarah se cansa, yendo
directamente donde su padre en busca de consuelo. Sugiero que tomemos uno
de los bancos para sentarnos, y disfrutemos de los últimos restos de la tarde
que se desvanece.

Charlie lidera el camino hacia el banco más alejado de la banda. Sonrío;


parece muy propio de él que no le guste la música.

Así que nos sentamos, casi siempre en silencio, mirando a la gente del
pueblo mientras las luces de la calle parpadean. Ya he charlado bastante por
hoy. Sarah se duerme apoyada en mi brazo. Extiendo mi mano, vacilante al
principio, y luego le acaricio el cabello.

Es más suave de lo que creo que debería ser. Me hace sonreír. Charlie no
se opone, así que me relajo y la sigo acariciando.

Entonces, mientras estamos sentados allí, se encienden los fuegos


artificiales, un resplandor de oro que hace erupción con un fuerte bang. Charlie
se pone de pie, y yo lo miro. Todo el color ha desaparecido de su cara.

—Tenemos que irnos —dice con los dientes apretados, agarrando a


Sarah.

—¿Qué...? —Empiezo, pero ya la está llevando hacia la casa. Me apresuro


a perseguirlo, y veo su cuerpo entero sacudirse mientras otro fuego artificial
explota detrás de nosotros.

Oh.... creo. Está afectado por los fuegos artificiales, de alguna manera.

Sarah se despierta y puedo oírla empezar a llorar. Charlie empieza a


correr, y yo también. Corre hasta su puerta, irrumpiendo y cayendo de rodillas.
Lo sigo, cerrando su puerta de golpe.

—¡Papi! —se lamenta Sarah, luchando por liberarse.

Se pone a cuatro patas, enjaulando a Sarah con su propio cuerpo. No sé


qué hacer, así que me arrodillo junto a él, poniendo una mano sobre su espalda
ancha. Su capucha está húmeda al tacto, y todo su cuerpo está temblando.

Sarah sigue luchando contra él, su temperamento de dos años aumenta.

57

57
—¿Puedes dejar que me la lleve? —murmuro en voz baja.

Después de una larga pausa, levanta su mitad superior ligeramente, lo


que le permite a Sarah liberarse. Ella simplemente se acuesta en el suelo y llora
por un minuto o dos. Charlie está temblando y sudando, experimentando algo
por su cuenta, acurrucado en sí mismo.

—Todo está bien —les digo a los dos, tocando suavemente a cada uno de
ellos—. Todo está bien. Nada está pasando.

Los fuegos artificiales se detienen tan repentinamente como empezaron,


y Sarah llora lentamente. Sarah tiene tanto sueño que parece natural que la
levante y la lleve al sofá, colocando una manta a su alrededor.

Cuando vuelvo con Charlie, parece que se ha recuperado un poco,


tumbado de espaldas. Está mirando fijamente a la pared, como si pudiera hacer
un agujero en ella.

—¿Te sientes mejor? —pregunto, mordiéndome el labio mientras lo miro


fijamente.

Gira la cabeza para mirarme, e instantáneamente veo exactamente lo que


no quiere que yo ni nadie más vea. Su expresión está destrozada y angustiada,
y las lágrimas brillan en sus ojos.

Deseo desesperadamente consolarlo, pero no estoy segura de cómo o si


me dejaría.

Simplemente asiente, girando la cabeza para mirar la pared. Cuando


habla, su voz es ronca.

—Gracias. Puedes irte.

Miro a Sarah, que está profundamente dormida, y luego vuelvo con


Charlie. Mi corazón sufre por él de nuevo, y de nuevo no hay nada que pueda
hacer o decir que lo mejore.

—Estoy justo en la puerta de al lado —digo, moviéndome hacia la


puerta—. Cuando me necesites, de día o de noche.

Solo asiente con la cabeza y exhala un aliento tembloroso. Me deja salir


por la puerta principal, sin saber si realmente me oyó.

58

58
Una cosa es segura: cuando veo a Charlie, veo un animal exótico herido,
el león con una espina en la pata. Y yo siendo yo, quiero ayudar.

El problema es que también encuentro muy atractivo a un hombre que


sufre profundamente. Hay algo en saber que hay un profundo pozo de agua
oscura y peligrosa escondido bajo su exterior. Y cuando estoy tan cerca de él,
siento...

Bueno, no estoy del todo segura. Pero tengo la inquietante preocupación


de que estoy demasiado cerca de esa agua azul oscuro.

59

59
7

Estoy en mi auto con Sarah, hablando por la conexión Bluetooth mientras


conduzco hacia la casa de mi papá. Papá y Rosa me han estado rogando que
lleve a Sarah a pasar el día, solo para pasar el rato.

Hoy lo intentaré, solo por un rato.

—No, no es...—Me las arreglo, antes de que la madre de Britta, Helen, me


interrumpa.

—Si ibas a mudarte aquí a la costa, ¿por qué te mudarías a Pacific Pines?
—pregunta Helen, su voz se vuelve más nasal de lo normal—. Tenemos un
montón de propiedades aquí en Seaside que podríamos haberte alquilado.
¡Estarías lo suficientemente cerca como para pasar! Y conozco a la gente de las
juntas escolares de aquí, para cuando Sarah lo necesite...

Aprieto los dientes. La idea de estar lo suficientemente cerca para que


Helen venga es bastante aterradora. Ella es como una abeja reina, solo que su
hábitat nativo es la costa de Oregón. Nunca nos llevamos bien antes de que
Britta muriera, y ahora Helen siente que tiene derecho a tener más acceso a su
nieta de lo que yo tengo ganas de darle.

—Te lo dije —se lo explico lentamente, por décima vez—. Me mudé a


Pacific Pines para estar más cerca de mi familia.

—¡Somos tu familia! —exclama Helen—. Te lo digo, cariño, no lo


entiendo. Si se trata de dinero...

—Como te he dicho antes, Sarah y yo estamos perfectamente bien.


Escucha, Helen, tengo que irme —le digo mientras me detengo frente a la casa
de mi papá.

—Pero ni siquiera hemos hablado de... —comienza Helen.

60

60
—Adiós, Helen —gruño, y luego aprieto el botón del volante.

—¡Adiós! —dice Sarah desde el asiento trasero—. ¡Adiós, adiós, adiós!

Dejo a Sarah con papá y Rosa con muchas dudas, aunque sé que solo
estará a veinte minutos de distancia. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Es un
juego para gente que no ha pasado por lo que Sarah y yo hemos pasado.

Después de dejar a Sarah riéndose en los brazos de Rosa, me dirijo a la


casa. No sé qué hacer. He hecho todo mi trabajo de los próximos días, y sin
Sarah aquí para distraerme...

He pasado mucho tiempo contemplando mi propia existencia y las


grandes cuestiones de la vida. Sin Sarah, eso es lo que me queda.

Hoy no, me lo prometo.

Cuando me dirijo a la cocina, abro la nevera y tomo una de las cervezas


que me obligué a comprar en la tienda de comestibles. No es whisky, pero una
Hefewizen es bastante decente.

A través de la ventana de la cocina, veo a Larkin de pie en el porche


trasero, atándose el pelo. Tomo un sorbo de cerveza y doy un repaso
automático de su cuerpo; lleva un pesado suéter gris sobre un par de jeans que
abrazan su trasero perfectamente.

Si yo fuera otra persona, encontraría a Larkin Lake muy sexy. Por un


momento, me imagino en el mundo en el que no tenía ataduras y nada me
detenía. El hombre que era a principios de mis veinte años la habría visto y
sabría que terminaríamos calientes, sudorosos y horizontales.

Ahora, ¿sin embargo? Honestamente, no puedo verme saliendo con nadie,


por el resto de mi vida. Concedido, mi futuro es este tipo de vaga mancha
oscura. Vivo un día a la vez, por necesidad.

Mientras miro, Larkin salta del porche. Entra en la hierba hasta los
tobillos y mira todos los trozos de metal oxidado que solían ser lavadoras y
cortadoras de césped, y Dios sabe qué más.

Comenzando con una máquina antigua que probablemente solía ser un


lavaplatos, Larkin agarra un extremo y comienza a sacarlo de la hierba. Hace

61

61
muecas ante el peso y el tamaño de la pieza. Inmediatamente queda claro que
encuentra que moverlo es una lucha.

Dejo mi cerveza en el suelo. Puede que mis padres no me hayan criado


bien, pero todavía no hay manera de que la deje hacer lo que sea que esté
haciendo sola.

Salgo, contento de llevar un par de vaqueros viejos con una camiseta y mi


sudadera. Larkin mira hacia arriba mientras salgo al sol brillante. Me
entrecierra los ojos, arrastrando una esquina del lavavajillas.

—Oye —digo, bajando a la hierba y deteniéndola—. Déjame tomar una


esquina.

—Oh, no tienes que hacer eso —dice, con su frente arrugándose. No


puedo evitar notar que su suéter gris resalta sus ojos color caramelo.

—¿Qué, voy a sentarme a ver cómo intentas levantar estas cosas sola?
—digo, con una mueca—. Odio ser el que te lo diga, pero eres demasiado
pequeña para mover la mayoría de estas cosas por ti misma.

Mueve los ojos, metiendo un pedazo de su cabello rubio que se le ha


escapado de la cola de caballo detrás de la oreja.

—No lo soy.

Le lanzo mi mirada más escéptica y se ríe. Me gusta la forma en que se


ríe; suena como si viniera de lo más profundo de su cuerpo, una pequeña
versión de la risa enorme de un hombre grande.

—Está bien —dice—. ¿Qué tal si haces esto por mí y te preparo el


almuerzo por tus esfuerzos?

—Trato hecho. —Concuerdo—. ¿Lista?

Juntos, movemos algunas piezas de chatarra al patio lateral, que está bien
mantenido.

—Las otras partes del patio parecen estar cortadas regularmente. ¿Cómo
llegó a este estado el patio trasero? —pregunto mientras trabajamos.

—Ah. Uhhhh... aquí es donde mi madre guardaba sus proyectos —dice,


mirando hacia atrás para caminar un poco de espalda mientras movemos una

62

62
lavadora—. No soportaba tirar nada que pudiera ser de utilidad. Así que no era
una acaparadora exactamente, pero... no compraba nada solo por diversión.
Especialmente si ella podía repararlo.

—Estoy percibiendo una pizca de desaprobación en tu tono —digo.

Su frente se frunce por un segundo.

—Era una persona muy frustrante, supongo.

Seguimos moviéndonos mientras hablamos. Entre el sol de la mañana y el


esfuerzo de mover toda la chatarra, me caliento lo suficiente como para desear
no estar usando mi sudadera.

—Así que... supongo que como tu madre no está por aquí, ella...

Siento sus ojos sobre mí durante un largo minuto antes de que responda.

—Sí. Murió hace cuatro años.

Hago una pausa. Su tono no es exactamente triste. Es solo que.... carece


de emoción. Obviamente hay algo que saber sobre su madre, pero no me
entrometo.

—¿Quieres algo de beber? —pregunta, limpiándose la frente—. Tengo


que admitir que ya estoy sudando.

—Sí, yo también lo estoy. Me vendría bien algo —digo.

Me muestra una sonrisa.

—Vamos. Hice limonada ayer.

La sigo por el porche trasero y hasta su lado de la casa. Cuando me abre


la puerta trasera, de repente me doy cuenta de que soy mucho más grande que
ella. Podría quebrarla tan fácilmente, si quisiera.

Larkin no lo sabe, sin embargo. Está ocupada vertiendo limonada en dos


vasos. Me pasa uno, y nuestros dedos se tocan cuando acepto el mío. Me
apresuro a tomar un sorbo.

La limonada es tan dulce y a la vez tan ácida. Me hace la boca agua con
cada sorbo que tomo. La miro mientras se toma un trago largo, observo su
garganta trabajando para tragar.

63

63
Hace un pequeño sonido de ahhhh cuando termina, su lengua rosa sale
para atrapar una gota de limonada que está rodando por su labio inferior.

Por alguna razón, eso me pone muy nervioso. Necesito decir algo, para
poner mi mente en otro lado.

—Así que, ¿siempre has vivido aquí? —pregunto, alejando la mirada. Es


más fácil mirar fijamente los feos gabinetes de la cocina que examinar
cualquier incidente menor de lujuria que esté teniendo.

Larkin mueve la cabeza.

—No. Crecí aquí, pero me fui a la universidad. No veía la hora de largarme


de Dodge.

Levanto las cejas.

—¿De verdad?

—Sí, en serio —dice, haciendo girar la limonada en su vaso—. Mi madre


era superintendente de todas las escuelas de este condado. Ella... bueno, no
era la persona más fácil con la que vivir.

Ahora tengo curiosidad.

—¿Qué, te corrigió la gramática demasiado a menudo? —bromeo.

Larkin sacude lentamente la cabeza de nuevo y mira hacia abajo.

—No. Bueno, lo hizo, pero... mi madre era... era difícil complacerla. Me


puso ante gente de fuera como ejemplo de lo que debería ser un estudiante
ideal. Pero también me hacía pedazos en privado, tratando de estar a la altura
de sus expectativas. —Se muerde el labio—. Cuando fracasé, lo que casi
siempre fue, había... repercusiones. Bastante severas. Y como ella me refregaba
en la cara de los maestros y otros padres, nunca tuve amigos.

Wow. No me esperaba eso. Miro a Larkin, que obviamente aún está


bastante destrozada por ello. Hay una pequeña arruga en su frente que yo
suavizaría si tuviera ese poder.

—¿Qué hay de tu padre? —pregunto.

64

64
Me mira, con esos ojos color caramelo que me clavan donde estoy
parado. El fantasma de una sonrisa juega con sus labios.

—¿Qué padre? Mi madre tenía muchos amantes, muchos de ellos


hombres casados de Pacific Pines, pero nunca mantuvo a ninguno por mucho
tiempo.

—Ah. Puedo ver por qué estabas lista para salir de esta ciudad, entonces
—digo, drenando lo que queda de mi limonada—. ¿Cuándo volviste?

Sonríe.

—Solo hace unos seis meses. No pienso estar aquí para siempre; ni
siquiera habría vuelto si mi madre no me hubiera dejado esta casa para
ocuparme de ello.

—Siento que tu madre haya muerto —le digo.

Se encoge de hombros.

—Está bien. Tuvo una gran vida. Diablos, todo el pueblo la llamaba Big
Ruth, y había una razón para eso.

—¿Lista para volver a salir? —pregunto, asintiendo al patio trasero.

—¡Sip! —dice. Sale por la puerta y se dirige hacia la hierba alta. Mira
alrededor del patio, y señala lo que podría haber sido un pedazo de un
coche—. ¿Qué tal ese?

—Está bien. Esta vez caminaré hacia atrás —digo asintiendo. Tomo una
esquina, ignorando el hecho de que hay una lluvia de hojuelas de óxido donde
la toco—. Uno, dos, tres...

Movemos un par de piezas más antes de que Larkin decida entablar


conversación una vez más.

—¿De dónde te has mudado aquí? —pregunta, y luego hace un gesto de


dolor cuando se cae el borde de un viejo televisor en su pie—. ¡Ay!

—Cuidado —digo—. Me mudé aquí desde Portland. Creo que ya lo he


dicho, pero quería estar más cerca de los dos abuelos de Sarah. Además,
necesitaba... supongo que no necesitaba estar en un lugar que me recordara lo
que perdí cada vez que doblaba una esquina. Era esto, o mudarme a la costa

65

65
este, para estar más cerca de mi trabajo. Este parece ser el lugar correcto, por
ahora.

Espero que se ponga en modo salvadora, que intente consolarme o algo


así, pero no lo hace. En vez de eso, dice—: Bueno, me alegro de que se hayan
mudado aquí.

No sé qué decir a eso, así que le doy media sonrisa.

Mira a su alrededor en el patio trasero, caminando por el césped más alto.

—Muy bien, tenemos la mayoría de las cosas importantes... así que ahora
el asunto…

Pisa algo que es invisible para mí, lo suficientemente duro como para caer
sobre su trasero. La mirada de dolor en su cara más el sonido de angustia que
hace es lo suficiente para que deje caer la mesa del patio cubierta de óxido que
estoy cargando y corra a su lado.

—Espera, espera —digo cuando intenta y no se puede poner de pie—.


¿No puedes caminar sobre él?

—No... —Levanta el pie para examinarlo y sangra por un corte largo y


delgado en el arco—. Mierda. Gracias a Dios que ya me puse la vacuna
antitetánica.

—De acuerdo —digo pisando con cuidado—. Déjame ayudarte a entrar a


la casa. Tenemos que limpiar ese corte. Cuanto antes, mejor.

—No tienes que hacerlo... —comienza, pero la interrumpo al inclinarme


hacia abajo y recogerla en mis brazos.

Lo juro, por unos segundos, ambos estamos un poco aturdidos por la


sensación de su cuerpo contra el mío. Extiende la mano y desliza sus brazos
alrededor de mi cuello... y luego me mira directamente a los ojos.

Sus ojos color caramelo se encuentran con los míos, y hay una pequeña
sacudida de conexión, la sensación de electricidad que salta de ella hacia mí. La
agarro con más fuerza por un segundo.

Esto, ella y yo.... por un momento, se siente natural. Parece inevitable. Y


oh, tan jodidamente bien.

66

66
Larkin me mira, sonrojada e inconscientemente sacando la lengua para
mojar su labio inferior. El gesto es tan sensual, una sensualidad tan
involuntaria, que me sorprende.

No solo eso, sino que empiezo a ponerme duro. Gracias a Dios que elige
ese momento para hablar.

—Cuidado donde pisas —dice agitadamente, rompiendo el contacto


visual—. No queremos terminar heridos.

Frunzo el ceño. Sé que está hablando de lo que podría estar en la hierba,


pero por un segundo no lo parece. Es casi como si estuviera hablando del
momento que acaba de pasar entre nosotros.

—Correcto —digo, volviendo mi atención a la tierra bajo mis pies—. No


querríamos eso.

La llevo adentro y la ayudo a subir al sofá. Traigo su botiquín de primeros


auxilios. Me aseguro de que tenga todo lo que necesita.

Y luego me voy de su casa, de su vista, de su esfera de influencia. Salgo a


correr, marcando un ritmo punitivo, flagelándome a cada paso.

67

67
8

Estúpidos zócalos viejos, pienso. Estoy de rodillas junto a la puerta


principal, martillo en mano, usando las puntas de la herramienta para tratar de
arrancar los antiguos zócalos de la pared. Tiro al final, y me las arreglo para
conseguir que se despeguen unos centímetros.

Los perros están tratando de ser útiles, moviendo sus colas y parándose
demasiado cerca. No dejo de espantarlos cada pocos minutos, porque no me
siento del todo segura usando un martillo.

Reemplazar esto es la siguiente cosa en mi lista interminable de cosas por


hacer antes de que pueda poner la casa en el mercado. Años y años de muebles
mal movidos han dejado los zoclos agrietados y dañados, especialmente aquí
en la entrada.

Me pongo de espalda para apartarlo de la pared, y mi recompensa con un


largo pedazo suelto. Por supuesto, como estaba demasiado entusiasmada con
mis tirones, vuelo hacia atrás cuando se suelta, y termino cayendo de culo.

—Uuuf —digo, frunciendo el ceño—. Esto es muy difícil.

Morris se acerca, lamiéndome la cara. Zack solo se mueve de un lado a


otro sobre sus patas ansiosamente, sus uñas hacen clic clic en el suelo.

—Sí, está bien —le digo, alejándolo después de un segundo—. Eres muy
lindo, pero no ayudas.

Cuando me levanto, me quito el polvo del culo, llaman a la puerta. Todos


los perros empiezan a ladrar, incluso Sadie. Su ladrido suena un poco raro,
como si alguien le hubiera metido un calcetín en la garganta y ella estuviera
tratando de compensar eso.

68

68
Voy a abrir, y encuentro a Charlie parado al otro lado, sosteniendo una
caja grande y polvorienta. Se ve malhumorado, alto y guapo, algo habitual en
él.

No he visto a Charlie desde que me ayudó a entrar hace unos días.


Honestamente no esperaba verlo tan pronto, especialmente no sin que yo
apareciera en la puerta de al lado para ver cómo estaban él y Sarah.

Cada vez que algo, aunque sea vagamente coqueto, sucede entre
nosotros, va a enterrar su cabeza en la arena por un tiempo. Ni siquiera puedo
enfadarme por ello; es solo una parte de lo que es Charlie.

—Hola —digo, sombreando mis ojos de la luz del sol que entra. Asiento a
la caja—. ¿Qué tienes ahí?

—Lo encontré en el armario de arriba —dice Charlie—. Parece algo


personal.

—Tráelo —digo, abriendo la puerta de par en par y sacando una mano—.


Veamos qué es.

Lo lleva dentro, a la sala de estar. Deposita la caja en la mesa de café y se


inclina para acariciar a los perros, que se empujan unos a otros para llamar su
atención.

Lo veo mirándome, como si estuviera haciendo inventario. Tengo un


momento de desear estar vestida con otra cosa que no sean mi viejo y dulce
pants Juicy y una camiseta muy grande, pero me lo aparto.

Tomo la tapa de la caja, la saco con cuidado para que no se llene de polvo
por todas partes. Cuando la quito, veo varias cosas que hacen taparme la boca
con la mano.

Hay un montón de lo que parecen fotos de la infancia, algunos trofeos y


una delicada caja de música de madera. Alcanzo y saco la primera foto de la
parte superior, sosteniéndola como si fuera un trozo de vidrio frágil.

Miro la foto, entrecerrando los ojos porque está un poco granulada. La


foto fue tomada claramente en la década de 1980. Estoy en ella,
probablemente tenía la edad de Sarah, vestida como un pastel con un vestido
de encaje rosa.

69

69
Hay un hombre y una mujer mayores allí también, con expresiones
estoicas a juego. La mujer me sostiene en su regazo, aunque obviamente estoy
a punto de empezar a retorcerme.

—Creo que son los padres de mi madre —digo, mirando a Charlie. Doy la
vuelta a la foto, tomando nota del hecho de que tiene inscrito Mamá, Papá y
Larkin—. Primavera de 1989.

—¿Puedo ver? —pregunta.

—Claro —le digo, pasándole la foto a él.

Dirijo mi atención a la caja de música, levantando su tapa con dos dedos.


Cuando la abro, una pequeña bailarina gira sobre una pequeña plataforma, y la
caja de música comienza a tocar una versión diminuta del Lago de los Cisnes.

Mis ojos se nublan mientras estiro la mano y meto el dedo en una pulsera
de oro finamente forjada. Recuerdo que la recibí en mi sexto cumpleaños.
Estaba en una elegante caja de terciopelo negro. Abrí la caja y cuando vi la que
había dentro, estaba tan emocionada que grité.

Entonces recuerdo que mi madre agarró la caja y me la quitó de las


manos.

—Eres demasiado joven para tener algo tan bonito. Solo lo perderás. Lo
mantendré a salvo para ti.

Nunca volví a ver esa pulsera, pero aparentemente mi madre cumplió su


palabra.

—Oye —dice Charlie, devolviéndome la foto. Miro hacia arriba,


sorprendida. Honestamente olvidé que estaba aquí por un segundo.

—Hola a ti —digo, aclarándome la garganta.

Se desplaza de un pie a otro y su mano sube para frotar la parte posterior


de su cuello con timidez.

—Solo quería decirte que siento lo del otro día, en el patio trasero.

Hago un gesto con las cejas. Eso no era lo que esperaba que dijera.

70

70
—¿Oh? —digo, con la boca cerrada. Tenía muchos sentimientos sobre lo
que pasó, pero ninguno de ellos culpaba a Charlie de nada.

—Sí. Solo... no te rías, pero parecía en mi cabeza que me estabas


coqueteando conmigo —admite, extendiendo la mano para pasar los dedos
por el borde de la caja.

Inmediatamente me pongo rojo brillante. No se equivoca en mis


intenciones; si me hubiera mirado así con esos ojos verdes como la jungla por
un segundo más, habría intentado besarlo.

Pero no lo hizo, así que yo tampoco. Ahora está mirando mi expresión,


tratando de calibrar mi reacción. Me muerdo el labio y me encojo de hombros.

—Está olvidado —digo. Necesito algo que lo distraiga de este tema, así
que tomo el trofeo que está más cerca. Es ligero, hecho de plástico, pero
pintado para que parezca dorado—. Mira, primer lugar en el concurso de
deletreo de cuarto grado.

Pongo el trofeo a un lado. Lo toma, impresionado.

—Primer lugar, ¿eh? —se maravilla, girándolo para ver los lados.

—Bueno, probablemente tengo muchos más trofeos de segundo y tercer


lugar, pero Big Ruth no me dejó traerlos a casa. Los llamaba trofeos de lástima.

—Guau —dice. Hay un tono incierto en su voz—. Eso es bastante duro.

—Síp. La mayoría de los niños traían sus boletines de calificaciones a casa


y sus padres los ponían en el refrigerador si eran buenos. No mi madre. Solo
ponía notas perfectas en la nevera, y cualquier cosa menos de 98 significaba
que estaba en serios problemas. —Suspiro, cierro la caja de música y tomo la
siguiente foto de la pila—. ¡Oh, mira! Aquí estoy a los cuatro, tratando de
andar en bicicleta.

Le muestro la foto, donde estoy muy seria mirando a la cámara,


sosteniendo mi bicicleta rosa por el manillar.

—Poca o ninguna expresión parece haber sido la norma en tu familia


—dice sonriendo un poco.

71

71
—Definitivamente era influencia de mi madre. Aquí, estoy segura de que
hay una de ella en esta pila... —digo, hojeando las fotos. El polvo me llega de
repente, y estornudo tres veces seguidas.

Los perros aparecen como sobresaltados, y yo les hago una cara.

—Salud —dice Charlie.

—Gracias. Oh, aquí hay una foto de mi madre —digo, sacando una foto
de la pila y entregándosela.

La mira por un segundo.

—No puedo creer que sea tu madre. Supongo que esperaba que se
pareciera a ti.

Arrugo la nariz.

—Sí. Big Ruth medía un metro setenta y pesaba mucho más que yo. No
teníamos mucho en común, genéticamente o no.

—Hmmm. —Es todo lo que dice—. Debí haber tomado más fotos de
Sarah cuando era una bebé. No creo que haya más que un puñado de los
últimos dos años.

—No es demasiado tarde para empezar —digo tratando de ayudar.

Por alguna razón, eso me hace ganar otra media sonrisa de él.

—¿Qué? —digo perpleja.

—Nada —dice, reprimiendo la diversión.

—Uh huh. —Pongo los ojos en blanco.

—Escucha, tengo que irme. Tengo que ir al lado, antes de que Sarah se
despierte sola de su siesta.

—De acuerdo —digo bajando las fotos de la pila—. Gracias por traer
esto.

Parece confundido por un momento.

72

72
—¿Tienes, uh… algún interés en ir a comer pastel conmigo y con Sarah
mañana? Vi que están haciendo un especial de pastel moras Marion en Dot's
Diner, y pensé que te podría interesar.

Mis cejas se elevan tan rápido que siento que pueden golpear el techo.

—¿Estás...? —Empiezo a hacer gestos. Ni siquiera sé lo que quiero decir,


exactamente.

—No es una cita —dice con firmeza, moviendo la cabeza—. Le prometí a


Sarah que iríamos. No es gran cosa.

Ahora soy yo la que está sonriendo.

—Me encantaría ir.

—¿Sí? Muy bien —dice, asintiendo. Se despeina su cabello oscuro—. ¿Te


parece bien a las dos en punto?

—En realidad, tengo que trabajar hasta las cuatro —le digo
disculpándome.

—Muy bien, a las cuatro y media, entonces. —Se da la vuelta para irse y
luego se detiene—. ¿Nos vemos allí?

Me rio.

—Es una no-cita.

Me da media sonrisa y luego sale por la puerta. Me quedo ahí un


momento, mirando el lugar que ocupaba, preguntándome ¿Qué significa
realmente una no-cita?

73

73
9

—¿Vamos? —pregunta Sarah, señalando la heladería cuando pasamos por


allí.

Mientras camino hacia la fachada verde brillante de Dot's Diner, llevo a


Sarah en mi cadera.

—Hoy no. Nos reuniremos con Larkin, ¿recuerdas?

—¡Lake! Lake!! —grita Sarah, justo en mi oído.

—Síp —digo distraídamente abriendo la puerta cromada del restaurante.


Miro hacia el mostrador de fórmica blanca brillante que corre a lo largo del
restaurante. Una camarera se mueve detrás, girándose para gritar una orden a
través de una ventana hacia la cocina —. Nos reuniremos con Larkin para
comer pastel.

—¡Yum! —dice Sarah, con su voz tan fuerte como siempre.

Un par de comensales se dan la vuelta desde sus pequeñas cabinas de


cuero rojo, mirando a Sarah. Larkin aún no ha llegado, así que voy y tomo un
puesto en la esquina más lejana, lejos de los otros clientes.

Coloco a Sarah a un lado, buscando un asiento de seguridad. Sarah


inmediatamente toma los saleros y pimenteros de la mesa blanca y brillante,
sonriendo.

Suelta un chorro de tonterías, y la hago callar.

—Shhh, estamos dentro ahora. Es hora de hablar bajito —digo—. Ahora


muévete.

Entra y yo me siento en el banquete de cuero rojo. Cruje mientras soporta


mi peso.

74

74
—¡Papá! —dice Sarah—. Papi, ¿azúcar?

Me ofrece la sal, y la tomo. La camarera se acerca, toda ataviada con un


uniforme de verde menta, su pelo es una extraña mezcla de rojo brillante y
raíces grises. Si tiene menos de 80 años, me comeré mis propios zapatos.

Está mascando chicle obviamente, machacándolo mientras saca su libreta.

—Soy Darlene —dice, sonando como si acabara de fumar cien


cigarrillos—. ¿Necesitas un asiento para ella?

Miro a Sarah.

—Sí. Un booster, si tienes uno.

—Claro, claro —dice—. ¿Quieres algo de beber?

—Una taza de café para mí. Y.... un zumo de manzana para ella.

—Claro, claro —dice, arrastrándose.

Veo a Larkin entrar en la cafetería, con su pelo rubio recogido en un


moño impecable. Lleva un vestido púrpura claro y una chaqueta blanca,
radiante cuando nos ve.

—¡Hey! —le dice a Sarah cuando se desliza por el lado vacío—. ¿Qué, no
hay booster?

—¡Lakeeeeeeeeeeeeee! —grita Sarah a todo pulmón.

Larkin y yo la callamos instintivamente, Larkin ríe entre dientes.

—Hola Sarah —dice, metiendo la mano en su bolso y sacando una grulla


de origami—. Mira lo que te traje. Hicimos esto hoy en la biblioteca.

Sarah lo toma de la palma de la mano abierta de Larkin, mirando más allá,


impresionada con su don.

—¿Qué le dices a Larkin? —le pregunto, dándole un toque.

—¿Qué? —pregunta Sarah.

—¿Dijiste gracias?

Sarah mira a Larkin.

75

75
—¡Gracias!

La camarera regresa con el booster marrón para Sarah.

—Aquí tienes.

Lo acepto, poniéndome de pie para que Sarah se instale. Lleva un minuto,


pero al final la acomodo en la silla y me siento.

—¿Puedo beber un té helado? —pregunta Larkin.

—Claro —dice la camarera—. ¿Quieres algo de comer?

—Todos necesitamos pastel —digo—. Dos trozos de moras Marion.

Darlene escribe eso antes de desaparecer de nuevo. Larkin sonríe a Sarah,


que está jugando con la grulla de papel.

—¡Pájaro! —dice Sarah.

—Sí, pájaro —dice Larkin. Me mira—. Hoy hubo una celebración cultural
de Japón en la biblioteca.

—Japón está en mi lista de lugares que quiero visitar —digo recostadme


contra la banqueta de cuero—. Antes de que Sarah llegara, solía visitar un país
extranjero diferente cada año.

Larkin sonríe.

—Imagino que pasarán unos años antes de que Sarah esté lista para viajar
contigo.

Asiento.

—Sí. Ni siquiera quiero pensar tan lejos sobre el futuro.

La camarera trae nuestras bebidas. Le doy las gracias, pasándole el jugo


de manzana a Sarah antes de tomar un sorbo de mi humeante café negro. Es
un café bastante decente, y hago un sonido de agradecimiento.

—¿Así que este es tu gran plan? —dice Larkin, moviendo la mano hacia la
ventana para indicar el pueblo—. Mudarte a Pacific Pines, quiero decir.

Frunzo un poco el ceño.

76

76
—Sí, supongo. Yo… —Me detengo, tomando aire—. Tenía muchos
planes, antes de que Britta muriera. Entonces mis planes eran todo... parecía
tan inútil tratar de planear las cosas.

Sus cejas se juntan.

—Correcto. Por supuesto. Lo siento, no quise cuestionar tus planes para


el futuro. Fue solo un comentario pasajero.

—Sí. Lo sé —digo moviendo la cabeza. Sonrío—. Es un tema muy pesado


para esta tarde, creo.

—Definitivamente —dice, sorbiendo su té helado—. Y sin embargo...


parece ser lo que tengo en mente.

—¿Qué, el pasado?

—Supongo que he estado pensando en cómo no me vi a mí misma


volviendo a Pacific Pines —dice encogiéndose de hombros.

Darlene trae dos rebanadas de pastel, y ambos se lo agradecemos. Tiro mi


tajada hacia mí, usando una cuchara para cortar un pequeño mordisco para
Sarah. Sarah lo prueba con entusiasmo, emocionada.

Miro a Larkin y la encuentro mirándonos a Sarah y a mí con una mirada


expectante. Me encojo de hombros.

—Yo tampoco me vi a mí mismo aquí. En mi mente, tenía planeado el


futuro. Sarah tendría un hermanito que vendría pronto, Britta dejaría de
trabajar y se quedaría en casa con los niños. Compraríamos una casa en
Portland, andaríamos en bicicleta e iríamos de vacaciones a Tahoe. —Le doy a
Sarah otro pedazo de pastel—. Ya sabes lo que dicen. ¿Quieres hacer reír a
Dios? Cuéntale tus planes.

Larkin se muerde el labio y mira hacia abajo, jugando con su pajita.

—Sí. No puedo imaginarme... —dice, y luego se calla.

—Bueno, vamos a celebrar por que ambos estemos aquí, supongo.


—Levanto mi taza de café. Eleva su vaso de té y brindamos. Tiene una sonrisa
triste en la cara.

77

77
—Sí. Es importante recordar que tengo un montón de cosas que amo en
mi vida. Trabajo con libros, por lo que me siento muy afortunada. Me encanta
oler el aroma de los libros nuevos, recién sacados de la caja. Tengo que hacer
el crucigrama del New York Times cada semana. Amo a mis animales...

—Es importante encontrar cosas que ames de tu vida —admito—.


Probablemente debería hacer más de eso.

Larkin me mira.

—En realidad no has probado el pastel.

Le doy un mordisco al pastel y luego le hago un gesto.

—Ugh. Esto es tan dulce. Sarah, ¿por qué te gusta tanto esto?

Sarah simplemente dice—: ¡Pastel!

—Bastante cerca —suspiro—. Es tarta de cumpleaños.

Larkin me mira, con los ojos entrecerrados.

—¿El cumpleaños de quién?

—Mío —admito.

Golpea la mesa.

—Hoy es tu cumpleaños y estás... ¿qué, celebrando con una mala porción


de pastel?

—Oye, al menos lo estoy celebrando —le digo. La señalo con el dedo—.


No tenía que decírtelo.

Sonríe.

—Muy bien, me has atrapado. Pero al menos tienes que dejarme pagar.

Le hago señas.

—De ninguna manera.

—¡Sí! —insiste—. No me hagas decirle a la camarera que es tu


cumpleaños. Lo haré, sin dudarlo.

78

78
Me doy la vuelta para mirar a Darlene, que está muy tranquila en una
cabina al otro lado de la cafetería.

—De acuerdo. Con una condición.

Larkin sonríe.

—¿Qué?

—Que dejemos algo de dinero en la mesa y nos vayamos de aquí. Los


dientes de Sarah se le van a pudrir, de lo contrario.

Levanta las cejas.

—Trato hecho.

Larkin hurga en su bolso y luego deja caer un billete de veinte dólares


sobre la mesa. Le limpio las manos a Sarah con una servilleta y luego salimos
todos.

Sigue estando hermoso y soleado afuera, casi veintidós grados. Sacudo a


Sarah en mi cadera, mirando a mí alrededor.

—Deberíamos caminar hasta el parque —dice Larkin, asintiendo en la


dirección opuesta a la de la casa—. Está ridículamente agradable.

—No me di cuenta de que había un parque —digo, sombreando mis


ojos—. Guíame.

Sigo a Larkin fuera de la plaza del pueblo. A medida que caminamos,


habla de su trabajo, especialmente de lo mucho que le gusta trabajar con
niños. Principalmente escucho, mirando a nuestro alrededor mientras
caminamos.

Hay unos cuantos bloques de residencias con su césped bien cuidado, y


de repente surge un área boscosa. Una pequeña placa declara que esto es
Winters Park.

Tomamos uno de los senderos que atraviesan la zona ligeramente


arbolada. Sarah empieza a llorar para que la baje, así que la pongo en el suelo,
observándola de cerca. Veo una mancha de flores de trillium creciendo, sus
distintivas tres flores blancas puntiagudas brillando contra el verde de sus
sépalos.

79

79
—Mira, Sarah —digo, señalando—. Mira las flores.

—¡Flores! —grita Sarah.

—Cuando era pequeña, solía venir al bosque a recoger trillium —dice


Larkin, cruzando los brazos y mirando hacia abajo mientras caminamos—. Mi
madre no me dejaba llevarlas a la casa, así que hacía coronas de trillium y las
dejaba afuera en el patio.

—¿Sí? —pregunto.

La miro y me pregunto qué tiene esta chica que me interesa. No es su


trabajo, ni su casa. No son sus hábitos, ni sus pasatiempos. Y, sin embargo,
cada vez que obtengo un nuevo trozo de información sobre ella, lo saboreo.

Todas las piezas que tengo son una telaraña de algún tipo, que se teje
lentamente para atraparme. Y eso me atrae, lenta e inexorablemente, sin
importar lo que haga.

—Mmmhm. —Asiente—. Los llamé mi trillón de trilliums. Pensé que era


muy inteligente.

El camino se estrecha, y pronto tengo que caminar junto a Larkin,


nuestras manos rozándose de vez en cuando a medida que avanzamos. Sarah
está unos pasos por delante; se detiene para examinar una pequeña pila de
rocas, las desapila y las vuelve a apilar.

Me detengo y espero. Larkin también. Me mira. Su frente se arruga y se


eleva hacia mi cara. Por un momento, de lo único que soy consciente es de mi
lengua en la boca y de lo pequeña que es Larkin a mi lado.

—Tienes un pedazo de pelusa en el pelo —dice suavemente, sus dedos


tocan mi cabeza brevemente.

Ahora está tan cerca, tan cerca que puedo sentir el calor de su cuerpo
contra el mío. Puedo oler un ápice de su perfume, vainilla y una nota de
sándalo.

Me mira, abriendo la boca, a punto de hablar. Me inclino, cierro


instintivamente la brecha entre nosotros y la beso. Mis labios tocan los suyos,
mis ojos se cierran por un segundo.

80

80
El contacto es eléctrico, extendiéndose hacia afuera hasta que lo siento
en mis brazos, mis manos, mi pecho.

Sí, una voz me urge. Toma lo que quieras.

Es la misma voz que me dijo que besara a Britta, me doy cuenta.

Yendo hacia atrás, abro los ojos.

Britta. Me olvidé de Britta.

—Mierda —digo, mirándola fijamente a los ojos. ¿Qué acabo de hacer?

—Yo… —empieza, pero la interrumpo.

—No, eso fue... lo siento —digo, moviendo la cabeza—. Debería irme.

Me dirijo a Sarah, la recojo. Mi mente es un completo desastre, mis


emociones a punto de desbordarse en dos segundos. Solo... necesito alejarme
de Larkin ahora mismo.

—¡Espera! —dice Larkin cuando me doy la vuelta y me pongo a correr.

Pero no me detengo. Todo en lo que puedo pensar es en Britta sentada


juzgando mis acciones hoy. Todo estaba bien...

Y luego tuve que ir a besar a Larkin.

Soy tan jodidamente estúpido.

Sarah comienza a llorar mientras corro a lo largo del sendero, llorando las
lágrimas que agobian mi alma.

81

81
10

Hace una semana que no veo a Charlie, y estoy muy nerviosa por eso.
Verdaderamente angustiada, diría yo. Saco una caja de archivo grande de mi
auto, dando un portazo.

Tal vez no pueda decirle a Charlie cómo me siento, pero sí puedo


expresar mi confusión dando un portazo a esta puerta en particular. Ni siquiera
estoy segura de cómo me siento, pero estoy bastante enfadada con Charlie por
prácticamente escapar corriendo.

Después de unos días de silencio de su parte, me preocupé un poco.


Revisé el buzón de su puerta, como si eso pudiera decirme algo. Todo lo que
encontré fue un montón de correo sin abrir, lo que me preocupó aún más.

Llevo la caja por las escaleras hasta mi lado, frunciendo el ceño mientras
busco mis llaves en el bolso. Las saco y empiezo a abrir la puerta cuando oigo
un grito.

—¡Lake! Lake!! —dice Sarah.

Me doy la vuelta para ver a Sarah subiendo los escalones de mi lado de la


casa. Charlie está a una docena de pasos detrás de ella, con expresión
cautelosa.

Así que aparentemente sabe que desaparecer la mayor parte de la semana no fue
lo mejor, pienso.

—Hola, Sarah —digo, bajando la caja.

Los perros lloriquean al otro lado de la puerta, así que les abro la puerta.
Salen en una manada de entusiastas, con Morris a la cabeza.

—¡Perrito! —dice Sarah cuando desvía su atención de mí. Morris y Zack


están encima de ella, dándole un baño de lengua y moviendo sus colas.

82

82
Miro a Charlie mientras acaricio a Sadie, que mueve la cola con aprecio.
Sube hasta el porche, pero se detiene ahí. Su cabello oscuro se despeina
ligeramente con el viento, y tiene unos círculos oscuros bastante malos bajo
sus ojos.

—Hola —dice. Lo miro, con algo de mi ira acumulada disipándose.

—Hola de vuelta —respondo—. Hace tiempo que no los veo.

Hace una mueca, como si dijera, soy consciente.

—Sí, tuvimos que ir a visitar a la madre de Britta, Helen. —Mira hacia


otro lado.

Arqueo mis cejas.

—¿Vive cerca de aquí?

Se encoge de hombros.

—Bastante cerca.

Quiero preguntarle cómo le fue, escucharle contarme una historia. Pero


me resisto. Si quiere espacio, lo conseguirá con creces. Sarah, por otro lado...

La miro, riéndose mientras acaricia a Morris. ¿Cómo podría alguien sentir


otra cosa que no fuera amor por ella?

—Oye —digo para llamar su atención—. Tengo algo para ti. ¿Lo quieres
ahora?

—¡¡¡Un regalo!!! —declara—. ¡Dame!

Me rio.

—Está bien, iré a buscarlo.

Levanto el archivador y me dirijo al interior. Poniendo la caja sobre la


mesa de café, tomo un libro delgado, con su cubierta con orejas de perro
bastante desgastada. Se siente familiar en mis manos; volteo las páginas sin
pensar.

83

83
Me dirijo de nuevo al porche principal, donde Sarah está esperando
impaciente en la entrada. Me arrodillo a su lado, mostrándole la cubierta
amarillenta.

—Esta era mi copia de El Principito —le digo, abriendo el libro y


hojeando unas cuantas páginas—. Alguien me lo dio cuando era pequeña.
Pensé que tal vez te gustaría tenerlo.

—Yo —dice Sarah, asintiendo.

—Aquí —le digo, tratando de dárselo—. Tómalo tú.

—No —dice, con una expresión obstinada en su cara—. Léeme.

—Oh, no puedo —le dije—. Tengo que...

—¡Tú lees! —grita. Hay un pequeño vibrato en su voz que advierte


lágrimas.

Miro a Charlie, que se ha cruzado de brazos. Me mira a mí.

—Necesita una siesta.

—Ya lo veo —le digo.

Sarah empieza a llorar, frustrada por mi negación de su deseo.

—¡Lee! ¡Lee tú!

Desesperada por detener el flujo de lágrimas, miro a Charlie y le pido


permiso para leerle. Nuestro intercambio no tiene palabras, solo una serie de
miradas. Finalmente, cuando Sarah se prepara para una rabieta completa, él
pone los ojos en blanco.

—Muy bien. Puedes venir a leerle. ¿Oíste eso, Sarah? —dice.

Genial. Soy digna de unos ojos en blanco.

Sarah se calla, pero sus lágrimas no paran. La agarro, con mi corazón


revoloteando por la forma en que se posa contra mi hombro.

Sigo a Charlie, que sube sus escalones y abre la puerta. Me lleva a la sala
de estar, haciendo un gesto al sofá.

84

84
—Siéntala ahí —instruye—. Tomaré su manta del coche.

Siento a Sarah en el horrible sofá floral.

—Tu padre está trayendo tu manta. ¿Qué tal si eliges una almohada?
¿Ésta está bien?

Saco uno de los cojines decorativos y lo pongo en el suelo. Sarah baja la


cabeza.

—¿Leer?

—Definitivamente. —Me siento en el suelo junto al sofá, abriendo el


libro. Empiezo a leer—. Una vez, cuando tenía seis años...

Leo toda la página muy lentamente. Señalo a la boa constrictora, a punto


de tragarse a su presa.

—Parece que la serpiente está a punto de comerse a la criatura púrpura.


¿Qué clase de criatura crees que es?

Sarah arruga la nariz.

—Gato.

—Podría ser un gato —digo—. O algún tipo de... no sé, mangosta o algo
así.

Charlie regresa, despliega una manta de lana rosa y la coloca alrededor de


Sarah.

—Aquí tienes.

Se sienta al final del sofá. Me aclaro la garganta y paso página. Continúo


leyendo, en voz baja.

—Ellos respondieron...

Mientras leo, puedo ver que los ojos de Sarah se están poniendo pesados.
Ahogo mi sonrisa, leyendo sobre las aventuras del Principito.

Soy consciente de que Charlie me está observando. Admito que la


sensación de ser observada por él hace que mi corazón se acelere. Es difícil

85

85
mantener los ojos en las páginas del libro, pero lo consigo. Sarah extiende un
brazo y me lo pasa por el antebrazo.

Mi corazón aprieta fuerte y tengo un pequeño nudo en la garganta. Miro


a Charlie, pero mira a lo lejos, con una expresión ilegible.

Ella cierra los ojos, pero yo leo un rato más de todos modos. Solo quiero
asegurarme de que esté dormida. Siento que los ojos de Charlie me miran de
nuevo, y freno mis palabras. Cuando lo miro, sus ojos me enloquecen, verdes
como un par de esmeraldas.

—Creo que puedes parar —dice, su voz apenas por encima de un


susurro. Él duda y luego dice—: Creo que voy a tomar una copa en el porche.
¿Quieres unirte a mí?

Trago y asiento.

—Sí.

—Vale. Iré a por unas copas. —Se levanta y se dirige a la cocina.

Pongo al Principito en los brazos de Sarah, soltando su agarre sobre mi


brazo. Suavemente lo coloco sobre su cuerpo dormido, y luego salgo de
puntillas de la habitación.

Me siento en la escalera del porche delantero, mirando la puesta de sol


sobre toda la plaza del pueblo. Pronto Charlie se une a mí, tomando asiento a
mi lado. Está más cerca de lo que esperaba, su pierna y brazo rozando las mías
cada pocos segundos.

Le echo un vistazo, preguntándome si se da cuenta. Si lo hace, no hace


ninguna indicación. Me da un vaso de whisky con un par de cubitos de hielo.

—Salud —digo, sosteniendo mi vaso en alto.

Estrecha su mirada por un momento, y luego golpea su vaso contra el


mío. Tomo un sorbo, haciendo una cara mientras el whisky dulce como la miel
me quema la garganta.

—Cielos —digo—. Puede que sea un poco temprano para beber whisky
para mí.

Charlie se ríe.

86

86
—Está bien. Solo.... ha sido una larga semana para mí.

Dejo mi vaso en el suelo, tirando de mi pelo por encima del hombro.

—¿Sí?

—Sí —suspira. Él bebe el whisky—. Mi suegra es... es realmente todo un


caso.

—¿Cómo es eso? —pregunto, ladeando la cabeza.

—El jueves pasado fue nuestro aniversario. Britta y yo, quiero decir. Así
que llevé a Sarah a visitar a Helen. Helen no dejó de insistir en cada pequeña
cosa. Fue muy crítica conmigo, con mi mudanza a Pacific Pines. Y fue crítica
con Sarah, siempre corrigiéndola. Realmente me afectó.

Mis ojos se abren de par en par.

—¿Y pasaste más de un día con ella?

Asiente.

—Sí. Hizo todo este alboroto visitando la tumba de Britta, y luego pasó el
resto del tiempo ensalzando las virtudes de Seaside. Lo está vendiendo con
mucha fuerza.

Me muerdo el labio. ¿Están planeando mudarse? Eso sería... no me gustaría.

—¿Y a ti te gusta?

—Seaside. —Se ríe—. Claro que no. Está a solo una hora de aquí.
Además, sigue diciendo que, si viviéramos en Seaside, podríamos vivir en una
de sus propiedades de alquiler y ella podría venir a visitarnos. Lo dijo no menos
de una docena de veces. Es una persona controladora, y podría verla tratando
de hacerlo con a Sarah. No, gracias, mierda.

—Ah. —Asiento, aliviada—. Suena como si te hubieras ganado esa


bebida, entonces.

Parece divertirse.

—Creo que sí.

87

87
El silencio reina durante unos segundos, tiempo suficiente para que
empiece a inquietarme. Charlie solo bebe su whisky, mirando la puesta de sol.

—Siento lo de... quiero decir, estoy segura de que la conmemoración del


aniversario fue difícil. —Lo miro, y veo una profunda tristeza parpadear en su
cara.

Asiente, con la mandíbula apretada.

—Sí. Lo fue.

Cuando miro a Charlie, no puedo evitar ver un animal herido. Si no es un


león, entonces tal vez un pájaro con un ala herida, luchando por volar.

Y por mi vida, quiero ser yo quien lo rehabilite. Llevarlo a casa en una caja
de zapatos, alimentarlo, dejarlo descansar su ala.

Quiero ser a quien recurra en busca de consuelo.

Es una tontería, lo sé. No soy una adolescente enferma de amor. Soy una
bibliotecaria solitaria con sus propios problemas.

Pero eso no impide que mi corazón lo quiera.

Respiro profundamente y miro hacia abajo, dispuesta a permanecer


callada.

88

88
11

Salgo del auto a mi apartamento, después de dejar a Sarah con Rosa por
este día. Saliendo al aire de la noche, entrecierro los ojos.

No es que quiera buscar a Larkin. Juro que no lo hago. Pero mis ojos
buscan automáticamente su coche, un pequeño Honda rojo. Cuando lo veo, sé
que está en casa.

Déjala en paz, me regaño a mí mismo. Vas a arruinar a esa chica. Se


merece mucho más de lo que tú tienes para ofrecer. Lo que básicamente es
nada.

Me distraigo un par de horas. Hago una caminata larga. Limpio la casa.


Intento leer el Wall Street Journal, aunque no puedo ni siquiera leer la primera
sección sin mirar con asombro el muro que comparto con Larkin.

Eventualmente me ducho y me visto, sabiendo en el fondo de mi cabeza


que voy a llamar a su puerta. Parece inevitable.

Cuando llamo, inmediatamente abre, parece sorprendida de verme. Se ve


increíble, lleva un vestido corto rosa. Mis ojos casi se me salen cuando veo el
escote que muestra. A juzgar por su vestido, va a salir.

—¡Oh! ¡Hola! —dice.

Espera a alguien más. Desearía que ese conocimiento no hiciera que la


boca de mi estómago se amargara, pero lo hace. Cubro mi momento de celos,
haciendo una broma.

—¿Esperabas a Brad Pitt?

—¿Qué? Oh, no. —Sonríe—. ¿Dónde está Sarah?

—Pasará la noche con mi padre y Rosa.

89

89
—Oooh, eso es muy bueno. ¿Estás buscando algo que hacer? Porque un
gran grupo de gente de nuestra edad va a ir a Stella.

Arqueo una ceja, cruzando los brazos.

—¿Qué es Stella?

—Es el único bar al que vale la pena ir antes de llegar a Tillamook. Está de
moda ir los sábados por la noche. —Sonríe—. ¡Deberías venir!

—Ah. No lo creo —digo, dando un par de pasos atrás. Me froto la nuca.

—¡Sí! Necesitas conocer gente —insiste—. Vamos, ¿cuándo fue la última


vez que saliste?

Me detengo, pensando. Es un poco embarazoso que tenga que calcular.

—Uhhhh... Honestamente no lo sé.

—Deberías venir —dice con firmeza—. Estoy por ir para allá ahora
mismo.

—Sí... —digo inseguro, con la intención de terminar la frase en otro


momento. Pero Larkin se ilumina cuando cree que me ha convencido.

Y yo soy al que más le gustan las sonrisas deslumbrantes, especialmente


las de alguien como Larkin. Cierro la boca, sin revelar mi intención original.

—¡Esto va a ser genial! —dice—. Solo déjame tomar mi suéter.

Meto las manos en los bolsillos de mi sudadera, reprimiendo un suspiro.


Larkin está dentro durante una fracción de segundo, y luego sale, poniéndose
un cárdigan blanco.

Stella resulta estar a unas pocas cuadras del otro lado de la ciudad. Es un
edificio de aspecto sencillo pintado de negro. Puedo oír a los Black Keys
tocando desde fuera.

Larkin me lleva a través de las puertas dobles de metal. El lugar está


repleto, toneladas de gente de unos 20 a 30 años de edad deambulan por ahí.
Hay cabinas grandes a un lado, y una larga barra de madera en el otro, la gente
se pone en fila y espera por las bebidas.

90

90
—Oh, ahí están algunos de mis amigos —dice Larkin, señalando hacia la
esquina—. Vamos.

Me extiende la mano, ni siquiera me mira, esperando que la agarre. Dudo


por un segundo, y luego la tomo. Su mano parece tan pequeña junto a la mía,
que sus dedos casi desaparecen bajo mi mano.

Nos movemos entre la multitud, yendo a la esquina más lejana. A medida


que nos acercamos, puedo ver a unas diez personas atascadas en la cabina de
la esquina, una mezcla uniforme de chicos y chicas.

Llegamos a la mesa, y Larkin suelta mi mano. Casi lo lamento un poco, no


es que esperara que me tomara de la mano toda la noche.

¡Para! Me reprendo a mí mismo otra vez. Solo.... para.

—¡Heyyyyyyy! —dice Larkin, abrazando a una linda chica de piel oscura


que se fijó en nosotros—. ¡Todos, oigan! Este es Charlie, mi inquilino. Charlie,
ellos son Lisa, Jack, Anne, Marie, Seelah, Rick, Jared, Brooke, Mason, Jackson y
Karen.

Entrecierro los ojos. Aparte de Lisa, la de piel oscura que abrazó Larkin, y
Seelah, que parece de la etnia de Oriente Medio, todos me parecen iguales.

—Más tarde habrá un examen sorpresa —dice un tipo, sirviéndose su


bebida de una jarra del centro de la mesa—. Espero que aprendas rápido.

El grupo se ríe. ¿Por qué vine aquí? Me pregunto.

—Aquí, tomen un par de sillas y acérquenlas —dice Lisa con un guiño.

—Y por favor, toma algo —insiste una de las chicas—. Aquí hay unos
vasos de plástico.

Acepto unos vasos rojos mientras Larkin acerca un par de sillas. Agarro la
jarra y lleno nuestros vasos un tercio, pasándole uno a Larkin.

— ¡Gracias! —dice ella—. ¡Salud a todos!

Me siento y dejo que Larkin parlotee, contando alguna historia con sus
manos. Verla actuar socialmente es un poco como ver un cohete lanzarse. Dejo
que el ruido de la multitud se apoderé de mí; por un segundo empiezo a
sentirme claustrofóbico.

91

91
—Hola —dice Lisa, sonriéndome—. ¿Eres nuevo en la ciudad, supongo?

Asiento, bebiendo la cerveza. No pongo mala cara, pero está caliente y es


barata.

—Me mudé aquí hace un mes.

—Eso es genial —dice, girando su cuerpo hacia mí—. ¿Vives al otro lado
de la casa de Larkin?

—Eso es correcto. ¿Cómo se conocieron? —pregunto.

—Larkin y yo fuimos juntas al instituto. No puedo creer que haya vuelto


—dice Lisa. Su tono se vuelve burlón—. Pensé que escribiría un libro y se
convertiría en millonaria y no volvería a hablar con ninguno de nosotros.

—Afortunados nosotros, supongo —digo, tomando otro sorbo de


cerveza—. Creo que quiero algo más para beber. Voy a ir al bar.

—¡Oooh! ¡Iré contigo! —dice Lisa—. Realmente quiero un cóctel tequila


sunrise.

Me pongo de pie. Lisa también, pasando su brazo por el mío y


sonriéndome. Tengo la sensación de que está coqueteando, pero no puedo
hacer nada al respecto.

Me dirijo al bar, con Lisa a cuestas. Hago cola para pedir una copa,
mirando hacia abajo a cada uno de los presentes. Sí, soy fácilmente el más alto.

—Estás muy callado —dice Lisa, tirando de la cuerda de mi sudadera.

—¿Lo estoy?

—Sí —dice, poniendo los ojos en blanco—. ¿Vas a darme los detalles?

—¿Perdón? —le pregunto, frunciendo el ceño.

—¿Estás con Larkin? —pregunta—. ¿O eres un agente libre?

Me burlo.

—No estoy con nadie. Y resulta que me gusta de esa manera.

92

92
—¡Quisquilloso, quisquilloso! —se burla—. No puedes enfadarte. Splo
estoy tratando de tantear el terreno.

—Uh huh. —Es todo lo que digo. Llamo la atención del camarero y pido
un bourbon Bulleit y un tequila sunrise.

Miro hacia la esquina más lejana mientras espero por mis bebidas. Larkin
se ha movido de la silla a la cabina, para sentarse al lado de Jack. Le está
hablando animadamente. Él desliza su brazo alrededor de ella, fingiendo que
se está estirando.

Mierda. Ese debería ser yo. Yo debería ser a quien le habla, a quien le
sonríe así.

No, me lo recuerdo a mí mismo. Tú lo sabes mejor que nadie.

Me vuelvo a la barra.

—¡Eh, camarero! Mejor que sea un triple.

—Oooh, ¡el mío también! —dice Lisa, apoyándose en la barra.

Cuando el camarero nos trae las bebidas, Lisa choca su vaso de plástico
contra el mío.

—Por nuestro primer trago juntos.

Frunzo el ceño, pero bebo un poco de todos modos. Luego pienso en el


hecho de que Larkin podría irse a casa con Jack. O peor aún, podría llevarlo a
su casa.

Sí, voy a necesitar mucho whisky para pasar esta noche.

Me echo toda la bebida por la garganta, haciendo una pequeña mueca de


dolor mientras me arde en el pecho. Pido otra enseguida.

—Maldita sea. ¿Has oído hablar de tomárselo con calma? —pregunta


Lisa—. Quiero decir, no estoy juzgando, pero creo que eres demasiado grande
para que te saquen de aquí al final de la noche.

Sonrío.

—Eso asumiendo que quiero estar aquí más de una hora, lo cual no es
cierto.

93

93
Levanta las cejas.

—¿Oh?

—Volvamos a la mesa tan pronto como consiga mi bebida —sugiero—.


No quiero que te pierdas la compañía de tus amigos por mucho tiempo.

Me da una mirada incierta. Me importa un bledo, lo que significa que el


whisky ya está funcionando. Tomo mi trago y dejo algo de dinero en la barra,
luego me doy la vuelta y vuelvo a la cabina de la esquina.

Me siento en la misma silla. Lisa hace que sus amigas se corran para
poder sentarse en la cabina con ellas. Larkin se vuelve hacia mí.

—¿Divirtiéndote?

—Necesitaba un trago de verdad —dije encogiéndose de hombros—.


Además, yo no soy el que se está divirtiendo.

—¿No? —pregunta, frunciendo el ceño.

—No, yo diría que serían tú y Jack. —Bebo mi trago.

Larkin se ruboriza.

—¿Jack? No, solo le estaba contando una historia.

—Tiene su brazo a tu alrededor —señalo con un movimiento de


cabeza—. No creo que sienta lo mismo que tú.

Gira un poco la cabeza y ve que tengo razón. Tomo un gran trago de mi


bebida y disfruto viéndola retorcerse un poco.

—¿Saben qué? Tengo que ir al baño —dice Larkin—. Disculpen.

Tiene que deslizarse a mi lado, todo su cuerpo casi tocando el mío. Por
primera vez, no me importa. De hecho, si estuviéramos solos, la pondría contra
mi cuerpo.

Exploraría su pequeña boca, pasaría mis manos por sus perfectas trenzas
rubias.

94

94
Miro detrás de mí, hacia el pasillo donde Larkin está desapareciendo. En
una fracción de segundo, me levanto y pongo mi vaso sobre la mesa. No sé
exactamente qué me hace hacerlo, pero de repente, la estoy siguiendo.

Tengo que esperar un segundo, porque una chica se agacha justo delante
de mí para quejarse por su zapato. Para cuando llego al oscuro pasillo trasero,
no hay nadie a la vista. Camino por el baño de hombres, luego veo la segunda
puerta delgada marcada “Mujeres”. De repente me doy cuenta de que mi
corazón se acelera.

Respiro profundamente, dando un paso hacia la puerta. Se abre antes de


que llegue a ella, una Larkin de aspecto confuso sale.

Me mira, frunciendo el ceño

—¿Todavía quieres insistir con esa cosa de Jack? Porque creo que…

Gruño y la agarro por la cintura. Todos mis pensamientos están confusos;


todo lo que sé con seguridad es que necesito sentir sus labios contra los míos.

Empujo su cabello hacia atrás y tomo su barbilla, mirando su cara en


forma de corazón. Me mira fijamente, con tantas emociones revoloteando a
través de sus ojos. No sé cómo nombrarlas todas, pero siento lujuria y
vacilación en partes iguales.

Froto mi pulgar a lo largo de sus perfectamente rosados labios,


observándola cuidadosamente. Sus ojos se cierran a mitad de camino, y la
vacilación que vi es reemplazada por el anhelo. Sus labios se separan, más que
listos para mí.

Me inclino, aplastando sus labios bajo los míos. Sí, una voz dice en mi
cabeza. Joder, sí. Tú quieres esto. Necesitas esto.

Larkin es salada y dulce, caramelo quemado y melaza negra. Gimoteo en


su boca. Nunca he deseado nada como la deseo a ella.

Me pone las manos en la nuca, haciéndome sentir más hambriento que


nunca. Es tan pequeña, tan frágil; la levanto y la giro, de modo que su espalda
golpea la pared.

95

95
Me muerde el labio inferior con los dientes. Gruño y tomo el control del
beso, mi lengua invadiendo su boca, barriendo en golpes rítmicos. Me
adelanto, presionando mi cuerpo grande contra el pequeño de ella.

Siento sus pechos aplastados contra mi torso, sus caderas tocando mis
muslos. Me endurece su calor, su gusto, su olor. Solo por un segundo, empujo
mi pene cubierto por mis jeans contra su estómago.

Hace un ruido bajo en la parte posterior de su garganta. Tal vez se está


imaginando lo que sería liberar mi pene de mis pantalones. O tal vez se está
imaginando cómo se sentiría estar debajo de mí, sin barreras entre nosotros.

Le muerdo el labio inferior y me siento recompensado al sentir sus uñas


contra la piel desnuda de mi cuello. Tengo la sensación de que es una gata
salvaje en la cama, rasguñando y arañando y tratando de rugir.

Rompo nuestro beso, moviendo mis labios hacia su cuello. Mi mente solo
piensa en algo, y puedo excluir a la gente que nos rodea, al fuerte ruido del
bar. Larkin, sin embargo, no puede.

Siento sus manos en mi pecho, empujándome hacia atrás. Su voz está sin
aliento.

—Creo... Charlie, creo que tenemos que parar.

La ignoro, cerrando los ojos e inclinando la cabeza para tener más acceso
a su cuello. La muerdo, suavemente.

—Ohhhh —susurra. Sus manos agarran mi camisa por un momento. Lo


tomo como una buena señal, así que la muerdo de nuevo—. ¡Joder! Charlie...
tenemos que... ¡Charlie, detente!

Su voz tiene un aire de autoridad que me hace retirar buscando su rostro.

—Lo siento —dice, enderezando su vestido. Me mira, implorando—. Es


que... estás un poco borracho, y estamos en un bar lleno de gente. No quiero
hacer nada de lo que nos arrepintamos después.

Frunzo el ceño.

—Por mí está bien.

96

96
Girando, me dirijo por el pasillo, con la intención de salir de este bar. La
escucho justo detrás de mí.

—¡Charlie, espera!

Pero no espero. Ignorando su mano que aterriza en mi muñeca, la aparto,


moviéndome entre la multitud.

Sí, probablemente tenga razón. Tendré remordimientos. Demonios, ya los


estoy teniendo.

Pero no quería oír eso. Solo quería perderme en ese momento, en su


hermoso maldito cuerpo, en las sensaciones que sentí allá atrás.

¿Es eso tan malo?

Voy moviéndome, evitando a la gente. Llego a la puerta del bar por fin, y
entonces soy libre. Camino en la oscuridad de la noche, metiendo las manos en
los bolsillos, y me dirijo a casa.

97

97
12

Respiro profundamente antes de llamar a la puerta de Charlie unos días


después. Estoy nerviosa, me sudan las manos. Las limpio discretamente en mis
jeans.

Sabía que tenía que darle a Charlie unos días para que se escondiera
después de lo que pasó entre nosotros en el bar. Era un torbellino de
emociones esa noche, y además estaba ebrio.

Pero ahora que he pasado tres días escuchando los débiles sonidos de
vida a través de la pared, tuve que venir aquí. Sé que debería dejarlo en paz. Lo
sé.

Y honestamente, si fuera cualquier otro tipo, estaría muy molesta. Pero


Charlie es el león con una espina en la pata, y yo soy el ratón que solo quiere
ayudar.

Así que aquí estoy. Algunos dirían que soy masoquista, y no se


equivocarían.

Llamo a la puerta, mi corazón latiendo como un frenético tintineo. Oigo


los pasos de Charlie que conducen a la puerta. Abre la puerta, llenando la
entrada.

—Hola —digo, intentando un tono alegre.

Charlie me mira, con expresión neutral.

—Hola.

—¿Te importa si hablamos en privado un segundo?

Mira hacia atrás, luego sale al porche y cierra la puerta.

98

98
—Claro —dice, suspirando. Intento medir su estado de ánimo, pero su
expresión es totalmente apagada.

Genial. Empiezo diciendo—: Quería disculparme...

Me corta con una mano en el antebrazo.

—Detente, para. Tenías toda la razón. Estaba algo borracho, y supongo…


que necesitaba desahogarme un poco. Lo siento mucho, Larkin.

Mi boca forma una perfecta O de sorpresa.

—No estás... ¿enfadado o algo así?

Sacude la cabeza.

—No. Tenías razón, me habría arrepentido.

Por mucho que lo intente, no puedo evitar sentirme un poco dolida por
sus palabras. Es cierto, vine aquí para convencerlo exactamente de lo que
acaba de decir... pero traten de decírselo a mi corazón.

Entrecierro los ojos, necesito cubrir mis emociones y empujarlas hacia


adentro. Me da unos segundos para convocar mi falsa sonrisa.

—¡Bien! Bueno, me alegro de que te sientas así.

Las palabras son como arena en mi boca. Charlie me da una mirada


mesurada.

—¿Sí?

Ve la mirada conflictiva que trato de ocultar. Me tomo un respiro,


sabiendo que necesito un cambio de tema.

—Oye… estoy pensando en pasear a mis perros por el parque —digo—.


¿Tú y Sarah quieren venir?

Me echa una mirada interrogativa, pero asiente con la cabeza.

—Sí. Le he estado prometiendo a Sarah que saldríamos y haríamos algo


todo el día. He estado mirando la pantalla de la computadora, tratando de
averiguar de qué compañías debería deshacerse mi compañía.

99

99
—¡Genial! —digo, llena de falso entusiasmo—. Déjame traer a los perros.
Te veré aquí en unos minutos.

Hay unos minutos de felicidad caótica en mi casa cuando anuncio que


vamos a dar un paseo. Los dos Golden Retrievers están siempre listos para
salir, con sus colas golpeando con entusiasmo. Sadie no lo entiende del todo
hasta que le pongo el arnés, y luego se emociona lo suficiente como para girar
en círculo varias veces.

Lucho para atarlos a todos con correa y sacarlos por la puerta.


Prácticamente me arrastran por las escaleras del porche, donde me encuentran
Charlie y Sarah. Tiene a Sarah en sus brazos, pero en cuanto ve a los perros, se
retuerce para que la baje.

—¡Perros! —dice.

Intento frenarlos, pero en cuanto Charlie la deja en el suelo, Sarah se


ahoga alegremente en besos de cachorro. Arroja sus brazos alrededor del
cuello de Sadie, acariciando el hocico de Morris. Me río de Zack, que está
oliendo sus zapatos.

—¿Lista para dar un paseo? —le pregunto a Sarah.

—¡Sí! —grita—. Vamos.

Tenía la intención de pasear a los perros en el parque, pero viendo que


Sarah está aquí y aparentemente va pasear con los perros, opto por un par de
vueltas alrededor de la plaza del pueblo.

Charlie, Sarah y yo empezamos a caminar. Mantenemos un ritmo lento,


intentando tener en cuenta el hecho de que las pequeñas piernas de Sarah
están caminando también.

Charlie y yo guardamos silencio durante un rato, hasta que empezamos a


ver a un grupo de ancianos caminando por la plaza. La mayoría son mujeres,
con algunos hombres de pelo blanco. Uno de los hombres lleva una camisa de
manga larga de Bill O'Reilly metida en sus caquis.

—Ugh —dice Charlie, moviendo la cabeza—. ¿Bill O'Reilly? ¿Cómo puede


alguien escuchar la mierda que sale de la boca de ese tipo?

Lo miro.

100

100
—Quiero decir, no creo que nadie lo tome en serio nunca más.

—Aparentemente ese tipo lo hace. —Hace una mueca—. No soporto a


estas cabezas parlantes que tienen un millón de opiniones sobre lo que hacen
los militares en el Medio Oriente, pero que no han servido ni un solo día en las
Fuerzas Armadas. Me vuelve loco.

—Así que... ¿estabas en el ejército, entonces? —pregunto.

—Sí. Estuve en el ejército durante años, y luego fui reclutado por la CIA.

Mis cejas se elevan.

—¿Trabajaste para la CIA?

—Síp. —Asiente.

—¿Haciendo qué? —Cuando me echa un vistazo, me río—. ¿No puedes


decirme cuál era tu trabajo?

Sacude la cabeza.

—No. Digamos que he visto algo de mierda. He estado allí, primero en


Afganistán, luego en Siria. Y, sin embargo, un tipo de boca floja como O'Reilly
puede contarle a la gente un montón de tonterías. ¡Y creen cada palabra de
eso!

Sigue moviendo la cabeza.

—Si te hace sentir mejor, ya no trabaja para Fox News. Lo despidieron


después del escándalo sexual número un billón.

—Hmm —dice—. Esa es una de esas cosas que me afecta.

Me sonrío.

—¿Qué más te pone nervioso?

—Cualquier estadounidense súper patriótico, que haga cosas como


ondear banderas, disparar armas, golpear la Biblia, y tenga opinión sobre cada
maldita cosa que hace el ejército de los Estados Unidos. He conocido a un par
de tipos así. Y, sin embargo, nunca sirvieron. Eso me enoja. —Ve que Sarah se
ha acercado a una caja de electricidad de metal gris, un poco fuera del camino
de ladrillos—. Oye, ¿Sarah? Ven aquí. Mira, mira al perrito...

101

101
Miro mientras la guía suavemente de regreso a un lugar seguro. Después
de que ella vuelve, exhala.

—¿De qué estaba hablando?

—De lo que te molesta. —Me detengo un segundo porque me pica la


nariz, trato torpemente de rascarla con el hombro.

—Aquí, dame a uno de ellos —dice Charlie, extendiendo su mano. Le


echo una mirada desconfiada, pero le paso a Zack. Una vez que me rasco la
nariz, lo miro, pero parece contento de sostener la correa de Zack.

—Odio las tostadas de aguacate —dice—. En realidad, odio cualquier


tipo de comida elegante y pretenciosa. Así como... asados de costillas, y
espuma comestible.

Sonrío.

—Entonces, ¿no hay gastronomía molecular para ti?

—Joder, no. ¿Sabes lo que me encanta? Realmente, realmente un buen


hummus y baba ganush4 cocinado en casa, tal vez un poco de makdous5 si me
siento muy elegante.

—Ni siquiera sé qué es eso.

—Los makdus son berenjenas rellenas. Cuando estaba allí, me encantaba


la comida. Fui uno de los pocos soldados que llegó a casa más gordo de lo que
me fui. —Sus ojos brillan—. Pero basta de hablar de mí. ¿Qué hay de ti? Aún
no he visto nada que te moleste.

—Bueno, no quieres hacerlo. Soy súper aterradora cuando estoy enojada


—bromeo.

—De alguna manera, no lo creo.

—Sí, estoy demasiado preocupada por los demás como para enfadarme.
—Lo pienso por un segundo—. Odio cuando estoy en un grupo grande de

4
N. de T. Pasta a base de puré de berenjena típica de la cocina árabe, mediterránea e israelí.
5
N. de T. Plato consistente en berenjenas maceradas en aceite. Originario de Siria y el Líbano y
Turquía, se elabora con berenjenas pequeñas que se rellena con nueces, cayena, ajo, aceite de oliva y
sal. A veces se añade pimentón

102

102
gente, y la conversación se vuelve política. Aprendí que nunca, nunca hables de
política o dinero fuera de tu familia.

Me encojo de hombros. Charlie me mira.

—¿Eso es todo?

—Mmm... quiero decir, el resto es normal. Odio a los matones. Odio la


mentalidad de pueblo pequeño...

—¿Qué quieres decir?

—¿Esa sensación de que, si la gente es de la ciudad, o vive en la ciudad


por un tiempo, ellos son el enemigo? Aquí funciona así. —Arrugo la nariz.

Se ríe, con un timbre profundo de su voz resonando ricamente. Se me


pone la piel de gallina; creo que es la primera vez que se ríe a carcajadas. Le
hago una mirada interrogativa.

—¿Qué? —pregunto.

—Nada. Es que.... definitivamente eres única —dice, moviendo la cabeza


con una sonrisa. Su sonrisa se oscurece un poco—. A Britta siempre le gustó
debatir sobre política. Solo le gustaba discutir, supongo.

Inhalo un poco. ¿Estoy siendo comparada con la increíble Britta? Si es así,


¿cómo lo soporto? ¿Puedo hacerle sombra a esa misteriosa mujer del pasado
de Charlie?

La conversación sigue adelante, y yo asiento y sonrío. Pero sigo


obsesionada con lo que ha dicho y con cómo estoy a la altura de mi
competencia.

No puedes ganar, pienso. Siempre serás la segunda.

Ni siquiera me doy cuenta de que hemos completado el circuito, y nos


estamos acercando a la casa de nuevo. Tomo la correa a Zack y le digo adiós a
Charlie y a Sarah.

Estoy subiendo los escalones, cuando escucho unas palabras con las
cuales tendré que tratar de no obsesionarme.

—Te veré después, ¿cierto? —dice Charlie .

103

103
Me doy la vuelta. Mi corazón está galopando de nuevo. Sonrío.

—Claro —digo—. Pronto.

—Muy bien, hasta luego.

Y luego se va, llevando a Sarah de vuelta a su lado de la casa. Dejándome


con los tres perros y una sensación extraña en el pecho.

Oh, no... puede que realmente me esté enamorando de Charlie.

Bueno... mierda.

104

104
13

—Hola, Sarah —le digo a mi hija, que está cruzando la plaza conmigo. En
sus brazos está su copia de segunda mano de El Principito, su primer libro
preciado—. ¿A dónde vamos? ¿Vamos a ver a Larkin al trabajo?

Sarah piensa por un segundo.

—¡Mmm... sí!

—¿Y cuáles son las reglas de la biblioteca, donde trabaja Larkin?

—No sé. —Se distrae con unos niños caminando por el espacio verde—.
¿Ugar?

—Sí, esos chicos van a jugar —le digo—. Vamos a la biblioteca. Es el Día
Internacional.

Sarah me mira. Me resisto a la tentación de poner los ojos en blanco;


hablar con ella de esta manera me parece un poco tonto, pero Rosa dice que
ayuda a que su cerebro se desarrolle correctamente.

—Larkin nos invitó a la biblioteca hace unos días. Pensé en aparecer,


como una sorpresa. Eso no es raro, ¿verdad? —Hago una pausa, pero Sarah
sigue caminando—. Así que vas a jugar con algunos niños de tu edad. Y vas a
tener que intentar estar callada. ¿Crees que puedes hacer eso?

Sarah asiente, su expresión es muy seria. Lo heredó de su madre, al cien


por cien. A veces Britta se veía así, triste y seria, incluso si no hablábamos de
nada serio.

Hago a un lado el recuerdo de Britta. No es el momento para eso.

105

105
Sarah y yo caminamos hasta la biblioteca de Pacific Pines, mirando sus
ladrillos dorados y sus grandes ventanales. Señalo los dibujos de otros niños,
pegados con cinta alrededor de los bordes de las ventanas, y Sarah sonríe.

Abro la puerta principal y Sarah entra. La biblioteca parece tener un tema


de color azul y verde; hay un escritorio a mi izquierda que es verde, y las
alfombras son azules y verdes. Incluso los estantes que comienzan a mi
derecha son azules.

—¡Lake! —dice Sarah, corriendo hasta donde Larkin está en una mesa,
mirando hacia otro lado. Larkin está en una mesa con otros seis niños, cada
uno haciendo sus propias manualidades. Larkin se da la vuelta un segundo
antes de que Sarah choque con sus piernas, abrazándola.

Larkin siempre es bonita, pero hay algo en ella hoy.... lleva un vestido azul
marino y una chaqueta esmeralda, que hace juego con la biblioteca. Su largo
cabello rubio esta trenzado, y descansa en su hombro.

Mis ojos examinan la única piel que muestra, sus piernas. Por alguna
razón, no puedo evitar imaginarme qué tipo de bragas lleva puestas. Me decido
por algo de encaje y blanco, a juego con su sostén. Esa parece ser Larkin.

—¡Oh, hola! —dice Larkin. Baja las tijeras que sostiene y se arrodilla para
abrazar a Sarah. Entonces me mira—. Viniste.

Asiento.

—Necesitábamos salir de la casa.

—Me alegro de que lo hicieras. Estamos haciendo unas tiras de periódico


ahora mismo, para que podamos hacer papel maché más tarde. —Mira a
Sarah—. ¿Quieres ayudar?

—¡Sí! —dice Sarah, sonriendo.

Sonrío, feliz de dar un paso atrás y dejar que Larkin dirija el espectáculo.

—Muy bien. Vamos a instalarte aquí... —Larkin lleva a Sarah a un asiento


cercano y le consigue los materiales. Algunos de los niños mayores están
trabajando con tijeras de seguridad, pero Larkin le enseña a Sarah cómo
arrancar el periódico con las manos. Pronto, Sarah está haciendo trizas el papel
diligentemente.

106

106
Me tomo unos minutos para pasear por la biblioteca. Camino por los
pasillos de los altos estantes, recogiendo un libro de vez en cuando y
examinándolo antes de volver a ponerlo en su sitio. Para cuando termino mi
inspección casual, Larkin está de nuevo a la cabeza de la mesa.

Sarah arranca un trozo de periódico, y luego lo sostiene para que lo vea la


chica de al lado. La otra niña es probablemente sólo un año o dos mayor, pero
asiente con la cabeza, totalmente seria sobre su proyecto compartido.

Sarah parece satisfecha con eso. Miro alrededor de la mesa, maravillado


de lo bien que se están comportando los niños.

—Esto está bastante tranquilo y organizado para un proyecto de papel


maché de la biblioteca —digo, poniéndome al lado de Larkin—. Pensé que
estaríamos entrando en una zona de guerra.

Larkin se ríe.

—Ya he hecho algunos proyectos de arte. Creo que mientras esté callada
y respetuosa en la biblioteca, los niños también lo estarán. También les
prometí que si se comportaban bien, tendrían un buen bocadillo más tarde.

Guiña el ojo. Me rio.

—¿Así que los sobornaste?

—Sí. ¡Pero mira los resultados! —dice—. Valió la pena.

Sacudo la cabeza, pero estoy de acuerdo. Me doy cuenta de que Larkin es


buena con los niños. No solo con Sarah, sino con todos los niños, por lo que
puedo ver.

—Muy impresionante —digo. Aparece otra bibliotecaria, una morena


mayor.

—¿Quieres intercambiar? —pregunta la otra bibliotecaria—. He hecho


todo lo que podía hacer hasta ahora.

Larkin mira a Sarah, que está totalmente involucrada en su trabajo de


romper periódicos.

—Bueno, Barb.

107

107
Le da las riendas a Barb, mirándome con una disculpa.

—Lo siento, tengo que ir a pasar el rato al otro lado de la biblioteca por
un rato.

—Tal vez pueda hacerte compañía —le dije—. Déjame preguntarle a


Sarah.

Camino alrededor de la mesa y me pongo en cuclillas junto a Sarah.

—No me voy, pero voy a estar en las estanterías. Si me necesitas, ahí es


donde puedes encontrarme. ¿De acuerdo?

—Ben —dice Sarah, su frente se arruga ante la gran hoja de periódico


que está rompiendo. Ni siquiera soy una preocupación ahora mismo,
aparentemente.

Me levanto y veo que Larkin ya se ha ido. Camino por el borde de los


estantes, buscándola en las estanterías. Veo un destello de esmeralda, y doblo
una esquina para encontrarla reposicionando libros. Rueda un carrito con
libros devueltos, se detiene y encuentra el lugar adecuado para cada libro.

—Hola —digo. Se vuelve hacia mí con una sonrisa suave. Trato de


bromear—. ¿Qué hace una bella dama como tú en un lugar como éste?

Larkin se pone roja como una remolacha ante mis palabras, agachando la
cabeza.

—Eres absolutamente terrible, Charlie. Aunque aprecio el hecho de que


intentaras contar un chiste. No te he oído intentar ser gracioso antes.

Me gusta que mis palabras la hayan ruborizado. Una risita retumba en mi


estómago.

—Mi sentido del humor está un poco oxidado. Te concedo eso.

—Lo estás intentando. A pasitos de bebé. —Me lanza mirada traviesa, y


luego se da la vuelta para buscar el lugar de un libro en un estante alto. El
silencio se extiende por un minuto.

Busco algo que decir.

108

108
—Mi empleador me llamó esta semana. Me han ofrecido un ascenso —es
todo lo que se me ocurre.

—¿Oh? —dice Larkin.

—Sí. Tengo un tiempo antes de tener que decidirme. El aumento de


sueldo es genial. La desventaja sería que tengo que mudarme más cerca de
Nueva York, para estar cerca de la base.

Se detiene con la mano en la estantería.

—¿De verdad?

—Sí. No lo sé, aunque... quiero decir, me acabo de mudar aquí para que
Sarah pueda estar cerca de sus abuelos. —Me encojo de hombros—. Se ha
encariñado mucho con Rosa, la esposa de mi padre.

Y contigo, pienso, pero me trago esa parte.

—Lo haría, si tuviera la oportunidad. Me lanzaría a ello — dice tranquila.


Pone otro libro en la estantería.

—¿Te mudarías a una gran ciudad?

—Me mudaría a Nueva York. Esa es la ciudad de mis sueños. Además,


aparentemente es donde viven los escritores y editores.

Inclino la cabeza, apoyándome en uno de los estantes.

—¿Eres escritora?

Se sonroja de nuevo.

—No, en realidad no. Quiero ser una, sin embargo.

—¿Sobre qué escribirías? —pregunto.

—Bueno, he estado trabajando en una novela durante un año.

—¿Sobre...?

—Uhhhh, ya sabes —dice, metiendo un mechón de pelo detrás de su


oreja—. Una familia y su granja. Estoy tratando de hacer algo como de Isabel
Allende, para mostrar tres generaciones.

109

109
—No tengo ni idea de quién es esa autora, pero estoy seguro de que es
genial. —Sonrío.

—¡Oh, es genial! Escribe este tipo de dramas épicos. Tiene buen ojo para
los detalles, y realmente sabe cómo entretejerlos en la trama de una historia.
Es solo... —Se estremece y se ríe—. Sí, definitivamente es mi ídola.

—Entonces... ¿estás planeando mudarte a Nueva York en algún


momento?

—Sí. Una vez que arregle la casa, me voy de aquí. —Mueve las cejas—.
Asumiendo que termine mi libro para entonces, por supuesto.

—Suena como si tuvieras tus prioridades en orden. —Empuja el carro en


mi dirección y me aparto del camino.

—Es bueno tener metas directas y palpables fijadas para uno mismo
—dice, recogiendo el siguiente libro y leyendo el título—. Algo con lo que
soñar, algo por lo que trabajar.

—Hmm. —Es todo lo que digo. Pero por dentro, me pregunto si tengo
metas o sueños. Parece que, durante los últimos dos años, todo se descarriló
por la inesperada muerte de Britta.

Siento una punzada; pensar en el final de Britta sigue siendo jodidamente


doloroso. Pero puedo ver una luz al final del largo túnel al que su muerte me
empujó... y consecuentemente, puedo mirar hacia atrás y ver cuán deprimido
estaba.

Era un oscuro y aparentemente interminable camino cuesta arriba.

¿Ahora, sin embargo? Ahora no parece imposible.

Miro a Larkin, trago. Puede que haya una razón por la que me sienta
esperanzado de nuevo. Ella podría serla, la luz al final de mi túnel.

Aunque no puedo admitirlo en voz alta, he dejado que Larkin se meta


bajo mi piel. Ese hecho no puede ser negado.

Respiro profundamente, exhalando lentamente. Me estoy dejando


distraer por ella. ¿Cuál era mi línea de pensamiento original?

110

110
Ah. Un objetivo. Porque Larkin tiene razón. Si estoy vivo y al mando de
mis sentidos, necesito un plan y un resultado deseado.

Y andar por ahí pensando en cómo son las bragas de Larkin no cuenta, a
pesar de que satisface a una parte muy masculina de mí.

Larkin mueve el carro a la vuelta de la esquina en dirección al siguiente


pasillo. La sigo como un perrito perdido, porque no sé qué más hacer.

111

111
14

—¡Mira lo que tengo! —digo, sosteniendo mi canasta de picnic mientras


Charlie abre la puerta. Me mira cómicamente, con el pelo despeinado. He
notado que no lleva camisa, solo pantalones de pijama grises.

Me cuesta mucho no ver sus pectorales cincelados, contar cada uno de los
abdominales de su paquete de seis, tocar sus bíceps. Sabía que era digno de
desmayarse, pero esto...

Esto tiene mi lengua trabada. Parpadea a la luz del sol, sombreando sus
ojos.

—Uhhh... No lo sé, ¿qué?

Parece un poco fuera de lugar. Levanto mi mirada hacia su cara y me


prometo que no babeare por el hecho de que tiene un perfecto “camino feliz”.
Serpentea desde abajo de su ombligo para desaparecer bajo su cintura.

Me siento hormonal, como si pudiera arrancarle los pantalones y hacer lo


que quiera con él. Por supuesto, solo mido un metro cincuenta y dos...
probablemente sería estúpido pensar que podría arrancarle los pantalones sin
que diera pelea.

—Un picnic —le digo, dándole una mirada divertida—. Por eso la canasta
de picnic. Hace tanto calor afuera que pensé que a Sarah y a ti les gustaría ir al
parque. Incluso podemos extender una manta...

Levanto la manta azul que traje. Capto mis ojos deambulando hacia abajo
otra vez, y miro hacia arriba.

Arruga la nariz.

—Rosa vino a llevar a Sarah a la fábrica de queso Tillamook. Las dos


estarán fuera todo el día.

112

112
—Oh. —Pongo mi cesta en el suelo y pongo una cara de decepción—.
Eso es una súper desgracia. En realidad, ya preparé sándwiches y una botella
de vino y todo.

Me mira durante un largo segundo. Puedo ver algún tipo de cálculo detrás
de su mirada vacía. Es más tentador de lo que puedo decir, debería hablar e
invitarlo a la cama.

Me ruborizo con solo pensarlo, así que es improbable que ocurra.

—Uhh... iré de todos modos —ofrece—. Quiero decir, si quieres.

Arqueo las cejas.

—¿Quieres hacerlo?

—Sí —dice, volviéndose para mirar detrás de sí mismo—. Dame un par


de minutos para vestirme, ¿quieres? Entonces iremos.

—¡Claro! —digo, con más entusiasmo del necesario.

Me echa una mirada de extrañeza y cierra la puerta.

Buen trabajo, me digo, poniendo los ojos en blanco. Definitivamente lo estás


haciendo bien tratando de enmascarar tu atracción con entusiasmo.

Me siento en los escalones del porche delantero, extendiendo mi falda


verde oliva y diciéndome que me relaje. Fiel a su palabra, Charlie sale en pocos
minutos, vestido de negro de pies a cabeza.

Se sube la cremallera de la sudadera.

—¿Lista?

—Como jamás lo estaré —respondo con voz cantante.

Me echa una mirada.

—Hoy estás extraña.

Me muerdo la lengua. Porque tiene más que un poco de razón... y es su


culpa. Abrió la puerta sin camisa, y ahora estoy sin habla o ansiosa.

—¿Adónde planeabas ir? —dice, saliendo del porche.

113

113
—En realidad estaba pensando que como no tenemos a Sarah con
nosotros, deberíamos ir más allá del patio trasero —digo, moviendo un pulgar
en esa dirección—. No es una excursión ni nada, pero creo que Sarah es
demasiado joven para ir allí.

—Adelante, majestad —dice, inclinando la cabeza.

Lo conduzco alrededor de la gran casa vieja, hacia la hierba demasiado


alta, detrás de la propiedad. Estoy usando unos viejos Converse, rojo sangre;
son bastante distintivos contra el suelo rocoso mientras me dirijo hacia los
arbustos bajos.

—Ni siquiera vamos a tardar cinco minutos —le aseguro. Miro hacia
atrás, y encuentro su mirada fija en mi trasero. Me pongo rosa.

Tal vez no soy la única que está tentada por la carne.

La cesta de picnic se hace pesada en el brazo a medida que avanzo. Me


detengo para cambiar de brazo, pero Charlie tiene ideas diferentes. Me toca el
brazo y me quita la cesta. Me quedo con un cosquilleo donde me tocó,
sosteniendo la manta azul contra mí misma como si fuera un salvavidas.

—¿Qué has traído aquí? —pregunta en broma.

—Solo lo esencial —le aseguro—. Y ladrillos.

Me sonríe, y yo me derrito un poco por dentro. Nunca ha sonreído tanto


en mi presencia, eso es seguro.

Subimos una pequeña colina, con árboles que brotan a nuestro alrededor.
El sonido del agua corriente invade mis sentidos; el aire se llena con el olor del
ozono, como justo después de que deja de llover. Entonces, de repente, el
suelo se nivela y salimos a la orilla de un río salpicado de sol.

—Guau —dice Charlie, observando la hermosa y musgosa orilla del río


justo delante de nosotros. Se mueve hacia adelante, mirando al río—. Bonito.
Ahora parece un arroyo, pero apuesto a que a finales de primavera es más
grande.

—Ese es exactamente el caso —digo. Avanzo y extiendo la manta, luego


me siento con las piernas cruzadas. El suelo es duro, pero el día es tan bonito
que estoy dispuesta a pasarlo por alto.

114

114
Charlie mira a su alrededor por un segundo.

—Esto es agradable. Debe haber sido genial crecer con este tipo de lugar
en tu patio trasero. —Viene y deja la cesta de picnic, y luego se sienta a mi
lado. Estamos lo suficientemente cerca como para que nuestras rodillas se
toquen.

—Hubiera estado bien, si tuviera a alguien más que mi madre. Me


escabullí una vez, cuando tenía 12 años, para conocer a un grupo de chicos de
la escuela. Mi madre se asustó y llamó a la policía cuando se dio cuenta de que
no estaba en la casa. Cuando volví encontré el lugar lleno de policías...
—Sacudo la cabeza—. Y mi madre usó esa excusa para castigarme durante tres
meses.

—¿Tres meses? Jesús. Eso es mucho.

Asiento, meto la mano en la cesta para empezar a desempacar. Primero


saco los sándwiches y las rodajas de manzana, y las acomodo.

—Dijo que no me iba a tener relaciones bajo su techo. —Pongo los ojos
en blanco—. No entendí lo que quería decir durante años.

Saco una botella de Pinot Noir de Oregón y dos vasos de plástico. Le


muevo las cejas a Charlie, que se ríe y toma la botella de vino. Quita el
envoltorio, luego usa el destapador que le doy para descorchar la botella.

—Muy bien —dice, alineando los vasos y vertiendo un poco en cada


uno—. El primer brindis es por disfrutar de este lugar, sin repercusiones. Toma
eso, Big Ruth.

Él me da un vaso, y los chocamos juntos. Tomo un sorbo; este vino es


muy afrutado y fragante, notas de cereza y mora prácticamente saltan de mi
lengua.

—Mmm —murmuro—. Un buen Pinot Noir de Oregón es siempre tan


refrescante.

Asiente, sorbiendo el vino.

—Ha pasado mucho tiempo desde que tomé vino tinto.

115

115
—Pero hoy es el día perfecto para ello, ¿no crees? —pregunto, recostada
sobre mis codos—. Tenemos la luz del sol, tenemos el verde y los árboles,
tenemos el arroyo...

Tomo otro sorbo, y un poco de vino cae por mi barbilla.

—Oops —digo, avergonzada.

Y no es como si no se hubiera dado cuenta o algo así; sus ojos están en


mi boca. Empiezo a limpiar el vino con el dorso de la mano.

Me detiene, agarrándome la mano. Hay un momento en que nuestros ojos


se encuentran, marrón chocando con verde. Su mirada es intensa, llena de
deseo y anhelo, y un millón de otras emociones que no puedo nombrar.

Luego baja su cabeza a la mía. Mi boca se abre mientras anticipo el beso.


Puedo sentir su aliento sobre mis labios, su cuerpo tensándose.

Presiona sus cálidos y llenos labios contra mi boca. Suspiro en el beso,


abro la boca, lo dejo entrar. Nuestras lenguas se encuentran tímidamente,
bailando de una manera que se siente a la vez familiar y totalmente nueva.

Nuestros labios y lenguas y dientes buscan y buscan. Toma el control, me


rodea con su brazo y me acerca. Lo alcanzo y tomo en un puño su sudadera,
apalancándome.

Charlie me muerde el labio inferior con los dientes, y gimo. Cada nervio
está de repente más vivo que antes. Es como si mis sentidos estuvieran en
sintonía con él. Me ahueca la barbilla, me voltea la cabeza y baja los labios mi
garganta. Sus besos arden como marcas.

Así es como me siento, siendo tocada por él, como si me estuviera


marcando para siempre, marcando como suya. Deslizo mis dedos hacia arriba,
sintiendo su mandíbula rasposa, y el pelo corto y puntiagudo de su nuca. Le
beso la mejilla, la mandíbula, el lóbulo de la oreja.

Solo entonces hace un sonido bajo, un retumbar profundo en su pecho.


Me sorprende alejándome, pero se quita la sudadera. Atrapada en el momento,
me quito la chaqueta también. Los músculos de su bíceps sobresalen; me doy
cuenta de que tiene un tatuaje en la parte interior de su brazo, pero su
camiseta se interpone. Solo puedo ver el contorno de algunas hojas.

116

116
Quiero verlo sin camisa otra vez. La idea de ver sus brazos y abdominales
otra vez me hace salivar un poco. Demonios, quiero verlo desnudo.

Me muerdo el labio y me sonrojo ante la idea, pero no es tan


descabellado. Después de todo, nos estamos besando ahora mismo.

Me pone en su regazo. Me doy vuelta y lo miro, empujándolo hacia atrás


para sentarme a horcajadas sobre él. Se siente increíblemente bien, separar mi
falda y presionar mi coño contra él a través de mis bragas y la mezclilla de sus
jeans.

Puedo sentir su pene, largo y duro. Su tamaño me hace gemir en voz alta,
imaginando cómo se sentiría tenerlo dentro de mí. Se inclina y captura mi boca
con la suya, agachándose un poco. Esa acción envía una sacudida de placer
directamente a mi núcleo.

Siento que el goteo de mis jugos comienza a humedecer mis bragas.

—Ahhhh —gimo—. Oh Dios, eso se siente bien.

Empiezo a mecerme de un lado a otro, a besarlo y a sentir la fricción


entre nuestros cuerpos. Charlie gime suavemente, sacando mi camisa de la
cintura de mi falda. La sube y la pasa por encima de mi cabeza lentamente,
mostrando mi sostén de encaje rosa a su vista.

—Joder —murmura, enterrando su cara entre mis pechos.

Me besa hasta la clavícula y luego acaricia cada uno de mis pechos,


poniendo su lengua sobre mi piel a un lado de donde está mi sostén.

Me muero por más que eso. Se tira hacia atrás, mirándome a los ojos
mientras me baja lentamente los tirantes del sostén. Alcanzo detrás de mí y lo
desengancho, ansiosa por sentir su lengua en cada centímetro de piel
disponible.

—Joder —dice de nuevo, con el ceño fruncido—. Dios, eres tan hermosa,
Larkin.

Lentamente, con pasión e intensidad, toma mi pezón en su boca. Jadeo.


Lo muerde, luego lo besa, y luego se mete un pedazo de mi pecho en la boca,
amamantando.

117

117
Empiezo a mecerme de nuevo, y él pone una mano en la parte baja de mi
espalda, animándome. Mi coño está lleno de necesidad, listo para él.

Nunca he deseado nada tanto como lo deseo a Charlie ahora mismo.

Mis manos llegan hasta el dobladillo de su camiseta, tirando de ella,


exponiendo sus abdominales. Se quita la camisa fácilmente, dándome acceso a
su piel lisa, a sus músculos perfectamente formados. Mis ojos se ensanchan a
medida que mis dedos exploran los valles y surcos de su cuerpo cincelado.

—Jesús —digo en voz alta.

Me besa el hombro y la clavícula. Me siento traviesa cuando tomo la


cremallera de sus pantalones, le desabrocho la bragueta y muestro los boxers
negros de abajo. Charlie gime cuando recorro forma a su largo y glorioso pene
a través de su ropa interior.

Me pregunto si cabrá en mi interior. Solo hay una manera de averiguarlo,


¿no?

Cuando empiezo a separar los boxers de su piel, un fuerte sonido viene


de detrás de mí. Sin dudarlo un instante, los brazos de Charlie me rodean y me
protegen.

Tres chicos de secundaria vienen corriendo por el sendero, chocando


unos con otros en su apuro por detenerse cuando nos ven. Los reconozco,
aunque no sé sus nombres.

Pero me conocen en cuanto me ven. Me miran embobados, mientras


Charlie se apresura a buscar su sudadera con capucha y me la pone en los
hombros. Me pongo de diez tonos de rojo, cada uno más humillante que el
anterior.

—¿Srta. Lake? —pregunta uno de los chicos.

—Tenemos que salir de aquí —dice otro chico, golpeando a los otros en
los brazos.

—Pero... —dice el primer chico.

—¡Fuera de aquí! —Charlie les truena.

Se dan la vuelta y se van, ya riéndose entre ellos.

118

118
—Oh, Dios mío —susurro, poniéndome la camisa. Me separo de Charlie y
tomo mi ropa—. Dios mío, ¿en qué estaba pensando?

Estoy en crisis, pensando en lo que pasará cuando esos chicos se lo digan


a sus padres. ¿Cómo pude ser tan estúpida? Me preocupo por mí, por mi
carrera.

Solo cuando estoy completamente vestida puedo ver a Charlie, que


parece completamente destruido.

—Oh, Charlie, no quise decir... —Empiezo, pero me detengo con un


movimiento de su cabeza.

—No, tienes razón —dice. La mirada en sus ojos es determinada—. Fue


un error.

—Charlie, no creo que eso sea cierto —argumento, recogiendo los


sándwiches y las rodajas de manzana.

—No me importa lo que pienses —dice, con cara de enfado—. Cometí un


error. No volverá a pasar.

Me mira, con sus ojos verdes clavándome en el lugar. Los pelos finos de
mi cuello comienzan a levantarse. No puedo decirle nada en este momento,
sabiendo que piensa que tocarme, besarme, fue un error.

¿Cuántas veces cometeré el mismo error? Me pregunto.

—Bien —digo por fin—. Lo que tú digas.

Se da la vuelta y se aleja del claro, dejándome a mí limpiar el lío que


hemos hecho... física y emocionalmente.

119

119
15

Tengo que disculparme con Larkin por ser tan duro, pienso.

Ociosamente, hago girar un bolígrafo entre mis dedos, meciéndome en la


silla del escritorio. La casa está en silencio, porque Sarah sigue durmiendo la
siesta. He estado sentado en mi escritorio de Ikea, tratando de concentrarme,
pero no puedo.

No, solo puedo pensar en Larkin. En su sonrisa, a veces tímida y a veces


radiante. En su cabello, la forma en que lo trenza tan bien, la forma en que lo
coloca en su hombro. En la forma en que sus ojos se abrieron de par en par
cuando le arrojé mierda en el claro antes de que me marchara furioso.

Suspiro.

Tengo que disculparme con ella por empezar algo que sabía que no podía
terminar. No importa lo mucho que lo deseara.

Y puedo admitirlo ante mí mismo, al menos, que la deseaba tanto.

Le di dos días para que se calmara, lo que probablemente no era correcto.


Si hubiera hecho lo que realmente quería, le habría dado una patada a la puerta
y le habría hecho el amor en ese mismo instante.

Pero una parte de mí lo pensaba mejor. Una parte de mí sabía que soy un
desastre emocional, un huracán y un tornado envuelto en mi propia mierda y
tristeza.

No puedo infligirle eso. No lo haré. Se merece algo mucho mejor que yo,
una cáscara de ser humano.

Pero aún la quiero en mi vida. Sé que es egoísta de mi parte querer eso,


esperar que me perdonen una vez más. En eso estoy hoy.

120

120
—¿Papi? —Oigo débilmente.

Supongo que Sarah está despierta. Me levanto y subo, la encuentro, de


pie en su practicuna. Todavía tiene sueño, su cabello oscuro está hecho un
desastre.

—Oye, tú. —Voy a recogerla. Me doy cuenta de que es demasiado grande


para su practicuna. Tendré que conseguirle una cama pronto. La abrazo por un
segundo, un poco triste porque los últimos dos años han pasado en un estado
tan borroso.

—¿Pastel? —pregunta, poniendo su cabeza en mi hombro.

—¿Tienes ganas de un bocadillo? —le pregunto.

Sarah solo asiente, súper cansada. La llevo abajo, sin saber qué tenemos
en la nevera. Voy a la cocina y la siento en el mostrador, abriendo el
refrigerador.

—Esto es un pueblo fantasma —digo, examinando los estantes


blancos—. Solo condimentos. No querrás mostaza y mayonesa, ¿verdad?

Miro a Sarah. Sacude la cabeza, extremadamente seria.

—Muy bien. Tenemos que ir a Dot's Diner, entonces —le digo—. Primero
nos llenamos de combustible y luego vamos al supermercado.

Después de vestirnos para salir, voy afuera. Veo el coche de Larkin;


supongo que debe estar en casa. Bajando por la escalera principal, me volteo
hacia su puerta principal.

Ahora sería el momento perfecto para disculparse, porque Larkin no


puede estar muy enfadada conmigo delante de Sarah. Bueno, puede estar tan
enfadada como quiera, pero nunca actuaría delante de Sarah.

Quiero creer que soy mejor que eso, que no hay manera de que use a mi
hija así... pero sé que no lo soy. Mis pies se mueven hacia su puerta principal
antes de que me decida.

Llamo a su puerta y toda la manada de animales empieza a aullar. Viene a


la puerta, y les habla.

—Chicos. —La oigo quejarse.

121

121
Abre la puerta, y su expresión se endurece. Puedo sentir que, si Sarah no
estuviera aquí, tendría algunas palabras para mí.

—Lake —dice Sarah, abriendo los brazos. Estoy aturdido por un segundo.
Sarah nunca ha elegido ser sostenida por otra persona mientras yo estoy cerca.

—Hola, Sarah —dice Larkin, su expresión se suaviza. Le aprieta la pierna


a Sarah, con cuidado de no tocarme.

Me parece justo. Me lo merezco, y mucho más.

—Vine a disculparme —le digo.

Larkin me lanza una mirada sincera.

—¿Por qué, exactamente?

—Por varias cosas. ¿Vendrías con nosotros a la cafetería y me dejarías


invitarte a cenar temprano? —pregunto, enganchando a Sarah en mis
brazos—. Siento que necesito explicarme.

—¡Pastel! —dice Sarah—. Pastel grande.

Larkin se muerde el labio, mirando de mí a Sarah y de vuelta.

—¿Por favor? —pregunto.

—Patel pod fador —dice Sarah con naturalidad.

Duda un segundo más y luego cede.

—De acuerdo. Déjame buscar una chaqueta.

Cierra la puerta y vuelve a aparecer medio minuto después.

—Muy bien. Vamos.

—¿Sostener? —le pregunta Sarah a Larkin, estirando los brazos de


nuevo.

Esta vez, Larkin me la quita.

—Aquí tienes.

122

122
Empezamos a caminar, aunque yo estoy marcando el ritmo, y elijo
moverme despacio. Meto las manos en los bolsillos de la sudadera.

—Lamento mucho cómo me comporté el otro día —digo tímidamente—.


Quiero decir... no debería haberme ido así. Después de volver a la casa y
refrescarme un poco, me sentí mal por dejarte allí.

Sus cejas se elevan.

—¿Es eso cierto?

Bajo mi voz hasta un poco más allá de un susurro, consciente de la gente


que camina en la plaza.

—Me sentí mal por el hecho de que sigo dejando que ocurra. El...
enrollarse, quiero decir. Debería haberlo pensado mejor. Debería haber sabido
que no estoy en el estado mental adecuado para besar a nadie.

La veo preocupada por su labio inferior. Hace rebotar a Sarah en su


cadera, y luego suelta un respiro.

—Te perdono, supongo —dice encogiéndose de hombros—. Si me


hubiera dado cuenta...

—No, no —interrumpo, moviendo la cabeza—. No eres responsable de


conocer e interpretar mis estados de ánimo.

Me mira por el rabillo del ojo.

—¿Puedo... puedo preguntarte algo?

—Lo que sea —digo.

Larkin respira hondo.

—¿Piensas... que alguna vez tal vez... estarás listo?

Me detengo, sorprendido.

—¿Para la intimidad?

Asiente, sus mejillas se vuelven rosadas. Mira hacia otro lado.

123

123
—¿Honestamente? No lo sé. Creo que... pensé que estaba listo. Y de
repente, no lo estaba. Soy un desastre —digo sacudiendo la cabeza.
Empezamos a caminar de nuevo—. Si me conocieras en un mejor momento de
mi vida, las cosas serían diferentes. Espero que lo sepas.

Larkin está mirando a lo lejos, con la cabeza alejada de mí.

—Claro —murmura.

Mierda. Si no puedo mirarla a la cara, no sé cómo medir su reacción.

—Hey —digo poniendo mi mano en su brazo.

Se encoge, mirándome como si fuera un animal herido. Hay lágrimas


brillando en sus ojos.

—No me toques.

—Lo siento —digo, levantando las manos—. Yo sólo...

—¡Cambiemos de tema! —grita exasperada—. Estoy cansada de ser la


desdichada.

¿Desdichada? Eso en sí mismo es un sentimiento bastante pesado. Se


sonroja de nuevo mientras trato de averiguar qué decir.

Larkin acelera el ritmo, hablando con Sarah ahora.

—Oye, ¿leíste algo más de El Principito?

Sarah mueve la cabeza.

—No.

—Tienes que hacer que tu padre te lo lea. Tal vez te lo lea antes de
acostarte esta noche.

Sarah considera eso.

—Sí.

Larkin se ríe.

—No pareces muy entusiasmada con eso.

124

124
Nos estamos acercando al restaurante de Dot’s Diner, cerca de la fachada
verde menta. Veo que se acerca una mujer alta y delgada, con sus gafas oscuras
que esconden buena parte de su rostro y su cabello recogido en una pañoleta
roja. Tengo una extraña sensación de déjà vu, pero no puedo ubicarla. Mis
sentidos me hormiguean, los mismos en los que solía confiar tanto durante mi
tiempo en el ejército.

No puedo evitarlo; no puedo ver los ojos de la mujer desde esta distancia,
pero puedo sentir su animosidad. Extiendo la mano y pongo mi brazo de forma
protectora delante de Larkin y Sarah.

—¿Qué...? —Comienza Larkin.

—¡Cómo demonios te ATREVES! —aúlla la mujer, arrancándose las gafas.

Mierda. Sin gafas, reconozco a Helen. Ahora parece enojada, lo que no me


hace querer quitar mi brazo protector de alrededor de las chicas.

—Helen... —digo, con la esperanza de anticiparme—. No te reconocí.

—Mentira —responde. Mira a Larkin—. Dame a mi nieta, puta.

—No —le digo inmediatamente, poniéndome delante de Larkin—. Y


cuida tu boca alrededor de Sarah, Sra. Henry.

Lo juro, puedo verla empezar a explotar. Helen arroja sus gafas de sol al
suelo y saca su teléfono. Empieza a filmarnos, a mí, a Larkin y a Sarah.

—Vine a consolarlos en el cumpleaños de mi hija —grita, salivando—. ¿Y


qué encuentro? Nadie se acuerda de Britta. Nadie se preocupa por ella. Mi
hermosa Britta ha sido olvidada, y te encuentro aquí, probando su reemplazo.

¿Qué día es hoy? Me pregunto. ¿Ya es 1 de julio?

Al mismo tiempo, estoy furioso. Furioso de que Helen piense que no


pienso en Britta, que no agonizo en casi todas las fiestas o fechas especiales
que tuvimos. Furioso de que se enfrente a mí delante de mi vecina y de mi hija.

Y el doble de furioso de que Helen sienta que tiene derecho a decir


cualquier cosa. Britta y Helen no estaban muy unidas; nada de lo que pudiera
hacerme miserable cambiaría ese hecho.

125

125
—Helen, apaga el teléfono —advierto—. Larkin, ¿por qué no van tú y
Sarah a sentarse dentro?

Larkin se da la vuelta al instante y se dirige hacia el interior, lo que


enfurece aún más a Helen. Se lanza sobre Larkin.

—¡Dame a mi nieta!

Me interpongo entre ellas, haciendo que Helen me encuentre a toda


velocidad. Gruño por el impacto, pero Helen rebota en mí y se desploma en el
suelo. Larkin dobla su ritmo, y rápidamente se mete en la cafetería.

Aprieto los puños, tratando de controlar mi temperamento. Me mira,


enfurecida.

—No puedes hacer eso. No puedes alejarla de mí.

—Y no puedes venir aquí cuando te apetezca, maldiciendo y gritando


—digo con los dientes apretados—. Cuando te comportes como una abuela,
podemos hacer que veas a Sarah.

Helen se levanta lentamente.

—Te vas a arrepentir de esto, Charlie.

Dejo salir una carcajada.

—Vale, Helen. Lo que tú digas. Llámame cuando quieras disculparte.

Con eso, le doy la espalda y me dirijo al restaurante. Se marcha como una


tormenta, presumiblemente de vuelta a su coche.

Me siento en la cabina frente a Sarah y Larkin, sonriendo con tristeza.


Pero mis ojos no paran de vagar por las grandes ventanas de cristal, con mi
ceño fruncido.

Porque, aunque Helen está loca y afligida, su argumento sigue siendo


válido.

¿Me estoy olvidando de Britta?

Hace tres meses, hubiera dicho que no. Miro a Larkin, que está hablando
con Sarah, manteniendo una conversación mayormente sola.

126

126
Frunzo el ceño. Hoy, no estoy tan seguro.

127

127
16

Estoy en la tienda de comestibles, en el mostrador de la panadería. Me


quedo mirando la amplia vitrina de la panadería, indeciso. Hay todo tipo de
pasteles, además de bandejas de galletas y bandejas de magdalenas. ¿Cuál es el
postre apropiado para llevar a la cena del domingo?

—¿Qué te parece? —le pregunto a Sarah, que está a mi lado—. ¿Crees


que al abuelo y a Rosa les gustaría una tarta de zarzamora o de chocolate?

Mueve la cabeza hacia mí, pero no contesta.

—Eres exactamente cero ayuda. —Entrecierro los ojos ante la pizarra.

Una empleada de la panadería se acerca, metiendo su pelo en un pañuelo.

—¿Puedo ayudarle?

—Sí —digo, escaneando el escaparate de la panadería—. ¿Te gusta más


la torta selva negra, o.... qué es eso?

Apunto a una tarta bellamente decorada, con fresas dispuestas en círculos


concéntricos perfectos en la parte superior.

—Es nuestro pastel de vainilla y fresa. Hay toneladas de fresas en el


glaseado, y es delicioso —dice.

Me quedo mirando las dos opciones, sin poder decidirme.

—¡Lake! —dice Sarah, corriendo hacia el frente de la tienda de


comestibles con sus piernas rechonchas.

Juro en voz baja, persiguiéndola. La alcanzo con solo unos pasos y la


tomo en mis brazos.

—¿Adónde vas? —pregunto. Ella grita, disgustada.

128

128
Larkin entra por la puerta principal de la tienda de comestibles, sin
prestarnos atención. Sarah debe haberla visto afuera, de alguna manera. Trago
al verla. Larkin esta jodidamente impresionante con un vestido verde menta y
un cardigan de punto gris claro.

—¡Lake! —grita Sarah, llamando la atención de Larkin.

Larkin mira y nos ve. Nos da esa amplia sonrisa, sus ojos arrugándose. Mi
estómago da vueltas al verla acercarse.

—¡Hey! —dice, empujando sus gafas de sol hacia su cabello rubio—.


¿Qué están tramando?

—Vamos a la casa de mi padre a cenar el domingo. Mi padre y Rosa me


han pedido que lleve a Sarah cuatro o cinco veces. Supongo que finalmente me
agotaron.

—Oh, ¿entonces eso funciona contigo? Es bueno saberlo —dice Larkin


con un guiño.

—Ja, ja, ja, ja —digo—. Muy graciosa.

—Lo intento.

Se me ocurre que estoy a punto de ir a ver a mi familia y a un grupo de


extraños, una actividad que solo se puede mejorar con la presencia de Larkin.

—Oye, sabes... vamos a ir a esta cosa ahora. Puedes venir, si quieres.


¿Hacerme compañía?

Se pone rosa.

—¿A la casa de tu padre?

—Sí, pero va a haber un montón de gente que no conozco —le explico—.


Seguro que me estarías haciendo un favor.

—Uhhhh... —dice, mirando su reloj—. Tengo que acostarme temprano,


para levantarme súper temprano mañana... pero como son solo las cuatro, eso
no debería ser un problema, supongo.

Le sonrío.

—Probablemente no te arrepentirás. Probablemente.

129

129
Larkin se ríe.

—Qué tranquilizador.

—Lo intento —disparo—. Ahora solo tengo que elegir un postre para
llevar. ¿Qué te parece, vainilla y fresa, o selva negra?

—Selva negra —dice automáticamente—. El chocolate es una obviedad.

—¿Puedo tenerte cerca para que tomes todas mis decisiones por mí?
—bromeo.

—Probablemente —dice encogiéndose de hombros.

—Vamos, ven con nosotros a la panadería —digo riendo.

Escogemos un pastel, nos metemos en mi coche y vamos a la casa de mi


padre. Cuando llego afuera, me sorprende notar que la casa ha sido limpiada a
fondo. No solo eso, sino que se sustituyó el buzón caído y el hierro forjado
astillado.

Salimos del coche y saco a Sarah de su asiento. Larkin toma el pastel.


Todos empezamos a cruzar el patio. Rosa sale, vestida de pies a cabeza de
amarillo brillante. Sonríe de oreja a oreja.

—¡Viniste! —dice—. Oh, ¿quién es tu amiga?

Sostengo a Sarah con un brazo, y pongo mi mano libre en la parte baja de


la espalda de Larkin.

—Esta es Larkin, nuestra vecina. Larkin, ella es Rosa.

Larkin se adelanta, con la mano extendida.

—Hola.

—Hola —dice Rosa con una sonrisa—. Y qué hay de mi chica Sarah, ¿eh?

—¡Hola! —grita Sarah, abriendo sus brazos a Rosa.

La entrego y Rosa se ve feliz como una almeja.

—Maravilloso. Vamos, hay unos seis invitados aquí, y Jax y tu padre.

Miro a Larkin, que me mira con un guiño.

130

130
—Vamos —dice.

Respiro hondo y luego sigo a Rosa, sosteniendo la puerta para Larkin.


Cuando entramos, es un poco chocante ver tanta gente en la casa de mi papá.
Hay un par de personas sentadas en el sofá, pero Rosa las esquiva y nos lleva a
la sala de yoga. Tomo un poco de aliento, oliendo cebollas cocidas, ajo y carne.

En la cocina, hay media docena de sartenes y bandejas cubiertas de


aluminio. Miro a Rosa.

—Huele bien.

Solo me guiña el ojo.

—¡Charlie! —dice mi padre, girando y levantando una lata. Está rodeado


de unas cuantas personas, incluyendo a mi hermano menor Jax. Entrecierro los
ojos a la lata, pero mi papá sacude la cabeza—. Solo Coca dietética.

—Ah —digo.

Dos mujeres delgadas de unos 50 años se me acercan, caminando por el


lugar. Se ven exactamente iguales, hasta el cabello rubio plateado y los
chándales.

—Hola Charlie —dice una, con su voz inesperadamente baja—. Soy


Margaret, y ella es Mary.

—Tu padre nos contó todo sobre ti —dice la otra, ladeando la cabeza—.
Nos estamos preparando para nuestro próximo maratón.

—Encantado de conocerte —digo intranquilamente. Por suerte, Larkin


está ahí para absorber la incomodidad.

—¡Soy Larkin! —dice—. Cuéntame sobre ese maratón, si no te importa.

—Estamos recorriendo diez kilómetros para crear conciencia sobre la


degeneración macular —dice Margaret.

—Es un tipo de pérdida de visión —dice Mary.

Rosa me toca el hombro y me lleva a dos caballeros hispanos mayores.

—Juan y Carlos, este es Charlie. Es el hijo de Dale.

131

131
Estrecho las manos de Juan y Carlos, asintiendo. Todos murmuramos
hola.

—Trabajan con tu papá, en la ferretería —explica Rosa—. Carlos también


canta en el coro de nuestra iglesia. ¿Verdad, Carlos?

Carlos simplemente inclina la cabeza. Jax viene, vestido con Converse,


vaqueros bajos y una camiseta de la banda.

—Hola, hombre.

Nos abrazamos a medias. Cuando se retira, veo un gran moretón en su


brazo. Frunzo el ceño, pero me lo guardo para mí. Más tarde, cuando estemos
en privado, le preguntaré de dónde lo sacó.

Rosa toma el pastel de Larkin, luego llama la atención de la fiesta.

—¡Hola a todos! Ahora que estamos todos aquí, recemos para poder
comer.

Jax me tiende la mano, bajando la cabeza respetuosamente. Lo acepto,


ofreciendo mi mano libre a Larkin. Se muerde el labio y se acerca, cogiendo mi
mano.

—Dale, ¿podrías hacer los honores? —dice Rosa.

Mi papá deja su Coca Cola Light y toma las manos de Mary y Margaret.

—Gracias, Rosa. Me gustaría tomarme un minuto para decir, gracias


señor, por traer a todos aquí esta noche. Gracias especialmente por traer a
Charlie, a la pequeña Sarah y a la señorita Larkin. Y por favor, Señor, tráenos
tus bendiciones esta semana, durante la carrera de Mary y Margaret, y para la
entrevista de trabajo de Jax. Por favor, bendícenos y guárdanos, por siempre en
tu nombre. Amén.

—Amén. —Todos los demás hacen eco. Jax baja la mano, pero Larkin me
toma la mano un segundo más, me mira y me aprieta.

Estoy agradecido, de repente, por su presencia.

Todos se dirigen a la cocina, donde Rosa se apresura a descubrir platos de


pollo asado y brochetas de carne de res, así como ensaladas, frijoles y
ensaladas de pasta.

132

132
Me ofrezco a llevarme a Sarah de Rosa, pero ella me despide.

—Ve a comer. Ella está bien aquí, ¿eh, Sarah?

Sarah sonríe. Me encojo de hombros y llego al final de la fila, Larkin se me


une.

—Aquí hay un plato.

—Gracias —le digo—. Y gracias por aceptar venir aquí. Te debo una
grande.

—Tonterías. —Me golpea con el hombro—. ¿Para qué están los amigos?

Amigos. ¿Es eso lo que somos? Definitivamente somos más que vecinos,
en este momento.

Pero no digo nada de eso en voz alta. En vez de eso, le sonrío. Cuando
llega nuestro turno, lleno mi plato de todo, excepto de la ensalada de pasta.
Nunca me han gustado esas cosas.

—Vaya —dice Larkin, mirando mi plato—. Deja espacio para el postre,


¿de acuerdo?

—No será un problema, créeme —digo con una sonrisa.

Levanta las cejas, pero tengo razón. Limpio mi plato y me como sus
sobras de pechuga de pollo.

—Acabo de darme cuenta de que no te he visto comer antes —dice


Larkin mientras comemos—. Es bastante impresionante. También un poco
preocupante.

—Corrí cinco millas antes. Ahora estoy listo para el postre.

—Creo que tendrás que esperar por eso —dice, girando un poco los ojos.

Entre la cena y el postre, me emboscan Mary y Margaret. Aparentemente


tienen un sobrino nieto que está pensando en unirse al Ejército, y quieren la
opinión de un veterano sobre si debe hacerlo.

Veo que Larkin se ha apartado para hablar con Rosa. No tengo ni idea de
lo que dicen, pero Larkin sigue sonrojándose y mirando a sus pies.

133

133
—¿Qué tal un poco de ese pastel? —dice mi padre, llamando a Rosa.

—Sí, sí —dice, dando palmaditas en el brazo a Larkin—. Lo cortaré.

Los hombres se ponen en fila para una gran rebanada, y la mayoría de las
mujeres lo pasan por alto. Rosa me corta una rebanada perfecta, y yo me
pongo a comer. Tiene trozos de chocolate, con un rico pastel y delicioso
glaseado.

—¿Es bueno? —dice mi padre, deslizándose hacia mí.

Mi boca está llena de pastel, así que solo asiento con la cabeza.

—Mmmhmm.

—¿Cuál es el problema entre tú y la linda rubia? —dice, asintiendo hacia


Larkin.

Toso, me ahogo con mi pastel. Mi papá se estira y me golpea en la


espalda. En ese momento, es el hombre que recuerdo de mi infancia. Me aclaro
la garganta varias veces.

—Somos... amigos. —Por fin me arreglo para decir.

Asiente.

—Muy buena amiga la que tienes ahí. La mayoría de los amigos no


vendrían a un evento familiar como ella. Deberías agradecérselo.

—Lo hice —digo con el ceño fruncido.

—Mmm —dice, mirándome con escepticismo—. Rosa quiere que Sarah


se quede a dormir esta noche. ¿Te parece bien?

Asiento lentamente, mi mirada vaga hacia Larkin.

—Sí, eso funcionará.

—Apuesto a que sí —dice mi padre, dándome palmadas en el hombro—.


Se lo haré saber a Rosa.

Rápidamente me dirijo al lado de Larkin.

—¿Estás lista?

134

134
—¡Sí! —dice. Sin dejar de lado su alegre tacto, se inclina a susurrar—: No
puedo escuchar más detalles sobre la degeneración macular.

Sonrío.

—De acuerdo. Déjame despedirme de mi padre y de Rosa, y luego nos


largamos de este puesto de paletas.

Después de entregar una bolsa de pañales que llevo en el coche, con dos
mudas de ropa, me despido de todos. Larkin y yo salimos a la oscura noche. El
sol definitivamente ha empezado a ponerse.

Veo a Larkin temblar cuando nos deslizamos en mi coche.

—Subiré la calefacción —prometo.

Unas gotas de lluvia golpean mi parabrisas, una promesa del tiempo que
vendrá. Enciendo mi auto y me quito la sudadera.

—Toma —le digo, pasándosela a ella.

Se sonroja y se la pone, metiendo las manos por los agujeros de los


brazos. Se ve adorablemente pequeña en mi chaqueta.

—Gracias. Y aparte de la charla sobre la degeneración macular, la fiesta


fue agradable.

Sonrío.

—Eres demasiado buena para tu propio bien.

Me retiro, me dirijo a casa. Mientras conducimos, el tiempo empeora cada


vez más.

—Ha pasado un tiempo desde que realmente irrumpió una tormenta aquí
—dice Larkin, mirando por la ventana.

—Bueno, lo estamos consiguiendo todo ahora. No me sorprendería si


tuviéramos una inundación repentina.

—Tal vez en algunas de las zonas bajas de las afueras de la ciudad. No hay
nada de qué preocuparse.

135

135
Ahora está temblando visiblemente, a pesar del hecho de que el calor está
encendido.

—¿Vas a estar bien? —pregunto, mirándola fijamente.

—Totalmente. — Su tono alegre se contradice por el hecho de que se


encoge dentro de mi sudadera, tratando de calentarse.

Estaciono el coche fuera de nuestros apartamentos y apago el motor.

—Voy a tener que salir corriendo —dice, mirando la casa con tristeza.

Comienza a quitarse la sudadera con capucha, pero sacudo la cabeza.

—Llévala adentro.

—Vale. —Está de acuerdo. Duda, quizás dándose cuenta de que cuando


abra la puerta, tendrá que correr hacia su casa, y yo tendré que entrar en la
mía—. ¿Quieres... quieres un trago?

Inspiro. De alguna manera, sé que me está pidiendo algo más que un


trago. Y, sin embargo, no me atrevo a decir que no.

—Sí —digo asintiendo con la cabeza—. ¿Estás lista?

Se muerde el labio, haciendo contacto visual conmigo. Un escalofrío corre


por mi columna vertebral.

—Sí —dice en voz baja.

—Muy bien. ¿A la cuenta de tres? —sugiero. Asiente—. Uno... dos...


tres...

Salgo a la lluvia helada, golpeando la puerta de mi coche y corriendo


hacia el porche de Larkin.

136

136
17

Corro a través de la tormenta y me aferro desesperadamente a la


sudadera de Charlie. Me protegió al principio, pero se está volviendo
rápidamente empapada y pesada.

Charlie llega a mi porche primero, con pasos pesados audibles. Lo sigo,


mi corazón va demasiado rápido. Me quito la capucha de la chaqueta de
Charlie de la cabeza y saco las llaves.

—Eso fue ridículo —murmura Charlie—. Prácticamente bíblico.

Trato de no mirarlo por mucho tiempo. Con la camisa empapada y su


cabello mojado, parece un maldito dios del sexo. Abro la puerta, aunque estoy
temblando. En parte por el hecho de que me estoy congelando... pero parte
por los nervios, estoy segura.

Después de todo, Charlie está aquí. Y está mojado. Y me está mirando con
una expresión muy intencionada...

Abro la puerta y todos los perros vienen. Los dejo correr y olfatear las
manos de Charlie, buscando golosinas y otras mascotas.

—Vamos —digo, asintiendo—. Tengo algunas toallas y mantas.

—¿Siempre eres tan abnegada? —pregunta, arreando a los perros hacia


dentro.

Me apresuro a entrar en la parte de atrás de la casa, temblando.

—¿Qué quieres decir? —digo por encima del hombro, dirigiéndome al


armario de abajo—. Espera un segundo aquí en el salón, las toallas están aquí...

Abro el armario y bajo un montón de toallas de tamaño humano, y luego


me apresuro a volver a la sala de estar. Charlie está ahí parado, empapado,

137

137
goteando agua sobre el piso de la sala de estar. Me aproximo a él,
disminuyendo la velocidad a medida que estoy más cerca. Me observa con su
mirada de ojos verdes, pareciendo melancólico y sexy y solo... ugh.

Lo deseo, creo. Lo deseo mucho.

Me falta un paso de alguna manera, tropezando y soltando la mitad de las


toallas, desparramándome hacia él. Se estira para evitar que me caiga,
agarrándome por los hombros.

—¡Ooh! —digo, mi aliento saliendo en un silbido.

—Tranquila —dice, estabilizándome. Me estremezco de nuevo al pararme


derecha y me mira con una expresión muy seria—. Deberíamos quitarte esta
ropa mojada.

Dejo caer mi cabeza hacia atrás, mirándolo. Me mira fijamente,


levantando la mano para hacer retroceder un par de cabellos que están
pegados a mi frente.

No me atrevo a respirar. No me atrevo a hablar. Estoy congelada bajo su


hermosa mirada verde, esperando que haga un movimiento.

Charlie me pone las manos en las mejillas y recorre con el pulgar el


contorno de mis labios. Se muerde el labio inferior; por primera vez desde que
lo conozco, sé sin duda alguna, lo que está pensando.

Me desea.

De repente, me pongo de puntillas, llevando mis labios a una fracción de


pulgada de los suyos. Le miro a los ojos, haciéndole una pregunta sin palabras.
¿Vale la pena?

Casi pidiendo limosna. Su mirada parpadea hacia mis labios. Puedo sentir
su aliento contra mi boca, su aliento cálido que se extiende por toda mi piel.

Luego cierra la distancia, sus expresivos ojos se cierran. Su boca presiona


contra la mía, cálida y suave. Me besa sin dejar rastro de la vacilación que debe
sentir. No, su beso es duro y dominante y lleno de pasión reavivada.

138

138
Desliza una mano a mi alrededor, tirando de mí el último paso hacia él,
mi suave cuerpo golpeando el suyo endurecido. Mis manos se acercan a su
pecho, agarrando su camiseta.

Su mano libre comienza a bajar la cremallera de la sudadera, quitándola


junto con mi chaqueta. Tiemblo, de los nervios y del frío, y lo siente.

Sin una palabra, me levanta del suelo, subiendo las escaleras a mi


habitación. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, sintiéndome tan
pequeña y delicada en sus manos.

Va automáticamente al dormitorio principal, que es el que yo uso. Dentro,


la habitación es muy femenina. La cama está hecha de madera de cedro, con
cuatro postes con cortinas de encaje blanco y un cobertor marfil.

Pero ignora la cama, y se dirige al baño. Con solo su bañera de patas de


garra, no veo lo que quiere con el baño, pero me lleva a la bañera de todos
modos.

Charlie me deja en el suelo, abriendo los grifos. Luego procede a


desvestirme, tirando de los hilos de mi vestido. Me quito los zapatos y le ayudo
con mi vestido; pronto cae al suelo y me quedo temblando en mi sujetador de
encaje blanco y mis bragas a juego.

El vapor empieza a llenar la habitación, su calor es muy bienvenido.


Charlie se arrodilla para quitarse sus Converse y luego me mira.

—He imaginado esto cientos de veces —admite, con voz llena de


emoción—. He pensado en miles de escenarios diferentes, posiciones
diferentes. Imaginé cuáles te darían más placer.

Me estremezco de nuevo, pero esta vez no es por el frío. Me muerdo el


labio, temiendo que si hablo, romperé el hechizo.

—¿Sabes lo que quiero, más que nada en este momento? —dice,


extendiendo la mano y acariciando mi cadera.

—¿Qué? —digo, mi voz apenas es más que un susurro.

—Quítate el sostén y las bragas, y siéntate en el costado de la bañera para


mí.

139

139
Me vuelvo rosa brillante, pero sé que tengo que hacerlo. Lentamente me
quito el sostén, exponiendo mis pechos a él, mis pezones rosados
estremeciéndose en el aire vaporoso. Lo veo tomar aliento y luego morderse el
labio. Es tan sexy cuando hace eso, que no creo que sea justo.

Soy consciente de la palpitación de mi corazón mientras me saco las


bragas, dejándome completamente desnuda. Vulnerable.

—Siéntate —ordena, sus ojos vagan sobre mi piel desnuda. Puede que
esté arrodillado, pero su orden no deja ninguna duda de quién está a cargo
aquí.

Doy un paso atrás y me siento en la orilla, abrumada por la duda de mí


misma. Aquí estoy, completamente desnuda, y él aún está vestido. ¿Y si no
cumplo con su fantasía?

Charlie se mueve hacia adelante, alcanzando para tirar de mi boca hacia la


suya. Entierro mis dedos en su pelo corto y oscuro mientras invade mi boca,
nuestras lenguas bailando juntas.

Siento sus manos en mis rodillas y las abro de par en par. Me resisto al
principio, hasta que se detiene un segundo y murmura—: Relájate, Larkin. —Le
dejo que me separe las rodillas, mostrando mi vagina.

Espero que se desnude también, pero no lo hace. En vez de eso se acerca,


besando mi mandíbula, mi cuello, mi hombro. Paso mis manos a lo largo de sus
fuertes hombros, sintiendo los músculos de la parte superior de la espalda
mientras se mueven.

Me besa el pecho derecho, ahueca mi carne desnuda y cierra sus labios


sobre mi pezón. Echo la cabeza hacia atrás y gimo mientras chupa y lame,
usando sus dientes para dibujar mi pezón hasta que endurece.

—Joder —jadeo, empezando a retorcerme contra él. Siento que mi vagina


se moja, y soy lo suficientemente descarada como para presionar mi montículo
contra su pecho.

Suelta mi pecho de su boca con un fuerte chasquido, besando su camino


hasta la cima de mi montículo. Oigo confusamente una voz en la parte
posterior de mi cabeza diciendo que Charlie está realmente aquí, en mi baño, y
que está a punto de comerme el coño. ¿Esto es real?

140

140
Empujo la voz a un lado mientras Charlie sube y baja la punta de su
lengua por mi rendija, burlándose de mí.

—Charlie... —imploro—. Por favor.

Me besa el muslo en su lugar.

—¿Por favor qué?

—Solo... por favor —digo, avanzando un centímetro—. Ya he esperado


dos meses. No me hagas esperar más.

Me considera, besando un poco más la cara interna de mi muslo. Cuando


se retira, no puedo evitarlo.

—¡Charlie! —me quejo.

Pero me sorprende de nuevo tirando de mí de la mano hacia el


dormitorio.

—Necesitamos más espacio —dice simplemente.

Me dirijo hacia la cama y me deja ir. Me siento de nuevo.

Comienza a desnudarse, primero su pegajosa camisa oscura, mostrando


sus pectorales, bíceps y abdominales en un despliegue impresionante. Luego
sus vaqueros negros, sus piernas largas pero poderosas, cada una casi del
tamaño de mi cuerpo. Pronto se queda solo en boxers negros húmedos...

Podría estar babeando un poco. Charlie se mueve hacia mí, tan sinuoso y
poderoso como un gato salvaje. Me muevo hacia atrás en la cama, pero me
agarra por el tobillo.

—Quieta —ordena.

Mis ojos se abren de par en par; puede darme órdenes en cualquier


momento, lo juro. Se sube a la cama y se acuesta a mi lado, con los ojos
ardiendo como brasas. Me pongo de costado, usando mi rodilla para tratar de
ocultar un poco mi desnudez, pero no lo quiere.

—Uh uh —dice, empujando mi rodilla hacia atrás—. No hay razón para


esconderse de mí. Eres preciosa, cada centímetro de ti.

141

141
Me sonrojo, asintiendo un poco. El arrastra su mano desde mi clavícula
hasta mi pecho, y hasta mi cadera, dándole un apretón.

—Eres tan jodidamente bella, Larkin —me dice, mirándome a los ojos—.
Me vuelves loco, casi todos los días, solo por ser tú misma. Apenas puedo
soportarlo.

No respondo de inmediato. Ni siquiera sabría cómo empezar a responder


a ese tipo de cumplido. Finalmente, me las arreglo—: Yo también siento lo
mismo por ti.

Charlie no está escuchando. En vez de eso, se pone de rodillas y se inclina


para besar mi clavícula, la parte superior de mi pecho. Me besa el pezón y
luego lo succiona con la boca. Su boca está tan caliente y húmeda, y mis
caderas se elevan solas.

Abro la boca y gimo. Me moja el pezón con la lengua y luego lo suelta.


Hago un ruido de decepción, pero Charlie tiene otras preocupaciones. Me besa
hasta el ombligo, separando mis rodillas.

Me empuja hacia arriba de la cama lo más lejos posible, y luego encuentra


un lugar cómodo entre mis piernas. Empuja una rodilla hacia arriba, siguiendo
los besos a lo largo de la parte interna del muslo.

Me retuerzo un poco, aunque sé que lo que viene será increíblemente


caliente. Aun así, me siento distantemente incómoda en mi propia piel,
preocupada de nuevo porque no pueda estar a la altura de su fantasía.

Usa dos dedos para encontrar mi unión, trazándola perezosamente arriba


y abajo, arriba y abajo. Sus dedos reciben un poco de mis jugos; se detiene y se
mete los dedos en la boca, haciendo un sonido de satisfacción como si eso
fuera normal.

Me sonrojo y aprieto, mis rodillas se juntan un poco. Pero luego me


separa los labios inferiores con esos mismos dos dedos y se inclina hacia
adentro, besando mi clítoris.

—¡Oh dios! —digo, exaltada. Se siente tan bien, tan húmedo y tan
caliente, no sé si pueda aguantar mucho sus juegos. Cuando besa mi clítoris
otra vez, girando su lengua a su alrededor esta vez, haciendo ruidos fuertes de
succión, entierro mis dedos en su cabello.

142

142
Hace ochos con su lengua diabólica por un minuto, mientras gimoteo y
trato de no mover mis caderas contra su cara. Después de que cierra sus labios
alrededor de mi clítoris y chupa, no puedo evitarlo.

—Oh Dios, oh Dios —lo repito una y otra vez—. Estoy… estoy cerca,
Charlie.

Se mueve un poco, burlándose de la entrada de mi núcleo con un solo


dedo. Tiemblo de emoción y me estremezco contra su boca cuando introduce
un grueso segundo dedo.

Y con el tercero, creo que estoy a punto de hervir. Está chupando mi


clítoris y moviendo suavemente sus dedos dentro y fuera de mi vagina, y todo
esto es demasiado.

Hago un sonido de garganta, ya casi llego...

Pero disminuye la velocidad y retira los dedos. Abro los ojos de par en
par, mirándolo fijamente.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto, insegura.

—¿Te puedes venir con la penetración? —pregunta, lamiéndose los


dedos sin hacer nada.

—Sí... —le digo.

—Bien. Entonces creo que deberíamos hacerlo juntos —dice, poniéndose


de rodillas—. Solo quería llevarte la mayor parte del camino hasta allí,
porque... ha pasado mucho tiempo para mí. Y porque he estado soñando con
comerme ese coño.

Me pongo roja con sus palabras, a pesar de que acaba de terminar de


hacer eso. Me muerdo el labio y le hago señas. Se retira de la cama, se quita los
calzoncillos y se desnuda. Su pene sobresale con orgullo, largo y grueso y muy
hermoso.

Tiene un tatuaje en la cadera, pero no tengo mucho tiempo para


examinarlo. Se detiene.

—¿Estás… necesitamos un condón? —pregunta.

Sacudo la cabeza.

143

143
—Tengo un DIU y estoy limpia.

—Yo también —dice, arrastrándose por encima de mi cuerpo, hasta que


nuestras caderas se juntan. Es pesado, casi demasiado pesado para mí, pero su
gran estructura lo compensa. Se equilibra sobre los codos, quitando algo de
peso.

Mis labios encuentran los suyos, y mi mano encuentra su pene,


acariciándolo suavemente. Rompe el beso con un gemido bajo y necesitado.
Ese sonido destruye cualquier plan que hubiera tenido.

Coloco su pene en mi entrada, moviendo un poco mis caderas para


animarlo. Sin embargo, no empuja de inmediato. Se toma un segundo para
mirarme, cepillando algo de mi cabello aún húmedo de la cara.

—Eres hermosa —me dice. La seriedad de su mirada brilla.

—Tú también lo eres —le digo.

Me besa de nuevo, con sus labios calientes y maravillosos. Luego se


hunde lentamente, centímetro a centímetro.

—Ahhhhh —digo, sintiendo el estiramiento en lo profundo para


acomodarme a su tamaño.

Se ve apenado.

—¿Estás bien? ¿Debería parar?

Sacudo la cabeza.

—No. Ve más rápido.

Charlie se retira, luego empuja, se retira, luego empuja. Un poco más


profundo, un poco más rápido cada vez. Establece un ritmo, lento al principio.
Lo encuentro empuje a empuje, sintiendo que mi cuerpo se calienta,
recordando el placer que sentía hace apenas unos minutos.

Le envuelvo con mis piernas a medida que aumenta el ritmo. Hay un tipo
de fricción suave que está sucediendo; se siente increíble, como si hubiera algo
dentro de mí que está ardiendo, y solo él puede apagarlo.

144

144
Con cada empuje me estoy acercando un poco más al éxtasis. Siento que
mi resorte interior se contrae un poco más y más fuerte. Solo necesito algo un
poco... más... que se ponga en marcha.

—Charlie —digo, sin aliento—. Voy a necesitar que me folles más fuerte.
No te contengas.

Sonríe un segundo y luego me da exactamente lo que quiero. Se inclina


sobre mí, follándome como un martillo neumático, el sudor comienza a gotear
de su cara y pecho. Todo lo que puedo hacer es agarrarme, el resorte interno
se hace más fuerte cada segundo.

—Joder —susurra, con tono reverente. Su voz está casi perdida en el


tumulto entre nosotros.

—Sí —insto, mis caderas chocando con las suyas una y otra vez—. ¡Sí! No
te detengas. No te atrevas...

Estoy tan tensa que cuando me empiezo a venir, agarro la espalda de


Charlie con mis uñas, dejando mis marcas. Entonces es como si viera fuegos
artificiales, todo en mi mundo se vuelve negro excepto unas pocas salpicaduras
de color brillante.

Me derrumbo por un acantilado que no vi venir, y caigo en picada hacia el


abismo de mi propio placer. Un segundo después de venirme, siento que
Charlie empieza a venirse. Oigo su rugiente grito, siento el pulso caliente de su
semilla en mi interior. Siento que disminuye la velocidad y luego se detiene.

Apoya su frente contra la almohada a mi izquierda, respirando con la boca


abierta durante un largo segundo. Mi corazón acelerado comienza a calmarse.

Charlie me besa entonces, larga y lentamente. Sabe a sudor, pero no me


importa. Suspiro en el beso, levantando mis manos para ahuecar su cara.

Cuando por fin sale de mi cuerpo y va al baño a limpiarse, me quedo


quieta. Aprecia este momento, me digo. Tienes lo que has querido durante
tanto tiempo. ¿Quién sabe cuándo volverá a ocurrir?

Sale del baño con una toallita. Levanto una ceja, pero comienza a
limpiarme con suaves golpecitos de la tela. Desaparece de nuevo, luego regresa
y se hunde en la cama a mi lado.

145

145
Honestamente, estoy conmocionada. Esperaba que se pusiera la ropa,
dijera que fue un error y se fuera.

Pero envuelve un brazo mi alrededor, acercándome y besando mi


hombro.

—Siento que fue tan corto. La próxima vez no seré tan bueno.

—¿La próxima vez? —pregunto, volteando mi cabeza hacia él. Además, no


fue demasiado corto. Supongo que tiene un nivel muy alto de exigencia.

...puedo vivir con eso.

—Sí. Dame... no sé, ¿veinte minutos para reiniciar? Por supuesto, si estás
lista, siempre puedo comerme tu coño otra vez...

Tengo que suprimir una mirada de sorpresa total. Se toma mi mirada en


blanco como interés.

—Date la vuelta. Quiero comerte por detrás esta vez.

—Yo... —Comienzo, luego cierro la boca. ¿Quién soy yo para decirle que
realmente no espero estas cosas?

Me doy la vuelta y Charlie empieza a levantarse y me da una palmada en


el culo con un golpe contundente.

Oh señor, ¿en qué me he metido?

Pero pronto sus inteligentes dedos encuentran mi clítoris, y todos los


pensamientos de protesta desaparecen de mi mente.

146

146
18

Por fin me muevo del cuerpo sudoroso de Larkin, aterrizando con un


ruido en la cama. Mi corazón está acelerado, estoy luchando por recuperar el
aliento, el sudor me sale a borbotones. El sol está saliendo ahora, con rayos
que aterrizan en la evidencia de lo que hemos hecho.

Ropa esparcida por el suelo, copas de vino medio vacías, el cobertor


tirado de la cama por completo.

Miro a Larkin y se ríe a carcajadas.

—¡Ni siquiera me mires! —dice, poniendo su brazo sobre sus ojos—.


Tener sexo cuatro veces es suficiente. Estoy literalmente sin energía.

Sonrío.

—Pero sin esa cuarta vez, no sabríamos que puedes lanzar chorros.

—Dios mío, detente —dice, tímida—. ¿Sabes?, cuando te conocí, pensé


que tu silencio era como un rompecabezas. Bueno, ahora sé que fue un regalo.

Me río, extendiendo la mano por la curva de su cadera.

—¿Soy demasiado hablador para ti ahora?

Se asoma por debajo del brazo y suspira.

—No. A menos que estés hablando de... mis emisiones corporales.


Entonces creo que tengo derecho a decir algo.

Me volteo hacia mi lado, de frente a ella, y ella me imita, retrocediendo


en mis brazos hasta que hacemos la cucharita. Le ajusto un poco el pelo,
alejándolo de mi nariz. Me gusta la forma en que la luz del sol atrapa su cabello
y lo hace parecer hilos de oro.

147

147
Me gustan muchas cosas de Larkin, a decir verdad.

Pongo mi brazo alrededor de ella y empiezo a calmarme. Hemos estado


despiertos durante horas y horas, así que es agradable y natural que nos
acomodemos en una ligera siesta.

Pero cuando me duermo, sueño con Britta.

Sueño que estamos de vacaciones, en algún lugar tropical. Alojados en


una cabaña de madera, en una playa de arena blanca. Me levanto de la cama,
haciendo a un lado el mosquitero, y veo que es de día. Britta está dormida, se
aparta de mí y su cabello oscuro se despliega sobre la almohada.

Salgo de la cabaña, usando solo mis boxers, y miro las olas azules del
mar. Sombreo mis ojos contra el brillo de la luz del sol, tratando de asimilarlo
todo.

Huelo la sal en el aire, siento la brisa cálida en mi piel. Juro que el sonido
de las olas es una especie de mensaje, pero se me ha perdido. Tengo una
sensación en el fondo de mi mente, algo que debería recordar.

Pero no puedo identificarlo. No aquí, en este paraíso. Miro hacia atrás a


nuestra cabaña. Britta debería estar conmigo, presenciando todo esto. Eso lo
haría realmente memorable, algo de lo que ambos contaremos historias
cuando estemos viejos y canosos.

Vuelvo a la cabaña, caminando hacia la cama. Me acerco a Britta, pero me


detengo, con la punta de los dedos temblando.

¿Es raro que no se haya movido desde que salí? Creo que me estoy
volviendo loco, pero cuando toco su brazo, está fría como el hielo.

—Britta —le digo, tirando de ella hacia mí—. Despierta...

Britta cae, sus ojos azules muy abiertos, su cara pálida. Parece... parece...
muerta.

—¡Britta! —digo, agarrándola por los hombros. Grito lo primero que me


viene a la mente—. ¡No puedes estar muerta! ¿Qué hay de Sarah?

—Charlie —susurran las olas—. Charlie, despierta...

148

148
Y luego abro los ojos. Estoy desorientado por un minuto, tratando de
recordar dónde estoy. Larkin se cierne sobre mí, con el ceño fruncido. Está
desnuda, y su mano está en mi pecho.

—¿Estás bien? —pregunta en voz baja.

De repente siento la bilis en la parte posterior de mi garganta, ese


engrosamiento de la saliva que indica que podría estar enfermo.

Otra vez no.

Me levanto de la cama, corro al baño. Levanto la tapa del inodoro y lo


miro durante varios segundos. No vomito, pero apoyo la cabeza y la parte
superior del cuerpo sobre el lavabo durante un buen y largo minuto.

Eventualmente abro el grifo del lavabo y enjuago mi cara y mi boca. Me


miro en el espejo que hay encima del lavabo; un extraño me mira, con sombras
oscuras debajo de ojos verdes espeluznantes y cabello oscuro torcido.

—Joder —murmuro.

Salgo del baño y estoy un poco confundido cuando vuelvo al dormitorio


de Larkin. Aparte de la cama de cuatro postes y las cortinas de niña escolar,
fácilmente podría ser mi habitación.

Pero está Larkin, en una camiseta blanca de gran tamaño, parece muy
seria. Regreso a la cama, sin saber cómo manejarlo. Tomo mis calzoncillos, me
los pongo y me siento.

No dice nada, solo me rodea el torso con sus brazos y me abraza. Ni


siquiera me di cuenta de que necesitaba ese abrazo, esa clase de tranquilidad
incuestionable, hasta que mis ojos empezaron a lagrimear.

—Joder —repito, mi voz está llena de emoción—. ¡Solo... joder!

Larkin no responde, me aprieta un poco más fuerte. Yo cuelgo la cabeza


por un segundo, dispuesto a superar mis lágrimas. Ya he llorado las lágrimas de
un océano por Britta.

No solo eso, sino que estoy en la cama con otra mujer, una mujer que me
ha demostrado su valía una y otra vez.

149

149
¿Cuándo dejaré de estar molesto por la muerte de Britta? ¿Cuándo será
suficiente?

¿Cuándo volveré a ser un ser humano normal?

Esas preguntas solo me molestan más. Cuando Larkin empieza a frotarme


la espalda con círculos relajantes, me veo obligado a respirar profundamente y
a hacer todo lo que esté en mi mano para no desmoronarme y llorar delante de
ella.

Al final, soy capaz de calmarme. Larkin sigue frotándome la espalda y yo


me vuelvo hacia ella. La tomo de la muñeca y la miro a los ojos.

—Gracias —digo.

—No es necesario —dice, moviendo la cabeza.

—Sin embargo, es necesario. —Extiendo la mano y tomo su mejilla,


inclinándome. Nuestras bocas se encuentran, sus labios suaves y calientes, los
míos firmes y necesitados.

Cuando nos separamos, inclina su frente contra la mía, mirando hacia


abajo.

—La llamabas por su nombre mientras dormías —dice, con voz triste.

Mierda. Tenía miedo de eso.

—Soñé que la encontraba muerta —respondo. La honestidad puede que


no sea lo mejor en este momento, pero es todo lo que tengo.

Larkin se retira, mirándome.

—Pero no lo hiciste, ¿verdad?

Sacudo la cabeza.

—No. Ni siquiera pude... —Me detengo y aspiro un poco—. Su madre


tuvo que identificar su cuerpo en la morgue.

Asiente, mirando sus manos en su regazo.

—¿Esto es... fue un error? —pregunta, con su voz rompiéndose en la


última palabra.

150

150
Lo último que quiero es que Larkin salga herida por mi culpa. Es todo lo
bueno. Es el sol, y yo soy la oscura y melancólica luna.

—No —digo, inclinándole la cabeza hacia arriba con dos dedos. Hay
lágrimas en sus ojos, lo que me rompe el corazón otra vez—. Por favor, no
pienses eso.

Una sola lágrima se rompe y rueda por su cara. Cuando habla, está ronca,
con la voz llena de lágrimas.

—¿Qué quieres de mí? —pregunta, anudando sus manos en su regazo.


Me mira con esos ojos color coñac, buscando en mi cara.

Quiero prometerle cosas. Quiero decir que, si tiene paciencia, podré


encontrar mi camino. Quiero besarla y decirle que todo está bien, que estoy
bien.

Pero no quiero darle falsas esperanzas. ¿Y si estoy roto? ¿Y si me


despierto cada vez que duerme a mi lado con el nombre de mi esposa en los
labios?

¿Qué pasa si estoy tan lejos de estar bien que ni siquiera sé cómo
empezar a resolverlo?

Así que, en vez de eso, me quedo con la verdad. Es todo lo que tengo
para ofrecerle ahora mismo. Respiro profundamente.

—Tengo miedo —lo admito—. Tanto. A veces, siento como si tuviera


miedo de todo. Siento como si ya hubiera tenido un gran amor en mi vida.
Amaba tanto a Britta, y luego me la quitaron. Eso me hace pensar que no
puedo... no puedo intentarlo de nuevo. Parece egoísta pensar en volver a salir.

La miro a los ojos y aclaro mi garganta, que se ha vuelto a llenar de


emociones.

—Cada vez que coqueteo contigo, cada beso que hemos compartido...
me da miedo. Porque una vez amé sin reservas, y eso me dejó como una
cáscara de hombre. Y tú... no eres el tipo de chica a la que alguien puede
pedirle que espere. Tengo miedo de preguntar, porque ni siquiera estoy seguro
de si el tiempo y la paciencia me arreglarán.

151

151
Larkin me sorprende entonces, abrazándome, poniendo sus brazos
alrededor de mi cuello. Ahora está llorando, puedo oírlo, puedo sentir sus
lágrimas cuando me golpean los hombros. También lloro, lágrimas saladas
recorren mi cara.

—Está bien —murmura a través de sus lágrimas—. Todo va a estar bien.

Retrocedo y me enjugo las lágrimas con el dorso de la mano.

—¿Cómo puedes decir eso? ¿Cómo puede saber eso cualquiera de


nosotros? —digo, la ira se filtra en mis palabras.

Me toma de la mano, atando sus delicados dedos con los míos más
grandes. Sonríe un poco. Se encoge de hombros.

—Solo lo sé. Y si quieres que te espere, lo haré.

—No quiero que nadie tenga que esperarme —digo, moviendo la cabeza.

—Y aun así, lo haré. —Se seca las lágrimas, exhalando.

—¿De verdad va a estar bien para ti? —pregunto, extendiendo la mano


para cepillar un mechón de su cabello.

—¿Por ahora? Te tomaré en cualquier cosa que pueda —dice.

La beso de nuevo, agradecido. Me está dando tiempo. Y no quiero


espacio. Parece que no me canso de ella.

Pero definitivamente hay una nube oscura que cuelga sobre mí, incluso
cuando caemos juntos en la cama.

Está esperando que fracase, para arremeter contra mí, que extrañe tanto a
Britta y no pueda decirle a Larkin sobre eso.

A la espera.

152

152
19

Estoy tendida en el piso de la sala de estar, planeando el próximo día


especial de la biblioteca, que va a celebrar la Telaraña de Charlotte. Es tarde en
la noche. Normalmente ya estaría en la cama, pero estoy esperando lo que
podría llamarse una llamada sexual.

Solo de pensarlo me sonrojo.

Hace tres meses, no hubiera soñado que sería esta persona. Nunca
hubiera pensado ni en un millón de años que tendría un pequeño y sucio
secreto como este. Pero entonces conocí a Charlie, y todas las cosas que pensé
se fueron por la ventana.

Trato de concentrarme en mi tarea, que he repartido en un montón de


papeles. Tengo mi idea de notas adhesivas dispuestas alrededor de un
diagrama de la biblioteca. Hay una nota para cada una de las seis estaciones,
donde los niños pueden aprender un hecho divertido y hacer una actividad.

Mientras trato de decidir dónde colocar la nota adhesiva de “Hacer arañas


de papel maché”, oigo un golpe en la puerta de mi casa. Ese debe ser Charlie.

Me pongo de pie y aliso el vestido de mezclilla mientras me apresuro a


abrir la puerta. Charlie está allí, inclinado en la entrada, haciendo que mi pulso
se acelere con su expresión melancólica.

Me acerco y lo tomo de la mano, tirando de él hacia adentro. Cierra la


puerta con una patada, toma mis caderas y me besa con una risita.

—¿Finalmente se ha dormido? —pregunto, mordiéndome el labio


mientras me besa el cuello. Su barba se frota contra la delicada piel sobre mi
pulso, haciéndome cosquillas.

153

153
—Sí —dice, tirando del botón superior de mi vestido—. La veo con el
monitor del bebé, en mi bolsillo trasero. He estado esperando durante horas,
pensando en ti sentada aquí. Eres mi recompensa por mi paciencia, creo.

Me rio y bajo la cremallera de su sudadera, estirando su camiseta para


que mis dedos tengan acceso a sus abdominales, a la V de sus músculos.

Ha pasado casi un mes desde la primera vez que tuvimos sexo, y hemos
usado casi todas las excusas para tener sexo en secreto. Cuando Sarah no está
mirando, o está siendo cuidada por Rosa y Dale, seguro estamos
enrollándonos.

La regla tácita es que Sarah no puede ver ninguna muestra pública de


afecto. Eso nos convertiría en una pareja, de alguna manera.

Así que hemos sido tan discretos como podemos, escabulléndonos tarde
en la noche y temprano en la mañana.

Charlie desabrocha los tres botones principales, luego se rinde y me carga


por encima de su hombro.

—¡Charlie! —grito.

—Es tu culpa —dice, llevándome al sofá—. Tu vestido me frustra.

Me arroja y se hunde encima de mí.

—¿Por qué? —pregunto, sonriendo cuando entierra su cara entre mis


pechos. Siento el lento goteo de humedad comenzar entre mis piernas.
Siempre es así con él. No puedo evitar estar excitada.

—Ni siquiera deberías usar ropa —dice mientras desabrocha el resto de


los botones, y luego empieza a sacarme el vestido por la cabeza.

Estoy desnuda, sin sujetador ni bragas. Lo estaba esperando. La mirada en


su rostro es casi cómica, como la de un niño que obtuvo lo que quería en la
mañana de Navidad.

Charlie entierra su cara en el espacio entre mis pechos de nuevo,


empujando a ambos hacia su boca. Se toma su tiempo con cada uno, besándolo
y lamiéndolo, pasando su lengua sobre el pezón. Incluso usa sus dientes,
poniéndome nerviosa y poniéndome ridículamente caliente.

154

154
Mientras tanto, mis manos vagan sobre su cuerpo, sintiendo que los
diferentes grupos musculares se flexionan. Envuelvo mis piernas a su
alrededor, presionando mi coño contra la silueta de su pene a través de sus
jeans.

Sabe cómo volverme loca de esta manera. Hace este sonido


profundamente en su pecho, mientras que su boca está en mis pechos. Es un
estruendo, o un gruñido, tal vez. No me canso de ello.

Se retira.

—Quiero que montes mi boca, Larkin.

Me pongo roja.

—No lo sé, Charlie...

—Si. Vamos, inténtalo. Creo que te gustará —dice. Miro en sus ojos,
verde como un jardín verde, y ardiendo de lujuria.

—Me avergüenza —lo admito.

—No lo estés —dice—. Estoy cien por cien seguro de que te verás
increíble sentada en mi cara. Piensa en ello: tu pelo echado hacia atrás, tus
pechos en movimiento, un libro de placer en tu cara.

Tiro de mi labio inferior entre los dientes, pero ya se está bajando de mí y


se está acostando en el suelo. Supongo que lo haré, entonces.

Una cosa que sé es que Charlie nunca se reirá de mí ni me hará sentir


incómoda a propósito. A medida que pasamos más y más tiempo juntos, eso se
hace evidente.

Me muevo del sofá al suelo, arrodillándome junto a su cabeza.

—¿Listo? —pregunto con indecisión.

Asiente, acariciando mi muslo con una sonrisa.

—Extremadamente listo.

Me muevo sobre su cara, a horcajadas sobre él. Nunca me he sentido tan


incómoda en mi vida, pero las manos de Charlie suben hasta la parte superior
de mis muslos, empujándome suavemente hacia abajo.

155

155
Abro mis muslos un poco más, mordiéndome el labio. Siento el calor de
su aliento justo antes de que bese el interior de mis muslos. Estoy súper
consciente de mí misma pero también muy, muy excitada.

Puedo sentir que mi coño se moja mientras besa hacia arriba, hacia mi
montículo. Me incomoda, pero al mismo tiempo, me muerdo el labio y pienso
en lo bien que se verá, ¿limpiar mis jugos de su cara después de que me corra
en él?

Sí, eso me pone muy caliente.

Presiona la parte superior de mis muslos hacia abajo hasta que me apoyo
completamente en su cara. Al mismo tiempo que besa mi dolorido clítoris, con
mucha ligereza. Me quejo.

—Oh, Dios —digo mientras lo besa de nuevo, aumentando un poco la


presión.

Me muerdo el labio, no sé qué hacer con las manos. Paso las manos por
encima de mi cuerpo y termino disfrutando de la sensación de tener que
ponerlas en mis propios pechos. Inclino la cabeza hacia un lado, gimiendo ante
la estimulación de Charlie lamiendo lentamente mi clítoris.

Me jalo los dos pezones a la vez, y me pongo contra su lengua malvada un


par de veces. No dejo de imaginármelo después de que le cubra toda la cara,
me vuelve loca.

Se mueve por un segundo, corriendo el brazo. Su gran mano se extiende


sobre una nalga, y luego me convence de que vuelva a su boca. Charlie hace
figuras de ochos con su lengua sobre mi clítoris, la mano en mi culo bajando
más y más bajo, burlándose de mi trasero.

Cierra los labios sobre mi clítoris y chupa, lo que me hace gritar. Al mismo
tiempo, se desliza con la punta de un dedo hasta el pliegue de mi trasero.

Estoy tan sorprendida que ni siquiera sé qué hacer. Me congelo, a pesar


de que Charlie chupa más fuerte en mi clítoris. Me siento floreciendo como una
flor, una sensación de plenitud que se hace cada vez más baja en mi cuerpo.

Siente que cierro y retrocedo.

—¿Estás bien?

156

156
Me pongo roja como la remolacha.

—Sí... pero siento que tú también deberías tener algo.

Me besa la cara interna del muslo.

—Puedo, si quieres darte la vuelta. Puedes chupármela y todavía puedes


montar mi cara.

Qué... sucio.

Asiento, reposicionándome torpemente. Pero cuando me enfrento a su


pene, tengo algo que hacer. Mis dedos desabrochan sus vaqueros, empujando
hacia abajo sus boxers para revelar su pene largo, duro y perfecto.

Mientras Charlie cierra sus labios sobre mi clítoris de nuevo, tomo su


pene en mi puño. Gime, lo que es sumamente satisfactorio. Me esfuerzo para
envolver mis labios alrededor de su punta, está demasiado lejos para hacer
mucho más.

Mmmmmmmm, el sabor masculino de él, terroso, salado y amargo en mi


boca.

Trato de concentrarme en su pene, mojando mis labios y cubriendo mis


dientes con mi lengua. Trato de no preocuparme por lo que Charlie está
haciendo, trato de no concentrarme en cada golpe de su lengua.

Es muy difícil, sin embargo. Paso mi lengua alrededor de su pene y con


cuidado subo y bajo mi mano por su longitud. Puedo sentir mis terminaciones
interiores enrollándose, volviéndose tensa. Soy consciente de que su hábil
dedo se desliza de nuevo por mi culo, penetrando en él con solo la punta.

Joder, pienso, en realidad se siente bien. Trabaja con todo su dedo, y de


repente me invade la sensación de plenitud. El saber que voy a venirme me
distrae mucho.

Me detengo y levanto la cabeza, provocando un doloroso gemido de él.

—Estoy cerca —susurro.

Se queja y se dobla sobre mi clítoris. Suspiro mientras vuelvo a hundir mi


boca en su pene, moviendo mi mano a tiempo con mi lengua. Su gusto cambia
un poco, se vuelve más salado mientras gimoteo alrededor de su pene.

157

157
De repente hago erupción, yendo por el precipicio hacia un mundo de
placer. Comienza a venirse justo después de mí, vaciando latigazo tras latigazo
de su semen salado en mi boca, en mi garganta.

Cuando disminuimos la velocidad, me deslizo fuera de su cara,


poniéndome de pie. Finalmente consigo ese momento que he estado
esperando, viéndolo lamer y limpiar la humedad de su boca y barbilla.

—Eso —digo, asintiendo hacia su cara húmeda. Todavía estoy casi sin
aliento—. Eso es muy sexy.

Su sonrisa es malvada.

—¿Eso crees?

—Sí —digo, ruborizada.

—Bien. Me alegra que te sientas así. Dame unos... ¿diez minutos? Y


puedes sentirlo de nuevo. —Me guiña el ojo.

Le pongo los ojos en blanco un poco, pero por dentro sé que es muy
serio. Me las arreglo para darme la vuelta y poder estar tumbada junto a él, con
la cabeza sobre su hombro.

Amo a Charlie, pienso. Lo amo tanto que me da un poco de náuseas. Lo amo


tanto que siento como si mi corazón se me saliera del pecho.

Pero me lo guardo para mí. Tumbada sobre su hombro, hay tantas cosas
que no puedo decir en voz alta... y eso es solo una de ellas.

158

158
20

Larkin sonríe un poco por lo nervioso que estoy cuando conduce. Está
yendo por la autopista hacia un destino desconocido, conduciendo mi auto.
Afuera no es nada menos que hermoso. El terreno a medida que conducimos se
inclina suave pero notablemente hacia abajo, aunque la densidad de los
bosques no disminuye en absoluto.

Me quedo boquiabierto ante el paisaje que pasa, deseando como el


demonio no haber aceptado venir con Larkin sin hacer preguntas.

Echo un vistazo al asiento trasero, para ver cómo está Sarah.

—¿Estás bien? —pregunto.

Sarah se chupa los labios, encantada con la bolsita de plástico de uvas


verdes que Larkin le regaló. Asiente con entusiasmo.

—Relájate —dice Larkin, tocando mi mano—. Estoy obedeciendo el


límite de velocidad. Obedezco todas las señales de tráfico. Estoy a salvo.

También Britta, pienso, mirándola. Ni siquiera estaba en la autopista.

Pero aprieto la mandíbula y me guardo los pensamientos para mí. Pase lo


que pase, definitivamente voy a conducir de regreso. Probablemente solo
hemos estado conduciendo durante veinte minutos cuando Larkin hace la señal
y sale de la autopista.

El cartel dice que vamos a Arch Cape, pero eso es todo. Bajo la ventanilla
y puedo oler el sabor de la sal en el aire fresco. Puedo oír el rugido de las olas
cuando giramos a la derecha.

Mierda. Estamos en el maldito océano.

159

159
Todo mi cuerpo se aprieta y tensa al escuchar las palabras de Britta
resonando en mi cabeza. Un día, te llevaré al Océano Pacífico.

Una promesa incumplida. Me lo dijo un día mientras estaba embarazada,


cuando admití que nunca había pasado tiempo en la costa.

Miro a Larkin, que no es consciente de eso. ¿Qué se supone que debo


decirle?

Da la vuelta, ¿no estoy listo para enfrentarme a esto todavía?

Llega a un pequeño desvío, donde hay otros tres autos estacionados, y se


detiene. Todavía hay árboles altos entre nosotros y el océano, pero si
entrecierro los ojos puedo ver la arena blanca y amarilla de la playa.

Joder, joder, joder. Estoy rígido en mi asiento, sintiéndome congelado.

—¡Llegamos! —anuncia, mirando hacia atrás a Sarah—. Estamos en la


playa, bichito.

Sarah sonríe con el apodo. Sonríe cada vez que Larkin lo usa.

Larkin extiende la mano y cubre mi mano con la suya.

—¿Listo?

No.

Pero asiento de todos modos, desabrochando mecánicamente mi cinturón


de seguridad. Larkin sale del coche y luego saca a Sarah de su asiento. Salgo
lentamente, pensando en la imagen que hacen las dos: Larkin con su bonito
vestido verde oliva, sosteniendo a Sarah, arrullándole con algunos términos de
cariño.

Si no fuera por su color radicalmente diferente, pensarías que Larkin es la


madre de Sarah de nacimiento. La forma en que Larkin le pone la chaqueta a
Sarah. La forma en que Sarah se ríe de las bromas sus cuando la hace rebotar
en una cadera...

Parece que ha estado haciendo eso desde siempre, no solo tres meses.
Sarah es tan pequeña que ni siquiera recordará a Britta. Sus primeros
recuerdos serán los míos y los de Larkin, tomados de la mano.

160

160
Ese hecho me pesa mucho ahora mismo.

—¡Vamos a ver el océano! —Larkin se lo dice a Sarah—. ¡El océano es


grande y azul, y hace whoosh, whoosh!

Larkin me mira. Es obvio que se da cuenta de mi expresión y de mi falta


de palabras, pero no dice nada. Se da la vuelta y se dirige hacia el camino
marcado entre los árboles que la lleva a la playa.

Me quedo atrás, mi diálogo interior es un torbellino de emociones. Estoy


enfadado. Estoy deprimido y angustiado. Tengo esperanzas, pero también
tengo esa misma nube negra colgando sobre mi cabeza.

Sigo a Larkin, subiendo la cremallera de mi sudadera un centímetro más.


Hay un viento fuerte soplando aquí abajo, incluso ahora en el verano. Salimos
de entre los árboles, y ahí está la playa, con sus kilómetros y kilómetros de
arena, que se extiende a mi izquierda y a mi derecha.

Aún más impresionante es el océano, una mercurial bestia azul-gris-verde,


que se extiende hasta donde puedo ver. Las olas rocían una fina neblina de
agua salada en el aire, mientras que a lo lejos las olas chocan rítmicamente.

Larkin pone a Sarah en cuclillas junto a ella.

—Mira esto —dice. Ella toma un puñado de arena y lentamente la vierte.

—¡Otra vez! —exige Sarah, sin estar segura de cómo funciona la arena.

Larkin obedientemente baja la mano y toma otro poco de arena, y luego


la vierte. Sarah se agacha y pone su mano en la arena, luego copia
experimentalmente lo que hizo Larkin.

Larkin me mira, con las cejas bajas.

—¿Quizás quieras venir a presentar a tu hija al océano?

Siento que mis mejillas se calientan. A regañadientes me acerco a ellas,


arrodillándome al lado de Sarah. Sarah me mira, su carita resplandeciente de
emoción. Agarra un puñado de arena, replicando el truco que acaba de
aprender.

—Muy bueno —digo—. Mira esto.

161

161
Construyo una pequeña pared de arena, dándole forma con mis manos.
Pero Sarah no está interesada. Gira la cabeza, mirando el mar ominoso.

—Tal vez intentemos mostrarle de nuevo cuando estemos más cerca del
agua —dice Larkin, tratando de ayudar—. No creo que la arena esté lo
suficientemente pegajosa por aquí.

Me levanto, aplaudo para quitarme la arena.

—Vamos, vayamos a ver el océano.

Le ofrezco a Sarah mi mano, y ella la toma. Larkin se queda unos pasos


atrás, dejándonos un momento a solas. Lo aprecio, aunque me enfurezca y me
entristezca.

Aquí estamos, en el océano, un lugar al que probablemente nunca se me


hubiera ocurrido traer a Sarah solo. Y, sin embargo, la mujer que nos trajo aquí
se está quedando un poco atrás, sin querer... ¿qué? ¿Para qué Sarah
correlacione el océano con alguien al azar?

Y aquí estoy, dejándola. Sin decir nada. Porque quiero que la primera
experiencia de Sarah sea pura, sí. Pero también, porque soy un maldito
cobarde.

Me molesta un poco que Larkin no haya insistido, que no haya tomado a


Sarah por la otra mano y que camine firmemente hacia el mar. También me
molesta el hecho de que estemos aquí. Si eso no describe perfectamente la
situación entre nosotros, no hay nada que pueda hacerlo.

Me enojo con Larkin por no cansarse de mí, por no tirarme al suelo y


decir “al carajo”. Me enfado conmigo mismo por estar enfadado con Larkin. Es
un gran desastre, y no sé cómo arreglarlo.

Así que me quedo callado en mi angustia, y llevo a Sarah a la orilla. La


dejo observar el agua, y luego la guio solo un paso. Observa cómo el agua se va
y luego cómo vuelve a regresar.

—¡Ojado! —grita cuando el agua besa sus zapatos—. ¡¡Ojado!!

—Sí, está mojado. —Estoy de acuerdo.

162

162
Sarah parece tan confundida por el agua que tengo que reírme. Se escapa
un par de pasos, luego tropieza y cae en la arena irregular. Aterriza de rodillas
y parece sorprendida de que no le haya dolido.

Mueve la cabeza, y puedo ver los engranajes interiores girando a un ritmo


vertiginoso. Miro a Larkin, que espera pacientemente detrás de nosotros.
Camino de regreso a donde está parada, abrazándola.

—Siento haber sido un imbécil —le susurro al oído. Me doy la vuelta para
poder ver a Sarah, que está descubriendo que la arena húmeda es una criatura
totalmente diferente a la arena seca.

Larkin me pone un brazo alrededor de la cintura y me abraza, pero está


callada. Maldita sea, maldita sea. Eso probablemente significa que herí sus
sentimientos, lo cual era y no era mi intención.

No quiero lastimar a Larkin. Me siento como un pedazo de basura cada


vez que pienso en el hecho de que en mi situación, estoy básicamente obligado
a lastimarla.

—Gracias por traernos aquí —le digo mirándola.

Sonríe a medias y me pone la cabeza en el hombro. Le beso la parte


superior, sintiéndome como un completo idiota.

Nos quedamos así un rato y luego nos acercamos para sentarnos junto a
Sarah. Empiezo a construir un castillo de arena a medias. Larkin mantiene a
Sarah entretenida con su constante flujo de observaciones, la mayoría de ellas
sobre las gaviotas y la arena.

Nos quedamos junto al agua durante una hora, hasta que Sarah se cansa.
Luego tomo un par de mantas del coche y hacemos un pequeño lecho entre
nosotros, más arriba en la playa, donde está agradable y seco.

Una vez que Sarah se duerme, aliviada por los masajes en la espalda de
Larkin, siento que puedo hablar. Miro a Larkin, tiene su mano en la espalda de
Sarah mientras duerme.

Le debo una explicación. Le debo algo.

—Se suponía que iba a venir al Océano Pacífico con Britta —le digo—. Lo
planeamos, pero nunca tuvimos la oportunidad de venir aquí.

163

163
Larkin mira hacia arriba, un poco sorprendida.

—¿Lo planeaste? No tenía ni idea.

—Sí —digo, arrugando mi nariz—. Se siente raro estar aquí sin ella.
Quiero decir, supongo que tengo que acostumbrarme a la idea de hacer todo
tipo de cosas sin ella ahora. No puedo seguir fingiendo que el Océano Pacífico
no existe, ¿sabes?

Asiente, pareciendo pensativa.

—Tiene sentido que estés un poco melancólico.

Suspiro, levantando un guijarro de la arena. Lo volteo una y otra vez en


mi mano, sintiendo su suavidad y peso.

—Es solo que... ya sabes, hay miles de actividades y lugares como éste.
Mil pequeñas trampas de arena, esperando a que olvide y que luego me chupen
en el lodo cuando lo haga.

Larkin no responde a eso, no es lo que esperaba. Sigue frotando


rítmicamente la espalda de Sarah, balanceándose un poco. Nos quedamos en
silencio, y se extiende entre nosotros.

Cierro mi puño alrededor del guijarro. Es tranquilizadoramente firme en


la mano.

—He estado olvidando a Britta durante horas —admito, mirando a la


distancia—. Hace unos días me di cuenta de que no había pensado en ella en
todo un día.

Larkin deja de frotar a Sarah y me mira.

—Eso es fuerte.

—Muy. —Estoy de acuerdo, apoyándome en los codos—. Sé que es una


señal de progreso, de seguir adelante. Pero no puedo evitar sentir que la estoy
traicionando de alguna manera. Trato de hacer eso cuando pienso, “¿qué
hubiera querido Britta?” “¿Habría querido que la llorara tanto tiempo?” pero...
—Sacudo la cabeza—. Tenía una ardilla como mascota cuando la conocí, en la
universidad. La rescató cuando estaba en la secundaria y la conservó durante
años. Vivió una vida larga y saludable. Y luego murió, unos tres años antes de

164

164
que naciera Sarah. La semana antes de morir, me dijo que no quería tener un
cachorro o un gatito porque aún estaba muy triste por la maldita ardilla. Tres
años lloró esa cosa y dijo que no era suficiente. Así que... —Me encojo de
hombros—. ¿Cómo puedo estar pensando en dejarla ir tan pronto?

Larkin anuda sus dedos en su regazo, mirándolos.

—No lo sé —dice débilmente. Entonces me da media sonrisa—. Suena


como alguien con quien me habría llevado bien.

Asiento.

—Era increíble.

Respira hondo, mirando hacia el horizonte. Trato de imaginar lo que


puede estar pasando por su cabeza. Probablemente trata de calcular si alguna
vez podré comprometerme con ella. O peor aún, ella ya ha decidido que no
puedo o no lo haré, así que está tratando de averiguar cuánto tiempo dejará
que esto continúe.

Estiro la mano para tomarla, doblando sus dedos con los míos. Larkin me
mira con una sonrisa sombría.

—Es hermoso aquí afuera —dice.

La miro, su precioso pelo está iluminado por el sol y erizado por la brisa.
Es de huesos pequeños, pero fuerte. Sus hombros son pequeños pero rectos.
Su vestido verde oliva resalta sus ojos.

Una vocecita en mi cabeza dice, adelante, dile lo que merece escuchar. Di te


amo. Todo será perdonado.

Pero una gran parte de mí lo sabe mejor que nadie. Sabe que una vez que
diga esas dos pequeñas palabras, el juego cambia. Todo se intensificara, los
riesgos serán mucho más altos.

Y apenas estoy jugando en este nivel, para ser honesto.

Así que solo digo—: La vista desde aquí es impresionante. —Me mira, se
ruboriza y se ríe.

—Eres horrible —dice.

165

165
—Pero te gusto. —Le guiño un ojo.

Se inclina para recibir un beso, y el momento en que hubiera tenido


sentido decir esas dos palabras se escurre entre la brisa teñida de agua salada.

166

166
21

—Shhhhh —digo a Larkin, dejándola entrar por la puerta principal. Cierro


la puerta suavemente detrás de ella—. Sarah acaba de acostarse a tomar una
siesta. Tendremos que ser rápidos.

—¿No suele dormir la siesta al menos una hora? —dice, mirándome con
curiosidad. Doy un paso atrás, notando su vestido magenta de aspecto suave.
Estoy vestido con mi negro habitual, pero Larkin se ve espectacular.

¿A quién estoy engañando? Siempre se ve espectacular.

Me muerdo el labio inferior y toco el vestido. Es tan suave como parece.

—Sí, pero no veo cómo vamos a encajar dos sesiones en una hora, mucho
menos las tres que he planeado en mi cabeza —explico. Sonríe.

—Ya veremos.

Larkin se para de puntillas para besarme, abrazando mi cuello. La levanto


por la cintura y la llevo de vuelta a la sala de estar. He estado haciendo un
esfuerzo para tomarla en cada mueble; hoy, lo único que queda abajo donde
no nos hemos follado es una fea silla de color pastel.

La deposito en la silla, mientras ríe.

—¡Siempre tienes prisa! —me acusa.

Finjo ofenderme por eso, retrocediendo.

—¡Tú me llevas a eso!

—Ja, ja —dice, alcanzándome. Me rindo y me pongo de rodillas frente a


ella, besándola con toda la pasión que ha estado latente para mí desde que la
vi anoche.

167

167
Mientras ahueco su rostro, dando forma a sus labios con los míos, esas
tres palabras saltan a mis labios.

Yo te amo.

Lo sé. Lo sé. Lo siento con una certeza tan intensa que es difícil no
soltarlo sin más. No soy un hombre paciente. Pero no lo digo; creo que eso
arruinaría el mes de preparación y anticipación que ha llevado a este momento.

Pero tengo un plan.

Lo que no sabe es que se las voy a decir en algún momento esta noche.
Voy a decirlo, y voy a confiar en que los dos podamos averiguar cuál es el
siguiente paso que debemos dar juntos.

Porque eso es lo que hacen las parejas. Resolver las cosas, juntos.

La beso con todo mi ser. Tiernamente, porque Larkin es una criatura


increíble, profunda y frágil.

Se agita contra mí, presionando su cuerpo contra el mío. Entonces, se


congela, mirando por encima de mi hombro.

—Mierda.

Doy la vuelta a mi cabeza y veo a Sarah a solo seis pies de distancia,


mirándonos fijamente. Tiene una expresión de puchero en la cara.

—Ffffffff —digo, alejándome de Larkin. Contarle a Sarah sobre nosotros


es un paso, pero aún no estamos listos para esto—. Sarah, ¿no deberías estar
durmiendo la siesta?

—No cansada —dice, doblando sus pequeños brazos sobre su pecho.

Larkin se aclara la garganta y se pone de pie.

—¿Quieres que te ayude a arroparte?

—No creo que eso sea realmente lo que se necesita —digo


enfáticamente. Estoy más que un poco molesto porque Larkin se ofreció sin
preguntarme antes.

Sarah se acerca a Larkin con sus piernas rechonchas, aun haciendo


pucheros. Alza sus brazos hasta Larkin, que la recoge.

168

168
—¿Leer? —le pregunta Sarah a Larkin.

Larkin se muerde su labio inferior, mirándome. Todavía estoy irritado,


pero la dejo.

—Adelante.

Larkin me fija con una mirada, vamos a tener una pelea sobre esto más tarde,
pero no voy a decir nada ahora delante de la mirada de la niña. Suspiro mientras
suben las escaleras y me tumbo en la silla estampada.

No solo se me acaba de bloquear el pene, sino que ahora tengo que


preocuparme de qué decirle a mi pequeña. Larkin es más que una amiga, eso
es seguro. Pero, ¿cuánto más?

¿Veo un futuro en el que un día le ponga un anillo en el dedo?

Sí.

Al menos, espero que compartamos un futuro. Me hace sentir incómodo


admitirlo, pero Larkin es mi debilidad. No hay mucho que no haría por ella, y
no hay mucho que no me imagine para los próximos días.

Solo que... aún no.

No me atrevo a tomar su mano, a comprometerme. Igual que no puedo


dejar ir a Britta por completo. Estoy en un precipicio, y el suelo se está
desmoronando bajo mis pies, pero sigo paralizado.

Entonces, ¿cuál es el verdadero problema? ¿Es la indecisión? ¿Solo soy yo


teniendo miedo?

Pum pum pum pum pum. Alguien golpea en la puerta principal, lo que me
asusta. Miro mi reloj mientras me levanto. Son las tres y media de la tarde.
Tampoco recuerdo haber ordenado la entrega de algo.

Me acerco a la puerta principal y la abro. Para mi sorpresa, Helen está allí


parada, con dos tipos grandes vestidos de negro detrás de ella. Lleva un
pantalón blanco impecable, y parece triunfante cuando me da un montón de
papeles azules.

La miro fijamente por un segundo antes de alcanzarlos y tomarlos. Pero


no los abro.

169

169
—Helen —digo, entrecerrando los ojos ante ella. Uno de los dos hombres
se ajusta los pantalones, y puedo ver una pistola y una funda en su cinturón—.
Veo que no sentiste la necesidad de llamar antes de venir. ¿Por qué trajiste a
tipos armados aquí, exactamente?

—Te demando por la custodia —dice con una sonrisa de satisfacción—.


Los guardaespaldas están aquí para protegerme.

Por un segundo, creo que está bromeando. Despliego los papeles, los
escaneo rápidamente para captar la esencia de lo que dicen.

No paso de la “Solicitud de Cambio de Custodia” antes de enojarme. Miro


a Helen.

—¿Realmente crees que llevarme a juicio va a cambiar algo? —pregunto,


furioso.

—Le conté a mis abogados todo sobre tu decisión de tener a Sarah cerca
de una persona peligrosa —dice Helen.

—¿Quién? ¿Estás hablando de Larkin? —pregunto.

—También les conté que Sarah me dijo que le habías hecho daño —
continúa diciendo, como si yo nunca hubiera hablado—. Mi abogado cree que
tengo un caso realmente bueno.

—Estás loca. Como... totalmente loca —le respondo y empiezo a cerrar la


puerta en su cara.

Helen extiende su mano para sostener la puerta, impidiéndome cerrar


hasta el final.

—Sigue con lo que estás haciendo. Cada palabra hiriente, cada moretón
que me des, solo me ayudará a ganar.

—Vete a la mierda —digo a través del hueco—. Dile al juez que dije eso.

Su sonrisa solo se hace más profunda.

—Lo haré.

Por un segundo, pienso seriamente en subir a buscar mi arma de la caja


fuerte. Sería muy satisfactorio que Helen sacara la mano de la puerta y se fuera

170

170
de mi porche. Igual que sería satisfactorio intimidarla físicamente, a pesar de
los dos tipos grandes que están a la espera.

Pero no lo hago. Pienso en Sarah y Larkin, ¿qué sería lo más seguro


considerando que están arriba?

Lo que sería más seguro para todos es que esos dos tipos no sacaran sus
armas. Ese seguramente no sería el caso si mostrara la mía primero.

Así que me alejo de la puerta principal, dejándola abierta con la mano de


Helen dentro.

—¡Eres débil! —grita a través del hueco—. ¡Tampoco fuiste lo


suficientemente bueno para mi hija!

Me detengo un segundo. Me remonto a los días justo después de la


primera vez que conocí a Helen, cuando Britta y yo estábamos solos en mi
cama. Le pregunté qué pensaba su madre, y ella se lo guardó.

Pero no pasó mucho tiempo antes de que Britta empezara a pelear con
ella. ¿Su madre le dijo a Britta lo mismo, que no era lo suficientemente bueno
para ella?

—¿Qué está pasando? —pregunta Larkin, bajando las escaleras.

—¡Ahí está! La ramera de Charlie. ¿Por qué no la sacas y nos dejas echar
un buen vistazo? —dice Helen, abriendo más la puerta principal.

—Vuelve arriba —le grito a Larkin—. Helen está aquí, siendo una maldita
loca.

Larkin palidece y desaparece por las escaleras. Pienso por un segundo.


¿Cuál es la mejor manera de sacar a Helen y a sus amigos de la propiedad y
hacer que conste en acta?

Me giro hacia la puerta principal, sacando mi teléfono. Llamo al 911.

—911, ¿cuál es su emergencia? —responde una mujer.

—¿Hola? Sí, me gustaría reportar que mi ex suegra está invadiendo mi


propiedad —digo, lo suficientemente alto para que Helen lo escuche—. Sí, ha
intentado entrar en mi casa sin mi permiso. Sí, tiene dos hombres armados en
mi puerta, y creo que están aquí para hacerme daño. Por favor, envíen a los

171

171
oficiales inmediatamente. Estamos en el 1427 de North Creek Road. —La mano
de Helen desaparece—. Gracias.

Camino de regreso hacia la puerta principal, usando mi pie para abrirla de


par en par. Helen y sus guardaespaldas se retiran apresuradamente del patio.

Me apoyo en el marco de la puerta, viendo cómo se van. Se amontonan


en un todoterreno negro y se van rápidamente. Oigo la sirena de la policía a lo
lejos y suspiro.

Miro hacia abajo a los papeles que aún tengo en la mano, resistiendo el
impulso de arrugarlos en mi puño.

Qué día. Primero Sarah nos atrapa a mí y a Larkin... bueno, haciendo algo
más que besarnos. Así que tendré que lidiar con las consecuencias de eso, sea
lo que sea.

¿Y luego esto? Mi suegra loca, ¿aparece con dos matones tirándome


papeles legales en la cara? Peor aún, me acusó de lastimar a Sarah y a Larkin de
ser una mala influencia.

Sí, Helen está loca y es un demonio, pero ¿y si alguien la escucha? ¿Y si…


en algún escenario al revés, loco… termina con la custodia exclusiva de Sarah?

Me dirijo arriba para decirles a Larkin y Sarah que todo va a salir bien,
pero definitivamente no estoy seguro de eso.

172

172
22

—Tal vez debería dormir en mi casa esta noche —dice Charlie, desnudo y
tumbado de espaldas en mi cama. Se levanta con un gemido, buscando su ropa.

Frunzo el ceño y me levanto a medias. Mi desnudez normalmente no me


molesta, pero verlo colocando sus boxers me hace alcanzar la sábana y tirar de
ella.

—¿Otra vez? Ha pasado una semana desde que Helen estuvo aquí. Y
dejamos a Sarah en la casa de Dale y Rosa para el fin de semana. Tenemos dos
días enteros para nosotros. ¿Por qué no lo estamos disfrutando?

No responde de inmediato. Se pone los jeans. Le hago señas con la mano.

—¿Hola? —pregunto enfadándome.

—Sí, lo siento —dice, sentándose en la cama otra vez. Se inclina por un


beso, pero yo estoy enojada. Le doy mi mejilla—. Solo tengo que reunirme con
un abogado el lunes...

—¡Es viernes por la noche! —exclamo—. A las once de la noche nadie te


vigila, sabes.

Su frente se arruga.

—Lo se. Es sólo que... ya sabes, es casi primero de octubre...

Le interrumpo, sintiéndome enfurecer.

—Déjame adivinar. ¿El primero de octubre es una fecha especial que


celebraste con Britta?

Mira hacia otro lado.

—Sí, más o menos.

173

173
Hago una mueca, me alejo. Voy a mi lado de la cama, encuentro mis
bragas en el suelo y me las pongo. Me siento extremadamente celosa de Britta
ahora mismo, una mujer que es intocable porque está muerta. Sé que es
mezquino. Sé que soy un poco de mente cerrada.

Pero no puedo evitarlo. Siento como si estuviéramos a un momento de


decirnos lo que sentimos, y luego ¡zas! el Huracán Helen golpeó nuestras
costas, y nada ha estado bien desde entonces.

—Larkin —dice Charlie, de alguna manera se acaba de dar cuenta de que


estoy molesta. Encuentro una camiseta al azar en el suelo y la pongo sobre mi
cabeza—. Larkin, no te enojes.

—¿Por qué tendría que estar enfadada? —digo, caminando hacia mi


tocador. Hiervo mientras pesco unos pantalones de yoga y meto mis piernas en
ellos.

—Es solo hasta que esté seguro de que todo está arreglado.

Lo empujo y lo miro fijamente.

—¿Qué cosa?

Sostiene su camiseta en las manos y juguetea con ella.

—Solo digo, si podemos calmarnos hasta entonces...

—¿Calmarnos? ¿Cal mar nos? —digo, mi voz se eleva—. ¿Sugieres que no


nos veamos más? ¿Es eso todo?

Mira hacia abajo.

—No.

—¿Qué quieres decir con “calmarnos”, entonces?

—Solo quiero decir... hasta que esté seguro de que Helen no es una
amenaza, mantener las cosas en secreto entre nosotros. Ya sabes, privado.

Me paso el pelo largo por encima de un hombro.

—Llevamos más de un mes haciendo eso. ¿Qué quieres que cambie,


exactamente?

174

174
Charlie se toma un momento para ponerse la camiseta.

—Nada —dice lentamente—. No eres tú la que tiene que hacer nada. No


quiero que esta mierda legal te afecte.

Ladeo mi cadera.

—Y, sin embargo, así es. Significa que no puedo estar cerca de Sarah.
Significa que no puedo estar cerca de ti, aparentemente, excepto por un par de
horas de sexo.

Se pone de pie.

—No quiero que te sientas así.

—Pero te estoy diciendo que así me siento. Estoy tan jodidamente


cansada de eso. ¿Por qué estamos retrocediendo? ¿Qué pasó con el progreso
que hicimos?

Él suspira.

—Mira, no es lo ideal... pero probablemente es solo hasta que pueda


hablar con el abogado. Un par de días.

—¿Probablemente? —pregunto, mis mejillas se calientan—. Pensé que


era hasta que te reunieras con el juez por primera vez. ¡O espera! ¿Se supone
que debo quedarme en las sombras todo el tiempo que estés en la corte? Lo
olvidé.

—No es así.

—¿No? Porque parece que lo estás haciendo así. Has estado distante toda
la semana, sin querer quedarte aquí. No estás dispuesto a invitarme. Y pensé
que con Sarah fuera el fin de semana, estarías bien. Pero supongo que se trata
de mí.

—Larkin… —Se mueve hacia mí, pero doy un paso atrás.

—¡No! No soy tu amiga sexual, Charlie. No voy a ser tratada como una
cosa vergonzosa que sacas de tu escondite cuando estás triste, solo o caliente.

—Lo sé.

—¿Y?

175

175
—¿Y? —pregunta—. ¿Y qué?

Levanto su sudadera con capucha, que está en el piso cerca de mis pies, y
se la lanzo.

—Ya sabes. Tú lo sientes. Es solo por un poco más de tiempo.

Su cara se convierte en piedra.

—¿Qué quieres que diga?

—¡Quiero que actúes como si te preocuparas por mí! Quiero que digas:
“Oye, Larkin, sé que Helen está loca, pero me importas. Los tres superaremos
esto juntos”. Algo así estaría bien.

Me detengo a respirar y me doy cuenta de que estoy tan enojada que


estoy temblando.

—Está amenazando a mi hija, Larkin. Sabes que tengo que tomármelo


muy en serio. —Comienza a tirar de la capucha, una manga a la vez.

—¿Sabes qué? Me pregunto si de eso se trata realmente todo esto.

Se ralentiza.

—¿Qué quieres decir?

—Estoy diciendo, que esta es la excusa que necesitabas. No querías tener


que decidir entre salir y ser un memorial ambulante y parlante. Esto es
perfecto. “Oh, no puedo decidirme a estar con Larkin, porque mi suegra es una
perra."

Charlie cruza los brazos.

—Eso no es verdad.

—Ah, ¿no? ¿Estás diciendo que ante el Huracán Helen, no levantaste las
estacas del jardín y te dirigiste a un terreno más alto? ¿O estás diciendo que el
que te mudes a un terreno más alto no es por culpa de Helen?

Sacude la cabeza. Pasa su mano a través de su oscuro y desordenado


cabello.

—Eso es injusto.

176

176
—Tal vez. Tal vez soy la perra aquí. ¡Pero no he hecho nada más que
caminar sobre cáscaras de huevo a tu alrededor desde que nos conocimos!
Tengo tanto miedo de hacer o decir algo malo. No puedo dormir por la noche,
preocupada por las cosas que he dicho. ¿He causado demasiado daño?
¿Empujé demasiado? Es que... estoy tan cansada de eso —digo.

Sigo tan enojada como siempre, pero puedo sentir lágrimas calientes en
las esquinas de mis ojos. Siento que mi garganta se llena de emoción.

—¿Qué es lo que quieres que haga ahora mismo, Larkin? —pregunta con
una sonrisa —. Se supone que eres la cosa más fácil de mi vida, no otra cosa
complicada en una larga lista.

Esa descripción me mata un poco por dentro.

—¿Eso es todo lo que soy para ti, entonces? ¿No sientes nada más por
mí? ¿Has estado marcando cosas de tu lista de control?

—¡Eso no es lo que dije!

—¡Bueno, eso es lo que querías decir! —le grito—. ¿Voy a ser lo primero?

—No puedes preguntarme eso. ¡Tengo una hija!

—Me refiero a antes de tus sentimientos por Britta. ¿Podré yo, Larkin
Lake, llegar a estar antes que el amor que sientes por tu esposa muerta?

—¡No lo sé! —grita. Los dos estamos temblando. Ya no estoy al borde de


las lágrimas, estoy llorando abiertamente, dejando que las lágrimas corran por
mi cara.

—Y ahí está el problema —lamento, agitando las manos—. ¿Podrás


amarme alguna vez, completamente y sin reservas? No lo sabes, y esa parte es
aterradora para mí. ¿Se supone que debo quedarme por aquí, y ver si lo haces?

—No lo sé —dice.

—¿Qué se supone que debo hacer, entonces? ¿Eh, Charlie? ¿Cuánto


tiempo debo esperar?

—No lo sé —repite.

177

177
—Ves que hay un problema aquí, ¿verdad? —pregunto, cada vez más
frustrada.

—¡Sí! Te lo dije antes, no quería que me esperaras. Y aun así, aquí estás,
un mes más tarde, enojada porque aún no me he decidido.

—Bueno, eso fue mi culpa —digo, moviendo la cabeza—. Debí haberte


escuchado mejor cuando me dijiste que no esperara.

—¡Sí, deberías haberlo hecho!

—¿Qué, entonces? ¿Volvemos a ser vecinos? ¿Gente que se ignora


educadamente cuando nos vemos en público? —pregunto, secándome las
lágrimas con el dorso de la mano—. ¿Es eso lo que quieres?

—No es lo que quiero —gruñe—. Pero podría ser lo que tú necesitas.

Estoy tan enfadada que ni siquiera puedo ver bien.

—¿Quieres irte? Por mí está bien. Para que quede claro, me abandonas.

Charlie se gira, saliendo con un portazo en la puerta del dormitorio. Me


derrumbo en mi cama mientras escucho sus pesados pasos en las escaleras.

Estoy destrozada, emocionalmente destrozada por la discusión. Las


últimas palabras de Charlie aún resuenan en mis oídos.

Podría ser lo que tú necesitas.

Me permito llorar, porque no hay bien ni mal, no hay un Goliat


claramente definido en esta situación.

Solo estamos Charlie y yo, y todo un mundo de dolor.

178

178
23

Cierro de un portazo la puerta principal de mi casa, hirviendo. Larkin


realmente hizo un buen trabajo en llegar a mí, metiéndose bajo mi piel. Y ese
es el problema, en realidad. Larkin se ha abierto camino al centro de lo que
soy.

En mi corazón.

Es una cosa graciosa, el corazón. Y frágil.

Después de que Britta murió, estaba en shock. Y cuando el shock


desapareció, tuve un dolor terrible, aparentemente insuperable. Luego me
sumergí en una especie de entumecimiento del que no empecé a salir hasta
que...

Hasta que me mudé aquí. Hasta Larkin.

Porque Larkin no solo es hermosa, no solo es inteligente. No solo es


buena con Sarah.

Me entiende, de una manera que no creí que fuera posible. Me ha visto en


algunos de mis peores momentos: durante un ataque de pánico, discutiendo
con Helen, sintiendo que me había decepcionado a mí mismo y a Britta en la
playa.

Y de alguna manera, a pesar de eso, decidió que le importaba lo suficiente


como para quedarse. Eso en sí mismo es un milagro.

Voy a la sala de estar. Si es así como me siento, ¿por qué no vuelvo a


Larkin? ¿Por qué resistirse a lo que parece tan inevitable?

Porque cada vez que miro a Larkin con amor en mis ojos, traiciono a
Britta. Con cada recuerdo que hago con Larkin y Sarah, uno más viejo con
Britta se desvanece un poco.

179

179
Tenía razón en una cosa: la he tratado mal durante la última semana.
Llegó tarde, tuvimos sexo, y me fui tan pronto como terminamos.

Me sumerjo en el sofá, melancólico. He estado molesto por la demanda


de Helen, sí. Pero eso fue solo la gota que colmó el vaso, por lo que a mí
respecta.

Realmente, en el fondo, todavía estoy luchando para decidir si Larkin


merece o no mi lealtad. No si se merece mi amor, exactamente, porque
obviamente estoy jodidamente enamorado de ella. No, ese no es realmente el
asunto.

La pregunta es, ¿estoy realmente listo para despedirme del hombre que
prometió amar, honrar y apreciar a Britta? ¿Cómo puedes dar tu corazón a
alguien sin reservas cuando se supone que tu corazón ya ha hablado?

Porque me entregué sin reservas a Britta. Pero me estoy enamorando de


Larkin... de una manera grande, desordenada y angustiosa.

Me hace pensar en Sarah. Por un lado, es claramente la hija de Britta.


Cuando la veo mirando hacia abajo a veces, con la intención de hacer algo, casi
podría confundirla con Britta. Me destroza cada vez, casi me hace perder la
calma en público.

Por otro lado, Sarah está claramente vinculada a Larkin. Lleva esa copia
hecha jirones del El Principito a todas partes que la dejo. No solo eso, sino que
hace esa mirada cada vez que Larkin entra en una habitación... sus ojos se
iluminan de alegría. Tal vez hasta de amor.

Sarah. Es la única persona que podría consolarme ahora mismo. Miro mi


reloj. Son más de las nueve. Tal vez si conduzco a casa de Rosa y papá, ella aún
este despierta.

Me dirijo al auto y llego a casa de papá en menos de 20 minutos. Cuando


toco el timbre de su pequeño invernadero, mi papá responde en pijama. La
televisión está encendida detrás de él. Al menos eso no ha cambiado, supongo.

—Charlie —dice, un poco sorprendido. Me abre la puerta—. ¿Está todo


bien?

180

180
Me encojo de hombros al entrar en la casa. Miro a mi alrededor los
muebles no están perfectos y la alfombra está limpia pero desgastada.

—No lo sé honestamente. Yo… tuve una pelea con Larkin y empecé a


extrañar un poco a Sarah.

—Rosa le está leyendo ahora, creo —dice, cerrando la puerta principal—.


Vamos, veamos si podemos atraparlas antes de que Sarah se duerma.

Me lleva a través de la sala de estar y por el pasillo a la izquierda. La


primera puerta a la que llegamos está parcialmente abierta, y papá la abre por
completo. Lo sigo para encontrar a Rosa leyéndole a una Sarah dormida.

Rosa se da la vuelta y levanta las cejas. Miro a Sarah, su cabeza oscura


justo esta visible por encima del edredón rosa en el que está envuelta.

Toco el brazo de papá y sacudo la cabeza, me doy la vuelta y me voy. Hay


una cosa que nunca haces como padre, y es despertar a un niño que duerme.

Me dirijo a la sala de estar, y papá me sigue.

—Lo siento —dice—. Rosa es demasiado buena para dormir a Sarah,


supongo.

Sacudo la cabeza.

—Está bien. Solo quería verla.

Mi padre me mira durante un minuto y me dic —: Estaba a punto de


prepararme una taza de té y sentarme en el porche trasero. ¿Quieres unirte a
mí?

Cruzo los brazos, vacilando. Realmente no quiero hacerlo, pero ¿cuál es


mi alternativa? ¿Volver a un apartamento vacío que me recuerda a Larkin?

—Claro —digo encogiéndome de hombros.

Mi papá se dirige a la cocina, agarra una tetera azul brillante y la llena de


agua. Lo pone en la estufa y la enciende. Me quedo junto al mostrador, sin
saber qué decir.

Papá busca en uno de los gabinetes dos tazas viejas y astilladas. Las pone
sobre el mostrador, haciendo una pausa.

181

181
—¿Quieres decirme por qué fue la pelea que tuviste con Larkin?
—pregunta, evitando cuidadosamente mirarme.

Miro a mi padre y veo una versión más vieja de mí mismo. Con suerte, un
poco más sabio también. Aspiro un poco de aire. Realmente no sé lo que voy a
decir, pero decido confiar en mi papá.

Además, no hay nada que diga que tenga que seguir su consejo.

—Uhhh, fue... fue bastante desagradable. Discutimos sobre la demanda


de Helen por la custodia, más o menos.

—¿Cómo que más o menos? —pregunta.

Me estremezco, repitiéndolo en mi cabeza.

—Supongo que sabes que Larkin y yo hemos estado... pasando tiempo


juntos.

Solo asiente con la cabeza.

—Bueno, nosotros... pasamos tiempo juntos... en su casa. Entonces dije


que iba a pasar la noche en mi propia casa. Me preguntó y me dijo que le he
estado dando la espalda desde que Helen me presentó la demanda.

—¿Y? —pregunta. Busca en los armarios bolsas de té y deja caer una en


cada taza—. ¿Lo estás?

—No intencionalmente —digo. Entrecierro los ojos—. No lo sé, tal vez.

La tetera empieza a silbar y papá la saca de la estufa. Vierte agua


hirviendo en las dos tazas.

—Suena como si supieras que estás equivocado. —Me mira a mí.

—Bueno, se puso peor. —Me paso una mano por el pelo—. Pude haber
sugerido que calmáramos las cosas hasta que la demanda haya terminado...

Silba.

—Eso es... eso es malo.

182

182
—Luego me acusó de usar la demanda de Helen como excusa porque no
quiero salir con nadie. —Hago una mueca—. Y lo peor es que ni siquiera estoy
seguro de que esté equivocada.

Papá toma una de las tazas humeantes y me la da. Tiene una caricatura
descolorida en un lado, pero no puedo distinguirla. Miro hacia abajo, y
encuentro zarcillos marrones de té que vienen de la bolsita de té.

—Suena como si tuvieras que hacer una búsqueda espiritual —dice. Sopla
su té por un segundo, pero aún no lo bebe—. Tienes que decidir de qué lado
de la valla estás, creo.

Miro hacia abajo a mis Converse.

—¿Quieres que elija entre dos mujeres? Me preocupa que sea imposible.

Papá se ve pensativo.

—Vamos, salgamos afuera.

No me espera, solo toma su taza y sale por la puerta corrediza de vidrio


que lleva al patio. Hay una pequeña área cubierta, con dos sillas de jardín. Se
sienta en una, suspirando.

Me siento en la otra, inseguro de que la silla pueda soportar mi peso.


Pero aguanta, y pongo mi té en el suelo. Miro a mi padre, que está sorbiendo el
suyo, comprobándolo. Hace un sonido satisfecho y luego me mira.

—Sabes, todavía estaba con tu madre cuando conocí a Rosa —dice—.


Quiero decir, no había compartido una cama con ella en años. Me mudé al
garaje. Pero aun así, estaba casado con tu madre.

Mi mandíbula se cae un poco.

—¡No recuerdo eso!

—Tu madre era divertida, cariñosa e iluminada. Cuando nos conocimos,


ambos éramos artistas, ya sabes.

Esto es nuevo para mí.

—No lo sé. Mis primeros recuerdos no te tienen a ti en ellos.

Papá asiente.

183

183
—Sí. Tu madre era una gran artista, pero también era bipolar. Tenía esta
gran energía, realmente podía atraer a la gente... pero luego se ponía
demasiado maníaca, y hacía cosas locas. Un día llegué a casa y tu mamá había
pintado todas las paredes de rojo. Dijo que era para proteger a la familia, o
algo así. De todos modos, tus recuerdos probablemente vienen de después de
que Diane me echara.

Frunzo el ceño a mi padre.

—¿Te fuiste porque conociste a Rosa? —pregunto

—No, no exactamente. Conocí a Rosa porque era cajera en el


supermercado. Siempre fue amable conmigo, y te adoraba a ti y a tu hermano.
Me cansé de vivir en la montaña rusa de emociones de tu madre. ¿Hoy va a ser
un buen día o va a ser un mal día? Y estaba Rosa, que era tan amable conmigo.
Ella no sabía cuánto bebía, en parte para lidiar con tu madre, en parte porque
sí.

Se detiene, bebe su té y luego continúa.

—Cuando Rosa se enteró de que seguía casado, se negó a tener nada que
ver conmigo. Así que volví con Diane y le conté sobre la aventura, que me
había ido porque me sentía muy mal. Le pregunte si podríamos por favor
trabajar en las cosas entre nosotros, para que todo fuera mejor

—Supongo que no funcionó —digo rotundamente.

—Lo intentamos. Fuimos a terapia, fuimos a retiros. Incluso intentamos


un matrimonio abierto. Todo salió bien, hasta que tu madre dejó de tomar sus
medicamentos. Entonces volvía a casa y tu madre había arrastrado el
lavavajillas fuera y lo habría quemado. O aquella vez, cuando vendió su coche,
que era el único en el que cabían los asientos de los niños. Mierdas como esa.

—Eso suena difícil —digo entrecerrando los ojos—. No recuerdo nada de


eso.

—Sí. Eventualmente tuve que tomar una decisión difícil. No estoy


diciendo que sea exactamente igual a la que estás enfrentando, pero tampoco
es muy diferente. Finalmente me fui, obviamente. Y solo conseguí la custodia a
tiempo parcial, cuando a tu madre le apetecía. Esa fue la parte más dura para
mí.

184

184
Sorbe su té y luego me mira.

—Lo siento —le digo.

—El objetivo de la historia no era que sintieras pena por mí. El punto es
que cada cambio o conmoción en tu vida causa dolor. Es como dolores de
crecimiento, más o menos. Es por eso que tienes que decidir si vas a crecer y
cambiar y ser herido... o simplemente te vas a estancar y eventualmente morir.
Solo hay dos opciones.

Exhalo.

—Lo sé. Sé que tengo que elegir. De hecho, sé a quién debo elegir. Es
solo que...

Me callo y papá asiente.

—Es una mierda. Apesta para Larkin probablemente más de lo que apesta
para ti, porque ella tiene que sentarse y ver cómo te lastimas. No me parece
que sea del tipo que se sienta de brazos cruzados.

—No lo es.

Se ríe y luego me da una palmada en la rodilla.

—Charlie, tengo que ir a ponerme cómodo en el sofá. Pero quédate aquí


todo el tiempo que quieras. Piensa en lo que te dije.

Le doy una media sonrisa.

—Lo haré. Gracias por el consejo.

Mientras entra, miro hacia su patio trasero. No es nada del otro mundo,
solo unos pocos árboles escuálidos. Pero es un buen espacio para mirar
fijamente mientras trato de procesar lo que mi padre acaba de decir.

Paso una media hora ahí fuera, con los mismos pensamientos dando
vueltas y vueltas en mi cabeza.

¿Britta o Larkin? ¿Los votos que hice o los que quiero hacer? ¿El pasado o
el futuro?

Cuando me levanto, recogiendo mi té intacto, he tomado mi decisión.

185

185
Ahora solo tengo que rezar para que no sea demasiado tarde.

186

186
24

Estoy acostada en mi cama, aún furiosa. Lloré durante casi una hora, pero
ahora estoy solo enojada en silencio. No puedo quedarme dormida, no importa
cuánto tiempo esté aquí, mirando al techo. Me pongo de costado, suspirando.

Sigo escuchando las palabras de Charlie una y otra vez, mezcladas en mi


cerebro.

Pero podría ser lo que necesitas.

El enojo que hierve a fuego lento en sus ojos cuando dice eso, la feroz
convicción de sus palabras... me dan escalofríos, horas y horas después.

Si Charlie realmente se siente así, tendré que dejarlo ir. No hay otra
opción, no realmente. Pero la idea de dejarlo ir a él y a Sarah... de no volver a
ver a ninguno de ellos, o peor aún, de verlos de lejos, me aplasta.

Pensé que había llorado suficiente, pero las lágrimas florecen de nuevo en
las esquinas de mis ojos. Una vida sin Charlie casi no vale la pena.

Oigo un sonido de golpeteo que viene de abajo, aunque es débil. ¿Quizás


dejé una de las ventanas abierta, y la persiana está soplando con el viento?

Me siento y me limpio las lágrimas de los ojos, y luego tiro mis mantas.
Me apresuro a bajar la escalera descalza, molesta con mi yo anterior, que
aparentemente pensó que era una buena idea dejar la ventana abierta.

Bang bang bang. El sonido es casi demasiado rítmico para una persiana.
Frunzo el ceño, con la frente arrugada sobre los ojos.

Cuando llego abajo, sin embargo, veo una figura de color negro
golpeando la puerta principal. No puedo ver la cara de la figura a través del
vitral. ¿Quién está golpeando mi puerta a estas horas?

187

187
—¡Larkin! —grita Charlie, golpeando de nuevo—. ¡Vamos, abre!

Corro hacia la puerta principal y la abro de par en par. Miro a Charlie con
expresión recelosa. Me mira, respirando con dificultad, como si estuviera
corriendo una maratón.

—Larkin —dice, con voz quebrada.

No digo nada, me abrazo a mí misma. Todo lo que había que decir ya está
dicho. Solo le muevo la cabeza, desafiándolo a decir algo nuevo.

Charlie da un paso adelante.

—Larkin, he tomado mi decisión.

Pierdo el aliento en ese instante. ¿Está a punto de decir lo que creo que
está a punto de decir?

En vez de eso, me sorprende aún más al dar dos pasos más hacia mí,
hasta que solo nos separan unos centímetros, y se arrodilla. Mis manos vuelan
hasta mi boca y jadeo.

No... no es posible, creo.

—Larkin, tenías razón en una cosa. Necesitaba decidir si el pasado era


más importante que el futuro. Pasé tanto tiempo mirando hacia atrás, que la
tarea de poner mis ojos en el futuro parecía... imposible.

Charlie extiende una mano, señalando hacia mi propia mano. Lentamente,


pongo mi mano temblorosa en la suya. Cierra sus dedos sobre los míos, y
puedo sentir que él también está temblando.

—Oh Charlie... —susurro.

Sacude la cabeza.

—No debería haberlo hecho, pero lo hice. Entonces mi padre me


preguntó si estaba listo para cambiar y crecer, o si iba a estancarme hasta que
muriera...

Mira hacia abajo por un momento. Cuando me mira de nuevo, hay


lágrimas en sus ojos.

188

188
—Larkin, eres la persona con la que quiero envejecer. Quiero ir a donde
tú vayas. Y Sarah, carajo, ya te ama...

Mis ojos se empañan y tengo que limpiar las lágrimas con mi mano libre.
Se muerde el labio inferior y luego dice—: Siento haberte hecho esperar. Has
sido tan fuerte, en todo esto. No tengo un anillo, pero... te amo. Te amo tanto.
—Se toma un segundo, su garganta traga—. Larkin Lake, ¿me harías el honor
de ser mi esposa?

—Sí... —Me las arreglo. Empiezo a llorar, lágrimas caen por mi cara. Las
emociones son muy fuertes, pero digo—: Sí, Charlie. Yo también te amo. Me
casaré contigo.

Nunca he tenido tantas ganas de enterrarme en los brazos de nadie. Lo


miro hacia abajo, con el corazón apretando mi pecho. Hago una especie de
ruido de estrangulamiento, mirándolo suplicantemente.

Se pone de pie, abrazándome con fuerza. Al mismo tiempo, caigo en su


pecho y lo hago retroceder un paso. Le cubro la espalda con mis brazos.

Mi corazón está tan lleno que apenas puedo soportarlo. Entierro mi cara
contra su pecho, feliz más allá de las palabras.

Cuando retrocedo para dar voz a mis pensamientos, su boca cae sobre la
mía como una marca ardiente. Gimo, meto una mano en su cabello.

Me acerca, presionando nuestros cuerpos. Solo la presión de su cadera


contra la mía hace que enrolle mi pierna alrededor de él, restregándome.

Aunque solo han pasado horas desde que lo tuve, mi cuerpo extraña el
suyo. Tiro de su chaqueta, queriendo ver un poco más de su piel.

Se la quita, me besa y me lleva de espaldas al sofá. Se desabrocha el jeans


y se quita las botas mientras me quito la camiseta.

Charlie agarra mis pantalones de yoga, los empuja hacia abajo con fuerza.
Me salgo de ellos, sonrojándome.

Estoy desnuda de abajo. Me estremezco mientras aprieta mi largo cabello


rubio con una mano, tirando de mi cabeza hacia atrás mientras besa mi
clavícula. Jadeo cuando encuentra mi pezón con sus dientes, rozándolo muy
ligeramente.

189

189
—Esto es mío —gruñe, besando ligeramente mi otro pecho—. Y esto...

Me besa el ombligo, las caderas, la parte superior de mi montículo


púbico. Grito cuando lo hace, mis caderas tiemblan, mi coño esta empapado.

—Charlie, sí —gimo—. Es todo tuyo.

Se mueve por mi cuerpo, besándome salvajemente. Tiemblo cuando me


abre los muslos.

—Quítate esto —insisto, tirando de su camiseta.

Lo hace, mostrándome unos ricos y perfilados músculos. Paso mis manos


por la amplia extensión de su espalda, pasando mis uñas a través de ella.

Nos besamos de nuevo. Toca mi muslo interno, acariciando su camino


hacia adentro. Sus dedos me acarician el coño, así como su lengua acaricia la
mía en largos y duros movimientos.

Me resisto a su tacto, gimiendo bajo.

Encuentra mi núcleo y desliza dos dedos hacia adentro. Ambos gemimos


mientras me folla, fuerte y lento, tomándose su tiempo para poseerme.

—Joder, estás tan apretada —jadea mientras le aprieto los dedos.

—¡Sí! ¡Sí! —Lo animo. Le beso y chupo el cuello, sabiendo muy bien que
voy a dejarle marcas.

Trabaja con los dedos hacia adentro y hacia afuera, flexionándolos como
si fueran un anzuelo. Normalmente la digitación no me funcionaria, pero creo
que me correría solo por la mirada sucia en su cara, la forma en que se muerde
el labio y por cómo ve mis tetas rebotar.

Se mueve en su lugar. Siento sus jeans rasparse contra mis muslos. Me


encanta todo lo que Charlie me está haciendo, pero quiero más. Necesito más.

—Quítate los pantalones —digo, tratando de no sonar tan sin aliento


como me siento—. Te quiero dentro de mí.

Retira sus dedos y me levanta, sacándome del sofá. Me deja en el suelo,


desabrochándose los pantalones, y luego vacila.

—Ahora —le ruego. Le tiro los jeans, suplicando—. Ahora mismo, carajo.

190

190
Se los quita y los bóxer, y luego se sube al sofá, flotando sobre mí. Lo
alcanzo y lo jalo, lo necesito desesperadamente. Mis piernas se envuelven
alrededor de su cintura, acercándolo.

Charlie tarda medio segundo en colocar su pene en mi entrada. Estoy más


que preparada, resbaladiza y lista.

Entra en mí con un empujón largo y fuerte, y ambos gritamos ante la


sensación. Se siente tan bien, él dentro de mí, estirándome, haciéndolo fuerte
y lleno.

Toma mi mano y me la lleva a la cabeza, entrelazando nuestros los dedos.


Agarro su rostro con mi mano libre y lo beso, frenética, mientras empieza a
moverse dentro de mí. Golpea todos los puntos correctos, retirándose y
empujando una y otra vez, hasta que mis ojos se ponen en blanco.

Me vengo de repente, espontáneamente, aferrándome a él con una pasión


desesperada. Se viene, gritando mi nombre a los cielos, agarrando mi mano tan
fuerte que quedará magullada.

Eventualmente se ralentiza, besándome. Pongo mis dos manos en su cara,


ahuecándola delicadamente, y le devuelvo el beso con todo mi ser.

Charlie se ríe mientras se retira, deslizándose hacia un lado para que su


peso completo no me aplaste.

—Maldita sea.

Lo miro, con el corazón apretado.

—¿Ya te arrepientes?

Se ríe de nuevo y sacude la cabeza.

—De ninguna manera. Nunca jamás. No sé si lo has notado, pero tiendo a


apegarme a las cosas de todo corazón una vez que me he decidido por ellas.

Me sonrío.

—Apenas me doy cuenta.

—Bueno, aparentemente eres una de esas cosas. —Me besa, larga y


lentamente.

191

191
Me muerdo el labio.

—Te das cuenta de que tendremos que explicárselo a Sarah.

Se encoge de hombros, como si no fuera para tanto.

—Estará encantada. Tengo la intención de avanzar, no retroceder. Quiero


que nos mudemos juntos, y que nos casemos...

—Ah, ¿sí? —Me estoy burlando—. Vas a ir a por todas, ¿eh?

—En cada paso del camino. Bromeas, pero lo digo en serio. Creo que
deberíamos hablar de mudarnos a Nueva York juntos.

Mi frente se arruga.

—Pero, ¿qué hay de los abuelos de Sarah?

—Hay aviones por una razón. Podemos venir a visitarlos, mi papá y Rosa
pueden visitar...

Frunzo el ceño.

—¿Qué hay de Helen? ¿Qué hay de que... cree que soy una mala
influencia o algo así?

—Odio que tengamos que hablar de esto. Eres una gran influencia. Sarah
te ama, maldición. —Suspira y sacude la cabeza—. Creo que podemos hacer
nuestros planes. Solo… estoy muy enfadado con Helen, pero también me
siento mal por ella.

Pongo mi mano en el pecho de Charlie, con mi palma sobre su corazón.

—¿Alguna vez he dicho que encuentro la empatía muy atractiva?


—pregunto con una pequeña sonrisa.

Se ríe, mirándome.

—Me alegro.

Me muevo un poco, apoyándome en un codo.

192

192
—Tenemos un par de días más hasta que tengas que ir a recoger a
Sarah... —le digo—. ¿Tal vez quieres pasarlos en un lugar más cómodo que el
piso de la sala de estar?

—¿Es esa una forma muy indirecta de pedirme ir a la cama? —pregunta,


arqueando una ceja.

—Tal vez. —Me sonrojo.

Sonríe, inclinándose hacia mí, colocando un beso en mis labios.

—Entonces acepto. Puedo prometerte ahora, siempre diré que sí. A esto,
y lo que quieras.

—¿Siempre? —murmuro contra sus labios.

—Siempre —dice.

Y sé que Charlie está diciendo la verdad. Nunca me he sentido tan feliz, o


tan segura, como ahora mismo, en este momento.

193

193
25

Tres Meses Después

—Y luego ponemos las toallas en... —digo alegremente.

Hago rebotar a Sarah en mi cadera mientras pongo lo que queda de la


ropa en la lavadora. Mi gigantesco anillo de compromiso se engancha en una
de las toallas y tardo un minuto en quitarlo. Dejo la cesta vacía y vierto el
detergente líquido.

—Luego añadimos el jabón... y cerramos la tapa. ¿Quieres presionar el


botón de inicio? —pregunto a Sarah y señalo el botón.

Sarah se muerde el labio, apoyándose para apretar el botón de inicio. La


máquina comienza a llenar inmediatamente.

—¡Ya ta! —anuncia con orgullo.

—¡Lo hiciste! Buen trabajo. ¿Qué hacemos ahora hasta que papá llegue a
casa?

Parece pensativa.

—¿Peppa Pig?

Asiento, saliendo de la pequeña lavandería. Camino por la cocina, con su


decoración de los años setenta, y por la sala de estar. Todos los perros yacen
en el suelo, con sus colas golpeando. Están cansados por jugar con Sarah hoy
temprano.

Pongo a Sarah en el sofá y luego busco el control remoto de la TV.

Charlie y yo decidimos mudarnos juntos en cuanto me propuso


matrimonio. Le dijimos a Sarah, y estaba encantada. Lento, pero seguro, hemos
hecho de mi lado de la casa nuestro hogar, lo que es cierto que a veces es un

194

194
poco loco. Con perros, un gato y tres personas... a veces se puede uno volver
medio loco.

Bueno, en realidad... pronto seremos cuatro personas. Se lo dije a Charlie


en cuanto supe que estaba embarazada, pero Sarah aún no lo sabe. Estamos
esperando hasta el tercer mes para tratar de explicarle, así que nos quedan
unas semanas.

Encuentro el control remoto y enciendo la TV para Sarah.

—¿Quieres ver? —pregunta, mirándome.

—Yo... veamos. —Reviso la hora en el teléfono en el bolsillo de mi


vestido. Son casi las cinco, lo que me preocupa un poco. Charlie se enfrenta
hoy con Helen en la corte. Hoy se supone que es el veredicto final. Quería estar
allí para apoyarlo, pero él sentía que era mejor que me quedara en casa con
Sarah. Así que he estado esperando noticias de durante las últimas tres horas y
mordiéndome las uñas.

—Claro, tengo tiempo —le digo a Sarah.

Me siento en el horrible sofá amarillo, y Sarah instantáneamente se


abraza a mí, apoyándose. Ella enrosca su pequeña mano alrededor de mi brazo,
lo que hace que mis ojos se empañen un poco.

Sarah es la mejor niña que se puede pedir. Le doy un beso en la cabeza,


pero ya está absorta en la pantalla del televisor. Me froto los ojos, que lloran
prácticamente por todo en estos días.

Oigo pasos en el porche, y luego una llave en la puerta principal. Zach y


Morris se ponen de pie, sus colas se menean expectantes.

¡Finalmente! Pienso, sentándome un poco más derecha.

Charlie entra con su traje oscuro y su camisa de vestir clara. Se ha quitado


la chaqueta de su traje, y la lleva casualmente sobre su hombro. A mí siempre
me ha parecido muy guapo, pero verle con traje hace que mis ovarios exploten.

En el momento en que hacemos contacto visual, se ilumina. Me encanta


eso de él, que vernos le haga tan feliz.

195

195
—Ganamos —anuncia con su profundo timbre. Cuelga la chaqueta de su
traje y acaricia a los perros, mostrando a Sadie un cariño especial. Parece que
él es el que más se ha unido a ella, lo que me hace lo suficientemente feliz
como para llorar.

—¿Lo hicimos? —pregunto, sentada—. ¡Ven aquí! Cuéntamelo todo.

Se acerca y se sienta en el sofá, saludando primero a Sarah. Toca su


cabeza.

—Hola, tú.

—Hola —dice, distraída por la televisión.

Luego me saluda deslizándose hasta que nos tocamos, besándome


ligeramente. Sus labios son cálidos y dulces, como siempre.

—Y hola a ti.

Le sonrío.

—¡Hola de nuevo! Y ahora, ¿qué pasó? No me tengas en suspenso.

—Bueno, el Juez Mariner acaba de decir que ha considerado todas las


pruebas… especialmente mi testimonio sobre el comportamiento y las
actitudes de Helen hacia nosotros. Dijo que encontró que la queja de Helen no
era válida. Y eso fue todo.

Mis ojos se abren de par en par.

—Todo este tiempo, ¿y eso fue todo?

—Más o menos. Helen también tuvo que pagar mis gastos judiciales.
—Sacude la cabeza—. Helen se enfureció y le gritó al juez que era corrupto.
Sus abogados la sacaron de allí antes de que lo insultara más. Fue muy
satisfactorio.

—¡No puedo creerlo!

—Bueno, créelo —dice, tomando mi mano libre. Le da un apretón—. Y


tengo una sorpresa más para ti.

—¿Para mí? —pregunto.

196

196
—Sí, para ti —dice—. Hablé con mi jefe y le dije que quería mudarme a
Nueva York. Está completamente de acuerdo. Creo que deberíamos pensar en
mudarnos pronto, considerando... —Asiente a mi estómago todavía plano—.
Probablemente no estarás en condiciones de hacerlo en seis meses.

Mi corazón empieza a latir al doble. La idea de mudarme a Nueva York, de


vivir mi sueño es solo... mis ojos se llenan de lágrimas al oírle decirlo.

—¡No puedo creer que me mudaré! —exclamo, con mi voz llena de


lágrimas—. No puedo creer que te tengo a ti y a Sarah, y también a mi sueño.

Charlie me da la sonrisa más conmovedora.

—Y aun así, lo tienes.

Lo abrazo lo mejor que puedo con un brazo y mis lágrimas caen sobre su
camisa de vestir. Cuando me retiro, me besa, sellando sus labios sobre los
míos. El beso es lento y dulce, lleno de calor.

Siento a Sarah tirando de mi brazo, y rompo el beso para mirarla.

—¿Bocadillo? —pregunta.

Me parto de risa, porque está tan ajena a todo el alboroto que hay a su
alrededor.

—Traeré un bocadillo para todos —dice Charlie—. ¿Qué es lo que


quieres? ¿Tazas de budín? ¿Queso en tiras?

—¡Pudín! —dice Sarah contenta.

—Muy bien. Ustedes dos quédense aquí —dice con un guiño.

—Espera —digo, agarrando la muñeca de Charlie mientras se levanta. Me


mira, arqueando la frente—. Yo solo... te amo tanto.

Mi confesión le hace inclinarse y besar mis labios.

—También te amo. Siempre.

Me recuesto, dejándolo ir. Porque sé que volverá. Sé que Charlie quiere


decir lo que dice. Acurruco a Sarah un poco más cerca, insoportablemente
feliz.
Fin
197

197
Sobre la autora

Escribir es mi pasión, y mi misión es proporcionar a los lectores novelas


románticas que los trasladen a otro mundo y a la vida diaria, un libro a la vez.

198

198
Decubre más
libros en

Saga que iniciamos, saga que terminamos

199

199

También podría gustarte