Está en la página 1de 264

Painted faces

PAINTED FACES #1

L.H. Cosway
La presente traducción ha sido llevada a cabo sin ánimos de lucro, con
el único fin de propiciar la lectura de aquellas obras cuya lengua madre
es el inglés, y no son traducidos de manera oficial al español.
Los staff de LG y DI apoyan a los escritores en su trabajo, incentivando la
compra de libros originales si estos llegan a su país.
Todos los personajes y situaciones recreados pertenecen al autor.

Queda totalmente prohibida la comercialización del presente


documento.
Staff
Divide Lucky Girls
Insanity Books
•Moderadora de •Moderadora de
Traducción• Corrección•
Lucia Winchester Dai

•Traductoras• •Correctoras•
Emotica G.W. Bella’
Florpincha Indiehope

Geral Flor
Lili-ana Maga

Lovestory
•Lectura final•
Lucia Winchester
Dai
Solange
•Diseño•
ZombieQueen
Índice
Sinopsis
Acércate con una mente abierta, para un cuento de amor poco
convencional...

Freda Wilson, nativa de Dublín, se considera a sí misma como un


gusto adquirido. Tiene la costumbre de hacer bromas ofensivas y decir
lo que piensa con demasiada frecuencia. No tiene el mejor historial con
las primeras impresiones, por lo que se lleva una sorpresa cuando su
nuevo vecino, Nicholas, queda fascinado con ella.
Nicholas es oscuramente guapo, divertido y magnético, y Freda siente
que su existencia en blanco y negro se sumerge en un arcoíris cuando
está a su alrededor. Cuando él entra en una habitación la ilumina con
su ingenio rápido y carisma. Es un artista de cabaret viajero, pero Freda
no sabe exactamente lo que eso conlleva, hasta que las cortinas son
corridas en su noche de apertura.
Ella queda alucinada y totalmente intrigada al verlo subir al escenario
como drag. Más tarde, Nicholas le pregunta si le gustaría ser su
asistente. Entusiasmada por la idea, salta a la oportunidad. Pronto se
encuentra inmersa en un mundo de pelucas, maquillaje y tacones altos,
rodeada de hombres hermosos y la tentación de enamorarse de su
bello e increíble empleador.

En esta historia de pasión y descubrimiento sexual, Nicholas y Freda


lidiaran con los celos, altibajos emocionales, y el tipo de amor que solo
viene una vez en la vida.
Prólogo
Traducido por Lucia Winchester
Corregido por Flor

Christchurch, Nueva Zelanda, 1998.

T
enía ocho años cuando comenzó su obsesión.
Era mucho más que un niño con un vestido. Había
estado haciendo esto durante seis años, y aun así se las
arreglaba para mantenerlo en secreto. Era hijo único y su
padre siempre estaba ausente, así que el secreto era fácil. Nicholas
había estado buscando su viejo disfraz de vaquero en el ático cuando
se encontró con las cajas, llenas casi hasta reventar de las cosas de su
difunta madre.
Tenía exactamente tres recuerdos de ella. El primero, era de
cómo sus brillantes ojos azules siempre se iluminaban y resplandecían
cuando lo veía. El segundo, era de cómo llenaba la casa con música
bonita cuando cantaba y tocaba el piano, y el tercero era de ella
llorando, siempre llorando en el baño cuando pensaba que no había
nadie cerca.
Nicholas había tomado sus viejas y polvorientas posesiones y las
convirtió en su vida. Cantaba como ella en las grabaciones de vídeo
que tenía de ella. Mantuvo los vídeos escondidos debajo de la cama y
los miraba una y otra vez. Usaba sus vestidos y joyas y pasaba horas
poniéndose su maquillaje en el rostro. Con el tiempo, su hábito se
convertiría en una necesidad de entretenimiento; un deseo de expresar
su fascinación con la forma femenina imitándola. Pero por ahora, se
trataba de ella. La mujer que lo trajo al mundo y murió antes que tuviera
oportunidad de conocerla.
A través de los años se había dado cuenta que otras personas no
hacían lo que él hacía; no pasaban horas y horas tratando de replicar el
recuerdo de su madre muerta al convertirse en ella. Se preguntó si esto
era a lo que los adultos se referían como duelo. Parecía extraño que se
sintiera triste por una mujer de la que solo tenía tres recuerdos. Por
alguna razón, sentía que la amaba por que sí, a pesar de nunca
haberla conocido realmente.
Pero también era la soledad la que instigaba su singular hábito. Su
padre era un hombre frío y solo hablaban cuando era absolutamente
necesario, mientras que Nicholas era un niño que prosperaba en la
conversación, en la atención. En la escuela se portaba mal, burlándose
de los maestros y siempre interrumpiendo las lecciones simplemente
porque ansiaba que alguien lo reconociera, que las personas supieran
que existía. Encontró que, si se portaba mal, podía ser el centro de
atención.
Era amigo de las chicas más bonitas. Los otros chicos lo llamaban
maricón, pero no le importaba. Le gustaba demasiado estar cerca de
las chicas para renunciar a ellas. Amaba lo dulce que olían y lo suave
que eran sus labios cuando lo dejaban besarlas y poner sus manos sobre
sus camisetas. Le gustaba que le dijeran que era el chico más guapo de
toda la escuela.
Tenía doce años la primera vez que le dieron una paliza. Se tumbó
en el suelo y dejó que los niños lo golpearan y patearan, porque no
sabía defenderse. Escupieron nombres como marica y afeminado. Esa
fue una de las últimas veces que se salieron con la suya, porque pronto
aprendió a patear y golpear de regreso, y a utilizar su ingenio como una
defensa ante los insultos. Nunca se molestó en tratar de demostrarles
que no era ninguna de las cosas que lo llamaban. Los matones no se
preocupaban por la verdad, solo querían un blanco fácil.
Tenía catorce años la primera vez que alguien descubrió su
secreto. Era sábado y se encontraba solo en casa. Puso su disco de
Karen Carpenter en el equipo de música y lo dejó sonar a todo volumen
mientras giraba en el vestido de terciopelo rojo y los zapatos de tacón
negros con las hebillas de plata en la parte delantera de su madre.
Trató de coincidir exactamente en cómo Karen cantaba. Todos sus
amigos de la escuela escuchaban Backstreet Boys y The Spice Girls,
pero él creía que Karen tenía la voz más perfecta y dulce del mundo.
Sostenía un cepillo de cabello, que también perteneció a su
madre, en su boca como un micrófono falso en la sala de estar de la
casa, ajeno al mundo, cuando se dio la vuelta para encontrar a un
hombre de pie mirándolo. Era Kelvin, un amigo y compañero de trabajo
de su padre. Nicholas sintió que una bomba había explotado en el
interior de su pecho. Fue atrapado. Esto cambiaría todo.
Realmente no le gustaba Kelvin. Había algo en él que hacía que
se le erizaran los vellitos de los brazos. ¿Por qué tenía que ser ese hombre
quién descubriera su secreto? Era un hombre malo, Nicholas podía
sentirlo.
Kelvin era viejo y severo como el padre de Nicholas, y llevaba
siempre presente su traje de negocios. Se hallaba de pie con una pila
de carpetas en sus brazos. Sonrió a Nicholas justo antes de colocar las
carpetas en la mesa de café.
Sacudió un juego de llaves en su mano.
—Tu padre me pidió que trajera estos documentos hoy, me dio la
llave de la puerta de entrada —dijo Kelvin.
Nicholas estaba mortificado mientras observaba al hombre. Vete,
le rogó en silencio, ¿no puede irse y fingir que nunca vio nada de esto?
El final de su felicidad estaba sobre él. Kelvin le diría a su padre lo
que había atrapado a Nicholas haciendo, y su padre lo llamaría
abominación, quemaría todas las cosas de su madre y lo echaría a la
calle.
Tenía la garganta seca cuando logró una respuesta que era
apenas un susurro.
—Voy… Le diré que pasó por aquí.
Kelvin asintió, pero aun así el estúpido hombre no se marchó. Se
sentó en el sofá y cruzó una pierna sobre la otra.
—Bueno, ¿qué se supone que estás haciendo? —preguntó, sus
ojos brillando con una intención que Nicholas no podía distinguir. Una
sola lágrima salió de su ojo y corrió por su rostro.
—Por favor, no se lo diga a mi papá —le rogó fervientemente
cuando más lágrimas siguieron.
—Oh, por supuesto que no. No lo haría —respondió Kelvin—.
Ahora, ven y siéntate conmigo. Estoy seguro que podemos llegar a
algún tipo de acuerdo.
Desesperado por convencer a Kelvin que mantuviera su secreto,
Nicholas respiró hondo, se limpió las lágrimas con los dedos, y se sentó.
Su hermoso secreto, el que le había traído tanta alegría, nunca sería
una cosa feliz e infantil de nuevo.
1
¿Puedo llamarte Viv?
Traducido por Geral
Corregido por Bella’

Dublín, Irlanda, en la actualidad.

L
a máscara de pestañas pica en mis ojos mientras escurre por
mis mejillas. Es una buena cosa que no esté usando lápiz
labial o me vería como una especie de payaso de circo. Una
loca que se escapó del manicomio, tal vez. Desde luego, podría
competir con Alice Cooper1.
Una lluvia repentina empapa mi ropa, dejando mi piel
completamente erizada, mi cabello rizado un lío empapado y mis botas
chirriando con el líquido que se les ha metido. Soy la imagen de una
mujer moderna que no posee un auto y no tiene la precaución de llevar
un paraguas.
Esto es lo que llamamos verano en Irlanda, damas y caballeros. En
un momento el sol te sofoca, poniéndote todo sudoroso, y al siguiente te
azota una fuerte lluvia. De cualquier manera, vas a terminar húmedo.
Estoy llevando lo que se siente como un millón de bolsas de compras,
aunque en realidad solo son tres. Las bolsas probablemente añaden
más a la apariencia de ser una paciente psiquiátrica escapando. ¿Soy
solo yo, o llevar bolsas de plástico siempre te hace parecer
psicológicamente inestable?
Vivo en un bloque de apartamentos por la calle Aungier. A decir
verdad, es un poco peligroso, pero al menos es céntrico. Busco a tientas
las llaves en mi bolso que cuelga sobre mi hombro, cuando un par de
niños de por allí pasan por mí lado, riéndose de mi lucha. Quiero
mandarlos a la mierda, pero, por supuesto, las reglas sociales evitan que
adultos como yo insulten a los niños. Suprimo un bufido ante la idea, que
se añadiría a la fachada que estoy cultivando de estar desequilibrada.
Por último, me las arreglo para recuperar las llaves de su escondite
en el fondo de mi bolso, quien iba a saberlo, debajo de una botella
medio vacía de agua de manantial y una barra de chocolate a medio
comer. Vivo en el tercer piso y el edificio no tiene ascensor.
Penosamente tengo que subir por las escaleras, ropas empapadas,

1 Alice Cooper: Cantante estadounidense de hard rock y heavy metal.


2 Gang bang: es un tipo particular de orgía en la que una mujer o un hombre
bolsas de plástico, bolso abierto (ya que soy demasiado perezosa para
cerrarlo después de encontrar las llaves) y todo eso.
Como ya he mencionado, el bloque es un poco peligroso y no
tengo los mejores vecinos, así que siempre tiendo a darme prisa desde
la entrada principal hasta mi departamento. Mientras inserto las llaves,
la puerta del departamento, recientemente vacío junto al mío se abre
de golpe.
Tengo curiosidad por ver quién es mi nuevo vecino esta vez. ¿Una
madre soltera con tres pequeños mocosos haciendo un escándalo día y
noche, tal vez? Conociendo mi suerte será algo por el estilo. Solo que no
lo es, en su lugar un hombre vestido muy elegantemente sale. Lleva una
impecable camisa blanca, los dos primeros botones casualmente
desabrochados, costosos pantalones negros y zapatos de vestir negros.
Bueno, bueno, bueno, tal vez Nora y yo vamos a tener un vecino
respetable por una vez.
Mi mejor amiga, Nora y yo hemos estado viviendo juntas durante
casi tres años en nuestro departamento de dos dormitorios en la ciudad.
No es tan glamoroso como parece, déjame decirte. En estos tres años
hemos vivido junto a un par de drogadictos, una madre soltera con dos
hijos desagradables, y un matrimonio joven con un bebé que, cuando el
bebé no lloraba, tenían ruidosas discusiones a las dos en punto de la
mañana. La pareja se mudó hace unas tres semanas, dándonos a Nora
y a mí una merecida paz y tranquilidad.
El hombre que actualmente estoy mirando fijamente parece
pertenecer a este lugar tanto como un tigre de la India pertenece al
zoológico de Dublín. Tiene el cabello negro azabache, más o menos a
medio camino entre largo y corto, ojos azul claro y un rostro de belleza
clásica. Su físico es ligeramente musculoso en ese tipo de forma atlética,
y cuando me sonríe amablemente todo su rostro se ilumina. Sus ojos son
tan brillantes y relucientes.
—Hola allí —dice, cerrando la puerta detrás de él y echando
llave. Su acento es ligeramente australiano, no irlandés. Da un paso
hacia mí, extendiendo su mano para que la estreche. Le doy una
mirada probablemente entre confundida y exasperada, ya que
claramente no puedo tener mis manos libres para el apretón que
espera.
—Debes ser Freda, tu compañera de piso, Nora, me invitó a tomar
una taza de té más temprano. Chica encantadora —dice.
Oh, estoy segura que lo hizo. Nora es bastante oportunista
cuando se trata de hombres, y diría que pensó que este hombre era un
hermoso ejemplar. Incluso dentro de esta breve conversación, He
notado una especie de electricidad sobre su personalidad, algo
adictivo. Sus ojos me atraen, como si escondieran secretos que podrían
hacer mi vieja y aburrida vida mucho más emocionante. No te topas
con hombres así de fascinante muy a menudo.
—Fred, puedes llamarme Fred —le digo tontamente, colocando
las bolsas de plástico en el suelo de manera que finalmente pueda
darle la mano.
Nuestras manos se tocan, nuestros dedos se entrelazan, y no
puedo creer que esté admitiendo esto, pero el más pequeño cosquilleo
corre a través de mí ante el contacto. Por supuesto, no sabe eso, y
gracias joder, porque probablemente pensaría que soy una especie de
pervertida. Quiero decir, ¿quién exactamente tiene un hormigueo
cuando le da la mano a una persona? Es lo mismo que decir: Hola, serás
el protagonista de mis sueños sucios esta noche, señor Ojos Azules. No es
raro en lo más mínimo. Tal vez ha pasado mucho tiempo desde la última
que vez tuve un novio.
Le dejo ir primero y trato de ignorar su magnetismo. Se ríe, un
sonido maravillosamente bajo que vibra a través de los dedos de mis
pies.
—Está bien, Fred, puedes llamarme Vivica.
Nuestros ojos se conectan y ambos sonreímos ante su broma. Es
graciosa, pero no lo suficiente para requerir una risa divertida.
—Genial, si nos volvemos amigos cercanos, ¿puedo llamarte Viv?
—respondo.
Simula echar su cabello sobre su hombro, un gesto muy femenino,
y coloca una voz dulce tipo Marilyn Monroe.
—Puedes llamarme como quieras, Frederick. —El gesto de repente
me abre los ojos a cierto aspecto evidente en su comportamiento, tal
vez sea gay. Desde luego, se viste bastante bien.
—Vaya gracias, lo tendré en cuenta, Viv. Fue un placer
conocerte. Espero que estés encontrando el lugar de tu agrado.
—Oh, es un palacio digno de una reina, Freddie, un verdadero
hallazgo.
Tomo nota de su evidente sarcasmo. Todavía me mira,
caminando de espalda por el pasillo, haciendo girar las llaves alrededor
de sus dedos. Es evidente que tiene que estar en otro sitio.
Me rio.
—Bueno, es bueno escuchar eso. Pasa a tomar el té en cualquier
momento.
Asiente y mira lascivamente hacia mi camiseta húmeda, donde el
sujetador copa D púrpura es claramente visible a través de mi camiseta
color crema.
—Maldita sea —dice con humor—. ¿Me he perdido el concurso
de camisetas mojadas, de nuevo? —La forma en que mira mi escote
me da el noventa y nueve por ciento de seguridad que no es
homosexual.
—Ah me temo que lo hiciste, en Dublín hacemos algunos muy
buenos. Nos reunimos todos en el río Liffey y nos sumergimos con la ropa
puesta. Cuando salimos los drogadictos nos dan puntuación de diez.
Me sonríe.
—Si ese es el caso, entonces debes haber conseguido un once.
Suena como un verdadero asunto con clase, Fred, me aseguraré de no
perderme el siguiente.
—Ven cuando quieras. Siempre damos la bienvenida a los recién
llegados —le digo, siguiendo con la broma.
Me saluda entonces, sonriéndome amablemente, y
desapareciendo por la esquina. Es solo en ese momento que me doy
cuenta que todavía no me ha dicho su nombre real.

Nuestro departamento se encuentra vacío. Nora debe haber ido


a alguna parte. Dejo caer las bolsas de las compras en la cocina y voy
en busca de algo de ropa limpia y una secadora de cabello. Una vez
que me siento viva de nuevo, desempaco mis ingredientes para
hornear.
Tengo dos trabajos. Uno trabajando en una tienda de caridad al
final de la calle tres mañanas a la semana, un pequeño número
práctico. El otro es horneando en una pastelería de la ciudad que se
enorgullece de sus productos frescos hechos en casa. Hago todos sus
cupcakes. De hecho, me han dicho que hago los mejores cupcakes de
Irlanda, aunque ya que fue mi madre quien lo dijo pudo haber sido un
poco imparcial.
Hornear cupcakes para ganarse la vida tiene sus altas y bajas. El
lado positivo es que puedes poner una sonrisa en el rostro de las
personas, incluso si también estás colocando un par de kilos en sus
traseros. El lado negativo es que tienes que levantarte a las cuatro de la
mañana toda la semana para hornear las cosas y hacerlas llegar a la
pastelería a las ocho y media. Tengo una bicicleta con un remolque en
la parte trasera. Pongo los cupcakes en cajas, los meto en el remolque y
los entrego a la tienda. Oh sí, y cuando la llamo pastelería, no estoy
evitando decir el nombre. Es una pastelería llamada The Cake Shop. Tan
modernos y todo, ya sabes.
Otra cosa mala es que tengo bastante gusto por lo dulce, por lo
que hornear pasteles todo el tiempo hace que te deleites un poco
demasiado. En términos de tamaño soy una pequeña talla catorce, que
no es tan malo, supongo, pero siempre podría llegar a perder un poco
de peso. Oh, y estoy hablando de tallas del Reino Unido, no de Estados
Unidos. Si viviera en Estados Unidos podría ir por allí diciéndoles a las
personas que soy talla diez. A pesar que no hay ninguna diferencia real,
me complacería infinitamente.
Guardo mis compras en su sitio, listas para el lote de mañana por
la mañana. Horneo sesenta cupcakes al día y casi todos los días se
agotan en la tienda. Los divido en cinco secciones, cubiertas de la
siguiente manera: doce de limón, doce de naranja y chocolate, doce
de fresa, doce de caramelo y doce de vainilla. A veces agito un poco
las cosas con unos de red velvet o de menta. El horno de mi
apartamento es probablemente la cosa más costosa del lugar. Me
tomó dos años ahorrar para ello.
Hay algo terapéutico, de hecho, en hornear exactamente lo
mismo cada mañana. Lo podría hacer con los ojos cerrados. Tiendo a
escuchar música cuando horneo. Disfruto del punk viejo como Dead
Kennedys y Social Distortion. Lo sé, es una mezcla inusual: punk y
cupcakes, pero funciona para mí. El ritmo rápido de la música punk me
da un poco más de energía en mi compás a una hora tan temprana.
Por supuesto, solo escucho música con mis auriculares puestos,
porque Nora trabaja como camarera en un club nocturno en Temple
Bar. Probablemente tendría un infarto si escuchara mi música a las
cuatro de la mañana, ya que llega a casa después de las dos. Creo
que tiene un deseo secreto de golpear mi batidora eléctrica con un
martillo.
Tenemos rutinas opuestas, soy un ave madrugadora y ella es un
búho. Pero de la misma forma que el punk y los cupcakes funcionan
para mí, nuestras rutinas opuestas funcionan para nosotras. Es mi mejor
amiga y la amo completamente, pero creo que si tuviéramos que pasar
todo el tiempo juntas alguien terminaría con la nariz rota. Y no sería yo.
Me desplomo delante de la televisión por un rato, viendo las
telenovelas de la tarde. Son las cinco de la tarde cuando Nora entra
por la puerta, llevando una pequeña bolsa de rayas beige y blanco de
los malvados almacenes que son Brown Thomas. No puedo soportar el
lugar. Es la respuesta de Dublín al Harrod's de Londres, y juro por Dios
que cada empleado es una réplica de la chica atractiva y maliciosa
que conociste en la escuela.
Siempre obtengo una satisfacción enfermiza al pasar un sábado y
ver a los manifestantes contra la crueldad animal afuera, dando un
infierno porque la tienda vende artículos hechos de piel genuina. Los
rostros agravados de las chicas que trabajan más allá de las grandes
ventanas de cristal me hacen feliz de una manera retorcida, pero muy
básica.
—Entonces, ¿qué obtuviste de la guarida de Satanás esta vez? —
le pregunto, cuando va a la nevera y saca una botella de agua.
—Me estoy asando —dice Nora, haciendo caso omiso de mi
pregunta y sentándose en un sillón con la botella fría presionada contra
su frente. No le gusta que comente sobre su inclinación por gastar el
poco dinero extra que tiene en artículos estúpidamente caros, tales
como pequeños frascos de sombras de ojos del mostrador Mac. Sé que
somos mujeres de veinticinco años de edad genéticamente
predispuestas a querer gastar dinero en cosas que no necesitamos, pero
vamos.
—Sí, bueno, tienes suerte de que no te agarrara el aguacero hace
rato. Estaba jodidamente empapada —le digo de mal humor.
—Mmm —murmura, abanicándose con la tela de su blusa. Toma
su preciosa bolsa y mira detenidamente dentro, antes de sacar un
pañuelo de aspecto sedoso. Es azul pálido, me recuerda el color de los
ojos de Vivica, o como sea que sea su verdadero nombre.
—Entonces, ¿Conociste a nuestra nueva vecina, Vivica? —le
pregunto en broma. La broma va directamente sobre su cabeza, sin
embargo, porque sus ojos castaños se fijan en mí.
Hay algo así como decepción en su expresión mientras suspira y
dice:
—No me digas que tiene una novia que vive con él, arruinará por
completo la fantasía que tengo en marcha.
Estoy tentada a torturarla y sacar todo el asunto, pero me gusta
pensar que tengo una naturaleza amable, así que no lo hago.
—No, por lo menos nunca mencionó una. Hablamos durante un
minuto en el pasillo. Le dije que todo el mundo me llama Fred y bromeó
y dijo que podía llamarlo Vivica.
Nora me mira y sonríe.
—Suena como que ustedes dos tuvieron una pequeña charla
bastante acogedora.
—Sí, eso fue justo antes de que me empujara contra la pared y
me follara a la intemperie. Iba a decirle que soy una dama y no hacia
ese tipo de cosas, pero mi cumpleaños es dentro de un par de meses,
así que pensé en hacerme un regalo.
—¡Cállate, Fred!
Lanza un cojín hacia mí. Lo tomo y lo lanzo directamente hacia
ella, golpeando su elegante cola de caballo torciéndola un poco. Me
rio mientras frunce el ceño y se esmera por arreglarla correctamente.
Supongo que este es un buen momento para contar un poco
sobre Nora. Está absolutamente obsesionada con su apariencia. No
tanto de una manera vana, sino más bien en tipo control obsesivo. Todo
tiene que estar perfectamente ordenado. Mucho. Limpio como una
patena. Tiene el cabello lacio y castaño oscuro, ojos sensuales de color
marrón oscuro y un bronceado. Es una de esas personas irlandesas que
tienen un ligero parecido a los españoles. Algunos dicen que este
“aspecto” se produjo cuando los barcos españoles llegaron a Irlanda
hace cientos de años y los españoles comenzaron el “apareamiento”
con los lugareños. Así que, ¿siendo históricamente exacta? Supongo
que el tatarabuelo de Nora podría haber sido un marinero español.
Nora también es una de esas personas delgadas con un
metabolismo anormalmente rápido que podrían comerse una mesa de
buffet entera y aun así no aumentar ni un kilo. Es talla ocho. Si ella viviera
en América podría ir por allí diciendo a las personas que es talla cuatro.
De todos modos, si el metabolismo de Nora es un corredor olímpico
medalla de oro, el mío es una de esas babosas que pisas por error
cuando hace frío y está húmedo. Tenemos cuerpos muy diferentes,
aunque uno de los beneficios que recibo de ser una “chica grande”,
como se suele decir, es que no me falta en el departamento de pechos.
Creo que Nora está secretamente satisfecha de que yo sea la
“gorda”, porque significa que tiende a llamar más la atención cuando
salimos juntas. Sí, a pesar de mi amplio pecho los hombres siempre
parecen acudir a ella, sin embargo, podría tener algo que ver con mi
más que abrasiva, por así decirlo, personalidad. Si un chico se acerca a
Nora en un club y dice: “Debes estar perdida, cariño, porque el cielo
está muy lejos de aquí”, se lo creería por completo. Si el mismo
escenario se produjera conmigo, inclinaría mi cabeza y le diría al tipo
“piérdete” y seguiría feliz mi camino.
Cuando la miro, todavía me frunce el ceño por estropear su cola
de caballo.
—El hecho que puedas salir de la cama y tener el cabello
perfecto, no significa que todas puedan —dice con voz enfadada.
Alguien se encuentra en ese momento del mes, creo. Tengo el
cabello castaño dorado y rizado, y sí, a causa de los rizos realmente no
siempre intento hacer mucho sobre domesticarlo. Tomo un enfoque
indiferente para el cuidado del cabello, y digamos que sé qué hace
que Nora se vuelva completamente loca.
Pongo los ojos en blanco.
—Nora, tu monitor de autocompasión está sonando, me dice que
sientes lástima por ti misma por algo trivial y necesitas conseguir una
vida.
Niega, finalmente, después de haber atendido su emergencia de
cola de caballo, y toma un trago de su botella de agua.
—De todos modos —dice—. Volviendo al tema de nuestro nuevo
vecino. Su nombre es Nicholas y le pedí que cenara con nosotras antes
de ir a trabajar, por lo que necesitas cocinar algo.
—Nunca mencionó la cena —le digo—. ¿Estás segura que esto no
ocurrió en una de las muchas fantasías que has tenido sobre él desde
que lo conociste más temprano?
Deja escapar un suspiro para acabar con todos los suspiros.
—Puedes abstenerte de tomarme el pelo por un minuto, Fred, por
favor, realmente no estoy de humor.
—Bien me abstendré, Nora querida. También me abstendré de
cocinar la cena solo para que puedas impresionar al hermoso hombre
de al lado.
Nora tuvo una educación más elegante que la mía. Nunca deja
de divertirme cuando sale con palabras elegantes al azar. Una
pequeña sonrisa inclina los extremos de su boca. Puedo decir que no
quiere estar sonriendo, pero no puede evitarlo.
—Muy bien, entonces, sigue tomándome el pelo, pero por favor,
solo haz la cena, ¿de acuerdo?
Sonrío.
—Voy a hacer la cena más fabulosa que jamás hayas probado.
Es un plato raro, no muchos han escuchado hablar de él, salchichas con
puré.
Lanza el cojín hacia mí de nuevo y corre a su dormitorio, cerrando
la puerta antes que pueda devolver el favor. Me enrollo las mangas y
echo un vistazo a lo que hay para preparar la cena. En realidad, no
tenía la intención de hacer salchichas y puré, porque nunca tenemos
invitados y como que quiero impresionar a este personaje, Nicholas.
Apuesto que cuando era adolescente era a quien todo el mundo
quería tener como mejor amigo. Como ya he dicho, es algo magnético.
O tal vez solo estoy siendo una idiota romántica.
Pero incluso si está bien fuera de mis posibilidades de novio,
todavía me gustaría ser su amiga. Solo tengo dos amigos, Nora y nuestro
amigo gay, Harry. Sí, tenemos un amigo gay. Me hace sentir más normal
cuando veo que mi vida se encuentra llena de estereotipos. Si no
tuviera una mala actitud y el hábito de maldecir podría ser una
rechazada de una futura novela chick lit escrita por la hija de Bertie
Ahern. Después de todo, tengo una vida amorosa sin esperanza y una
baja autoestima.
De todos modos, Harry y yo nos hicimos amigos por un strudel de
manzana cuando nos conocimos en The Cake Shop hace unos dos
años, y ha sido una constante en mi vida desde entonces. Como yo,
Harry está un poco gordito, y tendemos a llevarnos bien debido a
nuestra obsesión con la comida.
Mientras saco algunos ingredientes, para preparar mi receta
especial de espaguetis a la boloñesa, mis pensamientos se dirigen hacia
Nicholas. Podría convertirme en su amiga a la que viene a pedir consejo
sobre la vida y las mujeres. Hablaría conmigo de su actual novia
supermodelo y de cómo están teniendo problemas en su relación.
Entonces descansaría su cabeza en mi regazo y cepillaría su oscuro
cabello y le diría que las mujeres son criaturas complicadas y que
necesita darle espacio y amor. Saldría con cursilerías llenas de sabiduría
como: Nicholas, el verdadero amor es como una flor, necesita cuidado
y sustento para crecer. Seria cursi de la manera más maravillosa. ¿Cuán
triste es que la idea de jugar ese tipo de papel en su vida en realidad
me excita?
Me pierdo en los movimientos de la cocina. Sí, no solo horneo,
también soy experta en platos salados. En el mundo que existe dentro
de mi cabeza soy la mujer perfecta. Una hora más tarde Nora sale de su
habitación, vestida con un ajustado vestido negro y zapatillas de ballet
azules. También tiene sus gafas de lectura, así que puedo decir que va
por el aspecto atractivo, pero inteligente.
En este momento uso unos jeans cómodos y uno de esos suéteres
de gran tamaño que están de moda actualmente, sin planes de ir
cambiarme. Nora es aproximadamente un ocho o un nueve en la tan
aclamada escala de atractivo, que te encuentras en las películas del
buen y viejo Estados Unidos de América. Tiene la oportunidad de
convertirse en la nueva amante de Nicholas.
Soy un cómodo seis, y a veces me gusta que sea así. Eso significa
que no tengo que molestarme intentándolo. El arte de la pereza es algo
que perfeccioné hace muchos años. A menudo es agradable sentarse
y ser un espectador de la vida amorosa de otras personas. Puede que
no tenga un novio, pero tengo cupcakes, y esos deliciosos bastardos no
me han decepción todavía.
Muy bien, así que ahora te preguntas sobre mis amores pasados.
Digamos que todos han caído como globos de plomo. Estrellados y
quemados. Sin finales felices para mí, me temo. He tenido un gran total
de dos novios en mis veinticinco años. El primero duró seis meses y fue
bastante normal; básicamente, nos dimos cuenta que, al final no nos
soportábamos.
El segundo, bueno, resultó ser bastante complicado. Cuando le
dije que quería romper me siguió durante todo un año. Esta es la
principal razón por la que no tengo ningún tipo de presencia en línea.
No necesito que ese loco me encuentre de nuevo. No voy a entrar en
más detalles, ya que pensar en esas dos cortas relaciones tiende a
darme indigestión.
Nora dice que va a ir a llamar al lado para ver si Nicholas está listo
para unirse a nosotras. La despido con la mano y revuelvo la mezcla de
la boloñesa en la olla mientras se calienta en la estufa. Ni dos minutos
después, ambos irrumpen en el departamento, riendo sobre algo.
Todavía estoy de pie junto a la olla, terminando los espaguetis.
—Mira, Fred, Nicholas trajo una botella de vino. ¿No es agradable
de su parte? —dice Nora. Echo un vistazo por encima del hombro
mientras menea la botella en la mano y la coloca sobre la mesa de la
cena.
—Una delicia —exclamo con fingido entusiasmo—. Eres un
verdadero premio, Viv. ¿Cuánto te costó, 8.99 en Londis?
—No seas grosera, Fred —me regaña Nora—. Necesito ir al baño,
charlen entre ustedes —dice, llena de alegría contenida por tener todo
un macho en el departamento.
Odio cuando las personas dicen charlen entre ustedes, porque
cada vez que lo hacen nunca se me ocurre nada de qué hablar. Así
que me quedo callada y volteo de nuevo, enfocándome intensamente
en la comida. Un momento después, puedo sentir el calor del cuerpo
de Nicholas detrás del mío. Pone sus manos en mis caderas y apoya la
cabeza en mi hombro, mirando por encima la comida.
—Huele delicioso, Fred —comenta, casual como si nada. Como si
este fuera un comportamiento normal para nosotros y apenas nos
conocemos.
Me quedo quieta, mi cuerpo inmóvil. De acuerdo, así que o es
uno de esos tipos raros demasiado familiares que tocan a las personas
que apenas conocen, es gay, o en realidad hace un movimiento
conmigo. Estoy pensando que es una de las dos primeras.
—Sí —murmuro.
—El vino costó veinte euros, y lo obtuve de la licorería de al lado
—dice.
—Oh, muy elegante, Viv, debes ser un gran derrochador.
Se ríe y su aliento me hace cosquillas en el cuello.
—Te gusta llamarme Viv, ¿verdad?
—Qué puedo decir, los tipos afeminados lo hacen realmente para
mí —le contesto, tratando de mantener la calma por su proximidad.
—Puedo hacer eso, si es lo que te gusta. De hecho, puedo ser lo
que quieras que sea. No creo que lo hagas, sin embargo. Creo que eres
el tipo de mujer que le gusta que un hombre tome la iniciativa. —
Suavemente tira de mis caderas hacia atrás y se presiona contra mí muy
ligeramente. Mis ojos se abren como platos. ¿Qué diablos es esto?
Me giro, levantando la cuchara que había estado utilizando para
mover la boloñesa y apunto directamente hacia él. Una mancha de
salsa de tomate cae al piso.
—Bien. Escucha, retrocede o te daré un rodillazo en las pelotas.
Da un paso atrás, alzando sus manos en el aire en señal de
rendición, su rostro la imagen de diversión.
—Lo siento, Freda. Pensé que hacías todos los comentarios pasivos
agresivos porque estabas interesada en mí.
—Sí, bueno, pensaste mal. Ahora sentémonos a la mesa y seamos
agradables antes que Nora vuelva a salir. —Tal vez no vamos a tener un
vecino tan normal después de todo. Creo que podría ser un parásito
sexual.
—Sí, señor —responde, sonriendo como un tonto. Realmente es
demasiado guapo para su propio bien. Cuando se presionó contra mí
me sentí arder, en el buen sentido. Aunque, al mismo tiempo quería
retorcerme por la incomodidad. Nunca he sido del tipo “sensiblera”.
Sigue mirándome, sosteniendo mi mirada. Quiero mirar hacia otro
lado, pero me parece que no puedo manejarlo.
—¿De qué color son tus ojos de todos modos? Se ven dorados en
ciertas luces —dice, con voz baja e intensa.
Me encojo de hombros, toda tímida. Jesús, un cumplido y me he
fundido en un charco de sudor en el suelo.
—Castaños, supongo.
—Son preciosos —dice—. Eres adorable.
Mi respiración se detiene.
—Gracias por exaltar mi belleza, Viv. Ahora, ¿te gusta el ajo?
Porque hay un montón de ajo en esta boloñesa.
Sonríe, enseñándome sus dientes blancos y rectos. El tipo de
dientes que solo se ven en las estrellas de cine.
—Me encanta.
—Bueno —le contesto, cuando Nora sale del baño.
Decido burlarme de ella para cubrir mi vergüenza ante el
cumplido de Nicholas, y digo:
—Tal vez quieras abrir una ventana, Nora, estuviste allí por un
tiempo, ¿fue el número dos?
Su rostro se pone rojo brillante. Me encanta avergonzarla. Me
retracto de lo que dije antes acerca de tener una naturaleza amable.
Soy cruel, una mujer cruel.
La risa Nicholas llena toda la habitación. Mira a Nora.
—Ella es simplemente fabulosa, ¿verdad? —Ahora esa fue la
declaración de un hombre gay si alguna vez escuché a uno. En una
confrontación con mi mirada, sus gélidos ojos azules me devoran. Buen
Dios, ¿puede alguien por favor prestarme un burka?
—Desafortunadamente sí —responde Nora, y me da una mirada
dura, una mirada que dice ¡cállate y deja de avergonzarme delante de
mi futuro esposo!
Corto un poco de pan focaccia y lo coloco en un recipiente con
pequeños platos de vinagre balsámico y aceite de oliva para mojar,
porque soy así de sofisticada. Cuando los coloco sobre la mesa Nora se
zambulle de inmediato. Oh no, no esperes por mí ni nada. Después de
todo, solo soy la humilde cocinera que facilita esta cena para ella.
Cuando sirvo los espaguetis, Nora se lanza con el viejo y
predecible interrogatorio.
—Entonces, Nicholas, ¿qué haces para ganarte la vida?
Él toma un trozo de pan, lo moja en aceite de oliva y lo mete en
su boca. Lo veo saborearlo por un segundo y me siento orgullosa
porque yo horneé el pan. Tengo esta extraña fascinación con observar
a las personas obtener placer de la comida que he preparado.
—Soy un artista de cabaret —responde simplemente, tomándonos
a ambas por sorpresa. Habría imaginado que trabajaba en una
empresa o en un banco, ya que usa ropa elegante.
—¿En serio? —dice Nora—. Qué interesante, ¿qué implica eso?
—Es todo un acto, un poco de música, un poco de comedia, un
poco de interacción con el público.
—¿Cantas? —pregunta, intrigada.
—Ciertamente, lo hago. —Guiña hacia ella, mientras coloco el
resto de la comida en la mesa y me siento—. ¿Vino, Fred? —pregunta,
levantando la botella y mirando hacia mí.
—Por supuesto, Viv —respondo, haciendo girar un poco de
espagueti alrededor de mi tenedor.
Me da una sonrisa brillante y vierte el líquido en la copa. Tomo un
sorbo. Es agradable, tiene buen gusto.
—¿Y hace cuánto tiempo vives en Dublín? —continúa Nora con su
interrogatorio.
—Acabo de llegar. He venido un par de veces, sin embargo, es
una gran ciudad. Un amigo dirige un nuevo club aquí y me ofreció un
espectáculo regular, así que aproveché la oportunidad. He estado
viajando de país en país durante años, yendo a donde el trabajo me
lleve. Pero creo que estoy listo para establecerme en algún lugar, por un
tiempo de todos modos.
—Nora está en el negocio de clubes nocturnos —señalo—.
Atiende un bar, ustedes dos podrían intercambiar historias sobre todos
los borrachos.
Nicholas ve a Nora.
—¿En serio, ¿dónde trabajas?
—Temple Bar. —Bebe delicadamente su vino. La parte delicada
es para el beneficio de Nicholas. Si estuviéramos solas lo estaría
bebiendo como si fuera agua.
—Ah. El club en el que actuaré se encuentra en la calle Capel.
Por un momento pensé que era el destino y que estaríamos trabajando
en el mismo lugar —dice carismáticamente. Nora está embobada
mirándolo. Se vuelve hacia mí—. Háblame de ti, Fred, ¿qué haces?
Antes que pueda responder Nora interrumpe, probablemente
queriendo su atención de nuevo sobre ella.
—Es repostera, hace cupcakes.
Nicholas hace una mueca.
—Temprano por la mañana, ¿supongo?
Asiento.
—Muy temprano por la mañana, es el único fallo en una
ocupación perfecta. También trabajo en la tienda de caridad al final
de la calle. Se vende todo tipo de ropa y baratijas.
—Dos trabajos, estoy impresionado —dice, sonriendo.
—Soy una joven trabajadora —bromeo.
Sus ojos permanecen en mí, algún tipo de interés yaciendo en sus
profundidades.
—Oh, apuesto que lo eres —murmura, mirando mí pecho de
nuevo. Estoy tentada a chasquear mis dedos en su rostro y decirle que
me mire a los ojos, pero eso sería demasiado cliché, incluso para mí.
Hay silencio durante un par de minutos, mientras comemos con
Nora mirando sospechosamente entre nosotros. Piensa que hay algo
pasando que no sabe. No hay nada pasando.
—Esto es brillante, eres una gran cocinera —dice Nicholas,
rompiendo el silencio—. No he tenido una comida así de sabrosa desde
hace tiempo. ¿Puedo llevarte a casa y que cocines toda mi comida? —
bromea.
—Por supuesto que puedes, solo coloca una caja de cartón
debajo del lavaplatos y voy a dormir allí.
—Tonterías —reprende Nicholas—. Compartirás mi cama, no
aceptaré nada menos.
—Muy bien, así que puedo ser tu cocinera y tu calentadora de
cama, que convenientemente práctico.
Nora se ríe con nerviosismo, nuestras bromas la hacen sentir
incómoda, pero soy la única que la conoce lo suficiente como para
saberlo.
—Exactamente lo que pienso —acuerda Nicholas—. Podría caer
dormido en esos maravillosos pechos cada noche. No podría pensar en
nada más relajante.
Ante sus palabras realmente escupo el vino que acabo de beber
y rocío toda la mesa. Mierda. Nicholas se carcajea y Nora ríe también,
aunque de una manera un poco más vacilante.
—No puedo creer que hayas dicho eso del pecho de Fred —
comenta, un toque de coquetería en su voz. Le da a su brazo una
palmada amistosa—. Eres terrible.
—Sí, simplemente terrible —digo con sarcasmo.
—Me gustaría tener unos tan grandes como los tuyos, Fred —
continúa Nora con un puchero—. Los míos son como pequeños huevos
fritos.
—Resulta que admiro todas las formas y tamaños. —Nicholas le da
una sonrisa elegante que parece levantarle el ánimo. Dios, Nora es una
de las mejores personas que conozco, pero por alguna razón se puede
convertir en un estereotipo total cuando se encuentra alrededor de un
hombre que le interesa.
—¿Qué, aunque sean cuadrados o rectangulares? —pregunto—.
Eres un verdadero conocedor, mi amigo.
Se ríe en voz alta.
—Triangulares también, ah y octagonales. Le doy igualdad de
oportunidades a los pechos.
Terminamos de comer, y por suerte nadie menciona mi región del
pecho durante el resto de la comida. Nora mira su reloj y comienza a
correr alrededor, agarrando sus cosas para el trabajo.
—Perdí la noción del tiempo en tan buena compañía —dice a
Nicholas, deslizándose en su abrigo—. Espero que me visites de nuevo.
—Me encantaría —responde, dándole un beso en cada mejilla.
Ella se sonroja y se desliza por la puerta.
Nicholas avanza con confianza hacia la mesa y comienza a
ayudarme a levantar los platos.
—Puedes irte ahora ya sabes, tengo esto —le digo.
—Me gustaría quedarme por un rato, ¿si eso está bien contigo?
Me encojo de hombros.
—Claro si quieres. Pero debe saber que por lo general voy a la
cama muy temprano, por lo que no habrá travesuras nocturnas, si eso
es lo que buscas —bromeo.
Nicholas pone la mano en su corazón.
—Ah, me hieres, hermosa dama. Esperaba tener un romance
contigo. Las travesuras nocturnas no son mi fuerte.
Ignoro la parte de “hermosa dama” y continúo limpiando. Una
vez lavados, secados y guardados los platos, encendemos el televisor y
nos sentamos en el sofá. Me deslizo fuera de las chanclas que estuve
usando y meto mis pies debajo de mis piernas. La mano de Nicholas se
desplaza lentamente hacia mí y recoge un mechón de mi cabello,
extendiendo los dedos a través de él.
—Este es un gran cabello, Fred. Es tan sedoso, me encantaría
conseguirlo en una peluca.
Arqueo una ceja.
—Creo que es posible que tengas algunas torceduras en tu
armadura, Viv.
Su sonrisa roza lo diabólico. Sí, diabólico.
—Un montón de torceduras, un montón de caprichos, mi
sexualidad es multifacética.
—Correcto. Y las pelucas son lo tuyo —digo—. Cada uno con lo
suyo, supongo.
Su sonrisa es con seguridad secreta.
—¿No se supone que es grietas en tu armadura? —analiza.
Me rio.
—Bueno, eso no habría funcionado tan bien como torceduras.
Me sonríe. Me centro en el televisor, aunque preferiría estudiar su
hermoso rostro. Después de un minuto, me empuja en el costado.
—Oye, detén eso —me quejo, pero sigue haciéndolo. Cada vez
su toque se prolonga un poco más que el anterior. Pronto empieza a
hacerme cosquillas y me rio involuntariamente. Peleo de nuevo,
encontrando su punto de cosquillas en el estómago, y se ríe también.
Trato de no pensar en cómo de tonificado y agradables se sienten sus
abdominales. Toma la iniciativa en nuestra guerra de cosquillas cuando
se sube encima de mí y me toma por mis muñecas con una mano,
mientras que hace cosquillas en mi estómago con la otra. Me retuerzo
debajo de él, incapaz de soportar la tortura.
Mira hacia mí y detiene abruptamente el cosquilleo. Sus manos
siguen manteniéndome cautiva. Una tensión pesada llena el aire y de
repente me doy cuenta de la posición comprometedora en la que nos
encontramos. Su expresión se pone seria.
—Eres muy bonita, Fred —dice, sin rodeos. Entonces acerca más
su rostro y traza sus labios a lo largo de mi oreja—. Realmente me
gustaría follarte.
Me estremezco ante sus palabras.
—¡Cristo, Nicholas! —Es la primera vez que digo su nombre en voz
alta. Me suelta las muñecas mientras salgo disparada del sofá.
Se inclina hacia atrás, sentado con las piernas abiertas,
absolutamente cómodo y en casa. Sus labios se inclinan hacia un lado.
—Los dos somos adultos aquí, Fred. ¿Estás realmente tan ofendida
por mi propuesta?
Me concentro innecesariamente en enderezar mi camiseta.
—Am, qué... sí, por supuesto. Casi no te conozco.
—Has estado coqueteando conmigo toda la noche, querida —
responde con suavidad.
Frunzo el ceño, momentáneamente confundida.
—¿Lo hice? Oh, Dios mío, estás muy equivocado. Absolutamente
no lo hice. Estaba siendo amable y bromeando. ¿Dices lo que quieres...
para tener relaciones sexuales con cada chica que habla contigo?
En el fondo de mi mente sé que cause esto, y creo que la forma
en que hablé con él esta noche podría confundirse con coquetear,
pero solo vagamente.
—No, no todas —responde—. Pero puedo decirte que seriamos
muy compatibles en la cama. ¿Cuál es el problema si estoy siendo
directo al respecto?
Niego hacia él, la boca abierta en asombro. Nunca he conocido
a un hombre como este en mi vida.
—Esto viene del tipo que dijo que no estaba interesado en
travesuras nocturnas —digo, tratando de hacer una broma nuevamente
para no tener que lidiar con mi propia vergüenza. Puedo actuar como
una perra sarcástica a veces, pero eso es toda una fachada para la
chica asustada y tímida que se esconde detrás. Nunca he tenido a un
hombre diciéndome palabras como estas. Y, en realidad, me da
vergüenza, porque me gustaría tener la seguridad de ser el tipo de
chica que simplemente respondería: “bien, vamos a seguir adelante”
antes de saltar directo a la cama.
Me mira durante un largo rato, antes de apartar la mirada y pasar
una mano por su oscuro cabello.
—Pido disculpas. Solo pensé que podría hacerte compañía por
una noche. Estamos los dos solos, tiene sentido.
Lo miro y protesto:
—No estoy sola. —Lo que realmente quiero hacer es preguntarle,
¿estás solo? No entiendo cómo puede ser. Es guapo, seguro y tiene
todo a su favor.
—Parecías solitaria hoy, toda empapada por la lluvia con tus
bolsas de la compra en tus manos.
—Estaba más molesta que sola.
Sus ojos me estudian.
—Muy bien, mi error. No estás sola, Fred. Mejor me voy, tengo que
preparar mi primer espectáculo de mañana por la noche. Podrías venir.
Ya lo mencioné a Nora. El club es nuevo, se llama The Glamour Patch,
no está demasiado lejos de aquí.
—Oh, por supuesto. Puede que vaya. Me gustaría ver tu
espectáculo. —Hago una pausa y me muerdo el labio—. Por cierto,
probablemente deberías haber hecho tu movimiento con Nora en lugar
de conmigo, le gustas por si no te habías dado cuenta.
Su expresión es cálida.
—Me di cuenta. No estoy interesado en Nora, Fred, estoy
interesado en ti. —Y con esa bomba, deja el departamento.
2
Punk rock y cupcakes
Traducido por Lovestory & florpincha
Corregido por Bella’

A
la mañana siguiente me levanto al amanecer para hacer
mis cupcakes, como siempre. Es viernes y estoy realmente
deseando que llegue el fin de semana para dormir un
poco más por las mañanas. La primera cosa que hago es encender el
horno para precalentarlo. Estoy en una especie de estado de ánimo
para Dookie de Green Day, por lo que coloco “Longview” en mi
reproductor de mp3 y dejo que la batería y el bajo pesado despierten a
mi cerebro y mis ojos hinchados y cansados.
Una vez que tengo la mezcla lista, saco las bandejas del horno.
Pongo los pequeños moldes de papel para cupcakes en las pequeñas
ranuras y luego sirvo una cucharada en cada uno de ellos. Los coloco
en el horno y me dedico a preparar las coberturas. No hago mis
cupcakes de la manera tradicional de adornos sofisticados con una
manga pastelera, en lugar de eso simplemente vuelco las coberturas
para un atractivo rústico más tosco. A las personas parece gustarle toda
la suerte de naturaleza de ello, ya que podrías conseguir uno con un
montón de glaseado o uno con solo una pequeña cantidad.
El olor a pastel llena el departamento para el momento en que
consigo hacerme una taza de café.
Apago mi música y me siento frente a la televisión para pasar por
los distintos canales, manteniendo el volumen bajo para no despertar a
Nora. Si hay una cosa que he aprendido sobre esa chica después de
vivir con ella durante tres años, es que no te metes con su patrón de
sueño. Las personas que trabajan de noche son bastantes
malhumoradas sobre cerrar sus ojos. Mi madre trabajó una vez en el
turno nocturno en un supermercado de veinticuatro horas, y te digo que
la mujer era como un monstruo si la despertabas antes de tiempo.
Son solo después de las siete y cuarenta y cinco cuando me visto
y coloco los cupcakes terminados en sus cajas. Mantengo mi bicicleta
en el pequeño garaje de almacenamiento en la parte trasera de los
departamentos. Una vez que los cupcakes se encuentran asegurados
firmemente en el carrito, subo y mi me dirijo hacia The Cake Shop, que
se encuentra situada justo en el centro de la calle O'Connell.
Mi parte favorita de andar en bicicleta por la mañana es el aire
fresco. Bueno, tan fresco como puedas conseguirlo en la ciudad. De
camino paso zumbando por la calle Aungier, paso la calle George, y
giro a la derecha en la calle Dame. Vuelo entre el tráfico matutino y las
personas vestidas con trajes y ropa de oficina, mientras se apresuran
como hormigas a través de College Green a sus diferentes destinos. Mi
música suena a través de mis auriculares, la banda sonora de mi vida en
este momento siendo “When I Come Around” de Green Day. Tomo un
giro a la izquierda fuera de College Green en la calle Westmoreland y
me dirijo por el puente O'Connell a la calle O'Connell. Esa es de manera
resumida mi ruta matutina en bicicleta.
Estacionando fuera de The Cake Shop, aseguro mi bicicleta con
una cadena antes de retirar las cajas de cupcakes y llevarlas dentro.
Tengo que hacer dos viajes para meterlas. Hay unos cuantos miembros
del personal, pero no estoy realmente muy familiarizada con muchos de
ellos. El lugar se encuentra lleno con una multitud del desayuno, con sus
cafés matutinos y pasteles.
No tengo que llegar antes que el lugar abra a las ocho, porque el
gerente, Patrick (un amigo de mi curso universitario de artes culinarias)
me dijo que los cupcakes son más una cosa de media mañana o
almuerzo. Así que las ocho y media es mi tiempo de entrega. Los
clientes madrugadores van por las pequeñas cosas de lujo francesas,
como cruasanes, bollos daneses y brioche. Allí una pepita de sabiduría
panadera para ti.
El tener a Patrick como una conexión es en realidad el cómo
obtuve el trabajo aquí. Es un arreglo poco convencional, pero cumplo
con todas las normas de salud y seguridad, a pesar que trabajo desde
casa. De todos modos, con una licenciatura en artes culinarias estoy
bastante sobre calificada para el trabajo que hago. Es solo que no
poseo los nervios de acero que se necesitan para trabajar en una
cocina profesional.
—¡Fred! —grita Anny con energía a modo de saludo cuando paso
por la puerta. Ella es una de las trabajadoras con la que estoy
familiarizada y una chica realmente agradable, en su mayoría. Viene en
las noches de salida con Nora de vez en cuando. A pesar que, entre tú
y yo, ella podría tener un poco de inclinación por beber demasiado y
tener una noche emocionante con hombres que nunca ha conocido
antes.
Es una de esas personas con las que es divertido beber, pero no
quieres realmente como un amigo de todos los días, ya que es algo
hiperactiva y te hablará hasta que se te caiga la oreja si le das media
oportunidad. Recordando el espectáculo de Nicholas de esta noche,
decido que podría estar interesada en venir.
—¿Estás libre para salir esta noche? —le pregunto, mientras me
coloco unos guantes de plástico y pongo los cupcakes en sus vitrinas en
la parte delantera de la tienda.
—Las grandes mentes piensan iguales, justo iba a preguntar lo
mismo —exclama—. ¿Qué tenías en mente?
—Nuestro vecino de al lado está montando un espectáculo en
algún club, nos pidió que fuéramos a verlo —le digo, terminando con los
cupcakes y apilando las cajas vacías para llevarlas de vuelta conmigo.
—Suena como un plan —está de acuerdo—. Voy a caer por tu
casa alrededor de las ocho o así. Podemos tener un par de copas
antes. Tomar algo. —Me da un codazo en el costado, con un empujón,
empujón, guiño, guiño en tono de su voz.
Dios. Es la única que estará recibiendo cualquier codazo,
empujón, guiño. Nunca llevo personas a casa, y Nora lo hace muy
raramente. Si no nos conoces bien probablemente pienses que somos
viejas musarañas arrugadas. Me gusta pensar en ello como ser
selectivas, como en seleccionar a nadie. En cierto modo, no he
superado la edad de dieciséis años, cuando estás demasiado insegura
y nerviosa para hacer frente a los avances de “pretendientes”
potenciales, como mi abuela los hubiera llamado.
En esto, alguien se arrastra detrás de mí y me aprieta el trasero.
Sin siquiera darme vuelta sé quién es.
—Harry, reconozco el pellizco de esos pequeños dedos regordetes
en cualquier lugar. ¿Listo para tu desayuno habitual? ¿Seis bollos de
crema y un frappuccino de moca extra grande?
Harry se detiene a nuestro lado, con las manos en las caderas.
Trabaja como cajero en el banco de la cuadra y tiende a venir aquí por
su café matutino.
—No, estoy seguro que te los has comido todos —remarca—.
Estoy a dieta, así que voy a tener dos bollos de crema y un croissant de
chocolate para llevar. Ah, y un frappuchino pequeño.
Bromea, obviamente. Nos gusta burlarnos del otro por ser grandes
cerdos gordos, aunque ninguno de los dos es obeso. Somos más de lo
que podría llamarse “mullidos”, del tipo que muestra que disfrutamos de
las cosas buenas de la vida.
—Le estaba diciendo a Anny que con Nora vamos a salir esta
noche a un espectáculo, ¿quieres venir con nosotras?
Harry coloca un brazo alrededor de mi hombro y me besa en la
mejilla.
—No me lo perdería. Me había resignado a una noche de cena
para uno y una película alquilada. Un espectáculo suena mucho más
divertido.
—Lo será —le digo—. Ven a nuestra casa a las ocho para las
bebidas previas a la salida. Será mejor que me vaya, mi turno en la
tienda comienza a las nueve.
—Perfecto, hasta luego entonces —dice Harry.
—Adiós —saluda Anny cuando salgo de la abarrotada pastelería.
Pedaleo de nuevo hacia la calle George, donde la tienda de
caridad en la que trabajo se encuentra, un hijo de puta en un Mercedes
me suena la bocina porque lo bloqueé de estacionar en una esquina
cuando tuvo la oportunidad. Voy con una sola mano en la bici y le doy
el clásico dedo medio. No puedo ver su rostro correctamente a través
del cristal de la ventanilla del auto, pero me gusta imaginar que su
expresión habría de mostrarlo debidamente apenado. Avergonzado,
incluso. Aunque es más probable que se pusiera más enojado y me
devolviera un gesto parecido. Un movimiento de barbilla al estilo
italiano tal vez.
Sitúo mi bicicleta fuera de la tienda y la aseguro. Probablemente
piensen que soy una de esas mujeres que dan un nombre a su bici,
como Bertha o Betty. Bueno, ciertamente no lo soy. Encuentro ese tipo
de conductas altamente irritantes. Por no hablar de lo molesto y
engreído que es. Oh, mírame, soy tan maravillosa que tengo que darle
a cada artículo en mi vida un atributo humano. Una chica con la que fui
a la escuela lo hacía con sus zapatos, cada par tenía un nombre
diferente. Nombró a sus cómodas sandalias bajas sus Marys y a sus
tacones sexis sus Tatianas. Le dije que sus Tatianas sonaban como una
prostituta de Europa del Este. No me habló de nuevo después de eso.
Dentro de la tienda mi compañera de trabajo, Theresa, clasifica
algunas de las nuevas bolsas de donaciones. Debido a que todos los
ingresos van a la caridad, logramos que las personas nos den bolsas de
ropa vieja y cosas que no quieren. Ah y, por cierto, no soy una
voluntaria. Me pagan por trabajar aquí, solo un poco más que el salario
mínimo, que no es tan bueno, pero al menos es un trabajo.
La tienda es un outlet para una de las grandes organizaciones
benéficas, no mencionaré el nombre. No lo diría delante de Theresa si
me lo pidieran, pero mi opinión personal es que la mayoría de las
grandes organizaciones caritativas son fachadas que hacen mucho
dinero, para los malvados administradores y directores generales. Te
sorprenderías del pequeño porcentaje del dinero donado que en
realidad va a esos hambrientos bebés africanos. Supongo que podrías
llamarme una vendida, porque, aunque sé todo esto todavía trabajo
para el lugar. Qué puedo decir, tengo que pagar el alquiler.
Theresa ha estado trabajando aquí por casi una década. A
diferencia de mí, es lo suficientemente inocente para creer que su
trabajo contribuye a un bien mayor. Se encuentra en sus sesenta años y
tiene toda esa especie de aspecto de hippie, con sus faldas largas y el
cabello gris recogido en una trenza por la espalda. Es una mujer
preciosa y nos llevamos bien, aunque creo que la brecha generacional
significa que a veces nos entendemos mal.
Como cuando me pregunta sobre lo que hice el fin de semana y
le cuento mis travesuras con Nora y Harry y cómo nos bebimos una
botella entera de tequila, saca una conclusión equivocada y cree que
trataba de decirle que tengo un problema con la bebida. Viene de una
clase media alta y no recibió todo el abuso ocasional de alcohol que
los “jóvenes” conseguimos en estos días.
—Entonces, ¿qué tesoros nos han sido concedido en esta ocasión,
Tessy? —le pregunto, empujando mi abrigo detrás del mostrador y
sentándome a su lado. Me encanta mirar a través de las bolsas de
donaciones. Sin embargo, es una buena cosa que no sea muy
aprensiva, porque a menudo puede haber algunas manchas muy
cuestionables en la ropa. Y a veces son bastante frescas.
—Buenos días, Freda. Oh, lo usual, ropa vieja, algunos libros y
juguetes para niños —responde Theresa. Tiene un problema con
llamarme Fred. No entiende por qué querría llamarme como un
camionero de mediana edad cuando podría llamarme por un bonito
nombre como Freda. Le dije que me gustaba ser económica con las
sílabas. Otro ejemplo de mí diciéndole algo, y ella no comprendiéndolo
en lo más mínimo.
Saco diversos artículos y los doblo cuidadosamente en una pila.
—Vaya, échale un vistazo a este chico malo —le digo,
mostrándole una camisa hawaiana extra grande de hombre. Los
colores brillantes hieren mis ojos—. No creo haber visto una de estas en
directo antes.
Theresa me mira con una débil sonrisa, con la cabeza inclinada
hacia un lado.
—¿Eres algo así como un bicho raro no, Freda? —dice, sus gafas
colgando demasiado bajo en su nariz.
—Quack —le contesto, sin expresión.
Pasamos la siguiente hora haciendo inventario, mientras
atendemos a los clientes de forma intermitente en la caja registradora.
Trabajo aquí medio tiempo, de miércoles a viernes de nueve a una.
Al alrededor de las doce cuarenta y cinco, la puerta de la tienda
se abre y Nicholas entra, con gafas de sol del tipo aviador, una camisa
azul marino y pantalones oscuros que lucen de diseñador. Se pasea
casualmente hasta la caja registradora, deslizando sus gafas hasta
descansar sobre su desordenado cabello negro.
Saca sus manos, haciendo gestos alrededor de la tienda.
—Mira este lugar, tan vintage y tan lindo —dice.
—Theresa, me gustaría que conozcas a mi nuevo y amigable
acosador. Su nombre es Vivica —bromeo.
Theresa se queda de pie junto a las estanterías, agregando
algunos nuevos elementos al exhibidor. Sonríe vagamente y saluda a
Nicholas, aunque se ve un poco confundida.
—Eso es bueno —dice y vuelve a los libros.
—¿Qué te trae por aquí, Viv? —pregunto, notando las atractivas
gotas de sudor en su frente. El hombre incluso hace que el sudor luzca
bien.
—He estado explorando la ciudad —dice—. Recuerdo que
anoche dijiste que trabajabas en una tienda de caridad en la vía. Tomé
una conjetura salvaje y pensé que era esta.
—Bueno, que tus habilidades de deducción te enorgullezcan.
¿Qué puedo hacer por ti?
—Tenía la esperanza que te unieras a mí para el almuerzo. Hay un
lugar mexicano al otro lado de la calle.
Tengo que cerrar la boca conscientemente, porque mi mandíbula
está en peligro de caer al suelo. Quiere llevarme a comer. Tal vez ha
decidido que podría ser su amiga genial, como esperaba. La palabra
clave vendría a ser “amiga”, ya que ayer actué como una virgen en su
noche de bodas tratando de defenderse de su marido cachondo. No
habrá más proposiciones de esa variedad para mí, supongo.
—Ah, has descubierto mi verdadera debilidad. Soy incapaz de
rechazar comida gratis —le digo.
—¿Quién dijo que estaba pagando? Pensé que saltarías ante la
oportunidad de escoltar a una joven damisela como yo a comer.
Me rio, agarro mi abrigo y lo doblo por encima de mi brazo, ya
que hace demasiado calor para usarlo. Le grito a Theresa que me voy y
que la veré el próximo miércoles. Me saluda a la distancia, absorta en
ordenar sus estanterías. Nicholas me ofrece su brazo y caminamos hasta
el restaurante mexicano. El camarero nos recibe en la puerta y nos
dirige a una mesa para dos en la parte posterior.
—Así que, ¿nervioso por tu gran noche de debut en Dublín? —le
pregunto, mientras leo detenidamente el menú.
Me mira.
—Tengo el nerviosismo previo a la actuación como todos los
demás, pero una vez que estoy en el escenario todos se alejan flotando.
Me convierto en otra persona, un personaje supongo que podrías
llamarlo.
—Invité a mis amigos Harry y Anny para que vengan. Espero que
no te moleste.
Sonríe, sus brillantes ojos azules brillando de nuevo.
—No me molesta en absoluto. Cuantos más, mejor, eso es lo que
siempre digo. Excepto si se trata de una orgía; tienes que ser exigente
en materia de sexo grupal.
—Oh, estoy completamente de acuerdo. Nunca se puede ser
demasiado cuidadoso en un gang bang2.
—A veces se termina con demasiado gang y no el suficiente bang
—dice Nicholas.
—Nunca he tenido un gusto por el exceso de gang. Me gusta
mucho más el último —me burlo.
—Ah, tenemos eso en común entonces —contesta en voz baja, al
tiempo que el camarero viene a tomar nuestra orden. Nicholas pide
quesadillas. Yo voy por los tacos con guacamole a un lado. Me encanta
el guacamole; podría comer cubos del mismo y no me cansaría de la
cosa.
Hoy estoy usando una blusa negra sin mangas con ribete de
encaje. Mi tirante del sujetador se suelta. Cae por mi brazo, y mis ojos
atrapan los de Nicholas mientras lo estoy acomodando. Ladea la
cabeza y observa el movimiento de mis dedos con gran atención. En
ese momento, el camarero vuelve con nuestras bebidas. Decidí ir a lo
salvaje y pedir una margarita. Lo sé, alcohol a la hora del almuerzo.
Quizá Theresa está en lo cierto al suponer que tengo un problema con
la bebida.
Tomo un largo trago del líquido helado fresco, y pregunto:
—¿De qué parte de Australia eres de todos modos?
Escupe su agua muy ligeramente.
—¡Oh no, no lo hiciste! Acabas de realizar una gran ofensa, Fred,
enorme.
—¿Qué? ¿Qué he hecho? —Estoy confundida ahora. Me da una
mirada de fingida indignación.
—Piensa en ello —bromea—, piensa en lo que me acabas de
preguntar.
—Te pregunté de dónde vienes —digo, frunciendo el ceño con
molestia.
—Sí, pero asumiste que soy australiano. Eso es horrible, Fred,
completa e imperdonablemente horrible. —Está teniendo un verdadero
buen rato con esto, puedo decirlo.

2Gang bang: es un tipo particular de orgía en la que una mujer o un hombre


mantiene relaciones sexuales con tres o más hombres por turnos o al mismo tiempo.
—Suenas australiano —interrumpo—. A pesar que tu acento es
especialmente vago, lo siento por ser presuntuosa. Así que ilumíname,
¿de dónde vienes, oh sabio?
Mueve la cabeza, fingiendo indignación.
—Nueva Zelanda, tontita. Eso es como si yo dijera: así que, Fred,
¿de qué parte de Inglaterra vienes?
Tomo otro trago de mi bebida y limpio mi boca con el dorso de la
mano.
—Eso no es lo mismo, Viv. Los acentos irlandeses e ingleses están a
kilómetros de distancia. Australianos y neozelandeses suenan iguales.
—Esa es una declaración terriblemente ignorante de hacer. Estoy
sorprendido y decepcionado. Hay una diferencia muy clara. Si tuvieras
un buen oído serías capaz de decirlo.
—Bueno, siento no ir por ahí aprendiendo los vagos matices entre
los diferentes acentos de países de todo el mundo. Lo que me hace una
boba sin cultura —declaro.
Nicholas niega riéndose.
—Eres malditamente divertida, Fred. Te estoy haciendo mi nueva
mejor amiga oficialmente. Es un puesto bastante honorable y
codiciado, para que sepas. Hasta ahora tengo un gran total de cuatro
amigos en Dublín. Te acabas de ganar el primer puesto.
—Oh detente, Viv, estoy bromeando —le contesto secamente.
El camarero viene con nuestra comida y me sumerjo, recogiendo
grandes cantidades de guacamole con una cuchara. Es la mejor cosa
para comer en un día caluroso como este, fresco y picante.
—Entonces... —comienzo, después de un minuto de comer
tranquila—. ¿De qué parte de Nueva Zelanda eres?
—Denle un aplauso a la dama —se burla Nicholas—. Lo hizo bien.
Soy un chico de ciudad, Christchurch, para ser exactos.
—¡De ninguna manera! —le digo, con la boca abierta, con un
montón de taco y todo.
—Espera —responde Nicholas—. ¿Por qué es una sorpresa?
—Oh, estaba pensando en esa película, ya sabes, esa sobre las
lesbianas que tratan de matar a una de sus madres, porque trataba de
romper su relación. Criaturas celestiales. Peter Jackson la dirigió. Esa se
sitúa en Christchurch y es una historia real, me encanta esa película.
—Muy bien, mordiste la tangente Fred, pero estoy de acuerdo.
Winslet fue genial en ella.
—Entonces, am, hermanos y hermanas, ¿tienes? —pregunto.
Nicholas sacude la cabeza.
—No, soy hijo único, me temo. Mi madre murió cuando tenía seis
años, por lo que solo éramos papá y yo. Trabajaba en los mercados de
valores, un carácter muy serio. No había un montón de risas en nuestra
casa.
—¿Dónde está ahora?
—Murió de un ataque al corazón cuando tenía veintiún años, fue
hace siete años. Todos los años en ese estresante trabajo finalmente lo
mataron.
—Eso es horrible, lo siento —digo de verdad.
Me desestima con un movimiento de su mano.
—No, era un padre horrible. No nos llevábamos bien. Me mudé en
el momento en que cumplí dieciocho años y nunca miré atrás. Háblame
de tu familia, Fred. —Recoge su quesadilla y toma un bocado.
Dejo escapar un suspiro.
—Dios, ¿por dónde empiezo? Me llaman el bebé de la
menopausia porque mi madre quedó embarazada de mí cuando tenía
casi cincuenta años. Soy la más joven de cuatro hermanos; tres
hermanas y un hermano. Mis padres tienen ahora más de setenta años y
viven en los suburbios de Dublín donde crecí. Mi hermano, Tony, es el
mayor, tiene cuarenta y siete. Tiene una esposa y tres hijos. No lo veo
mucho porque ahora vive en Waterford. Mis hermanas están todas a
finales de los treinta o principio de los cuarenta años. Se podría decir
que fui un poco una hija única, ya que mis hermanos básicamente eran
grandes en el momento en que llegué.
—Apuesto a que fuiste como un nuevo comienzo para tus padres.
No tuvieron que pasar por el síndrome del nido vacío, ya que tenían que
cuidarte.
—Hmm. Les gusta molestarme diciendo que he arruinado sus
planes de retirarse temprano al sur de Francia y dejar sus días de crianza
de niños detrás. Pero me aman realmente, al menos eso es lo que dice
mi terapeuta —bromeo.
—Suenan como personas divertidas, que debe ser de donde lo
obtuviste —observa Nicholas.
Levanto una ceja y sonrío.
—¿Realmente piensas que soy graciosa?
—Eres hilarante. Creo que no he dejado de reír desde que te
conocí.
—La mayoría de las personas me encuentra irritante después de
un tiempo. Espera y verás, te cansarás pronto de los chistes de mierda.
Su rostro se vuelve serio y pone su mano en mi muñeca.
—Oye, eres genial, Fred. Creo que eres genial. Ahora deja la fiesta
de compasión —me reprende.
—No estoy teniendo una fiesta de compasión. Nora tiene fiestas
de compasión. Tengo autodesprecio patológico. Es una enfermedad
incurable, por lo que no te burles.
Me aprieta la muñeca una vez antes de dejarla ir; la piel de allí se
calienta por alguna razón. A pesar de mis ambiciones de ser la “amiga”
de un tipo genial como Nicholas, no estoy segura de sí mi inseguro
corazón femenino puede tomarlo. Estoy condenada a sentir mariposas
ante su toque, como una solterona ávida de cualquier contacto
humano que pueda encontrar, quien consigue hormigueos cuando las
personas la rozan en una calle concurrida.
Nicholas paga por la comida una vez que hemos terminado, a
pesar que le ofrezco pagar la mitad. Dice que me debe desde que le
hice la cena de anoche. Charlamos mientras caminamos de regreso al
edificio de departamentos, deteniéndome para echar un vistazo
alrededor de los mercados en la parte delantera de la galería. Cuando
llegamos a casa, nos separamos y nos ponemos de acuerdo para tomar
una copa juntos después de su espectáculo de esta noche.
Más tarde, al decidir sobre qué ponerme, escojo mi vestido de té
de color púrpura oscuro de los años cuarenta y un par de zapatillas de
ballet plateadas. No uso zapatos de tacón alto, porque realmente, para
mí es como poner los pies dentro de una cámara de tortura. Nora
puede usar zapatos de tacón hasta que las vacas vuelvan a casa y aun
así estar bailando como si nada hasta las tres de la mañana, pero yo no.
Como es verano, me afeito en la ducha preparándome para ir
con las piernas al descubierto. Si los tacones son cámaras de tortura
para los pies, las medias (medias panty para aquellos en el otro lado del
charco) son cámaras de tortura para el vientre. Siempre parecen
bajarse cuando me agacho y se amontonan alrededor de mi estómago
y caderas.
Nora abre una botella de vino para cada una (sí, dije cada una,
cuando se trata de beber nuestros ojos son más grandes que nuestros
hígados) y vuelve justo a tiempo para la llegada de Harry y de Anny.
Harry no tiene idea de cómo vestir bien; podría hacerle conseguir
algunos consejos de Nicholas. Usa pantalones cargo color beige,
Converse de color rojo y una camiseta demasiado pequeña de Family
Guy debajo de su chaqueta azul brillante.
—Entonces, ¿hacia dónde nos dirigimos para el espectáculo de tu
vecino? —me pregunta, abriéndose una botella de West Coast Cooler.
—Algún nuevo club llamado The Patch Glamour. —Me encojo de
hombros—. Y en serio, ¿esa bebida? Uso esa mierda como mezclador,
es suave.
Harry casi se ahoga con el líquido mientras me golpea de nuevo.
—¿The Glamour Patch? —tose.
—Oh, sí. ¿Has escuchado de él?
Parece que está frenando una enorme sonrisa. Por alguna razón,
finge un rostro serio.
—Oh, ciertamente lo hice. Te encontrarás con una gran noche. Y
metete en tus propios asuntos sobre lo que estoy bebiendo; no todos
tenemos la intención de acabar completamente borrachos con
nuestras bragas alrededor de los tobillos.
Le empujo el brazo y me rio.
—Te lo pierdes entonces.
Me mira de arriba abajo, como si fuera una clase de perra,
aunque sé que solo está jugando.
—Mmjum.
A Harry le gusta burlarse de mí y fingir que soy una puta, y disfruto
porque me permite olvidar que, en realidad, soy un poco mojigata. Oh,
puedo hablar de sexo como si fuera una especialista en la materia, un
genio, pero cuando se trata de ello, no soy tan experimentada. Nunca
he tenido una pareja que me hiciera hervir la piel con necesidad. Todo
ha sido más bien “meh” para ser honesta.
Me he tomado tres copas para el momento en que el taxi llega
para llevarnos al club. Todos nos apiñamos, lo suficientemente alegres e
irritantes catándole al conductor: “suba la radio, amo esta maldita
canción” cuando algo de Rihanna suena, a pesar que mi yo sobrio
respingaría la nariz para arriba a dicha música convencional.
Nos deja en el club, donde muchas personas se encuentran de
pie, charlando, riendo y fumando sus cigarrillos. Es solo cuando tomo
nota de la clientela que comienzo a sospechar. Hay muchos hombres, y
las pocas mujeres presentes tienen en su mayoría ese aspecto de
cabello corto preferido por las lesbianas. Sí, estoy casi segura que este
es un bar gay. Lo que me plantea la pregunta, ¿qué tipo de “acto”
hace Nicholas exactamente? Pagamos la tarifa de entrada de diez
euros, un poco caro, pero estoy esperando que el espectáculo valga la
pena.
Tiro a Harry a un lado y le siseo:
—Tú, yegua tortuosa, sabías que era un bar gay, ¿verdad?
Casi se cae de la risa.
—Culpable de los cargos. Quería ver la expresión de tu rostro
cuando finalmente lo entendieras. Pensé que lo sabrías desde que
PantiBar está a solo unos metros. Así que háblame de este vecino tuyo,
estoy mucho más intrigado por él ahora, ¿es un bombón?
Tomo a Harry por el brazo y lo llevo a la barra.
—Oh, no solo es un bombón, es una cena gourmet de cinco
platos, con champán. —Y creo, probablemente, bisexual, ya que se me
insinuó muy descaradamente, pero también trabaja en un club gay. No
es que lo esté juzgando ni nada. En lo que a mí respecta puede tener
relaciones sexuales con un enano ciego si eso es lo que hace flotar su
barco.
—Suena prometedor —dice Harry, haciéndole señas al barman y
pidiendo dos cócteles Sex on the Beach. Sé que no debería estar
mezclando mis bebidas, pero estos son como el verano en un vaso y
Harry paga, así que es una oferta que no puedo rechazar.
Nora y Anny han desaparecido en el baño, probablemente para
comprobar su maquillaje. Siguen estando demasiado borrachas e
inconscientes para notar que los hombres de aquí están mucho más
interesados en sí de lo que nunca estarán en ellas. Su única esperanza
de anotar es si están listas para probar una noche de pasión lésbica.
Sigo bebiendo el nuevo cóctel y explorando la habitación. No
puedo ver a Nicholas en cualquier lugar y estoy casi lista para estallar
de curiosidad acerca de cómo será su espectáculo. Es posible que
tenga una corazonada. Podría tener una también, pero tengo los labios
sellados hasta que pueda comprobarlo con mis propios ojos. Veo a
Nora y a Anny emergiendo del pasillo que conduce desde los baños.
Se encuentran con dos chicos con cortes de cabello elegantes e
inmediatamente comienzan a charlar con ellos animadamente.
Cuando veo al rubio haciendo un gesto hacia los tacones brillantes de
Nora me imagino que le está alagando su atuendo. Típico.
Probablemente piensa que ella y Anny están ligando. Estoy enferma de
anticipar el momento en que la golpeé la realización, como Tom
mirando a hurtadillas, esperando ansiosamente para tener una idea de
la ropa interior a través de la ventana del dormitorio de su vecino de al
lado.
Solo he terminado la última gota de mi cóctel cuando “I Dont Feel
Like Dancing” de las Sisters Scissor comienza a sonar en los altavoces
con sus ritmos pegadizos. Lo que pasa con esta canción en contraste
con las letras, es que cuando la escucho todo lo que quiero hacer es
bailar. Tal vez ese es el punto. Además, tengo uno de esos inútiles
enamoramientos con el líder, Jake Shears. Tiene un rostro
irresistiblemente bonito.
Harry y yo nos damos el uno al otro “la mirada” de acuerdo
silencioso que vamos a tomar la pista y bailar hasta morir. Agarra mi
mano, se la pasa por encima del hombro, ladea la cabeza y me
arrastra lejos de la barra. Probablemente parecemos bastante...
especiales, con nuestros movimientos descoordinados, pero me estoy
divirtiendo, así que no me importa lo que parezco.
Continuamos de esta manera durante unas tres canciones antes
que los dos estemos sin aliento y con un charco de sudor deslizándose
por nuestras espaldas. En lo que a mí respecta, una noche no es una
noche de fiesta si tu vestido no se te pega al final.
La parte trasera del club es el área de actuación, donde hay un
gran escenario con mesas y sillas a su alrededor. El lugar está bastante
lleno, pero nos las arreglamos para conseguir una pequeña mesa justo
en la parte frontal, al tiempo que Nora y Anny deciden unirse a nosotros.
Anny sale corriendo para conseguir una ronda de bebidas para
nosotros en la barra. Nora tiene una mirada un poco irritada en su rostro.
Maldita sea, debo haber perdido su momento de revelación.
Inclino mi cabeza hacia ella y rio.
—Parece que acabas de chupar un limón.
Cruza los brazos sobre su pecho.
—Nicholas es homosexual, ¿verdad? —dice, con la voz llena de
abatimiento.
Me encojo de hombros, recordando de nuevo su proposición de
la noche anterior.
—No necesariamente. El jurado todavía no decide. Todavía hay
esperanza de una boda de Navidad —le digo.
Entrecierra sus ojos hacia mí y se vuelve para mirar a su alrededor
en el escenario. Un hombre de unos treinta y tantos años de edad, con
una mancha de cabello rubio decolorado, sale al frente de las cortinas
de terciopelo rojo que oscurecen la parte trasera del escenario por
delante. Tiene un micrófono en la mano. Hay varios aullidos y silbidos
cuando saluda a unas pocas personas que conoce en la audiencia.
Un hombre grita algo grosero, pero no puedo distinguir las
palabras correctamente sobre el ruido de la multitud. Creo que tuvo
algo que ver con “buen culo” y “chupar”. Quién sabe. El tipo con el
micrófono sonríe y con una voz entrecortada dice:
—Puede que te tome la palabra para eso más tarde, cariño. —
Lleva una camisa de color púrpura que es casi del mismo color que mi
vestido y pantalones negros brillantes.
Me ve sentada apenas por debajo del escenario.
—Oh, cariño, míranos todos coordinados. —Hace un gesto entre
la camisa y el vestido y el público se ríe. Le doy una extensa reverencia.
Luego se dirige a todo el club, todo negocios.
—Bienvenidos a The Glamour Patch, esta noche tenemos un gran
entretenimiento preparado para ustedes. Pero ahora tenemos a alguien
muy especial, nuestro invitado de honor de Christchurch, Nueva
Zelanda. Estoy seguro que algunos de ustedes han sido testigos de este
acto antes, así que realmente no necesita presentación. Dejaré que la
actuación hable por sí sola —termina, y con una floritura rebota en el
escenario y desaparece entre el público.
Comienza un golpe lento y travieso. La música me suena familiar,
pero no puedo ubicarla. Es una de esas introducciones previas de
canciones, que empiezan lentamente y te abofetean con la gran
revelación. Es muy apropiado ya que no puedo esperar a ver a Nicholas
subir al escenario.
Anny golpea cuatro tragos contra la mesa, regresando del bar.
—No me he perdido algo, ¿verdad? —pregunta, sin aliento.
Nora la hace callar y la sienta de un tirón. Mis ojos vuelven al
escenario mientras las cortinas se abren para revelar a Nicholas,
micrófono en mano, y mi Dios, tengo un tiempo duro conteniendo mi
sorpresa.
3
Un Dulce Travesti
Traducido por Solange
Corregido por Bella’

S
u negra cabellera está peinada hacia atrás con gel en un
estilo semejante al de Jamie Lee Curtis cuando hizo el
striptease, en sostén y calzoncillos para Arnold Scharzenegger
en Mentiras Verdaderas. Su rostro lleno de maquillaje, labios rojos, ojos
negros ahumados con pestañas falsas y pálida piel. En sus pies
obviamente, hay unos altos tacones negros.
Mis ojos viajan a sus piernas para encontrar que está llevando
unas desgastadas medias y unos pantalones cortos de lentejuelas.
Acabando el atuendo con una chaqueta negra de cintura diminuta
que hace poco por esconder su estómago marcado y musculosos
brazos tatuados. También lleva un par de guantes de encaje que suben
hasta sus codos. ¡Es una jodida drag queen!
Tenía mis sospechas, pero tenerlas confirmadas hace que mi
estómago se tuerza con un borde de incomodidad. Incomodidad
debida solo a la sorpresa de ver a mí nuevo, muy guapo y masculino
vecino vistiendo de mujer y con el rostro lleno de maquillaje. Pero
entonces, una vez que consigo adaptarme a la idea, (lo qué no toma
mucho) siento como si todas mis navidades hubieran llegado a la vez.
Esto es admirable, maravilloso, tan increíblemente emocionante.
Hoy un artista internacional de cabaret que actúa como drag queen
me invitó el almuerzo y me nombró su nueva mejor amiga. La idea
cubre mi mundo negro y blanco en un vibrante arcoíris tecnicolor.
La música todavía sigue, construyendo la tensión. Solo cuando los
ojos azul claro de Nicholas aterrizan en mí es que reconozco la canción.
Es “Sweet Transvestite” de The Rocky Horror Picture Show. La guitarra
sacude los acordes. Sus labios se inclinan a un lado en una sonrisa
arrogante mientras camina confiadamente por el escenario. Cuando
está lo suficientemente cerca de dónde estoy, empieza a cantar.
Ante esto la multitud se vuelve salvaje, gritando y animando. Me
les uno con entusiasmo. Nicholas se pavonea en esos tacones tan
fácilmente que avergüenza a las mejores mujeres, con las caderas
balanceándose de un lado a otro mientras camina.
Va hacia al otro extremo y le canta a la multitud que lo alienta.
Tiene una voz radiante, toda profunda y rasposa. Hay un tatuaje de
media manga en la parte superior de su brazo derecho y otro en el
interior de su antebrazo izquierdo, lleno de detalles que no puedo
distinguir desde esta distancia.
Cuando se acerca el final de la canción, regresa hacia mí, se
detiene frente a mi mesa y baja, con las piernas abiertas y un brazo
apoyado sobre su rodilla doblada. El movimiento me da una mejor vista
de la protuberancia al frente de esos ajustados pantalones. Veo
entonces que no participa en lo de “comprimir”. Mi garganta se seca
un poco. Me nivela con su intensa mirada mientras canta el último
verso.
La letra quema en mi interior, y me estremezco completamente
cuando dice la palabra “tensión”. De acuerdo, esto es un desastre.
Estoy poniéndome toda caliente y colgada por un hombre que está
más cómodo con maquillaje y un par de tacones de lo que yo lo estoy.
Me deja entonces y va al centro del escenario para acabar el número.
Estaba tan absorbida mirando los movimientos de Nicholas que no
había notado hasta ahora a toda la banda detrás de él. Hay un
baterista, guitarrista, bajista, tecladista e incluso un tipo con un saxofón.
La canción termina. Nicholas abanica su rostro y agita sus
pestañas postizas, y luego se gira para examinar al público.
—Qué apertura, ¿eh? —dice. Espero que ponga una aguda voz
femenina, pero solo habla de la manera en la que normalmente lo
hace. La multitud lo aplaude—. Supongo que mejor me presento
formalmente. Mi nombre es Vivica Blue, me llaman Blue por mis grandes
ojos azules. No debido a mí rumoreada época como actriz de películas
azules. Esos son todos chismeríos de estrellas —termina con una mueca.
Alguien silba entusiastamente. ¡Vivica! No solo uso un nombre al
azar cuando me lo dijo. Me mira y me da un rápido guiño, y estoy
sonriendo como una tonta por el momento extra de atención.
Cuando miro a Nora su rostro luce un poco pálido y sus labios
están dibujados en una línea delgada. Veo todas las fantasías que
había construido sobre Nicholas estrellarse en la tierra en solo esa
expresión. Tengo una mente muy abierta en la mayoría de las cosas,
hombres que se visten como mujeres no me molestan. Nora tiene
valores mucho más “tradicionales”. No es alguna loca fanática religiosa,
pero solo digamos que su idea de fetiche no iría más allá de un par de
esposas rosas de peluche.
Vuelvo a lo que Nicholas dice.
—Este lugar va a ser mi nueva casa así que espero que todos me
den la bienvenida. Me gustaría también que conozcan a la nueva
banda de la casa. Se llaman The Wilting Willows. Denles una gran ronda
de aplausos.
Los aplausos llegan.
Nicholas se rasca la parte de atrás de su cuello.
—Así que no estoy seguro si alguno de ustedes me vio
presentarme en Edimburgo el año pasado. —Solo un tipo grita que lo
hizo. Nicholas se ríe y hace una mueca—. Genial, una persona. Como
pueden ver, soy muy popular. Sin embargo, interpreté la siguiente
canción por primera vez allí, y requiere algo de apoyo. —Se agacha
mientras uno de los trabajadores del club le da una silla. La lleva al
centro del escenario antes de soltarla.
Se gira y asiente a la banda, indicando que está listo para
empezar. Se acerca al fondo de la cortina al lado del escenario,
sacando un sombrero negro y colocándolo inclinado sobre su cabeza.
La introducción empieza y Nicholas dice:
—Esta es una obra maestra del Cabaret, se llama “Mein Herr”
espero que la disfruten.
Alza una pierna y la coloca en el asiento de la silla, imitando una
pose muy femenina y seductora. Mientras se lleva el micrófono a la
boca y empieza a cantar la letra de la canción, tengo un flashback de
la película protagonizada por Liza Minelli. Que Dios me ayude, pero
Nicholas tiene todos sus movimientos y gestos.
Se sienta en la silla, entonces cruza una pierna sobre la otra y gira
el pie varias veces al ritmo de la canción. Luego su pierna va al aire
cuando se levanta, antes de regresar al suelo. Empuja sus caderas
dentro, fuera, dentro y fuera con sus manos descansando sobre la silla.
Cuando termina la canción se quita el sobrero negro y busca otro
sombrero peludo estilo ruso de detrás de la cortina. También tiene lo
que parece una larga chaqueta naranja sobre un brazo.
—Odio cubrir este magnífico cuerpo —bromea—. Pero la próxima
canción que voy a cantar requiere un cambio de vestuario. —Coloca el
sombrero peludo en su cabeza y se desliza en la chaqueta,
abrochándola toda.
Ya sé cuál es la próxima canción antes que empiece a cantar,
porque la banda está haciendo una imitación bastante buena de un
intro que normalmente requiere una orquesta completa. “Don't Rain On
My Parade” de Barbara Streisand de la película Funny Girl. Realmente
sabe cantar a todos los iconos. Trabaja a su manera a través de la
canción, poseyendo completamente el escenario y cantando a todo
pulmón las letras con un poder que rivaliza con la interpretación original
de Barbara.
A través de la próxima hora degusto música de la talla de Shirley
Bassey, Julie Andrews y Judy Garland, por nombrar algunas. Nicholas
incluso sube al escenario a algunos miembros del público para que
canten con él. Intenta persuadirme en un momento dado, pero me
avergüenzo y declino determinadamente.
Para cuando acaba de cantar ha sudado la mitad de su
maquillaje. Canta “Maybe This Time” otro número de Cabaret, como
canción del cierre, hace tres reverencias antes de salir del escenario a
una multitud de fanáticos entusiastas. La mayoría son hombres. Parece
completamente cómodo y a gusto mientras toma los cumplidos y
charla con ellos sobre el espectáculo.
Mi bebida hace tiempo que se terminó, por lo que dejo a mis
amigos y me dirijo a la barra. Me deslizo en un taburete y pido un mojito.
Después de unos minutos escucho a alguien tomar el taburete junto al
mío y una voz familiar pregunta:
—Bien, ¿qué piensas?
Giro mi cabeza para encontrar a Nicholas sentado allí, con la
chaqueta desabotonada y ha cambiado sus pantaloncillos y tacones
altos por un par de pantalones sueltos y botas. Ha retirado las pestañas
falsas y su rostro está libre de maquillaje salvo por un toque de labial rojo
y algunas manchas de delineador negro. Miro fijamente su pecho
desnudo durante un minuto y tengo que hacer un esfuerzo consciente
para alejar mis ojos.
—¡Fue brillante! —exclamo, demostrando todo el entusiasmo que
puedo—. Estuve un poco atónita apenas apareciste en el escenario,
pero como que era de esperarse dado el lugar.
Nicholas se rie.
—Sabía que te gustaría, solo tenía un presentimiento. Aunque
cuando saludé a Nora hace un minuto parecía menos que
impresionada. —Me da un pequeño ceño triste.
Agito mi cabeza.
—Solo esta abatida porque te tenía como su nuevo potencial
amoroso. No sabía que eras gay —digo esta última parte para ver cuál
es su respuesta. Estoy demasiada curiosa sobre su orientación sexual.
Asiente para que el camarero le sirva un trago de whisky y me da
una mirada graciosa.
—¿Piensas que soy gay? ¿Incluso después de lo que te dije
anoche?
Bebo un sorbo de mi bebida.
—Bueno, quizás pensé que estabas burlándote de mí o algo así.
Además, aparte de Eddie Izzard, no creo haber escuchado hablar
alguna vez de un drag queen heterosexual.
Sonríe irónicamente antes de bajar de un golpe su trago. Mira
fijamente al techo cuando murmura:
—Sí bueno, estás mirando uno.
—Bromeas, ¿verdad? Tienes que ser por lo menos bisexual.
—Nop. Solo tengo ojos para las damas —declara, de repente luce
ligeramente enojado. Oh Dios, ¿estoy actuando insensible y grosera?
Seguramente ser un tipo hetero al que le gusta vestirse como una mujer
habrá dejado algunas cicatrices por el camino. Espero no haber tocado
ninguna de ellas.
—Lo siento, a veces no pienso antes de abrir mi boca. Eso fue
rudo de mí parte.
Una sueva sonrisa se aloja en sus labios rojos.
—Está bien, no me ofendo. Ofrecería comprarte una bebida, pero
pareces tener todo arreglado. ¿Qué es, por cierto? —Mueve su
taburete más cerca para mirar y olfatear mi bebida. Nuestros brazos se
tocan.
—Ah, menta —dice—. ¿Te importa si lo pruebo?
Levanto una ceja cuando alza el vaso a su boca.
—Para nada, ¿nunca has tenido un mojito antes?
Su sonrisa se pone traviesa.
—Lo hice, pero quise tener una probada del tuyo. Poner mis labios
dónde tus labios han estado.
—Eres un pesado. —Me rio, recuperando mi bebida de él.
—Ese es un atuendo atractivo, Fred. ¿Puedo pedirlo prestado
para la próxima semana? —bromea.
—Después de la manera en que he estado sudando esta noche,
no lo quieres, confía en mí. Este club es sofocante.
—No necesariamente. El sudor es una ventaja adicional. Puedo
olfatearlo mientras tengo un momento privado de hombre —dice con
una exagerada mirada de soslayo.
—Uf, incluso yo pienso que eso es repugnante, Viv, y trabajo en
una tienda de caridad. Tratar con ropa “sucia” es parte de mi trabajo.
—Le doy uno ligero codazo en las costillas.
Me da una mirada cauta.
—Espero que laves tus manos regularmente. —Hace una pausa—.
¿Qué tan sucias hablamos? Tengo que admitir, estoy mórbidamente
curioso.
—No te preocupes, la ropa sucia se lava antes de ser colocada a
la venta. Pero si buscas detalles, he visto de todo, desde cuestionables
manchas blancas a amarillas y todo lo que hay entre ellas.
—¿Qué hay entre las manchas blancas y amarillas? —pregunta
Nicholas con una sonrisa engreída—. En mi experiencia ambas vienen
de la misma... cañería. No soy consciente de cualquier área en medio.
Oh, está intentado molestarme. Bueno, ha encontrado su par.
—No estoy segura, posiblemente el pre-semen. —Bebo un largo
trago de mi mojito. Si no estuviese tan embriagada no habría tenido el
valor para decir lo que dije.
Nicholas casi se cae de su taburete, riéndose tan duramente.
—Joder, ese fue uno bueno, Fred.
Alzo mi vaso hacia él.
—Estoy disponible para ocasiones especiales y eventos
corporativos.
—Pasaré la voz —dice y asiente saludando a alguien detrás de mí.
Me doy la vuelta para encontrar que Harry, Nora y Anny se han
acercado a la barra.
—Ah, amigos —digo, mientras agarro a Nora por el cuello y le doy
un fuerte abrazo. Se aparta molesta.
—Estás borracha —dice, mirándome de arriba a abajo.
—Ese es el punto —contesto, gesticulando a mi bebida y
girándome hacia Nicholas.
—Ya conoces a Nora, éstos son mis otros dos amigos, Harry y Anny.
Harry da un paso y agita la mano de Nicholas.
—¡Gran espectáculo! Coreé todas las canciones, hiciste algunas
de mis favoritas de todos los tiempos.
—Bien, estoy para complacer —contesta Nicholas cortésmente.
—Fred —interrumpe Anny—. Quiero ir a Coppers pero Nora no
vendrá, ayúdame a convencerla, ¿sí?
Le doy una mirada cínica a Anny.
—No he estado en Coppers desde que tenía dieciocho años,
desesperada y demasiada joven para saberlo mejor. Lo siento, pero
estoy de acuerdo con Nora. Ese club es un matadero glorificado.
—Estoy intrigado, ¿cuál es este lugar del que hablan? —pregunta
Nicholas, apoyándose cerca de mi hombro.
—Es un horrible club donde las personas va a buscar a alguien si el
resto de la noche no ha tenido éxito. Como una taberna de última
oportunidad, si quieres. Dios, Anny, pensé que eras mejor que bajar al
nivel de Coppers —digo, mientras excavo en los viejos toques cuando
de hecho sé bien que Anny follaría con un tope de puerta con bastante
alcohol en su sistema. Y no le gusta ir a casa sin haber conseguido por lo
menos un buen amago y una sacudida.
—Quiero ir por la música —contesta, una mentira en voz alta—.
Tengo ganas de bailar.
—Sí, eso y una dosis de clamidia —dice Harry. Levanto mi mano
para darle los cincos.
—¡Calla, Harry! —Anny se ríe, dándole un codazo un poco
demasiado fuerte. Él le dispara una mirada de advertencia.
—Creo que debes mostrarme este lugar, Fred —dice Nicholas—.
Quiero la experiencia completa de la noche en Dublín; lo bueno, lo
malo y lo feo.
Sonrío ampliamente.
—¿Hablas en serio?
Ahora tiene otro trago en su mano. No lo había notado pidiéndolo
siquiera. Nora tiene razón, estoy ebria.
—Oh, sí —contesta, acabando su bebida.
La idea de ir a Coppers con todos mis amigos solteros es
deprimente, pero cuando agrego a Nicholas a la ecuación casi parece
una idea divertida. Podríamos estar allí en un contenido irónico,
burlándonos de todos los desesperados.
—Bien entonces. No querría ser una anfitriona inhospitalaria, ya
que esta es mi ciudad y tú un recién llegado.
—Oh sí, está de acuerdo en ir cuando el Sr. Maquillaje le pregunta
—dice Anny, una botella de cerveza en su mano.
—Cierre su boca, señorita “quiero ir a Coppers por la música”,
antes que la cierre por ti —le digo alegremente. Pero estoy algo
enojada por su apodo para Nicholas. Apenas lo conozco, pero me
encuentro sintiéndome muy protectora con él. Si se ofende por lo que le
dice no lo muestra en su rostro.
—Solo iré y agarraré una camiseta —dice Nicholas, mientras
gesticula a su chaqueta abierta y su pecho desnudo. Vuelve unos
minutos después en una camiseta gris limpia, empujando su cartera en
el bolsillo trasero de sus pantalones. No se ha molestado en quitarse el
maquillaje, sin embargo. Luce bien en él, como si fuera alguna clase de
delineado de estrella de rock. Hay un tipo de cabello castaño corto a su
lado. Lo reconozco como el baterista de la banda de la casa, The
Wilting Willows. Lleva puesta sombra de ojos de color plata. Noto que
Harry toma un interés inmediato.
—Este es Sean. ¿Les importa si viene con nosotros? —pregunta
Nicholas.
Pongo mi brazo alrededor de los pequeños hombros de Sean.
—Para nada. Sabes que vamos a Coppers, ¿no? —le digo,
secretamente.
—Sí. Claro que iré para reírme —dice Sean en un apacible acento
de Dublín similar al mío.
—Tienes la actitud correcta, mi amigo —contesto mientras lo llevo
fuera del club y a un taxi. Tenemos que entrar en grupos de tres ya que
ninguno de los chóferes permitirá a seis personas en un automóvil. Me
encuentro sentada en el asiento trasero, acuñada entre Nicholas y
Sean. Nicholas un poco demasiado cerca para su comodidad.
—Realmente no sabes el horror que estas a punto de ver —le digo
en el viaje.
—La vida se trata de nuevas experiencias —contesta
misteriosamente. Su mano se encuentra colocada contra el asiento al
lado de mi muslo. Sus dedos acarician ligeramente mi pierna algo que
claramente intento ignorar.
Cinco minutos después estamos en la Calle Harcourt, rodeados
por tipos en jeans, camisas apretadas, y apestando a loción barata
para después de afeitar. Por no mencionar una fila de chicas en faldas
demasiado cortas para ser decentes y zapatos que deberían ser ilegales
por lucir tan incómodos. Una chica en un apretado vestido azul está
vomitando en la carretera. Su tacón se atora en las vías del tranvía y se
esfuerza intentando librarse. Sus amigas la arrastran fuera de la calle
justo antes de ser arrollada por un automóvil.
Coppers es el diminutivo para “Copper Face Jacks” y se
encuentra en una antigua casa georgiana en una calle llena de
edificios similares. En mi opinión es un desperdicio tener tal guarida de
perversidad en un edificio histórico como este, pero qué se puede
hacer. Pasamos por la entrada y pagamos la cuota. Bien, Nicholas
insiste en pagar por todos, aunque Harry, Anny y Nora ya están dentro
ya que su taxi había estado delante del nuestro.
Una pesada explosión de ritmo golpea mis oídos, con algún tipo
que canta sobre ser sexi y saberlo. Sí, claro. La acción de andar por ahí
diciéndoles a las personas que eres sexi como que niega el punto de ser
sexi. Se supone que es algo que otras personas notan de ti. (Cuando tu
cerebro comienza a tener estas discusiones sin sentido acerca de las
canciones pop sin sentido, ahí es cuando puedes decir con seguridad
que el alcohol se ha establecido en tu sistema por la noche.)
Nicholas me acerca y grita en mi oreja por encima de la música:
—Pensé que exagerabas cuando describiste este lugar, ahora
veo que realmente estabas suavizándolo.
Me rio mientras mis ojos flotan sobre las masas de hombres y
mujeres, escalando entre ellos en la pista de baile. Buscando
desesperadamente un pequeño trozo de afecto, afecto que es todo
sobre la satisfacción y nada de amor. No que sé mucho sobre este
último. Nunca he estado enamorada. Es triste, pero es verdad. Creo que
lo máximo en lo que he estado ha sido en lujuria de bajo grado.
Patético. La próxima canción es una nueva de Lady Gaga.
—Ven —me dice Nicholas—. Baila conmigo, amo a Gaga.
Quiero preguntarle si está seguro que no es gay después de esa
declaración, pero lo dejo ir. Me tira hacia las masas sudorosas, e intento
perderme en el ritmo. La única manera en la que puedo bailar es en
broma o nada. No puedo hacerlo en serio. No puedo hacerlo sexi.
Puedo hacer un buen robot, sin embargo, y eso es lo que termino
haciendo. Sí, hago el jodido robot justo allí delante del hombre más
hermoso que he encontrado alguna vez. Se ríe de mí, por lo menos es
algo, aun cuando es solo una risa cortés.
Nicholas está decidido a que baile como es debido. Como
cualquier mujer adulta normal sería capaz. Agarra mis caderas y me da
la vuelta, deslizando sus firmes brazos alrededor de mi cintura por lo que
su frente se aprieta contra mi espalda. Me mece de un lado a otro con
él, pero mi cuerpo se ha puesto rígido y a pesar del alcohol en mi
sistema estoy tan cohibida como posiblemente pueda estarlo.
Su respiración es como el aire caliente, húmedo en mi piel.
—Relájate —suspira en mi oído—. Sigue mi guía —continúa.
Intento seguirlo, Dios me ayude, lo intento. Creo que casi me
acostumbro al ritmo. Una de sus manos deja mi cintura para viajar a mi
cuello dónde alza mi cabello, dejando perder sus dedos en su espesor.
—¿Todavía sueñas con esa peluca, Viv? —grito por encima de la
música.
Su mano vuelve a mi cintura y parece sostenerme todavía más
firme entonces.
—No, estoy soñando con toda esta miel dorada cubriendo mi
almohada.
Por mi vida que no puedo pensar una contestación para eso.
Ninguna réplica ingeniosa me viene a la mente como de costumbre.
Todo lo que puedo pensar es que amaría eso también, estar tendida en
la cama con él, las sábanas todas desarregladas, como si fuéramos
amantes en alguna extravagante película francesa.
Puedo sentir la risa de Nicholas contra la parte de atrás de mi
cuello.
—¿Qué, nada para decir a eso, Fred? —pregunta ásperamente.
—Me tienes. Estoy completamente sin palabras.
Su boca está de nuevo cerca de mi oreja, y es difícil pensar claro
cuando hace eso.
—Me gustaría verte sin palabras, jadeante, gimiendo...
Avergonzada hasta la médula por sus palabras, me alejo y
gesticulo “baño” antes de escapar. En este momento necesito
desesperadamente un poco de distancia entre nosotros. Mis
inhibiciones están tan arraigadas en mí que ni siquiera el trago más letal
de Poitín podría quitármelas. Poitín (si nunca has oído hablar de él) es
una variedad de licor irlandés que puede contener hasta un 95% de
alcohol. No hace falta decir que mis inseguridades son paralizantes;
simplemente soy muy buena escondiéndolas. En los baños encuentro a
Nora apoyada en la puerta de un cubículo con los brazos cruzados.
Señalo el cubículo.
—¿Quién está allí?
Nora suspira.
—Anny. Está enferma. Demasiados vodkas con red bull.
—Uf. —Golpeo la puerta cuando la escucho moverse con
esfuerzo en el retrete—. Anny te mereces estar enferma después de
beber esa suciedad. —Una copa nunca es la mismo después que ha
tocado el Red bull. Siempre se puede obtener un ligero indicio del
sabor.
Logra susurrar:
—Vete a la mierda, Fred. —Y por un segundo me siento mal por
ella.
Voy al lavabo y salpico un poco de agua en mi rostro.
—Así que, ¿por qué de repente estás siendo tal reina de hielo con
Nicholas? —le pregunto a Nora.
Otro suspiro, pero ninguna respuesta.
»Si suspiras una vez más voy arrastrarte a uno de estos cubículos y
mojar tu cabeza en el retrete —le advierto.
—Solo no lo entiendo —contesta finalmente, volviendo a verificar
su reflejo en el espejo.
—¿Qué? Es un tipo heterosexual con afición a disfrazarse de
mujer. También tiene una voz increíble para cantar.
—¿Es hetero? —pregunta Nora, sus cejas casi desaparecen en su
línea de cabello.
—Sí, me dijo más temprano que lo es. Piensa en Eddie Izzard y
reemplaza la comedia con el canto.
—Oh. —Hace una pausa, una mirada pensativa en su rostro—.
Todavía no entiendo todo el tema de drag queen. Es tan malditamente
guapo, ¿por qué no puede solo ser normal?
Apunto un dedo hacia ella.
—Tienes que superar tus complejos, Nora. Los seres humanos no
siempre encajan en una caja perfecta como tú quieres.
Sus ojos se estrechan.
—¿Estás amando esto, no es así? Las personas tienen que ser raras
para que quieras ser su amiga.
—Muy cierto, y eres mi mejor amiga lo que te convierte en la más
rara de todos.
Cuando termino de lavarme, llevo mis manos bajo el grifo y
entonces salpico en el rostro de Nora, antes de correr fuera del baño.
Grita mientras la puerta golpea detrás de mí. Una emoción enrevesada
me atraviesa. Puede ser tan estirada. Me encanta molestarla a veces,
por diversión solamente.
Necesitando un poco de aire, salgo al área de fumadores dónde
me saluda una tranquilizante nube de nicotina. Tengo el pequeño
hábito de fumar socialmente. Estoy a punto de preguntarle a alguna
chica si tiene algún cigarrillo cuando descubro a Nicholas, Sean y Harry
fumando como chimeneas en la esquina.
Me acerco a ellos y le arranco el cigarrillo de los dedos a Harry,
antes de meterlo entre mis propios labios.
—Dame ese palo de cáncer —digo—. Estoy salvándote de
conseguir pulmones negros, Harry, se agradecido.
—No pude evitarlo, no he tenido uno en meses —admite Harry
con culpabilidad.
—De nada. Acabaré esto por ti, como buena samaritana que soy.
Harry pone los ojos en blanco y le sonríe a Sean quien le devuelve
la sonrisa. Oh, definitivamente estoy sintiendo una vibra de atracción
entre ellos.
—Y tú, Vivica. —Señalo a Nicholas, quien parece más fresco que
un bloque de hielo con un cigarrillo colgando de sus labios—. Esperaba
más de ti, llevando a estos dos jóvenes por el mal camino.
Nicholas saca el cigarrillo de su boca, revelando una larga estela.
—Me gusta corromper —responde, un significado oculto en su
reservada expresión. ¿Está enojado porque lo abandoné cuando
estábamos en la pista de baile?
No digo nada, solo continúo disfrutando del cigarrillo que me
apropié de Harry. Puedo sentir los ojos de Nicholas en mí. Cuando lo
miro de nuevo ya no me mira. Sus ojos están fijos en el suelo sucio, una
especie de expresión triste en su rostro. Una chica delgada con cabello
negro largo y sedoso y piel perfecta camina hasta nuestro grupo, su
mirada puesta claramente en Nicholas. Como podrías esperar, tomo un
instantáneo sinsabor por ella.
—Oye, ¿puedo recibir fuego de ti? —le pregunta.
Alza sus ojos del suelo para mirarla, y entonces saca un
encendedor de su bolsillo.
—Seguro que puedes. —Le sonríe. Ella se inclina hacia delante,
dándole una buena mirada de su escote. Harry y Sean están muy cerca
en una conversación, pero mi atención se instala en el intercambio
entre Nicholas y esta chica.
—Amo tu acento —dice ella, con inconfundibles ojos borrachos—.
¿De dónde eres?
Su sonrisa se transforma en una sonrisa engreída, y su mirada azul
bebé me atraviesa durante un breve segundo.
—Australia, ¿has ido alguna vez? —pregunta.
—No, pero escuché que es encantador —contesta, mientras
sorbe una calada de su cigarrillo.
Nicholas le toca el codo ligeramente.
—Discúlpame un momento, volveré en seguida.
Camina hacia mí y me susurra:
—¿Piensas que intenta hacerme su última oportunidad de la
noche?
—Diría que eso es un sí definitivo —le contesto.
—¿Deberíamos tener un poco de diversión con ella? —continúa.
—Realmente eres del tipo corruptor —le digo con la expresión más
inocente.
—Dentro o fuera, Fred —declara.
—Oh, adelante, has torcido mi brazo. —Sonrío abiertamente.
—Genial. —Toma mi mano y me guía hacia la chica de cabello
negro quien me da una mirada maliciosa y se vuelve a Nicholas.
—Así que, no escuché tu nombre, soy Nicholas y esta es mi prima
irlandesa, Freda. Estoy aquí visitándola.
La chica pierde su mirada maliciosa con la falsa información de
que soy pariente de Nicholas y por consiguiente no una amenaza.
—Soy Niamh, un gusto conocerte Nicholas… y Freda.
—Igualmente —dice Nicholas, antes de llevar mi mano a su boca
y darles un prolongado beso a mis nudillos. Niamh parece confundida
durante un minuto, pero entonces parece sacudirse.
—Oh mi Dios, que genial, ¿llevas delineador de ojos? —pregunta,
acercándose para pasar su dedo debajo del ojo de Nicholas.
—Lo hago. A Freda le gusta maquillarme. Soy como su pequeña
muñequita.
La nariz de Niamh se riza cuando me mira.
—¿Pusiste eso en él? ¿Por qué?
Ya no es tan “genial” entonces. Intento parecer tan misteriosa
como me es posible.
—Oh, solo es un pequeño juego que nos gusta jugar. Yo lo
maquillo y él a mí. Es una cosa de primos.
—Y luego nos damos un beso francés —agrega Nicholas.
—Eh, ¿qué? —dice Niamh, mientras aplasta su cigarrillo en el
cenicero más cercano.
—Primos besándose, ¿ustedes nunca han escuchado hablar de
eso? —le pregunta Nicholas.
—No, he oído hablar de eso, ustedes dos son un par de monstruos
—dice, mientras retrocede un paso.
—Nos preguntábamos si, ¿te gustaría unírtenos para un ménage à
trois? —Nicholas se adelanta un paso.
—Joder no, aléjense de mí —dice cortantemente y se aleja.
Estallo en carcajadas.
—Se lo creyó completamente. Eres un genio malvado —digo.
—Uno de mis muchos talentos. —Sacude el polvo falso de su
hombro.
—¿Por qué hiciste eso? Era caliente y definitivamente lista para
una noche de indecencia. —Lo miro curiosamente.
—No lo sé, olía a perfume de stripper. Me desanimó —contesta.
—¿Qué en la tierra es el perfume de stripper?
—Tu sabes, del tipo de cosas que encuentras en una tienda por
2.99 euros. Completamente horrible.
Me siento un poco cohibida por saber que nota cómo huelen las
mujeres. ¿Ya ha olido mi sudor esta noche? Dios espero que no.
—Suena horrible. Cuando era niña tenía una amiga que
colocaba pétalos de rosa en frascos con agua y azúcar para hacer
perfume. Conseguía este sarpullido en su cuello debido a él.
Nicholas se ríe y agita su cabeza.
—Las ideas que tenemos cuando somos jóvenes.
—No me hagas hablar. Un Halloween me obsesioné con John
Travolta en Grease, hice que mi mamá me hiciera una chaqueta T Bird's
para que pudiera vestirme como él. Terminó consiguiendo una bolsa
negra, poniendo dos agujeros para los brazos y escribiendo T Bird's en la
parte de atrás con cinta adhesiva. Entonces encontró una vieja peluca
negra de uno de mis tíos de cuando se disfrazó de Elvis en una fiesta de
disfraces. Pensé que lucía terrible.
Nicholas está sosteniendo su estómago por lo fuerte que se rie.
—Oh, Dios, me matas. Por favor dime que tienes fotos.
Sonrío.
—Creo que mamá podría tener algunas en alguna parte en un
álbum familiar.
—Debo ver esta evidencia, hará que mi vida sea completa. Eres
el amigo perfecto para mí, Fred, tú el drag king y yo la drag queen.
—Eh, no he sido drag king desde que tenía diez años. Era un
negocio agotador. Decidí ir por una jubilación temprana.
Cuando miro a un lado, veo que la “profunda conversación” de
Harry y Sean, ahora se ha transformado en besos furiosos contra la
pared. Le doy un aullido de lobo y me acerco para darle una palmadita
en el hombro a Harry.
—Asegúrate de usar protección —susurro ruidosamente. Levanta
una mano para darme el dedo, sin romper el beso.
Retrocedo y me detengo a un lado de Nicholas quien hace un
espectáculo de mirar a los dos y acariciar su barbilla apreciativamente.
Con sus dedos hace un cuadrado delante de él, creando un marco
alrededor de Harry y Sean.
—Creo que llamaré a esto “Amor en el Ambiente Moderno”,
dame mi cámara, querida —imita la voz de un falso fotógrafo español.
—En seguida, Rodrigo —chillo.
Nicholas se asoma por encima de mi hombro.
—Oh. Alguien luce enfadada contigo —susurra, justo antes de
que Nora me pisotee, arrastrando con ella a una Anny en recuperación.
—¿Tenías que hacer ese truco con el agua? —pregunta—. Mira mi
blusa, esta empapada.
—Lo siento, me perdí en el momento —explico, incapaz de
contener el toque de sarcasmo.
De la misma forma en que no pienso antes de hablar, a veces no
pienso antes de hacer cosas tontas. Era solo agua, pero en lo que a
Nora concierne su ropa está arruinada para la noche.
—Bueno lo que sea, estoy harta de este lugar y Anny simplemente
está enferma, así que voy a subirla a un taxi y entonces directo a casa.
—Sí, pienso que estoy lista para irme a la cama —contesto con un
gran bostezo ruidoso.
Nicholas sonríe abiertamente para mí.
—¿Puedo acompañarte?
—Para regresar a los departamentos sí, a la cama no —digo,
mientras lo apunto con un dedo. Sigo consiguiendo estos pequeños
sustos de nervios cada vez que dice algo coqueto, y mi reacción
inmediata es atacar por miedo a descubrir que me lo imagino sin
pantalones.
Sonríe afectuosamente.
—Eso es lo que quise decir. —Mira a Nora y bromea—: Se cree
mucho, ¿no?
Nora parece de repente como un ciervo atrapado por los faros
con Nicholas hablando con ella.
—Um, sí. —Hace una pausa y un destello cruel entra en sus ojos—.
Desgraciadamente, a menudo se equivoca.
Y con ese golpe se da la vuelta y tira a Anny junto a ella. Está muy
insolente conmigo esta noche. También se está llevando su desilusión
porque Nicholas no es el tipo de ensueño que pensó que me había
rechazado. Le doy un golpecito a Harry en el hombro y le digo que nos
vamos. Me hace señas para que me vaya sin preocuparme.
—Bien, eso fue un poco malintencionado —dice Nicholas,
cuando nos arrastramos un par de centímetros detrás de Nora y Anny.
—Nora puede ser dura a veces. Me gusta mirarlo como si fuera
brutalmente honesta.
—O brutalmente celosa —comenta.
Me rio disimuladamente.
—Oh sí, tiene mucho por lo qué tener celos. Salpiqué una carga
de agua en ella en el baño, todavía está molesta sobre eso. Está echa
un culo por su apariencia.
—¿Acabas de sugerir por el culo? —me pregunta, pretendiendo
que no escuchó todo lo que dije, el perro pomposo—. Eso es muy
atrevido de tu parte, Freddie, pero tendré que rechazarlo. No tengo la
convicción para tal esfuerzo esta noche, me temo.
—Ja, ja. —Pongo los ojos en blanco.
Cuando finalmente llegamos fuera Nora está subiendo a Anny en
un taxi. Nicholas y yo la esperamos a un lado de la carretera. No tiene
sentido que los tres regresemos en un taxi a nuestro edificio ya que está
a solo cinco minutos caminando. El taxi de Anny se marcha y Nora se
nos acerca. No estoy de ánimo para su mal humor así que simplemente
digo:
—Ven, vamos a casa.
Nuestra caminata hasta el departamento es silenciosa, con uno o
dos chistes entre Nicholas y yo. Nora está tan callada como un muerto.
La única gracia salvadora es que no es un largo paseo. Nora sigue
delante de nosotros cuando llegamos al edificio y se va apresura a
nuestro departamento. Estoy de pie fuera de la puerta de Nicholas para
decir buenas noches.
—Bien, gracias por una noche colorida. No puedo esperar para
verte actuar de nuevo en el club. Estoy pensando que podría hacerlo
mi nueva guarida regular. Ciertamente hay algo que decir sobre
rodearse de un grupo de hombres que están más interesados en el
vestido que en lo que llevo debajo. —Estoy divagando, no sé por qué.
Posiblemente debido a la intensa mirada en el rostro de Nicholas ahora
mismo.
—Había por lo menos un hombre que quiso ver lo que se
encuentra debajo del vestido —comenta secamente.
—¡Oh, demonio deslenguado! —me mofo, en un esfuerzo por
alejar la tensión que parece estar llenando el aire entre nosotros.
Nicholas coloca su llave en la puerta.
—¿Quieres entrar y ver mi casa?
Abre la puerta ligeramente, y realmente debería salir corriendo a
mi propio departamento, pero mis ojos aterrizan en algo que luce rojo y
plumoso, y como un niño que es atrapado por la vista del carrito de
helados, me obligo a perseguirlo.
—Me encantaría —digo, mientras entro. La cosa roja plumosa
resulta ser un cojín hecho completamente de las plumas más suaves en
las que he puesto mis manos alguna vez. Pero la cosa más fascinante es
en lo que el cojín está apoyado, un chaise longue de terciopelo verde
lima. Siento como si hubiese entrado dentro de un tocador del viejo
mundo decorado en una mezcla de colores psicodélicos y vintage. El
área del salón es mucho más grande que la mía y la de Nora, noto.
Me siento en la creación verde lima y dejo caer el cojín plumoso
en mi regazo para poder acariciarlo. A mi yo alegre le gustan las
texturas calmantes.
—Nunca he estado aquí antes. Ninguno de nuestros vecinos
anteriores era del tipo amistoso. Es jodidamente enorme. Tengo que
admitir, Viv, creo que tengo envidia de departamento.
Sonríe y enciende la estufa. El té parece como una buena idea.
Necesito algo que aclare mi cabeza brumosa.
—Siéntete libre de visitarlo cuando quieras —dice.
El departamento podrá ser más grande que el nuestro, pero
también es más desordenado. Hay cajas por desempacar. La mayoría
parecen tener ropa de mujer. Trajes para el espectáculo, pienso.
Encima de una de las ventanas se asientan tres pelucas en cabezas
plásticas de maniquí. Observando la roja digo en broma:
—No puedo esperar a verte de pelirroja, Viv, ¿por qué no lo hiciste
esta noche?
Suspira mientras sirve agua hirviendo en las tazas de té. Nunca me
preguntó si quería té, pero no me molesta que lo asumiera porque estoy
bastante sedienta.
Tiene una mirada extraña, casi calculadora. Entonces su rostro se
queda en blanco y se toma otro momento para contestarme:
—Tuve que elegir mi propio vestuario porque todavía no he
contratado una asistente. —Trae las tazas a la mesa de café dónde
estoy sentada y se acomoda a mi lado—. Te contaré un secreto, soy
horrible eligiendo los trajes y maquillándome. Siempre he tenido una
asistente que lo hace por mí.
—Guau, debe haber dinero en el negocio de las drag queen si
puedes permitirte el lujo de un asistente.
Levanta una ceja.
—No realmente. Heredé mucho cuando mi padre falleció. Me ha
hecho tener gustos caros. Probablemente debería ahorrar más.
—¿Es eso lo que haces viviendo aquí? Cualquier persona sensata
con dinero para repartir saldría corriendo de este vertedero.
Mira alrededor.
—No es tan malo. Pienso que tiene carácter. Siempre he tendido
a seleccionar mis viviendas en edificios antiguos, lugares que han sido
vividos, lo encuentro extrañamente tranquilizador.
—Si vividos significa una vieja prostituta con la piel resquebrajada
y alguna clase de infección allí debajo de la que no puede librarse,
entonces tienes razón, este edificio tiene el carácter suficiente.
Nicholas sonríe abiertamente.
—Tienes un modo maravilloso con las palabras, Fred, repugnante,
pero maravilloso.
—Bueno, gracias. Así que dime más sobre este problema del
asistente. Pensé que te veías increíble esta noche. Puedes vestirte y
maquillarte bien, ¿cuál es el problema?
—Me he acostumbrado a que alguien más lo haga a lo largo de
los años. Supongo que se podría decir que es una combinación de
hábito y pereza. También soy terriblemente desorganizado, por si no te
habías dado cuenta. —Gesticula alrededor de su departamento.
—Ah, ahora estamos llegando al quid del problema. Pienso que
debo organizar una intervención. Vivica Blue ya no requerirá los servicios
de una asistente/vestuarista/maquilladora, de ahora en adelante lo
hará todo ella misma. —Me rio—. Necesitas aprender a organizarte si
quieres sobrevivir al feroz negocio de la actuación en un club gay. Harry
dice que los homosexuales no pueden soportar el desorden.
No dice nada, pero parece estar reflexionando extrañamente.
—¿Qué? —pregunto.
Toma un sorbo de su té.
—Eres una especie de coleccionista de trabajos —responde
ponderosamente—. ¿Qué te parecería un tercero?
Lo miro, incrédula.
—¿Estás pidiéndome ser tu ayudante?
—Podría estarlo. —Sonríe afectadamente—. ¿Cómo te llevas con
el maquillaje?
Me encojo de hombros.
—Sobrevivo.
—¿Y qué sobre la moda? —continúa, sus ojos vagan por mi
vestido—. Pareces tener buen gusto. Me gusta la cosa de los cuarenta
que llevas puesto esta noche. Sí, definitivamente hay potencial. ¿Qué
tal un período de prueba de dos semanas?
—¿Olvidas que trabajo por las mañanas? No estoy segura de
poder sobrevivir a un trabajo por la noche y otro dónde tengo que
levantarme al amanecer.
—Sí, pero eso es entre semana. Mis actuaciones son de jueves a
sábado.
—Todavía tendría la noche del jueves y la mañana del viernes —
discrepo.
—Te pagaré doble los jueves para compensarlo. —No va a
retroceder.
Pensar en el dinero extra que podría ganar por ayudarlo a
seleccionar algunos atuendos y ponerle unas pestañas falsas es
sumamente tentador. Me vendría bien el dinero extra.
—¿Por qué estás tan determinado a que acceda?
—No lo sé. Hay algo sobre ti que me conforta. Quizás sea el hecho
de que cada segunda palabra que sale de tu boca comienza con una
J.
—Como si fueses mejor. —Me rio.
Me da un guiño.
—Exactamente, por eso es que sé que nos llevaremos bien.
Además, eres mi nueva mejor amiga, ¿no?
—Lo soy. Pero no le digas a Nora, se pondrá celosa. —Tomo un
sorbo de té, el líquido caliente me serena un poco, aunque deseo que
no lo haga. Estar en la presencia de Nicholas en toda su sexi gloria es
más fácil cuando estoy achispada.
Se sienta silenciosamente, bebiendo su propia taza, sin decir una
palabra. Sus ardientes ojos no me han dejado. Por alguna razón no me
siento con ánimos de ser quien rompa el silencio.
Después de un rato Nicholas pregunta suavemente:
—Así que, ¿estás de acuerdo? Prometo que no te molestaré. El
trabajo es pan comido.
Mirando todas las cajas por desempacar esparcidas por la
habitación, no estoy tan segura de eso. Espero que resulte ser una de
esas personas que simplemente viven en un caos organizado.
Suelto un pesado suspiro y asiento, incapaz de negarme. La idea
de estar alrededor de Nicholas regularmente hace que mi corazón
vaya más rápido.
Sus ojos se calientan todavía más cuando acepto.
—Eso es increíble, puedes empezar mañana.
—Espero no joderla contigo. No tengo ni idea de lo que estoy
haciendo.
—Solo se tu fabuloso ser y no lo harás —dice con sinceridad,
mientras estrecha mi mano—. Bienvenida al maravilloso mundo de
Vivica Blue —continúa, mientras sonríe. Este apretón de manos es un
momento umbral. Con este extrañamente hermoso hombre en mi vida,
tengo el presentimiento que nunca será la misma de nuevo.
4
Ollo, el Hurón
Traducido por lili-ana
Corregido por Bella’

M
e despierto a las diez y treinta de la mañana siguiente,
sintiéndome maravillosamente fresca con mis ocho horas
de sueño, a pesar del alcohol que bebí anoche. Por
desgracia, la sensación es engañosa, porque cuando me siento el
mareo me golpea. Voy a la cocina y tomo un vaso de agua fría. Nora
no se levantará hasta alrededor de la una, porque tiene que trabajar
durante las siguientes tres noches seguidas y está consiguiendo cada
siesta que pueda tomar durante el día.
Está soleado de nuevo y quiero aprovecharlo, así que tomo una
ducha rápida, me coloco un cómodo vestido veraniego de algodón
color azul y unas chanclas y me dirijo por un moca blanco del Starbucks.
El más cercano es en la calle Dame, que está a una corta caminata,
pero recorreré la distancia por tal cremosa bondad.
Al pasar por la puerta de Nicholas, me detengo un momento y
pienso preguntarle si quiere acompañarme. Discuto conmigo misma de
ida y vuelta en mi cabeza antes de finalmente dar el salto y llamar.
Hay silencio por un minuto, pero entonces escucho movimiento.
Suena como si estuviera saliendo de la cama. Oh no, espero no haberlo
despertado. Una tabla del suelo cruje justo antes que la puerta se abra
y Nicholas asome la cabeza, mirándome con ojos cansados. Parece
estar sin camiseta, pero muy bien podría no tener ropa en absoluto, ya
que está ocultando su mitad inferior detrás de la puerta.
Nunca he entendido el atractivo de dormir desnuda, pero las
personas delgadas parecen estar locos por ello. Nosotros, los tipos más
pesados, tendemos a evitar hacer cualquier cosa con todo nuestro
cuerpo en exhibición, incluso si somos los únicos que lo presenciamos.
Parece descontento momentáneamente, pero cuando ve que
soy yo, todo su rostro se ilumina. Déjame decirte, tener a un hombre así
de contento por verte a primera hora de la mañana es un buen impulso
para el ego.
—Fred, que sorpresa —me saluda— ¿Qué hora es?
—Alrededor de las once y media. Me preguntaba si querrías
acompañarme a tomar café a mediodía para poner en marcha los
viejos motores.
—Eso suena como una gran idea. Dame un minuto para ponerme
decente —responde.
—¡Lo sabía! Estás desnudo allí atrás no es así.
Sonríe.
—Desnudo como el día en que nací, querida, ahora no vas a
recibir todo el alboroto visual. Ya regreso.
Cierra la puerta un momento y desaparece. Estoy de pie en el
pasillo esperándolo. Cinco minutos después regresa, tirando una
camiseta negra sobre su cabello húmedo. me como sus abdominales
descaradamente con los ojos antes de retirar mi mirada rápidamente
en caso de que me atrape.
—Esa tiene que haber sido la ducha más rápida en toda la
historia. Creo que solo estuve alrededor de un minuto y medio.
Cierra la puerta de su departamento y seguimos fuera del edificio.
—Deberías informarlo al libro de record Guinness —le digo.
—Oh, tengo toda la intención —responde con una sonrisa.
Cuando llegamos a la calle, Nicholas enlaza su brazo con el mío,
de una manera amistosa. Paseamos por la calle George, esquivando a
la multitud de compradores de fin de semana que están en la calle.
Justo antes del Starbucks de la calle Dame está el banco central que los
sábados siempre está recubierto de ropa negra, cinturones tachonados
y tintes para el cabello de colores brillantes.
Es el lugar de moda para los góticos y emos, sin mencionar a los
hipsters. Te contaré un pequeño secreto, solía desear encajar en este
grupo cuando era adolescente. Cada vez que paso, siempre siento un
poco de nostalgia. La mayoría se encuentran entre la mitad y el final de
la adolescencia, pero siempre se puede detectar al extraño de veinte
años que se niega a crecer. Estoy mirando directamente a una de esas
personas ahora mismo, y lo conozco bien.
Jonny O'Connor estaba en mi clase en la secundaria. Siempre
solía pensar en él como el único punk del pueblo. Se vestía de negro y
tenía esas enormes púas con gel saliendo de su cabeza. Admiraba su
valentía, porque en el pueblo donde crecí las prendas de vestir más
aceptables eran los chándales Nike y los anillos de oro soberano. En
aquel entonces era algo así como un héroe para mí, pero nunca estuvo
a la altura de su potencial, ya que puede ser visto fuera del Banco
Central todos los sábados sin falta. También creo que podría estar
desempleado. No por la recesión, sino por la pereza.
Está de pie en medio de un grupo de chicas de diecisiete o
dieciocho años, solo pasando el rato. Probablemente piensan que es
una leyenda. Diría que compra el alcohol para todos los menores y
luego se les une en la borrachera.
Por un momento considero detenerme a saludar, pero luego creo
que sería mejor mantener la cabeza baja. Si crees que puedo parecer
descarada, entonces no conoces a Jonny. Ciertamente es un bocazas.
Nunca fuimos realmente amigos en la escuela, ya que era un
poco solitaria. Era un solitario también, pero un solitario que siempre
estuvo en el centro de atención por actuar así. Una vez se volvió loco
con una profesora que lo regañó por no hacer su tarea. Tomó su silla y
la lanzó al pizarrón. Casi fue expulsado por eso.
Mi plan de mantener un perfil bajo no va muy bien. La voz de
Johnny hace eco hacia mí.
—¡El coño de Freda Wilson! —Cuando me giro lo veo partiéndose
de la risa. Las chicas con él me miran con curiosidad.
Nicholas me sonríe y pregunta:
—¿Un amigo tuyo?
—Ni siquiera cerca —respondo, dando unos pasos cerca de
Johnny y su harén. Jonny tiene la punta de un porro entre sus labios
fruncidos.
—Ahora, ¿qué forma de hablarle a alguien es esa? —digo
acercándome. Nicholas justo detrás de mí.
—Tienes uno ¿no es así? —dice Johnny cruelmente, sus ojos todos
vidriosos. Me he detenido a charlar un par de veces a lo largo de los
años cuando he pasado por aquí, y me parece una de esas personas
que empezó a fumar marihuana demasiado joven y ahora su cerebro
no funciona tan rápido como debería. Le llevará más tiempo de lo
normal responder a una pregunta, por ejemplo.
—¿No lo sabías? Nací con un poco de desorden allá abajo —
bromeo, pero mi voz en un poco apagada. Las personas como Johnny
me molestan, porque desperdician su vida. Frunce el ceño ante lo que
he dicho. Le toma un minuto procesar la broma, luego una sonrisa
maliciosa se forma en su rostro.
—Siempre me pregunté porque nunca saliste con nadie en la
escuela, pensé que era solo porque estabas gorda.
De acuerdo, así que sé que tengo un poco de carne en mis
huesos, pero duele cuando las personas lo señalan. Mi último novio (el
acosador) me dijo que tenía el tipo de cuerpo que cada hombre
sueña, y que los verdaderos hombres no estaban interesados en
delgados insectos. Quieren tetas, traseros y caderas. Fue una de las
cosas agradables que me dijo. Mis mejillas están rojas de vergüenza
debido al hecho que Nicholas está de pie a mi lado y ha sido testigo del
comentario de Jonny. Las chicas adolescentes se ríen.
Les doy una enorme sonrisa y señalo hacia Jonny.
—Saben que tiene cuarenta años, ¿verdad?
Una de las chicas palidece al instante y pregunta:
—¿Qué?
—Síp, va por allí diciendo que tiene veinticinco para poder salir
con chicas jóvenes. —Me inclino un poco y susurro—: Es un poco
pedófilo.
—Oh mi Dios, asco —dice otra miembro del grupo, antes de
arrastra a sus amigas lejos.
Cuando miro a Nicholas me percato que le está frunciendo el
ceño a Jonny, sus ojos azules estrechos en rendijas.
—Realmente eres una molestia, Freda, ahora le dirán a todos lo
que has dicho. Ni siquiera es cierto —se queja Jonny.
—Deberías haberlo pensado antes de llamarme gorda. Además,
¿no puedes encontrar a una mujer de tu edad para salir? Esas chicas no
pueden ser mayores de diecisiete años. Deberías mantenerte alejado,
no quieres conseguir una buena reputación.
Da una calada a su porro y luego lo lanza al piso.
—Me importa una mierda, Fred. —Mira a Nicholas—. ¿Quién es
este?
Nicholas envuelve repentinamente su brazo alrededor de mi
cintura y anuncia:
—Soy el novio de Fred, y no aprecio que hables de ella de esa
manera.
Oh Dios Mío. Mi corazón va a noventa. ¿El novio de Fred?
Claramente trata de ayudarme a salvar mi rostro frente a Johnny.
Jonny deja escapar un gran canturreo:
—Ooooh, siento tanto ofender. No hablaré así de tu preciosa
novia, entonces. —Me mira, sacudiendo la cabeza—. Nos vemos, Freda.
Dile a esa amiga tuya, Nora, que dije hola. Es caliente.
Y con eso salta sobre un grupo de chicos, agarrando a uno de
ellos por el cuello para hacerle una llave en la cabeza. Algunas
personas nunca crecen.
Me giro hacia Nicholas.
—No tenías que decir eso, sabes. Jonny es un idiota, siempre lo ha
sido. No me importa lo que piense de mí.
—¿Cómo lo conoces, de todos modos? —me pregunta Nicholas,
ignorando lo que he dicho.
—Fuimos juntos a la escuela. Era el alborotador residente.
Comenzamos a caminar de nuevo y entramos por la puerta
principal del Starbucks. Nicholas la mantiene abierta para mí y me
inclino bajo su brazo para entrar. Roza mi pecho y una pequeña sonrisa
hace a sus ojos azules arrugarse.
—Pensé que podría haber sido un ex tuyo —dice Nicholas.
Le doy una mirada de fingida indignación.
—Puede que no tenga los estándares más altos, pero los que
tengo sin duda superan a Jonny O´Connor. Lo viste aprovechándose de
esas adolescentes, es un cretino total.
Ordeno un moca blanco y Nicholas pide un latte. La chica hace
nuestros cafés y se produce un silencio. Por alguna razón no puedo
pensar en nada que decir y Nicholas está demasiado cerca, su brazo
apoyado contra la vitrina de cristal. Puedo oler su gel de baño y me
hace querer pasar mi mano por el rastrojo de barba oscura que crece
en su mandíbula.
—Así que no estás viendo a nadie entonces —dice, rompiendo el
silencio. No me había dado cuenta que todavía consideraba mi
situación sentimental.
—Am, no. Mi último novio fue hace tres años y medio —respondo,
y entonces me arrepiento de haber sido tan honesta. Estoy un poco
avergonzada por mi falta de vida amorosa. Nicholas me parece el tipo
de persona que, cuando lo desea, simplemente va al bar, recoge a una
mujer y la lleva a su casa para hacer su camino con ella.
Deja escapar un largo silbido.
—Eso es un período de sequía, Fred. Me preocuparía que volvieras
a ser virgen.
—Solo soy demasiado quisquillosa —respondo a la defensiva—, y
me gustaría que fuera posible regresar a la virginidad. La primera vez
que tuve relaciones puede resumirse a dos palabras que comienzan
con E: embarazoso y espantoso.
—Síp, las primeras veces suelen ser unas bastardas —dice—,
probablemente porque no tenemos ni idea de lo que debemos hacer.
Somos todos dedos y pulgares.
La chica coloca nuestros cafés sobre el mostrador y Nicholas
insiste en pagar.
—Dedos y pulgares, ¿eh? Suena… sucio —respondo.
La chica regresa y le da Nicholas su cambio y me mira de forma
extraña, debiendo escuchar lo que dije. Le doy una gran sonrisa. Puede
hacer lo que quiera con eso.
—Es sucio —continua Nicholas—, no puedo esperar a mostrarte lo
que puedo lograr con mis dedos.
Casi me ahogo con el cremoso moca blanco mientras tomo un
trago. Mi rostro debe lucir como una fresa ahora mismo.
Me da una palmada en la espalda, riendo.
—Tranquila, Fred. No quiero darte la maniobra de Heimlich. Oh
espera un minuto, puedo hacerlo. Eso podría darme la oportunidad de
meterte mano.
Recupero mi compostura y me echo hacia atrás.
—Estas jodidamente obsesionado, Viv. Si estás interesado en ello
entonces por todos los medios sigue adelante y ten un apretón. Sácalo
de tu sistema.
Estoy tratando de estar relajada. Relajada, relajada, relajada.
Cuando realmente, si me toca me derretiría en un inestable lío de carne
y huesos.
Sus ojos brillan con alegría.
—¿Puedo tomarte la palabra? Quiero hacerlo en un momento en
el que pueda prestarles toda mi atención. En algún lugar privado. —Su
sonrisa es una mezcla de anticipación y travesura.
Mis ojos casi se salen de sus órbitas, y trato de recordar estar
relajada. ¡Relajada, dije!
—Oh, por supuesto. Solo dame alguna advertencia antes de
zambullirte. No puedo garantizar que no voy a lanzar un golpe si me
atrapas con la guardia baja.
Ríe y toma un trago de su latte.
—¿Adónde vamos ahora? El otro día buscaba Stephen’s Green
en mis exploraciones, pero no pude encontrarlo. Terminé en una
estación de tren.
—Debes ser bastante malo con las direcciones, porque no te
puedes perder. Vamos, te mostraré.
Lo conduzco hacia la calle Grafton, donde todo es bullicio y
ruido. Los músicos callejeros están en pleno apogeo, tratando de atraer
unos cuantos gritos de los turistas.
Hay una estatua viviente vestida de amarillo de pies a cabeza
con su rostro pintado de oro. Cuando una niña lanza un euro en el bote
a sus pies cobra vida. Le da una amplia sonrisa y una lenta reverencia.
Se ríe y corre tímidamente hacia su madre que la espera cerca.
—Debe estar sofocándose en toda esa tela y pintura —señalo a
Nicholas mientras miro de cerca la estatua viviente, antes de lanzar mi
vaso de café vacío en un cesto de basura.
—Todos nos pintamos el rostro para mostrarnos al mundo —
responde Nicholas filosóficamente—. Para algunos de nosotros, eso es
bastante literal. —Hace una pequeña pausa—. Cuando te apasiona
algo, no te importa sufrir una pequeña molestia.
Le doy una mirada irónica.
—¿Has tenido que sufrir por tu pasión?
Asiente gentilmente, sus ojos deambulando sobre la multitud
alrededor de nosotros.
—Más de lo que imaginas.
Hay algún tipo de tristeza tiñendo sus palabras. Me quedo
mirándolo, preguntándome qué clase de sufrimiento podría haber
soportado.
Pero luego plasma una brillante sonrisa y bromea:
—Esos tacones altos te pueden dar ampollas como no te
imaginas.
Acepto su cambio de tema, porque casi no lo conozco lo
suficientemente bien para sondear por más detalles.
—Dímelo a mí, ese es el por qué los evito como a la peste.
Nicholas arquea una ceja.
—¿Nunca usas tacones?
—No si puedo evitarlo. Yo en tacones nunca me lleva a ningún
lado bueno, por lo general termino lastimándome y a los demás. —Me
rio.
—Todo es cuestión de práctica y técnica, ya sabes. Te enseñaré,
de esa manera conseguiré ver esas piernas bien formadas en un par de
tacones de aguja algún día.
—Nunca va a pasar. Y puedo considerar que por “bien formadas”
te refieres a las piernas de ocho en comparación con las once.
Nicholas sacude su cabeza hacia mí como si yo fuera una niña
ingenua.
—Realmente tienes un autodesprecio patológico, ¿no es así? —
comenta—. Cuando vi que no llevabas medias anoche tuve que hacer
un buen trabajo para no deslizar mis manos bajo el dobladillo de tu
vestido para ver si tu piel se siente tan suave como parece.
Lo empujo lejos de mí, halagada, pero indignada.
—Tienes sexo en el cerebro veinticuatro-siete, Viv. Creo que
podrías necesitar terapia.
—Tal vez sí —dice sonriendo—. No me malinterpretes, no soy
Russell Brand, pero tengo un gran interés en follar.
—Lo dicho, me alejaré de ti y de la miríada de enfermedades de
transmisión sexual que podrías haber contraído con los años.
—No hay necesidad de preocuparte. Lo más cerca que he
estado de una ETS fue una infección renal —responde con humor—.
Siempre coloco un impermeable en mi amiguito antes de dirigirlo a una
tormenta.
A sus palabras, dejo escapar un largo resoplido seguido de risas
furiosas. Sí, un resoplido. Dios ayúdame. Cubro mi boca con ambas
manos y trato de ganar un poco de compostura.
—Te das cuenta que acabas de referirte a tu pene como
“amiguito”, eso no es muy tranquilizador, Viv. —Aunque desde la vista
que tuve de él en esos pantaloncillos anoche, no creo que tenga nada
de qué preocuparse.
Se encoge de hombros, sus ojos ardiendo en llamas por haberme
hecho reír tan fuerte.
—Tal vez deberías estar tranquila. Si tuviera un apéndice pequeño
sería demasiado tímido para abordar el tema del tamaño.
—Buen punto —digo, mientras llegamos al final de la calle
Grafton, donde una multitud se ha reunido para escuchar a Dave
McSavage gritando un par de chistes.
Si no eres irlandés, es probable que nunca hayas oído hablar de
él. Es un comediante semifamoso que viaja regularmente por Dublín,
cantando canciones y burlándose de las personas que lo pasan de
largo. Nunca me detengo a mirarlo por miedo a que haga bromas
sobre tetas grandes o nalgas bien dotadas.
Una vez cuando caminaba, hizo una mala broma al chico
equivocado, el tipo se detuvo, dio la vuelta, se acercó a McSavage y le
dio un buen puñetazo en la nariz. Innecesario decir, el hombre tiene un
par de bolas para mantenerse haciendo lo que hace después de ese
episodio. En este momento, acusa a un padre con dos pequeños de ser
un secuestrador con una rápida melodía en su guitarra acústica. El
papá se aleja apresurado luciendo avergonzado mientras el público ríe
a carcajadas.
Nicholas ríe en silencio a mi lado. Tiene una encantadora risa baja
y ronca. Dobla los brazos sobre su pecho, creando una deliciosa tensión
en la tela de la camiseta a través de sus pectorales. Solo me doy
cuenta que estoy mirando cuando lo escucho toser un poco para
llamar mi atención.
Mis ojos revolotean a los suyos.
—¿Qué? —pregunto, mi voz contiene toda la culpa de un asesino
atrapado con el cuchillo ensangrentado en sus manos.
—¿Disfrutando de la vista, Fred?
—Am, no. Sí. Tal vez —balbuceo como una completa y total
tonta.
Se inclina para susurrar en mi oído:
—Si juegas tus cartas correctamente, te dejaré meterme mano en
algún momento también.
Me percato que justo hemos llegado a la entrada del parque
Stephen’s Green, así que rápidamente toma ventaja de ese hecho para
anunciar:
—Bueno, aquí estamos —digo mientras en mi cabeza estoy
escuchando sus palabras una y otra vez: Te dejaré meterme mano, te
dejaré meterme mano.
—Aquí estamos —dice Nicholas.
Hay personas por todas partes, tomando un poco de calor. Hay
algo que debes saber sobre los irlandeses, una vez que hay incluso un
toque de sol en el cielo vamos a salir en manadas, mostrando toda
nuestra pastosa piel pálida.
Lo molesto es que cuando vives en la ciudad siempre te
encuentras con los machos menos agradables paseándose sin
camisetas. Caminan alrededor con gruesas cadenas de oro al cuello,
mostrando sus pechos de pájaro flacos, muy probablemente luciendo
un tatuaje de la prisión en algún lugar de su piel. Es una visión visceral,
en mi humilde opinión. Un grupo de dichos machos yace actualmente
en un pedazo de pasto cercano, numerosas latas de cerveza abiertas
esparcidas a su alrededor.
Nicholas me descubre mirándolos con disgusto poco disimulado.
—Ahora, ahora, Fred, no van a entrar en tus pantalones o
cualquier cosa —bromea.
—Creo que acabo de vomitar un poco en mi boca —replico.
Escogemos un lugar en el pasto y nos sentamos. Un minuto más
tarde, un encargado del parque se acerca al grupo de chicos y les pide
que se marchen. Ponen un poco de resistencia al principio, pero
finalmente recogen sus cervezas y se retiran.
Mis ojos están agradecidos por la pequeña misericordia. Sus
tatuajes me hacen recordar los que vi en Nicholas anoche, nunca tuve
la oportunidad de conseguir una mirada apropiada de ellos.
Miro el de su antebrazo; dice Dolores en extravagantes letras
negras y hay pequeñas estrellas fugaces a su alrededor.
—¿Quién es Dolores? —dejo escapar. No porque me preocupe
que sea una novia del pasado, sino más bien porque mi filtro interno
está fallando como de costumbre.
Nicholas me da una sonrisa cálida.
—Mi madre, todos mis tatuajes son dedicados a ella. —Me
muestra su brazo y estudio los detalles. Corro mi dedo a través de las
ligeras protuberancias creadas por la tinta debajo de su piel.
—¿Qué acerca del otro, la media manga?
Se cambia de lugar y se levanta la camiseta para revelar una
intrincada imagen de una mujer de largo cabello negro que cubre todo
el brazo. Mira hacia otro lado como si fuera tímida, con el cabello
cubriéndole gran parte del rostro.
—Esta es mi mamá. Lo copié de una fotografía que tengo de ella
—dice, mientras mis ojos captan la belleza y la artesanía del tatuaje. No
creo haber visto uno tan complejo antes. Es realmente detallado, todo
en negro y sombras grises, ningún color, como si estuviera copiado de
una fotografía en blanco y negro.
—Era hermosa —digo con asombro, tomando la apariencia de su
madre y dándome cuenta de dónde exactamente viene la belleza de
Nicholas—. Me gustaría tener las agallas para conseguir un tatuaje.
Creo que estoy asustada de la permanencia.
—Sí, muchas personas se sienten de esa manera. Piensan que no
siempre les va a gustar lo que obtienen. Supongo que es todo acerca
de la convicción. Si escoges algo que signifique mucho para ti entonces
no te arrepentirás. Perdí a mi mamá cuando era muy joven. Es bueno
tener un pequeño recuerdo de ella siempre en mí.
Lo miro fijamente por un segundo y quedo atrapada, como una
mosca en una telaraña. Hay profundo, profundo dolor en él en alguna
parte, debajo de la superficie coqueta y confiada. ¿Es extraño que de
pronto tenga ganas de sacárselo todo para poder difundirlo ante mí y
estudiar las grietas? Al igual que los pedacitos rotos de una reliquia
perdida, tratas de juntarlos para crear algo que puedas entender.
Arrastro mi mirada lejos de él y mis ojos van a la tierra sobre algo
marrón y peludo que corretea por allí en una manta donde una mujer
está tumbada boca abajo leyendo un libro. Es una especie de animal.
Tardo un minuto en ver qué es.
—Tiene un hurón —estallo, arruinando el momento serio entre
nosotros—. Me voy a acercar. —Me levanto y comienzo a trotar hacia la
mujer, como un niño excesivamente entusiasta—. Oh mi Dios, lo siento
por molestarla, solo vine a decir hola a su hurón —declaro.
La mujer levanta la cabeza del libro y levanta sus gafas de sol
para colocarlas sobre su cabello marrón. Tiene un bronceado realmente
bonito y dice:
—Oh, sí, es tan lindo, ¿no? —Noto que tiene acento italiano.
También tiene labios enormes como Monica Bellucci. Parece
tener treinta y pocos años y está muy bien cuidada. Sabía que tenía
que ser extranjera. Ninguna persona irlandesa tendría a un hurón como
mascota, mucho menos ser lo suficiente excéntrica para sacarlo al
parque con ellos. Esta extraña acción hace que inmediatamente quiera
ser su amiga.
Me arrodillo sobre el pasto mientras el hurón se me queda
mirando con sus brillantes ojos marrones. Levanto la mano para
acariciarlo lentamente y de hecho me lo permite. Mis dedos van a la
deriva por su piel sedosa, estoy tan consumida con el hurón que apenas
noto que Nicholas se me ha unido y actualmente charla con la mujer
italiana.
—¿Cuál es su nombre? —le pregunto con entusiasmo.
—Lo llamo Ollo —dice, apartándose de Nicholas por un momento
para responderme.
Miro de regreso al hurón e inmediatamente comienzo a
canturrear su nombre mientras se escurre entre mis piernas. Me río con
tanta alegría que se podría pensar que soy un poco tonta. Cuando
huye al interior del bolso de la mujer me levanto y me uno a ella y
Nicholas, quienes actualmente hablan acerca de la ciudad en Italia de
la que ella proviene.
Parece interesado en lo que tiene que decir y no puedo evitar
sentir una punzada de celos. Tiene estás realmente firmes y altas tetas
que lucen como dos melocotones maduros. Harían una atractiva
pareja, pienso lamentablemente.
—Gracias por dejarme jugar con Ollo —digo, en un esfuerzo de
unirme a su conversación.
—No hay problema —dice la mujer, a la que Nicholas procede a
presentarme como Dorotea. Ha estado viviendo en Irlanda por un par
de años y trabaja como estilista en Peter Marks. Asiento y sonrío
cortésmente, pero de repente siento como si tuviera un ladrillo en la
boca del estómago con la comprensión de que Nicholas podría haber
intercambiado números con ella mientras estaba tan ridículamente
divertida jugando con Ollo.
Probablemente tengo una terrible expresión abatida en mi rostro
mientras los imagino a los dos haciendo el tango horizontal en la cama
de Nicholas. Todavía no la he visto, pero mi mente evoca una visión de
sábanas de seda negra, madera oscura y depravación.
—¿Estas bien, Fred? —pregunta Nicholas con preocupación.
—Estoy bien, solo recordé que le prometí a mi mamá hornearle un
pastel para la cena que está organizando para mañana, así que tengo
que volver al departamento. —Esta es una gran mentira, pero no creo
que Nicholas se dé cuenta.
—Perfecto, iré contigo —dice, nos despedimos de Dorotea y Ollo.
No puede ser saludable que este tan molesta por la perspectiva de él
con otra mujer y solo lo conozco por dos días. Voy a hacer el ridículo
con este hombre, puedo sentirlo.
—Debiste haber visitado muchos países a través de los años por tu
trabajo —le digo a Nicholas, de regreso al edificio, pensando en cómo
conocía el pueblo de donde venía Dorotea.
—Lo hice. El primer lugar al que fui cuando dejé mi casa fue
Francia. —Sonríe con nostalgia—. Quería vivir en la bohemia parisina,
experimentar la vida de un artista torturado. Pasé dos años allí antes de
mudarme. No he vivido mucho en algún lugar desde entonces. He
pasado de Alemania a España de Italia a América. No he visto mucho
de Asia, pero he estado en casi toda Europa y los Estados Unidos.
—Debe ser difícil, nunca echar raíces en ningún lado —comento.
Me mira con interés.
—Eso no es lo que las personas usualmente dicen. Normalmente
cuando les digo acerca de todos los lugares en los que he estado,
dicen algo como guau, tu vida debe ser tan excitante con todos esos
viajes.
Me encojo de hombros.
—Supongo que sería excitante por un momento, pero entonces
solo estarías cansado de todo. Eso es lo que pienso de todos modos.
—Oh, Freda. —Sonríe—. Has dado en el clavo. Estaba tan
completamente hastiado, casi irreparablemente. Pero entonces mi
amigo me ofreció trabajo permanente aquí y pensé, ¿por qué no ir y
vivir en Irlanda?, después de todo, se supone que es el país más
amigable en el mundo.
Rio y sarcásticamente respondo:
—Supone es la palabra clave.
Me mira de reojo.
—¿No crees que las personas son amistosas? No he tenido nada
más que sonrisas y bienvenida desde que llegue aquí.
Me acerco y pincho su mejilla.
—Eso es solo porque tienes un rostro bonito, Viv. Dudo que alguna
vez hayas ido a cualquier lugar y no fueras recibido con entusiasmo.
Se aleja con una tímida sonrisa y un ligero rubor. Oh, mi Dios, ¿es
tímido? Es tan fuera de lugar en él, y por lo tanto completamente
adorable.
Decido cambiar de tema y preguntarle lo que le gusta de París,
ya que nunca he estado, y por el resto de la caminata me pinta un
cuadro de la ciudad con palabras.
5
Ser italiano
Traducido por Solange
Corregido por Bella’

D
ejo a Nicholas en su departamento y me dice que llame
alrededor de las ocho para ir a The Glamour Patch por su
presentación. Estoy increíblemente nerviosa sobre mi primer
día como su asistente. Todavía parece bastante surrealista cuando
pienso sobre ello.
Entro en mi propia casa y encuentro a Nora sentada en el sofá,
tecleando furiosamente en su portátil. Tiro mi bolso en el mostrador de la
cocina, antes de inclinarme a su lado. Está en Facebook, no lo sabrías,
chismoseando con alguna chica que fue su amiga en la escuela. Nora y
yo fuimos a secundarias diferentes. Ella asistió a una privada de solo
mujeres, mientras que yo fui a una escuela pública mixta local. He
conocido a algunas de sus viejas amigas, y por Dios son las perras más
malintencionadas que alguna vez he conocido.
Creo que algo les pasa a las chicas cuando son todas confinadas
en un aula sin varones año tras año. En lugar de rivalizar por los afectos
de los muchachos ausentes, se separan en grupos y crean rumores entre
sí. Todo sobre apuñalarse por la espalda y conservar un lugar.
Mencioné antes que no tengo presencia en línea, así que no
estoy en Facebook como Nora. Para ser honesta, todo el asunto de
poner tu vida entera allí para que otras personas metan su nariz me da
dolor de estómago. Esta lección fue aprendida de la manera dura. Mi
exnovio acosador me seguía en MySpace (sí, ¿recuerdas MySpace?)
para ver en que andaba y dónde estaría cualquier día. Estaba
jodidamente ciega en ese entonces. Básicamente les proporcionaría a
las personas cada movimiento de mi día, desde lo que tenía para el
desayuno. No me sorprendería si mencioné algún movimiento intestinal
una o dos veces.
Ahora puedo bromear, pero me asustó mucho cuando ocurrió.
Aaron aparecía al azar en lugares donde yo estaba y comenzaba a
molestarme para reavivar nuestra relación. Nora no sabe nada de todo
este episodio, ya que ocurrió antes que decidiéramos mudarnos juntas.
Apenas me gusta pensar en ello, no me importa ponerlo en palabras y
recitar toda la historia para mi mejor amiga.
Innecesario decir, eliminé cada pedazo de información que había
puesto alguna vez sobre mí en línea cuando comprendí que Aaron
había estado acosándome. Es una cosa buena que aprendiera mi
lección antes que Facebook se volviera tan viral. Las personas son
incluso peor ahora que entonces.
Es triste pensar cómo la humanidad se ha reducido a estar más
cómoda comunicándose a través de un teclado, en lugar de tener una
conversación en la vida real. De acuerdo, estoy divagando. Me bajaré
de mi escenario.
Bajo la mirada a la ventana de la conversación de Nora para
descubrir que su amiga le informa de la reciente pérdida de trabajo de
una chica de su antigua clase. Nora está empapándose con el chisme
apenas conteniéndose. Este es un caso dónde me encuentro
completamente hastiada con su comportamiento.
—Necesitas alejarte de la internet, Nora —le digo.
A veces se pasa todo su día libre buscando a través de las
páginas y fotografías de exnovios y viejos conocidos. Es como una
droga o algo. Sus ojos se vuelven vidriosos como si fuera atraída a un
culto tecnológico.
—Estoy hablando con Saoirse, Fred. Déjame sola.
—Dile a Saoirse que dije que es una perra cruel por extender
rumores sobre alguna pobre mujer que es despedida en tiempos duros.
Nunca he conocido a Saoirse, pero Nora habla mucho de ella y
tengo la impresión de que es una perra. Esta impresión se deriva
principalmente del hecho que Nora y ella nunca tienen una
conversación que no implique quejarse sobre la mala suerte de otra
persona o la vergüenza pública.
Nora se pone de pie y lleva su portátil a la mesa de la cocina,
fuera de mis ojos insidiosos.
—No deberías husmear en las conversaciones de otras personas
—dice—. Es tu culpa si no te gusta lo ves.
—Un muy alto y poderoso comentario viniendo de alguien que
está diseccionando el infortunio de una mujer que nada sabe de ser
causa de un jugoso chismorreo —digo.
Normalmente no somos tan insolentes con la otra, pero todavía
me molesta que haya sido una perra con Nicholas, y ella todavía se
encuentra molesta conmigo porque la afición de Nicholas por vestirse
como una mujer no me ha hecho descartarlo como un monstruo.
También le molesta que Nicholas me haya estado prestando mucha
más atención a mí que a ella.
Hemos sido amigas desde que teníamos dieciséis años, y en el
curso de los nueve años que han pasado desde entonces Nora nunca
ha pasado por alto que un hombre este a mi favor. Soy a la que a los
tipos les gusta tener como amiga. Ella es a quien quieren llevar a la
cama. Siempre ha sido así. No puedo culparla por estar un poco
confundida por el reciente giro de los acontecimientos.
—Así que, ¿dónde estuviste toda la mañana? —pregunta, sus ojos
todavía pegados a la pantalla de su portátil.
—Afuera, tomando un café con Nicholas. Fuimos al parque ¿y
adivina qué? Vi a una mujer allí con un hurón. Lo tenía como si fuera la
cosa más normal del mundo. Fue muy impresionante.
Nora arruga su nariz.
—¿Te impresionaste porque tenía un hurón con ella? ¿Eso incluso
es legal? Creía que esas cosas pueden morderte y darte rabia.
—No seas tan melodramática. Además, este no mordía. Incluso
me permitió acariciarlo y siguió corriendo dentro y fuera entre mis
piernas como un niño de cuatro años con mucha azúcar.
Un extremo de la boca de Nora se vuelve una media mueca.
—Espero que te duches después de eso, quién sabe qué tipo de
pulgas podría haber dejado en ti.
Tiro mi cabeza atrás y pongo los ojos en blanco.
—Me arriesgaré. Oh, tengo otras noticias —continúo.
—¿Qué es? —pregunta Nora, mientras sus dedos golpean y
golpean su teclado.
—Nicholas me ofreció trabajo, como asistente para sus
espectáculos. Sabes, ayudarle a elegir su vestuario y poner su
maquillaje. ¿Verdad que es genial?
Deja de escribir de repente y levanta la mirada.
—¿Es en serio?
—Sí, ¿por qué no lo sería?
—Am, uno porque ya tienes dos trabajos, dos porque no tienes
experiencia en esa área, y tres porque, bueno, simplemente es un poco
raro, ¿no lo crees? ¿Por qué te ofrecería la posición a ti cuándo podría
hacer un par de entrevistas y contratar a alguien que realmente
conoce lo que hace?
Sus razones me enfadan.
—Quizá no le gusta hacer entrevistas —digo—. Y por alguna razón
piensa que soy la persona más cómica que conoce, dijo que le gusta
tenerme alrededor.
Añado esta última parte para molestarla un poco. No tiene
mucho éxito. Revela un resoplido de burla. Después de haber vivido
conmigo durante casi tres años, encuentra para lo qué otras personas
usarían el término “cómica” como irritante y parlanchina perra con voz
fuerte.
—Quizás está riéndose de ti, en lugar de contigo —sugiere Nora
con una mueca descarada.
—Meh. No me importa de cualquier modo —miento—. Debes ver
su apartamento. Se encuentra lleno con cajas de pelucas y ropa de
mujer. No puedo esperar a tener una mirada a través todo eso.
—Realmente necesitas encontrarte una afición decente, Fred —
comenta, mientras regresa a la fiesta de perras con Saoirse. Su
comentario hace que mi estómago se hunda en el suelo, como cuando
haces estallar un globo con un alfiler.
Diciéndome que mi interés en la ropa de mujer de Nicholas es
absolutamente normal, preparo un bocadillo para el almuerzo y me
dirijo a mi habitación para recostarme. Abro mi ventana y dejo entrar el
ruido de ciudad.
Tiendo a ponerme un poco ansiosa cuando está demasiado
silencioso. Es como si mi cerebro hiciera una extraña evolución que le
ayuda a ajustarse a la tensión de vivir en una ciudad. Si no hay por lo
menos algún tipo de ruido ambiental en el fondo me pongo como una
loca. Mi favorito es el zumbido del horno mientras hornea un pastel o
una buena lasaña. De ese modo obtienes el consuelo del ruido y la
perspectiva de una comida en el horizonte.
Los sonidos del tráfico y las personas que hablan atraviesan mi
ventana. Termino mi almuerzo y entonces me tiendo en mi cama,
sacándome las chanclas. Antes de darme cuenta estoy flotando
dormida y soñando con Nicholas en calzoncillos, tacones altos y un
sostén negro de encaje encima de su musculoso pecho.
También lleva maquillaje, pero no mucho; un poco de rímel y algo
de lápiz labial oscuro. Por alguna razón la imagen me enciende. Es
mitad chico, mitad chica. Todo hermoso. Su cabello se encuentra
desarreglado y sus párpados caídos. Ojos de alcoba, los llamaría mi tía
Margaret. Lee muchas novelas de romance eróticas, así que siempre
sale con estas frases aleatorias que nunca usarías en la vida real.
Estoy acostada en su cama, y es la que me imaginé que tenía
cuando pensé en él y la mujer italiana, Dorotea, teniendo sexo, cubierta
con sábanas de seda negra. No sé por qué subconscientemente pienso
que las sábanas de seda son sexis, en realidad, probablemente serían
muy incómodas, pegándose a todos los lugares incorrectos.
Solo llevo mi ropa interior, el sostén púrpura que llevaba la primera
vez conocí a Nicholas con las bragas a juego. Él camina a la cama y
apoya una rodilla en el colchón. Me arrastro sobre él y con mis dedos
tiro de una de las correas del sostén, bajándola sensualmente de su
hombro. Sus abrasadores ojos azules queman un sendero a lo largo de
mi escote y sonríe cuando levanto mi mano y bajo la otra correa. Su
mano alcanza uno de mis pechos y lo aprieta ligeramente. Entonces
todo se vuelve confuso.
Me despierto y hay un pequeño charco de baba en mi
almohada. Miro el reloj para ver que tomé una siesta por un par de
horas. Mis mejillas rojas de vergüenza por el sueño que tuve. Nunca me
consideré una pervertida, pero la idea de Nicholas en un sostén es
extrañamente atrayente. Quizás tenga un ligero toque de lesbianismo
en mí que nunca noté antes. Será mejor que Nora se cuide.
Rápidamente me coloco una falda negra larga y una camiseta
gris claro, paso un cepillo a través de mi cabello y doy un retoque a mi
maquillaje. No tengo tiempo para cenar, pero mi estómago está lleno
de mariposas por mi primera noche como ayudante de Nicholas, así
que no tengo mucho apetito de todos modos. Son las ocho y cinco
cuando toco su puerta. Contesta inmediatamente, luciendo agitado.
—Allí estás —dice—. Necesito tu ayuda. No puedo decidir qué
atuendo usar esta noche.
Camino dentro de su apartamento.
—¿A qué hora sales al escenario?
—Alrededor de las diez más o menos —contesta, mientras me
lleva a su habitación dónde hay varios vestidos en la cama. Había
estado completamente equivocada cuando la visualicé. Es hecha de
madera de pino y las sábanas son de algodón gris. Mucho más práctico
que la seda negra, supongo.
—Bueno, ¿necesitas trajes especiales para canciones especiales?
—pregunto—. Como cuando te pusiste el vestido de Barbara anoche
para cantar “Don't rain on my parade” ¿O tenemos libertad de elegir lo
que nos guste?
Nicholas pasa una mano a través de su cabello.
—Libertad, supongo. Quise hacer todo lo posible anoche, pero en
realidad los atuendos no tienen por qué coincidir con las canciones.
Muy pocas personas están lo bastante sobrias para notarlo de todos
modos. —Parece un poco triste por eso.
—Bueno, definitivamente te noté. Estuviste deslumbrante —
contesto intentando animarlo. Admito que no lo he conocido por
mucho, pero nunca lo he visto así, como ahora, todo preocupado y
ansioso.
Me da una sonrisa que ilumina su rostro.
—Claro que lo hiciste —dice—. Por eso eres mi nueva mejor
amiga.
Aprieto su brazo y empiezo a buscar a través del surtido de
conjuntos.
—¿Qué sobre este? —pregunto, mientras sostengo un vestido de
cóctel rojo.
—Demasiado años ochenta —contesta Nicholas, mientras agita
su cabeza. Vuelve a pasearse, ligeramente frenético. Quizás es uno de
esos genios locos. Antes de salir al escenario tiene un colapso, pero una
vez que sale al público se convierte en Vivica Blue: el andrógino chico-
chica con una voz capaz de cantar como una leyenda.
—De acuerdo, ¿en qué década piensas? Por favor no digas
noventa —digo en broma, mientras imagino algunos de los horribles
vestidos que las mujeres llevaban entonces. El estilo grunge es
probablemente el único que admiro de esa época.
—Algo elegante, digamos... —Se aleja y sale de la habitación.
Puedo escucharlo rebuscar a través de una caja en la sala de estar.
Regresa llevando un maravilloso vestido de raso negro con cuentas
doradas y plateadas.
—Años veinte —dice, completando su frase inacabada.
—Oh me gusta, ¿tienes alguna peluca? Eso completaría el
atuendo totalmente.
Los ojos de Nicholas brillan con excitación.
—Ciertamente la tengo. —Deja de nuevo la habitación, antes de
volver con una corta peluca rubia—. Me parezco a Jane Horrocks
cuando interpretó a Sally Bowles en Cabaret de Broadway —declara—.
Fred, eres un genio. Sabía que no me arrepentiría de contratarte.
—Eh, apenas hice una cosa —digo, mientras levanto mis manos
en el aire—. Fuiste todo tú. Realmente no necesitas una ayudante,
sabes.
Deja de preocuparse por pequeñeces durante un minuto para
mirarme.
—Prepararse para una actuación no es nada divertido cuando no
tienes con quien compartirlo, y yo quiero compartirlo contigo, Freda.
Me gusta el sonido de mi nombre completo en su lengua.
—Bien, no estoy quejándome. Este es un trabajo soñado. Me
siento como una de esas pretenciosas estilistas que ves en los
programas de cambio de imagen de la televisión, a las que les pagan
miles para que le digan a una mujer cómo combinar su blusa con su
falda.
Nicholas se ríe cuando coloca el vestido y la peluca dentro de
una funda de plástico con cierre. Me la da mientras agarra lo que
necesita antes de que salgamos para el club. Tiene uno de esos
grandes equipos de maquillaje plateados. Sabes, los que se ven como
cofres del tesoro, y lo abres para revelar capas y capas de sombras de
ojos y rubores.
Afuera, Nicholas pide un taxi y en minutos estamos
apresurándonos por la puerta trasera de The Glamour Patch, más allá
de la multitud del sábado que hace fila para entrar. Saluda al gerente
que resulta ser el tipo que presentó el espectáculo de Nicholas anoche,
el de cabello decolorado y camisa púrpura.
—Phil, esta es mi asistente, Fred. Estará ayudándome a
prepararme para mi actuación —le dice.
Agito la mano de Phil mientras me sonríe cálidamente.
—Fabuloso cabello, Fred, es un placer conocerte. —Luego sale
rápidamente hacia a su oficina.
—Los sábados son ocupados, ocupados, ocupados —canta
Nicholas mientras caminamos dentro de un pequeño cuarto oscuro.
Enciende la luz para revelar una mesa de preparación empotrada
contra una pared, con un gran espejo, dos sillas y varios percheros
vacíos. Coloco el vestuario de Nicholas en una de las perchas y coloco
su caja de maquillaje en la mesa.
—Así que, ¿por dónde empezamos? —pregunto, manos en las
caderas.
Nicholas tiene una mochila con él, qué deja caer en el suelo.
—Hmm… ¿Qué tal una bebida? Estoy un poco más agitado de lo
usual. Creo que necesito algo para calmarme.
—¿Normalmente te pones nervioso antes de un espectáculo? —
pregunto.
—A veces lo hago, a veces no. Quizás es porque estás aquí.
Quiero impresionarte.
Mis ojos se ensanchan en sorpresa.
—¿De verdad? Pero estuve aquí anoche y estuviste bien.
Sonríe afectadamente.
—No me viste antes del acto.
—Realmente no tienes que preocuparte por lo que pienso. Amo
todo tu acto. No puedes hacer mucho mal a mis ojos —intento
tranquilizarlo. En la parte de atrás de mi mente me halaga que quiera
impresionarme. Debo haber hecho un verdadero impacto en él. Es
extraño porque pensé que había estado actuando como tonta todo el
tiempo.
Unos segundos más tarde, Sean, el baterista de The Wilting Willows
y compañero de cachondeo de Harry, asoma su cabeza por la puerta.
—Eh, Nick, ¿preparado para la actuación de esta noche? —
pregunta, con una gran sonrisa en su rostro, una clara señal de que
consiguió algo de acción decente anoche. Mañana llamaré a Harry
para que me dé todos los detalles. Siempre me intriga lo que dos
hombres hacen juntos en la cama. No hace falta decir que soy una
ávida seguidora de la vida amorosa de Harry.
Nicholas se encuentra apoyado contra la pared, brazos cruzados
casualmente sobre su pecho.
—Seguro, sé un amor y trae para Fred y para mí unas bebidas de
la barra, ¿sí? —Me mira perversamente antes de volver sus ojos a Sean—
. Dos mojitos, si no te importa.
De repente me sorprende el recuerdo de él tomando un sorbo de
mi mojito anoche, mientras decía que quería poner sus labios dónde mis
labios habían estado. Un pequeño escalofrío me atraviesa y mi
estómago se tensa.
Sean me da un saludo y un giño antes de salir por su recado. Me
siento en una de las sillas. Es del tipo giratoria, y como un niño no puedo
evitar girar de un lado a otro.
—Vas a marearte —comenta Nicholas, mientras me mira desde su
lugar en la pared. Su voz es calurosa. Me hace sentir rara y sudorosa.
—Amaba hacer esto cuando era una niña, girar hasta no poder
equilibrarme y caer al suelo —le digo—. Creo que podría haberme
dado una conmoción alguna vez.
Nicholas se ríe suavemente, antes de caminar a la mesa para
abrir su caja de maquillaje.
Dejo de girar para asomarme en el espejo. Mi cabello luce
salvaje, como de costumbre, los suaves rizos cayendo sobre mis
hombros. Mis ojos encendidos por la emoción. Espero que Nicholas no
comprenda cuán encantadoramente patética estoy ahora mismo. Me
siento indigna de estar envuelta en tan estimulante profesión.
La mayoría de las personas quieren ser artistas en algún punto
cuando son jóvenes, ya sea cantantes, bailarines o actores. Yo nunca lo
hice. Siempre supe que quería trabajar con comida. Jugaba a juegos
en los que tenía mi propio restaurante imaginario, con todas mis
muñecas y Barbies actuando como comensales. Era una pequeña
excéntrica.
Ese sueño nunca se hizo realidad de la manera en que quería,
pero por lo menos estoy haciendo algo con comida. Aparte de hacer
pequeños cupcakes coloridos, no tengo ni un hueso creativo en mi
cuerpo. Estoy contenta de sentarme atrás y disfrutar de la creatividad
de otros. Por suerte, como ayudante de Nicholas tengo un asiento en
primera fila.
Nicholas toma la silla junto a la mía y me acerco para tener un
vistazo de sus sombras de ojos, tan brillantes y coloridas como un arcoíris.
Nicholas empieza a tomar labiales, pinceles y rubores, y toda la
variedad de cosas sobre las que no tengo ninguna idea y de las que
probablemente debería ya que se supone que soy la chica en esta
situación.
—Tomaré el mando esta noche —dice—. Una vez que te
acostumbres a mi rutina estarás haciéndolo todo tú. —Pone un par de
pestañas falsas en la mesa, el último artículo.
—De acuerdo, así que ¿normalmente te vistes primero y luego tu
maquillaje, o al revés?
Nicholas hace una pequeña mueca y dice:
—Maquillaje primero, mi ropa es costosa. Algunas son únicas. No
puedo arriesgarme a estropearla. —Me da un frasquito de barniz de uña
rojo—. ¿Pintarías mis uñas por mí, Fred?
—Me encantaría, Viv —contesto con entusiasmo, mientras tomo el
frasquito y vuelvo a mi asiento para enfrentarlo. Tomo su mano en la
mía, sus dedos no son demasiado suaves, pero tampoco son ásperos.
Sus uñas son cortas y muy limpias.
Pongo su palma en mi regazo, los dedos extendidos. Lo aprecio
momentáneamente, tener su mano tan cerca de mis partes de chica
me pone un poco jadeante. Empujo el deseo atrás para desalentarme y
enfocarme en la tarea. Nicholas parece inclinarse hacia adelante muy
ligeramente, mirando mis movimientos intensamente mientras pinto una
sombra brillante de rojo fuego en sus uñas.
Me pierdo en la pintura, y cuando levanto la mirada casi vuelco el
frasquito. De alguna manera se encuentra demasiado cerca, sus ojos
me comen, sus labios entreabiertos.
—¿Qué? —pregunto—. ¿Cometí un error?
Sé que no cometí un error. Solo necesito distraerlo de cualquier
pensamiento que atraviesa su mente ahora mismo. Parece querer
arrancar mis bragas.
—No —contesta simplemente—. Tengo que admitir, por alguna
razón te encuentro increíblemente sexi, Fred.
Sus palabras hacen que mi aliento salga a borbotones en algo
parecido a un grito ahogado. Distracción, distracción, distracción,
resuena en mi avergonzado cerebro.
—Puede que necesites pasarte por Specsavers3 para un examen
de la vista, Viv. —Intento hacerlo parecer un chiste, pero mis nervios lo
hacen salir todo inseguro.
Su sonrisa es medio sexi, medio tierna.
—Tengo una visión perfecta para que sepas. ¿Qué te parece si
cierro la puerta con llave para que podamos tener un rapidito? Si vamos
a trabajar juntos necesito quitarme esta necesidad de volar tu mente.

3 Specsavers: es una cadena de ópticas británicas que operan en todo el mundo.


—Ah, tengo un verdadero romántico en mis manos —murmuro en
un medio susurro. No, mi ropa interior no está claramente más...
húmeda. Nop. Jesús, tiene una forma de decir las cosas que hace que
mi cerebro enloquezca.
—Nunca ofrecí romance, Fred, pero estoy bastante seguro que
puedo proporcionarte el descargo sexual perfecto. Han sido tres años y
medio, después de todo. —Sonríe astutamente.
—Los mejores amigos no hacen esa clase de cosas —digo,
poniendo una voz orgullosamente falsa—. No sería apropiado.
Afortunadamente estoy a salvo de esta conversación llena de
tensión cuando Sean regresa con nuestras bebidas. Las deja en la mesa
y entonces se escapa, mascullando algo sobre encontrar una baqueta
de la suerte perdida.
Tomo un sorbo de la bebida, esperando que el alcohol pueda
reestablecer mis nervios. El camerino no parecía muy grande para
empezar, pero ahora se siente minúsculo. Nicholas también bebe a
sorbos su bebida, sus ojos nunca me dejan. Miro al reloj en la pared.
—Son pasadas las nueve, Viv. Mejor empezamos con tu maquillaje
si no quieres llegar tarde, tarde para una cita muy importante —divago,
citando al conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas por
absolutamente ninguna razón, a parte del hecho que me convierte en
un manojo de nervios.
Pone su bebida en la mesa y junta sus manos.
—Bien entonces, haz lo que quieras conmigo —dice, mientras
saca sus labios.
—Pensé que ibas a estar a cargo y solo miraría durante mi primera
noche.
Nicholas se encoge de hombros mientras mete su cabello oscuro
en una de esos gorros que se usa bajo una peluca.
—Será mejor que te arroje a lo más profundo. Haz lo que puedas.
Frunzo el ceño.
—De acuerdo, um, empezaré con la base. —Recojo el corrector
pálido. Es casi una combinación perfecta para su tono de piel. Rocío un
poco en una pequeña esponja aplicadora y empiezo a alisarla sobre
sus mejillas y frente.
—Me parece bien si usas tus dedos en lugar de la esponja. Da un
acabado más natural —sugiere.
Trago difícilmente y suelto el aplicador, antes de apretar la base
en las yemas de mis dedos esta vez. Siempre uso mis manos cuando me
maquillo, pero pensé que era ser demasiado perezosa para salir a
comprar las piezas adecuadas.
Su piel se siente maravillosa. Su rostro limpio y afeitado, el rastrojo
que tenía en mañana se ha ido completamente. Me encuentro con
que me duele un poco el cuello al elevarme sobre él, intentando aplicar
el maquillaje. En un movimiento intrépido me subo ligeramente en sus
muslos. Dios lo ayude, no soy Kate Moss. Espero no ser demasiado
pesada y darle un calambre en la pierna. No dice nada, pero puedo
decir que se intriga por mis acciones.
— Me dolía el cuello por agacharme —explico.
—Mmmjum —masculla, su mirada fija en mis pechos que
actualmente están al nivel de sus ojos.
Sigo por el polvo y entonces el rubor, espolvoreando ligeramente
sus mejillas.
—Gracias a Dios por los sostenes ligeramente rellenos —comenta
Nicholas, antes de plantar una mano en mi espalda baja para tirarme
más cerca y pellizcarme el pezón a través de la tela de mi camiseta con
la otra. Probablemente esperarías que saltara de su regazo sorprendida.
Solo que no lo hago. Me siento allí, intentando duramente no mojar mis
pantalones por este erótico momento. Él todavía lo hace, y mis ojos son
atrapados dentro de las prisiones azules de sus iris.
Suelto un largo suspiro.
—¿Qué haces? —susurro.
—Dándote un pellizco —contesta oscuramente.
—Muy benevolente de tu parte, Viv, puedes dejarme ir ahora.
—Di por favor —responde.
Rechino mis dientes.
—Por favor.
Sonríe alegremente y suelta su agarre. Casi extraño el pellizco de
sus dedos. Probablemente debería salir y comprarme un vibrador para
liberar la manera en que Nicholas me hace sentir, toda caliente y
necesitada. La calle Capel es el epicentro de las sex shop, después de
todo. Un pequeño consejo para ti allí, si alguna vez te encuentras en
Dublín con un poco de tiempo libre. Ejém.
Siempre me he preguntado qué reside más allá de esas ventanas
pintadas de negro, pero nunca he tenido el valor para aventurarme
dentro. Las vidrieras tienen todos estos maniquíes vestidos de fetiches
vulgares. Al pasar por allí tiendo a pensar en el hecho de que nadie que
haya visto entrar en esas tiendas tiene el tipo de cuerpo que uno querría
ver en un bikini de cuero negro con un peludo ribete rojo.
Silenciosamente pego las pestañas falsas de Nicholas y él se
levanta para cambiarse. Saca su camiseta por encima de su cabeza y
empieza desabrocharse su cinturón. Cuando se trata de su físico,
cincelado es la única palabra en la que puedo pensar. Aparto mis ojos
rápidamente cuando escucho que sus pantalones caen al suelo con un
golpe.
Empieza a reírse, pero todavía no estoy mirando.
—Vas a tener que acostumbrarte a verme sin ropa, Fred. Es parte
del trabajo.
Arrastro mis ojos hacia él. Dios mío, no lleva nada más que sus
calzoncillos. Y luego ni siquiera esos, se los saca y saca un par de bragas
de satén rojo oscuro de su bolso. Estoy mirando a cualquier parte menos
a su región inferior. ¡A cualquier parte! No me malinterpretes, soy curiosa,
pero creo que si tuviera un vistazo la imagen se marcaría con hierro en
mi cerebro y cada vez que tengamos una conversación simplemente
estaré visualizando sus partes masculinas.
—Entonces, ¿vas por el trabajo completo, con ropa interior de
mujer y todo? —pregunto, mirando las apretadas bragas de raso. Saca
una tanga masculina también, probablemente para llevar debajo y
mantener todo… en su lugar.
Asiente.
—Puede que no sea tan llamativa como las drag queen
tradicionales, pero me gusta pensar que soy auténtica. Aunque no
relleno mi sostén o pongo voz de mujer. Tampoco envuelvo mi pene. No
intento engañar a las personas para que crean que soy una mujer de
verdad en ese sentido. Creo estar en alguna parte entre hombre y mujer
es igual de intrigante.
Se coloca la tanga y luego las bragas, cubriéndose
benditamente. Desgraciadamente, no esconden mucho, y no toma
mucha fantasía imaginármelo sin ellas. A veces no puedo controlar mi
pervertida mente y a dónde quiere vagar. Este trabajo va a darme un
ataque cardíaco a los veinticinco, y es solo mi primera noche.
Se coloca un sostén a juego que es como en vano ya que no
tiene pechos. Esto me hace preguntarme si se divierte llevándolo. Es
decir, no proporciona ningún levantamiento o función estética. Nadie
va a verlo bajo el vestido, ni a las bragas.
—¿Am, puede hacer otra pregunta? —me arriesgo.
—Adelante —responde, ajustándose las bragas.
—Bueno, me estaba preguntando sobre cómo te clasificas a ti
mismo. ¿Eres un drag queen, un travesti o un transfor? ¿O es lo mismo?
Nicholas se encoge de hombros.
—Todo el mundo tiene su propia opinión sobre eso, supongo. Para
mí, un drag queen se viste como una mujer para el espectáculo y eso es
lo que pienso de mí. Un travesti o un transformista podría ser un hombre
que usa la ropa de mujer porque es un fetiche.
—Así que… ¿no es una cosa de fetiche para ti?
Sonríe petulante.
—Nop. El travestismo se relaciona a menudo con la preferencia
sexual. Me gusta ser un hombre en el dormitorio, pero una mujer en el
escenario.
—Oh —digo, mis mejillas se ponen un poco rojas.
—No tengas miedo a preguntarme cosas. Estoy deseoso de
contestar todas tus preguntas, Fred.
Asiento, pero permanezco callada después de eso.
Luego se coloca las medias, después el vestido por encima de su
cabeza. Lo cierro por su espalda. Entonces se sienta en la silla del espejo
para afianzar la peluca. Le ayudo a hacerlo bien. Mientras estoy
haciendo esto mis dedos vagan distraídamente sobre su nuca. Lo
escucho tomar una respiración aguda, por lo que intento no tocarlo de
nuevo. Se coloca un par de brillantes tacones púrpuras y terminamos.
—Bien, ¿cómo me veo? —pregunta, mientras mueve su rostro de
lado a lado. Luce como una mujer muy caliente. Es desquiciante, pero
también excitante.
—Si me interesaran las chicas, te lo haría —le digo honestamente.
Se inclina hacia adelante intrigando.
—Psst, te contaré un secreto, Fred. —Mira tímidamente de lado a
lado—. En realidad, tengo un pene. No le digas a nadie, estropearía mi
reputación. Pero siéntete libre de hacérmelo cuando quieras.
—Bueno saberlo —contesto rápidamente, mientras recojo mi
mojito medio terminado para bajarlo de golpe.
—Tiempo —continúa Nicholas, notando que son diez para las diez.
Tiene un par de minutos antes de salir al escenario, y comienza a
calentar con su voz, preparándose para cantar algunas canciones para
el público del club. Me maravillo cuando puede alcanzar notas bajas
muy profundas, así como las altas.
Unos minutos después el gerente del club, Phil, asoma su cabeza
por la puerta.
—¿Lista para salir, Srta. Blue? —pregunta con una sonrisa.
—Lista como nunca lo estaré, Philip —contesta Nicholas, mientras
se levanta de su asiento. Toma mi mano y me lleva hacia la parte de
atrás del escenario.
—¿Te quedarás y mirarás todo el acto? —me pregunta, mientras
nos acercamos a los fiesteros más allá de las cortinas rojas de terciopelo.
El lugar parece más ruidoso de lo que había estado anoche.
—Claro que sí. Incluso cantaré —le digo agitadamente.
Mantiene su firme agarre en mi mano mientras caminamos detrás
de las cortinas. Puedo oír a Phil al frente, contando chistes al público
antes de anunciar el acto. Cuando miro a Nicholas su cuerpo parece
estar vibrando con nervios y anticipación. Pasa su pulgar de un lado a
otro sobre mi muñeca distraídamente. El movimiento me hace sentir
caliente por dentro.
Cuando Phil declara:
—Señoras y señores, les presento a la señorita Vivica Blue. —
Nicholas deja ir mi mano, besándome rápidamente en la mejilla y sale
corriendo al escenario mientras The Wilting Willows toca la primera parte
de “Cell Block Tango” de Chicago. Sobre todo, es Sean haciendo un
gran trabajo creando los ritmos de la introducción en su batería.
Nicholas comienza a pronunciar las letras, y estoy ansiosa por ver cómo
se enfrentará a un número tan grande. He visto la película y recuerdo
que había por lo menos cinco o seis mujeres cantando esta canción
todas al mismo tiempo.
Algunos miembros del público cantan las letras junto con él. Hay
muchas pequeñas historias dentro de esta canción, cada mujer expone
su relato de por qué mató a su novio o marido. Miro detrás de las
cortinas, completamente fascinada mientras Nicholas da largos pasos
de un lado al otro del escenario, recitando cada historia, personificando
una persona ligeramente diferente con cada nuevo personaje. Su
atuendo realmente va bien con la canción, a pesar del hecho que
había dicho que no era importante que lo hiciera.
Parece más hipnotizador que anoche, quizás porque tengo una
mejor vista desde mi lugar entre bastidores. Los latidos de mi corazón
van más rápido y me encuentro perdida en él, en ella, en la persona
que asume. ¿Me atrae el hombre detrás del disfraz? ¿O quiero al
hombre en el disfraz? Es duro decirlo. Creo que me gusta el paquete
completo. Nicholas a veces puede ser tan masculino, pero también
muestra algunos rasgos femeninos. Por ejemplo, puedo hablarle y
bromear como si fuera una de mis amigas, y aun así cuando sus
ardientes ojos me encuentran mi garganta se pone seca y mi estómago
se aprieta.
Antes de darme cuenta está casi acabando su espectáculo y se
encuentra listo para cantar la última canción. Salta sobre la banda y
empieza a darles instrucciones, quizás sobre el número que quiere
cantar. Todos asienten, aferrados a sus instrumentos. Sean le tira una
pandereta que toma diestramente entre sus dedos.
Lleva el micrófono a su boca para dirigirse al público.
—Me gustaría dedicar esta última canción a una nueva amiga
que hice recientemente. —Hace una pausa. ¿Una nueva amiga? ¿Se
refiere a mí? Mis palmas se ponen un poco sudorosas ante la idea. Mira
fijamente a la muchedumbre más allá del escenario, con esa malvada
y sexi sonrisa que lo caracteriza—. Esta se llama “Be Italian” del musical
Nine.
No tengo ni idea de si habla sobre mí o no, pero mientras la
canción comienza, empiezo a dudarlo. No me ha mirado ni una vez.
Continúa mirando fijamente un punto en la muchedumbre.
Me pongo a mirar alrededor de la cortina, con demasiada
curiosidad por saber qué o a quién mira. Es entonces cuando me doy
cuenta que ahora realmente conozco el significado del dicho la
curiosidad mató al gato, porque cuando miro hacia afuera veo un par
de labios grandes y seductores y un oscuro cabello largo y sedoso. La
decepción me llena el estómago. Si soy un gato ahora mismo, soy más
o menos un animal muerto en el camino. Dorotea, la mujer italiana del
parque, se encuentra sentada al frente del público en una mesa con
otras dos mujeres. Sus ojos son feroces, comiéndose a Nicholas de la
cabeza a los pies.
¿Qué hace aquí? Debió invitarla mientras me encontraba
ocupada jugando con Ollo. Parece que no soy la única mujer a la que
le gusta que Nicholas sea un drag queen. En todo caso, parece que
está haciendo que Dorotea se sienta todavía más atraída por él, al
cantar la canción con un falso acento italiano.
Nunca pensé ser del tipo de chica que podría consumirse por los
celos, pero ahora mismo me siento exactamente así. Claro, no iba a
cantar una canción solo para mí. Dorotea es extremadamente sexi.
Probablemente es una conclusión previsible que ambos terminarán
juntos en la cama, posiblemente más tarde esta noche.
Trato de retraer mi abatimiento, mientras me regaño por haberme
dejado llevar por las atenciones de Nicholas en primer lugar. Él mismo se
llamó un mujeriego. Probablemente se lo propone a todas las chicas
decentes que se cruzan en su camino.
La canción que canta ahora mismo, “Be Italian”, es un número
muy gitano y descarado. Usa la pandereta mientras baila, sacudiéndola
en sus caderas, hombros y muslos. La boca de Dorotea se encuentra
hecha agua. Supongo que es verdad eso de que los artistas quieren
que todos se enamoren de ellos, sobre todo cuando están en el
escenario.
Quizás estoy leyendo demasiado en esto. Quizás intenta ser
juguetón y amistoso cantándole una canción. Dios, probablemente
debería matar cualquier idea romántica que he estado albergando
sobre este hombre. Solo me verá comprando un billete de ida al
manicomio.
Nicholas termina su set con una reverencia aplastante mientras el
público lo alienta. Sale del escenario, sus ojos azules chispean con
excitación cuando me toma por la mano y me lleva de vuelta a su
camerino.
—Eso fue incluso mejor de lo que esperaba —respira mientras cae
en una silla—. Agarra las toallas desmaquillantes de mi bolsa, ¿por favor,
Freda?
Me doblo y saco el paquete antes de tomar el asiento a su lado.
Ya está sacando su peluca y la gorra que mantiene todo su cabello
natural en su lugar. Se vuelve a mí y saco sus pestañas falsas, antes de
aventurarme a limpiar el maquillaje de su piel. Lo hago muy suavemente
mientras cierra sus ojos para darme acceso total para quitar el rímel y la
sombra de ojos que usa.
Realmente es muy hermoso. Viendo sus rasgos de cerca, me doy
cuenta de la perfecta estructura ósea que tiene. Me hace preguntarme
lo que podría haber sido mientras crecía. Quizá no haya pasado un
buen momento por eso. A veces los chicos bonitos son encontrados
como un blanco de intimidaciones. Principalmente porque los que están
celosos de su belleza.
—¿Qué edad tenías cuándo empezaste a hacer todo esto? —le
pregunto curiosamente, ávida por saber cómo ocurrió todo. Quiero
decir, ¿se levantó una mañana sabiendo que quería ser un cantante
drag queen? ¿O pasó gradualmente?
Abre sus ojos y su expresión es seria, pero no reservada.
—Estaba en la adolescencia cuando empecé a realizarlo
propiamente, pero comencé experimentando con viejos vestidos de
mujeres y maquillaje cuando era muy joven, ocho o nueve años.
Pienso momentáneamente sobre cómo debió haber sido un niño
interesante. Entonces recuerdo cómo su madre murió cuando solo era
un pequeño.
—Si tu madre estuviera viva probablemente habría encontrado
toda esta cosa fascinante —digo suavemente.
Parece ponerse incómodo entonces y no contesta, por lo que
cambio el tema.
—Así que, Dorotea, ¿eh? —Plasmo mi mejor sonrisa así no capta el
hecho de que su presencia aquí esta noche me ha dado una
verdadera dosis de desilusión. Había estado viviendo en un mundo de
fantasía pensando que era la única mujer en Dublín que estaba en la
cabeza de Nicholas.
Me sonríe de vuelta.
—La invité cuando hablamos en el parque. Realmente es algo,
¿no?
—Tiene los pechos más alegres que he visto alguna vez para una
mujer de más de treinta —contesto.
Nicholas agarra mi muñeca para detener el movimiento de mi
mano mientras limpio los últimos rastros de su maquillaje.
—¿Esa es una nota de celos la que escucho? —Su rostro
prácticamente brilla. Quiero abofetearlo.
—Claro que no. Simplemente estaba haciendo un comentario
sobre su vitalidad. Además, pienso que los dos harían una pareja muy
interesante. Parecerás uno de esos jóvenes acompañantes de una vieja
adinerada.
—Oh mi Dios, estás celosa. Esto es simplemente brillante —dice, se
encuentra tan cerca que las puntas de nuestras narices casi se tocan.
—Yo. No. Estoy. Celosa. ¿Y por qué sería brillante si lo estuviera?
—Porque significaría que intentas esconder el hecho de que estás
atraída por mí.
—Realmente necesitas que todos estén enamorados de ti. —
Cambio el tema.
—¿Repítelo?
Me encojo de hombros.
—Cuando estaba mirándote en el escenario se me ocurrió una
teoría sobre los artistas y cómo necesitan que todos se enamoren de
ellos, incluso si es solo durante el espectáculo.
Su mueca se pone especulativa.
—Cuán filosófico de tu parte, Fred. —Un silencio llena el cuarto
mientras me estudia—. ¿Te molestaría si te dijera que planeó
aprovecharme de la atracción de Dorotea por mí esta noche? —
pregunta.
—Nop —contesto, intentando sonar casual.
Estrecha su mirada.
—¿Segura sobre eso? Porque solo tienes que decir la palabra. Tú,
después de todo, eres mi primera opción para una follada.
—Jesucristo —susurro, mientras agito mi cabeza con los ojos
abiertos de par en par—. No te andas con rodeos, Viv.
—Lo tomo como que no vas a decir la palabra entonces —suspira
tristemente.
La puerta del camerino se abre y Phil entra, seguido por Dorotea y
sus dos amigas. Sabía que no era el tipo de mujer de salir sin conseguir
su parte. Nicholas la consiguió cantando una canción sexi y
dedicándosela.
—Tengo algunas damas que se morían por venir aquí y verte —
anuncia Phil.
Nicholas todavía lleva el vestido y tacones, pero su rostro ahora
está libre de maquillaje y su cabello negro se encuentra desarreglado.
Me muevo para limpiar las piezas desperdigadas por el tocador,
mientras Nicholas se levanta para saludar a sus invitadas.
—Dorotea, me alegra que pudieras venir —dice mientras se
acerca. Ambos se besan ambas mejillas. Muy elegante. Intento ignorar
la finura a medida que Dorotea babea sobre Nicholas y lo presenta a
sus amigas.
Al verla por segunda vez, recalculo su edad imaginada en mi
cabeza, poniéndola en unos decrépitos cuarenta y cinco en lugar de
unos bien conservados treinta y ocho. Aunque no es verdad, todavía
me hace sentir un poco mejor.
Ella lleva un apretado vestido color crema con tacones altos a
juego. También tiene unas uñas muy largas, las que se ven como si
pudieran sacarte un ojo. Muy imprácticas, mis altivos e inseguros
comentarios subconscientes. ¿A quién estoy tratando de engañar? Se
ve increíble, y me siento tan monótona en comparación.
Parece un poco irónico auto infligirme esta fuente de miseria. Si no
me hubiese fijado tanto en el hecho de que tiene un hurón en el parque
entonces ella y Nicholas nunca se hubiesen conocido.
—Voy ir conseguir una bebida —digo, mientras aparto Nicholas a
un lado—. ¿Quieres una?
Dorotea escucha lo que he dicho y declara en un perfecto inglés:
—¡Maravillosa idea! Consigue una botella de champán, puedes
ponerla en mi cuenta.
—Champán, ¿eh? —contesto, deteniendo desesperadamente el
impulso de hacer un comentario sobre los precios exorbitantes que
cobran por un corte de cabello en Peter Marks, y cómo realmente debe
estar llenando sus bolsillos.
—Sí, rápido, rápido —dice y aplaude, como si yo fuese algún tipo
de sirviente. Sus amigas se ríen tontamente, puedo decir que ya han
tomado demasiado.
Miro a Nicholas quien parece a punto de reírse a carcajadas
cuando ve la expresión de mi rostro.
Ya no estoy impresionada por ella y su hurón, pienso.
6
Paseo de la vergüenza
Traducido por Lovestory & lili-ana
Corregido por Maga

D
ejo el vestidor y me dirijo hacia la barra, donde pido una
botella de champán a cuenta de Dorotea, así como tres
tragos de ron para mí. Me quedo allí y consumo todo, sin
importarme mucho la quemadura ya que estoy demasiado contenta
por haberle dado una oportunidad a Dorotea y sus jodidas manos
aplaudidoras.
El barman me da la botella de champán en un lujoso cubo de
hielo, así como cuatro copas. Lo llevo todo de vuelta a los vestuarios,
donde encuentro a Nicholas todavía en su traje de drag, rodeado por
sus tres admiradoras. Phil desapareció en algún lugar.
—Bueno, aquí tienen damas y caballero —anuncio—, champán
para mi verdadero amigo, verdadero dolor para mis falsos amigos —
citando la canción de Fall Out Boy ya que me siento particularmente
“emo” en este momento.
—Ah, gran película —dice Nicholas con una sonrisa, pensando
que me refiero a la película 25 horas. Le doy mi mejor temperamento
adolescente eres tan viejo que ni siquiera sabes de lo que estoy
hablando de ojos en blanco, a pesar que es solo tres años mayor que
yo.
—Abre el champán, Doro —grita una de las amigas sin nombre de
Dorotea. Me imagino que también es una estilista, porque tiene uno de
esos cortos peinados puntiagudos por delante y largo por detrás que los
de la profesión parecen pensar que se ve bien.
—Me voy a casa —le digo a Nicholas—. ¿Quieres que deje tus
cosas en tu apartamento? —Echo un vistazo a las mujeres—. De esa
manera serán libres para disfrutar su noche.
Me mira seriamente durante un largo rato, y empiezo a
preguntarme si planea contestarme. Parece que hay un millón de
pensamientos pasando por su cabeza.
—No, puedo manejarlo —dice finalmente—. ¿Por qué te vas?
Pensé que ibas a quedarte a tomar algo.
Mi cabeza ya gira un poco por los tragos furtivos que tuve en el
bar.
—Cambié de opinión. Te veo el próximo jueves, ¿de acuerdo? No
tienes más espectáculos hasta entonces, ¿verdad?
—Eso es correcto. —Saca su bolsa y la revuelve buscando su
cartera, saca un billete de veinte y me lo entrega—. Asegúrate de
conseguir un taxi a casa —dice con cariño, los dedos rozándose
distraídamente contra los míos mientras lo tomo.
Trato de no sentirme feliz por el hecho que quiere asegurarse que
llegue a casa a salvo en un taxi. En silencio, meto el dinero en mi bolsa y
asiento a Dorotea y compañía.
—Señoras —digo antes de agarrar mi abrigo y dirigirme hacia la
puerta.
El viaje en taxi es corto, pero me las arreglo para encajar en una
buena fiesta de quejas con el conductor; ambos quejándonos de
nuestro horrible gobierno y los banqueros bastardos que nos jodieron
durante los años de auge. Los taxistas de Dublín aman una buena
perorata, pero lo que más les gusta es una persona que despotrique
con ellos.
—Ah, ni siquiera me dejes empezar con esos hijos de puta del
sector bancario. Piensan que son jodidamente intocables. Y se salen
con la suya en eso también, ¿sabes por qué? —pregunta mi taxista
calvo con un ligero sobrepeso.
—¿Por qué? —pregunto, incitándolo.
—Debido a que todos sus jodidos mejores amigos están en el
poder. El Toaiseach y todos eso ministros no van a procesar a sus amigos
ahora, ¿verdad? La política en este país, es un montón de mierda
incestuosa. Hijos de puta —escupe. El Toaiseach es la versión irlandesa
de un primer ministro.
—Hijos de puta —concuerdo, justo cuando se detiene afuera de
mi edificio.
Pago la tarifa y salgo. Cuando llego al interior del apartamento
me hago una gran taza de chocolate caliente, antes de meterme
directamente a la cama, esperando que la bebida caliente me de
sueño. No funciona. Mi cerebro no deja de pensar en Nicholas y lo que
podría estar haciendo con Dorotea en este momento. Es una pena que
Nora todavía este en el trabajo, porque podría haber entrado en su
habitación y atosigarla con mi historia de decepción y celos.
Decidiendo que el sueño no va a suceder para mí en este
momento, me dirijo a la cocina y saco los ingredientes para un pastel
Victoria. Voy a cenar a la casa de mi padre todos los domingos, así que
calculo que quedaré bien con ellos si llevo el postre conmigo mañana.
Hornear tiende a funcionar bien para mantener mi mente alejada de la
vida y las cosas que me estresan.
Estoy agitando la mezcla de pastel en un tazón y escuchando
“California über Alles” de los Dead Kennedys en mis auriculares cuando
Nora se presenta en la puerta, con aspecto cansado después de su
turno de trabajo. Saca un taburete del mostrador de la cocina y se
sienta, metiendo su dedo en la mezcla del pastel antes de llevarlo a su
boca. Nunca he tenido un gusto por la mezcla de pastel crudo, pero
siempre ha sido la favorita de Nora.
—Se puede contraer salmonela por eso —le digo, quitándome los
auriculares y asintiendo al dedo que ha llevado a su boca.
—No, no puedes —replica, entrando para otra inmersión. Alejo su
mano.
Se sienta y me mira.
—Así que estás horneando durante la noche. Solo haces eso
cuando estás deprimida por algo. ¿Qué es?
Suspiro y sigo preparando mis ingredientes en silencio.
—Vamos, Fred, estoy lista para irme a la cama. Esta es tu última
oportunidad para decirme lo que te molesta, debido a que en los
próximos cinco minutos voy a estar muerta para el mundo.
—Nicholas me confunde —lo confieso.
Nora levanta una ceja.
—¿De qué forma? No me digas que quieres echarle un polvo
mientras lleva un vestido o algo así.
Sacudo la cabeza y rio.
—No, por supuesto que no. Bueno, no realmente —admito con
timidez—. Es solo que siempre es tan directo conmigo. Me halaga y eso
me convierte en un montón de papilla. No quiero imaginarlo si no quiere
decir lo que dice. Me da la impresión de que coquetea con todo el
mundo, pero soy demasiado insegura para manejarlo. Ya sabes lo que
se siente cuando un hombre dice que te desea, quieres que nunca le
haya gustado ninguna chica tanto como tú.
—Y aquí estaba yo pensando que no estabas interesada en él —
responde Nora con una sonrisa maliciosa.
—Oh, vete a la mierda, por supuesto que me gusta. Tienes que
estar ciega para no encontrarlo atractivo.
—Lo sé, es muy guapo, ¿verdad? —dice, olvidando por un
momento sus quejas acerca de él ganándose la vida vistiéndose como
drag queen.
—Uf, no ayudas, Nora. Solo vete a la cama.
—Bien —responde, agarrando su bolso y caminando hasta su
habitación.
Termino con el pastel y ajusto el temporizador para que el horno
se apague una vez que esté cocido. Le pondré la mermelada y crema
por la mañana. Después de todo el horneado, mi cerebro se encuentra
demasiado agotado para pensar en Nicholas, y finalmente consigo
dormir un poco.

Cuando visito a mamá y papá los domingos tiendo a amontonar


mi cabello en un moño desordenado y visto las prendas más cómodas
que puedo encontrar. Hoy en día eso consiste en pantalones negros,
botas y una camiseta vieja y holgada de Green Day. Siempre pasamos
el día comiendo, charlando y viendo programas de televisión, así que
no tiene mucho sentido arreglarse.
Lamento mucho eso cuando salgo de mi departamento, llevando
un recipiente de plástico con el pastel Victoria dentro, porque me
encuentro justo con Nicholas de pie en la puerta de su casa. No se
encuentra solo tampoco. Se despide de Dorotea, quien claramente
pasó la noche y luce un poco desgastada. Los ojos de Nicholas recorren
mi cuerpo. El hijo de puta, no debería mirarme así si acaba de pasar la
noche follando a otra mujer.
No quiero que ninguno de ellos sepa que esta reunión sorpresa
hundió un pesado ladrillo en la boca de mi estómago, así que como
siempre, hago una gran broma estúpida de ello.
—Vaya, vaya, ¿estoy siendo testigo de la caminata de la
vergüenza en este momento? —declaro en voz alta, con una falsa
sonrisa de felicidad en mi rostro—. Este es un barrio elegante para que lo
sepas, estás bajando la clase.
Dorotea se vuelve a mirarme.
—Oh, mi Dios, me diste un buen susto, tan ruidosa —se queja,
tapándose los oídos con sus manos. No se ve tan genial sin su
maquillaje, y hay trozos de rímel de anoche pegados en las esquinas de
sus ojos.
Nicholas tiene un brazo apoyado en la pared junto a la puerta.
Usa pantalones, pero nada arriba y su cabello es un desastre atractivo.
Lo odio por lucir tan bien con tan poco esfuerzo.
Los paso a ambos, antes de gritarle a Dorotea en el oído:
—Lo siento, mi culpa. —Me da una satisfacción enferma cuando
la veo encogerse.
Nicholas apenas contiene su diversión. Me vuelvo para mirarlo.
—Considero que el champán fue un éxito.
Sonríe y asiente a Dorotea.
—No es lo único que bajó ayer por la noche.
—Tú, pequeño diablo descarado —lo regaña Dorotea con
descarada indignación—. Nunca devolviste el favor; me lo cobraré más
tarde.
Resisto la tentación de hacer un ruido de náuseas.
Los ojos de Nicholas se dirigen a mí cuando le responde a
Dorotea:
—Mis disculpas, pero solo visito el jardín femenino en
circunstancias muy especiales. —La forma en que me mira me hace
pensar que está visualizando mi jardín femenino. Un escalofrío recorre mi
espina dorsal.
Ella frunce los labios y cruza los brazos sobre el pecho.
—Eso no es muy justo.
—Lo siento, esas son las reglas —canta Nicholas—. ¿A dónde vas,
Fred?
Le muestro el pastel que estoy sosteniendo, dándome cuenta que
refuerza la mentira que le dije ayer sobre hornear un pastel para una
cena ficticia.
—A visitar a mis padres para el almuerzo del domingo —le
contesto.
—Suertuda, podría matar por un buen asado. Es la mejor cura
para la resaca.
—Por desgracia, no estás invitado —digo—. Hasta luego,
cocodrilo. —Y con eso camino por el pasillo, sintiéndome bastante
triunfal conmigo misma.
Me subo en un autobús hacia Coolock, que es donde mis padres
viven en la casa en la que crecí. Coolock se encuentra en el lado norte
de Dublín, y es un lugar bastante sombrío en algunos aspectos. La zona
se compone principalmente de viviendas y fábricas.
Les voy a dar una pequeña lección sobre el sistema de clases de
Dublín. En general, las clases trabajadoras viven en las zonas del lado
norte, mientras que las clases medias y altas viven en el lado sur. Por
supuesto, hay un puñado de sitios elegantes en el lado norte, como
Malahide, Howth y Skerries, pero mayormente es de clase trabajadora.
Nora creció en Malahide. Nos conocimos en una escuela de tenis de
verano y hemos sido amigas desde entonces, a pesar de nuestros
orígenes muy diferentes.
Coolock es conocido principalmente por ser el hogar de la sede
de Cadbury en Irlanda, así como la fábrica de papas fritas Tayto. El olor
del aceite y papas fritas siempre me ha hecho sentir enferma y me
recuerda a casa a la vez. Así que, básicamente producimos chocolate
y papas fritas. Quizás podrías culparnos por el creciente problema de la
obesidad. Al crecer aquí, aprendes a defenderte bastante rápido. Si
fueras una víctima, los otros niños te harían pedazos.
Esa es probablemente la razón por la que he desarrollado una
lengua tan afilada en los últimos años. Tenía que ser capaz de poner a
las personas en su lugar para que no se metieran conmigo. Nunca
encaje realmente en cualquier lugar como adolescente. Tendía a
revolotear de un grupo a otro y con frecuencia acaba pasando el rato
con mi pequeño viejo solitario. A veces sentía como si mi madre fuera mi
mejor amiga. Siéntanse libre de derramar una lágrima por lo patética
que fui. En cierto modo, fue una buena cosa, si hubiera sido popular
probablemente habría terminado embarazada a los quince años y
viviendo en una vivienda social por el resto de mis días. Eso o
drogadicta. Muchos niños crecen demasiado rápido aquí.
Toco a la puerta principal de la casa de mis padres, mientras su
gato color jengibre, Leonard, me frota las piernas y ronronea en voz
alta. No sé por qué lo llamaron Leonard. Es un nombre raro para un
gato. Demasiado humano. Tal vez estaban haciendo una referencia
subversiva a Leo como león, ya que un león es básicamente un gato
gigante.
Mi mamá atiende como de costumbre; su cabello gris se
encuentra bien peinado, así que supongo que hizo una visita a la
peluquería ayer. Cada quince días va a conseguir que le corten y
sequen el cabello. Me sorprende que le quede algún cabello, va tan a
menudo.
—Freda vamos entra, ah, horneaste un pastel, ¿verdad?
Ella mira el recipiente de plástico con gusto. Mi madre es una
adicta a los productos de panadería.
—Lo hice —contesto, entregándole el pastel. La casa huele
deliciosamente a cordero asado. Entro a la sala donde mi papá se
encuentra sentado en su silla favorita mirando un partido de fútbol. Mi
papá está loco por dos cosas; el fútbol y el golf, así que si están
mostrando alguno de ellos en la tele no te entrometas con el mando a
distancia.
Apoya al Manchester United y actualmente viste con orgullo su
camiseta roja. Algunas veces me gusta señalar la ironía de él estando
enamorado de un equipo inglés y también tener una inclinación por
despotricar sobre los problemas en el norte y como los británicos
robaron un tercio de nuestro territorio. Simplemente me frunce el ceño y
me dice que cierre la boca cada vez que lo hago.
Es una contradicción frecuente en Irlanda. Los chicos que fueron
a la escuela conmigo podían vestir sus camisetas del Liverpool un día, y
al día siguiente estar graffiteando las palabras “Fuera británicos” en el
poste de luz o pared más cercana.
Coloco una mano en el hombro de papá y le doy un rápido beso
en la mejilla a modo de saludo y luego lo dejo enfocarse de nuevo en el
juego. Nos sentamos en silencio por algunos minutos, mientras los
presentadores describen con fervor lo que pasa en el campo.
—Tu madre tuvo una caída el miércoles pasado —comenta papá
de la nada. Así es como normalmente se desarrollan las conversaciones
con él; silencio intercalado con noticias extrañas.
—Nunca lo mencionó —digo—. ¿Está bien?
Deja escapar el aire y se mueve en su silla.
—Ah, se lastimó su tobillo. No me dejó llevarla al médico. Dijo que
estaba bien.
Mi papá no dice mucho, pero cuando lo hace sabes que es
importante. Me dice esto porque claramente se encuentra preocupado
por mamá, lo que significa que quiere que la haga entrar en razón. De
todos mis hermanos, soy la única que los visita a menudo. Mi hermano y
mis tres hermanas tienen sus propias familias para cuidar, así que en
realidad no tienen mucho tiempo para venir a ver a nuestros padres.
—Creo que cojeaba un poco cuando abrió la puerta —
contesto—. Trataré que me deje echarle un vistazo a su tobillo antes de
la cena.
Papá asiente, satisfecho, y regresa su atención al fútbol. Debido a
que mi madre me tuvo tan tarde, siempre he sido muy consciente de la
mortalidad de mis padres. Incluso cuando niña tenía estas pesadillas
sobre uno de ellos enfermando o muriendo.
Ahora que soy mayor sé que sus muertes son inevitables, pero aun
así no es agradable pensar en ellos no estando más aquí. Cuando uno
consigue enfermarse incluso un poco me hace darme cuán cercanos
están del final de sus vidas. Pero siempre trato de tranquilizarme con el
hecho de que muchas personas viven hasta los noventas en estos días,
lo que significa que mis padres podrían tener unos veinte años por
delante.
Mamá se encuentra en la cocina, así que voy a ver cómo está. Se
encuentra de pie junto a la cocina, removiendo un poco de salsa en
una olla.
—Papá dice que tuviste una caída —le digo casualmente.
Chasquea la lengua y sacude la cabeza.
—No fue nada. Estoy bien.
—Si está bien entonces no te importaría que le dé una mirada.
Su cuerpo se pone rígido.
—Déjalo, Freda.
La tomo de la mano y la llevo hacia una silla, antes de sentarla.
—Deja de ser terca, mamá. —Se inclina hacia atrás en derrota
mientras levanto la pierna del pantalón y bajo su calcetín. No puedo
contener mi jadeo cuando veo el gran hematoma morado y amarillo
en su tobillo—. Esto no es nada, ¿verdad? ¿Por qué pretendiste estar
bien?
Se pone un poco nerviosa.
—Oh, no quería hacer un escándalo. —Desvía la atención ahora,
puedo decirlo.
—Escúpelo, mamá.
Retuerce sus manos y lanza sus ojos al cielo, una expresión que me
dice que cree que estoy exagerando.
—Bueno, es simplemente que el Dr. Richards se retiró hace uno
meses y tienen a este nuevo doctor trabajando en la clínica y es un
poco difícil.
—¿Qué quieres decir por difícil? —pregunto, mi temperamento
destellando ante la idea de algún doctor siendo malo con mi madre.
Le preocupa el dobladillo de su chaqueta de punto color
melocotón por un minuto.
—Nada demasiado malo, simplemente es muy frívolo cuando le
dices sobre tus dolencias y las descarta como si fueras hipocondríaco.
—Bastardo —digo, imaginando a un médico que piensa que está
por encima de los problemas de salud de mujeres mayores como mi
madre.
—El lenguaje, Freda —regaña mamá a medias.
—Escucha, te voy a llevar a verlo mañana, y si te dice cualquier
estupidez, me tendrá que enfrentar.
—No tienes que salir de tu camino. Debería haber ido a la clínica
después de caerme. Le diré a papá que me lleve mañana.
—Mamá, te llevaré. Vendré a primera hora en la mañana. Ahora
ve y toma asiento en la sala. Serviré la cena.
Coloca su mano en mi brazo, me dice que soy una gran chica, y
sale de la cocina.
Después de una cena tranquila y un par de horas de charla con
mamá sobre esto y aquello, les digo adiós y camino hasta la parada de
autobús. Algunos adolescentes en chándales ridículos me siguen por un
minuto, y sé que consideran si deben saltar o no por mi bolso. Me giro y
los enfrento, caminando hacia atrás.
Mis ojos en el que parece ser el cabecilla.
—Simplemente inténtalo, pequeña mierda —les grito.
Sorprendidos al ser confrontados, se esconden y escapan.
Encontrarás que la mayoría de los bribones que atracan personas son
cobardes, por lo que simplemente tienen que estar sobre ellos y van a
escabullirse. Hay que tener cuidado con los desesperados, porque no
tienen nada que perder y recurrirán a los extremos.
Son alrededor de las seis y media cuando regreso al
apartamento, y puedo escuchar risas viniendo del interior mientras
encajo la llave en la puerta. Abriéndola encuentro a Nora, Harry, Sean y
Nicholas sentados en la sala con una enorme caja de pizza extendida
en la mesa de café.
—Bueno, bueno, bueno, míralos a todos pasando el rato —
remarco, un poco molesta porque no me informaron de esta pequeña
reunión—. Qué piensan que es esto, ¿el set de Friends?
—Harry y Sean decidieron venir y sorprendernos con una pizza —
explica Nora—. Dado que saliste decidieron llamar a la puerta de al
lado y preguntarle a Nicholas si quería unirse a nosotros en tu lugar.
—Viv, vaca —digo, mirando hacia Nicholas quien está
actualmente sentado en mi lugar favorito en el sofá—. ¿Quieres tener mi
tumba tan rápido?
Sonríe ampliamente, acariciando su estómago.
—Lo siento, Fred, pero la pizza estaba deliciosa. No podía
resistirme. Estoy seguro que puedo encontrar la forma de pagártelo. —
Sus palabras goteando intención sexual.
—Se cuidadoso, Viv, o terminaras en banca rota. Ya debes a
Dorotea una visita al jardín femenino.
En esto Nora casi se ahoga con el vaso de jugo que ha estado
bebiendo. Harry y Sean ponen los ojos en Nicholas con interés casi
idéntico.
—¿Quién es Dorotea? —pregunta Sean—. Y que es todo eso
acerca del jardín femenino.
Nicholas hace un movimiento de comprimir sus labios.
—Un caballero nunca besa y cuenta.
—Es una cosa buena que no seas un caballero entonces —digo,
sentándome en el espacio junto a él, que es el único lugar libre—. Y
estoy segura que hiciste mucho más que besar, zorra. —Miro a los
otros—. Dorotea es una atrevida estilista italiana, que Nicholas y yo
conocimos en el parque ayer. Apareció en el club anoche y Nicholas se
encargó de mostrarle una noche memorable.
Le doy un guiño descarado, todo a pesar que mi estómago gira
por el tema de conversación. A veces me transporto yo misma a la
miseria. Soy, después de todo, la que trajo a Dorotea hace un
momento.
—Los atrapé a los dos despidiéndose esta mañana. Nicholas
mencionó que Dorotea le hizo una mamada y parecía menos que
impresionada de que no le devolviera el favor.
Cuando mis ojos se fijan en los de Nora, me mira con simpatía, ya
que es la única que sabe cuánto daño me hace tropezarme con
Nicholas y Dorotea después de una aventura de una noche.
Especialmente después de mi breve confesión de anoche. De acuerdo,
sé que soy una tonta al ser lastimada por ello ya que apenas lo
conozco, pero Nicholas es uno de esos hombres que pueden hacerte
caer de cabeza con una simple sonrisa sincera.
—Oh, esto es jugoso —dice Harry—. Vamos, Nicholas, danos más
detalles.
Nicholas me dispara una expresión que es medio divertida, medio
apagada. Con aire ausente arrastra un dedo por mi brazo desnudo,
deteniéndose justo antes de mi muñeca.
—Era muy… ¿cómo lo digo? Entusiasta. A pesar que podría
haberlo hecho sin los ruidos. Era una llorona en el verdadero sentido de
la palabra. Estuve sorprendido de que no la escucharán a través de las
paredes. No podía callarla.
Se inclina hacia adelante. Harry, Sean y Nora se inclinan
instintivamente hacia él en previsión de lo que pueda decir a
continuación.
—Y conseguí esto, no tenía absolutamente ningún vello debajo.
No me quejo, pero me desconcertó un poco cuando lo vi. La mayoría
de las mujeres tienen una pista de aterrizaje como mínimo. Era como
una estrella porno.
—Dios mío, creo que me traumatizaste de por vida —bromea
Harry—. Como gay tengo que admitir que soy muy aprensivo cuando se
trata de las mujeres y sus asuntos allá abajo.
—Eso es horrible, Harry —dice Nora—, es simplemente una vagina,
¿por qué te podría nervioso?
—Es lo desconocido —responde Harry—. Lo desconocido puede
asustar a una delicada flor como yo.
Me rio entre dientes.
—Delicado, mi trasero. Puedes chupar un pene, pero no puedes
aceptar la idea de una vagina sin vellos.
Nora sonríe feliz y cruza los brazos, encantada de que nos unamos
para defender nuestra feminidad.
—Ugh, por favor no me digas que tienes una también —dice
Harry, inclinándose hacia Sean como si fuera a desaparecer.
—¿Qué, una vagina? O ¿Una sin vello? —siembra Nora.
—Lo último —responde Harry, haciendo una divertida mueca de
descontento con su boca.
—Consigo un brasileño cada par de semanas —responde Nora
con audacia. Me sorprende que este siendo tan abierta; por otra parte,
la higiene personal es uno de sus mejores temas. Como mencioné antes,
Nora es tan estricta con eso. Si hay un juego de palabras allí, me
disculpo. Nunca la he acompañado en sus viajes al salón, porque la
idea de sentarme allí con mis piernas en jarras mientras un desconocido
trabaja en mí con cera caliente me hace temblar con agitación.
—¿Está mal que realmente esté disfrutando el giro que ha tomado
esta conversación? —pregunta Nicholas, inclinándose cerca de mi
oído—. Creo que vagina es una de mis palabras favoritas. —Nora y
Harry todavía discuten uno al lado del otro, así que no escuchan lo que
me susurra—. Apuesto que tienes una muy bonita, Freda, como una flor.
—Eres un pervertido —digo, alejándome nerviosamente—. Y si
piensa que las vaginas lucen como flores debes tener una muy singular
forma de verlas. ¿Qué haces, cierras un ojo y miras de reojo? —bromeo,
frotando mis brazos, esperando que no note la piel de gallina.
—Si te tuviera en mi cama, definitivamente no estaría cerrando
mis ojos —continua, desconcertándome.
Dejo escapar un suspiro tembloroso.
—Nicholas… tiene que parar. —Las palabras me fallan por una
vez, y eso casi nunca pasa. La tentación de ceder a su insinuación y
coqueteo es demasiado. No puedo permitirme ir allí, porque sé que una
noche es todo lo que va a querer de mí. Desafortunadamente, eso no
es algo que sea capaz de darle. Si me acostara con él, aunque fuera
una sola vez, probablemente terminaría siguiéndolo como un cachorro
psicópata enfermo de amor por el resto de mis días.
Ante el sonido de su nombre pasa sus dedos por mi muslo.
—Deberías llamarme Nicholas más a menudo, en cierta manera
me hace endurecer.
—Por favor, cállate ahora. —Agarro el borde del sofá. Nora, Harry
y Sean completamente ajenos a la tortura que actualmente estoy
experimentando.
—Cuando te pellizqué, anoche, ¿qué sentiste? —pregunta.
—Nada —respondo a través de la mandíbula apretada.
Sus dedos viajan hasta mi muslo, y bailan entre mis piernas por un
breve segundo cuando continúa:
—¿Sentiste nada aquí?
—En serio, Nicholas, retrocede o te golpearé.
Levanta sus manos en señal de rendición, pero no mueve sus
labios de mi oído.
—Una última cosa —susurra—. Cuando estuve dentro de Dorotea
anoche, cerré mis ojos y pretendí que eras tú.
Mis manos se mueven por voluntad propia, probablemente más
por sorpresa que otra cosa, y lo abofeteo duro en el rostro. La sala
queda en silencio, y todo el mundo me mira como si fuera una especie
de loca.
—Oh Dios, lo siento tanto. No quise hacerlo —vacilo, cuando
vuelve su rostro para revelar que está temblando de risa.
—Está bien, Fred, para una pequeña hermosa cosa tienes algo de
fuerza en ti. Auch. —Frota su mandíbula.
—¿Qué pasó? —pregunta Nora, mirando preocupada entre
nosotros dos.
—Creo que ofendí la naturaleza sensible de Fred —responde
Nicholas.
—No es nada —digo—, voy a mi habitación por un momento.
Me levanto y marcho directamente a mi habitación sin decir una
palabra más, en un esfuerzo por ocultar mis ardientes mejillas rojas.
7
Disculpas de Cupcakes y Tacones
Altos
Traducido por lili-ana & Liliana
Corregido por Maga

A
lrededor de media hora después escucho a las personas
salir, entonces la puerta del dormitorio se abre y Nora y
Harry entran. Nora se sienta en el borde de mi cama y Harry
se sienta al final.
—Nicholas y Sean se han ido a casa —dice Nora, rompiendo el
silencio—. ¿Quieres decirnos exactamente por qué abofeteaste a
Nicholas? Porque se quedó bastante callado una vez que te fuiste.
Giro sobre mi costado y resoplo.
—No quiero hablar de ello.
Harry tira de la punta de mi calcetín.
—Vamos, habla, Fred, no lo golpeaste sin razón.
Tiro de un rizo, alisándolo por un segundo antes de permitirle
recuperar su estado natural.
—Ugh, chicos, esto es tan embarazoso. —Me detengo, mirando a
cada uno a los ojos—. Me dijo, y cito, que anoche cuando estuvo
dentro de Dorotea cerró sus ojos y fingió que era yo.
Nora hace un rostro confuso.
—¿Dentro? —pregunta, lenta para entender, antes que sus ojos se
abran como platos en sorpresa y comprensión. Si no estuviera tan
deprimida me reiría de su reacción—. Guau, no me sorprende que le
hayas abofeteado —dice finalmente.
—Tal vez es uno de esos psicópatas sexis —dice Harry—. Sabes
cómo los vampiros de True Blood. Hablan todo explícito y luego beben
tu sangre y te dan el mejor sexo de tu vida —suelta un cacareo
malvado.
—No es un psicópata sexi, Harry. Solo quiere tener su camino
conmigo antes de dejarme arruinada.
Harry sonríe.
—No creo que te deje seca… —Su voz se desvanece.
Me arrastro hacia adelante para golpearlo en la cabeza.
—¡Oye! Pensé que se suponía eras muy sensible sobre las vaginas.
—Como sí lo fuera. —Pone los ojos en blanco—. Trataba de
parecer inocente frente a Sean.
—Eso es retorcido —digo—. Me gusta tu estilo. Así que dime, ¿cuál
es la historia entre ustedes dos?
—Tuvieron una noche borracha de pasión salvaje y ahora están
locamente enamorados —responde Nora sarcásticamente.
—Cierra la boca, Nora, solo porque eres una bruja vieja y
marchita —bromea Harry.
Nora no es feliz con esa declaración. Su expresión se ha helado.
Vuelve su atención hacia mí.
—En serio, Fred, creo que realmente le gustas a Nicholas. Estuvo
hablando sobre ti mientras comíamos pizza antes que llegaras a casa.
Mi curiosidad pica.
—Oh, de verdad, ¿qué dijo?
—Simplemente estaba haciendo preguntas sobre ti, que tipo de
música te gusta, película favorita, quién fue tu último novio, el tipo de
preguntas que lo muestran interesado en ti. También estaba efusivo
sobre el gran trabajo que hiciste anoche como su asistente, y que
piensa mantenerte.
—Probablemente solo estaba siendo curioso —le digo con
ligereza, tratando de ignorar las mariposas en mi estómago.
—Ugh, si quieres ser toda modesta entonces bien. He dicho lo que
pienso, así que tómalo o déjalo. —Nora quita algo de pelusa de su
regazo.
—Oh, te iba a preguntar —interviene Harry—, si estarías interesada
en venir a Electric Picnic a finales de agosto. Sean y yo estamos
organizando un viaje grupal.
—Tú y Sean realmente se están zambullendo de cabeza, ¿no es
así? —reflexiono irónicamente—. Organizando eventos y todo eso. ¿A
quién has invitado hasta ahora?
Electric Picnic es un festival de arte y música que se desarrolla en
Stradbally Hall en el condado de Laois a finales de verano. Fui una vez
hace unos dos años, bebí demasiado y terminé enferma la mitad del
tiempo. Me lo merecía. No me importaría darle otra oportunidad, sin
embargo; no he estado en un buen festival en años.
—Hasta ahora en la lista están tu servidor, Sean, Nora y mi
hermano, Colm. Oh y le pregunté a Nicholas si le gustaría venir antes y
dijo que estaba dentro. —La idea de Nicholas yendo pica mi interés.
—Sabes que tu hermano me irrita escalofriantemente, Harry —
digo.
El hermano mayor de Harry, Colm es su completo y total opuesto.
Es muy correcto y trabaja en algún trabajo de servicios financieros de
alta gama en el OFSC, que es el distrito financiero superior de Dublín,
habitado principalmente por cretinos elegantes que tienen una opinión
muy alta de sí mismos. Los padres de Harry siempre están comparándolo
con su hermano, desde que simplemente trabaja como un cajero de
banco y Colm está volando alto.
Harry deja salir una risa divertida.
—Solo te irrita porque siempre te invita a salir, y siempre lo
rechazas.
Oh, sí, ¿mencioné eso? El hermano de Harry también tiene algo
por mí. Probablemente ya le habría dado una oportunidad si no fuera
por el hecho de que me aburre hasta el cansancio. Una vez me habló
por media hora sobre una corbata nueva que compró para el trabajo
en alguna boutique de lujo para caballeros en la calle Dawson,
lamentándose si debería o no haber permitido que la chica de la tienda
lo convenciera de obtener un tono melocotón. Le preocupaba que sus
compañeros de trabajo lo molestaran. Oh sí, y me mira las tetas cada
vez que puede. No de una manera divertida y coqueta como Nicholas,
pero si en un estilo molesto, casi al borde del babeo.
—Supongo que podría tratar e ignorarlo mientras dure —suspiro—,
escuché que Crystal Castles estará tocando este año. Realmente quiero
verlos en vivo, solo asegúrate que la tienda de Colm este colocada lejos
de la mía.
—Así que, ¿vendrás entonces? —pregunta Harry emocionado.
—Sí, ¿Cuándo comprarás las entradas?
—Las cargaré a mi tarjeta de crédito la próxima semana. Eso dará
la oportunidad a todos de lanzar dinero en efectivo en mi camino.
La idea de gastar más de doscientos euros en entradas de fin de
semana me hace sentir un poco enferma, pero necesito algo que
esperar, ya que no tengo nada de vacaciones soleadas en el horizonte.
Supongo que puedo atreverme a separarme del dinero.
Nora se marcha para prepararse para el trabajo, mientras Harry se
queda en mi habitación y me maravilla con historia de sus noches de
pasión con Sean. Tengo dificultades para mantener mi risa cuando lo
describe como “un pequeño jinete con un látigo grande”. Sean
probablemente mide alrededor de un metro cincuenta y ocho, pero
tiene ese tipo de lindura a lo Frodo Baggins andando.
Me acuesto temprano y trato de empujar los pensamientos de
Nicholas y las cosas que me dijo más temprano en la noche fuera de mi
cabeza. No sirve de nada. Sus palabras hacen eco en mi mente,
haciéndome sentir ganas de levantarme y tomar una ducha fría.
En la mañana entrego mis cupcakes, antes de salir a buscar a
mamá y llevarla a ver a su médico de cabecera. El nuevo médico que
no le agrada resulta ser un hombre en sus treintas con acento D4 (D4 se
refiere a Dublín 4, que es una zona de clase media alta donde las
personas hablan con acentos pretenciosos, muy irritantes, y un montón
de “loikes” y “Oh my Gawds”) Saca algunas bromas de mierda, y puedo
decir inmediatamente que cree que es un jodido Scrubs o algo así. Su
cabello castaño fino es corto y estilizado en uno de esos aspirantes al
mohicano de David Beckham. Mi mamá lo mira como si fuera de otro
planeta, es cómico.
—Así que, ¿cuál parece ser su problema, señora Wilson? —
pregunta, mientras se desplaza por su archivo en la pantalla de la
computadora.
—Tuve una caída la semana pasada y me lastimé el tobillo —
responde mamá.
El doctor Knobhead gira en su silla giratoria.
—Bueno, será mejor que echemos un vistazo a eso —dice, antes
de proceder a empujar y golpear el hematoma de mamá. Determina
que nada ha sido roto y le prescribe algunos analgésicos y bálsamo
curativo para colocarlo cada mañana y noche.
Lo que me molesta a lo largo de todo el proceso es que cada vez
que mamá suelta un gemido de dolor mientras la está pinchando, me
mira y me da un divertido movimiento de cabeza, como si ella estuviera
exagerando. Realmente me molesta.
Me parece que muchos médicos se vuelven bastantes insensibles
al dolor de otras personas después de un tiempo. Años en el trabajo,
viendo personas enfermas día tras día, los convierte en autómatas si
emociones. Estoy segura que todavía hay algunos médicos que
verdaderamente se preocupan, pero todavía no me he encontrado
uno si los hay.
Su simpatía parece tan falsa. El doctor Knobhead claramente
entró en la profesión por el dinero y la capacidad de presumir de
dedicar su vida a una buena y noble causa. Por si no te habías dado
cuenta hasta ahora, me gusta despotricar de vez en cuando.
En el corto paseo de regreso a casa, mamá me cuenta del
escándalo reciente con mi hermana Eileen, quien está haciendo que su
esposo Jim duerma en la habitación extra. Salto a la conclusión de que
debió atraparlo en un romance, pero al parecer pasa por algún tipo de
crisis de identidad.
Llamó a mamá la otra noche en lágrimas, diciendo que había
malgastado la mitad de su vida cuidando a sus hijos y a su marido.
Quiere alejarse y hacer algo nuevo, tener una aventura. Eso me
molesta, que solo llame a nuestros padres cuando tiene algo de que
quejarse.
—Jesús, ¿quién se cree que es, Shirley Valentine? —le pregunto a
mamá en broma.
Mamá suprime una sonrisa y me golpea ligeramente el brazo.
—Detén eso, Freda, sabes que Eileen siempre ha sido del tipo
sensible.
—Temperamental quieres decir —respondo, pensando en cómo
fue una buena cosa que fuera una adolescente en el momento que
nací, de esa manera no tuve que vivir sus dramas. Aunque puedo
imaginarme como una niña dándole miradas desconcertadas cada vez
que tuviera uno.
Mamá tiene su brazo conectado con el mío, y caminamos
lentamente por su tobillo. Me quedo a almorzar en casa antes de tomar
el autobús de regreso a la ciudad.
Los siguientes días pasan en su rutina habitual. Lo extraño es que
no veo ni un cabello de Nicholas y cuando el jueves se acerca, estoy
preguntándome si la bofetada que le di le hizo pensar que soy una
verdadera loca que debería evitar. Ahora que el factor sorpresa de lo
que me dijo ha desparecido, siento un poco de culpa. Tal vez tiene el
mismo problema con censurarse a sí mismo que yo tengo, y por eso dijo
lo que dijo.
Cuando llego a casa de mi turno en la tienda de caridad tomo los
cupcakes extra que dejé a un lado esta mañana, glaseo la palabra “Lo
siento” en ellos, los coloco en un plato y voy a llamar a la puerta de al
lado. Llevar productos horneados como un regalo para las personas
tiende a suavizarlos, incluso si están supremamente molestos contigo.
Me he esforzado con mi apariencia de hoy, me he secado el
cabello y me he puesto crema para que los rizos sean más sedosos.
También estoy usando el traje que Nora dice se adapta mejor a mi
cuerpo; un chaleco blanco y una falda lápiz de cintura alta de color
azul marino. La falda está hecha de una tela elástica de buena calidad
por lo que se aferra a las partes que deseas, mientras que el color
oscuro oculta las áreas problemáticas. En otras palabras, las caderas se
enfatizan y el estómago se disfraza, proporcionando una forma de reloj
de arena. Si no fuera por Nora, no tendría idea de nada de esto.
Llamó a la puerta de Nicholas y cuando no hay respuesta
comienzo a sentir un poco de decepción en mi vientre.
Presiono mi oído contra la madera y escucho atentamente, y
estoy casi segura que puedo escuchar la tenue música procedente de
dentro. Con esta pieza de evidencia que hay alguien dentro, continúo
llamando. Tal vez no sea una decisión inteligente si Nicholas realmente
me odia ahora, pero me encojo de hombros y sigo adelante. Tengo que
terminar.
Después de un minuto o dos escucho la cerradura y la puerta se
abre. Nicholas se encuentra de pie delante de mí con el cabello rizado,
vistiendo pantalones holgados, una camiseta y un kimono de seda de
estilo asiático, del tipo diseñado para mujeres. Tiene patrones florales
por todas partes. Parece que ha estado en la cama todo el día y casi
son las tres. Su rostro parece atormentado. Trato de ignorar su
incompatible conjunto y el hecho que no luce como siempre.
Levanto alegremente los cupcakes para mostrárselos.
—Disculpa de cupcakes, ¿la aceptarías?
—Ah, Fred, eres un regalo para la vista, entra. ¿Y qué es eso sobre
una disculpa? No sabía que habíamos tenido una pelea. —Coloca su
mano en mi espalda baja mientras entro al apartamento. Su toque
quema a través de mi piel.
—Bueno, pensé que me estabas ignorando debido a que no he
escuchado de ti desde el feliz incidente de la bofetada —digo,
colocando los cupcakes en el mostrador de la cocina.
—Tonterías, una pequeña bofetada entre amigos es todo sobre la
diversión —bromea Nicholas.
Me tomo la libertad de poner la tetera para hacer té, antes de
pasar y abrir una de las ventanas. El lugar se siente húmedo, como si
hubiera estado aquí durante días, revolcándose en la miseria como un
ermitaño. A mi ego le gustaría asumir que ha estado deprimido por mi
renuencia a acostarme con él, pero soy lo suficientemente inteligente
como para saber que esto es otra cosa.
Nicholas se sienta en su chaise longue y descansa su cabeza en la
almohada de plumas roja. Mira por la ventana que acabo de abrir, con
algún tipo de tormenta en sus ojos. En silencio termino de hacer el té,
antes de llevarlo a la mesa de café. Junto a dos cupcakes de limón.
Uno para cada uno. Tal vez el brillante glaseado amarillo levante su
estado de ánimo.
Nicholas trae su atención de regreso a mí.
—Oh mira eso, Fred, qué delicioso. —Toma un cupcake y da un
delicado mordisco. Me siento a su lado y coloco una mano en su
hombro.
—¿Estás bien, Viv? Pareces un poco indispuesto.
Me mira y lame un poco de glaseado de la comisura de su boca.
—Solo estoy pasando por uno de mis períodos bajos. Estoy feliz o
estoy triste, Fred, no hay términos medios conmigo. La vida de un actor
itinerante puede ser solitaria, a veces te deprime.
Sus palabras envían un dardo a través de mí. Me siento mal por
haber pensado que Nicholas es siempre el coqueto con el que a
menudo te cruzas. Lo recuerdo diciéndome que estaba solo cuando
nos conocimos, ahora sé que no fingía con la esperanza de un polvo de
compasión.
—¿Tienes, como depresión maníaca o algo así? —exclamo
bruscamente, sin haber pensado completamente la pregunta.
Nicholas sonríe suavemente.
—Algo como eso. Pero gracias por traer los cupcakes, me han
animado.
Odio que no especifique. Aunque para ser honesta, creo que
todos tenemos una pequeña tendencia hacia la depresión. Es algo
moderno. La mayoría de las vidas se mueven demasiado rápido para
que los humanos sean propiamente felices estos días.
—Oye, es un placer. Si alguna vez necesitas a alguien para
hablar, estoy justo en la puerta de al lado. —Lo codeo con buen
humor—. ¿Cuál es el punto de tener una mejor amiga si no puede
animarte cuando estás decaído?
Nicholas libera la fuerza de su sonrisa en mí y casi me quita el
aliento. Tira de mi mano en las suya y me da un apretón.
—Gracias, cariño.
Arrastro mis ojos lejos de él, porque su belleza es bastante
abrumadora, incluso cuando es un desorden como lo es en este
momento. La puerta de su dormitorio está entreabierta, y puedo
escuchar la música fluyendo a través.
—¿Son esos los dulces tonos de Leonard Cohen lo que escucho?
Eres un verdadero cliché de tristeza, Viv —bromeo y él se ríe.
Todavía sostiene mi mano. Frota su pulgar sobre mi palma.
—Eres un rayo de sol, Freda. Muchas gracias por tomarte el
tiempo para venir a verme.
Quedo atrapada en su mirada fija otra vez, y esta vez al parecer
no puedo alejar la mirada. Algo se aprieta profundo en mi corazón por
la forma en que me mira, como si fuera una especie de aparición santa.
—No es nada, me gusta estar cerca de ti, Nicholas —respiro, mí
declaración totalmente honesta sorprendiéndome.
Da una inhalación aguda y sus ojos azules bailan.
—Realmente me gusta cuando dices mi nombre, sabes.
Mi escueta honestidad continúa cuando me apresuro:
—Lo siento si puedo ser una poco abrupta a veces, o si las cosas
que digo lastiman tus sentimientos. Es solo mi forma de ser. No puedo
evitarlo. —Por alguna razón siento la necesidad de sacar esto, tal vez
porque hoy me ha demostrado que Nicholas no es esta persona
indestructible y confiada que pensé que era.
—Me gusta tu forma de ser, nunca cambies. —Se detiene y lame
sus labios, sus ojos se deslizan hacia mi escote. Debido a que estoy
vistiendo el traje que Nora dice que se ve bien en mí, las “chicas” están
fuera un poco más de lo habitual. La sonrisa de Nicholas se convierte en
una sonrisa descarada—. ¿Recuerdas el otro día cuando dijiste que
podía tocar? Creo que me gustaría aceptar tu oferta ahora. Me
levantaría el ánimo.
Finjo indignación.
—Usted, señor, es un canalla oportunista.
Se inclina hacia adelante y yo retrocedo.
—Relájate, Fred, te gustará esto, lo prometo.
Me obligo a permanecer quieta para él. Después de todo, le dije
que podía darles un apretón para sacarlo de su sistema. Solo otro
ejemplo de mi gran boca consiguiéndome meter en una situación difícil.
Su pulgar roza la piel desnuda de mi clavícula, antes que su mano
descienda hasta la curva de mi pecho. Mi respiración es corta y rápida.
Nicholas lo nota al instante, y sus labios se inclinan hacia arriba en una
sonrisa burlona. Finalmente, me envuelve completamente en sus manos,
sus ojos estudiando mi cuerpo antes de regresar a mi rostro. Aprieta con
firmeza, mientras su otra mano deambula hacia arriba para hacer lo
mismo con el otro. Sus párpados revolotean.
—Me encanta este traje en ti, Fred; tu cuerpo es un banquete
para los sentidos —respira.
Sus manos se deslizan por mi pecho para descansar en mis
caderas. Me empuja hacia atrás así que estoy acostada debajo de él.
Dejándome inmóvil. Cada toque quema a través de mí, haciéndome
querer más, haciéndome adicta. Lentamente alcanza el borde de mi
falda y lo engancha, antes de separar mis piernas y envolverlas
alrededor de su cintura. Suspiro cuando muele su obvia erección en mí.
Hay demasiada tela entre nosotros y estoy totalmente excitada.
Sus labios reclaman mi cuello, cuando empuja mi cabello a un
lado. Puedo sentir sus besos en la base de mi espina dorsal. Cada uno
estremeciéndome. Dejó mis manos moverse arriba y hundirse en su
suave cabello negro, luego las deslizo sobre sus duros y musculosos
hombros. Siento la mano de Nicholas trepar por el interior de mi muslo,
antes de irrumpir en mi vagina. Suspiro. Jadeo. Pierdo mi maldita mente.
—¿Estas húmeda para mí, Fred? —pregunta, su voz suena como
una prisión oscura en la que quiero entrar desesperadamente. Esto ha
ido más allá de una sensación de manoseo, pero parece que no puedo
detenerlo.
—Mmhmm —murmuro, incapaz de darle una respuesta
adecuada.
—Dios, eres tan jodidamente adorable —maldice mientras desliza
un dedo debajo de la tela de mi ropa interior, encuentra mi clítoris y
comienza a hacer estos maravillosos movimientos circulares.
Su toque hace que mi cuerpo se derrita y despierte
simultáneamente. Mis sentidos entran en exceso. Cuando te sientes
atraído por alguien de la forma en que me siento atraída por Nicholas,
incluso el más leve roce de sus dedos contra los tuyos hace que tu
cuerpo se despierte y tome nota. Innecesario decir, él teniendo su mano
dentro de mis bragas me hace sentir como que voy a explotar.
—Hueles muy bien, te sientes fantástica. —Casi está jadeando
ahora, enterrando su rostro en mi cabello por un segundo, antes de
besar y chupar mi cuello.
Sensaciones vuelan a través de mí, irradiando desde mi centro y
encapsulando cada terminación nerviosa en mi cuerpo. No me han
tocado así en lo que parece ser desde siempre. Pensando en ello,
ningún hombre me ha tocado de esta manera antes, con una
confianza tan practicada como si supiera exactamente como llevarme
al borde del éxtasis.
Besa mi cuello y luego captura mis labios en un lento, húmedo y
lánguido beso. Dejo escapar un largo gemido que sale de mi boca a la
suya. Me basa más fuerte entonces, deslizando su lengua dentro y
fuera, duro y suave al mismo tiempo.
Continúa volviéndome loca con sus dedos, incrementando su
velocidad para casi hacerme venir, pero luego desacelera de nuevo.
Burlándose de mí. Me da un último beso suave antes de retroceder para
mirarme.
—Quiero verte cuando te vengas —dice, su boca abierta mientras
sus ojos se mantienen sobre mí—. Dios, Fred, tus labios son como
pequeñas almohadas celestiales, y tu boca, dios, tu maldita boca.
Me sonrojo y aparto la mirada de él, demasiado avergonzada
para mantener contacto visual. Levanta su otra mano y me tira de la
barbilla, haciéndome mirarlo de nuevo. Su sonrisa es intolerable.
—¿Eres tímida? Joder, eso solo lo hace diez veces más difícil para
ti.
Su mano se mueve más rápido contra mí y puedo decir que estoy
cerca del borde ahora. Sostiene mis ojos mientras se inclina hacia abajo,
colocando un beso en mi pecho completamente cubierto antes de
morder con fuerza mi pezón a través de la tela. Con eso mi cuerpo
explota con el orgasmo más intenso que he tenido. Me estremezco
contra el varias veces con la liberación, mis ojos muy abiertos y mirando
directo a los suyos.
Nunca antes había sentido tanta sensación con un hombre. La
mayoría de mis encuentros sexuales han sido desordenados y ebrios.
Pero esto fue algo más, algo maravilloso. Y ahora me odio por haber
cedido, porque mirarlo a los ojos cuando me vine me hizo algo. Hizo
que mi corazón se extendiera y se uniera al suyo, incluso si su corazón no
quiere unirse al mío.
Todo mi cuerpo está feliz y flojo con el placer que he
experimentado. Nicholas me tira hacia atrás para que esté acostada
encima de él, mis curvas hundiéndose en sus duras líneas.
Sus manos viajan arriba y abajo por mis brazos, dejando un rastro
de huellas temblorosas a lo largo de mi piel. Apoyo mi cabeza en el
hueco de su cuello y suspiro en él. No voy a pensar sobre cómo lo que
acaba de suceder va a cambiar seriamente nuestra tentativa amistad.
Trato de pensar en nada más que en cómo se siente esto.
—Eres tan bonita cuando te vienes, con los ojos muy abiertos y
sorprendidos —dice Nicholas, riendo tiernamente—. No pensé que me
harías sentir tan limpio, Fred.
—¿Qué quieres decir? —pregunto, mi rostro aun presionado en su
piel.
—Cada mujer es diferente —explica—. Algunas te hacen sentir
satisfecho, otras te hacer sentir bien, la mayoría te hacen sentir usado o
sucio, pero tú, Fred, me haces sentir limpio. No hay engaños o motivos
ocultos contigo. Estás solo en el momento de lo que sea que traigas.
Le hago sentir limpio. Eso es demasiado romántico, no creo que
mi corazón pueda soportarlo.
—Eso suena un poco triste. ¿Alguna te hizo sentir amor?
—Algunas se han acercado —responde, pero luego se calla.
Parece estar perdido por un momento, así que trato de traerlo de
regreso.
—Bueno, todo lo que sé es que fue uno de los mejores orgasmos
que he tenido. He estado plagada de hombres quienes no sabían lo
que estaban haciendo.
Nicholas sonríe y presiona su rostro en mi cabello.
—Estoy alagado. Aunque desde que dijiste que no has tenido un
novio en tres años y medio, no debo haberme enfrentado a una dura
competencia.
—¿Cómo sabes que no he tenido aventuras de una noche para
mantenerme al corriente? —digo en un todo malhumorado.
—No, no eres esa clase de chica. Puedo decirlo. Quizás por eso
me haces sentir tan limpio.
No respondo. Para ser honesta, siento lástima por él, si se siente así
después de dormir con mujeres, sucio y usado. ¿Por qué continuaría
haciéndolo si eso es lo que obtiene a cambio? ¿Realmente el placer del
momento vale la pena?
Me quedo quieta y disfrutando de la sensación de estar tan
cerca, con casi cada parte de nuestros cuerpos tocándose. Continúa
pasando sus dedos a través de mi cabello. Se siente bien, tranquilo. Casi
podría caer dormida.
—Realmente me gustas, Fred —susurra, sacudiéndome de la siesta
en que estaba a punto de caer.
Dudo antes de responder:
—Realmente me gustas también, Nicholas. Pero… ¿Crees que
esto podría haber sido una mala idea?
Odio que la realidad se estrelle entre nosotros, especialmente
después de un interludio tan tierno, pero estoy tan asustada que hemos
arruinado las cosas ahora. Nunca seré capaz de mirarlo y no pensar en
cómo me tocó.
—No. Creo que ambos sabemos dónde estamos el uno con el
otro. —Su voz es amable.
Se sienta y me deslizo fuera de él, arreglando mi falda. ¿Qué
quiere decir con eso? Estoy demasiado asustada para preguntar.
Mis mejillas se calientan, porque ahora que lo sucedió terminó, me
siento incómoda. La línea entre amigos y amantes está completamente
borrosa y no estoy exactamente segura de que lado estoy. Me apresuro
a buscar algo para distraerme, y luego mis ojos se posan en los brillantes
tacones color púrpura que usó el sábado por la noche colocados en la
esquina de la habitación.
—Oye, ¿recuerdas que dijiste que me enseñarías a caminar en
tacones? —digo con una sonrisa forzada, asintiendo hacia sus zapatos
púrpuras.
—¿Sí? —pregunta.
—¿Te importaría enseñarme ahora?
Nicholas me da una mueca humorística.
—Eso podría ser difícil, ya que tengo un severo caso de pelotas
azules en este momento.
Nuestros ojos se bloquean, y no sé si dice esto porque quiere que
lo alivie como hizo conmigo, o si solo está coqueteando. En un último
intento de auto conservación, bromeo:
—Bueno, camina hasta que pase, Viv. Una chica necesita saber
cómo usar tacones si quiere lograrlo en el mundo de la moda. Planeo
desarrollar un desorden alimenticio y entrar a Britain's Next Top Model el
próximo año. Esta lección sería el primer paso para lograr mi sueño.
Frunce el ceño ligeramente antes de comprender lo que ocurre.
Estoy avergonzada y lo sabe. Eso me avergüenza mucho más. Es un
ciclo cruel.
Nicholas acepta mi desafío cuando junta sus palmas.
—Muy bien, tendremos que comenzar con un par bajo. —Entra a
su dormitorio y regresa con un par de tacones negros de cinco
centímetros.
—De ninguna manera, quiero los sexis y llamativos que usas en el
escenario —digo dramáticamente.
—Ya eres lo suficientemente sexi, Fred —comenta Nicholas, antes
de inclinarse sobre una rodilla y sacar mis chanclas. Incluso él tocando
mi pie hace que me derrita, pero trato de ignorarlo. Me da una sonrisa
maligna cuando desliza uno de los zapatos negros, como si supiera
exactamente lo que su toque me hace. Lentamente pasa su mano
sobre mi pantorrilla, antes de levantarse y tirar de mí con él.
Va y agarra los púrpuras, poniéndolos en sus propios pies. Es lo
suficiente alto, pero incluso es más alto con los zapatos puestos, como
una de esas mitológicas mujeres amazónicas quienes cortaron uno de
sus pechos, así no se interponían cuando disparaban un arco y flecha o
algo como eso. En realidad, es muy práctico cuando pienso en ello.
Práctico, pero doloroso. Espero que hayas disfrutado esa tangente. Hay
más por venir. Te mantendré informado.
Le echo un vistazo a Nicholas justo cuando pregunta:
—¿Esos se adaptan bien? Pareces ser una talla cinco, esos son un
seis.
—Soy cinco y medio, pero están bien. ¿Dónde los conseguiste?
Definitivamente eres más grande que una talla seis.
Sonríe, claramente pensando en la insinuación de que los pies
grandes igualan a las grandes partes privadas.
—Vaya gracias, Fred, no me di cuenta que lo habías notado. Eran
de mi madre. Me gusta mantener algunas de sus cosas conmigo.
Me detengo en mi inspección de los zapatos para mirarlo.
—¿Aun guardas cosas de tu madre, después de todo este
tiempo?
—Lo hago. Es reconfortante.
En mi cabeza estoy pensando que podría ser algún extraño
apego psicológico relacionado con el dolor, pero por una vez no dejo
escapar lo que hay exactamente dentro de mi cabeza. En su lugar,
respondo:
—Debiste haberla amado realmente.
Su sonrisa es triste.
—Lo hice. Todavía lo hago. Ahora el primer paso es mantener tus
piernas rectas mientras caminas, trata de no doblar tus rodillas.
Alejando el pensamiento de cuán extraño es estar usando los
zapatos de su madre muerta, trato de seguir sus instrucciones.
—Te das cuenta que probablemente soy una de las mujeres sin
gracia que jamás conocerás. No estoy segura que sea posible para mí
mantener mis piernas rectas cuando camino. Parecería como que estoy
tratando de personificar a un robot.
—Disparates. Asegúrate de poner el talón primero en lugar de los
dedos de tus pies. Mantén las piernas juntas y toma pasos lentos y
fáciles.
Sonrío y comento:
—Eso no es lo que estabas diciendo antes. —Maldito filtro interno,
nunca se mantiene trabajando correctamente por mucho tiempo.
—Lo sé. Normalmente no soy conocido por decirles a las mujeres
que cierren sus piernas, pero para esta actividad en particular es un
requisito. Además, puedes extenderlas para mí más tarde.
Levanto una ceja y niego hacia él.
—Desearías ser tan afortunado.
Paseo lentamente por la habitación, como me dijo. A pesar que
los tacones no son muy altos, aun se sienten como rascacielos para mí
que no estoy acostumbrada a usarlos. Me tambaleo un poco antes de
encontrar mis pies. Pronto retomo mi ritmo, cada vez más confiada en
los zapatos de una mujer muerta. Extraño.
—Um, Nicholas, ¿puedo preguntarte algo? —me aventuro
nerviosamente.
—Dispara —dice, antes de sentarse cuidadosamente en un
taburete en el área de la cocina. Cruza una pierna sobre la otra, como
lo haría una mujer. Algunas veces sus movimientos son tan
auténticamente femeninos que es inquietante. Cuando cruzo mis
piernas tiendo a dejar un tobillo descansar en mi rodilla, no en absoluto
tan femenino o diestro como la forma en que Nicholas lo hace. Aunque
eso podría ser porque usa tacones, lo que lo coloca en modo de mujer.
Trago saliva tratando de humedecer mi garganta seca antes de
murmurar:
—Bueno, solo iba a preguntar si puedes mantener lo que pasó hoy
entre nosotros. No quiero que les digas a las personas todos los detalles
como hiciste con los detalles de tu noche con Dorotea.
—Si lo recuerdo bien, fuiste la que me incitó a decirlo —responde
con una sonrisa perversa y un toque de provocación.
—Sí, bueno… pronto aprenderás que la inconsciencia es el
nombre del juego conmigo.
—Desde luego eres inconsistentemente caliente y fría —responde
Nicholas con brusquedad, su expresión seria de repente.
—¿Qué se supone que significa eso? —pregunto, girando en mis
tacones para enfrentarlo.
Él lanza sus ojos al chaise longue donde no hace mucho me dio
uno de los orgasmos más intenso de mi vida.
—Un minuto estás jadeando y húmeda por mí, y al siguiente me
dices sarcásticamente camina hasta que pase, Viv. Estamos atraídos el
uno por el otro, ¿por qué todo el baile hacia atrás y hacia adelante?
Genial, ahora me siento culpable. Me encojo de hombros y mis
ojos caen al suelo.
—No estoy acostumbrada a eso. Y a pesar de la atracción, no
creo que podamos ser buenos el uno para el otro. Alguien resultara
herido, y ese alguien muy probable seré yo.
Nicholas podría tener la peculiaridad de ser un drag queen, pero
todavía estamos siglos separados en lo que se refiere a su aspecto. Él es
toda gracia y sonrisas sexis, mientras que yo soy despeinada, torpe y un
poco desaliñada. Tú podrías poner los ojos en blanco ante mi baja
autoestima. Es una condición para lo cual no hay cura.
Se levanta y se acerca a mí, deteniéndose a centímetro de mi
rostro.
—Nunca te lastimaría.
Miro a cualquier parte excepto a sus hermosos ojos azules.
—Tal vez no intencionalmente… —me callo.
—Mírame, Freda. —Agarra mi barbilla y me fuerza a encontrar su
mirada—. Nunca te lastimaría.
Sus palabras queman. ¿Dice la verdad?
—Pero estoy trabajando para ti ahora. No es la mejor idea ir
complicando las cosas. —Me siento como la chica idiota de la
telenovela con esa línea de porquería.
Está en silencio por un largo momento. Su rostro es difícil de leer.
—Bien entonces —responde finalmente.
Inesperadamente aleja nuestro argumento y comienza a charlar
sobre la actuación de esta noche y lo que planea cantar y usar. Me
alivia saber que no está presionando el tema, pero también estoy un
poco decepcionado de que haya renunciado tan fácilmente.
A veces soy una idiota.
8
Bragas con volantes y hombres
hermosos
Traducido por lili-ana
Corregido por Bella’

M
ás tarde ese día Nicholas me tiene desempacando una
gran variedad de trajes en el vestidor de The Glamour
Patch. No ha dicho una palabra sobre nuestro encuentro
más temprano y el subsecuente argumento. Tal vez decidió seguir
adelante, dándose cuenta que soy una niña llorona que no vale la
pena cuando podría tener a una estrella porno como Dorotea cuándo
y dónde quiera. Está bien, así que sé que no es una estrella porno real,
pero bien podría serlo comparada conmigo.
Esta noche Nicholas va por un aspecto de inspiración burlesque
que incluye un sedoso corsé de color rojo y negro, bragas con volantes
(con algunos diminutos calzoncillos de hombre debajo para asegurar su
carne y dos verduras de salir a saludar) medias y un par de botas de
cuero negro de tacón alto. En la cabeza una peluca negra en lugar de
rubia.
—¿Por qué siempre cambias tu apariencia? —le pregunto,
mientras tiro de la peluca en su lugar para que esté colocada en la
posición correcta sobre su cabeza—. Dame Edna Everage siempre
llevaba trajes similares, así hizo Lily Savage.
Nicholas deja escapar una risa ronca mientras retoca su rubor.
—¿En serio me estás comparando con Paul O’Grady? —Arquea
una ceja bien formada hacia mí.
Mientras lo maquillaba antes utilice un cepillo y lápiz de cejas
para hacer que lucieran más estructuradas y femeninas. A pesar de que
no eran muy tupidas, para empezar. Tengo la sensación que hace
alguna depilación sutil. Difícilmente te darías cuenta de eso cuando
está en modo “Nicholas” todos los días. Pero están un poco demasiado
limpias.
—¿Cuál es el problema con eso? Lily Savage fue un elemento
básico de mi experiencia televisiva durante la infancia. Tengo este
sueño que un día seré vecina de Paul O´Grady. Tendremos té juntos
cada mañana seguido por el cotilleo y pasear a nuestros mimados
perros en el parque.
Nicholas levanta una mano y bromeando me golpea fuerte en el
trasero.
—¡Oye! Ya tienes a un mejor amigo drag queen, no necesitas otro.
Y el problema es que somos un tipo de artista muy diferente, además
puedo cantar.
—Y Paul es más divertido que tú —murmuro en voz baja
malhumorada, frotando una mano sobre mi ahora dolorido trasero.
Nicholas sonríe felizmente cuando me observa.
—Escuché eso, otra palabra más y estaré obligado a ponerte
sobre mi rodilla. —Toma el cepillo de cabello y hace una demostración
falsa de golpear mi trasero. Me rio y corro hacia el otro lado de la
habitación así no puede llegar a mí.
—Tranquilo, Viv, alguien podría entrar y pensar que golpeas a tus
empleados.
—Estoy seguro que me perdonarían, después de todo, mi
empleada es una niña muy traviesa con un muy agradable trasero. —
Me mira a través del espejo en el tocador. Si no estuviera en su disfraz
de Vivica Blue probablemente estaría más avergonzada por la forma en
que me mira, como si silenciosamente me recordara de su mano
estando bajo mis bragas no hace mucho.
Rompe el momento cuando habla:
—Para responder a tu pregunta, realmente no sé por qué cambio
mi apariencia todo el tiempo. Es solo como hago esto. Probablemente
me aburriría si tuviera que usar la misma cosa para todas las
presentaciones.
—Eso definitivamente mantiene las cosas interesantes —le digo
con una sonrisa. No creo que alguna vez haya tenido tanta diversión
como la he tenido mientras escudriñaba a través de toda la ropa de
drag de Nicholas. Tiene de todo, desde lentejuelas, seda, spandex.
Estoy secretamente anticipando la noche en que decida llevar el
último. No dejará nada a la imaginación, y me reservaré un asiento en
primera fila.
—Así que, escuché que vas a venir a Electric Picnic con nosotros
—digo, sentada casualmente en la silla junto a él.
—¿Es ese festival de música del que Sean y Harry han estado
hablando? —pregunta, frotando un poco de brillo en sus labios. Asiento
en silencio—. Sí, voy a ir. Suena como que será divertido y me encanta
acampar. ¿Insinúas compartir tienda de campaña conmigo, Fred? —
bromea y me da una exagerada mirada ardiente de arriba a abajo.
Trago los pensamientos de lo que compartir una tienda de
campaña con Nicholas implicaría. Trato de ocultar mi nerviosismo al
responder:
—No, um, probablemente compartiré con Nora.
Sus ojos son demasiado perspicaces.
—Ah, eso es una lástima. Si hacía frío por la noche, podríamos
habernos acurrucado y calentado mutuamente.
Empujo mi instinto inicial de decirle que no me importaría
abrazarlo si pudiera confiar en que no se aprovecharía con sus manos
en el proceso. Desde que nos conocimos le he encontrado
excesivamente táctil, siempre tocando lugares que elevan mi
adrenalina. La parte baja de mi espalda, el punto debajo de mi oreja, el
interior de mi muslo… Bien, me estoy excitando aquí. ¿Quién habría
pensado que un drag queen podría ser mi última fantasía masculina?
—Probablemente estará soleado, así que no habrá demasiado
frío —digo, empujando la imagen de nosotros solos en una pequeña
tienda de campaña.
Nicholas deja escapar una ruidosa carcajada, y no sé lo que dije
que encuentra tan divertido. Le sigo preguntando por los siguientes
minutos, pero el solo niega y limpia las lágrimas de la comisura de sus
ojos. Molesta por cualquier broma privada que está albergando sobre
mí, probablemente algo que ver con mi vergüenza mojigata, suspiro y
sigo limpiando el camerino.
Justo antes de subir al escenario, Nicholas me invita a salir y
sentarme en la parte delantera de la audiencia para disfrutar una
bebida. Dice que trabajé lo suficiente duro y que merezco un descanso.
No tiene que decírmelo dos veces. Agarro una copa de vino blanco del
bar y me muevo deprisa detrás del escenario donde velozmente me
siento en una mesa de hombres bastantes revoltosos y bonitos.
Charlo con ellos amigablemente y les digo que soy la asistente
ejecutiva de Vivica Blue. A pesar de no tener idea de que es una
asistente ejecutiva, ni lo que hace. Sus ojos se iluminan cuando
escuchan que conozco a Nicholas y de inmediato comienzan a
fastidiarme con preguntas sobre él y su ambigua orientación sexual.
En términos sencillos, quieren saber si es gay, heterosexual o
bisexual. Me sentiría mal teniendo que decir que no batea para su
equipo, así que en el espíritu de mantener las cosas misteriosas toco el
lado de mi nariz y les doy la vieja rutina “Ahora, ahora, ¿les gustaría
saberlo?” Segura que Nicholas me agradecería por la preservación del
misticismo como un intérprete. La perspectiva de ser gay o bisexual es
probable lo que mantiene el lugar pululando con hombres en las
noches de sus actuaciones.
Cuando comienza el número de Nicholas, sale cantando “These
Boots Are Made For Walking” de Nancy Sinatra. Ríe mientras canta y me
da un guiño, antes de apuntar sus botas de cuero negro. Claramente
está cantando la canción intencionalmente para burlarse de mi acerca
de cómo de terrible soy con tacones de más de cuatro centímetros.
Después de un par de canciones hace una parodia donde
cambia todo su traje frente a la audiencia. Me había estado
preguntando porque me hizo dejarle un vestido púrpura y un par de
Louboutin hechos por encargo de color rojo junto al escenario antes
que continuará. Pasé un tiempo asombrada de cómo se las arregló
para conseguir un par de su tamaño. Debieron costarle un ojo de la
cara.
Hábilmente se quita las botas, bajando seductoramente el cierre
mientras la audiencia silba y anima. Se desliza en los Louboutin y luego
jala al escenario a un tipo tímido de unos veinte años que lo ayuda a
salir de su corsé. El rostro del chico rojo como un tomate mientras
juguetea con las complicadas hebillas, mientras Nicholas se burla por no
echarle un vistazo. Por fin está en su nuevo traje y continúa con la
segunda mitad de la actuación.
Para el final del espectáculo, The Wilting Willow se sienta sin hacer
nada y mira mientras Nicholas se prepara para cantar a capela. Todo el
club se reduce a susurros silenciosos una vez que el comportamiento de
la señorita Vivica Blue se vuelve serio.
—Esta última canción es sobre el amor, es triste, pero es real. Me
gustaría dedicarla a mi nuevo hogar y a los maravillosos amigos que he
hecho, quienes me han recibido con los brazos abiertos y me han
hecho sentir como si siempre he estado aquí. Esta se llama “The Wind
That Shakes the Barley”.
La voz de Nicholas hace eco alrededor del silencioso club,
extrañamente llenado el espacio a pesar del hecho que solo él canta.
Lo miro y me atrapa con sus ojos, como siempre lo hace cuando
nuestras miradas se encuentran. Me mantiene allí, como una prisionera,
mientras piel de gallina sube por mi piel con la inquietante letra. Canta
cada palabra con significado, como si hubiera escrito la canción y
sintiera cada momento del amor y tragedia que cuenta la historia.
Continúa cantando, pero viene y se sienta justo delante de mí en el
borde del escenario.
Me senté en el valle verde, me senté con mi verdadero amor,
mi corazón triste se esforzó en elegir. Entre el viejo y el nuevo amor,
el viejo por ella, el nuevo que me hacía pensar en la querida
Irlanda,
mientras el viento soplaba moviendo la dorada cebada.
Cuando dice la palabra “dorada” se agacha y pasa una mano
por mi cabello. Todo mi cuerpo cobra vida, como si estuviera cantando
para mí y solo para mí. Como si todas las personas en el club no
estuvieran en absoluto. Solo nosotros dos.
Aunque fue triste besé sus lágrimas, mis cálidos brazos la rodearon,
un hombre disparó ráfagas en nuestros oídos desde lo profundo
del bosque.
Una bala atravesó a mi verdadero amor, la joven primavera de su
vida cedió
y sobre mi pecho, ensangrentada, ella murió, mientras el suave
viento movía la cebada.
Está tan atrapado en la canción ahora, atrapado en la historia,
que lágrimas reales corren por su rostro. Dios, realmente es bueno en
eso, pienso. Mis ojos se humedecen un poco también. Puede poner
tanto sentimiento genuino en su voz. No debería estar cantando en
algún pequeño y bar oscuro en Dublín, debería estar en un escenario
real, compartiendo su increíble voz y su habilidad para transmitir
emociones con el mundo. De repente, cuando Nicholas llega al verso
final, las personas en la audiencia comienzan a cantar con él.
Pero sangre por sangre sin remordimientos he tomado en Oulart
Hollow,
y yací junto al cadáver de mi verdadero amor dónde pronto he
de seguirla.
Mientras alrededor de su tumba, vagando, mediodía, noche y
aurora,
rompiendo en llanto cada vez que oigo al suave viento meciendo
la cebada.
Cuando termina la canción, silencio encapsula el lugar, antes que
las personas se levanten para darle una ovación de pie. Nicholas se
inclina tres veces, soplándome un discreto beso y desapareciendo
detrás de las cortinas de terciopelo rojo. Me despido de los hombres con
lo que me había sentado y me dirijo al camerino.
Una vez allí, encuentro a Nicholas sentado junto al espejo, quien
ya comenzó a quitarse el maquillaje. Su estado de ánimo es sombrío,
quizás todavía sienta los efectos secundarios de la canción. Es una
icónica canción irlandesa de Sean Nós, pero estoy sorprendida que lo
supiera en absoluto, ya que normalmente canta canciones de
musicales o números de bandas exitosas.
Entonces la compresión me golpea como una tonelada de
ladrillos. Actuó y cantó una canción irlandesa para mí, al igual que
cantó la canción italiana para Dorotea la semana pasada. Oh no.
Decepción llena mi estómago cuando pienso cómo a pesar de la
sincera historia de amor trágico que contó, todo fue un engaño para
conseguir que me acueste con él. Después de todo, lo mismo funcionó
con Dorotea. Soy tan idiota por dejarme engañar por todo esto. Una
mezcla de tristeza y rabia me llena cuando me adelanto y
cuidadosamente retiro su peluca, sin decir una palabra.
Observa el movimiento de mis manos en el espejo, mientras quita
el maquillaje en su mejilla con la toallita. Saco los clips que mantenían su
cabello en su lugar debajo de la peluca. Su mirada es especulativa,
como si no supiera como abordar una conversación conmigo.
Dios, estoy tan ridículamente molesta con él en este momento, y
toma todo lo que está en mí no romper a llorar y huir de la habitación
como el cliché de una admiradora despreciada. Realmente soy solo
una potencial follada para él, alguna chica estúpida que piensa que
puede manipular hacia la cama con una canción emocional y una o
dos lágrimas falsas. Tocó a Dorotea como a un jodido piano. No voy a ir
el mismo camino.
—¿Por qué cantaste esa canción? —le pregunto, por último,
después de un silencio que está comenzando a sentirse como si fuera a
durar para siempre.
—Quería rendir homenaje al país que estoy tratando de hacer mi
hogar —responde Nicholas después de pensarlo por un segundo. Frunce
el ceño ligeramente mientras me mira.
—¿Y porque te sentaste en el borde del escenario y me cantaste
directamente, tocando mi cabello como si eso significara algo? —
Mantengo mi voz firme. Es difícil, pero más o menos lo manejo.
Nicholas me mira largo y duro ahora, ningún rastro de su habitual
humor en su rostro.
—Es un espectáculo, Fred —responde bajo y suave—, estaba
dándole a la audiencia un espectáculo.
—¿Así que todo es falso entonces? —continúo, preparándome a
para lo que podría decir a continuación.
Aparta la mirada y mira el techo por un minuto.
—No todo, pero sí actúo. Todo es parte de la actuación. ¿Crees
que es real cuando soplo besos a los hombres y coqueteo con ellos?
Admitiré que siento cosas cuando canto, un montón de letras tienen
significado para mí, pero el 95% de lo que hago en el escenario no es
real, Fred. Soy Vivica Blue allá arriba, no Nicholas.
—Correcto, creo que lo entiendo ahora —respondo, mi
mandíbula apretada.
Pone su mano sobre la mía, deteniéndome de remover los pocos
clips de su cabello.
—¿Lo haces, Fred?
—Sí, lo que haces en el escenario es una actuación, no significa
nada.
—Es entretenimiento, Fred, y soy un artista. Esto es lo que hago. Es
lo que siempre he hecho. No conozco cómo ser de otra manera.
Sus palabras me hacen daño, porque sé lo que trata de decir
realmente. Me está diciendo que no puede cambiar. Que continuará
follando mujer tras mujer como siempre lo ha hecho. Y sí, admitiré que
en el fondo de mi mente quería ser especial para él, diferente de todas
las otras mujeres quienes han girado en su cabeza. ¿No es lo que cada
chica quiere? Ser amada por alguien de forma única, hacer a un
hombre sentir algo que todavía no ha sentido por nadie más.
La necesidad femenina de amor verdadero es una perra
caprichosa. Se impone en tu vida y da forma a tus acciones, siempre te
conduce a encontrar a ese tipo que te amará incondicionalmente.
Algunos de nosotros buscamos en los peores lugares también, en bares
sin alma y clubes nocturnos llenos de tipos quienes no pueden ver más
allá de sus propios egos superficiales, que solo ven la superficie de una
mujer. No buscan lo que hay debajo porque no quieren eso; quieren la
estética, el cabello largo y los pequeños vestidos ajustados.
Nicholas no es realmente diferente. Quiero que sea más que solo
un coqueto drag queen. Quiero que sea él. Desafortunadamente, creo
que estoy condenada a ser una de esas mujeres quienes ven “al único”
en el equivocado.
Apenas hablamos después de eso, en silencio empaco la última
de sus cosas. Cuando regresamos al edificio de departamentos él entra
a su casa y yo a la mía. Esta noche ha sido una fría bofetada de la
realidad, si no otra cosa. Solo necesito disfrutar siendo amiga de
Nicholas, dejar que aumente mi confianza con su coqueto y dejar de
albergar ideas poco realistas sobre él.
Al día siguiente, soy como un zombie. El ruido de la batidora
mientras mezclo el glaseado de los cupcakes me hace querer
interpretar la fantasía de Nora y darle con un martillo a la maldita cosa.
Creo que voy a tener que hornear los cupcakes los jueves por la noche
antes de ir al club con Nicholas y refrigerarlos, porque hacerlos en las
primeras horas de la mañana va a significar que voy a estar de mal
humor los viernes.
No estarán tan frescos como suelen estarlo, pero al menos no voy
a estropear el glaseado como ahora. Acabo de dejar caer una gran
cantidad de vainilla en el piso de la cocina. Me pongo sobre mis manos
y rodillas para limpiarlo.
Cuando llego a la tienda de caridad. Theresa me saluda con una
buena taza de café, y eso me despierta un poco mejor.
—Pareces cansada hoy, Freda. ¿Llegaste de madrugada
anoche? —pregunta, luciendo fresca como una margarita. La vaca.
Estoy celosa de su noche completa de sueño. Solo tuve unas dos horas,
ya que pasé un tiempo revolcándome en la miseria al darme cuenta
que Nicholas no será el amor de mi vida como inconscientemente
quería que fuera. Tristemente, reviví cuán exquisitamente me besó y me
hizo venir, y luego me preocupó no volver a experimentar eso otra vez.
—Sí, tengo un nuevo trabajo en un club nocturno —le digo a
Theresa, regresando al presente. Evito entrar en detalles sobre ser
asistente de un drag queen a fin de evitar preguntas. No quiero hablar
sobre Nicholas en este momento.
—Cielos, vas a terminar trabajando hasta morir —dice como una
mamá gallina.
—No necesariamente. Cuando se suman todas las horas que
trabajo en mis tres trabajos son más o menos las mismas que la habitual
semana de cuarenta horas que la mayoría de las personas hacen. Las
horas simplemente están dispersas. Pero no importa, me mantienen
ocupada. Probablemente duerma esta tarde cuando termine mi turno
aquí, sin embargo. Voy a estar cansada hasta que me acostumbre a la
nueva rutina.
—Cierto —acuerda Theresa—. Oh, por cierto, un joven vino ayer
buscándote.
—Oh sí, probablemente era Harry. ¿Cómo se veía?
Pone su mano en su cadera y arruga su rostro como si tratara de
recordar. Jurarías que lo vio hace diez años en lugar de ayer.
—Cabello rubio, estatura media, gafas, una expresión un poco
severa.
Su respuesta hace que mi estómago caiga y el aire salga de mi
boca en un jadeo. Cristo en una maldita bicicleta. Eso no suena en
absoluto como Harry. Solo hay una persona que conozco que se ajusta
a esa descripción, la expresión severa lo delató. Mi ex, Aaron. ¿Cómo
en la tierra me encontró? Sé que difícilmente Dublín es la ciudad más
grande en el mundo, pero él vive en los suburbios y no tengo una
página de Facebook.
Las únicas personas que saben dónde vivo y trabajo son mi familia
y mi pequeño grupo de amigos. Sé que esto suena loco, pero en
realidad me googleo a mí misma regularmente debido a la paranoia,
solo para asegurarme que nada aparece, que no ha sido borrado.
Aaron nunca me lastimó, pero era posesivo hasta el extremo, y no
de una manera sexi. Una vez no me permitió irme de su casa y me
encerró por varias horas antes de finalmente acordar dejarme ir. Tenía
que sentarme en su sala de estar y verlo mientras paseaba de arriba a
abajo, despotricando sobre cómo no valoraba nuestra relación en la
forma que él lo hacía.
Ni siquiera sé porque salí con él en primer lugar. Nunca me sentí
atraída ni remotamente por él. Parecía a medio camino entre un nerd
de la computación y el modelo perfecto de la Alemania Nazi. Tiene este
cabello y cejas rubias. Nos conocimos en una fiesta universitaria de
alguna sociedad de la que ambos éramos miembros y simplemente era
muy insistente, pidiéndome salir a cenar con él.
Si alguna vez has estado en la universidad, sabrás que es la única
vez en tu vida en la que encuentras la mayor cantidad de bichos raros.
He experimentado todo, desde sociópatas a claros narcisistas y los
simples psicópatas. La única razón por la que acepté salir con Aaron fue
porque había estado soltera durante tanto tiempo y quería mostrarles a
las personas que no era una lesbiana encerrada. Alguna chica, quien
no me agradaba había comenzado un rumor.
De todos modos, solo había planeado salir en un par de citas con
él, pero se pegó a mí como una lapa. No había forma de liberarme de
él. Aparecía después de casi todas mis clases, me llevaba a almorzar, y
me acompañaba a casa al final del día. Eso fue sofocante.
Ahora, sé lo que probablemente estás pensando. ¿Qué me hace
tan especial que algún chico estaría así de loco por mí? Ahí está el
problema. No había nada especial en mí. Aaron era solo uno de esos
tipos que se fijan en una sola chica y se obsesionan con ella. Qué suerte
la mía, pasé a ser esa chica.
No puedo creer que después de tres años todavía esté en la
búsqueda. De repente, recuerdo la vez que le dije que estaba
rompiendo con él, y entró a la cocina y comenzó a romper platos y
tazas como un loco, llamándome puta y zorra. Claramente tiene una
condición psicológica no diagnosticada en la que desarrolla estos
apegos con personas a las que no puede dejar ir.
Mi corazón está latiendo demasiado rápido y creo que puedo
sentir un ataque de pánico viniendo. Theresa me da una mirada
extraña mientras me excuso y corro hacia el baño. Me siento allí
durante unos quince minutos, tratando de calmarme.
Varios escenarios terribles corren por mi cabeza. Cómo, ¿qué si se
ha vuelto más loco en los tres años que han pasado desde que
rompimos? ¿Qué si irrumpe en mi departamento y me amenaza con un
cuchillo? ¿O dice que va a suicidarse si no podemos estar juntos? En
realidad, creo que lo intentó cuando estábamos juntos. Como puedes
imaginar, no es el tipo de persona que quieres tener obsesionado
contigo.
Finalmente, me las arreglo para reponerme y regresar a la tienda,
pero estoy verdaderamente sacudida por el resto del día.
9
Trajes de Mujer y Puertas de Baño
Cerradas
Traducido por Lovestory & lili-ana
Corregido por Maga

P
asan dos semanas, dentro de las cuales me encuentro
mirando constantemente a las personas que caminan detrás
de mí, paranoica de ver a Aaron en alguna parte. Cada vez
que un nuevo cliente entra en la tienda mi corazón salta en caso de
que sea él.
No aparece, sin embargo, y empiezo a pensar que podría no
haber sido él quien preguntó por mí esa vez. Tal vez fue solo un cliente
que había estado charlando y que quería hacer un seguimiento de una
compra. Alguien con un extraño parecido con mi antiguo novio. Sí, es
poco probable, pero me aferro a la explicación fácil, ya que es la única
manera de conservar mi cordura.
Cuando tengo que trabajar con Nicholas, encontramos un punto
medio platónico, al que ambos nos adherimos rígidamente. Creo que
sabe que hirió mis sentimientos antes, por lo que está teniendo mucho
cuidado en no darme falsas esperanzas de nuevo. Soy una mujer de un
solo hombre, pero él no es un hombre de una sola mujer. Obviamente,
cualquier relación que pudiéramos haber tenido nunca hubiera
funcionado.
Lo ayudo a instalar su apartamento correctamente y a
desempacar todas las cajas, porque quiere tener una fiesta tardía de
inauguración el domingo por la noche. Su segundo dormitorio es
prácticamente un armario de gran tamaño ahora, con todos sus trajes
almacenados en él. Me da un cheque por mis primeras dos semanas
trabajando con él, incluyendo el primer sábado por la noche, y es
mucho más dinero de lo que esperaba. Trato de conseguir que escriba
otro cheque por menos, pero no hay forma de hacerlo.
—Es un placer tenerte cerca, Fred. Toma el dinero, te lo mereces
—dice casualmente, alejando mis protestas.
De mala gana deslizo el cheque en el bolsillo de mis pantalones y
no digo nada más. La idea de que me pague por pasar tiempo con él
no me sienta bien, pero me muerdo la lengua. Soy su empleada en
primer lugar, y solo eso tendré que ser.
Tengo que cancelar la visita a mis padres el día de la fiesta de
Nicholas, porque acepté ayudarlo. Tengo una charla con mamá por
teléfono durante un tiempo y me dice que su tobillo está
completamente curado. Es la única persona que sabe de mi pasado
con Aaron, pero no he mencionado que podría estar buscándome de
nuevo, porque no quiero preocuparla. Es mayor ahora, y me temo que
el estrés podría enfermarla.
Para la comida de la fiesta hago una variedad de cupcakes, así
como algunos alimentos salados para comer con las manos. Cocino
unas deliciosas tiras de tocino sumergidas en miel, alitas de pollo con ajo
y salsa de cebollino, jalapeños fritos y delicados sándwiches ensartados
con palitos de cóctel. Un ataque al corazón esperando a suceder, en
otras palabras.
Podría haber exagerado un poco, pero no estoy muy segura de a
cuántas personas invitó Nicholas. Mencionó que le había pedido a
Dorotea que pasara por allí, por lo que he decidido usar el vestido más
favorecedor que poseo. Es apretado, negro y sedoso, con mangas
cortas de encaje. También muestra mi escote en la mejor forma posible.
Recojo mis rizos en un desordenado moño francés, con muchos rizos
cayendo.
Estoy pidiendo problemas al vestirme así, y lo sé. Pero me siento un
poco despreciada por lo fácil que Nicholas parece estar manteniendo
sus manos lejos de mí en estos días. Podría ser un toque maligno, por no
hablar de irracional, pero quiero torturarlo.
Harry y Sean pasan por el apartamento como les pedí, porque
necesito que lleven la comida al lado y la sirvan mientras me preparo.
Harry se detiene en la puerta de mi dormitorio y deja escapar un silbido
bajo. Estoy ahumando ojos con alguna sombra de ojos negra, para
resaltar realmente las notas de oro en su color avellana. Voy por todo.
Estas han sido unas dos semanas horribles, con toda la cosa de Aaron
pasando, así que solo necesito una noche donde pueda sentirme bien
conmigo misma.
—Las bandejas están todas en la cocina —le digo—. Ten cuidado
con las alitas de pollo. Todavía están muy calientes.
—No son lo único que está caliente esta noche. Fred, estoy
preocupado de volverme hetero si sigo mirando a tus tetas mucho más
tiempo.
—Es bueno saberlo. —Me río. Me da un guiño y va a ordenar la
comida.
Unos minutos más tarde Nora viene a ver si estoy lista. Lleva un
bonito vestido beige y sandalias marrones. Me doy cuenta que le da a
mi apariencia una mirada aguda.
—Nunca te esfuerzas demasiado. ¿Qué está pasando? —
pregunta astutamente.
—¿Es demasiado? —le pregunto, mordiéndome las uñas por
nerviosismo.
—Te ves como un sueño húmedo y lo sabes. —Pone sus ojos en
blanco hacia mí—. Me preguntaba por qué. Pensé que tú y Nicholas
nunca sucederían, al menos eso es lo que has estado diciendo la
semana pasada. Un poco demasiado fervientemente podría añadir,
como si estuvieras tratando de convencerte a ti misma más que
cualquier otra cosa.
Me encojo de hombros y suelto un largo suspiro. Nora tiene razón.
He estado tratando de convencerme a mí misma, y fallando
miserablemente.
—¿Recuerdas a la mujer italiana con la que durmió? —le
pregunto finalmente. Nora asiente—. Va a estar en la fiesta, así que
vestirme me ayuda a aumentar mi confianza.
—Bueno, espero que funcione —responde secamente, antes de
cerrar nuestro departamento y dirigirnos a la puerta de al lado.
Phil, el amigo de Nicholas y gerente de The Glamour Patch, nos
abre la puerta usando una camisa azul con hombreras brillantes. He
llegado a conocerlo bastante bien en las últimas dos semanas, y podría
ser la persona más divertida que he conocido. Ha manejado una
tonelada de clubes diferentes a lo largo de los años, incluyendo uno en
San Francisco, y tiene algunas de las anécdotas más entretenidas que
habrás escuchado.
—Fred mírate, estás que quemas, entra. He comido tus alitas de
pollo. Están para morirse. —Nos lleva a la sala de estar y tomo nota de
quién está aquí.
Sean, Harry y el hermano de Harry, Colm, charlan en el sofá.
Podría matar a Harry por traer a Colm, porque sé que tendré que
defenderme de sus lujuriosos avances una vez que tome unos tragos.
Nicholas está de pie en la cocina con Dorotea y su amiga estilista con el
salmonete.
Se ve increíble en una camisa azul de medianoche, una delgada
corbata negra y pantalones oscuros. Mirar fijamente la corbata me
hace desear aflojarla y tirar de él (como una seductora en una película
de suspenso sexual de principios de los noventa). Aparte de eso, hay
algunos rostros que reconozco como empleados del club, así como los
otros miembros de la banda de Sean, The Wilting Willows.
Phil nos lleva directamente a la cocina y nos da una copa de vino
a cada una. Alguien debe haber traído su máquina de karaoke
consigo, porque hay un conjunto en la esquina de la sala de estar.
Maravilloso. Sé que voy a pensar que es una buena idea levantarme y
empezar a cantar más tarde. “Starman” de David Bowie está sonando
a través de un par de altavoces para iPod.
Los ojos de Nicholas se apoderan de los míos mientras paso junto
a él, y buen Dios, queman. Siento un rubor extenderse por todo mi
cuerpo por la intensidad con que me mira. Como si pudiera devorarme.
Su mirada enciende un fuego a lo largo de mi cuerpo, de la cabeza a
los pies. Se aleja de Dorotea y se acerca a mí. No dejo de notar a
Dorotea dándome una mirada. Pongo los ojos en blanco hacia ella, y
sus labios se tensan con un ceño fruncido. Nora se ha acercado a Harry.
Espero que Colm se fije en ella esta noche en lugar de mí.
Me doy la vuelta y finjo que admiro la nueva pintura que Nicholas
compró para colgar en su pared. Es arte moderno, así que no puedo
discernir que se supone qué es, pero es una buena distracción. Siento
que su mano toca levemente mi cadera. Su cálido cuerpo demasiado
cerca de mí.
—Me gusta tu vestido —me dice con voz ronca—, y tu cabello se
ve hermoso así.
Tomo un sorbo de vino.
—Gracias —le contesto, en apenas un susurro. ¿Qué demonios es
lo que me pasa? Su voz es tan oscura y sexi en este momento, estoy
teniendo un tiempo duro manteniendo la calma.
—Dorotea no está contenta con que la hayas dejado por su
cuenta —comento con una mirada por encima de mi hombro, mirando
a la bomba sexual italiana y a su amiga.
—Que se joda —gruñe en voz baja. Alzo los ojos ante su expresión
vulgar.
—Ya lo has hecho, pero, ¿por qué el veneno? Pensé que ustedes
dos eran los mejores amigos folladores.
Nicholas masajea discretamente mi cadera con sus dedos.
—Me ha estado llamando sin parar para venir. Me está volviendo
loco. Phil le mencionó que estaba teniendo esta fiesta cuando se dejó
caer en el club la otra noche. Procedió a llamarme y quejarse de que
no había sido invitada. Así que esa es la razón por la que está aquí.
Me doy la vuelta, un poco molesta por su explicación.
—Bueno, te sirve bien. Quiero decir, mírate Nicholas, eres guapo y
carismático. No puedes dormir con una mujer y esperar que no quiera
volverte a verte.
En el interior me pregunto si es así como habría terminado
tratándome si hubiéramos dormido juntos. ¿Hablaría de mí tan
despiadadamente, como acaba de hablar de Dorotea?
—Tengo veintiocho, Freda. He tenido muchas experiencias con
mujeres pegajosas durante los años. No significa que tengan que
gustarme. Pero vamos a retroceder un momento, ¿crees que soy guapo
y carismático?
—Sabes que lo eres —le respondo con un suspiro—. Tal vez ese sea
el problema.
Se agacha para que sus labios rocen mi oreja.
—La admiración no es unilateral. Creo que te ves completamente
follable con ese precioso vestido.
—¿Estamos de vuelta a eso? —pregunto, fingiendo aburrimiento,
aunque por dentro me siento bastante triunfante de que el vestido haya
hecho su trabajo—. Pensé que habías superado tu atracción por mí. Te
has portado muy bien.
—Trataba de respetarte, pero tampoco quiero herirte. Eres mi
amiga, y pude ver cómo te estaba molestando, así que me detuve. Eso
no quiere decir que no piense en tu boca todas las noches, en cómo te
sentías contra mi mano, en cómo gemías cuando te hice venir.
—Nicholas, cierra la boca —susurro.
Antes que pueda responder, escucho a Harry llamándonos a la
sala de estar. Me alejo de Nicholas y voy a sentarme en el sofá, mientras
él sigue y se sienta a mi lado. Nora está sentada en el chaise longue
junto a Colm. Sí, ese chaise longue. Ni siquiera puedo mirar la cosa sin
sonrojarme.
—Fred, te ves muy bien —dice Colm, mirando mí escote
descaradamente. El hermano de Harry tiene el cabello castaño claro y
lleva una camisa negra con pantalones grises. Puedo oler su loción de
diseñador para después de afeitar a pesar que estoy a más de un metro
de él.
—Piérdete —murmuro mientras bebo mi vino. Cuando miro a
Nicholas lo noto tratando de contener una sonrisa, ya que escuchó lo
que dije. Harry también lo escuchó. Me da una mirada de advertencia.
Él tiene esta cosa extraña del culto del héroe pasando con su hermano
mayor. A pesar de que Colm es un completo y total idiota, Harry parece
pensar que el sol brilla fuera de su culo.
—Sé amable —articula Harry hacia mí.
—Está bien —artículo de regreso, antes de pasar a Colm—.
Gracias, te vez bastante elegante. —No se da cuenta que estoy usando
un tono sarcástico, que solo refuerza todavía más mi opinión negativa
de él. Piensa tan bien de sí mismo que ni siquiera considera que sea
posible que alguien se esté burlando de él.
—¿Lo crees? —pregunta Colm con una sonrisa, antes de
levantarse y venir a sentarse entre Nicholas y yo. Apenas se las arregla
para apretarse dentro, y tengo que contener mi risa al ver la expresión
de desconcierto en el rostro de Nicholas.
Sean, Harry y Nora continúan con cualquier conversación que
estaban teniendo, y un chico alto y guapo viene a sentarse al lado de
Nora. Es el barman del club, pero no sé su nombre. Nora se vuelve para
estrechar su mano antes de darle una sonrisa coqueta.
—Se siente como que no te he visto en años —dice Colm a mi
lado—. ¿Cuándo fue la última vez?
—Um, en el cumpleaños de Harry, creo —murmuro, tomando vino
de nuevo. Tal vez el alcohol lo hará más soportable.
—Oh, ahora recuerdo, estabas vistiendo este genial par de
pantalones. —Menea sus cejas hacia mí sugestivamente. Oh, bueno
joder. Aquí vamos.
Nicholas gira a su lado para asimilar por completo el torpe
intercambio.
Necesito que se aleje, así que digo:
—Viv, ¿te importaría preparar un plato de comida para mí? Estoy
hambrienta.
Sonríe maliciosamente.
—No, en absoluto, ya regreso. —Se desliza con gracia del sofá,
cuando se ha ido me siento un poco mejor. Hay algo sobre él siendo
testigo de Colm tratando de ligar conmigo que me hace sentir enferma.
—¿Lo llamas Viv? ¿Pensé que su nombre era Nicholas? —
pregunta Colm en confusión.
—Es un apodo —respondo en voz baja, mirando como Nicholas
apila comida sobre un plato para mí. Sus hombros lucen realmente
agradables en esa camisa. De hecho, todo el conjunto lo hace una
especie de obra de arte. Estoy tan distraída por él que me doy cuenta
que me quede totalmente en blanco sobre lo que sea que Colm había
estado diciéndome.
—Así que, ¿qué te parece? —dice, cuando me vuelvo para
mirarlo.
—Disculpa, ¿qué dijiste? —pregunto, justo cuando Nicholas
regresa con la comida. Esta vez se sienta al otro lado de mí, de hecho,
convirtiéndome en un muy incómodo perro caliente humano.
—¿Estaba preguntando si te gustaría venir a la cena que mi
compañía está celebrando el siguiente sábado? —me recuerda Colm.
—Fred trabaja conmigo los sábados por la noche —interrumpe
Nicholas. Sostiene uno de los pequeños bocadillos hasta mi boca—.
Abre amplio —dice en voz baja. Tomo un pequeño mordisco antes de
tener la oportunidad de comprender completamente lo que está
pasando. ¿Está alimentándome? ¿Esta situación es jodidamente real en
este momento?
—Oh, sí. —Colm mira hacia Nicholas molesto por un momento,
antes de aclarar rápidamente su expresión—. Harry mencionó algo
sobre tu nuevo trabajo. ¿No podrías tomarte la noche libre? Te prometo
que no te arrepentirás. —Allí van las horriblemente coquetas cejas de
nuevo.
—No puede, me temo. Los sábados por la noche son los más
activos. No sería capaz de prescindir de ella —responde Nicholas por mí.
Lo miro con asombro, desconcertada. Tiene un par de bolas, eso es
seguro. No tengo intención de decirle que sí a Colm, pero Nicholas casi
acaba de ponerlo en su lugar.
Termino el sándwich que sostiene para mí, y finjo morder sus dedos
como advertencia para que retroceda. Desafortunadamente, esto solo
parece excitarlo más. Sus ojos brillan con malicia.
En ese momento, Dorotea y su amiga vienen a unirse a nosotros.
Dorotea se sienta en el brazo del sofá, inclinándose muy cerca de
Nicholas. Su amiga está frente a nosotros con una copa de vino rojo en
su mano. Colm finalmente toma la indirecta y hace un lugar para ella.
Ahora está incluso más apretado. Nicholas me pellizca en el muslo y le
devuelvo el favor dándole un codazo en las costillas en advertencia.
—Freda, ese es un hermoso vestido —emite Dorotea con un
pequeño hipo. Alguien ha tenido unos cuantos tragos.
—Gracias, lo mismo para tu traje —respondo cortésmente.
Ella lleva un traje de dama completamente blanco con grandes
hombreras, como el que Madonna usó en ese vídeo que hizo con
Britney Spears hace un par de años. Luce cómo que debería estar
celebrado un almuerzo de negocios de alta potencia en los años
ochenta. Eso o asistiendo a una disco temática de Fiebre del Sábado
por la Noche. Todavía es caliente, sin embargo, a pesar de los fallos en
la moda.
—¿No se te ocurrió traer a tu amigo peludo contigo esta noche?
—pregunto.
Ella se inclina incluso más cerca entre Nicholas y dice:
—¿Me está haciendo una proposición, no?
Jesús Cristo.
—Ella está hablando sobre tu hurón, Ollo —explica hacia su lento
cerebro borracho.
Ella golpea una mano sobre su muslo y se echa a reír.
—¡Oh, Ollo! Mi error, pensé que estabas haciendo un doble
sentido Fred. No, lo dejé en casa.
Sostengo la respuesta que está en la punta de mi lengua. Quiero
decirle que me han dicho de primera mano cómo no es peluda su
pequeña amiga. Pero mantengo eso para mí. ¿Está mal reírse
internamente de tu propia broma?
—Aw, eso es una vergüenza —le digo, mientras observo con
alegría que Colm ha dirigido su atención a la señora del salmonete al
otro lado de él. Trae un nuevo significado al termino cualquier agujero lo
hará.
—Nicholas —ronronea Dorotea—. ¿Me ayudarías en el baño por
un momento? Derramé un poco de vino en mi manga y si no lo enjuago
va a manchar.
—Estoy seguro que puedes manejarlo por tu cuenta —responde
con desdén, antes de levantarse para ir y rellenar su vaso de whisky. Le
quito el plato de comida y comienzo a tomar algunas alitas de pollo.
Dorotea camina malhumorada hacia el baño. Hay un golpe en la
puerta y Phil se apresura a responder, dejando entrar a más personas. Es
una buena cosa que fui un poco exagerada con la comida. No
esperaba que hubiera tantos invitados.
Nicholas termina hablando con las nuevas personas que han
llegado. Me deslizo más lejos de Colm y la señora del salmonete hacia
la esquina del sofá. Es terriblemente antisocial de mí, pero siempre me
encuentro haciendo esto en las fiestas en un momento u otro. Me
escabullo al fondo y relleno mi rostro con cualquier alimento que se
ofrece, simplemente observando a los otros interactuar a mí alrededor.
Me doy una pequeña palmada imaginaria en la espalda por lo
bien que lo hice con el servicio de comida. Siempre tiendo a virar más
hacia los alimentos cómodos que a la alta cocina. Tal vez cuando sea
mayor tendré suficiente dinero para abrir mi propio pequeño café
rústico en un pueblo del país, las personas acudirían de todas partes
para probar mis cupcakes y mis guisos caseros, medito.
Dorotea ha regresado del baño y esta insinuándose para entrar
en una conversación que Nicholas está teniendo con un grupo de
hombres que no conozco. Deben ser más trabajadores del club. Ella
desliza sus dedos a través de Nicholas y descansa su cabeza en su
hombro. A juzgar por su postura, parece un poco incómodo con ella
tocándolo, pero no la está alejando. Tal vez esto es simplemente por los
buenos modales.
Me obligo a no verlos por más tiempo y en su lugar enfoco mi
atención en Nora y el tipo alto con el que todavía está hablando. Estoy
esperando que sea heterosexual, porque Nora no ha visto mucha
acción con hombres por un tiempo y merece ser arrastrada por algún
galán. Es como ver una película. Sigo a través de tres alitas de pollo, dos
jalapeños fritos, varios trozos de tocino y dos copas más de vino,
mientras la observo jugar con su cabello, tocando su hombro con
coquetería, haciendo pucheros sutilmente con sus labios, etc.
Le doy un guiño alentador cuando me las arreglo para llamar su
atención. Se sonroja al ser sorprendida haciendo todo lo posible. Harry y
Sean juguetean con la máquina de karaoke y antes de darme cuenta
Harry está cantando “I Will Survive” a todo pulmón. Al igual que yo, él no
tiene una nota musical en su cabeza. Los invitados se reúnen alrededor
y le animan. Decido que esta es mi señal para ir al baño. Me deslizo
dentro del baño y hago mis asuntos.
Cuando estoy lavando mis manos noto la manija girar.
—Estoy aquí —digo en voz alta, pero quienquiera que sea
continúa entrando, idiota maleducado.
Levanto la mirada para descubrir a Nicholas de pie detrás de mí.
Mantiene contacto visual mientras se vuelve y bloquea la puerta. Algo
que debería haber hecho antes de entrar aquí.
—Um, ocupado, occupé, occupato, ¿cualquiera de estas te
suena? —bromeo. Continúo lavando nerviosamente mis manos y
haciendo mi mejor esfuerzo por ignorar la forma en que me mira.
—Me disculpo por irrumpir, pero he estado muriendo por tenerte a
solas toda la noche, Freda —respira él.
Se acerca a mí y presiona la parte delantera de su cuerpo a lo
largo de mi espalda, apoyando ambas manos contra el lavabo para
acorralarme. Se acerca y acaricia mi pecho desvergonzadamente,
justo antes de bajar la parte delantera de mi vestido para desnudar el
pezón. Todo sucede tan rápido.
—Exquisito —dice, cuando mira fijamente mi reflejo en el espejo.
Un pecho extendido sobre la sedosa tela.
De repente me gira, inclinándose y tomándome en su boca.
Suspiro ante la sensación de su lengua caliente golpeando mi pezón
desnudo.
—No estás jugando limpio aquí —protesto, luchando contra él.
Se levanta por aire el tiempo suficiente para decir:
—¿Y tú lo haces? Mira este vestido, también podrías tener un
letrero sobre tu cabeza que dice fóllame. —Su voz grave envía un
hormigueo a través de mí y un rubor cubre mis mejillas.
Su boca abraza de nuevo mi pezón y gimo por instinto. Su mano
pasea por debajo de mi vestido y violentamente desliza mis bragas más
allá hundiéndose dentro de mí. Me sostengo firmemente sobre sus
hombros y mi cuerpo se debilita con cada embestida de su mano. Él
suelta mi pezón y entierra su rostro en mi cuello.
—Hemos estado bailando alrededor del otro por dos semanas. No
puede tomar mucho más tiempo. —Hunde otro dedo dentro de mí,
moviéndolo rítmicamente dentro y fuera—. Dios estás tan apretada y
suave, Fred, quiero lamerte toda.
—Estás escandalizándome, Viv. —Me las arreglo para sonreír. Él
sonríe con satisfacción hacia mí.
—Te dije que me gusta corromper, y eres la candidata perfecta,
con esos jodidos e inocentes ojos tuyos.
Él mira como me retuerzo contra él.
—¿Qué se necesita para que grites mi nombre? ¿Necesitas mi
pene dentro de ti para eso?
—Oh, Dios, ¡cállate! —suspiro.
Empuja mi vestido más arriba, revelando mis bragas de encaje
negro. Luego se agacha y presiona su rostro en mi montículo. Corre su
nariz arriba y abajo, y juro que podría venirme solo por ese movimiento.
Alguien llama a la puerta del baño y prueba la manija un par de veces.
Nicholas maldice y remueve sus dedos de mí. Antes de levantarse.
Corre el pulgar de la otra mano sobre mi labio inferior, y muerde la
comisura de mi boca con sus dientes.
—Si no estuviéramos en medio de mi fiesta de bienvenida, Freda,
separaría tus piernas y te comería en este momento.
Trago un duro bulto de saliva y respiro fuertemente. Aprieto mis
ojos. Estoy llena de emoción y necesidad. Dios, ¿qué sentido tiene tratar
de resistirlo cuando ya estoy medio enamorada de él? Pasar la mejor
parte de la última quincena con este hombre, riendo, bromeando y
conociéndonos mutuamente realmente me ha afectado. Lo quiero
tanto que duele. Pero lo quiero todo. No solo el sexo. Quiero sus sonrisas,
sus burlas y su mirada ardiente. Sus ojos tristes cuando cree que nadie
está mirando. Más que nada, quiero su corazón.
—Mejor salgamos —digo con voz temblorosa, bajando mi vestido.
Doy un paso hacia la puerta, pero agarra mi muñeca para detenerme.
Hábilmente me gira para enfrentarlo antes de subir la parte delantera
de mi vestido. Me tiene tan agotada que estaba a punto de salir a la
fiesta con un seno al aire.
—Hermosas tetas, Fred —dice oscuramente—. No puedo esperar
para chupar la otra la próxima vez. —Me besa suavemente en los labios,
su lengua serpenteando por un segundo. Luego desbloquea la puerta,
revelando a Sean esperando en el otro lado. Nos mira a los dos y se ríe.
—Siento interrumpir, pero realmente necesito entrar —dice.
Mis mejillas se ponen rojas cuando me apresuro a salir, y la risa de
Nicholas sigue detrás de mí.
10
Karaoke Y Seducción
Traducido por Florpincha
Corregido por Bella’

M
ientras entro en el salón, noto que los ojos de Dorotea
están en mí. ¡Mierda! ¿Vio que había estado a solas con
Nicholas en el baño? Su mirada es fría y un poco confusa,
así que no puedo decir si está loca o si es solo una de esas personas que
miran fijamente cuando están borrachas. Cuando la conocí, pensé que
era genial, ahora se está volviendo algo irritante.
Durante la siguiente hora guardo mi distancia de Nicholas. En
realidad, no puedo mirarlo sin enrojecer como una maniática. Me siento
con Harry y Sean por un tiempo, mientras me empapo con alcohol para
adormecer cómo mi traidor cuerpo no dejará de hormiguear por todas
partes. ¿Cómo es que consigo mantener mi autoconciencia incluso
cuando estoy medio entumecida?
Nora todavía está absorta con el barman, así que la dejo. Pronto
la mayoría de los invitados comienzan a irse, probablemente porque
muchos de ellos trabajan en el club y tienen turnos que cubrir. Phil
parece haber tomado la noche entera, sin embargo. Actualmente está
caminando por el departamento con una de las pelucas rubias de
Nicholas en la cabeza, un sostén rosado de encaje sobre su camisa y
una botella de vino en la mano.
Harry y Colm se despiden porque tienen trabajo por la mañana.
Eso solo nos deja a Nicholas, Phil, Dorotea, la amiga de Dorotea, Sean,
Nora y su camarero y a mí en el departamento. Phil salta a la máquina
de karaoke (que resulta que le pertenece) y levanta el micrófono a su
boca.
—Bien, todo el mundo, sé de algo que va a condimentar esta
fiesta. ¿Qué tal si jugamos al karaoke de seducción?
—¿Y qué es eso en cristiano? —pregunto con una risita, más o
menos borracha.
—Alguien se ofrece como voluntario para ser el juez y luego todos
tenemos que cantarle e intentar seducirlo —explica y hace una pausa
para eructar—. Al final el juez escoge quién dio la actuación más
seductora.
—Parece algo tonto —murmuro.
—Gran idea, voy a cantarle a Nicholas —declara Dorotea con
deleite, sin escuchar mi comentario y aplaudiendo con placer.
Phil le guiña un ojo a Nicholas.
—Bueno, señorita Blue, ¿quieres ser el juez entonces?
—Me encantaría, Philip —responde suavemente, antes de tomar
un sorbo de su vaso. Estoy convencida de que me mira cada vez que lo
hace, pero me niego a reconocerlo por cualquier razón irracional. La
voz de vino en mi cabeza me está instando a ir y lamer su rostro, pero
eso sería surrealista y tengo suficiente fuerza de voluntad para
contenerme.
Dorotea se dirige hacia la máquina de karaoke, pero Phil la
empuja juguetonamente hacia su asiento.
—No tan rápido, amor, iré primero —refuta, moviendo su dedo en
su rostro.
Dorotea resopla y cruza sus brazos mientras cae de nuevo en su
asiento. Phil endereza su peluca, que se adapta a él de una manera
extraña, y lidia con los botones de la máquina antes que la introducción
de una canción comience a sonar. Las letras de “I Want Your Sex” de
George Michael empiezan a rodar por la pantalla y Phil comienza a
balancear las caderas de un lado a otro mientras canta en broma a
Nicholas, que está sentado cómodamente ante él con una mirada
divertida en su rostro.
Cuando la canción termina, me meto dos dedos en la boca para
darle a Phil un silbido de lobo y todos aplauden para él. Dorotea se
agacha ante la máquina y comienza a susurrarle a Phil al oído. Se ríe y
se desplaza por su lista de canciones, buscando la que pidió. Una vez
que está lista se quita su chaqueta blanca y la coloca sobre el respaldo
de la silla de Nicholas, revelando la blusa de seda color crema que
tiene debajo. Deshace unos cuantos botones más y descubre sus tetas.
Nicholas se ríe y mueve la cabeza hacia ella.
Cuando su canción comienza a tocar, pongo los ojos en blanco
ante la previsibilidad de su canción, “I Touch Myself” de Divinyls. Hace
pucheros hacia Nicholas y se inclina sobre él para que pueda ver
directamente a través de su blusa, mientras canta en su profundo
acento italiano sobre cómo no quiere a nadie más y que cuando
piensa en él, se toca.
Dios, ¿por qué el acento italiano tiene que ser tan sexi? Tiene una
ventaja injusta aquí. Aunque me siento un poco incómoda por Nicholas
cuando nivela sus profundos ojos marrones con los de él y canta la línea
pensando que moriría si la ignorara, porque la ha estado ignorando esta
noche.
Aplaude educadamente y le permite darle un beso en la mejilla
cuando termina de cantar.
—Bueno, ¿quién quiere ir a continuación? —pregunta Phil,
mientras escanea la habitación. Me hundo más abajo en mi asiento y
me enfoco atentamente en la copa de vino en mi mano.
—Fred, ¿qué hay de ti? —dice, cuando nadie más es voluntario.
Encantador. Dejo que mi mirada se acerque a Nicholas por un
momento, y se ve encantado ante la perspectiva de que cante para
seducirlo.
—No, Phil, no puedo cantar para nada —le digo, sacudiendo la
cabeza.
—Oh, vamos, el karaoke no se trata de ser capaz de cantar. Las
personas con buenas voces que hacen karaoke simplemente se
muestran como idiotas. ¡Se supone que es divertido! —exclama,
pavoneándose y agarrando mi mano.
—Divertido, ¿eh? Pensé que la idea aquí era seducir —murmuro.
—Eso también —responde, y se inclina para susurrar—: a veces
cuando las personas piensan que están siendo sexis es un poco
hilarante. —Asiente discretamente hacia Dorotea. Me alegra que no
haya sido la única que notó lo cursi que estaba cantando esa canción.
—Oh, bien entonces —respondo, cuando una idea me viene a la
mente—. ¿Qué tan extensa es esta colección?
—Te costaría mucho encontrar una canción que no tuviera.
Tengo miles —dice Phil.
Me desplazo a través de la lista de artistas y sonrío cuando llego a
la W. La canción que quiero cantar está allí en la pantalla. Agarro el
micrófono y Phil la reproduce mientras encuentro mi mejor acento del
oeste de Inglaterra.
Cuando la vida te pone en situaciones incómodas, como ser
forzado a cantar frente a una sala llena de personas, todo lo que
puedes hacer, es recurrir a un mínimo común denominador y hacer las
paces. Coloco una mano en mi cadera, le doy a Nicholas una sonrisa
descarada y me lanzo directamente a una versión de “Combine
Harvester” de The Wurzels.
El rostro de Nicholas estalla en una enorme sonrisa mientras bailo
para llevar el ritmo, pasando de un lado a otro como si estuviera
haciendo el baile en línea. Lanzo mi sombrero de granjero imaginario
hacia él. Cuando paso de la primera estrofa todo el mundo se está
orinando encima de la risa y cantando junto al grupo “ooh ooh ah ah”
a retazos. Bueno, todo el mundo a excepción de Dorotea, que o bien
no entendió la broma o simplemente odia que tenga la atención de
Nicholas.
Le digo que conduje mi tractor a través de su pajar anoche.
Le digo que tiré mi horca a su perro para que guardara silencio.
Le digo que tengo una cosechadora nueva y que quiero darle la
llave.
Le digo que vamos a tener gemelos y trillizos porque soy un
hombre construido para la velocidad.
Le digo que es una mujer hermosa y en la que no puedo esperar
para poner mis manos en su tierra.
En el momento que la canción termina, todo el mundo está
llorando de la risa. Nicholas no se ríe más, está mirando hacia mí con tal
ternura que me dan ganas de apretar los ojos y parpadear para
asegurarme que es real.
Se levanta de su asiento y camina hacia mí. Ahueca mis mejillas
con ambas manos y me mira a los ojos por lo que se siente para
siempre.
—Eres adorable —susurra, justo antes de que sus labios capturen
los míos en un cálido y profundo beso. Gimo silenciosamente cuando su
lengua se desliza contra la mía.
—Bueno, creo que sabemos quién ganó esta ronda —declara Phil
en voz alta.
Me aparto de Nicholas al mismo tiempo que escucho el grito de
Dorotea.
—¡Brutta! ¡Vaffanculo!
No hablo ni una palabra de italiano, pero he visto suficientes
películas de mafia para saber que dijo algo en la línea de “Jódete,
perra”. Nos mira a ambos con enojo.
Nicholas me empuja detrás de él y da un paso adelante.
—Háblale así de nuevo y voy a echarte de aquí —advierte. Vaya,
por alguna razón no esperaba que me defendiera tan fervientemente.
—¿Qué haces besándola? —exige, gesticulando hacia mí con sus
manos—. ¡Te he dicho que te quiero esta noche y haces esto!
—Y te dije que no estaba interesado. No es mi culpa que te
negaras a escuchar.
Creo que realmente no se puede discutir con esa lógica. Dorotea
se le queda mirando por un minuto antes de pasar a evaluarme.
—¿Por qué la quieres a ella? Está gorda.
Mi mirada de pánico revolotea a Nora, quien mira a Dorotea con
su rostro encendido con molestia. Oh no, puedo decir que está
preparándose para saltar. Podemos llamarnos la una a la otra con todos
los nombres bajo el sol cuando estamos pasando el rato en nuestro
departamento, pero eso es algo natural. Nora no se encoge ante
cualquier persona que me ataca a mí o a ella. Se levanta de su asiento
y se pone delante de Dorotea.
—No hables así de Fred —advierte.
Dorotea le da un vistazo de arriba abajo que es a la vez medido y
desdeñoso.
—Digo lo que quiero, brutta.
Doy un paso más allá de Nicholas y alejo a Nora de Dorotea.
—Déjala, Nora, solo esta borracha.
—¿Has oído lo que ha dicho? Me llamó perra en italiano. ¿Quién
se cree que es?
—No sé, un híbrido entre John Travolta y Tony Soprano, ¿tal vez?
—Hago una broma para tratar de evitar la situación.
Nora deja escapar un fuerte ladrido de risa.
—¡John Travolta! Por el traje, ¿verdad?
Asiento.
—¿Qué has dicho de mí? —pregunta Dorotea. Sus ojos se han
estrechado hasta convertirse en rendijas.
La ignoro y miro a Nicholas, que ha aparecido a mi lado de
repente.
—Nos vamos a ir, las cosas están un poco feas aquí —le digo.
Me acaricia la mejilla.
—No te vayas, si alguien debe irse es ella.
—Estoy destrozada de todos modos, quiero irme a la cama.
Hablaremos pronto, sin embargo, ¿de acuerdo? —le susurro.
—Lo haremos. —Se inclina hacia adelante y me besa en la
comisura de los labios—. Y no eres gorda, eres perfecta —añade en voz
tan baja que solo yo puedo escucharlo. Mi corazón se derrite un poco.
Nora intercambia números de teléfono con el chico con quien
estuvo hablando toda la noche y nos dirigimos a nuestro departamento,
dejando una Dorotea mirando triunfante en nuestra estela.
Probablemente piensa que debido a que estamos yéndonos ella
ganó. No envidio la posición de Nicholas en este momento, porque
tendrá que ingeniárselas para echarla más tarde esta noche, me
imagino. Al menos espero que se resista a ella y no ceda una vez que
gire sus tetas amelocotonadas hacia él.
Nora lanza sus llaves sobre la mesa de café en el salón y se deja
caer en el sofá. Me saco mis zapatos, nos consigo un vaso de agua y
me siento en el sillón frente a ella.
—Aquí, bebe esto si deseas disminuir la resaca por la mañana —
digo, empujando el vaso hacia ella.
Toma un largo trago, se limpia la boca con su muñeca y me
observa con interés.
—Así que, ese fue un beso caliente el que Nicholas te dio. No se
veía como si fuera un primer beso tampoco. ¿Qué no me has estado
diciendo, Fred? —Genial, pensé que estaría tan distraída por el arrebato
borracho de Dorotea que no me preguntaría sobre el beso.
Dejo escapar un corto suspiro y ni siquiera me molesto tratando de
mentir.
—Tienes razón, fue nuestro segundo beso, creo. Tuvimos un poco
de acción en su sala de estar hace un par de semanas, pero discutimos
después. Ha mantenido sus manos para él desde entonces. Hasta esta
noche, por supuesto.
—Oh, Dios mío, pequeña zorra sigilosa. ¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque me daba vergüenza, y también porque estaba
deprimida por el hecho de que no lo puedo tenerlo como quiero.
—Pff, si un hombre me diera un beso como el que te dio, lo
tendría de cualquier manera que pueda conseguirlo —responde Nora.
—Sí, sí eres una verdadera aventurera sexual. —Pongo los ojos en
blanco. Similar a mí, Nora es toda charla cuando se trata de sexo—. No
sé si el dolor subsiguiente valdrá la pena una noche con él. Folló a
Dorotea y ahora es como si ni siquiera pudiera soportar mirarla. Estaría
en el vertedero por siempre si eso sucediera conmigo. El hombre es
precioso, pero obviamente tiene problemas. La pregunta es, ¿quiero
ponerme en el extremo receptor de ellos?
—Solo tienes que hacerlo con él, Fred. Casi puedo oler las
hormonas que vienen de ti. Necesitas sacarlo de tu sistema.
Esta es la solución borracha de Nora a mis preocupaciones. Toma
un trago de agua antes de continuar:
—De todos modos, ¿le echaste un vistazo a Richard? ¿El chico
con el que estuve hablando toda la noche? Vamos a salir en una cita
este miércoles. Atiende el bar de The Glamour Patch la mitad de la
semana, y trabaja en The Button Factory en Temple Bar la otra mitad.
Eso es a la vuelta de la esquina de donde trabajo —habla con
entusiasmo.
—Muy afortunada —le digo con sequedad—. ¿The Button Factory,
sin embargo? —Arrugo la nariz con disgusto—. Ese lugar está lleno de
snobs musicales. Asegúrate de no mencionarle que tu disco favorito es
Greatest Hits de Mariah Carey, o su floreciente romance habrá
terminado antes que incluso comience —bromeo—. Es caliente, sin
embargo, tendrás que decirme todo lo que suceda en tu cita.
—Sí, como me contaste todo sobre ti y Nicholas y su jugueteo en
su sala de estar —dice, levantando una cínica ceja.
—Voy a dormir un poco —le contesto, ignorando su comentario
cuando hecho un vistazo al reloj—. Tengo que estar despierta en tres
horas para hornear.
—Uf, odiaría ser tú —dice Nora—. Y, por cierto, mi disco favorito es
“This Is Me... Then” de J-Lo, así que obtén la información correcta —
añade cuando estoy cerrando la puerta de mi dormitorio.
Me rio y me meto en la cama.
Cuando mi alarma suena, mi cabeza se siente como si hubiera
sido pulverizada con una picadora de carne. Supongo que es mi culpa
por tomar vino como un ama de casa en su noche libre de los niños.
Ruedo con dificultad a través de mi rutina de horneado matutina y
tomo una larga y caliente ducha una vez que los cupcakes se cocinan
en el horno.
Me estremezco justo antes de detenerme bajo el chorro, porque
todavía puedo oler la loción para después del afeitado de Nicholas en
mi piel de la noche anterior. De una manera extraña, del tipo de no
quiero lavarlo.
Seco mi cabello con una toalla una vez que salgo y me quedo
mirando mis ojos cansados en el espejo. Lo único que me mantiene en
este momento es la perspectiva de volver a caer en la cama cuando
regrese de The Cake Shop.
Lo molesto es que después de haber entregado los cupcakes,
estoy completamente despierta. Vuelvo al apartamento con un
cosquilleo. Tengo muchas ganas de ver a Nicholas, tal vez porque en
algún lugar de la parte trasera de mi mente me gusta torturarme.
Finalmente decido ceder a la tentación cuando agarro los
ingredientes para los huevos benedictinos y voy a su casa para hacer el
desayuno. Me dio una llave de repuesto la semana pasada, así podría
entrar en su departamento y ordenar sus trajes cuando estaba fuera.
Todavía no la he devuelto.
Le envío un mensaje de texto rápido para hacerle saber que estoy
de camino. Responde inmediatamente con un simple “esperando por
ello” y uno de esas caritas de emoticones. Nunca he entendido por
completo el uso de emoticones en los textos. Siempre acabo utilizando
un rostro con el ceño fruncido cuando debería estar usando uno
vagamente molesto, o una sonrisa cuando debería estar sorprendida al
usarlo. De todos modos, con una bolsa de comida en la mano giro la
llave en la cerradura y doy un paso dentro de su casa.
El departamento no se ve bien después de la fiesta de anoche.
Dejo caer la comida en la cocina y luego me acerco a la sala de estar
donde encuentro a Dorotea y Phil enredados y dormidos juntos en el
sofá. Dorotea usa la camisa de Phil y él usa su blusa. Veo que la fiesta no
terminó después que Nora y yo nos fuimos, entonces.
Sacudo a Phil por el hombro, para despertarlo y un segundo más
tarde se mueve y comienza a frotarse los ojos. Dorotea gime y se
despierta también.
—Fred, ¿qué hora es? —pregunta Phil, luciendo un poco de mal
humor.
Echo un vistazo al reloj.
—Casi las diez. ¿Cómo te sientes?
—Al igual que si acabara de comer un plato lleno de arena. Uf,
estaría eternamente agradecido si me haces una taza de café.
—Voy a hacer algo mejor. Estoy haciendo huevos Benedictinos
para Nicholas, ¿quieres?
Permito que mis ojos vayan a Dorotea por un momento.
Actualmente se pasa las manos por el cabello desaliñado en un
esfuerzo por arreglarlo.
—Oh, eso sería maravilloso —exclama Phil, iluminando su rostro al
instante. Por esta razón, me encanta cocinar para las personas; se
puede transformar mágicamente a una persona de malhumorada en
una alegre.
Dorotea luce un poco avergonzada. Todavía no ha dicho ni una
palabra. Decido sacarla de su miseria.
—¿Vas a desayunar también? —le pregunto con una sonrisa
amable. No puedo echarle la culpa por cómo reaccionó la noche
anterior. Después de todo, Nicholas la buscó y después la dejó.
Una pequeña sonrisa se forma en sus labios mientras en voz baja
responde:
—Sí, gracias, Freda.
Me doy vuelta y vuelvo a la cocina para comenzar a preparar la
comida. Dorotea desaparece en el baño para refrescarse. Phil viene y
se sienta junto al mostrador para verme cocinar.
—¿Te entrenaste profesionalmente? —me pregunta mientras mira
mis movimientos.
—¿Cómo chef quieres decir? No exactamente. Tengo una
licenciatura en artes culinarias.
—Eso pensé, realmente se puede decir por la forma en que
trabajas con los ingredientes.
Sonrío y continúo cocinando.
—Por cierto, no pasó nada entre Nicholas y Dorotea ayer por la
noche después que saliste. Se fue a su habitación de mal humor y todo
el mundo se fue a casa. Ella y yo nos quedamos despiertos y tomamos
un par de turnos más en el karaoke, así como demasiadas copas de
vino antes de desmayarnos en el sofá.
—Es bueno saberlo —le contesto, mientras una pequeña
sensación de felicidad me recorre. Tal vez, solo tal vez, soy más especial
para Nicholas que todas las otras mujeres que conoce. Me aferro con
fuerza a este inútil pedazo de esperanza—. Apuesto a que nunca
esperabas despertarte con una mujer envuelta alrededor de ti esta
mañana —bromeo con él.
—Definitivamente no. —Phil se ríe, quitándose la blusa de Dorotea.
Dorotea sale del baño vestida con su chaqueta blanca y se une a
nosotros en la cocina. Ella sonríe y da a Phil su camisa mientras le él
entrega la blusa. Luego su expresión se vuelve seria, cuando vuelve a
dirigirse a mí.
—Freda, ¿puedes disculparme por mi comportamiento en la
fiesta? Estaba borracha. Estaba fuera de lugar. No quiero ser tan loca,
sino que el hombre, ya sabes, tiene un poderoso efecto en mí. En la
mayoría de las mujeres me imagino.
—Y hombres —expresa Phil.
Nosotras lo miramos.
—¿Qué? —exclama—. No me refería a mí. Trabaja en mi club. No
puedo dejar de notar la forma en que los clientes lo buscan, ¿cierto?
—Supongo que no —contesto con una sonrisa antes de volver a
Dorotea—. No te preocupes por ello. Todo se perdona. —Nunca he sido
el tipo de persona de guardar rencor. Todo lo que necesito es un “lo
siento” y soy masilla en tus manos.
Les sirvo su desayuno y luego sirvo algunos platos para Nicholas y
para mí.
Dorotea le da un mordisco y me dice:
—Ciertamente sabes cómo cocinar, Freda. —Hace una pausa y
frunce el ceño mientras me estudia, después señala con el tenedor en
la dirección de la puerta de la habitación de Nicholas—. Ese de allí, va
a romper tu corazón. Solo quiere la primera oleada de lujuria, todo lo
que viene después no es lo suficientemente emocionante para él.
Ahorra tu corazón, ni se te ocurra dárselo. Encuentra un hombre
agradable, un buen hombre. Uno capaz de aceptar el amor de otra
persona.
Sus palabras me dan un de choque de realidad, porque le da voz
a las reservas que he tenido todo este tiempo.
—Lo voy a tener en cuenta —le digo, mientras pongo los platos y
tazas en una bandeja y camino a la habitación de Nicholas—. Parece
que su señoría no va a honrarnos con su presencia, voy a tener que
llevarle la comida —grito detrás de mí.
Uso mi codo para empujar hacia abajo la manija de la puerta y
luego camino dentro de la habitación. La vista de la melena negra de
Nicholas y su pecho desnudo, por no hablar de la manta esparcida a
través de sus regiones inferiores, golpea como una bomba a mi muy
desatendida libido.
No podía parecer más atractivo si lo intentara. Realmente no
debería llevar una bandeja de comida en este momento, ya que está
en peligro de caer al suelo. Aun así, mantengo mi agarre y la coloco en
su cómoda al lado de la cama.
—Buenos días, cariño —canturreo—. Prepara tu boca para una
sensación de sabor. —Camino a través del cuarto y abro las cortinas
para permitir que entre algo de luz natural al lugar.
—Buenos días —responde con una sonrisa deslumbrante—. Esa es
una camiseta preciosa, Fred.
Echo un vistazo a la camiseta de corte bajo que uso. Hmm, me
pregunto por qué piensa que es tan encantadora.
Le sonrío y le doy el desayuno, antes de sentarme en el borde de
su cama. Tengo mucha curiosidad sobre si tiene algo debajo de la
manta.
Toma un sorbo de café y luego mira al plato con avidez.
—Eres mi pequeño ángel del desayuno —exclama—. ¿Qué haces
allí? Ven a sentarte a mi lado.
Me quito los zapatos y me arrastro sobre su cama. Comemos
juntos en un amigable silencio.
—¿Has dormido bien? —pregunto con un bostezo, cuando pongo
el plato vacío en la bandeja sobre la cómoda.
—Mejor que tú, está claro. Pareces cansada —responde Nicholas,
con los ojos recogiendo todo de mí.
—Sigues olvidando que no eres la única persona para la que
trabajo. Tenía que estar despierta esta mañana para hacer mis
cupcakes.
—Aw, pobre bebé —ronronea y me agarra la muñeca, tirando de
mí más cerca de él—. Vamos a tomar una siesta ahora, así te pones al
día con el sueño.
Abre la manta y gracias a Dios revela el uso de calzoncillos. Me
da un tirón hacia él y luego la pone sobre nosotros. A continuación,
envuelve sus brazos alrededor de mi cintura por detrás y me tira cerca.
Quiero sentir el afecto que está ofreciendo, solo por este momento. No
quiero resistir. Sé que no lo hago.
—¿El Sr. Turner tiene un empalme esta mañana? —pregunto,
sintiendo una dureza apretando contra mí.
—Cállate y lidia con ello, Fred. —Se ríe y entierra su rostro en mi
cuello—. Siempre hueles tan limpio —murmura.
—Hueles como el whisky de la noche anterior —comento,
mientras mantengo para mí que también huele ligeramente a loción de
afeitar y a hombre.
—Eres descarada —dice y pellizca mi estómago.
—¡Ow, Viv, eso duele!
—Lo siento, ¿lo puedo besar mejor? —me pregunta oscuramente.
—Probablemente no deberías. Dorotea y Phil todavía están en tu
cocina. Les hice el desayuno también, pasaron la noche en el sofá.
Nicholas me da una mirada confusa.
—Eso es algo que no se escucha muy a menudo.
—Lo sé. Dorotea se disculpó por su comportamiento de anoche y
todo. También me advirtió de no confiar en ti.
Lo digo sobre todo porque quiero que me diga que puedo confiar
en él. Quiero ser capaz de confiar en él.
Se queda inmóvil de repente.
—Lo hizo, ¿verdad? ¿Crees que puedes confiar en mí, Fred?
—Quiero. No estoy segura de sí debería, sin embargo.
Permanece en silencio entonces. Espero con ansia que diga algo
evidenciando que Dorotea está equivocada, pero no lo hace. Solo
pasa la mano por encima de mi estómago y luego hasta mi sujetador.
Es exasperante. Me giro hacia él en sus brazos.
—Oye, ¿podemos dormir? —pregunto. Quiero ver si puede estar
aquí conmigo y no tratar de convertirlo en sexo.
Busca en mis ojos por un momento y responde:
—Claro, ven aquí.
Me hundo de nuevo en su abrazo y hace senderos con sus dedos
arriba y abajo por mi espalda, prestando especial atención a la curva
de mi columna. Estoy tan agotada, y su toque se siente calmante.
Momentos después estoy fuera.
Cuando me despierto otra vez, Nicholas tiene sus manos niveladas
a cada lado de mi cabeza y su torso descansa entre mis muslos
abiertos. Mi falda hasta las pantorrillas, levantada alrededor de mis
caderas. Me está mirando, ¡probablemente había estado mirándome
mientras dormía! ¿Se supone que es espeluznante o sexi? Tal vez un
poco de ambas cosas.
Parece pensativo.
—¿Qué? ¿Babeo? —pregunto, tratando de evitar la expresión
seria en su rostro.
Sus ojos se desvían hacía de mis labios.
—No.
—¿Qué estás haciendo? —le susurro.
—Mirándote. Me gusta tenerte aquí.
—Estoy segura que sí. Al igual que has disfrutado de tener Dorotea
aquí la otra semana.
—Follamos en el sofá. Nunca estuvo en el dormitorio.
Muevo mis caderas para tratar de quitarlo de encima, pero me
mantiene firmemente en su lugar.
—¿Tenías que decirme eso? Pasé la mitad de la noche sentada
en el sofá. —Hago mi voz con un sonido de disgusto, pero por dentro, en
secreto, estoy encantada de que no llegó a dormir en la cama con él.
Al igual que acabo de hacer. Y, ni siquiera tuve que tener relaciones
sexuales con él.
Me mira con astucia.
—No significó nada con ella, ya sabes.
Mi respiración se detiene.
—Oh.
Suspira.
—Perderme en mujeres que acabo de conocer, es un hábito que
parece que no puedo quitarme de encima.
No sé cómo responder a eso. Al final hago una broma, arruinando
el momento serio.
—Pensé que habías dicho que no eras un adicto al sexo.
Sonríe y sigue mirándome, en silencio, apreciándome. Entonces
sonríe ampliamente y niega.
—Cállate, Freda —dice con voz ronca, antes de tomar mi boca
en un duro beso. Puedo sentirlo en todas partes, con energía a través
de mí. Vierte todos sus sentimientos no expresados en este beso. Puedo
decirlo. Tal vez yo también, ya que igualo su entusiasmo mordiendo su
labio inferior. Esperaba que tratara de llevar las cosas más lejos, pero no
lo hace. Se aparta y me sonríe por haberlo mordido—. Traviesa. Me
gusta. Ven conmigo de compras hoy.
—¿Comprar qué? —pregunto.
—Ropa. Necesito algunas cosas nuevas. Ah, y posiblemente un
auto de segunda mano.
Lo miro fijamente, con los ojos abiertos.
—¿Vas a comprar un auto, así como así?
—No, no así como así. Ahora vivo aquí permanentemente.
Necesito transporte.
—Te das cuenta que esta ciudad no es muy grande. Solo parece
así cuando no estas familiarizado con ella. Puedes caminar a cualquier
lugar dentro de media hora más o menos. Un auto no obtendrá mucho
uso. Pero voy a ir contigo, siempre y cuando me compres un buen
almuerzo.
Me da una mirada que es mitad sonrisa, mitad oferta.
—Te voy a comprar el almuerzo si me dejas que te compre un
vestido nuevo también. A mi elección.
Me burlo de él, pero estoy intrigada.
—¿Estoy obligada a llevar ese vestido que escojas?
—No. Pero me gustaría que lo hicieras.
—Es un trato entonces, y pensaremos en mí llevando el vestido.
Hago un rápido viaje al lado, a mi departamento, a cepillarme los
dientes y me cambio la parte de arriba por una con la que no he
dormido. Cuando vuelvo Nicholas me está esperando en el pasillo,
apoyado casualmente contra la pared. Tiene esas gafas estilo aviador
de nuevo sobre su cabeza, las del tipo que me dan ganas de
desmayarme como una perdedora. Sonríe y extiende su mano hacia mí.
Sonrío de vuelta y la tomo.
11
Espejos y Vestuarios
Traducido por Florpincha
Corregido por Bella’

N
icholas compra como un profesional. Sabe exactamente lo
que le gusta y lo que no le gusta, y trata con el asistente de
la tienda como si fueran viejos amigos que tienen una
charla. Siempre he encontrado las compras de ropa como la última
experiencia de una pesadilla, sobre todo cuando era más joven.
He sido gordita desde el día en que nací, así que elegir ropa
nunca es divertido. Incluso si encuentro algo que me gusta, siempre hay
una posibilidad de que la tienda no lo tenga en mi talla. Y a veces
cuando sí lo tienen en mi talla, simplemente no parece quedarme bien.
Estamos en una elegante tienda masculina en este momento y
estoy fingiendo interés en esos estantes detrás del mostrador, donde
tienen todos los tonos de camisas de negocios que podrías desear. La
estantería me recuerda a esas cartas de cartón que obtienes cuando
compras pintura. Los pequeños rectángulos de colores.
Miro de nuevo a donde el asistente de la tienda está ayudando a
Nicholas y me sorprende el contraste entre la forma en que se viste
cuando está en el escenario y cómo se viste cuando está siendo él
mismo. Vivica Blue es todo encaje, seda y tacones altos, mientras que
Nicholas es camisas y pantalones de diseñador. Rara vez lo verás en una
camiseta y jeans.
Nicholas termina marchándose con varias bolsas de camisas y
pantalones. A medida que avanzamos hacia la calle, dice:
—Enséñame el camino, querida, muéstrame dónde te gusta ir de
compras.
—Todavía estas determinado a comprarme un vestido, ¿verdad?
—pregunto, con un suspiro de mal humor del que alguien de quince
años estaría orgulloso.
—Por supuesto que sí. Llévame a tus tiendas habituales.
—Deberías saber que comprar ropa es una de mis tres actividades
más odiadas en la vida, justo por debajo de pagar mis impuestos y
hacerme una citología.
—No seas tonta, si tuviera un cuerpo como el tuyo lo estaría
vistiendo todo el tiempo. Podrías darle la pelea a Christina Hendricks.
Resoplo.
—Mi culo podría.
Nicholas me da el ceño fruncido que siempre parece darme
cuando estoy tirándome abajo a mí misma. Sacude la cabeza y frunce
los labios.
—Está bien, si no vas a indicar camino, tendré que elegir yo.
Camino penosamente detrás de él y cuándo llega a la calle
Grafton, me arrastra en el interior de una irritante tienda de ropa
femenina. Las piernas del maniquí en la parte delantera de la tienda
muestran toda la gama de pantalones multicolores. Siempre he
encontrado que los maniquíes de medio cuerpo son extrañamente
desconcertante. Como que algún escaparatista cortó la parte superior
porque no la necesitaba.
Me vuelvo innecesariamente molesta cuando Nicholas comienza
a sacar vestidos de los bastidores en mi talla exacta, a pesar del hecho
que nunca le he dicho la que uso.
Muy bien, así que estoy un poco halagada también de que preste
suficiente atención para darse cuenta.
—Si piensas que estoy probándome todos esos tienes un
problema viniendo —le digo, mientras mi estómago gruñe como
preguntando, ¿dónde exactamente está presente el almuerzo que me
prometiste?
—Estas de mal humor hoy —comenta Nicholas, llevándome a los
vestuarios. Le entrega los vestidos a la dependiente como si fuera
completamente normal para un hombre. Creo que es su confianza lo
que detiene a la chica de decirle que no se supone que este aquí.
Abre la cortina de uno de los cubículos y hace gestos para que
entre. Doy un paso por delante de él y gimo cuando echo un vistazo
alrededor.
—Estas cosas son tortuosas, miran todos los espejos. Muestran
cada parte de tu cuerpo que no quieres ver. —Absolutamente
desprecio verme desde atrás. Puedo recordar la primera vez que miré
por encima del hombro en uno de estos vestidores como si fuera ayer. El
horror, oh el horror.
—Déjame entrar y miraré por ti —dice sonriendo, con un brazo
extendido, apoyando su palma contra la pared fuera del cubículo.
—Jódete. —Frunzo el ceño, agarrando los vestidos y cerrando la
cortina.
La risa de Nicholas se filtra.
—Tal vez tu mal humor se puede atribuir al hecho que nunca
llegaste a venirte en el baño ayer por la noche —sugiere, lo
suficientemente alto para que todos en el vestidor escuchen. Lo podría
estrangular. La dependiente en la parte delantera se ríe.
—Jesús, ¿podrías callarte? —siseo sacándome la ropa. Asomo la
cabeza a través de la cortina—. ¿Y cómo sabes que no cuide de mí
cuando fui a la cama? —le susurro con un guiño. No lo hice. Todavía
estoy muriendo por su toque, pero mi lado malvado quiere torturarlo.
Sus ojos se calientan y gime.
—Esa es una imagen muy bonita la que estás pintando para mí.
¿Lo hiciste?
Sonrío y tiro de la cortina hacia atrás.
—No es de tu incumbencia.
—Vamos, Fred, estoy muriendo aquí. Por favor, dime que pensaste
en mí mientras te masturbabas. Vas a hacer mi día. Mi año. —todavía
habla demasiado malditamente alto.
—¿Eres incapaz de susurrar? —le pregunto en voz baja,
seleccionando un vestido morado, ya que es uno de mis colores
favoritos. Me meto en él.
Ante esto, se desliza rápidamente por la cortina y me inmoviliza
contra la pared de espejos. El vestido púrpura sobre mi cintura ya que
todavía no he tenido la oportunidad de subirlo completamente. Me
agarra ambas muñecas y las mantiene apretadas a los costados.
—Dime —suplica, finalmente se decidió a susurrar.
—¿Que te diga qué? —presiono.
—Acerca de la forma en que te has tocado —murmura, con los
ojos pegados a mi sujetador.
Miro sus labios por un minuto antes de volver la mirada a sus ojos.
—Fue una broma.
Sonríe y suelta las muñecas.
—Es una pena. Ahora tengo metida en mi cabeza la imagen de ti
con tus manos entre las piernas. Vas a tener que hacer algo para
aliviarme.
Lo empujo lejos, aunque ya que estamos en un pequeño cubículo
no lo puedo empujar muy lejos.
—Alíviate a ti mismo —digo, y tiro el vestido el resto del camino.
Chasquea la lengua y levanta una ceja.
—Hacerlo tú mismo nunca es tan divertido, Fred. Tú, de todas las
personas deberían saber eso.
—¿Qué quieres decir? —pregunto, mientras trato de llegar a la
cremallera en la parte trasera del vestido. Nicholas quita mis manos y lo
hace por mí, antes de pasar sus dedos por la curva de mi columna. Se
siente... agradable.
—Mi departamento hace quince días, acostada en mi chaise
longue, ¿te suena?
Suelto un bufido.
—Sabía que no debía haberte permitido llevar las cosas tan lejos.
Nunca conseguiré que lo olvides.
Nicholas está detrás de mí, mirándome en el espejo. Me recuerda
cómo había hecho casi exactamente lo mismo la noche anterior en su
baño.
—Fue un momento muy bonito, no te arrepientas. Yo no lo hago.
Arrugo la nariz.
—Hermoso... —digo en un suspiro.
Coloca una mano en mi estómago.
—Ciertamente te sientes hermosa.
Arrastro mis ojos lejos de él y miro el vestido que llevo puesto,
cambiando de tema.
—No estoy segura acerca de este, ¿qué te parece?
—El color te queda, y la tela es bonita. Me gusta especialmente
este pedazo. —Traza sus dedos sobre el revestimiento donde hay una
pendiente en el escote.
—Claro que sí —resoplo, pero mi corazón no está en ello. Quiero
que siga hablando. Quiero que siga diciendo palabras que me hacen
sentir bien por dentro.
Me sonríe a través del espejo.
—Sabes, Fred, cuando me cantaste esa canción anoche, no creo
haber visto nunca nada más dulce.
—Intentaba ser graciosa y burlarme subversivamente del karaoke
de seducción de Phil. —Pongo los ojos en blanco hacia él.
—Fue la cosa más linda del mundo. Siempre te las arreglas para
hacerme sonreír.
Aparto la vista de su mirada. Hay demasiado afecto y no puedo
soportarlo.
—Bueno, estoy feliz de estar a tu servicio.
—Oye —susurra serio. Miro de nuevo hacia él—. Siempre serás mi
amiga, ¿verdad, Fred? No me dejes joder esto. Te necesito en mi vida
ahora. Necesito a la chica de ojos dorados que puede hacerme sonreír.
Sus palabras son muy diferentes de lo que alguna vez fueron.
Nunca lo he oído hablar tan sinceramente.
—Por supuesto que no. —Reúno una sonrisa—. Te costará mucho
deshacerte de mí, Viv. Soy como un herpes labial.
Niega con la cabeza.
—Tienes una maravillosa forma de hablar, repugnante pero
maravillosa —dice, repitiendo lo que me había dicho hace semanas en
su apartamento cuando me pidió por primera vez que fuera su
asistente.
Al final, Nicholas me compra dos vestidos. El morado y uno rojo
brillante. El rojo fue su elección. Es apretado, sin mangas y solo llega
hasta las rodillas. Me opongo a usarlo, pongo una voz snob y digo que
me veré como una Jezabel o una ramera de virtud fácil. Me dice que
me meterá en él, aunque sea lo último que haga.
Nos reímos juntos cuando salimos de la tienda, con las bolsas en la
mano, justo cuando doy vuelta choca contra el pecho de alguien.
—Oh, lo siento... —comienzo a disculparme y miro a la persona
cuando mi boca se abre. Inmediatamente, ya no estoy sonriendo o
riendo. De hecho, se siente como si toda la sangre en mi cuerpo se
estuviera enfriando. Ante mí está Aaron. Sí, ese Aaron, el famoso
acosador psicópata de mi exnovio.
Pone una gran cara de sorpresa (falsa).
—Hola, Fred, guau, ha pasado un largo tiempo.
Quiero decirle que no ha sido lo suficientemente largo.
—Um, sí —murmuro—. Hola.
—Qué coincidencia, estaba pensando en ti.
Coincidencia, mi culo.
—Justo así, aquí estoy. Fue agradable verte de nuevo, pero estoy
apurada.
Intento pasar a su lado, pero Nicholas elige este momento para
dar un paso al frente.
—Freda, ¿no vas a presentarme a tu amigo? —pregunta,
colocando una mano sobre mi hombro. Los ojos de Aaron se enfocan
en ese pequeño toque.
Podría abofetear a Nicholas ahora mismo, pero creo que también
podría usar su presencia a mi favor. Pongo una sonrisa en mi rostro y lo
abrazo por la cintura, apoyándome cariñosamente en él.
—Este es Aaron, Nicholas. Aaron, este es mi novio, Nicholas. —
Ruego a Dios para que no decida exponer mi mentira. Por suerte,
envuelve su brazo alrededor de mi cintura y me acompaña en la farsa.
—Tu novio... —Aaron dice las palabras muy lentamente, como si
estuviera tratando de encajarlas alrededor de su gran lengua psicótica.
—Sí —le digo, cuando comienzan a sudarme las palmas.
Hay un largo e incómodo silencio dentro del cual espero que
Aaron diga algo irritable. Cuando estábamos juntos, era el rey de los
arrebatos inapropiados. Cuando conoció a mi madre, estaba de mal
humor debido a que el suministro de electricidad en su departamento
estaba descompuesto. Cuando ella le preguntó si le gustaría una taza
de té o café mientras le daba la bienvenida a su casa, le dijo que
despreciaba las bebidas calientes. Quiero decir, ¿quién dice cosas
como esas? Mamá solo asintió y sonrió, mientras me daba una mirada
cautelosa. Supo desde el principio que el sería un problema.
Aaron parece que está en la cúspide de un arrebato similar ahora
mismo, uno que revelaría que esta no es ninguna reunión al azar. Pero
logra calmar su carácter cuando sonríe, demasiado extensamente para
ser considerado normal, y dice:
—Es bueno conocerte, Nicholas. Freda. —Asiente hacia mí y luego
se aleja. Ni siquiera dice adiós.
Cuando se ha ido Nicholas ríe.
—¿Lo tomo como que era un ex tuyo, entonces?
—¿Cómo lo sabes?
—En primer lugar, porque me presentaste como tu novio, y en
segundo lugar, debido a la forma en que te miraba, todo posesivo. No
me gustó eso, para serte perfectamente honesto.
—Sí, bueno, no me gustó tampoco —le digo—. Y lo siento por
hacerte pasar por mi novio falso. Solo necesitaba asegurarme que
Aaron no tuviera ninguna idea sobre reavivar nuestra relación. Por
desgracia, le falta un tornillo, si me entiendes. No lo necesito tratando
de colarse de nuevo en mi vida.
Aunque por lo que parece, ya lo está intentando. De repente me
doy cuenta que realmente fue él quien vino a la tienda y preguntó por
mí aquella vez. Eso significa que ha estado husmeando por lo menos
durante un par de semanas, eso no puede ser bueno.
—¿Qué parte del tornillo es la que le falta exactamente? —me
pregunta Nicholas, mientras abre la puerta del restaurante en el que
acabamos de detenernos.
Entro y la camarera nos lleva a una mesa para dos. Todavía estoy
agotada y nerviosa. Mi corazón late demasiado rápido. Realmente,
realmente odio al jodido Aaron. Justo cuando tengo una vida
agradable por mi cuenta, decide volver a aparecer. También me odio
por no haberle dicho la verdad desde el principio. Si me hubiera
negado a salir con él, me habría ahorrado la molestia de convertirme
en el objeto de su obsesión.
Me siento y le doy un vistazo al menú, antes de pensar qué
demonios, y le cuento a Nicholas de principio a fin la historia de cómo
conocí a Aaron.
—Suena como si fuera el tipo de escenario de lugar equivocado,
momento equivocado —dice Nicholas—. Si no hubieras estado en la
fiesta, entonces nunca lo habrías conocido.
—Eso es cierto. No teníamos ninguna clase juntos ni nada. Dios,
realmente deseo nunca haber ido a la fiesta ahora.
—Por desgracia, no se puede rebobinar el tiempo. Pero
honestamente, Fred, si realmente es quien se presentó en tu trabajo,
entonces podrías tener un problema en tus manos. Necesitas mantener
los ojos abiertos. Te ayudaré. Me aseguraré que no esté alrededor del
bloque de departamentos. Si lo atrapo fisgoneando lo echo. No hay
necesidad de entrar en pánico, solo trata de ser observadora y
asegúrate de tener a alguien a quien llamar con poca anticipación.
Voy a estar al lado cuando estés en casa.
Lo miro y sonrío en agradecimiento. Es bueno tener a alguien que
sepa lo de Aaron. Alguien que no es mi madre, quien no puede
permitirse el daño que el estrés le causaría a su salud, y alguien que no
es Nora también, que estaría volviéndose loca a diestra y siniestra. Si le
dijera estaría llamando a la policía cada vez que escuche una tabla
crujir.
Para cuando terminamos de almorzar ya es tarde, y tenemos que
correr a un concesionario de autos usados en las afueras de la ciudad
para que Nicholas pueda elegir un auto nuevo.
No tengo idea de qué tipo de vehículo quiere, pero si su
decoración del hogar es un indicativo, va a ser algo fuera de lo normal.
Mis predicciones no están equivocadas, y acabamos
conduciendo un Nissan Figaro azul claro. Cuesta un poco menos de
ocho mil euros y tiene una especie de aspecto vintage de los años
cincuenta con solo dos asientos delanteros, como un auto deportivo. En
absoluto masculino, pero, ¿qué más podía haber esperado de
Nicholas? En cierto modo creo que escoge el auto para sacarle el dedo
a la visión de la masculinidad aceptada por la sociedad. Como que lo
adoro por eso.
De vuelta a casa deja el auto en el estacionamiento en la parte
trasera del edificio y subimos al departamento de Nicholas, donde le
ayudo a guardar toda su ropa nueva. Compró un montón de cosas hoy.
Me burlo de él cuando encuentro los calzoncillos Calvin Klein al final de
una de las bolsas poniéndomelos sobre la cabeza y usándolos como un
sombrero. Nicholas sonríe, me da una buena palmada en el trasero y
me los arranca.
—Tan infantil —reprende, moviendo la cabeza.
Le saco la lengua y levanto un montón de camisas nuevas para
colgarlas en su armario. Justo cuando las estoy terminado de colgar en
el estante diviso una pila de viejas cintas de vídeo en la esquina.
—¿Qué hay en las cintas? —pregunto, cerrando el armario.
—¿Cintas? —Nicholas levanta una ceja mientras admira la
corbata azul acero que compró.
—Sí, las viejas que están en el fondo de tu armario. Por favor, dime
que tienen grabaciones tuyas de niño para que pueda verlas y puedas
ponerte todo avergonzado.
Alisa la corbata e inclina la cabeza hacia atrás para mirarme a los
ojos. Los suyos parecen un poco tristes.
—No son mías. Son de mi madre. Era cantante de salón cuando
estaba viva. Esas cintas son todo lo que queda de sus actuaciones.
—¿De verdad? ¿Era buena? —pregunto con interés.
—Era una de las mejores —responde, un poco triste.
—Tal vez heredaste tu voz para el canto de ella entonces —
sugiero.
Me da una pequeña sonrisa.
—Tal vez.
—¿Puedo ver una de ellas? —suelto.
La expresión de Nicholas se vuleve más cerrada.
—Preferiría que no lo hicieras. Son algo que me gusta mantener
solo para mí.
—Está bien, puedo respetar eso. —Hago una pausa por un
momento antes de continuar—: Dolores fue una mujer afortunada por
haber tenido un hijo como tú. Sé que habría estado tan orgullosa si
pudiera ver el hombre que resultaste ser.
Me mira por un largo tiempo después que lo he dicho. Como si
significara mucho para él que le dijeran eso. Sé que no es perfecto,
pero si alguna vez tengo un hijo como Nicholas, que no le importa que
lo que le gusta hacer vaya en contra de las normas sociales, y lo hace
de todas formas, sé que estaría sumamente orgullosa de él.
—Gracias, Fred —responde en voz baja, y se acerca para
apretarme la mano.

Durante los días siguientes paso todas las noches con Nicholas. A
veces viene a mi departamento y otras veces voy al suyo. A Nora
parece gustarle nuevamente, lo que me hace extrañamente feliz. No es
que todavía esté interesada románticamente en él, sabe que tengo
una debilidad por él y que no somos esa clase de amigos. Puede que
no tengamos la más armoniosa de las amistades, pero nunca jamás
tocaríamos a un chico que le gusta o que haya salido con una de
nosotras.
Nicholas no intenta sobrepasar los límites de nuestra relación
como lo hizo en su fiesta de inauguración, pero ha estado cada vez
más y más táctil. Me abraza al azar, o mete los dedos en mi brazo
mientras estamos sentados en el sofá viendo la televisión. A veces
descansa su cabeza sobre mi hombro. Sus abrazos me hacen derretir,
son tan cálidos y afectuosos.
También lo he atrapado oliendo mi cabello una o dos veces.
Sabe que noto esto y ni siquiera se avergüenza por ello. Esa es otra cosa
que admiro de este hombre, no se disculpa por sus acciones. Es quien
es, lo tomas o lo dejas.
La forma en que actúa alrededor mío es tal vez más peligrosa que
cuando es abiertamente sexual, porque me hace querer que se quede.
Si decide irse de Irlanda y viajar nuevamente no sé lo que haría.
Cuando vamos a The Glamour Patch para su espectáculo
habitual el jueves, se siente como que no hemos estado aquí en mucho
tiempo. Han pasado tantas cosas en la última semana. Normalmente
esperaría con ansias el jueves porque eso significa que volvería a ver a
Nicholas, pero de todos modos lo he visto casi todos los días.
No lo he notado saliendo a buscar a otras mujeres desde que se
acostó con Dorotea. Esa es otra cosa que puede ser peligrosa, porque si
regresa a su promiscuidad, estaré devastada.
El público está un poco más tranquilo que de costumbre esta
noche. La multitud de los jueves no es tan ruidosa como la de los viernes
o sábados. Estoy de pie en mi lugar habitual al lado del escenario,
viendo a Vivica Blue hacer lo suyo con un largo vestido de noche rojo
oscuro, guantes de seda negros, accesorios de diamantes y una peluca
marrón. Podría darle a Audrey Hepburn una buena pelea por su dinero.
Nicholas me mira por el rabillo del ojo más de lo habitual durante
la presentación. Nos hemos vuelto tan cercanos en la última semana
simplemente pasando el rato y haciendo lo nuestro de una manera
cordial.
A mitad de su acto se pavonea hacia la banda y comienza a
darle instrucciones al guitarrista, cuyo nombre creo que es Liam o Lionel.
No puedo recordarlo. Siempre que Nicholas va a hablar con la banda,
sé que les pide que toquen una canción que no está en la lista de
canciones original.
Cuando regresa a la base del micrófono, se da la vuelta para
mirarme un momento y sonríe alegremente. ¿Qué está tramando?
La banda comienza a tocar el reconocible intro de “Every Breath
You Take” de The Police. No es uno de los números habituales de
Nicholas, y sin duda no su estilo habitual. Cuando me mira nuevamente,
le doy una mirada confusa y, a cambio, asiente hacia algún lugar más
allá del escenario. Miro más allá de la cortina hacia el público, pero no
noto nada inusual.
Es solo cuando mis ojos viajan hacia la barra que se detienen en
seco. Sentado con una jarra a su lado y una expresión seria en su rostro
está Aaron. Buen dulce Jesús. ¿Estaría mal marchar hasta él y darle una
patada en las pelotas? Tal vez eso le ayudaría a entender el mensaje.
Aunque podría estar apuntándole con una pistola y todavía pensaría
que estamos destinados a estar juntos. No se puede hacer entender a
un demente.
Su presencia esta noche muestra que realmente me está
siguiendo desvergonzadamente de nuevo. Algo me pellizca los
pulmones. Una mezcla de miedo e irritación.
Entonces mi cerebro se vuelve un poco loco y casi me rio
pensando en cómo habría tenido que forzarse a tragar su orgullo
masculino y venir a buscarme a un bar gay. Un momento después me
rio cuando el significado de la elección de canción de Nicholas me
golpea.
Sigue cantando, hablando de cómo cada vez que respiro y en
cada movimiento que hago, me estará observando. No podría ser más
apta para describir a Aaron. Durante seis meses enteros se escondió en
las sombras, mirándome vivir mi vida. Solo de vez en cuando se
aventuraba a acosarme. No sé qué parte era más desconcertante, los
momentos en los que sentía que podía estar cerca, pero no podía verlo,
o los momentos en los que realmente venía a hablar conmigo, sin hacer
ningún esfuerzo por disimular el hecho que me había estado
acechando.
Podría abrazar a Nicholas en este momento, porque a veces
necesitas humor para salir de un lugar oscuro. Lo miro de nuevo y está al
borde de la risa mientras canta. Para ser honesta, como que no me
importaría si Nicholas fuera el que estuviera observando cada
movimiento que hago. Cuando te sientes atraído por alguien, un
comportamiento extremo puede ser un poco... atractivo. Si Edward
Cullen hubiera sido feo estoy segura que Bella Swan no habría estado
tan loca por él entrando en su habitación para verla dormir por la
noche. Las mujeres podemos ser extrañas, criaturas superficiales cuando
nos apetece.
Miro de nuevo a Aaron y mi corazón se vuelve loco, porque mira
directo hacia mí ahora mismo. ¿Cómo logró ubicarme aquí atrás? Tal
vez tiene algún tipo de radar especial para acosadores. Levanta su
cerveza, toma un largo trago y se levanta del taburete en el que había
estado sentado. Con los ojos todavía en mí, comienza a caminar a
través del bar y hacia el escenario. Nicholas está viéndolo acercarse
con una expresión cautelosa. Me pregunto si Aaron entiende que la
canción que está siendo reproducida en este momento tiene la
intención de burlarse de él.
Mientras más se acerca Aaron más pánico siento. Por un
momento considero huir del club. Por otra parte, es probable que sea
más seguro permanecer aquí en un lugar público. La canción termina
justo cuando Aaron salta al escenario, rápido como un rayo, y se desliza
detrás de las cortinas. Cruzo mis brazos sobre mi pecho y muestro una
expresión tranquila.
—Fred, me mentiste el otro día —dice, tan loco como quieras,
deteniéndose justo frente a mí—. ¿Pensaste que podrías engañarme y
esperar que crea que un jodido, ni siquiera sé qué carajos se supone
que hay en el escenario, que ese monstruo es tu novio?
Me quedo boquiabierta. Actúa indignado, ¿qué demonios?
Como si tuviera derecho a estar enojado. Esto es ridículo.
—¿Estas jodidamente demente? —le pregunto inexpresiva—. ¿A
qué estás jugando incluso, viniendo aquí donde trabajo y actuando
como si tuvieras derecho a saber cualquier cosa de mi vida? Toda
nuestra relación fue una jodida broma. Terminó hace años y todavía
actúas como si fuéramos una especie de amantes desafortunados. Te lo
he dicho antes y te lo volveré a decir, Aaron, nunca me gustaste en
primer lugar. Hiciste mi vida extremadamente incómoda por mucho
tiempo y ahora tratas de hacerlo de nuevo. Y. No. Voy. A. Jodidamente.
Soportarlo.
Hago una pausa y paso una mano por mi cabello, sorprendida
por mi propio estallido. No me había dado cuenta que estaba
suprimiendo tanta ira hasta ahora. Que él actúe como si tuviera todo el
derecho del mundo a estar aquí me ha hecho explotar.
—Necesito que vuelvas conmigo —dice en una voz muerta,
ajena, sin reconocer nada de lo que acabo de decirle.
—Han pasado casi cuatro años, ¿no puedes solo entrar en razón y
seguir adelante? —digo exasperada.
El problema con Aaron es que nunca se ha vuelto violento o me
ha amenazado. Habría ido a la policía si lo hubiera sido. Solo ha sido
pegajoso, posesivo, molestamente obsesivo y un poco loco. Es el tipo de
persona que te hace querer crear una resolución en la que no dejas
que ninguna persona nueva entre en tu vida por temor a que resulte ser
como él.
Suspira.
—Lo intenté. Tuve una nueva novia y todo, pero no eras tú.
Terminé con ella.
—Estas siendo ridículo. Nosotros no vamos a suceder nunca más,
así que te sugiero que te unas a alguna agencia de citas en línea y sigas
buscando a la indicada, porque sin duda no soy yo. —Ya siento lástima
por la próxima mujer a la que se imponga.
Escucho el chasquido de los tacones mientras Nicholas sale del
escenario y se detiene a mi lado.
Nivela a Aaron con una dura mirada y, aunque está vestido de
mujer, se las arregla para parecer amenazador, lo cual es una hazaña
en sí mismo.
—Tienes treinta segundos para dejar el club antes que llame a
seguridad —le dice cuidadosamente a Aaron.
Aaron ve a Nicholas de arriba abajo.
—Jódete, travesti, estoy hablando con Fred.
—No, no lo estás, y si no haces lo que digo tendrás el tacón de
este travesti metido en tu culo en un minuto.
Aaron mira fijamente a Nicholas antes de echarse a reír. Nunca ha
sido una especie de persona risueña, así que cuando lo hace es
espeluznante.
—Aléjate de mí culo, jodido bastardo raro.
—Oh, no tienes nada de qué preocuparte —replica Nicholas y
envuelve fuerte sus brazos alrededor de mi cintura—. El culo de Fred me
mantiene ocupado todas las noches.
Rio involuntariamente y trato de contener mi carcajada.
—Eso es enfermo. —Aaron estrecha su mirada hacia mí—. No
estás realmente con este monstruo, ¿o sí, Fred?
Me llena de satisfacción la mirada de disgusto en su rostro cuando
contesto:
—Oh, sin duda lo estoy, estamos locamente enamorados. Puedes
venir a la boda si quieres.
Nicholas aprieta mi cadera y sonríe hacia mí con adoración.
—¿Boda? —dice Aaron, lento y serio, sus ojos volviéndose rendijas.
—Sí, boda. —declaro—. Como puedes ver, no hay ninguna
posibilidad para nosotros, Aaron, porque pienso amar, honrar y
obedecer a este maravilloso hombre, hasta el día que muera.
Estoy exagerando ahora, con la esperanza de que esté lo
suficientemente disgustado con la idea de que me case con un drag
queen que se irá y nunca me buscará de nuevo. Por un segundo tengo
una linda imagen en mi cabeza de Nicholas y yo de hecho casándonos
de verdad, con él en un vestido de novia y yo en un smoking.
Aaron mueve la cabeza de un lado a otro como si no pudiera
creer lo que oye.
—Ambos están enfermos —escupe.
Da un paso atrás y se pasa la mano por la mandíbula. Parece que
está a punto de decir algo más, pero luego se da la vuelta y se aleja,
moviendo la cabeza, como si no pudiera entender la idea.
—Ya estoy deseando que llegue la noche de bodas —bromea
Nicholas, sus brazos envueltos todavía alrededor de mí.
Sonrío hacia él con gratitud y dejo escapar un largo suspiro.
—Gracias por venir y ayudarme con eso. Siento que tuvieras que
interrumpir tu actuación por ello.
Se agacha para que estemos a la altura de los ojos del otro. Pasa
un dedo por encima de mi labio inferior y me mira con algo parecido a
anhelo en su mirada. Se sacude entonces, y me gustaría que hiciera lo
que fuera que iba a hacer hace un segundo. Ni siquiera me importa
cómo me vería besando a un drag queen.
—Para qué es bueno un mejor amigo si no puede ayudarte a
defenderte de un exnovio loco de vez en cuando, ¿verdad? —
pregunta con cariño.
—Muy cierto, Viv. —Salgo de su agarre con un encogimiento de
hombros y lo golpeo en el trasero—. Ahora ve y regresa al escenario.
Todavía te quedan unos treinta minutos para el final.
Me hace un gesto con la mano y se pasea hacia el escenario,
pidiendo disculpas a la multitud y diciéndole que tenía que atender
algunos asuntos urgentes de higiene femenina. Me rio y voy al bar para
conseguirme un trago. Después de mi encuentro cercano con Aaron,
creo que merezco uno.

El sábado por la mañana me siento a desayunar con Nora y me


cuenta cómo le fue el miércoles por la noche en su cita con Richard. He
pasado tanto tiempo con Nicholas que no hemos tenido la oportunidad
de charlar hasta ahora.
—Sí, es lindo —dice, mientras le pone mantequilla a una
rebanada de pan tostado—. Definitivamente quiero volver a verlo, pero
voy a esperar a que me llame. Realmente odio esta parte.
—Estoy segura que llamará —le digo—. Solo no dejes que tus
nerviosos dedos marcadores te dominen. Apuesto que has estado
preocupada sobre si llamarlo o no todas las noches desde la cita.
Suspira.
—A veces es un poco aterrador lo bien que me conoces, Fred.
—Te conozco mejor que nadie —bromeo, poniendo una voz
espeluznante—. Tal vez algún día abrirás los ojos y verás que soy a quien
realmente quieres.
Se ríe y amenaza con lanzarme el cuchillo de la mantequilla.
—Cállate. Por cierto, ¿cómo han estado las cosas con Nicholas?
Me encojo de hombros.
—Bien, bien. Realmente no hay nada nuevo que informar. —A
excepción de cómo me puede reducir a un desastre tembloroso con
una simple mirada.
Toma un bocado de su tostada y puedo decir que ya no está
realmente escuchándome. Se encuentra demasiado envuelta en sus
pensamientos sobre Richard. Se levanta de la mesa y va a buscar su
portátil en la sala de estar. Regresa y la pone abajo, antes de abrirla.
—Déjame enseñarte la página de Facebook de Richard —dice—.
Su foto de perfil es caliente.
Ella escribe rápido y luego gira la pantalla para mostrarme una
foto de Richard en una especie de área boscosa con un arnés puesto,
de los que usas cuando estás a punto de bajar en rappel por un
acantilado.
—Definitivamente está exhibiendo sus brazos —comento con una
sonrisa mientras observo su muy ajustada camiseta sin mangas—. No sé,
Nora, podría tener que reconsiderar mi evaluación de él. Esta imagen
está a medio camino de la ciudad de los pretenciosos. ¿Segura que no
es un idiota disfrazado?
—No hay necesidad de ser tan celosa. —Sonríe y le da un sorbo a
su café.
—No estoy celosa. —Me inclino hacia delante y hago clic en la
imagen para tratar de aumentarla, pero termino dándole al botón
equivocado, lo cual me hace volver a la página de Nora. Su foto de
perfil la muestra justo antes de salir una noche con Harry y conmigo, de
pie en la puerta de su habitación, con un aspecto molesto y bien
cuidado. Odio esta foto porque la hace parecer una vagabunda vacía,
y a pesar de cómo a veces se encuentra, Nora tiene un cerebro dentro
de su cabeza. Ella cree que es mejor fingir ser superficial.
Está disfrutando de su desayuno en este momento, así que tengo
la oportunidad de explorar su página a escondidas y ver lo que está
pasando en el mundo virtual de Nora. La mayoría de los comentarios
son de personas con las que trabaja, pero luego veo uno que no lo es, y
casi empujo la portátil de la mesa del susto. Hace unos tres días, un
Aaron O'Toole escribió:
¡Hola, Nora! Mucho tiempo sin conversar, ¿cómo están las cosas?
A lo cual ella responde:
Hola, Aaron, oh, lo mismo de siempre, lo mismo de siempre.
¿Alguna noticia contigo?
Esto es seguido por una insípida discusión sobre el trabajo de
Aaron en alguna empresa de ingeniería y cómo está listo para una
promoción pronto. Si tuviera una página de Facebook estaría
interrumpiendo esta charla con un gran, enorme y jodidamente
explosivo: ¿¡WTF!? Caigo de nuevo en mi silla y miro fijamente a Nora,
patidifusa.
Mastica y traga antes de mirarme.
—Caray, Fred, te has puesto pálida. ¿Estás bien?
Volteo su portátil hacia ella y señalo con el dedo la conversación
entre ella y Aaron.
—Explica esto. —Hago todo lo posible para no apretar los dientes.
—Oye, estás espiando mi página, ¡cerda entrometida! —dice e
inmediatamente cierra sesión, apagando su portátil.
—¿Cómo diablos lo conoces? —pregunto, mi voz
aterradoramente tranquila.
—¿Qué, ese tipo Aaron? Es un habitual del bar. Hablo con él
cuando el negocio va lento. Me añadió hace un par de semanas. A
veces charlamos en línea. Parece bastante agradable, aunque no tiene
sentido del humor.
Mientras dice esto, todo cae en su lugar. Esa pequeña rata
intrigante. No solo sabe dónde trabajo, también debe saber dónde
vivo, y lo más importante, con quién vivo. Aprieto los puños con rabia.
Cómo se atreve a arrastrar a Nora en su obsesiva búsqueda para
recupérame.
—¿Lo conoces o algo? —pregunta con cautela.
—Necesitas eliminarlo. Bloquearlo. Lo que sea que hagas en línea
—le digo directamente—. No es solo algún cliente al azar de tu bar,
Nora. Ese es mi antiguo novio de la universidad, y esta cien por ciento
loco. Ha estado siguiéndome desde hace semanas. Solía hacerlo hace
años también después que rompí con él. Nunca te dije sobre él porque
fue un tiempo horrible para mí y solo quería superarlo. —Hago una
pausa para tomar un respiro. Luego otra realización me golpea—.
¿Alguna vez le has hablado de mí en sus charlas?
Nora todavía parece estar en estado conmocionada por lo que
acabo de decirle. Le toma un minuto responder:
—Um, solo de pasada, de verdad. Me preguntó con quién vivía y
lo que hacía. Cosas inofensivas.
—Ninguna información es inofensiva cuando se trata de Aaron,
utiliza todo. —Estrello mis manos sobre la mesa con irritación —. No
puedo jodidamente creer esto, Nora. ¿Vas por allí contándole a todos
los extraños que conoces sobre tu vida? ¿No tienes sentido común?
Me mira con ojos llorosos, e instantáneamente me siento terrible
por haberle gritado. Pero necesita un golpe de la realidad, uno grande.
La mitad de la razón por la que Aaron ha tenido tanto éxito en descubrir
el funcionamiento de mi vida se debe probablemente a que Nora le ha
facilitado todo a través de Internet.
Se levanta de la mesa.
—Mira lo siento, no sabía. No necesitas gritarme. —Sus ojos
acuosos se llenan de lágrimas, y se lanza hacia su dormitorio. Me dejo
caer en mi silla y cruzo los brazos sobre mi pecho.
Necesito algo para calmarme, así que me levanto y comienzo a
limpiar la cocina de arriba abajo furiosamente. Para el momento en que
termino ya no estoy tan consumida por la ira. No puedo creer cuán
confiada de las personas es Nora a veces, y no puedo creer las
profundidades en las que Aaron se hundiría para obtener información
sobre mí. Necesito hacer algo sobre él, solo no estoy segura de lo que
debería ser.
Toco al lado y Nicholas me deja entrar. Nos sentamos en su cama
bajo las mantas, y le cuento todo sobre la debacle de la mañana. Estoy
usando muchos gestos con las manos, lo cual significa que mi enojo no
ha disminuido mucho. Nicholas escucha en silencio, sus ojos serios.
—Creo que podrías necesitar ir a la policía por esto —dice,
mientras acaricia mi brazo con dulzura.
—No me tomarán en serio. No sabes cómo es la Garda en este
país. Harán un poco de papeleo, me darán una palmadita en la
espalda y me dirán que verán lo que pueden hacer. En otras palabras:
al carajo todo. Eso o conseguiré a un idiota que insinuará que estoy
exagerando y me echarán del lugar con burla.
—¿Dónde vive Aaron? Podría ir y tener una charla con él —dice
Nicholas, y no hay humor en su voz en este momento.
Guau. Me gustaría ver cómo es Nicholas cuando habla.
Probablemente aterrador y extremadamente sexi. Podrá usar un vestido
de vez en cuando, pero debajo de eso su cuerpo es fuerte como una
roca. Va al gimnasio cada dos días a la hora del almuerzo. A veces me
pide que me una a él, a lo que normalmente le doy una sacudida
irónica de cabeza antes de volver a cavar en cualquier sabroso
almuerzo que haya preparado para mí.
—Vive a media hora en auto de la ciudad, pero no te diré dónde.
Tiene un tornillo suelto, quién sabe lo que podría intentar hacerte solo en
su casa.
—Exactamente, tratará. Freda, querida, ¿crees que no podría
encargarme de él?
Le doy una mirada evaluadora.
—De fuerza a fuerza ganarías sin lugar a dudas, Viv. Pero Aaron es
impredecible. Podría sentarte en su cocina y ofrecerte cortésmente una
taza de té, justo antes de tomar la tostadora y lanzártela a la cabeza.
La frente de Nicholas se frunce.
—Pensé que dijiste que nunca fue violento contigo.
—Oh, no conmigo, pero hacia un buen numerito con los platos en
su armario de la cocina cada vez que perdía los estribos. Para ahora
podría haber progresado a lesiones corporales graves.
—Está bien, no le haré una visita entonces, pero si aparece de
nuevo en el club no puedo prometer que no le romperé algo, su nariz lo
más probable. Con algunas personas necesitas utilizar más que palabras
para llegar a ellas.
—Mírate, Viv, haciendo de macho para defender mi honor. —Lo
pincho en el costado—. Pero si alguien va a tener el placer de romper la
nariz de Aaron, seré yo.
—Ahora eso es algo de lo que no me importaría ser testigo. —
Nicholas me abraza y me besa en la cabeza—. Pobre, pequeña Fred,
ha tenido una semana terriblemente difícil. ¿Cómo podemos hacerla
mejor para ella? —analiza. Su pulgar roza mi estómago donde mi
camiseta se ha levantado un poco. Aguanto la respiración y alejo el
hormigueo.
—Me escuchaste despotricar cuando podrías haber tenido un par
de horas extra de sueño reparador. Ya has hecho suficiente, Nicholas. Y
gracias, por cierto, por escuchar.
—Te escucharía leer la guía telefónica, Fred.
Lo miro, divertida.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir, me gusta escucharte. Y lo que es más importante,
me gusta ver como se mueven esos bonitos labios. Es un poco seductor.
Por instinto me muerdo el labio inferior, atrayendo su mirada allí.
Baja una mano por mi cadera y la coloca en mi trasero, el cual agarra y
utiliza para acercarme. Atrayendo mi rostro al suyo, corre la punta de su
nariz por mi mejilla hasta mi cuello. Trago. Huele a jabón y detergente
para la ropa, con un toque de loción de afeitar. Extiendo mi mano y
suavemente enredo mis dedos en su cabello.
Noto inmediatamente cuando su respiración se acelera y
continúa su descenso por mi cuerpo. Desde mi cuello, su nariz viaja a mi
clavícula, luego, sorprendentemente solo descansa su cabeza en mi
pecho. Ni siquiera tratar de tocarme.
—Me encanta cuán cálida y suave eres. Todo lo que siempre
quiero hacer es tocarte, pero a veces se siente como que no tocarte es
incluso más excitante. —Hace una pausa y me mira—. Quiero arruinarte,
Freda, de la mejor manera posible.
No digo ni una palabra, pero prácticamente estoy jadeando.
Me besa suavemente en la tela de mi camiseta.
—Estoy disfrutando este juego que estamos jugando, pero vamos
a destruirnos el uno al otro uno de estos días, ¿sabes eso, cierto?
¿Se refiere a destruir en el buen sentido o en el malo?
No tiene la posibilidad de explicar porque hay un golpe vacilante
en la puerta del departamento. Me besa de nuevo en la camiseta y se
levanta para ir y responder. Salgo de la cama y enderezo mi ropa.
Cuando entro en la sala de estar encuentro a Nora de pie junto a
Nicholas, luciendo terrible. Tiene la nariz y los ojos rojos, como si no
hubiera dejado de llorar desde que irrumpió en su habitación esta
mañana.
—Fred, lo siento mucho. Fui una maldita idiota.
Camino directamente hacia ella y la tomo en un abrazo medio
incómodo. Nora y yo realmente no nos mostramos afecto, pero ya que
esta tan molesta supongo que puedo hacer una excepción. Acaricio su
cabello.
—Escucha, no pasa nada. Aaron habría encontrado alguna
manera de colarse en mi vida con o sin ti. No es tu culpa. No puedes
sospechar de cada nueva persona que conoces. —Me aparto para
mirarla y trato de hacer una broma—. Sabes, probablemente soy la que
debería estar disculpándose. Tuviste que sufrir a través de la
conversación terriblemente aburrida de Aaron. Mereces una medalla
por eso.
La broma hace el truco y deja escapar una risita triste. Veo a
Nicholas mirarme por encima del hombro de Nora. Se acerca y
envuelve sus brazos alrededor de las dos, creando un abrazo grupal.
—¿¿Qué tal si nos olvidamos del aburrido y psicótico Aaron por el
momento y llevo a almorzar a dos hermosas damas? —pregunta.
Los dos le sonreímos y asentimos.
12
Un Ladrillo A Través De Una
Ventana
Traducido por Emotica G. W
Corregido por Bella’

-Y
ooohooo —llega la voz cantarina de Phil mientras me
siento en el vestidor y ayudo a Nicholas a salir de su traje.
Fue un acto salvaje esta noche. En un momento un
miembro de la audiencia estaba tan borracho y alborotado que se
subió al escenario y trató de agarrar a Nicholas por la entrepierna.
Nicholas se lo tomó bien y fue amable como siempre, pero creo que
está un poco molesto. Trata de ocultarlo.
Sí me pregunto por qué está molesto, sin embargo, ya que a
menudo invita a las personas a subir al escenario y puede ser muy tocón
y coqueto con ellos. Tal vez fue porque el tipo esta noche fue muy
agresivo y subió al escenario sin el permiso de Nicholas.
—Tendremos una reunión después de la hora de cierre —anuncia
Phil—. ¿Usted dos quieren unírsenos?
Un pequeño estremecimiento de excitación me atraviesa. Nunca
me he quedado hasta después de la hora de cierre.
—Definitivamente estoy dentro. —Me vuelvo hacia Nicholas—.
¿Qué hay de ti, Viv?
Se ve un poco cansado, pero sonríe.
—No me lo perdería. Cuenten conmigo.
—Eso está muy bien —dice Phil con una palmada—. Estamos
sacando a los clientes ahora. Salgan cuando estén listos.
Phil se va y le echo un vistazo al reloj. Son casi las tres de la
mañana. Normalmente los conciertos de Nicholas no son tan tarde,
pero Phil tenía a otra drag queen llamada Linda Lovely de Brighton
haciendo una actuación única esta noche, por lo que el espacio de
Nicholas se atrasó.
Una vez que le quito todo el maquillaje, se levanta y se saca la
falda y el corsé que usó para su espectáculo. Usa las bragas de
burlesque con volantes otra vez, y no puedo evitar echarle un vistazo.
Me atrapa mirando y mira la correa del sujetador en mi hombro
desnudo, ya que llevo puesto un top azul de gran tamaño que cuelga a
un lado. Miro hacia otro lado.
Para el momento que miro de nuevo, se ha deslizado fuera de las
bragas y en los calzoncillos; los Calvin Klein que llevé en mi cabeza
como un sombrero. El recuerdo me marea.
Nicholas se pone un bonito par de pantalones negros y una
camisa de color gris claro. Su cabello es un desastre por ser aplastado
debajo de la peluca, y sé que no lo arreglará, por lo que tomo el cepillo
del tocador y me pongo de pie.
Tirando de él en una silla, digo:
—Déjame cepillarte el cabello, Viv, es un desastre.
Se sienta en silencio y peino su cabello hasta que está lo
suficientemente arreglado. Está cortado ceñido a su cuello, pero mucho
más largo en la parte superior. Paso mis dedos por él después que
termino, porque no puedo evitarlo.
Me mira a través del espejo mientras estoy detrás de él, una
expresión irónica en su rostro.
—Todo hecho —digo, alejando mis manos.
—Gracias. —Sonríe y me da una palmada en el trasero.
Nos dirigimos al club ahora vacío y caminamos hacia la mesa
donde Phil, Sean y Linda Lovely están sentados tomando chupitos de
tequila. A diferencia de Nicholas, Linda Lovely se encuentra todavía en
su disfraz de drag, el cual consiste en una enorme peluca rosa, un
vestido plateado y tacones del color del arcoíris. Se ve como un hada
madrina de un sueño que tendrías mientras consumes ácido. Creo
recordar que Nicholas mencionó que su verdadero nombre es Dave.
Unos pocos miembros del personal se entretienen, haciendo la
limpieza final de la noche.
—Nicholas Turner —anuncia Linda Lovely cuando Nicholas se
sienta a la mesa y yo tomo la silla a su lado—. Había olvidado lo bien
que te ves en un par de pantalones. Un buen trasero. —Trona los labios.
Phil, Sean y yo nos echamos a reír, mientras que Nicholas se pone
de pie para girar y darle a Linda una mirada apropiada a sus bienes. Ella
arquea su ceja esculpida y asiente.
Sean empuja un vaso delante de mí y vierte una especie de
cóctel frutal desde la enorme jarra situada al lado de la botella de
tequila. Tomo un sorbo y sabe a cielo de limón y naranja.
—¿Qué es esto? —le pregunto, tragando de nuevo.
Sean se encoge de hombros.
—Aún no tiene nombre. Improvisé en el bar y puse un poco de
todo.
Me rio.
—¿Debería estar preocupada?
Me da una mirada nerviosa.
—Pro… bablemente no.
—Pro... bablemente no es lo suficientemente bueno para mí —
digo, dándole un empujón en el costado con el codo.
Phil habla más fuerte:
—Linda, mi amor, cuéntale a Nicholas y Fred tu jugoso chisme.
Linda tose para aclarar su garganta y procede a detallar un
encuentro que tuvo el fin de semana pasado, con una celebridad que
se niega a nombrar, que entró en su club en Brighton y tuvo un rapidito
con ella en los baños. La celebridad sin nombre aparentemente tiene
una esposa y dos hijos. Paso la siguiente media hora tratando de
convencerla de decirnos el nombre de la celebridad, pero sus labios
están sellados tan fuerte como un cinturón de castidad.
En algún momento Nicholas apoya su brazo sobre el respaldo de
mi silla y comienza a trazar círculos rítmicamente con los dedos por mi
hombro desnudo. Cada vez que hace eso, subo mi blusa para cubrir mi
piel, pero él simplemente espera a que caiga de nuevo. Es un pequeño
juego extraño el que estamos jugando.
Creo escuchar a Linda Lovely hacerle un comentario a Phil, algo
como:
—¿Cuál es la historia entre estos dos de todos modos?
Estoy lo suficientemente borracha para no pensar demasiado en
la respuesta a esa pregunta o en cuán transparente somos los dos.
Actualmente estoy en mi cuarta copa del cóctel misterioso de
Sean, el cual ha pasado de saber cómo cielo de limón y naranja al elixir
de los dioses. Cada toque que Nicholas me da es tan sutil y apenas
existe, sin embargo, soy muy consciente de todos ellos.
Sean se levanta y pone música en el sistema de sonido. Es uno de
esos bateristas que siempre está tocando un ritmo en cualquier
superficie que encuentre. Anteriormente observé con fascinación como
creaba un ritmo intrincado, usando sus rodillas como instrumentos de
percusión.
Me vuelvo hacia Nicholas de forma borracha. Se ve como que su
mente está en otra parte, como que esta triste por algo.
—Viv, la próxima vez que un tipo suba al escenario y te agarre así,
voy a noquearlo.
Sonríe y se inclina cerca de mí, saliendo de sus pensamientos.
—Muy galante de tu parte ofrecerte, Fred. Te tomaré la palabra.
Tomo un largo trago de mi bebida, y divago, el alcohol
haciéndome demasiado honesta.
—Podría decir que no te gustó. A mí tampoco. —Me echo a reír
furiosa—. En serio, Viv, lastimaré a la perra la próxima vez.
Por cierto, Nicholas me está prestando perfecta atención, no creo
que esté tan borracho como yo. De hecho, creo que ha estado
tomando la misma copa toda la noche. Eso no puede ser bueno. Va a
recordar todos mis ridículos comentarios. El problema es que estoy
demasiado borracha para que me importe.
Giro mi silla para que poder mirarlo correctamente. Pongo mis dos
manos en sus mejillas, aferrándome a su rostro.
—Eres tan bonito, Viv, no es justo. ¿Cómo puedes ser bonito y
guapo? ¿Vendiste tu alma al diablo o algo así?
Pone sus manos sobre las mías.
—No, y ser bonito no es el camino de rosas que piensas que es,
Fred —responde, arreglándoselas de alguna manera para sonar
miserable mientras sonríe.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué? ¿Por los estúpidos que piensan que pueden subir al
escenario y agarrarte la entrepierna sin pedir tu permiso?
Ríe y sus ojos se ponen todo brillantes y arrugados de la manera
en que me gustan.
—Algo así. Sobre todo, atrae a personas cuya atención no
quieres.
Agarro su bíceps, solo porque se ve bien y quiero sentirlo.
—Seré tu guardaespaldas, si quieres que lo sea.
—Quiero que... —Su voz se desvanece con una expresión
caliente, y no termina su frase.
De repente noto que Phil, Linda y Sean están levantados y
bailando. Linda se tambalea hacia mí y tira de mi mano. La sigo hacia
los demás, moviéndome junto a la música. Nicholas permanece
sentado, observando el espectáculo.
No creo que alguna vez me haya sentido tan felizmente
borracha, mientras permito que un drag queen de casi un metro
ochenta de altura en tacones de arcoíris me gire alrededor del club
vacío al ritmo de “Rock DJ” de Robbie Williams. Me rio tanto cuando Phil
trata de abrirse de piernas que casi lloro. Cuando se levanta de nuevo,
Sean salta sobre sus hombros y Phil lo lleva a cuestas por la habitación.
Algún tiempo después me encuentro ya no bailando alegremente
con Linda, sino bailando lento con Nicholas, mientras que los otros
vuelven a la mesa para seguir bebiendo. Ni siquiera puedo recordarlo
acercándose a mí. Todo lo que sé es que se siente bien tener sus brazos
alrededor de mi cintura, mientras que los míos están envueltos alrededor
de su cuello, jugando con las puntas de su cabello.
Me mira y susurra:
—Si no estuvieras tan borracha, te pediría que te quedaras
conmigo esta noche.
Pongo mi cabeza en su pecho, cansada.
—Son casi las cinco. La noche casi termina de todos modos.
—Es verdad. Debería llevarte a casa, te ves soñolienta.
—¿No puedo dormir aquí? —pregunto—. Aquí está bien. —Me
acurruco más cerca de él.
—Aquí está bien —concuerda, acariciando mi cabello con una
mano—. Pero necesitas tu cama. Vamos, veremos si podemos tomar un
taxi afuera.
Nicholas les dice a los demás que nos vamos, pero Phil nos pide
que esperemos para que todos podamos salir juntos. Solo le toma un
par de minutos cerrar con llave el lugar. Linda y Sean están cantando
las letras de “Sweet Caroline” mientras estamos de pie en la puerta
frontal, esperando a Phil. Me apoyo en Nicholas, porque estoy
demasiado borracha para sostenerme.
—Todo listo —declara Phil, mientras camina por el vestíbulo
delantero y abre la puerta para nosotros.
Nicholas y yo somos los primeros en salir, y todo mi cuerpo parece
despejarse al instante cuando un ladrillo viene a toda velocidad hacia
nosotros, junto con alguien gritando la palabra “¡RAROS!” a todo
pulmón. Nicholas me saca del camino justo a tiempo para que el ladrillo
cruce una ventana en lugar de golpearnos.
Miro de lado a lado frenéticamente para ver quién lanzó el
ladrillo. Entonces diviso el Ford Fiesta con rayas de carreras al otro lado
de la calle. Tres idiotas se encuentran de pie a un costado, mientras que
otro se sienta en el asiento del conductor. Nicholas se endereza y me
empuja detrás de él, justo cuando Phil, Linda y Sean salen.
—¿Quién de ustedes lanzó esto? —grita Phil.
Los tres corren por la calle, y uno de ellos se acerca a Phil y le da
un puñetazo en el rostro. Otro tiene un bate de béisbol, el cual
balancea hacia Nicholas. Nicholas se agacha y patea al tipo en la
rótula. Sean y Linda están apiñados alrededor de Phil, quien agarra su
nariz sangrante, mientras que los otros dos matones escupen una serie
de amenazas e insultos homofóbicos hacia ellos.
Consigo un buen vistazo de sus rostros, tratando de memorizarlos.
El que atacó a Nicholas lo golpea de nuevo, pero esta vez Nicholas se
hace a un lado y lleva su codo a la mandíbula del chico. Él deja caer el
bate y deja escapar un grito de dolor, mientras que Nicholas agarra el
bate.
—¡Ahora! —grita con rabia, empuñando el bate—. Todos ustedes
van a entrar en su porquería de auto y conducir jodidamente lejos de
aquí.
El tipo cuya mandíbula Nicholas acababa de golpear levanta sus
manos en el aire.
—Está bien amigo, cálmate —dice como si Nicholas fuera el que
inició el ataque y no estuviera solo defendiéndose.
Nicholas da un paso hacia él. Por un segundo luce como si
estuviera considerando golpearlo con el bate.
—No soy tu jodido amigo, imbécil. Ahora vete antes que haga
algo que lamentaré.
Los tres se escabullen a su ridículo auto, mientras murmuran cosas
como “Maldito psicópata” y “Jodido lunático”. Típico. Todos volvemos
al club. Nicholas me abraza y me aprieta fuerte.
—Jesús, ese ladrillo estuvo a centímetros de golpearte, Freda —
exhala.
Linda ya está en el teléfono con la policía, y Sean está sacando
un poco de papel de seda de su bolso para darle a Phil para su nariz
sangrante.
—Eso fue jodida y aterradoramente inesperado —le digo a Phil,
mientras Nicholas continúa abrazándome—. ¿Alguna vez ha sucedido
algo similar?
—No desde que dirijo el lugar —responde con voz temblorosa—.
Pero no hemos estado abiertos mucho tiempo.
—Esto es extraño. Es como si estuvieran esperándonos, como si
supieran que todavía había personas dentro, aunque es muy pasada la
hora de cierre —dice Sean.
—Pequeños bastardos —sisea Linda, justo cuando cuelga el
teléfono y se acerca para darle un abrazo a Phil—. Mira lo que le
hicieron a ese hermoso rostro tuyo. La Garda está en camino ahora.
Todos vamos al bar a sentarnos y a esperar a la policía, lo cual
podría llevar un tiempo, ya que no son exactamente conocidos por sus
tiempos rápidos de respuesta. Cuarenta y cinco minutos más tarde
entran sin prisas al club y preguntan qué pasó. Todos damos nuestras
declaraciones y describo cómo lucían los tres chicos tan
detalladamente como puedo. Por suerte, no nos hacen ir a la estación
para ser entrevistados más a fondo.
Nicholas llama a un taxi para llevarnos a casa. No creo que me
haya liberado desde el ataque.
—Fuiste tan valiente, enfrentándote a ellos así —le susurro,
mientras nos sentamos en el asiento trasero del taxi envueltos alrededor
del otro.
—He estado trabajando en clubes gay toda mi vida, Fred. Este no
fue mi primer encuentro de paliza a maricas, sabes. Una vez en Londres
cuatro tipos me asaltaron, rompieron mi brazo y nariz. Di todo lo que
pude.
—Dios, olvidé lo difícil que debe ser. Es horrible que hayas tenido
que pasar por eso.
—Sobrevivo. Siempre lo hago —dice en voz baja, justo cuando el
taxi se detiene en nuestra calle.
Cuando entramos, vamos a nuestros departamentos separados.
Salto directamente a la ducha, necesitando limpiar los acontecimientos
de la noche. Cuando salgo, realmente no tengo ganas de ir a la cama
sola, por lo que me pongo un pijama, tomo mi llave de la casa de
Nicholas y me escabullo al lado. Lo encuentro justo saliendo de su
propia ducha, con una toalla envuelta alrededor de su cintura.
Nuestras miradas se bloquean.
—No quiero dormir sola —le digo.
Asiente hacia su dormitorio.
—Entra, ponte cómoda. Estaré allí en un minuto.
Me meto debajo de sus suaves mantas y estoy inmediatamente
diez veces más calmada. Unos minutos más tarde Nicholas entra,
llevando calzoncillos y una camiseta. Se desliza detrás de mí, apaga la
lámpara y me abraza. Me quedo dormida ante el toque relajante de
sus dedos arrastrándose a través de mi estómago.

Cuando me despierto, estoy sola en la cama. Miro el despertador


de Nicholas en su cómoda y son las dos con trece de la tarde. He
dormido la mitad del día. Me estiro debajo de las mantas como un gato
perezoso. Unos minutos más tarde, Nicholas entra, llevando una
bandeja con té y tostadas.
—Me temo que hasta aquí llegan mis habilidades culinarias —
anuncia con una mueca exagerada mientras deja la bandeja delante
de mí.
Me incorporo y el edredón se acumula alrededor de mi cintura. La
mirada de Nicholas cae inmediatamente a mi pecho ya que no uso un
sostén para dormir.
—Oye, los ojos en el premio, Viv —bromeo mientras tomo un trozo
de tostada y le doy un bocado.
Una sonrisa lenta se forma en sus labios.
—Lo siento, pero simplemente soy humano, Fred, y esos son los
pechos más bonitos que he visto.
—La adulación te llevará a todas partes —le digo felizmente.
—¿De verdad lo hará? —pregunta—. Debería intentar llegar a
algún lugar entonces, ¿o no?
—Tal vez deberías —respondo con audacia.
Mueve la cabeza ante mi flirteo exagerado.
—Tengo una propuesta para ti —comienza con vacilación y
asiento para que continúe—. Recibí una llamada de una amiga en
Edimburgo esta mañana. Dirige un lugar todo este mes durante el Fringe
y uno de sus actos se retiró en el último minuto. Quería saber si volaría
para reemplazarla por unas noches.
—Genial, ¿cuándo quiere que vayas? —pregunto, aunque estoy
un poco decepcionada de que vaya a estar fuera durante un tiempo.
—Mañana por la mañana, preferiblemente. —Viene y se sienta a
mi lado en la cabecera de la cama—. ¿Vienes conmigo? —pregunta
repentinamente.
—¿A Escocia?
—Sí, hemos tenido una semana horrible, con Aaron y el ataque de
la noche anterior. Un par de días lejos nos hará bien a ambos creo.
—Pero tengo que trabajar —le digo. Decepción llena mi intestino
con la realización. Si no tuviera que hornear cada mañana esta
semana, estaría saltando directo a un avión con él.
—Que alguien te sustituya. Vamos, Fred, ambos necesitamos esto.
Además, no iré, si no vienes también. Necesito a mi asistente conmigo
después de todo, estaría perdido sin ella.
—Oh, eres astuto. —Sonrío, sabiendo que trata de hacerme sentir
culpable—. No prometo nada, pero veré qué puedo hacer. Tal vez
pueda hacer que una vieja amiga de la universidad haga mis cupcakes
mientras estoy fuera.
Nicholas envuelve su brazo alrededor de mis hombros con una
sonrisa triunfal, y termino de comer la comida que hizo para mí.
Más tarde llamo a Aoife, una chica que estaba en mi clase en la
universidad, para ver si está disponible para reemplazarme esta
semana. Tuvo un bebé y se casó tan pronto como terminó su
licenciatura, por lo que ha sido ama de casa desde entonces. La tuve
haciendo mis cupcakes una vez antes cuando estuve enferma con
gripe. Por teléfono me dice que estaría feliz de asumir el trabajo y hago
un pequeño baile de emoción mientras le recuerdo las recetas y lo que
no.
Toma notas y colgamos alrededor de veinte minutos más tarde.
Entonces llamo a la tienda de caridad y veo si alguien estaría dispuesto
a tomar mis turnos. Con todo eso ordenado, le envío a Nicholas un
mensaje de texto rápido para hacerle saber que todos los sistemas
están en marcha. Escribe de regreso diciendo que va a reservar los
vuelos y el hotel en línea.
Nunca he estado en Edimburgo antes, pero he oído que el Fringe
Festival4 se supone es increíble. No hace falta decir que estoy tan
emocionada como un niño de diez años en la víspera de Navidad.
Nora pone los ojos en blanco hacia mí mientras me apresuro por
el departamento, poniendo un terrible acento escocés al estilo señora
Doubtfire y tratando de empacar mi ropa para nuestro vuelo de la
mañana. Me dice que ha invitado a Richard a cenar mañana por la
noche y muy casualmente pregunta si podría dejarle una receta
infalible para cocinar algo.
Después de reírme de su ineptitud para la cocina y que ella se
canse de mis bromas, escribo los ingredientes necesarios para el pollo al
limón con champiñones, así como las instrucciones sobre cómo hacerlo.
Es simple, así que hay menos posibilidades de que lo estropee. De postre
le digo que haga Eton Mess, ya que es uno de los postres más fáciles del
planeta.
Me da una larga mirada de sufrimiento y me dice que ella será la
que juzgue lo fácil que es. Le digo que me envíe fotos para que pueda
reírme un poco del desastre que hace del Eton Mess5. ¿Ves lo que hice
allí? Debería dejar de hornear cupcakes y dedicarme a escribir chistes
profesionalmente.
Llamo a mi madre y le hago saber que me iré por una semana
con Nicholas, porque soy una buena hijita. No le he contado mucho
sobre él hasta el momento, aparte del hecho que es mi vecino y un
nuevo amigo mío. Puedo decir que quiere que me explique, mientras
sigue haciéndome preguntas indirectas, tales como: ¿Es un amigo
como Harry, o es otra clase de amigo? Oh madre, ¿de verdad crees
que va a ser tan fácil hacerme hablar? Me rio cínicamente.
Evito sus preguntas lo mejor que puedo. Es difícil clasificar mi
relación con Nicholas para ella cuando ni siquiera puedo clasificarla
para mí. Casi no puedo decirle a mi madre que trabajo para él, porque
es un drag queen y que decimos que somos mejores amigos, pero
realmente queremos meternos dentro de los pantalones del otro.

4
Fringe: es un festival alternativo de artes escénicas que se celebra de forma paralela
al Festival de Edimburgo.
5 Mess: en español significa desastre.
Probablemente tendría un ataque al corazón para el momento en que
llegue a la parte de drag queen.
Hablando del diablo, míralo aparecer. Justo cuando cuelgo a
mamá me llega un mensaje de Nicholas informándome que nuestro
vuelo sale a las siete y cuarenta y cinco de la mañana del día siguiente
y que nos va a llevar al aeropuerto a las seis. Coloco la alarma a las
cinco y le envío un mensaje rápido, que dice:
Anotado. Te veo en la mañana, tetas de azúcar <3
A lo cual responde:
¿Tetas de azúcar? ¿De verdad, Fred? Estas dándome ideas
traviesas.
A lo cual animo:
Oh. No dudes en explicarte :-0
A lo cual responde:
No querría escandalizarte como lo hice antes ;-)
A lo cual me atrevo:
Si mal no recuerdo, disfruto bastante ser escandalizada :-D
A lo cual regaña:
Estas matándome, Fred.
Y luego ordena:
Ven a mi casa. Ahora.
A lo cual declino:
Me temo que eso sería inapropiado.
A lo cual declara:
Ser inapropiado contigo es mi cosa favorita, Fred. x
Suspiro y lanzo mi teléfono hacia el final de mi cama. Realmente
no sé qué decir a eso. Y como de costumbre, es mi culpa por
comenzarlo en primer lugar. Un minuto más tarde, mi teléfono suena
con un nuevo mensaje. Gateo por él y abro el mensaje de texto. Dice:
Eres tan jodidamente hermosa.
Oh guau. Valientemente escribo de regreso:
Tú también.
Repite su petición anterior:
Ven a mi casa. Por favor. Tengo que besarte.
Su mensaje me hace respirar más pesado. Respondo:
No puedo. Necesito mi sueño de belleza. Te veo mañana. x
Casi espero que vuelva a pedírmelo, pero no lo hace,
simplemente dice:
Está bien, cariño. Duerme bien. <3
Mi corazón va a noventa. Ahora no voy a ser capaz de conseguir
dormir temprano; sus mensajes de texto solo seguirán repitiéndose en mi
cabeza. Entro en la habitación de Nora y le pregunto por una de las
pastillas para dormir que sé que mantiene ocultas en el fondo de su
tocador. Me entrega la pequeña píldora feliz y tomo un vaso de agua
de la cocina antes de tragarla. Me aseguro que todas mis cosas estén
listas para la mañana y luego voy a la cama una vez que siento la
somnolencia de la píldora hacer efecto.
13
Ukeleles y Los Polka Dot Twins
Traducido por lili-ana
Corregido por Maga

L
anzo mi bolso en el maletero del Nissan Figaro azul de
Nicholas y luego salto en el asiento delantero a su lado. Son
las seis de la mañana, pero como ya es verano, ya está claro.
Tuve una gran noche de sueño gracias a la píldora mágica de Nora, así
que estoy deseando irme.
Llevo una falda color melocotón, una camiseta de mangas cortas
color crema y zapatos planos color crema. Sí, bueno, me esfuerzo, pero
no todos los días me encuentro viajando a Escocia con un drag queen.
Nos toma menos de veinte minutos llegar al aeropuerto. Nicholas
deja su auto en el estacionamiento para largas estancias y nos dirigimos
dentro. Una vez que hemos registrado nuestras maletas y pasamos por
seguridad, nos divertimos mirando bolsos de diseñador en la tienda libre
de impuestos.
Nicholas lanza una de cuero en color rojo oscuro sobre su hombro
y se acerca al espejo, haciendo su caminata de Vivica Blue. He notado
que tiene diferentes pasos. Los de Nicholas son suaves, gracia
masculina, mientras que los de Vivica son más ligero sobre los dedos de
los pies y contienen más movimientos de caderas.
Luego nos detenemos en un café donde tenemos croissants y
café para el desayuno. Cuando abordamos el avión, me sorprende
gratamente saber que Nicholas nos ha reservado en clase ejecutiva. Me
dejo caer en el enorme asiento con deleite.
—Pensé que dijiste que ibas a tratar de ser más ahorrativo con tu
dinero, Viv —comento, aunque estoy agradecida que haya
malgastado. Nunca he volado en nada más que clase turista antes, así
que es emocionante a pesar que el vuelo va a tomar menos de una
hora.
—Dije debería intentarlo. Nunca dije que lo haría —corrige—. De
todos modos, quería invitarte.
—Aw, eres el mejor jefe de todos —le digo felizmente.
Pido un vodka y jugo de naranja a la azafata cuando pasa por
nuestros asientos. Cuando estás en Roma, como dicen.
—¿No es un poco temprano para beber? —pregunta Nicholas
con una sonrisa irónica.
—Estoy de vacaciones, Viv. El alcohol matutino se permite cuando
estás de vacaciones.
—Esto no son unas vacaciones, es un viaje de trabajo —reprende,
y parece disfrutar haciéndolo.
Le frunzo el ceño.
—Semántica. —Me detengo para dar un sorbo a mi bebida—. ¿Se
está poniendo firme conmigo, jefe?
Deja que su cabeza caiga contra el asiento, sus ojos puestos
perezosamente en mis labios y lentamente extiende su mano sobre mi
rodilla
—Tal vez. ¿Quieres que sea tu jefe en lugar de Viv? Creo puedo
lograrlo.
Junto mis rodillas cuando su mano hace un movimiento para
vagar entre mis piernas.
—Nah, creo que deberías ser Viv. No queremos que nos echen del
avión por indecencia.
Él mira las esponjosas nubes por la ventana.
—Estamos en el aire, Fred.
Levanto mi vaso.
—Exactamente, Viv.
Ríe.
—¿Ya estás borracha? Solo has bebido unos cuantos sorbos.
Me encojo de hombros.
—Podría estarlo. El alcohol me afecta más fuerte a primera hora
de la mañana.
—En ese caso no más destornilladores para ti.
Me rio en voz alta.
—Destornillador, esa es una palabra divertida.
Oh mi Dios, estoy borracha. Esto es un nuevo record. Usualmente
me toma al menos un par de bebidas conseguirlo.
Dejo el vaso y saco una revista de cocina de mi bolso de mano.
Sí, leo revistas de cocina. Algunas veces, me gusta un poco el porno de
comida. Me encanta mirar las fotos de recetas terminadas. Me dan una
idea sobre qué nuevo plato voy a tratar de cocinar a continuación.
Hace aproximadamente un año Nora y yo tomamos el hábito de jugar
un juego donde abriríamos una revista de cocina en una página
aleatoria y tenía que intentar hacer la receta, sin importar lo difícil o
extraña que fuera. Una vez hice las gachas de caracol de Heston
Blumenthal. En realidad, fue bastante agradable. Está bien, deja de
quejarte. Te advertí que había más tangentes en el camino. Ya he
terminado ahora.
Nicholas hace un gesto para que la azafata se acerque y le pide
una botella de agua. No dejo de notar que coquetean de un lado a
otro, antes que vaya a buscarle su bebida. Para ser honesta, no puedo
culparla por coquetear con él. Es uno de los hombres más guapos que
verás alguna vez. Sin embargo, me molesta que él coquetee también.
No tengo derecho a estar molesta, pero así es la vida.
La azafata regresa y gira la tapa de la botella de agua para
Nicholas, antes de verterla en un vaso con hielo y una rodaja de limón
sobre el borde. Quiero levantar mi ceja hacia ella y puntualizar,
exageras un poco, ¿no te parece? Pero sello mis labios con fuerza. No
quiero parecer como una psicópata celosa. Aunque, seamos realistas,
cuando se trata de Nicholas, soy un poco psicópata celosa.
Ella se va a atender a otro pasajero y Nicholas se inclina,
apoyando su hombro contra el mío mientras examina mi revista. La
página está abierta en una receta para hacer estofado de pollo.
—¿Recuerdas algunas de las cosas que me dijiste anoche? —
pregunta casualmente, su respiración rozando mi oído.
—Por desgracias sí, pero tengo la sensación que vas a
recordármelo de todos modos. —Suspiro y paso la página.
—Dijiste que le vas a dar una patada en el culo al próximo cliente
que intente subir al escenario y acariciarme —me dice, con una gran
sonrisa encantada en su rostro.
—El alcohol me hace pensar que soy más fuerte de lo que
realmente soy —le explico—. Parecías un poco sacudido por todo eso.
Quería hacerte sentir mejor.
Agarra el agua y toma un sorbo.
—Bueno, gracias por eso. Pero supongo que no puedo quejarme
sobre ello. Es algo con lo que tengo que lidiar. Tomar lo áspero con lo
suave. La mayoría de los artistas de mi profesión mataría por los locales
llenos que consigo. Si comienzo a lamentar el hecho de que algunos
hombres pueden ser un poco “manoseadores” entonces me vería
como una diva desagradecida.
—No hay duda que eres una diva, Viv, pero ciertamente no
desagradecida. Cada noche haces todo lo posible para que el público
tenga una actuación que nunca olvidará. Les haces sentir parte de
algo especial por un pequeño momento. Pones todo tu ser en tu canto,
retratando la emoción a través de tu persona en el escenario. Lo
mínimo que puedes esperar a cambio es que el público no te falte el
respeto o te convierta en un objeto.
Él gesticula con sus manos.
—Por eso me gustas tanto. La mayoría de las mujeres se darían la
vuelta y dirían que debería disfrutar ser tratada como objeto
simplemente porque tengo un pene. Ves más allá de eso.
—Sí, bueno. Ese tipo de pensamiento me molesta. Algunas
personas piensan que los hombres nunca son víctimas de agresión
sexual. Los hombres también pueden ser violados, ¿sabes? —digo,
meneando el dedo hacia él. Un momento después me arrepiento de
haberlo dicho cuando levanto la vista para ver alguna extraña emoción
en su rostro, una especie de dolor. Mierda, tal vez fui un poco
demasiado lejos.
—Lo siento, no quise ofenderte ni nada —me disculpo, y me
concentro de nuevo en la revista.
—No lo sientas, me gusta que digas lo que piensas. Acabo de
traer un mal recuerdo, eso es todo.
Oh no. No quiero pensar en lo que podría ser ese recuerdo. Dios,
realmente quiero abrazarlo en este momento, pero eso podría ser
incómodo para él. Siempre he sabido que Nicholas debe haber
experimentado un pasado oscuro, sobre todo porque su conducta
alegre es a menudo interrumpida por períodos de tristeza, pero también
por estas pequeñas cosas que dice. Como cuando dijo que tuvo que
sufrir por su pasión cuando caminábamos por la calle Grafton.
—Lamento que tengas malos recuerdos —le digo, sin saber qué
más decir. No voy a ir directo y preguntar qué fue su recuerdo. Algunas
veces hay que dejar que las personas los digan si quieren, y si no, dejar
que los mantengan escondidas dentro.
—Cada recuerdo me hace quien soy ahora, en este momento.
Bueno o malo, todas las experiencias te moldean.
—Y me gusta cómo eres —digo, girando para darle un beso en la
mejilla. Es un pequeño gesto dulce que sé no esperaba. Me sonríe y
vuelve a mirar por la ventana a las nubes que pasan, me concentro de
nuevo en el porno de comida por el resto del vuelo.

Si tuviera que elegir dos palabras para describir Edimburgo, te diría


que es majestuosa y hermosa. Muy, muy antigua, pero de alguna
manera más viva que cualquier otro lugar en el que he estado. Tal vez
eso es solo porque hay personas en todas partes para el Fringe. Cada
poste está cubierto con carteles de los espectáculos. Alrededor de
cada esquina hay un intérprete diferente listo para mostrar algo nuevo.
Para deslumbrar con algún talento inusual y cautivador.
Casi saco la cabeza por la ventana del taxi para echar un vistazo
a una mujer en pantalones cortos y una camiseta de tirantes, con
tatuajes y perforaciones cubriendo casi cada centímetro de su cuerpo.
Estoy diciendo las palabras genial y Auch en un solo pensamiento.
Nicholas consigue que el chofer del taxi que nos recogió en el
aeropuerto nos deje frente al Hotel Radisson Blue en la Royal Mile,
donde, no te miento, nos vamos a quedar. Bien, así que, si no has visto
nunca este hotel, entonces no vas a entender mi asombro. Es como una
enorme fortaleza de aspecto medieval justo allí en medio de la calle
más concurrida de la ciudad. En el camino aquí me encontré
asombrada por el hecho de que alrededor de cada esquina podría
haber un castillo esperando para sorprenderte. O un edificio histórico
que se eleva hasta el horizonte.
Cuando entramos en el hotel, encuentro que Nicholas nos ha
reservado una suite. ¡Una suite! Eso debió costar una fortuna, pero dijo
que estaba bastante cómodo en cuanto al dinero, así que no me
quejo. Corro dentro de la habitación y salto a la cama. Luego miro
alrededor y me doy cuenta que es la única cama. Así que voy a tener
que compartir con él. Oh no, que vergüenza. La idea enciende mi
cuerpo y simultáneamente lo paraliza con nervios.
—Viv, pequeño diablillo calculador —le grito, mientras Nicholas
baja las maletas en el salón de la suite.
Me mira solo un segundo a través de la puerta, una mirada
inocente cuidadosamente construida en su rostro con la mano
levantada hacia su pecho.
—¿Calculador? ¿Moi? ¿Qué te dio esa idea?
—Una suite de un dormitorio en el hotel más lujoso, billetes de
avión en clase ejecutiva. ¿Necesito decir más? Mejores mujeres estarían
desnudas y abriendo sus piernas para ti mientras hablamos. Menos mal
no soy materialista. —Levanto la nariz hacia el techo y cruzo los brazos.
La risa de Nicholas se filtra desde el salón.
—Oh, Fred, ¿me darías una mano con esta botella de champán?
Salto y salgo corriendo, pero no hay botella de champán a la
vista. Nicholas me da una mirada de apreciación.
—No materialista en lo más mínimo —levanta una ceja divertida, y
chasquea la lengua.
—Está bien, me has descubierto. Soy una mujerzuela caprichosa,
materialista y fácil de comprar. Ahora saca el champán, Viv, no hay
tiempo que perder.
—Tal vez más tarde, tenemos trabajo que hacer primero.
—¿Trabajo? ¿Qué es eso? Nunca he oído hablar de ello. —Me
dejo caer en el costoso sofá y deslizo los zapatos.
—Echa un vistazo por la ventana y dime lo que ves —dice.
Camino a través de la gruesa y suave alfombra y miro hacia
afuera.
—Personas, personas por todas partes, pero ni una gota de
alcohol.
—¿Y qué están haciendo las personas?
—No mucho.
—Respuesta equivocada —dice, acercándose detrás de mí—.
Ves esos dos de allá. —Señala, a dos tipos vistiendo trajes de mariachis,
blandiendo sus guitarras flamencas y tocando para un grupo de
personas que tienen aspecto de turistas.
—Sí, los veo.
—Están haciendo trabajo de promoción para que las personas
vayan a ver su espectáculo. Eso es lo que tienes que hacer durante el
Fringe. Hay cientos de espectáculos a la vez. Tienes que venderte,
asegurarte que las personas vengan al tuyo.
—Correcto, así que estás diciendo que tenemos que salir y vender
a Vivica Blue.
—Exactamente. —Nicholas aprieta mi hombro—. Ahora ven y
ayúdame a elegir algo que usar. —Levanta su maleta, y la lleva al
dormitorio, antes de lanzarla sobre la cama.
Nicholas me deja armar un atuendo para él, mientras se prepara
para afeitarse. Está luciendo una barba de un día. Lo prefiero con
rastrojo en lugar de bien afeitado, pero un drag queen con barba no lo
conseguirá.
—Ve a hacer ese rostro tan suave como trasero de bebé —le
digo, mientras agarra su bolsa de tocador y se dirige al baño.
—Oh, no es solo el rostro lo que será suave, tengo que depilar mis
piernas también —dice Nicholas.
—¡Divertido! ¿Puedo ayudar?
—No, no puedes. Una dama tiene que mantener algunas cosas
sagradas —dice con voz aguda mientras balancea la puerta
cerrándola de golpe.
Me rio y salto sobre la cama para examinar sus trajes. Selecciono
un par de medias casi negras, brillantes tacones rojos de quince
centímetros y un vestido de encaje ajustado de color azul marino.
Nicholas sale del baño aproximadamente una media hora más tarde
llevando uno de los albornoces de cortesía del hotel. Cuando se sienta
a mi lado me inclino hacia adelante y paso mi mano por su pierna.
—Guau, esas son unas piernas suaves. Tendrás que mostrarme que
productos usas.
—Vivica Blue no revela sus secretos de belleza —me dice con un
guiño.
—Hablando en tercera persona, Nicholas, realmente te estás
convirtiendo en una diva —le reprocho.
Toma la ropa que he elegido para él, la cuelga en el armario y
nos ponemos a trabajar en su maquillaje. Decide no usar peluca hoy, así
que utilizo cera para peinar su cabello al estilo Jamie Lee Curtis, como la
primera vez que lo vi actuar.
Nos decidimos por un labial muy oscuro que casi parece negro y
encuentro estas geniales joyas corporales de diamantes en el fondo del
estuche de maquillaje. Convenzo a Nicholas para que me permita
ponerlas en sus ojos y mejillas.
Una pequeña hada mujer se detiene en la habitación del hotel
justo cuando Nicholas está casi listo. Tiene el cabello rubio, cerca de un
metro cincuenta y dos centímetros, y parece que pesa casi nada de la
manera más atractiva posible. Me hace sentir como un gigante, y con
un metro setenta y un centímetro nunca me había considerado
demasiado alta.
—Esta es Catelin, Fred. Es la amiga de la que te hablé, la que
administra el lugar en el que voy a actuar esta noche.
—Hola, Catelin. —Estrecho su mano—. Encantada de conocerte.
—Lo mismo digo —dice Catelin, en un ligero acento de
Edimburgo—. Solo vine a dejar esto. ¿Entiendo que ambos se dirigen a
hacer algo de trabajo promocional? —pregunta, mientras coloca una
pila de volantes en la mesa de centro.
Tienen una gran imagen de Nicholas en el frente usando un
vestido dorado y una larga peluca negra. El subtítulo se lee, en fuente
plateada: Señorita Vivica Blue, cantante sensacional, regresa a
Edimburgo para una actuación limitada de último minuto.
Nicholas le da a Catelin un enorme abrazo y le agradece por los
volantes. Es un abrazo muy cálido también, uno familiar. Me pregunto si
son viejas llamas. Parece que la única razón por la que no la besa en las
dos mejillas es porque dejaría marcas de labial oscuro en ella. Se sientan
en el sofá y charlan durante unos minutos. Voy al baño para
refrescarme y cuando regreso. Catelin se ha ido.
—Ustedes dos —le digo a Nicholas, agitando mi dedo hacia la
puerta para indicar que estoy hablando de Catelin—, solían salir, ¿no?
Sonríe.
—Muy reflexiva, Fred, ¿cómo puedes saberlo?
—No lo sé, solo una sensación. Eso y que parecía inusualmente
complacida de verte. Tal vez quiera que vuelvan a estar juntos.
Me mira con suficiencia, satisfecho, y me odio por haber dicho
algo, porque esto revela mucho de lo que siento por él.
—Fuimos amantes por un corto tiempo, nada serio. —Se encoje
de hombros—. Y ahora está casada con un hombre llamado Barry, así
que no hay nada de qué preocuparse.
—No estoy preocupada. ¿Por qué estaría preocupada? —
pregunto, en el tono menos convincente imaginable.
—Por supuesto que no lo estás. —Sonríe—. Vamos, vamos a
trabajar un poco.
Nicholas sostiene mi mano mientras caminamos por el vestíbulo
del hotel, sin siquiera un levantamiento de cejas del personal u otros
huéspedes. Deben estar acostumbrados a ver a las personas con trajes
extraños durante el mes del Fringe.
Tengo los folletos en mi bolso y Nicholas lleva una pila. Se detiene
frente a un grupo de mujeres y se presenta, dándoles una pequeña
demostración de su espectáculo. Me quedo detrás y de repente
encuentro de pie frente a mí a un hombre y una mujer que se parecen
monstruosamente el uno al otro.
El hombre está vistiendo una pajarita rosa y una camisa de lunares
negra y blanca, mientras que la mujer lleva un vestido de falda circular
con lunares rosa de los años cincuenta y cabello al estilo Betty Page.
También está sosteniendo un ukelele. Los ukeleles me molestan, porque
me recuerdan a los hipster de mi país quienes cargan diminutos
instrumentos para hacerse ver todos subversivos y locos.
—Hola, señorita —dice el hombre, con acento de Liverpool—. Soy
Bob y esta es mi hermana gemela, Bobby. Juntos somos Los Polka Dot
Twins y nos gustaría invitarla cordialmente a nuestro espectáculo, una
extravagancia de la comedia musical del tipo más sucia. —Bob me
entrega un volante que me dice cuándo y dónde tendrá lugar su
espectáculo. También declara que es gratis.
—Oh, ¿de verdad son gemelos? —pregunto, admirando los
zapatos de Bobby que tienen pequeñas caritas de gatito impresos en
los dedos de los pies.
Bob me mueve más cerca, y teatralmente susurra:
—No, no realmente, pero no se lo digas a nadie. Arruinaría nuestra
imagen.
—Mis labios están sellados. —Le sonrío.
Un segundo después Nicholas ha terminado de charlar con el
grupo de mujeres y se acerca a mí.
—Oye, espero que ustedes dos no estén alejando a mi asistente
de su trabajo —bromea.
—Oh, lo siento tanto, joven doncella —dice Bob, dándole a
Nicholas una reverencia—. No me di cuenta que esta hermosa irlandesa
es su asistente. Permítanos a mi hermana y a mi tocarle una canción
como un gesto de buena voluntad.
—Adelante —dice Nicholas sonriendo.
Bobby comienza rasgando el Ukelele y Bob estalla en una
interpretación alternativa de “Hello” de Lionel Richie. Ha cambiado la
letra para hacerla sucia y absolutamente hilarante.
Cuando han terminado les damos una ronda de aplausos y saco
uno de los folletos de Nicholas de mi bolso.
—Te diré algo, si vienen a nuestro espectáculo esta noche,
nosotros iremos al suyo.
Bobby toma el papel y lo mira con diversión. El espectáculo de
Nicholas termina a las nueve y el suyo comienza a las diez treinta, así
que es factible.
—Es un trato —dice Bobby, y nos damos la mano.
Los Polka Dot Twins se alejan para cantarle a otro transeúnte
desprevenido, y Nicholas y yo nos ponemos a presentar su espectáculo
a la mayor cantidad posible de personas. Para cuando llegan las tres
estoy exhausta. Tengo alrededor de veinte folletos de otros artistas en mi
bolso quienes lograron absolutamente atraerme y me pidieron que
fuera a sus presentaciones.
Nunca tendré tiempo suficiente para ir a todas ellas. Todo el día
me da una idea de lo competitivo que es el Fringe cuando se trata de
conseguir que los clientes te vean actuar.
Cuando regresamos al hotel, me doy un baño en la lujosa bañera
y Nicholas llama al servicio de habitación, antes de salir de su ropa de
drag y quitar su maquillaje.
Alrededor de cinco minutos después de remojarme hay un ligero
golpe en la puerta. Nicholas se acerca un momento después. Fui un
poco salvaje con el baño de burbujas, así que ninguna de mis partes
está mostrándose. De todos modos, tomo una toalla de mano y la
pongo sobre mi pecho.
Nicholas se sienta en el borde de la bañera y distraído corre sus
dedos a través del agua.
—Nos ordené el bistec —dice en voz baja.
—Suena bien —murmuro.
Ninguno de los dos menciona el hecho de que básicamente
estoy acostada desnuda. Nunca he estado más consciente de otro
humano en mi vida. El hecho que estoy desnuda en una bañera con
agua y él está sentado allí completamente vestido con una camiseta y
jeans es extrañamente erótico. Me siento vulnerable de la mejor manera
posible.
—Déjame lavar tu cabello por ti —dice en una suave voz.
Lo miro y dudo en responder. Por alguna razón estoy terriblemente
nerviosa que vaya a tratar de entrar aquí conmigo. Eso sería un
problema en una enorme y elegante caja y con un lazo en la parte
superior. Deliciosos y maravillosos problemas.
—De acuerdo —digo finalmente, sosteniendo la toalla de mano
firmemente contra mi pecho y volteándome para que mi espalda esté
de frente a él. Nicholas toma una jarra y la llena de agua, antes de
levantarla y verterla sobre mi cabello. El agua gotea desde mi cabeza
hasta mi espalda, como una cascada.
Agarra la pequeña botella de champú del hotel, aprieta,
echando un poco en sus manos y comienza a masajear mi cuero
cabelludo. Me concentro en la presión de sus dedos mientras se
mueven contra mí. Es una especie de presión calmante y me relajo,
apoyándome contra el borde de la bañera. Escucho a Nicholas aspirar
una respiración. Hace espuma con el champú y luego enjuaga toda la
espuma.
—Aquí —susurra—. Todo terminado.
—Gracias —me las arreglo para decir. No se mueve de su posición
al lado de la bañera mientras levanto mi pierna y tomo un paño para
correrlo sobre ella. Antes de saberlo, Nicholas está presionando sus
labios en el hueco de mi cuello y ronroneando:
—¿Sabes cuánto quiero follarte ahora mismo?
Exhalo y murmuro:
—Cállate.
—No —dice, mientras me rodea y arranca la toalla de manos que
había estado cubriendo mí pecho. Agarra uno de mis pechos y lo
moldea con su mano, luego pellizca el pezón. Gimo y cuando me doy
la vuelta para mirarlo, se levanta y se quita la camiseta por encima de
la cabeza. Está a punto de atacarme de nuevo cuando llaman a la
puerta de la suite.
Nicholas gime y pasa la mano por el cabello.
—Maldito servicio a la habitación, tenía que llegar en el peor
momento posible.
—Ve a contestar —le digo, tratando de recuperarme después de
ese breve momento de felicidad.
—Está bien —se queja, y sale del baño.
Rápidamente salgo de la bañera y me seco, antes de envolverme
en una bata de baño. Cuando salgo hay una bandeja con dos platos
cubiertos y una botella de vino en la mesa junto a la ventana. El
miembro del personal que entregó la comida se ha ido. La mirada de
Nicholas me quema. Está de pie junto al sofá, devorándome con una
sola mirada.
Hago un movimiento para ir a la mesa donde la comida está
esperando, pero me corta y me arrastra al dormitorio, lanzándome
sobre la cama. Todavía no se ha puesto la camiseta. Jala mis piernas
alrededor de sus caderas para que esté a horcajadas sobre él y
suavemente tira de la cinta alrededor de la cintura de mi bata.
Ante que lo sepa, la bata está abierta y estoy desnuda ante él. Se
toma su tiempo observando mi cuerpo y luego comienza a plantar
pequeños besos sobre mis pechos, murmurando palabras que no puedo
descifrar. Estoy demasiado perdida en la sensación de su lengua
serpenteando alrededor de mi pezón.
Lentamente, me besa en el estómago y cuando llega a mi
montículo mi respiración tartamudea. Me mira y sonríe. Me tenso bajo su
agarre, mientras coloca sus manos sobre mis muslos. Mira hacia abajo, a
la parte más íntima de mi cuerpo.
—Más hermosa de lo que había imaginado —susurra, justo
cuando abre más mis piernas y toca mi clítoris con su lengua,
ligeramente.
Doy un fuerte grito ahogado que llena la habitación. Cien
explosiones diminutas estallan dentro de mi cuerpo. Comienza a
lamerme más fuerte. Enredo mis dedos en su cabello y lo agarro con
fuerza. Levanta la cabeza para volver a mirarme a los ojos, y la
expresión de su rostro es malvada.
—Eso es, cariño, agárrate a mí. Te sientes increíble contra mi
lengua —dice, con voz baja y grave.
—Joder —gimo.
—Todo a su debido tiempo, Freda —promete, y luego vuelve a
lamer. Jesucristo, nunca he tenido a un chico haciendo esto tan bien
antes. No hay dientes o rastrojo de barba con Nicholas, solo labios
suaves y lengua. Cierro mis ojos y empujo mi cabeza en la almohada
mientras siento un orgasmo comenzar a construirse profundamente
dentro de mí. Todo lo que puedo ver detrás de mis parpados cerrados
son fuegos artificiales y estrellas fugaces.
Levanta su pulgar para rodear mi clítoris mientras besa y lame.
Estoy a punto de explotar de placer, pero no completamente, todavía
no. Pronto.
Se levanta con ambas manos y masajea mis pechos. Bajo la
mirada hacia su cabeza entre mis piernas, su lengua hacia mí, sus
manos en mis pechos y sus ojos fijos en los míos. En ese mismo momento
me vengo. Grito su nombre, corriéndome contra su boca. Varias ondas
atraviesan mi cuerpo.
—Eso es, tan dulce, Freda, tan jodidamente dulce —dice,
mirándome venir.
Mi cuerpo se vuelve flácido, y sonrío mientras regreso la cabeza a
la suavidad de la almohada, drogada con los químicos de mi propio
orgasmo.
—Voy a alimentarte ahora —dice, y sale rápidamente de la
habitación. ¿Qué demonios? Lo escucho entrar al baño y abrir el grifo.
Hay agua corriendo por un minuto o dos.
Luego la puerta del dormitorio se abre y Nicholas lleva la bandeja
con nuestra cena en ella. Oh, correcto. Va a alimentarme. Tiene
sentido. Tiro la bata para cubrirme, y mi rostro se siente como si estuviera
ardiendo debajo de mi piel. ¿Realmente eso acaba de suceder?
Nicholas levanta las cubiertas plateadas de los platos para revelar
los filetes sobre una cama de champiñones salteados con una pequeña
cantidad de puré de patata en un lado y salsa Béarnaise.
Corta un trozo de carne, lo sumerge en la salsa y lo lleva a mi
boca. De acuerdo. ¿De algún modo averiguó mi mejor fantasía sexual
para llevarla a cabo y luego alimentarme con una comida cinco
estrellas? Tal vez solo fue instinto. O suerte supongo.
Me llevo el filete a la boca y Nicholas sonríe con aprobación.
Luego corta un trozo de su propio plato y hace lo mismo.
—Así que, esto debe ser una circunstancia especial —le digo
casualmente, refiriéndome a nuestra conversación de hace unas
semanas sobre los jardines femeninos cuando Dorotea salía de su
apartamento.
Sonríe.
—Tu vagina es una circunstancia muy especial.
Me rio en voz alta.
—Así es como la llamaré de ahora en adelante “mi
circunstancia”. Suena bien.
—También te vienes muy bien —continúa, su expresión intensa,
mientras tomo mi plato y lo coloco sobre mi regazo—. Todos esos
pequeños suspiros y temblores.
No digo nada, pero respiro profundamente mientras un rojo
oscuro colorea mis mejillas.
Coloca su mano en mi rostro enrojecido.
—¿Qué es esto? ¿Estás avergonzada? Puede que esté mal, pero
me encanta.
—Está muy mal —murmuro, metiendo un bocado de
champiñones a mi boca.
Ríe.
—Come, Freda, vas a necesitar tu energía porque estoy muriendo
por follarte.
Toso los champiñones y me da palmaditas en la espalda para que
no me ahogue. Me sirve una copa de vino y lo trago.
—No creo que tengamos tiempo para eso —respondo
finalmente—. Tienes que estar en el lugar a las siete y tu espectáculo
comienza a las ocho.
—Son solo las cuatro, tenemos mucho tiempo.
—Vas a hacerme morir de mortificación, Nicholas. ¿Podemos
frenar esto?
Come una porción de bistec y frunce el ceño.
—Si eso es lo que quieres.
Bajo mi plato y me arrastro hacia él, tomando su boca en un
suave y ligero beso. Me aparto y lo miro.
—Lo es. Gracias —susurro.
Sonríe cálidamente.
—¿Qué te parece si nos acurrucamos en la cama y vemos una
película de pago?
—Suena como un plan —le respondo aliviada.
Creo que es la anticipación del sexo lo que me pone nerviosa. Si
no hubiera dicho nada y simplemente se lanzara sobre mí, entonces me
habría quedado atrapada en el momento. El hecho que esté dándome
una advertencia me hace tratar de apartarme, salir de allí.
Después de haber terminado de comer nos acurrucamos en la
cama. Nicholas escoge una película para que veamos. Es una comedia
americana, pero no puedo encontrar la fuerza de voluntad para
concentrarme. Estoy demasiado consciente de su cuerpo detrás del
mío. Está sentado con la espalda apoyada en la cabecera y yo estoy
sentada entre sus piernas, la cabeza descansando justo debajo de sus
pectorales.
Giro la cabeza a un lado y planto un beso en su bíceps, donde
está todo entintado con el tatuaje de su madre. Muevo todo el cuerpo
hacia un lado para poder estudiarlo de cerca. Corro los dedos sobre él.
De todas las conversaciones que hemos tenido en las últimas
semanas, tengo la impresión que Nicholas idolatra a su madre de
alguna manera extraña. Mencionó algo sobre que era la inspiración
para que él cantara y actuara, ya que fue una interprete. También
guarda algunos de sus vestidos en su armario, todos guardados como
reliquias.
Creo que el hecho que lo estoy tocando lo está excitando,
porque puedo sentir que lentamente se pone duro detrás de mí. Me
presiona contra la espalda. Con una oleada de valentía, me doy la
vuelta para enfrentarlo antes de pasar mis dedos por encima de la
protuberancia de sus pantalones.
—Fred —respira, mirándome con fuego en sus ojos.
—No hables —digo en voz baja, mientras bajo la cremallera y
bajo sus calzoncillos. Es la primera vez que veo su virilidad en toda su
gloria. Estoy impresionada y asustada. Aprieto mis labios sobre la cabeza
antes de darle una pequeña lamida. Nicholas exhala.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta, su voz tensa.
—Devolviendo el favor, supongo.
—No tienes que hacerlo. Joder —maldice, y lo tomo
completamente en mi boca. Mantengo los ojos abiertos y lo miro
mientras mueve su cuerpo y agarra las sábanas.
Muevo la boca a lo largo de su longitud, antes de arremolinar la
lengua alrededor de la cabeza, lo que parece volverlo loco. ¿Quién es
esta descarada mujer? Me pregunto. Generalmente soy pura charla
cuando se trata de sexo, pero aquí estoy dándole una mamada a mi
amigo/jefe en una lujosa suite de hotel. Nicholas saca algo de mí, algo
que nunca supe que tenía.
Dejo de chuparlo por un minuto para correr la lengua arriba y
abajo de su longitud. Mantengo los ojos en los suyos, mientras lo hago,
me gustó que lo hiciera cuando bajó en mí.
Luego lo tomo de nuevo en la boca y agarra mi cabello,
envolviéndolo firmemente alrededor de su muñeca.
—Eres realmente jodidamente buena en esto, Fred —gruñe.
—Debo ser natural. —Trato de decirle con él todavía en mi boca.
—Oh Dios, mantente haciendo eso. Habla mientras estás
chupándome, la vibración se siente bien.
Me detengo y levanto la mirada hacia él.
—¿Por qué, señor Turner, me está pidiendo una mamada?
Tira de mi cabello, y está cerca de ser doloroso, y se siente muy,
muy bien.
—Cállate y hazlo, me estás matando —murmura.
Lo doblego, haciendo sonidos en la parte posterior de mi
garganta mientras lo chupo. Un minuto o dos después se corre justo en
mi boca. Sé que a muchas chicas les gusta tragar, bueno, no soy una
de ellas. Con la mayor gracia posible, dejo que gotee de mi boca y
caiga sobre la cama y luego escucho a Nicholas gemir.
—Oh, dulce Jesús —dice en voz baja—. Eso tiene que ser la cosa
más sexi que he visto.
—Pensé que los hombres preferían cuando las chicas lo tragan. —
Limpio mis labios con el dorso de la mano, como la dama con clase que
soy.
—No lo sé, hay algo erótico en que lo escupas así.
Me rio y me deslizo por la cama para abrazarlo.
—Vamos a tener que llamar a la camarera para que cambie
estas sábanas. Me siento horrible ahora.
—No lo hagas. Me aseguraré de dejar una generosa propina.
—Siempre un caballero. —Le sonrío, y corre sus dedos por mis
labios.
—La mejor mamada que he tenido —susurra.
—Oh, cállate. —Miro hacia otro lado, avergonzada.
Agarra mi barbilla y gira mi rostro para que encuentra sus ojos.
—Estoy hablando en serio, Freda.
Asiento y sonrío.
—Bueno, está bien entonces. Voy a sentirme muy petulante
conmigo misma durante al menos la próxima quincena.
—Deberías —dice, acomodando su palma alrededor de mi cuello
y masajeándolo.
Lo abrazo y cierro los ojos. Solo nos quedamos allí así por la
siguiente hora, absorbiendo la sensación del uno al otro.
14
Desmayos y Carritos de compras
Traducido por lili-ana
Corregido por indiehope

E
sa noche el espectáculo de Nicholas va sin ningún
contratiempo. El lugar termina llenándose bastante bien,
quizás debido a todo el esfuerzo que pusimos hoy haciendo
promoción en la calle. Los Polka Dot Twins se presentaron tal como
dijeron que harían, y hacia el final de su presentación Nicholas los llama
a ambos al escenario para cantar “Masochism Tango” de Tom Lehrer
mientras él toca el piano.
Ni siquiera sabía que podía tocar hasta esta noche; nunca
mencionó que pudiese. Cuando actúa en nuestra ciudad,
normalmente está acompañado por The Wilting Willows, así que no hay
necesidad de que toque.
Después de su presentación Nicholas se cambia y vamos con Bob
y Bobby al lugar donde están haciendo su espectáculo gratis. Por
alguna razón tienen un carrito de compras cubierto con cojines, y cintas
tejidas a través de las barras de metal.
Bobby se mete al carrito y Bob la empuja, como si fuera un bebé
en un cochecito. Dado que la mayoría de las calles en Edimburgo son
adoquinadas, realmente no veo el atractivo. Parece un viaje
demasiado lleno de baches para mi gusto. Supongo que es un
pequeño capricho que sienten la necesidad de mantener, para que las
personas puedan decir, allí van los Polka Dot Twins de nuevo con su
carrito de compras modificado, esos bastardos excéntricos.
Alrededor de la mitad de su presentación, que está en una
habitación arriba de un pequeño pub, la electricidad se corta. Son las
once de la noche, así que todo el lugar se pone negro. Nicholas y yo
estamos sentados cerca de la ventana, y cuando miramos afuera
parece que la luz de toda la calle se ha ido. Por algunos segundos,
experimento como se siente la completa y total oscuridad, y es un poco
emocionante. Entonces las personas comienzan a sacar sus teléfonos
para usarlos como fuentes de luz. Hago lo mismo ya que el mío tiene
una función de mini linterna.
—Está bien —dice Bob, gritando desde el escenario ya que su
micrófono claramente no va a funcionan en este momento—. Parece
que ha habido un apagón. Todo el mundo quédese sentado y hablaré
con el gerente para ver qué está pasando.
Salta del escenario, iluminado por la luz acumulada del mar de
teléfonos móviles en las manos de las personas de la audiencia.
Nicholas coloca su brazo alrededor de mi cintura, sosteniéndome
cerca en la oscuridad. Me ha tocado más que nunca esta noche, y a lo
largo de todo su espectáculo se mantuvo buscándome en la audiencia
donde había estado sentada con Bob y Bobby, mirándome con una
pequeña sonrisa secreta. Todavía no puedo creer que lo que pasó hoy
entre nosotros en realidad sucedió. Parece un sueño, uno realmente
muy bueno.
Habíamos estado rondándonos durante semanas; simplemente
nunca pensé que llegaríamos a donde estamos ahora. Pensé que
simplemente continuaríamos burlándonos el uno del otro con palabras y
toques sutiles por el resto de nuestras vidas llenas de tensión sexual.
Presiona sus labios en la comisura de mi boca y mueve la mano
sobre mi muslo, antes de tirarme sobre su regazo. Las personas que nos
rodean charlan emocionadas y nerviosas.
¿Qué hay sobre los cortes de energía convirtiendo a las personas
en versiones un poco más infantiles de sí mismas? De repente,
comienzas a tener ideas acerca de irrumpir en tiendas de dulces y robar
todos los caramelos. Sin electricidad las alarmas no funcionarán, y por lo
tanto nunca nos atraparán, muajaja, te incita el pequeño diablillo en tu
hombro. Es divertido ver lo fácil que las personas romperían la ley
cuando el miedo de ser atrapado es eliminado.
La mano de Nicholas se mueve debajo del dobladillo del vestido
negro de manga corta que estoy usando. Alcanza la tela y mete la
mano entre mis piernas. Cuando alcanza la ropa interior presiona los
dedos contra mí.
Respirando pesadamente, le susurro:
—Detente. Las lucen podrían volver a encenderse.
Sonríe traviesamente.
—Ese es el punto.
—No —siseo, pero no mueve la mano, y por la forma en que sus
dedos me hacen sentir, no quiero que lo haga. Chispas y hormigueos
me consumen cuando muerdo mi labio inferior para evitar hacer ruidos.
Sus dedos se mueven rítmicamente contra mí.
Uno o dos minutos completamente angustiosos pasan, entonces
Bob regresa a la habitación y anuncia que ha habido un apagón en la
ciudad y por lo tanto el resto del acto tendrá que ser cancelado. En
este punto, Nicholas ha deslizado su mano debajo de la tela de mis
bragas y me estoy corriendo a oleadas contra él. Toma mi boca en un
perezoso y húmedo beso, su lengua acariciando la mía.
Me aparta y susurra:
—Buena chica.
Se siente como si mi cuerpo no tuviera huesos, y no puedo pensar
con suficiente claridad para decir algo en respuesta. ¿Hemos hecho eso
en público? He bebido un par de copas esta noche, pero no tantas. Tal
vez solo estoy borracha de Nicholas.
Bob y Bobby se dirigen a nosotros, y en la penumbra puedo ver
que Bobby tiene una botella de vodka bajo un brazo y su ukelele
debajo del otro.
—Vamos a salir a divertirnos en la oscuridad antes que regrese la
energía. ¿Quieren unirse a nosotros? —pregunta Bob.
—Claro —responde Nicholas, levantándome de la mano.
Bajamos las escaleras y salimos del pub. En silencio, Bobby toma
un trago de vodka antes de entregármelo. Tomo un trago y luego se lo
devuelvo. Dios, quema bien.
La chica rara vez pronuncia una palabra. Es como si Bob hablara
lo suficiente por ambos porque nunca se calla. Quiero decir, creo que
es genial y todo, pero podría cerrar el motor de su boca de vez en
cuando. Actualmente está hablando con Nicholas sin parar acerca de
cómo consigue increíbles trajes vintage muy baratos en eBay.
Camino al lado de Bobby, y es algo agradable. Ambas sabemos
que nunca nos veremos después de esta noche, así que no nos
molestamos en comenzar la típica charla de chicas para conocernos.
Repite el patrón de tomar un sorbo de vodka y luego me lo entrega.
Esta es la última cosa que puedo recordar antes de encontrarme
borracha, siendo empujada por una de las empinadas calles de
Edimburgo, en el carrito de compras acolchado de Bob y Bobby. En
serio, está en lo alto de una colina, bajas una colina casi a donde
quiera que vayas.
Bobby está empujando el carrito, mientras Bob y Nicholas corren
justo detrás de nosotras. Miro hacia adelante mientras ganamos un
poco de impulso. ¿Por qué demonios acepté esto? Aunque ya que no
puedo recordar cómo me metí en esta situación podría muy bien haber
sido quien sugirió todo el asunto. El vodka hace cosas extrañas a mi
coeficiente intelectual.
Vamos muy rápido ahora, y todo lo que puedo escuchar es la risa
de las tres personas a mi alrededor mientras pienso, voy a morir en un
carrito de compras cuando inevitablemente se estrelle en una pared o
contra un vehículo aproximándose.
Mantengo mis ojos cerrados, mientras una de mis rodillas golpea
el metal. Auch. Eso va a dejar un moretón. El carrito va demasiado
rápido mientras nos acercamos al final de la colina y Bobby pierde el
agarre del manillar. Las ruedas chocan con algunos adoquines,
provocando que el carrito se eleve en el aire, y por algunos angustiosos
segundos, estoy navegando por el aire en la oscuridad, corriendo hacia
una calle muy transitada que se ilumina con los faros de los autos en
movimiento.
Antes que pueda parpadear, Nicholas ha agarrado el extremo
del carrito con sus dos fuertes manos y está girándolo para evitar que
choque con un auto. Golpea fuerte contra la acera y llega a una
parada dolorosa. Los cojines se van volando y parece que cada parte
de mi cuerpo golpea contra el frío metal. Voy a tener mucho dolor en la
mañana, pienso a través de mi bruma empapada de vodka.
Nicholas y yo nos miramos fijamente, nuestros ojos se conectan
como nunca antes, y todo lo que puedo pensar es que se ve
totalmente furioso conmigo y que amo a este hombre. Simplemente me
salvó de ser asesinada o gravemente herida debido a mi propia idiotez
borracha. Y lo amo. Lo amo. Oh Dios.
—Mierda —maldice.
—Me salvaste —jadeo.
—Estás borracha.
—Tú también.
—Cállate, Fred. Eso fue una estupidez. —Está furioso, furioso como
nunca antes lo he visto.
—¿Qué? Estabas corriendo conmigo. Podía escucharte riendo
con Bob y Bobby.
—No estaba jodidamente riendo. Ellos estaban riendo. Yo estaba
gritándole a Bobby que detuviera el carrito.
—Oh.
—Oh, es malditamente correcto.
Su rostro es duro, pero luego cuando me mira de nuevo se
suaviza. Gentilmente me levanta y me saca del carrito, justo cuando
Bobby viene corriendo hacia nosotros disculpándose como una
maniática.
Nicholas lanza algunas palabras cortantes en su camino y ella
palidece visiblemente.
—Estoy bien, estoy bien. —Es todo lo que puedo recordar que le
murmuré repetidas veces mientras Nicholas, de alguna manera,
maniobra mis piernas alrededor de su cintura y mis brazos alrededor del
cuello para cargarme de regreso al hotel. Perdemos a Bob y Bobby en
alguna parte del camino, y aunque eran algo divertidos, no puedo
decir que los extrañaré.
La electricidad todavía no ha sido restaurada adecuadamente,
pero afortunadamente el generador del hotel se ha activado así que no
tenemos que tropezar en la oscuridad tratando de encontrar nuestra
habitación. Nicholas enciende la luz y me lleva directamente al baño.
Me coloca en la tapa del inodoro y luego va a encender la ducha.
Dejo caer la cabeza contra la pared detrás de mí, porque se siente
demasiado pesada para soportarla por mi cuenta.
Me enfoco en el ruido del cabezal de la ducha, mientras el agua
brota de ella. Nicholas viene a arrodillarse frente a mí y comienza a
quitarme la ropa metódicamente. Comienza con las botas, y calcetines
púrpuras hasta la rodilla, antes de pasar al vestido. Lo observo y puedo
decir que no está ni de cerca tan borracho como yo. Sus ojos están
demasiado enfocados. Voy a estar avergonzada por todo esto en la
mañana.
Cuando logra quitarme el vestido, me levanta y desengancha el
sujetador, luego baja las bragas por mis piernas. Me guía a la ducha y
estoy de pie bajo el agua. Arranca su propia ropa, rápido como un
relámpago, y se une a mí.
Lo que sucede a continuación me desconcierta. Me lava, limpia
el cabello y enjabona el cuerpo con tal cuidado que me duele el
corazón. No intenta hacerlo sexual, excepto cuando me besa bajo la
corriente de agua caliente como si estuviera tratando de memorizar
cada esquina de mi boca con su lengua.
Salimos y nos envuelve a ambos en una enorme toalla. Me da un
cepillo de diente con un poco de pasta y cepillo mis dientes mientras él
cepilla los suyos. No hemos dicho una palabra desde que volvimos a la
habitación de hotel. Cuando terminamos nos metemos debajo de las
sábanas, completamente desnudos. Nunca me atrevería a dormir con
él desnuda si no estuviera borracha. Pero lo estoy, así que lo hago. Me
duermo con el olor de su piel limpia y la sensación de su cuerpo duro
envuelto alrededor del mío suave.
Cuando despierto mis piernas están enredadas en las de Nicholas
y está luciendo una enorme erección mañanera. Es temprano y los
acontecimientos de la noche pasada se estrellan contra mí con un
detalle sorprendente. Había sido yo quien convenció a Bobby para
dejarme entrar al carrito mientras me empujaba hacia abajo por la
colina. Por alguna razón pensé que era una idea fabulosa en ese
momento.
Nicholas me había dicho que me mataría si ponía un pie en el
carrito, pero salté demasiado rápido para que me detuviera y le grité a
Bobby para que empezara a empujarme. Estaba lo suficientemente
borracha como para obligarla, riendo emocionada mientras Nicholas
nos perseguía. Probablemente no habríamos estado tan empeñadas en
hacerlo si no nos hubiera perseguido.
Y Jesús, ahora también puedo recordar mis pensamientos de
anoche, cuando llegué a la comprensión de que amo a Nicholas. Todo
lo que necesitaba era que me salvara de ser destrozada por un auto.
Pero sé que no es la única razón por la que lo amo. Lo amo
porque me hace reír cuando no tengo ganas de reírme. Lo amo porque
desafía mi visión de lo que es un hombre. Lo amo porque sé que no
debería amarlo y que romperá mi corazón. Lo amo porque es una
completa y total anomalía. Lo amo porque quiero matar su tristeza más
de lo que quiero cualquier cosa en este mundo.
Mientras estoy ahogándome en estos pensamientos de amor,
Nicholas se agita a mi lado. Sus brazos se encuentran apretados
alrededor de mi cintura y mi rostro presionado en el hueco de su cuello.
Muevo los labios contra su piel, dándole un beso de buenos días. Ambos
estamos desnudos, y se siente cálido. Me gusta cómo se siente su
cuerpo contra el mío, piel suave y apretados y potentes músculos.
Somos opuestos complementarios.
—Buenos días —susurro, junto cuando está abriendo los ojos.
Necesita un momento para darse cuenta que estoy en la cama
con él y que ambos estamos desnudos, pero una vez que lo hace, me
gira, y se coloca entre mis muslos. Se estira y aparta mi desordenado
cabello de mi rostro, y me mira con una expresión maravillada. No está
sonriendo, pero tampoco frunciendo el ceño. Me está mirando como si
fuera un rompecabezas que está tratando de resolver.
—¿Qué es lo que pasa contigo…? —dice suavemente.
Trago un poco de saliva, porque su erección está presionando
contra la parte interna de mi muslo y estoy temblando de adentro hacia
afuera. Cuando hago un pequeño meneo para conseguir más
comodidad debajo de él, deja escapar un gemido entrecortado.
—Esto es… peligroso —dice, sus ojos trazando los planos de mis
mejillas, la curvatura de mis labios.
—Probablemente —susurro en respuesta.
Se inclina más cerca.
—Quiero estar dentro de ti, Freda.
Muerdo mi labio.
—Mmmm.
—¿Qué quieres? —pregunta.
—Creo que quiero lo mismo que tú.
—Joder —murmura, y suena como una promesa.
Un gemido se escapa de mis labios cuando empuja la cabeza de
su pene contra mi centro. Ni siquiera lleva un condón, pero no puedo
pensar lo suficientemente claro como para preocuparme. Es algo
bueno que haya estado tomando la píldora durante años. Me
mencionó de pasada que siempre usó condón cuando había estado
con mujeres en el pasado. Espero que esté diciendo la verdad. Toma mi
boca en un suave beso, chupando el labio inferior, justo cuando
empuja dentro de mí. Me llena lentamente, alejándose del beso para
mirarme a los ojos. Puedo sentir las explosiones de nuevo, solo que ahora
van profundamente dentro de mí.
—Vaya —se queja, mirándome, tomando cada una de mis
expresiones—. Te sientes tan apretada, tan bien.
Se desliza dentro y fuera lentamente por un largo tiempo. Pierdo
la noción de los minutos mientras caigo en un abismo donde no hay
nada más que él. Seguimos mirándonos como si fuéramos a morir si lo
dejáramos de hacer. Me arqueo hacia él. Maldice y hace sonidos que
realmente me gustan. Luego algo lujurioso toma el control. Comienza a
moverse más rápido hasta que está bombeando dentro de mí y estoy
agarrando las sábanas y gritando de placer.
—Nicholas —gimo, y sigue más fuerte, más rápido.
Mientras está follándome, se agacha y toma uno de mis pezones
en su boca, girando su lengua alrededor de la manera más hermosa. Se
levanta de nuevo, moviendo su palma plana sobre mi clavícula.
Cuando llega hasta mi cuello lo agarra suavemente, como si quisiera
ahogarme, pero no completamente. El gesto posesivo me hace jadear.
El hecho que esté agarrándome en un lugar vulnerable me hace sentir
sus estocadas incluso más intensamente, rompiéndose a través de mí.
—Me encanta tu cuerpo —me dice—. Me encantan tus pechos…
—Por favor —gimo.
—¿Te gusta esto? —pregunta.
—Mmmm.
—A mí también me gusta.
—Te necesito —susurro.
Su respiración se acelera justo antes que se venga, derramándose
dentro de mí. Me chupa el lóbulo de la oreja y me besa por todo el
cuello, diciéndome que soy la cosa más hermosa que jamás ha visto.
Estamos acostados allí por siglos, saciados, todo miembros, piel,
sudor y torsos palpitantes.
—Estoy limpio, por cierto —dice, después de un largo, largo
período de satisfecho silencio—. No quiero que te preocupes por esas
cosas. ¿Estás… estás con la píldora o algo? —Muerde su labio inferior—.
Normalmente no soy tan descuidado, pero realmente solo quería
sentirte sin nada en el camino.
Asiento y lo beso en la barbilla.
—Sí, y estoy limpia también, por si acaso te estabas
preguntando…
—Sé que lo estás —interrumpe, mirándome seriamente—. Estás tan
jodidamente limpia que no te merezco.
Por alguna razón, siento que no está hablando de mi salud sexual.
—Oh —es la única respuesta que puedo darle.
Sonríe e ilumina todo su rostro.
—Oh —repite, y luego me besa con hambre mientras desliza sus
dedos entre mis piernas.
—Tan húmeda —dice, lentamente rodeando mi clítoris antes de
frotarme sobre los pliegues y subir. Inclino las caderas hacia la cama y
presiono los pies sobre el suave colchón, mientras me desvío hacia la
bienaventurada construcción del orgasmo.
Durante el resto del día apenas salimos de la cama. Pedimos
servicio a la habitación y Nicholas me folla de nuevo. Dos veces. Trato
de no pensar en cómo esto se siente más como hacer el amor que
follar. Siento que mi cuerpo es una masa maleable de carne y huesos
para cuando llega la noche y tenemos que prepararnos para su
espectáculo. Me dice que no cree que alguna vez se canse de follarme
y quiero gritar que estoy enamorada de él. Pero no lo hago, porque no
sé si siente lo mismo. Quizás esto es solo una lujuriosa obsesión para él,
en contraposición a la palabra con A.
Estoy bebiendo un poco de té y sentada junto a la ventana
mientras se pone su traje para el espectáculo de esta noche. Miro por la
ventana a las multitudes que pasan, mientras intermitentemente envío
mensajes de texto a Nora acerca de su cena con Richard.
Aparentemente hubo algunas caricias en la sala de estar después. Le
digo que debe darle al sofá un buen lavado en seco antes que llegue a
casa. Me responde diciendo que soy una tonta. Me rio.
La electricidad está funcionando otra vez en la ciudad, pero
todavía no sabemos lo que provocó el apagón puesto que pasamos el
día en la cama. No creo que realmente me importe la razón de ello.
Todo lo que sé es que nunca olvidaré a Nicholas con su mano dentro de
mí, en ese pub en la oscuridad cuando estuvimos rodeados de extraños
distraídos.
—Estás holgazaneando —se burla, mientras se acerca y me
pellizca en la nariz.
—Estoy relajándome, Viv, no seas un explotador. ¿Acaso ninguno
de tus antiguos ayudantes tomo un descanso de vez en cuando? —
pregunto.
Se ríe como si tuviera un secreto, y va a abrir una botella de agua
de la mini nevera en la esquina. Toma un sorbo y veo el movimiento de
su manzana de Adán mientras traga, encontrándola extrañamente
seductora. Dios, mírame, un día en la tierra del sexo devastador y estoy
encontrando cada pequeña cosa que Nicholas hace excitante. En
realidad, eso no es nada nuevo.
—¿De qué se trata esa risa? —pregunto, estrechando mi mirada.
Sonríe tan ampliamente que pensarías que alguien le dijo que
había ganado la lotería.
—Nada —responde, con una tímida expresión.
—Escúpelo, Viv, no me gusta este lado secreto.
Bebe un poco más de agua, su amplia sonrisa ha muerto hasta
convertirse en una mueca.
—¿De verdad quieres saber?
—Sí, dime —digo, golpeando las palmas de las manos sobre los
brazos tapizados de la silla en la que estoy sentada.
Se rasca la nuca.
—Está bien, pero prométeme que no te volverás loca.
—Lo prometo. Escúpelo.
—Nunca he tenido un asistente antes.
—¡¿Qué?!
—Fue una especie de truco. —Sonríe de nuevo, esta vez como si
fuera un supervillano con el plan más genial del mundo. Cuando ve la
expresión en mi rostro, prosigue—: Ya, ya, Fred, prometiste no volverte
loca.
—Estoy perfectamente cuerda, eres el que está loco. ¿Por qué
mentirías acerca de tener ayudantes?
Se encoge de hombros y camina a través de la habitación para
pararse delante de la ventana al lado de mi silla.
—Como dije, fue un truco.
—¿Un truco? —pregunto, frunciendo el ceño.
—Quería pasar más tiempo contigo, así que pretendí que
necesitaba un asistente.
Oh mi Dios, este pequeño manipulador… no sé si estar enojada o
halagada.
Me levanto y lo empujo ligeramente sobre el pecho con las
palmas de mis manos. Retrocede un poco, riéndose de mi indignación.
—Eso es retorcido, Viv, terrible. Ni siquiera sospeché.
—Necesitaba conocerte. Era la forma perfecta, ¿no crees?
Levanto una ceja.
—Hmm, no lo sé. Podrás solo haberte convertido en mi amigo y
llegar a conocerme de la manera normal. No es que nunca fueras a
verme. Vivo justo al lado.
—Lo sé, pero quería que estuvieras a mí alrededor cuando estaba
trabajando. De esa manera sabría si te gustaban ambos lados de mí, el
lado de Nicholas y el lado de Vivica.
—Está bien, estoy viendo a dónde quieres llegar —digo, y me voy
a sentar.
No hablamos por un minuto o dos. Todavía estoy consternada
con esta noticia de que me engañó para que fuera su asistente bajo la
falsa pretensión que simplemente no podía lograrlo sin uno. Entonces
me siento encantada de que corriera todos esos riesgos para tenerme
alrededor. Luego me siento desconfiada ya que puede mantener una
mentira tan fácilmente. Entonces me siento agradecida de que mintió,
dado que llegué a experimentar un mundo que nunca hubiera
experimentado de otra manera.
Después de otro minuto o dos llego a una conclusión final sobre su
pequeño secreto.
—Tengo que decir, Viv, eres demasiado jodidamente lindo.
—No soy lindo, soy oscuro y sexi —protesta con humor.
—Eso también.
Me da un pequeño y cómico gruñido y luego me dice que me
apresure con mi té porque tenemos que ir al centro pronto.

—Soñé contigo una vez —le digo a Nicholas mientras estoy


aplicando algo de rubor en sus mejillas en el camerino antes de su
presentación.
Está sentado y yo estoy de pie, lo que lo deja en una buena
posición para apretar mi trasero, que es lo que está haciendo ahora
mismo.
—¿Oh, en serio? Dime más. —Me da una sonrisa diabólica.
—Fue hace un tiempo, antes que alguna vez, ya sabes nos
besáramos o cualquier cosa. Tenías maquillaje y usabas un sujetador y
calzoncillos cortos. Fue extraño porque en mi sueño encontré eso
realmente sexi.
Suelta una profunda risita.
—¿Estás insinuando que eso es algo que te gustaría probar?
—¡No! —exclamo en voz alta, avergonzada—. Solo estaba
hablando de mi sueño. Saca tu mente del desagüe.
—Eres la que dijo que lo encontraste sexi; ¿qué se supone que
debo entender de eso?
Niego con la cabeza.
—No es por eso que te lo dije. Lo hice debido a lo que dijiste en el
hotel acerca de la necesidad de saber si me gusta el lado de Nicholas y
el de Vivica. Creo que el sueño fue un tanto simbólico y que me gustan
ambos lados de ti.
—Detente, Fred, estás haciéndome ruborizar. —Me pellizca el
trasero y suelto un grito antes de apartarle la mano.
—En ese caso, podría olvidarme de esto entonces —digo,
moviéndome para alejar la brocha de rubor.
—No seas descarada —dice, tirándome de regreso y llevando mi
muñeca a su rostro. Usa mi mano sosteniendo la brocha para ponerla
en sus propios pómulos, mientras me mira con adoración.
Quito la brocha y la arrojo dentro del maletín de maquillaje.
—Muy bien, Viv, estás toda embellecida. Ahora ve a darles un
espectáculo para recordar.
Suspira con sus labios a través de mi mandíbula y me da una
mirada ardiente, que funciona tan bien en su atuendo de Vivica como
lo haría con su ropa normal para hacerme derretir. No importa lo que
esté usando. Me gusta el Nicholas que está debajo de las ropas y el
rostro pintado. Me gustaría sin importar lo que lleve.
Cuando se va, me miro al espejo, y hay un poco de labial color
rojo en mi mandíbula de cuando puso sus labios allí. Sonrío y lo limpio.
No salgo a ver la actuación de Nicholas esta noche, porque estoy
demasiada resacosa y dolorida para estar lidiando con el ruido de la
multitud. Después de mi pequeño truco con el carrito de compras
anoche, estoy luciendo mi parte justa de moretones y músculos
doloridos.
Me quedo en el camerino, mirando algunas revistas y bebiendo té
de hierbas con la esperanza que de alguna manera cure mi cabeza
dolorida. Cuando Nicholas emerge a través de la puerta después de su
presentación, se queda allí con una expresión acalorada en su rostro.
Llevo jeans y una camiseta suelta, así que no entiendo porque me
está mirando en la manera que lo hace, como si estuviera desnuda
sobre el tocador o algo así. Merodea hacia mí, deslizándose de sus
tacones mientras lo hace.
Me apoyo en mi silla.
—Escucha, Viv, no albergues ideas sobre mis circunstancias —le
digo bromeando.
—Demasiado tarde, tengo demasiadas ideas sobre tus
circunstancias para ser considerado saludable —dice, justo antes
levantarme mi silla y colocar mi trasero sobre la superficie del tocador.
Separa mis piernas y las sujeta a ambos lados de sus caderas.
Luego se inclina hacia adelante para besarme ferozmente y he
terminado. Alzo la mano y saco la peluca negra de su cabeza y luego
tropiezo con la cremallera en la parte trasera de su vestido. Cuando lo
tengo abierto empujo las correas de los hombros hacia abajo y lo
acerco para lamer su clavícula.
Se quita el vestido y lo patea a través de la habitación.
Desabrocha la parte superior de mis jeans y empuja su mano
dentro, bajando mis pantalones. Jadeo en voz alta mientras su otra
mano tira de mi camiseta por encima de la cabeza y desabrocha mi
sujetador en cuestión de milisegundos. Se agacha y toma un pezón en
la boca. Lo miro, su rostro manchado de maquillaje y su boca en mí, y
no creo haber visto nunca una visión más erótica.
Se levanta y comienza a tirar de mis pantalones mientras le hago
lo mismo a las medias que está usando. Escucho el sonido de tela
siendo rasgada justo antes de darme cuenta que me ha rota las bragas
en su hambre de conseguirme desnuda. Estoy demasiado excitada
para estar irritada por eso y un segundo después su pene está
empujando dentro de mí y estoy agarrando sus hombros,
prácticamente arañando su piel con mis uñas.
Mis ojos se centran en su fuerte cuello cuando le oigo decir:
—Mírame, Fred.
Lo miro, perdiéndome en sus brillantes ojos azules. Su cuerpo se
mueve y trato de mantener el equilibrio sobre el tocador. Me levanta y
me golpea contra la pared más cercana, todavía golpeando dentro de
mí mientras grito. La música en el club está alta; lo suficientemente alta
para que nadie pueda escucharme gritando.
Me sujeta con firmeza y cierro las piernas alrededor de su cintura.
Me folla contra la pared como si no pudiese controlarse, pero no creo
querer que se controle ahora mismo. Un vistazo a su caliente mirada
cuando entró al camerino antes y estaba inmediatamente mojada.
Baja su mano y presiona su pulgar contra mi clítoris, haciendo
círculos. La combinación de su pene dentro de mí y su pulgar en
movimiento es casi suficiente para deshacerme completamente.
Aprieto más fuerte los muslos a su alrededor y gime, todavía mirándome,
siempre mirándome.
—Te necesito —jadea —te necesito tanto, así, justo como esto.
—Nicholas —inhalo su nombre y es más aire que sonido.
—Di mi nombre otra vez; necesito eso también.
—Nicholas… —suelto, perdiéndome en las sensaciones que están
pulsando a través de mí, construyendo algo que estoy muriendo por
sentir.
—Vamos, Freda, córrete para mí —dice, sus ojos son abrasadores
ahora.
Siento mi cuerpo acelerarse, y él se mantiene con el golpeteo y
los círculos y simplemente se vuelve demasiado cuando mi cuerpo
explota. Me estremezco en contra suyo cuando un orgasmo rompe a
través de mí y lo siento correrse al mismo tiempo.
Sale y me lleva a la silla, donde se sienta y me acuna en su
regazo, pasando su mano repetidamente por mi cabello.
—Así que, creo que te alegras de verme —bromeo, desnuda y
acurrucada en el regazo de Nicholas.
—Siempre me alegra verte, cariño —responde seriamente.
Cuando me veo en el espejo, puedo ver que mi boca está
manchada con labial de Nicholas.
Mueve su mano de mi cabello a mi pecho, donde lo toma en su
cálida palma.
Apoyo la cabeza contra su hombro y las molestas preguntas me
consumen. ¿Qué es esto que estamos haciendo aquí exactamente?
¿Nicholas todavía me querrá mañana tanto como me quiere hoy?
—¿Qué estamos haciendo? —pregunto, incapaz de contenerme,
mi voz baja.
—Estamos disfrutando del otro, Fred, haciéndonos sentir bien.
—Oh.
—¿No es eso lo que querías escuchar? —pregunta suavemente.
—No lo sé. No estoy segura de lo que quería escuchar.
—Me encanta estar contigo, Fred, no intentes etiquetar lo que
somos o poner expectativas en ello. Todo eso solo envenena las cosas.
Lo que tenemos es crudo, es real. Es la mejor cosa que he sentido
cuando estoy dentro de ti y me ves a los ojos con esta expresión de
absoluto éxtasis e inocencia en tu rostro.
—Oh —repito, las palabras apropiadas me fallan.
Se ríe entre dientes y envuelve sus brazos alrededor de mí.
—Pequeña tonta Fred, qué voy a hacer contigo, ¿eh?
—Mm, creo que has hecho suficiente por una noche —le digo.
Se ríe de nuevo.
Después de unos minutos de silencio, vamos a limpiarnos,
entonces volvemos al hotel. Los dos estamos tan agotados que nos
metemos a la cama y nos dormimos tan pronto como nuestras cabezas
golpean la almohada.
15
Un rostro familiar
Traducido por Lovestory & Emotica G. W.
Corregido por indiehope

A
l día siguiente, Nicholas y yo reanudamos nuestra campaña
callejera, poniendo nuestras mejores sonrisas convincentes
para decirles a las personas que vengan a ver su
espectáculo.
Para la hora del almuerzo he hablado con tantas personas que
siento que mis cuerdas vocales se van a caer, si tal cosa es posible.
Decido realizar un último esfuerzo y selecciono mi objetivo, que resultan
ser dos hombres de cuarenta años con trajes de negocios a la medida,
quienes actualmente están caminando en mi dirección.
Nicholas está al otro lado de la calle, charlando con un grupo de
jóvenes que parecen totalmente embelesados con él. Pobrecitos. Sé lo
que es sentir toda la fuerza de la deslumbrante sonrisa de Nicholas
cuando la pone sobre ti.
Los hombres en traje no lucen como la clientela habitual que
normalmente uno encontraría en un espectáculo de Vivica Blue, pero
de todos modos decido probar mi suerte.
—Hola, caballeros —digo—. ¿Puedo ofrecerles un acto musical
como nunca antes han visto?
Uno de ellos mira mi escote descaradamente, mientras el otro
sonríe cálidamente y responde:
—Tal vez, ¿de qué tipo de acto musical estamos hablando? —
Tiene acento escocés, así que considero que es un local.
—Bueno, para decirlo sin rodeos —le digo, haciendo un gesto
para que se acerque y pongo mi más encantadora sonrisa—. Se trata
de un hombre vestido de mujer con la mejor voz para cantar que
habrás escuchado en todo el año.
El trajeado se ríe y su amigo sonríe con ironía.
—No sé si será de mi gusto, muchacha —responde.
—Oh, tonterías. Vivica Blue es del gusto de todos. Es una estrella
en ascenso hecha para grandes cosas, recuerda mis palabras.
—¿Estarás allí? —pregunta el amigo, con una expresión cautelosa.
—Lo haré —respondo, a pesar que es un poco asqueroso y le
habla a mi pecho en lugar de a mi rostro.
—En ese caso puedes contar con nosotros, ¿tienes un volante?
—Sin duda lo hago —respondo y busco en mi bolso, solo para
descubrir que ya no tengo más—. Parece que ya no tengo, caballeros.
Síganme y les daré uno inmediatamente.
Los guio por la calle hasta donde Nicholas se está despidiendo del
grupo de jóvenes.
—Oye, Viv, necesito más volantes —le digo cuando me acerco.
Me da una sonrisa coqueta.
—¿Ya no te quedan más? Debes estar trabajando duro, Fred.
Tendré que recompensarte por tus esfuerzos. —Guiña maliciosamente.
Me da algunos volantes y me doy la vuelta para dárselos a los dos
hombres. Cuando lo hago, los ojos de Nicholas se cierran sobre el que
no había estado mirando mis tetas, y su rostro cae literalmente al suelo.
Tropieza en sus tacones altos y tengo que agarrarle el codo para evitar
que golpee el pavimento.
—¿Estás bien? —pregunto con preocupación.
Vuelve el rostro hacia mí distraídamente, sus ojos a kilómetros de
distancia, pero logra parpadear de nuevo al presente.
—Estoy bien —susurra, pareciendo avergonzado por lo que
acababa de suceder.
Los dos hombres lo miran con curiosidad. Les doy un volante y
continúan su camino.
—¿Estás seguro que estás bien? No te ves bien.
Saca el codo de mi agarre.
—No es nada. Ese hombre solo tenía un extraño parecido con
alguien que conocía. —Su voz suena dolorida y me asusta un poco.
—De acuerdo, tal vez deberíamos volver al hotel ahora y comer
algo. ¿Cómo suena eso?
Asiente y nos dirigimos hacia el hotel. Una vez que llegamos,
ordeno algunos sándwiches y té al servicio de habitación y Nicholas va
a tomar una ducha. No ha dicho ni una palabra desde el incidente en
la calle. Ni siquiera coqueteó y me preguntó si quería unírmele en la
ducha, lo que es algo extraño.
Me quito los zapatos y me hundo en la comida una vez que llega.
Ha pasado media hora y Nicholas todavía no ha salido del baño. Lo
dejo otros quince minutos antes de ir a comprobarlo, pero cuando lo
intento la puerta se encuentra cerrada.
—Nicholas —llamo suavemente—. ¿Estás bien ahí dentro?
—Estoy bien, solo afeitándome —contesta.
Sé que no se está afeitando. Se afeitó esta mañana.
—No, no lo estás, déjame entrar.
Deja salir un suspiro audible y un momento después escucho que
la cerradura se mueve. Abro la puerta para encontrarlo sentado en el
borde de la bañera, su cabello está mojado y lleva un albornoz. Me
siento a su lado.
—¿Qué está pasando? —le pregunto con voz suave.
Levanta sus ojos a los míos y parecen cansados. Una vez me dijo
que o bien está feliz o está triste, que no tiene un término medio.
Supongo que este es uno de los períodos tristes. Ciertamente, son menos
frecuentes que los felices, pero cuando llegan, eso también me pone
triste.
En cierto modo, tengo este extraño instinto de protección
maternal hacia Nicholas. Quiero patear el culo de cualquier persona
que se meta con él, y quiero envolverlo en algodón y asegurarme que
el mundo nunca lo deje caer.
—¿A quién te recordó el hombre del traje? —susurro.
Su mirada baja. Le toma un largo momento responder.
—Un amigo de mi padre.
—¿No te gustaba?
—Ni siquiera un poquito —susurra, frotando las palmas contra su
bata.
Quiero hacerle más preguntas, pero no lo hago. En lugar de eso,
tomo su mano y lo llevo al dormitorio. Me siento en la cama y luego
salgo y pongo un sándwich en un plato para él. Le sirvo una taza de té y
se la llevo.
Mordisquea el sándwich, pero realmente no lo come. Me acuesto
en la cama y enciendo la televisión, manteniendo el volumen bajo.
Nicholas permanece de espaldas a mí, sus hombros caídos.
Me sorprende cuando, después de un par de minutos, comienza
a hablar sobre el bajo murmullo de la televisión, sin mirarme todavía.
—Cuando era niño siempre fui un poco diferente —murmura. Un
segundo pasa y luego se lanza en un largo discurso—. Me volví incluso
más diferente cuando encontré la ropa vieja de mi madre en el ático y
se me ocurrió la extraña idea de usarla como si fuera mía. Me paseaba
por la casa cantando en vestidos y con lápiz labial cuando mi padre no
estaba cerca, lo que era a menudo. Básicamente tenía el control del
lugar, por lo que me sentía tan cómodo con mi extraño hábito. Supongo
que lo hice porque veía viejas grabaciones de mi madre y se veía como
esta maravillosa y hermosa persona; era completamente opuesta a mi
padre. Nunca quise ser como él, todo frío y sin emociones, así que
decidí que sería como ella, literalmente.
Se detiene y gira en la cama. Me siento un poco, atraída por su
historia.
»Estoy seguro que los psicólogos tendrían un día de campo
conmigo —comenta con mordacidad.
»Esto siguió así durante años —continúa—. Era mi secreto porque
sabía que otras personas no entenderían mi necesidad de ser hermoso,
cantar maravillosamente y ser algo que no era mi padre en todos los
sentidos. No sabía lo que había matado a mi madre en ese entonces,
pero siempre supe que de alguna manera fue debido a la frialdad de
mi padre, como si pudiera sentirlo. Estaba atrapada en un matrimonio
sin amor y era miserable. Más tarde mi tía me explicó que mi madre
murió de una sobredosis. Básicamente había estado tomando una
mezcla de antidepresivos y finalmente su sistema falló.
Me acerco a la cama para sentarme más cerca de él. Envuelvo
mis brazos alrededor de su cintura, pero no digo ni una palabra. Una
lágrima cae por su rostro.
—Ser hermoso como ella era mi única felicidad. En la escuela fui
intimidado constantemente por los otros chicos, porque prefería jugar
con las chicas. Poseían las características que quería emular: belleza y
suavidad, por eso me gustaba estar cerca de ellas. Cuando me iba a
casa podía estar solo y ser alguien más. Podría ser una mujer como mi
madre lo era y no un muchacho raro que parecía no encajar. Fue el
amigo de mi padre quien arruinó todo. Trabajaban juntos y trajo algunos
papeles un día cuando papá estaba fuera. Estaba en la sala, cantando
delante del espejo con un vestido, así que probablemente puedes
adivinar lo mortificado que estaba por ser atrapado por un hombre que
apenas conocía.
—¿Qué pasó entonces? —pregunto, apenas un susurro.
—Me destruyó, eso es lo que sucedió. Nunca percibí una buena
vibra de él en primer lugar. Era una persona mala, enferma. Cuando me
atrapó haciendo lo que había estado haciendo, tuvo algo que podía
usar para controlarme.
Nicholas hace una pausa y aprieto fuertemente su brazo,
sabiendo lo que va a decir a continuación, pero no estoy segura de sí
puedo escucharlo. Los recuerdos revolotean sobre sus ojos.
—»Comenzó a venir con regularidad cuando papá estaba fuera.
Me dijo que, si no le decía a mi padre sobre sus visitas, a cambio no le
diría lo que me había atrapado haciendo. Siempre me hizo ser un chico
con él, sin embargo. Podía usar los vestidos cuando estaba solo, pero
eso no es lo que quería de mí cuando venía. Me jodió, dejó huellas en
mí. Era un niño de catorce años y me arruinó, Fred, me empujó a hacer
cosas que eran para adultos. Si no hubiera sido por él, probablemente
habría superado mi pequeña obsesión con los vestidos y el maquillaje.
Convirtió el ser un niño en algo que no podía soportar, de modo que ser
mujer era mi única salida.
—Oh —suspiro, todo cayendo en su lugar.
—Este chantaje se prolongó durante años, pero cuando cumplí
dieciocho decidí decirle a mi padre. Sabía que simplemente decirle
acerca de lo que Kelvin había estado haciéndome todos esos años no
sería suficiente. No me creería. Así que tuve que mostrarle. Le dije a
Kelvin que viniera un día cuando sabía que mi padre estaría viniendo a
casa temprano. Me aseguré que papá nos encontrara en una situación
comprometedora de manera que no podría refutarlo. Casi mató a
Kelvin ese día. No había estado preparado para la violencia. Tuve que
llevar a Kelvin al hospital y dejarlo en la entrada del Departamento de
Asistencias y Emergencias. Cuando volví a casa encontré a mi padre
llorando en su estudio. Llorando. Fue la primera y última vez que lo vi
llorar. No podía creer que descubrir que su mejor amigo me había
estado violando sistemáticamente durante años sería lo que finalmente
le haría mostrar alguna emoción humana. Le conté todo entonces,
cómo empezó, cómo había estado sucediendo durante años. Se veía
tan destrozado y me enojó tanto, porque era yo quien estaba
destrozado, no él. Hice las maletas esa noche y esa fue la última vez
que lo vi. Años después recibí una llamada de mi tía diciéndome que
había muerto.
—Nicholas —suspiro, cruzando los brazos con tanta fuerza a su
alrededor que estoy preocupa que se asfixie.
No parece escucharme; está perdido en el pasado. Continúa
hablando:
—Escapé a Francia en primer lugar, y durante un año no hice más
que beber, tomar drogas y tratar de olvidar quién era yo. Luego recobré
la compostura y empecé a experimentar con espectáculos en lugares
pequeños y todo empezó a crecer desde allí. Creé el personaje de
Vivica Blue y no he parado de viajar y presentarme desde entonces.
Entiendo que algunos hombres quieren vestirse como mujeres porque
quieren ser una mujer. No quiero ser una mujer, sin embargo, al menos
no cuando estoy fuera del escenario.
»Me presento por la catarsis, porque es liberador. Es lo contrario
de lo que Kelvin quería que fuera, por lo que también es una extraña
especie de protesta. Cada vez que me pongo un vestido, le estoy
mostrando el dedo por lo que me hizo. De la misma manera en que un
actor necesita convertirse en otra persona cuando actúa, necesito
convertirme en otra persona cuando canto. Y ahora, cuando soy
Nicholas, puedo totalmente reivindicarme cuando me pierdo en una
mujer como tú, porque nunca podrías ser algo parecido a él. Puedo ser
un hombre contigo, fuerte, en control, no un niño asustado.
Mi corazón golpea duro y rápido contra mi caja torácica.
—Por lo tanto, este soy yo, querida, una completa y total
contradicción. Un jodido desastre. —Sonríe con tristeza.
—Un hermoso desastre —proclamo.
—Pero, no obstante, un desastre —añade.
—Oye, eso rimó. —Rio.
—Lo hizo, ¿no es verdad? —No ríe, todavía no ha vuelto a ser el
mismo.
Nos sentamos en silencio. Nicholas lo rompe cuando dice:
—No creo que alguna vez llegue a ser el hombre que mereces,
Freda.
—Ya lo eres.
—No lo soy. Tengo problemas de un kilómetro y medio de largo.
Problemas que pueden hundirse en huecos, pero nunca desaparecer
totalmente.
—El hecho que pienses que no eres lo suficientemente bueno
demuestra lo bueno que eres, Nicholas —digo—. ¿Sabes que eres el
primer hombre que alguna vez me ha mirado y de hecho me ha visto?
Cuando eres gorda toda tu vida, te acostumbras a que las personas te
ignoren, alejándote simplemente porque no encajas con sus ideales
estéticos. Así que, consigo que los hombres me ignoren o que los
hombres me miren porque creen que tendré baja autoestima y seré
fácil de manipular. No hiciste nada de eso. Me hiciste sentir como una
mujer, una mujer que vale la pena conocer.
—No eres gorda, Freda —dice moviendo la cabeza.
—Tal vez no para ti porque tu estándar de belleza es diferente de
la norma. Pero ponme de pie junto a alguien como Nora en un club
nocturno y bien podría ser parte del mobiliario. Así que, ¿no ves que eres
el hombre que merezco? Me viste, cambiaste mi vida, la hiciste mejor, y
estoy completa y jodidamente enamorada de ti. —Aprieto mis manos
sobre mi boca después de decirlo. No puedo creer que acabo de decir
eso; no fue mi intención.
Miro fijamente a Nicholas y varias emociones agonizantes pasan
por su rostro mientras me mira de regreso.
—Oh, Freda, cariño, no —dice con tristeza.
Siento como si hubiera sido golpeada por un camión. El tono de
su voz me dice inmediatamente que no debí haberle dicho eso. Solo
hemos estado teniendo sexo por dos días, ¿en qué demonios estaba
pensando? Oh, sí, no lo estaba. Solo estaba dejando que mi estúpida
boca me dominara otra vez.
—No me amas —dice, aun mirándome fijamente, como si tratara
de convencerse a sí mismo—. No soy la persona que deberías amar. Te
decepcionaré.
Me levanto y envuelvo mis brazos alrededor de mí.
—No, no quise decir eso —murmuro como un idiota.
Entrecierra los ojos.
—No quisiste decir eso —repite mis palabras, incrédulo.
—Sí, mm, estaba tratando de hacerte sentir mejor.
—¿Al mentirme y decirme que estás enamorada de mí? —levanta
la voz.
—Solo salió —susurro.
—Está bien —dice, su temperamento tranquilizándose y una
mirada de dolor cruza su rostro. ¿Por qué no quiere que lo ame?
—Este ha sido un día largo —suspira y pasa su mano por su rostro—
. Te diré qué, tómate la noche libre. Haré el espectáculo solo. Puedes ir
a ver los lugares de interés o algo.
Su voz se cierra ahora, como si estuviera tratando
intencionalmente de esconderse e ignorar el hecho de que lo amo.
Sabe que hablaba en serio cuando lo dije. Sé que hablaba en serio
cuando lo dije también. Ahora está este elefante rosa en la habitación
que ambos no queremos reconocer.
Dios, soy una idiota. Probablemente este fue el peor momento
posible para decirle a Nicholas cómo me siento, después que acababa
de revivir todas las cosas terribles por las que pasó cuando era un niño.
—Voy a ir a dar un paseo —digo, necesitando alejarme de él y mis
propias emociones doloridas.
Simplemente asiente mientras me pongo mis zapatos y agarro mi
bolso. Sintiéndome como si estuviera en un trance, salgo de la
habitación del hotel y me dirijo fuera. La Royal Mile está llena de turistas
como de costumbre y empiezo a subir hasta que me encuentro en la
entrada del castillo de Edimburgo. Decido entrar y echar un vistazo,
pensando que podría distraerme de mi confusión sobre lo que acababa
de ocurrir con Nicholas.
Básicamente se abrió conmigo y terminé amándolo todavía más,
una vez que escuché su historia. Pero entonces había tratado de
entregarle mi corazón y lo había mirado como si fuera una rata muerta
que no quería ver. Se apartó de mí y de mi indefensa necesidad
femenina de su amor a cambio.
Siempre supe que esto pasaría. Desde el principio me había dicho
que me mantuviese alejada, pero simplemente no fui capaz de evitar
enamorarme de él. Vi cómo trató a Dorotea cuando trató de volver las
cosas serias con él y, básicamente, terminó odiándola por ello. ¿Por qué
demonios yo sería diferente? Prácticamente estoy conteniendo las
lágrimas cuando llego a la taquilla y pago el precio de la entrada al
castillo.
Al final ni siquiera me adentro tanto en el castillo. Camino hacia
una pared revestida con cañones negros que se asoma sobre la ciudad
y me siento, mirando fijamente los edificios muy por debajo de mí.
Turistas de cada nacionalidad pasean alrededor de mí, tomando fotos y
conversando. Me quedo como una estatua, perdida en mi propia
miseria y sentimientos de rechazo.
Tal vez sea por lo que ha pasado que no puede aceptar amor ni
nada más que la simple satisfacción del sexo. Sin duda, ser abusado por
un hombre de la edad de tu padre cuando solo tienes catorce años te
jugaría una mala pasada. Tal vez siempre será así, solo buscando la
emoción de la atracción inicial y nada más, justo como Dorotea me
advirtió.
Cuando regreso al hotel horas más tarde, la habitación está
vacía. Pido algo de cenar y me siento en la mesa comiendo sola,
consolándome en la única forma que conozco: con comida. El
problema es que todo sabe a nada y todo lo que siento es el dolor que
está irradiando desde mi corazón y filtrándose al resto de mis órganos.
Todo en mi centro duele. Apenas puedo respirar.
Me tumbo en la cama durante horas, recordando los detalles de
la historia de Nicholas en mi cabeza y tratando de averiguar por qué se
veía tan dolido cuando le dije que lo amaba. Son las nueve de la noche
la próxima vez que miro el reloj. Nicholas está saliendo al escenario
ahora justo, pienso.
Necesito verlo, hablarle, entenderlo. Me levanto de golpe de la
cama, me pongo algo de ropa (porque había estado revolcándome en
mi pijama como un completo y total estereotipo enfermo de amor),
agarro mi bolso y me precipito por la puerta.
Cuando llego al club, Nicholas está sentado junto al piano,
tocando una canción que nunca he oído antes. No es su número
habitual, es lento, las letras introspectivas. El lugar no se ha llenado tanto
como lo hizo anoche o la noche anterior, pero todavía hay un buen
número de personas aquí para verlo.
Le toma unos minutos verme allí de pie. Me ignora y aleja la
mirada, centrándose en las personas sentadas frente al escenario.
Permanece sentado en el piano cuando habla por el micrófono.
—Esta canción es para alguien que hoy me dijo que me amaba.
Se llama “I Don’t Care Much” de Cabaret.
Mi corazón se hunde, mis órganos duelen más que nunca,
cuando Nicholas empieza a cantar. Se dedica a mirarme directamente
por un breve momento, justo hacia mí, por lo que no hay duda de para
quién es esta canción.
Me dice que no le importa mucho si me voy o me quedo.
Me dice que, si me besa, si nos tocamos, la advertencia es justa,
no le importa mucho.
Muero por dentro, no un poco, sino mucho. Incluso antes que
haya terminado la canción, salgo corriendo del club como si fuera a
asfixiarme si me quedo. Ni siquiera puedo recordar cómo vuelvo al
hotel; todo lo que sé es que hay lágrimas corriendo furiosamente por mi
rostro y cuando vuelvo, comienzo a meter mis cosas en mi maleta.
¿Por qué hizo eso? ¿Por qué la jodida humillación de un rechazo
público? ¿Odia el hecho de que lo amo tanto que tuvo que decirme
que no le importaba en la forma más cruel posible?
Realmente es un hermoso desastre. Un hermoso desastre que te
absorbe y te enreda también. Si vuelo demasiado cerca del sol, no
puedo esperar nada más que quemarme.
Dejo el hotel y salto en un taxi, indicándole al conductor que me
lleve al aeropuerto. En el viaje, llamo a Nora y le lloro mi pequeña triste
historia por la línea. Me dice que me anime y que todo va a estar bien,
pero ese tipo de palabras no significan nada cuando tu corazón está
rompiéndose.
Al final, se conecta a internet y me reserva un asiento en el
próximo vuelo de vuelta a Dublín, el cual no es hasta las seis de la
mañana. Termino pasando la noche sentada en una silla en la sala de
espera, el rostro rojo de tanto llorar y de frotar constantemente mi nariz
con un trozo de papel. Miro como los aviones despegan en la pista a
través de las enormes ventanas de cristal.
Cuando desperté esta mañana en la cama con Nicholas, no
podría haber estado más feliz. Nunca pensé que las cosas cambiarían
tan drásticamente.
Una viejecita viene y se sienta a mi lado en un momento dado.
Tiene un rostro que se parece a una patata sonriente. Después de unos
quince minutos de estar sentada allí, al azar extiende un brazo y le da
un apretón a mi mano.
—Tendrás un montón de llanto por venir si alguna vez tienes hijos
—dice, su acento es del norte—. Guarda tus lágrimas para los que más
importan.
A continuación, se levanta y se aleja. No sé cómo pudo decir que
no tengo hijos todavía. Quiero gritarle que estoy llorando por la mejor
persona que he conocido, pero que también podría haber sido la peor.
Pero no lo hago, solo continúo sollozando en mi papel. Creo que el
mundo es un lugar cruel cuando puede mostrarte tal felicidad y luego
simplemente arrebatártela de inmediato tan pronto.
Me quedo dormida y despierto cuando escucho mi teléfono
sonar con un texto. Es de Nora, dice:
Acabo de recibir una extraña llamada telefónica de Nicholas.
Preguntó dónde estabas y luego colgó :-/
Marco inmediatamente el número de Nora. Responde, sonando
soñolienta y molesta.
—¿Qué, Fred? Nicholas ya me despertó y ahora también tú.
—¿Qué dijo? —pregunto.
Le toma un minuto responder, y puedo decir que está haciendo
un gran bostezo.
—Oh, mm, bueno para empezar sonaba muy angustiado,
entonces me preguntó si había hablado contigo. Le dije que sí, que
jodidamente lo hice y que es el mayor imbécil del mundo. No parecía
contento, pero por otra parte no trató de defenderse tampoco. Luego
preguntó dónde estás ahora. Le dije que estabas en el aeropuerto
esperando un vuelo a casa. Solo dijo, “Bien” y luego colgó. ¿Muy
grosero?
Me siento allí, sin habla. Bien. ¿Eso es todo lo que tenía para decir
sobre el hecho que me iría antes, después que me rechazara
públicamente?
—Si me preguntas, eres demasiado buena para él —dice Nora, sin
mostrarse ofendida por mi silencio.
—Me gustaría poder compartir tu entusiasmo —murmuro.
—Oh, mira, hablaremos de ello cuando llegues a casa. Voy a
volver a dormir —acorta, siendo su habitual yo honesta.
—Está bien —susurro y pulso el botón de finalizar.
16
Corazones rotos y Té azucarado
Traducido SOS por Emotica G. W
Corregido por indiehope

C
uando finalmente llego a casa son pasadas las nueve de
la mañana siguiente. Nora va a la puerta y estallo en
llanto. Puedo decir por la expresión en su rostro y su postura
corporal rígida que no está segura de cómo lidiar conmigo. Durante los
tres años que hemos vivido juntas nunca he tenido un colapso nervioso
parecido a este. Claro, tendría días en que era una vaca
malhumorada, pero no llena de llanto como ahora.
Dios la ayude, hace todo lo posible por consolarme, pero no es la
mejor persona en hacer que las personas se sientan mejor.
Especialmente ahora, ya que sé que está encantada con Richard. Ha
estado enviándome mensajes de texto sobre él desde la cena del lunes
por la noche, y no tiene nada más que cosas buenas que decir.
Al final me hace una taza de té azucarado y me envía a la cama
por el resto del día. Llamo a mi madre y le cuento todo, de principio a
fin, porque es la única persona que conozco que será capaz de
consolarme y darme el consejo apropiado. Al principio le sorprende que
todo esto sucediera sin que ella lo supiera, porque normalmente le
cuento todo lo que me pasa.
Mamá es una buena oyente, no se entromete y me habla con
altivez, diciéndome que debería haberlo sabido mejor antes de
involucrarme con Nicholas. Solo escucha tranquilamente y luego me
pregunta si quiero quedarme con ella y papá por unos días. Le
agradezco la oferta, pero declino. Tengo que ser capaz de lidiar con
este tipo de situaciones de vida sin correr a casa de mamá y papá
como un bebé de veinticinco años cada vez que algo no sale como
quiero.
Pasa una semana y media. Regreso al trabajo y trato de volver a
mi vieja rutina, también me acostumbro a no estar en The Glamour
Patch los fines de semana con Nicholas. Unos días después que llegué a
casa de Edimburgo, Nora me dijo que se topó con Nicholas en el pasillo.
Dijo que se veía igual que de costumbre, pero que solo la saludó
educadamente antes de entrar en su apartamento.
El hecho de que se vea bien y yo sea un desastre lo dice todo
realmente. Necesito recobrar mi jodida compostura. No fuimos una
especie de romance de una vez en la vida, fuimos amigos que tuvieron
un par de sesiones de sexo impresionante y eso es todo. (Sin importar
cuánto trato de convencerme que realmente creo esto, todavía no
detiene a mi corazón de doler todo el tiempo.)
Pasé una noche en casa de Harry y después de contarle todo
sobre mi desamor de Edimburgo, me recuerda muy a regañadientes
que todavía tenemos que lidiar con el viaje en grupo a Electric Picnic en
dos semanas. Ya he pagado por el boleto, y al parecer no puedo
obtener un reembolso. Ya que Sean y Harry siguen siendo pareja y Sean
es un buen amigo de Nicholas, ninguno de ellos quiere tomar partido, y
Nicholas todavía tiene decidido ir.
Si no hubiera gastado tanto en el billete simplemente no iría, pero
perder todo ese dinero simplemente no tiene sentido para mí. Estoy
resuelta a ignorar a Nicholas y simplemente disfrutar de la música y,
cruzo los dedos, por el buen tiempo. Aunque nunca puedes confiar en
que esté soleado en este país.
Mis planes para ignorar a Nicholas son momentáneamente
frustrados cuando Harry me informa que Nora va a estar compartiendo
una tienda con Richard, quien ahora vendrá también, y su hermano
Colm está trayendo a su amigo del trabajo, Eric. Eso nos deja a mí y a
Nicholas como el par extraño. Decido invitar a Anny a último momento
para poder compartir una tienda con ella. Está totalmente dispuesta
cuando la llamo. Nicholas puede dormir solo en una tienda. Mierda,
puede dormir en un baño portátil por lo que me importa.
Dos días antes de la fecha en que se supone debemos salir para
el festival recibo una visita sorpresa de Phil. Entra en mi apartamento de
manera casual, como si fuera algo normal para él venir y verme.
—¿Cómo te va, Fred? Te hemos extrañado en el club.
Me siento en el sofá y se une a mí.
—Estoy bien. ¿Nicholas no te ha contado lo que pasó?
Phil frunce el ceño.
—Lo hizo. Siento eso, pero lo he conocido desde hace mucho
tiempo y nunca lo he visto en este estado. Es como si hubiera perdido su
chispa o algo.
Frunzo mis labios.
—Nora lo vio y dijo que se veía bien.
—Nora no lo conoce como yo.
—No estoy tratando de ser grosera, Phil, pero ¿por qué estás aquí?
—Vine porque creo que deberías tratar de hablar con él. Nicholas
no es exactamente el ser humano más fácil de llevar. Tiene más
demonios que una persona promedio.
—Sé eso. Me habló de lo que fue crecer para él —digo con una
voz tranquila.
—Entonces sabes que para él no es fácil aceptar el amor de una
persona de la misma manera en que lo es para los demás. No quiero ser
grosero, pero ese hombre se abrió camino a través de Europa la mitad
de su vida. De repente llega a Dublín para establecerse y la primera
mujer que conoce lo hace reír y le hace algo que ninguna mujer ha
hecho antes. Todo lo que alguna vez ha conocido han sido relaciones
simples, a corto plazo y sé que no merece tu perdón después de la
forma en que se comportó; entre tú y yo, quise darle una palmada en
cabeza cuando me contó, pero si pudieras encontrar en ti darle una
oportunidad, creo que podrías ser eso para él, Fred.
—No soy eso para él, no quiere eso. No estoy segura de si alguna
vez lo hará.
—Te quiere, lo sé con seguridad. El hombre nunca se cansa de
hablar sobre ti; su rostro se ilumina instantemente cuando entras en una
habitación. Desde que ustedes discutieron, no ha dejado de hablar de
todas las veces que pasaron juntos. Me está volviendo loco, es como un
disco rayado.
Me levanto y cruzo los brazos sobre mi pecho, sintiéndome
incómoda con esta conversación. Parece que no puedo determinar
cómo me siento acerca de Nicholas en este momento. Lo odio, pero
también sé que ha lidiado con algunas situaciones jodidas en su vida, y
eso me hace querer cuidarlo. Desearía que pudiera solo salir y volverse
malo, de esa manera podría odiarlo y eso sería todo.
Phil agarra mi mano y me hala para sentarme.
—Escucha, te diré algo que probablemente no sabes. Un par de
semanas antes de que se conocieran, tuve que sacar a Nicholas de una
depresión muy profunda. Había estado viviendo en un apartamento de
mierda en Berlín, aunque tiene el dinero suficiente como para
comprarse un ático si quiere, bebía todo el día, haciendo locas y
descuidadas actuaciones por la noche. Recibí una llamada de un
conocido nuestro contándome lo que estaba sucediendo. Nicholas
había sido un amigo muy fiel para mí durante años, atrapado a mi lado
a través de algunos tiempos difíciles, así que no dudé en saltar en un
avión y sacarlo de allí. Ha tenido puntos altos y bajos en los últimos años,
y este fue uno de los más bajos.
»Lo traje a casa, aquí en Dublín, conmigo, lo ayudé a corregir sus
errores y luego le di un trabajo en el club. Se reencaminó, alquiló el
apartamento junto al tuyo y todas sus cosas se movieron allí. Luego te
conoció y puedo decirte, Fred, inmediatamente vi un cambio en él. Me
dijo que había encontrado a una nueva amiga, alguien que mejora su
vida, y estaba tan aliviado de que tuviera a alguien que lo mantuviese
por el buen camino. Al mismo tiempo estaba aterrorizado, porque podía
decir que eras mucho más que una amiga para él y estaba
preocupado de que algo pudiera salir mal y Nicholas volvería a la
bebida y la depresión. —Phil hace una pausa y deja salir un pesado
suspiro—. Tienes que hablar con él, Freda. Te ama también, sé que lo
hace. Solo es completamente incapaz de lidiar con las emociones que
está sintiendo porque nunca ha tenido ocasión de sentirlas hasta que
llegaste.
—Cristo —susurro.
—Te necesita —dice Phil en voz baja—. Pero también lo necesitas.
—Si me necesita tanto, ¿por qué no he tenido noticias de él en
tres semanas? ¿Por qué no ha intentado contactarme? Vive justo al
lado, Phil.
—Porque te lo dije, está confundido. No sabe aceptar tus
sentimientos por él y los suyos por ti.
—Necesito un poco de tiempo para pensar, no sé qué hacer
ahora mismo. —Tiro de un rizo con frustración.
Phil pone una mano en mi hombro.
—Simplemente no tardes demasiado, cariño —me dice, luego se
levanta y sale.

Cuanto más se acerca el festival, más nerviosa me pongo. Las


cosas que Phil me dijo han estado girando en mi cabeza desde
entonces. Entiendo que Nicholas podría no saber aceptar el amor, pero,
Jesús, eso no significa que tuviera que ignorarme todo este tiempo. No
significa que tuviera que rechazarme de una manera tan cruel e
insensible tampoco.
La noche anterior, empaco mi saco de dormir y ropa, decidiendo
llevar botas y vestidos de algodón sueltos, ya que son lo más fácil de
usar en una situación de acampada. Harry ha conseguido prestada la
furgoneta Volkswagen de su primo, así nos puede llevar a todos juntos.
Maldita alegría.
Planeo ir a ver tantas bandas como pueda, en mi lista de deseos
están The Killers, Elbow, The Cure, Crystal Castles y Patti Smith. Esto
garantizará que no tendré tiempo de permanecer alrededor de
Nicholas.
Por la mañana el sol está brillando, lo cual pone una pequeña
sonrisa en mi rostro. Me pongo mis calcetines marrones a la altura de la
rodilla, el vestido crema con estampado de flores y mis pesadas botas
de cuero marrón. Dejo mi cabello recién lavado suelto ahora que
puedo, ya que probablemente lo llevaré en un moño sobre mi cabeza
para el final del festival, con las limitadas instalaciones de lavado y todo
eso.
Anny llega a nuestro apartamento con su tienda de campaña
que va a estar compartiendo conmigo en una bolsa en un brazo, y su
mochila en el otro. Nora y ella han ido por el estilo de festival completo
con pantalones cortos, camiseta y botas de agua de la marca
Wellington. Evito ese estilo, porque solo se ve realmente bien en chicas
delgadas y con rasgos de duendes.
Tomamos un autobús hasta la casa de Harry en Drumcondra,
donde encontramos a Richard y Colm al frente, cargando cosas para
acampar en la parte trasera de la furgoneta. Los dos hombres se llevan
bien, lo cual no me sorprende. Nora puede estar embelesada, pero
puedo decir que Richard es tan vano y superficial como el hermano de
Harry. Sí, eso es cierto, mi visión del mundo es incluso más cínica estos
días dado que soy miserable por Nicholas. Me fastidia que Nora esté
toda acaramelada, así que me tomo la molestia de detestar a Richard.
Colm me mira de arriba abajo y me da una sonrisa lasciva
cuando me ve venir, a la cual pongo los ojos en blanco.
—Hola, Fred, déjame llevar tu bolsa —dice en voz alta, sin ocultar
el hecho que deja que sus nudillos rocen mi seno mientras saca la
mochila de uno de mis hombros.
—Puedo hacerlo yo misma, gracias —digo malhumorada, tirando
de mi bolsa lejos de él.
—Tranquila, señorita. Saliste del lado equivocado de la cama esta
mañana, ¿verdad? —pregunta y ríe.
Mi respuesta es un ceño lleno de odio y un simple.
—Piérdete, Colm, no estoy de humor.
—Oh, arde —dice Richard, a lo cual Nora suelta una pequeña
risita. Buen señor. Definitivamente estaba en lo cierto sobre él, Richard y
Colm son dos gotas de agua.
Los empujo y entro en la casa, donde encuentro a Sean sentado
en un taburete junto al mostrador de la cocina, inyectando un puñado
de naranjas con vodka. La visión me levanta el ánimo después de tratar
con Colm y sus nudillos rozadores de senos.
—¿Qué diablos estás haciendo, tratando de embriagar a las
naranjas? —pregunto con una carcajada, yendo a sentarme a su lado.
Tiene una jeringa llena metida en su boca, mientras sumerge otra
en un pedazo de fruta. Baja la naranja y saca la jeringa de su boca.
—Estoy esperando que estén más inclinadas a follarme si las inflo
con alcohol —bromea.
Sonrío
—En serio, ¿qué estás haciendo?
Coloca la naranja en una bolsa de plástico que contiene un
montón de otras naranjas.
—¿Sabes cómo no te dejan llevar tu propia bebida al festival?
—Ajá.
—Bueno, esta es mi manera de superarlos. Hay suficiente vodka
en estas bebés para hacernos continuar a Harry y a mí por una noche o
dos. Nos ahorrará gastar cantidades exorbitantes en terribles jarras de
cerveza de los puestos en el festival. Además, son tan jugosas y
adictivas.
—Eres un genio —exclamo riendo.
—Te dejaré tener una cuando lleguemos allí. —Guiña y va hacia
Harry, que lo está llamando desde el dormitorio.
Es entonces que escucho una descarga viniendo del baño y un
segundo después Nicholas emerge. Está usando botas de senderismo,
jeans y una camiseta manga larga. Se ve increíble. Lo odio. Se detiene
en seco cuando me ve sentada allí.
—Freda —susurra, su lengua permaneciendo en las sílabas, como
si hubiera estado muriendo por decir mi nombre desde la última vez que
me vio, lo cual no tiene ningún sentido, ya que fue él quien creyó
conveniente alejarme. El tiempo parece disminuir cuando nos miramos
fijamente, absorbiéndonos mutuamente.
—Hola —grazno y miro mis uñas cortas. Sigue mirándome
fijamente justo cuando Nora, Anny, Richard, Colm y el amigo de Colm,
Eric, entran en la casa, riéndose sobre algo.
—¿Qué es tan gracioso? —pregunto, en un esfuerzo para ignorar
el hecho de que Nicholas está quemándome con su mirada.
—Oh, Anny se cayó tratando de meter su bolsa en la parte de
atrás de la furgoneta. Fue divertido —dice Nora.
Anny la golpea en el brazo.
—¡Oye! Podría haberme lastimado de verdad.
—Eso es lo que lo hizo tan divertido —interviene Colm y Anny le da
un coqueto y poco entusiasta, ceño fruncido.
Entonces Harry y Sean salen de la habitación.
—Está bien, ¿todo el mundo está listo para salir a la carretera? —
pregunta Harry, a lo cual todos hacemos ruidos afirmativos.
Mientras nos dirigimos a la furgoneta, siento que alguien me
agarra suavemente por el codo. Me giro ligeramente para encontrarme
mirando directamente a los magníficos ojos azules de Nicholas y mi
corazón helado se derrite un poco. Trato de luchar contra el efecto que
tiene sobre mí.
—¿Puedo hablar contigo un momento, Fred? —pregunta en voz
baja, sus ojos buscando los míos. Contemplando todos mis rasgos como
un hombre muriendo de sed. De nuevo, no tiene derecho a mirarme así
después de lo que hizo.
—No tengo nada que decirte —susurro.
—Por favor —suplica, hay una especie de desesperación en su
voz.
—Vamos ustedes dos —llama Harry—. Tenemos que seguir
adelante si queremos agarrar un buen lugar para acampar.
Separo mi brazo de Nicholas y me apresuro hacia la furgoneta,
solo para descubrir que, ya que me demoró los dos únicos asientos que
quedan están uno al lado del otro en la parte posterior. Me deslizo junto
a Eric, que está ocupando uno de los asientos de la ventana y Nicholas,
el último en subir, toma el último asiento a mi lado. Estoy en el medio,
sentada demasiado cerca del hombre por el que mi corazón está
doliendo.
Sean, que está sentado delante junto a Harry, enciende la radio,
lo cual hace las cosas un poco menos incómodas.
Desafortunadamente, Nicholas no tiene planes de hacer que el viaje de
una hora que enfrentamos sea cómodo en ninguna manera. Inclina su
cabeza hacia abajo, y puedo sentir su aliento susurrar a través de mi
cuello.
—Te ves genial, por cierto —dice, moviendo su rodilla para que
nuestras piernas se toquen.
Ignoro su comentario, decidida a no hablarle. Aparto mi pierna y
giro la cabeza para mirar fijamente por la ventana.
—Realmente te he extrañado, Fred —dice, tan silenciosamente
que soy la única que lo puede escuchar.
Trago las lágrimas que quieren salir y lo miro de nuevo.
—No me querías, así que, ¿por qué me extrañarías? —pregunto,
incapaz de evitarlo. Nunca puedo aferrarme a un voto de silencio,
incluso cuando estoy realmente enojada con alguien.
Sus ojos se ponen tristes.
—Siempre te quiero.
—No puedo hablar de esto ahora —digo cortante, cruzando mis
brazos sobre mi pecho.
No discute, simplemente responde:
—Bueno, tal vez más tarde entonces.
Saco mi iPod de mi bolso y meto los auriculares en mis oídos.
Pongo a Dead Kennedys a todo volumen y hago un esfuerzo para no
mirar en su dirección. Mueve su rodilla otra vez, tocando su pierna
contra la mía. No me molesto en alejarme, porque solo continuará
moviéndose más cerca si lo hago. Y sí, una pequeña parte de mí se
siente calmada por el contacto.
Apoyo la cabeza de nuevo contra el asiento y cierro los ojos. No
los vuelvo a abrir hasta que he escuchado al menos cinco canciones.
Cuando lo hago, descubro que la mirada de Nicholas está enfocada
en mi pecho. Un rubor colorea mis mejillas y respiro pesadamente ante
la mirada en sus ojos.
Quiero darle una bofetada ahora mismo, porque sabe lo que sus
miradas me están haciendo. Me da una sonrisa muy sutil. Mi boca se
abre involuntariamente, pero un segundo después la cierro. Nicholas
pasa un dedo sobre mi mano y luego la aprieta en la suya. Aprieto los
ojos, alejando la emoción. Conecta sus dedos con los míos y
simplemente lo pierdo. Quito mi mano de su asimiento y saco mis
auriculares.
—Detente. —Aprieto los dientes—. Deja de hacer esto difícil.
—No vas a hablar conmigo. ¿Qué quieres que haga?
Los otros están charlando, sin darse cuenta de nuestra discusión,
pero creo que Eric sabe que hay una especie de tensión entre nosotros
y me siento mal por incomodarlo. Sin embargo, como es amigo de
Colm, probablemente se lo merece.
—Solo quiero que me dejes en paz. Has hecho suficiente daño.
—Sé eso —susurra—. Créeme, he estado odiándome desde la
noche en que te fuiste. Pero he estado pensando mucho también, y
tengo algunas cosas que necesito decirte. Pero no puedo hacerlo si no
me escuchas.
La tristeza en su expresión es lo que me suaviza. Como podría
haberlo mencionado antes, soy un poco blanda cuando se trata de
enemistades.
Dejo escapar un largo suspiro.
—Bien. Podemos hablar más tarde, en algún lugar privado
después de llegar al festival. ¿Suficiente?
Su rostro se vuelve suave y asiente.
—Sí, eso es suficiente —dice, y luego vuelve su rostro lejos de mí.
Aguantamos el resto del viaje en silencio, la radio y las voces de
todos los demás llenando la furgoneta.
Cuando llegamos al sitio del campamento, todos nos ponemos a
trabajar montando nuestras carpas. Bueno, todo el mundo se pone a
trabajar, mientras Nora y yo nos sentamos en las sillas plegables de Harry
y comemos una de las naranjas mejoradas con vodka de Sean. Me
sentiría mal por dejar a Anny montar nuestra carpa sola, pero no lo
hago porque prácticamente está consiguiendo que Colm y Eric hagan
todo el trabajo por ella de todos modos.
Nicholas tiene una carpa propia, y no puedo evitar verlo mientras
trabaja para montarla. El movimiento de sus hombros debajo de su
camiseta manga larga es la parte que (a regañadientes) me gusta más
que nada.
—¿Qué estaba pasando entre Nicholas y tú en la furgoneta? —
pregunta Nora en voz baja.
—Oh, sí, ¿no te agradecí por eso todavía? —respondo con
dulzura—. Harry y tú saben que las cosas están tensas entre nosotros, sin
embargo, nos dejan sin otra opción que sentarnos uno al lado del otro
en el asiento trasero.
Nora me mira con timidez.
—Oh. Siento eso. No pensé.
—Por supuesto que no lo hiciste, estabas demasiado ocupada
babeando por Richard, que, por cierto, es un farsante por lo que se ve
—le digo amargamente. Ya que estoy de mal humor, Richard va a tener
que soportar el peso de mi maldad.
—No es un farsante. Te darías cuenta de que en realidad es genial
si te molestaras en conocerlo. —Nora chupa su mitad de la naranja.
Hago un gesto con la mano hacia donde Richard está metiendo
un trozo de tubo dentro del forro de su tienda.
—¿Está o no usando una camiseta sin mangas negra y pantalones
de camuflaje?
—Esta soleado. Los hombres usan camisetas sin manga cuando
hay sol. —Nora defiende su elección de vestimenta.
—Los hombres farsantes que quieren mostrar sus músculos lo
hacen. Y las únicas personas que deberían usar pantalones del ejército
son las personas que están en el ejército.
—Jesús, no estás de buen humor hoy, Fred, ¿verdad? ¿No puedes
simplemente decirme qué pasó con Nicholas y dejar de criticar a mi
novio?
Resoplo y cedo.
—Quiere hablar. Le dije que lo escucharía más tarde, en algún
lugar lejos de orejas curiosas —digo, extendiendo la mano y tirando del
lóbulo de la oreja de Nora.
Aleja mi mano de un manotazo y ríe.
—Oye, deja eso. Tus manos están todas pegajosas por la naranja.
Finjo que voy a meter mi mano en su rostro solo para molestarla y
aleja su silla unos centímetros de la mía. Anny se acerca y se sienta
sobre la hierba a nuestros pies, atando su lacio cabello rubio en una
cola de caballo.
—Estoy pensando que podría follarme a ese tipo, Eric. Está bueno
—afirma.
Típico de Anny, la mente siempre fija en el denominador común
más bajo. Si supiera lo condescendientemente que pienso de ella en mi
cabeza, ya no creo que quiera ser mi amiga.
—Oh, sí, caliente, adelante —la anima Nora.
—Solo asegúrate de hacerlo en su tienda —intervengo—. No
quiero que ningún líquido desagradable entre a mi saco de dormir.
Anny suelta una risotada y Nora ríe con nerviosismo. Llama la
atención de Nicholas, que echa un vistazo en nuestra dirección.
—¿De qué se están riendo ustedes tres? —pregunta con una
sonrisa.
—Líquidos desagradables —responde Anny—. Fred no quiere
tener algo en su bolsa de dormir cuando folle a Eric. —Asiente en
dirección a Eric, que afortunadamente está demasiado lejos para oírla.
Pellizco a Anny en el brazo. Nicholas ríe y sacude la cabeza.
—Entonces es un resultado inevitable, ¿verdad?
Anny obtiene una mirada depredadora en su rostro.
—Por supuesto, ¿quién podría resistirse a todo esto? —dice,
pasando la mano por su cadera.
—Quién podría —acuerda Nicholas, justo antes que sus ojos
caigan sobre mí.
»Puedes compartir mi bolsa de dormir si le pasa algo a la tuya —
dice, con su mirada fija en la mía.
—Sobreviviré, gracias —respondo cortantemente.
—Como quieras —murmura, volviéndose para terminar de
levantar su tienda.
Una vez que todo el mundo ha terminado de instalar el
campamento, meto mi mochila y bolsa de dormir dentro de nuestra
tienda y luego salgo para explorar un poco. Lo bueno de este festival es
que es bastante pequeño, por lo que no es tan estresante como los
grandes. Paseo alrededor de los puestos que venden varios
cachivaches; joyería, camisetas de las bandas y similares. Incluso hay
uno donde puedes hacerte un tatuaje de henna.
Consigo un sándwich y una cerveza y me siento en un pedazo de
hierba para comer. No estaba de humor para quedarme con los
demás, porque estoy sombría y todos están llenos de emoción por
emborracharse y ver a las bandas. Cuando un par de botas se detienen
frente a mí, levanto la mirada y encuentro a Nicholas allí sosteniendo un
perro caliente y una Coca-Cola.
—¿Te importa si me uno a ti? —pregunta, sonriendo, pero no es su
sonrisa despreocupada habitual, es una insegura.
—¿Tengo opción? —gruño y bebo mi cerveza.
—Siempre tienes una opción, Fred —contesta en voz baja.
Lo miro de nuevo y hago un gesto hacia la hierba delante de mí.
—Bien, siéntate. Es un país libre.
Se sienta, todo gracia y músculos esbeltos, colocando su Coca-
Cola en la hierba.
Ojeo la bebida.
—Sin alcohol para ti, ¿eh?
—Estoy tratando de evitarlo para ser honesto. Nunca ha sido algo
que pudiera disfrutar con moderación de todos modos.
Recuerdo lo que me contó Phil, acerca de Nicholas
consumiéndose en un antro en Berlín, emborrachándose hasta el
estupor todos los días.
—Eso es bueno entonces, que estés evitándolo —susurro en voz
baja.
—Lo es —acuerda—. ¿Este es un buen momento para hablar? —
pregunta, los ojos muy abiertos y llenos de esperanza.
Simplemente no se me ha metido ser mala con él ahora mismo.
Estoy demasiado agotada emocionalmente. Mamá siempre me dijo
que incluso cuando alguien te decepciona, siempre debes tratar de ser
la mejor persona y matarlos con amabilidad. Así que eso es lo que estoy
tratando por ahora, matar a Nicholas con amabilidad, que se sienta
culpable por cómo me rechazó.
—Cuando dijiste lo que me dijiste, Freda —comienza—, tienes que
entender, a pesar de la forma en que reaccioné, fue el momento más
feliz de mi vida.
Se está refiriendo a cuando le dije que lo amaba en la habitación
del hotel en Edimburgo.
—Parecía más como si fuera el más triste —murmuro—. No te veías
feliz en absoluto.
Deja su perro caliente y toma mi mano en la suya.
—Estaba triste porque me sentía triste por ti, Fred. Sé que bromeo
sobre querer corromperte, pero eso es todo lo que es, una broma. Eres
tan pura y limpia y sentí como si estuviera ensuciándote por ser la
persona de la que te enamoraste. Las mujeres me han dicho que me
amaban antes, pero no era real, solo era lujuria momentánea
confundida con amor. Cuando me lo dijiste, podía decir que lo sentías
de verdad y me aterró. Por eso te canté esa canción cuando fuiste al
concierto para verme; necesitaba alejarte de alguna manera. Nunca
he tenido un momento en mi vida en el que he estado constantemente
equilibrado. He pasado de estar en la cima del mundo durante meses,
actuando en increíbles clubes nocturnos alrededor del mundo, a vivir en
mi propia inmundicia y perderme en una botella de whisky. Tenía miedo
que, si te enamorabas todavía más de mí, terminaría volviendo a uno
de mis puntos bajos y arrastrándote conmigo.
Aplaco mis lágrimas. Sus palabras laceran mis entrañas, porque
son tan francamente honestas. No quiero que sea honesto conmigo,
quiero que sea un bastardo para que odiarlo sea más fácil. Estoy
dividida entre perdonarlo y gritarle que tener miedo no es una excusa lo
suficientemente buena para lo que hizo. Quiero decir, estaba
aterrorizada también. A veces sentir miedo es un indicador de que
realmente estás viviendo la vida.
—Phil me visitó. Me contó cómo eras antes que te trajera a Dublín
—digo, mi voz sale nerviosa, retratando lo difícil que es para mí contener
mis emociones. Tener a Nicholas sentado a mi lado es realmente
doloroso, porque no he visto su rostro en semanas. Casi había olvidado
lo hermoso que es.
Sus ojos se ensanchan y suelta mi mano momentáneamente.
—¿Te dijo eso? ¿Cuándo?
—Hace unos dos días. Llegó a mi apartamento tratando de hacer
de cupido y me instó a ir a hablar contigo porque habías perdido tu
chispa, según él —respondo.
Sacude la cabeza, maldiciendo silenciosamente a Phil por
interferir.
—Lamento que te molestara así. Te prometo que no lo envié con
una historia triste para tratar de ganarte. No quería que supieras nada
de eso.
—¿Es verdad entonces, lo que dijo Phil?
Se rasca la cabeza.
—Sí. Phil me ha rescatado de situaciones de mierda toda mi vida,
y le he devuelto el favor unas cuantas veces.
—Entiendo por qué te desanimas —le digo, encontrando sus ojos
a pesar que duele—. ¿Pero no crees que tal vez si te permitieras estar
con alguien entonces ya no estarías tan triste? Los seres humanos no
están diseñados para estar solos. Y sé que difícilmente estás solo cuando
actúas en clubes llenos de personas todas las noches, pero a veces
puedes estar en una habitación llena de personas y todavía sentirte
absolutamente aislado. —Me detengo para tomar un respiro.
Toma mi mano de nuevo en la suya.
—Sé eso ahora, Freda. Eso es lo que he llegado a entender. Estas
últimas tres semanas sin ti han sido las peores de mi vida. Incluso peor
que cuando había sido un borracho comatoso. No voy a preguntarte si
me aceptarás de nuevo, porque apenas estuvimos juntos el tiempo
suficiente para definir correctamente lo que éramos. Pero si pudieras
darme otra oportunidad, te prometo que no te defraudaré de nuevo. Si
crees que no puedes perdonarme lo suficiente como para estar
conmigo como lo estuvimos en Edimburgo, entonces por favor
considera ser mi amiga de nuevo. Mi vida es una mierda sin ti en ella.
Saco mi mano.
—Realmente me lastimaste, Nicholas —susurro, mi garganta
llenándose de lágrimas.
Estira su brazo hacia adelante y acaricia mi mejilla.
—Dios, sé que lo hice, y me odio por ello. —Me mira, tratando de
averiguar lo que estoy pensando. No sé qué decir, así que no digo
nada.
»Escucha —habla finalmente—. No tienes que darme una
respuesta ahora mismo. Me iré y puedes pensar en ello. Ven a mí
cuando sepas lo que quieres.
Su voz es suave. Me encanta cómo se mueve su boca cuando
habla. Lo miro y asiento; tiempo para pensar parece una buena opción.
Asiente de regreso, le da una última caricia a mi mejilla, recoge su
comida y se va.
17
Jardines Zen y monjes budistas
Traducido por Lovestory & Emotica G. W
Corregido por indiehope

M
i teléfono comienza a sonar. Es Nora. Probablemente se
está preguntando a dónde he ido. Realmente no estoy
de humor para tener compañía, porque mi cerebro está
lleno de Nicholas diciéndome que su vida es una mierda sin mí en ella.
Nadie puede escuchar algo así y no sentirse al menos un poco especial
después. ¿Me dijo que no se preocupaba por mí a través de esa
canción en Edimburgo para tratar de disimular el hecho de que
realmente le importo?
Dejo sonar mi teléfono y luego me levanto para dar una vuelta.
Estoy perdida en mis pensamientos. Me encuentro viendo a un grupo de
teatro poner una instalación de arte, mientras que un montón de
personas se detienen a mirar. Un tipo detrás de mí se acerca y trata de
coquetear. Ni siquiera puedo reunir la energía suficiente para ser cortés.
Solo sacudo la cabeza y me alejo.
Después de eso me encuentro con Harry y Sean, quienes me
llevan a algún lugar llamado los Jardines Zen, que son, en mi opinión, un
esfuerzo para replicar toda la cosa hippie de Woodstock. Al principio
desconfío, pero después de un tiempo me encuentro formando parte
en una sesión de yoga y teniendo un gran tiempo de relajación. Termino
sentada tomando té chai y hablando de la vida con un tipo que puede
o no ser un monje budista. No estoy segura si sería grosero o no
preguntar.
Me confieso con él, contándole todo sobre Nicholas y mi corazón
roto. Al final de mi diatriba simplemente me da una sonrisa serena, dice
algo en chino, y luego se acerca a recargar su taza de té. No me sirvió
de mucho. Por otro parte, se sintió liberador sacarlo todo.
Son alrededor de las diez y media cuando regresamos al
campamento. Está relativamente tranquilo ya que la mayoría de las
personas todavía no han comenzado a regresar para pasar la noche.
Harry y Sean han comenzado a ponerse cariñosos, así que los dejo y me
dirijo a la tienda que estoy compartiendo con Anny. Es solo cuando me
acerco que me doy cuenta que estoy escuchando ruidos sexuales.
Simplemente genial. Le advertí que fuera a otra tienda con Eric, pero
¿me escuchó? No, jodidamente no lo hizo.
Me siento en la hierba en la oscuridad y dejo caer mi cabeza en
mis manos. Dejo escapar una pequeña risa maníaca y me froto las
sienes. Toda la calma que tomé de los Jardines Zen se disipa
rápidamente.
Escucho a alguien abrir una tienda justo antes que la voz de
Nicholas pregunte:
—Fred, ¿estás bien?
Me doy la vuelta para encontrarlo sacando la cabeza de su
tienda; su cabello luce desordenado y se ve como si hubiera estado
durmiendo.
—Estoy bien, excepto por el hecho que Anny está follando a
alguien en nuestra tienda cuando le dije que no lo hiciera. ¿Qué estás
haciendo aquí? ¿No fuiste con Nora y los demás a escuchar música?
Se rasca la cabeza.
—No estaba realmente de humor. Sin embargo, iré a ver algunas
bandas mañana. ¿Dónde has estado? —pregunta.
—Harry y Sean me llevaron a hacer yoga. Fue muy divertido, en
realidad.
Nicholas se arrastra lejos de su tienda.
—Ahora eso es algo que lamento haber perdido —murmura en
voz baja.
¿Qué quiere decir con eso?
Anny actualmente hace estos agudos sonidos de ladridos y
nuestra tienda está temblando de lado a lado. La chica realmente no
tiene vergüenza. Me siento un poco mal por nunca haber tenido una
conversación lo suficientemente profunda con ella donde pudiera
haberme dicho lo que la hizo ser tan zorra. Tal vez tiene problemas con
su padre. Como he dicho, realmente solo ha sido una especie de amiga
casual del tipo “para salir una noche”.
Dejo que mi rostro vuelva a caer en mis manos.
—Jesús, no puedo creer que todas mis cosas estén allí —
murmuro—. Gracias a Dios todo está cerrado y no saqué mi bolsa de
dormir todavía. Supongo que tendré que esperar hasta que terminen.
Miro a Nicholas y está mirando hacia mi tienda.
—Ella no debería dejarte así, sin ningún lugar donde ir. No está
bien. —Parece que está rechinando los dientes con ira.
—Anny no piensa exactamente con su cerebro muy a menudo;
está más inclinada a ir donde le dicen sus bragas. Es mi culpa por
organizar compartir con ella de todos modos.
Nicholas me mira ahora y me agarra.
—Ven y quédate conmigo esta noche —dice suavemente.
—Nicholas, no puedo...
—No me refiero a eso —interrumpe—. Solo quiero dormir. Tengo la
carpa más grande de todos nosotros y estoy solo en ella. Tengo más
que suficiente espacio.
Miro a su tienda. Es cierto, es la más grande. Podrían caber por lo
menos cuatro personas. Me vuelvo hacia él.
—Está bien, pero no tengo nada de mis cosas.
—Voy a ir a buscarlas —ofrece, caminando hacia la temblorosa
tienda donde Anny sigue siendo demasiado ruidosa. Jurarías que está
allí con Enrique Iglesias o algo así. No me puedo imaginar a Eric (o quien
sea que esté con allí) siendo esa clase de amante experto.
Me levanto y lo tiro por el brazo.
—No puedes entrar allí, todavía están... —Me retiro y gesticulo
animadamente a la tienda.
Nicholas sonríe.
—No me importa lo que están haciendo, Freda, estoy recogiendo
tus cosas. Ahora ve a meterte en mi tienda. Regreso en un minuto.
Asiento y entro, y Dios todo el lugar huele a él. Es casi demasiado
para resistir. Su saco de dormir se extiende sobre una alfombra y está
ligeramente arrugado. Así que realmente estaba durmiendo. Creo que
la idea de Nicholas durmiendo, mientras los jóvenes están fuera
volviéndose salvajes y borrachos es tan increíblemente adorable. Este
gran hombre sexi se va a la cama temprano. Hay una camiseta
desechada en la esquina. Compruebo para asegurarme que todavía
no está volviendo, la recojo e inhalo profundamente. Mira, no estoy
tratando de ser espeluznante, he extrañado tanto su olor.
Lo escucho acercarse y luego meto la camiseta de vuelta donde
la encontré. Se arrastra dentro de la tienda con una expresión divertida
en su rostro.
—¿Qué? ¿Qué pasó? —pregunto, curiosa por saber lo que vio a
Anny haciendo.
Nicholas sacude la cabeza y hace un espectáculo de cerrar los
labios. No puedo creer que no me diga lo que vio. Me entrega mis
cosas, luego se quita las botas y los pantalones antes de volver a su
bolsa de dormir.
—¡Nicholas! —exclamo—. No puedes simplemente no decirme.
No es justo, ahora me muero por saberlo.
Se vuelve y apoya la cabeza en su brazo. Se chupa el labio
inferior por un momento. Observo el movimiento fascinada. Tiene unos
labios muy lindos. Y me rompió el corazón. Tengo que recordar eso.
—Tiene dos chicos allí con ella, Colm y Eric —responde finalmente.
Coloco mi mano en mi boca con sorpresa.
—Oh Dios mío. Este es un nuevo extremo para ella —le digo con
sorpresa, y para ser honesta, con un poco de asco. Dos tipos que,
además, acaba de conocer. Además, Colm es un maldito estúpido.
Miro a Nicholas por el rabillo del ojo.
—Sabía que había algo, estaba haciendo mucho ruido. ¿Qué
estaban haciendo?
—Voy a dejar eso a tu imaginación, creo —responde con una
sonrisa.
—Bien, supongo que en realidad tampoco quiero saberlo —digo,
y empiezo a quitarme las botas. Abro mi bolso y saco mi pijama.
Nicholas me está mirando.
—¿Podrías darte la vuelta por un momento?
Chupa su labio de nuevo y tengo que apretar mis muslos, porque
simplemente verlo hacer eso genera un hormigueo entre mis piernas.
Me recuerda a cuando bajó sobre mí. Después de otro segundo sacude
la cabeza y se vuelve. Subo mi vestido por encima de mi cabeza y
luego me meto en mis pantalones cortos y camiseta. Dejo mis calcetines
puestos porque probablemente tenga frio más tarde. Estoy ocupada
atando mi cabello en un moño cuando levanto la mirada y de repente
me doy cuenta que Nicholas se ha dado la vuelta.
—¿Qué estás haciendo? —exclamo indignada.
Sonríe y se encoge de hombros.
—Pensé que habías terminado.
—Te hubiera dicho si hubiera terminado —bufo y saco mi bolsa de
dormir, antes de abrirla.
—No es algo que no haya visto antes —susurra.
—Ese no es el punto —susurro de nuevo.
—¿Quieres saber cuál es mi parte favorita de tu cuerpo? —
pregunta, inclinándose hacia delante.
—Adivinaré, ¿bien? —Pongo los ojos en blanco y hago un gesto
con la cabeza hacía mi pecho. Tengo piel de gallina en mis brazos. Piel
de gallina que me cuesta pasar por alto.
—No, aunque están en un segundo lugar, muy cercano —dice,
con aspecto petulante y juguetón. Lo amo cuando se ve juguetón.
Odio amarlo cuando se ve juguetón.
—Dilo entonces, ilumíname —digo, tratando de sonar aburrida. No
que este muriendo por saber ni nada.
Se acerca y traza su mano sobre mi estómago.
—Esta parte. Es toda redonda y suave. Me encantaría quedarme
dormido aquí mismo.
Aplana la palma sobre mi vientre, los extremos de sus dedos van
un poco demasiado bajo, rozando la parte superior de mis bragas que
está por debajo de los pantalones cortos.
Respiro y trato de recuperar mi compostura.
—Es bueno saberlo. Puedes quitar la mano ahora —suspiro, mi voz
ronca me traiciona. Nicholas diciéndome que su parte favorita de mi
cuerpo es la parte de la que estoy más insegura es demasiado,
demasiado cercano.
Frota su pulgar sobre la piel que se escapa fuera de mi camiseta y
entonces aleja su mano. Me acuesto y trato de sentirme cómoda, pero
cuando cierro los ojos todo lo que puedo ver es su rostro, lo único que
puedo sentir es el recuerdo de su mano sobre mi estómago. Muevo mi
saco de dormir un poco para que haya más espacio entre nosotros.
—Esas dos noches que pasamos juntos en Edimburgo fueron lo
mejor de mi vida —susurra en la oscuridad de la tienda. Puedo escuchar
ruidos lejanos y música, pero eso no niega lo tranquilo que se siente
aquí, lo fuerte que sus palabras me marcan—. Nunca he estado con
una mujer tan intensamente. Se siente como una eternidad desde que
estuve dentro de ti por última vez.
Mi respiración se vuelve pesada.
—Vamos a dormir, Nicholas —susurro de nuevo—. Estoy agotada.
—No estoy seguro de poder dormir contigo justo allí.
—Vas a tener que intentarlo. —Hay suplica en mi voz. Espero que
pueda escucharlo.
Deja escapar un largo suspiro.
—Muy bien, dulces sueños, Freda. —Lo escucho moverse en su
saco de dormir y luego no dice nada más.
Me lleva años dormirme, pero eventualmente lo hago. Cuando
me despierto es por la mañana y hay condensación acumulada en el
techo de la tienda. Miro hacia un lado para encontrar que el saco de
dormir de Nicholas está enrollado y él no está a la vista.
Busco en mi bolso una toallita desmaquillante y la froto sobre mi
rostro. Tendrá que funcionar como un reemplazo al lavado. Me pongo
un poco de crema hidratante, sin molestarme con el maquillaje porque
estoy demasiado cansada. Me cambio rápidamente a una ropa interior
limpia, un nuevo par de calcetines y un vestido de algodón verde
oscuro. Luego tomo mi cepillo de dientes y pasta y me arrastro fuera de
la tienda para buscar una de esos fregaderos temporales que tienen en
los festivales.
Después de haber cepillado mis dientes y aliviado en el inodoro
portátil más limpio que pude encontrar (que no estaba limpio en
absoluto si quieren saber) me dirijo de nuevo al campamento.
Todo el mundo está sentado en la hierba desayunando y
tomando el sol de la mañana, excepto Anny, Colm y Eric.
—Fred, te traje algo de comida —dice Nicholas y da una
palmadita en el espacio de hierba a su lado.
Me siento y digo:
—No tenías que hacer eso. —Mientras me da una taza de papel
con café humeante y un sándwich de tocino. Los tomo y los coloco
sobre mi regazo. Aparte de las pequeñas sombras de gris bajo de sus
ojos, no se ve como si acabara de pasar la noche durmiendo en una
tienda de campaña. Lleva una camiseta limpia y un par de pantalones
que cuelgan bajo. Su cabello está bien peinado. Tengo esta extraña
urgencia de extender el brazo y estropearlo.
Mete detrás de la oreja un rizo suelto que ha caído fuera de mi
moño, mientras tomo un sorbo de café. No puedo detenerme de cerrar
los ojos y saborear su toque.
—¿Dormiste bien? —pregunta en voz suave, sin fallar en notarme
cerrar los ojos.
Asiento y tomo un bocado del sándwich. Está salado, caliente y
sabe muy bien.
—Al menos uno de nosotros lo hizo.
—¿No pudiste dormir? —pregunto.
—Dormí algo, pero quería observarte. Esta podría ser la última
oportunidad en la que podré hacerlo —responde, su tono sombrío. Mi
estómago se aprieta.
—Nicholas... —Me callo entonces, porque Anny me interrumpe
mientras se arrastra fuera de su tienda de campaña, gimiendo en voz
alta sobre tener un punzante dolor de cabeza. Le echo un vistazo para
ver que está usando una camiseta, pantalones cortos de chico y sus
botas Wellington.
Nora se vuelve en su asiento para ver lo que está pasando y rio
disimuladamente cuando veo que su mandíbula se abre ante la visión
de Colm y Eric saliendo de la misma tienda que Anny.
Mira a Richard, sus ojos abiertos como platos mientras articula:
—Oh Dios mío.
Richard sonríe y se encoge de hombros.
—Bueno, bueno, bueno —repica Harry—. ¿Qué tenemos aquí?
Tres en un saco de dormir y la pequeña dijo dense la vuelta, ¿verdad?
Anny frunce el ceño y cruza los brazos sobre el pecho.
—Cállate, Harry.
Colm y Eric se ven medio avergonzados, medio orgullosos de que
todo el mundo sepa que participaron en un trío anoche. Puaj. Colm me
ve y me da un pequeño movimiento de ceja, como si debería estar
impresionada con él o algo así. No me molesto en ocultar mi disgusto.
Los tres consiguen un cambio de ropa y van a comprarse algo
para desayunar. Cuando vuelven, se sientan con el resto de nosotros y
comen con entusiasmo. Hay un par de momentos de incomodidad,
antes que todo el mundo empiece a conversar y desaparece como si
nada fuera de lo común sucedió en la minúscula tienda de Anny
anoche.
Acabo de terminar mi sándwich cuando Colm empieza a
hablarme desde el otro lado del camino.
—Oye, Fred, ¿estás pensando exhibirte a algunas de las bandas
más adelante? —pregunta con un guiño.
Puedo sentir a Nicholas a mi lado tensarse al instante ante la
observación.
Me burlo.
—¿Por qué haría eso?
—Por diversión. Solo asegúrate de avisarme para que pueda
reservar un asiento en primera fila
Reúno mi mejor tono condescendiente.
—Colm, estamos en un festival de música para yuppies en el
campo, no en un video de cock rock6 de los años ochenta. Oh sí, y
había algo más, ¿qué era? —Froto mi barbilla pesadamente—. Oh,
claro, eso era, vete a la mierda.
Todos ríen. Colm limpia algo de kétchup de la comisura de su
boca y sonríe, no dando marcha atrás.
—Llevo dos años intentando que me folles. ¿Cuándo vas a
hacerme el favor y sacarme de mi miseria? —pregunta.
Creo que todavía podría estar un poco borracho de la noche
anterior. Normalmente es un imbécil, pero no así de idiota.
Nicholas se inclina hacia adelante sobre sus codos.
—Cierra la boca, amigo —dice en voz baja. Suena amenazante.

6Cock Rock: Género de música rock que enfatiza en forma agresiva la sexualidad
masculina.
Colm suelta una gran risa balbuceante y se pone de pie.
—¿Qué vas a hacer al respecto si no lo hago?
Harry se estremece y dice:
—Colm, por favor, solo siéntate y deja de ofender a las personas.
—No, Harry, quiero saber qué piensa que puede hacer el
transexual para callarme.
La ironía de Colm llamando a Nicholas transexual delante de su
hermano abiertamente homosexual no se me escapa.
Nicholas levanta una ceja y casualmente dice:
—No soy el que pasó la noche teniendo un trío con otro tipo.
La mandíbula de Colm cae abierta y balbucea:
—¿Qué? No yo… nunca lo toqué, los dos estábamos haciendo
cosas solamente con ella. —Lanza un brazo en dirección a Anny.
—Eso no es lo que vi —dice Nicholas, encogiendo los hombros. Le
echo un vistazo y sonrío.
—No viste nada —sisea Colm.
Nicholas ríe. Me encanta ese sonido. Levanta sus manos en el aire.
—Muy bien, amigo, no vi nada. Pero si me entero que le haces
otro comentario como ese a Fred, creo que podría recordar que sí vi
algo.
¿Qué es lo que vio? ¿O solo está tratando de asustar a Colm?
Colm le da a Nicholas una mirada que podría matar y luego se va
para desechar su basura en el contenedor más cercano. Harry niega
con la cabeza ante la figura de su hermano retirándose y luego
continúa con la conversación que había estado teniendo con Nora y
Sean.
Me inclino hacia Nicholas y pregunto:
—¿Realmente viste algo?
Gira y se mueve cerca de mí, colocando su mano sobre la hierba
alrededor de un centímetro de distancia de mi trasero.
—Realmente no. Es un idiota, sin embargo, y me molestó la forma
en que te habló. Esperemos que ahora haya aprendido su lección sobre
callar y mantener las manos quietas.
No menciono que Colm nunca trató de tocarme. Supongo que la
intención estaba allí.
—Te agradezco por defenderme y todo, pero no tenías que hacer
eso.
Mueve su mano y la presiona ligeramente sobre la base de mi
columna.
—Fred, nunca me gustará la idea de otro hombre tocándote o
haciendo insinuaciones sobre ti. De hecho, estoy muy en contra de ello,
incluso lo odio.
—Odio la idea de otra mujer tocándote —susurro en respuesta,
incapaz de contenerme.
Nicholas presiona su mano con más fuerza en mi espalda baja y
responde:
—Bien, ambos estamos en la misma página.
—Todavía necesito tiempo, sin embargo —le digo rápidamente—.
Todavía no estoy segura...
Pone un dedo en mis labios.
—Calla. Lo sé. Estoy dispuesto a esperar hasta que decidas lo que
quieres de mí. Amigos. Amantes. Nada. Es tu decisión. —Su voz parece
enredarse cuando dice la palabra “nada”.
—Gracias —contesto, moviendo mi boca contra su mano.
Le toma un minuto sacar su dedo. Me mira mientras
involuntariamente lamo mis labios después que lo hace.
—¿Pasas el día conmigo? —pregunta, su tono inseguro.
Vacilo, antes de asentir.
—Creo que hoy todo el mundo va a quedarse en grupo de todos
modos. Puedes ayudarme a ignorar a Colm si gustas.
La sonrisa de Nicholas ilumina su rostro.
—Dicho y hecho. —Se levanta y tira de mí hacia él.
Una vez que todo el mundo está listo para irse, salimos de la zona
de acampada hacia el escenario principal, donde hay bandas
tocando. El ambiente agradable de ayer no es tan predominante hoy.
Anny, Colm y Eric se están evitando cuidadosamente entre sí. No
entiendo por qué las personas disfrutan tener sexo borracho sin
inhibiciones, cuando tienen que lidiar con la vergüenza al día siguiente.
Harry le está lanzando a su hermano miradas duras cada vez que
puede después de la forma en que se comportó antes, y Colm está
enviando vibraciones negativas en la dirección de Nicholas al chocar
con él e interrumpir su charla, supuestamente sin querer. Nicholas
parece estar haciendo un gran esfuerzo para no golpear al tipo en el
rostro.
Todo esto que noto, sin embargo, palidece en comparación con
mi conciencia de Nicholas cuando nos detenemos en el campo cerca
de la parte trasera de la multitud en el escenario principal y vemos tocar
a una banda llamada Wild Beasts. Harry y Sean van a buscar una ronda
de bebidas para todo el mundo. Nicholas les dice que solo quiere una
botella de agua. Todavía debe estar tratando de mantenerse sobrio. En
cierto modo estoy orgullosa de él, sobre todo ahora que sé acerca de
sus antiguos problemas con la bebida. También me siento un poco
avergonzada de mi excesivo consumo de alcohol, mientras estaba en
su compañía.
La hierba está un poco más fangosa y llena de basura de lo que
había estado ayer, así que no hay tantas áreas agradables para
sentarse. Richard se sienta y Nora se encarama en su regazo. Nicholas
me ofrece sentarme en el suyo y no estoy segura si debería. Al final me
encojo de hombros y me siento, porque no quiero que mi vestido se
ensucie. Pone sus brazos casualmente alrededor de mi cintura y pone
sus manos ligeramente sobre mis muslos. Dejamos que la música nos
invada.
Trato de olvidar la decisión que necesito tomar sobre si quiero o
no que seamos amigos, o amantes, o nada. Simplemente absorbo la
felicidad que su cercanía me trae.
Sean me entrega una cerveza y le pregunto qué pasó con todas
esas naranjas de ayer.
—Todas se fueron me temo —dice, con un pequeño suspiro triste.
—Definitivamente voy a hacer ese truco el año que viene si
volvemos —interviene Nora.
—Si volvemos el año que viene traeré una sandía —anuncia Harry.
La mano de Nicholas en mi muslo se mueve por una mínima
fracción. Es casi nada, pero lo siento tan intensamente. Me muevo un
poco en su regazo y tomo un sorbo de mi cerveza. Puedo sentirlo
respirando pesadamente contra la parte posterior de mi cuello.
Todo el mundo está teniendo actualmente una conversación
sobre a qué otras frutas podrías inyectarle alcohol.
—¿Qué opinas de la banda? —le pregunto a Nicholas, volviendo
la cabeza hacia él un poco.
—Realmente no estoy prestándole atención a la banda, Fred —
responde, tan bajo que casi no lo escucho. Su pulgar roza la tela de mi
vestido.
Trago saliva.
—Bueno, deberías, creo que son buenos. Me recuerdan un poco
a Muse —me las arreglo para decir.
—Mmhmm —murmura, su pulgar frotándose ahora
perezosamente contra mi muslo.
Siento un impulso de electricidad dispararse desde mis pulmones
hasta entre mis piernas.
—¿Qué opinas, Fred? —De repente escucho a Harry
preguntarme.
—¿Eh? —Echo un vistazo hacia él y me da una sonrisa secreta de
complicidad.
—Acerca de los arándanos, ¿crees que valdría la pena el
esfuerzo?
—Mm, eso depende de cuán dedicado eres a la causa —
bromeo. Nicholas no ha dejado de mover su pulgar, maldito, está
acercándose a la cara interna de mi muslo ahora.
—Creo que los arándanos están fuera —dice Sean—. Nadie tiene
tanto tiempo en sus manos.
—Solo deberías quedarte con las naranjas —sostiene Anny. Ha
estado inusualmente tranquila este día. Me pregunto si se siente feliz por
su trío anoche, o sucia. Probablemente sucia. Eric está sentado cerca,
pero parece que solo quiere que se aleje de ella.
Atrapo la mirada de Colm entonces, y está mirándome
claramente con desprecio. Supongo que no le gusta que me siente en
el regazo de Nicholas. A pesar que todavía tengo sentimientos
encontrados acerca de nuestra relación, estoy feliz de que Nicholas me
defendiera en el desayuno. Lo último que necesito es que Colm siga
probando su suerte todo el fin de semana.
—Eres tan hermosa —murmura Nicholas, sacándome de mis
pensamientos. Su boca ahora está a unos escasos centímetros de mi
cuello. Me tenso.
»Lo siento, simplemente tenía que decirlo. Quiero decirlo cada vez
que te miro —prosigue.
Giro mi cabeza hacia él y la pregunta que he querido hacerle por
semanas se escapa:
—¿Por qué dijiste que no te preocupabas por mí?
Sus brazos se aprietan alrededor de mi estómago y me observa en
silencio durante un tiempo.
—A veces somos más crueles con los que más nos importan.
Eso es cierto, supongo. Sé que mis padres significan el mundo
para mí, pero ha habido veces cuando era más joven que les dije cosas
crueles. Sobre todo, porque estaba sufriendo en el interior y quería que
sufrieran también. Para entender el dolor que estaba sintiendo.
Hay un largo tramo de silencio entre nosotros.
—¿Así que sí te preocupas por mí, entonces? —pregunto con voz
temblorosa.
—Me importas más de lo que me importo, Fred.
—No digas eso.
—Es la verdad.
Parece que no puedo pensar en nada que responderle, por lo
que en lugar de eso tomo una de sus manos en la mía, entrelazo
nuestros dedos y descanso mi cabeza contra su hombro. Es todo lo que
puedo manejar en este momento para mostrarle que me importa en
igual medida, porque las palabras están fallándome.
18
Tomados de las manos y Días
perfectos
Traducido por Florpincha
Corregido por indiehope

E
l resto del día vagamos por el festival, viendo tantas bandas
como podemos. Nicholas se mantiene cerca de mí en todo
momento; hay una gran cantidad de toques sutiles, pasando
entre nosotros dos.
Sigo pensando en lo que dijo, que se preocupa por mí más de lo
que se preocupa por sí mismo. Fue maravilloso oírlo decir eso, pero no es
exactamente lo que quería que dijera. Quería que me dijera que me
ama tanto como yo lo amo. A pesar que me haga daño, no puedo
negar que mi corazón todavía lo anhela.
Cuando regresamos al campamento esa noche, ni siquiera me
molesto en discutir acerca de dormir en la tienda de Nicholas de nuevo.
No podía resignarme a permanecer donde acababa de tener lugar un
trío la noche anterior, pero incluso más que eso, necesito la presencia
de Nicholas. Necesito sus ojos en mí. Necesito ser capaz de poner mis
ojos en él.
Anny ha desaparecido, de todos modos, así que quién sabe qué
nuevos compañeros de cama traerá con ella al volver más tarde.
La tensión sexual entre Nicholas y yo se encuentra por las nubes,
pero ninguno de los dos es lo suficientemente valiente como para hacer
el primer movimiento, por temor a lo que sucederá si lo hacemos. Nos
desnudamos en silencio y entramos en nuestros sacos de dormir.
Estoy tan cansada que apenas puedo mantener los ojos abiertos.
Bostezo cuando me acuesto y trato de encontrar una posición cómoda.
—Tuve un gran día contigo, Fred —dice Nicholas en voz baja.
—Yo también —le contesto.
Estira la mano a través del espacio entre los dos sacos de dormir.
—Dame la mano —susurra.
Miro hacia sus dedos extendidos, y luego estiro lentamente los
míos también y los entrelazo con los suyos. Frota su pulgar hacia atrás y
adelante por encima de mi muñeca y me quedo dormida con el
relajante movimiento de su toque.
Cuando me despierto todavía estamos tomados de la mano,
aunque un poco más flojo. Es temprano y Nicholas todavía está
dormido. Decido vestirme y conseguirle algo para desayunar, ya que
consiguió el mío ayer. Repito la misma rutina que la mañana anterior en
lavarme y vestirme y luego ir a buscar algo de comida para nosotros.
Cuando regreso al campamento, los otros todavía no se han levantado.
Pongo el desayuno sobre la hierba y abro la cremallera de la tienda.
Cuando me arrastro dentro me enfrento a los pectorales
desnudos de Nicholas.
—Hola —digo, aspirando una bocanada de lo bien que se ve sin
camiseta. Extraño verlo sin la camiseta.
Sonríe, lo que hace que su hermoso rostro sea incluso más guapo.
—Hola a ti. Estaba a punto de ir a ver por dónde andabas. —Mete
la cabeza dentro de una camiseta limpia.
—Conseguí el desayuno, sal —le digo y luego me retiro
rápidamente.
Me sigue, luciendo satisfecho. Sabe que me ha gustado lo que he
visto hace un momento en la tienda. Me da las gracias por la comida y
comemos en un agradable silencio.
—Quiero pasar el día a solas contigo, Fred —dice mientras estoy
bebiendo un poco de café.
Mi corazón se aferra, pero trato de disimularlo simplemente
respondiendo:
—De acuerdo entonces.
Me da una sonrisa que podría derretir las bragas de una monja.
Puedo sentir como lentamente me voy calentando de nuevo. Oh, de
qué estoy hablando, estoy prácticamente ardiendo por él. Es decir,
tienes que perdonar a las personas a veces, ¿verdad? Ha sido abierto
sobre sus razones de por qué me empujó lejos como lo hizo. No ha
tratado de pintar sobre las grietas; me las expuso en toda su retorcida y
disfuncional gloria, y tengo que darle crédito por ello.
Tomo la decisión de decirle que quiero que estemos juntos de
nuevo antes del final del festival. Hoy es el último día y nos vamos a ir a
casa mañana por la mañana. Eso me da veinticuatro horas para reunir
el valor.
Nora todavía está dormida, así que le mando un mensaje de texto
diciéndole que hoy voy a ir a ver algunas bandas con Nicholas.
Responde una hora más tarde, preguntándome si eso es una buena
idea. Le digo que voy a estar bien.
Nicholas y yo paseamos juntos a través de las multitudes. Quiero
alcanzarlo y sostener su mano, al igual que durante toda la noche. Nos
detenemos en un puesto de joyería y me compra un collar de plata con
un pequeño colgante de pájaro en el extremo de este.
—Aquí, déjame ponértelo —dice, mientras la mujer le entrega la
cadena.
Se vuelve hacia mí y lo coloca alrededor de mi cuello, dejando
que sus dedos se arrastren por mi piel para admirar el colgante.
—Te queda muy bien —comenta, con los ojos en mi pecho.
—Gracias, me gusta —le contesto en un trago.
Toma mi mano en la suya, y con su toque me siento tranquila.
—Vamos, vamos a escuchar un poco de música.
Nos pasamos las horas de escenario en escenario. Es curioso
cómo había planeado evitar a Nicholas todo este tiempo, pero en
realidad me he encontrado constantemente en su compañía. Es una
criatura compleja, pero estoy llegando a pensar que su complejidad es
lo que me gusta de él. Ha sufrido en su vida, y ha creado a este hombre
maravillosamente imperfecto con el que creo que no podría vivir.
Nos sentamos en la hierba y comemos crepes para cenar. Me
aprieta un costado y dice que tengo unas caderas increíbles. Caderas
a las cuales solo quieres aferrarse. Le digo que mantenga las manos
quietas, mientras que en secreto tengo la esperanza de que no lo haga.
Cuando hemos terminado de comer nos dirigimos de nuevo al
escenario principal, donde Elbow acaba de empezar a tocar. Es casi el
final del atardecer, rápidamente fluyendo hacia la noche. Nicholas está
detrás de mí y lentamente cruza sus brazos alrededor de mi cintura,
colocando mi espalda al ras de su pecho. Apoya la cabeza junto a la
mía y nos sacude con la música.
La introducción de “One Day Like This” empieza a sonar, con una
melodía basada en cuerdas que parece tocar mi corazón. El cantante,
Guy Garvey, le dice al público que cante las primeras líneas. Nicholas
me empieza a girar en sus brazos así puedo enfrentarlo. No está mirando
al escenario o a cualquier otro lugar, solo a mí. Solo a mí. Me acerca, sus
labios se acercan a mi oído.
Las luces multicolores del escenario destellan alrededor de
nosotros, y aunque hay una multitud de personas a nuestro alrededor,
siento como si estuviera en una cápsula donde solo estamos nosotros
dos. Se me queda mirando fijamente a los ojos y empieza a cantar en
mi oído. Su voz es baja y ronca. Puedo sentirla atravesándome, vibrando
a través de mí, su hermosa, hermosa voz…
Incluso después de que Guy ha tomado el relevo de la multitud
que había estado cantando las estrofas, Nicholas sigue cantando para
mí. Es el momento más perfecto de mi vida; quiero ponerlo en un frasco
y archivarlo, guardarlo para siempre.
Me pregunta qué lo ha hecho comportarse de tal manera,
usando palabras que nunca dice.
En lo único que puede pensar es que debe ser amor…
Me pide que le dé un beso como si fuera la última cena, que lo
besé como si fuéramos a morir esta noche…
Dice que maldición, ama mis ojos…
Que solo ahora ve la luz…
Dice que abra las cortinas de par en par, y que un día como este
al año le iría bien…
Lo acerco. No lo había notado hasta ahora, pero hay lágrimas en
mi rostro. No podría estar más enamorada de este hombre si lo
intentara.
Se aleja un poco para mirarme.
—Te amo, Freda —suspira—. Siento que nadie en la historia del
mundo ha amado a otra persona tanto como yo te amo a ti. Te quiero
tanto que duele. Me haces sonreír, me haces reír, me haces arder.
Guau. ¿Qué respondes a eso? Al final todo lo que puedo hacer es
limpiar mis lágrimas y simplemente susurrar:
—También te amo. Te deseo, te necesito.
Mi voz casi me falla, y luego acerco su boca a la mía. Nos
besamos y es como fuegos artificiales. Estrellas fugaces. El arcoíris que
viene después de la lluvia. Cada cosa maravillosa que el mundo pensó
en lanzar para contrarrestar toda la fealdad que crea.
Su lengua se desliza sobre la mía, y todo lo que puedo sentir es a
él, todo lo que puedo probar es él; todo lo que puedo escuchar es la
música pulsando a través de mí, las cuerdas, las guitarras y los tambores.
Retrocede del beso, jadeando, los ojos azules brillando de la misma
manera que brillaban el primer día que lo conocí.
Su expresión llena de lujuria se convierte en una enorme sonrisa, y
luego su enorme sonrisa se convierte en una risa musical, preciosa. Pone
sus manos en cada una de mis mejillas y levanta mi rostro hacia él.
—Esto se siente bien —me dice—. Tan absolutamente correcto.
—Lo hace, ¿no es así? —contesto, con una extraña risa nerviosa
que se funde con la magnífica suya.
Sus manos se deslizan de mis mejillas, sus pulgares me dan la
cantidad justa de presión sobre la base de mi cuello así que la siento por
toda mi espina dorsal.
—Te pertenezco. Te he pertenecido desde el principio, desde
antes que supiera que lo hacía —divaga—. Nunca te haré daño de
nuevo. Prefiero morir a hacerte daño.
Lo silencio con otro beso. Nos tanteamos el uno al otro en la
oscuridad, rodeados de juerguistas borrachos y felices. Mi mano se
desplaza hacia arriba, a su camiseta y sobre sus abdominales. Sus
manos bajan, ahuecando mi trasero.
—Volvamos a la tienda —suspiro más allá de sus besos.
—Buena idea —dice con voz ronca y agarra mi mano.
Pasamos a través de las multitudes, Nicholas tirando de mí más
rápido. Tengo que detenerme para recuperar el aliento, pero también
porque estoy mareada de la risa. Me aferro a mi estómago, incapaz de
dejar de reír. Me mira con tanto amor en sus ojos que casi duele. Me
recupero y seguimos de vuelta al campamento a un ritmo más
manejable esta vez.
Cuando lleguemos dentro de la tienda de Nicholas abre su bolsa
de dormir y la esparce por el suelo. Toma mi mano y me acerca,
colocando un suave beso en mis labios, en la punta de mi nariz, en mi
barbilla, en mi cuello.
—Está demasiado oscuro aquí —susurra y saca su teléfono.
Enciende la linterna y lo coloca en el suelo—. Tengo que ser capaz de
verte.
Pasa sus manos por mis costados, descansando sobre mis caderas
y apretando. Suspiro en su boca mientras me besa. Levanta la falda de
mi vestido y arrastra su mano por la cara interna del muslo, antes de
frotarla entre las piernas.
—Más —susurro contra sus labios.
Su boca se inclina hacia un lado en una sonrisa.
—¿Más qué, nena?
No tengo que responder, porque ya está metiendo un dedo
dentro de mi ropa interior y deslizándolo sobre mí humedad.
—Sí —jadeo—. Así.
Saca su mano y casi gimo de frustración. Abre la cremallera en la
parte posterior de mi vestido y lo saca por encima de mi cabeza, y
luego entierra su rostro en mis pechos.
—Los extrañe —murmura contra mi piel, como si los estuviera
adorando en un altar.
Me quita las botas, medias y el sujetador, todo mientras estoy
tratando de desabrochar su cinturón y bajarle los pantalones. Necesito
sentir su piel contra la mía, saborearlo. Una vez que estoy usando nada
más que mi ropa interior, prácticamente arranca su camiseta y baja sus
jeans. Me coloca con cuidado sobre la bolsa extendida y baja
dándome besos hasta mi estómago, sumerge brevemente su lengua en
mi ombligo y luego continúa su descenso.
Se apodera del costado de mi ropa interior y tira de ellas un poco
para exponerme. Me lame una vez y tira de la tela con fuerza contra mí.
Grito. Con una mirada fatal, sonríe y las arrastra por mis piernas antes de
quitarlas. Está de rodillas entre mis piernas ahora, su erección
absolutamente obvia dentro de sus calzoncillos.
Me inclino hacia delante y beso su clavícula; un suspiro efusivo lo
abandona. Le paso la mano sobre el estómago tonificado y se queja.
Entonces tomo su pene en mi mano y lo froto suavemente. Observa
todos mis movimientos con los labios entreabiertos y la respiración
pesada. La siguiente cosa que sé es que lo he empujado y cambio de
lugar, estoy encima y él está acostado en el saco de dormir.
—Freda —dice, con algún tipo de advertencia en su tono.
Pongo un dedo en su boca.
—Tranquilo, déjame tomar la delantera —le susurro.
Traga visiblemente y asiente, cerrando los párpados por un
segundo. Le quito los calzoncillos y me levanto, antes de bajar
lentamente sobre su duro pene.
—Oh, mierda —jura y me agarra por las caderas.
Empiezo a moverme lentamente arriba y abajo, entonces acelero
mi ritmo, trabajando tanto para su liberación como para la mía. Lo beso
y lamo en todas partes. Me siento poderosa con esto, marcando mi
ritmo. Hemos estado muriendo por tocarnos por unos días, la tensión ha
aumentado hasta el punto que no se necesita mucho tiempo para que
los dos lleguemos juntos.
Nicholas aprieta mis muñecas contra su pecho mientras se corre
en mí y tiemblo contra él. Colapso encima de él y nos gira de modo que
me acuna en sus brazos. Nos quedamos así por innumerables minutos y
luego comienza a besar mi cuello y acariciar mis pechos.
—Te necesito de nuevo, cariño —dice en voz baja en mi oído.
Puedo sentir su dura erección presionando contra mi trasero. Me
coloca sobre mis manos y rodillas y se posiciona detrás de mí. Acaricia
mi cuello y luego agarra con fuerza mi cola de caballo. Tira de ella
suavemente, girando mi rostro así puedo mirarlo. Pone su otra palma en
el hueco de mi garganta y luego se sumerge en mí.
Dios, se siente bien desde esta posición, muy dentro de mí. Su
suave tirón en mi cabello con cada empuje de sus caderas es como
puro placer sin diluir mezclado con el penetrante sabor agudo del dolor.
Esta parece ser su cosa, sujetar el cabello y el cuello; casi como tirar,
casi como asfixiar, pero no del todo, siempre en la cúspide. Puedo decir
que disfruta de verme desde este tipo de ángulo vulnerable porque sus
ojos están prácticamente brillando.
Nunca habría pensado en pedirle que haga esto, pero sé que me
gusta.
Me folla duro y rápido, agarrándose de mi cabello y mi cuello,
clavo mis uñas en la tela del saco de dormir. Me suelta el cuello para
pellizcarme un pezón y gimo.
—Eso es todo, Freda, dame tus sonidos. Los quiero todos —me
anima.
Gimo una y otra vez hasta que se viene dentro de mí y mi cuerpo
se siente como líquido. Nos hundimos en el suelo, perdidos en el otro.
Luego, utiliza algún pañuelo de papel para limpiarme, y aunque
es un poco embarazoso, lo dejo. Necesito la intimidad que trae como
necesito el aire para respirar. Me pone mi pijama y abre la cremallera
de mi bolsa de dormir para lanzarla sobre nosotros dos. Entierro mi rostro
en su cuello y me duermo.
Cuando me despierto tengo tres merecidos días de sudor y sexo
de la noche anterior por toda mi piel, pero nunca me he sentido mejor.
Me giro para encontrar que Nicholas me había estado observando.
—¿Cuánto tiempo lo has estado haciendo? —pregunto,
frotándome los ojos soñolientos.
—Solo un rato —dice, inclinándose hacia adelante y dándome un
beso en la frente.
Puedo oír el movimiento fuera de la tienda antes de que Harry
diga en voz alta:
—Vamos, tortolitos, levántense y brillen, tenemos que hacer las
maletas y salir de aquí.
Me arrastro hacia adelante y abro la cremallera de la tienda,
antes de sacar la cabeza. Aúllo cuando Nicholas me pellizca el trasero y
luego doy la vuelta para darle una mirada de advertencia. Levanta sus
manos en el aire en señal de rendición.
—¿Qué hora es? —pregunto, entrecerrando los ojos a Harry y a la
luz de la mañana. Está allí de pie completamente vestido, mientras los
otros empacan sus equipos de acampar detrás de él.
—Casi las diez. Ahora vamos, ya han dormido demasiado. Dile al
chico enamorado que mueva el culo también.
Mis ojos se abren infinitesimalmente por la sorpresa.
»Sí, así es. —continúa, ahora susurrando—. Sean y yo volvimos
temprano anoche y escuchamos todo. Diste un gran espectáculo. Pues
bueno, uno de audio por lo menos. —Me guiña.
Mi rostro se vuelve completamente rojo, le digo a Harry que se
calle (a lo que se ríe) y luego cierro la cremallera de la tienda de nuevo.
Nicholas y yo nos vestimos. Se tarda más de lo normal porque nos
besamos o burlamos entre sí continuamente. Después que Nicholas
empaca la tienda de campaña en tiempo récord seguimos a los demás
de vuelta a donde está estacionada la furgoneta.
Me sostiene a través del camino de regreso a la ciudad. Me he
dado cuenta que todo el mundo nos mira inquisitivamente por el rabillo
de sus ojos, pero no preguntan qué está pasando entre nosotros. Me
alegro de que no lo hagan, porque no es asunto de ellos de todos
modos. Lo que tengo con Nicholas se siente tan precioso y frágil en este
momento; no quiero que nadie más sepa que existe.
De vuelta en los apartamentos, Nora anuncia que se va a su
habitación para descansar un poco, quejándose que durmió
terriblemente en la tienda las últimas noches. Estoy a punto de seguirla a
nuestro apartamento cuando Nicholas me hala y prácticamente me
empuja hacia su puerta. Me atraviesa con una sonrisa atractiva y da
vuelta la cerradura. Pasamos la siguiente hora en la ducha teniendo el
más increíble sexo. Me presiona contra la pared y va hacia abajo
conmigo. Nos besamos bajo el chorro de agua. Se desliza dentro de mí
y me pierdo en la sensación, en el sentimiento de tenerlo.
Cuando salimos me cambio a una de sus camisetas limpias, antes
de meterme en la cama.
Se ve como si estuviera a punto de saltar sobre mí cuando su
teléfono empieza a sonar y se da la vuelta para responder. Le mando
un texto a Aoife, quien había tomado mi lugar de nuevo con los
pasteles esta mañana ya que todavía estaba en el festival, para
comprobar si todo ha ido bien.
Responde diciendo que fue muy bien, mientras escucho exclamar
a Nicholas por teléfono:
—¡¿Dijeron qué?! —Camina de un lado a otro a los pies de la
cama.
—Está bien, ¿por lo tanto algún extraño les pagó cincuenta euros
para que lanzaran un ladrillo a través de la ventana del club y nos
golpearan, qué carajos, Phil?
Oh Dios mío, debe estar hablando sobre el ataque en el club
antes de irnos a Edimburgo. ¿La policía recién ahora regresa con
información? Hablando de lentitud. Me había olvidado por completo
de eso dado que me he estado sintiendo tan miserable con respecto a
Nicholas durante las últimas semanas.
—Espera, espera, espera, ¿puedes describírmelo de nuevo? —
dice, con voz más tranquila ahora, mientras se frota la parte posterior de
su cuello. Me arrastro hacia delante y lo agarro de la mano, mientras
escucha a Phil en el otro extremo de la línea. Lo tiro abajo, en la cama y
planto pequeños besos a lo largo de su hombro.
Pasa la mano por mi cabello mojado y me acaricia el cuello con
su nariz, luego me tira en su regazo mientras cuelga.
Se inclina y presiona sus labios en mi garganta, justo antes de
decir:
—Creo que podríamos tener algunos problemas en nuestras
manos.
—¿En serio? —le pregunto, frunciendo el ceño.
—Ese era Phil, como probablemente has oído. La policía llegó al
club ayer para decirle que pescaron a uno de los matones que nos
atacó la otra semana. Este tipo tiene unos veinte años y es conocido
por las autoridades; no ha estado en la cárcel antes, pero ha sido
detenido más veces de las que pueden contar. Cuando lo hicieron
entrar para ser interrogado sobre el ataque terminó diciéndoles que
algún hombre le pagó a él y a sus amigos cincuenta euros a cada uno
para hacerlo.
Respiro profundamente.
—¿Es en serio?
Nicholas asiente.
—Y eso no es todo, el chico que el matón describió sonaba muy
parecido a Aaron. Altura media, cabello rubio, bien vestido.
—¡Oh, mierda! Tenemos que decirle a la policía que fue él
entonces. —Dejo caer mi rostro en mis manos—. Oh Dios, oh Dios, todo
esto es mi culpa. El ataque se produjo justo después que Aaron llegó al
club ese día y me enfurecí. Debe haber hecho esto como su retorcida
idea de venganza.
—Bueno, dijiste que no tenía el chelín completo —añade Nicholas.
Me gusta cuando utiliza mis frases irlandesas conmigo—. Voy a llamar a
Phil en un minuto y le diré lo que sabemos, entonces podemos ir a la
estación y decirles acerca de Aaron.
Estoy a punto de aceptar, la ira me está consumiendo, cuando
de repente una idea emerge. Está bien, sé que no es una cosa madura
y legal de hacer, pero como que quiero tener mi propia venganza de
Aaron antes de entregarlo a la policía.
Pongo la mano sobre la de Nicholas y pregunto:
—¿Podemos solo esperar un día más antes de hacer eso?
Me mira con curiosidad y pone su teléfono en la cama.
—¿Por qué?
—Tengo un plan maléfico —le digo.
Me tira más cerca en su regazo y arrastra un dedo por mi brazo.
—¿En serio? Dime —dice, con los ojos encendidos de interés, y le
explico lo que tengo en mente.
19
Thelma y Louise
Traducido por lili-ana
Corregido por indiehope

A
lguna vez has tratado de reír en silencio cuando todo tu

¿
cuerpo solo quiere romper en un furioso ataque de risas?
Bueno, no es tarea fácil, déjame decirte.
Son las dos de la mañana mientras Nicholas y yo pasamos
lentamente frente a la insulsa casa de ladrillo rojo de Aaron, donde
reside su orgullo y alegría, todo brillante y limpio. Un Ford Mondeo color
negro que ha tenido desde que estaba en la universidad.
Tiene una extraña obsesión con este auto. A pesar que es un
poco viejo y tiene el dinero para reemplazarlo, nunca lo hace. Solo
continúa manteniéndolo en condiciones prístinas. A Aaron no le gusta el
cambio; supongo que es una de las razones por las que comenzó a
acosarme después que rompí con él en primer lugar. No puede ser
capaz de pasar a alguien diferente. Sentiría lastima por él si no fuera tan
cruel y calculador por encima de todo.
Tuvimos que ir a una tienda de arte y artesanías, así como a un
almacén de bricolaje, para conseguir lo que necesitábamos para mi
astuto, y sí, un poco caprichoso, pero también muy ilegal complot para
conseguir nuestra venganza. Meto el rodillo de pintura en el cubo que
contiene una mezcla de engrudo y brillo dorado, antes de correrlo por
encima del capo del vehículo.
Nicholas está ocupado colocando pegatinas de arcoíris a lo largo
del parachoques, riéndose silenciosamente como un niño escondiendo
un caramelo en medio de la noche. Así es, estamos convirtiendo el auto
de Aaron en un cartel del orgullo gay.
Está bien, así que sé lo que estás pensando, ¿no va a ser un poco
obvio que fueron ustedes los que lo hicieron? Y sí, va a ser evidente. Tal
vez ese es el punto. La cosa es, conozco a Aaron lo suficiente para
predecir que no reportará nuestro pequeño vandalismo a la policía, ya
que es extraño y orgulloso. Locamente orgulloso, con énfasis en la
locura.
Preferirá que nos saliéramos con la nuestra antes de tener a la
policía en su casa y vean lo que con placer hicimos a su auto. Nunca en
un millón de años llamaría la atención sobre él o les daría un
espectáculo a sus vecinos.
Recojo la bolsa de recortes de estrellas plateadas y las reparto
sobre el capo de forma que se peguen a la pasta brillante. Nicholas
termina con las pegatinas de arcoíris y comienza a pintar lo neumáticos
en luminosos tonos de rosa y naranja. Un aleteo de alegría pasa a través
de mí. Me siento como un duendecillo travieso llevando a cabo una
broma con un resultado estéticamente agradable. Por supuesto, todo
depende del gusto personal, porque estoy segura que Aaron no lo
encontrara estéticamente agradable en lo más mínimo.
Una vez que hemos terminado damos un paso atrás y admiramos
nuestra obra, no olvidando tomar unas cuantas fotos en el teléfono de
Nicholas así podemos mostrarle a Phil la prueba de nuestra venganza
secreta. Tiramos todo en unas bolsas negras, asegurándonos de no
dejar ni una prueba, solo una resplandeciente obra maestra multicolor
de un Ford Mondeo. Incluso pusimos un gran lazo morado sobre el
techo de este.
Aaron conduce este auto hacia el trabajo todos los días, así que
va a tener un maldito berrinche cuando salga por su puerta y vea lo
que hemos hecho. Desearía poder estar aquí para presenciar su
reacción. Y, de todos modos, esto le servirá al bastardo. De hecho, se
merece algo mucho peor. Uno de esos idiotas pudo haber lesionado
gravemente a cualquiera de nosotros esa noche. El ladrillo casi me
golpea en la cabeza. Podría haber muerto. Esta pequeña broma es
nada comparado con lo que se merece, y espero que una vez que lo
denunciemos a la policía, consiga su merecido.
Nos dirigimos de inmediato al basurero para tirar la evidencia. No
dejamos de reírnos desde que llegamos al auto y nos alejamos de la
calle de Aaron. Debe haber sido la hora que pasamos conteniéndonos
lo que causo que todo se acumulara para que riéramos hasta el punto
del delirio. Cada vez que nuestras risas comienzan a apagarse
simplemente nos miramos uno al otro y todo comienza de nuevo.
Estamos casi llegando a casa cuando finalmente conseguimos
volver a nuestros sentidos. Nicholas se acerca y toma mi mano en la
suya.
—¿Sabes qué, Fred? incluso si Aaron decide denunciarnos,
alegremente me hundiría contigo por un crimen tan maravilloso.
—Oh, no, no —declaro, mientras lleva mi mano a sus labios para
un breve beso—. Nunca nos atraparan vivos, Viv, nos arrojaremos por un
precipicio, al estilo Thelma y Louise.
Se ríe y me mira con expresión cálida y un corto y reflexivo silencio
sobreviene.
—Coloreas mi mundo, Freda —susurra en el silencio del auto, justo
cuando se estaciona y apaga el motor.
Es divertido que lo diga, porque siempre había considerado que él
coloreaba el mío.
—Ídem —digo. Mi tono es serio cuando en voz baja le digo—: te
amo.
—También te amo —responde, antes de sacarme del auto y
meterme en el edificio.

Más tarde apoyo la cabeza en el hombro de Nicholas mientras


estamos sentados en la sala delante del televisor. Toma el mando a
distancia del viejo reproductor de vídeo que compró y presiona el
botón reproducir. Un momento después, el vídeo comienza a funcionar;
el trabajo de la cámara es un poco inestable. La atención se centra en
una mujer en el escenario de un pequeño club. La madre de Nicholas.
Está sentada en un piano y tocando la introducción de una lenta
canción de jazz; un minuto más tarde comienza a cantar. Su largo
cabello está descansando sobre un hombro y usa un hermoso vestido
de terciopelo.
En este momento realmente entiendo cómo Nicholas podría
haber visto esto como un joven muchacho y querer replicarlo. Es
hermosa y también lo es su forma de cantar. Tomo su mano en la mía y
froto el pulgar en el centro de su palma. Nos sentamos y vemos el resto
del vídeo, inmortalizando un momento en la vida de la mujer que ahora
ha desaparecido del mundo.

Dos semanas más tarde, el día que escuchamos como el chico al


que Aaron pagó para atacarnos lo identificó en la policía y ahora
Aaron está siendo acusado. Es el mismo día que hay una fiesta en The
Glamour Patch para celebrar su aniversario de seis meses desde la
apertura.
Nicholas y yo estamos planeando vestirnos y tener una noche
para recordar. De hecho, he tenido muchas noches memorables
últimamente. Difícilmente he dormido en mi propia cama desde que
llegamos a casa de Electric Picnic. Saca tus propias conclusiones.
Como era de esperar, Aaron nunca dijo una palabra sobre lo que
le hicimos a su auto. Phil casi tuvo un ataque al corazón, se rio con tanta
fuerza cuando le mostramos las fotos.
He vuelto a ser la asistente de Nicholas, a pesar que ahora sé que
todo había sido una farsa desde el principio. La cosa es, me gusta
sentirme como una parte de sus actuaciones y no quiero renunciar a
ello.
Esta noche Nicholas lleva pantalones negros, camisa blanca y
una delgada corbata gris. Se inclina hacia atrás en mi cama, luciendo
como si estuviese en un anuncio de colonia cara para hombre, mientras
salgo de la ducha y entro a la habitación, envuelta en una toalla.
Voy a echar un vistazo a través de mi armario para encontrar algo
que usar, cuando siento que soy jalada hacia atrás y tirada sobre la
cama. Nicholas me besa suavemente en los labios antes de anunciar:
—Me gustaría vestirte esta noche.
Levanto una ceja escéptica.
—¿Me quieres vestir?
—Sí, me vistes todo el tiempo para mis espectáculos. Es hora de
que devuelva el favor.
Ahora, normalmente si un hombre quisiera elegir mi atuendo le
diría a donde ir, pero como Nicholas probablemente tiene mejor gusto
en la ropa que yo, me encojo de hombros y accedo a que se salga con
la suya. Es después de hacer esto que una sonrisa diabólica se forma en
sus labios y saca una bolsa de abajo de la cama.
—¿Qué es eso? —pregunto, mirando la bolsa que luce muy
parecida a las que contienen ropa interior nueva para mi gusto.
—Un regalo —responde Nicholas.
Tira de la toalla, soltándola, así que estoy desnuda. Sus ojos me
recorren lentamente, pero no me toca. De hecho, abre la bolsa y saca
las medias de encaje transparente, tirantes y un juego de sujetador y
bragas de encaje.
—Señor Turner, me está haciendo sonrojar —bromeo, mientras se
acerca con el sujetador.
—No se preocupe, querida, me encanta cuando se sonroja —
responde, y luego procede a vestirme con la ropa interior que compró,
metiéndome mano a lo largo del camino. Todo encaja perfectamente,
y cuando ha terminado me detengo frente al espejo, preguntándome
quién es esta mujer delante de mí, toda engalanada con ropa sexi.
Lo siguiente que sé, es que Nicholas está sacando del armario ese
vestido rojo que consiguió para mí hace unas semanas y deslizándolo
por mi cabeza. Siento como que está fusionándose a mi cuerpo
mientras sube la cremallera en la parte posterior. Arrastra la mano por mi
estómago y luego me abraza.
—Te ves impresionante. Ahora todo lo que necesitamos hacer es
trabajar en el cabello y maquillaje.
—Ya sabes, Viv, la mayoría de los hombres tratan de conseguir
que sus novias salgan de sus ropas, no meterlas —señalo con descaro y
me da una palmada en el trasero.
—Creo que ambos sabemos que nunca he sido como la mayoría
de los hombres —responde, pasando los dedos por mi cabello e
inclinando la cabeza hacia un lado como si tratara de averiguar qué
hacer.
Me giro y lo beso en el costado de la mandíbula.
—No, no lo eres, eres mejor —digo, frotándome contra él.
Gime y murmura:
—Si no dejas de hacer eso voy a ser como la mayoría de los
hombres y quitarte este vestido. Entonces perderemos la fiesta y Phil
sacará una correa la próxima vez que lo veamos.
—Está bien —murmuro, mordiendo su labio inferior y girándome.
En el momento que termina conmigo, mi cabello está recogido
en un nudo, con mechones cayendo alrededor del cuello. Nicholas
pone un poco de brillo en mis labios y frota una sombra oscura en mis
párpados. Luego me sienta en la cama y saca el plato fuerte, que es
una caja de zapatos negra que contiene un par de tacones plateados.
Tiene una sonrisa en su rostro, indicando que encuentra esto muy
hilarante.
Ha sido nuestra pequeña actividad la última semana más o
menos, así que, continúa enseñándome como caminar en tacones. He
hecho progresos, pero no significa que soy una profesional. Me frota la
pantorrilla con una mano mientras se arrodilla en el piso delante de mí y
desliza uno de los tacones en mi pie. Rápidamente coloca el otro y me
levanta.
—Allí —dice—. Perfecto.
Camino con tanta elegancia como puedo hacia el espejo para
admirar como los zapatos hacen lucir más formadas mis piernas.
—No está mal —digo, sonriéndole a través del espejo.
—Hermosa —añade, entregándome mi bolso y luego me
conduce al taxi que estaba esperándonos.
Cuando llegamos al club, el lugar luce increíble; hay serpentinas y
globos por todas partes. Tres drag queen en el escenario están
haciendo un baile de rutina y cantando una vieja canción de
Madonna. Nicholas no está actuando esta noche, así que me lleva a la
barra y ordena una copa de vino para mí. Pide un jugo de naranja para
él.
No he visto que toque una gota de alcohol desde nuestro viaje a
Edimburgo. Iba a preguntarle al respecto, pero decidí no hacerlo. Darle
mucha importancia simplemente pondría más presión sobre él para
mantenerse sobrio.
Nos unimos a Nora y Richard, quienes están sentados en una
mesa cerca del escenario con Harry y Sean. Nicholas mantiene su brazo
alrededor de mi cintura mientras animamos la presentación y el canto.
Cuando la canción termina una de las drag queen comienza a llamar a
Nicholas para que suba y cante algo. Hace un gesto de rechazo con la
mano al principio, pero después de sus innumerables pedidos se rinde,
me besa una vez en los labios y sube al escenario.
En lugar de ir al micrófono, camina hacia el piano y se sienta.
Toca algunas notas y luego hace gestos para que el tipo del sonido en
la parte de atrás del club ajuste algo. Una vez que está satisfecho con
ello frota las manos en los pantalones y se vuelve para dirigirse a la
audiencia.
—Quiero tocar una canción para la mujer que amo —dice—. Ella
ni siquiera se da cuenta, pero me salvó. —Hay varios “Aws” de la
multitud, así como algún tipo (que sospecho es Phill burlándose)
gritando, “¡perra afortunada!”. Todo el mundo se ríe, pero Nicholas
simplemente sonríe y niega con la cabeza.
»La he cantado para ella en el pasado —continúa, dejando que
sus dedos reproduzcan una suave melodía en las teclas—, pero el
sentimiento no había sido honesto. Así que ahora voy a tocar algo que
es verdad.
Sus dedos se deslizan fácilmente sobre las teclas mientras sus
labios se ciernen cerca del micrófono y empieza a cantar “Your Song”
de Elton John en voz baja y ronca. Parece como si no le estuviera
cantando a nadie por un momento, como si estuviera mirando hacia
adentro. Luego trae esos ojos azules que adoro hacia mí.
Dice que puedo decir a todos que esta es mi canción.
Que espera que no me importe si pone en palabras como de
maravillosa es la vida ahora que estoy en el mundo.
No puedo evitarlo, pero mi corazón está latiendo rápido y mis
mejillas están ardiendo. Miro hacia mis manos, antes de forzarme a
encontrar su mirada. No aparta su mirada de mí a través de toda la
canción. Canta como si estuviera haciendo un voto. Eso me asusta.
Estoy viviendo uno de los momentos más sentimentales de mi vida
y estoy muerta de miedo. Es aterrador cuando estás mirando a la
persona que sabes que más quieres en el mundo directo a los ojos, y
sabiendo que te perteneces de manera inequívoca. Me empapo en las
palabras, la verdad en ellas, lo especiales que me hacen sentir frente a
todas estas personas.
Nicholas y yo estamos lejos de ser perfectos, pero estamos
desgarradoramente enamorados uno del otro y aunque esto podría
parecer como el final de nuestra pequeña historia, es solo el principio.
Quiero envejecer con este hombre. Tener a sus hijos. Abrazarlo cuando
está triste y reír con él cuando está feliz. Vestirlo y verlo convertido en
una mujer en el escenario. Mantener todas y cada una de sus sonrisas,
convertirlas en una cosa tangible y almacenarlas en una caja.
Quiero curarlo con todos y cada uno de nuestros besos. Con
cada vez que hacemos el amor. Hacerle ver que, a pesar del pasado,
el futuro mantiene misterios que podemos explorar de la mano. Su
melodiosa voz me saca de estos pensamientos. Me mira y sonríe
mientras apura la nota final. Sostengo su mirada y le soplo un beso.
Epílogo
Traducido por Lovestory
Corregido por Flor

Dublín, Irlanda, hoy día.

L
impias y cálidas sábanas cubren el cuerpo de Nicholas
mientras mira fijamente a la hermosa mujer recostada
desnuda y durmiendo en sus brazos. Es la encarnación de
todo lo que es femenino, y todo lo que se esfuerza por reproducir como
artista. No lo sabe todavía, pero ella es su musa ahora, su todo.
Recuerda su primer encuentro, mientras los sonidos de su
profunda respiración tranquilizan su mente. Había estado empapada de
la lluvia y frustrada, pero todavía brillaba para él ese día, lo hacía reír.
Eso es lo que lo atrapó, piensa, su humor interminable, cómo podría
hacer que el mundo brillara y se oscureciera con una simple broma.
Pasa una mano por sus sedosos y dorados rizos marrones,
saboreando cómo cada parte de ella lo fascina. Piensa en el pequeño
niño en un vestido; el chico que solía ser, un niño perdido. Ahora puede
ser un hombre en un vestido, pero no está perdido. Tiene a su chica de
ojos dorados para llevar su alma fracturada a través de un mundo que
una vez parecía oscuro y vacío. En el presente, no hay nada más que
una brillante y maravillosa luz solar.
E incluso si los malos tiempos llegan, sabe que la tendrá para
compartirlos, así que no será realmente malo en absoluto. Su
aceptación y amor es algo que ni siquiera se dio cuenta que había
estado buscando, pero ahora que lo tiene, sabe que moriría si se lo
quitaran. Cada vez que se pierde en su cuerpo, un poco del dolor se
borra. Ella lo lava.
La abraza con fuerza, prometiéndose que nunca, jamás, la dejará
ir.

Fin
Próximo libro
Killer Queen
Willkommen, Bienvenue, Welcome...
Entra al club The Glamour Patch
para ver a la estrella de nuestro
espectáculo, la Srta. Vivica Blue.
¿Quieren leer mi diario,
pequeños demonios entrometidos?
Toma una copa de champán (la vas a
necesitar) y ponte cómodo, porque te
esperan locas travesuras sacadas
directamente de la fuente.
Puedo ser lo que quieras que
sea: chico, chica, un poco de ambos.
Si tienes un problema con un
hombre en vestido, mejor te vas. Si los
hombres en maquillaje te dan
escalofríos, entonces te diré au revoir y
no dejes que la puerta te golpee al
salir.
Entonces, ¿con quién nos quedamos? Ah, una buena colección
de almas curiosas. Quiero contarles una historia de amor, porque esas
son las más gloriosas. Quiero hablarte del amor verdadero, un amor que
trasciende las etiquetas y los estereotipos de género.
Desde el momento en que vi por primera vez a mi Freda supe que
éramos iguales. Bueno, también sabía que quería meterme en sus
pantalones, pero eso no viene al caso. Mi mundo era un lugar gris.
Estaba en mi punto más bajo. Entonces ella llegó y empezaron a brotar
manchas de color. Un día los narcisos estaban amarillos y antes de que
me diera cuenta, el color estaba en todas partes, iluminando mi vida.
El amor no se trata de cómo aparecemos en el exterior, se trata
del alma contenida en el interior.
Nuestra historia no era convencional, pero era nuestra, y eso fue lo
que la hizo brillar.
Killer Queen es una novela que acompaña al romance
contemporáneo de L.H. Cosway, Painted Faces. Contiene escenas que
tienen lugar antes, durante y después de la historia original. También
puede leerse como independiente.
Sobre la autora
L. H. Cosway tiene una
licenciatura en Literatura
Inglesa y Civilización Greco
Romana y un doctorado en
Literatura Postcolonial. Vive en
Dublín. Su inspiración para
escribir viene de la música. Sus
cosas favoritas en la vida
incluyen escribir historias, ropa
vintage, música oscura de
cabaret, comida, comedia
musical y, por supuesto, libros.
Piensa que las personas
imperfectas son del tipo más interesante. Ellas cuentan las mejores
historias.

También podría gustarte