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TEMA IV- LA TRANSFORMACIÓN Y RENOVACIÓN ECLESIAL

“Por supuesto que se discipula a mi gente, - había dado yo por seguro durante años- … al fin y al cabo,
asisten a los cultos de adoración y a las clases de Biblia los domingos. Participan en pequeños grupos y en
reuniones de fraternidad durante la semana. Con todo este cuidado espiritual, tienen que estar creciendo
espiritualmente.” Sin embargo, conforme han pasado los meses y los años, por fin tuve que admitir que, con
excepción de los cristianos más nuevos, en su mayor parte era muy poco el crecimiento que podía discernir en
cuanto a discipulado entre los miembros de mi iglesia.

Dr. Stephen Lim, Profesor de Liderazgo y Ministerio.


Seminario Teológico de las Asambleas de Dios, Springfield, Missouri.

1. LOS “MINISTERIOS”: EL ACTUAL MODELO DE IGLESIA EN CRISIS…

Piense…. ¿Diría usted que la anterior cita es representativa de las iglesias en general? ¿Qué nos dicen
estas palabras acerca de la situación del cristianismo evangélico contemporáneo?

 “Es pasmoso el que sean tan pocas las iglesias que son iglesias de discípulos”; ésta es la conclusión
a la que llega George Barna, fundador de Grupo Barna, empresa de investigación de mercado,
especializada en el estudio de las creencias religiosas, a pesar de reconocer que la mayoría de las
iglesias tienen programas cuyo propósito es este mismo.1

 Por ejemplo, según Gallup, al inicio de segundo milenio, cuarenta y seis por ciento de los
estadounidenses afirmaba haber nacido de nuevo. Sin embargo, Gallup halló que sólo trece por
ciento dieron evidencias de esto en su conducta y en sus diversas actitudes, comparados con la
población general.2

 George Barna halló que sólo cinco por ciento de los adultos —y menos de diez por ciento de los
jóvenes que asisten a las iglesias— tienen una mentalidad y una visión de la vida realmente bíblica.
En su libro “Piensa como Jesús” Barna afirma que la mayoría de los cristianos “nacidos de nuevo”
viven indistintamente de los no creyentes, porque ellos no piensan de manera diferente, como
resultado de no haber entendido las verdades básicas de la fe cristiana.

 Dallas Willard, filósofo estadounidense, conocido por sus escritos sobre la formación espiritual
en la fe cristiana, afirma: “La carencia de discipulado es el elefante que se ha metido en la Iglesia”.3

1
George Barna, Growing True Disciples: New Strategies for Producing Genuine Followers of Christ (“La
formación de verdaderos discípulos: Nuevas estrategias para producir genuinos seguidores de Cristo”, Colorado
Springs: Waterbrook Press, 2001), p. 20.
2
George H. Gallup, Jr. y Timothy Jones, The Saints Among Us (“Los santos que viven entre nosotros”,
Harrisburg, Palabra.: Morehouse Publishing, 2002).
3
Dallas Willard, The Divine Conspiracy (“La conspiración divina”, Harper San Francisco, 1998), p. 301.
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Prácticamente la iglesia evangélica atraviesa una crisis universal, debida al manejo de paradigmas
ministeriales defectuosos, sobre los cuales las iglesias tienen responsabilidad directa. Dichos
paradigmas sabotean sus esfuerzos al tratar de hacer discípulos. Se dividen en dos categorías:

1) Metas inadecuadas y
2) Enfoques defectuosos de la labor de hacer discípulos.

En general, es lo que ocurre a las iglesias cuya estructura organizativa tiene muchos “ministerios”. El
modelo de los muchos “ministerios” en la iglesia, mantiene a la gente ocupada, pero no logra el
objetivo de hacer genuinos discípulos de Cristo. Las iglesias pueden crear una cultura de discipulado
por medio de reemplazar estos paradigmas defectuosos con los paradigmas bíblicos para el ministerio.
De eso básicamente trata la presente sección de este curso de Eclesiología.

1.1. El problema de las metas inadecuadas.

El cumplimiento de la Gran Comisión de manera que resulte significativa exige esfuerzo paciente. Los
resultados claros y duraderos requieren tiempo. Nosotros nos sentimos tentados a sustituirlos por
unas metas humanas más fáciles y rápidamente alcanzables, que ofrecen unas impresiones visibles de
buen éxito para dar validez a nuestro ministerio. Puesto que esas metas tienen unas profundas raíces
en la cultura de la iglesia, necesitamos valentía, prudencia, y perseverancia para reemplazarlas con unos
paradigmas bíblicos que reflejen el llamado de Jesús.

A) Aumento numérico en vez de transformación de vidas. Los pastores tienden a


considerar la asistencia como una medida del buen éxito. En una cultura que premia el
tamaño, los ministros, y las iglesias luchan por alcanzar esta señal visible de sus realizaciones.
Los estudios de Barna indican continuamente que las iglesias miden su buen éxito basadas en la
asistencia, los ingresos, el tamaño de sus edificios, y la satisfacción de sus miembros. Las
iglesias se vuelven expertas en reunir multitudes basadas en el ofrecimiento de unos
ministerios deseables. Diversos estudios llegan a la conclusión de que las mega-iglesias por lo
general mantienen su crecimiento basadas en el hecho de ser iglesias receptoras para
creyentes que proceden de iglesias alimentadoras más pequeñas.

En vez de buscar el aumento numérico, necesitamos buscar la transformación de las vidas.


Jesús dijo que sus seguidores deben ser tan positivamente distintos, que puedan dar sabor a
una cultura desabrida e iluminar a un mundo en tinieblas (Mateo 5:13-16). El apóstol Pablo dijo
que el cristiano se convierte en una “nueva criatura” (2 Corintios 5:17). Willard sugiere: En
vez de contar a los cristianos, los deberíamos pesar… centrándonos en lo más importante:
El amor, el gozo, la paz… Un fruto acorde a la buena noticia del Reino.

B) ¿Salvación del infierno o vida bajo el señorío de Cristo? Los cristianos han confesado
sus pecados y aceptado el perdón que Dios les ha ofrecido por medio de la Cruz. Se
convierten así en hijos de Dios, y tienen la esperanza de la vida eterna. Seguramente, éste es
un buen resumen de lo básico en la fe cristiana… ¿O no lo es? ¿Aún falta algo? Seguramente
no se ha insistido lo suficiente en que cuando hemos resuelto el problema del pecado, la
manera de vivir bajo el Señorío de Jesucristo se debe convertir en nuestro punto central de
enfoque.

Hoy, un alto porcentaje de los adultos que se hacen cristianos, lo hacen porque comprenden
lo imposible de enfrentarse a los desafíos que la vida les pone delante sólo mediante el uso de
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sus propios recursos. La gente que se convierte a Cristo presenta una serie de necesidades
físicas, emocionales y espirituales que son consecuencia de disfunciones personales, maltratos,
abusos, decisiones erróneas y conductas desordenadas. Necesitan una sanidad continua y un
poder que los moldee de nuevo, junto con una comunidad de creyentes que los apoyen, para
llevar una vida sana y obediente. Los evangelistas y pastores necesitan insistir en el señorío de
Jesús. De lo contrario, continuaremos el escándalo de que haya millones de personas que
profesen tener fe sin vivirla. En su libro Mere Discipleship, Lee Camp pregunta con toda
franqueza: “¿Acaso no será que aquello de ‘Jesús es el Señor’ se ha convertido en una de las
mentiras cristianas más extendidas? ¿No habrán proclamado los cristianos el señorío de Jesús,
al mismo tiempo que echan a un lado de forma sistemática la obediencia a ese Señor?” 4

C) Conformidad en vez de madurez y fruto. Tendemos a producir miembros que apoyen a


la iglesia, en vez de discípulos que causen un impacto en su mundo. La mayor parte de los
pastores se conforman con que sus miembros mantengan una conducta adecuada y que asistan
con regularidad a las actividades de la iglesia, acepten sus doctrinas básicas, sirvan en un
ministerio y no creen problemas. Si además de eso diezman, contribuyen a las misiones,
asisten a las reuniones de oración y de vez en cuando testifican o invitan gente a la iglesia, se
les considera cristianos fieles, personas que han alcanzado el ideal de vida cristiana.

Sin embargo, los creyentes pueden hacer todas esas cosas, y seguir viviendo centrados en ellos
mismos. Pueden soportar un matrimonio infeliz, mostrar una conducta indigna de Cristo en la
iglesia, e irritar a sus vecinos y compañeros de trabajo, al mismo tiempo que hacen muy poco
para el reino de Dios. Con demasiada frecuencia hacemos equivaler la conformidad y el celo con la
madurez. La conformidad puede ser externa, sin que haya una transformación, y el celo puede ser un
simple entusiasmo humano, y no una profunda convicción. El celo institucional o denominacional
sin madurez no produce el fruto deseable.

D) Programación total en vez de estrategia guiada por la misión. “Nosotros ofrecemos


una completa gama de actividades para todas las edades”, alardean las iglesias.
Lamentablemente, las actividades secundarias nos desenfocan, apoderándose de nuestro
tiempo, energía, y recursos, que se deberían emplear en la Gran Comisión. Las iglesias
sencillas que eliminan estas actividades son más eficaces en el evangelismo y el discipulado que
las iglesias repletas de actividades.

Estar más ocupado sólo significa ser menos eficaz. Es la misión de la iglesia la que debe
impulsar sus ministerios. Uno de los más grandes fallos que cometen los pastores locales
consiste en centrarse en crear y administrar programas, en vez de centrarse en la misión de la
iglesia. Son demasiados los programas y las actividades que surgen en el transcurso de la vida
de una iglesia, cada uno de ellos con sus propias personas interesadas en mantenerlos. Y
continúan, aunque hayan perdido totalmente o parcialmente su eficacia. Más actividades,
programas o cultos no quiere decir forzosamente “mejor”.

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Lee C. Camp, Mere Discipleship: Radical Christianity in a Rebellious World (“Discipulado esencial: un
cristianismo radical en medio de un mundo rebelde”, Grand Rapids: Brazos Press, 2003), p. 16.
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1.2. El problema de los enfoques defectuosos de discipulado.

También hay enfoques defectuosos que pueden seguir saboteando la labor de hacer discípulos.
Pensemos en cuatro caminos comunes, pero defectuosos, junto con las vías bíblicas correspondientes.

A) Discipulado “por ósmosis” en vez de discipulado intencional. Muchos pastores no han


sabido crear una decidida estrategia para hacer discípulos. Se apoyan en que el crecimiento se
produciría de manera natural mediante la participación en los cultos y las actividades de la
iglesia. Es probable que eso sea esperar demasiado de esas actividades. En primer lugar,
porque se pierde mucho de la enseñanza en nuestra forma del culto y no hay oportunidad de
exponer dudas. Además, se necesita una verdadera comunidad, en la cual los miembros se
relacionan de manera significativa e influyen entre ellos; pero esto es algo que rara vez se
produce. Finalmente, sólo un pequeño grupo de creyentes es realmente capaz de crecer
espiritualmente sólo por la costumbre de escuchar las predicaciones y las enseñanzas bíblicas.

B) Lecciones para nuevos creyentes en vez de crecimiento continuo. Durante sus


primeros siglos, la iglesia exigía a los convertidos que pasaran por un período de
adiestramiento que duraba entre dos y tres años, antes de ser plenamente aceptados en el
seno de la congregación. Hoy día parece difícil hacer que los nuevos creyentes se
comprometan con un período extenso de discipulado, optando por una inducción de tiempo
corto. Muchas iglesias tienen un curso para nuevos creyentes, al cual le ponen el nombre
de clase de discipulado. Lo típico es que dure unos cuantos meses, y se dé por sentado que esta
cantidad de tiempo baste para transformar a un convertido en un discípulo. Debemos pensar:
¿Cómo podemos cambiar la cultura de la iglesia para que esté en sintonía con la misión de
Dios? En particular: ¿Cómo podemos motivar a los creyentes a un crecimiento continuo? Los
líderes deben enfrentarse a estas cuestiones a la luz de los significativos obstáculos culturales y
personales, y las dificultades naturales que se oponen al discipulado.

C) Selección de temas doctrinales en vez de vida integral. Al discipular, por nuestra


costumbre de entender el discipulado como seguir un plan de estudios, insistimos en ciertas
doctrinas y prácticas a expensas de otras. Esto es consecuencia de las cosas que destacan las
denominaciones eclesiales, de los estudios que hayan hecho los líderes, y de sus preferencias
personales. Por consiguiente, quedan muchos aspectos de la vida cristiana que no reciben la
atención adecuada. En general, las personas que acuden a reuniones de estudio bíblico o de
discipulado, han recibido una cantidad de instrucción en buena parte de los aspectos de la vida
espiritual —oración, fe, mayordomía, y tentaciones—, junto con los aspectos de la vida
familiar y el matrimonio. Sin embargo, hay muchos aspectos prácticos que ocupan una inmensa
parte del pensamiento, tiempo, y energía del creyente, que han recibido muy poca atención.

D) Plan de estudios en vez de relaciones que transforman. La mayoría de las iglesias dan
por sentado que si las personas terminan las clases que se les recomiendan, y absorben la
información que necesitan, han completado el discipulado. Esto elude de una manera muy
cómoda el difícil trabajo de enfrentar a las personas con la confusión y los enredos que tienen
en su vida. Por lo general, los cristianos tienen mucho más conocimiento espiritual del que
aplican a la práctica. Si el estudio de la Biblia no nos transforma, es porque nuestro
conocimiento es sólo es un viaje mental y un sustituto idolátrico de la espiritualidad genuina.

Debemos reconocer que un plan de temas doctrinales no puede efectuar por sí solo una
transformación. El crecimiento espiritual se ha convertido en una industria, un sistema, un
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conjunto de principios, fórmulas, programas de adiestramiento, planes de estudio, libros, y


grabaciones que promete al que lo siga que producirá en él madurez y profundidad. Sin
embargo, los seres humanos son únicos, y sus circunstancias varían. Las personas también
aprenden y ponen en práctica las verdades en distintos grados y de diversas formas. Tienen
cuestiones personales que piden una solución, y aspectos de su vida que necesitan un
desarrollo. Donde mejor trabajan estos procesos, es en un ambiente de cuidado continuo
mediante relaciones de confianza, vulnerabilidad, ejemplo, y responsabilidad.

2. CLAVES PARA LA TRANSFORMACIÓN DE LA IGLESIA.

2.1. Reconocer el fruto esperado de la iglesia: Discípulos

Hoy día basta con preguntar cuál es la característica de una iglesia fructífera, fuerte o efectiva, y
escuchar las respuestas de primera intención. Escucharemos respuestas como:
El tamaño del templo
La cantidad de miembros
Cantidad de ministerios, obras o iglesias que se han establecido
La influencia o poder del pastor
La capacidad mediática de la iglesia
Los recursos económicos

Sin embargo, al volver al concepto bíblico de ekklesía, nos damos cuenta que una iglesia fuerte y
efectiva es la que persevera en el mensaje de Cristo y los apóstoles, aplicándolo como es debido, es
una iglesia que tiene capacidad de transformar la sociedad donde se encuentra, partiendo de la
transformación de las personas que la integran, y que manifiesta de muchas maneras la presencia de
Jesucristo en ella.

En otras palabras, una iglesia fuerte produce cristianos fuertes, produce discípulos, no asistentes a
un programa, servicio religioso o reuniones de discipulado. La medida del éxito, el fruto esperado de
la iglesia está en la transformación de la vida de las personas y de la sociedad, en discípulos
incondicionales, capaces de ser y de hacer lo que Dios les pide. En Mateo 16:24 podemos leer con
claridad la invitación del Señor Jesucristo para que aquellos que querían ser sus discípulos es tuvieran
dispuestos a esta transformación cuando dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz, y sígame”.

Iglesias fuertes son aquellas que están enfocadas en constantemente y por medio de todos sus eventos
en preparar deliberadamente a sus miembros para ser discípulos. La iglesia les brinda el ambiente y los
recursos espirituales para que lleguen a moldear su carácter y adopten cada día más fielmente la
imagen de Cristo.

2.2. Reconocer los mecanismos de crecimiento integral

La importancia de la formación espiritual.

Las iglesias que crecen integralmente son aquellas en que sus miembros tienen claro que existe un
proceso formativo para guiarlos a la madurez en Cristo. La idea de Vida Espiritual en estas iglesias, se
refiere, en especial, al proceso formativo de transformación y santificación, que de forma
progresiva y permanente tiene lugar en el creyente comprometido con Dios. El propósito de estas
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iglesias es transformar al creyente progresiva y constantemente en la imagen de Cristo hasta ser


perfeccionados en su venida. En 2 Corintios 3:18 y Romanos 12:2, el verbo transformar (metamorfoo)
se refiere a “cambiar, convertir la naturaleza, el carácter”. En el primer versículo es Dios el agente de
dicho cambio, en el segundo versículo se nos manda a nosotros permitir dicha transformación.

Las disciplinas de vida para una relación con Cristo.

Las iglesias que crecen integralmente conducen a sus miembros a una disciplina de vida donde logren
organizar su tiempo, sus ingresos, sus hábitos y compromisos de acuerdo a metas espirituales. Esa
consciencia de la vida cambia la perspectiva de la iglesia y de la vida cristiana. En vez de víctimas del
ajetreo cotidiano, de los afanes del mundo y de la estructura de iglesia, los creyentes se reconocen
como agentes responsables de su propio crecimiento espiritual. Debemos reconocer que el provecho
y calidad de nuestra vida, depende de lo que decidamos hacer con el tiempo que se nos concede.

El desarrollo de una auténtica y disciplinada vida espiritual implica dos aspectos: (1) Comprender las
implicaciones y dimensiones espirituales de todo lo que hacemos, de lo que ocurre a cada instante (1
Corintios 11:31). Todo acto cotidiano es espiritual y debemos tener a Dios presente en todo. (2)
Reconocer el valor del presente, de la oportunidad actual, del “hoy” de Dios, en lugar de vivir
sometidos al pasado o preocupados por el futuro (Mateo 6:11). Es un asunto bien conocido en la
espiritualidad cristiana que el desarrollo de una vida piadosa requiere el ejercicio de ciertos hábitos o
disciplinas espirituales, sin las cuales los creyentes no pueden experimentar crecimiento, ni cambios en
el carácter (1 Timoteo 4:7). La falta de disciplina nos lleva a la inmadurez e incapacidad de
discernimiento espiritual, en tanto que el ejercicio espiritual nos permite crecer y ser fuertes
(Hebreos 5:12-14). La vida cristiana es práctica, no es sólo mental, discursiva, ni teórica.

La centralidad de las relaciones interpersonales amistad: Vivir el fruto del Espíritu.

Las relaciones personales son centrales en el plan de Dios: Testimonio, madurez, dimensión práctica
de la fe, edificación. El crecimiento integral orgánico es por relaciones unos con otros. En este sentido,
la iglesia es una comunidad donde las relaciones personales son el instrumento que Dios elige
para formar nuestra vida. Este es el propósito del porqué necesitamos ser miembros de un cuerpo,
en el cual somos edificados mutuamente en amor (Efesios 4: 15-16). Sin una sana relación de armonía
y de cooperación con el cuerpo, no podemos crecer. La predicación, el culto, las actividades y
reuniones son elementos institucionales de la iglesia; pero ellos, en sí mismos no generan el
crecimiento. El crecimiento depende de elementos más de carácter vital u orgánico; que hablan más
del carácter, de las relaciones entre los miembros: El amor, el compañerismo, la oración, la unidad, el
servicio. Cuando los cristianos se reúnen, tanto los que son más maduros, como los menos maduros,
tienen sus relaciones de amor, el compromiso mutuo y el servicio basado en el ejercicio de los dones
espirituales como los recursos por medio de los cuales el Espíritu Santo operará en ellos para que
ambos crezcan.

2.3. Establecer un proceso formativo como eje del trabajo de iglesia

Hoy día, en el contexto de la iglesia y de la liturgia, es común escuchar frases como “ministro de
alabanza,” “tiempo de ministración,” “ministerio de sonido,” “ministerio de publicidad,” “ministerio de
refrigerios”. Lo anterior refleja cierta noción errónea del significado bíblico del ministerio cristiano, y
de cómo entender sus principios para vivirlos en la práctica de la fe cristiana. El ministerio cristiano
apunta hacia lo que escribe Pablo en Colosenses 1:27-29:
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Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a
todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto (maduro) en Cristo Jesús a todo hombre, para lo
cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí.

Toda la razón de ser del ministerio cristiano se realiza en que cada niño, joven, adulto o anciano,
hombre o mujer, pueda convertirse en un reflejo del carácter de Cristo, pueda caminar hacia la
madurez cristiana, y producir, partiendo de una transformación personal, una transformación social,
histórica y ecológica. Alcanzar este resultado implica un proceso; idea que los ministros “activistas”
rechazan o pasan por alto. Jesús definió el crecimiento del Reino y el discipulado como procesos
naturales (Mateo 13:1-33; Juan 15:1-8). La iglesia del Nuevo Testamento creció mediante un proceso
formativo y acrecentador (Hechos 2:41-47). Pablo también enfatiza esta idea (1Corintios 3:6-10)

Ser iglesia requiere volver al proceso bíblico, simple y natural de hacer discípulos, cristianos
incondicionales. Debemos luchar contra el frenesí activista y la sobre valoración de los números y del
dinero. Se requiere hoy más que nunca simplificar la tarea de dirigir a la iglesia. Simplificar no significa
“hacer fácil”, sino: Hacer claro, comprensible, sencillo, descomplicar el proceso de dirigir a la iglesia y
cumplir nuestra misión. Entendamos que el crecimiento integral de la iglesia no depende del esfuerzo
humano, de seguir determinado tipo de plan de trabajo, método, manual, o de los recursos que se
tienen. Se trata del fomentar la salud de la iglesia, del tener cristianos sanos y maduros, como parte de
un proceso natural de crecimiento. Las iglesias que tienen un crecimiento integral y perdurable
son aquellas que han desarrollado un proceso claro y sencillo para formar discípulos de
manera natural.

3. PASOS HACIA LA TRANSFORMACIÓN.

La transformación de una iglesia con ministerios tradicionales hacia una iglesia basada en un proceso
formativo se diseña en torno de cuatro etapas. Primero, el liderazgo y la iglesia tienen bien claro el
proceso (claridad) y están comprometidos a llevarlo a la práctica. El proceso fluye de manera lógica
(movimiento) y se implementa en todas las áreas de la iglesia (alineación). La iglesia abandona todo lo
que no está en el proceso (enfoque).

La iglesia formadora de discípulos se diseña para que sea una secuencia, de manera que la gente pueda
avanzar a lo largo del proceso. El proceso fluye de manera lógica. Atrae a las personas a Cristo y a la
iglesia y luego las conduce a puntos de compromiso. La meta es acompañar a Dios en esto de
conducir a la gente por las etapas de crecimiento espiritual—adoración, compañerismo, discipulado,
evangelismo, y ministerio. Lo esencial son las vidas que han cambiado, el resultado que finalmente se
espera. La meta es que la gente sea a la imagen de Cristo.

La mayoría de iglesias no han diseñado un proceso simple de discipulado. No han estructurado su


iglesia en torno del proceso de transformación espiritual. Y producen escaso impacto. Estas iglesias
necesitan una transformación extrema. Un proceso simple produce una gran diferencia. La
investigación es convincente.5

5
Consúltese: Rainer, Thom y Geiger, Eric. Iglesia Simple. Nashville: Broadman & Holman Publishers.
2007.*/ ------------------- Iglesias Exitosas. Miami. Editorial Vida. 2005.*
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3.1. Claridad: La claridad es la capacidad del proceso de comunicarse y de ser comprendido por
la gente. El entendimiento siempre precede al compromiso. Si las personas deben abrazar y
participar en el proceso ministerial, deben ser capaces de interiorizarlo. Para lograr esto,
primero deben poder captarlo. Iglesias simples tienen un proceso claro como el cristal.

3.2. Movimiento: El movimiento son los pasos secuenciales en el proceso que hacen que las
personas avancen hacia mayores áreas de compromiso. El movimiento nos habla de fluidez. Se
refiere a la asimilación. El movimiento hace que una persona avance al siguiente paso. Las
carreras de relevo se ganan o se pierden en las transferencias. El movimiento es cómo alguien
pasa de un nivel de compromiso a un mayor nivel de compromiso—de adoración a
compañerismo a ministerio, etc.

3.3. Alineación: La alineación es la disposición de todos los ministerios y del personal alrededor
del mismo proceso simple. La alineación asegura que todo el cuerpo de la iglesia se desplaza
en la misma dirección y de la misma manera. En una iglesia a la que le falta alineación, todos
compiten por el mismo espacio, los mismos recursos, los mismos voluntarios, y el mismo
tiempo dentro del calendario. Iglesias simples insisten en que cada miembro de equipo y cada
ministerio abrace y ejecute su proceso simple de ministerio.

3.4. Enfoque: El enfoque es el compromiso de abandonar todo lo que queda fuera del proceso
ministerial simple. El enfoque con frecuencia implica decir “no.” El enfoque exige que se diga
“sí” a lo mejor y “no” a todo lo demás. El enfoque es el elemento más difícil de implementar.
Exige una profunda convicción y agallas. El enfoque no hace que los líderes de la iglesia sean
populares. Pero sin enfoque, el proceso se halla enterrado en algún lugar bajo cientos de
eventos especiales y actividades.

4. CONCLUSIONES

• Las iglesias efectivas en formar discípulos abandonan todo lo que está fuera del proceso simple
porque amenaza con robar la atención y la energía de lo que ha sido determinado necesario.

• Los líderes de la iglesia deben tener la determinación del apóstol Pablo, que dijo: “Una cosa
hago” (Filipenses 3:13). Si uno quiere que prevalezca lo necesario, debe deshacerse de lo
innecesario. Lo innecesario con frecuencia se pone en camino de lo necesario. Lo innecesario
divide la atención, los recursos, y el tiempo. Se tiene que eliminar lo innecesario y conservar
lo mejor. “Esto es lo que pido en oración…que disciernan lo que es mejor” (Filipenses 1:9-
10).

• El propósito último del que habla toda la Biblia y es la razón de ser de la misma, es poder
lograr que la gente desarrolle madurez espiritual, ¿Qué es madurez espiritual? hacer que la
gente piense y viva como Jesús, ¿Cuánto tiempo nos tomará esa tarea? Esto último depende
de Dios y de la situación de cada quien. Lo que sí nos corresponde a nosotros es comenzar
hoy a buscar el crecimiento de manera intencional y comprometidos en serio. Busca la
transformación en ti mismo y en tu gente, pero que sea una transformación natural, no
forzada; una transformación verdadera es un proceso y depende de relaciones, no de eventos,
ni de actividades.
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“Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a
nosotros mismos”. Viktor E. Frankl

“Nos deleitamos con la belleza de la mariposa, pero raramente admitimos los cambios por los que ha pasado
para conseguir esa belleza”. Maya Angelou

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Preguntas para reflexión en clase:

1. ¿Qué ideas sobre el cambio en la iglesia y el papel del liderazgo han capturado su atención o
despertado alguna inquietud?

2. ¿Cómo la crisis actual ha puesto en evidencia la necesidad de la iglesia de cambiar


adaptativamente y transformar muchas de sus creencias, prácticas, actividades, valores, formas
de trabajo y estructuras? Piense en ejemplos desde su propia iglesia u otras iglesias que
conozca.

3. ¿Cómo piensa que ayudaría a su iglesia local el aprender sobre estos temas? ¿Cómo y con
quién compartiría usted lo aprendido?

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