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Mirada retrospectiva
La ley de Dios existía antes que el hombre fuera creado. Los ángeles eran
gobernados por ella. Satanás cayó porque transgredió los principios del gobierno de Dios.
Después que Adán y Eva fueron creados, Dios les hizo conocer su ley. Esta no estaba
escrita entonces, pero les fue repetida por Jehová...
Después del pecado y la caída de Adán, nada fue eliminado de la ley de Dios. Los
principios de los Diez Mandamientos existían antes de la caída, y eran de una naturaleza
que se ajustaban a la condición de un orden de seres santos. (2)
Dios creó al hombre con la capacidad de decidir por sí mismo, lo hizo libre de elegir
sus propias acciones, pero también le colocó una condición para demostrar su lealtad ante
el universo y consistía en no comer del árbol de la ciencia del bien y el mal (Génesis 2:17).
La caída del hombre llenó todo el cielo de tristeza. El mundo que Dios había hecho
estaba mancillado con la maldición del pecado, y habitado por seres condenados a la
miseria y a la muerte. Parecía no existir escapatoria para quienes habían quebrantado la ley.
Dios permitió que Satanás siguiera con su obra hasta que el espíritu de desafecto se
trocó en una activa rebelión. Era necesario que sus planes se desarrollaran en toda su
plenitud, para que sus verdadera naturaleza y tendencia fuesen vistas por todos.
Por lo tanto, era necesario demostrar ante los habitantes del cielo y de todos los
mundos que el gobierno de Dios es justo y su Ley perfecta. Satanás había fingido que
procuraba fomentar el bien del universo. El verdadero carácter del usurpador y su
verdadero objetivo debían ser comprendidos por todos. Debía dársele tiempo suficiente
para que se revelara por medio de sus propias obras inicuas.
Ahora bien, toda desobediencia a Dios es pecado y como tal tiene consecuencias
que nos separan de Dios. En Génesis 3:21 vemos la consecuencia de la desobediencia de
Adán y Eva, donde se hizo necesario el sacrificio de un cordero inocente para cubrir la
desnudez de su pecado. Con esto podemos decir que "el sistema de sacrificios del AT se
originó inmediatamente después de la caída". (5)
Elena G. de White en sus escritos confirma el lugar y el origen de los sacrificios cuando
dice:
"Para Adán, ofrecer el primer sacrificio fue una ceremonia muy dolorosa. Tuvo que
alzar la mano para quitar una vida que sólo Dios podía dar. Por primera vez iba a presenciar
la muerte, y sabía que si hubiese sido obediente a Dios no la habrían conocido ni el hombre
ni las bestias. Mientras mataba la inocente víctima temblaba al pensar que su pecado haría
derramar la sangre del Cordero inmaculado de Dios". (8)
La justificación: nos salva de la culpa del pecado y nos da derecho al cielo. Cuando
venimos a Cristo con corazón contrito y humillado y confesamos nuestros pecados, Él nos
perdona. Antes estábamos condenados a muerte, pero ahora tenemos la garantía de la vida
eterna a través de su muerte. Ante la vista de Dios ya no somos culpables. La justicia de
Cristo no es acreditada sin mérito alguno de nuestra parte (Romanos 3:24). La muerte que
debemos de sufrir la sufrió Él en nuestro lugar. La justicia de Cristo no es imputada, somos
declarados inocentes y se nos trata como si nunca hubiésemos pecado. Somos “aceptos en
el Amado (Efesios 1:6) y tenemos el titulo o el derecho de entrar al cielo en virtud de los
méritos de Cristo. Como ya hemos visto Jesús tuvo que hacerse hombre para poder
acreditarnos su vida y su muerte.
La santificación: esta nos salva del poder del pecado. Si la justificación nos da el perdón
del pecado, la santificación nos da la victoria sobre el pecado. En la justificación Cristo
llega a ser nuestro Salvador, en la santificación llega a ser nuestro Señor. Si en la
justificación la justicia de Cristo nos es imputada (atribuida), en la santificación nos es
impartida (derramada en nuestro corazón).
Estos tres pasajes guardan relación entre sí en el diagrama mostrado arriba de los
2300 días, las 70 semanas y la purificación del Santuario y el Juicio Investigador iniciado el
22 de octubre de 1844. Estas profecías (70 semanas y 2300 días) tuvieron su cumplimento a
lo largo de la historia el antiguo Israel, la venida y muerte del Mesía y su obra intercesora
en 1844 hasta su segunda venida.
Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fueran purificadas así;
pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. (Hebreos 9:23) El
Santuario celestial es el centro del gobierno de Dios, y el mismo fue pisoteado por Satanás
por medio del cuerno pequeño en Daniel 7, desafiando la autoridad de Dios. A la luz del
Calvario, todas las acusaciones de Satanás serán refutadas. Todos comprenderán y estarán
de acuerdo en que Dios estuvo siempre en lo correcto; que no tiene responsabilidad alguna
por el problema del pecado. Su carácter saldrá inmaculado de la prueba, y su gobierno de
amor será confirmado en el universo. El mismo juicio que resulta en la condenación del
poder apóstata del cuerno pequeño, fue dado a favor de los santos del Altísimo (Daniel
7:22). Este juicio no solo vindica a Dios delante del universo, sino también a su pueblo. Los
santos han sido despreciados y perseguidos por su fe en Cristo a través de los siglos; ahora
este juicio pone las cosas en su lugar. El pueblo de Dios verá cumplirse la promesa de
Cristo: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le
confesaré delante de mi Padre que está en los cielos”. (Mateo 10:32)
El juicio antes del advenimiento (juicio investigador) es para beneficio del universo,
puesto que refuta las acusaciones de Satanás y provee para la creación no caída la seguridad
de que Dios permitirá entrar en su reino únicamente a los que estén verdaderamente
convertidos.
Tanto la purificación como el juicio pondrán fin a la gran controversia entre Dios y
Satanás, donde la quebrantada ley de Dios será restaurada por la transgresión de nuestros
primeros padres. El santuario celestial está contaminado con los pecados confesados de
cada uno de los seguidores de Cristo, que a diario depositan sus pecados por medio de la
oración y la sangre redentora de Cristo.
Cuando Cristo culmine su obra intercesora por cada uno de nosotros, saldrá del
lugar Santísimo a reclamar a su pueblo, que tomó como suyo su sacrificio expiatorio en la
cruz del calvario, y a depositar en Azazel (Satanás) los pecados de toda la humanidad.
Nuestro gran Sumo Sacerdote, nos está representando como abogado ante el Padre.
El centro de este mensaje es el evangelio eterno, que debe ser proclamado con un
sentido de urgencia por cuanto “la hora de su juicio ha llegado” (Apoc. 14:7). Este llamado
amonesta al mundo en cuanto a que el juicio de Dios está realizándose ahora. Dios llama a
su pueblo a experimentar un arrepentimiento de corazón. La obra de Cristo como Sumo
Sacerdote se acerca a su fin, no sabemos cuando se proclamará la voz: “Consumado es”.
Referencias
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