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From the Liberty to

the Fall of the Wall.


The book cover features an artistic montage of significant historical
moments and figures, from the storming of the Bastille during the French
Revolution to the collapse of the Berlin Wall in 1989.

Jacobo Cardona Marín


Volumen 1 – Revolución Francesa

Antecedentes ideológicos
Los escritores ilustrados del siglo XVII, filósofos, politólogos, científicos y economistas,
denominados comúnmente philosophes, y a partir de 1751 los enciclopedistas, contribuyeron a
minar las bases del derecho divino de los reyes. La filosofía de la Ilustración ha desempeñado
pues un rol significativo en el giro que tomaron estos eventos históricos pero su influencia debe
relatarse de modo más matizado: acordarles demasiada importancia a los preceptos filosóficos
nacidos durante ese siglo se revelaría como una carencia mayúscula de fidelidad historiográfica.
La corriente de pensamiento vigente en Francia era la Ilustración, cuyos principios se basaban
en la razón, la igualdad y la libertad. La Ilustración había servido de impulso a las Trece
Colonias norteamericanas para la independencia de su metrópolis europea. Tanto la influencia
de la Ilustración como el ejemplo de los Estados Unidos sirvieron de «trampolín» ideológico
para el inicio de la revolución en Francia.

Causas
Los historiadores generalmente ven las causas subyacentes de la como impulsadas por el fracaso
del Antiguo Régimen para responder a la creciente desigualdad social y económica. El rápido
crecimiento de la población y las restricciones causadas por la incapacidad de financiar
adecuadamente la deuda pública, dieron lugar a una depresión económica, desempleo y altos
precios de los alimentos.4 Combinado con un sistema fiscal regresivo y la resistencia a la reforma
de la élite gobernante, el resultado fue una crisis que Luis XVI no pudo manejar.56
Bajo Luis XIV, la corte de Versalles se había convertido en el centro de la cultura, la moda y el
poder político. Las mejoras en la educación y la alfabetización a lo largo del
siglo xviii significaron audiencias más grandes para los periódicos y revistas, con logias
masónicas, cafeterías y clubes de lectura que proporcionaron áreas donde la gente podía debatir
y discutir ideas. El surgimiento de esta llamada "esfera pública" llevó a París a reemplazar
a Versalles como centro cultural e intelectual, dejando a la Corte aislada y con menos capacidad
de influir en la opinión.7 8
Además de estos cambios sociales, la población francesa creció de 18 millones en 1700 a 26
millones en 1789, convirtiéndose en el Estado más poblado de Europa; París tenía más de 600
000 habitantes, de los cuales aproximadamente un tercio estaban desempleados o no tenían
trabajo regular. Los métodos agrícolas ineficientes significaban que los agricultores nacionales
no podían mantener estos números, mientras que las redes de transporte primitivas dificultaban
el mantenimiento de los suministros incluso cuando había suficientes. Como resultado, los
precios de los alimentos aumentaron en un 65 % entre 1770 y 1790, pero los salarios reales
aumentaron solo en un 22 %.9 La escasez de alimentos fue particularmente perjudicial para el
régimen, ya que muchos atribuyeron los aumentos de precios a la incapacidad del gobierno para
evitar la especulación. En la primavera de 1789, una mala cosecha seguida de un invierno severo
había creado un campesinado rural sin nada que vender y un proletariado urbano cuyo poder
adquisitivo se había derrumbado.
El otro gran lastre para la economía fue la deuda estatal. Las visiones tradicionales de la
Revolución francesa a menudo atribuyen la crisis financiera de la década de 1780 a los grandes
gastos de la guerra anglo-francesa de 1778-1783, pero los estudios económicos modernos
muestran que esto es incorrecto. En 1788, la relación entre la deuda y la renta nacional bruta en
Francia era del 55,6 %, en comparación con el 181,8 % en Gran Bretaña. Aunque los costos de
los préstamos en Francia eran más elevados, el porcentaje de los ingresos fiscales dedicados al
pago de intereses era aproximadamente el mismo en ambos países.10
Sin embargo, estos impuestos los pagaban predominantemente los pobres de las zonas urbanas
y rurales, y los parlamentos regionales que controlaban la política financiera bloquearon los
intentos de repartir la carga de manera más equitativa. El impasse resultante frente a la angustia
económica generalizada llevó a la convocatoria de los Estados Generales, que se radicalizaron
por la lucha por el control de las finanzas públicas. Sin embargo, ni el nivel de la deuda estatal
francesa en 1788, ni su historia previa, pueden considerarse una explicación del estallido de la
revolución en 1789.11
Aunque Luis no fue indiferente a la crisis, cuando se enfrentó a la oposición, tendió a retroceder.
La Corte se convirtió en el blanco de la ira popular, especialmente la reina María Antonieta, que
fue vista como una espía austríaca derrochadora, y acusada de la destitución de ministros
«progresistas» como Jacques Necker. Para sus oponentes, las ideas de la Ilustración sobre la
igualdad y la democracia proporcionaron un marco intelectual para abordar estos problemas,
mientras que la Revolución estadounidense fue vista como una confirmación de su aplicación
práctica.12

Estados Generales de 1789


Los Estados Generales estaban formados por los representantes de cada estamento. Estos
estaban separados a la hora de deliberar, y tenían solo un voto por estamento. La convocatoria
de 1789 fue un motivo de preocupación para la oposición, por cuanto existía la creencia de que
no era otra cosa que un intento, por parte de la monarquía, de manipular la asamblea a su antojo.
La cuestión que se planteaba era importante. Estaba en juego la idea de soberanía nacional, es
decir, admitir que el conjunto de los diputados de los Estados Generales representaba la voluntad
de la nación.
El tercer impacto de los Estados Generales fue de gran tumulto político, particularmente por la
determinación del sistema de votación. El Parlamento de París propuso que se mantuviera el
sistema de votación que se había usado en 1614, si bien los magistrados no estaban muy seguros
acerca de cuál había sido en realidad tal sistema. Sí se sabía, en cambio, que en dicha asamblea
habían estado representados (con el mismo número de miembros y con un solo voto) el clero
(Primer Estado), la nobleza (Segundo Estado) y el resto de la población (Tercer Estado,
principalmente la burguesía y el campesinado). Inmediatamente, un grupo de liberales parisinos
denominado «Comité de los Treinta», compuesto principalmente por gente de la nobleza,
comenzó a protestar y agitar, reclamando que se duplicara el número de asambleístas con
derecho a voto del Tercer Estado (es decir, los «Comunes»). El gobierno aceptó esta propuesta,
pero dejó a la Asamblea la labor de determinar el derecho de voto. Este cabo suelto creó gran
tumulto.
El rey Luis XVI y una parte de la nobleza no aceptaron la situación. Los miembros del Tercer
Estamento se autoproclamaron Asamblea Nacional, y se comprometieron a escribir una
constitución. Sectores de la aristocracia confiaban en que estos Estados Generales pudieran
servir para recuperar parte del poder perdido, pero el contexto social ya no era el mismo que
en 1614. Ahora existía una élite burguesa que tenía una serie de reivindicaciones e intereses que
chocaban frontalmente con los de la nobleza (y también con los del pueblo, cosa que se
demostraría en los años siguientes).

La Asamblea Nacional Constituyente (1789-1791)


Cuando finalmente los Estados Generales de Francia se reunieron en Versalles el 5 de mayo de
1789 y se originaron las disputas respecto al tema de las votaciones, los miembros del Tercer
Estado debieron verificar sus propias credenciales, comenzando a hacerlo el 28 de mayo y
finalizando el 17 de junio, cuando los miembros del Tercer Estado se declararon como únicos
integrantes de la Asamblea Nacional: esta no representaría a las clases pudientes sino al pueblo
en sí. Si bien invitaron a los miembros del Primer y Segundo Estado a participar en esta asamblea,
dejaron en claro sus intenciones de proceder incluso sin esta participación.
La monarquía, opuesta a la Asamblea, cerró las salas donde esta se estaba reuniendo. Los
asambleístas se mudaron a un edificio cercano, donde la aristocracia acostumbraba a jugar el
juego de la pelota, conocido como jeu de paume. Allí es donde procedieron con lo que se conoce
como el Juramento del Juego de la Pelota el 20 de junio de 1789, prometiendo no separarse hasta
tanto dieran a Francia una nueva constitución. La mayoría de los representantes del bajo clero se
unieron a la Asamblea, al igual que 47 miembros de la nobleza. Ya el 27 de junio, los
representantes de la monarquía se dieron por vencidos, y por esa fecha el rey mandó reunir
grandes contingentes de tropas militares que comenzaron a llegar a París y Versalles. Los
mensajes de apoyo a la Asamblea llovieron desde París y otras ciudades. El 9 de julio la Asamblea
se nombró a sí misma Asamblea Nacional Constituyente.

Toma de la Bastilla
El 11 de julio de 1789, el rey Luis XVI, actuando bajo la influencia de los nobles conservadores
al igual que la de su hermano, el conde D'Artois, despidió al ministro Necker y ordenó la
reconstrucción del Ministerio de Finanzas. Gran parte del pueblo de París interpretó esta medida
como un autogolpe de la realeza, y se lanzó a la calle en abierta rebelión. Algunos de los militares
se mantuvieron neutrales, pero otros se unieron al pueblo.
El 14 de julio, el pueblo de París respaldó en las calles a sus representantes y, ante el temor de
que las tropas reales los detuvieran, asaltaron la fortaleza de la Bastilla, símbolo del absolutismo
monárquico, pero también punto estratégico del plan de represión de Luis XVI, pues sus
cañones apuntaban a los barrios obreros. Tras cuatro horas de combate, los insurgentes tomaron
la prisión, matando a su gobernador, el marqués Bernard de Launay. Si bien solo cuatro presos
fueron liberados, la Bastilla se convirtió en un potente símbolo de todo lo que resultaba
despreciable en el Antiguo Régimen. Retornando al ayuntamiento, la multitud acusó al
alcalde Jacques de Flesselles de traición, quien recibió un balazo que lo mató. Su cabeza fue
cortada y exhibida en la ciudad clavada en una pica, naciendo desde entonces la costumbre de
pasear en una pica las cabezas de los decapitados, lo que se volvió muy común durante la
Revolución.

El Gran Miedo y la abolición del feudalismo


La Revolución se fue extendiendo por ciudades y pueblos, creándose nuevos ayuntamientos que
no reconocían otra autoridad que la Asamblea Nacional Constituyente. La insurrección motivada
por el descontento popular siguió extendiéndose por toda Francia. En las áreas rurales, para
protestar contra los privilegios señoriales, se llevaron a cabo actos de quema de títulos sobre
servidumbres, derechos feudales y propiedad de tierras, y varios castillos y palacios fueron
atacados. Esta insurrección agraria se conoce como la Grande Peur (el Gran Miedo).
La noche del 4 de agosto de 1789, la Asamblea Nacional Constituyente, actuando detrás de los
nuevos acontecimientos, suprimió por ley las servidumbres personales (abolición
del feudalismo), los diezmos y las justicias señoriales, instaurando la igualdad ante el impuesto,
ante penas y en el acceso a cargos públicos. En cuestión de horas, los nobles y el clero perdieron
sus privilegios. El curso de los acontecimientos estaba ya marcado, si bien la implantación del
nuevo modelo no se hizo efectiva hasta 1793. El rey, junto con sus seguidores militares,
retrocedió al menos por el momento. Lafayette tomó el mando de la Guardia Nacional de
París y Jean-Sylvain Bailly, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, fue nombrado
nuevo alcalde de París. El rey visitó París el 27 de julio y aceptó la escarapela tricolor.
Sin embargo, después de estos actos de violencia, los nobles, no muy seguros del rumbo que
tomaría la reconciliación temporal entre el rey y el pueblo, comenzaron a salir del país, algunos
con la intención de fomentar una guerra civil en Francia y de llevar a las naciones europeas a
respaldar al rey. Estos fueron conocidos como los émigrés (emigrados).
Pérdida de poder de la Iglesia
La revolución se enfrentó duramente con la Iglesia católica, que pasó a depender del Estado.
En 1790 se eliminó la autoridad de la Iglesia de imponer impuestos sobre las cosechas, se
eliminaron también los privilegios del clero y se confiscaron sus bienes. Bajo el Antiguo
Régimen, la Iglesia era la mayor terrateniente del país. Más tarde se promulgó una legislación que
convirtió al clero en empleados del Estado. Estos fueron unos años de dura represión para el
clero, siendo comunes la prisión y masacre de sacerdotes en toda Francia. El Concordato de
1801 entre la Asamblea y la Iglesia finalizó este proceso y establecieron normas de convivencia
que se mantuvieron vigentes hasta el 11 de diciembre de 1905, cuando la Tercera
República sentenció la separación definitiva entre la Iglesia y el Estado. El viejo calendario
gregoriano, propio de la religión católica, fue anulado por Billaud-Varenne, en favor de un
«calendario republicano» y una nueva era, que establecía como primer día el 22 de septiembre de
1792.
Composición de la Asamblea
En una Asamblea que se quería plural y cuyo propósito era la redacción de una constitución
democrática, los 1200 constituyentes representaban las diversas tendencias políticas del
momento.

• La derecha representaba a las antiguas clases privilegiadas. Sus oradores más


brillantes eran el aristócrata Cazalès, en representación de la nobleza, y el abad Jean-
Sifrein Maury, en representación del alto clero. Se oponían sistemáticamente a todo
tipo de reformas y buscaban más sembrar la discordia que proponer medidas.13

• En torno al antiguo ministro Jacques Necker se constituyó un partido moderado,


poco numeroso, que abogaba por el establecimiento de un régimen parecido al
británico: Jean-Joseph Mounier, el conde de Lally-Tollendal, el conde de Clermont-
Tonnerre y el conde de Vyrieu, formaron un grupo denominado «demócratas
realistas».[cita requerida] Se les llamó más tarde «partido monárquico».13

• El resto (y mayoría) de la Asamblea conformaba lo que se llamaba el «partido de la


nación». En él se dibujaban dos grandes tendencias, sin que ninguna tuviera
homogeneidad ideológica. Mirabeau, Lafayette y Bailly representaban la alta
burguesía, mientras que el triunvirato compuesto
por Barnave, Duport y Lameth encabezaba los que defendían las clases más
populares; los tres procedían del Club Bretón y eran portavoces de las sociedades
populares y de los clubes. Representaban la franja más izquierdista de la Asamblea,
dado que aún no se manifestaban los grupos radicales que iban a aparecer más
adelante.13
En ese primer periodo constituyente, los líderes indiscutibles de la Asamblea eran Mirabeau y
el abad Sieyès.13
El 27 de agosto de 1789, la Asamblea publicó la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano inspirándose en parte en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y
estableciendo el principio de libertad, igualdad y fraternidad. Dicha declaración establecía una
declaración de principios que serían la base ineludible de la futura Constitución.
Camino a la constitución
La Asamblea Nacional Constituyente no era solo un órgano legislativo, sino la encargada de
redactar una nueva constitución. Algunos, como Necker, favorecían la creación de una asamblea
bicameral en donde el Senado sería escogido por la Corona entre los miembros propuestos por
el pueblo. Los nobles, por su parte, favorecían un Senado compuesto por miembros de
la nobleza elegidos por los propios nobles. Prevaleció, sin embargo, la tesis liberal de que la
Asamblea tendría una sola Cámara, quedando el rey sólo con el poder de veto, pudiendo
posponer la ejecución de una ley, pero no su total eliminación.
El movimiento de los monárquicos para bloquear este sistema fue desmontado por el pueblo
de París, compuesto fundamentalmente por mujeres (llamadas despectivamente «las Furias»),
que marcharon el 5 de octubre de 1789 sobre Versalles. Tras varios incidentes, el rey y su familia
se vieron obligados a abandonar Versalles y se trasladaron al palacio de las Tullerías en París.
Desde la Fiesta de la Federación hasta la Fuga de Varennes
Artículos principales: Fiesta de la Federación (Francia) y Fuga de Varennes.
El período comprendido entre octubre de 1789 y la primavera de 1791 suele considerarse de
relativa tranquilidad, cuando se promulgaron algunas de las reformas legislativas más
importantes. Aunque ciertamente es cierto, muchas áreas provinciales experimentaron conflictos
sobre la fuente de autoridad legítima, donde los oficiales del Antiguo Régimen habían sido
barridos, pero aún no se habían establecido nuevas estructuras. Esto fue menos obvio en París,
ya que la formación de la Guardia Nacional la convirtió en la ciudad mejor vigilada de Europa,
pero el creciente desorden en las provincias inevitablemente afectó a los miembros de la
Asamblea.14
La Revolución provocó un cambio masivo de poder de la Iglesia Católica al Estado; aunque se
ha cuestionado el alcance de las creencias religiosas, la eliminación de la tolerancia hacia las
minorías religiosas que significaba que en 1789 eran francesas también significaba ser católicas.15
La iglesia era el terrateniente individual más grande de Francia, controlando casi el 10 % de todas
las propiedades y los diezmos recaudados, efectivamente un impuesto del 10 % sobre la renta,
recaudado de los campesinos en forma de cultivos. A cambio, proporcionó un nivel mínimo de
apoyo social.16 Los decretos de agosto abolieron los diezmos, y el 2 de noviembre la Asamblea
confiscó todas las propiedades de la iglesia, cuyo valor se utilizó para respaldar un nuevo papel
moneda conocido como assignats. A cambio, el Estado asumió responsabilidades como pagar
al clero y cuidar a los pobres, los enfermos y los huérfanos. El 13 de febrero de 1790, se
disolvieron las órdenes religiosas y los monasterios, mientras se animaba a los monjes y monjas
a volver a la vida privada. La Constitución Civil del Clero del 12 de julio de 1790 los convirtió
en empleados del Estado, además de establecer tarifas de pago y un sistema para elegir sacerdotes
y obispos. El papa Pío VI y muchos católicos franceses se opusieron a esto porque negaba la
autoridad del papa sobre la Iglesia francesa. En octubre, treinta obispos redactaron una
declaración denunciando la ley, lo que avivó aún más la oposición.1718
Cuando se requirió que el clero jurara lealtad a la Constitución Civil en noviembre de 1790,
menos del 24 % lo hizo; el resultado fue un cisma con los que se negaron, el "clero que no jura"
o el "clero refractario". Esto endureció la resistencia popular contra la injerencia del Estado,
especialmente en áreas tradicionalmente católicas como Normandía, Bretaña y Vendée, donde
sólo unos pocos sacerdotes prestaron juramento y la población civil se volvió contra la
revolución. La negativa generalizada dio lugar a nuevas leyes contra el clero, muchos de los cuales
fueron obligados a exiliarse, deportados o ejecutados.19
A principios de 1791, la Asamblea consideró introducir una legislación contra los franceses que
emigraron durante la Revolución (émigrés). Se pretendía coartar la libertad de salir del país para
fomentar desde el extranjero la creación de ejércitos contrarrevolucionarios, y evitar la fuga de
capitales. Mirabeau se opuso rotundamente a esto. Sin embargo, el 2 de marzo de 1791 Mirabeau
falleció, y la Asamblea adoptó esta medida draconiana.
El 20 de junio de 1791, Luis XVI, opuesto al curso que iba tomando la Revolución, huyó junto
con su familia de las Tullerías. Sin embargo, al día siguiente cometió la imprudencia de dejarse
ver; fue arrestado en Varennes por un oficial del pueblo y devuelto a París escoltado por la
guardia. A su regreso a París, el pueblo se mantuvo en silencio y, tanto él como su esposa, María
Antonieta, sus dos hijos (María Teresa y Luis-Carlos, futuro Luis XVII) y su hermana (Madame
Elizabeth) permanecieron bajo custodia.
El 3 de septiembre de 1791, fue aprobada la primera constitución de la historia de Francia. Una
nueva organización judicial dio características temporales a todos los magistrados y total
independencia de la Corona. Al rey sólo le quedó el Poder Ejecutivo y el derecho de vetar las
leyes aprobadas por la Asamblea Legislativa. La Asamblea, por su parte, eliminó todas las
barreras comerciales y suprimió las antiguas corporaciones mercantiles y los gremios; en
adelante, los individuos que quisieran desarrollar prácticas comerciales necesitarían una licencia,
y se abolió el derecho a la huelga.
Aun cuando existía una fuerte corriente política que favorecía la monarquía constitucional, al
final venció la tesis de mantener al rey como una figura decorativa. Jacques Pierre
Brissot introdujo una petición insistiendo en que, a los ojos del pueblo, Luis XVI había sido
depuesto por el hecho de su huida. Una inmensa multitud se congregó en el Campo de
Marte para firmar dicha petición. Georges-Jacques Danton y Camille Desmoulins pronunciaron
discursos exaltados. La Asamblea pidió a las autoridades municipales guardar el orden. Bajo el
mando de Lafayette, la Guardia Nacional se enfrentó a la multitud. Al principio, tras recibir una
oleada de piedras, los soldados respondieron disparando al aire; dado que la multitud no cedía,
Lafayette ordenó disparar a los manifestantes, ocasionando más de cincuenta muertos.
Tras esta masacre, las autoridades cerraron varios clubes políticos, así como varios periódicos
radicales, como el que editaba Jean-Paul Marat. Danton se fugó a Inglaterra y Desmoulins y
Marat permanecieron escondidos.
Mientras tanto, la Asamblea había redactado la Constitución y el rey había sido mantenido en
custodia, aceptándola. El rey pronunció un discurso ante la Asamblea, que fue acogido con un
fuerte aplauso. La Asamblea Nacional Constituyente cesó en sus funciones el 29 de
septiembre de 1791.

La Asamblea Legislativa y la caída de la monarquía (1791-1792)

Toma del palacio de las Tullirías en 1793.

Bajo la Constitución de 1791, Francia funcionaría como una monarquía constitucional. El rey
tenía que compartir su poder con la Asamblea, pero todavía mantenía el poder de veto y la
potestad de elegir a sus ministros.
La Asamblea Legislativa se reunió por primera vez el 1 de octubre de 1791. La componían 264
diputados situados a la derecha: feuillants (dirigidos por Barnave, Duport y Lameth),
y girondinos, portavoces republicanos de la gran burguesía. En el centro figuraban 345 diputados
independientes, carentes de programa político definido. A la izquierda 136 diputados inscritos
en el club de los jacobinos o en el de los cordeliers, que representaban al pueblo llano parisino a
través de sus periódicos L´Ami du Peuple y Le Père Duchesne, y con Marat y Hebert como
portavoces. Pese a su importancia social y el apoyo popular y de la pequeña burguesía, en la
Asamblea era escasa la influencia de la izquierda, pues la Asamblea estaba dominada por las ideas
políticas que representaban los girondinos. Mientras los jacobinos tenían detrás a la gran masa
de la pequeña burguesía, los cordeliers contaban con el apoyo del pueblo llano, a través de las
secciones parisienses.
Este gran número de diputados se reunían en los clubes, germen de los partidos políticos. El
más célebre de entre estos fue el partido de los jacobinos, dominado por Robespierre. A la
izquierda de este partido se encontraban los cordeliers, quienes defendían el sufragio
universal masculino (derecho de todos los hombres al voto a partir de una determinada edad).
Los cordeliers querían la eliminación de la monarquía e instauración de la República. Estaban
dirigidos por Jean-Paul Marat y Georges-Jacques Danton, representando siempre al pueblo más
humilde. El grupo de ideas más moderadas era el de los girondinos, que defendían el sufragio
censitario y propugnaban una monarquía constitucional descentralizada. También se
encontraban aquellos que formaban parte de «el Pantano», o «el Llano», como eran llamados
aquellos que no tenían un voto propio, y que se iban por las proposiciones que más les
convenían, ya vinieran de los jacobinos o de los girondinos.
En los primeros meses de funcionamiento de la Asamblea, el rey había vetado una ley que
amenazaba con la condena a muerte a los émigrés, y otra que exigía al clero prestar juramento
de lealtad al Estado. Desacuerdos de este tipo fueron los que llevaron más adelante a la crisis
constitucional.

Guerra de Austria y Prusia contra Francia


Mientras tanto, dos potencias absolutistas europeas, Austria y Prusia, se dispusieron a invadir la
Francia revolucionaria, lo que hizo que el pueblo francés se convirtiera en un ejército nacional,
dispuesto a defender y a difundir el nuevo orden revolucionario por toda Europa. Durante la
guerra, la libertad de expresión permitió que el pueblo manifestase su hostilidad hacia la reina
María Antonieta (llamada la Austriaca por ser hija de un emperador de aquel país y Madame
Déficit por el gasto que había representado al Estado, que no era mayor que la mayoría de los
cortesanos) y contra Luis XVI, que casi siempre se negaba a firmar leyes propuestas por la
Asamblea Legislativa.
La “segunda Revolución”: Primera República francesa
El 10 de agosto de 1792, las masas asaltaron el palacio de las Tullerías, y la Asamblea Legislativa
suspendió las funciones constitucionales del rey. La Asamblea acabó convocando elecciones con
el objetivo de configurar (por sufragio universal) un nuevo parlamento que recibiría el nombre
de Convención. Aumentaba la tensión política y social en Francia, así como la amenaza militar
de las potencias europeas. El conflicto se planteaba así entre una monarquía constitucional
francesa en camino de convertirse en una democracia republicana, y las monarquías europeas
absolutas. El nuevo Parlamento elegido ese año abolió la monarquía y proclamó la república.
Creó también un nuevo calendario, según el cual el año 1792 se convertiría en el año 1 de su
nueva era.
El gobierno pasó a depender de la Comuna Insurreccional. La Comuna envió grupos de sicarios
a las prisiones, asesinando a 1400 personas, y cuando pidió a otras ciudades de Francia que
hicieran lo mismo, la Asamblea no opuso resistencia. Esta situación persistió hasta el 20 de
septiembre de 1792, en que se creó un nuevo cuerpo legislativo denominado Convención, que
de hecho se convirtió en el nuevo gobierno de Francia.

La Convención (1792-1795)
Artículo principal: Convención Nacional
Ejecución del rey Luis XVI.
El poder legislativo de la nueva República estuvo a cargo de la Convención Nacional, mientras
que el poder ejecutivo recayó sobre el Comité de Salvación Pública.
Ejecución del rey y Primera Coalición contra Francia
En el manifiesto de Brunswick, los Ejércitos Imperiales y de Prusia amenazaron con invadir
Francia si la población se resistía al restablecimiento de la monarquía. Esto ocasionó que Luis
XVI fuera visto como conspirador con los enemigos de Francia. El 17 de enero de 1793, la
Convención condenó al rey a muerte por una pequeña mayoría, acusándolo de «conspiración
contra la libertad pública y la seguridad general del Estado». El 21 de enero el rey fue ejecutado
públicamente en la guillotina, lo cual encendió nuevamente la mecha de la guerra con otros países
europeos. La reina María Antonieta, nacida en Austria y hermana del emperador, fue ejecutada
el 16 de octubre del mismo año, iniciándose así una revolución en Austria para sustituir a la reina.
Esto provocó la ruptura de toda relación entre ambos países.
El reinado del Terror
El mismo día en el que se reunía la Convención (20 de septiembre de 1792), todas las tropas
francesas (formadas por tenderos, artesanos y campesinos de toda Francia) derrotaron por
primera vez a un ejército prusiano en Valmy, lo cual señalaba el inicio de las llamadas guerras
revolucionarias francesas.
Sin embargo, la situación económica seguía empeorando, lo cual dio origen a revueltas de las
clases más pobres. Los llamados sans-culottes expresaban su descontento por el hecho de que
la Revolución francesa no solo no estaba satisfaciendo los intereses de las clases bajas, sino que
incluso algunas medidas liberales causaban un enorme perjuicio a estas (libertad de precios,
libertad de contratación, Ley Le Chapelier, etcétera). Al mismo tiempo se comenzaron a gestar
luchas antirrevolucionarias en diversas regiones de Francia. En la Vandea, un levantamiento
popular fue especialmente significativo: campesinos y aldeanos se alzaron por el rey y las
tradiciones católicas, provocando la llamada guerra de Vandea, reprimida tan eficaz y
cruentamente por las autoridades revolucionarias parisinas que se ha llegado a calificar
de genocidio. Por otra parte, la guerra exterior amenazaba con destruir la Revolución y la
república. Todo ello motivó la trama de un golpe de Estado por parte de los jacobinos, quienes
buscaron el favor popular en contra de los girondinos. La alianza de los jacobinos con los sans-
culottes se convirtió de hecho en el centro del gobierno.
Los jacobinos llevarían en su política algunas de las reivindicaciones de los sans-culottes y las
clases bajas, pero no todas sus reivindicaciones serían aceptadas, y jamás se cuestionó
la propiedad privada. Los jacobinos no pusieron nunca en duda el orden liberal, pero sí llevaron
a cabo una democratización del mismo, pese a la represión que desataron contra los opositores
políticos (tanto conservadores como radicales).
Se redactó en 1793 una nueva Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y una
nueva constitución de tipo democrático que reconocía el sufragio universal. El Comité de
Salvación Pública cayó bajo el mando de Maximilien Robespierre y los jacobinos desataron lo
que se denominó el Reinado del Terror (1793-1794). No menos de 10 000 personas
fueron guillotinadas ante acusaciones de actividades contrarrevolucionarias. La menor sospecha
de dichas actividades podía hacer recaer sobre una persona acusaciones que la llevarían a la
guillotina. El cálculo total de víctimas varía, pero se cree que pudieron ser hasta 40 000 los que
fueron víctimas del Terror.
En 1794, Robespierre[cita requerida] procedió a ejecutar a ultrarradicales y a jacobinos
moderados.202122 Su popularidad, sin embargo, comenzó a erosionarse. El 27 de julio de 1794,
ocurrió otra revuelta popular[cita requerida] contra Robespierre, apoyada por los moderados que
veían peligroso el trayecto de la Revolución, cada vez más exaltada. El pueblo, por otro lado, se
rebela contra la condición burguesa de Robespierre que, revolucionario antes, ahora persigue a
Verlet, Leclerc y Roux.[cita requerida] Los miembros de la Convención lograron convencer al
Pantano, y derrocar y ejecutar a Robespierre junto con otros líderes del Comité de Salvación
Pública.

El Directorio (1795-1799)

La Convención aprobó una nueva constitución el 17 de agosto de 1795, ratificada el 26 de


septiembre en un plebiscito. La nueva Constitución, llamada Constitución del Año III, confería
el poder ejecutivo a un Directorio, formado por cinco miembros llamados directores. El poder
legislativo sería ejercido por una asamblea bicameral, compuesta por el Consejo de Ancianos
(250 miembros) y el Consejo de los Quinientos. Esta Constitución suprimió el sufragio universal
masculino y restableció el sufragio censitario.
La nueva Constitución encontró la oposición de grupos monárquicos y jacobinos. Hubo
diferentes revueltas que fueron reprimidas por el ejército, todo lo cual motivó que el
general Napoleón Bonaparte, retornado de su campaña en Egipto, diera el 9 de
noviembre de 1799 un golpe de Estado (18 de Brumario), instalando el Consulado.

El Consulado (1799-1804)
La Constitución del Año VIII, redactada por Pierre Daunou y promulgada el 25 de
diciembre de 1799, estableció un régimen autoritario que concentraba el poder en manos de
Napoleón Bonaparte, para supuestamente salvar la república de una posible restauración
monárquica. Contrariamente a las constituciones anteriores, no incluía ninguna declaración
sobre los derechos fundamentales de los ciudadanos. El poder ejecutivo recaía en tres cónsules:
el primer cónsul, designado por la misma Constitución, era Napoleón Bonaparte, y los otros dos
solo tenían un poder consultivo. En 1802, Napoleón impuso la aprobación de
un senadoconsulto, que lo convirtió en cónsul vitalicio, con derecho a designar su sucesor.
El cargo de cónsules lo ostentaron Napoleón Bonaparte, Sieyès y Ducos temporalmente hasta
el 12 de diciembre de 1799. Posteriormente, Sieyés y Ducos fueron reemplazados por Jean
Jacques Régis de Cambacérès y Charles-François Lebrun, quienes siguieron en el cargo hasta
el 18 de mayo de 1804 (28 de floreal del año XII), cuando un nuevo senadoconsulto proclamó
el Primer Imperio y la extinción de la Primera República, cerrando con esto el capítulo histórico
de la Revolución francesa.

La bandera francesa y los símbolos de la Revolució

Escarapela tricolor.
Los colores azul, blanco y rojo eran ya frecuentes en diversos pabellones, uniformes y banderas
de Francia antes del siglo xviii. El azul y el rojo eran los colores de la villa de París desde el
siglo xiv,23 y el blanco era en aquella época el color del reino de Francia, y por extensión de
la monarquía borbónica.
Cuando Luis XVI visitó a la recién creada Guardia Nacional en el Ayuntamiento de París el 17
de julio de 1790, aparece por primera vez la escarapela tricolor, ofrecida al Rey por el
comandante de la Guardia, el marqués de La Fayette. Unía la escarapela de la Guardia Nacional
que llevaba los colores de la capital, con el color blanco del reino. No fue sin embargo hasta
el 20 de marzo de 1790 que la Asamblea Nacional mencionó en un decreto los tres colores como
"colores de la nación: azul, rojo y blanco".24 Pero la escarapela no era aún un símbolo nacional,
y el primer emblema nacional como tal fue la bandera diseñada para la popa de los buques de
guerra, adoptada por decreto de la Asamblea Nacional el 24 de octubre de 1790. Constaba de
una pequeña bandera roja, blanca y azul en la esquina superior izquierda de una bandera blanca.
Esta bandera fue modificada posteriormente por la Convención republicana el 15 de febrero de
1794, a petición de los marineros de la marina nacional que exigieron que se redujera la
predominancia del blanco que simbolizaba todavía la monarquía.25 La bandera adoptó entonces
su diseño definitivo, y se cambió el orden de los colores para colocar el azul cerca del mástil y el
rojo al viento por motivos cromáticos, según los consejos del pintor Louis David.
Otro símbolo de la Revolución francesa es el gorro frigio (también llamado gorro de la libertad),
llevado en particular por los Sans-culottes. Aparece también en los Escudos
Nacionales de Francia, Haití, Cuba, El
Salvador, Nicaragua, Colombia, Bolivia, Paraguay y Argentina.
El himno «La Marsellesa», con letra y música de Rouget de Lisle, capitán de ingenieros de la
guarnición de Estrasburgo, se popularizó a tal punto que el 14 de julio de 1795 fue
declarado himno nacional de Francia; originalmente se llamaba «Chant de guerre pour l'armée
du Rhin» («Canto de guerra para el ejército del Rin»), pero cuando los voluntarios del general
François Mireur que salieron de Marsella entraron a París el 30 de julio de 1792 cantando dicho
himno como canción de marcha, los parisinos los acogieron con gran entusiasmo y bautizaron
el cántico como «La Marsellesa».
El lema Liberté, égalité, fraternité («Libertad, igualdad, fraternidad»), que procede del lema no
oficial de la Revolución de 1789 Liberté, égalité ou la mort («Libertad, igualdad o la muerte»),
fue adoptado oficialmente después de la Revolución de 1848 por la Segunda República Francesa.

Bandera de Francia.

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano


Artículo principal: Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
Véase también: Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana
Uno de los acontecimientos con mayor alcance histórico de la revolución fue la declaración de
los derechos del hombre y del ciudadano. En su doble vertiente, moral (derechos naturales
inalienables) y política (condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos naturales e
individuales), condiciona la aparición de un nuevo modelo de Estado, el de los ciudadanos,
el Estado de Derecho, democrático y nacional. Aunque la primera vez que se proclamaron
solemnemente los derechos del hombre fue en los Estados Unidos (Declaración de Derechos
de Virginia en 1776 y Constitución de los Estados Unidos en 1787), la revolución de los
derechos humanos es un fenómeno puramente europeo. Será la Declaración de Derechos del
Hombre y del Ciudadano francesa de 1789 la que sirva de base e inspiración a todas las
declaraciones tanto del siglo xix como del siglo xx.
El distinto alcance de ambas declaraciones es debido tanto a cuestiones de forma como de fondo.
La declaración francesa es indiferente a las circunstancias en que nace y añade a los derechos
naturales, los derechos del ciudadano. Pero sobre todo, es un texto atemporal, único, separado
del texto constitucional y, por tanto, con un carácter universal, a lo que hay que añadir la
brevedad, claridad y sencillez del lenguaje. De ahí su trascendencia y éxito tanto en Francia como
en Europa y el mundo occidental en su conjunto.
La declaración sin embargo excluyó a las mujeres en su consideración de ciudadanas y se olvidó
de las mujeres en su proyecto igualitario. Dos años más tarde de la redacción de la Declaración
de Derechos del Hombre y del Ciudadano la activista política Olympe de Gouges escribió
la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (1793), que se convierte en uno de
los primeros documentos históricos que plantea la equiparación jurídica y legal de las mujeres en
relación con los varones.26

Volumen 2 – Guerras Napoleónicas

La Primera y la Segunda Coalición


La Primera Coalición (1792-1797) de Austria, Prusia, el Reino Unido de la Gran
Bretaña, España y el Piamonte (Italia) contra Francia fue el primer intento para acabar con
el republicanismo. La coalición fue derrotada por los franceses debido a una movilización
general, levas en masa, reformas en el ejército y una guerra absoluta. En 1795, Francia se
anexionó los Países Bajos austriacos (actual Bélgica) y Renania. Sigue la conquista de
las Provincias Unidas de los Países Bajos (a las que había declarado la guerra en 1793) y su
transformación en la República Bátava (Tratado de La Haya, 19 de enero de 1795). Prusia firmó
la Paz de Basilea y dejó la coalición. España, tras unas victorias iniciales en la invasión
del Rosellón en 1793 (guerra del Rosellón), vio cómo las tropas francesas invadían Cataluña, País
Vasco y Navarra. Ante esta amenaza, también firmó separadamente en 1795 la Paz de Basilea.
Las campañas italianas de Napoleón en 1796 y 1797 hicieron que el Piamonte abandonara
asimismo la Coalición. Piamonte fue uno de los miembros originales de la Coalición y había
significado un peligro persistente para Francia en el frente italiano durante cuatro años, en la
época en la que Napoleón asumió el mando del ejército francés en Italia. A Bonaparte le llevó
un mes vencer a Piamonte y hacer retroceder a sus aliados austriacos. Las fuerzas de los Estados
Papales se rindieron a los franceses en Fuerte Urbano, forzando al papa Pío VI a firmar un
tratado de paz provisional, Tratado de Tolentino (1797), y las sucesivas contraofensivas
austriacas en Italia fueron infructuosas, conduciendo a la entrada de Bonaparte en el Friul. La
guerra terminó al forzar Bonaparte a los austriacos a aceptar sus propias condiciones en
el Tratado de Campo Formio. El Reino Unido quedó entonces como la única potencia aún en
guerra con Francia.
La Segunda Coalición (1798-1801), formada por el Imperio ruso, Reino Unido, Imperio
austríaco, Imperio otomano, Reino de Portugal, Reino de Nápoles y los Estados
Papales contra Francia, fue al principio más efectiva que la primera. El gobierno corrupto y
dividido del Imperio de Francia, bajo el Directorio, se encontraba en plena agitación, y la
República estaba en bancarrota (ciertamente, cuando en 1799 Napoleón tomó el poder, encontró
solo 60 000 francos en el Tesoro Nacional). La participación rusa supuso un cambio decisivo
sobre la guerra de la Primera Coalición. Las fuerzas rusas en Italia estaban mandadas por el
notoriamente despiadado y nunca derrotado Aleksandr Suvórov. La República Francesa no
disponía de líderes como Lazare Carnot, el ministro de Guerra que había llevado a Francia a las
sucesivas victorias que siguieron a las masivas reformas de la primera guerra. Además, Napoleón
Bonaparte estaba ocupado en una campaña en Egipto, con el objetivo de amenazar a la India
británica. Sin dos de sus más importantes generales del conflicto anterior, la República sufrió
sucesivas derrotas contra unos enemigos revitalizados y financiados por la corona británica.
Napoleón Bonaparte volvió en 1799, dejando la campaña en Egipto a cargo de su segundo al
mando, el general Kléber, quien fue posteriormente asesinado. Tomó el control del gobierno
francés el 9 de noviembre de 1799, derribando el Directorio con la ayuda del
ideólogo Emmanuel Joseph Sieyès; tal suceso se conoce como el golpe de Estado del 18 de
brumario. La ofensiva de las fuerzas austríacas en el Rin y en Italia se convirtió en una amenaza
acuciante para Francia, pero todas las tropas rusas habían sido retiradas del frente tras la muerte
de la zarina Catalina II de Rusia. Napoleón reorganizó la milicia francesa y creó un ejército de
reservistas para apoyar tanto los esfuerzos en el Rin como en Italia. En todos los frentes, los
avances franceses encontraron a los austriacos con la guardia baja. En ese momento, el ejército
francés contaba solo con 300 000 soldados luchando contra las fuerzas de la Coalición. En Italia,
la situación era, sin embargo, más delicada por la presión de Austria, y Napoleón se vio forzado
a movilizar al ejército de reservistas. Chocó con los austríacos en la batalla de Marengo el 14 de
junio de 1800, y podría haber perdido la batalla de no ser por la decisiva intervención del
general Desaix de Veygoux, que atacó la retaguardia austríaca y la venció. Desaix murió en la
batalla, y Napoleón conmemoró posteriormente su bravura construyéndole monumentos y
tallando su nombre en el Arco del Triunfo. En el Rin, en cambio, la batalla decisiva llegó cuando
un ejército francés de 180 000 hombres se enfrentó a 120 000 soldados austríacos en la batalla
de Hohenlinden el 3 de diciembre. Austria fue definitivamente vencida y abandonó el conflicto
tras el Tratado de Lunéville, en febrero de 1801.
El mayor problema pendiente de Napoleón era ahora el Reino Unido, que permanecía como
una influencia desestabilizadora en las potencias continentales. El Reino Unido había propiciado
la Segunda Coalición a través de su financiación. Napoleón estaba convencido de que, sin una
derrota británica o un tratado con el Reino Unido, no podría conseguir una verdadera paz. El
ejército británico era una amenaza relativamente pequeña para Francia, pero la Armada Real
británica era una continua amenaza para la flota francesa y para las colonias en el Caribe.
Además, los fondos económicos del Reino Unido eran suficientes para unir a las grandes
potencias del continente contra Francia y, a pesar de las numerosas derrotas, el ejército austríaco
todavía era un peligro potencial para la Francia napoleónica. En cualquier caso, Napoleón no
fue capaz de invadir Gran Bretaña de una forma directa. En las famosas palabras del
almirante John Jervis, primer Conde de San Vicente (en honor a la histórica victoria naval de
la batalla del Cabo de San Vicente contra la escuadra franco-española): «Yo no digo, señores,
que los franceses no vayan a venir; solo digo que no vendrán por mar» (palabras evidentemente
irónicas tratándose Gran Bretaña de una isla), se expresaba la situación tras las derrotas de la
flota francesa en la batalla del Nilo (Aboukir, 1 de agosto de 1798) y la posterior derrota de la
flota combinada franco-española en la batalla de Trafalgar (21 de octubre de 1805), ambas con
el almirante Horatio Nelson al mando de la flota británica. Por último, fue fácilmente contenida
una expedición francesa a Irlanda.
La Guerra de las Cañoneras
El Reino de Dinamarca y Noruega, que originalmente se había declarado neutral en las guerras
napoleónicas, sacó provecho de la guerra a través del comercio y organizó una armada. Tras una
muestra de intimidación en la primera batalla de Copenhague (1801), los británicos capturaron
un gran número de naves de la flota danesa en la segunda batalla de Copenhague (1807). Esto
terminó con la neutralidad danesa en las guerras napoleónicas, enzarzándose los daneses en una
guerra naval de guerrillas, donde con pequeños barcos cañoneros, dirigidos por el general de
marina Jacobo León, pretendían atacar a los barcos británicos —mucho mayores— que
estuvieran en aguas danesas y noruegas. La Guerra de las Cañoneras terminó cuando la flota
británica obtuvo la victoria en la batalla de Lyngør en 1812, en la cual fue destruido el último de
los buques de guerra daneses, una fragata.
La Paz de Amiens
El Tratado de Amiens (1802) dio como resultado la paz entre el Reino Unido y Francia y
significó el colapso final de la Segunda Coalición. Sin embargo, nunca se consideró un tratado
duradero: ninguna de las partes estaba satisfecha y ambas incumplieron partes del mismo. Las
hostilidades recomenzaron el 18 de mayo de 1803. El objeto del conflicto cambió desde el deseo
de restaurar la monarquía francesa a la lucha para acabar con Napoleón Bonaparte.
Bonaparte declaró el Imperio el 28 de mayo de 1804 y fue coronado emperador, por él mismo,
en la catedral de Notre-Dame de París el 2 de diciembre de ese mismo año.

La Tercera Coalición
Napoleón planeaba la invasión de las islas británicas y reunió 180 000 soldados en Boulogne. Sin
embargo, necesitaba conseguir antes la superioridad naval para llevarla a cabo, o al menos, alejar
a la flota británica del canal de la Mancha. Se elaboró un complejo plan para distraer a los
británicos, amenazando sus posesiones en las Indias Occidentales, pero este plan falló cuando la
flota franco-española al mando del almirante Villeneuve se retiró tras una acción poco decidida
de este en la batalla del Cabo Finisterre (1805). Villeneuve se vio bloqueado en Cádiz hasta que
la flota combinada salió de nuevo el 19 de octubre con destino a Nápoles. Esta flota fue vencida
en la batalla de Trafalgar el 21 de octubre por la armada británica al mando de Horatio Nelson.
Napoleón había enviado nueve planes diferentes a Villeneuve, pero este vaciló constantemente,
provocando este desastroso resultado.
Tras este contratiempo, Napoleón abandonó (aunque no olvidó) sus planes para invadir las islas
británicas y volvió su atención a sus enemigos en el continente. El Ejército francés dejó Boulogne
y se trasladó a Austria.
La serie de conflictos navales y coloniales, incluyendo la llamada Acción de 1805, donde tres
barcos franceses atacaron a un navío de línea y un carguero británico, fueron la tónica de esos
meses, y llevaron a Napoleón a su decisión de abortar los planes de invadir el Reino Unido. Esto
era también una clara señal de la nueva naturaleza de la guerra. Los conflictos en el Caribe podían
tener un efecto inmediato y directo sobre el conflicto europeo, y batallas libradas a miles de
kilómetros influían en el resultado de las otras. Esto era tal vez un signo de que las guerras
napoleónicas habían llegado a un punto en el que se habían convertido en una guerra mundial.
El único precedente de un conflicto tan amplio y a tal escala fue la guerra de los Siete Años.
En abril de 1805, el Reino Unido y Rusia firmaron un tratado para expulsar a los franceses de
los Países Bajos y Suiza. Austria se unió a la alianza tras la anexión de Génova y la proclamación
de Napoleón como Rey de Italia. Los austriacos comenzaron la guerra invadiendo Baviera con
un ejército de unos 70 000 hombres bajo el mando de Karl Mack von Leiberich, y el ejército
francés salió de Boulogne a fines de julio de 1805 para enfrentarse a ellos. En la batalla de
Ulm (25 de septiembre al 20 de octubre), Napoleón trató de vencer al ejército de Mack con una
brillante maniobra envolvente, forzando su rendición sin sustanciales pérdidas. Con el ejército
principal de Austria al norte de los Alpes vencido (otro ejército bajo el mando del archiduque
Carlos de Austria había acosado el ejército de André Masséna en Italia con resultados poco
concluyentes), Napoleón ocupó Viena. Lejos de sus líneas de suministro, se enfrentó con un
ejército austro-ruso superior al suyo y bajo el mando de Mijaíl Kutúzov, con los
emperadores Francisco II, Sacro Emperador Romano Germánico y Alejandro I de
Rusia presentes. En lo que suele considerarse su mayor victoria, el 2 de diciembre Napoleón
destrozó al ejército combinado austro-ruso en la batalla de Austerlitz en Moravia. Infligió un
total de 25 000 bajas a un ejército numéricamente superior, mientras que tuvo menos de 7000
en sus propias filas. Tras Austerlitz, Austria firmó el Tratado de Pressburg, dejando la coalición.
Esto le costó a Austria ceder Venecia al Reino de Italia (Napoleónico) y el Tirol a Baviera.
Con la retirada de Austria de la guerra sobrevino un estancamiento. El ejército napoleónico tenía
un récord de victorias imbatibles en tierra, pero la fuerza total del ejército ruso aún no había
entrado en juego.

La Cuarta Coalición
La Cuarta Coalición (1806-1807) de Prusia, Sajonia y Rusia contra Francia se formó solo unos
meses después del colapso de la coalición precedente. En julio de 1806, el Emperador de Francia
había creado la Confederación del Rin, ignorando a los minúsculos Estados alemanes del valle
del Rin y del interior de Alemania. Muchos de los Estados más pequeños se anexionaron a
electorados, ducados y reinos más grandes para hacer del gobierno de la Alemania no prusiana
una labor más sencilla. Los mayores Estados eran Sajonia y Baviera, cuyos gobernantes fueron
elevados al rango de reyes por Napoleón.
En agosto, el rey de Prusia Federico Guillermo III tomó la decisión de ir a la guerra
independientemente de las otras grandes potencias. El curso de los acontecimientos más sensato
hubiera sido declarar la guerra el año anterior y unirse a Austria y Rusia. Esto podría haber
contenido a Napoleón y prevenido el desastre aliado en la batalla de Austerlitz. Así las cosas, el
ejército ruso, un aliado de Prusia, se encontraba bastante lejos cuando Guillermo hizo su
declaración de guerra. En septiembre, Napoleón lanzó a todas las fuerzas francesas hacia el Rin.
Eran alrededor de 160 000 hombres, cifra que aumentó a medida que la campaña se desarrollaba,
contra Prusia, y se movieron con tal velocidad que virtualmente aniquilaron al ejército prusiano
de unos 250 000 hombres. Prusia tuvo que soportar la muerte de 25 000 de ellos, 150 000 fueron
hechos prisioneros y los franceses se apropiaron de unas 4000 piezas de artillería y
100 000 mosquetes, que fueron almacenados en Berlín. El ejército prusiano fue definitivamente
vencido por Napoleón en la batalla de Jena y por el mariscal Louis Nicolas Davout en la batalla
de Auerstädt (14 de octubre de 1806). Esta última batalla enfrentó a un simple cuerpo del ejército
francés que derrotó al grueso del ejército prusiano. En Jena, Napoleón únicamente luchó contra
un destacamento.
Napoleón entró en Berlín el día 27 y visitó la tumba de Federico II el Grande, ordenando a sus
mariscales quitarse el sombrero y diciendo: «Si él estuviera vivo, nosotros no estaríamos aquí
hoy». En total, Napoleón había tardado solamente 19 días desde el comienzo de su ataque contra
Prusia hasta el final de la guerra con la caída de Berlín y la destrucción de sus principales ejércitos
en Jena y Auerstädt. Como contraste, Prusia había luchado durante tres años en la guerra de la
Primera Coalición.
En Berlín, Napoleón promulgó una serie de decretos, que entraron en vigor el 21 de noviembre
de 1806, llevando a efecto el Bloqueo Continental, que pretendía eliminar la amenaza británica
a través de medidas económicas. Como se explicó al principio de este artículo, el ejército
británico era una pequeña amenaza para Francia. El Reino Unido mantenía un ejército regular
de solo 220 000 hombres en el momento álgido de las guerras napoleónicas, cuando las fuerzas
francesas superaban la cifra de un millón y medio, además de los ejércitos de numerosos aliados
y muchos cientos de miles de guardias que podían ser agregados al ejército en caso necesario.
La Armada Real británica era problemática en lo concerniente al comercio extracontinental de
Francia, pero no podía hacer nada contra el comercio francés continental ni suponía una
amenaza para el territorio de Francia. Por otro lado, la población y la capacidad de producción
francesas eran abrumadoramente superiores a la británica; sin embargo, el dominio de los mares
permitió al Reino Unido consolidar una considerable fuerza económica, que era suficiente para
asegurar que Francia nunca podría consolidar la paz por las coaliciones que el Reino Unido
levantaba contra ella. Los gobernantes franceses, en cambio, creían que aislar al Reino Unido del
continente acabaría con su influencia económica sobre Europa. Esta era la base del
llamado Bloqueo Continental, que fue el que se impuso.
La siguiente etapa de la guerra llevó a la expulsión de tropas rusas de Polonia y la creación del
nuevo Gran Ducado de Varsovia. Napoleón entonces tomó rumbo norte para enfrentarse a los
restos del ejército ruso e intentar capturar la nueva capital prusiana de Königsberg. Tras varios
encuentros poco concluyentes durante el invierno de 1806-1807, la sangrienta batalla de Eylau,
entre el 7 y el 8 de febrero, en la que Napoleón por momentos estuvo cerca de ser vencido, solo
significó un punto muerto. Napoleón se volvió a medir con el ejército ruso en la batalla de
Friedland el 14 de junio, logrando la victoria esta vez. Tras esta derrota, Alejandro se vio forzado
a firmar la paz con Napoleón en Tilsit, el 7 de julio de 1807.
En el Congreso de Erfurt (1808), Napoleón y el zar Alejandro I acordaron que Rusia debía
forzar a Suecia a unirse al Bloqueo Continental, lo cual condujo a la guerra finlandesa y a la
división de Suecia por el golfo de Botnia. La parte oriental fue anexionada por Rusia en el Gran
Ducado de Finlandia.

La Quinta Coalición
La Quinta Coalición (1809) del Reino Unido y Austria contra Francia se formó mientras España
se enfrentaba con Francia en la guerra de la Independencia española.
El alzamiento popular contra la invasión francesa el 2 de mayo de 1808 dio lugar a la guerra de
la Independencia española, que finalizó en 1814 con la expulsión del trono de José Bonaparte y
la restauración de la monarquía borbónica en la figura de Fernando VII.
De nuevo, el Reino Unido se había quedado solo, lo que se debía en gran parte al hecho de que
Gran Bretaña nunca había entrado en un conflicto a gran escala con Francia, al contrario que
sus aliados continentales. La actividad militar británica se había reducido a una sucesión de
pequeñas victorias en las colonias francesas y otras victorias navales en Copenhague (2 de
septiembre de 1807). En tierra, solo se intentó la desastrosa Expedición Walcheren (1809). La
lucha se centró entonces en la guerra económica —Bloqueo Continental— contra el bloqueo
naval. Ambos lados entraron en combate tratando de reforzar sus bloqueos; los británicos
combatieron a los Estados Unidos en la guerra de 1812, y los franceses se enfrentaron en
la guerra de Independencia en España (1808-1814). El conflicto en la península ibérica comenzó
cuando Portugal continuó comerciando con el Reino Unido a pesar de las restricciones
francesas. Cuando tropas españolas vencieron a los franceses en la batalla de Bailén,
demostrando que una parte importante del pueblo español no quería mantener su alianza con
Francia, las tropas francesas ocuparon gradualmente su territorio hasta entrar en Madrid, lo que
propició la intervención británica.

El 3 de mayo en Madrid, óleo de Francisco de Goya, de 1814, que simboliza a los fusilamientos
del 3 de mayo de 1808.
Austria, previamente aliada de Francia, aprovechó la oportunidad de intentar recuperar su
antiguo Imperio alemán que había existido antes de Austerlitz. Inicialmente tuvieron éxito
contra las débiles fuerzas del mariscal Davout. Napoleón había dejado a Davout con solamente
170 000 soldados para defender la frontera oriental de Francia. Esta misma tarea se había llevado
a cabo en los años 1790 por 800 000 soldados, y entonces tenían que defender un frente mucho
menor.
Napoleón disfrutó de un fácil éxito en España, retomando Madrid y derrotando a españoles y
británicos, expulsando al ejército británico de la Península. El ataque de Austria cogió
desprevenido a Napoleón, que estaba envuelto en victoriosas operaciones contra el Reino Unido.
Esto hizo que abandonara la península ibérica y no volviera nunca más a ella. En su ausencia, y
en ausencia de sus mejores oficiales (Davout permaneció en el este durante la guerra), la situación
cambió, especialmente cuando llegó el general inglés sir Arthur Wellesley como comandante de
las fuerzas británicas.
Los austriacos se introdujeron en el Gran Ducado de Varsovia, pero fueron vencidos en la batalla
de Radzyn, el 19 de abril de 1809. El ejército polaco recuperó el territorio conocido como Galicia
Occidental tras sus primeros éxitos.
Napoleón asumió el mando en el este y alentó al ejército para contraatacar en Austria. Una serie
de batallas relativamente menores aseguraron la masiva batalla de Aspern-Essling, la primera
derrota táctica de Napoleón. El error del comandante austriaco, el Archiduque Carlos, al querer
proseguir tras su pequeña victoria, permitió a Napoleón preparar un intento de sitiar Viena, cosa
que hizo a primeros de julio. Venció a los austriacos en la batalla de Wagram, entre el 5 de julio
y el 6 de julio. Durante esta batalla el mariscal Bernadotte fue desposeído de su título y
ridiculizado por Napoleón frente a otros oficiales del Estado Mayor. A Bernadotte le ofrecieron
entonces la corona de Príncipe de Suecia, que aceptó traicionando así a Napoleón.
Posteriormente, Bernadotte participaría activamente en las guerras contra su antiguo emperador.
La guerra de la Quinta Coalición terminó con el Tratado de Schönbrunn, el 14 de octubre de
1809.
En 1810, el Primer Imperio francés alcanzó su máxima extensión. Napoleón se casó con la
archiduquesa Marie-Louise, hija del emperador de Austria, con el fin de asegurar una alianza
estable con Austria y proporcionar al Emperador un heredero, algo que su primera esposa,
Josefina, no había podido darle. Además del Imperio francés, Napoleón controlaba:
la Confederación Helvética, la Confederación del Rin, el Gran Ducado de Varsovia y el Reino
de Italia. Los territorios aliados incluían: el Reino de España (José Bonaparte), el Reino de
Westfalia (Jerónimo Bonaparte), el reino de Nápoles (Joachim Murat, cuñado), el Principado de
Lucca y Piombino (Félix Bacciocchi, cuñado), y sus antiguos enemigos, Prusia y Austria.

La Sexta Coalición
La Sexta Coalición (1812-1814) consistió en la alianza del Reino Unido, Rusia, España, Prusia,
Suecia, Austria y cierto número de estados alemanes contra Francia.
En 1812, Napoleón invadió Rusia para obligar al Emperador Alejandro I de Rusia a permanecer
en el Bloqueo Continental y eliminar el peligro inminente de una invasión rusa de Polonia.
La Grande Armée, 650 000 hombres (270 000 franceses y muchos soldados de países aliados o
súbditos), cruzaron el río Niemen el 23 de junio de 1812. Rusia proclamó la Guerra Patria,
mientras Napoleón proclamaba una Segunda Guerra Polaca, pero en contra de las expectativas
de los polacos, que suministraron casi 100 000 soldados para la fuerza invasora, Napoleón evitó
dar concesión alguna a Polonia, teniendo en mente las posteriores negociaciones con Rusia. El
ejército ruso contaba en su frontera occidental con solo un ejército de 250 000 hombres. Por
esta razón Rusia mantuvo la táctica de atacar y luego retirarse, para que el ejército francés se
internara cada vez más al territorio ruso, y este tuviese el tiempo necesario de engrosar las filas
de su ejército que era sustancialmente menor que el ejército francés. Basado en su superioridad
numérica, Napoleón esperaba destruir de una sola vez al ejército ruso en la batalla de Borodinó,
pero los rusos evitaron el enfrentamiento en grande, de esta manera atacaban y retrocedían, pues
el propósito final era que se unieran las tropas de Barclay de Tolly, que peleaban en ese momento
contra Napoleón y las tropas de Bagratión, que al comienzo de la invasión napoleónica se
encontraban en territorio de Bielorrusia. Si bien el ejército ruso retrocedía cediendo territorio a
Napoleón, el ejército francés no encontraba alimentos ni agua para su ejército, esta estrategia
rusa desmoralizaba a Napoleón y a los soldados del Gran Ejército.
Otra de las características de la defensa del pueblo ruso, fue que los nobles y los comerciantes,
organizaron con dinero propio un ejército de milicianos, integrados por hombres y mujeres
campesinas, que en su totalidad llegaron a ser cerca de 300 000 y que contrapesaron la inicial
superioridad francesa y que jugaron un papel decisivo en la victoria rusa sobre Napoleón. El 1
de septiembre de 1812, Mijaíl Kutúzov da la orden de abandonar Moscú y no dar batalla a
Napoleón, de esta manera el 2 de septiembre el ejército ruso abandona Moscú seguido de todos
los habitantes moscovitas. El ejército de Napoleón ingresa ese mismo día a Moscú y solo
encuentra una ciudad totalmente abandonada y vacía. Napoleón esperó durante horas la
rendición que nunca llegó, y en su lugar comenzó un atroz incendió que duró varios días y
destruyó casi toda la ciudad. Napoleón envió a un emisario a Kutúzov para pedir la firma de un
tratado de paz con Alejandro I, Kutúzov se negó a hablar del tema y envió de vuelta al emisario.
El 7 de septiembre agobiado por los sucesos, Napoleón ordena abandonar la destruida ciudad
de Moscú. Así comenzaba la desastrosa derrota del Gran Ejército. En la batalla de
Maloyaroslávets (24 de octubre de 1812), los Cosacos por poco apresaron a Napoleón; después
de ese hecho, Napoleón cargó en su cuello un saquito con veneno. El 4 de noviembre de 1812,
la retirada se convirtió en huida del ejército de Napoleón. Por su parte Napoleón abandona a su
ejército y huye en un trineo a París. Del temible ejército de 650 000 soldados armados hasta los
dientes que ingresaron en junio a territorio ruso, ya en noviembre apenas llegaba a la triste cifra
de 27 000 hombres. La victoria total, en esta ocasión, fue de los rusos.
Al mismo tiempo, en la guerra española, en la batalla de Vitoria (21 de junio de 1813), la
ocupación francesa de España se acabó definitivamente por la victoria de sir Arthur
Wellesley sobre José Bonaparte, y los franceses se vieron forzados a abandonar España cruzando
los Pirineos.
Viendo una oportunidad en esta histórica derrota de Napoleón, Prusia volvió a la guerra,
Napoleón creyó que podría crear un nuevo ejército tan grande como el que había enviado a
Rusia, y reforzó rápidamente sus fuerzas en el este de 30 000 a 130 000 hombres, que
posteriormente llegaron a los 400 000. Napoleón infligió 40 000 bajas en las fuerzas aliadas en
la batalla de Lützen (2 de mayo de 1813), y en la batalla de Bautzen (20 de mayo al 21 de mayo).
El armisticio se declaró el 4 de junio y continuó hasta el 13 de agosto, tiempo durante el cual
ambas partes trataron de recuperar el cuarto de millón de bajas que aproximadamente tuvieron
desde abril. También en este periodo los aliados negociaron para llevar a Austria a un
enfrentamiento abierto con Francia. Se formaron dos ejércitos austriacos que tenían alrededor
de 800 000 tropas fronterizas en el frente alemán, con una reserva estratégica de 350 000,
formada para apoyar las operaciones fronterizas.
Napoleón pudo llevar el grueso de las fuerzas imperiales en la región hasta alrededor de 650 000
hombres, aunque solo 250 000 estaban bajo su mando directo, con otros 120 000 bajo el mando
de Nicolas Charles Oudinot y 30 000 bajo el mando de Davout. La Confederación del
Rin equipó a Napoleón con el grueso de las fuerzas restantes, siendo Sajonia y Baviera los
principales cooperantes. Además, el Reino de Nápoles de Murat en el sur y el Reino de Italia
de Eugène de Beauharnais tenían una fuerza combinada total de 100 000 hombres, y entre
150 000 y 200 000 tropas procedentes de España habían sido forzadas a retirarse por las fuerzas
españolas y británicas que alcanzaban un número de alrededor de 150 000. Por lo tanto, 900 000
soldados franceses en total se opusieron en todos los frentes de batalla a alrededor de un millón
de efectivos aliados (sin incluir las reservas estratégicas que se estaban formando en Alemania).
Las apariencias, sin embargo, engañaban un poco ya que muchos de los soldados alemanes que
luchaban en el bando francés no eran nada fiables, y siempre estaban dispuestos a desertar al
bando aliado. Es razonable entonces decir que Napoleón no podía contar con más de 450 000
hombres en Alemania, lo cual significaba que a pesar de todos sus intentos y propósitos, era
superado en una relación de dos sobre uno.
Tras el fin del armisticio, Napoleón parecía haber recuperado finalmente la iniciativa en Dresde,
donde venció a un ejército aliado numéricamente superior, y le infligió enormes pérdidas,
mientras los franceses habían sufrido relativamente pocas. Sin embargo, los fallos de sus
mariscales y una falta de seguridad en el resto de la ofensiva por su parte les costó la ventaja
parcial que esta significativa victoria les pudo haber asegurado.
En la batalla de Leipzig en Sajonia (16 de octubre al 19 de octubre de 1813), también llamada
«batalla de las Naciones», 191 000 franceses lucharon contra más de 450 000 aliados, y los
franceses fueron derrotados y forzados a retirarse a Francia. Napoleón luchó en una serie de
batallas, incluyendo la batalla de Arcis-sur-Aube, en Francia, pero poco a poco fue forzado a
retroceder frente la superioridad de sus oponentes.
El ejército ruso entra en París (30 de marzo de 1814)
Durante estos días tuvo lugar la Campaña de los Seis Días, en la cual ganó múltiples batallas
contra las tropas enemigas que avanzaban hacia París, pero nunca consiguió conducir al campo
de batalla a más de 70 000 hombres durante toda la campaña, frente a más de medio millón de
tropas aliadas. En el Tratado de Chaumont, de 9 de marzo, los aliados acordaron mantener la
Coalición hasta la derrota definitiva de Napoleón.
Los aliados entraron en París el 30 de marzo de 1814. Napoleón estaba decidido a luchar, incapaz
de afrontar su caída del poder. Durante la campaña había calculado unos refuerzos de 900 000
reclutas frescos, pero solo pudo movilizar una fracción de esa cifra, y los esquemas
progresivamente más irreales de Napoleón para la victoria dejaron paso a una realidad sin
esperanzas. Napoleón abdicó el 13 de abril merced al tratado de Fontainebleau de 1814 y se
inicia el 1 de octubre el Congreso de Viena.
Napoleón fue exiliado a la isla de Elba, y se restauró la dinastía borbónica en Francia bajo Luis
XVIII.

La Séptima Coalición
La Séptima Coalición (1815) unió a Reino Unido, Rusia, Prusia, Suecia, Austria, los Países
Bajos y cierto número de estados alemanes contra Francia.
El periodo conocido como los Cien Días comenzó cuando Napoleón abandonó Elba y
desembarcó en Cannes, el 1 de marzo de 1815. A medida que se trasladaba hacia París, fue
recabando apoyos por donde pasaba, y finalmente derrocó al recién restaurado Luis XVIII sin
haber disparado un solo tiro, siendo llevado en hombros hasta el palacio de las Tullerías por la
multitud enardecida. Los aliados prepararon de inmediato sus ejércitos para enfrentarse a él de
nuevo. Napoleón alistó a 280 000 hombres, divididos en muchos ejércitos. Antes de su llegada
había un ejército de 90 000 hombres, y consiguió reunir a más de un cuarto de millón, veteranos
de pasadas campañas, y promulgó un decreto para movilizar alrededor de 2,5 millones de
hombres en el ejército francés.
Esto fue lo que dispuso frente a un ejército aliado inicial de alrededor de 700 000 soldados,
aunque los planes de campaña aliados tenían previsto el refuerzo de un millón de efectivos en
las tropas fronterizas, apoyadas por unos 200 000 soldados de guarnición, logística y personal
auxiliar. Se pretendía que esta fuerza sobrepasara abrumadoramente al numéricamente inferior
ejército imperial francés, el cual nunca llegó a aproximarse ni de lejos al número de efectivos de
2,5 millones pretendido por Napoleón.
Napoleón condujo a unos 124 000 hombres del ejército al norte en una maniobra preventiva
para atacar a los aliados en Bélgica. Su intención era atacar a los ejércitos aliados antes de que
llegaran a unirse, con la esperanza de echar a los británicos al mar y echar a los prusianos de la
guerra. Su marcha a la frontera tuvo el efecto sorpresa que había esperado. Forzó a los prusianos
a luchar en la batalla de Ligny el 16 de junio, derrotándolos y haciéndoles retroceder en una
desordenada desbandada. Ese mismo día, el ala izquierda del ejército, bajo el mando del
mariscal Michel Ney, detuvo con éxito a todas las fuerzas que Wellington enviaba en ayuda del
comandante prusiano Blücher, con una acción de bloqueo en la batalla de Quatre Bras. Sin
embargo, Ney no pudo despejar los cruces, y Wellington reforzó su posición. Con los prusianos
en retirada, Wellington se vio forzado a retirarse también. Se reagrupó en una posición que había
reconocido previamente en una ladera del monte Saint Jean, a pocas millas al sur de la villa
de Waterloo, en Bélgica. Napoleón llevó sus reservas al norte, y reunió a sus fuerzas con las de
Ney para perseguir al ejército de Wellington, pero no sin antes ordenar al mariscal Grouchy que
se desviara al ala derecha y detuviera la reorganización del ejército prusiano. Grouchy falló en
este empeño, porque aunque venció a la retaguardia prusiana bajo el mando del teniente general
von Thielmann en la batalla de Wavre (del 18 al 19 de junio), el resto del ejército prusiano
«marchó bajo el sonido de los cañones» en Waterloo.
El principio de la batalla de Waterloo, en la mañana del 18 de junio de 1815, se retrasó durante
muchas horas, ya que Napoleón estaba esperando que el suelo se secara tras la lluvia de la noche
anterior. A últimas horas de la tarde, el ejército francés no había podido expulsar a las tropas de
Wellington de la ladera escarpada donde estaban. Cuando llegaron los prusianos y atacaron el
flanco derecho francés en número cada vez mayor, la estrategia de Napoleón de mantener a los
aliados divididos había fallado, y su ejército se encontró en una confusa retirada, empujado por
un avance combinado de los aliados.
Grouchy se redimió en parte al organizar con éxito una retirada en orden hacia París, donde el
mariscal Davout tenía 117 000 hombres preparados para hacer retroceder a los 116 000 hombres
de Blücher y Wellington. Esto hubiera sido militarmente posible, pero fue la política finalmente
la que precipitó la caída del Emperador.
Al llegar a París, tres días después de Waterloo, Napoleón todavía se aferraba a la esperanza de
la resistencia nacional, pero los cargos políticos, y el público en general, le había retirado su
apoyo. Napoleón fue forzado a abdicar de nuevo el 22 de junio de 1815. Los aliados le exiliaron
entonces a la remota isla Santa Helena, en el Atlántico Sur.

Repercusiones
Las guerras napoleónicas tuvieron grandes repercusiones sobre el continente europeo:

• En muchos países de Europa, la importación de los idealismos de la Revolución


francesa (democracia, procesos justos en los tribunales, abolición de los derechos
privilegiados, etc.) dejaron un profundo impacto. A pesar de que las reglas de
Napoleón eran autoritarias, eran ciertamente menos arbitrarias y autoritarias que las
de los monarcas anteriores (o que las de los jacobinos y el régimen del Directorio.
Los monarcas europeos encontraron dificultades para reponer el
absolutismo prerrevolucionario, y se vieron forzados en muchos casos a mantener
algunas de las reformas inducidas por la ocupación. El legado institucional ha
permanecido hasta hoy. Muchos países europeos tienen un sistema de leyes civiles,
con un código legal claramente influido por el código napoleónico.
• Francia no volvió a ser una potencia dominante en Europa, como lo había sido desde
los tiempos de Luis XIV. Perdió además muchas colonias en favor del Reino
Unido: Tobago, Seychelles, Mauricio, Santa Lucía, Islas Chagos.
• Se desató un nuevo y potencialmente poderoso movimiento: el nacionalismo. El
nacionalismo va a cambiar el curso de la historia de Europa para siempre. Fue la
fuerza que empujó el nacimiento de algunas naciones y el fin de otras. El mapa de
Europa tuvo que ser redibujado en los siguientes cien años tras las guerras
napoleónicas sin basarse en las normas de la aristocracia, sino en las bases de
la cultura, el origen y la ideología de las gentes.
• Gran Bretaña se convirtió en la potencia hegemónica indiscutible en todo el globo,
tanto en tierra como en el mar. La ocupación de los Países Bajos por Francia al
comienzo de las guerras le sirvió de pretexto, así mismo, para tomar una a una las
colonias holandesas en ultramar, quedándose con aquellas de mayor valor estratégico
como Ceilán, Colonia del Cabo y Guayana al final de la contienda.
• La guerra en la península ibérica dejó completamente destrozada a España, así como
su armada y ejército. Esta situación fue aprovechada por los grupos independentistas
de sus colonias americanas para sublevarse contra la metrópoli, influidos por los
ideales de las revoluciones americana y francesa. Para 1825, toda la antigua América
española, con la excepción de Cuba y Puerto Rico, se había convertido en repúblicas
independientes o había pasado a formar parte de Estados Unidos (Florida, Luisiana)
o Gran Bretaña (Isla Trinidad).
Sobre todo, se forjó un nuevo concepto mundial de Europa. Bonaparte mencionó en muchas
ocasiones su intención de moldear un estado europeo único y, a pesar de su fracaso,
este internacionalismo volvería a surgir al transcurrir 150 años, cuando se redescubrió la
identidad europea luego de la Segunda Guerra Mundial.

Volumen 3 – Primer Imperio Frances

Inicio del Primer Imperio[editar]


Napoleón I
En el plano externo, Napoleón Bonaparte consiguió restablecer la paz por medio de victorias
militares y de negociaciones diplomáticas, neutralizando a los adversarios de Francia. En este
ámbito, uno de los aspectos más destacados del gobierno fue el acuerdo de paz firmado en
1802 con Gran Bretaña, que ponía fin a años de conflicto, lo que aumentaría más su prestigio.
En 1804, Napoleón (que dos años antes se había convertido en cónsul vitalicio) fue autorizado,
por medio de un plebiscito, a asumir el título de Emperador de los franceses. Las principales
reformas de Napoleón fueron:6

• Establecer un sistema de gobierno centralista.


• Pacificar la sociedad francesa: permitió el ingreso de las personas que se habían
exiliado del país.
• Estabilizar los impuestos: creó el Banco de Francia y el Código de comercio.
• Impulsar un sistema educativo centralizado y político.
• Crear el Código Civil para regular la convivencia entre los ciudadanos.
• Restablecer las relaciones con la Iglesia católica.

Apogeo del imperio: las Guerras Napoleónicas


Artículo principal: Guerras Napoleónicas

HMS Victory después de la batalla de Trafalgar. Considerada una de las batallas más decisivas
de la historia, la victoria británica detuvo los esfuerzos de Napoleón de invadir Gran Bretaña.
La paz firmada con Inglaterra duró poco. En 1803, Inglaterra se alió con Rusia y Austria para
combatir a la Francia de Napoleón Bonaparte. Dos años después, Napoleón organizó una gran
expedición para invadir el territorio inglés, pero las fuerzas navales combinadas de Francia
y España (aliada de Francia) fueron derrotadas en la batalla de Trafalgar, donde murió el
afamado almirante inglés Nelson. Tras este contratiempo, Napoleón abandonó (aunque no
olvidó) sus planes para invadir las islas británicas, y volcó su atención a sus enemigos en el
continente.
En tierra, sin embargo, el ejército francés venció a las fuerzas rusas y austriacas en la batalla de
Austerlitz, 1805 (conocida como la batalla de los Tres Emperadores: Francia, Rusia y Austria).4
Tras Austerlitz, Austria firmó el Tratado de Pressburg, dejando la coalición. Esto le costó a
Austria ceder Venecia al Reino de Italia (Napoleónico) y el Tirol a Baviera.
Con la retirada de Austria de la guerra sobrevino un estancamiento. El ejército napoleónico
tenía un récord de victorias imbatibles en tierra, pero la fuerza total del ejército ruso aún no
había entrado en juego.
Las Guerras Napoleónicas generaron numerosos cambios en el mapa de Europa, como el fin
del Sacro Imperio Romano Germánico, que existía desde el siglo x. En su lugar, Napoleón
Bonaparte, constituyó la Confederación del Rin. En general, las regiones dominadas por
Napoleón acabaron formando gobiernos fieles al emperador francés. Así su área de influencia
se incrementó cada vez más.
Bloqueo Continental a Gran Bretaña
Gran Bretaña, por su parte, continuaba siendo el principal oponente de Francia. Con una
poderosa fuerza naval y una economía desarrollada, resistía a los ataques de Napoleón
Bonaparte. Tratando de disminuir las fuerzas de su adversario, Napoleón Bonaparte, en el año
1806 impuso el Bloqueo Continental, que decretaba el cierre de los puertos europeos al
comercio inglés. Con esa medida, Napoleón Bonaparte esperaba derrumbar la economía
británica para derrotarla luego militarmente. Como consecuencia, el mercado para la burguesía
francesa también sería ampliado.4
La Cuarta Coalición

Victoria en la batalla de Jena.


La Cuarta Coalición (1806-1807) de Prusia, Sajonia y Rusia contra Francia se formó solo unos
meses después del colapso de la coalición precedente. El rey de Prusia Federico Guillermo III
tomó la decisión de ir a la guerra independientemente de las otras grandes potencias. Napoleón
lanzó a todas las fuerzas francesas sobre el Rin. Eran alrededor de 160 000 hombres, cifra que
aumentó a medida que la campaña contra Prusia se desarrollaba, y se movieron con tal
velocidad que virtualmente aniquilaron al ejército Prusiano de unos 250 000 hombres. El
ejército prusiano fue definitivamente vencido por Napoleón en la batalla de Jena, y por el
mariscal Louis Nicolas Davout en la batalla de Auerstädt (14 de octubre de 1806). Esta última
batalla enfrentó a un simple cuerpo del ejército francés que derrotó al grueso del ejército
prusiano. En Jena, Napoleón únicamente luchó contra un destacamento.
La siguiente etapa de la guerra llevó a la expulsión de las tropas rusas de Polonia y la creación
del nuevo Gran Ducado de Varsovia. Napoleón entonces tomó rumbo norte para enfrentarse
a los restos del ejército ruso e intentar capturar la nueva capital prusiana de Königsberg. Un
movimiento táctico en la batalla de Eylau, entre el 7 y el 8 de febrero, forzó a los rusos a una
posterior rendición. Napoleón llevó al ejército ruso entonces a la batalla de Friedland, el 14 de
junio. Tras esta derrota, Alejandro se vio forzado a firmar la paz con Napoleón en Tilsit, el 7
de julio de 1807.
En el Congreso de Erfurt (1808), Napoleón y el Zar Alejandro I acordaron que Rusia debía
forzar a Suecia a unirse al Bloqueo Continental, lo cual condujo a la Guerra Finlandesa y a la
división de Suecia por el golfo de Botnia. La parte oriental fue anexada por Rusia en el Gran
Ducado de Finlandia.
Invasión de Napoleón Bonaparte a la península ibérica
Artículo principal: Guerra de la Independencia Española
La defensa del parque de Monteleón durante el Levantamiento del 2 de mayo en Madrid.

El gran día de Gerona (1863/1864), de Ramón Martí Alsina. Describe uno de los episodios
más cruentos del Sitio de Gerona de 1809.
Con el objetivo de hacer cumplir el Bloqueo Continental, Napoleón Bonaparte puso en
práctica una política de intervenciones y anexiones. En el año 1807, ordenó la intervención
militar en la península ibérica, dirigida a Portugal (aliado de Inglaterra), pero en el transcurso
implicaría la invasión de España, en cuyo trono colocó a su hermano José Bonaparte; los
españoles resistieron a la imposición del nuevo rey y se levantaron en armas contra los
franceses. A pesar de la represión emprendida, las fuerzas napoleónicas no consiguieron
derrotar definitivamente a los españoles. En el mismo año, Napoleón decidió invadir Portugal,
el cual era el plan inicial, que había rehusado aceptar el Bloqueo Continental contra Inglaterra.5
El país fue ocupado sin dificultades, pero la familia real portuguesa escapó a sus posesiones
en América (Brasil) escoltada por navíos ingleses. Los franceses, sin embargo, no
permanecieron mucho tiempo en Portugal debido a los continuos ataques anglo-portugueses.
El pueblo de Madrid se levantó contra las tropas napoleónicas el 2 de mayo de 1808 y este
levantamiento fue el inicio de numerosas revueltas y batallas por todo el país que acarrearon
meses después la primera derrota importante de las fuerzas francesas en la batalla de Bailén, el
mismo Napoleón comandó las fuerzas que invadieron España y derrotaron al ejército de este
país; también derrotó al ejército británico que vino en ayuda de España.
Este conflicto supuso un gran desgaste humano (se ha estimado en 300 000 bajas) y
económico para Francia. Se calcula que el 10 % de las bajas tanto del lado español como el
francés ocurrieron durante los dos sitios a la ciudad de Zaragoza, entre el 15 de junio de 1808 y
el 21 de febrero de 1809.
Influencia Napoleónica en América
El territorio comprado de la Luisiana en un mapa de principios del siglo xx.

Batalla en Santo Domingo, de January Suchodolski sobre un choque entre tropas polacas al
servicio de Francia y rebeldes haitianos.

Primera junta de gobierno (Argentina). Las juntas de gobierno locales fueron fieles a la persona
de Fernando VII (pero no al gobierno nacional español o francés), a quien reconocían como
legítimo soberano.
Además de las repercusiones en Europa, la invasión napoleónica en la península ibérica tendría
importantes consecuencias en la América colonial. La caída del rey español acabó siendo el
detonante que conduciría la creación de juntas de gobierno, para autogobernarse, en la
América española, que luego derivarían en la independencia de los territorios españoles en
América.
En el resto del continente, la Compra de Luisiana y el manejo que dio Francia al proceso
de independencia de Haití tuvieron una enorme influencia en el desarrollo del continente.
Napoleón Bonaparte, cuyo poder en Francia era cada vez mayor, deseaba restablecer en Saint-
Domingue el dominio de los colonos franceses y conseguir recuperar así la pujanza de la
industria azucarera. Envió a La Española un ejército de 25 000 soldados al mando de su
cuñado Carlos Víctor Leclerc (1772-1802) al mando de la expedición en diciembre de 1801.
Los franceses no consiguieron restablecer la esclavitud en Saint-Domingue. Gracias al poderío
militar construido en tiempos de Louverture, los negros derrotaron a los franceses en la batalla
de Vertieras en 1803. El 1 de enero de 1804, un nuevo líder, Jean-Jacques Dessalines, proclamó
la independencia del país, al que rebautizó con su nombre aborigen Haití que significa tierra
montañosa.
En 1803 la Luisiana era un territorio de aproximadamente dos millones de km², que lindaba al
norte con las posesiones británicas, al este con el río Misisipi y al sur y oeste con la Nueva
España.
Estados Unidos buscaba la manera de controlar la navegación sobre el río Misisipi, hecho que
le llevó a iniciar negociaciones con el régimen de Napoleón Bonaparte, por entonces primer
cónsul francés. Por su parte Francia tenía prisa por deshacerse de esta colonia que había
obtenido sólo dos años atrás (por medio del Tratado de Retrocesión con España, que obligaba
a devolver a Francia el territorio adquirido por España tras la Guerra de los siete años), ya que
Haití había declarado su independencia de Francia, situación que imposibilitaba a la armada
francesa la buena defensa de la Luisiana desde este bastión. Ante esta situación Napoleón
prefirió entonces vender la colonia a los estadounidenses que correr el riesgo de perderla ante
los ingleses.

Declive del imperio

Mapa de Europa en 1812, en rojo la Sexta Coalición, en azul el Imperio Napoleónico.


En 1810, a pesar de los problemas en la península ibérica, los franceses eran los señores de
gran parte de la Europa Occidental. A partir de esa época, sin embargo, una sucesión de
obstáculos acabaría llevando al agotamiento del imperio. En la propia Francia el prestigio de
Napoleón Bonaparte estaba siendo sacudido en todos los estratos sociales en consecuencia del
despotismo del régimen y las guerras continuas. No solo las bajas humanas eran grandes, sino
también millares de jóvenes trataban de escapar del servicio militar.
Cuando más se intensifican las manifestaciones de oposición, el gobierno recurría a la censura
de los periódicos, libros y a la represión policial. Esas medidas aumentaban el descontento de
la mayoría de los franceses.[cita requerida]
La Sexta Coalición
Napoleón Bonaparte invade Rusia: "Tierra quemada"[editar]

Incendio de Moscú.
En el plano externo, Francia no conseguía vencer a la resistencia de los ingleses, que
frecuentemente encabezaban coaliciones militares formadas con otros países adversarios como
Austria y Rusia para derrotar al Imperio francés. El Bloqueo Continental era también cada vez
más irrespetado. Prueba de eso es que, en 1810, el Zar de Rusia, Alejandro, rompió con el
acuerdo con Francia y promovió una reaproximación con Inglaterra; en represalia, Napoleón
Bonaparte y sus tropas invadieron Rusia en 1812.
A pesar de haber tomado Moscú, los franceses no consiguieron la victoria. A su llegada,
hallaron una ciudad desierta y en llamas, y no consiguieron abrigo para descansar ni alimentos
para reponer las fuerzas de las tropas y de los caballos.
En este episodio, Napoleón fue cogido por sorpresa, porque el ejército ruso había recurrido a
la hábil estrategia de tierra quemada: destrucción intencionada del lugar poco antes de la
invasión para impedir la obtención de suministros y la retirada del contingente militar para
evitar una confrontación abierta con los invasores. La maniobra representó un desastre para el
ejército francés. Sin salida, las tropas napoleónicas dejaron la ciudad bajo un riguroso invierno
y casi todos fueron aniquilados por los ataques esporádicos realizados por el ejército ruso
desde la retaguardia, también por el hambre y por el frío. Del ejército de 650 000 soldados
armados que ingresaron en junio a territorio ruso, ya en noviembre apenas llegaba a la cifra de
27 000 hombres. La victoria total en esta ocasión, fue de los rusos.
Avances de la Coalición

Batalla de Leipzig.
En la guerra española, con la batalla de Vitoria (21 de junio de 1813), la ocupación francesa de
España se acabó definitivamente por la victoria de sir Arthur Wellesley sobre José Bonaparte, y
los franceses se vieron forzados a abandonar España cruzando los Pirineos.
Viendo una oportunidad en esta histórica derrota de Napoleón, Prusia volvió a la guerra,
Napoleón creyó que podría crear un nuevo ejército tan grande como el que había enviado a
Rusia, y reforzó rápidamente sus fuerzas en el este de 30 000 a 130 000 hombres, que
posteriormente llegaron a los 400 000. Napoleón infligió 40 000 bajas en las fuerzas aliadas en
la batalla de Lützen (2 de mayo de 1813), y en la batalla de Bautzen (20 de mayo al 21 de
mayo).
En la batalla de Leipzig en Sajonia (16 de octubre al 19 de octubre de 1813), también llamada
«batalla de las Naciones», 191 000 franceses lucharon contra más de 450 000 aliados, y los
franceses fueron derrotados y forzados a retirarse a Francia. Napoleón luchó en una serie de
batallas, incluyendo la batalla de Arcis-sur-Aube, en Francia, pero poco a poco fue forzado a
retroceder frente la superioridad de sus oponentes.
La etapa final de la campaña, la defensa de Francia, hizo volver al emperador a la lucha al
frente de sus tropas contra un enemigo inmensamente superior en número en la Campaña de
los Seis Días, la cual muchos consideran la mejor campaña de toda su carrera. Finalmente, sus
anteriores pérdidas en Rusia y Alemania así como el número abrumador de efectivos
coaligados fueron demasiado grandes como para ser remediados en esta última etapa, y los
aliados terminaron ocupando París, lo cual aunado a la traición de los mariscales forzó al
Emperador a abdicar.
Séptima Coalición contra Francia: abdicación y exilio de Napoleón Bonaparte
La derrota del ejército napoleónico fortaleció a Inglaterra y sus aliados. Arruinado, Napoleón
Bonaparte, tuvo que renunciar, en 1814, al trono francés y fue al exilio a la isla de Elba. La
coalición liderada por Inglaterra ocuparía Francia, restableciendo la monarquía de
los Borbones y colocarían en el trono a Luis XVIII de Francia, hermano del rey depuesto y
guillotinado: Luis XVI, en 1793 durante la Revolución francesa. Al mismo tiempo, los países
victoriosos decidieron reunirse y trazar los destinos de Europa, organizando el Congreso de
Viena donde reconfiguraron el mapa de Europa.
Restablecimiento de la Monarquía en Francia[editar]

Luis XVIII.
Las tropas aliadas entraron en París el 31 de marzo de 1814. Luis XVIII, sin embargo, no
podía caminar, y así envió al conde de Artois a Francia en enero de 1814. Luis emitió patentes
en las que nombraba al conde de Artois lugarteniente general del Reino en el evento en el que
los borbones fueron restaurados. Napoleón I abdicó el 11 de abril. Cinco días después, el
Senado Francés invitó a los borbones a reasumir su lugar en el trono de Francia.
Luis XVIII firmó el Tratado de París el 30 de mayo de 1814. El tratado le dio a Francia sus
fronteras de 1792, que se extendían al este del Rin. No tuvo que pagar ninguna indemnización
de guerra, y los ejércitos de ocupación de la Sexta Coalición se retiraron al instante del suelo
francés. Estos términos generosos se invertirían en el próximo Tratado de París después de los
Cien Días (el regreso de Napoleón a Francia en 1815).
El restablecimiento de la monarquía de los Borbones en Francia fue seguido al retorno de los
nobles que se habían fugado del país al inicio de la Revolución francesa. Al regresar, los
exiliados quisieron recuperar sus antiguos derechos y bienes, lo que generó gran insatisfacción
popular.
Regreso de Napoleón Bonaparte: Imperio de los Cien Días[editar]
Artículo principal: Cien Días

El retorno de Napoleón.

La batalla de Waterloo, por William Sadler.


Percibiendo que el momento era propicio para intervenir una vez más en el escenario político,
Napoleón Bonaparte se fugó de la isla de Elba y, en marzo del año 1815, retomó el gobierno.
El nuevo gobierno duró apenas cien días. El periodo conocido como los Cien Días comenzó
cuando Napoleón abandonó Elba y desembarcó en Cannes, el 1 de marzo de 1815. A medida
que se trasladaba hacia París, fue recabando apoyos por donde pasaba, y finalmente derrocó al
recién restaurado Luis XVIII sin haber disparado un solo tiro, siendo llevado en hombros
hasta el palacio de las Tullerías por la multitud enardecida. Los aliados prepararon de
inmediato sus ejércitos para enfrentarse a él de nuevo.
Establecido de nuevo en París, promulgó una nueva constitución, de carácter más democrático
y liberal que la vigente durante el Imperio. Muchos veteranos acudieron a su llamada,
comenzando de nuevo el enfrentamiento contra los aliados. El resultado fue la campaña de
Bélgica, que concluyó con la derrota en la batalla de Waterloo el 18 de junio de 1815.
Derrota definitiva de Napoleón Bonaparte: exilio y muerte en la isla de Santa Elena[editar]

Napoleón en Santa Elena.


Napoleón Bonaparte fue definitivamente vencido por el general inglés Wellington en la batalla
de Waterloo, en Bélgica, en junio de 1815, y abdicó en su hijo, Francisco Carlos José
Bonaparte, proclamando a este como Napoleón II. Lo efímero del nuevo gobierno de su
padre, impidió que Napoleón II pudiera volver a Francia para confirmar su nombramiento y
hacerse cargo de la herencia.7 Esta vez, los ingleses, a quienes se rindió el 15 de julio, enviarían
a Napoleón Bonaparte a un lugar más distante: la isla de Santa Elena, en pleno océano
Atlántico. Desembarcó en ella el 17 de octubre, y allí murió el 5 de mayo de 1821.

Administración
Emperador
Véanse también: Emperador de los franceses y Casa de Bonaparte.
"Emperador de los franceses" es el título que se impuso a Napoleón en 1804 con la
instauración del Primer Imperio francés, durando hasta 1815, año en el que las potencias
europeas coaligadas le permitieron seguir ostentándolo, pero reducido territorialmente a la Isla
de Elba; posteriormente lo ejerció en los Cien Días de 1815, concluyendo en su definitiva
derrota en la batalla de Waterloo.
El hijo de Napoleón, Napoleón Francisco José Carlos Bonaparte (1811–1832), fue hecho rey
de Roma (1811–1814) y proclamado emperador como Napoleón II el 22 de junio de 1815, tras
la abdicación de su padre (como consecuencia de la derrota en la batalla de Waterloo), dejando
de serlo el día 7 de julio del mismo año, con la entrada de los aliados y partidarios de Luis
XVIII en París.
Gobierno
Bajo el Imperio, cada ministro trabajaba directamente para Napoleón: todo el poder estaba en
sus manos. Son reducidos a meros agentes de ejecución, y su trabajo consiste en supervisar la
aplicación de las leyes.
Para ayudar a los ministros con el exceso de trabajo, se establecieron administraciones dirigidas
por consejeros de Estado (llamadas Direcciones Generales); éstas son parte independiente de
los ministerios. Así, se creó la Dirección General de Correos (en 1804), la Dirección Forestal
(1805), la Dirección General de Renovación y Conscripción Militar (1806), la Dirección
General de víveres de guerra (1808) y la Dirección General de Minas (1810), uniéndose a la
ramas creadas bajo el consulado.6
Con todo, la autoridad de Napoleón no alcanzó su consolidación definitiva únicamente en
virtud de reformas. La dictadura se afianzó en el poder con el ejército como columna vertebral,
que mediante levas de reclutas contó, entre 1806 y 1812, con 1,3 millones de soldados, el 41%
de los hombres obligados al servicio militar y con una burocracia ordenancista y centralizada.
Pero no existió libertad política. Napoleón persiguió implacablemente a los enemigos internos
y a las voces críticas -Madame de Stäel y Chateaubriand- con una rigurosa censura de prensa y
un eficaz aparato policial.8
El bonapartismo, es decir, una dictadura plebiscitaria que sólo admitía a ciertos grupos asesores
carentes de verdaderas atribuciones jurisdiccionales, desarrolló una actividad reformista
intensísima, que excluía a los rivales políticos realmente poderosos. En los momentos más
decisivos de su reinado, Napoleón buscó invariablemente la ratificación de las masas, como
cuando decidió dar carácter vitalicio (1802) y sucesorio a su consulado, o cuando quiso crear el
imperio (1804). De todos modos, la sociedad burguesa, liberalizada e igualada, fue sometida
conscientemente a un proceso de despolitización, al tiempo que se construía un estado
omnipresente y autoritario, de ribetes monárquicos.9
Asambleas legislativas[editar]

Grabado que representa una sesión del senado.


El imperio mantuvo las instituciones creadas en el consulado, como el Senado conservador
(Sénat conservateur), el Cuerpo Legislativo (Corps législatif), el Tribunat y el Consejo de
Estado (Conseil d'État).6
Senado conservador: La misión del Senado es garantizar la constitucionalidad de las leyes: es el
"conservador de la Constitución" y puede, como tal, votar en contra de la promulgación de un
texto votado por el Cuerpo Legislativo. Durante el Consulado, le corresponde a él designar a
los Cónsules; bajo el Imperio, puede al ser necesario elegir un regente, o incluso un nuevo
Emperador si el titular del cargo muere sin heredero directo.6
Cuerpo Legislativo: El papel de esta asamblea es exclusivamente legislativo: consiste en
aprobar o no, pero sin debatir, las leyes que se le presentan después de su examen por parte del
Tribunat. Los poderes del Cuerpo Legislativo aumentaron después de la supresión del
Tribunato (1807).6
Tribunat: Su función es solo deliberar sobre los proyectos de ley antes de su adopción por el
Órgano Legislativo, las iniciativas de leyes eran del Consejo de Estado. El procedimiento para
adoptar la ley se organizó sobre el principio de la división del trabajo entre el Tribunado, que
discutió los proyectos sin votarlos, y el Órgano Legislativo, que votó los proyectos sin
discutirlos. Esta asamblea se elimina en 1807.6
Consejo de Estado: El Consejo de Estado del Año VIII es responsable de preparar los
proyectos de ley y ayudar al Jefe de Estado en la resolución de conflictos administrativos. Los
miembros del Consejo de Estado presentan y defienden los proyectos del gobierno ante el
cuerpo legislativo. Mimado por Bonaparte, durante el Consulado y el Imperio, tendrá un papel
clave en la redacción del Código Civil.6
Los departamentos
En la proclamación del Imperio 18 de mayo de 1804, Francia cuenta con 106 departamentos.
Además de las provincias del antiguo régimen dividido en ochenta y tres departamentos y el
Condado Venassino, tiene las conquistas de la Revolución francesa con Bélgica y Luxemburgo
dividida en nueve departamentos, la orilla izquierda del Rin dividido en cuatro departamentos,
la reunión del Ducado de Saboya, el condado de Niza y de la República de Ginebra da tres
departamentos, el Piamonte anteriormente perteneciente al reino de Cerdeña se divide en seis
departamentos.

Departamentos franceses y máxima extensión del imperio.

Trabajo Institucional
En 1801, el concordato fue firmado entre Napoleón y el papa Pío VII. El 21 de marzo de 1804
se promulga el Código Civil francés. En 1806 el Tribunal del Trabajo. En 1808 Napoleón creó
la Universidad, institución estatal.

Código Napoleónico
Leyes
• El Código Napoleónico (Código Civil francés).
• El tribunal de trabajo
• El Código de Procedimiento Civil
• El Tribunal de Casación
• El Código de Comercio
• El Código Penal
Obras Materiales

• Obras viales: camino de Mont Cenis, Simplon, Mont Genevra, continuando la


construcción de carreteras comenzaron en el siglo XVIII.
• Obras portuarias: Amberes, Dunkerque, Cherburgo.
• Cursos de agua: canal de l'Ourcq, canal de Nantes a Brest.
• Arco del Triunfo.
• Puentes : Puente de las Artes , el puente de Jena y el puente Austerlitz en París,
puente de piedra en Burdeos.
• Palacio Brongniart y la columna Vendome.
• Fundación de la nueva ciudad de La Roche-sur-Yon.
• Cementerios, morgue de París.

Arco del Triunfo

Columna Vendôme
Legión de Honor
Artículo principal: Legión de Honor
Primera entrega de condecoraciones de la Legión de Honor por el emperador Napoléon, el 14
de julio de 1804, obra de Jean-Baptiste Debret.
La Legión de Honor (en francés, Légion d'Honneur) es la más conocida e importante de las
distinciones francesas. Fue establecida por el emperador Napoleón I de Francia en 1804.
El 20 de mayo de 1802, el cónsul Napoleón Bonaparte instituyó la orden nacional de la Legión
de Honor, retornando así a las condecoraciones públicas, ya que las del Antiguo Régimen
fueron abolidas con la Revolución de 1789. El 15 de julio de 1804 en una grandiosa ceremonia
en Hôtel des Invalides en París, Napoleón entregó las primeras medallas de la Legión de
Honor a los mariscales, soldados, inválidos de guerra, científicos, artistas y escritores, con
méritos sobresalientes.4

Demografía
Se estima que para 1812 la población del Imperio francés era de 96 672 000 habitantes,
contando los territorios imperiales cómo así también los territorios satelitales. Francia contaba
con una población de aprox. 27 millones de personas, conformando así el territorio más
poblado del Imperio. La ciudad más poblada del Imperio francés era París, con una población
de 750 000 hab., seguida por Nápoles con 435 000 hab., esta, a su vez, seguida por: Roma con
369 000 hab., Madrid con 309 000 hab. y Berlín con 280 000 hab.
Población del Imperio francés por regiones actuales

• Alemania: 23 000 000 hab.


• Austria (Tirol y Vorarlberg): 172 000 hab.
• Bélgica: 3 500 000 hab.
• Croacia: 500 000 hab.
• Eslovenia: 200 000 hab.
• Francia: 27 900 000 hab.
• España: 10 800 000 hab.
• Italia: 18 000 000 hab.
• Suiza: 3 000 000 hab.
• Países Bajos: 4 900 000 hab.
• Polonia: 4 500 000 hab.
Fuerzas Armadas
Ejército Napoleónico
Artículo principal: Grande Armée

Granadero de la vieja guardia en 1813.


La Grande Armée fue el ejército comandado por Napoleón durante las guerras napoleónicas.
Originalmente, la Grande Armée consistía en seis cuerpos bajo el mando de los mariscales de
Napoleón. A medida que Napoleón conquistaba más y más territorios del continente, el
ejército aumentaba de tamaño, hasta alcanzar un máximo de 600 000 hombres en 1812, justo
antes de la invasión de Rusia en la guerra de la Sexta Coalición.
Antes de finales del siglo xviii, en general, se carecía de apoyo organizativo en aspectos tales
como la inteligencia militar, logística, planificación o el personal. Los comandantes de unidad
manejan tales funciones para sus unidades, con la ayuda informal de los subordinados que por
lo general no habían sido ni entrenados ni asignados a una tarea específica.
El primer uso moderno de un Estado Mayor se produce en las guerras revolucionarias
francesas, cuando el general Louis Alexandre Berthier (más tarde el primer Mariscal del
Imperio) fue asignado como jefe de personal del Ejército de Italia en 1795. Berthier establece
un bien organizado equipo de personal de apoyo. Napoleón Bonaparte se hizo cargo del
ejército el año siguiente y rápidamente apreció el sistema de Berthier, adoptándolo para su
propia sede, aunque el uso de Napoleón se limita a su propio grupo de comando. El personal
de la Grande Armée se conoce como la sede de Imperial y se divide en dos secciones
principales: Casa Militar de Napoleón y el Cuartel General del Ejército. Un tercer
departamento dependiente de la Jefatura imperial era la oficina del Intendente General
(Intendencia), que proporciona el personal administrativo del ejército.
La infantería no era el brazo con más glamour del servicio en el Gran Armée, fueron los más
afectados en la mayoría de los combates, y su rendimiento resultaba en la victoria o derrota. La
infantería se divide en dos tipos principales, la infantería de línea (Infanterie de Ligne) y la
infantería ligera (Infanterie Légère). En el ejército de Napoleón, al igual que la mayoría de otros
ejércitos de la época, la caballería se dividían en tres ramas principales compuestas por uno o
más cuerpos: Caballería pesada (Coraceros y carabineros a caballo), caballería media o de línea
(Dragones y ulanos) y caballería ligera (Húsares, cazadores a caballo y más adelante los
mamelucos). Tal como se podría esperar de un emperador que fue anteriormente oficial de
artillería, los cañones franceses fueron la espina dorsal de las tropas de tierra. Los cañones
franceses se usaban de forma general en baterías masivas para debilitar las formaciones
enemigas antes de ser objeto de cargas de infantería o caballería.
Armada
Véase también: Marina nacional de Francia#Siglo XVII

Bucentaure el navío insignia francés durante la batalla de Trafalgar (1805).


La Revolución francesa, y la eliminación de numerosos oficiales de noble linaje (entre otros,
Charles d'Estaing), dejó paralizada a la Marina francesa. Los esfuerzos de Napoleón I para
convertirla en una fuerza poderosa se vieron truncadas por la muerte de Latouche Tréville en
1804, y en 1805 la batalla de Trafalgar, donde los británicos aniquilaron la flota combinada
franco-española.
En 1810, la Marina francesa logró una importante victoria contra los británicos durante las
guerras napoleónicas, fue la batalla de Grand Port, una batalla entre escuadrones de fragatas
para ganar el control del puerto de Grand Port en Isla de Francia (ahora Mauricio) en el
Océano Índico ganada por el almirante Duperré.
Bajo el periodo de Napoleón, entre 1799-1814 se construyeron 87 buques (incluyendo varios
poderosos de 80 y 118 cañones ) y 59 fragatas. Durante todo el período del consulado y el
Imperio, los montos gastados por Francia en su flota representan aproximadamente el 37 % de
los gastos consagrados por el Reino Unido a su Marina Real.
En general la armada francesa siempre estuvo por debajo de su homóloga británica y esto no
mejoró por la atención que dedicaba el emperador al ejército por encima de su marina.
Durante todas la guerras napoleónicas la Royal Navy mantiene su supremacía en los océanos.

Economía
Moneda con la efigie de Napoleón.
Artículo principal: Historia económica de Francia
El sistema económico del primer imperio estaba basado en el progreso de la industria de
Francia y en la guerra comercial con el Reino Unido. Napoleón bloqueó el comercio británico
para arruinar su economía, y prohibió a sus aliados que comerciaran con Gran Bretaña. En
otros aspectos, se adoptó una política desfavorable para los estados que componían el imperio,
debían pagar impuestos altos que eran utilizados para mejorar y reforzar el ejército imperial.
Solo los productos primarios como la minería, la agricultura y la ganadería se podían exportar a
Francia. Los productos franceses eran los únicos que podían ser exportados a otros mercados,
además de que debían pagar fuertes impuestos, a veces casi imposibles de pagar, endeudando a
los mercaderes. La única industria favorecida era la industria Nacional que era protegida por el
gobierno y el banco de Francia. Por último, con una reforma agraria el estado francés se
apropió de grandes extensiones de tierras, para luego venderlas y aumentar así sus riquezas,
pero esto perjudicó a los países a los que le pertenecían estos territorios.
Si Francia heredó de la época napoleónica progresos significativos en administración, no
consiguió en este período un importante éxito económico. En el ámbito administrativo, el
Código de comercio de 1807 promovió el desarrollo de empresas por acciones: distinguía
las sociedades colectivas que predominaron en el siglo xix, las sociedades anónimas (sometidas
a la autorización previa del Estado) y las sociedades en comandita. El catastro volvió más
eficaz y justo al régimen tributario. La creación del Banco de Francia (1800) y del franco
germinal (1803) puso en su lugar un sistema monetario estable.
Las guerras del Imperio agravaron la debilidad demográfica y su financiamiento enrareció los
capitales, a pesar de que los mandos militares estimularon ciertas industrias. Los obstáculos que
levantó al comercio la guerra marítima, permitieron el auge de actividades económicas de
substitución, cuyo ejemplo típico es la remolacha. No obstante, el resultado global de la guerra
marítima fue el desplome del comercio exterior francés, cuyas consecuencias sufrieron los
puertos del Atlántico. La reducción del comercio impidió la transferencia tecnológica desde el
Reino Unido y provocó dificultades de aprovisionamiento para la industria francesa:
el algodón era cuatro veces más caro en Francia que en Inglaterra.10

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