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Ente incluye todas las diferencias predicamentales de todos los singulares reales, de modo que:
1) La metafísica no deja nada real de lado. Todo aquello que de un modo u otro es real, es
algo que tiene esse, y es incluído por tanto en el ente como su sujeto-objeto.
Es por eso que ente dice un orden transcendental que va más allá de las distinciones por géneros
y diferencias específicas, no impugnándolas ni dejándolas de lado, sino incluyéndolas en el ente,
llevándolas implicitamente consigo al orden de máxima universalidad, donde nada se deja de lado.
Si esto es así vamos intuyendo que la metafísica no puede trabajar por abstracción.
Hay dos posibles errores por omisión, que suponen parcializaciones de la noción de ente. Si
decimos S es no podemos desdibujar ni prescindir del sujeto ni el esse:
Por un lado aparece el esencialismo, que implica tomar el sujeto real sin explicitar el esse,
reduciendo los principios del ente al orden predicamental, de modo propio la esencia, la
cual sería real por su sola presencia constitutiva de la cosa, prescindiendo del esse como
su principio realizador. Gilson ha estudiado esta noción en diversos lugares. El sujeto de
la metafísica pasa a ser la esencia, la que sería real por situarse en la “existencia”. Hablar
de existencia supone perder de vista al ente, porque la existencia no es un principio
realizador sino la presencia efectiva de algo, como abstracción del existir. No queda ya
ninguna referencia concretiva. De ahí el error de identificarla con el esse o con el existir
que son infinitivos verbales que pueden sustantivarse y expresar un principio real del ente.
Esencialismo implica afirmar el sujeto real sin detectar el ser, lo que es propio de las
metafísicas que no alcanzan a explicitar el esse, quedando el principio realizador en la sola
forma sustancial, como es el caso de Aristóteles, o en una posibilidad pura de recibir
acidentalmente el esse como es el caso de Avicena (siglo XI), línea que, con matices
propios en cada caso, ha pasado por Enrique de Gante, Escoto y Suárez llegando hasta
Wolff en el siglo XVIII e incluso hasta nuestros días. Volveremos sobre esto.
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construyéndose su esencia. Hay alli un ateísmo: si el hombre tuviera esencia la tendría
como recibida y habría que ver a Dios como dador del ser y de la naturaleza, lo que
supondría una ley natural y un apetito de felicidad que sólo se sacia en Dios. Pero esto
sería perder la libertad, entendida no como tendencia voluntaria al bien propio y en
definitiva a Dios, sino erróneamente como libertad de indiferencia, donde lo importante no
es conocer el bien y apetecerlo como aquello que plenifica al hombre sino reservarse para
sí el decidir aquello que es bueno para mí. Es el “seréis como dioses” que el tentador
ofreció mendazmente al hombre para provocar el pecado original.
Llegados a este punto debemos deslindar convenientemente la distinción que Santo Tomás
enseña entre abstracción (abstractio) y separación (separatio).
Todo lo cual se relaciona de modo muy directo con la llamada doctrina o teoría de los grados de
abstracción, que se difundió en el tomismo a partir de ciertos autores de la Segunda Ecolástica
que perdieron el sentido propio del esse tomista y su captación judicativa, reemplazándolo por
sucedáneos espúreos abstractivos, de modo propio la noción de “existencia” (existentia).
Retomaremos luego este punto.
Para nuestro propósito actual debemos estudiar en principio el art.1, para ubicar la metafísica en
el universo de las ciencias especulativas, e inmediatamente el art.3 donde, en ocasión de estudiar
el objeto de la Matemática, fray Tomás enuncia su doctrina sobre la abstractio y la separatio.
Comenzamos por analizar el art.1.
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Santo Tomás busca exponer en este artículo los objetos de las ciencias:
Ambos sentidos del entender se distinguen porque el conocimiento especulativo tiene por fin la
verdad de la cosa, sus aspectos esenciales y sus propiedades, como aquello que se contempla
en la cosa tal como ella es y lo manifiesta, sin poder intervenir la actividad del hombre para
modificar su estructura real, la que nos aparece dada. Se conoce así el hombre, el caballo, el
roble, el uranio, el electrón, etc. con la intención de saber qué son, cual es su quididad y su
naturaleza como principio de operaciones. El intelecto práctico conoce la verdad porque no es una
potencia distinta del intelecto teórico pero agrega el ordenarla a la operación 3. Continúa
diciendo Santo Tomás:
Dado que es preciso que la materia sea proporcionada al fin, se sigue (oportet) que la
materia de las ciencias prácticas la constituyen aquellas realidades que pueden
hacerse mediante nuestra operación, de modo que su conocimiento puede
ordenarse a la operación como a su fin. Por su parte, es preciso que la materia de las
ciencias especulativas sean realidades que no se hagan con nuestra operación.
Consiguientemente su consideración no puede ordenarse a la operación como al fin, y
1 El intelecto práctico y el especulativo no son potencias diversas. intellectus practicus et speculativus non
sunt diversae potentiae. ST I, q.79, a.11, c
2 El intelecto especulativo y el práctico difieren en esto: que el intelecto especulativo considera la verdad
de modo absoluto, el práctico considera la verdad en orden al obrar (…) y así el intelecto especulativo
se hace práctico por extensión al obrar.
intellectus speculativus et practicus in hoc differunt quod intellectus speculativus considerat verum absolute,
practicus autem considerat verum in ordine ad opus. (…) et tunc intellectus speculativus fit practicus per
extensionem ad opus. In III Sent. d.23, q.2, a.3b, ad 2
3 Intellectus enim practicus veritatem cognoscit, sicut et speculativus; sed veritatem cognitam ordinat ad
opus. ST I, q.79, a.11, ad 2 El intelecto práctico conoce la verdad como el especulativo; pero la verdad
conocida se ordena al obrar.
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de acuerdo a la distinción de estas realidades es preciso distinguir a las ciencias
especulativas.
El intelecto práctico tiene su dominio en las cosas en cuanto que son operables, (los operabilia)
es decir, accesibles a nuestra capacidad operativa de influir en ellos, siendo esos procesos
operativos el fin del intelecto práctico, aquello con lo cual se perfecciona. El intelecto especulativo,
por el contrario, accede a las realidades que caen fuera de nuestra capacidad operativa, los
especulables (los speculabilia) alcanzando saberes que no se ordenan inmediatamente a una
operación. Esto debe entenderse bien: sólo porque se dispone de un conocimiento especualtivo
es posible para el intelecto extenderse a operar en aquello que es operable en cuanto que es
operable. El intelecto en su función práctica sigue al intelecto en su función especulativa.
Sintetizando:
Intelecto
Es de saber que, cuando los hábitos o las potencias se distinguen en razón de los
objetos, no se distinguen en razón de cualquier diferencia de los objetos, sino en razón
de aquellos que constituyen a los objetos de por sí (per se) en cuanto son
objetos. Por ejemplo, el ser animal o planta acaece incidentalmente (accidit) al ser
sensible en cuanto sensible; y por consiguiente la diferencia de los sentidos no se
asume en razón de esta diferencia, sino más bien según a las diferencias de color y
sonido. En consecuencia es preciso dividir a las ciencias especulativas mediante la
diferencia de los especulables en cuanto son especulables.
Añade Santo Tomás que los hábitos o las potencias se distinguen en razón de sus objetos, como
la vista y el oído porque captan uno la cosa coloreada y el otro la cosa sonora, respectivamente.
Por eso no cualquier diferencia en el objeto diversifica las potencias, de modo que sí algo es perro
o roble no diversifican el objeto de la vista porque ambos son cosas coloreadas. La diferencia de
color y sonido sí diversifica los objetos, porque por un sentido externo se ve el perro y por otro se
lo escucha al ladrar, más allá de que ambos conocimientos se integren como referidos a una única
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realidad perruna por los sentidos internos (sentido común, imaginación, estimativa, memoria). Y
concluye de lo dicho que es preciso dividir las ciencias teóricas mediante la diferencia de los
objetos especulables en cuanto que son objetos del intelecto teórico. Es lo que hará en la
continuidad del texto. Previamente se detiene a exponer lo que corresponde a un especulable en
cuanto tal:
Ahora bien, a los especulables en cuanto son objeto de la potencia especulativa, algo
les compete por parte de la potencia intelectiva, y algo por parte del hábito de la
ciencia mediante la cual se perfecciona el intelecto. En efecto, por parte del intelecto
le compete que sea inmaterial; por parte de las ciencias le compete que sea
necesario porque la ciencia versa acerca de los necesarios, como se prueba en el I
libro “De los analíticos posteriores”. Ahora bien, todo lo necesario en cuanto tal es
inmóvil, porque todo aquello que se mueve, en cuanto tal tiene la posibilidad de ser o
no ser ya sea absolutamente (simpliciter) ya sea parcialmente (secundum quid) como
se dice en el IX libro “De los metafísicos”.
Santo Tomás da por sabido que la potencia intelectiva es una pero que puede ser sujeto de
diversos hábitos intelectuales, entre los cuales va a incluir a las ciencias predicamentales y al
hábito sapiencial o Sabiduría Filosófica, además del hábito de los primeros principios, refieriendo
todos ellos a diversos objetos especulables o teóricos. Partimos de esquematizar lo que nos dice:
Pero por parte del hábito científico, es decir, por parte de la perfección inmanente que el
intelecto desarrolla al conocer un determinado objeto especulativo, el objeto debe ser necesario,
es decir, alcanzar lo que la cosa invariablemente es.
El conocimiento verdadero debe ser además inmóvil. De otro modo el objeto sería contingente,
porque podría ser esencialmente de un modo ahora y de otro diferente más luego. Y esto es así
porque el universal expresa la quididad de la cosa, lo que la cosa es, independientemente de
nuestra intervención, lo que lo constituye en un objeto especulable y no operable. Todo lo cual no
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impide que la ciencia conozca su objeto y pueda conocer más acerca de él, pero sin hacer de eso
otra cosa. Se puede progresar indefinidamente en el conocimiento de la ballena austral, pero sin
cambiar la condición quiditativa de la misma, que me viene dada por la captación sensible e
intelectual, por reconocer su obrar, por el estudio de sus órganos y esqueletos, de manera que no
pueda confundirla con un ombú ni con una libélula.
Nos dice fray Tomás que a lo especulable en cuanto tal, es decir, como aquél contenido teórico de
una determinada ciencia especulativa, le puede corresponder:
Las ciencias teóricas versan sobre la verdad contemplable y se distinguen por sus objetos
especulables, que son de suyo inmateriales, porque el intelecto lo es, y necesarios, pues toda
ciencia es de lo permanente en tanto que fija alguna constante esencial de la cosa. Lo que nos
quiere decir aquí fray Tomás no se refiere a la inmaterialidad e inmovilidad de todo objeto de
conocimiento, sino a si el objeto especulable corresponde a realidades que incluyen materia en su
esencia o si versa sobre realidades estrictamente inmateriales, porque los objetos especulables
pueden referirse tanto a realidades corpóreas como incorpóreas.
A los speculabilia les corresponde la inmaterialidad y la necesidad en cuanto son objetos del
entendimiento. El intelecto conoce inmaterialmente lo corpóreo y lo incorpóreo, si bien de modo
diverso porque lo material lo capta en su experiencia espontánea del mundo y las realidades
inmateriales son conocidas por analogía.
Pero esto no debe confundirse con la condición material o inmaterial de las realidades
extramentales que se constituyen intencionalmente como objetos del intelecto en cuanto
especulables, las cuales son materiales o inmateriales, de modo que a los objetos de la ciencia
especulativa les corresponderá tanto la separación de la materia y del movimiento como su
aplicación a ella. Respecto del movimiento se refiere a objetos especulables que versan sobre
realidades que por naturaleza se mueven accidentalmente, lo que conviene a cualquier ente finito
que pasa de la potencia al acto, o que son absolutamente inmóviles, y esto sólo se predica de
Dios. La clasificación de los objetos especulables que realiza a continuación toma en cuenta la
separación de la materia, pero hay que tener cuidado para captar correctamente de qué materia
nos habla fray Tomás en cada caso.
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Nos dice que hay algunos objetos especulables que dependen de la materia según el ser,
porque no pueden ser reales sino en la materia. Ahora bien aparece en ese universo una nueva
distinción porque por un lado están los objetos que dependen de la materia para ser, es decir,
para constituirse como realidades concretas, pero que también dependen de la materia en el
orden del entender o del conocimiento, por cuanto su noción o quididad obliga a incluir materia
prima en su definición, como es el caso de hombre, que no puede entenderse sin composición
de cuerpo y alma o bien, como gusta decir a Santo Tomás, sin la carne y los huesos. Obsérvese
que por estar en el plano del objeto de la ciencia está hablando en un orden de universalidad, de
hombre, y no de Juan, de modo que nos habla de la carne y los huesos y no de esta carne y
estos huesos que corresponden a un hombre singular real como también suele decir fray Tomás.
La dependencia de la materia afecta a algunos objetos de modo ineludible, porque refieren entes
que incluyen materia prima en su esencia y por ende no pueden ser conocidos con verdad sino
como materio-formales: dependent a materia secundum esse et intellectum, dependen de la
materia según el ser y el entender, y son objeto de la ciencia Física. Son con materia y por ende
no pueden ser entendidos con verdad sin incluir la materia en su concepto.
Podemos esquematizar el objeto de las ciencias que dependen de la materia para ser y para ser
entendidos, para lo cual hay que decir previamente que la realidad del singular corpóreo nos la
proporciona la sensibilidad en la síntesis perceptiva que es el fantasma, elaborado por la
cogitativa como el sentido interno más perfecto. Su esquema es el siguiente:
M + F + esse
Cn Cl
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Hablamos de materia sensible individual significando que ese todo real concreto es cognoscible
por el sentido, entendiendo aquí por sentido a la cogitativa como momento final del proceso de
conocimiento sensitivo que parte de los sentidos externos. Desde ese conocimiento sensitivo el
intelecto conoce la quididad de la cosa y la misma cosa concreta. Este proceso, Dios mediante, lo
estudiaremos con algún detalle en la tesis II.
La materia sensible individual es el sujeto concreto, Juan, este roble, esta bacteria, que desde
una perspectiva transcendental es el habens esse. El singular corpóreo dice su esencia materio-
formal, con sus accidentes concretos, y su esse, implícitamente dado en el fantasma. Como la
Física opera por abstracción porque su objeto es universal, deberá proceder desde esta síntesis
percibida por el sentido en el conocimiento espontáneo, para captar intelectualmente en él los
aspectos predicamentales universales, inmateriales, inmóviles y necesarios que incluye. Y llegará
a la Materia Sensible Común.
M + F
Cn Cl
El producto de la abstracción parte de la Materia Sensible Individual pero es universal, y nos lleva
al concepto que retiene los aspectos esenciales o quiditativos, que abarcan la composición de
materia prima y forma sustancial, con más sus accidentes inmediatos, cantidad (Cn) y cualidad
(Cl) y los demás accidentes que pueda tener una realidad corpórea. Ahora bien, esos accidentes
se presentan ahora en la universalidad conceptual de modo indeterminado. Concebimos la
noción de “gato” como una realidad corpórea, lo que supone que debe tener extensión
tridimensional y cualidades, pero como una esencia en universal y no en su concreción singular.
“Hombre” dice tanto a Juan como a María, pero nunca sin concebirlos como individuados con una
cierta cantidad y ciertas cualidades que en el concepto universal permanencen indeterminadas
respecto de cómo se dan esos accidentes en cada cosa singular. Si a hombre lo entiendo con una
cantidad y unas cualidades concretas pierdo la captación universal y vuelvo al fundamento real de
la abstracción que es el singular real concreto, a la materia sensible individual, que presenta el
fantasma de la cogitativa. Solamente les indico aquí esta cuestión a los efectos de entender el
texto de fray Tomás porque este tema debemos estudiarlo con más detalle en su momento.
En cambio, existen otros que, aunque dependen de la materia según el ser, sin
embargo no dependen de la materia según la intelección, porque en sus
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definiciones no se incluye la materia sensible, como ocurre en la línea y el número. De
estos trata la Matemática.
Otros objetos refieren entes reales materio-formales, pero que intelectualmente son asumidos
reteniendo sólo algunas de sus notas y desechando otras de las cuales son inseparables
secundum esse porque son cualidades de la cosa que son objeto de los sentidos. Al prescindir de
ellas el objeto especulable aparece como una captación inteligible de la cosa en universal pero
que no se ve, no se oye, no se toca, a diferencia de la materia sensible común que es captada por
el sentido en su condición concretiva.
M + F
Cn forma y
figura
Por otro lado, hay algunos especulables que no dependen de la materia según el
ser, porque pueden ser sin materia, ya sea porque nunca están en la materia,
como Dios y el ángel, ya sea porque en algunos casos están en la materia y en
otros no, como la sustancia, la cualidad, la potencia, el acto, lo uno y lo múltiple y los
otros semejantes, de todos los cuales trata la Teología, esto es la Ciencia Divina,
porque el principal de los conocidos en ella es Dios. Se denomina también con el
nombre de Metafísica, es decir transfísica, porque acontece con respecto a nosotros
ser aprendida después de la Física, en cuanto desde los sensibles corresponde llegar
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(devenire) a los insensibles. Se dice también Filosofía Primera, en cuanto que las
otras ciencias tomando de ella sus principios, la siguen.
Tras presentar los objetos especulables que dependen de la materia, que nos conducen a la
Física y a la Matemática, Santo Tomás pasa a tratar de los objetos especulables que no dependen
de la materia según el ser.
Es importante entender correctamente lo que aquí nos indica fray Tomás: hay especulables que
no dependen de la materia. Pero se presenta una distinción porque hay realidades puramente
inmateriales, como Dios o los ángeles, que nunca pueden ser con materia porque están
separados de la materia según su ser, ya sea porque su esencia es sólo una forma (ángeles) o
porque es el mismo Esse o Acto Puro, (Dios). Reparemos que se habla aquí de realidades
concretas, separados reales secundum esse, no de nociones abstractas. Esquemáticamente:
F + esse ESSE
Cl
ángel Dios
Obsérvese que aquí “materia” es materia prima, que es excluída de las realidades incorpóreas,
las sustancias simples o ángeles y Dios y no una materia segunda concreta, como la materia
sensible individual, ni una materia sensible común, como el concepto, ni una materia inteligible
común, como la conceptualización matemática.
Atendiendo a ese mismo sentido de materia prima se presentan por otro lado objetos que algunas
veces o en algunos casos están en la materia y otras no y se nos menciona la sustancia, la
cualidad, la potencia, el acto, lo uno y lo múltiple y otros.
Sin embargo la distinción que se nos propone no implica una división adecuada, como cuando
divido un universo de personas entre varones y mujeres, argentinos y extranjeros, etc. donde sólo
se puede estar en un subconjunto del total pero no en ambos a la vez.
De tal manera el criterio distintivo aquí es otro: por un lado están las realidades incorpóreas y por
otro las nociones inteligibles metafísicas. La clave para entender esta distinción discurre porque
en el primer caso se nos habla de realidades que nunca son con materia y en el segundo de
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nociones metafísicas que quedan abiertas a darse en la realidad con materia o sin ella. Conviene
ponerlo en un esquema:
Tenemos por un lado objetos especulables que no dependen de la materia para ser y por tanto se
deben entender como realmente inmateriales, Dios y los ángeles. Pero aparecen también ciertas
nociones asumidas desde las diversas realidades conocidas y que corresponden al orden
transcendental y que se aplican de modo concretivo y distributivo, tanto a realidades materiales
e inmateriales, de suerte que se predican universalmente de todos los entes, como la sustancia,
los accidentes, el acto, la potencia. Aquí Santo Tomás al decir sustancia refiere el ente, es decir,
tanto las sustancias corpóreas como las incorpóreas. Así surge del texto paralelo del Comentario
a los Físicos, libro I, lec.1 que dice: ut substantia, potentia et actus, et ipsum ens, “como la
sustancia, la potencia y el acto y el mismo ser”.
De manera que al hablar de realidades inmateriales se indican las únicas que pueden
mencionarse, Dios y los ángeles. Pero al referir las nociones sapienciales ocurre que la sustancia,
o más propiamente el ente, puede incluir las realidades materio-formales o corpóreas y las
puramente incorpóreas. De suerte que el ángel aparece comprendido en la noción de ente como
una sustancia real incorpórea, a la vez que es mencionado entre las realidades que son sin
materia, que no dependen de la materia para ejercer el ser.
Insistimos que en este pasaje no se intenta una división estricta del objeto de la metafísca según
tipos de entes porque, por una parte, aparecen Dios y los ángeles como realidades
subsistentes, mientras que por otra se presentan nociones universales analógicas, que no son
entes singulares, las cuales, por otra parte, son aplicables a Dios y a los ángeles como al resto de
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los entes, tales como ens, unum, actus, etc. Lo que se constata con facilidad al ver que, por un
lado, el ángel se pone aparte junto a Dios en cuanto separado real incorpóreo mientras que,
desde la perspectiva de las nociones metafísicas universales, los ángeles comparten la
condición de finitud entitativa con los entes corpóreos, porque ens los abarca analógicamente
a ambos, sin tenerse en cuenta la inclusión o no de materia en la esencia, sino solamente la
condición universal de habens esse.
Se concluye que la Disciplina sapiencial tiene por objeto al ente en cuanto ente, las cosas que
ejercen separadamente el ser, y a Dios, como su primer principio, todo lo cual habla in recto del
ejercicio del ser, que es indiferente a la inclusión o no de materia en sus esencias.
Es imposible que se den realidades que dependan de la materia para ser entendidas pero que no
refieran algo corpóreo en la realidad. Tales objetos no podrían entenderse sin materia, pero en su
concreción real no tendrían materia. De hecho no podrían entenderse porque no hay universal de
algo materio-formal que no haya sido recibido del sentido y éste es de lo corpóreo. Como esos
objetos constituyen una contradicción en sí mismos se sigue que no hay un cuarto tipo de habito
científico, sino sólo tres: Física, Matemática y Sabiduría Filosófica.
Hay que entender bien lo que nos dice Santo Tomás en este texto cuando nos habla de “materia”.
Cuando se refiere al singular la materia sensible individual es propiamente el cuerpo de la cosa
hilemórfica, incluyendo sus accidentes reales individuantes y su esse. En el singular real, Juan,
hay una sustancia compuesta de materia prima y forma sustancial, con una cantidad extensiva y
ciertas cualidades que permiten que ese sujeto sea conocido por los sentidos externos e internos.
Por eso el singular es una materia sensible, es decir, alcanzable por la capacidad de los sentidos
y desde ellos por el intelecto.
La materia inteligible común retiene de la materia sensible común solamente la materia prima, la
forma sustancial, el accidente cantidad indeterminado y formas cuantitativas no determinadas, que
son los accidentes de forma y figura, que habilitan la labor de la geometría.
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En el caso de los objetos que no dependen de la materia que pertenecen a la metafísica al decir
que hay realidades que nunca tienen materia se está refiriendo a la materia prima. Al hablar de
las nociones sapienciales, como ente, sustancia, acto, potencia, uno, etc., se dice que a veces
son con materia prima y a veces no, como se ve al hablar de sustancias corpóreas y sustancias
incorpóreas, es decir, sustancias con materia o sustancias inmateriales.
M + F + esse M + F M + F
Cn Cl Cn Cl Cn forma y
figura
habens esse
ESSE La metafísica accede a Dios como Primera Causa del habens esse
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materia
sensible común
dependen de
la materia
materia
inteligible común
OBJETOS
ESPECULABLES
no dependen
de la materia
según el ser incorpórea
sustancia
algunos son nociones accidentes corpórea
con materia y metafísicas acto
algunos no analógicas potencia
uno
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Dicendum quod theoricus sive speculativus intellectus in hoc proprie ab operativo sive practico distinguitur
quod speculativus habet pro fine veritatem quam considerat, practicus vero veritatem consideratam ordinat
in operationem tamquam in finem. Et ideo dicit philosophus in III de anima quod differunt ad invicem fine, et
in II metaphysicae dicitur quod finis speculativae est veritas, sed finis operativae scientiae est actio. Cum
ergo oporteat materiam fini esse proportionatam, oportet practicarum scientiarum materiam esse res illas
quae a nostro opere fieri possunt, ut sic earum cognitio in operationem quasi in finem ordinari possit.
Speculativarum vero scientiarum materiam oportet esse res quae a nostro opere non fiunt; unde earum
consideratio in operationem ordinari non potest sicut in finem. Et secundum harum rerum distinctionem
oportet scientias speculativas distingui.
Sciendum tamen quod, quando habitus vel potentiae penes obiecta distinguuntur, non distinguuntur penes
quaslibet differentias obiectorum, sed penes illas quae sunt per se obiectorum in quantum sunt obiecta.
Esse enim animal vel plantam accidit sensibili in quantum est sensibile, et ideo penes hoc non sumitur
distinctio sensuum, sed magis penes differentiam coloris et soni. Et ideo oportet scientias speculativas dividi
per differentias speculabilium, in quantum speculabilia sunt. Speculabili autem, quod est obiectum
speculativae potentiae, aliquid competit ex parte intellectivae potentiae et aliquid ex parte habitus scientiae
quo intellectus perficitur. Ex parte siquidem intellectus competit ei quod sit immateriale, quia et ipse
intellectus immaterialis est; ex parte vero scientiae competit ei quod sit necessarium, quia scientia de
necessariis est, ut probatur in I posteriorum. Omne autem necessarium, in quantum huiusmodi, est
immobile; quia omne quod movetur, in quantum huiusmodi, est possibile esse et non esse vel simpliciter vel
secundum quid, ut dicitur in IX metaphysicae. Sic ergo speculabili, quod est obiectum scientiae speculativae,
per se competit separatio a materia et motu vel applicatio ad ea. Et ideo secundum ordinem remotionis a
materia et motu scientiae speculativae distinguuntur.
Quaedam ergo speculabilium sunt, quae dependent a materia secundum esse, quia non nisi in materia esse
possunt. Et haec distinguuntur, quia quaedam dependent a materia secundum esse et intellectum, sicut illa,
in quorum diffinitione ponitur materia sensibilis; unde sine materia sensibili intelligi non possunt, ut in
diffinitione hominis oportet accipere carnem et ossa. Et de his est physica sive scientia naturalis. Quaedam
vero sunt, quae quamvis dependeant a materia secundum esse, non tamen secundum intellectum, quia in
eorum diffinitionibus non ponitur materia sensibilis, sicut linea et numerus. Et de his est mathematica.
Quaedam vero speculabilia sunt, quae non dependent a materia secundum esse, quia sine materia esse
possunt, sive numquam sint in materia, sicut Deus et Angelus, sive in quibusdam sint in materia et in
quibusdam non, ut substantia, qualitas, ens, potentia, actus, unum et multa et huiusmodi. De quibus
omnibus est theologia, id est scientia divina, quia praecipuum in ea cognitorum est Deus, quae alio nomine
dicitur metaphysica, id est trans physicam, quia post physicam discenda occurrit nobis, quibus ex
sensibilibus oportet in insensibilia devenire. Dicitur etiam philosophia prima, in quantum aliae omnes
scientiae ab ea sua principia accipientes eam consequuntur. Non est autem possibile quod sint aliquae res
quae secundum intellectum dependeant a materia et non secundum esse, quia intellectus, quantum est de
se, immaterialis est. Et ideo non est quartum genus philosophiae praeter praedicta.
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