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Albert disfrutaba pasar el tiempo con un ratón blanco hasta que, para el
experimento, cada vez que lo veía se reproducía un sonido estruendoso de un martillo
golpeando metal. Al repetir este proceso varias veces, el bebé comenzó a sentir miedo
inmediato al solo ver cualquier objeto relacionado con dicho sonido, empezando con el
ratón y luego repitiendo lo mismo con otros varios animales que le agradaban.
En 1939, Wendell Johnson ideó un terrible estudio para observar si los comentarios
positivos o negativos afectaban o causaban los trastornos en el habla.
Para esto, eligió a veintidós niños huérfanos y los dividió en dos grupos. A los del primero
se les alabó por su manera fluida de hablar y sus excelentes habilidades para expresarse.
A los del segundo se les dijo que sufrían de tartamudez severa, que no se les entendía
cuando hablaban y que dicha condición era incurable.
Muchos de los niños sin trastornos del habla del segundo grupo sufrieron efectos
psicológicos negativos. Algunos incluso se volvieron tartamudos de por vida. Los colegas
de Johnson los reprendieron por usar a niños huérfanos para probar su teoría. La
universidad de Iowa se disculpó oficialmente por este estudio en el 2001. A muchos de
los afectados se les dieron indemnizaciones, pero ya el daño estaba hecho.
Bibliografía