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fundacionales.html

PRESIDENCIAS FUNDACIONALES
Mitre – Sarmiento – Avellaneda (1862-1880)

Introducción
El período que va desde la batalla de Pavón (1861) hasta el fin de la
presidencia de Avellaneda involucra un conjunto de cambios políticos,
económicos y sociales de gran trascendencia para nuestro país. Entre ellos, la
reconstrucción institucional de la República y la finalización de décadas de
guerras civiles, configuran la base que dará paso al ‘despegue’ económico y la
mayor complejidad social que experimentará Argentina a partir de los ochenta.
Algunos autores (Floria y Belsunce) consideran a la presidencia de Mitre como
el último estadio de la ‘Argentina épica’ donde ya se advierten las primeras
medidas que conducirán a partir de 1880 a una nueva etapa histórica, la de la
‘Argentina moderna’.
Sin embargo, y especialmente durante el período que incluye las presidencias
de Sarmiento (1868) y de Nicolás Avellaneda (1880), se aglutinan aquellos
cambios que darán paso a la ‘Argentina moderna’:
         Fin de la división entre interior federal y Buenos Aires liberal. En su lugar, el
interior se vuelve liberal gracias a que el Partido Autonomista se vuelve
nacional, volviendo los provincianos a asumir la conducción nacional.
         Radicación del inmigrante
         Desarrollo del ferrocarril
         Lucha contra el analfabetismo
         Régimen de tierra
         Aparición de las primeras industrias
         Desarrollo de la agricultura

Presidencia de Mitre (1862-1868)

La batalla de Pavón (1861) dio al partido liberal la victoria definitiva que le


permitirá imponer por la armas su programa de gobierno y su ideología al
interior todavía federal. Tal estado de cosas pudo darse por el acuerdo tácito
entre los dos principales contendientes en la batalla: Mitre, Gobernador de
Bs.As. y líder de la facción liberal, y por otro lado, Urquiza,  Gobernador de
Entre Ríos y caudillo de las fuerzas federales, ambos representantes máximos
de dichas ideas desde el derrocamiento de Rosas. El ‘acuerdo’ implicaba que
Urquiza dejaría libre a Buenos Aires para derribar al gobierno nacional de
Derqui, imponer por la fuerza el programa liberal en interior y ‘restablecer la
Constitución’. Como contrapartida, Mitre no molestaría al gobernador de Entre
Ríos (Urquiza), comprometiéndose a hacer la paz con esa provincia y
Corrientes.
Dicho ‘acuerdo’ daría lugar a un gran malestar dentro de ambas partidos. Como
consecuencia, el Partido Liberal se dividirá en el Partido Nacionalista (Mitre) y
el Partido Autonomista fundado por Adolfo Alsina, fruto del descontento que la
política del acuerdo con Urquiza había gestado en Buenos Aires. Por el lado de
las filas federales, Urquiza nunca logro restaurar el respeto perdido luego de su
alianza con los porteños – una década después será asesinado por un federal
como López Jordán -.

Mitre resumió su programa en el lema “Nacionalidad, Constitución y Libertad”:


una Nación unida que sea superior a la suma de sus partes; una Constitución
Federal que sea garantía de esas partes; y libertad política que concebida
según sus ideas liberales, implicando con ello al libre juego de las instituciones,
la libertad de crítica, y la eliminación del caudillaje; es decir, una libertad que
debería surgir del triunfo de la ‘civilización’ por sobre la ‘barbarie’. Sin embargo,
y dada la debilidad del liberalismo en el interior, Mitre debió usar la fuerza para
imponer dichas ‘libertades’. Por lo tanto, mientras por un lado Mitre decía
sostener la libertad de los pueblos, al mismo tiempo, se disponía a derribar
regímenes que contaban con un amplio consenso popular. Este ‘nudo gordiano’
fue cortado por Mitre argumentando que, dado que esos pueblos no habían
elegido a sus representantes libremente, primero debían ser libertados, luego
debían dárseles una nueva cultura política, y recién entonces estarían en
condiciones de elegir ‘apropiadamente’ a quienes lo iban a representar. Por eso
es que quienes fueron los encargados de llevar adelante ese proceso estaban
convencidos de estar realizando una misión libertadora y civilizadora.

CAMPAÑA EN EL INTERIOR:
La estrategia de Mitre fue asegurar primero el litoral a través de Corrientes y
Santa Fe; sólo respetó a Urquiza en Entre Ríos según había sido pactado.
Luego se repetirán las intervenciones en Córdoba donde los liberales ya tenían
un gran predicamento, San Luis, Mendoza y San Juan (Sarmiento). En el norte,
Tucumán, Catamarca, Santiago del Estero y Salta aceptaron un acuerdo
pacífico bajo los auspicios de Marcos Paz (3/03/1862); solo en La Rioja se
generó un autentico desafío a las autoridades nacionales. Su líder era el
Chacho Peñaloza quien ya se había opuesto a la Confederación de Rosas. Su
oposición no sólo se fundaba en la aversión a las ideas liberales y centralistas
porteñas sino también en la profunda miseria que afectaba a las provincias del
norte cordillerano. En su plan de resistencia, primero intentó hacer pie en
Tucumán, aunque sin éxito; luego la suerte le fue una vez más adversa en
otros combates menores. Quedaba así demostrado que las montoneras
gauchas y la falta de recursos ya no podían hacer frente a las fuerzas de línea
del gobierno nacional.
A pesar de las victorias sobre el ‘Chacho’, el Gral. Paunero comprendió que
Peñaloza era el único hombre capaz de poner orden en la caótica provincia
de La Rioja. Así también lo comprendió el ‘Chacho’, quién accedió a respetar
las autoridades nacionales y pacificar la provincia. Sin embargo, la experiencia
solo le sirvió al caudillo para convencerse definitivamente que la voluntad de
Mitre consistía en someter al interior. Por ello, en marzo de 1863, el riojano se
reveló nuevamente, invitando esta vez a Urquiza a encabezar la conducción del
movimiento, en la inteligencia que únicamente el caudillo entrerriano podría
llevar otra vez a la victoria al interior federal. No obstante, Urquiza nunca
contestó, echando así, y en forma definitiva, la suerte del levantamiento. La
combinación hecha entre Sarmiento y Paunero al frente de las fuerzas
nacionales dio fin no solo a la revuelta, sino también a la propia vida de
Peñaloza, hecho del que Sarmiento se congratularía.
La muerte del Chacho no bastaría para terminar de zanjar las diferencias entre
Buenos Aires y el Interior. En 1866 una nueva revuelta contra las autoridades
nacionales, conocida como ‘La Rebelión de los Colorados’, tuvo como
epicentro la provincia de Mendoza. A las causas ya mencionadas ahora se
agregaban el enorme descontento que había generado entre los provincianos
la guerra contra el Paraguay (1865-1870), ejemplificado en el gran número de
motines y deserciones del frente de batalla. Gracias a ello, el movimiento
triunfó en Mendoza con Videla, en San Luis con Felipe Saá, y en Catamarca
con Felipe Varela. Semejantes triunfos representaban una amenaza de
proporciones suficientes como para que Mitre decidiera volver al país y ordenar
que 3500 hombres fueran retirados junto con él del frente paraguayo.
Finalmente, Arredondo logró poner fin a la revuelta derrotando a Saá, líder del
movimiento, en San Ignacio.

GESTIÓN DE GOBIERNO:

Una de las principales preocupaciones de Mitre era consolidar una estrategia


nacional. A tal fin, en primer lugar conformó un gabinete que podríamos llamar
federal por el origen de sus titulares (los tres eran senadores al momento de
ser convocados) en tres carteras clave:
  Interior: Guillermo Rawson (San Juan):
  Relaciones Exteriores: Rufino de Elizalde (Buenos Aires)
  Hacienda: Vélez Sársfield (Córdoba)

En segundo lugar, intentó federalizar Bs.As. Sin embargo, la legislatura porteña


de mayoría autonomista rechazó su intención. Por tal motivo, Mitre optó por
una solución intermedia materializada en la llamada Ley de Compromiso: las
autoridades nacionales residirían en Bs.As., quedando la ciudad bajo
jurisdicción provincial, hasta tanto el Congreso Nacional dictara la ley definitiva
sobre la Capital. La Ley tendría cinco años de duración. Cumplido el plazo, en
1866 coincidieron la elección de Alsina como nuevo gobernador de Bs.As. con
el fin de la Ley de Compromiso. La situación fue resuelta por el Vicepresidente
de Mitre, Marcos Paz, quién sostuvo el derecho que tenía el gobierno nacional
de residir en cualquier punto del territorio. Gracias a su buen entendimiento con
el nuevo gobernador de Bs.As., el gobierno nacional logró proseguir el
cumplimiento de sus funciones desde Bs.As. El problema de la capital federal
pudo permanecer en ese precario estado también durante la presidencia de
Sarmiento gracias a que el Vicepresidente de Sarmiento fue justamente Alsina.
A partir de la presidencia de Avellaneda (1874-1880), el nuevo gobernador de
Bs.As. y representante máximo del localismo porteño ahora era Carlos Tejedor,
con quién el problema cobrará un dimensión nunca alcanzada hasta entonces,
llevando al enfrentamiento por las armas entre las fuerzas nacionales que
respondían a Avellaneda y eran conducidas por un joven Roca, y las
autonomistas porteñas lideradas por Tejedor, pero contando en esta
oportunidad también con el apoyo de Mitre, quién contradecía así su propia
política como presidente de la República.

OBRA ADMINISTRATIVA:
         Reconstitución de la Corte Suprema de Justicia y la organización y
procedimiento de los Tribunales Nacionales.
         Adopción por parte de la Nación del Código de Comercio de Buenos Aires
(Acevedo y Vélez Sársfield).
         Encargo a Vélez Sársfield la redacción del Código Civil, obra que se terminaría
cinco años más tarde, siendo finalmente promulgada durante la presidencia de
Sarmiento (1871).
         Encargo a Carlos Tejedor la redacción del Código Penal.
         Reestructuración y creación de Colegios Nacionales en varias provincias.

TAREAS PENDIENTES:

         Mejoramiento de la enseñanza primaria, obra que sería encarada recién


durante la presidencia de Sarmiento.
         Problema del indio. Desde la caída de Rosas, la tierras conquistadas al indio
se fueron perdiendo paulatinamente debido al esfuerzo militar empleado en las
guerras civiles y en la Guerra del Paraguay. Así quedo pospuesto su plan de
llevar la frontera con el indio hasta los ríos Negro y Neuquén. El plan de Mitre
era hacer ocupación efectiva del territorio como medio de limitar la expansión
indígena ya que había observado que la tierra ocupada por ellos solía
pertenecer a enfiteutas y no a propietarios.
         A pesar de lo dicho en el punto precedente, el gobierno de Mitre no produjo
ninguna política especial en materia de tierras o inmigración, en particular
porque la inmigración se estaba dando espontáneamente y en número
considerable. La única excepción fue el plan que trajo al país los primeros
inmigrantes galeses a la pcia. del Chubut.

POLÍTICA EXTERIOR:

La guerra del Paraguay (1865-1870).

Paraguay antes del conflicto.[1]


Las relaciones entre los actuales Estados de Argentina y Paraguay comienzan
a fraguarse en 1776 con la creación el Virreinato del Río de Plata, con capital
en Buenos Aires. Esto significó para Paraguay, por un lado un progreso
económico, ya que las comunicaciones con la nueva capital eran más fáciles
que con Lima, su antigua capital; por otro lado quedó limitada su autonomía por
encontrarse más próxima a la esfera de influencia de la metrópoli regional.
Paraguay declaraba su independencia tres años antes que la Argentina, (12-
10-1813). En dicha epopeya comienza a destacarse la figura del declarado con
posterioridad, dictador perpetuo, José Gaspar Rodríguez de Francia. Este
hombre fue el responsable del extraordinario crecimiento del Paraguay desde
1816, año que asume la más alta magistratura, hasta su muerte en 1840.
Las políticas del dictador se basaron en las siguientes líneas directrices:
·Aislamiento del país a la influencia extranjera.
·Pacificación del país consolidando una fuerte identidad nacional (se limitó la
entrada de extranjeros).
·Se eliminó casi la totalidad de la aristocracia paraguaya y se confiscaron la
mayor parte de las grandes propiedades, estas tierras luego eran arrendadas a
bajo precio, además los campesinos más pobres eran dotados gratis con
ganado y útiles de labranza.
·Para realizar la política de puertas cerradas, el dictador Francia debió
apoyarse en los sectores que no tenían compromiso con los medios
mercantiles porteños, artesanos, clase media rural y pueblo en general; para
ello tuvo que debilitar a los grandes comerciantes locales.
·La economía se define como un capitalismo de Estado que provocó, a su vez,
la formación de una burguesía rural. Se intentó diversificar los cultivos con el
objeto de hacer a la nación invulnerable frente a presiones económicas del
exterior. El Estado era el encargado de monopolizar el comercio exterior pues
buscaba que los beneficios quedaran en su poder  y no en manos de
comerciantes privados.

La muerte de Francia dio lugar al segundo proceso de crecimiento paraguayo


encarado por Carlos Antonio López[2], continuador de la política de
engrandecimiento iniciada por Francia. En lo político y en lo económico se
registran cambios importantes; en el primer caso se cambió de régimen de
gobierno pasando ahora a un presidencialismo (solo de jure, de facto seguía
siendo una tiranía que se prolongó durante 18 años) gracias a que en 1844 se
promulgó la primer constitución paraguaya; en lo económico, apertura del
comercio exterior. Sin embargo, no conforme aún con los avances alcanzados,
se propuso modernizar desde las raíces a su país, reformando la ley de
aduanas que  permitía ahora la importación de maquinarias e instrumentos de
labranza, industria, artesanado y ciencia. Además, el gobierno paraguayo
contrató en el exterior profesionales y técnicos para organizar  y dirigir las
empresas estatales, la educación y las obras públicas. López también fue el
encargado de modernizar su milicia, construyendo ferrocarriles, líneas
telegráficas, una flota fluvial de guerra, poderosos fortines y una red de
hospitales militares.
La balanza comercial siempre arrojaba un balance positivo, la tierra era fiscal
en su casi totalidad y los propietarios de predios particulares eran todos
paraguayos, pues las leyes se lo prohibían a los extranjeros. La instrucción
pública llegó a tal nivel que Alberdi llegó a sostener que Paraguay era un país
“donde todos saben leer y escribir”.  Dirá Escalabrini Ortiz respecto a el
Paraguay de esta época, “Allá por los años de 1860 el Paraguay era la
Nación más próspera adelantada y progresista de todo el continente
sudamericano. Sin pedir prestado un solo centavo al extranjero, con sus
recursos propios, había construido el primer ferrocarril que se tendió en
Latinoamérica, el primer telégrafo, la primer fábrica de armas digna de ese
nombre y los primeros altos hornos erigidos en esta parte del mundo. Construía
sus propios barcos  en sus propios astilleros, sus telas y sus calzados. Había
realizado el prodigio con operaciones muy sencillas. Traía su yerba y sus
cueros hasta el puerto de  Buenos Aires. Los vendía y con el oro adquiría en
Europa los materiales que necesitaba y contrataba los técnicos que le hacían
falta. Nada más simple, honrado y aparentemente más merecedor de elogios”.
[3]
En el año 1862 muere Carlos Antonio López, sucediéndolo (a pesar de la
Constitución) su hijo Francisco Solano López, para aquel entonces jefe
supremo de las fuerzas armadas y un auténtico caudillo popular. En Buenos
Aires, casi simultáneamente, hacía lo propio Bartolomé Mitre. En esta
coincidencia histórica puede observarse el antagonismo político casi ideal de
ambas figuras: López, defensor del patrimonio nacional para asegurar el
desenvolvimiento autónomo frente a los extranjeros; Mitre ferviente entusiasta
del liberalismo europeizante que solo veía progreso en la entrega del
patrimonio al capital extranjero, que según él sería el único capaz de arrancar
de la barbarie a esta América todavía sumida en lo indígena y lo hispánico.

Hegemonía brasileña después de Caseros.[4]


La tesis que sostiene J.M. Rosa es que la guerra contra Paraguay cierra el
proceso histórico que había comenzado en la guerra contra la Confederación
Argentina de 1851 o dicho en  términos más concretos, contra Rosas. Rosas
representaba para el Imperio un enorme escollo para sus aspiraciones
expansionistas, ya que había logrado la unidad de la mayor porción del ex
virreinato del Plata consolidando la unidad de las 14 provincias enemigas;
había impedido el avance Imperial en Paraguay y Uruguay; no reconocía la
ocupación de la Misiones Orientales ni la libre navegación de los ríos interiores
argentinos orientales o paraguayos; y sobre todo, alentaba la posibilidad de
unir a todos los pueblos de habla hispana. Esto en conjunto amenazaba la
propia seguridad del Imperio del Brasil.
     
Brasil - Paraguay: “Diplomacia del cañón”.
Brasil se sentía con el derecho de poder exigir al Paraguay ventajas fronterizas,
fluviales y de participación política. El Imperio se consideraba el responsable de
la definitiva independencia de Paraguay al eliminar a quién siempre la puso en
duda, y exigía por ello que se le tratara con ciertas ventajas. En particular, el
Imperio pretendía la libre navegación del río Paraguay. Pero estas no eran
razones suficientes para López. Menos aún desde la soberbia con la que solía
manejarse el Encargado de Negocios brasileños en Asunción, Pereira Leal. La
situación se descompuso definitivamente cuando Leal le recordó a López las
fuerzas militares y navales del Brasil. Los hechos concluyeron con la expulsión
de Leal de Paraguay.
Como respuesta al agravio, en 1854 la escuadra brasileña se dirigió a Asunción
con la esperanza de que su sola presencia fuese suficiente para amedrentar a
López; era la diplomacia del cañón. López puso a Asunción en estado de
guerra. El jefe de la escuadra imperial, al ser apercibido por López, tuvo que
dejar su escuadra en Tres Bocas para dirigirse a negociar con un solo buque.
Finalmente, lo único que consiguió la escuadra brasileña de estas
negociaciones fue un desagravio hacia S.M. el emperador por la expulsión de
Leal. Sin embargo, lo más importante era conseguir que López aprobara la libre
navegación del Paraguay porque era la ruta más importante que comunicaba al
imperio con el Matto Grosso. López le propuso solo una libertad de navegación
restringida, previa autorización a solo dos  buques de guerra de escaso poder
bélico. Así las cosas, Oliveira regresó con logros demasiado pobres en
comparación con las pretensiones originales del Imperio. Poco tiempo después
(1856) el Canciller Paranhos hizo saber a Paraguay que desaprobaba el
tratado Olivera-López.
De estos hechos ya no se le podía esconder a nadie el irremediable desenlace
que tendrían los acontecimientos, “el resultado inevitable será la guerra dentro
de seis años”, se le oyó decir a López (Horton Box).
Pero, ¿por qué el Imperio no se había resuelto a destruir a López? La
respuesta hay que buscarla en la débil posición estratégica de Brasil,
comprometiendo ante una eventual derrota los frutos de Caseros. La alianza
entre paraguayos, federales y blancos uruguayos se oponía con alguna ventaja
a la otra alianza integrada por brasileños, colorados y liberales porteños. Debía
posponerse la guerra para una mejor ocasión. Esa mejor ocasión vendría más
adelante de la mano de Urquiza para quien siempre habría los patacones
necesarios para mantenerlo al margen de la futura contienda y de la
reconquista de los colorados del poder en Uruguay.

Brasil - Argentina: “diplomacia del patacón”.


En la batalla de Caseros se consolidó el dominio brasileño en ambas márgenes
del Plata. Las aspiraciones imperiales de poner fin a la amenaza rosista llegó a
feliz término cuando Urquiza, destinatario de los “favores pecuniarios del barón
de Mauá[5], asintió la invasión de tropas imperiales del territorio argentino con
el objeto de derrotar a Rosas. Luego, por los tratados de 1851, la República
Oriental pasó a ser política y financieramente un protectorado imperial. Urquiza
al dar garantía a aquellos tratados aceptaba, en nombre de Argentina, el
protectorado brasileño en Estado Oriental y renunciaba al mismo tiempo a las
Misiones Orientales.
En 1857,  cuando el barón de Mauá llega a Paraná, consigue el monopolio
bancario con amplias facultades, entre las que se destacan, emitir monedas y
billetes, sus deudores serían considerados deudores del Estado, quedaba
liberado de todo impuesto y sus cajas serían destinatarias de la recaudación
nacional. En 1858 ya estaban dadas las condiciones para una filial en Rosario,
luego vendría Buenos Aires.
Por lo tanto, al iniciarse la guerra de la Triple Alianza, Mauá era el árbitro
financiero del Plata, y los gobiernos dependían de ello.
Antes de estos sucesos, en 1856, había llegado el vizconde de Abaeté,
ministro de Negocios Extranjeros, debido a que necesitaba establecer un pacto
para estrechar filas con Urquiza con motivo de  los serios enfrentamientos que
en 1854 había tenido el Imperio con Paraguay. El tratado, firmado por Urquiza,
garantizaba la libre navegación del río Paraguay.  Esto obligaría a hacerlo valer
en caso de un previsible no reconocimiento por parte de Paraguay. Así,
Urquiza fue el primero en atar los destinos de Argentina a los vaivenes del
imperio.
Toda esta situación era tenida en cuenta por López, quién advertía
agudamente los estragos que la diplomacia del patacón causaban en
Argentina, “Ningún resultado ha conseguido la Confederación Argentina porque
ha perdido su nacionalidad y patriotismo” [6]. Sin embargo, Paraguay
consideraba que todavía contaba para su inevitable conflicto con Brasil con la
masa de los federales argentinos y blancos orientales.
Curiosamente, Rosas, aunque antiguo enemigo de Paraguay por no reconocer
su independencia, nunca hubiera permitido que el extranjero navegara el
Paraná o cruzara las Misiones para hacerlo. Así, López llegó a la conclusión
que desde la caída de Rosas, correspondía al Paraguay (impermeable a la
diplomacia del patacón) poner límites al Imperio.

Paraguay y la unidad nacional: López  intervino en el acuerdo del 11-11-


1859 que posibilitó la Unidad Nacional, poniendo fin a la separación de Bs.As.
de la Confederación Argentina. Urquiza fue quien le había solicitado mediar en
su enfrentamiento con Bs.As., el que le sería finalmente favorable al vencer en
forma aplastante a los ejércitos de Mitre en la batalla de Cepeda.
Luego de la victoria, se le debe a López el haber evitado el baño de sangre a
producirse en Bs.As. cuando Urquiza se dirigía con toda su furia. Penosamente
se llevaron a cabo las negociaciones hasta que el 10 se concluyó el pacto de
Unidad Nacional: Buenos Aires se unía a la Confederación, se modificaría la
Constitución Nacional y se reservaría su banco y su ferrocarril. Al día siguiente,
Urquiza lo ratificaría solemnemente.

Política oriental. Los blancos en el gobierno.


Los blancos orientales son a los federales Argentinos, lo que los colorados a
los unitarios. En estos términos es que un blanco, Bernardo Berro asume la
presidencia del Uruguay en 1860.
Desde un comienzo quiso pacificar el país dictando la amnistía a todos los
colorados excluidos del ejército y la política de su país. Pero uno de ellos,
Flores, prefirió formar parte del ejército de Mitre.
Flores era jefe de la vanguardia de Mitre y el máximo exponente del partido
colorado. Desde esa condición, Flores pide participación en los destinos
públicos de su país. Su idea era realizar una revolución apoyada desde el
exterior, en particular desde la Argentina de Mitre. Sin embargo, el presidente
uruguayo creía en la buena fe de Mitre a pesar de que los preparativos de
Flores se hacían a plena luz del día y bajo los secretos  auspicios de Mitre.
Pero López no era tan crédulo como Berro, quien ya en marzo de 1862 le dirá,
“...Flores ha de ir a Uruguay día más o día menos, y que lo iba a hacer sin decir
‘allá voy’ ” (Transc. Por L.A. de Herrera La diplomacia, etc...,I 399).
El futuro desplazamiento de los blancos también gozaba del apoyo brasileño,
especialmente después que se conocieron las noticias de Pavón. Sin embargo,
debido a un conflicto entre el Imperio y Gran Bretaña (cuestión Christie), Flores
solo contó para iniciar la guerra civil en la República Oriental en 1863 con el
apoyo de Mitre. No obstante, Flores se las arreglaría para reunir hombres y
armas provenientes tanto de  Bs.As. como de Brasil. 
Sobre la iniciativa de Flores, José María Rosa postula tres hipótesis probables
con respecto a los apoyos que le permitieron iniciar el conflicto. La primera de
ellas es que Flores actuó por su cuenta; es la posición de la historiografía oficial
argentina.
La segunda sostiene que Flores actuó de acuerdo con Mitre; en este sentido se
argumenta que Flores era General del ejército argentino; el no pronunciamiento
de Mitre ante las pruebas de su futura agresión; y el hecho que Flores salió de
día y en el buque de guerra argentino Caaguazú.
La tercera supone que Flores y Brasil estaban de acuerdo con los ministros de
Mitre, a espaldas del general, debido a la segunda hipótesis, ésta queda
prácticamente invalidada.  
El comienzo de las hostilidades de Flores en Uruguay fue el que provocó aquel
inevitable enfrentamiento que había mencionado López, entre Paraguay y
Brasil, al que además, Argentina se encontraba atada.
Brasil y Argentina juntos actuaban en favor de Flores; Paraguay apoyando el
gobierno legal de Berro. La intervención brasileña no se hizo esperar y en 1864
la escuadra imperial aparece en el Río de La Plata al mando del almirante
Tamandaré que escoltaba a Saraiva con su “ultimátum” al gobierno legal
uruguayo (castigo de los criminales, indemnización de los brasileños
perjudicados y libertad de los prisioneros de guerra). El 30 de agosto de 1864,
Argentina decidió apoyar la invasión brasileña a través de un protocolo
formalizado por Saraiva y Elizalde, mediante el cual, se garantiza la
colaboración del gobierno argentino en la intervención brasileña en la
República Oriental. El gobierno del Paraguay enterado de la intervención
brasileña comunicó a su representante en Asunción que dicho país “juzgará
cualquier ocupación del territorio oriental como atentatoria al equilibrio de los
Estados del Plata, descargándose, desde luego, de toda responsabilidad de las
ulterioridades”, era la declaración de guerra al Brasil. Mientras la plaza de
Paisandú se defendía de casi 10.000 hombres que la asedian, Paraguay envía
una escuadra para tomar las posiciones brasileñas en el Matto Grosso. De
estos sucesos Brasil no se preocupa puesto que su objetivo principal era tomar
Montevideo, y recién después caer sobre Paraguay. El desastre comenzó de
manera irremediable para la Argentina cuando López pidió autorización para
transitar con sus tropas por territorio argentino (Misiones) con el fin de salvar la
plaza uruguaya. El pedido fue desestimado por Mitre el 10-2-1865. Frente a
esto, Paraguay declaró la guerra (19-3-1865) “al actual gobierno de la
República Argentina”.

La visión de Alberdi.[7]
En este punto me propongo glosar algunas de las citas que considero más
importantes sobre la postura de Alberdi acerca de cuál debería haber sido la
actitud argentina frente al Paraguay en función de la política de poder brasileña
en el Plata. En ellas, se desprende además la relación y opiniones de Alberdi
en relación al gobierno de Mitre.
“No hay, en efecto, un sólo interés fundamental de orden social, económico,
político, geográfico para toda esta porción de América, que no esté
comprometida gravemente en la cuestión que hoy se llama del Paraguay, y que
no es en realidad sino la cuestión del Brasil, vista por un reverso”. Alberdi
asevera en su obra que Argentina llegó al conflicto inducida por los manejos
de la Cancillería brasileña, sin embargo no hace ninguna alusión al hecho de
que tal injerencia se puso patéticamente de manifiesto a partir de sus
instigaciones frente a ese mismo país, para destituir a Rosas, el cuál era el más
importante reaseguro frente a tal influencia como así lo reconoce el mismo
López.
Luego Alberdi se pregunta por qué sería desaconsejable la intervención
brasileña en los asuntos del Plata. “...Por dos razones capitales: 1a.Porque el
Brasil no es el país que puede dar a los pueblos del Plata los elementos de
prosperidad y civilización que a él mismo le faltan por igual causa que a sus
vecinos, a saber: lo de su condición de ex colonia del Portugal, emancipada
diez años más tarde que las colonias españolas de su vecindad ¿Qué
necesitan, en efecto, para el desarrollo de su civilización las repúblicas del
Plata? Población inteligente y laboriosa, capitales, industria, artes, ciencias,
manufacturas, máquinas, usos, inspiraciones de países más cultos y
adelantados en civilización. Pero esto es cabalmente lo mismo que el Brasil
necesita, porque carece de ello en el mismo grado que sus vecinos.
2a.Tampoco podría el imperio servir a las repúblicas vecinas en sus intereses
de paz interior, de gobierno republicano, de centralismo, de igualdad civil sin
esclavos, de igualdad fluvial universal y no solo para ribereños, de comercio
exterior directo, de integridad nacional, porque en todos estos grandes
intereses de los países del Plata, servirse a sí mismo, es para el imperio dañar
a sus vecinos; servir a sus vecinos es arruinar y destruir la propia existencia del
imperio: tanto es el antagonismo que divide, en el fondo, a los anómalos
aliados...El hacho es que todo el fondo de la cuestión que se disfraza con la
guerra del Paraguay se traduce nada menos que a la reconstrucción del
imperio del Brasil”.
Para Alberdi la preponderancia de Brasil en la región trae aparejado un grave
problema, la posibilidad de que los ríos interiores no sean libres, evitando un
mayor comercio exterior. Esta no es una preocupación nueva para Alberdi, lo
mismo le daba que el control se hiciera por la Argentina de Rosas con la
acaparación de los impuestos por parte de Buenos Aires, o por el Brasil
imperial.
Ahora Alberdi busca explicar cómo llevó el Brasil a cabo su plan de influencia
en el Plata sin encontrar mayores obstáculos, particularmente en Buenos Aires.
“...Las dos condiciones de la reconstrucción imperial son la conquista y
la contrarrevolución...Tres son los elementos principales con los que cuenta el
Brasil para llevar a cabo esa tarea: 1o.La debilidad de los aliados que los hace
ser instrumentos involuntarios del engrandecimiento del imperio. 2o.La
inferioridad comparativa del Paraguay.3o.La magnitud y el poder relativos del
imperio brasileño...En el Plata son débiles las instituciones, no los hombres ni
las cosas. No se equivoca el Brasil en contar con la división que debilita a la
República Argentina, como con su mejor elemento de predominio. A ella debe,
al menos, todo lo que hoy realiza en el Paraguay...El Brasil no está en el Plata,
hoy día, por la fuerza de sus cañones, sino por la división argentina, que
debilita el poder de esa república hasta quitarle no solamente todo medio de
resistir al Brasil, sino hasta crearle la necesidad de traer ella misma al Brasil al
corazón de sus negocios...El triunfo del Brasil en el Plata no consiste en la
caída del gobierno de López. Ya lo tiene en parte conseguido por la caída del
centralismo argentino..., el Brasil podría regalarle toda su escuadra sin riesgo
de disminuir...su preponderancia presente, con tal de que su aliado le
conserve...la unidad indivisible de la provincia de Buenos Aires, de que es
consecuencia lógica y necesaria; 2a.la unidad divisible y dividida de la
República Argentina en catorce unidades  provinciales soberanas, cuyo
resultado natural es; 3a.el espíritu de ver amistad y aversión a Buenos Aires en
la idea de reconstruir la unidad nacional del poder argentino...;4a.el empeño
equivocado de creer, sin confesarlo, que puede existir una causa de Buenos
Aires distinta de la causa nacional argentina, y a menudo antagonista. 5a.un
modo de ser el amigo de Buenos Aires, equivale en el fondo a ser el enemigo
de la República Argentina; y 6a...mientras se toma como causa de Buenos
Aires, lo que es, por sus efectos prácticos, la causa del Brasil contra Buenos
Aires y contra la República Argentina...Lo que Buenos Aires ha venido
construyendo con tanta labor, por espacio de sesenta años, como el edificio de
su preponderancia provincial en la República Argentina, no es ni más ni menos
que el cimiento más sólido del edificio imperial que el Brasil se ocupa de
construir en este momento, por la mano de los mismos argentinos”.
Aquí se presenta una de las directrices del pensamiento político alberdiano, una república
centralizada pero sin privilegios de Buenos Aires con respecto a las demás provincias.
Confirma esta opinión su incomparable estima a Pueyrredón y su odio a Rosas. Siguiendo en
este orden de cosas, Alberdi le hecha la culpa de los males argentinos al federalismo, “La
centralización no es otra cosa que la autoridad fuerte, condición de vida de todo Estado...ley
natural, según la cual una sociedad necesita de un gobierno común para hacer vida común y
general, es decir, vida nacional y de Estado civilizado...Ese cambio (centralismo argentino),
dejará al Brasil, más tarde o más temprano, sin la base que hoy ofrece a sus planes de
reconstrucción imperial, la división que debilita y frustra la acción del pueblo argentino”.
Alberdi continua desarrollando los motivos que condujeron al Brasil a la guerra;
así distingue dos objetivos de guerra: uno ostentado, la libertad; otro oculto, la
conquista. “Llevar la libertad interior al Paraguay, era suponer que el pueblo de
ese país se consideraba tiranizado por su gobierno...Todo el plan de guerra ha
plantificado en esa hipótesis, que el testimonio de los resultados no ha tardado
en desmentir...A las ofertas de una libertad interior, de que el Paraguay no
sospechaba estar privado, su pueblo ha respondido sosteniendo a su
gobierno...El Paraguay cree defender su libertad exterior, y en efecto, la
defiende, pues pelea por su independencia...El Brasil es hábil en personificar
en López la causa de la guerra..., pero la América no es ciega para no ver que
tras la persona de López, hay seis grandes principios puestos en el mayor
peligro, a saber:1º el principio republicano significa el orden establecido; 2ºla
libertad fluvial de que depende la del comercio exterior destinado a poblar y
civilizar el interior de esa parte de América; 3ºla garantía más eficaz de esa
libertad, que es la existencia soberana del Paraguay, país litoral de los
afluentes del Plata, que vive de esa libertad; 4ºel equilibrio político de dos
sistemas de gobierno y de dos nacionalidades antagonistas; 5ºla igualdad civil
o democracia sin esclavos; 6ºel equilibrio americano amenazado por la
reconstrucción de un imperio en detrimento territorial de más de una de sus
repúblicas...”.
Todas estas opiniones vertidas por Alberdi no tardarían en disgustar a los
porteños mitristas. Estas reacciones movieron a Alberdi a profundizar sus
críticas, en una serie de cartas[8], que por lo demás expresan su opinión sobre
los mismos temas pero en término más duros y específicos.
“Toda la prensa del general Mitre ha recibido la consigna de imputarme un
folleto titulado:Les dissensions des Républiques de la Plata et les Machinations
du Brésil, como un acto de traición. Pertenezco a esas ideas desde muchos
años, no solo en su oposición contra el localismo absorbente de Buenos Aires,
sino en su afinidad con la tendencia del Paraguay a la resistencia liberal. Nunca
he sido extraño a la oposición argentina, que tuvo por aliado natural al
Paraguay más de una vez. (Sin embargo) ¿Soy menos consecuente cuando
desapruebo la alianza actual con el Brasil, después de haber aplaudido la de
1851?, la inconsecuencia estaría en aceptar las dos; la de 1851, que tuvo por
objeto libertar a la República Argentina de la tiranía localista de Buenos Aires; y
la de 1865 que tiene por objeto restaurar esa dominación sobre las provincias y
países interiores; la que sirvió a un interés esencialmente argentino y la que no
sirve sino estos dos intereses extranjeros:1o reivindicar la provincia brasileña
del Matto Grosso para su dueño; 2o derrocar al Presidente del Paraguay, para
que el Brasil logre su objeto y salve su integridad del mismo golpe con que
destruye la de sus aliados o instrumentos”.
“Los que hallaron preferible la mediación del Paraguay [9] a la de Francia e
Inglaterra, son los que llevan hoy la guerra a ese pueblo a título de bárbaro!
¿Qué pruebas ha dado ulteriormente de su barbarie que modifiquen la
aplicación de los deberes argentinos? Ha sacado la espada en defensa de la
independencia de la Banda Oriental contra el Brasil y ha entrado en
Corrientes, en lugar de dejar que el Brasil ocupase esta provincia, como quería
el neutral general Mitre, para que hiciera de ella el cuartel general contra el
enemigo”.
Conclusiones de Alberdi sobre la política de Mitre:  “No estaría en guerra el
general Mitre contra el Paraguay, no lo habría llevado antes a la Banda
Oriental, no estaría el Brasil en el Plata si la unión argentina fuese un hecho...la
guerra es hecha cabalmente para evitar la unión, porque la unión practicada
con verdad, es el hacho que debe quitar a la Provincia de Buenos Aires lo que
esta provincia arrebata a la Nación por la división o desunión de su territorio en
dos países, uno tributario otro privilegiado. Si Buenos Aires deseara la unión de
los argentinos  no habría necesitado  buscarla por el camino de la guerra con el
Paraguay. Hay un camino más corto, que está siempre en su mano, y sería
devolver a la Nación lo que es de la Nación -su renta, su tesoro-. La triple
alianza actual es la liga de tres enemigos natos, cada uno de los cuales
desconfía más de su aliado que de su enemigo común”.

La guerra y sus consecuencias


No hubo nunca una guerra más impopular que la llevada por la
Argentina contra el Paraguay. Solo un grupo minúsculo la apoyaba. Fue una
guerra cruenta, feroz. Más de 700.000 paraguayos sucumbieron al cabo de
cinco años de resistencia. Los altos hornos y la fundiciones fueron volados; los
sembrados destruidos; las ciudades arrasadas.
Hasta aquí a querido llegar este trabajo, dejando de lado las consecuencias
inmediatas y los pormenores del conflicto, queriendo ahora rescatar en
palabras de Perez Amuchastegui, cuales fueron las consecuencias atroces de
solución a larguímo plazo, a las que tuvo que enfrentar Paraguay, descontando
el genocidio, “Paraguay, al comenzar la guerra, (estaba) sin deuda externa,
contaba con una renta de £ 1.750.000 que respaldaba una emisión de moneda
cuatro veces inferior. Ahora en cambio ya no tenía nada. Y la generosa banca
londinense fue en su auxilio: un millón de libras  esterlinas en 1871, y dos más
en 1872, que nunca llegaron a destino...Pero estos préstamos estaban
avalados por 20.000 leguas de tierra fiscal...Según Carlos Pereyra, la deuda
externa paraguaya alcanzaba a £ 7.500.000 en 1908...”.

DIPLOMACIA:
Perú, Chile y Ecuador firmaron en 1856 un tratado continental a fin de fomentar
la unión de las naciones hispano – americanas y así enfrentar la agresión
europea.[10]
Los firmantes del Tratado decidieron convocar a un Congreso a realizarse en
Lima dirigido a contener a Europa y en donde se excluía de su participación
expresamente a Estados Unidos. Cuando el gobierno argentino recibió la
invitación en noviembre de 1862, la rechazó. El gobierno de Mitre sostuvo que
Argentina no compartía ningún tipo de antagonismo hacia Europa, por el
contrario, se afirmaba que nuestro país estaba identificado en un todo con
Europa.
Tal posición de Mitre, además de expresar una política eminentemente
pragmática, sirve para identificar lo que serán una serie de constantes, que a
partir de entonces serán relevantes en la formulación de la política exterior de
nuestro país:
         Predominio de la relación Argentina – Europa que durará hasta el gobierno de
Yrigoyen en el plano político y permanentemente en el plano económico.
         Aislacionismo de Argentina frente a las restantes naciones americanas. La
idea de Argentina era que cada nación debía bastarse a sí misma y manejarse
según los intereses y necesidades presentes en cada país. Tal idea será el
inicio del futuro aislacionismo argentino.
         ‘Política de no intervención’ en otros países.

La justificación de Mitre era que las naciones de América Latina, a diferencia de


las europeas, no podían ofrecer lo que Argentina necesitaba para su desarrollo:
comercio, capitales, inmigrantes y cultura.
Por otro lado, Mitre hablando sobre lo que el consideraba como un falso
americanismo, hará una crítica a la inoperancia de una supuesta hermandad de
los pueblos americanos, sosteniendo que era tiempo que abandonásemos esa
mentira pueril de que éramos hermanitos, y que como tales solo estaríamos
enajenando nuestra soberanía; por el contrario Mitre pensaba que como había
quedado demostrado con toda claridad en casos como el de las Malvinas, la
agresión anglo-francesa contra la Confederación, la intervención francesa en
México y el incidente entre Paraguay y Gran Bretaña, el americanismo era
inoperante en la práctica, especialmente sin la participación de Estados
Unidos. 
                   
CAMBIOS ECONÓMICOS Y SOCIALES:

         El censo de 1869 sirve para mostrar la evolución demográfica que estaba
sufriendo Argentina. Nuestro país tenía 1.737.000 habitantes de los cuales el
28 % estaba radicado en Bs.As. El 12 % eran extranjeros, de los cuales el 47
% estaba en Bs.As. La primer gran oleada inmigratoria comenzó en 1850 y
continuó durante las presidencias de Mitre y Sarmiento.
         EL 75 % de la población era rural aunque solo el 5 % eran propietarios. Por
ello, y para reducir el número de grandes propiedades improductivas,
Sarmiento se lanzó a la formación de colonias (Chivilcoy) alcanzando a fundar
146 entre Córdoba y Santa Fe.
         El aumento de la población rural por la inmigración posibilitó el aumento del
desarrollo agrícola. Dejó de importarse trigo y se empezó a exportar harina. En
1875 el rubro que más había crecido era la producción de cereales y en 1878,
el acto más importante de la presidencia de Avellaneda, según el propio
presidente, fue la primera exportación de trigo. En cuanto a la ganadería, el
ovino reemplazó al vacuno al punto que en 1880 la lana representaba
alrededor del 50 % de las exportaciones.
         La importación de máquinas – herramientas creció un 12 % en el período
1868-1874, dato que señala el nacimiento de una industria incipiente. Así,
aumento la producción de ropa, jabones, vino y azúcar.
         El ferrocarril tuvo un desarrollo extraordinario. Al Ferrocarril del Oeste,
propiedad de la provincia de Bs.As., se sumaron el Ferrocarril del Sur y el
Ferrocarril Central Argentino que unía Rosario, Córdoba y Tucumán, ambos de
capital británico. El Ferrocarril del Sur servía para dar salida a la producción
agrícola de Bs.As. por lo que siempre dio ganancias. El Ferrocarril Central
Argentino sólo era una empresa de fomento nacional  que buscó arraigar
nuevos pobladores en el centro del país, por ello siempre dio perdidas. Los
capitales argentinos no intervinieron en el desarrollo del país ya que los
inversores argentinos preferían invertir en tierras.
CUESTIÓN DE LÍMITES CON CHILE:
En 1865 Chile denunció el tratado de 1856 (mantenía el estatus quo limítrofe) como transitorio,
reclamando al mismo tiempo sus derechos sobre la Patagonia (Tesis de Amunátegui). Basado
en ese antecedente, el canciller chileno Ibáñez volvió a reclamar en 1872 derechos al este de
los andes a partir del río Deseado hacia el sur. Se basaba en que Sarmiento mismo había
sostenido tales derechos, aunque en realidad Sarmiento sólo se había referido al derecho de
Chile a permanecer en el Estrecho. Desestimando el pedido, Sarmiento contestó que el límite
entre los dos países era la cordillera y no la línea divisoria de aguas, aunque sí admitió el
derecho de los pueblos del Pacífico de permanecer en el Estrecho, exceptuando la Tierra del
Fuego. El conflicto llegó a su punto más alto cuando el gobierno chileno reiteró sus derechos
sobre la Patagonia desde el río Diamante hasta el sur, lo que fue rechazado por nuestro
gobierno. Finalmente se llegó a  un nuevo statu quo: Chile en el Estrecho, Argentina en Santa
Cruz.

Mientras sucedían estos hechos, Argentina llevó adelante dos estrategias


clave. Por un lado, la Campaña del Desierto iniciada por Alsina y virtualmente
finalizada en su segunda fase (1879) por Roca. Por otro lado, nuestro gobierno
creó una flota moderna  y dividió la Patagonia en las gobernaciones de
Patagonia y Magallanes.

Nuevamente, en 1876 la situación volvió a complicarse cuando un buque


chileno detuvo un barco francés en Santa Cruz alegando jurisdicción en esas
aguas. En 1877 volvió a repetirse un incidente similar, llegando ambos países
al borde de la guerra. Como respuesta, Avellaneda ordenó mover
inmediatamente la escuadra argentina y estacionarse en Santa Cruz al tiempo
que el Congreso nacional disponía el avance terrestre hasta el río Negro.
Finalmente, el 6 de Diciembre de 1877 se firmó el tratado Pierro – Sarratea por
el cual se consagró un nuevo statu quo: Chile en el Estrecho y Argentina en el
Atlántico.
Fue de gran importancia para acordar dicho tratado la circunstancia que Chile
iniciaba por ese entonces una disputa con Perú y Bolivia por los territorios
salitreros del norte, problema que desembocó en la guerra entre Chile y la
Confederación Boliviano-Peruana, el año 1879. Naturalmente, la opinión
pública Argentina apoyaba a Perú; sin embargo, Avellaneda se mantuvo neutral
continuando así la política exterior de Mitre.
No obstante y a pesar del declarado neutralismo argentino, los chilenos no se
sentían del todo seguros y enviaron un representante (Balmaceda) para llevar
adelante un arreglo de límites definitivo con Argentina. Como resultado de
dichas gestiones, en 1881 ambos países firmaron el tratado que definió la
cuestión hasta que la Reina de Inglaterra arbitrara sus derivaciones más
importantes.

Paz con Paraguay


Cuando la guerra de la Triple Alianza contra Paraguay terminaba en los
hechos,  el canciller argentino pronunció una de las frases más desafortunadas
de la diplomacia argentina: “La victoria no da derechos  a las naciones aliadas
para declarar por sí los límites suyos que el tratado señaló”. La declaración
provocó en Brasil una gran confusión sospechando que nuestro gobierno
pretendía anexarse los territorios que ocupaba (Chaco) además de
considerarla violatoria del pacto de la Triple Alianza.
El gobierno de Sarmiento empeoró aun más las cosas al sostener que la guerra
había sido contra López por lo que al haber muerto el tirano estábamos en paz
con Paraguay, por lo tanto, no se puede firmar la paz con quien no se está en
guerra. Basta con hacer regresar los ejércitos y esperar a que se constituya un
nuevo gobierno representativo en Paraguay.
Brasil en cambio sostuvo que el gobierno paraguayo es la expresión de una
necesidad real y tiene capacidad política y legal. Así la paz puede y debe
firmarse con el gobierno que exista.
En cuanto a la ocupación del Chaco, Argentina sostendrá que es provisoria y
que recién discutirá los límites con un gobierno paraguayo constituido.
Mitre se sumará a la disputa argumentando que si la victoria no da derechos,
entonces ¿para qué habíamos ido a la guerra? Inmediatamente, en Bs.As.
estalló una guerra política contra Sarmiento.
Paralelamente, Brasil mantenía la ocupación militar del suelo paraguayo y se
disponía a formar el nuevo gobierno provisional paraguayo quién se volcó
naturalmente por la posición de Brasil con quién contaría para intentar
recuperar el Chaco. Poco tiempo después, el gobierno paraguayo, apoyado por
Brasil, declaraba oficialmente su derecho a discutir los límites territoriales.
A esta altura la conclusión era que para Brasil habían quedado firmes sus
límites y cuestionados los de Argentina.
Correspondió a Avellaneda en 1876 firmar el tratado definitivo de paz.
Paraguay aceptó los límites argentinos hasta el río Pilcomayo y el territorio
chaqueño al norte de dicho río sería sometido al arbitraje del presidente de los
Estados Unidos; las islas del Cerrito y Apipé pasaban a Argentina, la de
Yaciretá a Paraguay.  Finalmente, en 1878 el presidente Hayes dio su fallo
arbitral otorgando todo el territorio en litigio al Paraguay. Cárcano dirá:
Paraguay había ganado en la paz lo que había perdido en la guerra.

Presidencia de Sarmiento (1868-1874)

Fue Lucio V. Mancilla quién lanzó en nombre del ejército en campaña en el


Paraguay la candidatura de Sarmiento. Era la primera vez que el ejército
actuaba como un actor político utilizando la fuerza de la institución en la lucha
electoral. Cuando las provicias cuyanas anticipan su apoyo a Sarmiento, Alsina
decide abandonar su candidatura a presidente por el partido autonomista y
unirse a la fórmula de Sarmiento como su vice. No era fácil la posición de
Sarmiento al asumir la primera magistratura. En primer lugar estaba
condicionado por su Vicepresidente Alsina, quién le debía haberle dado la
estructura partidaria del Partido Autonomista; al mismo tiempo debió enfrentar
la oposición mitrista cuya consigna fue ‘voltear al Ministerio’. Es por ello que
Sarmiento debía buscar el apoyo de quién le permitiera llevar adelante su obra
de gobierno sin condicionamientos. Fue su acercamiento a Urquiza, su antiguo
enemigo, el que le daría ese apoyo. Sin embargo, después de consolidar
simbólicamente su acuerdo visitando a Urquiza en San José (“Ahora si que me
creo presidente”) estalló la revolución federal, latente desde 1861, contra
Urquiza. Fue López Jordán el líder de la revuelta. Dos meses después de la
visita de Sarmiento, el 11/4/1870, Urquiza y dos de sus hijos eran asesinados y
López Jordán se hacía nombrar nuevo gobernador de Entre Ríos. Sarmiento
intervino inmediatamente la provincia ordenando reducir la revolución.
Finalmente, en enero de 1871 López Jordán es derrotado en Naembé. Con
López Jordán desapareció el último ejército provincial que hacía temible a su
gobernador y jefe. Dos años después, López Jordán volvió a revelarse
invadiendo Entre Ríos pero fue derrotado completa y definitivamente en Don
Gonzalo.
También molestó al presidente el accionar de los Taboada en Santiago del
Estero para lo cual primero envió al Gral. Rivas al norte con el objeto de limitar
su influencia fuera de Santiago. Taboada no tardó en comprender que no
podría enfrentar al presidente debiendo aceptar que el gobierno nacional
desarmara su sistema de influencias hasta desaparecer con su muerte en
1872.

LAS IDEAS SOCIOLÓGICAS DE SARMIENTO:


La barbarie por el atribuida al interior del país tenía su origen en las costumbres
transmitidas por España. Sarmiento solía hablar mal de España considerándola
una de las potencias más atrasadas de Europa y de mentalidad cerrada.
Tampoco era complaciente con la cultura indígena. Por ello, para Sarmiento
era necesario cortar con esas herencias a través de la inmigración proveniente
de naciones más desarrolladas que España y de la educación masiva.
También pesaban la poca densidad de la población y el atraso en el comercio y
las comunicaciones.
Eran esas enormes masas populares y atrasadas las que prestaban apoyo a
los caudillos, a quienes culpaba del atraso institucional argentino.
En Facundo contrasta la obra de los primeros liberales argentinos, como
Rivadavia, con las de su generación. Mientras los rivadavianos eran iluministas
– enciclopedistas, creyentes en la razón y en la adaptabilidad humana a las
construcciones institucionales, los actuales desconfían de la posibilidad de
modificar la conducta humana sin evaluar primero sus tendencias instintivas.
Esas tendencias se moldean a través de la cultura y se cristalizan y se
transmiten a través de la familia, formando grupos que coinciden con las razas
y cuyas actitudes solo cambian lentamente.

“Con las paradojas del Contrato Social se sublevó la Francia; Buenos Aires hizo lo
mismo; Voltaire había desacreditado al cristianismo, se desacreditó también en
Buenos Aires; Montesquieu distinguió tres poderes y al punto tres poderes tuvimos
nosotros…Sólo después de la Revolución de 1830 en Francia…las ciencias sociales
toman nueva dirección, y se comienzan a desvanecer las ilusiones.
Desde entonces comienzan a llegarnos libros europeos que nos demuestran que
Voltaire no tenía mucha razón, que Rousseau era un sofista…Desde entonces
sabemos algo de razas, de tendencias, de hábitos nacionales, de antecedentes
históricos”.

Por lo tanto, el constructor de instituciones debe adaptarlas a las características


y tradiciones culturales de su sociedad, aunque manteniendo una perspectiva
racional para llevarlo acabo.
Rousseau pensaba que la autoridad se basaba en un contrato razonablemente
acordado entre gobernantes y gobernados. Contrariamente, Sarmiento
sostendrá que la Revolución Americana destruyó los fundamentos tradicionales
que sostenían un orden, una forma de autoridad, sin que fueran sustituidos por
otros. Ese problema no se pudo resolver con un ‘contrato’.

“…Donde hay deliberación y voluntad, no hay autoridad…


Me explicaré. Arrebatado a la España Fernando VII, la autoridad, aquel hecho
permanente, deja de ser, y la España se reúne en juntas provinciales, que niega la
autoridad  los que gobiernan en nombre del rey. Esto es federación de la España.
Llega la noticia a la América, y se desprende de la España, separándose en varias
secciones: federación de la América.
…La República Argentina se divide en provincias, no en las antiguas Intendencias,
sino por ciudades: federación de las ciudades.
…La República Argentina se hallaba en esta crisis social, y muchos hombres notables
y bien intencionados de las ciudades creían que es posible hacer federaciones, cada
vez que un hombre o un pueblo se sienten sin respeto por una autoridad nominal y de
puro convenio…
Pero la República Argentina está geográficamente constituida de tal manera, que ha
de ser unitaria siempre, aunque el rótulo de la botella diga lo contrario”.

¿Cómo establecer la autoridad sin autoritarismo? Aquí chocarán las visiones de Sarmiento y
Alberdi. Este último enfatiza la obediencia al poder constituído y enfatiza la necesidad de una
autoridad legítima. No basta la mera rebeldía para enfrentar el autoritarismo a excepción de
Caseros y la Revolución de Mayo. En su lugar es preciso amortiguar las demandas evitando
así la guerra civil. Se diferenciaba de Sariento señalando que mientras aquél buscaba destruir
la ‘barbarie’, él consideraba que había que adaptarse a esas condciones diseñando
instituciones que se adapten a ese medio hostil.
 Sarmiento era más voluntarista pensando que había que aprovechar la oportunidad de estar
en el poder para introducir al máximo las nuevas instituciones.

 “…Dos bases había sospechado para la regeneración de mi patria: la educación de


los actuales habitantes, para sacarlos de la degradación moral y de masa en que
habían caído, y la incorporación a la sociedad actual de nuevas razas”.

Para Alberdi, sin embargo, la educación por sí sola había hecho más mal que bien, en el mejor
de los casos había sido inocua. Así, en las Bases dirá:

“Se hace este argumento: educando nuestras masas, tendremos orden; teniendo
orden vendrá la población de afuera.
Os diré que invertís el verdadero método de progreso. No tendréis orden ni educación
popular, sino por el influjo de masas introducidas con hábitos arraigados en ese orden
y buena educación…”

Por lo tanto, para Alberdi el desarrollo económico sería el artífice de todos los cambios, para lo
cual había que asegurar la estabilidad política aunque fuera a costa de una dosis de
autoritarismo.
En la práctica, Sarmiento había demostrado también creer en la necesidad de usar la fuerza
bruta como demostró en su accionar contra los caudillos del interior. Sólo la población educada
y bien remunerada crearía instituciones libres.

En cuanto al tema inmigratorio, Sarmiento dará su particular parecer en el libro La condición del
extranjero en América donde señalaba que el gran agente modernizador de la inmigración
atrasada que llegaba a Argentina era la existencia de oportunidades de trabajo, altos salarios y
posibilidades de independizarse. La garantía estaba dada en la abundancia de tierras.

CONTEXTO ECONÓMICO Y CULTURAL:

Aumentó el tendido de vías ferroviarias que permitió unir ahora las zonas
productivas del interior que ahora podían enviar su producción al exterior en
condiciones rentables y se desarrolló el telégrafo que unió por primera vez
Bs.As. con Rosario y Montevideo.
En materia de colonización, el proyecto de Sarmiento de crear colonias de
pequeños productores como la Chivilcoy no fueron suficientes; no obstante, la
inmigración seguía llegando a nuestro país.
El censo de 1869 también señaló que la mayoría de los habitantes de nuestro país era
analfabeto  (82%). Peor aun, la inmigración que llegaba a nuestro país tenía las mismas
carencias. “Es necesario hacer del pobre gaucho un hombre útil a la sociedad. Para eso
necesitamos hacer de toda la República una escuela”. Recibió el gobierno con 1082 escuelas y
lo entregó con 1816. También construyó escuelas normales para formar a los maestros al
tiempo que se fundaron más Colegios Nacionales y bibliotecas populares. Esta tarea la realizó
con la ayuda de su Ministro de Educación, Avellaneda.
No olvidó tampoco el desarrollo científico. Creó la Academia de Ciencias, y la Facultad de
Ciencias Físicas.
Sarmiento también estaba obsesionado por la reforma del ejército, robusteciendo el
equipamiento del ejército y la marina. Quería que fuese un ejército técnico y subordinado, al
tiempo que apolítico y disciplinado. Para ello fundó el Colegio Militar y la Escuela Naval y envió
al Congreso Nacional un proyecto de ley por el cual buscó impedir que los militares gestaran
fórmulas políticas. Sin embargo, Sarmiento mismo había contribuido a iniciar esa conducta al
intervenir las provincias con el ejército para derrocar los caudillos del interior y al aceptar que el
ejército se pronuncie proclamando su candidatura presidencial. También fueron causales la
Guerra con Paraguay y potenciales enfrentamientos con Chile y Brasil.
Sarmiento aprobó el Código Civil encargado por Mitre a Vélez Sársfield y se sancionó una ley
que reglamentaba la manera de obtener la ciudadanía por parte de los extranjeros.
En materia médica, hubo que enfrentar la terrible epidemia de fiebre amarilla que atacó Bs.As.
en 1871, algunos creen como consecuencia de la guerra del Paraguay. Tal fue el número de
muertos que hubo que ampliar los cementerios existentes además de crear el de la Chacarita.
En cuanto a la literatura, el género gauchesco marcó un hito importante en 1872 cuando se
publicó El gaucho Marín Fierro de José Hernández. José Manuel de Estrada, católico liberal,
fue autor de ensayos históricos que buscaban desarrollar una ciencia política basada en la
experiencia nacional, especialmente en una interpretación de la época de Rosas y del
caudillismo federal en la obra Política liberal bajo la tiranía de Rosas (1873).

Presidencia de Avellaneda (1874-1880)


Llegando el final de la presidencia de Sarmiento ya se conocían las candidaturas principales:
Mitre por el Partido Nacionalista; Alsina por el Partido Autonomista; y Avellaneda que al igual
que Sarmiento no tenía partido que lo respaldara aunque sí el total apoyo oficial del presidente.
Sin embargo, Alsina advirtió una vez más que su porteñismo le impediría llegar a la presidencia
optando por unir sus fuerzas con Avellaneda, no como su vicepresidente sino poniéndose al
frente de un Ministerio clave como el de Guerra. Además, esta alianza buscó nacionalizar
definitivamente al autonomismo, por lo que pasó a llamarse Autonomismo Nacional.
Cuando llegó el momento de la elección, el gobierno volcó toda su influencia a favor de su
candidato, a través del fraude. De hecho, en Bs.As., único lugar donde no se pudo hacer
fraude, se impuso Mitre. Como respuesta Mitre lanzó la rebelión, pero el nuevo gobierno
nacional no tuvo dificultades en disolverlos aunque al precio de una situación política por
demás inestable fruto de ilegitimidad con la que había llegado al poder.
La estrategia de Avellaneda para salvar este déficit se conoce como la política de ‘conciliación’.
Primero, robusteció la alianza que lo llevó al poder, formada por un lado por la mayor parte de
los gobernadores del interior nucleados en un partido nacional muy dependiente del favor oficial
y por otro por la facción porteña liderada por Alsina. A él le dio el Ministerio de Guerra y Marina,
mientras que Bernardo de Irigoyen, porteño de tradición federal le confió la Cancillería.
El segundo paso de su estrategia y más decisivo estaba dirigido al sector opositor más duro
liderado por Mitre. Con él, sólo tres años después de haber asumido el mando, logra concretar
el pacto conocido como Conciliación:

         Se otorgó una amnistía a quienes habían participado en el levantamiento.


         Se repartieron entre los firmantes las candidaturas a las futuras elecciones de Gobernador y
diputados, fundamentalmente en Bs.As. Allí, irían como candidato a gobernador el autonomista
Carlos Tejedor de origen unitario y muy permeable a las ideas de Mitre, y como candidato a
vicegobernador José María Moreno perteneciente al riñón del mitrismo. Las listas de diputados
se completaron con miembros de ambos grupos.
         Al Ejecutivo se incorporaron dos ministros mitristas: Rufino de Elizalde y José María Gutiérrez.

Este acuerdo que otorgaba tantos beneficios a los mitristas provocó la separción de un sector
de autonomistas a ultranza que no quería transar con el enemigo de ayer, separándose del
partido. El grupo disidente estaba liderado por Aristóbulo del Valle y Leandro Alem. Este sector
luego fundaría el partido Republicano que llegó a contar con el apoyo de Sarmiento.

RELACIONES ANGLO-ARGENTINAS:

El período 1875-1882 puede caracterizarse como un período de depresión y recuperación


político. Los años 1862-1875 fueron de grandes transformaciones para los intereses británicos
en Argentina y de los intereses argentinos en su propio país. Cuando la velocidad del proceso
disminuyó, afloraron tensiones económicas y financieras que se proyectaban en la vida política
y que exigieron una reconsideración de la política británica en Argentina. En 1876 se produjo
una amenaza directa a las inversiones británicas en nuestro país y en 1880 el estallido de una
pequeña guerra civil puso en peligro la estabilidad política del Río de la Plata, lo cual determinó
que los intereses británicos en Argentina pidieran una intervención política británica, con el fin
de proteger los intereses de los propietarios británicos.
La crisis económica que comenzó en 1873 no alcanzó a todas las ramas de la economía
argentina o de los intereses británicos en Argentina. Algunas ramas del comercio sufrieron más
que otras por lo que algunos inversores sufrieron más que otros también. Todos los bancos
sufrieron una disminución en sus beneficios pero no todos quebraron. Lo mismo puede decirse
en el caso de los ferrocarriles. Es esa desigualdad en el impacto de los acontecimientos
económicos la que determinó que la respuesta política del gobierno británico tampoco fuera
pareja. En el pasado, un bloqueo, guerra civil o una baja de los precios afectaba a los intereses
en el Río de la Plata de manera uniforme y suscitaba una demanda uniforme  de acción política
y diplomática; pero la complejidad de los nuevos acontecimientos hacían imposible cualquier
tipo de acción política que no fuera como predijo  Castlereagh de laissez-faire.
Desde 1862-1872, las exportaciones británicas a la Argentina seguían aumentando de manera
gradual y creciente. En 1872 este aumento excedió todos los registros anteriores. En 1873 y
especialmente en 1874, las exportaciones estuvieron por debajo de su promedio. Pero en 1875
y 1876 las exportaciones obtuvieron un registro todavía peor. Entre 1872 y 1876 el índice de
exportaciones británicas se redujo en más del 50%. En 1877 hubo un indicio de recuperación y
para el año 1882 el índice superaba al del año 1872.
En el año 1876, el peor de la crisis, el gobierno argentino decretó la convertibilidad de los
billetes del Banco Provincial de Bs.As. En mayo el Gobierno de Santa Fe decretó la liquidación
de la sucursal Rosario del Banco de Londres y Río de la Plata y encarceló al gerente. También
el Banco Mercantil se encontró al borde de la liquidación.
El resurgimiento de la producción y de las exportaciones argentinas salvó a los ferrocarriles de
la experiencia de los bancos. En 1875, por ejemplo, tanto el Ferrocarril Sur como el Central
Argentino informaron que habían aumentado sus ingresos. La depresión ferroviaria llegaría
recién en 1878. Los precios en el mercado mundial estaban bajando y el aumento continuo del
patrón oro hacía que la conversión de las entradas en libras dieran pérdidas. Sin embargo, fue
una crisis momentánea ya que en 1879 y 1880 la producción aumentó  y las exportaciones
comenzaron a subir. Incluso la inflación monetaria benefició a los ferrocarriles ya que los costos
no subían tan rápido como las tarifas.
En cuanto a los títulos públicos del estado argentino, especialmente los del gobierno nacional,
fueron muy susceptibles a la depresión desde su inicio en 1874. La razón es simple: en la
década del 1870 como en la del ’20, la mayor fuente de ingresos era la aduana. Los grandes
volúmenes de importaciones hacían crecer las rentas del estado fomentando la política de
garantizar beneficios para los ferrocarriles e inversiones públicas. Cuando las importaciones
cayeron, cayeron también las rentas públicas. Como resultado, la caída de las importaciones
de 1876 precipitó la crisis ante la imposibilidad de continuar realizando los pagos en metálico.
El Gobierno nacional no podía pagar en oro los cupones del último trimestre de 1876 por lo que
los tenedores debieron aceptar el pago en pesos papel al interés corriente. Luego se supo que
los intereses de la deuda se pagaron mediante un préstamo de la Baring Brothers. Para salvar
el crédito de la Nación se realizaron una serie de préstamos intergubernamentales,
concediendo la pcia. de Bs.As. préstamos al gobierno Nacional y éste a alguna de las pcias
más pobres.
Finalmente, y gracias a que el gobierno suspendió la toma de préstamos más el aumento de
las exportaciones registrado en 1877 y 1878 fueron factores favorables para superar la crisis.
Así, también comenzó a desaparecer la amenaza que pesaba sobre los títulos públicos. En
1881 también quedaron saldadas las cuentas con los ferrocarriles, tocantes a la cláusula de
garantía.

Ahora bien, ¿Qué sucedió entre el país y los extranjeros durante los años de crisis 1874-1881?
Las empresas ferroviarias y los bancos ingleses sufrían el permanente ataque de la prensa y el
Congreso. Se criticaba el alto precio de los ferrocarriles y que el gobierno pagara garantías a
quienes estaban brindando un servicio supuestamente deficiente. La situación más grave se
dio en 1876 cuando el gobierno de Santa Fe emprendió una acción contra el Banco de Londres
y Río de la Plata al cerrar su sucursal y encerrar su gerente. Este banco era una empresa por
acciones y su principal accionista era el Gobierno de Santa Fe. La idea era presionar al Banco
de Londres a prestar la suma de 500.000 pesos plata (80.000 libras) por seis meses ante lo
cual el gobierno de Santa Fe no decretaría la liquidación. El Foreign Office se enteró de los
acontecimientos con indignación pero se abstuvo de actuar. Lo mismo hizo la embajada
alemana ya que el gerente era alemán. Además, en 1876 había demasiados intereses
argentinos mezclados en el proceso de desarrollo económico que dependían del capital
extranjero para aceptar alegremente semejante picardía financiera gauchesca. En Inglaterra sin
embargo, los funcionarios legales de la Corona recomendaban una acción enérgica aunque el
Conde de Derby logró hacer prevalecer la calma. No obstante, el Encargado de Negocios, St.
John envió una cañonera británica hasta Rosario. Al mismo tiempo, Drabble, presidente del
directorio del Banco de Londres y Río de la Plata llegó a Bs.As. para hacerse cargo de las
negociaciones con el Ministro de Relaciones Exteriores argentino y con el capitán de la
cañonera británica. Las cosas comenzaron a mejorar, en especial cuando St. John le indicó a
Irigoyen la merma en la actividad del Ferrocarril Central Argentino por lo que el gobierno
nacional debería pagar 100.000 libras según indicaba la cláusula de garantía. Esta noticia fue
la que precipitó el accionar de Irigoyen a favor de una solución política rápido. Llamó
inmediatamente al gob. de Santa Fe presionándolo a que arregle inmediatamente el asunto.
Finalmente, Santa Fe devolvióel metálico que se había apoderado y Drabble convino en
renunciar a toda compensación, a cambio de que el Banco de Londres y Río de la
Plata pudiera reiniciar sus actividades en Santa Fe.

Durante los cinco años que van desde 1874 a 1879  se habían manifestado fuerzas
disociadoras. Algunas eran propias de la Argentina que ahora estaba terminando; algunas
precursoras de la Argentina del futuro. Pero ninguna había sido lo suficientemente fuerte para
vencer los intereses rurales argentinos y esos intereses a su vez estaban resueltos a mantener
relaciones cordiales con la clase comercial de Europa, en particular con la británica. Tanto el
tono de la prensa como la acción del gobierno en el asunto de la sucursal del Banco de
Londres y Río de la Plata, demostró que cualesquiera que fueran las diferencias entre los
intereses argentinos y las empresas extranjeras, aquellos deseaban que continuaran llegando
los capitales desde el exterior. Gran Bretaña contribuyó a mantener la estabilidad política, al
mantener baja la temperatura de las relaciones internacionales entre Europa y el Río de  la
Plata. Gran Bretña no ejerció ninguna presión sobre Argentina e incluso desalentó la
inmigración a Argentina por el temor que dichas personas, su propiedad y dinero, pudieran
comprometer demasiado a Gran Bretaña.

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