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Es acá donde encontramos a los dos partidos que con sus diferencias hacia su interior
marcaran el camino hasta la definitiva unión nacional a partir de 1880. La conflictiva
relación de ambos llevará a Buenos Aires a separarse de la Confederación en 1854, a a
Urquiza a incorporarla a la fuerza luego de Cepeda y el pacto de San José de Flores en
1859.
Ya para el 12 de octubre de 1862, el ahora presidente Mitre contaba con todos los
gobernadores renovados, salvo los casos de Taboada, aliado y Urquiza, este último con el
mandato de mantener calmo a los depuestos federales. A diferencia de las anteriores
presidencias, Mitre se impuso no por el consenso sino por la violencia ejercida sobre los
federales.
Los abusos de la presidencia de Mitre generó resistencia de los federales del interior, y,
ante la actitud pasiva de Urquiza, esta fue encabezada desde los Llanos riojanos por el
general José Vicente Peñaloza. Mitre niega entidad política a las revueltas, negándole la
calidad de guerra civil sino de policía. En 1862 inicia una campaña contra el Chacho
Peñaloza que esta marcada por la crueldad y la apatía de Urquiza, siendo este el único
gobierno federal que subsistió. En 1863 el Chacho rendido, es asesinado por Irrazábal.
La misma política es empleada para las rebeliones de Felipe Varela y López Jordán. Esto
traerá consecuencias para las posteriores ambiciones mitristas.
Aspectos ideológicos: en el Litoral la intromisión brasileña, las simpatías por los colorados
fue motivo de descontento, A pesar del apoyo de Urquiza el ejército entreriano se
desbandó en dos ocasiones desconociendo el mando de su Capitán General.
Aspectos sociales: la lejanía hacía sentir a la guerra como impropia, a lo que se sumaba
el hecho de tener que abandonar la familia y el trabajo.
d- En la sucesión de Mitre se dio por primera vez un fenómeno ante no visto, Urquiza
y Derqui fueron electos por el partido Federal, Mitre sin oposición. Ahora en 1868 se
produjo el enfrentamiento electoral entre el partido Federal y las dos versiones del partido
Liberal. Cobraba importancia entonces el Colegio Electoral y por lo tanto el proceso
electoral que determinaría la composición del mismo.
Surgieron así las candidaturas de Elizalde, por el Nacionalismo mitrista, Alsina por el
autonomismo, y Urquiza por el partido Federal. La guerra del Paraguay más las
represiones de Mitre en el interior desgastaron su capacidad para imponer un candidato, y
en 1867 se produjo un recambio de figuras con la aparición de Sarmiento como candidato
propuesto por algunos generales participantes en la guerra del Paraguay.
Sarmiento, que no tenía partido propio, gobernó con la oposición de Mitre y el apoyo de
Urquiza (con influencia en el Interior). No compartió el poder con los autonomistas, sino
que se rodeó por dirigentes de varios sectores con experiencia como hombres de Estado,
este hecho marcó el retorno de antiguos federales a las esferas decisorias del poder,
donde continuaron su alianza con el autonomismo contra Mitre.
La campaña estuvo marcada por la violencia, lo que llevó a Avellaneda a trasladar por
seguridad la capital de la nación a la localidad de Belgrano. En tres combates las tropas
nacionales derrotan a las de Buenos Aires, y el Colegio Electoral consagra a Roca como
presidente.
La hegemonía de Buenos Aires ya no era compatible con una identidad que abarcase
toda la Nación.
Otro factor que condicionó las elecciones fue las luchas del federalismo popular riojano de
la década de 1860. Estas tuvieron su origen en parte en los abusos de las intervenciones
de los ejércitos mitristas luego de 1862, y también la resistencia a los reclutamientos para
la guerra del Paraguay. Estos hechos desbastaron las provincias y diezmaron la
población.
Los reclamos por la represión, el reclutamiento y en menor medida por la carga de los
impuestos, fueron tomados por el Federalismo Popular como una de sus banderas de
lucha.
Las alineaciones provinciales se fueron dando a través de las acciones de las facciones
de cada una de las provincias. Estas buscaban el apoyo externo, o influir en otra
provincia, dentro de su provincia buscaba fortalecer sus posiciones o derrocar gobiernos
opositores según el caso. Pero en todas primaron los intereses de las élites locales
enfrentadas. Los escasos electores que recogió Urquiza fueron muestra de esto.
La integridad territorial, el ejercicio del poder político, sacudido por rebeliones internas, el
Chacho 1862-1863, Felipe Varela 1866-1868, López Jordán 1870-1873, sofocadas por el
gobierno central, la resistencia de Buenos Aires a su federalización, y las ya mencionadas
persistentes autonomías y rebeliones provinciales.
La identidad nacional, que requería la existencia de una voluntad a la creación de una
voluntad común.
El gobierno de Sarmiento fue, al contrario del “anterior Sarmiento” un gobierno que tuvo
en cuenta los intereses provinciales, con los que tendió nuevas relaciones, salvo la
intervención de la Entre Ríos de López Jordán, buscó una buena relación con las mismas,
integrando a miembros de sus élites al gobierno.
Sin embargo en la relación provincia-nación, la balanza política estaba inclinada hacia las
primeras y en especial a la poderosa provincia de Buenos Aires que acogía en su ciudad
al gobierno central.
Botana explica que el problema central de la construcción de esta unidad política era que
en el conflicto entre Buenos Aires y su Hinterland, y, el Interior no podía resolverse, nadie
lograba el control del monopolio de la violencia, la característica central de la unidad
política.
El poder de la Nación se extendía hacia las provincias, ahora con el peso de la aduana
nacionalizada, el monopolio de la violencia legítima y el uso de la intervención federal.
Este moderno estado hobbesiano reconoció como único límite la Constitución Nacional y
sus instituciones, la función del Congreso, los procesos electorales cada dos años y el
respeto a la no reelección inmediata.
Una nueva forma de ejercicio del poder se inauguró con Roca, la unión nacional basada
en valores y creencias comunes, un poder común; y el ejercicio de un gobierno que
implicó la creación de instituciones que posibilitaran esta unidad política, y, determinar
quienes ejercerían el poder, esto dio lugar a la representación invertida, por lo que la
oposición solo era aceptada dentro del mismo régimen.
Este nuevo orden político dejó atrás la desintegración territorial y las guerras internas.