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UNIVERSIDAD ALEJANDRO DE HUMBOLDT

ESCUELA DE ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS


CURSO: VENEZUELA CONTEMPORÁNEA

PROF. MARIA WALLS R.


Lectura 2.

Tercera etapa.

La Venezuela Agropecuaria (1830-1935)

A partir de 1830, empieza un período nuevo para Venezuela conocido con el nombre de
Venezuela agropecuaria. La base de la economía en esa época dependía de las actividades
agrícolas y pecuarias. Las tierras, hatos y haciendas se encontraban en poder de pocas manos, los
latifundistas. La mayor parte del ingreso del país dependía de la exportación del café y cacao.
Además, la mayoría de la población vivía en el campo y su subsistencia dependía de las labores del
mismo. Sin embargo, en esta Venezuela sobresalen algunas características especiales como son: el
asentamiento de las clases sociales, caudillismo y surgimiento de partidos políticos, entre otras. La
compleja estructura social generó serios conflictos políticos y sociales, así como contradicciones
entre las clases existentes, unos tratando de defenderse de los otros, especialmente por la actitud
manifiesta del gobierno al favorecer al sector el mercantil.
Debido a las guerras intestinas que se desarrollaron en el país durante esta etapa, el cultivo
del café, alcanzó en 1830 niveles similares a los de inicios del siglo, logrando desplazar al cacao en el
primer lugar de las exportaciones. Durante la década de 1830, dichos productos representaron entre
el 50 y el 60% del valor total de las exportaciones. Junto con el cacao, cuya producción en 1840
alcanzaba a la mitad del nivel de 1810, la de añil, algodón y tabaco también decreció en los años que
siguieron a la guerra y el deterioro sufrido a la ganadería llevó a que, en 1826, se prohibiera la
exportación de caballos, yeguas, mulas y asnos. Igualmente fue afectada la producción agropecuaria
para el consumo interno, lo cual agravó los problemas de desabastecimiento sobre todo en la
provincia de Caracas y originó la subida de precios en bienes de la dieta diaria de la mayoría de la
población, como ocurrió con la carne, el maíz y otros granos.
Otros productos tuvieron poca participación en las exportaciones, reafirmándose la condición
fuertemente monoproductora de la agricultura venezolana, el cultivo del tabaco, en lo esencial
orientado al consumo interno, prácticamente desapareció como bien de exportación desde mediados
del siglo. Otro tanto ocurrió con el algodón, aunque con un fugaz repunte entre los años 1860 y 1870
como consecuencia de la Guerra de Secesión en Estados Unidos. La caña de azúcar, incapacitada
para competir con la producción de otras áreas del Caribe, con más altos rendimientos y bajo costo,
continuó dedicada al consumo interno, mientras que la exportación de bienes ganaderos, si bien
estuvo en ascenso desde fines de la década de 1830 decayó nuevamente debido a los efectos de la
Guerra Federal.

Si bien este tipo de crédito tendió a debilitarse con la eliminación de la ley a fines de la década
siguiente y una cierta moderación de las tasas de interés, la carencia de capitales para la agricultura
se mantuvo en niveles críticos hasta mediados de la década de 1860, cuando comenzó a cobrar
importancia un crédito menos riesgoso y a más bajo interés, suministrado por las casas comerciales
con garantía de la cosecha y no de la propiedad. Con todo, el problema persistió, afectando
particularmente a los pequeños y medianos productores quienes se mantuvieron dependiendo, en
buena medida, del crédito usurero y de los comerciantes intermediarios. La obtención de capital
líquido y de créditos a largo plazo y a bajo interés que se radicaran en la propiedad territorial, siguió
siendo prédica permanente de los agricultores, quienes vieron frustradas sus aspiraciones de obtener
un mayor apoyo del Estado a través de la creación de un Instituto de Crédito Territorial o de un Banco
Agrario que garantizara condiciones de financiamiento más apropiadas.
El problema de la mano de obra en la agricultura se impuso de manera alarmante debido a la
desaparición de cerca de una quinta parte de la población, por las dificultades para reincorporar a la
producción a los esclavos, fugados durante la contienda emancipadora en alguno de los bandos, o la
población libre movilizada durante los enfrentamientos. Pese a ello, la escasez de trabajadores
subsistió, presionada por la creciente demanda del cultivo del café y el drenaje de población por las
continuas acciones bélicas. La abolición de la esclavitud en 1854 y los resultados de la Guerra
Federal, al consagrar legalmente la libertad y la igualdad, terminaron por debilitar la resistencia de la
población trabajadora y, aunados a una cierta recuperación demográfica, favorecieron el incremento
de la oferta de mano de obra en el último tercio del siglo. La escasez de mano de obra afectó con
más intensidad a la zona centro costera, tanto por ser el principal escenario de las contiendas bélicas
que se produjeron a lo largo de todo el siglo XIX como por verse azotado por fiebres endémicas o
epidémicas en diversos momentos.

Si bien los precios internacionales del café mostraron un alza en el siglo XIX, esta tendencia
se vio interrumpida por caídas coyunturales condicionadas más por los niveles de la oferta y
demanda mundial, afectaron no sólo el funcionamiento de la agroexportación, sino el descenso en los
ingresos, desequilibrio de la balanza comercial, disminución en la demanda de bienes y servicios y
del circulante, así como contracción de los gastos de los productores y del crédito ofrecido por los
comerciantes y déficit fiscales, estos efectos estuvieron asociados a los cambios políticos en el país.

Esta tendencia decreciente era producto de la expansión hacia terrenos poco aptos para el
cultivo y fundamentalmente, de los sistemas de trabajo basados en un escaso laboreo, adecuándose
a la carencia de capitales y a la escasez de mano de obra, aunado a que sólo quedaban disponibles
aquellas tierras de más difícil acceso donde la producción se encarecería por los costos de transporte
a los puertos de embarque. En esas condiciones, el café venezolano comenzó a perder significación
en el mercado mundial, aunque hasta 1909 se mantuvo como segundo productor, muy distante del
primer lugar ocupado por Brasil.

Al iniciarse el siglo XIX la mano de obra se hallaba incorporada a las haciendas y


representaba la mayor parte del capital de los hacendados, utilizado como garantía para sus
préstamos. Al mismo tiempo, la población libre de negros, indios y pardos, que desde el período
colonial representaba la mano de obra mayoritaria de la hacienda, cuando se abolió la esclavitud en
1854, el peonaje, que era la forma de vincularse la población libre a la hacienda, estaba ya
plenamente establecido. Los antiguos esclavos tendieron a convertirse en peones de las haciendas
en condiciones económicas similares y a veces, peores a las de su situación anterior. Aunque la
existencia de una población sin tierras representaba una oferta potencial de mano de obra, las
condiciones de trabajo y los niveles de remuneración parecían no ser muy atractivos. El hato
constituyó el patrón predominante de la cría de ganado, extendida en la geografía llanera, su uso
área para la cría del ganado en libertad le dio al hato un fuerte carácter latifundista, el cual se acentuó
en el siglo XIX por la venta de tierras ejidales y nacionales o su entrega por la compensación de
préstamos contraídos o haberes militares; así como por la venta de tierras valorizadas por efecto de
las guerras y el cambio de manos de propiedades por presión política.
En un país originariamente agrícola, Juan Vicente Gómez va a concentrar en sus manos y las
de su familia las mejores haciendas del país, asimismo entra en posesión por diversos medios de la
incipiente industria agropecuaria de los estados centrales y sus propiedades superaban los 800
millones de bolívares para su muerte en 1935. Con estas medidas el gobierno de Gómez aseguró el
control de un territorio y de una población que no había conocido sino guerras y revoluciones.

Durante los primeros 40 años del siglo XX (1900-1935) Venezuela, en lo relativo a la actividad
económica, presentaba aún características semifeudales, con muy escasa población (menos de
2.500.000 h en 1900 y 2.900.000 en 1926) diezmada por las endemias, con coeficiente de mortalidad
de 16 por 1.000 y una expectativa de vida de 38 años, con un 66% de analfabetos y más de 500.000
niños sin escuela para la última fecha antes citada. La agricultura no escapaba a esta crítica
situación, asfixiada por el latifundio. En 1926, la población rural representaba el 85% de la población
total.
Las existencias de ganado, en 1922, no llegaban a 2.800.000 cabezas y eran apenas un 33%,
llegando a disminuir para el año 1910 hasta 1.500.000 cabezas. La munificencia con la cual se
concedieron prebendas y exoneraciones a las compañías petroleras y la aparición de una nueva
fuente de demanda para alimentar los carros, aviones y buques para la Primera Guerra Mundial,
hicieron posible que ya para 1926 los ingresos petroleros superasen al café como principal producto
de exportación. Venezuela había dejado de ser un país agrícola para comenzar a ser un país
petrolero.

La explotación petrolera ocasionó el aumento de las migraciones que ya había originado el


paludismo, con la consecuente reducción de la población agrícola y el inicio de la marginalidad en las
ciudades. Casi como único rasgo positivo, aunque de alcance limitado, está la creación, en 1928, del
Banco Agrícola y Pecuario. Otro elemento que causa importantes modificaciones en la estructura de
la agricultura venezolana es la gran crisis de 1929, una de cuyas manifestaciones es la caída de los
precios en las exportaciones agrícolas tradicionales, la cual, a su vez, trae como consecuencia la
ruina de los productores. Las unidades de producción agrícola y pecuaria van a pasar,
gradualmente, a manos de las casas comerciales o de particulares que ejecutan las hipotecas sobre
fincas y hatos para tratar de recuperar los créditos concedidos. Esto acelera el proceso de
concentración del latifundio en manos, tanto de Juan Vicente Gómez como de la plana mayor del
régimen de la rehabilitación nacional y, al mismo tiempo, acelera un proceso de transformación de la
agricultura a través del cambio de uso que se le da a la tierra. Ya no se habla en términos de
agroexportación, sino de agricultura intensiva o de agricultura al servicio de la industria y del creciente
proceso de urbanización.

Surgimiento de nuevas clases sociales

Las clases se establecen de acuerdo al lugar que ocupan en la producción social, por el nivel
de riqueza que disponen y por el trabajo que desempeñan. En el proceso de formación del país la
sociedad ha estado dividida en clases sociales, desde la conquista hasta nuestros días, unas
dominantes y otras dominadas. Así en el periodo agropecuario surgió una sociedad de clases entre
las cuales se pueden mencionar:

Los terratenientes o latifundistas: se ubicaban en el medio rural. La clase estaba constituida por
los propietarios de las tierras, procedían en su mayor parte de la antigua Oligarquía Colonial (blancos
criollos). Este grupo salió muy favorecido en la república de 1830, porque tenían más poder político
que en la colonia cuando sólo disfrutaban de poder municipal, tierras y haciendas, y estaban
sometidos a las restricciones del gobierno español. Ahora mantenían la propiedad territorial y además
el poder político concedido por la constitución, el mando de la república reposaba en manos de los
terratenientes. A este grupo luego se le unieron los militares y los caudillos que participaron en el
proceso de la independencia. Esta unión da origen a una clase social alta denominada oligarquía.

La burguesía comercial o mercantil: esta clase se formó en torno al comercio exterior y a todas las
operaciones que realizaban las casas extranjeras. En su poder se fue concentrando el capital
proveniente del mercado internacional. Se convirtió en la clase social de mayor recurso. Los
burgueses hacían préstamos a los cosecheros, hacendados o terratenientes y al Estado.

Los artesanos: eran otra clase social que estaba formada por el grupo de trabajadores cuya labor se
desarrollaba en pequeños talleres, principalmente en las ciudades, tenían escasos recursos y sus
productos competían con los productos importados. Entre los artesanos podemos nombrar a los
zapateros, los carpinteros y herreros, entre otros.
Los campesinos: clase constituida por los trabajadores de las haciendas y hatos. Era un sector
heterogéneo por las diversas condiciones que tenían estos trabajadores. Había campesinos libres y
esclavos. Los campesinos libres podían trabajar en sus propias tierras o en las tierras de los
latifundistas como aparceros; esto es, campesinos que trabajaban las tierras de los latifundistas en la
siguiente forma: medianeros quienes tenían que dar la mitad de la cosecha al
latifundista; arrendatarios quienes hacían su pago en efectivo; colonos quienes hacían su pago
trabajando gratis en los latifundios, haciendas y hatos de los terratenientes o como trabajadores
asalariados devengando sueldos muy bajos, lo cual hacia su situación socioeconómica muy mala.

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