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TRABAJO CONTEXTUALIZADO DE ETICA

(Breve descripción del sistema de salud en Colombia)

KAIRA OCHOA MEJIA – 0141910015


LAUREN LISETH GONZALEZ ACOSTA – 0141910005
DANIELA MARTINEZ GUTIERREZ – 0141910025
MARIA ALEJANDRA GONZALEZ ACOSTA – 0141910014

MARTIN VERGARA

CUARTO SEMESTRE DE ADMINISTRACION EN LOS SERVICIOS DE


LA SALUD

30 ENERO 2021
UNIVERSIDAD DE CARTAGENA

MAGANGUE BOLIVAR
JUSTIFICACION

En esta investigación nos encontraremos que en sistema de salud colombiano encontramos


unos defensores y unos detractores, a pesar de su visión antagonista y su nivel de
diagnóstico, ambos tienen razón, también encontraremos casos de corrupción en el sistema
de salud.

Nos esforzaremos por obtener una nota satisfactoria, porque confiamos en el buen trabajo
de investigación que hemos realizado.
OBJETIVOS
OBJETIVO GENERAL
Investigar un caso de corrupción reciente, que haya afectado al sistema de salud.

OBJETIVO ESPECIFICO
Analizar las consecuencias económicas, éticas, morales y ciudadanas que genera la
corrupción en el sistema de salud colombiano.
MARCO CONCEPTUAL.
(Breve descripción del sistema de salud en Colombia y del fenómeno de la corrupción: política,
administrativa y económica)

ECONOMICO
El sistema de salud colombiano tiene sus defensores y sus detractores.
En otras palabras, como lo veremos estas dos visiones son las dos caras de una misma
moneda.
En efecto, tienen razón en el Ministerio de Salud y Protección Social cuando dicen que el
sistema de salud colombiano ofrece mucho a sus usuarios, en particular da acceso a
tratamientos relativamente recientes, a pesar de que son tratamientos costosos y que, por
otro lado, los colombianos pagan una fracción muy baja directamente de sus bolsillos. Los
gastos de bolsillo, determinados por los mecanismos de co-pago y las cuotas moderadoras
son muy bajas en Colombia, lo que implica que, para un hogar colombiano es casi
imposible “quebrarse” por las consecuencias financieras de los riesgos de salud. El
Ministerio tiene razón de subrayar lo anterior, dado que es un atributo muy positivo del
sistema de salud colombiano, incluso que países desarrollados podrían envidiar.
Pero al mismo tiempo, los detractores del sistema de salud tienen algunas críticas válidas.
La realidad cotidiana que muchos usuarios del sistema de salud enfrentan en Colombia, se
parece más a una experiencia sacada de un libro de Kafka que a otra cosa. Las trabas
administrativas, generalmente igual de dañinas que innecesarias, impuestas por algunas
EPS a sus usuarios, o la negación de tratamientos que deberían cubrir, los tiempos de
espera demasiado largos para la consecución de una cita que puede ser urgente hace que en
diferentes encuestas los usuarios se declaren insatisfechos con la calidad de la atención
recibida y del sistema de salud en su conjunto.
los problemas de sostenibilidad financiera y la existencia de barreras al acceso a los
servicios de salud.
En cuanto a los retos del sistema, el primero corresponde a alcanzar dicha sostenibilidad,
mientras que el segundo desafío identificado es la necesidad de recuperar la legitimidad y
confianza en el sistema.
En línea con la preocupación por el fenómeno de la corrupción, frente a la efectividad de
los mecanismos de control y de supervisión, se considera que no son efectivos.
Cuando se pregunta por las fuentes que podrían sustentar el aumento del gasto del sector
identificado para los próximos años, se opinan qué tanto deberían incrementarse las fuentes
de ingreso alternativas.
La que se considera debería aumentar mucho es la de los impuestos específicos, según el
75% . Le siguen los impuestos generales, con el 29% .

Entre los que deben aumentar poco se encuentran los pagos de bolsillo - Compra de
servicios y medicamentos (60%) y las cotizaciones a seguridad social (50%).
Contrasta que cuando se pregunta por cuál debería ser la fuente de ingresos que no debe
aumentar, la mayoría (31%) menciona las cotizaciones a la seguridad social.

POLÍTICO
Generalmente se define la corrupción como “abuso de los deberes de funcionario público
para beneficio propio”. Este concepto abarca directamente la responsabilidad de los
dirigentes y funcionarios públicos, porque debe existir en ellos un imperativo ético que
evidencie la dimensión ética y la responsabilidad social. En este sentido, la corrupción es el
“fenómeno por el que un funcionario público es impulsado a actuar en modo distinto de los
estándares normativos del sistema para favorecer intereses particulares a cambio de una
recompensa”
Entonces, ¿Cuáles son los niveles de la corrupción en el país? Para establecer un indicador
tenemos que entender las diferentes maneras, en la cuales opera la corrupción, por ejemplo:
se desvían los ingresos departamentales, municipales y nacionales con los cuales nuestro
país, nuestro departamento y nuestro municipio puedan avanzar en infraestructura,
educación, salud, seguridad, etc.
Desde que se estableció el sistema, a partir del año 1993, el Estado a través de los órganos
reguladores solo han improvisado medidas transitorias, que no han servido para
absolutamente nada, y mientras tanto nadie atiende a los afiliados, los médicos tienen que
trabajar por unos honorarios de indigencia, los medicamentos son una tragedia de cada día
y lo más grave, no les pagan a las instituciones que prestan servicios: hospitales,
laboratorios clínicos, odontólogos, empresas de radiología. Entonces, este sistema no resiste
una reforma más. Es un régimen insostenible, carcomido por los políticos, los cuales se
apoderaron del sistema con el único fin de enriquecer sus arcas a través de medidas que
solo benefician al sector privado, donde ellos, los politiqueros, son sus verdaderos dueños y
legislan siempre a favor de “sus empresas”. Existen “empresarios” de la salud que tienen
una imaginación corrupta para defraudar al sistema. Todos los días aparece una nueva
forma de la corrupción. Por ejemplo: dentro del pago que hacen los usuarios está
contemplada una atención domiciliaria, el “servicio de enfermería en casa”, incluido en el
Plan Obligatorio de Salud.

ADMINISTRATIVO
En Colombia las normas y las instituciones, incluidas las que regulan los comportamientos
de los individuos y de las Instituciones como Contraloría, Fiscalía y Procuraduría siguen
siendo débiles, porque están dirigidas por personas nombradas en estos cargos por los
mismos políticos dueños del sistema. Además de complejo, todos los administradores
quieren sacar ventaja del sistema mal concebido, el cual se fundó como escenario para
robar los recursos públicos a través de las empresas creadas por ellos mismos, y ante este
escenario no hay quien lo castigue, es un círculo corrupto, en el cual entre ellos (los dueños
de la salud) no se castigan.  La corrupción es uno de los problemas que más afecta a los
países en vías de desarrollo. La distribución de los beneficios y costes que controla el
Estado se hallan generalmente bajo el control de funcionarios públicos que poseen un poder
discrecional. Las personas y las empresas privadas que desean un trato favorable pueden
estar dispuestas a pagar para obtenerlos. Los pagos son corruptos si se hacen ilegalmente a
funcionarios públicos con la finalidad de obtener un beneficio o de evitar un coste. La
corrupción es un síntoma de que algo no ha funcionado bien en la gestión del Estado. Las
instituciones diseñadas para gobernar la interrelación entre los ciudadanos y el Estado se
utilizan, en vez de ello, para el enriquecimiento personal y para proporcionar beneficios a
los corruptos. El mecanismo de precios, que con tanta frecuencia es una fuente de eficacia
económica y un elemento que contribuye al crecimiento, puede, en forma de soborno,
socavar la legitimidad y la eficacia del gobierno”. Los estudios de Transparencia
Internacional han indicado que a mayor corrupción mayor pobreza. Sin embargo, Colombia
no es el país más corrupto de la región.
METODOLOGÍA.

En Colombia fue la corrupción la que contagió al virus


La Contraloría tiene alertas por presuntas irregularidades en 460 contratos de entidades
públicas.

¿Coronavirus? Eso no es nada. Hay una plaga peor.

Al contrario de lo que piensa la gente, a mí me parece que la pandemia que nos tiene
encerrados a los colombianos desde hace ocho meses no es la desgracia más dañina que nos
ha caído encima. Hay una maldición peor, más demoledora, más infame, más costosa, más
destructiva. No lo duden: la maligna corrupción que está ahogando a este país es más
perversa que el virus.

Con decirles, aunque parezca insólito, que la corrupción le ha hecho daño a la propia
pandemia, hasta contagiarla con su veneno, como voy a demostrarlo en esta crónica. No se
desesperen. Aguarden y verán.

Ya se sabe que el coronavirus ataca el cuerpo y lo mata. Pero la corrupción, además del
cuerpo, mata también el alma y las esperanzas, destruye sueños e ilusiones, destroza los
principios morales de la sociedad, acaba con la salud, los presupuestos, con la educación y
la comida, con la familia y las amistades.
El virus y los contratos

Hay que ver los contratos que las oficinas gubernamentales han firmado en todo el país,
durante la pandemia, para comprender el tamaño gigantesco de la corrupción que nos está
agobiando el alma y los bolsillos.

Me detengo a conversar con el contralor general, Felipe Córdoba, quien se ha distinguido,


precisamente, por el interés que pone cada día en la vigilancia de semejantes negocios. Es
él quien me dice que, durante la actual emergencia sanitaria, las entidades públicas
colombianas han celebrado 540.000 contratos por 53 billones de pesos. Mírenles el tamaño
a las cifras.

“Y entre marzo y noviembre –agrega el señor Córdoba–, en la Contraloría hemos revisado


150.000 de esos contratos, por 11,7 billones de pesos, referentes a compras para atender a
la gente en la pandemia”.

Como resultado de esa monumental inspección, la Contraloría ha encontrado, hasta


ahora, 460 casos sospechosos, y ha obligado a renegociar numerosos contratos,
logrando una rebaja de 34.000 millones de pesos en los sobrecostos. Además, fueron
suprimidos otros diecisiete contratos que valían 21.500 millones.
Comida y medicamentos
En la Contraloría General, María Fernanda Rangel tiene a su cargo la Dirección de
Información, Análisis y Reacción Inmediata (Diari), que fue creada hace menos de un año
y, por primera vez en este país, se encarga de todos estos controles e investigaciones.

Ellos hicieron el balance de los sobrecostos que, a lo largo y ancho de Colombia, se han
producido en la contratación pública durante la emergencia de la pandemia.
“De las 460 alertas que hemos emitido –me comenta la doctora Rangel–, 222 corresponden
a compras para el suministro de alimentos. Eso representa el 48% de todas las
negociaciones sospechosas, nada menos”.
Y, como si fuera poco, las 238 sospechas restantes corresponden a convenios para
suministrar medicamentos e insumos médicos y hospitalarios. Así se completa el ciento
por ciento de los contratos dudosos.

“Alimentos como el arroz, el atún y el aceite se repiten en esos contratos”, explica el


contralor Córdoba. Y entre los productos médicos, los más sospechosos son la compra de
tapabocas, termómetros y camas hospitalarias.

“Hemos encontrado compra de termómetros con un sobrecosto hasta del 230 por ciento.
Más del doble de lo que realmente valen”, dice la señora Rangel. ¿De modo que el robo se
concentra especialmente en la comida de los hambrientos, la medicina de los más pobres y
la dotación de los hospitales públicos? ¿En comida y salud? Ustedes me van a perdonar,
pero, viendo eso, no tengo otra manera de decirlo: son unos bellacos. Hijos de mala madre.

La Contraloría General también ha logrado hacer un mapa de las regiones más afectadas
por el coronavirus de la corrupción. El departamento del país con más contratos
sospechosos de sobrecostos es Antioquia, con 35 casos, seguido por Cundinamarca, con 33,
y Valle del Cauca, con 32.

En cuanto a la cantidad de dinero que cada región invirtió en esas negociaciones oscuras,
me avergüenza admitir que la costa Caribe, mi tierra, es la peor, la más afectada de todo el
país, con 130.412 millones de pesos. Viene luego la otra costa, la del Pacífico, con 78.278
millones, seguida en tercer lugar por los Llanos Orientales (Casanare, Guainía, Guaviare,
Meta, Vaupés y Vichada), con 62.880 millones.
Cuarta es la región denominada Centro Oriente, que incluye a Boyacá, Cundinamarca,
Norte de Santander y Santander, con 56.031 millones de pesos.
No se escapa ni la selva: en el quinto puesto de este vergonzoso campeonato figuran
Amazonas, Caquetá, Huila, Putumayo y Tolima, que han invertido en esos negociados
turbios 44.055 millones. Y el Eje Cafetero cierra esta lista de la infamia, con 35.938
millones.

El origen del dinero

Ustedes se estarán preguntando, con toda razón, de dónde proviene semejante cantidad de
dinero para esas compras retorcidas. La investigación de la Contraloría General también
ha logrado determinar su procedencia.
El 40 por ciento de dichas negociaciones se financió con recursos departamentales. Son 110
contratos que valen 231.095 millones y se concentran en 28 gobernaciones, lo cual
significa, para espanto y horror, que está metido en este infierno de tramposos el 89,6 por
ciento de los departamentos colombianos. Otro 26 por ciento del dinero de los contratos
investigados proviene del Gobierno nacional, por 146.287 millones de pesos. Un 20 por
ciento tiene origen en ciudades capitales.

Hasta ahora, la Contraloría General ha logrado recuperar más de 15.000 millones de pesos
de esos contratos con sobrecostos.

Los jóvenes denuncian más


Transparencia por Colombia es el capítulo que representa en nuestro país, desde hace más de veinte
años, a la organización Transparencia Internacional, entidad mundialmente respetada que
conforman más de cien países y tiene su sede en Alemania.

Andrés Hernández Montes, el director ejecutivo de Transparencia por Colombia, me dice que,
durante la pandemia, “se destaca el incremento de denuncias de la ciudadanía contra la
corrupción, expresando su descontento con nuevas movilizaciones sociales en medio del
aislamiento, y se está haciendo un seguimiento muy particular a la contratación pública”.

“Las nuevas generaciones, entre los 18 y los 35 años, son ahora más críticas frente a la labor del
Estado”, me explica Hernández. No hay duda de que en este país estamos viviendo un momento
clave, la ciudadanía reclama más resultados del Gobierno frente a la corrupción.

Para ilustrarlo con un solo ejemplo, en la última encuesta sobre corrupción 20 de cada cien
encuestados reconocieron que en el último año tuvieron que pagar un soborno por usar servicios
públicos.

Y eso que el 78 por ciento de los encuestados creen firmemente que sufrirá represalias
si denuncia casos de corrupción. Por eso, Transparencia por Colombia está haciendo un
llamado a que haya medidas más efectivas de protección a los denunciantes.

¿Y la moral pública?

Volviendo a la corrupción durante la pandemia, el señor Hernández Montes me cuenta que,


entre finales de marzo y mediados de septiembre, “en Transparencia por Colombia
recibimos denuncias de 47 casos por presunta corrupción. Fueron reportados por 63
personas distintas, lo que significa que un hecho de corrupción tuvo a más de un ciudadano
haciéndole seguimiento. La gente colabora cada día más”.

Hernández añade que, a medida que pasan los días, “los corruptos en Colombia han
sofisticado sus acciones, métodos y prácticas. Cada día son peores y más variados los
agentes de la macrocorrupción”.

Y eso que no hemos hablado del daño en la moral pública. La investigadora Karen Daniela
Sandoval, de la Universidad Externado de Colombia, sostiene, por ejemplo, que la
corrupción “tiene impactos profundamente negativos no solo en la economía y la política
del país, sino que crece cada vez más la desconfianza en las instituciones, en el mismo
sistema político del país y en la democracia. Es una de las razones por las cuales la
sociedad ha dejado de creer en la justicia”.

Vergüenza mundial
Me duele en el centro del corazón decirles lo que voy a decirles, pero yo sé cuál es mi obligación
con la verdad y con los lectores.

El informe de Transparencia Internacional, que circula por el mundo entero, midió este año, en más
de cien países, los índices de sobornos para ganar contratos del Estado y apropiarse de los dineros
públicos.

Las calificaciones de corrupción en cada país van desde la peor, que es cero puntos, hasta la
mejor, que es cien. Este año Colombia apenas obtuvo 37 puntos y ocupó el puesto
número 96. No solo quedó lejísimos del primero, sino que ni siquiera se acercó al
promedio mundial, que es de 43 puntos. Qué vergüenza (en esta oportunidad los países
mejor calificados fueron Dinamarca y Nueva Zelanda, con 87 puntos cada uno, y luego
Finlandia, con 86)

Epílogo

Transparencia Internacional concluye su análisis sobre Colombia con estas palabras tristes
y dolorosas como una cachetada, pero realistas: “Es uno de los países donde se hacen
menos esfuerzos en la lucha anticorrupción. En Colombia esos esfuerzos están
estancados”.

Y eso que, allá en sus oficinas de Alemania, a ellos no les ha llegado una de las peores
noticias: que, de las pocas personas condenadas por corrupción en Colombia, más del 60
por ciento pagan su condena con la casa por cárcel.

Imagínense, pues, cómo será la debacle ahora que nos cayó encima la pandemia con su
plaga de contratos amañados. Por eso me despido repitiendo, una vez más, que, al contrario
de lo ocurrido en el mundo entero, en nuestro querido país no fue el virus el que contagió a
la corrupción. Fue exactamente al revés.

b- JUAN GOSSAÍN
Especial para EL TIEMPO
La corrupción es otro virus que se acompasó con la covid-19. Juan Gossaín hace un repaso por las
investigaciones en torno a los contratos relacionados con la pandemia .
Por: Juan Gossaín- Escritor y periodista colombiano
19 de noviembre 2020, 01:15 a. m.
PRESENTACIÓN DE RESULTADOS.

Consecuencias económicas del caso, al sistema de salud.

durante la actual emergencia sanitaria, las entidades públicas colombianas han celebrado
540.000 contratos por 53 billones de pesos. “Y entre marzo y noviembre la Contraloría ha
revisado 150.000 de esos contratos, por 11,7 billones de pesos, referentes a compras para
atender a la gente en la pandemia”.

Como resultado de esa monumental inspección, la Contraloría ha encontrado, hasta


ahora, 460 casos sospechosos, y ha obligado a renegociar numerosos contratos,
logrando una rebaja de 34.000 millones de pesos en los sobrecostos. Además, fueron
suprimidos otros diecisiete contratos que valían 21.500 millones.

En la Contraloría General, María Fernanda Rangel tiene a su cargo la Dirección de


Información, Análisis y Reacción Inmediata (Diari), que fue creada hace menos de un año
y, por primera vez en este país, se encarga de todos estos controles e investigaciones.

Ellos hicieron el balance de los sobrecostos que, a lo largo y ancho de Colombia, se han
producido en la contratación pública durante la emergencia de la pandemia.
“De las 460 alertas que han emitido, 222 corresponden a compras para el suministro de
alimentos. Eso representa el 48% de todas las negociaciones sospechosas, nada menos”.
Consecuencias del caso, a la salud del ciudadano.
No se está pensando en el servicio a los ciudadanos, sino en el negocio de las EPS. 
Aquí se le está mintiendo al país por parte de las EPS, quienes expresan una situación
favorable con los miles de afiliados, aunque la realidad es otra y el servicio actualmente sea
precario.
Se siguen cerrando las EPS, porque están quebradas y se siguen muriendo los colombianos
por el mal servicio de parte de estas empresas prestadoras de Salud
También en la actualidad las EPS no respetan el límite de los precios en los medicamentos,
por lo cual es necesario que regule los costos.

Consecuencias Éticas y Morales del caso.

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